Tobías Thorn
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-Agua, agua y más agua - pensé aburrido haciendo un esfuerzo por no dormirme con el suave balanceo de Atlas mientras me encontraba el puesto del vigía.
Era la primera vez que hacía desembarcar el navío desde que Kim lo dejó en mis manos hace dos años ya. En parte no había querido hacerlo antes por la congoja que me embargaba el caminar por él sin escuchar el ruido de mis nakamas danzando por allí. Nunca había pensado que echaría tanto de menos al escandaloso Gusi, la compañía de Biz, la forma tan rara de actuar de Ciaran o las regañinas de Kim, así que el simple hecho de haberme subido a él de nuevo donde aún hay parte de sus cosas le daba un toque lúgubre a la escena, pero por culpa del trabajo no me quedaba otra.
Una zona de pesca bastante transitada de una isla cercana estaba sufriendo varios ataques por parte un navío que nadie sabía identificar. Al parecer no llevaba bandera que lo identificase y casi ninguna nave se salvaba de sus ataques. Los más curioso es que al parecer no se llevaban nada. Solo llegaban, destrozaban y se volvían a marchar. Dejando unos pocos supervivientes y antes de que nadie llegase a auxiliarlos. La agencia se había enterado que disponía de un barco a mi disposición, así que no tardaron en darme un puñado de hombres para navegarla y mandarme a vigilar la zona. Mis superiores creían que solo con la presencia de la nave durante unos días valdría para que disuadiesen su ataque, aunque si por otro lado se envalentonaban tenía órdenes de pararlos. Incluso me dieron luz verde para hundirlos si era necesario, pero siendo sinceros prefería mantener el aura de tranquilidad por muy aburrido que fuese. Prefería bajar a donde estaban Azkar y a Croc guardados y entretenerme con ellos. Por mí volaría con él todos los días que me quedase aquí, pero ya había sido reprendido por los pescadores cuando lo vieron la primera vez. Decían que asustaba a los peces y como no quería enfrentarme con nadie que no fuese necesario cedí por unos días. -Espero que todo pase rápido.
Era la primera vez que hacía desembarcar el navío desde que Kim lo dejó en mis manos hace dos años ya. En parte no había querido hacerlo antes por la congoja que me embargaba el caminar por él sin escuchar el ruido de mis nakamas danzando por allí. Nunca había pensado que echaría tanto de menos al escandaloso Gusi, la compañía de Biz, la forma tan rara de actuar de Ciaran o las regañinas de Kim, así que el simple hecho de haberme subido a él de nuevo donde aún hay parte de sus cosas le daba un toque lúgubre a la escena, pero por culpa del trabajo no me quedaba otra.
Una zona de pesca bastante transitada de una isla cercana estaba sufriendo varios ataques por parte un navío que nadie sabía identificar. Al parecer no llevaba bandera que lo identificase y casi ninguna nave se salvaba de sus ataques. Los más curioso es que al parecer no se llevaban nada. Solo llegaban, destrozaban y se volvían a marchar. Dejando unos pocos supervivientes y antes de que nadie llegase a auxiliarlos. La agencia se había enterado que disponía de un barco a mi disposición, así que no tardaron en darme un puñado de hombres para navegarla y mandarme a vigilar la zona. Mis superiores creían que solo con la presencia de la nave durante unos días valdría para que disuadiesen su ataque, aunque si por otro lado se envalentonaban tenía órdenes de pararlos. Incluso me dieron luz verde para hundirlos si era necesario, pero siendo sinceros prefería mantener el aura de tranquilidad por muy aburrido que fuese. Prefería bajar a donde estaban Azkar y a Croc guardados y entretenerme con ellos. Por mí volaría con él todos los días que me quedase aquí, pero ya había sido reprendido por los pescadores cuando lo vieron la primera vez. Decían que asustaba a los peces y como no quería enfrentarme con nadie que no fuese necesario cedí por unos días. -Espero que todo pase rápido.
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Tenía una manta clara, llevábamos tiempo sin salir de alta mar, navegábamos a la deriva después de que la embarcación en la que viajamos naufragó en extrañas circunstancias. Ambos estábamos dormidos cuando algo ocurrió y nos despertamos mojándonos en las bodegas. No parecía ser que hubiera algún ataque directo, al parecer la embarcación estaba bastante dañada de algún viaje anterior y la quilla se partió, condenando la embarcación. No llegué a saber qué ocurrió con el resto de tripulantes, solo sabía que habíamos encontrado un bote navegando a la deriva. Y estábamos con escasos recursos, perdidos en el mar. Jiro ahora estaba dormido, tenía miedo de que algo ocurriese. No sabía cuánto nos quedaría hasta la próxima isla.
Estábamos en problemas, hasta que de pronto pude ver un barco aproximarse a la lejanía. Por unos instantes pensé que la vista me estaba causando una mala pasada, reconocería ese barco donde quiera que fuera, pero no era posible, era demasiada casualidad encontrarnos en medio del mar. Hasta que la embarcación no llegó a estar lo suficientemente próxima como para que no cupiese duda alguna, no me podía creer lo que veían mis ojos. Atlas estaba allí, justo cuando más lo necesitábamos aparecía. Me preguntaba en manos de quién estaría.
No dudé un instante. Nuestro bote había sido divisado rumbo a la deriva, desperté a Jiro, no tenía buena cara, tal vez fuese el sueño, tal vez el calor que estábamos pasando. Yo me sentía al borde de la insolación, pero eso no me impidió sacar las fuerzas necesarias para subirnos tanto a mí como a mi pequeño hermano de vuelta a cubierta de aquella embarcación que tanto tiempo hacía que no veía. Varios soldados se nos quedaron mirando.
-Por favor. Atended al chico. Está débil y sediento.
Yo no es que estuviera en la mejor de las situaciones, pero las había pasado peores. O por lo menos es lo que me decía a mí mismo. Ahora necesitaba saber quién estaba al mando de mi querido Atlas. Me dejé caer al suelo, con la espalda apoyada en la barandilla de babor, por donde habíamos subido.
-Quisiera hablar con el capitán al mando.
Estábamos en problemas, hasta que de pronto pude ver un barco aproximarse a la lejanía. Por unos instantes pensé que la vista me estaba causando una mala pasada, reconocería ese barco donde quiera que fuera, pero no era posible, era demasiada casualidad encontrarnos en medio del mar. Hasta que la embarcación no llegó a estar lo suficientemente próxima como para que no cupiese duda alguna, no me podía creer lo que veían mis ojos. Atlas estaba allí, justo cuando más lo necesitábamos aparecía. Me preguntaba en manos de quién estaría.
No dudé un instante. Nuestro bote había sido divisado rumbo a la deriva, desperté a Jiro, no tenía buena cara, tal vez fuese el sueño, tal vez el calor que estábamos pasando. Yo me sentía al borde de la insolación, pero eso no me impidió sacar las fuerzas necesarias para subirnos tanto a mí como a mi pequeño hermano de vuelta a cubierta de aquella embarcación que tanto tiempo hacía que no veía. Varios soldados se nos quedaron mirando.
-Por favor. Atended al chico. Está débil y sediento.
Yo no es que estuviera en la mejor de las situaciones, pero las había pasado peores. O por lo menos es lo que me decía a mí mismo. Ahora necesitaba saber quién estaba al mando de mi querido Atlas. Me dejé caer al suelo, con la espalda apoyada en la barandilla de babor, por donde habíamos subido.
-Quisiera hablar con el capitán al mando.
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En mitad de mi empanamiento fui llamado de repente por uno de los jóvenes de que alguien se acercaba. Miré en la dirección que señalaba y pude comprobar que se trataba de un bote. Al principio me emocioné al pensar que podía tratarse de los maleantes que andábamos buscando y que el trabajo se desarrollaría más rápido de lo que esperaba, pero según se acercaba la embarcación deseché la idea al comprobar su estado. Me costaba creer que aún se mantuviese a flote y seguramente en su interior las personas que hubiese tendrían el mismo estado, pero aún así, por si acaso, activé mi haki de observación para cerciorarme.
-¿¡Qué cojones...!? - espeté cuando sentí aquella aura que se me antojaba tan lejana, pero a la vez tan familiar. -No puede ser... Pero tiene que serlo. No hay otra - comencé a cavilar sintiendo una vorágine de sentimientos. -Chicos, seguramente quien viene ahí suba a bordo. No os preocupéis, solo atendedle y dadle lo que pida si yo no me entrometo - dije en voz alta a los tripulantes. Varios se quedaron con cara de extrañados, pero al fin y al cabo yo era quien pagaba sus sueldos y aceptaron sin rechistar.
Me quedé estático en lo más alto del árbol viendo como se desarrollaba todo la escena sin terminar de creerme nada de lo que allí pasaba. No sabía muy bien como reaccionar, hasta que una simple frase que soltó el pelirrojo me hizo sobresaltarme y perdí el control de forma momentánea. Me llevé las manos al interior de mi yukata y en un rápido movimiento tenía dos dagas idénticas y un papel del que no me había despegado ni un instante, pero antes de poder pensarlo si quiera lancé las armas con rabia a los pies del marine que acababa de embarcar. Se clavaron en la madera con un ruido sordo al mismo tiempo que levantaba la voz, aunque cualquiera que se fijase bien vería dicho papel atravesada en una de ellas.
-¡¿Acaso no has sido siempre tú!? - dije dejándome caer desde todo lo alto, hasta estamparme en el suelo transformándome durante un instante en un charco marrón con olor dulzón. -Así que por eso mismo aún espero una jodida explicación para esa maldita carta que parecía un testamento. Creía que después de lo que pasó con Bianca la cosa estaba clara. Si somos una manada, tú eres el primero en tener que dar ejemplo - proseguí desatando la frustración que había guardado durante tanto tiempo. Quizás era un poco egoísta por mi parte viendo el estado en el que se encontraba, eso sin contar al joven que se parecía tanto a él y que parecía derrotado, pero llevaba demasiado tiempo sin desahogar ninguno de mis sentimientos y se suponía que ellos era mi familia... Y a la familia nunca se abandona.
-¿¡Qué cojones...!? - espeté cuando sentí aquella aura que se me antojaba tan lejana, pero a la vez tan familiar. -No puede ser... Pero tiene que serlo. No hay otra - comencé a cavilar sintiendo una vorágine de sentimientos. -Chicos, seguramente quien viene ahí suba a bordo. No os preocupéis, solo atendedle y dadle lo que pida si yo no me entrometo - dije en voz alta a los tripulantes. Varios se quedaron con cara de extrañados, pero al fin y al cabo yo era quien pagaba sus sueldos y aceptaron sin rechistar.
Me quedé estático en lo más alto del árbol viendo como se desarrollaba todo la escena sin terminar de creerme nada de lo que allí pasaba. No sabía muy bien como reaccionar, hasta que una simple frase que soltó el pelirrojo me hizo sobresaltarme y perdí el control de forma momentánea. Me llevé las manos al interior de mi yukata y en un rápido movimiento tenía dos dagas idénticas y un papel del que no me había despegado ni un instante, pero antes de poder pensarlo si quiera lancé las armas con rabia a los pies del marine que acababa de embarcar. Se clavaron en la madera con un ruido sordo al mismo tiempo que levantaba la voz, aunque cualquiera que se fijase bien vería dicho papel atravesada en una de ellas.
-¡¿Acaso no has sido siempre tú!? - dije dejándome caer desde todo lo alto, hasta estamparme en el suelo transformándome durante un instante en un charco marrón con olor dulzón. -Así que por eso mismo aún espero una jodida explicación para esa maldita carta que parecía un testamento. Creía que después de lo que pasó con Bianca la cosa estaba clara. Si somos una manada, tú eres el primero en tener que dar ejemplo - proseguí desatando la frustración que había guardado durante tanto tiempo. Quizás era un poco egoísta por mi parte viendo el estado en el que se encontraba, eso sin contar al joven que se parecía tanto a él y que parecía derrotado, pero llevaba demasiado tiempo sin desahogar ninguno de mis sentimientos y se suponía que ellos era mi familia... Y a la familia nunca se abandona.
