Enfrentamiento Destinado (Ryuken-Ivan)

Ryuken se mantenía con los ojos cerrados, concentrándose en los alrededores del bosque selvático. Hacía uno o dos días que puso un pie en esta isla y el joven ya se quería marchar. Lo frustraba un poco, puesto que no pudo encontrar lo que vino a buscar exactamente. Hace un par de días atrás, Lily lo contactó para decirle algo que no se esperaba. Aparentemente su madre biológica dejó un memento escondido en algún lugar de esta isla, pero su hermana no dijo de lo que se trataba. Pese a eso, era probable que estuviera vinculado con su infancia y lo sucedido en gran parte de ella. ¿Qué era lo que había pasado para que él terminara en ese infierno? Según su tío, su madre se lo llevó luego de la muerte de su padre a un lugar desconocido, pero en medio del viaje sucedió algo y terminó en Smallville. Habían varias inconsistencias en el relato, pero no tenía ninguna pista que pudiera seguir... Hasta que escuchó esa noticia por parte de la albina.

El espadachín suspiró y se levantó de la roca en la que estaba sentado. Normalmente lo hubiera ignorado, pero ya estaba harto de no saber cosas. Quería enterarse de todo para, de una vez, dejar el pasado atrás. Y Yami opinaba igual que él. Si resultaba que su madre lo abandonó porque sí... entonces ya le daría igual y desistiría de todo. No necesitaba a una familia así, después de todo. Las únicas que podían considerarse como tal, eran su hermana y su amada... Tal vez Dranser, como el tío molesto que no paraba de molestarlo debido a las actividades que tenía con Galia. Una sonrisa imperceptible se formó en su rostro al pensar en eso y negó con la cabeza. Ya ni se reconocía a sí mismo luego de tantos cambios que tuvo, pero no le importaba. Su yo antiguo era casi una máquina, mientras que ahora tenía sentimientos a los cuales aferrarse.

– Y acabo de recordar que debo explicaciones... – pensó, para luego suspirar.

Miró hacia el cielo y notó que ya estaba atardeciendo. Tan concentrado estuvo buscando ese objeto, que ni cuenta se dio del correr de las horas. Ryuken chasqueó su lengua y negó con la cabeza, decepcionado. Ya no podría seguir buscando, pero le daba un poco igual. Tenía pensado irse esta noche, de todas formas. Estando él solo, no podría cubrir toda la isla. Necesitaría ayuda para la próxima vez que volviera. Aparte... la revolución no tenía buena opinión de él en este momento. Le levantaron el castigo, si, pero eso no quitaba el miedo que le tenían. Era por eso que, si salía de Saint Reia, necesitaba estar de regreso en al menos cuatro días. De lo contrario, sospecharían más de él.

– Voy a asesinar al que filtró esa información – murmuró siniestramente. Estúpidos que no tenían nada mejor que hacer...

Había sido un duro combate, pero Ivan había tenido las de ganar en todo momento. Con un siseo, sacó los colmillos y los clavó en la piel del tigre, bebiendo con avidez. El maltrecho felino se agitó y gruñó, tratando de revolverse, pero estaba ya demasiado débil y herido. Tras beber una buena cantidad, el vampiro se apartó de él, escupiendo una mezcla de pelos y sangre a un lado. Odiaba alimentarse de animales, sabían mal y luego se pasaba el resto de la noche quitándose pelos. Sin embargo en aquella isla era eso o carne de caza, y puestos a elegir prefería alternar entre ambas. Pronto volverían a zarpar hacia la isla Gyojin, y sabiendo que pasarían unos días antes de la siguiente escala había preferido saciar su sed de sangre y evitar incidentes como el de Péndragon. Con una mirada serena y solemne, sacó a Valak y remató al pobre animal.

- Ningún depredador merece agonizar como una presa. Has luchado bien, ahora descansa en paz.


