Problemas con la madera [Privado Northern Wolves - Yuu]

A paso ligero, llegó al inicio del muelle, donde se hallaba la mayoría de gente trabajando, en general pescadores, unos vendiendo sus presas en pequeños puestos de madera con montañas de pescado detrás de estas, otros con cañas a lo lejos y, los demás, en sus respectivos navíos de diferentes tamaños o volviendo o saliendo a navegar. Tras una visión general del lugar, su único globo a la vista no pudo divisar a ninguno de los dos hermanos, con lo que asumió que se habrían adentrado dentro del pueblo. El pelinegro, con desgana, se acercó a un fornido individuo que se hallaba acomodado en una silla, como si estuviese vigilando por alguna razón el puerto.

– Escucha…– llamó al hombre, captando su atención a los pocos segundos. – ¿No habrás visto a un chico así de mi misma altura, pelo negro y mirada como penetrante… y a una chiquilla bastante enana vestida de rojo? – concluyó su descripción, si no demasiado detallada, suficiente para que el hombre pudiese identificar a aquellos extravagantes individuos.

– Vaya, buenos días, chico. Esto… ahora que lo dices, creo que he visto a la chiquilla que mencionas… pero no me acuerdo ahora mismo de dónde exactamente la he visto. – miró al joven, esperando que finalmente captara su indirecta.

– ¿No te acuerdas? Vale, pues nada. – sin más, Yuu dio media vuelta para preguntar a otra persona.

– ¡Espera! – exclamó, acaparando de nuevo la atención del pelinego. – Ya me he acordado, joven… es lo que tiene ser tan mayor como yo. – dijo, con una sonrisa falsa. – Pero… si me das una pequeña limosna, quizás no se me olvide de nuevo…

– Oh, ahora veo por donde vas… – dijo mientras colocaba su pie en su entrepierna. – Aquí está tu limosna, habla si no quieres que haga movimientos bruscos con mi pie.

– Cabronazo… – dijo, imaginándose lo que el joven podría hacerle a sus bolsas. – Vale, vale…  se han metido por ese callejón. – señaló al estrecho camino que había mencionado.

– Muy bien… – el joven se colocó al lado de su oído. – Cómo me hayas mentido… volveré. – amenazó a este, causando el terror en la mente del individuo.

Sin más preámbulos, el parcheado se dio la vuelta, aliviando al otro sujeto al quitar la pierna de ahí abajo. Con calma, se dirigió hacia el susodicho callejón donde los hermanos se habían metido. Aquel camino donde nadie circulaba conducía a una pequeña plazoleta con diversos comercios, lugar del cual no había ni rastro de los compañeros del pirata. ¿Dónde se habrían metido esos dos?

La plaza estaba tan vacía que los pasos del joven muchacho se podían escuchar por toda ella. Normalmente, las plazoletas como aquella solían tener una fuente en la zona central, pero esa era diferente… entre dos palmeras, se alzaba la estatua de un hombre que llevaba a hombros un pez de grandes dimensiones, que era incluso más grande que él, todo esculpido en piedra, hasta el más mínimo detalle se hallaba representado allí. Al pirata le entró una extraña curiosidad que hizo que se acercase a la placa de metal que yacía a los pies de la escultura.

”En honor a la leyenda de nuestro pueblo, el pescador legendario: Ronaldo Strauss. Que cazó al mítico Adromopanaecus, mejor conocido como El Mero Gigante, que azotó nuestras aguas durante un angustioso largo período de tiempo.”

Tras leerlo, Yuu se fijó en la estatua del pez y, en efecto, era un mero. “¿Cómo podía un pez así azotar el mar?” pensó él, pues desde su punto de vista estaba demasiado bueno como para atacar a nadie.

– En realidad… quién haya esculpido esto… debe de ser todo un genio. – dijo él, en voz alta, sin saber que tenía a alguien detrás.

– ¿Verdad?

Curiosamente, el agudo grito que salió de la boca del sorprendido pirata no fue del todo masculino. Con rapidez, se giró a ver al señor.

– ¡¿Y tú quién cojones eres?! ¡¿Y por qué apareces en mi espalda?!

– Oh… lo siento, joven. No pretendía asustarte. ¿Quieres saber mi nombre? Te lo diré… algunos me llaman “El Ilustrado”, otros… solo Esteban. Pero mi nombre verdadero, completo… es… ¡Esteban González de la Torre! – se presentó, el delgaducho y rubio hombre.

– ¿Pero de dónde has salido tu, rata estrafalaria?

– Mi corazón… ¡me has ofendido, joven! Yo… ¡yo soy el creador de esta obra tan majestuosa que aquí puedes apreciar!

– Ah, ahora lo entiendo todo. Por eso lo de los morros del mero. Son gigantes, tío.

– ¿Morros? – se fijó bien en su creación – ¡Oh, te refieres a la boca del mero! ¿Verdad que es preciosa? Fue obra mía.

– No lo es… da mucha grima.

– Pero…

– ¿Vas a marcharte?

– ¿Por qué debería?

– Has perturbado mi paz.

– E-Entiendo… – titubeó – Adiós… amigo.

– No soy tu amigo.

Y el pobre hombre se fue llorado desconsolado a su casa, o hacia su taller. En cualquier caso, ¿a quién le importa? A Yuu no, por supuesto, que pasó de la estatua y continuó caminando hacia un callejón, con serenidad. De pronto, de una caja de cartón emergió un lobo de color blanco que se abalanzó contra el ladrón, para sorpresa de este, tirándole al suelo.

