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Escena 1. ¿Qué haces aquí?
Las órdenes de los altos comando de la Revolución son claras: debéis mejorar. Tú y un grupo de cabos habéis sido destinados al North Blue, más concretamente a la Isla del Puño, para entrenar y convertiros en poderosos guerreros que lucharán por la justicia y los derechos de todo ser vivo de este planeta. Ya habéis soportado suficiente el yugo del WG ¿verdad?
Cada uno habéis ido por un lado, pero todos acabáis reunidos en un pequeño almacén del pueblo situado al norte de la isla, justo por la parte del envés de la enorme montaña en forma de puño que se alza en el centro de la isla. Los Reveses (gentilicio norteño local) parecen unas personas con un objetivo en común, ser los guerreros más poderosos de la isla y demostrarles a los Duros y Ascendentes que deberían seguir dedicándose a la pesca. Politiqueos aparte, tras localizar el almacén por un código enviado por un cormorán de la Revolución disfrazado de gaviota de correos, te encuentras rodeado por gente físicamente bastante más… preparada que tú. Son ocho, un pequeño contingente de atletas y amazonas que podrían partirte como la ramita que eres en comparación. ¿A dónde demonios te han mandado?
Todos parecen conocerse, qué demonios hay alguno que ya está abrazando a otro diciendo que había tardado mucho. Entonces te miran… y te ignoran, casi burlándose de que tengas que recurrir a unas armas que no estén echas de carne y hueso. Cuanto amor en la Revolución.
Media hora después de que llegues, y hagas lo que quieras, como si quieres comerte alguna alcachofa de las cajas del almacén, llegará el último de los reclutas: una pequeña muchacha con unas gruesas gafas de ingeniera colocadas y un bolso-mochila repleto de cosas que hacen tic y tac. También parece un poco confusa con la situación, incluso algo molesta. Qué adorable.
Las órdenes de los altos comando de la Revolución son claras: debéis mejorar. Tú y un grupo de cabos habéis sido destinados al North Blue, más concretamente a la Isla del Puño, para entrenar y convertiros en poderosos guerreros que lucharán por la justicia y los derechos de todo ser vivo de este planeta. Ya habéis soportado suficiente el yugo del WG ¿verdad?
Cada uno habéis ido por un lado, pero todos acabáis reunidos en un pequeño almacén del pueblo situado al norte de la isla, justo por la parte del envés de la enorme montaña en forma de puño que se alza en el centro de la isla. Los Reveses (gentilicio norteño local) parecen unas personas con un objetivo en común, ser los guerreros más poderosos de la isla y demostrarles a los Duros y Ascendentes que deberían seguir dedicándose a la pesca. Politiqueos aparte, tras localizar el almacén por un código enviado por un cormorán de la Revolución disfrazado de gaviota de correos, te encuentras rodeado por gente físicamente bastante más… preparada que tú. Son ocho, un pequeño contingente de atletas y amazonas que podrían partirte como la ramita que eres en comparación. ¿A dónde demonios te han mandado?
Todos parecen conocerse, qué demonios hay alguno que ya está abrazando a otro diciendo que había tardado mucho. Entonces te miran… y te ignoran, casi burlándose de que tengas que recurrir a unas armas que no estén echas de carne y hueso. Cuanto amor en la Revolución.
Media hora después de que llegues, y hagas lo que quieras, como si quieres comerte alguna alcachofa de las cajas del almacén, llegará el último de los reclutas: una pequeña muchacha con unas gruesas gafas de ingeniera colocadas y un bolso-mochila repleto de cosas que hacen tic y tac. También parece un poco confusa con la situación, incluso algo molesta. Qué adorable.
- Muyaya:
Tennessee "Kid" Cooper
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Después de el incidente con Anna y la obtención de la Beta Beta No mi Kid ascendió rápidamente hasta la posición de Cabo, un puesto de bastante importancia en la jerarquía revolucionaria con lo cual sus tiempos de holgazanear habían acabado, teniendo que pasar numerosas horas lidiando con papeleo sobre posibles objetivos, operaciones encubiertas...
Pero un día la aburrida rutina fue abruptamente interrumpida por una orden de última hora: todos los Cabos tenían que dirigirse a la Isla del Puño para recibir un entrenamiento intensivo con el fin de pulir sus habilidades y prepararlos para una futura lucha contra sus enemigos, el Gobierno Mundial.
Emocionado por hacer algo más que sentarse en un escritorio y fingir que prestaba atención a la oleada de papeles que día tras día le invadía, Kid abandonó la base a paso ligero. El viaje fue tranquilo y sin complicaciones, siendo sinceros el vaquero aún tenía mal sabor de boca por la última experiencia en bote; pero una misión era una misión.
Finalmente el joven llegó a su destino, no pudiendo evitar preguntarse mentalmente si los autóctonos de la zona no tenían más imaginación como para buscar un nombre un poco más obvio para la isla. Dejando eso de lado, la atención del vaquero se centro en la peculiar ave que estaba reposada en la entrada del puerto, a simple vista semejaba una de mensajería común pero si se miraba más detalladamente se podría distinguir que era un cormorán. Dicho animal servía como infiltrado dentro del Gobierno, siendo el encargado de filtrar y enviar información al bando revolucionario.
Con delicadeza Kid cogió el pequeño papel adherido a la pata del animal, el cual huyó volando poco después. En dicho papel estaba un pequeño mapa de la zona y la ruta que tenía que seguir hasta llegar al punto de reunión donde el resto de Cabos y él realizarían su entrenamiento.
Tras una breve caminata llegó al almacén donde se supone que realizaría las prácticas, el edificio estaba rodeado por un total de 8 personas, cada cual más musculosa y atlética. Ninguno de ellos llevaba arma alguna, por lo que Kid supuso que serían artistas marciales o semejantes.
Extrañado, el vaquero no pudo evitar reirse cuando una pareja de ellos comenzó a abrazarse de forma efusiva, ganándose un par de miradas de reproche y otras tantas de burla, seguramente por ser el que menos en forma estaba del escuadrón aparte de que era el único que empleaba armas de fuego para el combate. Otra persona cualquiera se hubiese puesto nervioso en un ambiente tan hostil como este, pero Kid sabía que al final todos los presentes tenían en común el mismo objetivo de acabar con el GM por lo que tendrían que cooperar si o si.
Para hacer más llevadera la espera por el resto de Cabos, Tenneesse comenzó a fumar un pitillo echando cortas bocanadas de humo de forma rítmica, a algunos de los luchadores quizás no les gustase el olor o les molestase el humo, pero era el único modo que tenía de entretenerse puesto que había decidido no beber para no dar mala imagen sobre La Venganza de la Quimera, una cosa era si mismo pero Kid evitaría por todos los medios el desprestigiar a su equipo; por lo que intentaría por todos los medios comportarse de forma correcta.