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La respuesta a mi petición no se demoró apenas un instante, sin inmutarme pude ver cómo dos dagas, que me resultaban muy conocidas se clavaron justo frente mío. Las dagas Tsuinkaze, una de ellas con una nota atravesada. Reconocía mi propia escritura en una de ellas. Las palabras que acompañaron las armas eran las de aquella nota que le dejé a Tobías, o por lo menos debía de serlo, pues esas dagas fueron las que dejé en su posesión.
Se notaba la furia en las palabras de Tobías, había aterrizado justo delante de mí y me estaba lanzando el mayor sermón de mi vida. No tenía ni fuerzas para alzar la cabeza, estaba agotado, sentía que al haberme relajado, al ver que finalmente habíamos sido encontrados por una embarcación, todos los problemas habrían acabado. Cuán errado estaba, nuevamente me tocaba dar la cara por aquellas palabras mal utilizadas. Primero fue Noa, y ahora Tobías. Realmente lo había hecho fatal, en aquél momento no esperaba que pudieran tomarse de esa forma las palabras. Me sentía melancólico y enfurecido, y lo menos que pude hacer para asegurarles mi regreso fue dejar esas cosas en sus manos, sabían que nunca salía a ninguna parte sin mis armas. ¿Cómo iba a ir a un combate tan loco sin ellas?
Jadeaba todavía, agotado y bastante deshidratado. Alcé la mirada, ahí estaba ese hombre de larga cabellera morena. No pude más que soltar una leve sonrisa irónica, tal vez algo sarcástica, estaba al límite de la locura en ese momento. No hacía mucho que me había topado con Noa, y después acabamos en aquél bote, navegando a la deriva, pasando todo el día bajo el sol, sin apenas nada que llevarse a la boca más que lo que conseguía pescar al adentrarme en el mar, arriesgándome por darle algo a Jiro. En este preciso instante sentía que nada más me importaba.
Aun así esa risa pasó a convertirse en un ligero llanto. Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos mientras no paraba de reirme, risa que acabó transformándose de una forma progresiva al llanto. En un par de minutos logré serenar mi mente, ya no había de qué preocuparse, Jiro estaba en buenas manos, y lo que más lamentaba, aquello que también me llegó a incitar ese estado, fue ver la reacción que mis actos habían tenido sobre mis camaradas. Sobre mis amigos.
Con la voz quebrada comencé a hablarle, aunque no sabía bien ni lo que decía.
-Tobías, viejo amigo. Me alegro de verte. Aunque parece que no opinas igual... En aquél momento, no sabía qué hacer, no era capaz de enfrentarme a un adiós cara a cara con ninguno de vosotros. Pero no tenía intención de marcharme para siempre. ¿A dónde iba yo a marcharme sin vosotros? Tú mismo lo has dicho, somos una manada. Lo único que hice fue ir en busca del cachorro perdido.
Giré la cabeza en dirección hacia donde habían llevado a Jiro. No tenía fuerzas, pero sentía que tenía que levantarme, por lo que hice lo imposible por apoyarme en la barandilla de babor y alzarme. Cuando lo conseguí, costosamente pero finalmente pude, me quedé mirando nuevamente al agente.
-Lo sé, Tobías. Sé que aquello que hice no estuvo bien, se que no eran las palabras más apropiadas. Mi hermano pequeño estuvo en problemas, pero si no os pedí ayuda, fue por que cuando me enteré de ello, él ya estaba a salvo. Lo único que hice fue tomarme un tiempo libre del trabajo para conocer mejor a mi hermano, y para entrenarle en lo que pudiera. Lo siento por lo que pudiera parecer en la nota, pero si dejé estas cosas en vuestras manos, era con la intención de que tuviérais un sello de garantía de mi regreso. Y siempre podríais haber mirado la vivre card que os dí, habríais visto que en ningún momento se ha visto degradada... Lo siento, necesito ver que mi hermano está bien.
Avancé costosamente, medio cojeando, hacia donde se habían llevado a Jiro. Estaba en un estado peor del que me esperaba, ni siquiera me había dado cuenta. Sentía marearme conforme avanzaba, pero tenía que verle. Tenía que comprobar que estuviera bien. Me detuve y sin darme la vuelta le dije unas últimas palabras a Tobías.
-Me alegro de ver que estás bien, viejo amigo.
Continué hacia adelante como pude. De una forma u otra tenía que llegar.
Se notaba la furia en las palabras de Tobías, había aterrizado justo delante de mí y me estaba lanzando el mayor sermón de mi vida. No tenía ni fuerzas para alzar la cabeza, estaba agotado, sentía que al haberme relajado, al ver que finalmente habíamos sido encontrados por una embarcación, todos los problemas habrían acabado. Cuán errado estaba, nuevamente me tocaba dar la cara por aquellas palabras mal utilizadas. Primero fue Noa, y ahora Tobías. Realmente lo había hecho fatal, en aquél momento no esperaba que pudieran tomarse de esa forma las palabras. Me sentía melancólico y enfurecido, y lo menos que pude hacer para asegurarles mi regreso fue dejar esas cosas en sus manos, sabían que nunca salía a ninguna parte sin mis armas. ¿Cómo iba a ir a un combate tan loco sin ellas?
Jadeaba todavía, agotado y bastante deshidratado. Alcé la mirada, ahí estaba ese hombre de larga cabellera morena. No pude más que soltar una leve sonrisa irónica, tal vez algo sarcástica, estaba al límite de la locura en ese momento. No hacía mucho que me había topado con Noa, y después acabamos en aquél bote, navegando a la deriva, pasando todo el día bajo el sol, sin apenas nada que llevarse a la boca más que lo que conseguía pescar al adentrarme en el mar, arriesgándome por darle algo a Jiro. En este preciso instante sentía que nada más me importaba.
Aun así esa risa pasó a convertirse en un ligero llanto. Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos mientras no paraba de reirme, risa que acabó transformándose de una forma progresiva al llanto. En un par de minutos logré serenar mi mente, ya no había de qué preocuparse, Jiro estaba en buenas manos, y lo que más lamentaba, aquello que también me llegó a incitar ese estado, fue ver la reacción que mis actos habían tenido sobre mis camaradas. Sobre mis amigos.
Con la voz quebrada comencé a hablarle, aunque no sabía bien ni lo que decía.
-Tobías, viejo amigo. Me alegro de verte. Aunque parece que no opinas igual... En aquél momento, no sabía qué hacer, no era capaz de enfrentarme a un adiós cara a cara con ninguno de vosotros. Pero no tenía intención de marcharme para siempre. ¿A dónde iba yo a marcharme sin vosotros? Tú mismo lo has dicho, somos una manada. Lo único que hice fue ir en busca del cachorro perdido.
Giré la cabeza en dirección hacia donde habían llevado a Jiro. No tenía fuerzas, pero sentía que tenía que levantarme, por lo que hice lo imposible por apoyarme en la barandilla de babor y alzarme. Cuando lo conseguí, costosamente pero finalmente pude, me quedé mirando nuevamente al agente.
-Lo sé, Tobías. Sé que aquello que hice no estuvo bien, se que no eran las palabras más apropiadas. Mi hermano pequeño estuvo en problemas, pero si no os pedí ayuda, fue por que cuando me enteré de ello, él ya estaba a salvo. Lo único que hice fue tomarme un tiempo libre del trabajo para conocer mejor a mi hermano, y para entrenarle en lo que pudiera. Lo siento por lo que pudiera parecer en la nota, pero si dejé estas cosas en vuestras manos, era con la intención de que tuviérais un sello de garantía de mi regreso. Y siempre podríais haber mirado la vivre card que os dí, habríais visto que en ningún momento se ha visto degradada... Lo siento, necesito ver que mi hermano está bien.
Avancé costosamente, medio cojeando, hacia donde se habían llevado a Jiro. Estaba en un estado peor del que me esperaba, ni siquiera me había dado cuenta. Sentía marearme conforme avanzaba, pero tenía que verle. Tenía que comprobar que estuviera bien. Me detuve y sin darme la vuelta le dije unas últimas palabras a Tobías.
-Me alegro de ver que estás bien, viejo amigo.
Continué hacia adelante como pude. De una forma u otra tenía que llegar.
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La actitud cabizbaja inicial que adoptó el pelirrojo no consiguió aplacar mi estado de ánimos. Quizás incluso hubiese llegado a acrecentar mi mal humor, pero entonces cambió su propio estado, pasando a uno que rozaba lo hilarante incluso, y comenzó su relato el cual no quise interrumpir. Si había alguna explicación que escuchar estaría ahí.
- Eres un imbécil - fueron mis únicas palabras como inicio mientras me acercaba a ayudar a mi amigo y capitán a mantenerse en pie.
Al fin y al cabo es una de las personas que más admiro y respeto. No podía verle así y no hacer nada por muy enojado que estuviese... Pero si el muy iluso creía que con eso se iba a librar de mí, lo tenía claro. - ¿Acaso crees que podía simplemente mirar la vivre card y no seguir la trayectoria que me indicaba? ¿O no salir corriendo hacia un lugar incierto si veía que esta comenzaba a degradarse? - pregunté sin esperar una respuesta por su parte. - Si hacía algo así solo terminaría rompiendo la promesa que acepté cumplir cuando leí esa carta del demonio y me hice custodio de tus pertenencias. No ha pasado un solo día en que no te maldijese y me preocupase a la vez por ti, pero si hay algo que te debo es mi fidelidad y por ello tenía que respetarte... - proseguí hasta que llegamos a paso lento donde se encontraba el pequeño Kimura y la tripulación que estaba atendiéndole.
Necesitaba poner mis sentimientos y pensamientos en orden antes de seguir abriendo la boca. Todavía no se me había pasado el enfado, pero la preocupación había ido ganando terreno al comprobar el desgaste del dúo y tampoco quería que aquellos tipos viesen al marine así. Ordené a un par de ellos que fueran a por algo de comida y más agua, y sin más dilación comencé a caminar hacia el camarote del capitán.
- Vayamos a un sitio más tranquilo - dije sin mirar a comprobar si me seguían.
Al abrir la puerta del camarote sentí aquella sensación tan extraña de añoranza que siempre me embargaba al entrar para comprobar que todo estaba en su sitio, aunque esta vez estaba mitigada por la presencia del pelirrojo que llevaba demasiado tiempo sin llenarla. Estaba todo como él lo había dejado, incluso aquella espada del demonio que tanto comederos de cabeza me dio durante este tiempo.
- Bueno capitán... Bienvenido a casa. Si necesitáis cualquier cosa alguno de los dos solo dilo. El barco está bien aprovisionado y aquí podréis descansar tranquilos - comencé a decir algo más tranquilo si es que este me había seguido. - No creas que esto ha acabado aquí, pero ahora es más importante que reposéis un poco - terminé como despedida con intención de dejarlos tranquilos. Pensé que nos vendría bien a todos serenarnos un poco, pero entonces de sopetón recordé el motivo de mi estancia en esta zona del mar. - Por cierto, me acabo de acordar. Ahora mismo estoy en mitad de una misión. Hay un navío que se dedica a destrozar a casi todos los barcos pescantes de la zona y tengo que detenerlo, pero con un poco de suerte no os daréis cuenta de nada.
- Eres un imbécil - fueron mis únicas palabras como inicio mientras me acercaba a ayudar a mi amigo y capitán a mantenerse en pie.