De bastante buen humor, comenzó a avanzar entre la selva cantando una canción entre dientes. El sol empezaba a ponerse y su poder comenzaba a crecer a medida la noche comenzaba a adueñarse del mundo, se sentía saciado y además le esperaba una agradable sesión de entrenamiento nocturno continuada de otra igualmente violenta pero de un carácter más placentero con Lei. Con una sonrisa agradable y sincera como pocas veces mostraba, aumentó el volumen y comenzó a cantar con una voz hermosa, cargada de emociones y desagarradora. Su canción hablaba de la libertad y la rebelión, y no podía evitar pensar en su padre. Él mismo se sentía igual que el protagonista de la historia, lo que reforzaba la carga emocional que tenía para él. Sentía cada letra de esa canción con toda su alma y lo transmitía a través de su voz. Tan concentrado estaba en su cantar, que no percibió ni la presencia ni el olor del albino hasta que lo tuvo a la vista. Se detuvo al instante y se tensó totalmente, alerta. Sus ojos se volvieron dorados y Valak, aún ensangrentada, relució siniestramente cuando la hizo girar entre sus dedos. Se puso en una guardia de pelea con daga, clavando sus ojos en los de su archienemigo mientras el nombre de este afloraba en sus labios.

- Ryuken Shirou...

¿Cómo de pequeño era el mundo para tener que encontrarse con aquel hombre por pura casualidad en una isla desierta en la que estaba sólo de paso? Aquello parecía casi cosa del destino. Un tétrico pensamiento acudió a su mente: ¿estaría Ryuken dándole caza? Al fin y al cabo él estaba persiguiendo a su pareja, ¿no? Y aún tenían cuentas pendientes tras su combate en Síderos. Pero aquello no tenía sentido, salvo que tuviese informadores en el Gobierno. Vale que su aspecto era similar al de antes, pero había cambiado bastante, ¿no? Con un gesto suspicaz en el rostro, relajó ligeramente la guardia para indicar que no buscaba pelea. Aquella noche no le apetecía matar. No era el momento para su duelo final.

- Cada vez que estoy a mis asuntos apareces de la nada con esa mirada de zumbado. ¿Qué haces aquí, Shirou?

Un estremecimiento recorrió su espalda mientras entrecerraba sus ojos. No sabía porque, pero percibía que algo estaba... incorrecto en el ambiente, por no decirlo de otra forma. Cerró sus ojos y agudizó sus oídos, al tiempo que activaba su mantra. Lo tenía en un nivel que apenas podía usarlo en combate, y las auras que veía eran todas borrosas. Pese a eso, podía distinguir a un animal y a un humano cuando lo quería... Y supuestamente, esta isla estaba completamente deshabitada, salvo por unos gigantes que no había visto durante su estadía en Little Garden. Entonces, ¿por qué podía percibir un aura humana acercándose? Llegó el punto en el que podía incluso oírle cantar, bastante cerca de su posición. Entrecerró sus ojos y fijó su vista en aquella dirección donde provenía esa voz. Lentamente desvainó a Balmung y se colocó en guardia, al tiempo que oro se formaba debajo de sus pies. Luego de aquellos dos años, se fiaba muy poco del resto de las personas. Solo tres merecían su confianza, y ninguna de ellas podría estar en el paraíso... Tal vez Dranser, pero Ryuken no le dijo hacia donde iba.

De entre los matorrales salió una persona albina y de ojos azules. No lo conocía, pero solo por estar cantando en medio de la nada... Hacía que no se fiara ni de su sombra. Chasqueó su lengua y lo fulminó con la mirada. Pese a que su apariencia no le sonaba, había algo que le incomodaba acerca de esa persona. Aparte... su mera presencia se le hacía familiar, era como si ya hubiera estado en su presencia antes. En eso escuchó como susurraba su nombre y sus ojos se abrieron de forma exagerada. Todos conocían su nombre, así que eso no lo sorprendía. Valía ciento cinco millones ahora, después de todo. No, lo que lo sorprendió fue la familiaridad con la que lo dijo, y ese tono de voz... La mirada de Ryuken se desvió hacia la daga y una mueca de desagrado y odio se formó en su rostro al recordar. Pese a que habían pasado dos años, seguía recordando la voz y daga del vampiro como si fuera ayer.