Tras media hora la última convocada llegó, una mujer que pegaba menos en ese entrenamiento que el propio vaquero. Semejaba ser una experta o por lo menos aficionada a la mecánica, y si sus ojo no le fallaban, Kid juraría haber visto una pistola colgando de su cinturón. Viendo que los dos eran los únicos "bichos raros", el joven decidió entablar conversación con ella para al menos no sentirse tan solo durante el resto de lecciones.
-Me alegra ver por aquí a otra persona que se fía más de la pólvora que de un puño, y más si resulta tener una cara tan hermosa como la vuestra. Mi nombre es Tenneesse Kid Cooper, miembro de la revolución y soltero- dijo de forma seductora Kid mientras se acercaba a la extraña y ponía su sombrero en el corazón para finalmente dar una leve reverencia.
Pero un día la aburrida rutina fue abruptamente interrumpida por una orden de última hora: todos los Cabos tenían que dirigirse a la Isla del Puño para recibir un entrenamiento intensivo con el fin de pulir sus habilidades y prepararlos para una futura lucha contra sus enemigos, el Gobierno Mundial.
Emocionado por hacer algo más que sentarse en un escritorio y fingir que prestaba atención a la oleada de papeles que día tras día le invadía, Kid abandonó la base a paso ligero. El viaje fue tranquilo y sin complicaciones, siendo sinceros el vaquero aún tenía mal sabor de boca por la última experiencia en bote; pero una misión era una misión.
Finalmente el joven llegó a su destino, no pudiendo evitar preguntarse mentalmente si los autóctonos de la zona no tenían más imaginación como para buscar un nombre un poco más obvio para la isla. Dejando eso de lado, la atención del vaquero se centro en la peculiar ave que estaba reposada en la entrada del puerto, a simple vista semejaba una de mensajería común pero si se miraba más detalladamente se podría distinguir que era un cormorán. Dicho animal servía como infiltrado dentro del Gobierno, siendo el encargado de filtrar y enviar información al bando revolucionario.
Con delicadeza Kid cogió el pequeño papel adherido a la pata del animal, el cual huyó volando poco después. En dicho papel estaba un pequeño mapa de la zona y la ruta que tenía que seguir hasta llegar al punto de reunión donde el resto de Cabos y él realizarían su entrenamiento.
Tras una breve caminata llegó al almacén donde se supone que realizaría las prácticas, el edificio estaba rodeado por un total de 8 personas, cada cual más musculosa y atlética. Ninguno de ellos llevaba arma alguna, por lo que Kid supuso que serían artistas marciales o semejantes.
Extrañado, el vaquero no pudo evitar reirse cuando una pareja de ellos comenzó a abrazarse de forma efusiva, ganándose un par de miradas de reproche y otras tantas de burla, seguramente por ser el que menos en forma estaba del escuadrón aparte de que era el único que empleaba armas de fuego para el combate. Otra persona cualquiera se hubiese puesto nervioso en un ambiente tan hostil como este, pero Kid sabía que al final todos los presentes tenían en común el mismo objetivo de acabar con el GM por lo que tendrían que cooperar si o si.
Para hacer más llevadera la espera por el resto de Cabos, Tenneesse comenzó a fumar un pitillo echando cortas bocanadas de humo de forma rítmica, a algunos de los luchadores quizás no les gustase el olor o les molestase el humo, pero era el único modo que tenía de entretenerse puesto que había decidido no beber para no dar mala imagen sobre La Venganza de la Quimera, una cosa era si mismo pero Kid evitaría por todos los medios el desprestigiar a su equipo; por lo que intentaría por todos los medios comportarse de forma correcta.
Tras media hora la última convocada llegó, una mujer que pegaba menos en ese entrenamiento que el propio vaquero. Semejaba ser una experta o por lo menos aficionada a la mecánica, y si sus ojo no le fallaban, Kid juraría haber visto una pistola colgando de su cinturón. Viendo que los dos eran los únicos "bichos raros", el joven decidió entablar conversación con ella para al menos no sentirse tan solo durante el resto de lecciones.
-Me alegra ver por aquí a otra persona que se fía más de la pólvora que de un puño, y más si resulta tener una cara tan hermosa como la vuestra. Mi nombre es Tenneesse Kid Cooper, miembro de la revolución y soltero- dijo de forma seductora Kid mientras se acercaba a la extraña y ponía su sombrero en el corazón para finalmente dar una leve reverencia.
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La muchacha se gira hacia a ti cuando le hablas y toca un botoncito en sus gafas, acto seguido estas se abren como el objetivo de una cámara y se cierran, enfocándote. Acaba quitándoselas parpadeando un poco bizca unos segundos para volver a la normalidad y regalarte la oportunidad de contemplar sus ojos dorados como la miel.
-Henrietta Blasius- dice con una pequeña sonrisa-, recluta revolucionaria y prometida- añade moviendo sus dedos delante de tu cara enseñándote una pequeña alianza de compromiso. ¡Vaya, qué mala suerte! Bueno, a lo mejor tiene dudas… Tú sabrás qué haces.
La recluta mira a los botarates fornidos y las amazonas de pelo en pecho.
-Qué raro, esperaba que nos hubiesen organizado mejor para estas cosas… Debí sospechar que el nombre “Isla del puño” no sonaba muy de pistoleros. ¿Se habrán equivocado?- dice, rebuscando entre su bolso-. Juraría que tenía la transmisión por algún lado… Dinamita, nitroglicerina, C4, mechas cortas, clips, pintalabios, el neceser... ¿Dónde la habré metido?- amenaza con volcar el bolso para encontrarlo pero se detiene por el bien de todos los allí presentes-. Uy, casi me pasa otra vez.
¿Alguien quiere contratar un seguro de vida u otro anti-explosiones? Quizás haga falta.
En fin, si quieres preguntarle algo a la dama o alguno de los allí presentes eres totalmente libre de hacerlo, a ver qué te contestan. Unos diez minutos después de la llegada de la explosiva chica, la puerta del almacén será abierta de sopetón por un anciano. Va vestido con una camiseta blanca, tan vieja como él, y unos pantalones negros. No usa zapatos, pero si quieres mirar sus pies podrás ver uñas del tamaño y color de los mejillones, debéis dar gracias porque no tengan su olor. Deja caer un porrón de uniformes doblados hacia delante, desparramándolos. Justo en ese momento te das cuenta de que sólo tiene un único brazo, el otro no es más que un muñón al que le hubieran faltado un par de dedos para llegar a formar un codo.
Dicho esto,vuelve a salir, cerrando tras de sí para daros más privacidad. Bueno, de la poca que dispongáis habiendo tanta gente en un mismo sitio.
Puedes aprovechar el momento para ver algún otro cacho de carne, de la que te guste, no estoy aquí para juzgar; puedes salir a hablar directamente con el maestro; puedes ayudar a la muchacha para ocultar su tierno cuerpecillo de ojos ajenos; puedes bailar la sarandonga desnudo… Tú sabrás.
-Henrietta Blasius- dice con una pequeña sonrisa-, recluta revolucionaria y prometida- añade moviendo sus dedos delante de tu cara enseñándote una pequeña alianza de compromiso. ¡Vaya, qué mala suerte! Bueno, a lo mejor tiene dudas… Tú sabrás qué haces.
