Arkadian Dardock
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Llevo más de cinco días en este carguero dirección Saint Reia, por suerte no fue difícil persuadir al capitán. Con unos cuantos berries bastó para que aceptara mi petición de desviarse de su rumbo para dejarme en dicha isla. Ha sido un viaje movidito, entre el temporal, que no ha dejado de llover hasta hoy, y los marineros que van a bordo, que no estaría demás que se duchasen por lo menos cada dos días, estoy deseando llegar a mi destino.
Mientras veo como nos vamos acercando a la isla, contemplo varias zonas en ruina, pues el barco tenía que rodearla para llegar al puerto. El sitio parecía desierto, pero al fondo se podían divisar unos edificios, al parecer habitados.
Al desembarcar, el carguero no tardó en irse. Supongo que habría escuchado historias de quién estaba asentado aquí y no quería tener problemas. Me dispuse a adentrarme en la isla, pues a mi alrededor no había ningún tipo de señal que me indicase el camino. Por suerte había visto los edificios desde lejos y me podía hacer una idea de hacia donde tenía que ir. Conforme andaba no dejaba de darle vueltas al propósito de mi viaje, tenía que reunirme con un alto cargo de la Revolución y esperaba que me diera el visto bueno a la propuesta que le quería hacer para poder aportar una mayor valía a nuestro objetivo en común.
Después de andar un par de kilómetros me encuentro con un ring bastante peculiar, detrás un edificio restaurado y detrás otros edificios que al parecer también deben estar rehabilitados.
-Deben de ser los edificios que vi desde el buque mercante -dije mientras encogía los hombros-. Según la información que he obtenido, esta es la isla en la que hay una pequeña base de los revolucionarios, pero por aquí no veo mucho movimiento.
Me decidí a entrar en el primer edificio, al pasar el umbral de las grandes puertas, pude ver a varios chavales corriendo por el lugar mientras un tipo algo más mayor iba detrás de ellos. A un lado se podía ver un gran comedor en el que estaban sentados unos cuantos tipos disfrutando de su comida. En frente había un gimnasio con unas cuantas maquinas bastante potentes para ejercitar el cuerpo. Todo apuntaba a que en este lugar se formaban revolucionarios desde una edad muy temprana, era una buena forma de inculcarles los ideales de la Revolución, cosa con la que estaba totalmente de acuerdo. Mejor saber a lo que te tienes que enfrentar, que vivir en una mentira continua dependiendo de unos tipejos corruptos y sanguinarios llamados Gobierno Mundial.
Delante de mí había un cartel indicando unas escaleras que subían hacia el primer piso. Me dispuse a subirlas, pero un tipo de una envergadura considerable se puso en mi camino.
-¡Eh tú!, ¿a dónde crees que vas? -se dirigió a mí de un modo brusco.
-He venido a ver a tu jefe -respondí de modo sosegado para que viera que no me intimidaba.
-Tendrás que darme más información, no dejaré pasar a una persona cualquiera -me dijo cogiéndome de la camisa.
-Soy parte de los revolucionarios, no cometas el error de arrugarme el traje -ironicé a su intento de amedrentarme.
En ese momento se escucharon unos pasos bajando por las escaleras que había intentado subir, haciendo que la gente de alrededor se callara y mirara expectante.
Mientras veo como nos vamos acercando a la isla, contemplo varias zonas en ruina, pues el barco tenía que rodearla para llegar al puerto. El sitio parecía desierto, pero al fondo se podían divisar unos edificios, al parecer habitados.
Al desembarcar, el carguero no tardó en irse. Supongo que habría escuchado historias de quién estaba asentado aquí y no quería tener problemas. Me dispuse a adentrarme en la isla, pues a mi alrededor no había ningún tipo de señal que me indicase el camino. Por suerte había visto los edificios desde lejos y me podía hacer una idea de hacia donde tenía que ir. Conforme andaba no dejaba de darle vueltas al propósito de mi viaje, tenía que reunirme con un alto cargo de la Revolución y esperaba que me diera el visto bueno a la propuesta que le quería hacer para poder aportar una mayor valía a nuestro objetivo en común.
Después de andar un par de kilómetros me encuentro con un ring bastante peculiar, detrás un edificio restaurado y detrás otros edificios que al parecer también deben estar rehabilitados.
-Deben de ser los edificios que vi desde el buque mercante -dije mientras encogía los hombros-. Según la información que he obtenido, esta es la isla en la que hay una pequeña base de los revolucionarios, pero por aquí no veo mucho movimiento.
Me decidí a entrar en el primer edificio, al pasar el umbral de las grandes puertas, pude ver a varios chavales corriendo por el lugar mientras un tipo algo más mayor iba detrás de ellos. A un lado se podía ver un gran comedor en el que estaban sentados unos cuantos tipos disfrutando de su comida. En frente había un gimnasio con unas cuantas maquinas bastante potentes para ejercitar el cuerpo. Todo apuntaba a que en este lugar se formaban revolucionarios desde una edad muy temprana, era una buena forma de inculcarles los ideales de la Revolución, cosa con la que estaba totalmente de acuerdo. Mejor saber a lo que te tienes que enfrentar, que vivir en una mentira continua dependiendo de unos tipejos corruptos y sanguinarios llamados Gobierno Mundial.
