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Akira Yuki
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Akira frunció el ceño al ver que se quitaba el parche. Fue solo por unos momentos, pero pudo ver la cicatriz y el ojo blanco de la pelimorada. Lejos asquearse, no pudo evitar bajar la mirada, con tristeza. Quería preguntarle el cómo había perdido uno de sus orbes, pero no quería que Jade pensara de él como un metido. Quizá la cuestionaría cuando se conocieran mejor, pero de momento lo más sensato era dejar las cosas así. Al notar que se ponía de pie, arqueó una ceja y posó su mirada sobre ella. Al mínimo indicio de que fuera a caerse al piso, el joven se levantaría para tomarla antes que su cuerpo tocara suelo. Para su alivio, Jade estaba lo suficiente bien como para poder caminar sin tambalearse demasiado. Escuchó sus palabras y asintió en silencio. Pese a que prefería que ella estuviera acostada hasta que se recuperara completamente, sabía lo mal que lo pasarían si se despertaban y veían que el mono no estaba. La seguridad de la isla se volvería un calvario para ambos jóvenes, y salir de Loguetown se haría extremadamente difícil, por no decir imposible. Más que se seguro que vigilarían a todas las personas que fueran al puerto, pidiendo ver lo que habían en sus mochilas antes de partir.
– Preferiría que te recuperaras antes, pero se que la seguridad será un incordio cuando se den cuenta. Así que no queda otra – respondió el chico.
El pelinegro se levantó y tomó sus dos espadas, para luego mirar tranquilamente a la pelimorada. Arqueó una ceja al ver como rebuscaba algo en los estantes y se cruzó de brazos, esperándola y alerta a cualquier tipo de amenaza en caso de ser necesario. Escuchó sus palabras y asintió, pese a que por dentro se encontraba preocupado por el clima. Como dijo Jade, el mar era el territorio de ambos y debían afrontarlo como piratas que eran. Akira pausó un poco al pensar eso último y sonrío irónicamente. Pensó en muchas cosas para hacer en su vida, pero ni siquiera se le pasó por la cabeza en ser un pirata. En aquel entonces pensaba en seguir los pasos de su mentor, pero luego de lo sucedido... Eso ya no era posible. De todas formas, no se arrepentiría de ello. Algo le decía que esa sería la mejor decisión que podría haber tomado en la vida.
Siguió a Jade, no sin antes ponerse su nueva capucha. Ocultó su rostro con la parte superior, para luego asentir en dirección a la pelimorada. Sin decir otra palabra, ambos fueron rápidamente hacia el puerto. Akira cada minuto dirigía su atención hacia su capitana en caso que necesitara ayuda. Pese a que podía caminar, correr era algo distinto. Si veía que se iba a caer, el pelinegro la atraparía antes. Era lo menos que podía hacer por ella a estas alturas. Juró que protegería a la persona que le dio un propósito, y así sería hasta el final. Al llegar al puerto, Akira frunció el ceño y observó, pero no supo cual era el navío de la chica.
– ¿Cuál es nuestro transporte? – le preguntó, al tiempo que le cedía el brazo para que se apoyara en caso de que necesitara descansar por algunos segundos. Venía saliendo de una situación crítica, así que su cuerpo no estaba en óptimas condiciones.
– Preferiría que te recuperaras antes, pero se que la seguridad será un incordio cuando se den cuenta. Así que no queda otra – respondió el chico.
El pelinegro se levantó y tomó sus dos espadas, para luego mirar tranquilamente a la pelimorada. Arqueó una ceja al ver como rebuscaba algo en los estantes y se cruzó de brazos, esperándola y alerta a cualquier tipo de amenaza en caso de ser necesario. Escuchó sus palabras y asintió, pese a que por dentro se encontraba preocupado por el clima. Como dijo Jade, el mar era el territorio de ambos y debían afrontarlo como piratas que eran. Akira pausó un poco al pensar eso último y sonrío irónicamente. Pensó en muchas cosas para hacer en su vida, pero ni siquiera se le pasó por la cabeza en ser un pirata. En aquel entonces pensaba en seguir los pasos de su mentor, pero luego de lo sucedido... Eso ya no era posible. De todas formas, no se arrepentiría de ello. Algo le decía que esa sería la mejor decisión que podría haber tomado en la vida.
Siguió a Jade, no sin antes ponerse su nueva capucha. Ocultó su rostro con la parte superior, para luego asentir en dirección a la pelimorada. Sin decir otra palabra, ambos fueron rápidamente hacia el puerto. Akira cada minuto dirigía su atención hacia su capitana en caso que necesitara ayuda. Pese a que podía caminar, correr era algo distinto. Si veía que se iba a caer, el pelinegro la atraparía antes. Era lo menos que podía hacer por ella a estas alturas. Juró que protegería a la persona que le dio un propósito, y así sería hasta el final. Al llegar al puerto, Akira frunció el ceño y observó, pero no supo cual era el navío de la chica.