La recluta mira a los botarates fornidos y las amazonas de pelo en pecho.
-Qué raro, esperaba que nos hubiesen organizado mejor para estas cosas… Debí sospechar que el nombre “Isla del puño” no sonaba muy de pistoleros. ¿Se habrán equivocado?- dice, rebuscando entre su bolso-. Juraría que tenía la transmisión por algún lado… Dinamita, nitroglicerina, C4, mechas cortas, clips, pintalabios, el neceser... ¿Dónde la habré metido?- amenaza con volcar el bolso para encontrarlo pero se detiene por el bien de todos los allí presentes-. Uy, casi me pasa otra vez.
¿Alguien quiere contratar un seguro de vida u otro anti-explosiones? Quizás haga falta.
En fin, si quieres preguntarle algo a la dama o alguno de los allí presentes eres totalmente libre de hacerlo, a ver qué te contestan. Unos diez minutos después de la llegada de la explosiva chica, la puerta del almacén será abierta de sopetón por un anciano. Va vestido con una camiseta blanca, tan vieja como él, y unos pantalones negros. No usa zapatos, pero si quieres mirar sus pies podrás ver uñas del tamaño y color de los mejillones, debéis dar gracias porque no tengan su olor. Deja caer un porrón de uniformes doblados hacia delante, desparramándolos. Justo en ese momento te das cuenta de que sólo tiene un único brazo, el otro no es más que un muñón al que le hubieran faltado un par de dedos para llegar a formar un codo.
- El yayo:
Dicho esto,vuelve a salir, cerrando tras de sí para daros más privacidad. Bueno, de la poca que dispongáis habiendo tanta gente en un mismo sitio.
Puedes aprovechar el momento para ver algún otro cacho de carne, de la que te guste, no estoy aquí para juzgar; puedes salir a hablar directamente con el maestro; puedes ayudar a la muchacha para ocultar su tierno cuerpecillo de ojos ajenos; puedes bailar la sarandonga desnudo… Tú sabrás.
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Los ojos dorados bajo las extrañas gafas de la joven cautivaron al instante a Kid, pero rápidamente sus ilusiones se fueron al garete al ver un anillo en la mano de Henrietta. Rápidamente su actitud cambió, adoptando una pose más formal y ajustándose el sombrero a la cabeza, aquel pequeño círculo dorado era como una señal de prohibido el paso a los ojos del vaquero por lo que no intentaría volver a coquetear con la mujer; el matrimonio era algo sagrado para el joven.
-Enhorabuena al afortunado o afortunada que te haya cazado señorita Blasius, y respondiendo a tu pregunta, parece ser que se tomaron a pecho el nombre de la isla; todos aquí parecen malditos culturistas hechos para destrozarte con las manos desnudas. Me anima saber que ya somos dos tirillas en el grupo- comentó para posteriormente ver extrañado como esta empezaba a rebuscar en su bolso. A medida que pasaban los segundos y Henrietta comenzaba a mencionar los numerosos elementos explosivos que guardaba el nerviosismo del vaquero aumentaba, pensaba que su muerte sería un poco más digna que morir despedazado porque una ingeniera no encontraba un maldito papel que debía estar al lado de un pintalabios. Por suerte la joven prefirió declinar la idea de voltear un cóctel de explosivos, dejando de lado el bolso.
Más aliviado, Kid intentó ignorar lo abrupta que fue su presentación y comenzó a hablar con la mujer:
-Parece que vamos a pasar aquí bastante tiempo, por lo que creo que deberíamos cooperar. Si trabajamos juntos nosotros dos, los más débiles del grupo, estoy seguro de que podremos salir adelante. ¿Qué me dices?- le sugirió mientras extendía la mano hacia su dirección.
Un par de minutos después el silencio invadió la zona, puesto que todos los revolucionarios habían callado al unísono en señal de respeto hacia la llegada del que Tenneesse suponía que sería su maestro, un anciano que extrañamente le faltaba un brazo. El aspecto que tenía difería mucho de la imagen que el vaquero tenía en mente, pero si los altos mandos de la Revolución lo veían como el candidato idóneo para entrenarles, Kid respetaría su decisión. Al fin y al cabo no todo es lo que parece, una lección que tuvo que aprender por las malas.
El joven apenas se quedó con el nombre completo del entrenador, demasiado largo para su gusto, por lo que decidió abreviarlo a Maestro Waka si alguna vez tenía que dirigirse a él.
En 10 min empezaría la lección, normalmente Kid aprovecharía la situación para observar la bella figura de su acompañante, pero al saber que estaba casada, decidió respetar dicha unión. En un par de pasos llegó hasta el montón de uniformes cogiendo dos de ellos, lanzando uno en dirección a Henrietta.
Tras volver al lado de esta, Kid se quitó el largo poncho que cubría su cuerpo y se lo ofreció a la mecánica:
-Puedes usarlo para taparte si lo necesitas, no hay problema- le dijo amablemente mientras extendía la pieza de ropa hacia ella. A continuación decidió desvestirse rápidamente para colocarse el uniforme, manteniendo como únicas piezas de ropa que antes llevaba su mítico sombrero y el cinturón dorado que siempre le acompañaba. Con el resto de su vestimenta decidió acumularla de forma desorganizada en un montón que colocó a sus pies.
-No es mi estilo y huele a sudor, pero supongo que estos uniformes servirán a la hora de entrenar.- comentó mientras examinaba como le quedaba. La verdad es que era una vestimenta ligera y flexible, perfecta para poder mover cualquier parte de tu cuerpo sin inhibición alguna.
-Enhorabuena al afortunado o afortunada que te haya cazado señorita Blasius, y respondiendo a tu pregunta, parece ser que se tomaron a pecho el nombre de la isla; todos aquí parecen malditos culturistas hechos para destrozarte con las manos desnudas. Me anima saber que ya somos dos tirillas en el grupo- comentó para posteriormente ver extrañado como esta empezaba a rebuscar en su bolso. A medida que pasaban los segundos y Henrietta comenzaba a mencionar los numerosos elementos explosivos que guardaba el nerviosismo del vaquero aumentaba, pensaba que su muerte sería un poco más digna que morir despedazado porque una ingeniera no encontraba un maldito papel que debía estar al lado de un pintalabios. Por suerte la joven prefirió declinar la idea de voltear un cóctel de explosivos, dejando de lado el bolso.
Más aliviado, Kid intentó ignorar lo abrupta que fue su presentación y comenzó a hablar con la mujer:
-Parece que vamos a pasar aquí bastante tiempo, por lo que creo que deberíamos cooperar. Si trabajamos juntos nosotros dos, los más débiles del grupo, estoy seguro de que podremos salir adelante. ¿Qué me dices?- le sugirió mientras extendía la mano hacia su dirección.