Delante de mí había un cartel indicando unas escaleras que subían hacia el primer piso. Me dispuse a subirlas, pero un tipo de una envergadura considerable se puso en mi camino.
-¡Eh tú!, ¿a dónde crees que vas? -se dirigió a mí de un modo brusco.
-He venido a ver a tu jefe -respondí de modo sosegado para que viera que no me intimidaba.
-Tendrás que darme más información, no dejaré pasar a una persona cualquiera -me dijo cogiéndome de la camisa.
-Soy parte de los revolucionarios, no cometas el error de arrugarme el traje -ironicé a su intento de amedrentarme.
En ese momento se escucharon unos pasos bajando por las escaleras que había intentado subir, haciendo que la gente de alrededor se callara y mirara expectante.
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Se notaba que los dos Colmillos habían vuelto. Ese par de conejos no dejaban a nadie dormir, y por ello el general se había tenido que ir a echarse una siesta al gimnasio de la planta de arriba del edificio. Sus ronquidos se escuchaban desde los pasillos. Estaba tumbado en la máquina de levantamiento de peso y con una revista sobre uniformes en su cara, la cual se elevaba a veces por su respiración. Llevaba puesta la camisa militar que él mismo había encargado, con algunas medallas por sus hazañas. Los pantalones iban a juego y portaba zapatos de color negro. Tenía un total de tres vainas ese día, dejó las otras dos descansando en su habitación. Ellas al menos no podían escuchar a Ryuken gimiendo como una cría mientras pedía más. Maldita Galia, les haría lavar la ropa un mes.
La puerta no tardó mucho en abrirse y él abrió los ojos despacio. Cayó al suelo de una patada que no vio venir y eso le hizo levantarse con el ceño fruncido. Había una soldado pelirroja y con una expresión seria mirándole. Vestía con un kimono blanco y poseía una guadaña en su mano derecha. Su mirada parecía ser la de una chica con la regla tras cortar con el novio. Se rascó la cabeza y esperó a ver lo que pasaba.
- Tenemos problemas abajo, cumple tu deber y ve para allá, vago. Te pasas todo el día durmiendo donde pillas ¡Haz algo por la humanidad!
- No me grites, mujer. Voy enseguida, pero bien podrías hacer algo tú también. Si tienes tiempo para venir a despertarme a lo bruto, puedes solucionar los problemas de la base. – Se quejó mirándola.
La mirada que la pelirroja le echó le hizo sentir un escalofrío y sin decir nada más fue directo abajo. Empezó a bajar las escaleras mientras pensaba que cuanto más rango tenía menos le respetaban, a la próxima se liaría a cortes. Soltó un suspiro y sintió algunas auras. A medida que bajaba las voces se calmaban y eso le hizo alzar una ceja. Cuando llegó pudo ver a uno de los guardias agarrar por el cuello de la chaqueta a un chico que vestía con un traje. Soltó un enorme bostezo y bajó a paso calmado. Fue en ese momento cuando colocó ambas manos en los bolsillos y de un gesto con la cabeza ordenó a aquel tipo soltarle.
- Silver D. Dranser, Oficial General de la rebelión. Me gustaría saber qué diablos está pasando aquí y porqué mi siesta ha sido interrumpida. – Su tono era perezoso y se le notaba bastante cansado.
Bostezó de nuevo y se estiró. El enorme hombre estuvo a punto de hablar, pero el espadachín le indicó mediante un gesto con la mano que no dijese nada. Quería escuchar directamente las palabras de la persona que tenía delante de sus ojos. La primera impresión que tuvo es que era un imán para los problemas. Esa forma de vestir y su mirada… Esperaba que no estuviese vendiendo caballo o hierba por la zona, pero él le daba el beneficio de la duda a todos.
La puerta no tardó mucho en abrirse y él abrió los ojos despacio. Cayó al suelo de una patada que no vio venir y eso le hizo levantarse con el ceño fruncido. Había una soldado pelirroja y con una expresión seria mirándole. Vestía con un kimono blanco y poseía una guadaña en su mano derecha. Su mirada parecía ser la de una chica con la regla tras cortar con el novio. Se rascó la cabeza y esperó a ver lo que pasaba.
- Tenemos problemas abajo, cumple tu deber y ve para allá, vago. Te pasas todo el día durmiendo donde pillas ¡Haz algo por la humanidad!
- No me grites, mujer. Voy enseguida, pero bien podrías hacer algo tú también. Si tienes tiempo para venir a despertarme a lo bruto, puedes solucionar los problemas de la base. – Se quejó mirándola.
La mirada que la pelirroja le echó le hizo sentir un escalofrío y sin decir nada más fue directo abajo. Empezó a bajar las escaleras mientras pensaba que cuanto más rango tenía menos le respetaban, a la próxima se liaría a cortes. Soltó un suspiro y sintió algunas auras. A medida que bajaba las voces se calmaban y eso le hizo alzar una ceja. Cuando llegó pudo ver a uno de los guardias agarrar por el cuello de la chaqueta a un chico que vestía con un traje. Soltó un enorme bostezo y bajó a paso calmado. Fue en ese momento cuando colocó ambas manos en los bolsillos y de un gesto con la cabeza ordenó a aquel tipo soltarle.
