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Un Crucero en el "Paraíso" [Pasado-Privado] [Arkadian Dardock - Yumiko Mei] {Jue 7 Sep 2017 - 21:36}
El sol me daba en la cara y el viento despeinaba mi pelo, no se veía una nube en el cielo y la gente de mi alrededor disfrutaba de lo que parecían unas vacaciones para ellos. Me encendí un cigarro, pues la ocasión lo merecía encontrándome apoyado en la barandilla del crucero rumbo a Water Seven. Después de un largo tiempo, tenía algún momento de paz y tranquilidad que me sirve para aclarar mis pensamientos y decidir lo que voy a hacer a partir de ahora. Haber visto la muerte desde cerca hizo que algunos aspectos de mi vida, que no me había planteado demasiado, pasaran a una posición más prioritaria. No me gustaba confraternizar mucho con la gente, pero había tres personas que me habían hecho replantearme esto. La primera era el anciano que me acogió hace unos años mostrándome como eran las cosas en realidad. La segunda era Triss, una chica de pelo morado que, aunque me ponía muy nervioso su forma de ser, me ha entrenado mucho y le prestaría ayuda sin dudarlo. La última era una chica muy peculiar, siempre alegre y capaz de hacer levantar el ánimo a cualquiera, no me puedo olvidar de que me salvó la vida hace tan solo unos días. Esta última no tardaría en aparecer por los accesos que dan de los camarotes a la cubierta. Supongo que habría que hacer alguna actividad para amenizar el viaje.
El crucero en el que nos encontrábamos tenía muchas cosas para ofrecer, desde gimnasio hasta piscina, incluso varias actividades que aún no había descubierto. Cabe destacar que las armas las había dejado en la habitación, pues no quería llamar la atención del gentío. Aquí podría haber marines y cazarrecompensas, y un tipo con dos espadas a la espalda sería algo sospechoso.
-Rubita, veo que ya te has levantado -dije mientras me daba la vuelta-. Espero que hayas descansado, pues estos días han sido moviditos. ¿Te apetece que vayamos a desayunar algo? -pregunté mientras tiraba el cigarro al mar-. Tenemos bastante donde elegir.
Yumiko vestía con su habitual vestido verde y podía ver como llevaba puestos los guantes que le regalé en agradecimiento por salvarme la vida. Como de costumbre la arquera tenía una sonrisa grabada en su rostro, siempre feliz. La verdad es que estaba contento de que hiciéramos este viaje juntos, sería mucho más entretenido y aportaría un toque interesante a la travesía.
El crucero en el que nos encontrábamos tenía muchas cosas para ofrecer, desde gimnasio hasta piscina, incluso varias actividades que aún no había descubierto. Cabe destacar que las armas las había dejado en la habitación, pues no quería llamar la atención del gentío. Aquí podría haber marines y cazarrecompensas, y un tipo con dos espadas a la espalda sería algo sospechoso.
-Rubita, veo que ya te has levantado -dije mientras me daba la vuelta-. Espero que hayas descansado, pues estos días han sido moviditos. ¿Te apetece que vayamos a desayunar algo? -pregunté mientras tiraba el cigarro al mar-. Tenemos bastante donde elegir.
Yumiko vestía con su habitual vestido verde y podía ver como llevaba puestos los guantes que le regalé en agradecimiento por salvarme la vida. Como de costumbre la arquera tenía una sonrisa grabada en su rostro, siempre feliz. La verdad es que estaba contento de que hiciéramos este viaje juntos, sería mucho más entretenido y aportaría un toque interesante a la travesía.
Yumiko Mei
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Los rayos de luz poco a poco se colaban por mi ventana y me daban el buenos días. No pude evitar bostezar y luego mirar por la ventana. Recordé entonces que me encontraba en un barco, había dormido tan bien que se me había olvidado siquiera donde estaba. Hacía tiempo que no tenía un descanso así, ni siquiera recordaba si había tenido algún sueño esa noche. Por la ventana se podía ver el agua y la gran velocidad a la que iba el crucero, estábamos en el tercer piso, así que había muchos pisos más abajo, viéndose como si estuviésemos a mucha altura sobre el mar. Ese crucero parecía un rascacielos cruzando las aguas del paraíso.
Y con esas vistas, me levanté tranquilamente y oí el rugir de mi estómago, hora de desayunar. Me puse mi vestido habitual y los guantes que me había regalado el pelinegro el día anterior. Me gustaba bastante como me quedaba el conjunto y tomé mi pequeña cuchilla y un par de mis drone-bees de la habitación antes de salir. Había que andarse con cuidado incluso en un barco turístico tan grande como este, pues aún estaba cerca de los problemas. Una vez fuera de la habitación seguí caminando por las escaleras hasta subir a la cubierta del barco, donde se encontraba el Arkadian esperando, iba vestido con su nuevo traje, pero no llevaba sus espadas, eso me hizo esbozar una sonrisa.