Al fin y al cabo es una de las personas que más admiro y respeto. No podía verle así y no hacer nada por muy enojado que estuviese... Pero si el muy iluso creía que con eso se iba a librar de mí, lo tenía claro. - ¿Acaso crees que podía simplemente mirar la vivre card y no seguir la trayectoria que me indicaba? ¿O no salir corriendo hacia un lugar incierto si veía que esta comenzaba a degradarse? - pregunté sin esperar una respuesta por su parte. - Si hacía algo así solo terminaría rompiendo la promesa que acepté cumplir cuando leí esa carta del demonio y me hice custodio de tus pertenencias. No ha pasado un solo día en que no te maldijese y me preocupase a la vez por ti, pero si hay algo que te debo es mi fidelidad y por ello tenía que respetarte... - proseguí hasta que llegamos a paso lento donde se encontraba el pequeño Kimura y la tripulación que estaba atendiéndole.
Necesitaba poner mis sentimientos y pensamientos en orden antes de seguir abriendo la boca. Todavía no se me había pasado el enfado, pero la preocupación había ido ganando terreno al comprobar el desgaste del dúo y tampoco quería que aquellos tipos viesen al marine así. Ordené a un par de ellos que fueran a por algo de comida y más agua, y sin más dilación comencé a caminar hacia el camarote del capitán.
- Vayamos a un sitio más tranquilo - dije sin mirar a comprobar si me seguían.
Al abrir la puerta del camarote sentí aquella sensación tan extraña de añoranza que siempre me embargaba al entrar para comprobar que todo estaba en su sitio, aunque esta vez estaba mitigada por la presencia del pelirrojo que llevaba demasiado tiempo sin llenarla. Estaba todo como él lo había dejado, incluso aquella espada del demonio que tanto comederos de cabeza me dio durante este tiempo.
- Bueno capitán... Bienvenido a casa. Si necesitáis cualquier cosa alguno de los dos solo dilo. El barco está bien aprovisionado y aquí podréis descansar tranquilos - comencé a decir algo más tranquilo si es que este me había seguido. - No creas que esto ha acabado aquí, pero ahora es más importante que reposéis un poco - terminé como despedida con intención de dejarlos tranquilos. Pensé que nos vendría bien a todos serenarnos un poco, pero entonces de sopetón recordé el motivo de mi estancia en esta zona del mar. - Por cierto, me acabo de acordar. Ahora mismo estoy en mitad de una misión. Hay un navío que se dedica a destrozar a casi todos los barcos pescantes de la zona y tengo que detenerlo, pero con un poco de suerte no os daréis cuenta de nada.
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Un doctor estaba mirando a Jiro, finalmente no pude evitar sentir más que alivio cuando vio que no tenía quemaduras y que tan solo estaba débil por el tiempo que habíamos pasado en alta mar, y algo deshidratado, pronto le dieron agua y el chico comenzó a responder. Respiré aliviado.
Tobías estaba realmente molesto por haber desaparecido todo este tiempo, aun así me había ayudado a llegar hasta jiro, y en estos momentos nos llevaba hacia el que fue mi camarote hacía dos años. Una vez llegamos dejamos a mi hermano en la cama y me senté a los pies, descansando. Nos trajeron agua y comida como había mandado Tobías. Cuando dijo esas últimas palabras me levanté de un brinco. Comprendí que debían haber sido aquellos los que atacaron la embarcación. Tenía los ojos abiertos como platos, estaba claro, no había nadie más por ahí que nos hubiera podido llegar a esta situación. Me acerqué a Tobías hasta quedarme cara a cara justo con él, con el rostro completamente serio.
-Cuenta con mi ayuda Tobías. Son ellos los que nos han hecho llegar hasta este extremo. -Pero sabía que no tenía apenas ni fuerzas para mantenerme en pie. La información me había llenado el cuerpo de adrenalina, pero ahora volvía a sentir el cuerpo pesado. Me dejé caer en una silla cercana.- O por lo menos eso me gustaría poder decir... No puedo ni moverme... Yo. No tengo palabras Tobías. Lo que te he dicho hace un momento... Realmente no se ni lo que he dicho. Ya no soy digno de ser llamado o reconocido como vuestro capitán. Tienes toda la razón, no conté con vosotros para nada. Salí corriendo presa del pánico, todo por ayudar a mi hermano. Fui lo suficientemente cobarde como para no soportar una despedida directa con ninguno de vosotros, y solo ahora veo lo equivocado de mis actos. Ni siquiera fui capaz de explicaros que iba a entrenar a Jiro. Pero eso se acabó. No estoy dispuesto a seguir cometiendo los mismos errores, tanto vosotros como Jiro sois gente con la que puedo decir que daría la vida por protegeros y por ayudaros. Gusi, Bizvan, Ciaran, la pequeña Yoshi, Noa. Y por supuesto tú también. Por esto, ahora mismo tan solo siento alegría de ver que estás bien, aunque me duele el daño que os he causado, y no voy a quedarme tranquilo hasta que hablemos lo que tengamos que hablar. Se que no he sido el más sincero, ni tampoco la persona más directa con todo esto que ha pasado. Me encontré con Noa de camino al cuartel. Poco después se marchó y ahora aquí estamos, cara a cara. Necesito que me digas lo que tienes que soltar, Tobías. No quiero perderos a ninguno, y, aunque tal vez no sienta el ser considerado como vuestro capitán, eso es lo de menos, lo que menos me importa, lo único que quiero ahora mismo, es saber si podemos seguir siendo amigos. Al fin y al cabo, ahora mismo estoy en deuda contigo. De una forma o de otra, no vas a librarte de mi tan fácilmente, viejo amigo.
Me había quedado más reseco todavía con todo lo que acababa de decir. Sentado agarré el agua que habían traído y comencé a beber con calma. Lo peor ahora sería engullir el agua como si me estuviera ahogando, tan solo caería mal a mi estómago.
-¿Hayi?
La voz del pequeño me hizo girar la cabeza, se estaba despertando, me levanté todo lo rápido que pude y me senté en la cama junto a él, acercándole el agua. El chico se incorporó y comenzó a beber. No pude evitar sonreír al ver que estaba al fin despierto, y que parecía estar bien. Volví a levantarme, el rugir del estómago del pequeño daba a entender que estaba algo hambriento, fui a la mesa, aproximándome a la comida que habían traído.
Entonces vi que allí todavía había algo que había dejado hacía dos años, exactamente en el mismo sitio que lo dejé, empaquetado todavía. Eso tan solo podía ser una cosa. Desenvolví lentamente la tela que recubría el arma, y ahí estaba todavía, en un estado perfecto, ni siquiera el polvo la había rozado. La hoja Fiordiana, aquella arma que Dexter Black había dejado en mi posesión, un artefacto de lo más peculiar, parecía que ni siquiera nadie la había empuñado, por lo que no habrían escuchado la voz que en ella habitaba, o que por lo menos me hablaba cada vez que la empuñaba. Toqué su empuñadura y la sujeté por la vaina. Sentía como si hubiera estado desesperada durante todo este tiempo, sentía la hoja agradecida de volver a ser cargada y empuñada. Hacía tiempo que no la sentía.
La cargué a mi cinturón casi por inercia y recordé por lo que me había acercado a la mesa, acerqué el plato a Jiro a la vez que alguien llamaba a la puerta. Un marine asomó, llamando a Tobías, portaba las dagas gemelas que se habían quedado incrustadas en la madera, tan solo volvía a devolvérselas a mi camarada. Aunque ya no sabía si podía llamarle así todavía.
-Señor, estas son suyas. Las necesitará en breve. Ha sido avistado un navío sin bandera en el horizonte, podría ser los que estamos buscando. Están comenzando maniobras para girar y tratar de perdernos. El timonel pide órdenes.
El marine le tendió las dagas. Sentado en la cama con Jiro miré a Tobías. No sabía todavía cómo reaccionaría ante aquello, ni lo que pensaría hacer. Pero sentía que debía decirle algo.
-Tobías. Todos contamos contigo. Os dejé esas armas a todos para que os sirvieran, para que os ayudaran y facilitasen vuestras tareas. A veces pueden ser una carga, pero son bastante útiles. Ahora todos estamos en tus manos, yo no puedo moverme apenas. -Jiro se quedó mirándome al decir eso.- Enséñales que no deben meterse contigo. Y espero que las dagas gemelas te ayuden.
Tobías estaba realmente molesto por haber desaparecido todo este tiempo, aun así me había ayudado a llegar hasta jiro, y en estos momentos nos llevaba hacia el que fue mi camarote hacía dos años. Una vez llegamos dejamos a mi hermano en la cama y me senté a los pies, descansando. Nos trajeron agua y comida como había mandado Tobías. Cuando dijo esas últimas palabras me levanté de un brinco. Comprendí que debían haber sido aquellos los que atacaron la embarcación. Tenía los ojos abiertos como platos, estaba claro, no había nadie más por ahí que nos hubiera podido llegar a esta situación. Me acerqué a Tobías hasta quedarme cara a cara justo con él, con el rostro completamente serio.
-Cuenta con mi ayuda Tobías. Son ellos los que nos han hecho llegar hasta este extremo. -Pero sabía que no tenía apenas ni fuerzas para mantenerme en pie. La información me había llenado el cuerpo de adrenalina, pero ahora volvía a sentir el cuerpo pesado. Me dejé caer en una silla cercana.- O por lo menos eso me gustaría poder decir... No puedo ni moverme... Yo. No tengo palabras Tobías. Lo que te he dicho hace un momento... Realmente no se ni lo que he dicho. Ya no soy digno de ser llamado o reconocido como vuestro capitán. Tienes toda la razón, no conté con vosotros para nada. Salí corriendo presa del pánico, todo por ayudar a mi hermano. Fui lo suficientemente cobarde como para no soportar una despedida directa con ninguno de vosotros, y solo ahora veo lo equivocado de mis actos. Ni siquiera fui capaz de explicaros que iba a entrenar a Jiro. Pero eso se acabó. No estoy dispuesto a seguir cometiendo los mismos errores, tanto vosotros como Jiro sois gente con la que puedo decir que daría la vida por protegeros y por ayudaros. Gusi, Bizvan, Ciaran, la pequeña Yoshi, Noa. Y por supuesto tú también. Por esto, ahora mismo tan solo siento alegría de ver que estás bien, aunque me duele el daño que os he causado, y no voy a quedarme tranquilo hasta que hablemos lo que tengamos que hablar. Se que no he sido el más sincero, ni tampoco la persona más directa con todo esto que ha pasado. Me encontré con Noa de camino al cuartel. Poco después se marchó y ahora aquí estamos, cara a cara. Necesito que me digas lo que tienes que soltar, Tobías. No quiero perderos a ninguno, y, aunque tal vez no sienta el ser considerado como vuestro capitán, eso es lo de menos, lo que menos me importa, lo único que quiero ahora mismo, es saber si podemos seguir siendo amigos. Al fin y al cabo, ahora mismo estoy en deuda contigo. De una forma o de otra, no vas a librarte de mi tan fácilmente, viejo amigo.
Me había quedado más reseco todavía con todo lo que acababa de decir. Sentado agarré el agua que habían traído y comencé a beber con calma. Lo peor ahora sería engullir el agua como si me estuviera ahogando, tan solo caería mal a mi estómago.
-¿Hayi?
La voz del pequeño me hizo girar la cabeza, se estaba despertando, me levanté todo lo rápido que pude y me senté en la cama junto a él, acercándole el agua. El chico se incorporó y comenzó a beber. No pude evitar sonreír al ver que estaba al fin despierto, y que parecía estar bien. Volví a levantarme, el rugir del estómago del pequeño daba a entender que estaba algo hambriento, fui a la mesa, aproximándome a la comida que habían traído.
