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La noche había caído en aquella isla recién reconstruida. La gloriosa Loguetown, lugar donde murió el rey de los piratas y actual lugar de ciudadanos. Seguramente habría algunos marines, como en la mayoría de las islas, pero tampoco era algo que importase a aquella persona que se había desplazado hacia allí.
El viento soplaba con fuerza y algunos árboles eran azotados por su furia. Las casas estaban iluminadas y seguramente las familias cenaban con tranquilidad. En aquellos momentos habría muy poca gente en la calle, por no decir ni una sola alma. Era algo bastante cómodo para la persona que caminaba por el lugar. No le gustaba mucho el tener que aguantar a muchedumbres mientras caminaba, desde nunca.
- Supongo que este sitio servirá.
La dueña de aquella voz era una joven de estatura media, de cabellos morados oscuros y piel de tono normal. Su ojo izquierdo estaba tapado por un parche. Vestía una chaqueta negra con capucha, la cual llevaba puesta. También tenía unos pantalones verdes militares y unas botas. No portaba ningún tipo de arma. En su bolsillo la cartera con el dinero y en el otro un mechero plateado.
La joven empujó la puerta de aquella taberna de la zona y pudo ver que en el interior habría unas doce personas repartidas en tres mesas. Ella se fue a la última de todas, en la cual había dos sillas. Se sentó en la que su espalda quedaba pegada a la ventana y veía todo el local. En su visita a aquella isla le había entrado hambre y deseaba poder comer un poco antes de seguir con su trabajo de ladrona. El camarero no tardó mucho en acercarse a ella, el cual era un hombre similar a un caballo. Sería un animal de aquellos que hablaban. Le preguntó lo que deseaba tomar y le recomendó el pastel de zanahoria, típico de un animal como él.
- Ponme una botella de vino sin alcohol bien frío. De comer quiero algo caliente, un poco de estofado de carne de conejo estaría bien. Que tenga bastantes patatas. – Su tono era bastante autoritario, pero estaba en su derecho de exigir.
En cuanto el animal se retiró tomándole nota, ella soltó un pequeño suspiro y quedó con la capucha puesta en todo momento. Estaba cómoda con ella y no pensaba quitársela. Acarició el cristal de la venta y uno de los clientes pensó que iba a abrirla. No estaba loca, hacía demasiado frío. Notó su mirada de enfado y ella lo fulminó al momento clavando su ojo derecho en él y frunciendo el ceño. El tipo agachó la cabeza y continuó a lo suyo. Después de unos minutos dejaron su botella de vino, su plato caliente y algo de pan. Ella esperó a que el animal se retirase y cogió la cuchara despacio.
El plato se veía delicioso, pues tenía un espeso caldo de color amarillento. En el interior flotaba arroz, garbanzos, carne, patatas y algunas verduras. Lo olió un poco saboreando el delicioso hedor a gloria que tenía y después le sopló un poco, pues no quería quemarse la lengua. Al fin iba a tomar algo rico. Después cumpliría su trabajo de robar lo que había venido a robar y buscaría un lugar barato donde pasar la noche.
El viento soplaba con fuerza y algunos árboles eran azotados por su furia. Las casas estaban iluminadas y seguramente las familias cenaban con tranquilidad. En aquellos momentos habría muy poca gente en la calle, por no decir ni una sola alma. Era algo bastante cómodo para la persona que caminaba por el lugar. No le gustaba mucho el tener que aguantar a muchedumbres mientras caminaba, desde nunca.
- Supongo que este sitio servirá.
La dueña de aquella voz era una joven de estatura media, de cabellos morados oscuros y piel de tono normal. Su ojo izquierdo estaba tapado por un parche. Vestía una chaqueta negra con capucha, la cual llevaba puesta. También tenía unos pantalones verdes militares y unas botas. No portaba ningún tipo de arma. En su bolsillo la cartera con el dinero y en el otro un mechero plateado.
La joven empujó la puerta de aquella taberna de la zona y pudo ver que en el interior habría unas doce personas repartidas en tres mesas. Ella se fue a la última de todas, en la cual había dos sillas. Se sentó en la que su espalda quedaba pegada a la ventana y veía todo el local. En su visita a aquella isla le había entrado hambre y deseaba poder comer un poco antes de seguir con su trabajo de ladrona. El camarero no tardó mucho en acercarse a ella, el cual era un hombre similar a un caballo. Sería un animal de aquellos que hablaban. Le preguntó lo que deseaba tomar y le recomendó el pastel de zanahoria, típico de un animal como él.
- Ponme una botella de vino sin alcohol bien frío. De comer quiero algo caliente, un poco de estofado de carne de conejo estaría bien. Que tenga bastantes patatas. – Su tono era bastante autoritario, pero estaba en su derecho de exigir.
En cuanto el animal se retiró tomándole nota, ella soltó un pequeño suspiro y quedó con la capucha puesta en todo momento. Estaba cómoda con ella y no pensaba quitársela. Acarició el cristal de la venta y uno de los clientes pensó que iba a abrirla. No estaba loca, hacía demasiado frío. Notó su mirada de enfado y ella lo fulminó al momento clavando su ojo derecho en él y frunciendo el ceño. El tipo agachó la cabeza y continuó a lo suyo. Después de unos minutos dejaron su botella de vino, su plato caliente y algo de pan. Ella esperó a que el animal se retirase y cogió la cuchara despacio.
El plato se veía delicioso, pues tenía un espeso caldo de color amarillento. En el interior flotaba arroz, garbanzos, carne, patatas y algunas verduras. Lo olió un poco saboreando el delicioso hedor a gloria que tenía y después le sopló un poco, pues no quería quemarse la lengua. Al fin iba a tomar algo rico. Después cumpliría su trabajo de robar lo que había venido a robar y buscaría un lugar barato donde pasar la noche.
Akira Yuki
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Cierto encapuchado se mantenía estático mientras estaba sentado en la falda del árbol. No se le veían las facciones de su rostro, pero a juzgar por la posición, se encontraba viendo el cielo nocturno de Loguetown. Hacía años la isla había sido arrasada en una guerra sin cuartel, por lo que era extraño verla ponerse en pie nuevamente. Por supuesto, no era ni la sombra de lo que era en antaño, pero todo siempre debía empezar por algo sin excepción alguna. El extrañó suspiró un poco, perdiéndose en sus recuerdos. Semanas desde que abandonó ese lugar... y aún no lograba superarlo del todo. Apretó sus puños con fuerza y inhaló y exhaló varias veces para poder tranquilizarse. El odio que sintió en ese entonces, viendo como la sed de venganza se apoderaba de él... Era la primera vez que se asustaba tanto, y lo irónico que le tenía miedo a su propia persona. No quería volver a tener ese tipo de emociones, razón por la cual decidió ocultar sus emociones para así poder alejarse del resto de las personas. Era lo mejor, pero ahora no tenía idea de que hacer. Era buscado por el gobierno debido a cierto detalle, por lo que ya no podría vivir una vida real.
– No es como si pudiera, de todas formas – murmuró, melancólicamente.
Desde que se enteró de sus orígenes, supo que ya no tenía caso optar por una vida tranquila. Ahora, la pregunta era... ¿Cómo respondería? Aún tenía cuentas pendientes con cierto bastardo, por lo que joder su vida y darle dolores de cabeza era la mejor opción que tenía actualmente. Sabía muy bien que no podría hacerle frente directamente, aún, así que solo quedaba actuar indirectamente. Ya era un enemigo de la marina, de todas formas. Agregar algo más acerca de él a la lista negra del gobierno, le daba exactamente lo mismo. Por unos instantes, una sonrisa siniestra se formó en su rostro, para luego volver a la normalidad.
– No vale la pena estar perdiendo del tiempo así – se dijo, nuevamente, para sí mismo.
Se levantó del suelo y se dispuso a marchar hacia... ninguna dirección en particular. Loguetown, actualmente, era un pueblo muy pequeño, por lo que tendrías que ser muy estúpido para poder perderte. Sin embargo, no alcanzó ni dar dos pasos, cuando de repente su estómago rugió. La mirada del encapuchado se ensombreció un poco al notar eso. Justo ahora le dio hambre, cuando era de noche. Suspiró un poco e inspeccionó el pueblo para ver si había algo abierto a estas horas. Para su fortuna, un pequeño bar se podía observar a unos pasos de distancia. "No es como si tenga otra alternativa", pensó el misterioso hombre.
Al llegar, lo primero que notó fue que habían muy pocas personas y, para su mala fortuna, todas las mesas estaban ocupadas. Chasqueó su lengua un poco y observó que un camarero con cara de caballo se acercaba.
– Lo siento, pero estamos llenos – dijo nerviosamente el hombre. – Pero si gusta, puede sentarse con esa persona que se encuentra sola, es lo único que puedo ofrecerle.
Pese a que no se podían mirar debido a la capucha, los ojos del joven se dirigieron hacia la mesa que apuntaba el camarero, donde había otro encapuchado sentado. Internamente se debatió en que hacer, pero finalmente el hambre terminó por ganarle. Sin decir palabra alguna, el joven siguió al hombre con cara de caballo hacia la mesa. Al llegar, esperó que el tipo le dijera que debía compartir mesa con él...
– No es como si pudiera, de todas formas – murmuró, melancólicamente.
Desde que se enteró de sus orígenes, supo que ya no tenía caso optar por una vida tranquila. Ahora, la pregunta era... ¿Cómo respondería? Aún tenía cuentas pendientes con cierto bastardo, por lo que joder su vida y darle dolores de cabeza era la mejor opción que tenía actualmente. Sabía muy bien que no podría hacerle frente directamente, aún, así que solo quedaba actuar indirectamente. Ya era un enemigo de la marina, de todas formas. Agregar algo más acerca de él a la lista negra del gobierno, le daba exactamente lo mismo. Por unos instantes, una sonrisa siniestra se formó en su rostro, para luego volver a la normalidad.
– No vale la pena estar perdiendo del tiempo así – se dijo, nuevamente, para sí mismo.
Se levantó del suelo y se dispuso a marchar hacia... ninguna dirección en particular. Loguetown, actualmente, era un pueblo muy pequeño, por lo que tendrías que ser muy estúpido para poder perderte. Sin embargo, no alcanzó ni dar dos pasos, cuando de repente su estómago rugió. La mirada del encapuchado se ensombreció un poco al notar eso. Justo ahora le dio hambre, cuando era de noche. Suspiró un poco e inspeccionó el pueblo para ver si había algo abierto a estas horas. Para su fortuna, un pequeño bar se podía observar a unos pasos de distancia. "No es como si tenga otra alternativa", pensó el misterioso hombre.
Al llegar, lo primero que notó fue que habían muy pocas personas y, para su mala fortuna, todas las mesas estaban ocupadas. Chasqueó su lengua un poco y observó que un camarero con cara de caballo se acercaba.
– Lo siento, pero estamos llenos – dijo nerviosamente el hombre. – Pero si gusta, puede sentarse con esa persona que se encuentra sola, es lo único que puedo ofrecerle.
Pese a que no se podían mirar debido a la capucha, los ojos del joven se dirigieron hacia la mesa que apuntaba el camarero, donde había otro encapuchado sentado. Internamente se debatió en que hacer, pero finalmente el hambre terminó por ganarle. Sin decir palabra alguna, el joven siguió al hombre con cara de caballo hacia la mesa. Al llegar, esperó que el tipo le dijera que debía compartir mesa con él...
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En menos de un par de minutos el local se había llenado algo más, cosa que incomodó bastante a la joven. Jade se cubrió un poco más con la capucha y ocultó sus largos cabellos, por lo que podía pasar por un hombre perfectamente. Probó al fin aquel guiso y al hacerlo notó su garganta gritar de alegría. El sabor era delicioso y tenía un suave toque a pollo que lo hacía mucho mejor. Probó la carne de conejo, las patatas y las verduras que flotaban y todo le pareció delicioso. El caldo estaba en su punto después de haberle soplado. Bebió de la botella sin usar vaso alguno y después mojó algo de pan. Estaba segura de que iba a repetir cuando terminase el primer plato. No podía haber nada más delicioso que aquella delicia. Tal vez preguntaba luego la receta, pero sabiendo cómo era, seguramente no lo haría al final.
El púrpura ojo de la ladrona se fijó entonces en una persona que había entrado en aquel lugar. Otro tipo encapuchado. Siguió a lo suyo durante unos segundos, pero entonces le vio acercarse junto al hombre caballo. La luchadora frunció el ceño y notó un leve temblor en la ceja. Esperaba que no fuese lo que ella pensaba. Continuó bebiendo de su botella ignorando a todo el mundo y después de unos segundos escuchó la voz de aquella persona. El caballo le estaba pidiendo si le importaba compartir la mesa. La ladrona fulminó con la mirada al mamífero, el cual dio unos cuantos pasos hacia atrás y tragó algo de saliva sin saber lo que hacer. La chica del parche finalmente asintió con la cabeza, pero sin decir ni una sola palabra. Era bastante callada cuando estaba centrada en sus cosas.
Ignoraría lo que pidiese la otra persona y ella seguiría comiendo despacio de su guiso. Pudo ver al caballo tomar nota a su ahora obligado compañero/a y después se retiró. La voz lo diría todo, cosa que ella mantendría por el momento en silencio. Volvió a coger un trozo de pan y lo cortó usando para ello sus dientes. Después mojó de nuevo en el caldo y se lo llevó a la boca. Se relamió despacio y justo en ese momento pudo ver a una especie de ardilla saltar hacia la mesa. Miró al pequeño animal con seriedad y se dio cuenta de que no era de nadie. Se había colado en la taberna y si lo encontraban lo echarían de mala gana. La luchadora estiró su mano y le acarició despacio la cabeza, para después colocar al pequeño roedor sobre sus piernas.
No tardó mucho en terminarse el plato y una vez lo hizo le dio un enorme trago a la botella. Cuando terminó de bebérsela también mordió el resto del pan hasta devorarlo. Acto seguido, Jade hizo una seña al camarero. El hombre caballo se acercó lo más rápido que pudo y esperó paciente la orden de la persona encapuchada. Ella simplemente alzó su voz usando un tono algo sádico para ello.
- Quiero repetir lo mismo.
El animal sonrió y después de asentir con la cabeza se retiró de nuevo a por más comida. La ladrona entonces continuó acariciando con una mano a la ardilla. Mantuvo su ojo cerrado y su capucha puesta sin prestar mucha atención a la persona que tenía frente a ella.
El púrpura ojo de la ladrona se fijó entonces en una persona que había entrado en aquel lugar. Otro tipo encapuchado. Siguió a lo suyo durante unos segundos, pero entonces le vio acercarse junto al hombre caballo. La luchadora frunció el ceño y notó un leve temblor en la ceja. Esperaba que no fuese lo que ella pensaba. Continuó bebiendo de su botella ignorando a todo el mundo y después de unos segundos escuchó la voz de aquella persona. El caballo le estaba pidiendo si le importaba compartir la mesa. La ladrona fulminó con la mirada al mamífero, el cual dio unos cuantos pasos hacia atrás y tragó algo de saliva sin saber lo que hacer. La chica del parche finalmente asintió con la cabeza, pero sin decir ni una sola palabra. Era bastante callada cuando estaba centrada en sus cosas.
Ignoraría lo que pidiese la otra persona y ella seguiría comiendo despacio de su guiso. Pudo ver al caballo tomar nota a su ahora obligado compañero/a y después se retiró. La voz lo diría todo, cosa que ella mantendría por el momento en silencio. Volvió a coger un trozo de pan y lo cortó usando para ello sus dientes. Después mojó de nuevo en el caldo y se lo llevó a la boca. Se relamió despacio y justo en ese momento pudo ver a una especie de ardilla saltar hacia la mesa. Miró al pequeño animal con seriedad y se dio cuenta de que no era de nadie. Se había colado en la taberna y si lo encontraban lo echarían de mala gana. La luchadora estiró su mano y le acarició despacio la cabeza, para después colocar al pequeño roedor sobre sus piernas.
No tardó mucho en terminarse el plato y una vez lo hizo le dio un enorme trago a la botella. Cuando terminó de bebérsela también mordió el resto del pan hasta devorarlo. Acto seguido, Jade hizo una seña al camarero. El hombre caballo se acercó lo más rápido que pudo y esperó paciente la orden de la persona encapuchada. Ella simplemente alzó su voz usando un tono algo sádico para ello.
- Quiero repetir lo mismo.
El animal sonrió y después de asentir con la cabeza se retiró de nuevo a por más comida. La ladrona entonces continuó acariciando con una mano a la ardilla. Mantuvo su ojo cerrado y su capucha puesta sin prestar mucha atención a la persona que tenía frente a ella.
Akira Yuki
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Una sonrisa enigmática se formó en su rostro por algunos segundos, para luego volver a su semblante estoico de siempre. El camarero se notaba a metros que estaba aterrorizado del otro... encapuchado. Por otro lado, no sabía si era hombre o mujer. Pese a que tenía el cabello largo, la capucha tapaba lo suficiente para evitar saber el sexo, así que lo dejaría como indeterminado. Sin decir palabra alguna, el joven se sentó y cruzó una pierna por encima de la otra, acomodándose en el asiento. Inspeccionó el menú por algunos segundos y asintió para sí mismo. Si bien no había una gran variedad, era lo suficientemente aceptable como para capear el hambre que tenía. Dejó el folleto a un lado y miró al aterrorizado camarero.
– Quiero un plato de carne con arroz y una ensalada de lechugas. Además de una limonada – demandó, pero con voz suave y a penas audible.
Rara vez solía levantar más de lo necesario su tono, después de todo. Por otro lado, Akira no pedía las cosas, las demandaba. Era muy orgulloso como para pedir por favor algo, por lo que esa era otra razón para mantenerse al margen del resto de las personas. Su comportamiento no era muy aceptado por lo demás, ahora que lo pensaba mejor. Sonaba algo borde, pero así era él. Suspiró un poco y se quedó esperando, logrando que un incómodo silencio se formara en esa mesa. El joven estaba tenso, pero no era por la otra persona. Desde que salió de la isla donde vivió toda su vida, que el joven estaba así. Ser perseguido por el gobierno lograba mantener a alguien alerta en todo momento, después de todo.
– Aquí tiene su pedido – le dijo el camarero, para luego dejarle los platillos en frente de él.