-He descansado muy bien, casi ni recordaba que estábamos de viaje. ¿Tu has dormido bien?- Pregunté mirando a joven con curiosidad, la verdad es que me sorprendía que fuese tan ligero entre tanta gente, quiero decir, las espadas eran casi parte de su alma. Cuando miraba su alma con el haki de observación sentía un aura proveniente de estas, tan fría como su capa exterior, la cual se estaba ablandando ante mi presencia, o eso creía ver. -Si, creo que lo mejor será desayunar algo, tengo hambre.- Añadí sonriendo respondiendo a su pregunta.
Empecé a caminar hasta el primer puesto de comida, que era una cafetería en cubierta, en el lado izquierdo de la misma, es decir a babor. Me senté frente a una de las mesillas que había y desde la que se podía vislumbrar el mar muy bien. Ahí sentí la brisa salada y un fuerte olor mañanero, era el olor a frío. El sol había amanecido hace poco, se encontraba aún a mitad de camino de salir del todo, el horizonte lo cortaba por la mitad. Una vez en la mesa pedí mi desayuno, algo bastante cargado para empezar la mañana.
-Buenos días, ¿qué desean tomar?- Preguntó un camarero trajeado de casi metro noventa de altura y con una sonrisa típica de la hostelería, falsa pero a la vez real.
-Un Café Latte y unos gofres con sirope de fresa, por favor.- Dije con una sonrisa al camarero que nos atendió. Después preguntó al pelinegro, que esperaba se encontrara sentado a mi lado.
-¿Y como es que no te trajiste ninguna de tus armas?, no creo que estemos del todo protegidos aunque vayamos en un barco turístico.- Le comenté al joven casi en un susurro, la idea es que nadie nos oyese, pero como había mucha gente alrededor, quizás si escuchaban con haki de observación o algún sistema pudiesen darse cuenta. Por eso mismo no pensaba desvelar ninguno de nuestros planes, y era bastante típico que los turistas también portasen armas para protegerse de ladrones, al menos en el Grand Line.
-Después del desayuno podríamos ir a visitar el museo. Parece que tienen cuadros, esculturas y algunas herramientas de pesca de ballenas. Si no te convence, también tienen una pista de bolos en el 8º piso.- Dije con una sonrisa mientras esperaba su respuesta y llegaba mi desayuno. El gofre tenía una pinta increíble y la espuma de la taza de café tenía dibujada una cara de gatito, me pareció tan cuca que no pude evitar mostrársela al pelinegro. Tras ello comencé a tomar mi desayuno, el día era largo y había bastantes cosas que podríamos hacer en el barco, tenía ganas de probarlo todo, pues la última vez que visité un barco tan grande fue en solitario, ahora tenía compañía y podía pasarlo todavía mejor.
Y con esas vistas, me levanté tranquilamente y oí el rugir de mi estómago, hora de desayunar. Me puse mi vestido habitual y los guantes que me había regalado el pelinegro el día anterior. Me gustaba bastante como me quedaba el conjunto y tomé mi pequeña cuchilla y un par de mis drone-bees de la habitación antes de salir. Había que andarse con cuidado incluso en un barco turístico tan grande como este, pues aún estaba cerca de los problemas. Una vez fuera de la habitación seguí caminando por las escaleras hasta subir a la cubierta del barco, donde se encontraba el Arkadian esperando, iba vestido con su nuevo traje, pero no llevaba sus espadas, eso me hizo esbozar una sonrisa.
-He descansado muy bien, casi ni recordaba que estábamos de viaje. ¿Tu has dormido bien?- Pregunté mirando a joven con curiosidad, la verdad es que me sorprendía que fuese tan ligero entre tanta gente, quiero decir, las espadas eran casi parte de su alma. Cuando miraba su alma con el haki de observación sentía un aura proveniente de estas, tan fría como su capa exterior, la cual se estaba ablandando ante mi presencia, o eso creía ver. -Si, creo que lo mejor será desayunar algo, tengo hambre.- Añadí sonriendo respondiendo a su pregunta.
Empecé a caminar hasta el primer puesto de comida, que era una cafetería en cubierta, en el lado izquierdo de la misma, es decir a babor. Me senté frente a una de las mesillas que había y desde la que se podía vislumbrar el mar muy bien. Ahí sentí la brisa salada y un fuerte olor mañanero, era el olor a frío. El sol había amanecido hace poco, se encontraba aún a mitad de camino de salir del todo, el horizonte lo cortaba por la mitad. Una vez en la mesa pedí mi desayuno, algo bastante cargado para empezar la mañana.