– ¿Cuál es nuestro transporte? – le preguntó, al tiempo que le cedía el brazo para que se apoyara en caso de que necesitara descansar por algunos segundos. Venía saliendo de una situación crítica, así que su cuerpo no estaba en óptimas condiciones.
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Jade tomó el brazo del moreno una vez llegaron al puerto. Estaba agotada y el sprint la había hecho pasarlo realmente mal. Se limpió el sudor de la frente y tosió un poco mientras se aferraba a su brazo y después miraba un poco el puerto. Le hizo entonces una señal de que la siguiera, pues no habían llegado por el momento. Tras un par de minutos más avanzando llegaron a un muelle algo estropeado. En él había una lancha a motor que solía usar la chica para sus viajes. Sin pensárselo saltó a ella y se sentó junto al motor, pues sería la que llevase los mandos. Desató el objeto del muelle y después de unos momentos metió la mano en el mar. La sacó de este y la pasó por su frente, limpiándose de esa forma y sintiendo un enorme alivio. El agua del mar era genial.
- Ahora debemos largarnos de una vez de esta isla antes de que esos indeseables despierten y vean que ya no tienen el mono en su poder. Una vez empecemos el viaje ya no habrá marcha atrás, Akira-kun. – Dijo ella con un tono muy serio mientras le miraba a los ojos.
En cuanto él afirmase que estaba dispuesto no tardaría en encender el motor, el cual hizo un ruido enorme, similar al de una explosión en menor medida. La luchadora entonces se dio cuenta de que no arrancaba bien y empezó a chasquear la lengua mientras le daba golpes con la mano. El maldito bote con motor ahora no funcionaba y eso solo podía ser cosa del puto destino. Su ceño se frunció y entonces las venas de su cuello se marcaron de forma exagerada. Gritó con fuerza e impactó su puño derecho en aquella cosa mientras gritaba con fuerza.
- ¡Funciona maldito cacharro de mierda! – Por un momento incluso el blanco de sus ojos se puso rojo por la sangre a presión. Era una de sus facetas de mosqueo.
Finalmente, el motor reaccionó al golpe y empezó a funcionar. Ella pulsó el botón rojo y tiró de una palanca. El bote salió despedido hacia el mar a toda velocidad y con aquellas enormes olas por delante. Tenía dentro dos botellas de combustibles y una caja con algo de comida enlatada y agua. No habría problema por el camino, pero esperaba que todo aquel bullicio de la tormenta terminase rápido o ambos tendrían problemas. Pudo escuchar algunos gritos a lo lejos y supo que ya se había liado. Menos mal que ambos estaban fuera del alcance de los problemas. Ella entonces quedó sentada y después miró a los ojos al moreno que iba con él.
- En fin, supongo que ahora solo queda llegar a la isla de destino y rezar porque un tiburón gigante no se cruce en nuestro camino. – Nada más decir aquello una aleta enorme surgió a un lado. – ¡Su puta madre! ¡Rema! – Colocó la máxima potencia y cogió dos remos, empezando a mover los brazos a toda velocidad.
- Ahora debemos largarnos de una vez de esta isla antes de que esos indeseables despierten y vean que ya no tienen el mono en su poder. Una vez empecemos el viaje ya no habrá marcha atrás, Akira-kun. – Dijo ella con un tono muy serio mientras le miraba a los ojos.
En cuanto él afirmase que estaba dispuesto no tardaría en encender el motor, el cual hizo un ruido enorme, similar al de una explosión en menor medida. La luchadora entonces se dio cuenta de que no arrancaba bien y empezó a chasquear la lengua mientras le daba golpes con la mano. El maldito bote con motor ahora no funcionaba y eso solo podía ser cosa del puto destino. Su ceño se frunció y entonces las venas de su cuello se marcaron de forma exagerada. Gritó con fuerza e impactó su puño derecho en aquella cosa mientras gritaba con fuerza.
- ¡Funciona maldito cacharro de mierda! – Por un momento incluso el blanco de sus ojos se puso rojo por la sangre a presión. Era una de sus facetas de mosqueo.
Finalmente, el motor reaccionó al golpe y empezó a funcionar. Ella pulsó el botón rojo y tiró de una palanca. El bote salió despedido hacia el mar a toda velocidad y con aquellas enormes olas por delante. Tenía dentro dos botellas de combustibles y una caja con algo de comida enlatada y agua. No habría problema por el camino, pero esperaba que todo aquel bullicio de la tormenta terminase rápido o ambos tendrían problemas. Pudo escuchar algunos gritos a lo lejos y supo que ya se había liado. Menos mal que ambos estaban fuera del alcance de los problemas. Ella entonces quedó sentada y después miró a los ojos al moreno que iba con él.