Akira simplemente asintió y empezó a comer, aunque pausó cuando oyó al otro encapuchado. Arqueó una ceja por algunos segundos, pero luego siguió como si nada. Gracias a la voz, ahora sabía que era una mujer... Aunque seguía sin interesarle del todo. Tan solo quería comer y largarse antes que los bastardos lo encontraran. En medio de su cena, notó como una ardilla se subía a su regazo. Si mal no recordaba, era la misma que se subió hace unos minutos... Y supuestamentte estaba con la mujer. Parpadeó un poco y se retiró la parte superior de la capucha, dejando a la vista las facciones faciales del joven. Sonrío suavemente y acarició suavemente el pelaje de la ardilla por algunos segundos, para luego tenderle el animal a la pelimorada que tenía en frente.
– Tuyo – dijo seriamente. Todo rastro de la sonrisa anterior había desaparecido.
En eso, un ruido en la entrada llamó su atención. Sus ojos se abrieron algo más de lo normal al ver que eran marines y rápidamente se volvió a poner la capucha. Observó como empezaron a preguntar en las mesas, hasta que llegaron a la mesa donde se encontraba.
– Disculpe que interrumpe su velada, pero quisiera preguntarles si han visto a este hombre – dijo uno de ellos mientras levantaba un cartel.
El semblante del joven no cambió, pese a que estaba viendo una foto perfecta suya. Cerró sus ojos por algunos segundos y le dio un trago a la limonada, para luego negar con la cabeza.
– Me temo que no, pero si alguna vez estuvo en esta isla, puede que ya se hubiera largado. Loguetown no era lo que era en antaño y, salvo su valor histórico, no hay nada que llame la atención – dijo el joven, sin cambiar su semblante por ningún segundo.
– Ya veo... en ese caso dejaré que continúen con si cita. Solo por si las dudas, avisen si ven a este hombre. Es un tipo muy peligroso y podría ser un daño para los civiles. Con permiso.
Los marines hicieron una reverencia y se marcharon del lugar. Internamente, Akira suspiró de alivio. Si hubieran sido más inteligentes, podrían haber demandado que se quitara la capucha, pero por suerte no parecían ser experimentados. No le dio importancia a ese comentario de que ambos encapuchados estaban en una cita, aunque tenía curiosidad por saber como supo que la otra era mujer. Al cabo de unos segundos, negó con la cabeza y siguió comiendo como si nada de lo de antes hubiera pasado. Sería mejor seguir con la capucha puesta por su seguridad... Al menos hasta que esos marines se marcharan de la isla. Por suerte, solo una persona vio su rostro, por lo que pudo pasar desapercibido. Eso si, mantendría su mirada en la pelimorada por el resto de su estadía en Loguetown. Si veía que iba a chivarse... Tendría que tomar medidas drásticas.
– Quiero un plato de carne con arroz y una ensalada de lechugas. Además de una limonada – demandó, pero con voz suave y a penas audible.
Rara vez solía levantar más de lo necesario su tono, después de todo. Por otro lado, Akira no pedía las cosas, las demandaba. Era muy orgulloso como para pedir por favor algo, por lo que esa era otra razón para mantenerse al margen del resto de las personas. Su comportamiento no era muy aceptado por lo demás, ahora que lo pensaba mejor. Sonaba algo borde, pero así era él. Suspiró un poco y se quedó esperando, logrando que un incómodo silencio se formara en esa mesa. El joven estaba tenso, pero no era por la otra persona. Desde que salió de la isla donde vivió toda su vida, que el joven estaba así. Ser perseguido por el gobierno lograba mantener a alguien alerta en todo momento, después de todo.
– Aquí tiene su pedido – le dijo el camarero, para luego dejarle los platillos en frente de él.
Akira simplemente asintió y empezó a comer, aunque pausó cuando oyó al otro encapuchado. Arqueó una ceja por algunos segundos, pero luego siguió como si nada. Gracias a la voz, ahora sabía que era una mujer... Aunque seguía sin interesarle del todo. Tan solo quería comer y largarse antes que los bastardos lo encontraran. En medio de su cena, notó como una ardilla se subía a su regazo. Si mal no recordaba, era la misma que se subió hace unos minutos... Y supuestamentte estaba con la mujer. Parpadeó un poco y se retiró la parte superior de la capucha, dejando a la vista las facciones faciales del joven. Sonrío suavemente y acarició suavemente el pelaje de la ardilla por algunos segundos, para luego tenderle el animal a la pelimorada que tenía en frente.
– Tuyo – dijo seriamente. Todo rastro de la sonrisa anterior había desaparecido.
En eso, un ruido en la entrada llamó su atención. Sus ojos se abrieron algo más de lo normal al ver que eran marines y rápidamente se volvió a poner la capucha. Observó como empezaron a preguntar en las mesas, hasta que llegaron a la mesa donde se encontraba.
– Disculpe que interrumpe su velada, pero quisiera preguntarles si han visto a este hombre – dijo uno de ellos mientras levantaba un cartel.
El semblante del joven no cambió, pese a que estaba viendo una foto perfecta suya. Cerró sus ojos por algunos segundos y le dio un trago a la limonada, para luego negar con la cabeza.
– Me temo que no, pero si alguna vez estuvo en esta isla, puede que ya se hubiera largado. Loguetown no era lo que era en antaño y, salvo su valor histórico, no hay nada que llame la atención – dijo el joven, sin cambiar su semblante por ningún segundo.
– Ya veo... en ese caso dejaré que continúen con si cita. Solo por si las dudas, avisen si ven a este hombre. Es un tipo muy peligroso y podría ser un daño para los civiles. Con permiso.
Los marines hicieron una reverencia y se marcharon del lugar. Internamente, Akira suspiró de alivio. Si hubieran sido más inteligentes, podrían haber demandado que se quitara la capucha, pero por suerte no parecían ser experimentados. No le dio importancia a ese comentario de que ambos encapuchados estaban en una cita, aunque tenía curiosidad por saber como supo que la otra era mujer. Al cabo de unos segundos, negó con la cabeza y siguió comiendo como si nada de lo de antes hubiera pasado. Sería mejor seguir con la capucha puesta por su seguridad... Al menos hasta que esos marines se marcharan de la isla. Por suerte, solo una persona vio su rostro, por lo que pudo pasar desapercibido. Eso si, mantendría su mirada en la pelimorada por el resto de su estadía en Loguetown. Si veía que iba a chivarse... Tendría que tomar medidas drásticas.
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El arroz con carne parecía buena decisión. Si no fuera porque no lo conocía de nada le habría quitado el plato y habría comido ella. Cuando de nuevo llegó lo que había pedido ella se puso a soplar de nuevo en su comida para que no estuviera muy caliente. Tras unos momentos se aseguró de que estuviese al punto justo y sin decir nada más empezó a comer de nuevo. No se cansaba de aquel estofado. Era demasiado rico y eso era algo que no hacía falta que jurase a los cuatro vientos. Se aseguró de pedir una cuchara más grande para meter más cantidad en su boca. A medida que pasaban los segundos el plato iba desapareciendo de nuevo. Hubo un momento en el que la ardilla se escapó a las piernas de la otra persona. Chasqueó la lengua por lo bajo y siguió a lo suyo despacio.
- No es mío. – Respondió de forma borde y mirándole mal.
No iba a consentir que ese idiota le hablase con esa seriedad y si debía estamparle la botella en la cabeza lo haría. Justo en ese momento entraron un par de marines. Ella misma se mantuvo con su capucha puesta para que no la reconocieran. Ya les daría la sorpresa en su momento, pero cuando vio el cartel no pudo evitar sonreír de forma siniestra. Se moría de ganas por señalar al culpable y echarse unas risas. De hecho, le miró a él a los ojos fijamente y mostró una sonrisa siniestra y enfermiza. Cuando los marines se hubieron ido no tardó en estirar su cuchara hacia su plato de arroz. Le cogió parte de él y se lo llevó a la boca. De hecho, le quitó el plato con confianza y se puso a comer de él. Ahora lo tenía contra las cuerdas y si se quejaba lo arrestaría junto a los dos pardillos que se habían ido.
- Parece que alguien está un poco puteado.
Jade se quitó la capucha entonces. Dejó sus cabellos caer a los lados de sus hombros y le miró fijamente de forma sádica. Mostraba sus dientes en todo momento y su ojo estaba exageradamente abierto. Su parche pudo verse totalmente y por debajo a un milímetro el final de una cicatriz. De esa forma daba a entender que su ojo no estaba o estaba dañado. Comió del plato de él frente a sus ojos y notó a la ardilla posarse en sus piernas de nuevo. Masticó un poco más y después de darle un trago a la botella le miró de nuevo.
- Este arroz está bueno, pero no te hablaré de eso. Si no quieres que esos marines te lleven preso y yo les ayude… Vas a tener que echarme una mano esta noche. Si todo sale bien saldrás de la isla con bastante dinero y no volverás a verme. Pero lamento decirte que ahora eres mi prisionero. – Su tono era bastante autoritario y aquella sonrisa enfermiza estaba todo el tiempo en su rostro.
Para no dejarle sin comer le cambió el plato y le ofreció el estofado. Ella no era escrupulosa, por lo que comía de su tenedor sin problema. Dejó algo de carne también y le devolvió el plato algo más vacío. Se limpió la boca con la servilleta y después volvió a mirarle de forma sádica. El chico no sabía con quién se había sentado al parecer. En sus brazos había algunos cortes recientes que mostraban algo de maltrato o de batalla, pero eso era cosa de ella. Bastante tenía con una visión reducida.
- Ayúdame a robarle a un miembro del gobierno mundial de la zona, llévate una buena suma y sé libre o elije la opción violenta. – Terminó de mencionar mientras continuaba mirándole fijamente con su único ojo.
La ardilla subió de sus piernas a su hombro derecho y se mantuvo allí arriba mientras miraba la situación sin entender mucho. Era un animal al fin y al cabo.
- No es mío. – Respondió de forma borde y mirándole mal.
No iba a consentir que ese idiota le hablase con esa seriedad y si debía estamparle la botella en la cabeza lo haría. Justo en ese momento entraron un par de marines. Ella misma se mantuvo con su capucha puesta para que no la reconocieran. Ya les daría la sorpresa en su momento, pero cuando vio el cartel no pudo evitar sonreír de forma siniestra. Se moría de ganas por señalar al culpable y echarse unas risas. De hecho, le miró a él a los ojos fijamente y mostró una sonrisa siniestra y enfermiza. Cuando los marines se hubieron ido no tardó en estirar su cuchara hacia su plato de arroz. Le cogió parte de él y se lo llevó a la boca. De hecho, le quitó el plato con confianza y se puso a comer de él. Ahora lo tenía contra las cuerdas y si se quejaba lo arrestaría junto a los dos pardillos que se habían ido.
- Parece que alguien está un poco puteado.
Jade se quitó la capucha entonces. Dejó sus cabellos caer a los lados de sus hombros y le miró fijamente de forma sádica. Mostraba sus dientes en todo momento y su ojo estaba exageradamente abierto. Su parche pudo verse totalmente y por debajo a un milímetro el final de una cicatriz. De esa forma daba a entender que su ojo no estaba o estaba dañado. Comió del plato de él frente a sus ojos y notó a la ardilla posarse en sus piernas de nuevo. Masticó un poco más y después de darle un trago a la botella le miró de nuevo.
- Este arroz está bueno, pero no te hablaré de eso. Si no quieres que esos marines te lleven preso y yo les ayude… Vas a tener que echarme una mano esta noche. Si todo sale bien saldrás de la isla con bastante dinero y no volverás a verme. Pero lamento decirte que ahora eres mi prisionero. – Su tono era bastante autoritario y aquella sonrisa enfermiza estaba todo el tiempo en su rostro.
Para no dejarle sin comer le cambió el plato y le ofreció el estofado. Ella no era escrupulosa, por lo que comía de su tenedor sin problema. Dejó algo de carne también y le devolvió el plato algo más vacío. Se limpió la boca con la servilleta y después volvió a mirarle de forma sádica. El chico no sabía con quién se había sentado al parecer. En sus brazos había algunos cortes recientes que mostraban algo de maltrato o de batalla, pero eso era cosa de ella. Bastante tenía con una visión reducida.
- Ayúdame a robarle a un miembro del gobierno mundial de la zona, llévate una buena suma y sé libre o elije la opción violenta. – Terminó de mencionar mientras continuaba mirándole fijamente con su único ojo.
La ardilla subió de sus piernas a su hombro derecho y se mantuvo allí arriba mientras miraba la situación sin entender mucho. Era un animal al fin y al cabo.
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Agudeza
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Su ceja tembló un poco al oír sus palabras. Apreció tener la capucha puesta en ese momento, ya que no se podía observar su frustración de forma visible. Bueno, Akira podía ser un orgulloso, pero incluso él admitía que fue culpa suya por haberse quitado la capucha. En su defensa, nunca creyó que el gobierno fueran tan desesperado como para perseguirlo desde el mar del Sur hacia el Este. Suspiró un poco y se dio cuenta que la mujer había desvelado sus facciones. Inconscientemente la analizó, como siempre lo hacía con cualquier persona que tenía a su alrededor. Cabello morado, al parecer ciega de un ojo y con una expresión muy sádica en su rostro. Cerró sus ojos por algunos instantes y luego se dispuso a comer, aparentando como si nada hubiera pasado. Por alguna razón, algo acerca de ella lo desconcertó, pero no pudo descifrar lo que era. De todas formas, no importaba mucho de momento. En eso, se dio cuenta que su plato no se encontraba delante de él. Una mueca casi imperceptible se formó en su rostro, para luego dirigirla una mirada a la mujer. Abrió la boca para decir algo, pero luego lo pensó mejor y decidió quedarse callado, de momento. Perfectamente ella podía chivarse y tendría que tomar medidas drásticas.
– No es que tenga otra opción, ¿no? – respondió a lo que dijo.
Tenía otra, de todas formas. Nada lo detenía con silenciarla a ella... No, aun si conocía su rostro, ella no tenía la culpa de nada. Si decidía ir a la ofensiva, tan solo tendría que acabar con esos dos marines y luego largarse de la isla, desapareciendo de su vida. No era como si ella fuera a perseguirlo por todos lados debido a que era un hombre buscado, o al menos eso pensaba. Por unos instantes su mirada se ensombreció un poco, pero luego volvió a la normalidad. Si bien estaba familiarizado con el asesinato, Akira prefería dejarlo como última alternativa. Pese a eso, su instinto de supervivencia superaba cualquier ética moral que pudiera tener. Su prioridad era él mismo, así que no le quedaría otra que hacer desaparecer a esos dos tipos. No iba a dejar que las últimas palabras de su hermana adoptiva fueran en vano, después de todo.
– Gracias – dijo, son simpleza, al ver que le tendía de su plato y restos de lo que él comió antes.
Akira podía ser muchas cosas, pero sabía cuando estar agradecido con alguien... Pese a que ella fue quien se lo quitó, en primera instancia. Se dispuso a comer, pero luego pausó un poco y optó primero con quitarse la capucha. La pelimorada ya conocía su rostro, así que no valía la pena seguir ocultándolo. Por otro lado, la mesa estaba lo suficientemente alejado para que nadie les prestara atención... Salvo el camarero de antes, pero algo le decía que él querría estar lo más alejado de su, ahora, forzada compañera.
– Mmm, ¿qué hacer? – murmuró para si mismo.
Ya tenía elegida la opción, pero quería hacer un poco de tiempo por... Ninguna razón en específica, la verdad. Simplemente al pelinegro le gustaba hacer todo lento para siempre elegir la mejor opción. Empezó a comer del plato y, en menos de cinco minutos, ya se había terminado todo. No quería que ella volviera a quitárselo, así que no le quedó otra. Tomó su limonada y se la bebió de una, para luego mirar tranquilamente a la mujer.
– Esta bien, acepto tus condiciones. Voy a ayudarte – finalmente accedió mientras se rascaba la cabeza, para luego cerrar los ojos por algunos segundos. – Akira Yuki, ese es mi nombre – dijo a modo de presentación.
Aparte, también le traería beneficios. Estaba empezando a aburrirse, por lo que esa petición vino en el mejor de los momentos. Además... ya estaba en la lista negra del gobierno, así que daba un poco igual si hacía cosas en contra de ellos.
– No es que importe mucho... ¿Pero que se supone que hace un miembro del gobierno por estos lados?
Loguetown fue reconstruido recientemente, después de todo. ¿Tanta afán tenían por apoderarse de la isla nuevamente? Akira suspiró un poco y negó con la cabeza. Al fin y al cabo, no importaba. Terminaría con eso rápido, para luego marcharse de una buena vez...
– No es que tenga otra opción, ¿no? – respondió a lo que dijo.
Tenía otra, de todas formas. Nada lo detenía con silenciarla a ella... No, aun si conocía su rostro, ella no tenía la culpa de nada. Si decidía ir a la ofensiva, tan solo tendría que acabar con esos dos marines y luego largarse de la isla, desapareciendo de su vida. No era como si ella fuera a perseguirlo por todos lados debido a que era un hombre buscado, o al menos eso pensaba. Por unos instantes su mirada se ensombreció un poco, pero luego volvió a la normalidad. Si bien estaba familiarizado con el asesinato, Akira prefería dejarlo como última alternativa. Pese a eso, su instinto de supervivencia superaba cualquier ética moral que pudiera tener. Su prioridad era él mismo, así que no le quedaría otra que hacer desaparecer a esos dos tipos. No iba a dejar que las últimas palabras de su hermana adoptiva fueran en vano, después de todo.
– Gracias – dijo, son simpleza, al ver que le tendía de su plato y restos de lo que él comió antes.
Akira podía ser muchas cosas, pero sabía cuando estar agradecido con alguien... Pese a que ella fue quien se lo quitó, en primera instancia. Se dispuso a comer, pero luego pausó un poco y optó primero con quitarse la capucha. La pelimorada ya conocía su rostro, así que no valía la pena seguir ocultándolo. Por otro lado, la mesa estaba lo suficientemente alejado para que nadie les prestara atención... Salvo el camarero de antes, pero algo le decía que él querría estar lo más alejado de su, ahora, forzada compañera.
– Mmm, ¿qué hacer? – murmuró para si mismo.
Ya tenía elegida la opción, pero quería hacer un poco de tiempo por... Ninguna razón en específica, la verdad. Simplemente al pelinegro le gustaba hacer todo lento para siempre elegir la mejor opción. Empezó a comer del plato y, en menos de cinco minutos, ya se había terminado todo. No quería que ella volviera a quitárselo, así que no le quedó otra. Tomó su limonada y se la bebió de una, para luego mirar tranquilamente a la mujer.
– Esta bien, acepto tus condiciones. Voy a ayudarte – finalmente accedió mientras se rascaba la cabeza, para luego cerrar los ojos por algunos segundos. – Akira Yuki, ese es mi nombre – dijo a modo de presentación.