– Ivan Roux – murmuró mientras escupía a un lado.

¿Qué mierda se encontraba haciendo este tipo en esta isla? Ryuken sabía que el destino era una perra, pero ahora el insulto le quedaba corto. De todas las personas que podía encontrarse en un viaje pasajero, ¿debía ser el vampiro? Entrecerró sus ojos al ver que retiraba la daga en señal de no querer pelear, pero el espadachín no se iba a fiar. De hecho, incluso envainó a Balmung y dejó a Dramon en su mano. Sabía que una de las debilidades del vampiro era el fuego, así que tendría esa espada en caso que se desencadenara una lucha.

– Asuntos que no te interesan – respondió mientras escupía al suelo. – Diría que es un placer verte, pero ambos sabemos que sería una mentira. No sabes las ganas que tengo de matarte y hacerte pedazos por lo que le hiciste a Galia, pero... Aun no es el momento – declaró mientras lo fulminaba con la mirada. – Entonces, ahora que me tienes delante... ¿Qué es lo que haras? – Seguía con Dramon en la mano, por si el vampiro se atrevía a atacarlo.

Parecía que tuviera alguna clase de trastorno obsesivo compulsivo que le obligaba a escupir después de hablar. Si la situación no fuera tan tensa, hasta hubiera bromeado al respecto. Le relajó un poco ver que envainaba una de sus espaldas, pero dado que mantuvo la otra en su mano, él tampoco guardó a Valak. Observó con cuidado sus movimientos, centrando su haki en él para estar alerta ante cualquier indicio de hostilidad abierta. No acababa de fiarse del todo de él y no le faltaban razones, aunque si no era necesario no combatiría. Estaba de acuerdo con Ryuken, no era el lugar ni el momento. Algo más relajado pero con un tono frío, respondió:

- Ahora mismo no eres una presa que me interese cazar, Shirou. No esta noche.

Adoptó una posición menos hostil, abandonando su pose de guardia sin dejar de estar alerta. Sacó un paño de su chaqueta y comenzó a limpiar el filo de Valak antes de que la sangre se secara. Aquel encuentro había perturbado su buen humor, aunque por otro lado... era el momento ideal para intentar obtener más información sobre Galia, y de paso torear un poco a Ryuken. Con una sonrisa maliciosa, hizo un gesto fingido como si acabara de recordar algo y se rió entre dientes. Acercó a Valak a su boca y lamió unos restos de sangre de la hoja.

- Ah, sí. Tuvimos una noche deliciosa juntos. Dejaste a la pobre sola y recurrió a mi compañía. ¿Tanto te molestó que la consolara? - volvió a reírse - Oh, ¿son celos? Por favor, dime que no son celos - su tono era claramente burlón - dile que me llame, seguro que le apetece repetir.

Entonces realmente recordó algo. Aquella noche no había sido simplemente sexo... aunque en su momento no le había dado mayor importancia, recordó ahora lo que había ocurrido tras su despertar como vampiresa. Lo que en aquel tiempo le había parecido un simple correctivo para educar a una vampiresa neonata, ahora le parecía excesivo. Entendía en parte la ira de Ryuken, pero no la compartía. Aquel era un asunto entre ella y él, por mucho que sintiera algo por la chica. Galia no era ninguna chiquilla indefensa y no necesitaba que la protegieran. Poniéndose más serio, respiró hondo y guardó el trapo.

- Lo que ocurrió aquella noche no es asunto tuyo, Shirou. Si tiene algún problema con lo que hice, debería decírmelo ella misma. No es una presa que necesite protección, es tan cazadora como tú o más.

Retrocedió un par de pasos y se apoyó contra un árbol. Aparentaba estar relajado ahora, pero Valak seguía en su mano y su mantra activo. Evitar las hostilidades y ser un completo imbécil eran dos cosas muy diferentes. Y si una pelea acababa desatándose, tampoco lo lamentaría de todos modos. Que no le apeteciera arrancarle la cabeza ahora mismo no quitaba que disfrutaría haciéndolo llegado el momento.