Entonces vi que allí todavía había algo que había dejado hacía dos años, exactamente en el mismo sitio que lo dejé, empaquetado todavía. Eso tan solo podía ser una cosa. Desenvolví lentamente la tela que recubría el arma, y ahí estaba todavía, en un estado perfecto, ni siquiera el polvo la había rozado. La hoja Fiordiana, aquella arma que Dexter Black había dejado en mi posesión, un artefacto de lo más peculiar, parecía que ni siquiera nadie la había empuñado, por lo que no habrían escuchado la voz que en ella habitaba, o que por lo menos me hablaba cada vez que la empuñaba. Toqué su empuñadura y la sujeté por la vaina. Sentía como si hubiera estado desesperada durante todo este tiempo, sentía la hoja agradecida de volver a ser cargada y empuñada. Hacía tiempo que no la sentía.
La cargué a mi cinturón casi por inercia y recordé por lo que me había acercado a la mesa, acerqué el plato a Jiro a la vez que alguien llamaba a la puerta. Un marine asomó, llamando a Tobías, portaba las dagas gemelas que se habían quedado incrustadas en la madera, tan solo volvía a devolvérselas a mi camarada. Aunque ya no sabía si podía llamarle así todavía.
-Señor, estas son suyas. Las necesitará en breve. Ha sido avistado un navío sin bandera en el horizonte, podría ser los que estamos buscando. Están comenzando maniobras para girar y tratar de perdernos. El timonel pide órdenes.
El marine le tendió las dagas. Sentado en la cama con Jiro miré a Tobías. No sabía todavía cómo reaccionaría ante aquello, ni lo que pensaría hacer. Pero sentía que debía decirle algo.
-Tobías. Todos contamos contigo. Os dejé esas armas a todos para que os sirvieran, para que os ayudaran y facilitasen vuestras tareas. A veces pueden ser una carga, pero son bastante útiles. Ahora todos estamos en tus manos, yo no puedo moverme apenas. -Jiro se quedó mirándome al decir eso.- Enséñales que no deben meterse contigo. Y espero que las dagas gemelas te ayuden.
Tobías Thorn
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Sentí como el pelirrojo se aclimataba al entrar en su camarote y ver que su hermano estaba atendido, incluso durante unos segundos volvió a mostrarse como esa persona que tanto admiro. Ese arrojo y determinación era el motivo por el que me quedé junto a los CW cuando los conocí, así que me alegró comprobar que no había cambiado en este tiempo como había temido.
- Eres y serás siempre mi capitán... - dije en un susurro apenas inaudible mientras entraba uno de los grumetes con noticias nuevas.
El que parecía ser nuestro objetivo por fin había aparecido, pero al parecer la imponente nave había sido suficiente revulsivo para que intentasen dar la vuelta e huir.
-Muy bien grumete, pongámonos en marcha - dije mientras recogía las dagas que me tendía el joven. - Avisa al timonel que no quiero que los pierda de vista, dile al encargado de los animales que suelte a Azkar y por último iza la bandera - comencé a darle órdenes.
Jay, como el joven se llamaba, era el encargado de los mensajes. No había nadie más rápido ni avispado que él entre todos los chicos del navío, pero esta vez pareció dudar un segundo al escuchar la última orden.
- Señor, usted nos dijo que... - comenzó a decir Jay con evidente tono de sorpresa.
- Ya sé que os dije, pero eso ahora ha cambiado - intervine sin dejarlo terminar. - El capitán de los CW ha vuelto y la bandera del lobo debe ser izada de nuevo tras tanto tiempo.
El joven no prosiguió con el tema, sino que asintió una vez y salió pitando a realizar los mandados. Buen chico. Iba a salir tras él para ultimar los preparativos, pero sentía que no podía marcharme sin decirle algo antes al pelirrojo. - Capitán... No le des más vueltas al tema. Ahora descansa y ya hablaremos luego. Eso sí, no dudes ni un solo instante que ante todo somos y seremos nakamas... Solo recuerda que siempre estaré para cosas como estas - terminé con tono serio sin esperar réplica alguna.
Nada más salir del camarote escuché el potente graznido de Azkar, que se encontraba sobrevolando el navío, y me topé con Jay que esperaba con ansias sus nuevas instrucciones.
- Dile al timonel que refrenaré el avance del navío, así que esté preparado para iniciar alguna maniobra que permita usar nuestros cañones con precisión cuando llegue el momento. Luego despierta al encargado de los artificieros para que prepare el resto. Por otro lado, si el capitán Hayate sale de su camarote y os ordena algo, cumplidlo. Su experiencia es mayor que la de todos nosotros juntos.
Una vez más no esperé respuesta alguna. Confiaba en que el chico realizase bien su tarea, así que una vez todo listo solté un potente silbido y eché a correr hacia la proa del barco para saltar aparentemente al mar, pero unos metros antes de caer a esté solté un chorro de sirope que se quedó pegado a la parte baja del vientre de Azkar que por allí pasaba. Era mi método favorito para montarme en él, por lo que en un instante terminé sentado en su grupa dirección a la nave sin bandera. Algunos tripulantes de la embarcación enemiga se percataron de nuestra presencia y no dudaron en colocarse en formación con mosquetes en mano. -Kami-e - ordené al hipogrifo justo antes de que el retumbar de los mosquetes surcara el cielo.
El animal esquivó los proyectiles con varias acrobacias aéreas y pudo llegar sobre el barco de forma ilesa. Con unas cortas palabras ordené al animal que se mantuviese en el aire, alejado del fuego enemigo, para luego sin más preámbulos dejarme caer. No tardé en volverme el blanco de los tiradores y varias balas rasgaron mi ropa y cuerpo. No sentía dolor ante aquellos simples ataques, pero tampoco me gustaba que me disparasen. Caí en medio del revuelo que comenzaba a montarse en cubierta transformado en un manchurrón marrón y no tardé en preparar mi ofensiva. Gracias al haki de observación pude notar que había una docena integrantes a bordo, pero ninguna presencia preocupante. Era hora de darles a estos bastardos una lección.
Volví a mi forma corpórea acompañado de un grupo de clones gracias a mi técnica Dulce para todos, causando consternación entre las tropas enemigas. Se notaba que llevaban demasiado tiempo tratando con grupos de pescadores y hasta ahora no se les había presentado un reto real. Hasta que no llegó el cabecilla e impartió órdenes no comenzaron a actuar, pero para entonces ya era tarde. Hice que los clones se pusieran a mi alrededor y usasen a la vez el Iron Shell, creando así una barrera de energía a mi alrededor que repelió todos los ataques del exterior. No es que estos me preocupasen en demasía, pero necesitaba un poco de concentración para mi siguiente movimiento. Así que comencé a generar un montón de sirope a mi alrededor, hasta que tuve el suficiente para darle la forma que deseaba, y acto seguido ordené a los clones que parasen con la protección.
- Comencemos - pensé eufórico por la adrenalina del momento mientras mi sirope salía disparado en todas direcciones en forma de chorros junto a un par de objetos que eché en él.
Había usado mi técnica Control para endurecerlos, al igual que mi capacidad de darle forma para que todos adquiriesen en su extrema la forma de punta de lanza. No tardó en llenarse todo el barco de gritos de dolor cuando fueron alcanzados en distintas partes, causando estragos entre las filas enemigas que no sabían que hacer. Sobre quien más centré mi ofensiva fue sobre el timonel, que se encontraba postrado sobre el timón con tres "chorros" atravesando su cuerpo. Pierna izquierda, hombro derecho y espalda. Ninguno mortal, pero lo justo para que el barco perdiese el rumbo. Por último, antes de que el cabecilla pudiese reorganizar a lo que quedaba de su tropa, ordené a los clones su última misión. Lanzar cada uno un Rankyaku hacia el mástil, para así destrozarlo y terminar de hacer inviable el manejo del barco. Era hora de que sintiesen ellos el caos que habían ocasionado a los pesqueros.
- Eres y serás siempre mi capitán... - dije en un susurro apenas inaudible mientras entraba uno de los grumetes con noticias nuevas.
El que parecía ser nuestro objetivo por fin había aparecido, pero al parecer la imponente nave había sido suficiente revulsivo para que intentasen dar la vuelta e huir.
-Muy bien grumete, pongámonos en marcha - dije mientras recogía las dagas que me tendía el joven. - Avisa al timonel que no quiero que los pierda de vista, dile al encargado de los animales que suelte a Azkar y por último iza la bandera - comencé a darle órdenes.
Jay, como el joven se llamaba, era el encargado de los mensajes. No había nadie más rápido ni avispado que él entre todos los chicos del navío, pero esta vez pareció dudar un segundo al escuchar la última orden.
- Señor, usted nos dijo que... - comenzó a decir Jay con evidente tono de sorpresa.
- Ya sé que os dije, pero eso ahora ha cambiado - intervine sin dejarlo terminar. - El capitán de los CW ha vuelto y la bandera del lobo debe ser izada de nuevo tras tanto tiempo.
El joven no prosiguió con el tema, sino que asintió una vez y salió pitando a realizar los mandados. Buen chico. Iba a salir tras él para ultimar los preparativos, pero sentía que no podía marcharme sin decirle algo antes al pelirrojo. - Capitán... No le des más vueltas al tema. Ahora descansa y ya hablaremos luego. Eso sí, no dudes ni un solo instante que ante todo somos y seremos nakamas... Solo recuerda que siempre estaré para cosas como estas - terminé con tono serio sin esperar réplica alguna.
Nada más salir del camarote escuché el potente graznido de Azkar, que se encontraba sobrevolando el navío, y me topé con Jay que esperaba con ansias sus nuevas instrucciones.
- Dile al timonel que refrenaré el avance del navío, así que esté preparado para iniciar alguna maniobra que permita usar nuestros cañones con precisión cuando llegue el momento. Luego despierta al encargado de los artificieros para que prepare el resto. Por otro lado, si el capitán Hayate sale de su camarote y os ordena algo, cumplidlo. Su experiencia es mayor que la de todos nosotros juntos.
Una vez más no esperé respuesta alguna. Confiaba en que el chico realizase bien su tarea, así que una vez todo listo solté un potente silbido y eché a correr hacia la proa del barco para saltar aparentemente al mar, pero unos metros antes de caer a esté solté un chorro de sirope que se quedó pegado a la parte baja del vientre de Azkar que por allí pasaba. Era mi método favorito para montarme en él, por lo que en un instante terminé sentado en su grupa dirección a la nave sin bandera. Algunos tripulantes de la embarcación enemiga se percataron de nuestra presencia y no dudaron en colocarse en formación con mosquetes en mano. -Kami-e - ordené al hipogrifo justo antes de que el retumbar de los mosquetes surcara el cielo.
El animal esquivó los proyectiles con varias acrobacias aéreas y pudo llegar sobre el barco de forma ilesa. Con unas cortas palabras ordené al animal que se mantuviese en el aire, alejado del fuego enemigo, para luego sin más preámbulos dejarme caer. No tardé en volverme el blanco de los tiradores y varias balas rasgaron mi ropa y cuerpo. No sentía dolor ante aquellos simples ataques, pero tampoco me gustaba que me disparasen. Caí en medio del revuelo que comenzaba a montarse en cubierta transformado en un manchurrón marrón y no tardé en preparar mi ofensiva. Gracias al haki de observación pude notar que había una docena integrantes a bordo, pero ninguna presencia preocupante. Era hora de darles a estos bastardos una lección.
Volví a mi forma corpórea acompañado de un grupo de clones gracias a mi técnica Dulce para todos, causando consternación entre las tropas enemigas. Se notaba que llevaban demasiado tiempo tratando con grupos de pescadores y hasta ahora no se les había presentado un reto real. Hasta que no llegó el cabecilla e impartió órdenes no comenzaron a actuar, pero para entonces ya era tarde. Hice que los clones se pusieran a mi alrededor y usasen a la vez el Iron Shell, creando así una barrera de energía a mi alrededor que repelió todos los ataques del exterior. No es que estos me preocupasen en demasía, pero necesitaba un poco de concentración para mi siguiente movimiento. Así que comencé a generar un montón de sirope a mi alrededor, hasta que tuve el suficiente para darle la forma que deseaba, y acto seguido ordené a los clones que parasen con la protección.
