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El Sol brillaba con fuerza sobre la antigua ciudad de Skyros, no era la primera vez que pasaba por aquel lugar ya que al estar asignada al North Blue, solía patrullar por todas las islas de ese mar. Y me hallaba allí una vez más por lo mismo, patrulla para ver si había algún problema que la guardia o la buena gente no pudieran resolver. Caminaba portando mi espadón, "Seijoki", mirando por las calles de piedra en busca de algún civil en apuros. Pero no sólo portaba mi arma, no, también llevaba con inmenso cariño un par de objetos que pertenecían a mi desaparecido capitán, Kimura Hayate. Su brazalete armadura y una de sus dagas que me había dado para que cuidase de sus cosas hasta que volviese.
Lo último que supe de él, fue cuando casi todos los Crimson fuimos a nuestro barco insignia, "El Atlas", y nos encontramos cada uno una carta y una bolsa. De los que asistieron aquel día, yo fui la única que no se molestó con él. Entendía sus razones para abandonarnos temporalmente, si me hubiera enfadado, habría sido algo egoísta por mi parte. Después de todo, la vida de un familiar era lo primero.
-Una familia de sangre, ¿eh? - pregunté al aire. Mis padres murieron muchos años atrás, no me quedaba ningún pariente con el que compartiera lazos sanguíneos. No que yo supiera. Sólo tenía a mi padre adoptivo, el capitán Logan, quien cuidó de mí como si fuera su propia hija. Agité la cabeza, intentando no recordar aquellos malos tiempos ya que para eso estaban las pesadillas por las que sufría alguna que otra noche. Horrendas pesadillas que me provocaba ansiedad y me llevaban al borde del llanto debido a la impotencia y el terror.
Continué caminando, esta vez más despacio. Un soplo de viento levantó mi capa y meció mi cabellera rubia. Por un instante, por un segundo, me pareció divisar a una persona a la cual conocía desde hacía tiempo. ¿Habría sido una ilusión provocada por la esperanza de poder volver a mirar a los ojos a aquel hombre con el cual no había cruzado apenas alguna palabra, pero que le consideraba como un buen amigo? Sentí regocijo en mi corazón, siempre en las ilusiones había un poco de verdad. Solo tenía que mirar por todos los rincones de la ciudad para comprobar si mi mente y corazón me habían jugado una mala pasada.
Lo último que supe de él, fue cuando casi todos los Crimson fuimos a nuestro barco insignia, "El Atlas", y nos encontramos cada uno una carta y una bolsa. De los que asistieron aquel día, yo fui la única que no se molestó con él. Entendía sus razones para abandonarnos temporalmente, si me hubiera enfadado, habría sido algo egoísta por mi parte. Después de todo, la vida de un familiar era lo primero.
-Una familia de sangre, ¿eh? - pregunté al aire. Mis padres murieron muchos años atrás, no me quedaba ningún pariente con el que compartiera lazos sanguíneos. No que yo supiera. Sólo tenía a mi padre adoptivo, el capitán Logan, quien cuidó de mí como si fuera su propia hija. Agité la cabeza, intentando no recordar aquellos malos tiempos ya que para eso estaban las pesadillas por las que sufría alguna que otra noche. Horrendas pesadillas que me provocaba ansiedad y me llevaban al borde del llanto debido a la impotencia y el terror.
Continué caminando, esta vez más despacio. Un soplo de viento levantó mi capa y meció mi cabellera rubia. Por un instante, por un segundo, me pareció divisar a una persona a la cual conocía desde hacía tiempo. ¿Habría sido una ilusión provocada por la esperanza de poder volver a mirar a los ojos a aquel hombre con el cual no había cruzado apenas alguna palabra, pero que le consideraba como un buen amigo? Sentí regocijo en mi corazón, siempre en las ilusiones había un poco de verdad. Solo tenía que mirar por todos los rincones de la ciudad para comprobar si mi mente y corazón me habían jugado una mala pasada.
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Al fin llegamos, la isla de Skyros. Un lugar no muy transitado en mis viajes frecuentes, pero que en esta ocasión se trataba del destino que debía visitar para encontrarme con uno de mis antiguos camaradas, concretamente con Ciaran, una de las dos mujeres que forman parte de los Crimson Wolves. Tras verla a ella tan solo me faltaría volver a reunirme con Gusi y con Yoshi. Dios, estaba deseando volver a ver a la pequeña, tenía tantas cosas que contarle que no sabría por donde empezar.
-¿Qué piensas Hayi?
La voz de mi hermano me trajo a la realidad, al parecer se me notaba en la cara que estaba absorto en mis propios pensamientos.
-En nada Jiro, falta poco para que conozcas a todos mis amigos. Quedan tres con los que reunirme, pero a Yoshi ya la conoces.
-Si. Tengo ganas de verla.
-Yo también pequeñajo. -Se pudo sentir la melancolía en mi voz.- Yo también...
Caminamos por las calles del pueblo, no sabía dónde podría llegar a encontrarme con Ciaran. Cruzamos por varias plazas, puede que incluso estuviésemos dando vueltas, lo cierto es que iba despistado y no sabía ni hacia donde me movía. Era como si no estuviera por aquí, tal vez me había equivocado. Solo había una forma de saberlo a ciencia cierta. Me aproximé a una persona y le pregunté directamente.
-Perdone señora. ¿Por casualidad ha visto usted una mujer de la marina, muy alta y con un arma casi tan grande como ella?
La mujer se quedó pensando, al momento como una revelación afirmó que si la había visto, hacía un rato había pasado una mujer parecida por ahí cerca, pero no sabía más. Miré a Jiro.
-Bueno, por lo menos sabemos que está aquí... Gracias señora.
Continuamos caminando hacia ningún sitio, dando vueltas y hablando esporádicamente. Esperaba que no se hubiera marchado ya de allí.
-¿Qué piensas Hayi?
La voz de mi hermano me trajo a la realidad, al parecer se me notaba en la cara que estaba absorto en mis propios pensamientos.
-En nada Jiro, falta poco para que conozcas a todos mis amigos. Quedan tres con los que reunirme, pero a Yoshi ya la conoces.
-Si. Tengo ganas de verla.
-Yo también pequeñajo. -Se pudo sentir la melancolía en mi voz.- Yo también...
Caminamos por las calles del pueblo, no sabía dónde podría llegar a encontrarme con Ciaran. Cruzamos por varias plazas, puede que incluso estuviésemos dando vueltas, lo cierto es que iba despistado y no sabía ni hacia donde me movía. Era como si no estuviera por aquí, tal vez me había equivocado. Solo había una forma de saberlo a ciencia cierta. Me aproximé a una persona y le pregunté directamente.
-Perdone señora. ¿Por casualidad ha visto usted una mujer de la marina, muy alta y con un arma casi tan grande como ella?
La mujer se quedó pensando, al momento como una revelación afirmó que si la había visto, hacía un rato había pasado una mujer parecida por ahí cerca, pero no sabía más. Miré a Jiro.
-Bueno, por lo menos sabemos que está aquí... Gracias señora.
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El sonido de los niños correteando por las calles era lo único que se escuchaba en una pequeña plaza pasada una iglesia de menor tamaño. Solo pude vivir pocos años de la inocencia que proporcionaba la niñez, pues tuve que crecer y hacerme fuerte desde muy temprana edad y no pude disfrutar como los otros jóvenes. Un par de chicos les daban patadas una pelota amarilla mientras que, en el otro lado, unas niñas jugaban a las casitas. En un momento de maldad, uno de los chicos le propinó una patada mal intencionadamente a la pelota que provocó que fuera directo a las niñas. Cierto... La niñez también tenía aquella disputa entre los chicos y las chicas.
Por suerte, el balón no iba a las pequeñas, sino a sus juguetes. Entre llantos, las niñas gritaban ante la mala acción de aquellos pequeños malandrines que no paraban de reír con malicia. Cabe decir que me enfadé bastante con ellos, eso no estaba nada bien y , por supuesto , no me quedé de brazos cruzados.
- ¿Creéis que es divertido romper los juguetes de otros? - dije mirando fijamente a los críos - Eso no ha estado nada bien, disculpaos con ellas si no queréis que os rompa vuestra pelota para que haya justicia - agarré el balón con fuerza, amenazando con explotarlo si no obraban correctamente.
Se quedaron mirándome con terror, no los culpaba, no todos los días veías a una mujer que superaba los dos metros y aparte de estar armada y formar parte de la Marina, portaba una reluciente armadura. Pero no puede evitar darles un capón a cada uno. Había que tratar ese tipo de cosas desde la raíz o de lo contrario algún día se convertirían en criminales - Podéis iros, pero recordad que las malas acciones tienen su castigo. Si me entero que volvéis a hacer alguna mala obra volveré para daros otra lección, ¿estamos? - amenacé con el puño.
Cuando los chicos se fueron llorando, las niñas corrieron hacia mí y me agradecieron el gesto. Parecía que había ganado un par de admiradoras nuevas. Tenía pena por ellas así que les dí un poco de dinero para que se compraran otros nuevos - Tomad, no lo gastéis todo en juguetes, compraros algún helado - sonreí tendiendo el dinero
Arreglada la situación, me marché dejando a las niñas atrás mientras se despedían agitando las manos. Siempre me sentaba bien hacer lo correcto o al menos lo que yo sentía que era correcto. Puse mis pasos en dirección a un callejón oscuro por el cual tenía la intención de tomar un atajo a la calle principal. Un desagradable olor a basura y orines llenó mis fosas nasales y casi acabo vomitando - ¿Es que la gente no cuida de su ciudad o qué ? - protesté tapándome la nariz.
Un quejido llegó a mis oídos. Cada vez que seguía andando lo escuchaba cada vez más y más claro. Me temía lo peor así que eché a correr para comprobar si mi instinto era acertado. Y así fue. Un muchacho de pelo castaño , que parecía tener apenas unos 16 años, se encontraba apoyado en una pared, agarrándose el brazo del cual brotaba un hilo de sangre y cuya cara tenía un par de moratones.
- ¡Ey, déjame ayudarte, soy médico! - grité socorriendo al joven que no se resistió a mi ayuda. Por suerte, portaba un pequeño equipo médico de primeros auxilios que tomé prestado de la base. Recosté al joven y me dispuse a cerrarle la herida además de aliviar un poco los moretones.