- Silver D. Dranser, Oficial General de la rebelión. Me gustaría saber qué diablos está pasando aquí y porqué mi siesta ha sido interrumpida. – Su tono era perezoso y se le notaba bastante cansado.
Bostezó de nuevo y se estiró. El enorme hombre estuvo a punto de hablar, pero el espadachín le indicó mediante un gesto con la mano que no dijese nada. Quería escuchar directamente las palabras de la persona que tenía delante de sus ojos. La primera impresión que tuvo es que era un imán para los problemas. Esa forma de vestir y su mirada… Esperaba que no estuviese vendiendo caballo o hierba por la zona, pero él le daba el beneficio de la duda a todos.
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El hombre que silenció todo el lugar con tan solo su presencia comenzó a bajar las escaleras. Tenía el pelo castaño, mediría poco más de metro ochenta y sus ojos eran azulados con un tono pálido de los más curioso. Llevaba las manos en el bolsillo y su gesto apuntaba a que le habíamos despertado con tanto jaleo.
El grandullón no tardó en soltarme. Aproveché para atusarme la camisa y la chaqueta, pues me las había dejado bastante arrugadas. Miré al castaño y pude observar como su gesto hacía mí era a la vez de intriga y desconfianza, pero aun así se presentó pidiendo una explicación por todo el alboroto. Su nombre era Silver D. Dranser, Oficial General de los revolucionarios, justo la persona que andaba buscando. La información que había recabado era cierta.
-Me llamo Arkadian Dardock, de Sabaody. No hace mucho que me he sumado a las fuerzas de la rebelión y me gustaría que tuviésemos una charla sobre varios planes que tengo en mente -dije mirando al oficial general-. A poder ser en privado -añadí mirando con cara arrogante al que me había cerrado el paso.
-¿Tú quién te crees que eres para hablarle así a nuestro jefe? -replicó el forzudo.
-He hecho un largo viaje desde Paraíso para ver a Dranser y estoy seguro de que podemos beneficiarnos, además, más que una alianza o algo por el estilo, lo que busco es la aprobación de un alto cargo -afirmé con confianza.
-No creo que el jefe quiera hablar nada con un novato como tú, así que muestra un poco más de respeto -dijo mirándome con cara de pocos amigos.
El oficial bostezó y se estiro debido al cansancio. No tenía claro si me estaba tomando en serio, pero ya que había llegado hasta Saint Reia tenía que hacer todo lo posible para conseguir mi propósito. Estaba seguro de que la idea le gustaría, pero cuantas menos personas conocieran de que se trataba, mucho mejor. Lo que más me preocupaba era lo que me podía pedir a cambio, pues yo no sabía cómo era esa persona ni las cosas que solía solicitar a sus subordinados. Era el momento de esperar una respuesta y a partir de ahí veríamos como se desarrollaban los acontecimientos.
Mientras hablábamos, la gente que había en el gimnasio y en el comedor se agolpaba creando un corro alrededor nuestro. No tenía pinta de que recibieran muchas visitas en ese lugar y mi presencia allí hacía que las personas estuvieran confusas y expectantes, pues querían ver la reacción de su jefe a la propuesta efectuada sin miramientos por mí parte.
El grandullón no tardó en soltarme. Aproveché para atusarme la camisa y la chaqueta, pues me las había dejado bastante arrugadas. Miré al castaño y pude observar como su gesto hacía mí era a la vez de intriga y desconfianza, pero aun así se presentó pidiendo una explicación por todo el alboroto. Su nombre era Silver D. Dranser, Oficial General de los revolucionarios, justo la persona que andaba buscando. La información que había recabado era cierta.
-Me llamo Arkadian Dardock, de Sabaody. No hace mucho que me he sumado a las fuerzas de la rebelión y me gustaría que tuviésemos una charla sobre varios planes que tengo en mente -dije mirando al oficial general-. A poder ser en privado -añadí mirando con cara arrogante al que me había cerrado el paso.
-¿Tú quién te crees que eres para hablarle así a nuestro jefe? -replicó el forzudo.
-He hecho un largo viaje desde Paraíso para ver a Dranser y estoy seguro de que podemos beneficiarnos, además, más que una alianza o algo por el estilo, lo que busco es la aprobación de un alto cargo -afirmé con confianza.
-No creo que el jefe quiera hablar nada con un novato como tú, así que muestra un poco más de respeto -dijo mirándome con cara de pocos amigos.
El oficial bostezó y se estiro debido al cansancio. No tenía claro si me estaba tomando en serio, pero ya que había llegado hasta Saint Reia tenía que hacer todo lo posible para conseguir mi propósito. Estaba seguro de que la idea le gustaría, pero cuantas menos personas conocieran de que se trataba, mucho mejor. Lo que más me preocupaba era lo que me podía pedir a cambio, pues yo no sabía cómo era esa persona ni las cosas que solía solicitar a sus subordinados. Era el momento de esperar una respuesta y a partir de ahí veríamos como se desarrollaban los acontecimientos.