- Comencemos - pensé eufórico por la adrenalina del momento mientras mi sirope salía disparado en todas direcciones en forma de chorros junto a un par de objetos que eché en él.
Había usado mi técnica Control para endurecerlos, al igual que mi capacidad de darle forma para que todos adquiriesen en su extrema la forma de punta de lanza. No tardó en llenarse todo el barco de gritos de dolor cuando fueron alcanzados en distintas partes, causando estragos entre las filas enemigas que no sabían que hacer. Sobre quien más centré mi ofensiva fue sobre el timonel, que se encontraba postrado sobre el timón con tres "chorros" atravesando su cuerpo. Pierna izquierda, hombro derecho y espalda. Ninguno mortal, pero lo justo para que el barco perdiese el rumbo. Por último, antes de que el cabecilla pudiese reorganizar a lo que quedaba de su tropa, ordené a los clones su última misión. Lanzar cada uno un Rankyaku hacia el mástil, para así destrozarlo y terminar de hacer inviable el manejo del barco. Era hora de que sintiesen ellos el caos que habían ocasionado a los pesqueros.
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Tobías salió de allí, yo me quedé con Jiro. No podía moverme, era cierto, pero había algo que no estaba dispuesto a permitir, y era dejar solo a Tobías. Puede que no pudiera ser un apoyo para el combate, pero lo que si podía hacer era los preparativos para el mismo, echar una mano en medida de lo posible, aun que tan solo sea organizando y preparando a los hombres.
-Debo hablar con ellos Jiro, vuelvo enseguida.
-Si no puedes moverte, Hayi. -Dijo el pequeño medio entre risas, por la ironía de que él estaba peor.
-¿Yo? Estoy como un roble hermanito, esto no es nada, tú descansa. Debo apoyar a Tobías. Estamos en sus manos, pero no puedo abandonarle y hacer todo el trabajo.
El chico no dijo nada, tal vez por que estaba muy cansado para decir nada, tal vez por que no quería que mi camarada... Bueno, nuestro camarada, pelease sin ningún tipo de apoyo allí. Le froté el pelo a Jiro e hice el mayor esfuerzo que había hecho hasta ahora. Si había podido llegar hasta ese punto, podría seguir unos minutos más.
Nada más salir por la puerta me topé con ese tipo que había entrado minutos antes, parecía que iba a entrar en la habitación buscando a alguien.
-¿Ocurre algo?
-Si señor. Me temo que tenemos poca artillería para apoyar al señor Tobías.
-En tal caso habrá que apurar lo máximo posible. Os echaré una mano.
Avancé hasta el centro de cubierta. Qué recuerdos me daba aquella madera que al fin volvía a pisar después de dos duros y largos años. Estaba deseando reencontrarme con todos mis camarada... Por otra parte lo temía, hasta ahora me había topado con dos de ellos, y no había sido una cálida bienvenida, pero no podía seguir manteniéndome oculto ante ellos cuando había cometido tal error, debía afrontar las consecuencias de mis actos.
Miré hacia proa, allí estaba Tobías, cayendo del cielo a la embarcación de malhechores. No tardó en perder velocidad, en ese instante sonreí, alcé la mirada y pude ver que tan solo la vela mayor y la de mesana estaban desplegadas.
-¡Desplegad todo el velamen! ¡Timonel, el viento tan solo se desvía un par de grados de la trayectoria, varía el rumbo para ir completamente a favor del viento, con Tobías allí no podrán cambiar la dirección, es más, ni siquiera se moverán! -Las siguientes palabras fueron dirigidas tan solo a ese hombre que estaba a mi lado, el que había hablado con Tobías.- Llegaremos por babor y cuando estemos próximos viraremos y soltaremos una andanada de cañones sobre el casco mientras continuamos avanzando hacia ellos flanqueándolos. Haz que se preparen los artilleros, yo también iré a apoyar, tengo un plan.
Cuando estuviéramos próximos y el plan fuera a ejecutarse, utilizaría mi técnica Kazekaiho sobre el proyectil de uno de los cañones, insistiría en que el artillero en jefe manejara ese cañón, apuntando al palo mayor de la embarcación enemiga. El hombre era experimentado en batallas navales, y en cuanto vi que estábamos lo suficientemente próximos para dar el fuego de cobertura a Tobías dí la orden.
-¡Fuego!
La andanada de cañones causaría estragos sobre el casco, y con suerte haría caer el palo mayor de la embarcación enemiga, dejando la nave completamente inservible. Entonces lanzaría una nueva orden, la última antes de que Tobías volviera a tomar el control.
-¡Timonel, aproxime el barco por babor, abordadles y apoyad a Tobías!
-Debo hablar con ellos Jiro, vuelvo enseguida.
-Si no puedes moverte, Hayi. -Dijo el pequeño medio entre risas, por la ironía de que él estaba peor.
-¿Yo? Estoy como un roble hermanito, esto no es nada, tú descansa. Debo apoyar a Tobías. Estamos en sus manos, pero no puedo abandonarle y hacer todo el trabajo.
El chico no dijo nada, tal vez por que estaba muy cansado para decir nada, tal vez por que no quería que mi camarada... Bueno, nuestro camarada, pelease sin ningún tipo de apoyo allí. Le froté el pelo a Jiro e hice el mayor esfuerzo que había hecho hasta ahora. Si había podido llegar hasta ese punto, podría seguir unos minutos más.
Nada más salir por la puerta me topé con ese tipo que había entrado minutos antes, parecía que iba a entrar en la habitación buscando a alguien.
-¿Ocurre algo?
-Si señor. Me temo que tenemos poca artillería para apoyar al señor Tobías.
-En tal caso habrá que apurar lo máximo posible. Os echaré una mano.
Avancé hasta el centro de cubierta. Qué recuerdos me daba aquella madera que al fin volvía a pisar después de dos duros y largos años. Estaba deseando reencontrarme con todos mis camarada... Por otra parte lo temía, hasta ahora me había topado con dos de ellos, y no había sido una cálida bienvenida, pero no podía seguir manteniéndome oculto ante ellos cuando había cometido tal error, debía afrontar las consecuencias de mis actos.
Miré hacia proa, allí estaba Tobías, cayendo del cielo a la embarcación de malhechores. No tardó en perder velocidad, en ese instante sonreí, alcé la mirada y pude ver que tan solo la vela mayor y la de mesana estaban desplegadas.
-¡Desplegad todo el velamen! ¡Timonel, el viento tan solo se desvía un par de grados de la trayectoria, varía el rumbo para ir completamente a favor del viento, con Tobías allí no podrán cambiar la dirección, es más, ni siquiera se moverán! -Las siguientes palabras fueron dirigidas tan solo a ese hombre que estaba a mi lado, el que había hablado con Tobías.- Llegaremos por babor y cuando estemos próximos viraremos y soltaremos una andanada de cañones sobre el casco mientras continuamos avanzando hacia ellos flanqueándolos. Haz que se preparen los artilleros, yo también iré a apoyar, tengo un plan.
Cuando estuviéramos próximos y el plan fuera a ejecutarse, utilizaría mi técnica Kazekaiho sobre el proyectil de uno de los cañones, insistiría en que el artillero en jefe manejara ese cañón, apuntando al palo mayor de la embarcación enemiga. El hombre era experimentado en batallas navales, y en cuanto vi que estábamos lo suficientemente próximos para dar el fuego de cobertura a Tobías dí la orden.
-¡Fuego!
La andanada de cañones causaría estragos sobre el casco, y con suerte haría caer el palo mayor de la embarcación enemiga, dejando la nave completamente inservible. Entonces lanzaría una nueva orden, la última antes de que Tobías volviera a tomar el control.
-¡Timonel, aproxime el barco por babor, abordadles y apoyad a Tobías!
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Los gritos de dolor entremezclados con el ruido de los mosquetes formaban una sonata oscura que solo las batallas sabían entonar. Ya había varios malhechores heridos en el suelo que apenas podían mantenerse en pie, pero el cabecilla de todos ellos era demasiado tozudo para rendirse y los instigaba a que siguiesen atacándome.
-Estúpido... - pensé irritado cuando la vigésima quinta bala atravesó mi cuerpo sin hacer nada.
Odiaba que aquel tipo siguiese obligando a sus hombres a seguir sufriendo en una batalla pérdida, pero si algo consiguió arrancar una mueca de asco en mi rostro fue el ver como intentaba huir mientras se refugiaba sobre los pocos que quedaban en pie. Un buen capitán haría todo lo contrario. Nunca permitiría que fuesen sus hombres los que sufriesen las consecuencias, pero este perro maldito no tenía honor y pude leer claramente sus intenciones. - No escaparás tan fácilmente - espeté entre dientes mientras me disponía a reunir parte del sirope que había en la borda para atacarle.
En mi movimiento anterior había echado las dagas del pelirrojo a mi elemento por si necesitaba recurrir a un ataque sorpresa con ellas, pero viendo como se estaba tornando la batalla no iba a necesitarlas, así que tras reunir todo lo que podía a mi alrededor y recuperar las armas, me dispuse a incapacitar al cabecilla con múltiples ataques... O al menos esa era la idea hasta que Azkar chilló para llamar mi atención. La silueta de Atlas se perfiló en uno de los costados de la embarcación en la que me encontraba y antes de que pudiese reaccionar oí la voz en grito de mi capitán gritando "Fuego". Usé todo el sirope que había estado preparando para mi ataque y lo reuní bajo mis pies de la forma más rápida posible e hice que me propulsase hacia arriba como si de un géiser de sirope se tratase.
Azkar pasó por encima justo a tiempo para que pudiese subirme a su grupa sin que ningún proyectil proveniente de Atlas me alcanzase. Cosa que a el barco enemigo, ni a su capitán lr pasó. Varias bolas de cañón atravesaron el casco y mástil, mientras que del capitán cobarde no quedó nada a excepción de una bota mal atada. El ataque había causado el caos final entre la tripulación enemiga, y por ende, sus ilusiones vanas de escapar o vencer, pero aún así me centré en el sirope que había utilizado para elevarme y comencé a moverlo por todo el suelo del navío al mismo tiempo que utilizaba mi técnica Sutikkī para inmovilizarlos lo máximo posible, al igual que generaba un poco más desde los cielos creando una especie de lluvia dulce.
El desgaste que todo ello me producía iba en aumento. Quizás si no estuviese sobre Azkar incluso notaría como las piernas me temblaban, pero debía darlo todo para minimizar el trabajo de los hombres que estaban a mi cargo... Así que así lo hice. Como esfuerzo final comencé a juntar todo el sirope en un único punto, intentando arrastrar a todos los tipos que hubiesen caído en mi trampa, hasta formar una enorme bola en el centro para que los hombres que llevaba conmigo pudiesen abordar sin problemas.
- Son todo vuestro chicos - avisé a los tripulantes tras ordenar a Azkar que sobrevolase Atlas. - Sacad primero a los que tengan la cabeza sumergida y no os fieis en ningún momento. Sed cautos y apresadlos cuanto antes - proseguí dando órdenes mientras observaba como colocaban de forma satisfactoria las pasarelas para el abordaje. Sabía que los chicos podrían ultimar con eficacia, pero aún así me obligué a mantenerme en la zona para ir retirando el sirope que molestaba hacia el mar.
No tardaron mucho en apresar a todos los tipos que quedaban en pie. Pocos quedaban con fuerza o ganas para rebelarse, pero aún así ese lapso de tiempo se me antojó interminable. Una vez que había pasado el punto álgido del combate la adrenalina comenzaba a desaparecer y la idea de mi camastro blandito en Atlas era cada vez más llamativo.