Aparte, también le traería beneficios. Estaba empezando a aburrirse, por lo que esa petición vino en el mejor de los momentos. Además... ya estaba en la lista negra del gobierno, así que daba un poco igual si hacía cosas en contra de ellos.
– No es que importe mucho... ¿Pero que se supone que hace un miembro del gobierno por estos lados?
Loguetown fue reconstruido recientemente, después de todo. ¿Tanta afán tenían por apoderarse de la isla nuevamente? Akira suspiró un poco y negó con la cabeza. Al fin y al cabo, no importaba. Terminaría con eso rápido, para luego marcharse de una buena vez...
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Al ver que accedía no tardó mucho en coger un palillo para los dientes. Se lo pasó despacio por las muelas y demás para retirar los restos de arroz y demás. Una vez escuchó que todo estaba bien le miró con una sonrisa siniestra. Antes de nada pudo ver a un tipo acercarse a ellos. Típico borracho de bar. Era calvo, de ojos grandes y con una botella en la mano. Habría reconocido al moreno y ahora parecía dispuesto a echar la charla. Cuando llegó la chica del cabello morado lo miró de forma calmada. El tipo alzó su botella de forma amenazante y después de unos momentos comenzó a hablar de forma amenazadora, pero se notaba que estaba en un estado ebrio.
- Tú vales dinero… ¡Ven conmigo o te rajo! – Gritó con un tono de enfado.
Jade sonrió relamiéndose y no tardó en golpear la mesa desde abajo con el pie. Todas las cosas saltaron hacia arriba y eso fue suficiente para distraer al borracho. Cuando se dio cuenta, la chica estaba en pie. Tomó el brazo de aquel idiota y de un movimiento similar a una llave de kendo lo lanzó de forma violenta contra el suelo. Pegó un salto y en pleno aire giró su cuerpo hasta realizar una especie de pirueta. Impactó su bota contra la cabeza de aquel imbécil y lo dejó en fuera de juego. Los ojos del calvo quedaron en blanco. Jade aterrizó de pie sobre la silla y después de aquello colocó su pie en el pecho de su víctima.
- Ahora él trabaja para mí. Quién tiene problemas con mis subordinados… ¡Los tiene conmigo! – Gritó alzando la voz y mostrando una expresión sádica.
El bar entero se silenció ante la ira de la chica del parche. Tras unos segundos ella decidió dejar el dinero en la barra ante los ojos del hombre caballo. Pagó también lo del moreno y después le hizo un gesto para que salieran por la puerta de atrás. Ya en la calle se colocó de nuevo la capucha y acarició la ardilla que tenía en su hombro. Había memorizado el nombre del chico y su pregunta, por lo que se puso a responderle a medida que andaba con un tono ya más serio.
- Jade B. Silverwing es mi nombre. El objetivo es una estatua de un mono, está hecha totalmente de diamante y muy frágil por ello. El miembro del gobierno la robó a un mercenario jubilado de ochenta años, por lo que me pidió recuperarla. Este hombre tiene alquilada una casa cerca de la plaza de ejecución. Según tengo entendido hay tres hombres más con él.
Una vez terminó continuó hablando escuchando algo de jaleo en la taberna. Los marines habrían ido a ver lo que sucedía, pero ellos ya se habían largado de la zona, por lo que no tenían nada que ver. Ella mantuvo su mirada al frente rumbo a la plaza. Debían llegar cuanto antes para ponerse manos a la obra. Deberían ser sigilosos en todo momento. Ella soltó un pequeño suspiro y después notó ciertas gotas de agua caer. Miró hacia arriba y se mantuvo relajada. Aquello podía complicar un poco las cosas. Se relamió despacio y después de eso metió ambas manos en los bolsillos.
- Tengo una lancha en la zona Oeste de la isla. En cuanto tengamos el botín debemos huir hacia allí, por lo que espero que seas rápido. – Continuó diciendo mientras cerraba los ojos despacio y notaba las gotas en su cabello. – Pero te esperaré, yo siempre cuido de mis soldados. – Dijo autoproclamándose la líder.
- Tú vales dinero… ¡Ven conmigo o te rajo! – Gritó con un tono de enfado.
Jade sonrió relamiéndose y no tardó en golpear la mesa desde abajo con el pie. Todas las cosas saltaron hacia arriba y eso fue suficiente para distraer al borracho. Cuando se dio cuenta, la chica estaba en pie. Tomó el brazo de aquel idiota y de un movimiento similar a una llave de kendo lo lanzó de forma violenta contra el suelo. Pegó un salto y en pleno aire giró su cuerpo hasta realizar una especie de pirueta. Impactó su bota contra la cabeza de aquel imbécil y lo dejó en fuera de juego. Los ojos del calvo quedaron en blanco. Jade aterrizó de pie sobre la silla y después de aquello colocó su pie en el pecho de su víctima.
- Ahora él trabaja para mí. Quién tiene problemas con mis subordinados… ¡Los tiene conmigo! – Gritó alzando la voz y mostrando una expresión sádica.
El bar entero se silenció ante la ira de la chica del parche. Tras unos segundos ella decidió dejar el dinero en la barra ante los ojos del hombre caballo. Pagó también lo del moreno y después le hizo un gesto para que salieran por la puerta de atrás. Ya en la calle se colocó de nuevo la capucha y acarició la ardilla que tenía en su hombro. Había memorizado el nombre del chico y su pregunta, por lo que se puso a responderle a medida que andaba con un tono ya más serio.
- Jade B. Silverwing es mi nombre. El objetivo es una estatua de un mono, está hecha totalmente de diamante y muy frágil por ello. El miembro del gobierno la robó a un mercenario jubilado de ochenta años, por lo que me pidió recuperarla. Este hombre tiene alquilada una casa cerca de la plaza de ejecución. Según tengo entendido hay tres hombres más con él.
Una vez terminó continuó hablando escuchando algo de jaleo en la taberna. Los marines habrían ido a ver lo que sucedía, pero ellos ya se habían largado de la zona, por lo que no tenían nada que ver. Ella mantuvo su mirada al frente rumbo a la plaza. Debían llegar cuanto antes para ponerse manos a la obra. Deberían ser sigilosos en todo momento. Ella soltó un pequeño suspiro y después notó ciertas gotas de agua caer. Miró hacia arriba y se mantuvo relajada. Aquello podía complicar un poco las cosas. Se relamió despacio y después de eso metió ambas manos en los bolsillos.
- Tengo una lancha en la zona Oeste de la isla. En cuanto tengamos el botín debemos huir hacia allí, por lo que espero que seas rápido. – Continuó diciendo mientras cerraba los ojos despacio y notaba las gotas en su cabello. – Pero te esperaré, yo siempre cuido de mis soldados. – Dijo autoproclamándose la líder.
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Su instinto de supervivencia estaba a tope, por lo que vio al borracho desde antes que la pelimorada se diera cuenta. Entrecerró sus ojos al escuchar las palabras del hombre, al tiempo que pensaba en como resolverla situación. Dejarlo inconsciente era la opción más viable, pero hacer eso... No, ya daba igual. Aquel grito alertó a todos los que se encontraban allí, pero Akira rápidamente se volvió a colocar la capucha antes que alguien más se fijara en sus rasgos faciales. Por unos instantes, consideró en usar las espadas que tenía ocultas debajo de su capa para silenciar al tipo, pero la pelimorada actúo antes que pudiera considerar seriamente esa opción. Sus ojos se abrieron un poco más de lo normal al ver como, literalmente, aplastaba al calvo contra el suelo. Pese a la sorpresa que le provocó eso, igualmente pudo analizar bien lo que hizo. A juzgar por lo que vio, evidentemente la joven era una luchadora o, al menos, tenía algo de conocimiento acerca de las artes marciales. El mismo conocía algo, pero solo lo básico en caso de que quedara sin sus armas y tuviera que pelear mientras trataba de recuperarlas.
"Pero... ¿por qué hizo eso?" No lo entendía, ¿qué ganaba ella con defenderlo? Hasta hace solo unos minutos atrás, consideró seriamente en chivarse y decirle a los marines donde se encontraba él. Ahora, la mujer públicamente lo ayudó. Su mente trabajaba rápidamente para encontrarle una explicación a ello, pero siempre llegaba a lo mismo. Akira tenía problemas de confianza, aunque era de esperarse. Luego de la traición sufrida a manos del hombre al cual consideró como un padre, el pelinegro no confiaba en nadie. Cerró con fuerzas sus puños y sus ojos se tornaron rojizos por algunos segundos, pero luego volvió a la normalidad. No, no dejaría que su odio volviera a consumirlo. Costó mucho superarlo la primera vez, y Akira no estaba seguro si lo lograría una segunda.
Distraídamente siguió a la mujer hacia las afueras del bar, aún pensando en lo que había sucedido. Al final, terminó gruñendo un poco al no encontrar una explicación clara del por qué de su actitud. Abrió la boca para decir algo, pero en eso escuchó su nombre y lo que planeaba robar.
– Jade... – susurró suavemente, probando el nombre en sus labios. Se estremeció, sin razón aparente, y dejó el tema de lado.
Silverwing... De alguna forma, el apellido le resultaba familiar. Pensó en eso algunos segundos, para luego negar con la cabeza. Quizá fue algo que vio de pasada y por eso no conseguía recordar donde había escuchado el apellido. De todas formas, eso era lo de menos. Cerró sus ojos por algunos segundos y tomó una bocanada de aire, al tiempo que sentía algunas gotas golpear su capucha. Frunció un poco el ceño y miró hacia arriba. Normalmente le gustaba la lluvia, pero podría resultar desventajoso si se armaba una pelea.
– Espera – intentó tomar con suavemente su brazo mientras caminaban hacia su destino, pero al mínimo contacto se separó por alguna razón, como si algo le hubiera dado corriente. Miró fijamente su mano, sin entender lo que había pasado. Segundos después, negó con la cabeza y miró tranquilamente a Jade, sin intentar tocarla nuevamente. – ¿Por qué me defendiste en el bar? Y lo de ahora... Antes estuviste a punto de delatarme si no accedía, pero ahora es como si fuera todo lo contrario. Aparte... tu mismo dijiste que no nos volveríamos a ver las caras. Entonces... ¿Por qué lo hiciste?
Realmente le estaba costando entender y, por más vueltas que le daba, no lograba llegar a una conclusión en concreta, por lo que no quedó otra opción mas que preguntar. Ya estaban cerca de llegar a su destino, pero Akira esperaba pacientemente su respuesta... En caso que la dijera, eso si.
"Pero... ¿por qué hizo eso?" No lo entendía, ¿qué ganaba ella con defenderlo? Hasta hace solo unos minutos atrás, consideró seriamente en chivarse y decirle a los marines donde se encontraba él. Ahora, la mujer públicamente lo ayudó. Su mente trabajaba rápidamente para encontrarle una explicación a ello, pero siempre llegaba a lo mismo. Akira tenía problemas de confianza, aunque era de esperarse. Luego de la traición sufrida a manos del hombre al cual consideró como un padre, el pelinegro no confiaba en nadie. Cerró con fuerzas sus puños y sus ojos se tornaron rojizos por algunos segundos, pero luego volvió a la normalidad. No, no dejaría que su odio volviera a consumirlo. Costó mucho superarlo la primera vez, y Akira no estaba seguro si lo lograría una segunda.
Distraídamente siguió a la mujer hacia las afueras del bar, aún pensando en lo que había sucedido. Al final, terminó gruñendo un poco al no encontrar una explicación clara del por qué de su actitud. Abrió la boca para decir algo, pero en eso escuchó su nombre y lo que planeaba robar.
– Jade... – susurró suavemente, probando el nombre en sus labios. Se estremeció, sin razón aparente, y dejó el tema de lado.
Silverwing... De alguna forma, el apellido le resultaba familiar. Pensó en eso algunos segundos, para luego negar con la cabeza. Quizá fue algo que vio de pasada y por eso no conseguía recordar donde había escuchado el apellido. De todas formas, eso era lo de menos. Cerró sus ojos por algunos segundos y tomó una bocanada de aire, al tiempo que sentía algunas gotas golpear su capucha. Frunció un poco el ceño y miró hacia arriba. Normalmente le gustaba la lluvia, pero podría resultar desventajoso si se armaba una pelea.
– Espera – intentó tomar con suavemente su brazo mientras caminaban hacia su destino, pero al mínimo contacto se separó por alguna razón, como si algo le hubiera dado corriente. Miró fijamente su mano, sin entender lo que había pasado. Segundos después, negó con la cabeza y miró tranquilamente a Jade, sin intentar tocarla nuevamente. – ¿Por qué me defendiste en el bar? Y lo de ahora... Antes estuviste a punto de delatarme si no accedía, pero ahora es como si fuera todo lo contrario. Aparte... tu mismo dijiste que no nos volveríamos a ver las caras. Entonces... ¿Por qué lo hiciste?
Realmente le estaba costando entender y, por más vueltas que le daba, no lograba llegar a una conclusión en concreta, por lo que no quedó otra opción mas que preguntar. Ya estaban cerca de llegar a su destino, pero Akira esperaba pacientemente su respuesta... En caso que la dijera, eso si.
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La joven continuaba caminando bajo la lluvia, viendo ya con su ojo derecho la enorme plaza y el pequeño edificio donde debía estar su objetivo. Soltó un pequeño suspiro y después de aquello notó un leve contacto en su brazo. Su ceño se frunció de forma notoria, pero después negó con la cabeza. Era un aliado, un aliado… No parecía un machista ni un pervertido, no podía ir juzgando así. Le daría una oportunidad de confiar en él. Le sorprendió lo rápido que apartó la mano. Tal vez debía poseer aquello que llamaban mantra y supo que no le hizo gracia. Vio cómo se miraba la mano y después se miró a sí misma. No tenía ninguna enfermedad rara en la piel y por ello lo fulminó con la mirada unos momentos. Estúpido. Chasqueó la lengua sin darle mucha importancia y después de unos segundos escuchó su pregunta. Ella cerró su ojo despacio y se giró hacia él.
- Accediste a ayudarme, por lo que eso automáticamente te hizo mi compañero en este trabajo. No sé como ves tú la vida, pero yo a mis subordinados, compañeros u aliados los protejo con mi vida si hace falta. Ellos me están ayudando, es justo que yo haga lo mismo. – Un rayo iluminó el cielo y su ojo brilló en un tono rojizo debido al contraste de la luz. Después de eso le dio la espalda. – No tengo ninguna enfermedad en la piel, tan solo visión reducida. Tampoco me gusta que me toquen mucho, pero no se te va a caer la mano. – Terminó de decir con una voz seria y fría como el hielo.
La luchadora continuó caminando despacio por la zona hasta ver el edificio de frente. Entonces vio un pequeño callejón y fue hacia él. En cuanto estuvo dentro se sentó y pegó la espalda a la pared. Después de eso cogió a la ardilla y empezó a darle mimos muy suavemente. Acariciaba su cabeza, rascaba su espalda y la miraba despacio procurando darle todos los cuidados posibles sin hacerle daño.
- Esperaremos aquí hasta las tres y media de la mañana. No me arriesgaré a que estén todos despiertos. Y respecto a lo de antes, en cuando tengas tu parte yo me largaré a continuar mi trabajo. Puede que por el momento sea una simple ladrona… Pero algún día cumpliré mi objetivo y seré una de los cuatro emperadores del mar. Hasta entonces continuaré mi viaje sola, afrontando todo a mi paso. Sé que es una vida dura y que puede que no dure mucho, pero ya nada puede hacerme más daño del que he soportado toda mi vida. – Mencionó mirándole con frialdad y con su único ojo. Lo cerró a cabo de unos momentos y después de eso se cruzó de brazos notando la lluvia caer sobre ella. – Lograré una tripulación con la que estar a gusto y la cual proteger con todo. Aunque espero que no deseen compasión, amabilidad, palabras bonitas… Eso no va conmigo. – Terminó entonces su pequeña conversación mientras alzaba la vista hacia el cielo.
Algunas gotas cayeron en su rostro y no le importó nada. Desde pequeña estuvo sola y siempre de mal humor. Sin amigos, sin nadie que la pudiese aguantar y por supuesto, viendo a su padre muy pocas veces, hasta que fue asesinado. Apretó su puño derecho y con la mano izquierda continuó acariciando despacio a la ardilla. Le daba todos los mimos posibles. El animal parecía encontrarse muy cómodo con la luchadora, la cual ahora mantenía su mirada seria en el cielo. De repente clavó su orbe en el chico de cabellos oscuros y después se mostró fría, seria y sin debilidades. Parecía que el mundo la había convertido en alguien cruel. Ella siempre pudo ver la verdadera maldad de las personas.
- En fin, supongo que te doy las gracias por la ayuda. Espero que el dinero sea suficiente para dejarte buen sabor de boca por las molestias. – Mencionó mientras continuaba acariciando a su pequeño mamífero.
Un nuevo rayo iluminó el cielo y ella simplemente se mantuvo callada. No se veía muy sociable, más bien todo lo contrario. Ella misma sabía lo difícil que le iba a ser encontrar una tripulación en la que poder confiar. Se acarició la zona del parche despacio y soltó un pequeño quejido de dolor. Cuando el tiempo cambiaba tan bruscamente le dolía. Miró a otro lado ocultando ese pequeño suceso y simplemente frunció el ceño.
- Accediste a ayudarme, por lo que eso automáticamente te hizo mi compañero en este trabajo. No sé como ves tú la vida, pero yo a mis subordinados, compañeros u aliados los protejo con mi vida si hace falta. Ellos me están ayudando, es justo que yo haga lo mismo. – Un rayo iluminó el cielo y su ojo brilló en un tono rojizo debido al contraste de la luz. Después de eso le dio la espalda. – No tengo ninguna enfermedad en la piel, tan solo visión reducida. Tampoco me gusta que me toquen mucho, pero no se te va a caer la mano. – Terminó de decir con una voz seria y fría como el hielo.
La luchadora continuó caminando despacio por la zona hasta ver el edificio de frente. Entonces vio un pequeño callejón y fue hacia él. En cuanto estuvo dentro se sentó y pegó la espalda a la pared. Después de eso cogió a la ardilla y empezó a darle mimos muy suavemente. Acariciaba su cabeza, rascaba su espalda y la miraba despacio procurando darle todos los cuidados posibles sin hacerle daño.