-Buenos días, ¿qué desean tomar?- Preguntó un camarero trajeado de casi metro noventa de altura y con una sonrisa típica de la hostelería, falsa pero a la vez real.
-Un Café Latte y unos gofres con sirope de fresa, por favor.- Dije con una sonrisa al camarero que nos atendió. Después preguntó al pelinegro, que esperaba se encontrara sentado a mi lado.
-¿Y como es que no te trajiste ninguna de tus armas?, no creo que estemos del todo protegidos aunque vayamos en un barco turístico.- Le comenté al joven casi en un susurro, la idea es que nadie nos oyese, pero como había mucha gente alrededor, quizás si escuchaban con haki de observación o algún sistema pudiesen darse cuenta. Por eso mismo no pensaba desvelar ninguno de nuestros planes, y era bastante típico que los turistas también portasen armas para protegerse de ladrones, al menos en el Grand Line.
-Después del desayuno podríamos ir a visitar el museo. Parece que tienen cuadros, esculturas y algunas herramientas de pesca de ballenas. Si no te convence, también tienen una pista de bolos en el 8º piso.- Dije con una sonrisa mientras esperaba su respuesta y llegaba mi desayuno. El gofre tenía una pinta increíble y la espuma de la taza de café tenía dibujada una cara de gatito, me pareció tan cuca que no pude evitar mostrársela al pelinegro. Tras ello comencé a tomar mi desayuno, el día era largo y había bastantes cosas que podríamos hacer en el barco, tenía ganas de probarlo todo, pues la última vez que visité un barco tan grande fue en solitario, ahora tenía compañía y podía pasarlo todavía mejor.
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Nos dirigimos hasta una cafetería situada en cubierta, la verdad es que tenía hambre y un buen café no me vendría nada mal. La gente de alrededor nuestra se veía radiante de felicidad, de verdad estaban disfrutando de un pacífico y placentero viaje a bordo del crucero. Me sentía extraño, por primera vez en mucho tiempo podía relajarme. Incluso había dejado las espadas en el camarote. Por una parte quería pasar desapercibido entre los pasajeros y por otra, no llevarlas hacía que disfrutase más del viaje. Además siempre tenía a mí lado a la rubita, con ella nada malo podía pasarme.
-Me alegra que hayas descansado bien, la verdad que yo también. Aún estoy algo magullado por la última batalla, pero mejora notablemente -dije mientras me tocaba el torso-. Quedará una bonita cicatriz que hará juego con mi tatuaje de la espalda -bromeé sobre mis heridas.
- Yo tomaré un café sólo largo y unas tostadas con jamón, si es tan amable -dije dirigiéndome al camarero que nos había preguntado lo que queríamos desayunar.
Mientras disfrutábamos de aquel maravilloso desayuno, Yumiko me susurró que por qué no llevaba las espadas conmigo.
-Pues la verdad es que me siento seguro en este crucero y al no llevarlas noto como que puedo estar más tranquilo, no sé, es algo extraño -esbocé una sonrisa mientras le respondía-. También cabe destacar que te tengo a mí lado, eso es más seguro que llevar mis espadas -dije para acabar sacando la lengua.
La arquera propuso varios planes, entre ellos la visita de un museo. No pintaba mal para empezar el día, puesto que si es aburrido prefiero hacerlo nada más empezar el día. En una de las plantas había una zona de minijuegos, la cual me apetecía visitar. Pero se lo comunicaría más tarde a la rubita, pues no había que sobrecargar el día y prefería que los planes salieran de forma espontánea.
Poco antes de acabar el café, un pequeño que iba acompañado por su madre se quedó mirando a la joven arquera. Imagino que nunca había visto a una chica con ese aspecto.
-Mira mamá, que señorita tan extraña -dijo el niño señalando a Yumiko.
En ese momento no pude contener la carcajada. Espero que la rubita no se molestara, pero la verdad es que me hizo gracia la reacción del niño sin ningún tipo de vergüenza. Rápidamente la madre le dio un tirón al niño y se dirigió a la arquera para pedirle disculpas. Se le veía buena gente y sólo había sido una trastada propia de un niño de su edad.
-Yumiko, ¿Qué te parece si empezamos por el museo y luego vamos viendo que nos apetece hacer? -pregunté esperando una afirmación y la sonrisa que le caracterizaba.
