Las apariencias engañan [Libre]

- Hoy te toca patrulla doble. ¿Qué diablos has hecho para cabrear tanto al teniente?

- Yo nada. Si él es lo bastante imbécil como para echar a perder a un soldado de primera barriendo suelos, pienso hacerle saber su error - respondió Jason, colocándose la ninjato a la espalda.

- En fin... tú sabrás - Hei negó con la cabeza - Al menos ponte el uniforme, o acabarás logrando pasar la semana en los calabozos.

Con un suspiro, el marine se dirigió a los vestuarios y comenzó a cambiarse. Su estancia en la Marina estaba siendo menos placentera de lo que había esperado. Había entrado con miras más altas en mente que barrer suelos, hacer guardias, entrenamientos terriblemente sencillos y aburridos y patrullas por el pueblo de la base. Ni siquiera había ocurrido nada interesante durante estas, salvo por arrestar a algún borracho que estaba montando demasiado escándalo. Pero en fin, la vida del recluta era así. Tampoco podía pedir mucho más hasta lograr que lo destinaran a un lugar con más acción o hasta lograr ascender y dirigir él mismo su propio barco. Lo difícil iba a ser lograr ese ascenso sin hacer méritos, y evidentemente no iba a lograrlos fregando el pasillo del capitán.

- Debería haber vuelto al Cipher Pol. Las tareas eran infinitamente más complicadas, pero al menos no nos tenían haciendo estas memeces.

Una vez listo salió del cuartel, algo malhumorado. Odiaba el uniforme por muchos motivos, entre otros por no poder llevar con más comodidad u ocultas sus armas. Para solucionar ese problema se había comprado un arnés y llevaba sus cuchillos colgados de este. Era bastante antiestético, y estaba seguro de que si el idiota del teniente lo veía así le echaría bronca por no ser parte del uniforme reglamentario o algo así, pero se la picaba un poco. Él podía decir misa, que si seguían tocándole la moral pediría el traslado o directamente la readmisión en el Cipher Pol. Salió del cuartel y se puso los cascos en los oídos para intentar animarse con algo de música.


Parecía el menos indicado para patrullar, tarareando la canción y con cara de estar en su mundo. No era del todo cierto, pues aunque no estaba precisamente alerta tampoco estaba pasando de su tarea. En aquel pueblo no había demasiados problemas, menos aún con una base marine al lado, así que bastaba con estar atento de vez en cuando a lo que veía. No vio nada fuera de lo común en la primera media hora, y hasta se paró en un puesto a charlar con una vendedora y comprarse un bollo de pan. Sin embargo para cuando fue a los muelles, vio a un hombre bien vestido empujando a un pescador y gritándole. Rápidamente se quitó los cascos y se acercó a los dos hombres, interponiéndose entre ambos.

- Eh, alto ahí. ¿Qué está pasando? - le tendió la mano al viejo y lo ayudó a levantarse.

- Señor, ¡arreste a ese hombre! Está confabulando con los gyojins.

Jason arqueó una ceja, extrañado. ¿Gyojins en el East Blue? ¿Haciendo tratos con ancianos? Era difícil de creer cuanto menos.

- ¿Es eso cierto? - preguntó al pescador.

- No, no... ese hombre llegó gritando algo de un tritón y empujándome. No tengo ni idea de lo que habla.

El marine suspiró y se giró hacia el otro. Tenía pinta de ser rico, así que tampoco quería buscarse problemas. Debía intentarse ser un poco diplomático.

- Si tiene usted pruebas, podrá presentarlas en el cuartel. Por lo de pronto debo pedirle que deje de agredir a ciudadanos o deberé arrestarle. Ahora vuelva a sus labores. Buenos días.

Murmurando improperios, el hombre se alejó a grandes pasos.

El asunto podría haber acabado allí, pero entonces escuchó golpes seguidos por ladridos. Se acercó a echar un vistazo sacando una daga y avanzando con cautela, cuando los ladridos fueron acallado y escuchó la voz de alguien que parecía... ¿molesto? ¿nervioso? Apuró y dobló la esquina encontrándose con, para su sorpresa, un gyojin con varios brazos sujetando a un perro por el hocico. El animal se le escapó y comenzó a ladrar furiosamente a un montón de cajas mientras el hombre pez... ¿o pulpo? ¿calamar? corría hacia el muelle. Al final iba a tener que disculparse con el ricachón y todo, visto lo visto. En momento en que se le ató el cabo al tobillo, una daga se clavó en el suelo, peligrosamente cerca del gyojin.

- Ni un movimiento en falso, o la próxima irá contra ti - declaró el marine, sacándose otra daga más del arnés.

Parecía que se había encontrado la acción que buscaba. Nada menos que un sucio gyojin tratando de escabullirse de una aldea justo después de que culparan a un anciano de confabular con tritones. ¿Qué diablos estaba haciendo allí? ¿Y a qué maldades andaría? No le cabía duda de que lo mejor iba a ser arrestarlo y llevarlo al cuartel, donde podrían interrogarlo en profundidad y decidir su destino. Se pasó la daga a la mano izquierda y se sacó unas esposas, acercándose con cautela al hombre pez.

- Vas a tener que acompañarme. Tengo unas cuantas preguntas para ti - dijo con sequedad.