- Esperaremos aquí hasta las tres y media de la mañana. No me arriesgaré a que estén todos despiertos. Y respecto a lo de antes, en cuando tengas tu parte yo me largaré a continuar mi trabajo. Puede que por el momento sea una simple ladrona… Pero algún día cumpliré mi objetivo y seré una de los cuatro emperadores del mar. Hasta entonces continuaré mi viaje sola, afrontando todo a mi paso. Sé que es una vida dura y que puede que no dure mucho, pero ya nada puede hacerme más daño del que he soportado toda mi vida. – Mencionó mirándole con frialdad y con su único ojo. Lo cerró a cabo de unos momentos y después de eso se cruzó de brazos notando la lluvia caer sobre ella. – Lograré una tripulación con la que estar a gusto y la cual proteger con todo. Aunque espero que no deseen compasión, amabilidad, palabras bonitas… Eso no va conmigo. – Terminó entonces su pequeña conversación mientras alzaba la vista hacia el cielo.
Algunas gotas cayeron en su rostro y no le importó nada. Desde pequeña estuvo sola y siempre de mal humor. Sin amigos, sin nadie que la pudiese aguantar y por supuesto, viendo a su padre muy pocas veces, hasta que fue asesinado. Apretó su puño derecho y con la mano izquierda continuó acariciando despacio a la ardilla. Le daba todos los mimos posibles. El animal parecía encontrarse muy cómodo con la luchadora, la cual ahora mantenía su mirada seria en el cielo. De repente clavó su orbe en el chico de cabellos oscuros y después se mostró fría, seria y sin debilidades. Parecía que el mundo la había convertido en alguien cruel. Ella siempre pudo ver la verdadera maldad de las personas.
- En fin, supongo que te doy las gracias por la ayuda. Espero que el dinero sea suficiente para dejarte buen sabor de boca por las molestias. – Mencionó mientras continuaba acariciando a su pequeño mamífero.
Un nuevo rayo iluminó el cielo y ella simplemente se mantuvo callada. No se veía muy sociable, más bien todo lo contrario. Ella misma sabía lo difícil que le iba a ser encontrar una tripulación en la que poder confiar. Se acarició la zona del parche despacio y soltó un pequeño quejido de dolor. Cuando el tiempo cambiaba tan bruscamente le dolía. Miró a otro lado ocultando ese pequeño suceso y simplemente frunció el ceño.
Akira Yuki
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Precisión
Intelecto
Agudeza
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Escuchó su respuesta en relación a la pregunta que le hizo y no pudo evitar cerrar sus ojos por unos pocos segundos. Quitando el comentario acerca de su piel, el joven se mostró reflexivo. Antes tenía interés por su personalidad, pero ahora era mucho más. Akira era una persona así por naturaleza y no descansaba hasta satisfacer su curiosidad, aun si corría peligros para lograrlo. ¿Cómo veía el lavida? El pelinegro no pudo evitar reír hueca y amargamente debido a eso. La verdadera pregunta era, ¿algún día podría volver a tener una opinión acerca de eso? Las palabras de su fallecida hermana resonaban en su mente y no pudo evitar sonreír un poco. Según ella, él era una persona extraña. Si odiaba, no descansaba hasta satisfacer su sed de sangre. Si amaba, cualquier tipo de amor... La cosa era distinta. Como no podía formar una opinión acerca de si misma, debía contentarse con lo de las otras personas. Según su madre, hermana y... ese bastardo; Akira era una persona muy protectora, cariñosa y mimosa con las personas que recibieran ese sentimiento por parte de él. Quitando las dos últimas, el pelinegro podía simpatizar con la pelimorada. El también protegía a los suyos, aunque no se lo pidieran. Simplemente, Akira Yuki era ese tipo de persona.
Siguieron caminando y se metieron por un callejón. La lluvia seguía cayendo, pero eso era lo de menos. Le gustaba sentir el agua en su cuerpo, después de todo. Vio que Jade se sentaba, apoyando su espalda en la pared, mientras le hacía cariño a la ardilla. Akira se encogió de hombros y se apoyó en la pared de frente a la della, pero él estaba parado. Cerró sus ojos, con la intención de descansar, pero la pelimorada siguió con su monólogo... Bueno, no lo era. Akira estaba escuchando atentamente a sus palabras, visiblemente interesado. Pese a que visiblemente no mostraba emoción alguna, por dentro era lo contrario. "Una ambiciosa, ¿eh?[/i], pensó. Cada palabra que decía, hacía que su curiosidad por la mujer aumentara. Pese a que se mostraba fría inicialmente, había algo que llamó su atención. No conseguía descifrar lo que era, sin embargo.
– Ya veo – respondió, con simpleza, en primera instancia. Abrió sus ojos y miró fijamente a Jade. – Lo del dinero me da igual. Solo lo hago porque quise, puesto que lo material me tiene sin cuidado... Tampoco me provoca molestias – reveló con honestidad.
Y era la verdad. Antes de ese encuentro fortuito, el joven tan solo huía del gobierno. Al principio lo mantenía ocupado, pero luego se volvió monótona. Lo sucedido prendió una chispa que creía perdida, aunque de momento no sabía si era malo o bueno. ¿Era esa vida la que quería? ¿Vivir huyendo hasta que muriera o fuera capturado? Inconscientemente cerró sus puños, al tiempo que se quitaba la capucha. Un trueno iluminó el cielo, revelando sus facciones faciales perfectamente en medio de la oscuridad... Y sus ojos, ahora de un colo rojo sangre, estaba clavados en ella. Ya no estaban tan fríos como antes, y sus orbes solo revelaban curiosidad y una pizca de simpatía.
– ¿Así que el ojo te duele? – preguntó, ladeando su cabeza. Sin esperar respuesta, se acercó hacia ella y se colocó a espaldas de ella. Si bien no tenía conocimientos médicos, había algo que podía hacer. Siempre lo hacía con su hermana, y servía mucho para relajar. – No te muevas... por favor – agregó eso con algo de duda. Pocas veces pedía algo así, después de todo.
Llevó sus manos a sus hombros, ignorando la misma sensación de antes cuando intentó tocarle el brazo, y empezó a masajear suavemente esa zona y su espalda. Tenía dos objetivos con eso: desviar su atención del dolor y relajarla hasta que fuera hora de empezar con el plan... y mantenerse ocupado por el rato.
– Personalmente, creo que lo vas a lograr – soltó, sin ninguna pizca de falsedad en sus palabras. Akira era una persona sincera, después de todo. – Eres ambiciosa y tu personalidad es interesante, y las personas así siempre terminan llegando a lo más alto... Más los que tienen un pasado trágico – cerró sus ojos por algunos segundos y rió huecamente. – Al menos, tienes un objetivo que te impulse hacia adelante. Yo solo vivo mi vida huyendo del gobierno, y así será hasta que muera o terminen capturando. Portar el apellido Surfer, hace que la gente inconscientemente se aleje o te den miradas de miedo... Pero lo prefiero así. Estar solo es adecuado para una persona sin ambición o metas personales, como lo soy yo.
Sabía muy bien que había revelado su segundo apellido, pero poco le importaba. Akira sería una persona estereotipada para toda la vida, y todo por las acciones del hombre más buscado del mundo. Un trueno volvió a iluminar el cielo, y el pelinegro tenía sus ojos rojos puestos en la pelimorada. Seguía masajeando sus hombros y espalda, sabiendo muy bien que a ella no le gustaba mucho el contacto, pero bueno. Ya afrontaría las consecuencias luego...
Siguieron caminando y se metieron por un callejón. La lluvia seguía cayendo, pero eso era lo de menos. Le gustaba sentir el agua en su cuerpo, después de todo. Vio que Jade se sentaba, apoyando su espalda en la pared, mientras le hacía cariño a la ardilla. Akira se encogió de hombros y se apoyó en la pared de frente a la della, pero él estaba parado. Cerró sus ojos, con la intención de descansar, pero la pelimorada siguió con su monólogo... Bueno, no lo era. Akira estaba escuchando atentamente a sus palabras, visiblemente interesado. Pese a que visiblemente no mostraba emoción alguna, por dentro era lo contrario. "Una ambiciosa, ¿eh?[/i], pensó. Cada palabra que decía, hacía que su curiosidad por la mujer aumentara. Pese a que se mostraba fría inicialmente, había algo que llamó su atención. No conseguía descifrar lo que era, sin embargo.
– Ya veo – respondió, con simpleza, en primera instancia. Abrió sus ojos y miró fijamente a Jade. – Lo del dinero me da igual. Solo lo hago porque quise, puesto que lo material me tiene sin cuidado... Tampoco me provoca molestias – reveló con honestidad.
Y era la verdad. Antes de ese encuentro fortuito, el joven tan solo huía del gobierno. Al principio lo mantenía ocupado, pero luego se volvió monótona. Lo sucedido prendió una chispa que creía perdida, aunque de momento no sabía si era malo o bueno. ¿Era esa vida la que quería? ¿Vivir huyendo hasta que muriera o fuera capturado? Inconscientemente cerró sus puños, al tiempo que se quitaba la capucha. Un trueno iluminó el cielo, revelando sus facciones faciales perfectamente en medio de la oscuridad... Y sus ojos, ahora de un colo rojo sangre, estaba clavados en ella. Ya no estaban tan fríos como antes, y sus orbes solo revelaban curiosidad y una pizca de simpatía.
– ¿Así que el ojo te duele? – preguntó, ladeando su cabeza. Sin esperar respuesta, se acercó hacia ella y se colocó a espaldas de ella. Si bien no tenía conocimientos médicos, había algo que podía hacer. Siempre lo hacía con su hermana, y servía mucho para relajar. – No te muevas... por favor – agregó eso con algo de duda. Pocas veces pedía algo así, después de todo.
Llevó sus manos a sus hombros, ignorando la misma sensación de antes cuando intentó tocarle el brazo, y empezó a masajear suavemente esa zona y su espalda. Tenía dos objetivos con eso: desviar su atención del dolor y relajarla hasta que fuera hora de empezar con el plan... y mantenerse ocupado por el rato.
– Personalmente, creo que lo vas a lograr – soltó, sin ninguna pizca de falsedad en sus palabras. Akira era una persona sincera, después de todo. – Eres ambiciosa y tu personalidad es interesante, y las personas así siempre terminan llegando a lo más alto... Más los que tienen un pasado trágico – cerró sus ojos por algunos segundos y rió huecamente. – Al menos, tienes un objetivo que te impulse hacia adelante. Yo solo vivo mi vida huyendo del gobierno, y así será hasta que muera o terminen capturando. Portar el apellido Surfer, hace que la gente inconscientemente se aleje o te den miradas de miedo... Pero lo prefiero así. Estar solo es adecuado para una persona sin ambición o metas personales, como lo soy yo.
Sabía muy bien que había revelado su segundo apellido, pero poco le importaba. Akira sería una persona estereotipada para toda la vida, y todo por las acciones del hombre más buscado del mundo. Un trueno volvió a iluminar el cielo, y el pelinegro tenía sus ojos rojos puestos en la pelimorada. Seguía masajeando sus hombros y espalda, sabiendo muy bien que a ella no le gustaba mucho el contacto, pero bueno. Ya afrontaría las consecuencias luego...
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Jade agachó la cabeza y asintió cuando dijo lo de que si le dolía el ojo. En días lluviosos la irritación era pesada, pero incluso alguien como ella había podido contener aquel dolor con el paso del tiempo. Le sorprendió cuando él dijo aquellas palabras. Si el dinero no le interesaba podría quedarse con su parte entonces. Pero aquello de que lo hizo por que quiso la tenía confusa. Le había amenazado con delatarle y aun así había accedido a ir con ella. Sus ojos tenían un bonito color, pues el ojo mostraba una especie de aura intimidatoria, la cual no funcionaba con ella. El tono de la sangre siempre era hermoso a fin de cuentas. Cerró su ojo unos segundos y se mantuvo callada en todo momento mientras la lluvia caía en su cuerpo. Estaba ya bastante mojada, en las ropas, claro.
Abrió de nuevo su orbe y se dio cuenta de que ya no estaba. Aquello la hizo alzar una ceja y entonces notó la presión en sus hombros. Las venas de su frente se marcaron de forma exagerada debido al enfado. Estuvo a punto de girarse y golpearle, pero escuchó sus palabras y se mantuvo quieta. Estaba haciéndolo por encima de la ropa, por lo que no debía de haber problema raro. Se dejó entonces y continuó mirando al frente. Lo de su apellido la hizo ladear la cabeza. Todo el mundo conocía al asesino en serie, Vader. Si eran familia debían ser lejanos, pues no eran muy iguales por lo que veía, al menos en mentalidad. Tras escucharle terminar no pudo evitar fruncir el ceño. Se quedó callada y continuó dejándose masajear. La verdad, desconocía lo que era un masaje. Le estaba gustando bastante, eso debía de admitirlo. De hecho, soltó un pequeño quejido de gusto y eso la hizo negar y volver a su faceta seria. No podía darse ese tipo de lujos.
- Vivir sin ambiciones no es vivir. Sin ellas eres solo un mero observador de un mundo de mierda… Akira Surfer. Yo misma soy la hermana pequeña de un marine bastante poderoso y legal, pero no sabe en el antro en el que vive… Igualmente, dejando aparte los temas familiares… No puedo permitir eso.
Su tono fue bastante serio. La joven entonces tras unos momentos de masaje se dio la vuelta y colocó su mano en el hombro de él. Al estar pegados a la pared, él quedaría sentado y acorralado y ella de rodillas frente a él. Su ojo se clavó en los suyos y lo miró de una forma bastante sádica. Su sonrisa siniestra se iluminó de nuevo al caer otro rayo. El agua caía de sus cabellos sobre su rostro. Entonces colocó su mano libre en su otro hombro, de esa forma lo tenía cogido por los dos. La ardilla miraba desde su hombro sin saber bien lo que estaba pasando en aquel preciso momento. Fue entonces cuando la ladrona habló con un tono bastante serio.
- Ni me he alejado, ni me das ningún miedo, Ak. Ahora tienes ambiciones y metas personales. Vas a venirte conmigo y me vas a ayudar a ser una emperadora de los mares. Te convertirás en alguien muy poderoso y juntos eliminaremos este gobierno de mierda ¿Qué te parece el plan? – Terminó preguntando al mismo tiempo que su ojo brillaba un poco. – No me apetece que te quedes solo después de tu amabilidad conmigo.
Abrió de nuevo su orbe y se dio cuenta de que ya no estaba. Aquello la hizo alzar una ceja y entonces notó la presión en sus hombros. Las venas de su frente se marcaron de forma exagerada debido al enfado. Estuvo a punto de girarse y golpearle, pero escuchó sus palabras y se mantuvo quieta. Estaba haciéndolo por encima de la ropa, por lo que no debía de haber problema raro. Se dejó entonces y continuó mirando al frente. Lo de su apellido la hizo ladear la cabeza. Todo el mundo conocía al asesino en serie, Vader. Si eran familia debían ser lejanos, pues no eran muy iguales por lo que veía, al menos en mentalidad. Tras escucharle terminar no pudo evitar fruncir el ceño. Se quedó callada y continuó dejándose masajear. La verdad, desconocía lo que era un masaje. Le estaba gustando bastante, eso debía de admitirlo. De hecho, soltó un pequeño quejido de gusto y eso la hizo negar y volver a su faceta seria. No podía darse ese tipo de lujos.
- Vivir sin ambiciones no es vivir. Sin ellas eres solo un mero observador de un mundo de mierda… Akira Surfer. Yo misma soy la hermana pequeña de un marine bastante poderoso y legal, pero no sabe en el antro en el que vive… Igualmente, dejando aparte los temas familiares… No puedo permitir eso.
Su tono fue bastante serio. La joven entonces tras unos momentos de masaje se dio la vuelta y colocó su mano en el hombro de él. Al estar pegados a la pared, él quedaría sentado y acorralado y ella de rodillas frente a él. Su ojo se clavó en los suyos y lo miró de una forma bastante sádica. Su sonrisa siniestra se iluminó de nuevo al caer otro rayo. El agua caía de sus cabellos sobre su rostro. Entonces colocó su mano libre en su otro hombro, de esa forma lo tenía cogido por los dos. La ardilla miraba desde su hombro sin saber bien lo que estaba pasando en aquel preciso momento. Fue entonces cuando la ladrona habló con un tono bastante serio.
- Ni me he alejado, ni me das ningún miedo, Ak. Ahora tienes ambiciones y metas personales. Vas a venirte conmigo y me vas a ayudar a ser una emperadora de los mares. Te convertirás en alguien muy poderoso y juntos eliminaremos este gobierno de mierda ¿Qué te parece el plan? – Terminó preguntando al mismo tiempo que su ojo brillaba un poco. – No me apetece que te quedes solo después de tu amabilidad conmigo.
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Sonrío, casi de forma imperceptible, cuando oyó ese pequeño quejido. Supuso que fue involuntario, puesto que volvió a adoptar la misma actitud seria de antes mientras la lluvia seguía cayendo con intensidad. Para ese entonces, ambos tenían sus ropas bastante mojadas, y eso permitió que Akira pudiera... notar como era ella debajo de la capucha. Si fuera otra persona, probablemente se hubiera puesto a mirar cual pervertido, pero el pelinegro no era así. Su madre adoptiva le había enseñado a respetar siempre a las mujeres, por lo que Akira desvió a propósito la mirada y la mantuvo al frente, sin desviarla nuevamente hacia su cuerpo. De todas formas, como ella le daba la espalda, no pudo notar cuando el joven miró por instinto su cuerpo, así que daba un poco igual. Sin volver a hacer algo fuera de lugar, el joven siguió masajeando su espalda como si nada hubiera hecho. En eso, escuchó sus palabras y ladeó su cabeza hacia un lado.
Rió amargamente luego de decir eso. Akira sabía muy bien eso, pero poco le importaba. Sin tener una ambición, no era nada. Solo viviría una vida monótona de mierda y ya estaba, no había tanto drama. Por otro lado, lo de su hermano marine hizo que arqueara una ceja, ya que al fin pudo recordar donde había escuchado ese apellido. Ese bastardo vicealmirante tenía fichas de los marines en su despacho y a veces, cuando se colaba, veía eso por aburrimiento. Leyó acerca de Arthur Silverwing, pero como era algo que no le importaba demasiado, solo le dio una ojeada a la rápida. Entonces... ¿ella era su hermana pequeña? Una sonrisa irónica se formó en su rostro. De alguna manera, ahora podía simpatizar más con ella debido a esa nueva información. Ambos tenían a un familiar dentro de la marina, después de todo.
– ¿Qué haces...? – Preguntó, algo incómodo debido a la posición.