Mientras hablábamos, la gente que había en el gimnasio y en el comedor se agolpaba creando un corro alrededor nuestro. No tenía pinta de que recibieran muchas visitas en ese lugar y mi presencia allí hacía que las personas estuvieran confusas y expectantes, pues querían ver la reacción de su jefe a la propuesta efectuada sin miramientos por mí parte.
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Un novato que tenía planes en mente. Nada nuevo para él, pero siendo un cadete, sus palabras servían de poco. Ese chico no podía llegar así de buenas frente a uno de los cinco generales de la rebelión y decir aquello. Si James u otro de sus compañeros hubiesen recibido aquello, era posible que ya estuviese expulsado. Dranser soltó un suspiro y se llevó la mano derecha al rostro. Ya le habían despertado y no perdía nada. Miró durante unos segundos al chico y después se rascó la cabeza. Aunque hubiese hecho un gran y cansado viaje, seguía sin ser una excusa válida para ver a un general así de buenas. Una gota de sudor bajó por la cabeza del espadachín cuando toda aquella gente empezó a amontonarse en el sitio. De hecho, no tenían permiso para ello.
- Todo el mundo a sus cosas. Tú, planes molones, sígueme. – Dijo refiriéndose al moreno mientras se daba la vuelta y empezaba a caminar a una de las salas de reuniones de la base.
Entró en uno de los salones y se sentó en un sillón. Le señaló al chico el de en frente y después colocó su pierna derecha por encima de la izquierda. El sitio estaba adornado por una enorme mesa de cristal cuadrada en el centro, algunas estanterías y licores en ellas. Su mirada era calmada en todo momento, aunque parecía estar en su mundo. Esperaba que aquello mereciese la pena, o tendría que echarle una bronca.
- Supongo que tendrás tus palabras preparadas. Eres un desconocido sin rango que se acaba de presentar ante el cargo que va antes del líder supremo. Si necesitas mi permiso voy a requerir toda la información. El plan, el motivo, el interés y sobre todo… Que ningún revolucionario pueda salir herido de ninguna manera. Eso también va por ti, si eres parte de la rebelión eres mi responsabilidad. – Mencionó mientras colocaba ambas manos tras la nuca.
El hecho de que hubiese tenido el valor de pedir hablar con él ya era algo a tener en cuenta. Estaba un poco harto de las traiciones y la última de Raguersir no había sido de su agrado. Iba a tener que tomar muchas más medidas para situaciones de aquel tipo. Primero le daría un pequeño voto de confianza al joven que tenía delante de sus ojos. Tras escuchar sus palabras diría una cosa u otra. Había vuelto hacía poco de aquellos dos insufribles años en la nieve y tan solo quería relajarse un poco, pero difícil le estaba siendo tener descanso.
- Por cierto, puedes llamarme Dranser simplemente. – Terminó de decir mientras mostraba una sonrisa arrogante y metía ambas manos en los bolsillos de la chaqueta que llevaba puesta.
- Todo el mundo a sus cosas. Tú, planes molones, sígueme. – Dijo refiriéndose al moreno mientras se daba la vuelta y empezaba a caminar a una de las salas de reuniones de la base.
Entró en uno de los salones y se sentó en un sillón. Le señaló al chico el de en frente y después colocó su pierna derecha por encima de la izquierda. El sitio estaba adornado por una enorme mesa de cristal cuadrada en el centro, algunas estanterías y licores en ellas. Su mirada era calmada en todo momento, aunque parecía estar en su mundo. Esperaba que aquello mereciese la pena, o tendría que echarle una bronca.
- Supongo que tendrás tus palabras preparadas. Eres un desconocido sin rango que se acaba de presentar ante el cargo que va antes del líder supremo. Si necesitas mi permiso voy a requerir toda la información. El plan, el motivo, el interés y sobre todo… Que ningún revolucionario pueda salir herido de ninguna manera. Eso también va por ti, si eres parte de la rebelión eres mi responsabilidad. – Mencionó mientras colocaba ambas manos tras la nuca.
El hecho de que hubiese tenido el valor de pedir hablar con él ya era algo a tener en cuenta. Estaba un poco harto de las traiciones y la última de Raguersir no había sido de su agrado. Iba a tener que tomar muchas más medidas para situaciones de aquel tipo. Primero le daría un pequeño voto de confianza al joven que tenía delante de sus ojos. Tras escuchar sus palabras diría una cosa u otra. Había vuelto hacía poco de aquellos dos insufribles años en la nieve y tan solo quería relajarse un poco, pero difícil le estaba siendo tener descanso.
- Por cierto, puedes llamarme Dranser simplemente. – Terminó de decir mientras mostraba una sonrisa arrogante y metía ambas manos en los bolsillos de la chaqueta que llevaba puesta.
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Parece que el Oficial General me iba a dar una oportunidad, al menos para contarle lo que tenía en mente, ya que aceptó reunirse conmigo y me llevó a una sala de reuniones que tenían por allí. En ese momento me empecé a poner algo nervioso, mi primer objetivo era poder hablar con él en privado y lo había conseguido, pero lo difícil era lo que estaba por venir, tenía que planteárselo de una manera en la que le pareciera interesante para tener su respaldo si algo salía mal.
