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Aki D. Arlia
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Durmió como un bebé durante horas sin despertarse ni una sola vez. Cuando su voz la despertó, le llevó unos segundos recordar dónde se encontraba. Estaba hecha un ovillo en el pecho de un hombre que intentaba hacerle cosquillas. Se apartó de ella y se tiró sobre la cama con una exhalación. Aki se incorporó, ahogando un bostezo y frotándose un ojo. Al ver a Dexter ahí tendido, sonrió. Claro. Recordaba todo lo que había pasado, pero si era sincera no tenía ni idea del día o la hora en la que se encontraba. Había descansado, eso sí. Se sentía como si le hubiera pasado un dragón por encima, pero en el buen sentido.
Se tiró a su lado y correspondió a su beso con el mismo cariño. Le pareció que duraba una eternidad, pero no era tonta. Cuando al final él se separó, no fue detrás pidiendo más. En su lugar, se centró en terminar de desperezarse y tratar de desliar un poco su melena con los dedos. Recordó lo que le había preguntado antes y no tardó en responder con una pequeña sonrisa. No acostumbraba a desayunar pavo, pero sería idiota si no honrara la comida de su anfitrión una segunda vez.
-Pavo suena exquisito, muchas gracias.
Se vistió en silencio antes de ir a la cocina. Cogió la ropa que le había prestado él antes de dormir, pero mientras se arreglaba pensó que después la devolvería. Una vez regresase a su barco, se pondría algo suyo y mandaría a la joven a dejar el recado en la puerta del dragón. Sería lo más educado. Terminó atándose la melena en una coleta alta, con algunos mechones sueltos aquí y allá. Fresca y algo más descansada, iba a dirigirse a la cocina cuando se acordó de algo. Le faltaba una promesa por cumplir, un regalo que entregar. Con algo de melancolía, dejó escapar un suave y melódico silbido durante varios segundos. Aguardó porque sabía que el lagarto no andaría lejos y, efectivamente, en apenas un minuto llegó a sus manos. No tenía idea de cómo había entrado en la guarida del dragón, pero se alegraba de verlo. Depositó un pequeño beso en la cabecita de Cetus y con él apoyado en su hombro, se dirigió a la cocina.
-No sé si lo recuerdas, pero cuando te regalé aquel espejo, te hablé también de una pequeña criatura algo apegada al mismo. Dexter, te presentó a Cetus.
Mientras Aki comenzaba a atacar el pavo, el pequeño dragón aleteó hasta la mesa y se acercó al yonkou, olisqueándole la mano. Pareció aprobarlo, porque escaló por su brazo y se quedó en su hombro algo acurrucado.
-Me alegra ver que le caes bien, la verdad.- La pelirroja sonreía. No podía llevárselo consigo, pero parecía que sería feliz allí. A ella le llegaba.
Terminó de desayunar en bastante menos tiempo del que le habría gustado. Apartó su plato y tardó un rato en decidirse a marchar. Sabía que si se lo pedía él le dejaría quedarse otro poco, pero no podía alargar lo inevitable por siempre. Cuando se acercó para despedirse su sonrisa era algo triste, pero muy sincera. En lugar de decirle adiós, le dio un último beso en la mejilla y un pequeño abrazo.
-Gracias por todo, Dexter.
Le habría gustado decirle que no olvidaría ese día y que volverían a verse, pero solo una de esas cosas era posible y prefería no tentar al destino. En lugar de ello, abandonó la vivienda del dragón sin prisa pero sin pausa. Sin mirar atrás, fue a buscar a la joven. No le contó dónde había estado o qué había hecho. Todo eso se lo guardaría para sí mientras pudiera, en el cajón de los buenos recuerdos.
Se tiró a su lado y correspondió a su beso con el mismo cariño. Le pareció que duraba una eternidad, pero no era tonta. Cuando al final él se separó, no fue detrás pidiendo más. En su lugar, se centró en terminar de desperezarse y tratar de desliar un poco su melena con los dedos. Recordó lo que le había preguntado antes y no tardó en responder con una pequeña sonrisa. No acostumbraba a desayunar pavo, pero sería idiota si no honrara la comida de su anfitrión una segunda vez.
-Pavo suena exquisito, muchas gracias.
Se vistió en silencio antes de ir a la cocina. Cogió la ropa que le había prestado él antes de dormir, pero mientras se arreglaba pensó que después la devolvería. Una vez regresase a su barco, se pondría algo suyo y mandaría a la joven a dejar el recado en la puerta del dragón. Sería lo más educado. Terminó atándose la melena en una coleta alta, con algunos mechones sueltos aquí y allá. Fresca y algo más descansada, iba a dirigirse a la cocina cuando se acordó de algo. Le faltaba una promesa por cumplir, un regalo que entregar. Con algo de melancolía, dejó escapar un suave y melódico silbido durante varios segundos. Aguardó porque sabía que el lagarto no andaría lejos y, efectivamente, en apenas un minuto llegó a sus manos. No tenía idea de cómo había entrado en la guarida del dragón, pero se alegraba de verlo. Depositó un pequeño beso en la cabecita de Cetus y con él apoyado en su hombro, se dirigió a la cocina.
-No sé si lo recuerdas, pero cuando te regalé aquel espejo, te hablé también de una pequeña criatura algo apegada al mismo. Dexter, te presentó a Cetus.