Jade se dio la vuelta y lo había acorralado contra la pared. Escuchó sus palabras y sus ojos rojizos se abrieron de forma exagerada. Abrió su boca para decir algo, pero las palabras no se le salían. Eso lo tomó por sorpresa, puesto que estaba seguro que eso la alejaría. El trabajo iba a durar hasta el robo, después de todo. Akira tragó en seco, sin saber como lidiar con esta situación tan desconocida. Pese a la propuesta, le incomodó escuchar el apellido Surfer al lado de su nombre. Sabía muy bien que su hermano mayor era una persona sin escrúpulos, aunque su hermana, por lo que le contó ese bastardo antes de traicionarlo, era lo contrario a él. La única razón por la que ese tipo hizo la conexión inicial de él con los Surfer, fue por su apariencia. Los ojos rojos y el cabello negro lo delataban, aunque su rostro era diferente. El de Vader era mas serio y rudo, por no decirlo de otro modo. En cambio, el de Akira era un poco afeminado y sus facciones faciales eran más relajadas. "Supongo que lo heredé de mi madre biológica", pensó distraídamente.
– Hablas enserio... – dijo al ver que no cambiaba su disposición. Akira cerró sus ojos por algunos segundos y una sonrisa algo siniestra se formó en sus labios. – ¿Por qué no? De todas formas, tengo cuenta pendientes con el gobierno, así que mato dos pájaros de un tiro. Acepto unirme a tu tripulación, Jade B. Silverwing – declaró, con algo de firmeza.
Luego de eso, Akira se relajó y sus ojos volvieron a ser los negros de antes. Se dio cuenta de la posición en la que estaba y se sonrojó un poco, pero no hizo nada para apartarla. La última vez pensó algo que no era, así que dejaría que ella misma se quitara de allí... Si lo iba a hacer, claro estaba.
Rió amargamente luego de decir eso. Akira sabía muy bien eso, pero poco le importaba. Sin tener una ambición, no era nada. Solo viviría una vida monótona de mierda y ya estaba, no había tanto drama. Por otro lado, lo de su hermano marine hizo que arqueara una ceja, ya que al fin pudo recordar donde había escuchado ese apellido. Ese bastardo vicealmirante tenía fichas de los marines en su despacho y a veces, cuando se colaba, veía eso por aburrimiento. Leyó acerca de Arthur Silverwing, pero como era algo que no le importaba demasiado, solo le dio una ojeada a la rápida. Entonces... ¿ella era su hermana pequeña? Una sonrisa irónica se formó en su rostro. De alguna manera, ahora podía simpatizar más con ella debido a esa nueva información. Ambos tenían a un familiar dentro de la marina, después de todo.
– ¿Qué haces...? – Preguntó, algo incómodo debido a la posición.
Jade se dio la vuelta y lo había acorralado contra la pared. Escuchó sus palabras y sus ojos rojizos se abrieron de forma exagerada. Abrió su boca para decir algo, pero las palabras no se le salían. Eso lo tomó por sorpresa, puesto que estaba seguro que eso la alejaría. El trabajo iba a durar hasta el robo, después de todo. Akira tragó en seco, sin saber como lidiar con esta situación tan desconocida. Pese a la propuesta, le incomodó escuchar el apellido Surfer al lado de su nombre. Sabía muy bien que su hermano mayor era una persona sin escrúpulos, aunque su hermana, por lo que le contó ese bastardo antes de traicionarlo, era lo contrario a él. La única razón por la que ese tipo hizo la conexión inicial de él con los Surfer, fue por su apariencia. Los ojos rojos y el cabello negro lo delataban, aunque su rostro era diferente. El de Vader era mas serio y rudo, por no decirlo de otro modo. En cambio, el de Akira era un poco afeminado y sus facciones faciales eran más relajadas. "Supongo que lo heredé de mi madre biológica", pensó distraídamente.
– Hablas enserio... – dijo al ver que no cambiaba su disposición. Akira cerró sus ojos por algunos segundos y una sonrisa algo siniestra se formó en sus labios. – ¿Por qué no? De todas formas, tengo cuenta pendientes con el gobierno, así que mato dos pájaros de un tiro. Acepto unirme a tu tripulación, Jade B. Silverwing – declaró, con algo de firmeza.
Luego de eso, Akira se relajó y sus ojos volvieron a ser los negros de antes. Se dio cuenta de la posición en la que estaba y se sonrojó un poco, pero no hizo nada para apartarla. La última vez pensó algo que no era, así que dejaría que ella misma se quitara de allí... Si lo iba a hacer, claro estaba.
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Ahora que el joven había aceptado la petición de la chica, lo soltó de los hombros y tras una sonrisa algo macabra volvió a quedar sentada delante de él. Se dio cuenta de su raro cambio de color de ojos según algunas situaciones, pero no iba a ser ella la que juzgara aquello. Se mantuvo callada en todo momento y tardó poco en cerrar su ojo. Era tiempo de continuar esperando, aunque como si siguieran con el frío y la lluvia se iban a resfriar. Fue entonces cuando ella abrió la boca un poco y miró a otro lado. Estornudó con fuerza y después se abrazó un poco así misma. Estaba a punto de ponerse mala, por lo que pensó que con suerte deberían estar ya dormidos. No sabía a qué hora podía dormir un miembro del gobierno y sus hombres… Pero si eran trabajadores y debían estar levantados temprano, tal vez no debían esperar tanto.
Algo de sueño empezaba a darle a la joven, la cual amaba dormir como nada en el mundo. Cerró su ojo unos momentos y lentamente empezó a emitir leves ronquidos. Se había quedado dormida con aquel temporal. Era increíble que pudiera dormir en aquellas condiciones, pero era capaz de hacerlo sin problema alguno. La ardilla se posó en su cabeza y empezó a darle toquecitos lentos. Justo entonces ella abrió de nuevo su ojo malhumorada. No era posible que ni siquiera la dejasen dormir de forma calmada. Maldita ardilla, más tarde la cocinaría con perejil y la haría un estofado de patatas. Debía de saber bien, pero como nunca había probado dicha carne no podía opinar. Se quedó mirando entonces al moreno que estaba delante de ella y después de unos momentos soltó un enorme suspiro. Justo dejó de llover y eso la alivió bastante a decir verdad.
- Voy a echarme un rato. En una hora y media despiértame. Mientras tanto vigila de que nadie descubra que estamos aquí dentro, Akira-kun. – Su tono fue algo más relajado.
Jade dejó de sentir el dolor en el ojo, por lo que se alivió mucho. De nuevo cerró el otro orbe y se volvió a abrazar así misma mientras temblaba un poco debido al frío. Tener la sudadera mojada no ayudaba nada. No tardó ni tres minutos en quedarse completamente dormida. Su respiración era más fuerte entonces y su rostro de mala leche se relajaba bastante. Parecía lo que era, una cría de menos de veinte años. Se abrazó un poco más fuerte y soltó un pequeño gemidito mientras continuaba durmiendo. La ardilla por su parte subió al hombro del chico y se mantuvo allí sentada mirando también a la capitana dormir cual ballena. En poco tiempo empezaría la misión y ella quería descansar al menos ese poco tiempo.
- Mmmm… – Se removía un poco en sueños debido al frío.
Algo de sueño empezaba a darle a la joven, la cual amaba dormir como nada en el mundo. Cerró su ojo unos momentos y lentamente empezó a emitir leves ronquidos. Se había quedado dormida con aquel temporal. Era increíble que pudiera dormir en aquellas condiciones, pero era capaz de hacerlo sin problema alguno. La ardilla se posó en su cabeza y empezó a darle toquecitos lentos. Justo entonces ella abrió de nuevo su ojo malhumorada. No era posible que ni siquiera la dejasen dormir de forma calmada. Maldita ardilla, más tarde la cocinaría con perejil y la haría un estofado de patatas. Debía de saber bien, pero como nunca había probado dicha carne no podía opinar. Se quedó mirando entonces al moreno que estaba delante de ella y después de unos momentos soltó un enorme suspiro. Justo dejó de llover y eso la alivió bastante a decir verdad.
- Voy a echarme un rato. En una hora y media despiértame. Mientras tanto vigila de que nadie descubra que estamos aquí dentro, Akira-kun. – Su tono fue algo más relajado.
Jade dejó de sentir el dolor en el ojo, por lo que se alivió mucho. De nuevo cerró el otro orbe y se volvió a abrazar así misma mientras temblaba un poco debido al frío. Tener la sudadera mojada no ayudaba nada. No tardó ni tres minutos en quedarse completamente dormida. Su respiración era más fuerte entonces y su rostro de mala leche se relajaba bastante. Parecía lo que era, una cría de menos de veinte años. Se abrazó un poco más fuerte y soltó un pequeño gemidito mientras continuaba durmiendo. La ardilla por su parte subió al hombro del chico y se mantuvo allí sentada mirando también a la capitana dormir cual ballena. En poco tiempo empezaría la misión y ella quería descansar al menos ese poco tiempo.
- Mmmm… – Se removía un poco en sueños debido al frío.
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Internamente suspiró de alivio, pese a que estaba algo decepcionado por algo que no supo descifrar. Debía estar demasiado cansado y pensaba demasiado las cosas; era la única explicación posible. Se rascó la nuca y miró tranquilamente a Jade, esperando pacientemente por si diría algo más. Ladeó su cabeza al verle abrir su boca, confundido. Parecía que iba a hablar, pero luego miró hacia otro lado y... ¿Estornudó? Akira parpadeó y observó que se abrazaba a si misma. Bueno, era de esperar que tuviera frío, aparte la lluvia no ayudaba en lo más mínimo. Como no sabía lo que llevaba debajo, el pelinegro no sabía si llevaba la ropa adecuada para capear el clima. Abrió su boca para decir algo, pero la cerró al ver que empezaba a roncar. "¿Es enserio?, pensó con algo de sorpresa. Nunca había conocido a alguien que se durmiera así de rápido, menos con este clima que tenían encima. Akira dudó por algunos segundos si despertarla o no, sin saber muy bien que hacer. De lo poco que conocía a la pelimorada, sabía que era muy irritable si jodías lo suficiente. A el no le importaba su personalidad, cada uno era libre de comportarse como quisiera.
Antes que pudiera hacer algo, sin embargo, la ardilla hizo de las suyas. Una sonrisa divertida se formó en su rostro al ver como despertaba a la pelimorada. Por su expresión de malhumor, el joven supo que había dado en el clavo con su reacción al ser despertada. Parpadeó al ver que dejaba de llover, pero se encogió de hombros. En lo personal le gustaba mas la lluvia, pero incluso para él era incómodo ir con ropas mojadas. Escuchó sus palabras y el pelinegro simplemente asintió, sin cambiar su expresión usual. Akira igual estaba algo cansado, por lo que repondría energía con los ojos cerrados, pero con sus sentidos alerta por si sucedía cualquier cosa. Ya estaba acostumbrado descansar de ese modo, por lo que no se le hacía difícil. Con una vida como la suya, era necesario aprender trucos para sobrevivir a la persecución del gobierno. De lo contrario, hacía rato que hubiera sido capturado y encerrado en quien sabe donde.
– Mmmm...
Akira abrió un ojo al sentir un bulto en su hombro y se dio cuenta que se trataba de la ardilla. Sonrío un poco y le hizo algunos cariños en su cabeza, para luego bostezar un poco. Solo por casualidad revisó el estado de la pelimorada y lo que vio hizo que frunciera el ceño un poco. Jade nuevamente se había quedado dormida mientras se abrazaba a si misma. Chasqueó su lengua un poco, debatiéndose en que hacer. Al final, al cabo de unos segundos, su consciencia terminó ganando... O eso trataba de convencerse. Se sacó la capucha y la invirtió, dejando el lado que no estaba mojado por fuera. Al quedar eso fuera, la apariencia del chico por debajo se reveló. Llevaba una camisa negra y pantalones del mismo color, además de unas botas estilo sandalia y unos guantes oscuros. Para terminar, llevaba una mochila gris a sus espaldas, al igual que sus espadas. Dejó ambas cosas en el piso y sacó una capucha de repuesto que traía siempre por si acaso.
La miró por algunos segundos y suspiró, para luego levantarse y acercarse a la pelimorada. Sin decir palabra alguna, se sentó a su lado y colocó ambas capuchas por sobre sus hombros. Primero la que estaba seca, y luego la mojada por el lado que no lo estaba. Podría haber vuelto a su sitio anterior, pero le dio pereza... Según él, claro estaba. Distraídamente empezó a acariciar sus cabellos morados, sin saber muy bien la razón. Mientras, sus ojos negros observaban los alrededores en caso de alguna amenaza.
– Descansa, Jade – susurró con suavidad el joven, aún acariciando y mirando hacia los lados...
Antes que pudiera hacer algo, sin embargo, la ardilla hizo de las suyas. Una sonrisa divertida se formó en su rostro al ver como despertaba a la pelimorada. Por su expresión de malhumor, el joven supo que había dado en el clavo con su reacción al ser despertada. Parpadeó al ver que dejaba de llover, pero se encogió de hombros. En lo personal le gustaba mas la lluvia, pero incluso para él era incómodo ir con ropas mojadas. Escuchó sus palabras y el pelinegro simplemente asintió, sin cambiar su expresión usual. Akira igual estaba algo cansado, por lo que repondría energía con los ojos cerrados, pero con sus sentidos alerta por si sucedía cualquier cosa. Ya estaba acostumbrado descansar de ese modo, por lo que no se le hacía difícil. Con una vida como la suya, era necesario aprender trucos para sobrevivir a la persecución del gobierno. De lo contrario, hacía rato que hubiera sido capturado y encerrado en quien sabe donde.
– Mmmm...
Akira abrió un ojo al sentir un bulto en su hombro y se dio cuenta que se trataba de la ardilla. Sonrío un poco y le hizo algunos cariños en su cabeza, para luego bostezar un poco. Solo por casualidad revisó el estado de la pelimorada y lo que vio hizo que frunciera el ceño un poco. Jade nuevamente se había quedado dormida mientras se abrazaba a si misma. Chasqueó su lengua un poco, debatiéndose en que hacer. Al final, al cabo de unos segundos, su consciencia terminó ganando... O eso trataba de convencerse. Se sacó la capucha y la invirtió, dejando el lado que no estaba mojado por fuera. Al quedar eso fuera, la apariencia del chico por debajo se reveló. Llevaba una camisa negra y pantalones del mismo color, además de unas botas estilo sandalia y unos guantes oscuros. Para terminar, llevaba una mochila gris a sus espaldas, al igual que sus espadas. Dejó ambas cosas en el piso y sacó una capucha de repuesto que traía siempre por si acaso.
La miró por algunos segundos y suspiró, para luego levantarse y acercarse a la pelimorada. Sin decir palabra alguna, se sentó a su lado y colocó ambas capuchas por sobre sus hombros. Primero la que estaba seca, y luego la mojada por el lado que no lo estaba. Podría haber vuelto a su sitio anterior, pero le dio pereza... Según él, claro estaba. Distraídamente empezó a acariciar sus cabellos morados, sin saber muy bien la razón. Mientras, sus ojos negros observaban los alrededores en caso de alguna amenaza.
– Descansa, Jade – susurró con suavidad el joven, aún acariciando y mirando hacia los lados...
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La joven se removía bastante dormida. Se notaba que las prendas sobre ella la habían relajado un poco, pero no lo suficiente como para parar sus movimientos. Cuando empezó a acariciar su cabello se relajó de una forma increíble. Su rostro se apaciguó más y sus manos pasaron a estar bien en lugar de con los puños cerrados. Hacía algunos sonidos agradables, como respirar fuerte o soltar algún que otro quejido debido a lo a gusto que estaba. Sin darse cuenta se movió hasta colocar su cabeza en las rodillas del moreno, después se abrazó a su torso sin darse cuenta, buscando más calorcito. Apretó y lo usó como si fuera un cojín. Soltó un suspiro dormida y empezó a pegarse mucho más, buscando su abdomen como una almohada. Tras abrazarlo como a un peluche continuó durmiendo con un rostro dulce y apacible.
Al cabo de una hora empezó a despertar. Notaba sus cabellos moverse levemente y una sensación agradable en su cabeza. Por un momento pensó que estaba en una cama y continuó abrazada al moreno mientras frotaba su cabeza en el torso. Cuando alzó la mirada medio adormilada y se lo encontró de cara se quedó quieta. Era como si el tiempo se hubiese detenido. Su ojo le miraba de forma perezosa. Su mano en los cabellos, echada en él, estaba con más ropa a modo de manta. Le miraba sin expresión alguna analizando la situación. Al cabo de unos momentos las venas de su frente empezaron a marcarse de forma notoria. La parte blanca de su ojo se llenó de pequeños hilos rojos que mostraban furia. Una leve sombra se formó bajo su ojo y sus puños se apretaron. El diablo estaba despierto.
- Akira… Tú… ¿Qué diablos crees que estabas haciendo? – Su tono era bajo, pero el pequeño humo morado que salía de su cuerpo en forma de aura siniestra daba a entender otra cosa.
Alzó el puño derecho, pero entonces se frenó en seco y chasqueó la lengua. Le miró a los ojos unos segundos y después negó. Había sido algo demasiado raro. Se sentía agradable poder dormir abrazada a algo y que la acariciasen los cabellos. Había sido una sensación muy agradable. Suspiró un poco y después de unos momentos frunció el ceño.
- Voy a dejártelo pasar, pero no vuelvas a… ¡No me ha gustado! – Gritó en un ataque de ira mezclado con un leve sonrojo en sus mejillas.
Después de eso le dio la espalda y negó con la cabeza. Quedaba media hora y se puso a mirar en dirección a la pared cruzada de brazos. Cerró su ojo y trató de que el rubor desapareciese. Había sido muy agradable y eso debía admitirlo. Sentir esas caricias en la cabeza… Algo que solo recibió de su padre y una vez al mes o cosa así. Frunció el ceño recordando su muerta y después se abrazó las rodillas. Abrazar a otra persona era algo cómodo y lo acababa de descubrir. Pero su faceta de cabrona loca debía de permanecer mandando.
Al cabo de una hora empezó a despertar. Notaba sus cabellos moverse levemente y una sensación agradable en su cabeza. Por un momento pensó que estaba en una cama y continuó abrazada al moreno mientras frotaba su cabeza en el torso. Cuando alzó la mirada medio adormilada y se lo encontró de cara se quedó quieta. Era como si el tiempo se hubiese detenido. Su ojo le miraba de forma perezosa. Su mano en los cabellos, echada en él, estaba con más ropa a modo de manta. Le miraba sin expresión alguna analizando la situación. Al cabo de unos momentos las venas de su frente empezaron a marcarse de forma notoria. La parte blanca de su ojo se llenó de pequeños hilos rojos que mostraban furia. Una leve sombra se formó bajo su ojo y sus puños se apretaron. El diablo estaba despierto.
