oculto y encontrado. combate.

La información es poder. No por nada uno de los principales órganos del Gobierno estaba principalmente orientado a contrainformación, contraespionaje e investigación. Quien sabe los puntos débiles de su enemigo y se ocupa de que este no sepa quién es, logrará una enorme ventaja. Y eso lo sabía bien cierta persona. Una chica rubia con hermosos ojos plateados vestida con una capa negra salió de un edificio canturreando con un fichero bajo su brazo. Parecía bastante feliz tanto por su amplia sonrisa como por su forma de cantar. Esta se metió en una desierta calle secundaria y tras doblar una esquina ya no era una mujer, sino un hombre albino alto y fornido con una chaqueta roja. Este esbozó una sonrisa de triunfo y aspiró el aire nocturno. Aquella ciudad era un paraíso para él: una población lo bastante grande como para alimentarse a gusto, suficiente criminalidad como para que las desapariciones no se convirtieran en algo llamativo, una hermosa noche eterna, una sociedad muy avanzada tecnológicamente donde la gente de dinero podía vivir en condiciones dignas de un rey y lo más importante: mujeres. Mirase donde mirase, las mujeres superaban ampliamente en número a los hombres. Esa isla tenía todo lo que él querría para el lugar donde instalar la base de los Cuchillas Negras.

Podría limitarse a comprar un local, pero, ¿por qué limitarse a eso? Estaba en su territorio: un lugar en perpetua oscuridad donde la luz solar no podía alcanzarlo, permitiéndole explotar sus poderes al máximo. Y no ser lo bastante ambicioso hubiese sido una falta de juicio. Controlar aquella ciudad le reportaría amplísimos beneficios si sabía actuar con juicio. Era por eso que estaba allí, recabando información sobre las mafias que controlaban la ciudad. Si se enteraba de quiénes eran los jefes y quiénes cortaban realmente el bacalao, estaría en disposición de actuar y ocuparse de hacer desaparecer a esas personas, para luego meter mano él y poner títeres en las mafias. No le interesaba gobernar ni nada similar o se hubiera quedado con Hallstat. No, prefería tener a gente que lo hiciera por él y disfrutar de las comodidades y ventajas del poder sin las responsabilidades. Y una vez aquella ciudad fuese su territorio, tal vez abriera un garito. Sí, ¿por qué no? Con bailarinas en jaulas colgadas del techo. Esbozó una sonrisa y se acercó a un bar, con ganas de tomarse algo para celebrar su primer éxito en Dark Dome. El interior no era muy halagüeño, pero ya se esperaba algo así de un local de aquel barrio. Lo que más le extrañó fue la cantidad de hombres; debía ser un bar de extranjero. Se sentó en la barra y miró al camarero, una mujer con el pelo cardado y un tatuaje de una serpiente en llamas en el hombro. Todo bastante macarra, vaya.

- Una cerveza de trigo, buena moza - dijo Ivan, animado.

- ¿Trigo? ¿Tengo pinta de llevar un bar de pijos? - el tono no fue precisamente amistoso.

- Muy bien, entonces la cerveza de la casa. Negra de poder ser.

La tipa le sirvió una pinta de rubia para decepción del cazador, que encogiéndose de hombros, dejó un billete sobre la barra y le dio un generoso trago. Sabía aguada y no era precisamente de la mejor que había tomado aún dejando aparte eso. Con cierta curiosidad observó a los clientes, sosteniendo la mirada a aquellos que se la devolvían, sin importarle sus caras de pocos amigos. No le llamaron mucho la atención así que los ignoró. Tal vez hubiera montado bronca en el bar si hubiese podido salir algo interesante de ello pero no percibía que su "voz" fuese particularmente fuerte. Entonces fue cuando sintió una que sí era intensa y destacaba por encima de todas las del bar por mucho. Se giró de golpe hacia él, entre sorprendido y en guardia, relajándose al segundo siguiente... en apariencia al menos. Se trataba de un hombre embutido en una capa que parecía empeñado en intentar destruir la mesa con la mirada, o eso parecía pues ni siquiera parpadeaba. Una especie de bola de pelo rosa con cabeza de pony lo acompañaba. La cabeza de Cooper-chan asomó desde uno de los bolsillos de su chaqueta, y hozando mientras olisqueaba en su dirección, el pequeño cerdito saltó al suelo y se acercó al otro animal con curiosidad.