Por suerte, el balón no iba a las pequeñas, sino a sus juguetes. Entre llantos, las niñas gritaban ante la mala acción de aquellos pequeños malandrines que no paraban de reír con malicia. Cabe decir que me enfadé bastante con ellos, eso no estaba nada bien y , por supuesto , no me quedé de brazos cruzados.
- ¿Creéis que es divertido romper los juguetes de otros? - dije mirando fijamente a los críos - Eso no ha estado nada bien, disculpaos con ellas si no queréis que os rompa vuestra pelota para que haya justicia - agarré el balón con fuerza, amenazando con explotarlo si no obraban correctamente.
Se quedaron mirándome con terror, no los culpaba, no todos los días veías a una mujer que superaba los dos metros y aparte de estar armada y formar parte de la Marina, portaba una reluciente armadura. Pero no puede evitar darles un capón a cada uno. Había que tratar ese tipo de cosas desde la raíz o de lo contrario algún día se convertirían en criminales - Podéis iros, pero recordad que las malas acciones tienen su castigo. Si me entero que volvéis a hacer alguna mala obra volveré para daros otra lección, ¿estamos? - amenacé con el puño.
Cuando los chicos se fueron llorando, las niñas corrieron hacia mí y me agradecieron el gesto. Parecía que había ganado un par de admiradoras nuevas. Tenía pena por ellas así que les dí un poco de dinero para que se compraran otros nuevos - Tomad, no lo gastéis todo en juguetes, compraros algún helado - sonreí tendiendo el dinero
Arreglada la situación, me marché dejando a las niñas atrás mientras se despedían agitando las manos. Siempre me sentaba bien hacer lo correcto o al menos lo que yo sentía que era correcto. Puse mis pasos en dirección a un callejón oscuro por el cual tenía la intención de tomar un atajo a la calle principal. Un desagradable olor a basura y orines llenó mis fosas nasales y casi acabo vomitando - ¿Es que la gente no cuida de su ciudad o qué ? - protesté tapándome la nariz.
Un quejido llegó a mis oídos. Cada vez que seguía andando lo escuchaba cada vez más y más claro. Me temía lo peor así que eché a correr para comprobar si mi instinto era acertado. Y así fue. Un muchacho de pelo castaño , que parecía tener apenas unos 16 años, se encontraba apoyado en una pared, agarrándose el brazo del cual brotaba un hilo de sangre y cuya cara tenía un par de moratones.
- ¡Ey, déjame ayudarte, soy médico! - grité socorriendo al joven que no se resistió a mi ayuda. Por suerte, portaba un pequeño equipo médico de primeros auxilios que tomé prestado de la base. Recosté al joven y me dispuse a cerrarle la herida además de aliviar un poco los moretones.
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Escuché un murmullo no muy lejano, un quejido y unas risas, me quedé mirando a Jiro, nuestras miradas se cruzaron, alguien parecía estar en apuros. Cuando me quise dar cuenta, dos chicos salían de un callejón riéndose como tontos, pude ver que uno tenía el puño manchado de sangre. Algo extraño estaba ocurriendo, y algo me decía que esos muchachos estaban detrás de ese quejido.
-Jiro, mira a ver si hay alguien herido allí y ayúdale. En seguida voy.
El chico fue hacia allí, yo por el contrario fui a por los muchachos. Me puse detrás de ellos y comencé a hablarles con tono serio.
-Divertido, ¿verdad? -Los muchachos botaron del susto, no me habían visto y se sorprendieron.- Parece que os habéis entretenido un poco allí en ese callejón.
Los chicos se asustaron, parecía que querían salir corriendo, pero no se atrevían. Uno murmuró que de donde había salido, no pude hacer más que sonreír ante tales palabras. Sin siquiera buscarlo era bastante sigiloso.
-No hemos sido nosotros señor, fue un chico que se resbaló y cayó al suelo.
-¿Y os reís de él?
No volvieron a responder, les sujeté y les dije que ibamos a ver si era eso verdad. Me dirigí al callejón y pude ver a Jiro mirando a lo lejos al muchacho herido, no se había acercado por que estaba ya siendo atendido por una persona.
-Hayi, ¿no es esa la persona que buscas?
Sin duda alguna se trataba de ella, aquella mujer era fácilmente reconocible, su armadura, su arma, su altura... Sin lugar a dudas ahí estaba Ciaran. Sonreí y le guiñé un ojo a Jiro, pretendía gastarle una broma fingiendo no saber quién era ella.
Arrojé a los muchachos hacia adelante, delante del chico.
-Bueno, ahora vamos a ver la verdad de todo esto. ¿Qué ha ocurrido aquí? ¿Señora, estaba usted presente? -Me fijé en sus ropas a propósito de forma más descarada.- Perdone, sargento. ¿Ha visto lo ocurrido? ¿Le ha contado algo el muchacho?
No sabía hasta cuánto duraría la broma, tal vez ella también querría golpearme como habían intentado la mayoría nada más verme tras todo este tiempo, y por otra parte estaba Jiro, quien parecía costarle mucho contener la risa, y seguramente me acabaría delatando.
-Jiro, mira a ver si hay alguien herido allí y ayúdale. En seguida voy.
El chico fue hacia allí, yo por el contrario fui a por los muchachos. Me puse detrás de ellos y comencé a hablarles con tono serio.
-Divertido, ¿verdad? -Los muchachos botaron del susto, no me habían visto y se sorprendieron.- Parece que os habéis entretenido un poco allí en ese callejón.
Los chicos se asustaron, parecía que querían salir corriendo, pero no se atrevían. Uno murmuró que de donde había salido, no pude hacer más que sonreír ante tales palabras. Sin siquiera buscarlo era bastante sigiloso.
-No hemos sido nosotros señor, fue un chico que se resbaló y cayó al suelo.
-¿Y os reís de él?
No volvieron a responder, les sujeté y les dije que ibamos a ver si era eso verdad. Me dirigí al callejón y pude ver a Jiro mirando a lo lejos al muchacho herido, no se había acercado por que estaba ya siendo atendido por una persona.
-Hayi, ¿no es esa la persona que buscas?
Sin duda alguna se trataba de ella, aquella mujer era fácilmente reconocible, su armadura, su arma, su altura... Sin lugar a dudas ahí estaba Ciaran. Sonreí y le guiñé un ojo a Jiro, pretendía gastarle una broma fingiendo no saber quién era ella.
Arrojé a los muchachos hacia adelante, delante del chico.
-Bueno, ahora vamos a ver la verdad de todo esto. ¿Qué ha ocurrido aquí? ¿Señora, estaba usted presente? -Me fijé en sus ropas a propósito de forma más descarada.- Perdone, sargento. ¿Ha visto lo ocurrido? ¿Le ha contado algo el muchacho?
No sabía hasta cuánto duraría la broma, tal vez ella también querría golpearme como habían intentado la mayoría nada más verme tras todo este tiempo, y por otra parte estaba Jiro, quien parecía costarle mucho contener la risa, y seguramente me acabaría delatando.
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- Dime muchacho, ¿en que clase de líos te has metido para acabar de esta forma? - pregunté mientras daba los últimos toques a la cura. Un corte y unos golpes en la cara no era algo normal que digamos, me aventuré a imaginar que el zagal había tratado con gente equivocaba o que había cabreado a quien no debía. Dependiendo de su respuesta bien pude ir a arrestar a aquellas personas o a esas personas y al mismo joven por actividades ilegales. El joven dudó de si abrir la boca. Parecía tener desconfianza en mí como para contarme lo que le sucedió.
- ¿Puedes decirme al menos tu nombre? No muerdo,¿sabes? Al menos no en mi forma humana - sonreí intentando aliviar el ambiente para que el civil bajara el escudo que se había autoimpuesto. No estaba acostumbrada a soltar bromas, por lo que igual no ganaría ninguna sonrisa o algún amago.
- ... Baki. Me llamo Baki, señora - finalmente contestó el peli castaño, pasándose la mano por el brazo sorprendido con la facilidad con la que le había tratado la herida - No es por ofenderla, pero usted es bastante mala haciendo bromas es un alivio que no se dedique a ello - sonrió levemente el muchacho.
Antes de que Baki abriera la boca otra vez para contarme lo sucedido, cuatro personas más aparecieron en el callejón como por arte de magia. Pero... mis ojos se posaron en solo una de las personas. Mi corazón comenzó a latir tan rápido como una caravana , no me esperaba volver a verlo en aquel momento después de dos años de ausencia. Me levanté y me acerqué lentamente al principio para después acercarme a él a zancadas. Un gran abrazo. Eso fue lo que le dí. Si el capitán había vuelto, eso quería decir que había la posibilidad de que se hubiera cruzado con los otros y estos le hubieran recibido con violencia.
Le levanté del suelo, envolviendolo con un abrazo amoroso con cuidado de no romperle ningún hueso - Me alegra que hayas vuelto, capitán. La próxima vez, haz el favor de decírnoslo de forma directa y no mediante una carta. Prefiero que me digan las cosas importantes a la cara pero entiendo las circunstancias por las que pasaste y no tengo nada en contra tuya - no paraba de abrazarle más y más, temiendo de que fuera un mero fantasma del pasado.
Le solté y lo volví a dejar en el suelo, me dí cuenta que con él habían más personas - ¿ Y esta gente? ¿Amigos tuyos o tienen que ver con el chico que hay herido ? - pregunté analizando a los otros varones.
- ¿Puedes decirme al menos tu nombre? No muerdo,¿sabes? Al menos no en mi forma humana - sonreí intentando aliviar el ambiente para que el civil bajara el escudo que se había autoimpuesto. No estaba acostumbrada a soltar bromas, por lo que igual no ganaría ninguna sonrisa o algún amago.
- ... Baki. Me llamo Baki, señora - finalmente contestó el peli castaño, pasándose la mano por el brazo sorprendido con la facilidad con la que le había tratado la herida - No es por ofenderla, pero usted es bastante mala haciendo bromas es un alivio que no se dedique a ello - sonrió levemente el muchacho.