- Permíteme un consejo, Shirou. Esas emociones serán tu perdición algún día - dijo con seriedad, sin un ápice de acritud - Un cazador sabio no deja que sus sentimientos le dominen. Recuerda estas palabras, porque el día que nos enfrentemos no tendré reparos en explotar esa debilidad.

Bufó por lo bajo, pero relajó levemente el agarre que tenía sobre Dramon. Si él no quería pelear, entonces no haría nada. No tenía el más mínimo interés de luchar con él, no ahora. No se sentía preparado aún, además que era el momento y lugar equivocado, y en eso coincidía con el vampiro. Chasqueó su lengua un poco y esperó respuesta por parte de Ivan. Escuchó sus palabras y sus ojos se tornaron gélidos como un témpano de hielo. Apretó con fuerza el mango de su espada y lanzó una onda de fuego en dirección al vampiro. No le iba a pasar nada si no se movía, puesto que lo hizo con la intención de no darle y que le pasara a centímetros de su cuerpo. Negó con la cabeza y guardó su espada, para luego relajar su guardia. Había aprendido a controlar más sus emociones, pero seguía siendo propenso a ataques repentinos. Suspiró un poco y se sentó nuevamente en la roca de antes, mientras fulminaba con la mirada al vampiro. Ni hacía esfuerzo de ocultar su disgusto, puesto que eso sería peor. Si volvía a Saint Reia en ese estado... probablemente los reclutas ahora si tendrían razón de tenerle miedo.

– No se trata de tener celos o no. Trata que pisoteaste el cariño que ella te tenía solo por satisfacción propia. La torturaste sin piedad, le rompiste el cuello y la condenaste a ser una vampiresa para siempre... – una mueca de disgusto se formó en su rostro. – Realmente... ella es especial y podría haber pasado algo más, pero ahora solo te tiene asco y disgusto... – bufó por lo bajo y su mirada se fue al piso. – Lo peor es que también puedo hacer algo así si pierdo el control – susurró, pero luego negó con la cabeza.

Tarde, ya se había involucrado desde hace rato. Volvió a pararse y caminó lentamente hasta quedar a unos pocos metros de distancia del vampiro. La mueca de odio había desaparecido y ahora estaba impasible. En cierta forma se sentía algo liberado luego de decir eso, pero ya daba igual. Negó con un poco con la cabeza y sonrío con algo de malicia.

– Vendrá, y ella será la encargada de cortarte la cabeza si fallo – declaró de forma aburrida, como si hablara de un tema sin importancia.

Río un poco y se llevó una mano al rostro. Inmediatamente, se podía percibir el cambio en el ambiente. Una horrible intención asesina se hizo presente en el lugar, para luego controlarse. Retiró la extremidad y algo había cambiado en el joven. Sus ojos eran aún mas fríos que antes y no delataban nada de lo que estaba sintiendo. Por supuesto, también quería arrancarle la cabeza, pero tampoco iba a dejarse dominar. El era un asesino, y uno como tal mantenía la compostura siempre... Aunque eso se iba a la mierda cuando estaba al lado de Black.

– ¿Debería enfrentarte así, entonces? – pausó un poco y bostezó. – Soy Yami Shirou, por cierto. Primera vez que tengo el "placer" de hablar contigo, Roux. –

Cuando Ryuken levantó la espada, Ivan supo que no iba a darle. Sin embargo en el momento en que las llamas brotaron de la hoja un miedo instintivo despertó en él y se alejó unos metros tan rápido que apenas pareció un borrón. Bufó enseñando los colmillos y masculló con una voz rasgada y medio bestial:

- Cuidado con lo que haces, Shirou. No llevo bien las amenazas.