El gorrino no tardó en hacer migas con el extraño animal rosado, y en cuanto lo vio devorando el taco comprendió por qué se había dirigido hacia allí. "Pequeño glotón" pensó, con una sonrisa. Bebió otro trago de la cerveza y echó un vistazo al local. No tenía planes concretos para el resto de la noche, y duda entre sí alimentarse de alguno de los pobres desgraciados del garito o irse a un hotel y llamar a alguna señorita de compañía. Había unos cuantos negocios de renombre dedicados a tales tareas en aquella ciudad. Sin embargo algo llamó su atención: el hombre de la capa cogió a su pony y salió apresuradamente del local, de una manera bastante llamativa y sospechosa. Al pasar a su lado pudo verle el rostro bien por un momento y se dio cuenta de que lo conocía. No lo había visto antes en persona, pero estaba seguro de que había salido en algún cartel o en los periódicos. ¿Tal vez fuese un criminal? Esbozó una sonrisa para sí mismo, sabiendo que había encontrado su entretenimiento de aquella noche. Cogió a Cooper-chan por el pellejo y volvió a metérselo en el bolsillo de la chaqueta ignorando sus quejas, y tras apurar la cerveza salió del local.

- Hora de la caza...

Una vez fuera del local dejó al cerdito en el suelo y lo miró seriamente. Cooper-chan era un revoltoso, pero lo bastante inteligente como para entenderle y obedecerle... a ratos.

- Vuelve al muelle y entra en el barco. No remolonees ni te metas por ahí a husmear, no quieras convertirte en la cena de nadie. Y por lo que más quieras, no robes comida.

Se incorporó mientras su piel palidecía y sus ojos se volvían dorados. Podía captar diferentes aromas, pero el del extraño y su animal eran aún lo bastante recientes como para seguirlos sin problemas. Percibía un peculiar matiz dulce que le hacía diferenciar fácilmente el rastro del pony sobre los otros. Comenzó a avanzar por las callejuelas a paso rápido, y pronto los tuvo a la vista. Al instante siguiente en el lugar donde antes había estado el albino había un murciélago negro que alzó el vuelo en dirección al extraño. En aquella forma percibía todo de una manera muy diferente a la que no estaba del todo acostumbrado, pero era muy discreta y perfecta para seguir a la gente sin ser detectado. Siguió con paciencia al hombre, esperando a que estuviera en un callejón solitario y oscuro. En ese momento bajó unos metros frente a él y se volvió humano de nuevo.

- Extraño. Justo cuando entro en el local un hombre huye apresuradamente... me disculparás si digo que es lo bastante sospechoso como para que alguien en mi posición decida investigar - soltó una carcajada.

Observó al hombre con curiosidad, aún bastante convencido de que lo conocía. Su rostro... ¿no era un Yonkaikyo? No, antiguo Yonkaikyo. Bleyd Master, uno de los cuatro guerreros de la Saigo hasta que rehusó cobardemente un combate contra un luchador desconocido y fue expulsado de la agencia. Parecía mentira que alguien con una voz que resonaba con tanta fuerza como la suya fuese un cobarde. Aquel hombre no tenía alma de cazador... no era una presa para él de todos modos, ya que no tenía recompensa por su cabeza.

- ¿Bleyd Master? - esbozó una sonrisa burlona - El guerrero cobarde, ya veo. ¿Ahora te asustas de los albinos?