- Akira… Tú… ¿Qué diablos crees que estabas haciendo? – Su tono era bajo, pero el pequeño humo morado que salía de su cuerpo en forma de aura siniestra daba a entender otra cosa.
Alzó el puño derecho, pero entonces se frenó en seco y chasqueó la lengua. Le miró a los ojos unos segundos y después negó. Había sido algo demasiado raro. Se sentía agradable poder dormir abrazada a algo y que la acariciasen los cabellos. Había sido una sensación muy agradable. Suspiró un poco y después de unos momentos frunció el ceño.
- Voy a dejártelo pasar, pero no vuelvas a… ¡No me ha gustado! – Gritó en un ataque de ira mezclado con un leve sonrojo en sus mejillas.
Después de eso le dio la espalda y negó con la cabeza. Quedaba media hora y se puso a mirar en dirección a la pared cruzada de brazos. Cerró su ojo y trató de que el rubor desapareciese. Había sido muy agradable y eso debía admitirlo. Sentir esas caricias en la cabeza… Algo que solo recibió de su padre y una vez al mes o cosa así. Frunció el ceño recordando su muerta y después se abrazó las rodillas. Abrazar a otra persona era algo cómodo y lo acababa de descubrir. Pero su faceta de cabrona loca debía de permanecer mandando.
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Akira ladeó su cabeza, sin llegarlo a entender del todo. ¿Acaso había hecho algo malo? Tan solo acarició su cabello para tranquilizarla y distraerla del frío, y funcionó... Pese a que nunca esperó que lo usara como un peluche. Si alguien hubiera pasado por ese callejón, probablemente se habría reído por la cara que tenía el pelinegro en ese momento. Estático, con la boca abierta y un leve rubor cubriendo sus mejillas.... Era una de las pocas veces en las que su rostro perdía la indiferencia de siempre y mostraba parte de sus emociones. Al menos la pelimorada se había quedado dormida y no vio su pequeño episodio de nerviosismo. Antes muerto que dejar que alguien lo viera así. Suspiró un poco y se dio cuenta que Jade estaba levantando su puño. Frunció un poco el ceño y tomó sus espadas en caso de un ataque. Por supuesto, no usaría el filo. La joven, durante la mayor parte del tiempo, lo había tratado bien; por lo que no la cortaría a menos que se volvieran enemigos. Aunque, al recordar que accedió unirse a su proyecto, supo de inmediato que no era una opción viable. Tampoco era como si lo hubiera hecho en caso contrario, de todas formas. Simplemente, no era el estilo de Akira hacer algo como eso.
El pelinegro se relajó al ver que no intentó golpearlo, pese a que no sabía lo que la hizo detenerse. Escuchó sus palabras y ladeó un poco la cabeza, al tiempo que la miraba fijamente. Dijo que no le gustaba, pero su expresión decía lo contrario. Cada minuto que pasaba con ella, se confundía más y más, pero su curiosidad iba aumentando proporcionalmente a eso. Y debido a su personalidad... el interés que tenía por ella también subía. El espadachín se rascó su cabeza, sin saber muy bien que hacer ahora. ¿Qué le diría su hermana en una situación así? Probablemente disculparse y prometer que nunca más lo haría. Ella era así de cortés y preocupada. Apretó con fuerza sus puños al recordar que nunca la volvería a ver, y tuvo que usar todo su auto control para evitar que el odio empezara a dominarlo. Ya se estaba volviendo un experto en eso y, teniendo en cuenta que el receptor de dichos sentimientos suyos no se encontraba allí, le fue sencillo controlarse.
– Mira, yo...
Todo lo que iba a decir, sin embargo, no pudo hacerlo debido a como estaba la pelimorada ahora. Frunció un poco el ceño, sin saber muy bien si hacerle caso a su cabeza, como iba hacerlo anteriormente, o a su corazón. Finalmente fue lo segundo que ganó y Akira se acercó hacia donde estaba Jade. Se arrodilló hasta quedar a su altura y la abrazó, pese a que se llevaría un buen golpe por parte de ella luego. Era algo que aceptaría, ni siquiera se iba a defender si lo hacía.
– Dijiste que protegías a los tuyos, ¿no? Pues yo hago lo mismo y, lo quieras o no, ahora me tienes a tu lado al acceder a unirme a tu banda. Voy a devolver la misma cortesía y te protegeré, aún si es de algo tan mundano como el frío – declaró el pelinegro.
Se quedó abrazándola por algunos segundos más y se separó, para luego acariciar su cabello por otro rato más. Finalmente se levantó y estiró sus brazos para despertarlos, para luego tenderle una mano a su compañera para levantarla. Akira estaba sonriendo, algo que hacía muy pocas veces y solo cuando se encontraba en su soledad.
– Si quieres golpearme, bien. No voy a defenderme, aunque tampoco voy a parar de hacerlo. De todas formas, hazlo luego, porque ya estamos en la hora de empezar – dijo, al tiempo que su rostro se tornaba serio como antes.
El pelinegro se relajó al ver que no intentó golpearlo, pese a que no sabía lo que la hizo detenerse. Escuchó sus palabras y ladeó un poco la cabeza, al tiempo que la miraba fijamente. Dijo que no le gustaba, pero su expresión decía lo contrario. Cada minuto que pasaba con ella, se confundía más y más, pero su curiosidad iba aumentando proporcionalmente a eso. Y debido a su personalidad... el interés que tenía por ella también subía. El espadachín se rascó su cabeza, sin saber muy bien que hacer ahora. ¿Qué le diría su hermana en una situación así? Probablemente disculparse y prometer que nunca más lo haría. Ella era así de cortés y preocupada. Apretó con fuerza sus puños al recordar que nunca la volvería a ver, y tuvo que usar todo su auto control para evitar que el odio empezara a dominarlo. Ya se estaba volviendo un experto en eso y, teniendo en cuenta que el receptor de dichos sentimientos suyos no se encontraba allí, le fue sencillo controlarse.
– Mira, yo...
Todo lo que iba a decir, sin embargo, no pudo hacerlo debido a como estaba la pelimorada ahora. Frunció un poco el ceño, sin saber muy bien si hacerle caso a su cabeza, como iba hacerlo anteriormente, o a su corazón. Finalmente fue lo segundo que ganó y Akira se acercó hacia donde estaba Jade. Se arrodilló hasta quedar a su altura y la abrazó, pese a que se llevaría un buen golpe por parte de ella luego. Era algo que aceptaría, ni siquiera se iba a defender si lo hacía.
– Dijiste que protegías a los tuyos, ¿no? Pues yo hago lo mismo y, lo quieras o no, ahora me tienes a tu lado al acceder a unirme a tu banda. Voy a devolver la misma cortesía y te protegeré, aún si es de algo tan mundano como el frío – declaró el pelinegro.
Se quedó abrazándola por algunos segundos más y se separó, para luego acariciar su cabello por otro rato más. Finalmente se levantó y estiró sus brazos para despertarlos, para luego tenderle una mano a su compañera para levantarla. Akira estaba sonriendo, algo que hacía muy pocas veces y solo cuando se encontraba en su soledad.
– Si quieres golpearme, bien. No voy a defenderme, aunque tampoco voy a parar de hacerlo. De todas formas, hazlo luego, porque ya estamos en la hora de empezar – dijo, al tiempo que su rostro se tornaba serio como antes.
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La joven continuaba mirando la lluvia con el ceño fruncido. Si él hubiese desenvainado la espada, le habría atacado con todo sin pensárselo y dándose la cercanía, seguramente su onda habría sido la ganadora. Soltó un pequeño suspiro ignorando la situación y después de unos momentos le vio quedar de rodillas frente a ella. Ladeó la cabeza hacia un lado quedando confusa y después recibió aquel abrazo. La luchadora abrió su ojo de forma exagerada y un leve rubor se formó en su rostro. Ese maldito se había atrevido a abrazarla sin permiso alguno. Cerró el puño y estuvo a punto de golpearle en el estómago con fuerza, pero entonces empezó a escuchar sus palabras. No le iba a cortar y le daría el beneficio de la duda ante todo, pues era su nuevo nakama y por ello debía ser benevolente.
- Serás…
Agachó la cabeza ante sus caricias y se dejó hacer, fingiendo que no se estaba dando cuenta. Era realmente agradable sentirse protegida y cuidada. No creía que se llevaría bien con un chico, pero Akira había mostrado ser alguien de fiar. Cuando se levantó maldijo al mundo, ese idiota debía seguir mimándola como su Diosa y no levantarse. Debía castigarle de forma severa cuanto antes. No iba a permitirse el lujo de ser tan buena. Encima le ofreció golpearle. Ella se colocó en pie y dio un paso hacia él. Lanzó un puñetazo rumbo a su rostro y en mitad del ataque se frenó. Chasqueó la lengua y desvió la mirada.
- No puedo atacarte después del traro que me estás dando, idiota. Además, eres la primera persona que es agradable conmigo, de modo que no te haré nada, por el momento. – Lo último lo dijo relamiéndose de forma muy exagerada, abriendo mucho su ojo y estirando la lengua todo lo posible.
Tras su intento de ponerlo nervioso asintió a sus palabras. Era el momento de entrar a la casa y el lugar apropiado era por la chimenea, la cual parecía haber dejado de echar humo hacía rato. Normal, con la lluvia no deberían haberla puesto, a no ser que tuviese un sistema especial… No, idea descartada. Lo mejor sería una ventana que con suerte no tuviese barrotes o fuese difícil de abrir de forma sigilosa. Fue en ese momento cuando decidió probar la habilidad de su nuevo compañero. Se acercó a él y colocó la mano derecha sobre su hombro. Le miró fijamente a los ojos y después de unos momentos acercó su rostro al de él, quedando muy cerca y mostrando su expresión siniestra.
- En ese caso da tú los primeros pasos, Ak-kun. – Mencionó con un tono algo escalofriante.
Ahora quería ver su estilo para colarse en sitio y que le demostrara a ella que podía confiar en sus capacidades de sigilo. El trabajo de ladrón era muy complicado y no despertar a agentes del gobierno muchísimo más. Se jugaban el cuello, pero la vida era dura y tocaba realizar aquel tipo de cosas ahora.
- Serás…
Agachó la cabeza ante sus caricias y se dejó hacer, fingiendo que no se estaba dando cuenta. Era realmente agradable sentirse protegida y cuidada. No creía que se llevaría bien con un chico, pero Akira había mostrado ser alguien de fiar. Cuando se levantó maldijo al mundo, ese idiota debía seguir mimándola como su Diosa y no levantarse. Debía castigarle de forma severa cuanto antes. No iba a permitirse el lujo de ser tan buena. Encima le ofreció golpearle. Ella se colocó en pie y dio un paso hacia él. Lanzó un puñetazo rumbo a su rostro y en mitad del ataque se frenó. Chasqueó la lengua y desvió la mirada.
- No puedo atacarte después del traro que me estás dando, idiota. Además, eres la primera persona que es agradable conmigo, de modo que no te haré nada, por el momento. – Lo último lo dijo relamiéndose de forma muy exagerada, abriendo mucho su ojo y estirando la lengua todo lo posible.
Tras su intento de ponerlo nervioso asintió a sus palabras. Era el momento de entrar a la casa y el lugar apropiado era por la chimenea, la cual parecía haber dejado de echar humo hacía rato. Normal, con la lluvia no deberían haberla puesto, a no ser que tuviese un sistema especial… No, idea descartada. Lo mejor sería una ventana que con suerte no tuviese barrotes o fuese difícil de abrir de forma sigilosa. Fue en ese momento cuando decidió probar la habilidad de su nuevo compañero. Se acercó a él y colocó la mano derecha sobre su hombro. Le miró fijamente a los ojos y después de unos momentos acercó su rostro al de él, quedando muy cerca y mostrando su expresión siniestra.
- En ese caso da tú los primeros pasos, Ak-kun. – Mencionó con un tono algo escalofriante.
Ahora quería ver su estilo para colarse en sitio y que le demostrara a ella que podía confiar en sus capacidades de sigilo. El trabajo de ladrón era muy complicado y no despertar a agentes del gobierno muchísimo más. Se jugaban el cuello, pero la vida era dura y tocaba realizar aquel tipo de cosas ahora.
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El joven se relajó y arqueó una ceja, sorprendido. Realmente pensó que la chica lo iba a golpear, pero su respuesta lo dejo desconcertado por algunos segundos. Nuevamente su curiosidad había aumentado y, si se tenía en cuenta su personalidad, aquello podía ser bueno o malo. Aun así, no pudo evitar suavizar su mirada un poco. ¿Nadie antes le había hecho eso? El tenía a su madre y su hermana que lo mimaron, o lo hicieron hasta que perdieron su vida. De alguna forma, simpatizaba con la pelimorada, pese a que nunca podría entender como se sentía a menos que supiera su pasado, pero el pelinegro sabía que era demasiado pronto para eso. De momento, se contentaba con sacar a relucir parte de la personalidad que tenía oculta. Además, en el proceso, ocurría lo mismo con él. Si, ahora no se arrepentía de haberse unido a su banda. Una gota de sudor bajó por su sien al ver la expresión del rostro de Jade, pero no mostró nerviosismo alguno. Simplemente, la personalidad de Akira era monótona, al menos la mayoría de las veces. Pocas veces se ponía nervioso, como cuando la joven lo abrazó y se durmió en aquella posición. Nuevamente agradecía el hecho que no pudo ver la expresión del rostro del espadachín que tenía en ese entonces.
Bueno, dejando las sentimentalidades de lado, era hora de empezar con la misión. Ya estaban en la casa del noble, por lo que solo quedaba asegurar una ruta para entrar desapercibido. La chimenea quedaba descartada debido a la lluvia, por lo que solo quedaban las ventanas, aunque la duda era como se asegurarían de no meter ruido. Escuchó las palabras de la pelimorada y asintió levemente, para luego acercarse a la vivienda e inspeccionarla. Se llevó una mano al mentón y frunció el ceño. Las ventanas tenían barrotes delgados y, si bien podría cortarlos con algo de esfuerzo, algo le daba un poco de mala espina. Chasqueó un poco su lengua y su rostro se ensombreció un poco, para luego volver hacia donde estaba su nueva compañera. Al llegar, se dispuso a decirle lo que encontró.
– Algunas ventanas están abiertas, pero los barrotes impiden entrar de lleno. Podría cortarlas, aunque – Akira pausó un poco, intentando formular bien lo que quería decir. – ¿Quién dice que no se trata de una trampa? No soy un experto en esos temas, pero es probable que si ponemos un pie de la forma convencional, puede que un sistema se active... O puede que se trate de una burrada mía, pero la paranoia de ser perseguido siempre me tiene así – le dijo mientras se encogía de hombros.
Akira se llevó una mano al mentón y notó algo que había pasado por alto. Luego de escuchar respuesta de la pelimorada, si lo había, el joven se dirigió hacia ese lugar. Arqueó una ceja al notar que se trataba de una trampilla y ladeó su cabeza hacia un lado. Tomó la tapa y lentamente la levantó. La mantuvo elevada por algunos segundos, y una vez que notó que no pasaba nada, volvió hacia donde estaba su compañera esperándolo. Se rascó la cabeza y suspiró, para luego mirar con tranquilidad a la pelimorada.
– Jade – segunda vez que decía su nombre y seguía sintiéndose extraño, por alguna razón. – Puede que la trampilla sea la forma más segura y lleve al sótano, pero... Queda a tu decisión, Jade – dijo mientras fruncía el ceño un poco. Pese a lo que explicó, seguía teniendo mala espina por una razón desconocida...
Bueno, dejando las sentimentalidades de lado, era hora de empezar con la misión. Ya estaban en la casa del noble, por lo que solo quedaba asegurar una ruta para entrar desapercibido. La chimenea quedaba descartada debido a la lluvia, por lo que solo quedaban las ventanas, aunque la duda era como se asegurarían de no meter ruido. Escuchó las palabras de la pelimorada y asintió levemente, para luego acercarse a la vivienda e inspeccionarla. Se llevó una mano al mentón y frunció el ceño. Las ventanas tenían barrotes delgados y, si bien podría cortarlos con algo de esfuerzo, algo le daba un poco de mala espina. Chasqueó un poco su lengua y su rostro se ensombreció un poco, para luego volver hacia donde estaba su nueva compañera. Al llegar, se dispuso a decirle lo que encontró.
– Algunas ventanas están abiertas, pero los barrotes impiden entrar de lleno. Podría cortarlas, aunque – Akira pausó un poco, intentando formular bien lo que quería decir. – ¿Quién dice que no se trata de una trampa? No soy un experto en esos temas, pero es probable que si ponemos un pie de la forma convencional, puede que un sistema se active... O puede que se trate de una burrada mía, pero la paranoia de ser perseguido siempre me tiene así – le dijo mientras se encogía de hombros.
Akira se llevó una mano al mentón y notó algo que había pasado por alto. Luego de escuchar respuesta de la pelimorada, si lo había, el joven se dirigió hacia ese lugar. Arqueó una ceja al notar que se trataba de una trampilla y ladeó su cabeza hacia un lado. Tomó la tapa y lentamente la levantó. La mantuvo elevada por algunos segundos, y una vez que notó que no pasaba nada, volvió hacia donde estaba su compañera esperándolo. Se rascó la cabeza y suspiró, para luego mirar con tranquilidad a la pelimorada.
– Jade – segunda vez que decía su nombre y seguía sintiéndose extraño, por alguna razón. – Puede que la trampilla sea la forma más segura y lleve al sótano, pero... Queda a tu decisión, Jade – dijo mientras fruncía el ceño un poco. Pese a lo que explicó, seguía teniendo mala espina por una razón desconocida...
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Una gota de sudor cayó por la cabeza de la pelimorada. Akira era un maldito genio. Debía de pensar en llevárselo al sistema de inteligencia del gobierno. Sintió unas enormes ganas de darse un golpe en la frente. Bravo, sencillamente majestuoso. Estaba claro que o el moreno estaba gastándole una broma o estaba un poco en su mundo. Ella pensó que debía ser lo primero, nadie estaba tan empanado. Soltó un suspiro y se quedó mirándole a los ojos. Debía de ser una broma, era imposible que sus palabras fuesen ciertas. Entonces decidió usar el poder que más dominaba, la deliciosa y rica ironía.
- Claro, el sistema interno es un enorme problema… Porque claro, cortar barrotes de acero con una espada no es nada ruidoso. El ruido del metal chocando contra otro no podría alertar a un agente en el silencio de la noche. El mero hecho de la vibración no podría activar dicha alarma… No podemos hacer ruido. – Terminó de decir fulminándole con la mirada.