Miró, sin embargo, con cierta inquietud la espada. ¿Sería un poder propio del arma o de Ryuken? Daba igual, no olvidaría aquello. Su enemigo había cometido un error y le había mostrado uno de sus poderes, idiota sería si no lo tuviera en cuenta. Las palabras sobre los sentimientos de Galia le sentaron como un cubo de agua fría, templando al momento su ánimos. Retrocedió un paso sacudiendo la cabeza, sereno de nuevo. "Ese no era yo..." Eso no era cierto. Era plenamente consciente de haber sido él. No se arrepentía de lo que le había hecho; un cazador nunca debía arrepentirse. "Duda por un instante de quién eres y te destruirán. Un cazador sólo toma lo que los otros le dejan arrebatar, es culpa del resto si no han sabido defenderse" las palabras de su padre acudieron a su mente, calmándolo. Volvió a acercarse tranquilamente la distancia que se había alejado y clavó su mirada en el espadachín, ceñudo.

- Sigue sin ser asunto tuyo. Está de una pieza, ¿verdad? Ese será un problema que ella y yo resolveremos.

Contuvo un escalofrío, no de terror, sino de pura excitación al percibir el cambio en el ambiente. Aquel no era el Ryuken al que conocía. ¿Personalidad múltiple? Fuese como fuese, el cambio le gustaba. Una sonrisa torva se dibujó en el rostro de Ivan y para cuando dio cuenta había avanzado un paso llevándose la mano a la empuñadura de Vanator. A duras penas se contuvo, recordándose que había declarado no tener intención de pelear. Entrecerró los ojos y olfateó el ambiente.

- Hueles diferente a Shirou - su sonrisa se ensanchó - Reconozco en ti a un auténtico cazador. Espero que un día podamos combatir juntos... o medir nuestras fuerzas, Yami - se relamió. Obligándose a recordar cuál era su objetivo, trató de calmarse - Dile a Galia que quiero verla. Quiero hablar con ella y explicarle ciertas cosas.

No era del todo cierto. También quería explicaciones. Como a por qué había desaparecido durante dos años y no podía percibirla ya, ni darle órdenes mentales. Pero ante todo quería comprobar con sus propios ojos si los sentimientos de Galia realmente habían cambiado. Jamás rectificaría lo hecho, pero no repetiría algo similar, salvo que las circunstancias realmente le obligaran. Ya no encontraba sentido en aquellas infantiles demostraciones de dominio.

Yami sonrío siniestramente. Ya sabía que los vampiros eran débiles al fuego, pero ver como Ivan arrancaba como una perra, pese a que no le iba a dar, fue todo un poema a sus ojos. ¿Donde había quedado el cazador orgulloso ahora? Duró solo unos segundos, pero ver ese miedo reflejado en sus ojos... Casi hizo que lo atacara allí mismo. Oh, tenía ganas. De eso no había duda alguna. La única razón que contenía al asesino de realizar tal acto, era porque sabía que saldría perdiendo. Pese a que el mismo le declaró a Black que traería la cabeza de Ivan, sabía muy bien que fue un momento de su antiguo yo, que fue una de las personas más arrogante que pisó esta tierra. Luchar con la pelirrosa le demostró las limitaciones que tenía frente a una zoan mitológica. Si no entrenaba su armadura, no sería capaz de resistir sus golpes. Aparte, con su regeneración de mierda... Simplemente perdería resistencia y el vampiro capitalizaría eso, aun si el revolucionario se encontraba ganando. Inevitablemente se cansaría antes y podría decir adiós al mundo.

"Y no puedo permitir que pase eso...", pensó. Sus ojos inexpresivos tomaron un brillo de determinación. El rostro de Galia/Black se le cruzó por su mente y sonrío con suavidad. No, no podía morir. No podía ni quería dejarla sola ahora. Dos años sin poder verla... Realmente, fue un completo calvario. Por eso se marchó con anterioridad de Saint Reia, para poder regresar justo cuando volviera. No era un estúpido, sabía que habrían represalias en su contra por marcharse, pero mientras pudiera verla de nuevo... Poco le importaba eso. La amaba más que todo, y sabía que tendrían problemas más adelantes debido a su condición, pero no le importaba. Aún si pasaran años, no cambiaría lo que sentía.