Antes de que Baki abriera la boca otra vez para contarme lo sucedido, cuatro personas más aparecieron en el callejón como por arte de magia. Pero... mis ojos se posaron en solo una de las personas. Mi corazón comenzó a latir tan rápido como una caravana , no me esperaba volver a verlo en aquel momento después de dos años de ausencia. Me levanté y me acerqué lentamente al principio para después acercarme a él a zancadas. Un gran abrazo. Eso fue lo que le dí. Si el capitán había vuelto, eso quería decir que había la posibilidad de que se hubiera cruzado con los otros y estos le hubieran recibido con violencia.
Le levanté del suelo, envolviendolo con un abrazo amoroso con cuidado de no romperle ningún hueso - Me alegra que hayas vuelto, capitán. La próxima vez, haz el favor de decírnoslo de forma directa y no mediante una carta. Prefiero que me digan las cosas importantes a la cara pero entiendo las circunstancias por las que pasaste y no tengo nada en contra tuya - no paraba de abrazarle más y más, temiendo de que fuera un mero fantasma del pasado.
Le solté y lo volví a dejar en el suelo, me dí cuenta que con él habían más personas - ¿ Y esta gente? ¿Amigos tuyos o tienen que ver con el chico que hay herido ? - pregunté analizando a los otros varones.
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La reacción de la mujer no se dio a esperar, y algo me dice que cualquier cosa que hubiera dicho habría tenido exactamente la misma reacción. Ese gesto me dejó profundamente aliviado, aunque a la vez sentí cierto susto al ver que mis pies se levantaban del suelo. Esta mujer cada vez tiene más fuerza, pero no cabe duda de que ese gesto era sincero, y no pude evitar sentir cierta emoción, la reacción fue muy chocante, y no me la esperaba para nada.
-Si, Ciaran. Aquí estoy. Lamento haberte preocupado.
Le devolví el abrazo antes de que me volviera a dejar en el suelo. Ese abrazo realmente fue efusivo, incluso noté que casi se me agarrotaban los brazos del apretón que me pegó. Una vez me soltó me quedé mirándola, desde luego era alta, se me hacía extraño tener que mirar tan arriba para ver a alguien. Aunque realmente no era la única, Noa no se quedaba atrás en estatura.
-Pues un poco de cada. -Dije en respuesta a su pregunta.- Esos dos muchachos de ahí salían del callejón riéndose, dicen que el chico se cayó él solo, pero la reacción de los muchachos no es que me convenza mucho. Y este de aquí, -posé mi mano sobre el hombro de Jiro.- es mi hermano pequeño, Jiro. Este tiempo estuve entrenando con él.
-¡Hola! -Saludó el pequeño con alegría.- Eres muy alta. ¿Eres amiga de Hayi?
Sonreí y me giré hacia los muchachos, que parecían intentar escaparse de nuevo a hurtadillas mientras hacía las presentaciones a Ciaran. Carraspeé y no tardaron en darse cuenta de que les había cazado por completo. Me aproximé al chico herido y, con una sonrisa en el rostro, me arrodillé a su lado y, con tono pausado, comencé a hablarle.
-Puedes estar tranquilo chico, somos tus amigos, no tienes que temer. Dime. ¿Ellos tienen algo que ver con lo que te ha pasado?
-Si, Ciaran. Aquí estoy. Lamento haberte preocupado.
Le devolví el abrazo antes de que me volviera a dejar en el suelo. Ese abrazo realmente fue efusivo, incluso noté que casi se me agarrotaban los brazos del apretón que me pegó. Una vez me soltó me quedé mirándola, desde luego era alta, se me hacía extraño tener que mirar tan arriba para ver a alguien. Aunque realmente no era la única, Noa no se quedaba atrás en estatura.
-Pues un poco de cada. -Dije en respuesta a su pregunta.- Esos dos muchachos de ahí salían del callejón riéndose, dicen que el chico se cayó él solo, pero la reacción de los muchachos no es que me convenza mucho. Y este de aquí, -posé mi mano sobre el hombro de Jiro.- es mi hermano pequeño, Jiro. Este tiempo estuve entrenando con él.
-¡Hola! -Saludó el pequeño con alegría.- Eres muy alta. ¿Eres amiga de Hayi?
Sonreí y me giré hacia los muchachos, que parecían intentar escaparse de nuevo a hurtadillas mientras hacía las presentaciones a Ciaran. Carraspeé y no tardaron en darse cuenta de que les había cazado por completo. Me aproximé al chico herido y, con una sonrisa en el rostro, me arrodillé a su lado y, con tono pausado, comencé a hablarle.
-Puedes estar tranquilo chico, somos tus amigos, no tienes que temer. Dime. ¿Ellos tienen algo que ver con lo que te ha pasado?
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Me quedé escuchando con atención a las palabras de mi capitán, al parecer , se había traído consigo a su hermano pequeño con el cual había estado entrenando en su ausencia. Mirándole detenidamente me recordaba un poco a Kimura. Sonreí y le tendí la mano al joven - Es un placer conocerte, Jiro. La familia del capitán Kimura es mi familia, espero que nos llevemos bien y trabajemos codo con codo - me agaché hasta poder saludarle de forma correcta.
- En cuanto a vosotros dos... ¿es cierto que tenéis algo que ver con lo que le ha pasado a este chico? - pregunté mostrando un notable enfado - ¿Sois conscientes de la gravedad de la situación si le habeis propinado a un civil, no? Las celdas del cuartel no son muy agradables en esta fecha del año, hay mucha humedad -
Los dos muchachos empezaron a temblar y balbucear ante tal idea. Sus rostros comenzaron a llenarse de sudor frío, el tipo de sudor que indica cuándo estás completamente aterrado. Mientras esperaba a que se decidieran a contestar, seguí examinando el cuerpo de Baki por si había alguna otra herida que no había visto.
- Ellos no han sido los que me han hecho esto... Solo hicieron burlas de mi estado. Los que me hicieron esto no se encuentran en la isla, es algo complicado - se aventuró a decir Baki desviando la mirada. Parecía que el pelo castaño se había metido en graves problemas con un grupo de gente peligrosa. Quizás piratas o alguna mafia.
- Así que es eso. En ese caso... - me giré hacia los que se habían reído de la situación de una persona herida y les propiné dos coscorrones - No está bien burlarse de la gente que lo pasa mal, ¿sabeis? Tenéis que pensar que esta situación os puede pasar cualquier día, ayudad a la gente si quereis que os ayuden cuando os encontréis en un pésima momento -
- En cuanto a ti, Baki. Me tienes que contar que tan complicada es tu situación. Como entenderás es mi deber como Marine el preocuparme por los civiles y castigar a los malvados, así que te llevaré a un médico para que este te limpie las heridas y ya más tarde me dirás lo que te ha pasado. Lo haría yo misma pero, como ya has visto, un conocido mío ha venido a buscarme - me giré y miré a Kimura.
Sin más dilación, tomé a Baki delicadamente y cargué con él al hombro - Vamos capitán, primero he de dejar a este chico y ya luego podemos hablar tranquilamente. Me imagino lo que has venido a buscar, los he cuidado como un tesoro ni siquiera me he atrevido a usarlos - comencé a caminar rumbo al hospital más cercano.
- En cuanto a vosotros dos... ¿es cierto que tenéis algo que ver con lo que le ha pasado a este chico? - pregunté mostrando un notable enfado - ¿Sois conscientes de la gravedad de la situación si le habeis propinado a un civil, no? Las celdas del cuartel no son muy agradables en esta fecha del año, hay mucha humedad -
Los dos muchachos empezaron a temblar y balbucear ante tal idea. Sus rostros comenzaron a llenarse de sudor frío, el tipo de sudor que indica cuándo estás completamente aterrado. Mientras esperaba a que se decidieran a contestar, seguí examinando el cuerpo de Baki por si había alguna otra herida que no había visto.
- Ellos no han sido los que me han hecho esto... Solo hicieron burlas de mi estado. Los que me hicieron esto no se encuentran en la isla, es algo complicado - se aventuró a decir Baki desviando la mirada. Parecía que el pelo castaño se había metido en graves problemas con un grupo de gente peligrosa. Quizás piratas o alguna mafia.
- Así que es eso. En ese caso... - me giré hacia los que se habían reído de la situación de una persona herida y les propiné dos coscorrones - No está bien burlarse de la gente que lo pasa mal, ¿sabeis? Tenéis que pensar que esta situación os puede pasar cualquier día, ayudad a la gente si quereis que os ayuden cuando os encontréis en un pésima momento -
- En cuanto a ti, Baki. Me tienes que contar que tan complicada es tu situación. Como entenderás es mi deber como Marine el preocuparme por los civiles y castigar a los malvados, así que te llevaré a un médico para que este te limpie las heridas y ya más tarde me dirás lo que te ha pasado. Lo haría yo misma pero, como ya has visto, un conocido mío ha venido a buscarme - me giré y miré a Kimura.
Sin más dilación, tomé a Baki delicadamente y cargué con él al hombro - Vamos capitán, primero he de dejar a este chico y ya luego podemos hablar tranquilamente. Me imagino lo que has venido a buscar, los he cuidado como un tesoro ni siquiera me he atrevido a usarlos - comencé a caminar rumbo al hospital más cercano.
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Las palabras de Ciaran fueron muy agradables, Jiro sonrió devolviéndole el apretón de manos y con una sonrisa en la cara. Tras todo lo dicho por Ciaran, y la declaración del pequeño herido, la integrante de los Crimson Wolves le propinó un rapapolvo a los dos muchachos, tras eso salieron de allí mientras acompañé a Ciaran al hospital más cercano, donde dejaría al pequeño chico y desde donde podríamos hablar más tranquilamente.
Una vez salimos comenzamos a dar una vuelta, sonreí por la ironía de la última frase que me había dedicado mi camarada. No podía estar más equivocada.
-De modo que los has cuidado como un tesoro... Me alegra mucho saber eso, pero algo me parece que estás un poco equivocada respecto a mi visita. No vengo a recoger de vuelta lo que te presté. Eso está en tu poder ahora, y no tengo ningún derecho a decirte que me los devuelvas si no quieres. Para lo que realmente he venido, ha sido para hablar contigo, para comprobar cómo estas. Y por encima de todo, para disculparme por aquella nota, por la forma en la que desaparecí de vuestras vidas. Aquel fue un método muy cobarde, no supe cómo despedirme de vosotros, no tuve el valor para afrontar una despedida cara a cara, ni siquiera aunque no fuera permanente, como fue el caso. -Estaba completamente serio al llegar a ese extremo de la conversación.- No se cuán molesta puedas estar por esa decisión que tomé, pero a diferencia de aquél entonces, en esta ocasión he preferido decir las cosas directamente a la cara. Con la promesa de no volver a hacer algo similar.