Se rió con ganas, intentando provocarlo. No tenía nada contra él en realidad, pero ya que había salido a cazar... le apetecía divertirse un poco. Ya fuese provocando a aquel tipo o incluso midiendo su poder contra un ex-Yonkaikyo. De hecho aquella podía ser una buena forma de probar si pese a su fama Bleyd había sido merecedor de su título.

El tipo resultó ser más cobarde de lo que esperaba. Lanzándose a un lado reventó la pared de un edificio y se escabulló por este. Escuchó un ruido metálico seguido de varios golpes, tras lo que Bleyd siguió corriendo. "¿Y este tipo fue Yonkaikyo? No me extraña que lo echaran." Suspiró y comenzó a caminar hacia el hueco de la pared con intención de seguir a aquel cobardica para saber por qué diablos huía. Ahora le había picado la curiosidad, que él supiera Bleyd Master era un mercenario, no un criminal. No tenía motivos para huir de un tipo aleatorio que le había abordado en un callejón... bueno, puesto desde ese punto de vista sí que había sido una manera un poco violenta de aproximarse, pero eso no quitaba que era todo un caguetas por huir de esa manera. Suspiró y le dijo en voz alta:

- ¡Sólo quería charlar! No tienes por qué huir.

Una luz azul llamó su atención. Alzó la vista y vio varios aparatos metálicos pegados a las paredes y el techo. Eran... circulares, y emitían una luz que iba gradualmente en intensidad. ¿Qué carajo eran esas cosas? No había visto nada similar nunca, ¿sería parte de la extraña tecnología de aquella ciudad? Recordó el extraño sonido que había hecho Bleyd al huir y supuso que los había dejado ahí. Y si estaba huyendo... una expresión de pánico se dibujó en su rostro, y protegiendo su torso y cabeza con haki se lanzó hacia un lado.

- ¡Mierd...!

La explosión lo empotró contra la pared contraria y lo ensordeció. Aturdido, se levantó tambaleándose y se apoyó contra la pared. Un hueso roto asomaba de su brazo izquierdo y tenía la mitad del rostro totalmente quemado, dejando la mandíbula al descubierto. Con un gruñido de dolor, se agarró el brazo y comenzó a tirar para recolocarse todo. El tormento que sintió fue horrible, tanto que tuvo la imperiosa necesidad de aullar de dolor, soltarse la extremidad y empezar a destrozar todo cuanto tenía cerca a puñetazos y patadas para desahogarse. Sin embargo no hizo nada de eso y se contuvo, aguantando la horrible sensación lacerante al volver a entrar el hueso en su sitio cortando piel y músculos. Jadeó y dio otro gruñido al acabar, con una mirada de odio que hubiese hecho temblar a un hombre valiente. Desenvainó a Vanator con el brazo bueno y comenzó a avanzar por el hueco de la pared, activando su mantra para evitar posibles emboscadas. Olfateó buscando su olor y se dirigió a las escaleras.

- Ahora sí que la has cagado. Voy a arrancarte las entrañas, Bleyd Master - masculló con la voz rasgada.

Llegó a un garaje totalmente vacío. El aroma del mercenario aún estaba presente en el ambiente, pero tanto sus finos sentidos como el sentido común (no era ni de lejos el mejor sitio para esconderse) le decían que no estaba allí. Aún podía sentir su presencia... no muy lejos, pero era incapaz de precisar su posición. Sin embargo el olfato y un lejano sonido de pasos apresurados lo pusieron sobre el rastro. Se dirigió a una puerta de metal y la abrió, dejando al descubierto más escaleras, esta vez de subida. Y ahora escuchaba claramente las pesadas botas del mercenario, su respiración acelerada, el latido de su corazón... miró hacia arriba y apretó con fuerza a Vanator, concentrando sus energías y su haki en la espada. La empuñó con su brazo bueno y con un violento gesto trazó un arco ascendente. Del arma salió una onda cortante roja con tintes negros a causa del haki, que salió dispara hacia arriba cortando las escaleras. Su intención era alcanzar al mercenario mientras aún estaba en estas.

- ¡Blut Halbmond!