Un par de minutos después el silencio invadió la zona, puesto que todos los revolucionarios habían callado al unísono en señal de respeto hacia la llegada del que Tenneesse suponía que sería su maestro, un anciano que extrañamente le faltaba un brazo. El aspecto que tenía difería mucho de la imagen que el vaquero tenía en mente, pero si los altos mandos de la Revolución lo veían como el candidato idóneo para entrenarles, Kid respetaría su decisión. Al fin y al cabo no todo es lo que parece, una lección que tuvo que aprender por las malas.
El joven apenas se quedó con el nombre completo del entrenador, demasiado largo para su gusto, por lo que decidió abreviarlo a Maestro Waka si alguna vez tenía que dirigirse a él.
En 10 min empezaría la lección, normalmente Kid aprovecharía la situación para observar la bella figura de su acompañante, pero al saber que estaba casada, decidió respetar dicha unión. En un par de pasos llegó hasta el montón de uniformes cogiendo dos de ellos, lanzando uno en dirección a Henrietta.
Tras volver al lado de esta, Kid se quitó el largo poncho que cubría su cuerpo y se lo ofreció a la mecánica:
-Puedes usarlo para taparte si lo necesitas, no hay problema- le dijo amablemente mientras extendía la pieza de ropa hacia ella. A continuación decidió desvestirse rápidamente para colocarse el uniforme, manteniendo como únicas piezas de ropa que antes llevaba su mítico sombrero y el cinturón dorado que siempre le acompañaba. Con el resto de su vestimenta decidió acumularla de forma desorganizada en un montón que colocó a sus pies.
-No es mi estilo y huele a sudor, pero supongo que estos uniformes servirán a la hora de entrenar.- comentó mientras examinaba como le quedaba. La verdad es que era una vestimenta ligera y flexible, perfecta para poder mover cualquier parte de tu cuerpo sin inhibición alguna.
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Cuando le dices eso a la muchacha se coloca las manos en sus caderas y saca pecho.
-¿A quién estás llamando débil? Jum- dice haciendo un mohín, pero parece de acuerdo contigo. Te da las gracias cuando le das tu poncho, usándolo como improvisada mampara colgándolo de dos cajas con un par de clips, qué chica más apañada. Y qué mona, ¿seguro que el simple anillo será suficiente para detener tus impulsos? Ya veremos cuando pase una semana.
Bueno, no seré yo quien te diga que tu traje no huele a sudor, habrás tenido mala pata al escoger uno. Tampoco te negaré que es flexible y adaptable cómo si no llevaras nada.
La chica se ríe un poco del contraste de tus ropas, pero es ella quien lleva aún las gafas de ingeniera, así que tampoco debería reírse mucho.
Pasados los diez minutos os ponéis en marcha, el anciano no es que vaya andando a un buen ritmo, es más, os cuesta ir andando tan lento y tranquilo como él. ¿Será parte del entrenamiento? Puede ser. En fin que vais caminando… y vais caminando… y vais caminando…
-¡Maestro!- dice uno de los atléticos cagaprisas que desean llegar cuanto antes a las instalaciones- ¿Y si nos adelantamos y vamos calentando?
El viejales se mesa las barbas, meditando la pregunta, deteniéndose, alargando más el tiempo del trayecto como hacen las innecesarias comas de esta oración. Finalmente asiente y un par de los muchachos se van tras pedirle un par de indicaciones. Os quedáis 3 luchadores, la chica, tú y el sensei, siempre y cuando no quieras unirte a ellos adelantándote.
Si les acompañas llegarás a un dojo mugriento cuya puerta no parece abrirse, por lo que tras un rato de intentos los muchachos deciden hacer un esfuerzo conjunto (Al que puedes unirte) para forzarla. El interior es peor. Polvo por todas partes, madera podrida y tablones a punto de romperse. Seguro que si entrenáis ahí dais un tropiezo y os hacéis daño. Tras este salón principal, si decidís ser tan curiosos (uno se adelantará) podeis ver una larga puerta doble que da a un pequeño patio reacondicionado como un jardín Zen, que es bordeado por una tarima de madera que contiene varias estancias cerradas por la increíble seguridad que dan unas cuantas puertas de papel de arroz. Hay bastantes cuartos pequeños en la parte izquierda de la edificación, una cocina con comedor al norte y a la derecha una única sala gigantesca que presuponéis es la casa personal del maestro, cuya puerta no se abre y cuyo papel es de bastante mejor calidad que el resto.
Si no decides adelantarte vas a ver lo mismo pero tras el tedioso camino de una hora a paso de vieja tortuga. Ah, y uno de los tipos estará sangrando en el suelo porque el muy idiota se ha puesto a practicar en el dojo y uno de los tablones al romperse se le ha clavado cual trampa de guerrilla.
PD: Si deseas hacer preguntas por el camino a alguien que no sea el maestro, porque este responde cripticamente a todo, puedes mandarme MP para darte las contestaciones y ya tú las dejas patente.
-¿A quién estás llamando débil? Jum- dice haciendo un mohín, pero parece de acuerdo contigo. Te da las gracias cuando le das tu poncho, usándolo como improvisada mampara colgándolo de dos cajas con un par de clips, qué chica más apañada. Y qué mona, ¿seguro que el simple anillo será suficiente para detener tus impulsos? Ya veremos cuando pase una semana.
Bueno, no seré yo quien te diga que tu traje no huele a sudor, habrás tenido mala pata al escoger uno. Tampoco te negaré que es flexible y adaptable cómo si no llevaras nada.
La chica se ríe un poco del contraste de tus ropas, pero es ella quien lleva aún las gafas de ingeniera, así que tampoco debería reírse mucho.
Pasados los diez minutos os ponéis en marcha, el anciano no es que vaya andando a un buen ritmo, es más, os cuesta ir andando tan lento y tranquilo como él. ¿Será parte del entrenamiento? Puede ser. En fin que vais caminando… y vais caminando… y vais caminando…
-¡Maestro!- dice uno de los atléticos cagaprisas que desean llegar cuanto antes a las instalaciones- ¿Y si nos adelantamos y vamos calentando?
El viejales se mesa las barbas, meditando la pregunta, deteniéndose, alargando más el tiempo del trayecto como hacen las innecesarias comas de esta oración. Finalmente asiente y un par de los muchachos se van tras pedirle un par de indicaciones. Os quedáis 3 luchadores, la chica, tú y el sensei, siempre y cuando no quieras unirte a ellos adelantándote.
Si les acompañas llegarás a un dojo mugriento cuya puerta no parece abrirse, por lo que tras un rato de intentos los muchachos deciden hacer un esfuerzo conjunto (Al que puedes unirte) para forzarla. El interior es peor. Polvo por todas partes, madera podrida y tablones a punto de romperse. Seguro que si entrenáis ahí dais un tropiezo y os hacéis daño. Tras este salón principal, si decidís ser tan curiosos (uno se adelantará) podeis ver una larga puerta doble que da a un pequeño patio reacondicionado como un jardín Zen, que es bordeado por una tarima de madera que contiene varias estancias cerradas por la increíble seguridad que dan unas cuantas puertas de papel de arroz. Hay bastantes cuartos pequeños en la parte izquierda de la edificación, una cocina con comedor al norte y a la derecha una única sala gigantesca que presuponéis es la casa personal del maestro, cuya puerta no se abre y cuyo papel es de bastante mejor calidad que el resto.