Me senté en un sillón frente a él. La sala donde nos encontrábamos tenía una mesa grande de cristal, varias estanterías y algunas bebidas en ellas. Imaginaba que aquí se reunirían los altos cargos para discutir sobre los movimientos de la revolución, me sentía alagado de estar ahí y tenía que estar a la altura.
-Lo primero Dranser, es agradecerte la oportunidad que me das de contarte lo que tengo en mente -dije con gesto serio mientras me preparaba las palabras-. Mi plan es hacerme con un carné de cazarrecompensas ahora que no estoy buscado por la marina y no me costará trabajo conseguirlo. Estas últimas semanas he podido ver como un nuevo gremio de cazarrecompensas está buscando nuevos reclutas -dije a la vez que me incorporaba en el sillón hacia adelante-. Mi objetivo es acercarme a la marina poco a poco a través de ellos, llegar al Nuevo Mundo e intentar averiguar los planes que tienen. A parte de eso, podré sacar información sobre el gremio que pueda servirte de ayuda. Nunca se sabe cuando pueden tener a un revolucionario en mente para cazarlo.
Conforme iba hablando, ganaba confianza en mí mismo, pues al oírme pensaba que la idea era bastante buena, aunque puede que un poco suicida.
-Ningún revolucionario se verá envuelto en todo esto. Me gusta trabajar solo y en este caso, lo único que pasaría con más gente es que la infiltración se vería bastante afectada y con más probabilidades de fracaso -me encendí un cigarro para responder a la última de sus peticiones acerca del plan-. Por último, mi integridad si que puede estar en peligro, pero mi intención es que no me descubran, no me gustaría morir sin dejar huella en este mundo.
Después de mis últimas palabras se hizo un silencio en la sala, me volví a acomodar en el sillón a la vez que disfrutaba de mi cigarro y lo único que faltaba era escuchar lo que Dranser tenía que decir al respecto.
Me senté en un sillón frente a él. La sala donde nos encontrábamos tenía una mesa grande de cristal, varias estanterías y algunas bebidas en ellas. Imaginaba que aquí se reunirían los altos cargos para discutir sobre los movimientos de la revolución, me sentía alagado de estar ahí y tenía que estar a la altura.
-Lo primero Dranser, es agradecerte la oportunidad que me das de contarte lo que tengo en mente -dije con gesto serio mientras me preparaba las palabras-. Mi plan es hacerme con un carné de cazarrecompensas ahora que no estoy buscado por la marina y no me costará trabajo conseguirlo. Estas últimas semanas he podido ver como un nuevo gremio de cazarrecompensas está buscando nuevos reclutas -dije a la vez que me incorporaba en el sillón hacia adelante-. Mi objetivo es acercarme a la marina poco a poco a través de ellos, llegar al Nuevo Mundo e intentar averiguar los planes que tienen. A parte de eso, podré sacar información sobre el gremio que pueda servirte de ayuda. Nunca se sabe cuando pueden tener a un revolucionario en mente para cazarlo.
Conforme iba hablando, ganaba confianza en mí mismo, pues al oírme pensaba que la idea era bastante buena, aunque puede que un poco suicida.
-Ningún revolucionario se verá envuelto en todo esto. Me gusta trabajar solo y en este caso, lo único que pasaría con más gente es que la infiltración se vería bastante afectada y con más probabilidades de fracaso -me encendí un cigarro para responder a la última de sus peticiones acerca del plan-. Por último, mi integridad si que puede estar en peligro, pero mi intención es que no me descubran, no me gustaría morir sin dejar huella en este mundo.
Después de mis últimas palabras se hizo un silencio en la sala, me volví a acomodar en el sillón a la vez que disfrutaba de mi cigarro y lo único que faltaba era escuchar lo que Dranser tenía que decir al respecto.
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El revolucionario analizó las palabras dichas por aquel chico. Aun si hubiese querido meterse en la marina o en el gobierno podía ser algo interesante, pero un gremio… Negó un poco con la cabeza. Ese plan no solo tenía muchas lagunas, además, el sentido era un poco ilógico. Había centenares de gremio ¿Por qué ese? Ni si quiera estaba al parecer formado del todo. Al menos iba a explicárselo al chico. Si él quería continuar con su plan no le iba a detener, pero al menos le dejaría todo muy bien informado. Tosió unos segundos y se colocó la mano derecha en la mejilla. Usaría un tono calmado para no ponerlo nervioso y explicarle todo según su punto de vista como oficial general del ejército revolucionario.
- Voy a ir directo al grano. Solo es un gremio, hay miles de ellos y cada día se forman más. Veo una estupidez que quieras infiltrarte ahí ¿No serías más útil metido en el gobierno mundial o en la marina? Es que es una tontería.
El espadachín entonces miró una pequeña papelera del final de la sala y usó su poder de la araña tejedora. Formó tres hilos en su dedo pulgar y los lanzó contra ella. La atrajo hasta él a toda velocidad y después la puso al lado del joven señalándole el cigarro. Aquello era una sala de generales ¿Cómo se le ocurría ponerse a fumar? Silver soltó un pequeño suspiro y después se llevó la mano derecha a la frente.