-Hayi, estás muy serio, si ella no te ha querido pegar. Además, es muy agradable.
Sonreí con ese comentario, el pequeño a veces podía resultar un poco más ingenuo de lo esperado. Aunque tenía razón en parte, Noa me mandó a la mierda nada más me vio, Tobías me gritó todo lo que pudo y más, y Bizvan estuvo a escasos centímetros de darme un puñetazo que bien me habría podido hacer la cirugía estética. A diferencia de todos ellos, Ciaran la primera reacción que tuvo fue la de correr a darme un abrazo, gesto que me dejó bastante perplejo al momento, pero que alivió todos los nervios que tenía en ese preciso instante. No obstante, no podía saber si aún con todo eso, no estaría enojada conmigo.
Una vez salimos comenzamos a dar una vuelta, sonreí por la ironía de la última frase que me había dedicado mi camarada. No podía estar más equivocada.
-De modo que los has cuidado como un tesoro... Me alegra mucho saber eso, pero algo me parece que estás un poco equivocada respecto a mi visita. No vengo a recoger de vuelta lo que te presté. Eso está en tu poder ahora, y no tengo ningún derecho a decirte que me los devuelvas si no quieres. Para lo que realmente he venido, ha sido para hablar contigo, para comprobar cómo estas. Y por encima de todo, para disculparme por aquella nota, por la forma en la que desaparecí de vuestras vidas. Aquel fue un método muy cobarde, no supe cómo despedirme de vosotros, no tuve el valor para afrontar una despedida cara a cara, ni siquiera aunque no fuera permanente, como fue el caso. -Estaba completamente serio al llegar a ese extremo de la conversación.- No se cuán molesta puedas estar por esa decisión que tomé, pero a diferencia de aquél entonces, en esta ocasión he preferido decir las cosas directamente a la cara. Con la promesa de no volver a hacer algo similar.
-Hayi, estás muy serio, si ella no te ha querido pegar. Además, es muy agradable.
Sonreí con ese comentario, el pequeño a veces podía resultar un poco más ingenuo de lo esperado. Aunque tenía razón en parte, Noa me mandó a la mierda nada más me vio, Tobías me gritó todo lo que pudo y más, y Bizvan estuvo a escasos centímetros de darme un puñetazo que bien me habría podido hacer la cirugía estética. A diferencia de todos ellos, Ciaran la primera reacción que tuvo fue la de correr a darme un abrazo, gesto que me dejó bastante perplejo al momento, pero que alivió todos los nervios que tenía en ese preciso instante. No obstante, no podía saber si aún con todo eso, no estaría enojada conmigo.
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Después de varios minutos caminando por las calles de la ciudad y de varias miradas que nos dirigían las gentes, llegamos a un pequeño y viejo hospital. Nada más entrar por la puerta alcé la voz para llamar la atención de los sanitarios. Un par de enfermeras vinieron corriendo acompañadas por un doctor con grandes ojeras, les dí a Baki, explicándoles lo que le había pasado. Hecho esto, se lo llevaron adentro para el tratado de sus heridas.
- En un rato iré a ver cómo estás, Baki. No intentes escapar de mí, es lo peor que puedes hacer - me aventuré a decir sonriendo dulcemente dejándole claro que huir era una mala idea. Y lo era. Cuando me lo proponía, podía estar buscando a una persona durante meses o incluso años. No había ido a buscar a Kimura porque respetaba su decisión y puede que algún día, yo también tuviera que abandonar a mis compañeros por un tiempo. Esperaba no tener que llegar a hacerlo pero la vida da muchas vueltas, demasiadas me atrevería a decir.
El capi, su hermano y yo salimos fuera del hospital a dar un paseo mientras cuidaban al muchacho. Fue entonces cuando el capitán Kimura comenzó a hablar sobre lo que le había dicho acerca de sus armas. Simplemente había venido a verme para ver como estaba y disculparse por haber desaparecido durante tanto tiempo dejando solo una carta como despedida. Pensaba que estaba enfadada con él, como seguramente estaban los demás. Sonreí y le miré a los ojos.
- Acepto sus disculpas, capitán. Como ya le dije antes, es algo que debías hacer por tu hermano y eso lo respeto. Es más, puede que yo algún día haga lo mismo. Tengo... asuntos importantes que atender cuando consiga hacerme más fuerte y haya escalado más alto en la jerarquía de la Marina - dije con la mirada perdida - Mientras tanto, le entregaré sus armas ya que no son mías yo solo las estaba cuidando hasta su regreso. Así mismo me gustaría jurarle lealtad como hacemos en mi tierra, si no le importa -
Le entregué todas las cosas que me había dado para que cuidara de ellas, la daga y el brazalete armadura para, luego, desenvainar mi espadón y ponerla de forma horizontal en el suelo, ya que si la clavaba, activaría el poder del arma. Me arrodillé y recité unos votos de lealtad.
- Yo, la sargento Ciaran Ehre de la Marina y miembro de los Crimson Wolves, juro por mi espada y mi honor que seré leal al Teniente Comandante Kimura Hayate de la Marina y capitán de los Crimson Wolves. Mi espada quedará a su servicio en esta vida y en la otra así como su destino quedará atado al mío -
- En un rato iré a ver cómo estás, Baki. No intentes escapar de mí, es lo peor que puedes hacer - me aventuré a decir sonriendo dulcemente dejándole claro que huir era una mala idea. Y lo era. Cuando me lo proponía, podía estar buscando a una persona durante meses o incluso años. No había ido a buscar a Kimura porque respetaba su decisión y puede que algún día, yo también tuviera que abandonar a mis compañeros por un tiempo. Esperaba no tener que llegar a hacerlo pero la vida da muchas vueltas, demasiadas me atrevería a decir.
El capi, su hermano y yo salimos fuera del hospital a dar un paseo mientras cuidaban al muchacho. Fue entonces cuando el capitán Kimura comenzó a hablar sobre lo que le había dicho acerca de sus armas. Simplemente había venido a verme para ver como estaba y disculparse por haber desaparecido durante tanto tiempo dejando solo una carta como despedida. Pensaba que estaba enfadada con él, como seguramente estaban los demás. Sonreí y le miré a los ojos.
- Acepto sus disculpas, capitán. Como ya le dije antes, es algo que debías hacer por tu hermano y eso lo respeto. Es más, puede que yo algún día haga lo mismo. Tengo... asuntos importantes que atender cuando consiga hacerme más fuerte y haya escalado más alto en la jerarquía de la Marina - dije con la mirada perdida - Mientras tanto, le entregaré sus armas ya que no son mías yo solo las estaba cuidando hasta su regreso. Así mismo me gustaría jurarle lealtad como hacemos en mi tierra, si no le importa -
Le entregué todas las cosas que me había dado para que cuidara de ellas, la daga y el brazalete armadura para, luego, desenvainar mi espadón y ponerla de forma horizontal en el suelo, ya que si la clavaba, activaría el poder del arma. Me arrodillé y recité unos votos de lealtad.
- Yo, la sargento Ciaran Ehre de la Marina y miembro de los Crimson Wolves, juro por mi espada y mi honor que seré leal al Teniente Comandante Kimura Hayate de la Marina y capitán de los Crimson Wolves. Mi espada quedará a su servicio en esta vida y en la otra así como su destino quedará atado al mío -
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Ciaran, no contenta con decirme que aceptaba las disculpas, me tendió mis armas, las cuales cogí con una sonrisa en el rostro.
-Veo que las has tratado bien.
Entonces comenzó a hacer algo que me resultó bastante extraño, puso su espadón en horizontal y se arrodilló, no pude evitar sorprenderme a la vez que me sentía un tanto incómodo por la situación. ¿Qué diantres estaba haciendo?
Recitó aquellas palabras mientras yo sentía mi rostro enrojecerse, eso no era necesario, no había motivo para hacer esas cosas, no por ello iba a creerla más, puesto que me había bastado con aquél abrazo que me dio nada más verme para comprender que siempre podría contar con ella. Una vez terminó tan solo pude decirle:
-Vamos, no hace falta tanto Ciaran. Y tampoco hay que ser tan exagerada, cada uno tenemos nuestras vidas. Y debes saber, que si necesitaras mi ayuda por lo que sea, podrás disponer de ella siempre. No volveré a cometer el mismo error dos veces, y cuento con que seamos más que una tripulación, ya que para mí sois otros miembros de mi familia.
Jiro sonrió, le cogí del hombro y le acerqué a mí.
-Creo que también hablo por Jiro al decir que puedes contar con ambos para lo que sea. No necesitas hacer estas cosas, amiga. No necesito ningún juramento, ya formas parte de mi familia, junto al resto de los Wolves. Cuentas con mi apoyo incondicional.
Le tendí la mano a Ciaran en ese momento,
-Veo que las has tratado bien.
Entonces comenzó a hacer algo que me resultó bastante extraño, puso su espadón en horizontal y se arrodilló, no pude evitar sorprenderme a la vez que me sentía un tanto incómodo por la situación. ¿Qué diantres estaba haciendo?
Recitó aquellas palabras mientras yo sentía mi rostro enrojecerse, eso no era necesario, no había motivo para hacer esas cosas, no por ello iba a creerla más, puesto que me había bastado con aquél abrazo que me dio nada más verme para comprender que siempre podría contar con ella. Una vez terminó tan solo pude decirle:
-Vamos, no hace falta tanto Ciaran. Y tampoco hay que ser tan exagerada, cada uno tenemos nuestras vidas. Y debes saber, que si necesitaras mi ayuda por lo que sea, podrás disponer de ella siempre. No volveré a cometer el mismo error dos veces, y cuento con que seamos más que una tripulación, ya que para mí sois otros miembros de mi familia.
Jiro sonrió, le cogí del hombro y le acerqué a mí.