Si no decides adelantarte vas a ver lo mismo pero tras el tedioso camino de una hora a paso de vieja tortuga. Ah, y uno de los tipos estará sangrando en el suelo porque el muy idiota se ha puesto a practicar en el dojo y uno de los tablones al romperse se le ha clavado cual trampa de guerrilla.
PD: Si deseas hacer preguntas por el camino a alguien que no sea el maestro, porque este responde cripticamente a todo, puedes mandarme MP para darte las contestaciones y ya tú las dejas patente.
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Kid se rió levemente por el pique de la mujer hacia su proposición, para luego explicarle brevemente que se refería a que ambos estaban en desventaja a la hora de combatir mano a mano contra el resto de artistas marciales ya entrenados. Con asombro vio como Henrietta se marcaba un Mcgyver y con tan solo su poncho había creado una especie de mampara como si de una ducha se tratase, Kid no pudo evitar mirar de reojo la atractiva figura de su acompañante, ¿ por qué las mejores eran las que estaban ya pilladas? Aunque poco podría ligar con las pintas que tenía, sin duda el contraste era gracioso. Dicho dato no se le escapó a la otra, que tras estar cambiada se rió. Kid no pudo evitar contagiarse de la risa mientras señalaba las gafas de la misma, indicando que era no era la más indicada para hablar.
Tras otra pequeña espera todos comienzan una lenta marcha hacia el dojo donde se realizarían los entrenamientos, pero al ver como la caminata aún les iba a llevar mucho, Kid inició de nuevo una conversación con Henrietta para que el tiempa se les hiciese más amena:
-Y bueno señorita Blasius, ¿cómo es que acabaste en la revolución? ¿Tenías ganas de explotar aún más cosas?- bromeó Tenneesse mientras se posicionaba al lado de la mujer.
Después de charlar brevemente, otro de los discípulos sugirió el adelantarse para explorar el dojo, petición que el viejo maestro finalmente aceptaría. Alegre por poder dejar ya de caminar a paso de tortuga, Kid se giró para mirar cara a cara a Hentietta y le cogió suavemente la mano:
-Vamos a adelantarnos, aquí no nos perdemos nada-le dijo con una sonrisa mientras comenzaba a correr siguiendo al resto, esperando que la ingeniera no soltara el agarre de su mano y le acompañase.
Finalmente llegarían a su decepcionante destino, las puertas mugrientas y viejas de un dojo que ya había visto sus mejores épocas pasar. Era tan antiguo que un grupo de esos musculados deportistas tuvieron que forzar la entrada, para ver como el interior estaba igual de carcomido que la puerta. Aún había alguno que no había perdido los ánimos, continuando la exploración por el resto de la casa hasta ver un jardín zen y lo que parecían diversas salas cerradas a cal y canto; destacando una más grande que debía ser la residencia del viejo.
-Creo que lo mejor será esperar a que llegue el anciano, pero no me fío mucho del estado del dojo como para entrenar aquí. Creo que es más seguro entrenar en el exterior, por lo menos allí fuera nos libramos de tener que mirar constantemente hacia arriba por si se nos cae el techo encima- volvió a bromear Kid con el fin de subir un poco los ánimos a los decepcionados atletas y a Henrietta.
Pero un estúpido ni tan siquiera le escuchó, iniciando una serie de katas que acabarían rompiendo una tabla del suelo, clavándosela en la pierna. Cooper no pudo evitar mirarlo con una cara de "ya te lo dije" mientras el resto ayudaban a socorrerlo.
Tras otra pequeña espera todos comienzan una lenta marcha hacia el dojo donde se realizarían los entrenamientos, pero al ver como la caminata aún les iba a llevar mucho, Kid inició de nuevo una conversación con Henrietta para que el tiempa se les hiciese más amena:
-Y bueno señorita Blasius, ¿cómo es que acabaste en la revolución? ¿Tenías ganas de explotar aún más cosas?- bromeó Tenneesse mientras se posicionaba al lado de la mujer.
Después de charlar brevemente, otro de los discípulos sugirió el adelantarse para explorar el dojo, petición que el viejo maestro finalmente aceptaría. Alegre por poder dejar ya de caminar a paso de tortuga, Kid se giró para mirar cara a cara a Hentietta y le cogió suavemente la mano:
-Vamos a adelantarnos, aquí no nos perdemos nada-le dijo con una sonrisa mientras comenzaba a correr siguiendo al resto, esperando que la ingeniera no soltara el agarre de su mano y le acompañase.
Finalmente llegarían a su decepcionante destino, las puertas mugrientas y viejas de un dojo que ya había visto sus mejores épocas pasar. Era tan antiguo que un grupo de esos musculados deportistas tuvieron que forzar la entrada, para ver como el interior estaba igual de carcomido que la puerta. Aún había alguno que no había perdido los ánimos, continuando la exploración por el resto de la casa hasta ver un jardín zen y lo que parecían diversas salas cerradas a cal y canto; destacando una más grande que debía ser la residencia del viejo.
-Creo que lo mejor será esperar a que llegue el anciano, pero no me fío mucho del estado del dojo como para entrenar aquí. Creo que es más seguro entrenar en el exterior, por lo menos allí fuera nos libramos de tener que mirar constantemente hacia arriba por si se nos cae el techo encima- volvió a bromear Kid con el fin de subir un poco los ánimos a los decepcionados atletas y a Henrietta.
Pero un estúpido ni tan siquiera le escuchó, iniciando una serie de katas que acabarían rompiendo una tabla del suelo, clavándosela en la pierna. Cooper no pudo evitar mirarlo con una cara de "ya te lo dije" mientras el resto ayudaban a socorrerlo.
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Cuando lanzas tu pregunta a la Henryetta, el rostro de esta deja de estar tan alegre. Vaya, le has traído un mal recuerdo.
-Mi… hermano murió a manos del gobierno- admite con una tristeza que, aunque residual, aun aplasta su corazoncito y suaviza la alegría innata de su voz. No te pregunta, como podrías esperar, porqué tú estás allí. ¿Por qué será?
El maestro se pronuncia en el silencio con la primera frase metafórica ascética sinsentido con sentido propia de su profesión.
-La clave para la supervivencia es el silencio: el delicioso cerdo no chilla en territorio de lobos- puntualiza antes de entrar en calles más concurridas del pueblo una vez salís de la zona de almacenes.
La chica aunque al principio sonríe ante tu gesto y atrevimiento sólo da unos cuantos pasos hacia delante antes de separarse y decirte, en una voz como la anterior, que prefiere ir andando con el maestro. Ay, pobre Romeo sin Julieta…
Con tu aviso nadie debería haberse hecho daño, pero oye, no seré yo quien te niegue el daño a uno de los reclutas. ¿Cuál es el conteo actual? Un cojo, dos pistoleros, siete luchadores y un maestro manco. Bueno, hay habitaciones para todos.