El descubrimiento de la trampilla fue bastante mejor. Sonrió de forma sádica mientras se acercaba. Se le hizo raro que dijese su nombre y además dos veces en muy poco tiempo. Asintió con la cabeza y se sorprendió que un tío como el que allí había no tuviese un cerrojo. Muy imbécil debía de ser y nadie sabía que ellos planeaban el robo, por lo que algo andaba mal. Le dio poca importancia y en cuanto estuvo dentro empezó a caminar despacio para no hacer ruido. No veía nada de nada y no convenía encender nada. Cuando él pasara cerraría la trampilla despacio, quedando todo en una increíble oscuridad. Ella no veía nada, pero entonces le cogió la mano despacio para no caerse. Avanzó con él estirando su mano libre para buscar alguna puerta que pudiese llevarles al piso superior.
Abrió la puerta despacio girando el pomo. Un dolor indescriptible recorrió su carne. Estuvo a punto de gritar, pero contuvo el grito y clavó una rodilla en el suelo. El pomo tenía pinchos afilados por su superficie. Ella notó la sangre manar de su mano y gotear hasta el suelo. Escocía bastante y por unos momentos se sintió algo mareada. Terminó de empujar despacio y subir unas escaleras con mucho cuidado. La joven notaba su mano temblar ligeramente y el escozor iba en aumento. No entendía quién pudo ser tan cabrón. Llegaron a un pequeño salón iluminado por algunas velas. Allí se miró la mano y pudo ver varios agujeros de un centímetro en su carne. La palma estaba imbuida en una especie de color morado y ella no poseía haki. Agarró el hombro del moreno tras otro leve mareo y después volvió en sí.
- Busquemos la mercancía y larguémonos cuanto antes, esto empieza a doler demasiado. – Dijo entonces ocultando su mano en el bolsillo y sintiendo algo de sudor bajar por su frente.
Había unos cinco sillones y dos sofás. También podían verse estanterías llenas de libros y botellas de vino. Había dos puertas más y unas escaleras que conducían al piso superior. Debían evitar ante todo subir. Vio unos láseres rojos pegados a los barrotes de las ventanas, menos mal que Akira no hizo nada. La joven entonces notó un leve dolor en su mano y poco a poco el color morado llegó hasta la muñeca, pero parecía ignorarlo de momento.
- Claro, el sistema interno es un enorme problema… Porque claro, cortar barrotes de acero con una espada no es nada ruidoso. El ruido del metal chocando contra otro no podría alertar a un agente en el silencio de la noche. El mero hecho de la vibración no podría activar dicha alarma… No podemos hacer ruido. – Terminó de decir fulminándole con la mirada.
El descubrimiento de la trampilla fue bastante mejor. Sonrió de forma sádica mientras se acercaba. Se le hizo raro que dijese su nombre y además dos veces en muy poco tiempo. Asintió con la cabeza y se sorprendió que un tío como el que allí había no tuviese un cerrojo. Muy imbécil debía de ser y nadie sabía que ellos planeaban el robo, por lo que algo andaba mal. Le dio poca importancia y en cuanto estuvo dentro empezó a caminar despacio para no hacer ruido. No veía nada de nada y no convenía encender nada. Cuando él pasara cerraría la trampilla despacio, quedando todo en una increíble oscuridad. Ella no veía nada, pero entonces le cogió la mano despacio para no caerse. Avanzó con él estirando su mano libre para buscar alguna puerta que pudiese llevarles al piso superior.
Abrió la puerta despacio girando el pomo. Un dolor indescriptible recorrió su carne. Estuvo a punto de gritar, pero contuvo el grito y clavó una rodilla en el suelo. El pomo tenía pinchos afilados por su superficie. Ella notó la sangre manar de su mano y gotear hasta el suelo. Escocía bastante y por unos momentos se sintió algo mareada. Terminó de empujar despacio y subir unas escaleras con mucho cuidado. La joven notaba su mano temblar ligeramente y el escozor iba en aumento. No entendía quién pudo ser tan cabrón. Llegaron a un pequeño salón iluminado por algunas velas. Allí se miró la mano y pudo ver varios agujeros de un centímetro en su carne. La palma estaba imbuida en una especie de color morado y ella no poseía haki. Agarró el hombro del moreno tras otro leve mareo y después volvió en sí.
- Busquemos la mercancía y larguémonos cuanto antes, esto empieza a doler demasiado. – Dijo entonces ocultando su mano en el bolsillo y sintiendo algo de sudor bajar por su frente.
Había unos cinco sillones y dos sofás. También podían verse estanterías llenas de libros y botellas de vino. Había dos puertas más y unas escaleras que conducían al piso superior. Debían evitar ante todo subir. Vio unos láseres rojos pegados a los barrotes de las ventanas, menos mal que Akira no hizo nada. La joven entonces notó un leve dolor en su mano y poco a poco el color morado llegó hasta la muñeca, pero parecía ignorarlo de momento.
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Ambos jóvenes caminaba lentamente por el pasillo que conectaba con la trampilla. Luego del comentario irónico de la pelimorada, ambos chicos decidieron entrar e ir por ese pasadizo. Era la opción mas viable, y no era como si tuvieran otra opción. Jade lo dijo en su momento, si cortaba los barrotes era muy probable que activara alguna especie de alarma, o al menos provocara un ruido que despertara a todas las personas de la vivienda. Si sintió algo estúpido cuando lo dijo, pero era la primera vez que hacía algo así. Aparte, fue una sugerencia, no que lo llevaran a cabo. Aun así, pese a que avanzaban bien, no podía quitarle el mal augurio de encima. Algo iba a pasar, de eso estaba seguro. La última vez que sintió algo así, fue cuando su hermana murió por culpa de ese bastardo. Pensó en avisarle a Jade, pero desistió al último segundo. No quería preocuparle en caso de que no fuera nada. ¿Quién sabe? A lo mejor era producto de su paranoia que actuaba de esa forma. "Aparte..., pensó mientras veía su mano. Inconscientemente apretó levemente su extremidad y miró hacia otro lado, dan gracias que la oscuridad ocultaba en su totalidad el sonrojo que tenía en la cara.
Llegaron a una especie de puerta, pero algo andaba mal. El pelinegro entrecerró sus ojos, aunque no podía notar nada debido a la oscuridad... Hasta que sintió como Jade clavaba una rodilla en el suelo. Sus ojos se abrieron un poco más de lo normal e intentó levantarla, con cuidado. ¿Qué había sucedido? Vio la sangre en el piso cuando la joven abrió la puerta, y luego dirigió su mirada hacia el pomo. Maldijo por lo bajo al ver los pinchos con una especie de sustancia morada. Un malnacido había puesto veneno en el pomo y ahora Jade sufría las consecuencias. "Yo debería haber ido al frente", pensó mientras apretaba los puños. Juró que iba protegerla y había fallado estrepitosamente. Chasqueó su lengua y asintió ante sus palabras, pero su prioridad era otra. Empezó a revisar los cajones y estantes que había, hasta que cierta ventanilla llamó su atención.
– Interesante... – pensó, para luego acercarse.
Abrió la vitrina y se dio cuenta de que habían muchos frascos repartidos en fila. ¿Cómo sabría cual era el adecuado? Akira empezó a frustrarse, pero notó algo en el rincón. Arqueó una ceja y estiró su mano, dándose cuenta que se trataba de una nota pegada a un recipiente pequeño. Al leerla, una mueca de disgusto se formó en su rostro y tuvo que contener las ganas de pegar un portazo y destruir el vidrio, llamando así la atención de todas las personas. Inhaló y exhaló varias para poder tranquilizarse, y luego se acercó hacia donde estaba su compañera.
– Solo encontré esto para aliviar el veneno, ya que no hay antídoto – le dije suavemente mientras ponía el frasco y la nota en su mano buena, para que se diera cuenta de la razón. – No hará que lo expulses, pero si anulará su efecto y aliviará tu mano, y no se esparcirá por el resto de tu cuerpo por una o dos horas. Tiempo suficiente para encargarnos correctamente del veneno luego – finalizó mientras acariciaba levemente su mano.
Al darse cuenta de lo que hacía, dudosamente la apartó un poco, al tiempo que recordaba lo que decía la nota. Básicamente, y si lo entendió bien, el noble se burlaba de los guardias comunes que custodiaban el lugar en ocasiones, y puso que no gastaría un antídoto en imbéciles que se metían donde no los llamaban, haciendo referencia al pomo de la puerta. Pensar que existía gente tan egoísta y ruin... "Tu no estas lejos de convertirte en esa gente, Yuki", se recordó mentalmente a si mismo.
– Terminemos rápido con esto y luego vayamos por un antídoto. Deberías estar bien por el momento... – Akira no era médico, así que no sabía si funcionaría el anulador o no. – Lo siento, es lo mejor que encontré – se disculpó mientras miraba hacia abajo. Se sentía nuevamente como un inútil, tal como lo sucedido la última vez...
Llegaron a una especie de puerta, pero algo andaba mal. El pelinegro entrecerró sus ojos, aunque no podía notar nada debido a la oscuridad... Hasta que sintió como Jade clavaba una rodilla en el suelo. Sus ojos se abrieron un poco más de lo normal e intentó levantarla, con cuidado. ¿Qué había sucedido? Vio la sangre en el piso cuando la joven abrió la puerta, y luego dirigió su mirada hacia el pomo. Maldijo por lo bajo al ver los pinchos con una especie de sustancia morada. Un malnacido había puesto veneno en el pomo y ahora Jade sufría las consecuencias. "Yo debería haber ido al frente", pensó mientras apretaba los puños. Juró que iba protegerla y había fallado estrepitosamente. Chasqueó su lengua y asintió ante sus palabras, pero su prioridad era otra. Empezó a revisar los cajones y estantes que había, hasta que cierta ventanilla llamó su atención.
– Interesante... – pensó, para luego acercarse.
Abrió la vitrina y se dio cuenta de que habían muchos frascos repartidos en fila. ¿Cómo sabría cual era el adecuado? Akira empezó a frustrarse, pero notó algo en el rincón. Arqueó una ceja y estiró su mano, dándose cuenta que se trataba de una nota pegada a un recipiente pequeño. Al leerla, una mueca de disgusto se formó en su rostro y tuvo que contener las ganas de pegar un portazo y destruir el vidrio, llamando así la atención de todas las personas. Inhaló y exhaló varias para poder tranquilizarse, y luego se acercó hacia donde estaba su compañera.
– Solo encontré esto para aliviar el veneno, ya que no hay antídoto – le dije suavemente mientras ponía el frasco y la nota en su mano buena, para que se diera cuenta de la razón. – No hará que lo expulses, pero si anulará su efecto y aliviará tu mano, y no se esparcirá por el resto de tu cuerpo por una o dos horas. Tiempo suficiente para encargarnos correctamente del veneno luego – finalizó mientras acariciaba levemente su mano.
Al darse cuenta de lo que hacía, dudosamente la apartó un poco, al tiempo que recordaba lo que decía la nota. Básicamente, y si lo entendió bien, el noble se burlaba de los guardias comunes que custodiaban el lugar en ocasiones, y puso que no gastaría un antídoto en imbéciles que se metían donde no los llamaban, haciendo referencia al pomo de la puerta. Pensar que existía gente tan egoísta y ruin... "Tu no estas lejos de convertirte en esa gente, Yuki", se recordó mentalmente a si mismo.
– Terminemos rápido con esto y luego vayamos por un antídoto. Deberías estar bien por el momento... – Akira no era médico, así que no sabía si funcionaría el anulador o no. – Lo siento, es lo mejor que encontré – se disculpó mientras miraba hacia abajo. Se sentía nuevamente como un inútil, tal como lo sucedido la última vez...
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Jade ladeó un poco la cabeza cuando él le estiró aquella cosa. Tragó saliva sin escuchar muy bien lo que dijo y tomó el pequeño frasco con su mano buena. Lo miró unos segundos y lo acercó a su boca, pero un nuevo mareo le dio y no pudo evitar caer al suelo sobre una alfombra, por lo que no hizo ruido. El pequeño tubo cayó al suelo rompiéndose, pero el ruido no fue para tanto. El líquido ahora se hallaba allí tirado. Ella cerró los ojos y pegó su frente al suelo por unos momentos. El sudor no paraba de caer desde su frente hacia el piso y cada vez se encontraba peor. Miró su mano y el color morado ya iba por medio brazo, no podía moverlo. La joven entonces se levantó con mucha dificultad y se quedó mirando a su compañero de forma seria.
- N-no es tu culpa, imbécil. Se me ha caído a mí y yo he sido la que no ha ido con cuidado. Ahora deja de lamentarte y ayúdame a caminar. – Mencionó colocando su brazo por encima del hombro de él.
La vista de Jade empezó a nublarse un poco, pero entonces pudo ver una especie de altar rojizo y encima de él la figura de un simio brillante. Era justo lo que estaban buscando, ella entonces le indicó a Akira que lo cogiera. Rápidamente se giró, abrió la puerta de la trampilla y volvió sobre sus pasos. Salió por la trampilla y de nuevo estaban en el callejón. Ella soltó un leve quejido y apretó los puños. Escupió algo de sangre contra la pared y después se dio cuenta de que el color no solo había traspasado su hombro, parte de su mejilla tenía marcas moradas, como si fuesen lenguas de fuego. De hecho, su propio cuello las tenía, pero le dio poca importancia, pues tenían la mercancía robada si él la había cogido. La luchadora entonces se tambaleó un poco y finalmente empezó a correr por la plaza rumbo al puerto.
- ¡Nos vamos de la isla! ¡Tenemos que llegar a la lancha y poner rumbo a…! – No llegó a terminar su frase.
Jade cayó al suelo, casualmente sobre un charco. Su frente quedó pegada al agua y su rostro sumergido. Una sustancia morada salía de su boca en forma de líquido y su frente ardía debido a la fiebre que le estaba dando. La joven había quedado inconsciente totalmente. Su cuerpo estaba tirado y su ojo totalmente cerrado. Parecía como si hubiese perecido, pero su corazón todavía latía. Esperaba que al menos Akira no se deshiciese del mono, pues por él se había formado todo y era el motivo por el que ella había corrido el riesgo. Su cuerpo temblaba de forma violenta y la sustancia morada continuaba saliendo de su boca. Las marcas habían dejado de extenderse por suerte, pero por el momento estaba fuera de juego. Si él la sacaba del agua vería que su respiración era muy agitada y la fiebre muy alta.
- Akira-kun… – Susurraría estando inconsciente con un tono de voz bastante dulce y distinto.
- N-no es tu culpa, imbécil. Se me ha caído a mí y yo he sido la que no ha ido con cuidado. Ahora deja de lamentarte y ayúdame a caminar. – Mencionó colocando su brazo por encima del hombro de él.
La vista de Jade empezó a nublarse un poco, pero entonces pudo ver una especie de altar rojizo y encima de él la figura de un simio brillante. Era justo lo que estaban buscando, ella entonces le indicó a Akira que lo cogiera. Rápidamente se giró, abrió la puerta de la trampilla y volvió sobre sus pasos. Salió por la trampilla y de nuevo estaban en el callejón. Ella soltó un leve quejido y apretó los puños. Escupió algo de sangre contra la pared y después se dio cuenta de que el color no solo había traspasado su hombro, parte de su mejilla tenía marcas moradas, como si fuesen lenguas de fuego. De hecho, su propio cuello las tenía, pero le dio poca importancia, pues tenían la mercancía robada si él la había cogido. La luchadora entonces se tambaleó un poco y finalmente empezó a correr por la plaza rumbo al puerto.
- ¡Nos vamos de la isla! ¡Tenemos que llegar a la lancha y poner rumbo a…! – No llegó a terminar su frase.
Jade cayó al suelo, casualmente sobre un charco. Su frente quedó pegada al agua y su rostro sumergido. Una sustancia morada salía de su boca en forma de líquido y su frente ardía debido a la fiebre que le estaba dando. La joven había quedado inconsciente totalmente. Su cuerpo estaba tirado y su ojo totalmente cerrado. Parecía como si hubiese perecido, pero su corazón todavía latía. Esperaba que al menos Akira no se deshiciese del mono, pues por él se había formado todo y era el motivo por el que ella había corrido el riesgo. Su cuerpo temblaba de forma violenta y la sustancia morada continuaba saliendo de su boca. Las marcas habían dejado de extenderse por suerte, pero por el momento estaba fuera de juego. Si él la sacaba del agua vería que su respiración era muy agitada y la fiebre muy alta.
- Akira-kun… – Susurraría estando inconsciente con un tono de voz bastante dulce y distinto.
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Estaban de regreso en las afueras de la vivienda, y la misión había sido un éxito... En parte. Lo cierto era que el veneno que afectaba el cuerpo de la pelimorada, era para preocuparse. Tampoco pudo ingerir el anulador, puesto que lo terminó botando. Con el simio brillante en sus brazos, miró con preocupación a Jade. No debía estar moviéndose, puesto que el veneno se esparciría más rápidamente por su cuerpo. Suspiró un poco y le siguió el paso fácilmente. Sin embargo, al cabo de unos minutos, la joven tropezó y cayó de cabeza contra el suelo. Para su alivio, justo había un charco allí, por lo que no recibió todo el impacto de lleno. El pelinegro rápidamente se acercó hacia ella y la dio vuelta. Frunció el ceño al darse cuenta que estaba inconsciente y chasqueó su lengua. El color morado seguía esparciéndose, y si no hacía algo para detenerlo, podría ser demasiado tarde. Apretó con fuerza sus puños y escuchó como susurraba su nombre mientras estaba inconsciente. Cerró sus ojos por algunos segundos, guardó el simio en la mochila y cargó a Jade en sus brazos, para luego dirigirse hacia un hospital.
– Tranquila, te pondrás bien – susurró mientras la atraía más hacia él.
Era extraño, considerando que si se hubiera tratado de la misma persona que habló con ella en el bar, ya que el no hubiera dudado dos veces en dejarla a su suerte. ¿Qué había cambiado? Lo sucedido en el callejón, no había duda alguna. Akira sonrío levemente y, por el rabillo del ojo, observó una pequeña clínica que se encontraba iluminada. Sin más preámbulos, el joven se dirigió hacia esa edificación. Al llegar, entró de lleno y sin avisar. Una mujer atendía la recepción, y se alarmó al ver entrar de esa forma al joven. Sin embargo, al ver el estado lamentable de la persona que cargaba, se tranquilizó y le dirigió una mirada a Akira.