-Creo que también hablo por Jiro al decir que puedes contar con ambos para lo que sea. No necesitas hacer estas cosas, amiga. No necesito ningún juramento, ya formas parte de mi familia, junto al resto de los Wolves. Cuentas con mi apoyo incondicional.
Le tendí la mano a Ciaran en ese momento,
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Al parecer mis acciones habían avergonzado un poco al capitán. Yo, sin embargo, no estaba nada vergonzosa por mi acto de lealtad. De hecho, en mi ciudad natal eran bastante normales este tipo de situaciones por lo que yo estaba completamente acostumbrada a ello. Después de recitar un juramento de eterna lealtad, que en su tiempo lo hice frente a mi padre adoptivo, volví a tomar mi arma y la volví a envainar. Mi vigilia de las armas del capitán había sido un completo éxito y eso llenaba de alegría y regocijo mi corazón norteño. Encontré las palabras de Kimura cálidas, del tipo de palabras que un padre o un buen amigo logra que lleguen hasta el fondo del alma.
- Mis disculpas si mis palabras os han ruborizado, deseaba hacer esto desde hace mucho tiempo. Prácticamente desde el momento en que entré a formar parte de la flota. Me alegra ser bienvenida oficialmente, ya que no hemos tenido mucho tiempo como para relacionarnos entre nosotros. Únicamente cuando fuimos a aquella misión en Síderos y aun así no cruzamos casi palabra alguna. Este tipo de actos son típicos de mi tierra, códigos de caballeros y ese tipo de asuntos. Mi acto es un símbolo de respeto hacia usted, capitán. Y también lo que esta banda representa - terminé de decir mi discurso y comencé a andar esperando que el capitán y su hermano me siguieran.
Una idea había estado rondando por mi cabeza. Implicaba hacer que el muchacho pasara a formar parte de la Marina para que de esa forma pudiera escapar de la vida de peligros que parecía tener. Obviamente sugeriría al alto mando que estuviera asignado bajo mi mando y el de los Crimson Wolves. Nos vendría bien gente joven. Pero, claramente, era algo que debía consultar con el capitán Kimura. Puesto que era él en quien pesaba la facultad de aceptar o rechazar a los nuevos reclutas.
- Capitán... hay algo que me gustaría plantearle más tarde pero primero vayamos de vuelta al hospital. No me he quedado tranquila con ese muchacho, temo que pueda escapar o que alguien no amistoso venga a rematar el trabajo - dije acelerando el paso por las calles, pero a un ritmo al que mis dos acompañantes pudieran seguirme en caso de que lo hicieran.
Pasado un rato, me paré enfrente del recinto y algo no andaba bien. Una de las enfermeras yacía en el suelo, completamente aterrorizada y con una herida superficial en el rostro. Rápidamente fui a preguntarle que pasaba.
- U-u-nos hombres de negro han entrado armados preguntando por un tal Baki -
Comencé a correr a través del hospital como alma que llevaba el diablo, no esperé a las palabras del capitán, simplemente actué. En la primera planta estaban esos malnacidos intentando entrar en una de las habitaciones, la de Baki. Desefundé mi arma y me dispuse a luchar contra cinco hombres vestidos de negro y armados con espadas, nudillos y bates. El espacio era cerrado pero aún así me arriesgué y me transformé en mi forma híbrida. Tenía poco espacio pero avancé sin dudar hasta propinarle un puñetazo a uno de ellos dejándolo inconsciente. Con cuidado de no matarlo, obviamente. No iba a dejar ni uno en pie hasta que mi protegido estuviera a salvo.
- Mis disculpas si mis palabras os han ruborizado, deseaba hacer esto desde hace mucho tiempo. Prácticamente desde el momento en que entré a formar parte de la flota. Me alegra ser bienvenida oficialmente, ya que no hemos tenido mucho tiempo como para relacionarnos entre nosotros. Únicamente cuando fuimos a aquella misión en Síderos y aun así no cruzamos casi palabra alguna. Este tipo de actos son típicos de mi tierra, códigos de caballeros y ese tipo de asuntos. Mi acto es un símbolo de respeto hacia usted, capitán. Y también lo que esta banda representa - terminé de decir mi discurso y comencé a andar esperando que el capitán y su hermano me siguieran.
Una idea había estado rondando por mi cabeza. Implicaba hacer que el muchacho pasara a formar parte de la Marina para que de esa forma pudiera escapar de la vida de peligros que parecía tener. Obviamente sugeriría al alto mando que estuviera asignado bajo mi mando y el de los Crimson Wolves. Nos vendría bien gente joven. Pero, claramente, era algo que debía consultar con el capitán Kimura. Puesto que era él en quien pesaba la facultad de aceptar o rechazar a los nuevos reclutas.
- Capitán... hay algo que me gustaría plantearle más tarde pero primero vayamos de vuelta al hospital. No me he quedado tranquila con ese muchacho, temo que pueda escapar o que alguien no amistoso venga a rematar el trabajo - dije acelerando el paso por las calles, pero a un ritmo al que mis dos acompañantes pudieran seguirme en caso de que lo hicieran.
Pasado un rato, me paré enfrente del recinto y algo no andaba bien. Una de las enfermeras yacía en el suelo, completamente aterrorizada y con una herida superficial en el rostro. Rápidamente fui a preguntarle que pasaba.
- U-u-nos hombres de negro han entrado armados preguntando por un tal Baki -
Comencé a correr a través del hospital como alma que llevaba el diablo, no esperé a las palabras del capitán, simplemente actué. En la primera planta estaban esos malnacidos intentando entrar en una de las habitaciones, la de Baki. Desefundé mi arma y me dispuse a luchar contra cinco hombres vestidos de negro y armados con espadas, nudillos y bates. El espacio era cerrado pero aún así me arriesgué y me transformé en mi forma híbrida. Tenía poco espacio pero avancé sin dudar hasta propinarle un puñetazo a uno de ellos dejándolo inconsciente. Con cuidado de no matarlo, obviamente. No iba a dejar ni uno en pie hasta que mi protegido estuviera a salvo.
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Las palabras de Ciaran me dejaron un poco intrigado, había algo que me quería proponer, y me lo decía ahora para decirme que después me lo comentaría. Eso tan solo hacía que me intrigase más la propuesta que había impulsado sus palabras. Pero bien es cierto que estaba preocupada por el muchacho.
Nos aproximamos hacia el hospital, no obstante cuando estábamos llegando ocurrió algo realmente inesperado. Una enfermera estaba asustada, fuera, y algo herida. Cuando mi camarada le preguntó, resultó que había unos tipos extraños que habían entrado por la fuerza. Buscaban al muchacho. Ciaran salió corriendo hacia adelante, no me molaba nada la situación, esto tenía pinta de ser bastante peligroso.
-Jiro, ayuda a la mujer, si sale alguien armado intenta avisarnos. Si no ves posible un ataque, no te arriesgues.
-Hayi, ten cuidado.
-Yo siempre, pequeñajo.
Le guiñé un ojo con una sonrisa y salí corriendo detrás de Ciaran. Cruzó por un pasillo y fui detrás de ella, pero cuál fue mi asombro al comprobar que, al cruzar la esquina, no estaba allí, más bien lo que había era una especie de criatura extraña golpeando. Tenía garras, el cuerpo cubierto de escamas... ¿rosas? De no ser por que mi haki de observación me dijo que era ella, en ese preciso instante me habría lanzado a por la criatura pensando que era de los enemigos.
Un tipo se zafó de ella y comenzó a correr. Al verme mirar pasmado se pensaría que estaba acojonado por Ciaran, pero lo que no se esperó fue que mi brazo se moviese lo justo para sujetarle por el cuello y golpearle en las rodillas con mi pierna. Cuando cayó al suelo parecía que intentaba sacar un arma de fuego que tenía en su bolsillo, pero le pise la mano. Cuando miré al frente ya solo estaba aquella criatura, en la que se había transformado Ciaran, en pie.
-¿Desde cuando eres usuario, Ciaran?
El tipo que tenía subyugado se resistía, pero tan solo le propiné una patada instándole a que se callase.
-Qué calladita te lo tenías. ¿Cómo está el muchacho? -Entonces recordé que el que estaba bajo mi bota era uno de los que venían a por él. Rápidamente caí con la rodilla en su pecho y creé una daga de mi energía, colocándola en su cuello, hablándole con gesto enfurecido e intimidante.- Qué es lo que queréis de él. Contesta rata.
Nos aproximamos hacia el hospital, no obstante cuando estábamos llegando ocurrió algo realmente inesperado. Una enfermera estaba asustada, fuera, y algo herida. Cuando mi camarada le preguntó, resultó que había unos tipos extraños que habían entrado por la fuerza. Buscaban al muchacho. Ciaran salió corriendo hacia adelante, no me molaba nada la situación, esto tenía pinta de ser bastante peligroso.
-Jiro, ayuda a la mujer, si sale alguien armado intenta avisarnos. Si no ves posible un ataque, no te arriesgues.
-Hayi, ten cuidado.
-Yo siempre, pequeñajo.
Le guiñé un ojo con una sonrisa y salí corriendo detrás de Ciaran. Cruzó por un pasillo y fui detrás de ella, pero cuál fue mi asombro al comprobar que, al cruzar la esquina, no estaba allí, más bien lo que había era una especie de criatura extraña golpeando. Tenía garras, el cuerpo cubierto de escamas... ¿rosas? De no ser por que mi haki de observación me dijo que era ella, en ese preciso instante me habría lanzado a por la criatura pensando que era de los enemigos.
Un tipo se zafó de ella y comenzó a correr. Al verme mirar pasmado se pensaría que estaba acojonado por Ciaran, pero lo que no se esperó fue que mi brazo se moviese lo justo para sujetarle por el cuello y golpearle en las rodillas con mi pierna. Cuando cayó al suelo parecía que intentaba sacar un arma de fuego que tenía en su bolsillo, pero le pise la mano. Cuando miré al frente ya solo estaba aquella criatura, en la que se había transformado Ciaran, en pie.
-¿Desde cuando eres usuario, Ciaran?
El tipo que tenía subyugado se resistía, pero tan solo le propiné una patada instándole a que se callase.
-Qué calladita te lo tenías. ¿Cómo está el muchacho? -Entonces recordé que el que estaba bajo mi bota era uno de los que venían a por él. Rápidamente caí con la rodilla en su pecho y creé una daga de mi energía, colocándola en su cuello, hablándole con gesto enfurecido e intimidante.- Qué es lo que queréis de él. Contesta rata.