-Me alegra que hayas descansado bien, la verdad que yo también. Aún estoy algo magullado por la última batalla, pero mejora notablemente -dije mientras me tocaba el torso-. Quedará una bonita cicatriz que hará juego con mi tatuaje de la espalda -bromeé sobre mis heridas.
- Yo tomaré un café sólo largo y unas tostadas con jamón, si es tan amable -dije dirigiéndome al camarero que nos había preguntado lo que queríamos desayunar.
Mientras disfrutábamos de aquel maravilloso desayuno, Yumiko me susurró que por qué no llevaba las espadas conmigo.
-Pues la verdad es que me siento seguro en este crucero y al no llevarlas noto como que puedo estar más tranquilo, no sé, es algo extraño -esbocé una sonrisa mientras le respondía-. También cabe destacar que te tengo a mí lado, eso es más seguro que llevar mis espadas -dije para acabar sacando la lengua.
La arquera propuso varios planes, entre ellos la visita de un museo. No pintaba mal para empezar el día, puesto que si es aburrido prefiero hacerlo nada más empezar el día. En una de las plantas había una zona de minijuegos, la cual me apetecía visitar. Pero se lo comunicaría más tarde a la rubita, pues no había que sobrecargar el día y prefería que los planes salieran de forma espontánea.
Poco antes de acabar el café, un pequeño que iba acompañado por su madre se quedó mirando a la joven arquera. Imagino que nunca había visto a una chica con ese aspecto.
-Mira mamá, que señorita tan extraña -dijo el niño señalando a Yumiko.
En ese momento no pude contener la carcajada. Espero que la rubita no se molestara, pero la verdad es que me hizo gracia la reacción del niño sin ningún tipo de vergüenza. Rápidamente la madre le dio un tirón al niño y se dirigió a la arquera para pedirle disculpas. Se le veía buena gente y sólo había sido una trastada propia de un niño de su edad.
-Yumiko, ¿Qué te parece si empezamos por el museo y luego vamos viendo que nos apetece hacer? -pregunté esperando una afirmación y la sonrisa que le caracterizaba.
Yumiko Mei
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El joven pelinegro respondió un tanto extraño sobre sus espadas, se sentía seguro en mi presencia, pero yo no sería siempre su alma protectora, eso tendría que tenerlo en cuenta en un futuro. A pesar de haberlo ayudado y salvado los días anteriores, quizás pronto tenga que ser al revés, que él me tenga que salvar a mí. Lo mejor en este mundo era tener contactos y sobre todo amistades, al fin y al cabo era lo que movía a las personas a seguir vagando de isla en isla, el saber que había alguien en el mundo recordándolos, al menos es lo que pensaba. Sin embargo había algo en él que me hacía sentirme feliz, parecía no mostrar dolor alguno, incluso después de la pelea. Probablemente seguía herido y era capaz de bromear sobre su herida, eso si que era una persona de diez, para mí por lo menos.
-Aunque quisiese no podría estar siempre a tu lado. Además, algún día serás tú el que me saque de un apuro. - Dije con una sonrisa casi dándolo por hecho, ¿pues era verdad, no? En ningún momento había pensado que el pelinegro me abandonase, ni se me pasaba por la cabeza.
Sorbí un poco del café que aún estaba caliente y justo cuando me iba a comer un trozo de gofre un niño me señaló y pronunció algo en voz alta. Dijo que yo era una señorita extraña y al oír eso sonreí, pues a pesar de que algunos se tomaban esas frases a malas, yo sabía que el niño no tenía ninguna mala intención. Arkadian empezó a reír, no había captado del todo el porqué pero supuse que por la frase del niño. Poco después la madre del chico se acercó y me pidió disculpas.
-No se preocupe, me lo dicen muy a menudo.- Respondí con una sonrisa a la madre del niño. Poco después se fue con una sonrisa, parecía sorprendida por mi reacción.
-¡Perfecto! Según he leído se encuentra en el tercer piso.- Dije con una sonrisa.
Terminaría mi desayuno, que estuvo especialmente delicioso y bajaría junto al pelinegro por las escaleras mecánicas. Unas escaleras que se movían solas, un mecanismo con poleas de lo más inteligente, y vago, pero había que aprovechar todo el lujo mientras podíamos. Por otro lado, veríamos algunos hombres trajeados subiendo desde el segundo piso. Uno de ellos iba armado con una escopeta y el que iba en medio de ellos llevaba un maletín bastante pesado, pues parecía tirarle para un lado el peso de este. Activé mi haki de observación al instante nada más ver el arma, no permitiría que atacasen sin que supiese la dirección de las balas. Por suerte no hizo falta esquivar nada, pues los hombres siguieron su camino y se bajaron en el primer piso. Miré extrañada a Arkadian, esperaba que esos hombres fuesen simplemente personas de negocio y nada más, pero temía que se tratara de algo más extenso y peligroso.