- Imagina que tu jefe te ordena cazar a un revolucionario que acabáis de encontrar. Ahí tienes dos opciones, o fallas y él te echa o lo matas y yo te mato. Los cazadores son mercenarios, no hay forma de acercarse a los planes de la marina siendo uno. Te diré lo que opino. Si quieres infiltrarte en un gremio estás en tu derecho, no te detendré, pero considerándolo algo un poco raro, no podemos hacer nada. Yo te recomiendo meterte en el Cipher Pol o la marina. Por cierto ¿Qué gremio es? – Preguntó en último lugar mientras se estiraba un poco.
Escuchó entonces un enorme ruido en el puerto y pudo ver barcos llegando. Debían ser más reclutas que llegaban a alistarse y a él le tocaba guiarlos. Una mueca de pereza se mostró en su rostro y tras unos segundos negó con la cabeza. Continuó mirando al chico con toda la calma posible.
- Los planes de los gremios son todos iguales, dinero, para eso se hacer. Pero como te he dicho, el ejército revolucionario no está interesado en eso. Ahora te doy opciones. Vente conmigo a ser un soldado de provecho, infíltrate en el gobierno o marina y sé un héroe o ve a un gremio de cazadores que se pirran por la pasta. Tú elijes lo que hacer, colega. – Terminó de decir esperando que hubiese tirado el cigarro y apagado antes, pues en una papelera había papeles como era lógico.
- Voy a ir directo al grano. Solo es un gremio, hay miles de ellos y cada día se forman más. Veo una estupidez que quieras infiltrarte ahí ¿No serías más útil metido en el gobierno mundial o en la marina? Es que es una tontería.
El espadachín entonces miró una pequeña papelera del final de la sala y usó su poder de la araña tejedora. Formó tres hilos en su dedo pulgar y los lanzó contra ella. La atrajo hasta él a toda velocidad y después la puso al lado del joven señalándole el cigarro. Aquello era una sala de generales ¿Cómo se le ocurría ponerse a fumar? Silver soltó un pequeño suspiro y después se llevó la mano derecha a la frente.
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Escuchó entonces un enorme ruido en el puerto y pudo ver barcos llegando. Debían ser más reclutas que llegaban a alistarse y a él le tocaba guiarlos. Una mueca de pereza se mostró en su rostro y tras unos segundos negó con la cabeza. Continuó mirando al chico con toda la calma posible.
- Los planes de los gremios son todos iguales, dinero, para eso se hacer. Pero como te he dicho, el ejército revolucionario no está interesado en eso. Ahora te doy opciones. Vente conmigo a ser un soldado de provecho, infíltrate en el gobierno o marina y sé un héroe o ve a un gremio de cazadores que se pirran por la pasta. Tú elijes lo que hacer, colega. – Terminó de decir esperando que hubiese tirado el cigarro y apagado antes, pues en una papelera había papeles como era lógico.
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Parecía que a Dranser no le gustaba mucho la idea de que me infiltrara en un gremio de cazadores. De hecho, la veía absurda, lo podía entender ya que yo solo era un simple recluta con ideas locas propias de un joven soñador. Pero puede que con vistas a futuro tuviese alguna oportunidad de aceptar. No perdía nada por intentarlo, lo más que podía pasar era que me infiltrase en el gobierno o la marina, o incluso que me quedara como recluta en su grupo de rebeldes para ir escalando. Aunque si eso llegara a pasar, me gustaría aprovechar la oportunidad que tenía al estar sentado con él.
-Tienes razón jefe, sé que la idea no es la más brillante del mundo ahora mismo -dije mientras apagaba el cigarro y lo tiraba a la papelera que me había acercado, pues no le pareció bien que fumase en aquella sala-. Pero si pensamos a largo plazo, podría optar a puestos de Yonkaiko o incluso Ouka, pues no me quedo en la superficie, tengo grandes propósitos. Nunca mataría a un revolucionario si no es por traición o por motivos mayores. Si me viese en esa tesitura que me expones, ya se me ocurrirá algo -Dije mientras me incorporaba en la silla.
Por la ventana se podía apreciar como varios barcos llegaban al puerto donde hace un rato había desembarcado yo. Serían nuevos rebeldes dispuestos a sumarse a la causa. La reunión no duraría demasiado, pues tendría que recibirlos y dedicarles algunas palabras.
-Respondiendo a tú última pregunta, el gremio se llama “Los Cuchillas Negras” y está liderado por un tal Ivan Roux, no sé mucho más. Al parecer están reclutando gente en la Isla Gyojin -dije a la que me volvía a acomodar-. Pero bueno, si esto sigue sin convencerte siempre podemos llegar a otra solución ya sea entrando en el Gobierno o la marina, incluso unirme a tu grupo con algún tipo de voto de confianza, aunque eso puede esperar.
Acabé de hablar, pues no me queda mucho más que decir. Veía como esos barcos estaban amarrando y no tenía mucho tiempo. Las cartas estaban echadas y solo faltaba la decisión final de Dranser, él era el Oficial General e iba acatar sus órdenes si me las daba o a seguir su consejo, pues tenía una dilatada experiencia y lo hacía ser más sabio que yo.