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- ¡No dejaré que toquen a Baki, malnacidos! - grité a pleno pulmón mientras continuaba la pelea en aquel pasillo del hospital que, de repente, se había tornado en el escenario de una pelea.
Mi mano recubierta de escamas estaba manchada de sangre debido al golpe que le proporcioné a uno de ellos y la pobre pared se había resentido del impacto. Uno de ellos se asustó debido a mi forma y comenzó a correr despavorido. No tenía tiempo para ir detrás de él, ya se encargarían el capitán y su hermano. Ahora me preocupaba más que los sujetos que quedaban de pie lograran abrirse paso hasta el chaval. Los restantes hombres se lanzaron a la desesperada, intentando un ataque conjunto por todos los lados.
- Mala idea... - dije alzando la espada y preparando mi puño. Realicé un tajo con la espada hiriendo a uno de los "Hombre de negro" en el hombro, provocando que este cayese al suelo gritando de dolor. Sin más dilación, con la misma rapidez, golpee a otro con mi puño de reptil haciendo que se precipitara contra la pared. El otro sufrió un corte con la espada en el torso pero tuve cuidado de que no muriera a causa de la herida. Parecía que ya no habían más potenciales peligros para el joven castaño que yacía al otro extremo de la puerta.
Cuando ya el asunto parecía estar zanjado, escuché la voz de mi capitán que provenía de atrás. Este estaba sorprendido de que yo fuese una usuaria de las frutas y también me preguntó por el estado de Baki.
- Pues verá, esta fruta la obtuve cuando salíamos de Síderos. Un gran y rojo genio me concedió una zoan prehistórica de un extraño dinosaurio llamado Spinosaurio fue así como me convertí en... esta cosa - dije volviendo a mi forma humana, haciendo que las garras y las escamas desaparecieran como por arte de magia - En cuanto al chico, voy rápidamente a ver como está -
Avancé decidida y tumbé la puerta abajo para comprobar que mi protegido estuviera sano y salvo. Lo llamé a voces, diciéndole que todo estaba bien, que esos hombres habían sido derrotados y que ahora todo estaba bien. Pasado unos segundos, la puerta del baño se abrió y el joven hizo su aparición. Estaba pálido y estaba sudando de puro miedo.
- ¿En serio están K.O? - preguntó nervioso
- Sí, yacen en el suelo y ya no podrán hacerte ningún daño. Pero me tienes que explicar en lo que diablos sea en lo que andas metido, ¿estamos? - el muchacho bajó la cabeza, rindiéndose a desvelar el motivo del ataque.
Ambos salimos de la habitación y nos reunimos con el capitán que estaba sujetando a aquel hombre que intentó escapar. Era hora de un interrogatorio express y yo no estaba de buen humor como para obligar a alguien a desembuchar. Me acerqué al hombre para escuchar lo que tenía que decir.
- Os arrepentiréis de esto... ¡No sabéis con quién os habéis metido! ¡Ese muchacho está con la mierda al cuello, no debió escapar de la familia y mucho menos lastimar al señor Castamere! Sí, marines. Ese jovencito de ahí está relacionado con una de las mafias más peligrosas y poderosas del bajo mundo. Y ahora que habéis interferido... ¡la caza de sangre también caerá en vuestras! - gritó el extraño antes de caer inconsciente debido al puñetazo que le propiné en la cabeza.
- En mi guardia nadie matará a nadie... Y en cuanto a ti, Baki ¿Acaso estás demente? ¿Como se te ocurre mezclarte con mafiosos? Eso es muy peligroso ¿Que hubiera pasado si no te hubiéramos encontrado? ¡Habrías sido asesinado! - estaba realmente furiosa. Sabía que aquel muchacho debía tener unas razones de peso como para unirse a una banda de criminales pero, aún así, no toleraba lo ilegal y más viniendo de alguien tan joven.
- Yo... No tenía opción. Él amenazó con no seguir ayudando a mi madre en la obtención de sus medicamentos. Sé que es ilegal pero yo haría cualquier cosa por mi madre, bajaría hasta el infierno si eso la mantendría con vida - sendas lagrimas comenzaban a caer de su rostro, rindiéndose a la presión que le estaba matando por dentro.
- No te preocupes, yo cuidaré de ti y de tu madre. Te doy mi palabra de marine y de caballero - dije dándole un fuerte abrazo.
Mi mano recubierta de escamas estaba manchada de sangre debido al golpe que le proporcioné a uno de ellos y la pobre pared se había resentido del impacto. Uno de ellos se asustó debido a mi forma y comenzó a correr despavorido. No tenía tiempo para ir detrás de él, ya se encargarían el capitán y su hermano. Ahora me preocupaba más que los sujetos que quedaban de pie lograran abrirse paso hasta el chaval. Los restantes hombres se lanzaron a la desesperada, intentando un ataque conjunto por todos los lados.
- Mala idea... - dije alzando la espada y preparando mi puño. Realicé un tajo con la espada hiriendo a uno de los "Hombre de negro" en el hombro, provocando que este cayese al suelo gritando de dolor. Sin más dilación, con la misma rapidez, golpee a otro con mi puño de reptil haciendo que se precipitara contra la pared. El otro sufrió un corte con la espada en el torso pero tuve cuidado de que no muriera a causa de la herida. Parecía que ya no habían más potenciales peligros para el joven castaño que yacía al otro extremo de la puerta.
Cuando ya el asunto parecía estar zanjado, escuché la voz de mi capitán que provenía de atrás. Este estaba sorprendido de que yo fuese una usuaria de las frutas y también me preguntó por el estado de Baki.
- Pues verá, esta fruta la obtuve cuando salíamos de Síderos. Un gran y rojo genio me concedió una zoan prehistórica de un extraño dinosaurio llamado Spinosaurio fue así como me convertí en... esta cosa - dije volviendo a mi forma humana, haciendo que las garras y las escamas desaparecieran como por arte de magia - En cuanto al chico, voy rápidamente a ver como está -
Avancé decidida y tumbé la puerta abajo para comprobar que mi protegido estuviera sano y salvo. Lo llamé a voces, diciéndole que todo estaba bien, que esos hombres habían sido derrotados y que ahora todo estaba bien. Pasado unos segundos, la puerta del baño se abrió y el joven hizo su aparición. Estaba pálido y estaba sudando de puro miedo.
- ¿En serio están K.O? - preguntó nervioso
- Sí, yacen en el suelo y ya no podrán hacerte ningún daño. Pero me tienes que explicar en lo que diablos sea en lo que andas metido, ¿estamos? - el muchacho bajó la cabeza, rindiéndose a desvelar el motivo del ataque.
Ambos salimos de la habitación y nos reunimos con el capitán que estaba sujetando a aquel hombre que intentó escapar. Era hora de un interrogatorio express y yo no estaba de buen humor como para obligar a alguien a desembuchar. Me acerqué al hombre para escuchar lo que tenía que decir.
- Os arrepentiréis de esto... ¡No sabéis con quién os habéis metido! ¡Ese muchacho está con la mierda al cuello, no debió escapar de la familia y mucho menos lastimar al señor Castamere! Sí, marines. Ese jovencito de ahí está relacionado con una de las mafias más peligrosas y poderosas del bajo mundo. Y ahora que habéis interferido... ¡la caza de sangre también caerá en vuestras! - gritó el extraño antes de caer inconsciente debido al puñetazo que le propiné en la cabeza.
- En mi guardia nadie matará a nadie... Y en cuanto a ti, Baki ¿Acaso estás demente? ¿Como se te ocurre mezclarte con mafiosos? Eso es muy peligroso ¿Que hubiera pasado si no te hubiéramos encontrado? ¡Habrías sido asesinado! - estaba realmente furiosa. Sabía que aquel muchacho debía tener unas razones de peso como para unirse a una banda de criminales pero, aún así, no toleraba lo ilegal y más viniendo de alguien tan joven.
- Yo... No tenía opción. Él amenazó con no seguir ayudando a mi madre en la obtención de sus medicamentos. Sé que es ilegal pero yo haría cualquier cosa por mi madre, bajaría hasta el infierno si eso la mantendría con vida - sendas lagrimas comenzaban a caer de su rostro, rindiéndose a la presión que le estaba matando por dentro.
- No te preocupes, yo cuidaré de ti y de tu madre. Te doy mi palabra de marine y de caballero - dije dándole un fuerte abrazo.
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La situación que se desencadenó delante de mis propios ojos me dejó asombrado. Ese muchacho es increíblemente valiente, se mezcló con ese tipo de gente, tan solo con tal de ayudar a quien quería, y sin importarle las consecuencias. Ese pobre muchacho lo estaba pasando realmente duro por culpa de aquella mafia, tenía ganas de reunirme con el tal Castamere, aunque eso sería una completa locura, pues acabaría golpeándole a él y a todo aquél que se atreviese a tratar de impedirlo, lo cual sería toda su "familia".
Apreté los puños, aquello era injusto, y tan solo había una cosa que podía hacer. Sabía cómo se sentiría el pobre chico, pero ahora mismo, la opción violenta estaba completamente descartada, además de que tampoco queremos provocar un confrontamiento directo entre la marina y una mafia, desconocemos el poder e influencias que pueden llegar a tener, y eso nunca hay que tomarlo a la ligera. Por no decir que puede ser realmente problemático para el pueblo y la isla, y eso si sería la ruina.
Miré a Ciaran, buscando su mirada cómplice, creía que pensaríamos en lo mismo, pero esperaba que ella también tuviera la mente fría para darse cuenta de que no era buena idea atacar a nadie.
Me aproximé en busca de una enfermera, le pedí que atendiera a los heridos que estaban allí y les diera un mensaje que debían transmitir a su jefe. El chico y su familia estaban protegidos por el marine Kimura Hayate, y cualquiera que cometiera una ofensa contra ellos, estaría declarándole la guerra a la misma marina. Acto seguido vi a Jiro entrar, en guardia, al ver que nadie había logrado escapar. Le hice un gesto para que se acercase.
-Jiro, el chico que trajimos está mal.
-¿Le han atacado?