Aquellos malditos tritones nunca tramaban nada bueno. No hacía demasiado tiempo desde su asalto a la capital del Gobierno Mundial, Mariejoa, en una dura batalla en que miles de humanos murieron a manos de ellos. Desde entonces se revocaron muchos de sus derechos y se les vetó el acceso a la Marina y el Cipher Pol (cosa que hacía mucho que debían haber hecho, en su opinión). Decir que no confiaba en ellos era quedarse corto; siempre que aparecían en un lugar la gente sufría y se les arrebataba sus riquezas o sus vidas con excusas como que su raza les había hecho sufrir y usado como esclavos, o diciendo que era su derecho como raza superior. Le provocaban auténtico asco.

- No te resistas, gyojin - se acercó para colocarle las esposas.

Así que cazador, ¿eh? Eso era fácilmente comprobable. No le acababa de gustar su actitud, menos por el hecho de que le hubiera gritado. Entonces cayó en un problema con sus esposas: aquel bicho tenía demasiados brazos. Conteniéndose para no soltar un taco, se las enganchó del cinturón y relajó la postura. No podía arrestarlo sin más pruebas de que hubiera cometido algún delito, el hecho de que fuera cazarrecompensas (si realmente lo era) ya le hacía tener que aplicar otro protocolo a la hora de tratar con él. No se fiaba un pelo y estaba seguro de que lo que había contado era un sarta de mentiras, pero no podía hacer mucho más que intentar desenmascararlo.

- Bien, en ese caso muéstreme su identificación de cazador, señor Yashimitsu - dijo, extendiendo la mano.

Aquel día no parecía terminar de complicarse, pues pronto apareció un iluminado y le soltó algo de que había "pescado algo bueno." Miró al extraño con cara de pocos amigos. Era un hombre de pelo oscuro con aspecto de espadachín o algo así. "Lo que me faltaba, más buscavidas." Suspiró y le dijo:

- No se le ha perdido nada aquí, ciudadano. Retírese.

¿Por qué a él? O le tocaba una patrulla aburrida, o lidiar con todos los bichos raros de Shellstown. Ay, cómo estaba deseando recibir el traslado a otra base. Dándole la espalda de nuevo al extraño, se dirigió al gyojin. No tenía motivos para llevarlo a la base aún, pero podía hacerle unas preguntas. Si consideraba que habían sido extrañas o incongruentes ya tendría una base más sólida. Y si no, contactaría con aquel otro hombre para pedirle que le explicara qué había hecho el gyojin. Se enganchó de nuevo la daga en el arnés y sacó su libreta y su lápiz para anotar los datos de su carnet (si es que lo tenía siquiera) y anotar su declaración.

- Bien, cuéntame, ¿cuándo has llegado a esta ciudad? ¿Conoces de algo al anciano de la caña de pescar de antes?

No le gustaba la actitud del espadachín y no se fiaba de él. Él llevaba actuando, pretendiendo y mintiendo toda su vida, y cuando estás acostumbrado a fingir aprendes a pillar a otros. Y había algo en los gestos del extraño y en su expresión que le causaba una profunda desconfianza. Para mejorar las cosas se había puesto a hablar mal de un oficial de la Marina, que sí, tal vez podía ser el idiota de su teniente, pero podía ser cualquier otro. Y los civiles debían mostrar algo de respeto a la autoridad, que para algo los protegían. No sólo eso, sino que le mosqueaba un poco que estuvieran hablando entre ellos como si no estuviese delante. ¿Es que ese maldito pez no se daba cuenta de la situación en que estaba? No era momento para hablar de espadas. Frunció el ceño ligeramente y respondió al moreno en un tono educado y frío:

- Si quiere ayuda, deberá esperar o buscar a otro marine. Si vuelve al cuartel y contacta con el teniente Higgs y le plantea su situación, seguro que pone en su lugar al maleducado que le ha dicho eso.

Si le hacía caso, tal vez acabaría dándole trabajo al cabrón de su superior y eso nunca estaba mal. Por otro lado le interesaba especialmente la respuesta que pudiera darle el espadachín, pues según lo que dijera tal vez lo pillara en un renuncio. A continuación se giró hacia el gyojin, dando por terminada su conversación con el otro hombre. Si no era cazador oficialmente la cosa cambiaba mucho... aunque estaba obligado como marine que era a darle la información de cómo convertirse en uno oficialmente, por mucho que no le gustara la idea de verlo irse impunemente. Seguía sospechando de él por mucho cuento que le contase sobre lo pobre que era o que se había perdido. Lo examinó de arriba a abajo mientras se cruzaba de brazos y tras unos segundos, dijo:

- Para alistarte oficialmente tienes que ir a un cuartel marine y pedir el carnet de cazador. Allí te sacarán una foto y te harán llenar un formulario, tras lo que te lo darán oficialmente. Sin embargo eso no quita nuestra situación. Comprende que tu actitud ha sido muy sospechosa. Podría dar por buena tu excusa si no hubiese habido denuncias sobre un gyojin por la zona. Si me acompañas y hablamos con el denunciante para saber de qué te acusa exactamente, podremos resolver este entuerto. Si eres inocente no tienes nada que temer.

No sabía dónde encontrar al tipo de antes, pero tampoco debía ser muy difícil. Sólo tenía que buscar la casa más grande y pomposa del pueblo y preguntar por el tipo más asquerosamente rico y gordo. Estaba seguro de que este le daría una versión bien distinta de lo que había hecho el hombre pez, o eso esperaba. Si no le daba una declaración concluyente iba a tener que dejarlo suelto. Sólo había un problema; que el hombre se inventara algo. Cabía la posibilidad de que el tritón fuese inocente, claro... pero si lo era, ¿qué hacía en tierra de humanos y no con los suyos? ¿Acaso iban los hombres de bien a molestarles a sus aldeas? No, aquel asunto apestaba a pescado podrido.

- Sígueme pues - dijo, haciéndole un gesto.