Escuchó sus palabras y entrecerró los ojos. ¿Cómo osaba hablarle en ese tono? No necesitaba su reconocimiento, no cuando moriría tarde o temprano. Aparte... ¿dejar que se viera con ella? ¿No meterse en los asuntos de ambos? Desde el momento que osó a tocar un dedo encima suyo, que el problema de la pelirrosa con el vampiro ahora era del rebelde también. No solo lo hacía por la vampiresa, también iba por él. Su mentor mató a su padre biológico, y no se cansaría hasta verlo desaparecer. Si bien no tenía ningún sentimiento hacia él, no quitaba el hecho que, tal vez, podría haber tenido una vida distinta si hubiera sobrevivido. Así que, por la vampiresa y su padre... Se encargaría de mandar directamente a al tumba al vampiro cuando llegara el momento.

– ¿¡Cómo osas pedirme algo así!? – se podía notar el odio y veneno en el tono de su voz, puesto que había vuelto a ser Ryuken. –No pienso dejar que ustedes dos se vuelvan a encontrar, no luego de lo sucedido, y si sucede... Yo mismo estaré a su lado, para entre los hacerte pagar por todo el daño que has hecho... Es una promesa – juró el asesino.

Lo fulminó una vez más con la mirada, para luego darle la espalda. Avanzó algunos pasos y se detuvo por algunos momentos mientras una mueca se iba formando en su rostro.

– No sabes como quiero matarte... Pero no es el momento adecuado. No nos volveremos a ver hasta el encuentro destinado, así que... hasta que nos veamos las caras en el infierno nuevamente.

Y con eso último, el joven desapareció entre los matorrales. Se había cerciorado de crear un gigantesco muro de oro para separarlo de ambos y el vampiro no lo atacara al momento de darle la espalda. Aun así, tenía su mantra por si acaso. Ya no tenía nada más que hablar, y la próxima vez que se vieran... Sería en una pelea a muerte, pensó el joven mientras se perdía en el enorme bosque. Era hora de regresar a Saint Reia, para finalmente... Volverse a encontrar con ella.

Conteniendo la rabia y el odio, apretó el puño en torno al mango de Valak y se limitó a mirar fríamente al revolucionario. Se atrevía dirigirle aquella palabras y demostrar su cobardía. Tenía el valor para decirle todo eso cuando había decido que no pelearían aún, pero ni siquiera lo enfrentaría él mismo, no. A pesar de que su voz se había vuelto mucho más intensa evidenciando que ahora era más poderoso, le faltaba el valor para hacerle frente cara a cara. Quería darle una lección de humildad. Ir diciendo a alguien que quería matarle y amenazándole con fuego cuando ni siquiera se atrevía a enfrentarle en solitario... cobarde. Si en Síderos Galia no le hubiera salvado la vida, ahora ya sería pasto de los gusanos. No era más que una débil presa, y se merecía conocer su lugar en el mundo. Algún día lo cazaría y le haría conocer el verdadero terror.

- Cada generación es más cobarde que la anterior. Tu padre quise esconderse bajo sus trucos de logia y tú bajo las faldas de tu novia.

Echando a reír, se dirigió hacia el barco volando. Al final había recuperado parte de su buen humor con la tontería. El sol estaba terminando de ocultarse en el horizonte, y la oscuridad y el fresco del anochecer eran como un vaso de agua fresca tras un largo día de trabajo bajo el sol. Sonrió y disfrutó de la sensación de alivio, a medida que los cada vez más débiles rayos del sol dejaban de molestarle. Observó una distante manada de dinosaurios con un larguísimo cuello que salía por encima de los árboles, preguntándose si su carne estaría buena. Seguro que Zero ya habría cazado alguno para probarlos junto con una buena colección de otros animales de la isla. Llegó a la cala donde habían echado el ancla y sorprendió al luchador intentando cargar en cubierta a un enorme reptil con aspecto de toro. Ivan suspiró y se posó en tierra a su lado, desenvainando la espada.

- Si subes a ese bicho a bordo nos hundirás el barco. Tienes que despiezarlo y elegir las mejores piezas de carne.