-No, tranquilo. Hemos llegado a tiempo. Pero le persiguen. Ahora lo que necesita es un amigo. ¿Puedes ayudarnos, hermanito?
El chico ni siquiera lo dudo, soltó una sonrisa al ver que no habían llegado a hacerle nada y asintió. Nos aproximamos ambos hasta donde estaban Ciaran y Baki.
-Tranquilo chico. No vamos a permitir que tu esfuerzo sea en vano. Has sido muy valiente, haciendo todo eso por tu madre. Este es Jiro, y yo soy Hayate. Si necesitas algo, no dudes en pedirnoslo, te ayudaremos.
Jiro se presentó y fue a darle la mano. Tenía facilidad para hacer que todos a su alrededor se sintieran más alegres, era un muchacho muy jovial y tan alegre que contagiaba la felicidad si se lo proponía, creo que era lo que el pobre Baki necesitaba ahora.
-Quisiera hablar con tu madre, Baki. ¿Nos puedes llevar hasta ella?
Por el camino, mientras Jiro trataba de hacer migas con el muchacho y entretenerle, yo aproveché para hablar con Ciaran, esta vez con un tono más serio.
-La mafia no es algo a tomarse a la ligera. En el mensaje que les he dejado, estaba dado mi nombre, no tengo duda de que si ese muchacho les resulta importante, no dudarán en venir a por mí, a por él de nuevo. En el mejor de los casos simplemente le dejarán tranquilo, pero no podemos dejarlo aquí, ni a su madre. Lo peor que podría pasar es que tomen represalias contra mí, en cuyo caso no dudaré en acabar con ellos, no obstante, me gustaría saber que cuento con tu aprobación, Ciaran. Y si llegase a ocurrir lo peor, con tu apoyo.
Apreté los puños, aquello era injusto, y tan solo había una cosa que podía hacer. Sabía cómo se sentiría el pobre chico, pero ahora mismo, la opción violenta estaba completamente descartada, además de que tampoco queremos provocar un confrontamiento directo entre la marina y una mafia, desconocemos el poder e influencias que pueden llegar a tener, y eso nunca hay que tomarlo a la ligera. Por no decir que puede ser realmente problemático para el pueblo y la isla, y eso si sería la ruina.
Miré a Ciaran, buscando su mirada cómplice, creía que pensaríamos en lo mismo, pero esperaba que ella también tuviera la mente fría para darse cuenta de que no era buena idea atacar a nadie.
Me aproximé en busca de una enfermera, le pedí que atendiera a los heridos que estaban allí y les diera un mensaje que debían transmitir a su jefe. El chico y su familia estaban protegidos por el marine Kimura Hayate, y cualquiera que cometiera una ofensa contra ellos, estaría declarándole la guerra a la misma marina. Acto seguido vi a Jiro entrar, en guardia, al ver que nadie había logrado escapar. Le hice un gesto para que se acercase.
-Jiro, el chico que trajimos está mal.
-¿Le han atacado?
-No, tranquilo. Hemos llegado a tiempo. Pero le persiguen. Ahora lo que necesita es un amigo. ¿Puedes ayudarnos, hermanito?
El chico ni siquiera lo dudo, soltó una sonrisa al ver que no habían llegado a hacerle nada y asintió. Nos aproximamos ambos hasta donde estaban Ciaran y Baki.
-Tranquilo chico. No vamos a permitir que tu esfuerzo sea en vano. Has sido muy valiente, haciendo todo eso por tu madre. Este es Jiro, y yo soy Hayate. Si necesitas algo, no dudes en pedirnoslo, te ayudaremos.
Jiro se presentó y fue a darle la mano. Tenía facilidad para hacer que todos a su alrededor se sintieran más alegres, era un muchacho muy jovial y tan alegre que contagiaba la felicidad si se lo proponía, creo que era lo que el pobre Baki necesitaba ahora.
-Quisiera hablar con tu madre, Baki. ¿Nos puedes llevar hasta ella?
Por el camino, mientras Jiro trataba de hacer migas con el muchacho y entretenerle, yo aproveché para hablar con Ciaran, esta vez con un tono más serio.
-La mafia no es algo a tomarse a la ligera. En el mensaje que les he dejado, estaba dado mi nombre, no tengo duda de que si ese muchacho les resulta importante, no dudarán en venir a por mí, a por él de nuevo. En el mejor de los casos simplemente le dejarán tranquilo, pero no podemos dejarlo aquí, ni a su madre. Lo peor que podría pasar es que tomen represalias contra mí, en cuyo caso no dudaré en acabar con ellos, no obstante, me gustaría saber que cuento con tu aprobación, Ciaran. Y si llegase a ocurrir lo peor, con tu apoyo.
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¿Por qué a veces el mundo llegaba a ser tan cruel? ¿Por qué las personas buenas eran utilizadas como marionetas, manejadas por personas que merecían pudrirse en lo más profundo del infierno? Eran preguntas que no paraban de formularse en mi cabeza. Los hombres que yacían en el suelo deberían estar agradecidos de que no les matase, odio al tipo de persona que eran. El muchacho no paraba de llorar entre mis brazos y yo únicamente podía consolarlo hasta que sacara todo su sufrimiento. En ese momento me sentía verdaderamente mal, tenía ganas de romperle el cráneo a aquel sinvergüenza que se las daba de gran jefazo.
Mi mirada se posó en la del capitán Kimura. Parecía que estaba intentando decirme que me calmara y que no intentara nada estúpido como una represalia. Al pensarlo, barajé los pros y los contras si me decidiera a hacerlo. Aunque por mi parte me encantaría poner entre rejas y castigar físicamente a todos esos rufianes, no era lo suficientemente fuerte como para hacerlo además de que otras personas inocentes estarían en peligro. En ese momento simplemente bajé la mirada y respiré hondo, mi sangre hirviendo tenía que enfriarse.
Escuché las palabras del capitán Kimura, llamó a la enfermera y les dió un mensaje a los heridos. No pude evitar sonreír al ver que el capitán quería proteger al chico y a su madre, era por este tipo de cosas que había entregado mi espada y mi vida al hombre correcto. El capitán y su hermano se acercaron hacia nosotros. Palabras de aliento y reconforte se plasmaron en el aire y el hermano del hombre que era mi jefe se presentó a Baki, intentando ser su amigo.
- Muchas gracias por todo, capitán. Un placer a los dos - Una sonrisa débil se dibujó en la comisura de sus labios, parecía que iba a romperse en cualquier momento - En cuanto a mi madre... No quisiera preocuparla más pero sino queda otro remedio os guiaré hasta ella -
A lo largo del camino, el pelirrojo y yo hablamos mientras los dos muchachos hablaban de sus cosas.
- Estoy de acuerdo con usted, capitán. El dejarles aquí sería una muy mala idea, es por eso que me gustaría tomar al chico bajo mis alas. Le plantearé unirse a la Marina y yo misma me haré cargo de su entrenamiento, siempre y cuando, él acepte unirse. Odio a la gente que se aprovecha del sufrimiento de otros, me dan ganas de matarlos - dije un poco enfadada.
Finalmente, después de estar un buen rato atravesando calles, nos detuvimos enfrente de una pequeña choza en el barrio pobre de la ciudad. La casa parecía que iba a caerse a pedazos en el momento más pensado. La madera del techo, a primera vista, uno podría decir que estaba carcomida por el tiempo y las termitas. El joven nos hizo saber que era el lugar correcto y así pues me adelanté y toqué la puerta con cuidado, temerosa de echarla abajo. La puerta se abrió lentamente y una mujer que rondaba los cincuenta años con una mirada cansada y haciendo uso de un bastón hizo acto de presencia.
- ¿Puedo ayudarles en algo? ¡Oh,Baki! ¡¿Que te ha pasado?! - preguntó asustada la pobre mujer
- No se preocupe, señora. Somos de la Marina y hemos venido a hablar con usted acerca de un asunto muy importante. ¿Podemos pasar y conversamos dentro, por favor? - La mujer nos miró con temor pero su hijo la disuadió en un instante diciéndole que éramos de fiar y nos permitió la entrada.
Mi mirada se posó en la del capitán Kimura. Parecía que estaba intentando decirme que me calmara y que no intentara nada estúpido como una represalia. Al pensarlo, barajé los pros y los contras si me decidiera a hacerlo. Aunque por mi parte me encantaría poner entre rejas y castigar físicamente a todos esos rufianes, no era lo suficientemente fuerte como para hacerlo además de que otras personas inocentes estarían en peligro. En ese momento simplemente bajé la mirada y respiré hondo, mi sangre hirviendo tenía que enfriarse.
Escuché las palabras del capitán Kimura, llamó a la enfermera y les dió un mensaje a los heridos. No pude evitar sonreír al ver que el capitán quería proteger al chico y a su madre, era por este tipo de cosas que había entregado mi espada y mi vida al hombre correcto. El capitán y su hermano se acercaron hacia nosotros. Palabras de aliento y reconforte se plasmaron en el aire y el hermano del hombre que era mi jefe se presentó a Baki, intentando ser su amigo.
- Muchas gracias por todo, capitán. Un placer a los dos - Una sonrisa débil se dibujó en la comisura de sus labios, parecía que iba a romperse en cualquier momento - En cuanto a mi madre... No quisiera preocuparla más pero sino queda otro remedio os guiaré hasta ella -
A lo largo del camino, el pelirrojo y yo hablamos mientras los dos muchachos hablaban de sus cosas.
- Estoy de acuerdo con usted, capitán. El dejarles aquí sería una muy mala idea, es por eso que me gustaría tomar al chico bajo mis alas. Le plantearé unirse a la Marina y yo misma me haré cargo de su entrenamiento, siempre y cuando, él acepte unirse. Odio a la gente que se aprovecha del sufrimiento de otros, me dan ganas de matarlos - dije un poco enfadada.
Finalmente, después de estar un buen rato atravesando calles, nos detuvimos enfrente de una pequeña choza en el barrio pobre de la ciudad. La casa parecía que iba a caerse a pedazos en el momento más pensado. La madera del techo, a primera vista, uno podría decir que estaba carcomida por el tiempo y las termitas. El joven nos hizo saber que era el lugar correcto y así pues me adelanté y toqué la puerta con cuidado, temerosa de echarla abajo. La puerta se abrió lentamente y una mujer que rondaba los cincuenta años con una mirada cansada y haciendo uso de un bastón hizo acto de presencia.