- En fin, supongo que ahora solo queda llegar a la isla de destino y rezar porque un tiburón gigante no se cruce en nuestro camino. – Nada más decir aquello una aleta enorme surgió a un lado. – ¡Su puta madre! ¡Rema! – Colocó la máxima potencia y cogió dos remos, empezando a mover los brazos a toda velocidad.
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Akira siguió lentamente por el puerto a la pelimorada hasta que llegaron a un muelle algo estropeado. Un gota de sudor cayó por su sien al ver la lancha y el estado del mar. Algo le decía que esa sería la decisión más loca que hubiera tomado en su vida, pero no quedaba otra. Luego de que la joven se subiera, el pelinegro dio un pequeño salto y cayó levemente en la lancha. Escuchó sus palabras y su mirada se tornó seria. Cerró sus ojos por algunos segundos, y cuando los abrió de nuevo, estos eran rojizos. Sonrío descaradamente y se cruzó de brazos, al tiempo que un relámpago aparecía en el cielo e iluminaba a la perfección su rostro.
– Ya tomé una decisión, Jade, y yo no soy una persona que falte a su palabra – respondió, con decisión y firmeza.
Sin embargo, el momento de seriedad y tensión se fue a la mierda debido a lo sucedido con el motor. Realmente, ¿justo en este momento tuvo que estropearse? Resistió el impulso de golpearse en el rostro, puesto que el dolor no valía la pena por tal ridiculez. El hecho que la pelimorada estuviera golpeando el motor, no ayudaba en lo absoluto. Gruñó por lo bajo, sintiendo como su paciencia llegaba al límite. Estuvo a punto de agarrar su espada y clavarla en las profundidades de aquel objeto endemoniado, pero afortunadamente terminó prendiendo. A buena hora, ahora que veía bien. Escuchaba algunos gritos en la lejanía, pero ya no había forma de que pudieran alcanzarlos.
– Un día de estos, me va a dar un ataque – murmuró mientras se secaba el sudor de la frente.
Por suerte, tenían suficientes provisiones hasta llegar a la próxima isla... Si conseguían sobrevivir, claro estaba. Se rascó la cabeza y se sujetó con fuerza. La lancha era muy turbulenta debido a las olas, y esperaba salir rápido de la tormenta. Se notaba que el joven estaba tenso al escuchar el sonido de los rayos y de la tormenta en general, por alguna razón. Era algo que sucedió en su pasado que hasta el día de hoy seguía traumándolo. Cada vez que veía una ola formarse, el sudor recorría su cuerpo. Pese a eso, su expresión seguía sin cambiar... Aunque era más fría de lo normal. Escuchó las palabras de la pelimorada y vio la aleta, lo que provocó que sus ojos de abrieran de forma exagerada. Venció su miedo por algunos segundos, todo fuera por alejarse de esa bestia...
– Me cago en... – no llegó a terminar la frase, puesto que el bote dio un vuelco y el joven terminó mordiéndose la lengua. Justo cuando creía que no podía tenerle mas odio a las tormentas...
– Ya tomé una decisión, Jade, y yo no soy una persona que falte a su palabra – respondió, con decisión y firmeza.
Sin embargo, el momento de seriedad y tensión se fue a la mierda debido a lo sucedido con el motor. Realmente, ¿justo en este momento tuvo que estropearse? Resistió el impulso de golpearse en el rostro, puesto que el dolor no valía la pena por tal ridiculez. El hecho que la pelimorada estuviera golpeando el motor, no ayudaba en lo absoluto. Gruñó por lo bajo, sintiendo como su paciencia llegaba al límite. Estuvo a punto de agarrar su espada y clavarla en las profundidades de aquel objeto endemoniado, pero afortunadamente terminó prendiendo. A buena hora, ahora que veía bien. Escuchaba algunos gritos en la lejanía, pero ya no había forma de que pudieran alcanzarlos.
– Un día de estos, me va a dar un ataque – murmuró mientras se secaba el sudor de la frente.
Por suerte, tenían suficientes provisiones hasta llegar a la próxima isla... Si conseguían sobrevivir, claro estaba. Se rascó la cabeza y se sujetó con fuerza. La lancha era muy turbulenta debido a las olas, y esperaba salir rápido de la tormenta. Se notaba que el joven estaba tenso al escuchar el sonido de los rayos y de la tormenta en general, por alguna razón. Era algo que sucedió en su pasado que hasta el día de hoy seguía traumándolo. Cada vez que veía una ola formarse, el sudor recorría su cuerpo. Pese a eso, su expresión seguía sin cambiar... Aunque era más fría de lo normal. Escuchó las palabras de la pelimorada y vio la aleta, lo que provocó que sus ojos de abrieran de forma exagerada. Venció su miedo por algunos segundos, todo fuera por alejarse de esa bestia...
– Me cago en... – no llegó a terminar la frase, puesto que el bote dio un vuelco y el joven terminó mordiéndose la lengua. Justo cuando creía que no podía tenerle mas odio a las tormentas...
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