-Tienes razón jefe, sé que la idea no es la más brillante del mundo ahora mismo -dije mientras apagaba el cigarro y lo tiraba a la papelera que me había acercado, pues no le pareció bien que fumase en aquella sala-. Pero si pensamos a largo plazo, podría optar a puestos de Yonkaiko o incluso Ouka, pues no me quedo en la superficie, tengo grandes propósitos. Nunca mataría a un revolucionario si no es por traición o por motivos mayores. Si me viese en esa tesitura que me expones, ya se me ocurrirá algo -Dije mientras me incorporaba en la silla.
Por la ventana se podía apreciar como varios barcos llegaban al puerto donde hace un rato había desembarcado yo. Serían nuevos rebeldes dispuestos a sumarse a la causa. La reunión no duraría demasiado, pues tendría que recibirlos y dedicarles algunas palabras.
-Respondiendo a tú última pregunta, el gremio se llama “Los Cuchillas Negras” y está liderado por un tal Ivan Roux, no sé mucho más. Al parecer están reclutando gente en la Isla Gyojin -dije a la que me volvía a acomodar-. Pero bueno, si esto sigue sin convencerte siempre podemos llegar a otra solución ya sea entrando en el Gobierno o la marina, incluso unirme a tu grupo con algún tipo de voto de confianza, aunque eso puede esperar.
Acabé de hablar, pues no me queda mucho más que decir. Veía como esos barcos estaban amarrando y no tenía mucho tiempo. Las cartas estaban echadas y solo faltaba la decisión final de Dranser, él era el Oficial General e iba acatar sus órdenes si me las daba o a seguir su consejo, pues tenía una dilatada experiencia y lo hacía ser más sabio que yo.
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Ivan Markov más bien. Ese capullo estaba formando un gremio, tampoco le importaba tanto. Si osaba poner los ojos en los rebeldes se ocuparía personalmente de partirlo en pedazos. Se mantuvo calmado mirando al chico y escuchó lo del Saigo. Aquello era algo que no podría realizarse, por lo que procedería a explicárselo. Mostró una pequeña sonrisa y dejó la papelera en su sitio. Se llevó la mano al mentón pensando la mejor forma de decírselo sin cargarse sus sueños de infiltración. Tosió un poco y después de unos momentos y sonrisa se ladeó un poco.
- El Ouka y el Saigo solo meten a piratas y criminales. Siendo cazador no podrás entrar en ese sitio, de modo que te sería más fácil hacerte pasar por un pirata problemático. En cuanto a Ivan, está en mi lista negra desde hace tiempo. No te recomiendo acercarte a ese vampiro hasta que mínimo puedas hacerme a mí usar todo mi poder en una pelea. Los Markov han sido siempre unos capullos y ese tío puede ocultar su apellido, pero no sus poderes. – Nada más decir aquello se cruzó de brazos.
Justo entonces analizó sus últimas palabras. Voto de confianza era algo que podría darle, pero ante todo debía de mostrar su valía. Un combate era abusar demasiado, por lo que debería enviarle a algún tipo de objetivo. Cruzó la pierna derecha por encima de la izquierda y soltó un pequeño bostezo mientras se estiraba hacia atrás.
- Yo no decido tu destino, colega. Te doy las opciones, ven a mi grupo, infíltrate en la marina o gobierno, o trata de cumplir tus metas de otra forma. Si elijes venir a mi banda, infiltrarte o seguir siendo parte del ejército revolucionario tendrás mi confianza. Pero irte a un gremio cazador lo veo una estupidez y me temo que ahí la rebelión no podrá ayudarte en nada. Tienes total libertad para elegir, y elijas lo que elijas, seguirás cayéndome bien. – Mencionó con un tono engreído mientras soltaba un pequeño suspiro.
Los barcos parecían haber llegado y la pereza de ir a recibirlos era enorme. Ya iría un oficial en su lugar, a él le daba demasiada pereza. De hecho, estaba a nada de llamar a la jefa para ver si había algo de trabajo o acción que hacer. La espada más pegada a la derecha del revolucionario empezó a temblar y a moverse, como si estuviese a punto de salir de su funda por sí sola. Eso hizo que el espadachín la mirase de forma seria.
- ¡Shhh! Quieta…
Tras aquellas palabras la espada indestructible se relajó un poco. Tenía que lidiar con aquel problema desde hacía unas semanas. Su chica era demasiado violenta en algunas ocasiones.
- El Ouka y el Saigo solo meten a piratas y criminales. Siendo cazador no podrás entrar en ese sitio, de modo que te sería más fácil hacerte pasar por un pirata problemático. En cuanto a Ivan, está en mi lista negra desde hace tiempo. No te recomiendo acercarte a ese vampiro hasta que mínimo puedas hacerme a mí usar todo mi poder en una pelea. Los Markov han sido siempre unos capullos y ese tío puede ocultar su apellido, pero no sus poderes. – Nada más decir aquello se cruzó de brazos.
Justo entonces analizó sus últimas palabras. Voto de confianza era algo que podría darle, pero ante todo debía de mostrar su valía. Un combate era abusar demasiado, por lo que debería enviarle a algún tipo de objetivo. Cruzó la pierna derecha por encima de la izquierda y soltó un pequeño bostezo mientras se estiraba hacia atrás.