El maestro frunce el ceño al ver el sangriento espectáculo que, por suerte para el pobre desgraciado que tropezó, ya ha sido remediado. Bueno, el suelo sigue sucio y tal y ahora hay un hueco grande entre los tablones, pero el tipo no se va a morir desangrado. Respira hondo, quizá para intentar encontrar la paz interior antes de meteros de ostias.
-La rama que escoge el pájaro para hacer su nido puede ser tan propia como su bello canto- dice, contemplando las caras de idiotez que se le queda a la mayoría-. Escoged un cuarto. Tenéis veinte minutos de descanso para preparar y limpiar vuestras habitaciones, os veré luego en el patio de entrenamiento- dice antes de ir hacia el suyo, al menos cinco veces más grande. Abre y cierra tan rápidamente que no os da tiempo ni a echar un vistacito al estilo de vida del anciano.
La mayoría de los botarates se apresuran a escoger alguna de las habitaciones más decentes y que menos tienen que limpiar, bueno, menos el cojo que el pobre va dando saltitos como puede con la pierna vendada. La pelirroja-naranja se va hacia el otro lado del tumulto, al final de la fila de cuartos, buscando la tranquilidad que seguro los atletas con sus “Siiu” y demás gritos de guerra no le dan.
Escucharás como saca un pequeño aspirador de mano para limpiar un poco durante esos veinte minutos. ¿Está el cuarto de al lado libre? Sí, pero está hecho unos zorros. El siguiente, dejando uno libre que podría ocupar un muchacho más atrevido que tú, está algo mejor.
Una vez pasen los veinte minutos, el maestro, cuyos bigotes están ligeramente anaranjados cerca de sus labios, os mandará dar vueltas por el recinto de manera continua para fortalecer vuestro espíritu. No parece tener ningún tipo de miramientos al mandar al pobre cojo a hacer ese esfuerzo después de lo que ha pasado.
¿Qué harás? ¿Calentarás antes de correr? ¿Irás a limpiar? ¿Te unirás a los gritos de tus fortachones compañeros para intentar caerles mejor en vez de recluirte con la asocial Henryetta? ¿Te preguntarás qué es ese color sobre el vello facial de tu sensei? Tú dirás, pero vais a llevaros tres horas corriendo... quizás es demasiado para el primer día.
Tennessee "Kid" Cooper
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Con un gesto de la cabeza Kid mostró comprensión de forma silenciosa hacia la declaración de Henrietta, al parecer lo que la movía a luchar contra el Gobierno era venganza por la vida de su hermano; una meta noble. Después de la primera frase "espiritual" del maestro, Kid no pudo evitar pensar que estaba en la isla perdiendo el tiempo, aquel anciano estaba demente.
Para mayor desgracia, la anteriormente animada pistolera decidió estar un tiempo a solas y quedarse detrás del maestro mientras Kid se adelantaba con el resto de compañeros. El vaquero comprendía que le había hecho recordar tiempos malos y que necesitaría un par de minutos a sola para calmarse, aunque no iba a negar que la compañía de la mujer hubiese amenizado bastante la marcha hacia el dojo.
Ya en el dojo, y tras otra frase sin sentido del maestro aparte del vendaje de la herida del infeliz que prefirió no hacerle caso, el sensei por fin habló en cristiano y les indicó que se adjudicasen una habitación rápidamente, puesto que en 20 minutos el verdadero entrenamiento comenzaría.
El bullicio de karatekas empezó a correr en busca de las mejores habitaciones, demasiado ruidosos para el gusto de Kid. Prefirió seguir a Henrietta y establecer su cuarto justo al lado de ella, total él estaba acostumbrado a vivir con el menor número de caprichos posible y prefería estar cerca de una aliada antes que estar en medio de la marabunta de hormonas y músculos que era el otro pasillo.
Ya dentro de su cuarto Kid ignoró toda la suciedad y desorden, simplemente tirando dentro de la habitación las escasas pertenencias que había traído a la isla. Su compañera había adoptado una postura totalmente contraria, prefiriendo aspirar su habitación en busca de eliminar el polvo que sin duda llevaba demasiados años acumulándose.
Aún le sobraban bastantes minutos antes de que tuviese que ir a entrenar, así que Cooper sacó la petaca de Whiskey que siempre traía consigo y le dio un fuerte trago. Tendría que racionar bien el alcohol si quería que le durase toda la semana, pero se sentía un poco mal por haber hecho rememorar al difunto hermano de Henrietta, por lo que tenía un plan para intentar arreglarlo.
Aún con la petaca en la mano, llegó a la puerta de su compañera, y dando tres suaves golpes en ella se dispuso a entrar.
-Siento molestar, pero no pude evitar sentirme mal por haber sacado un tema que evidentemente te duele. Sé que no es mucho, pero algo que aprendí en mis viajes es que el alcohol puede ser el mejor consuelo en los malos días,¿quieres un trago?- le preguntó tras entrar en su cuarto.Esperaba que la mujer se abriese un poco al vaquero, ya no por el puro flirteo, si no porque parecía buena persona y a Kid le había caído bien.
Finalmente el tiempo de descanso acabó, y el sensei les había ordenado dar vueltas constantemente alrededor del dojo, por lo menos Kid en lo que se refería a correr no era un novato, pudiendo seguir el ritmo del resto de clase sin problema alguno. Tras un par de vueltas, el joven empezó a fijarse en el maestro para pasar el rato, notando como extrañamente el bigote de este tenía un color distinto.
Sabía que ninguno de los descerebrados de sus compañeros tenían suficientes neuronas como para correr y realizar otra acción al mismo tiempo, por lo que aminoró el ritmo hasta posicionarse de los últimos, donde se hallaban el pobre cojo que aún lisiado intentaba darlo todo, y Henrietta.
-¿Es cosa mía o el bigote del anciano acaba de rejuvenecer?- le comentó al oído
Para mayor desgracia, la anteriormente animada pistolera decidió estar un tiempo a solas y quedarse detrás del maestro mientras Kid se adelantaba con el resto de compañeros. El vaquero comprendía que le había hecho recordar tiempos malos y que necesitaría un par de minutos a sola para calmarse, aunque no iba a negar que la compañía de la mujer hubiese amenizado bastante la marcha hacia el dojo.
Ya en el dojo, y tras otra frase sin sentido del maestro aparte del vendaje de la herida del infeliz que prefirió no hacerle caso, el sensei por fin habló en cristiano y les indicó que se adjudicasen una habitación rápidamente, puesto que en 20 minutos el verdadero entrenamiento comenzaría.
El bullicio de karatekas empezó a correr en busca de las mejores habitaciones, demasiado ruidosos para el gusto de Kid. Prefirió seguir a Henrietta y establecer su cuarto justo al lado de ella, total él estaba acostumbrado a vivir con el menor número de caprichos posible y prefería estar cerca de una aliada antes que estar en medio de la marabunta de hormonas y músculos que era el otro pasillo.