- ¿Puedo ayudarles en algo? ¡Oh,Baki! ¡¿Que te ha pasado?! - preguntó asustada la pobre mujer
- No se preocupe, señora. Somos de la Marina y hemos venido a hablar con usted acerca de un asunto muy importante. ¿Podemos pasar y conversamos dentro, por favor? - La mujer nos miró con temor pero su hijo la disuadió en un instante diciéndole que éramos de fiar y nos permitió la entrada.
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No pude evitar más esbozar una ligera sonrisa cuando Ciaran dijo que quería proteger a Baki, que estaba dispuesta a hacerse cargo de todo lo relacionado con el muchacho, contando su entrenamiento y demás. No cabía duda que esta mujer, aún a pesar de su aspecto de persona ruda, tenía un gran corazón y deseaba por encima de todo proteger a los más desfavorecidos. Me sentía realmente agradecido de que una persona como ella fuese un miembro de los Crimson Wolves.
-Ciaran, no siempre es el mejor camino acabar con ellos. Siempre he pensado que cortar el problema de raíz te libra de males mayores, pero cuando se trata de organizaciones armadas, como en este caso la mafia, es mejor mostrar cierta compasión. Dime camarada. ¿Cómo te sentirías si ahora en uno de nuestros trabajos perdiéramos a uno de nuestros camaradas? El odio tan solo nos haría iniciar una guerra por venganza contra aquellos que nos han arrebatado un amigo. Movidos por la ira podremos acabar con ellos, pero también podremos sufrir más bajas sin necesidad. Esto es lo que queremos evitar, que vengan a por nosotros con todas sus fuerzas armadas, por ello les dejé con vida, por eso me aseguré de que supieran que el chico está ahora bajo la protección de la marina. Con esta acción tenemos más probabilidades de salir de aquí y evitarnos que quieran más problemas, pues pocos son los que quieren iniciar una guerra directa contra la marina.
Al rato llegamos a una choza bastante destartalada. Cuando el muchacho nos dijo que era ahí mi primera reacción fue quedarme anonadado. El muchacho y su madre vivían en precarias condiciones, ahora comprendía cómo era que el pobre chico había acabado recurriendo a la mafia para tener alguna forma de vivir. Apreté los puños por la frustración, no entendía cómo se podían llegar a permitir ciertas cosas como estas en el mundo.
Una mujer en bastante mal estado nos atendió, y pronto se preocupó por su hijo. Ciaran nos presentó y, tras la aceptación de Baki, la mujer nos dejó pasar al interior de su hogar. Parecía que en cualquier momento se nos iba a venir encima la estructura. La mujer parecía que apenas podía mantenerse en pie, y aún así nos ofreció si queríamos algo. Pensando la situación en la que estaban no pensé que tuvieran nada que ofrecer más que su hospitalidad. La rabia me invadió por un instante.
-No se preocupe señora. Por favor, siéntese.
La mujer no tardó, parecía como si lo estuviese deseando. Miré a Ciaran unos instantes, después comencé a hablarle a la mujer.
-Mi nombre es Kimura Hayate, teniente-comandante de la marina. Este es mi hermano pequeño, Jiro, y ella es la sargento Ciaran Ehre. Verá, hay una cosa que quiero comentarle. Su hijo, Baki, ha tenido problemas con unos chicos, entre la sargento Ciaran y yo le llevamos al hospital, y después vinieron otro tipo de compañía indeseada.
La mujer parecía haberse alterado por la noticia, el chico se quedó cabizbajo. No sabía si ella estaba al tanto de lo que hacía su hijo, pero no quería indagar mucho en ese asunto.
-En este momento no me siento capaz de juzgar a nadie, señora, así que tranquilícese. Pero una cosa es segura, esos hombres volverán, tarde o temprano. Por ello mismo quiero hacerle esta propuesta. La sargento Ciaran está dispuesta a hacerse cargo de la educación y entrenamiento de su hijo Baki. Si ambos están de acuerdo no será ningún problema encargarnos de ello.
-Que así sea -la mujer no tardó en contestar.
El muchacho se quedó boquiabierto sin saber qué decir, sabía lo que eso significaría, y eso era marcharse de esa isla, dejarla sola. No parecía gustarle la idea.
-Hijo mío, no debes preocuparte por mí. Yo solo quie...
-No saque conclusiones precipitadas, señora -la interrumpí-. Ni tú tampoco Baki. Se lo que significaría para usted que su hijo se marchase. Le he dicho que esos hombres volverán, y les dará igual que esté el chico o no. Por esa misma razón, no puedo permitirle quedarse aquí. Usted vendría también con nosotros, ambos tendrán la protección que pueda darles como miembro de la marina. Les garantizo que podrán vivir con tranquilidad en la isla cuartel del norte, donde siempre podrán entrar en contacto con nosotros.
No sabía cómo reaccionarían ante todo eso de golpe. Me quedé mirando a Ciaran después de terminar de decir eso. Jiro parecía estar ayudando al muchacho, pero de pronto este fue a abrazar a su madre. No podía con aquella escena, sonreí y les dije que cuando se decidieran estaría fuera. Le hice una señal a Ciaran y Jiro para que les dejaran a solas, lo necesitaban en esos instantes.
Nada más salir les dirigí unas palabras más. Esta vez más serio.
-Puede que me haya precipitado con todo esto, pero si es necesario me haré cargo personalmente de ellos. Aunque ahora no hagamos nada, te aseguro Ciaran que volveré a este lugar. Esta mafia está utilizando al pueblo, y eso es algo que no puedo consentir que siga así. ¿Puedo contar contigo para el futuro?
-Ciaran, no siempre es el mejor camino acabar con ellos. Siempre he pensado que cortar el problema de raíz te libra de males mayores, pero cuando se trata de organizaciones armadas, como en este caso la mafia, es mejor mostrar cierta compasión. Dime camarada. ¿Cómo te sentirías si ahora en uno de nuestros trabajos perdiéramos a uno de nuestros camaradas? El odio tan solo nos haría iniciar una guerra por venganza contra aquellos que nos han arrebatado un amigo. Movidos por la ira podremos acabar con ellos, pero también podremos sufrir más bajas sin necesidad. Esto es lo que queremos evitar, que vengan a por nosotros con todas sus fuerzas armadas, por ello les dejé con vida, por eso me aseguré de que supieran que el chico está ahora bajo la protección de la marina. Con esta acción tenemos más probabilidades de salir de aquí y evitarnos que quieran más problemas, pues pocos son los que quieren iniciar una guerra directa contra la marina.
Al rato llegamos a una choza bastante destartalada. Cuando el muchacho nos dijo que era ahí mi primera reacción fue quedarme anonadado. El muchacho y su madre vivían en precarias condiciones, ahora comprendía cómo era que el pobre chico había acabado recurriendo a la mafia para tener alguna forma de vivir. Apreté los puños por la frustración, no entendía cómo se podían llegar a permitir ciertas cosas como estas en el mundo.
Una mujer en bastante mal estado nos atendió, y pronto se preocupó por su hijo. Ciaran nos presentó y, tras la aceptación de Baki, la mujer nos dejó pasar al interior de su hogar. Parecía que en cualquier momento se nos iba a venir encima la estructura. La mujer parecía que apenas podía mantenerse en pie, y aún así nos ofreció si queríamos algo. Pensando la situación en la que estaban no pensé que tuvieran nada que ofrecer más que su hospitalidad. La rabia me invadió por un instante.
-No se preocupe señora. Por favor, siéntese.
La mujer no tardó, parecía como si lo estuviese deseando. Miré a Ciaran unos instantes, después comencé a hablarle a la mujer.
-Mi nombre es Kimura Hayate, teniente-comandante de la marina. Este es mi hermano pequeño, Jiro, y ella es la sargento Ciaran Ehre. Verá, hay una cosa que quiero comentarle. Su hijo, Baki, ha tenido problemas con unos chicos, entre la sargento Ciaran y yo le llevamos al hospital, y después vinieron otro tipo de compañía indeseada.
La mujer parecía haberse alterado por la noticia, el chico se quedó cabizbajo. No sabía si ella estaba al tanto de lo que hacía su hijo, pero no quería indagar mucho en ese asunto.
-En este momento no me siento capaz de juzgar a nadie, señora, así que tranquilícese. Pero una cosa es segura, esos hombres volverán, tarde o temprano. Por ello mismo quiero hacerle esta propuesta. La sargento Ciaran está dispuesta a hacerse cargo de la educación y entrenamiento de su hijo Baki. Si ambos están de acuerdo no será ningún problema encargarnos de ello.
-Que así sea -la mujer no tardó en contestar.
El muchacho se quedó boquiabierto sin saber qué decir, sabía lo que eso significaría, y eso era marcharse de esa isla, dejarla sola. No parecía gustarle la idea.
-Hijo mío, no debes preocuparte por mí. Yo solo quie...
-No saque conclusiones precipitadas, señora -la interrumpí-. Ni tú tampoco Baki. Se lo que significaría para usted que su hijo se marchase. Le he dicho que esos hombres volverán, y les dará igual que esté el chico o no. Por esa misma razón, no puedo permitirle quedarse aquí. Usted vendría también con nosotros, ambos tendrán la protección que pueda darles como miembro de la marina. Les garantizo que podrán vivir con tranquilidad en la isla cuartel del norte, donde siempre podrán entrar en contacto con nosotros.
No sabía cómo reaccionarían ante todo eso de golpe. Me quedé mirando a Ciaran después de terminar de decir eso. Jiro parecía estar ayudando al muchacho, pero de pronto este fue a abrazar a su madre. No podía con aquella escena, sonreí y les dije que cuando se decidieran estaría fuera. Le hice una señal a Ciaran y Jiro para que les dejaran a solas, lo necesitaban en esos instantes.
Nada más salir les dirigí unas palabras más. Esta vez más serio.
-Puede que me haya precipitado con todo esto, pero si es necesario me haré cargo personalmente de ellos. Aunque ahora no hagamos nada, te aseguro Ciaran que volveré a este lugar. Esta mafia está utilizando al pueblo, y eso es algo que no puedo consentir que siga así. ¿Puedo contar contigo para el futuro?
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