- No olvidéis registrar cada recodo del navío. Las ratas pasan hasta por los agujeros más pequeños.
-Estúpido... - pensé irritado cuando la vigésima quinta bala atravesó mi cuerpo sin hacer nada.
Odiaba que aquel tipo siguiese obligando a sus hombres a seguir sufriendo en una batalla pérdida, pero si algo consiguió arrancar una mueca de asco en mi rostro fue el ver como intentaba huir mientras se refugiaba sobre los pocos que quedaban en pie. Un buen capitán haría todo lo contrario. Nunca permitiría que fuesen sus hombres los que sufriesen las consecuencias, pero este perro maldito no tenía honor y pude leer claramente sus intenciones. - No escaparás tan fácilmente - espeté entre dientes mientras me disponía a reunir parte del sirope que había en la borda para atacarle.
En mi movimiento anterior había echado las dagas del pelirrojo a mi elemento por si necesitaba recurrir a un ataque sorpresa con ellas, pero viendo como se estaba tornando la batalla no iba a necesitarlas, así que tras reunir todo lo que podía a mi alrededor y recuperar las armas, me dispuse a incapacitar al cabecilla con múltiples ataques... O al menos esa era la idea hasta que Azkar chilló para llamar mi atención. La silueta de Atlas se perfiló en uno de los costados de la embarcación en la que me encontraba y antes de que pudiese reaccionar oí la voz en grito de mi capitán gritando "Fuego". Usé todo el sirope que había estado preparando para mi ataque y lo reuní bajo mis pies de la forma más rápida posible e hice que me propulsase hacia arriba como si de un géiser de sirope se tratase.
Azkar pasó por encima justo a tiempo para que pudiese subirme a su grupa sin que ningún proyectil proveniente de Atlas me alcanzase. Cosa que a el barco enemigo, ni a su capitán lr pasó. Varias bolas de cañón atravesaron el casco y mástil, mientras que del capitán cobarde no quedó nada a excepción de una bota mal atada. El ataque había causado el caos final entre la tripulación enemiga, y por ende, sus ilusiones vanas de escapar o vencer, pero aún así me centré en el sirope que había utilizado para elevarme y comencé a moverlo por todo el suelo del navío al mismo tiempo que utilizaba mi técnica Sutikkī para inmovilizarlos lo máximo posible, al igual que generaba un poco más desde los cielos creando una especie de lluvia dulce.
El desgaste que todo ello me producía iba en aumento. Quizás si no estuviese sobre Azkar incluso notaría como las piernas me temblaban, pero debía darlo todo para minimizar el trabajo de los hombres que estaban a mi cargo... Así que así lo hice. Como esfuerzo final comencé a juntar todo el sirope en un único punto, intentando arrastrar a todos los tipos que hubiesen caído en mi trampa, hasta formar una enorme bola en el centro para que los hombres que llevaba conmigo pudiesen abordar sin problemas.
- Son todo vuestro chicos - avisé a los tripulantes tras ordenar a Azkar que sobrevolase Atlas. - Sacad primero a los que tengan la cabeza sumergida y no os fieis en ningún momento. Sed cautos y apresadlos cuanto antes - proseguí dando órdenes mientras observaba como colocaban de forma satisfactoria las pasarelas para el abordaje. Sabía que los chicos podrían ultimar con eficacia, pero aún así me obligué a mantenerme en la zona para ir retirando el sirope que molestaba hacia el mar.
No tardaron mucho en apresar a todos los tipos que quedaban en pie. Pocos quedaban con fuerza o ganas para rebelarse, pero aún así ese lapso de tiempo se me antojó interminable. Una vez que había pasado el punto álgido del combate la adrenalina comenzaba a desaparecer y la idea de mi camastro blandito en Atlas era cada vez más llamativo.
- No olvidéis registrar cada recodo del navío. Las ratas pasan hasta por los agujeros más pequeños.
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Aquello fue rápido, el casco y el navío de la embarcación cayeron con presteza y Tobías evadió los cañonazos alzándose con su ave. Esos movimientos que hizo a continuación fueron bastante buenos, logró inmovilizar al grueso de la tripulación enemiga y dejarlos ante las manos de sus hombres. Me quedé observándole, con una sonrisa. Realmente este hombre había mejorado bastante en todo este tiempo, le miré y cuando se cruzaron nuestras miradas asentí con una sonrisa.
Aguardé en cubierta, vigilando que no hubiera más problemas por parte de la tripulación enemiga, aunque estaban inmovilizados y siendo apresados uno a uno. No hubo problemas y finalmente todos fueron apresados. Al final del todo me reuní con Tobías.
-Han sido unos buenos movimientos, Tobías. Has mejorado bastante en este tiempo. Y además nos has salvado, a Jiro y a mí. Gracias. Te debo una, Tobías.
Sin saber si quiera si querría responderme me di la vuelta, sabía que estaba cabreado, y bastante, no tenía más palabras para él, nos había ayudado, él solo había demostrado tener poder para acabar con todos aquellos piratas. Yo había hecho todo cuanto estaba en mi mano para darle apoyo estratégico desde el navío. Ahora que todo había pasado, simplemente quería ir con Jiro, tirarme en una silla y aguardar por que a mi camarada se le pasara el enfado. Ya no sabía qué decirle más.
Aguardé en cubierta, vigilando que no hubiera más problemas por parte de la tripulación enemiga, aunque estaban inmovilizados y siendo apresados uno a uno. No hubo problemas y finalmente todos fueron apresados. Al final del todo me reuní con Tobías.
-Han sido unos buenos movimientos, Tobías. Has mejorado bastante en este tiempo. Y además nos has salvado, a Jiro y a mí. Gracias. Te debo una, Tobías.
Sin saber si quiera si querría responderme me di la vuelta, sabía que estaba cabreado, y bastante, no tenía más palabras para él, nos había ayudado, él solo había demostrado tener poder para acabar con todos aquellos piratas. Yo había hecho todo cuanto estaba en mi mano para darle apoyo estratégico desde el navío. Ahora que todo había pasado, simplemente quería ir con Jiro, tirarme en una silla y aguardar por que a mi camarada se le pasara el enfado. Ya no sabía qué decirle más.
Tobías Thorn
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El esmero que tuve a la hora de seleccionar a los tripulantes que me acompañarían en Atlas estaba dando sus frutos. Los tipos cumplieron sus órdenes como era debido y minutos después comenzaron a desfilar los delincuentes, heridos y manchados de sirope, pero sobre todo con el orgullo destrozado por acabar de esa forma. Hasta ahora habían estado acosando a todos los barcos pesqueros a sus anchas ya sin molestia alguna. Destrozando los pequeños navíos de los pescadores y sintiéndose los amos de la zona.
Llevé a Azkar hacia la cubierta de Atlas y me posicioné al lado de Hayate para observar el progreso de los hombres desde una posición más alejada. Ya había acaparado la suficiente atención de todos con el numerito que acababa de montar... Aunque parecía que a mi capitán le había gustado.
- No hay nada que agradecer capitán... Solamente no vuelvas a marcharte a una misión suicida sin mí... - contesté con un hilo de voz a las espaldas del pelirrojo, pues este había comenzado a andar sin esperar respuesta alguna.
Acaricié a Azkar en el cuello con un gesto automático que solía hacer cuando pensaba en algo profundamente, pero entonces la voz de Jay atravesó una vez más el hilo de mis pensamientos.
- Ya están todos apresados, señor. Entre ellos hemos contabilizado tres bajas, el resto solo están heridos - dijo con un tono evidente de emoción en la voz. - Entre esas bajas se encontraba el cabecilla. Según uno de los chicos está buscado por múltiples robos y asesinatos de civiles, por lo que he pensado que podríamos conservar el cadáver para su posterior entrega.
-Estupendo Jay, ¿ye la carga qué hay? Quizás podamos recuperar parte de las posesiones de los pescadores.
-Ya había pensado en eso también, señor. He ordenado que todo lo incautado se lleve a su camarote para el posterior recuento - contestó rápidamente el chico con evidente alegría. Parecía contento por haberse adelantado de forma satisfactoria a sus órdenes.
-No esperaba otra cosa, así que lo dejo todo en tus manos mientras compruebo que el capitán del barco y su huésped están bien. Aún me preocupa el estado en el que vinieron, así que una vez que hallas acabado con lo que te he pedido y de que te encargues que Azkar recibe ración doble ven a buscarme. Quiero hablar contigo de una cosa antes de que lleguemos a puerto - dije mientras me despedía del hipogrifo con uno leves toques en el pico. -Te has portado como un campeón, pequeño.
Tras mis palabras con el joven me dirigí al camarote de Hayate. Era cierto que quería comprobar el estado de los dos, pero mi verdadero motivo era hacerle una petición al pelirrojo ahora que había vuelto. Llevaba unos días rumiando la idea, aunque no esperaba poder hacerla realidad hasta ahora. Así que tras dirigirme a su puerta di dos suaves golpes en esta antes de entrar.
- Capitán, vengo para asegurarme que estáis bien. Todo ha surgido sin problemas, por lo que enseguida comenzarán los preparativos para volver a puerto. Allí buscaré un hospedaje decente donde pueda descansar el pequeño lobezno, pero antes me gustaría hacerte una petición - solté por fin - Me gustaría que Jay se quedase con nosotros. Ha demostrado ser un joven hábil y eficiente... Además de que asumiría la responsabilidad de su aprendizaje.
Llevé a Azkar hacia la cubierta de Atlas y me posicioné al lado de Hayate para observar el progreso de los hombres desde una posición más alejada. Ya había acaparado la suficiente atención de todos con el numerito que acababa de montar... Aunque parecía que a mi capitán le había gustado.
- No hay nada que agradecer capitán... Solamente no vuelvas a marcharte a una misión suicida sin mí... - contesté con un hilo de voz a las espaldas del pelirrojo, pues este había comenzado a andar sin esperar respuesta alguna.
Acaricié a Azkar en el cuello con un gesto automático que solía hacer cuando pensaba en algo profundamente, pero entonces la voz de Jay atravesó una vez más el hilo de mis pensamientos.
- Ya están todos apresados, señor. Entre ellos hemos contabilizado tres bajas, el resto solo están heridos - dijo con un tono evidente de emoción en la voz. - Entre esas bajas se encontraba el cabecilla. Según uno de los chicos está buscado por múltiples robos y asesinatos de civiles, por lo que he pensado que podríamos conservar el cadáver para su posterior entrega.
-Estupendo Jay, ¿ye la carga qué hay? Quizás podamos recuperar parte de las posesiones de los pescadores.
-Ya había pensado en eso también, señor. He ordenado que todo lo incautado se lleve a su camarote para el posterior recuento - contestó rápidamente el chico con evidente alegría. Parecía contento por haberse adelantado de forma satisfactoria a sus órdenes.
-No esperaba otra cosa, así que lo dejo todo en tus manos mientras compruebo que el capitán del barco y su huésped están bien. Aún me preocupa el estado en el que vinieron, así que una vez que hallas acabado con lo que te he pedido y de que te encargues que Azkar recibe ración doble ven a buscarme. Quiero hablar contigo de una cosa antes de que lleguemos a puerto - dije mientras me despedía del hipogrifo con uno leves toques en el pico. -Te has portado como un campeón, pequeño.
Tras mis palabras con el joven me dirigí al camarote de Hayate. Era cierto que quería comprobar el estado de los dos, pero mi verdadero motivo era hacerle una petición al pelirrojo ahora que había vuelto. Llevaba unos días rumiando la idea, aunque no esperaba poder hacerla realidad hasta ahora. Así que tras dirigirme a su puerta di dos suaves golpes en esta antes de entrar.