– Necesito que la curen – dijo con simpleza.
La mujer frunció el ceño y llamó a alguien por un teléfono que tenía a su lado. Luego, le indicó a Akira que le siguiera. Sin decir una palabra, siguió a la mujer, con Jade aún en sus brazos. Al cabo de unos pocos minutos, llegaron hacia una habitación. El pelinegro ya se hacía una idea de lo que pasaría, por lo que depositó suavemente a la chica en la cama. En eso, entró un hombre de edad avanzada y la mujer se retiró, no sin antes despedirse.
– Hum... si – murmuró el médico para si mismo. – Generalmente, el veneno que al que se vio expuesto es sencillo de curar, si es tratado rápidamente. Cuando pasa tiempo y se esparce por el cuerpo, se vuelve más difícil de curar, llegando a un punto de no retorno. Por suerte, llegaste antes que el veneno hiciera un daño significativo – explicó el doctor.
Llenó una jeringa con un líquido amarillento y lo inyectó en el brazo de Jade. Luego, el hombre botó el objeto y se lavó las manos. Le dedicó una pequeña sonrisa a Akira y colocó su mano en el hombro del chico.
– Con eso debería bastar. Solo debe hacer reposo mientras que el antídoto actúa, y estará como nueva – luego de decir eso, el doctor se despidió y se retiró del cuarto.
Akira suspiró y cogió una silla. Se sentó lo más cercano posible a la cama de Jade y la miró tristemente. Ella dijo que no debía sentirse culpable, pero no podía evitarlo. Así era él, y nada cambiaría. Acarició suavemente su mano por algunos minutos, hasta que el estrés y sueño terminó por vencerlo. Cayó dormido, aún tomándole la mano...
– Tranquila, te pondrás bien – susurró mientras la atraía más hacia él.
Era extraño, considerando que si se hubiera tratado de la misma persona que habló con ella en el bar, ya que el no hubiera dudado dos veces en dejarla a su suerte. ¿Qué había cambiado? Lo sucedido en el callejón, no había duda alguna. Akira sonrío levemente y, por el rabillo del ojo, observó una pequeña clínica que se encontraba iluminada. Sin más preámbulos, el joven se dirigió hacia esa edificación. Al llegar, entró de lleno y sin avisar. Una mujer atendía la recepción, y se alarmó al ver entrar de esa forma al joven. Sin embargo, al ver el estado lamentable de la persona que cargaba, se tranquilizó y le dirigió una mirada a Akira.
– Necesito que la curen – dijo con simpleza.
La mujer frunció el ceño y llamó a alguien por un teléfono que tenía a su lado. Luego, le indicó a Akira que le siguiera. Sin decir una palabra, siguió a la mujer, con Jade aún en sus brazos. Al cabo de unos pocos minutos, llegaron hacia una habitación. El pelinegro ya se hacía una idea de lo que pasaría, por lo que depositó suavemente a la chica en la cama. En eso, entró un hombre de edad avanzada y la mujer se retiró, no sin antes despedirse.
– Hum... si – murmuró el médico para si mismo. – Generalmente, el veneno que al que se vio expuesto es sencillo de curar, si es tratado rápidamente. Cuando pasa tiempo y se esparce por el cuerpo, se vuelve más difícil de curar, llegando a un punto de no retorno. Por suerte, llegaste antes que el veneno hiciera un daño significativo – explicó el doctor.
Llenó una jeringa con un líquido amarillento y lo inyectó en el brazo de Jade. Luego, el hombre botó el objeto y se lavó las manos. Le dedicó una pequeña sonrisa a Akira y colocó su mano en el hombro del chico.
– Con eso debería bastar. Solo debe hacer reposo mientras que el antídoto actúa, y estará como nueva – luego de decir eso, el doctor se despidió y se retiró del cuarto.
Akira suspiró y cogió una silla. Se sentó lo más cercano posible a la cama de Jade y la miró tristemente. Ella dijo que no debía sentirse culpable, pero no podía evitarlo. Así era él, y nada cambiaría. Acarició suavemente su mano por algunos minutos, hasta que el estrés y sueño terminó por vencerlo. Cayó dormido, aún tomándole la mano...
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El ojo de Jade fue abriéndose lentamente. Al principio le costó un poco, pero después de varios intentos le fue más fácil. Tenía bastante calor y el sudor bajaba por su frente. Vio el techo blanco y bien iluminado del sitio y pensó que habría muerto. Aquello debía de ser una sala del cielo o algo así, aunque con su carácter dudaba que ella hubiese sido admitida allí. Tembló un poco cambiando de repente a sentir frío y eso sí que no le hizo gracia. Estaba tapada con una manta, pero trató de echársela más por encima. Usó su mano derecha para ello y vio que el color morado ya no estaba. Después de unos momentos bostezó con bastante fuerza y trató de mover su otra mano, pero estaba atrapada por algo. Ladeó la cabeza confusa y miró a su derecha. Casi le da algo cuando vio al moreno allí sentado y dormido.
Lo peor de todo, la tenía cogida de la mano, a ella, a la gran Jade. Las venas de su frente se marcaron más de la cuenta y un ligero sonrojo recubrió sus mejillas. Estuvo a nada de golpearle de forma violenta en la cabeza, pero entonces recordó lo sucedido. Pudo haber huido con el mono o haberla matado… En lugar de eso la había llevado a un hospital y la había estado cuidando… Jade no pudo evitar mirar a otro lado algo entristecida por lo que había pensado de él. Acarició su mano despacio y entonces besó su frente suavemente, aprovechando que estaba dormido. Después el beso bajó y fue directo a su mejilla derecha. Se levantó despacio, pero el mareo la tiró de nuevo a la cama, donde cerró los ojos con fuerza volviendo ahora a tener calor y a pasarse la mano por la frente. Y segundos después, de nuevo el frío. Ese maldito veneno y sus efectos…
- Encima es tonto…
Al verle allí sentado supo de inmediato que podía darle un dolor de espalda o de cuello y no quería aquello. Enseguida tiró de su mano dándole igual despertarle y lo tumbó junto a ella en la cama. Lo abrazó como si de una almohada se tratase, para su propia comodidad, y dejó su cabeza pegada al pecho de él. Cerró su ojo despacio y soltó un suspiro sintiendo algo de sudor formarse de nuevo en su frente. Lo rodeó con las piernas en una especie de pinza y se quedó así. No iba a permitir que le quitasen su cojín. Encima, no iba a dormir, pero estaría allí echada descansando en él. La ardilla también estaba allí y se tumbó en lo alto de un armario. Jade soltó un pequeño suspiro y abrazó con más fuerza al moreno.
- Gracias por lo que has hecho… – Dijo entonces con un tono de voz serio mientras seguía aferrad a su querida almohada y acariciaba su espalda despacio. Ella continuaba con su sudadera puesta.
Lo peor de todo, la tenía cogida de la mano, a ella, a la gran Jade. Las venas de su frente se marcaron más de la cuenta y un ligero sonrojo recubrió sus mejillas. Estuvo a nada de golpearle de forma violenta en la cabeza, pero entonces recordó lo sucedido. Pudo haber huido con el mono o haberla matado… En lugar de eso la había llevado a un hospital y la había estado cuidando… Jade no pudo evitar mirar a otro lado algo entristecida por lo que había pensado de él. Acarició su mano despacio y entonces besó su frente suavemente, aprovechando que estaba dormido. Después el beso bajó y fue directo a su mejilla derecha. Se levantó despacio, pero el mareo la tiró de nuevo a la cama, donde cerró los ojos con fuerza volviendo ahora a tener calor y a pasarse la mano por la frente. Y segundos después, de nuevo el frío. Ese maldito veneno y sus efectos…
- Encima es tonto…
Al verle allí sentado supo de inmediato que podía darle un dolor de espalda o de cuello y no quería aquello. Enseguida tiró de su mano dándole igual despertarle y lo tumbó junto a ella en la cama. Lo abrazó como si de una almohada se tratase, para su propia comodidad, y dejó su cabeza pegada al pecho de él. Cerró su ojo despacio y soltó un suspiro sintiendo algo de sudor formarse de nuevo en su frente. Lo rodeó con las piernas en una especie de pinza y se quedó así. No iba a permitir que le quitasen su cojín. Encima, no iba a dormir, pero estaría allí echada descansando en él. La ardilla también estaba allí y se tumbó en lo alto de un armario. Jade soltó un pequeño suspiro y abrazó con más fuerza al moreno.
- Gracias por lo que has hecho… – Dijo entonces con un tono de voz serio mientras seguía aferrad a su querida almohada y acariciaba su espalda despacio. Ella continuaba con su sudadera puesta.
Akira Yuki
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Akira era una persona paranoica y que estaba siempre en guardia. Fue por esa razón, que al sentir lo que hizo la pelimorada en su mano, se despertó de inmediato. Sin embargo, al darse cuenta que no había peligro, simplemente fingió que seguía en el mundo de Morfeo. ¿Razón? Simple curiosidad. Ya se había dado cuenta que la joven no saca a relucir toda su personalidad cuando estaba lúcida, por lo que aprovecharía ese momento para saber más. Su curiosidad era poderosa, y el pelinegro no descansaría hasta que la satisficieran. Al sentir algo suave en su frente y luego en su mejilla, el hombre se sonrojó levemente. Su hermana siempre le hacía eso cuando se dormía, por lo que sabía muy bien lo que había hecho. Tragó en seco un poco, pero no se atrevió a hacer ningún ruido. Como era la pelimorada, probablemente se lo tomaría mal si enteraba que Akira estaba despierto cuando ella hizo eso. Pasaron los minutos y el joven dudaba en si abrir sus ojos o no... pero al final no hubo necesidad. Automáticamente sus orbes se abrieron de forma exagerada cuando Jade lo tomó y tumbó al lado suyo, para luego abrazar su cuerpo.
– ¿Qué estás...?
El pobre Akira se notaba confuso y nervioso. Prueba de ella, era la inusual expresión de su rostro y el leve tinte rosa que predominaba en sus mejillas. Jade debía saber que algo como eso lo despertaría (si lo estuviera), por lo que no entendía lo que hizo. Cada vez que pensaba que estaba cerca de averiguar su verdadera personalidad, hacía algo nuevo y sus sospechas se iban a la puta. Realmente era un enigma, uno de los mejores que había encontrado hasta ahora. Escuchó sus palabras y su semblante se suavizó. Sin pensar en las consecuencias, con su mano libre acarició el cabello de Jade.
– Dije que te protegería, ¿no? Ahora estoy atado a ti, y no pienso abandonarte nunca... capitana – dijo mientras arqueaba una ceja, la última palabra sintiéndose rara en sus labios. Por otro lado, seguía acariciando la parte superior de la cabeza de Jade.
Pocos segundos después de lo que dijo, y antes que la pelimorada pudiera responder, el doctor entró a la habitación. Dio una rápida mirada a ambos jóvenes y tosió. Iba a hacer un comentario sarcástico, pero al ver la mirada sombría del pelinegro, se lo guardó para si mismo. Revisó rápidamente a la pelimorada y asintió, para luego escribir algo en su libreta.
– El antídoto sigue haciendo efecto, y mientras mas sude, más rápido su cuerpo quedará limpio. Unas horas mas de descanso y estará como nueva – dijo amablemente el viejo.
Volvió a escribir y se despidió de los jóvenes, pero Akira le pidió una toalla antes que se fuera. Momentos después, con la prenda en mano, empezó suavemente a limpiar el sudor del rostro de la pelimorada. Que tuviera que sudar para que el veneno fuera expulsado más rápido, no quería decir que tuviera que no se pudiera limpiar sus restos.
– ¿Cómo te sientes – preguntó luego de terminar de limpiar. Dejó la toalla al lado y siguió acariciando el cabello de Jade...
– ¿Qué estás...?
El pobre Akira se notaba confuso y nervioso. Prueba de ella, era la inusual expresión de su rostro y el leve tinte rosa que predominaba en sus mejillas. Jade debía saber que algo como eso lo despertaría (si lo estuviera), por lo que no entendía lo que hizo. Cada vez que pensaba que estaba cerca de averiguar su verdadera personalidad, hacía algo nuevo y sus sospechas se iban a la puta. Realmente era un enigma, uno de los mejores que había encontrado hasta ahora. Escuchó sus palabras y su semblante se suavizó. Sin pensar en las consecuencias, con su mano libre acarició el cabello de Jade.
– Dije que te protegería, ¿no? Ahora estoy atado a ti, y no pienso abandonarte nunca... capitana – dijo mientras arqueaba una ceja, la última palabra sintiéndose rara en sus labios. Por otro lado, seguía acariciando la parte superior de la cabeza de Jade.
Pocos segundos después de lo que dijo, y antes que la pelimorada pudiera responder, el doctor entró a la habitación. Dio una rápida mirada a ambos jóvenes y tosió. Iba a hacer un comentario sarcástico, pero al ver la mirada sombría del pelinegro, se lo guardó para si mismo. Revisó rápidamente a la pelimorada y asintió, para luego escribir algo en su libreta.
– El antídoto sigue haciendo efecto, y mientras mas sude, más rápido su cuerpo quedará limpio. Unas horas mas de descanso y estará como nueva – dijo amablemente el viejo.
Volvió a escribir y se despidió de los jóvenes, pero Akira le pidió una toalla antes que se fuera. Momentos después, con la prenda en mano, empezó suavemente a limpiar el sudor del rostro de la pelimorada. Que tuviera que sudar para que el veneno fuera expulsado más rápido, no quería decir que tuviera que no se pudiera limpiar sus restos.
– ¿Cómo te sientes – preguntó luego de terminar de limpiar. Dejó la toalla al lado y siguió acariciando el cabello de Jade...
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Jade se sintió algo rara cuando él la llamó capitana y dijo que estaba atada a ella. Tragó saliva y analizó bien las palabras que había dicho él. No podía creerse que hubiese pensado de aquella forma y por ello soltó un leve suspiro. Cuando el doctor entró en la sala, la luchadora abrió su ojo de forma exagerada. Su cara era roja como la sangre. Ese hombre podría malinterpretar cosas si los veía abrazados en la misma cama. Rápidamente empezó a roncar y fingió estar dormida. No iba a pasar un ataque de vergüenza, se negaba totalmente. Esperó de una vez a que se fuera, pero ella no podía saber cuándo había abandonado aquella persona la sala. Se mantuvo unos minutos así, hasta que abrió el ojo muy despacio y se dio cuenta de que no estaba.
Notó entonces las caricias del moreno con la toalla y no pudo evitar mirar a otro lado. Se sentía bastante bien ser cuidada de aquella forma. Notó después las caricias de él en sus cabellos y después de unos momentos negó con la cabeza. Se incorporó sintiendo su párpado izquierdo humedecido por el sudor y entonces se retiró el parche. Abrió el ojo dejando ver un orbe blanco y atravesado por una cicatriz. Se pasó el dedo despacio y después apartó la mirada de él, esperando que no se fijara. Se colocó de nuevo su parche y después de unos momentos se colocó en pie. Caminó hasta la ventana despacio y una vez allí miró por ella. Había vuelto a empezar a llover y eso la hizo suspirar. Volvía a dolerle el ojo debido a aquel motivo. Chasqueó la lengua despacio y tras unos segundos se lo acarició de nuevo.
- Más o menos podría decirse que estoy normal. No me encuentro del todo mal, pero tampoco me noto bien. No deberíamos estar mucho tiempo aquí, si despiertan y ven que no está el mono…
No llegó a terminar la frase. Se giró de nuevo mirándole tumbado en la cama y después caminó hasta una de las estanterías. Miró unos cuantos libros que había ordenador por colores y tras unos segundos cogió uno marrón. En la portada ponía “Historia de Loguetown”. Jade lo cerró al momento y después de unos instantes cerró su ojo. Miró al moreno de forma algo seria y después le indicó con el dedo que se levantase de su posición.
- Nos vamos hacia la lancha ya. No podemos arriesgarnos más a que esos inútiles despierten y nos cierren las salidas. Aunque con este tiempo esté difícil sobrevivir en el mar, pero es nuestro hogar, somos piratas. – Dijo entonces apretando el puño derecho.
Lo siguiente que hizo fue abrir la ventana. Sin decir nada más saltó por ella y se agarró a una farola cercana para no partirse las piernas. Aterrizó en el suelo y después esperó a que Akira bajase para largarse de la isla de una vez.
Notó entonces las caricias del moreno con la toalla y no pudo evitar mirar a otro lado. Se sentía bastante bien ser cuidada de aquella forma. Notó después las caricias de él en sus cabellos y después de unos momentos negó con la cabeza. Se incorporó sintiendo su párpado izquierdo humedecido por el sudor y entonces se retiró el parche. Abrió el ojo dejando ver un orbe blanco y atravesado por una cicatriz. Se pasó el dedo despacio y después apartó la mirada de él, esperando que no se fijara. Se colocó de nuevo su parche y después de unos momentos se colocó en pie. Caminó hasta la ventana despacio y una vez allí miró por ella. Había vuelto a empezar a llover y eso la hizo suspirar. Volvía a dolerle el ojo debido a aquel motivo. Chasqueó la lengua despacio y tras unos segundos se lo acarició de nuevo.
- Más o menos podría decirse que estoy normal. No me encuentro del todo mal, pero tampoco me noto bien. No deberíamos estar mucho tiempo aquí, si despiertan y ven que no está el mono…
No llegó a terminar la frase. Se giró de nuevo mirándole tumbado en la cama y después caminó hasta una de las estanterías. Miró unos cuantos libros que había ordenador por colores y tras unos segundos cogió uno marrón. En la portada ponía “Historia de Loguetown”. Jade lo cerró al momento y después de unos instantes cerró su ojo. Miró al moreno de forma algo seria y después le indicó con el dedo que se levantase de su posición.
- Nos vamos hacia la lancha ya. No podemos arriesgarnos más a que esos inútiles despierten y nos cierren las salidas. Aunque con este tiempo esté difícil sobrevivir en el mar, pero es nuestro hogar, somos piratas. – Dijo entonces apretando el puño derecho.
Lo siguiente que hizo fue abrir la ventana. Sin decir nada más saltó por ella y se agarró a una farola cercana para no partirse las piernas. Aterrizó en el suelo y después esperó a que Akira bajase para largarse de la isla de una vez.
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- ¿Para qué necesitas un chroma cuando el fondo del bosque es verde? La primera película de WestWood. [Privado Boss/Dretch/Hikaru Surfer]
- El viaje a Conomi [Privado][Aizack y Jin Surfer]
- [Privado] Un gesto vale mas que mil palabras [Hisagi y Jin Surfer]
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