Ya dentro de su cuarto Kid ignoró toda la suciedad y desorden, simplemente tirando dentro de la habitación las escasas pertenencias que había traído a la isla. Su compañera había adoptado una postura totalmente contraria, prefiriendo aspirar su habitación en busca de eliminar el polvo que sin duda llevaba demasiados años acumulándose.
Aún le sobraban bastantes minutos antes de que tuviese que ir a entrenar, así que Cooper sacó la petaca de Whiskey que siempre traía consigo y le dio un fuerte trago. Tendría que racionar bien el alcohol si quería que le durase toda la semana, pero se sentía un poco mal por haber hecho rememorar al difunto hermano de Henrietta, por lo que tenía un plan para intentar arreglarlo.
Aún con la petaca en la mano, llegó a la puerta de su compañera, y dando tres suaves golpes en ella se dispuso a entrar.
-Siento molestar, pero no pude evitar sentirme mal por haber sacado un tema que evidentemente te duele. Sé que no es mucho, pero algo que aprendí en mis viajes es que el alcohol puede ser el mejor consuelo en los malos días,¿quieres un trago?- le preguntó tras entrar en su cuarto.Esperaba que la mujer se abriese un poco al vaquero, ya no por el puro flirteo, si no porque parecía buena persona y a Kid le había caído bien.
Finalmente el tiempo de descanso acabó, y el sensei les había ordenado dar vueltas constantemente alrededor del dojo, por lo menos Kid en lo que se refería a correr no era un novato, pudiendo seguir el ritmo del resto de clase sin problema alguno. Tras un par de vueltas, el joven empezó a fijarse en el maestro para pasar el rato, notando como extrañamente el bigote de este tenía un color distinto.
Sabía que ninguno de los descerebrados de sus compañeros tenían suficientes neuronas como para correr y realizar otra acción al mismo tiempo, por lo que aminoró el ritmo hasta posicionarse de los últimos, donde se hallaban el pobre cojo que aún lisiado intentaba darlo todo, y Henrietta.
-¿Es cosa mía o el bigote del anciano acaba de rejuvenecer?- le comentó al oído
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¿No te preocupas por la higiene de tu habitación? ¿Vas con una petaca todo el día? Ay, borrachín borrachín, el gobierno podría hacer papeletas para desprestigiar a los revolucionarios contigo. Veamos si verdaderamente eres un revolucionario.
La chica te deja pasar, aunque no parece del todo cómoda con eso de beber. Tras rechazar amablemente con un rápido gesto la botella, te lo agradece con una amable sonrisa y te ofrece una de sus pequeñas aspiradoras por si quieres limpiar tu cuarto.
-¿Estás seguro de querer escoger ese? A mí me da escalofríos solo de tener el mío al lado, parece que va a salir una rata- Te aconseja con su dulce voz. ¿Será solo un consejo, una manera de decirte que no te quiere de vecino o una invitación a compartir cuarto? Quién sabe.
Dando un pequeño salto temporal a tu pregunta sobre el repentino tono naranja de las raíces del vello facial del sensei, Henryetta se pone sus gafas y las gradúa para fijarse.
-Parece algo así como una mancha más que otra cosa, además, no es que tenga menos arrugas- dice corriendo, aunque desviándose un poco, rumbo a una roca del jardín con la que tropezarse.
Si miras hacia atrás puedes comprobar que tenéis al pobre desgraciado de la pierna herida a unos quince metros, no puede hacer nada por ir a un ritmo aceptable. Pronto algunos de los atletas lo adelantan, y van a pasar por vuestro lado. Uno de ellos tiene una mano peligrosamente baja a juego con una socarrona sonrisa, ¿que pensará hacer? ¿Qué crees tú que va a hacer?
El profeta maestro dice:
-Ah, el león que caza a la gacela lo hace por detrás. Desea clavar sus dientes en la jugosa popa.
La chica te deja pasar, aunque no parece del todo cómoda con eso de beber. Tras rechazar amablemente con un rápido gesto la botella, te lo agradece con una amable sonrisa y te ofrece una de sus pequeñas aspiradoras por si quieres limpiar tu cuarto.
-¿Estás seguro de querer escoger ese? A mí me da escalofríos solo de tener el mío al lado, parece que va a salir una rata- Te aconseja con su dulce voz. ¿Será solo un consejo, una manera de decirte que no te quiere de vecino o una invitación a compartir cuarto? Quién sabe.
Dando un pequeño salto temporal a tu pregunta sobre el repentino tono naranja de las raíces del vello facial del sensei, Henryetta se pone sus gafas y las gradúa para fijarse.
-Parece algo así como una mancha más que otra cosa, además, no es que tenga menos arrugas- dice corriendo, aunque desviándose un poco, rumbo a una roca del jardín con la que tropezarse.
Si miras hacia atrás puedes comprobar que tenéis al pobre desgraciado de la pierna herida a unos quince metros, no puede hacer nada por ir a un ritmo aceptable. Pronto algunos de los atletas lo adelantan, y van a pasar por vuestro lado. Uno de ellos tiene una mano peligrosamente baja a juego con una socarrona sonrisa, ¿que pensará hacer? ¿Qué crees tú que va a hacer?
El profeta maestro dice:
-Ah, el león que caza a la gacela lo hace por detrás. Desea clavar sus dientes en la jugosa popa.
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-Si quieres me mudo a alguna más lejos, entiendo que tener a un vaquero alcohólico de vecino puede llegar a ser incómodo. Gracias por la aspiradora, si no te importa la recojo luego del entrenamiento.- dijo el vaquero con el fin de intentar adivinar las intenciones con la mujer, quizás tras el intento de coqueteo fallido la ingeniera solo quería deshacerse de él. Kid esperaba que no, pero tenía que estar abierto a cualquiera de las opciones, si la tía le decía que prefería no hablar con él tendría que respetarlo.
Ya de nuevo durante la carrera, vi como la despistada muchacha iba sin saberlo en dirección a una roca que podría hacerle tropezar, sería mejor prevenirlo ya que con tan solo un cojo bastaba durante todos los entrenamientos.
Decidido a ayudarla, Kid aumentó un poco el ritmo y agarrando suavemente de los hombros a Henrietta la desplazó hacia la izquierda evitando así que entrase en contacto con la piedra.
-Ojo por donde andas, no querría tener a otro compañero cojo- bromeó Tenneesse mientras apartaba las manos de los hombros de la mujer. Lamentablemente con todo el jaleo de la piedra Kid se había olvidado de la mano del gilipollas que quería darle una cachetada a Henrietta, no pudiendo moverse a tiempo para evitar la acción.
Lo gracioso de la situación fue que el tipo estaba tan convencido de acertar en su objetivo que ni se fijó en el leve cambio de posición de los dos, provocando que el culo donde impactó su mano no fuese el de Henrietta, si no el del vaquero.
La reacción de este no se hizo esperar, girándose bruscamente y poniendo la zancadilla al listillo.
-Lo siento campeón, pero antes deberías haberme invitado a un trago- dijo mientras una sonrisa torcida aparecía en su rostro.