- Capitán, vengo para asegurarme que estáis bien. Todo ha surgido sin problemas, por lo que enseguida comenzarán los preparativos para volver a puerto. Allí buscaré un hospedaje decente donde pueda descansar el pequeño lobezno, pero antes me gustaría hacerte una petición - solté por fin - Me gustaría que Jay se quedase con nosotros. Ha demostrado ser un joven hábil y eficiente... Además de que asumiría la responsabilidad de su aprendizaje.
Nocturne93
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Llegué al camarote. Jiro había caído de nuevo dormido. El pobre lo había pasado fatal, pero por suerte ya había pasado todo, gracias a Tobías esos malditos ya estaban condenados y derrotados. Me senté en una silla al lado. Estaba realmente destrozado, sentía que si cerraba los ojos no los abriría en mucho tiempo. Y estaba a punto de hacerlo por fuerzas superiores a las que me hacían permanecerme despierto. Los párpados se me caían solos, pensando que ya había pasado el peligro, que ya no había problemas. Al fin sentía estar en casa.
El sonido de la puerta abriéndose me hizo espabilarme de nuevo y alzar la cabeza. Tobías volvía a entrar en la habitación. Vino a advertirme que todo había salido bien y sin problemas, y que la próxima vez que pisemos puerto, ya en el cuartel deduje, buscaría un hospedaje para Jiro. Agradecí escuchar esas palabras proviniendo de él.
Pero no se quedó ahí. Todavía quería decirme algo más, incluso lo llamó petición. Su expreso deseo era que el hombre conocido como Jay permaneciera junto a nosotros, que formase parte de los Wolves parecía su deseo. Incluso asumió la responsabilidad de su aprendizaje, y lo que ello conllevaba. No tenía apenas energías ni para hablar, por lo que le respondí con las primeras palabras que llegaron a mis labios.
-Hasta ahora, has estado al mando de Atlas, y por consecuencia de los Crimson Wolves. Tras la desaparición de Gusi, su posición necesitaba ser ocupada, y aunque nunca te lo dije directamente, tú eras la única persona en la que confiaba lo suficiente para mantenerte a mi lado directo en la tripulación. Y así lo pienso todavía. Cuando me fui, Atlas y la tripulación quedó a tu cargo, con todo lo que ello conlleva, incluída la admisión de personal. Si tú confías en él, no veo por qué debería desconfiar yo de esa persona. No necesitas hacerme dicha petición, confío en tu criterio, y si es tu deseo. Que así sea, camarada.
Me levanté, acababa de darme cuenta de un sillón al otro lado de la habitación que tenía pinta de ser más cómodo que aquella silla de madera, la cual dudaba que fuera muy estable para dormir encima de ella. Me dejé caer en dicho sillón y volví a mirar a Tobías.
-Espero que no te importe, Tobías. Pero no soy capaz ni de mantenerme en pie. Me alegra volver a verte. Y espero poder seguir contando contigo a mi lado a partir de ahora.
Me respondiera o no, no creo que tardase más que un par de minutos en sucumbir al cansancio y sueño. Estaba por fin tranquilo, Jiro estaba a salvo, y había vuelto a reunirme con Tobías. No había sido una cálida bienvenida, pero no podía esperar más teniendo en cuenta mis actos. De cualquier forma, me alegraba volver a estar ahí.
El sonido de la puerta abriéndose me hizo espabilarme de nuevo y alzar la cabeza. Tobías volvía a entrar en la habitación. Vino a advertirme que todo había salido bien y sin problemas, y que la próxima vez que pisemos puerto, ya en el cuartel deduje, buscaría un hospedaje para Jiro. Agradecí escuchar esas palabras proviniendo de él.
Pero no se quedó ahí. Todavía quería decirme algo más, incluso lo llamó petición. Su expreso deseo era que el hombre conocido como Jay permaneciera junto a nosotros, que formase parte de los Wolves parecía su deseo. Incluso asumió la responsabilidad de su aprendizaje, y lo que ello conllevaba. No tenía apenas energías ni para hablar, por lo que le respondí con las primeras palabras que llegaron a mis labios.
-Hasta ahora, has estado al mando de Atlas, y por consecuencia de los Crimson Wolves. Tras la desaparición de Gusi, su posición necesitaba ser ocupada, y aunque nunca te lo dije directamente, tú eras la única persona en la que confiaba lo suficiente para mantenerte a mi lado directo en la tripulación. Y así lo pienso todavía. Cuando me fui, Atlas y la tripulación quedó a tu cargo, con todo lo que ello conlleva, incluída la admisión de personal. Si tú confías en él, no veo por qué debería desconfiar yo de esa persona. No necesitas hacerme dicha petición, confío en tu criterio, y si es tu deseo. Que así sea, camarada.
Me levanté, acababa de darme cuenta de un sillón al otro lado de la habitación que tenía pinta de ser más cómodo que aquella silla de madera, la cual dudaba que fuera muy estable para dormir encima de ella. Me dejé caer en dicho sillón y volví a mirar a Tobías.
-Espero que no te importe, Tobías. Pero no soy capaz ni de mantenerme en pie. Me alegra volver a verte. Y espero poder seguir contando contigo a mi lado a partir de ahora.
Me respondiera o no, no creo que tardase más que un par de minutos en sucumbir al cansancio y sueño. Estaba por fin tranquilo, Jiro estaba a salvo, y había vuelto a reunirme con Tobías. No había sido una cálida bienvenida, pero no podía esperar más teniendo en cuenta mis actos. De cualquier forma, me alegraba volver a estar ahí.
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Las palabras del marine consiguieron que mi abatido orgullo se enardeciera después de tanto tiempo. Una parte de mí siempre ha pensado que la flota había quedado en mis manos por la única y simple razón de que Gusi había desaparecido después de liarla en Gazia. Aquel numerito le había costado una mala reputación a la banda que había intentado limpiar yo durante todo este tiempo realizando trabajos para pequeñas islas que casi nunca recibían ayuda de nadie, pero al oír las palabras de mi capitán comprendí que no solo el azar había decidido que yo comandase Atlas, si no que el pelirrojo realmente confiaba en mí y en mi criterio.
Varias palabras de agradecimiento se me amontonaron en la punta de la lengua sin ser capaz de articular ninguna de forma elocuente. Me gustaría haberme tomado mi tiempo y hablar más largo y tendido con mi capitán. Dejar a un lado mi cabreo infantil e intentar indagar un poco más en sus sentimientos e intentar aliviar la carga que parecía llevar consigo desde que había llegado, pero como muy bien había dicho él ahora ya no parecía momento. Su estado aún dejaba mucho que desear y yo todavía tenía trabajo por hacer, así que me limité a decir unas pocas palabras en un suave susurro.
-Muchas gracias capitán... No te preocupes más. Ya has vuelto a casa y juntos somos más fuertes. Ahora descansa y déjalo un poco más en mis manos.
Me marché sin saber si quiera si el marine habría escuchado mis palabras, aunque en realidad ya daba igual. Uno de mis nakamas había vuelto y ya comenzaba a sentir la calidez de nuevo en mi corazón.
- Bob, dile a Jay que nada más que acabe con su tarea que vaya a mi camarote - dije a un tipo rechoncho que se encontraba liado con uno de los nudos de las amarras. -Tengo que hablar con él de algo importante.
Casi no había terminado de acomodarme en la pequeña butaca de mi escritorio que tenía acomodada en mi cuarto como bien podía cuando el repiqueteo de la puerta vaticinó la llegada del eficiente Jay. Su mirada iba cargada con el interrogante del que quiere saber, pero su postura corporal era la de quien sabía guardar la compostura ante un superior. Cosas como esas eran las que me habían llamado la atención de él, pero por otra parte parecía bastante joven y no estaba muy seguro de querer influenciar en su destino de esta manera.
-Siéntate Jay - señalé la silla que había tras mi escritorio algo menos cómoda que la mía. - Quería charlar contigo porque nuestro contrato vence una vez lleguemos a puerto. Allí os pagaré el resto del jornal y seréis libres para hacer lo que queráis... - proseguí una vez que este tomó asiento - Pero antes de llegar quiero preguntarte algo. El joven solo asintió, por lo que seguí hablando. - Creo que ha sido obvio que me pareces el más eficiente entre todos los hombres que he contratado, por eso te delegué en ti partes de mis funciones a pesar de tu juventud, pero eso no significa que sea algo recíproco... Por lo que ahora te pregunto. ¿Estás cómodo bajo mi mando?.
El joven pareció sopesar la pregunta unos segundos antes de responder, otorgándole una seriedad rara en chicos de su edad.
- La verdad señor es que creo que podría ser algo más estricto. No parecías muy cómodo cada vez que nos mandabas algo y hasta la vuelta del tipo pelirrojo realmente dabas la sensación de ser apático ante algunas cosas - dijo con tono calmado.
No pude hacer otra cosa que sonreír ante aquellas palabras. Justamente había sido capaz de calarme, por lo que mi determinación a querer reclutar al chico se hizo aún más patente.
- En cierto sentido tienes toda la razón. No te creas que no he estado al tanto de varias cosas, pero no tenía ánimos para trivialidades. En ningún caso la cosa podía desmadrarse tanto como para poner en riesgo la misión, por lo que no vi necesario intervención alguna - contesté en tono tranquilo y serio mientras entrelazaba las manos sobre el escritorio. - Pero siendo sincero contigo... Es que en realidad no estoy al mando. Lo mío a cargo de esta flota era solo temporal. Como ya te comenté antes, el pelirrojo como tú dices es el capitán de este navío y de la flota que la conforma. Ahora que ha vuelto es cuestión de tiempo que el resto vayan apareciendo, yo mismo me encargaré de buscarlos si es necesario, por lo que solo soy su mano derecha una vez que ha vuelto todo a la normalidad - o eso había empezado a creer. - Incluso tengo otros que quehaceres fuera de esta flota, pero bueno, eso solo son mis excusas y me desvío del tema. Yo ahora lo que quiero es que respondas a mi pregunta. Que aún no lo has hecho. ¿Estás cómodo o no, Jay? - terminé sentenciando mientras clavaba mi mis ojos en los suyos.
El joven se revolvió un poco en su asiento, demostrando por fin algo de esa inquietud más juvenil. Parecía que iba a explotar acompañado de una retahíla de preguntas, pero tras unos segundos recobró la compostura y contestó.
- La verdad es que sí señor. Dejando de lado lo que ya he mencionado puedo asegurarle que hay cosas que has tenido como patrón que otros con los que he trabajado antes no. Su forma de llevar el asalto al navío enemigo y su forma de lidiar con ellos me ha parecido correcta. Claramente podrías haber acabado con todos ellos, pero el número de bajas ha sido increíblemente bajo. Eso dice bastante de su carácter... - dijo el chico enardeciendo un poco más el orgullo que había henchido en mí Kimura. - Además, mi deseo es llegar a ser un buen domador algún día. Y su trato con los animales no lo había visto antes en esta isla. Aquí los que he conocido solo los utilizan como armas de desecho, pero usted los trata como verdaderos amigos. Solo he visto un gesto amable en su rostro dos veces desde que estoy a su lado... Y una de ellas siempre ha sido cuando estabas con Azkar. Por lo que sí, ha sido un placer trabajar con usted y le agradezco que haya confiado tanto en mí este tiempo. Ha sido mi primera oportunidad de demostrar algo - terminó con evidente emoción en la voz.
Mi sonrisa se ensanchó un poco más mientras el cuerpo se me relajaba al mismo tiempo que me recostaba en mi cómodo asiento. La incertidumbre ante la negativa o ante la impresión de haber hecho un mal trabajo al mando de los CW comenzaba a disiparse, por lo que me permití uno de los pocos maltratados que le daba a mi cuerpo sanamente entrenado. No solía hacerlo caso nunca, pero en ocasiones como esta hacía que culminase con mi relax. Tendí una mano hacia el cajón del escritorio y saqué un cigarro que no dudé en encender con pasmosa tranquilidad. Ya hacía meses que no consideraba habérmelo ganado, por lo que lo cogí con más ganas de la que recordaba.