- Yo no decido tu destino, colega. Te doy las opciones, ven a mi grupo, infíltrate en la marina o gobierno, o trata de cumplir tus metas de otra forma. Si elijes venir a mi banda, infiltrarte o seguir siendo parte del ejército revolucionario tendrás mi confianza. Pero irte a un gremio cazador lo veo una estupidez y me temo que ahí la rebelión no podrá ayudarte en nada. Tienes total libertad para elegir, y elijas lo que elijas, seguirás cayéndome bien. – Mencionó con un tono engreído mientras soltaba un pequeño suspiro.
Los barcos parecían haber llegado y la pereza de ir a recibirlos era enorme. Ya iría un oficial en su lugar, a él le daba demasiada pereza. De hecho, estaba a nada de llamar a la jefa para ver si había algo de trabajo o acción que hacer. La espada más pegada a la derecha del revolucionario empezó a temblar y a moverse, como si estuviese a punto de salir de su funda por sí sola. Eso hizo que el espadachín la mirase de forma seria.
- ¡Shhh! Quieta…
Tras aquellas palabras la espada indestructible se relajó un poco. Tenía que lidiar con aquel problema desde hacía unas semanas. Su chica era demasiado violenta en algunas ocasiones.
Arkadian Dardock
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Las palabras del Oficial General me dejaron frío, estas últimas semanas había estado dedicándole tiempo a cómo podía llevar a cabo este cometido, pero viéndolo con perspectiva, la verdad que Dranser llevaba razón. Me quedé pensativo durante unos segundos, todo lo que había dicho tenía sentido. Después de todo, no soy más que un novato.
-Agradezco mucho tus sinceras palabras y las valoro, por eso mismo creo que aún no estoy preparado para unirme a tu banda. Tengo que hacerme más fuerte e ir adquiriendo experiencia si quiero estar a la altura -dije a la vez que suspiraba, pues todo indicaba que me iría de allí igual que había llegado-. Continuaré formando parte de la revolución y ten por seguro que ayudaré en las misiones que se me requieran. Si hay algo en lo que pueda ayudar no dudes en pedírmelo, después de todo, aunque no sea de tu banda sigues siendo mi superior -acabé diciendo, esperando que él diera por terminada la conversación despidiéndose o dándome algún tipo de indicaciones.
Es cierto que la reunión no fue como yo esperaba, pero cabía destacar que había estado reunido con un Oficial General de la Revolución. Mucho hubieran pagado por estar en la silla en la que me sentaba yo en ese momento. Estaba convencido de que en un futuro formaría parte de la banda de Dranser y haríamos grandes cosas juntos, pero eso momento aún no había llegado. Sería una decisión muy precipitada y lo más seguro que sólo sería un lastre para ellos. Por eso quedé a su disposición para lo que necesitara. Siempre podría ir una temporada en solitario para hacerme un nombre entre los rebeldes desbaratando planes del Gobierno, pero la idea de infiltrarme en una de sus organizaciones era demasiado para mí. Sería convivir diariamente con todo lo que odio y podría llevarme a perder la cabeza.
Me acomodé en la silla y esperé algún tipo de reacción por su parte, poco más podía decir yo. Los nuevos reclutas había llegado a la isla, pero a Dranser parecía no importarle mucho. Supongo que algún otro miembro se encargaría de darles la bienvenida y meterlos un poco en materia.
-Agradezco mucho tus sinceras palabras y las valoro, por eso mismo creo que aún no estoy preparado para unirme a tu banda. Tengo que hacerme más fuerte e ir adquiriendo experiencia si quiero estar a la altura -dije a la vez que suspiraba, pues todo indicaba que me iría de allí igual que había llegado-. Continuaré formando parte de la revolución y ten por seguro que ayudaré en las misiones que se me requieran. Si hay algo en lo que pueda ayudar no dudes en pedírmelo, después de todo, aunque no sea de tu banda sigues siendo mi superior -acabé diciendo, esperando que él diera por terminada la conversación despidiéndose o dándome algún tipo de indicaciones.
Es cierto que la reunión no fue como yo esperaba, pero cabía destacar que había estado reunido con un Oficial General de la Revolución. Mucho hubieran pagado por estar en la silla en la que me sentaba yo en ese momento. Estaba convencido de que en un futuro formaría parte de la banda de Dranser y haríamos grandes cosas juntos, pero eso momento aún no había llegado. Sería una decisión muy precipitada y lo más seguro que sólo sería un lastre para ellos. Por eso quedé a su disposición para lo que necesitara. Siempre podría ir una temporada en solitario para hacerme un nombre entre los rebeldes desbaratando planes del Gobierno, pero la idea de infiltrarme en una de sus organizaciones era demasiado para mí. Sería convivir diariamente con todo lo que odio y podría llevarme a perder la cabeza.
Me acomodé en la silla y esperé algún tipo de reacción por su parte, poco más podía decir yo. Los nuevos reclutas había llegado a la isla, pero a Dranser parecía no importarle mucho. Supongo que algún otro miembro se encargaría de darles la bienvenida y meterlos un poco en materia.
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