Ya de nuevo durante la carrera, vi como la despistada muchacha iba sin saberlo en dirección a una roca que podría hacerle tropezar, sería mejor prevenirlo ya que con tan solo un cojo bastaba durante todos los entrenamientos.
Decidido a ayudarla, Kid aumentó un poco el ritmo y agarrando suavemente de los hombros a Henrietta la desplazó hacia la izquierda evitando así que entrase en contacto con la piedra.
-Ojo por donde andas, no querría tener a otro compañero cojo- bromeó Tenneesse mientras apartaba las manos de los hombros de la mujer. Lamentablemente con todo el jaleo de la piedra Kid se había olvidado de la mano del gilipollas que quería darle una cachetada a Henrietta, no pudiendo moverse a tiempo para evitar la acción.
Lo gracioso de la situación fue que el tipo estaba tan convencido de acertar en su objetivo que ni se fijó en el leve cambio de posición de los dos, provocando que el culo donde impactó su mano no fuese el de Henrietta, si no el del vaquero.
La reacción de este no se hizo esperar, girándose bruscamente y poniendo la zancadilla al listillo.
-Lo siento campeón, pero antes deberías haberme invitado a un trago- dijo mientras una sonrisa torcida aparecía en su rostro.
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No te pone pegas a que la recojas luego, quizás quiere que le hagas una visita tras todo el duro entrenamiento al os vais a someter. ¿Le gustará el olor del sudor de macho? Quién sabe, a lo mejor simplemente es amable. ¿Demasiado amable? Hmm.
Me has sacado una carcajada, y también se la has sacado a todos los demás excepto al pobre muchacho que ahora, desde el suelo, se mira la mano con cierto asco. Pobrecito, humillado delante del resto de botarates. Ya se vengará, quizá la zancadilla sobraba.
La chica te da las gracias con un susurro, al fin y al cabo le has ahorrado una buena hostia. Poco a poco se separa de ti, tras notar que estáis demasiado juntos. Parece que es la única que no se ríe, pero tampoco va a echarle una mano. Al avanzar el grupo, el cojo le ofrece su mano para ponerse en pie, pero la rechaza y vuelve a la carrera con las renovadas energías que tan solo el odio es capaz de otorgar.
El tiempo pasa y finalmente el maestro os dice que paréis con un potente grito de “Suficiente”. Os habrá evaluado, ¿pero qué habrá evaluado? El tiempo dirá qué es lo que ha observado en vosotros. Mesándose los bigotes, relamiéndose los dedos después, pasa delante de vosotros empujándoos un poco para que forméis una fila.
-Las piedra gana a las tijeras, pero pierde ante el papel. Solo el fuego del alma derrota a todo, pero uno tiene que tener un cubo a mano por si se desboca. La madera no es infinita, y cortar más requiere demasiados permisos- dice, creyendo firmemente que os trasmitirá alguna lección con sus idas de olla -. Todos vosotros habéis despertado el haki en vuestro interior, pero ninguno se ha parado a pensar qué es lo que significa. Hoy entrenaréis vuestra voluntad, los dos aspectos, mediante el milenario arte del Jankenpon. Escoged a un compañero y sentaos frente al otro para comenzar- tose, esperando que sigáis sus indicaciones.
Antes de que puedas reaccionar, Henryetta se escabulle e intenta buscar a otra persona. Puedes intentar tenerla como adversaria, pero… ¿querrás? Una vez tengáis un compañero, que en tu caso si decides respetar los deseos de la chica será el cojo, el maestro os pide que os sentéis.
Me has sacado una carcajada, y también se la has sacado a todos los demás excepto al pobre muchacho que ahora, desde el suelo, se mira la mano con cierto asco. Pobrecito, humillado delante del resto de botarates. Ya se vengará, quizá la zancadilla sobraba.
La chica te da las gracias con un susurro, al fin y al cabo le has ahorrado una buena hostia. Poco a poco se separa de ti, tras notar que estáis demasiado juntos. Parece que es la única que no se ríe, pero tampoco va a echarle una mano. Al avanzar el grupo, el cojo le ofrece su mano para ponerse en pie, pero la rechaza y vuelve a la carrera con las renovadas energías que tan solo el odio es capaz de otorgar.
El tiempo pasa y finalmente el maestro os dice que paréis con un potente grito de “Suficiente”. Os habrá evaluado, ¿pero qué habrá evaluado? El tiempo dirá qué es lo que ha observado en vosotros. Mesándose los bigotes, relamiéndose los dedos después, pasa delante de vosotros empujándoos un poco para que forméis una fila.
-Las piedra gana a las tijeras, pero pierde ante el papel. Solo el fuego del alma derrota a todo, pero uno tiene que tener un cubo a mano por si se desboca. La madera no es infinita, y cortar más requiere demasiados permisos- dice, creyendo firmemente que os trasmitirá alguna lección con sus idas de olla -. Todos vosotros habéis despertado el haki en vuestro interior, pero ninguno se ha parado a pensar qué es lo que significa. Hoy entrenaréis vuestra voluntad, los dos aspectos, mediante el milenario arte del Jankenpon. Escoged a un compañero y sentaos frente al otro para comenzar- tose, esperando que sigáis sus indicaciones.
Antes de que puedas reaccionar, Henryetta se escabulle e intenta buscar a otra persona. Puedes intentar tenerla como adversaria, pero… ¿querrás? Una vez tengáis un compañero, que en tu caso si decides respetar los deseos de la chica será el cojo, el maestro os pide que os sentéis.
- Abre esto cuando tengas una decisión.:
-El sagrado arte del Jankenpon se remonta a…
-¿No es el piedra papel o tijera?- dice uno de sus alumnos, interrumpiéndole, te suena haberle tirado al suelo.
-Exactamente, pero con una pequeña variación…- se acerca a su compañero y le pide intercambiarse con él durante un instante-. He aquí una demonstración.
Las manos se lanzan y, obviamente, el bocazas pierde. Los ojos del maestro brillan con furia mientras su mano se vuelve tan oscura como la noche, aunque solo ha usado un dedo el toque que le ha dado a su oreja la ha puesto como un tomate.
-Cuando perdáis al sagrado arte del Jankenpon, vuestro adversario tendrá el derecho a daros el golpe que crea conveniente, pero usando su haki. Si no logra usar su haki, su adversario tendrá derecho a un golpe automático, sin importar que este vaya o no con haki, si no podríamos estar aquí malgastando el tiempo dándonos golpes. Así entrenaréis vuestra capacidad de predicción de vuestro enemigo, intentando ver qué gesto sacará, así como el de la armadura. Estaréis así una hora- declara, haciendo un esfuerzo por levantarse mientras su adversario sigue con la mano tapándose la inflamada oreja. Dicho esto, se va para su cuarto sin decir nada más.
Y aunque os ha dicho que va a tardar una hora, tarda tres. Es vuestra elección si seguir o no el entrenamiento…
- Spoiler Inactividad:
- Como veo que hace mucho que no posteas y tal, esperaré a que me mandes un mp para volver a mirar le tema. SAludos
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