-Quizás debía haberme llevado el arco también. ¿Qué te parecieron esos hombres?- Pregunté al joven pelinegro un poco preocupada. Eran de todo menos personas habituales, además era todavía más extraño que fuesen armados en un barco turístico. Había que andarse con cuidado si nos los volviamos a encontrar. Pero por el momento, era hora de disfrutar del museo.
Nada más entrar a la sala que indicaba el cartel como museo, se podía vislumbrar una serie de secciones, había una exposición de espadas a la derecha, se podían ver algunas katanas con un poco de historia. A la izquierda había una sala llena de plantas decorativas, entre ellas había también algunas medicinales, muchas de estas las conocía y estaba bastante interesada en visitarla. Miré un poco más alrededor y vi que por el camino central se juntaban las dos exposiciones en una exposición general sobre el gobierno mundial y la marina, esta última era la que menos me interesaba de las tres.
-Quiero ver la exposición de plantas.- Dije entusiasmada, era divertido verme así, incluso yo lo pensaba. Tras decir eso comencé a andar por la zona de plantas, si el pelinegro me acompañaba empezaría a contarle historias sobre algunas de ellas y anécdotas de como las había usado en diversas ocasiones.
-Aunque quisiese no podría estar siempre a tu lado. Además, algún día serás tú el que me saque de un apuro. - Dije con una sonrisa casi dándolo por hecho, ¿pues era verdad, no? En ningún momento había pensado que el pelinegro me abandonase, ni se me pasaba por la cabeza.
Sorbí un poco del café que aún estaba caliente y justo cuando me iba a comer un trozo de gofre un niño me señaló y pronunció algo en voz alta. Dijo que yo era una señorita extraña y al oír eso sonreí, pues a pesar de que algunos se tomaban esas frases a malas, yo sabía que el niño no tenía ninguna mala intención. Arkadian empezó a reír, no había captado del todo el porqué pero supuse que por la frase del niño. Poco después la madre del chico se acercó y me pidió disculpas.
-No se preocupe, me lo dicen muy a menudo.- Respondí con una sonrisa a la madre del niño. Poco después se fue con una sonrisa, parecía sorprendida por mi reacción.
-¡Perfecto! Según he leído se encuentra en el tercer piso.- Dije con una sonrisa.
Terminaría mi desayuno, que estuvo especialmente delicioso y bajaría junto al pelinegro por las escaleras mecánicas. Unas escaleras que se movían solas, un mecanismo con poleas de lo más inteligente, y vago, pero había que aprovechar todo el lujo mientras podíamos. Por otro lado, veríamos algunos hombres trajeados subiendo desde el segundo piso. Uno de ellos iba armado con una escopeta y el que iba en medio de ellos llevaba un maletín bastante pesado, pues parecía tirarle para un lado el peso de este. Activé mi haki de observación al instante nada más ver el arma, no permitiría que atacasen sin que supiese la dirección de las balas. Por suerte no hizo falta esquivar nada, pues los hombres siguieron su camino y se bajaron en el primer piso. Miré extrañada a Arkadian, esperaba que esos hombres fuesen simplemente personas de negocio y nada más, pero temía que se tratara de algo más extenso y peligroso.
-Quizás debía haberme llevado el arco también. ¿Qué te parecieron esos hombres?- Pregunté al joven pelinegro un poco preocupada. Eran de todo menos personas habituales, además era todavía más extraño que fuesen armados en un barco turístico. Había que andarse con cuidado si nos los volviamos a encontrar. Pero por el momento, era hora de disfrutar del museo.
Nada más entrar a la sala que indicaba el cartel como museo, se podía vislumbrar una serie de secciones, había una exposición de espadas a la derecha, se podían ver algunas katanas con un poco de historia. A la izquierda había una sala llena de plantas decorativas, entre ellas había también algunas medicinales, muchas de estas las conocía y estaba bastante interesada en visitarla. Miré un poco más alrededor y vi que por el camino central se juntaban las dos exposiciones en una exposición general sobre el gobierno mundial y la marina, esta última era la que menos me interesaba de las tres.
-Quiero ver la exposición de plantas.- Dije entusiasmada, era divertido verme así, incluso yo lo pensaba. Tras decir eso comencé a andar por la zona de plantas, si el pelinegro me acompañaba empezaría a contarle historias sobre algunas de ellas y anécdotas de como las había usado en diversas ocasiones.
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