Mientras Aki comenzaba a atacar el pavo, el pequeño dragón aleteó hasta la mesa y se acercó al yonkou, olisqueándole la mano. Pareció aprobarlo, porque escaló por su brazo y se quedó en su hombro algo acurrucado.
-Me alegra ver que le caes bien, la verdad.- La pelirroja sonreía. No podía llevárselo consigo, pero parecía que sería feliz allí. A ella le llegaba.
Terminó de desayunar en bastante menos tiempo del que le habría gustado. Apartó su plato y tardó un rato en decidirse a marchar. Sabía que si se lo pedía él le dejaría quedarse otro poco, pero no podía alargar lo inevitable por siempre. Cuando se acercó para despedirse su sonrisa era algo triste, pero muy sincera. En lugar de decirle adiós, le dio un último beso en la mejilla y un pequeño abrazo.
-Gracias por todo, Dexter.
Le habría gustado decirle que no olvidaría ese día y que volverían a verse, pero solo una de esas cosas era posible y prefería no tentar al destino. En lugar de ello, abandonó la vivienda del dragón sin prisa pero sin pausa. Sin mirar atrás, fue a buscar a la joven. No le contó dónde había estado o qué había hecho. Todo eso se lo guardaría para sí mientras pudiera, en el cajón de los buenos recuerdos.
Dexter Black
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Se levantaron, desayunaron, se despidieron. Dexter pasó las últimas horas junto a Aki sintiendo que todo había acabado, y durante los últimos minutos ni siquiera supo si realmente todo había sucedido. Lo habían disfrutado, aquello era indudable, pero... ¿Y qué? ¿Qué había quedado tras el encuentro? Los robots de limpieza habían acabado con cada arruga, mancha e incluso con la mayor parte de los olores. Aki se había llevado la misma ropa que trajo, más o menos, y lo único que realmente había dejado en el Colmillo era un pequeño dragón de insana curiosidad que parecía haberse apoderado del sillón en la sala del mar. Era simpático, pero un incordio.
Suspiró. Aki se había ido hacía un par de horas y todo había vuelto a la normalidad. Mufasa había llamado al teléfono dado que, según el protocolo, cada setenta y dos horas debía comprobar que siguiese con vida. No es que se sintiera incómodo sabiendo que se preocupaba por él, pero no le resultaba agradable que tuviese un plan elaborado de seguimiento. Al fin y al cabo, ¿qué era lo peor que le podía pasar?
- ¡Tienes muchas cosas que firmar! -había gritado ella, aunque Dexter había escuchado un "te he echado de menos".
- Y lo haré en breves -contestó él, como normalmente hacía, lo que en su extraño lenguaje era "y yo a ti".
En su extraña relación, Dexter le estaba mintiendo. Le había mentido durante mucho tiempo, claro, pero tampoco quería que la joven senescal sufriese por su culpa. Simplemente no era capaz de sentir lo que Nadia o Alice habían despertado en él. La pasión que compartían y el respeto mutuo que se profesaban eran lo único que los unía, aunque Argie pensase que hubiese algo más. A él no le importaba asentir sin escuchar, ni tampoco acariciarle la espalda o mecerla entre sus brazos mientras contemplaban el atardecer en la sala del mar... Pero Sarden había robado su corazón, lo había apuñalado. Aunque quisiera no habría podido quererla, y si la quisiera no podría vivir con miedo a perderla como ya había pasado tantas veces.
De nuevo suspiró. Colgó el teléfono y siguió trabajando en el proyecto que llevaba tanto tiempo preparando. La silueta de la Joya III iba, poco a poco, cobrando forma sobre el papel. Pronto empezaría la construcción de su buque insignia, el barco que vería un nuevo amanecer. Solo quería centrarse en eso.
Suspiró. Aki se había ido hacía un par de horas y todo había vuelto a la normalidad. Mufasa había llamado al teléfono dado que, según el protocolo, cada setenta y dos horas debía comprobar que siguiese con vida. No es que se sintiera incómodo sabiendo que se preocupaba por él, pero no le resultaba agradable que tuviese un plan elaborado de seguimiento. Al fin y al cabo, ¿qué era lo peor que le podía pasar?
- ¡Tienes muchas cosas que firmar! -había gritado ella, aunque Dexter había escuchado un "te he echado de menos".
- Y lo haré en breves -contestó él, como normalmente hacía, lo que en su extraño lenguaje era "y yo a ti".
En su extraña relación, Dexter le estaba mintiendo. Le había mentido durante mucho tiempo, claro, pero tampoco quería que la joven senescal sufriese por su culpa. Simplemente no era capaz de sentir lo que Nadia o Alice habían despertado en él. La pasión que compartían y el respeto mutuo que se profesaban eran lo único que los unía, aunque Argie pensase que hubiese algo más. A él no le importaba asentir sin escuchar, ni tampoco acariciarle la espalda o mecerla entre sus brazos mientras contemplaban el atardecer en la sala del mar... Pero Sarden había robado su corazón, lo había apuñalado. Aunque quisiera no habría podido quererla, y si la quisiera no podría vivir con miedo a perderla como ya había pasado tantas veces.
De nuevo suspiró. Colgó el teléfono y siguió trabajando en el proyecto que llevaba tanto tiempo preparando. La silueta de la Joya III iba, poco a poco, cobrando forma sobre el papel. Pronto empezaría la construcción de su buque insignia, el barco que vería un nuevo amanecer. Solo quería centrarse en eso.
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