- Me alegra que tengas tan buena concepción de mí, Jay, pero tampoco te quiero engañar antes de hacerte mi siguiente pregunta. No creas que mi trabajo no está teñido de sangre muchas veces. Mi intención siempre suele ser apresar, interrogar y luego encerrar; pero eso siempre no es posible. Hay escoria en este ancho mundo que no merece vivir. He visto las carnicerías que algunos han montado en muchas otras islas a lo largo de los Blues... Y puedo asegurarte que para algunos no hay perdón - dije en un tono aún más serio olvidando por unos segundos mi comodidad. - Puede que te parezca extremista, pero a pesar de que puedo asegurarte que esa suele ser la última opción... También debes saber que es algo que puede pasar - terminé dándole unos segundos para que ordenase la información en su cabeza antes de proseguir. - Mi trabajo no es el de marine a pesar de que ostento un puesto alto dentro de esta flota. Estoy con ellos porque encontré la familia que nunca he tenido, al igual que creo en sus firmes ideales para cambiar este mundo a mejor, pero en realidad debes saber que soy un agente del Cipher Pol - dije volviendo a dejar otra pausa, tanto para que siguiese asimilando mis palabras como para poder salivar un poco y humedecer la garganta antes de comenzar a carraspear.
- Pensarás que por qué cojones te cuento esto... Pero en realidad es sencillo. Creo que tienes potencial y me gustaría que te unieses a nosotros. No te pido que ingreses en la Marina ni en el CP, eso decisión deberás tomarla tú más adelante y solo espero un buen trabajo y discreción, por lo que si buscas un maestro y a alguien dispuesto a darte una oportunidad. Aquí lo tienes.
Esta vez pasaron algunos segundos más antes de que el joven volviera a abrir la boca. Notaba ya el calor en la punta de los dedos como aviso de que el cigarro llegaba a su fin cuando este miró con total seriedad.
- Acepto, maestro. Llevo tiempo buscando algo así. Sopesaré todo lo que me has dicho e intentaré aprender de usted todo lo posible antes de dar el siguiente paso... Pero realmente estoy agradecido - concluyó luciendo una sonrisa de oreja a oreja.
- Entonces no hay nada más que hablar. El capitán de este navío, Kimura Hayate, está de acuerdo con que te quedes bajo mi tutela, por lo que cuando lleguemos a puerto puedes recoger todas tus cosas e instalarte en uno de los camarotes. Ahora puedes marcharte a terminar el resto de tu trabajo. Solo quiero que me avises si el barco está en llamas o si demanda algo el capitán - terminé levantándome del sitio para ir a buscar los papeles que tenía que rellenar por la captura de esos mamones.
El chico entendió que ya habíamos acabado de hablar y que si quería averiguar algo más tendría que esperar, por lo que agachó la cabeza en un gesto de gratitud y se marchó en dirección a la puerta.
- Una última cosa antes de irte, Jay. Bienvenido a la manada.
Varias palabras de agradecimiento se me amontonaron en la punta de la lengua sin ser capaz de articular ninguna de forma elocuente. Me gustaría haberme tomado mi tiempo y hablar más largo y tendido con mi capitán. Dejar a un lado mi cabreo infantil e intentar indagar un poco más en sus sentimientos e intentar aliviar la carga que parecía llevar consigo desde que había llegado, pero como muy bien había dicho él ahora ya no parecía momento. Su estado aún dejaba mucho que desear y yo todavía tenía trabajo por hacer, así que me limité a decir unas pocas palabras en un suave susurro.
-Muchas gracias capitán... No te preocupes más. Ya has vuelto a casa y juntos somos más fuertes. Ahora descansa y déjalo un poco más en mis manos.
Me marché sin saber si quiera si el marine habría escuchado mis palabras, aunque en realidad ya daba igual. Uno de mis nakamas había vuelto y ya comenzaba a sentir la calidez de nuevo en mi corazón.
- Bob, dile a Jay que nada más que acabe con su tarea que vaya a mi camarote - dije a un tipo rechoncho que se encontraba liado con uno de los nudos de las amarras. -Tengo que hablar con él de algo importante.
Casi no había terminado de acomodarme en la pequeña butaca de mi escritorio que tenía acomodada en mi cuarto como bien podía cuando el repiqueteo de la puerta vaticinó la llegada del eficiente Jay. Su mirada iba cargada con el interrogante del que quiere saber, pero su postura corporal era la de quien sabía guardar la compostura ante un superior. Cosas como esas eran las que me habían llamado la atención de él, pero por otra parte parecía bastante joven y no estaba muy seguro de querer influenciar en su destino de esta manera.
-Siéntate Jay - señalé la silla que había tras mi escritorio algo menos cómoda que la mía. - Quería charlar contigo porque nuestro contrato vence una vez lleguemos a puerto. Allí os pagaré el resto del jornal y seréis libres para hacer lo que queráis... - proseguí una vez que este tomó asiento - Pero antes de llegar quiero preguntarte algo. El joven solo asintió, por lo que seguí hablando. - Creo que ha sido obvio que me pareces el más eficiente entre todos los hombres que he contratado, por eso te delegué en ti partes de mis funciones a pesar de tu juventud, pero eso no significa que sea algo recíproco... Por lo que ahora te pregunto. ¿Estás cómodo bajo mi mando?.
El joven pareció sopesar la pregunta unos segundos antes de responder, otorgándole una seriedad rara en chicos de su edad.
- La verdad señor es que creo que podría ser algo más estricto. No parecías muy cómodo cada vez que nos mandabas algo y hasta la vuelta del tipo pelirrojo realmente dabas la sensación de ser apático ante algunas cosas - dijo con tono calmado.
No pude hacer otra cosa que sonreír ante aquellas palabras. Justamente había sido capaz de calarme, por lo que mi determinación a querer reclutar al chico se hizo aún más patente.
- En cierto sentido tienes toda la razón. No te creas que no he estado al tanto de varias cosas, pero no tenía ánimos para trivialidades. En ningún caso la cosa podía desmadrarse tanto como para poner en riesgo la misión, por lo que no vi necesario intervención alguna - contesté en tono tranquilo y serio mientras entrelazaba las manos sobre el escritorio. - Pero siendo sincero contigo... Es que en realidad no estoy al mando. Lo mío a cargo de esta flota era solo temporal. Como ya te comenté antes, el pelirrojo como tú dices es el capitán de este navío y de la flota que la conforma. Ahora que ha vuelto es cuestión de tiempo que el resto vayan apareciendo, yo mismo me encargaré de buscarlos si es necesario, por lo que solo soy su mano derecha una vez que ha vuelto todo a la normalidad - o eso había empezado a creer. - Incluso tengo otros que quehaceres fuera de esta flota, pero bueno, eso solo son mis excusas y me desvío del tema. Yo ahora lo que quiero es que respondas a mi pregunta. Que aún no lo has hecho. ¿Estás cómodo o no, Jay? - terminé sentenciando mientras clavaba mi mis ojos en los suyos.
El joven se revolvió un poco en su asiento, demostrando por fin algo de esa inquietud más juvenil. Parecía que iba a explotar acompañado de una retahíla de preguntas, pero tras unos segundos recobró la compostura y contestó.
- La verdad es que sí señor. Dejando de lado lo que ya he mencionado puedo asegurarle que hay cosas que has tenido como patrón que otros con los que he trabajado antes no. Su forma de llevar el asalto al navío enemigo y su forma de lidiar con ellos me ha parecido correcta. Claramente podrías haber acabado con todos ellos, pero el número de bajas ha sido increíblemente bajo. Eso dice bastante de su carácter... - dijo el chico enardeciendo un poco más el orgullo que había henchido en mí Kimura. - Además, mi deseo es llegar a ser un buen domador algún día. Y su trato con los animales no lo había visto antes en esta isla. Aquí los que he conocido solo los utilizan como armas de desecho, pero usted los trata como verdaderos amigos. Solo he visto un gesto amable en su rostro dos veces desde que estoy a su lado... Y una de ellas siempre ha sido cuando estabas con Azkar. Por lo que sí, ha sido un placer trabajar con usted y le agradezco que haya confiado tanto en mí este tiempo. Ha sido mi primera oportunidad de demostrar algo - terminó con evidente emoción en la voz.
Mi sonrisa se ensanchó un poco más mientras el cuerpo se me relajaba al mismo tiempo que me recostaba en mi cómodo asiento. La incertidumbre ante la negativa o ante la impresión de haber hecho un mal trabajo al mando de los CW comenzaba a disiparse, por lo que me permití uno de los pocos maltratados que le daba a mi cuerpo sanamente entrenado. No solía hacerlo caso nunca, pero en ocasiones como esta hacía que culminase con mi relax. Tendí una mano hacia el cajón del escritorio y saqué un cigarro que no dudé en encender con pasmosa tranquilidad. Ya hacía meses que no consideraba habérmelo ganado, por lo que lo cogí con más ganas de la que recordaba.
- Me alegra que tengas tan buena concepción de mí, Jay, pero tampoco te quiero engañar antes de hacerte mi siguiente pregunta. No creas que mi trabajo no está teñido de sangre muchas veces. Mi intención siempre suele ser apresar, interrogar y luego encerrar; pero eso siempre no es posible. Hay escoria en este ancho mundo que no merece vivir. He visto las carnicerías que algunos han montado en muchas otras islas a lo largo de los Blues... Y puedo asegurarte que para algunos no hay perdón - dije en un tono aún más serio olvidando por unos segundos mi comodidad. - Puede que te parezca extremista, pero a pesar de que puedo asegurarte que esa suele ser la última opción... También debes saber que es algo que puede pasar - terminé dándole unos segundos para que ordenase la información en su cabeza antes de proseguir. - Mi trabajo no es el de marine a pesar de que ostento un puesto alto dentro de esta flota. Estoy con ellos porque encontré la familia que nunca he tenido, al igual que creo en sus firmes ideales para cambiar este mundo a mejor, pero en realidad debes saber que soy un agente del Cipher Pol - dije volviendo a dejar otra pausa, tanto para que siguiese asimilando mis palabras como para poder salivar un poco y humedecer la garganta antes de comenzar a carraspear.
- Pensarás que por qué cojones te cuento esto... Pero en realidad es sencillo. Creo que tienes potencial y me gustaría que te unieses a nosotros. No te pido que ingreses en la Marina ni en el CP, eso decisión deberás tomarla tú más adelante y solo espero un buen trabajo y discreción, por lo que si buscas un maestro y a alguien dispuesto a darte una oportunidad. Aquí lo tienes.
Esta vez pasaron algunos segundos más antes de que el joven volviera a abrir la boca. Notaba ya el calor en la punta de los dedos como aviso de que el cigarro llegaba a su fin cuando este miró con total seriedad.
- Acepto, maestro. Llevo tiempo buscando algo así. Sopesaré todo lo que me has dicho e intentaré aprender de usted todo lo posible antes de dar el siguiente paso... Pero realmente estoy agradecido - concluyó luciendo una sonrisa de oreja a oreja.
- Entonces no hay nada más que hablar. El capitán de este navío, Kimura Hayate, está de acuerdo con que te quedes bajo mi tutela, por lo que cuando lleguemos a puerto puedes recoger todas tus cosas e instalarte en uno de los camarotes. Ahora puedes marcharte a terminar el resto de tu trabajo. Solo quiero que me avises si el barco está en llamas o si demanda algo el capitán - terminé levantándome del sitio para ir a buscar los papeles que tenía que rellenar por la captura de esos mamones.
El chico entendió que ya habíamos acabado de hablar y que si quería averiguar algo más tendría que esperar, por lo que agachó la cabeza en un gesto de gratitud y se marchó en dirección a la puerta.
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