Como noble que era había ido de cacería a menudo y si bien no tenía claro hasta qué punto un venado era comparable con una vaca prehistórica de tres cuernos, podía intentar hacer un apaño. A base de ondas cortantes y haki (y mucho tiempo) logró despiezar toscamente al animal. Ambos quedaron embadurnados por la sangrienta tarea, pero tras separar una buena cantidad de carne la subieron al barco para ponerla en salazón. Iban a necesitar un cocinero cuanto antes, pues las habilidades de cocina de todos ellos dejaban que desear. Ivan no había tocado una sartén en su vida y Lei aunque se defendía no era precisamente buena y poco empeño le ponía. Repuestas sus provisiones, levaron el ancla y salieron de Little Garden. Era hora de continuar su viaje.

Había escuchado lo que dijo, pero no le tomó mayor importancia. De hecho, lejos de enojarse, le divirtió la hipocresía que había demostrado Roux con ese comentario. ¿Que su padre se había ocultado bajo los trucos de logia? Cada uno usaba todo lo que tenía al alcance para ganar. El honor no existía, solo sobrevivir... y Ryuken Shirou era un sobreviviente. De todas formas, Ivan no tenía derecho. Su progenitor usaba esos trucos, si. Pero entonces, ¿qué se podría decir de él? Un hipócrita que usaba sus trucos baratos de regeneración para no ser herido. "Bueno, ya da igual", pensó mientras suspiraba. Le iba a dar la razón con que era un cobarde, pero el vampiro era peor que eso. De todas formas, de algo sirvió lo sucedido. Ahora sabía que el vampiro había cambiado su apariencia y se aseguró de guardar su presencia antes de que se largara volando. Si bien su Kenbunshoku generalmente no distinguía auras, habían excepciones. Hacía un esfuerzo para recordar, a la perfección y guardar el aura de la gente que impactaba en su vida, y obviamente no iba a olvidar a su enemigo número uno. Además de él, recordaba la de Dranser y pronto también guardaría la de Galia cuando la viera. Si, pese a que no pelearon, el día fue productivo en otros aspectos.

– Y no voy a olvidar nunca esa cara de miedo que puso cuando vio la onda de fuego – murmuró, para luego reírse con ganas al recordar lo sucedido hace unos momentos atrás.

Llegó al barco y se echó en la pequeña cubierta, bostezando al tocar suelo. El barco estaba fijado para Saint Reia, por lo que no se preocupaba en conducirlo. La lata sería que hacer para matar el tiempo mientras duraba el viaje. El barco era muy pequeño para entrenar y sus ondas eran un tanto... destructivas, por no decirlo de otro modo. Un solo error y terminaría mandando el navío a pique, con el incluido. A veces extrañaba poder nada, pero ese fue el precio que tuvo que pagar por sus habilidades de creación. El nombre de akuma le venía como anillo al dedo, puesto que literalmente hacías un acuerdo con el "diablo" y perdías una habilidad esencial para sobrevivir.

Volvió a bosteza y lentamente se paró de donde se encontraba. Estiró sus brazos un poco y frunció el ceño, para luego sacar a Balmung de su vaina. Se colocó de tal forma que estaba mirando el mar, y cerró sus ojos por algunos segundos. Realmente, luego de su entrenamiento, no sabía la capacidad máxima que tenían sus ondas ahora. Era algo que quería averiguar, y este era el momento más oportuno. Se mantuvo quieto por algunos segundos, concentrándose para lanzar una única onda super cargada. El filo tomó un tono rojizo y gritó, para luego bajar su espada en dirección hacia el mar. El resultado fue sorpresivo, y se estremecía el tan solo pensar el daño que podría provocar en tierra. La longitud era de diez metros, y su velocidad era... Impresionante. Además, la potencia era abrumadora gracias a Ame no Haru.

– ¿Por qué no lo enfrenté...? – No esperaba respuesta, sin embargo. Ryuken cerró sus ojos y volvió a sentarse, dispuesto a dormir un rato. Ahora que sabía el poder de sus ondas, ni de joda practicaría a bordo del barco.