– ¡Quita, bicho! – exclamó, mientras forcejeaba contra él, cambiando de posición al cánido para que él estuviese abajo y el joven arriba. Tras esto, se apartó y puso su mano derecha en la empuñadura de una de sus espadas. – ¿Qué demonios hace un lobo aquí… en medio de la puta ciudad? – dijo mientras daba la vuelta al lobo, posicionándose al otro lado de este. Nada más hacer esto, retrocedió unos cuantos pasos, observando de reojo una figura humana. – ¿Y tú que haces ahí, si se puede saber? – comentó al ver a su compañero sentado en un portal, tras voltear la cabeza hacia él. – Y lo más importante… ¿y tu hermana? – preguntó.

Me ataron de pies y manos con tal de que no me moviese del sitio. Intenté zafarme de las malditas y apestosas cuerdas, pero lo único que conseguí fue cabrearlos y que me estampasen la cabeza contra el suelo de una brutal patada, dejándome semi-inconsciente. Quise llamar a Puppet a gritos, pero nos separamos por todo Thriller Bark para investigar esas presencias que notamos. Malditos revolucionarios.

-¡Vamos chaval!, ¡no me obligues a despedazarte y convertirte en una lata de conserva! -Gritó uno de los revolucionarios.

Me negué, me negué a hacerles caso a unos imbéciles que me tratan de "lata de conserva". No me levanté del suelo, seguía inerte después de esa patada detrás de la cabeza, pero, aunque me pudiese mover, nunca acataría las órdenes de alguien así. Recibí otra patada, esta vez, más fuerte que la anterior, empecé a sangrar. Mis temblores no cesaban, nunca me había enfrentado a nadie, no podía dejar de temblar y balbucear. Otra patada más, estaba perdiendo el conocimiento, sentía como mis engranajes se paraban y volvían a girar, me estaba muriendo.

-¡Ya está bien! ¡Dejadle completamente inútil y llevaoslo al barco! -Me señaló con una risa macabra. -Pienso hacerte pasar un infierno por desobedecerme.

Me cogieron de los brazos y me levantaron del suelo como si fuese una simple carga, un cuerpo muerto.

-Pup...

Era inútil, Puppet estaba seguramente en el otro extremo de la isla y no se hubiese enterado de lo que estaba pasando. Por útlimo, me subieron a la cubierta de un barco normalucho y me estamparon por cuarta vez contra el suelo, esta vez de madera, dejándome inconsciente.
Desperté en una bodega que olía a muerto, en ella, habían barriles... barriles... ba... ¡Mi estoque! Menos mal que se lo llevaron de Thiller Bark... Puppet se quedó allí... ¿sabrá lo que ha pasado?
Me acerqué arrastras hacia la pared donde colgaba majestuosamente mi estoque, deben de habérselo llevado de la isla al verlo tan ostentoso. Me intenté poner de pie, pero resultaba una tarea bastante complicada con los pies atados. Apoyé mi torso en la pared cual gusano que se arrastra por el suelo y con el hombro pude tirar el estoque al suelo, provocando así un ruido metálico que preferiría que nadie hubiese oído. Me tumbé en el suelo y tras varios minutos pude romper las cuerdas de las manos, coger el estoque y liberarme de las cuerdas que me aprisionaban los pies.

-Bien... -Se oye un ruido de engranajes moviéndose y de vapor a presión. -Ahora, toca salvarse, Alex. -Cogí el estoque y lo empuñe con mi mano derecha.
Destrocé la puerta de la bodega con fuerza. En ocasiones me gusta ser silencioso, pero a veces, conviene ser ruidoso y que te tengan miedo. Uno de los revolucionarios que estaban presentes en mi captura, estaba vigilando la puerta de la bodega.

-Con inocencia. -Disculpe, ¿el baño?

Este se abalanzó contra mi gritando como un loco. Eché a correr hacia él y luego giré hacia las escaleras por evitarle. Quería evitar la mínima batalla, aún no tenía perfeccionado mi ataque con estoque.
Subí a la cubierta y varios tipos se giraron sorprendidos y el de la bodega subió detrás de mi. Aquí ya no podía evitar el combate, me puse en guardia, me tenían rodeado.
En total eran cinco, sí, no eran muchos, pero nunca había luchado antes.

-¡¿Que cojones?! ¡Se supone que estaba encerrado! -Gritó el que parecía capitán de la flota. -Matadle. Ya no lo necesitamos.

Uno se me acercó corriendo, esquivé el ataque y lo atravesé con un corte limpio, pero otro me golpeó por detrás con un mazo, tirándome al suelo. Menos mal que soy un poco ágil y me levanté con rapidez. Otro corte limpio, esta vez, en la pierna del tío del mazo. Quedan dos y el capitán.

-¡Eh! ¡Veo una is...! ¡¿Eh?! -Gritó el vigía que estaba en la cofa, el cual no se había dado cuenta de que el prisionero había escapado.

-¡A por él, imbéciles!

Asesiné a uno de los tres que quedaban y... algo iba mal... había mucho barullo... como si hubiese miles de personas gritando: "Os vais a estrellar, malditos subnormales"
Efectivamente, el barco cutre se estrelló contra uno de los lados de una isla creándole así al barco un enorme boquete, provocando la inundación de este. El impacto no fue muy grave, la isla no había sufrido casi ningún desperfecto, solo un par de muros y rocas caídas. Gracias a la confusión que se había creado por el choque, pude escapar saltando desde la cubierta a uno de los muros desprendidos, pudiéndome meterme en la isla y camuflarme entre la muchedumbre.

Shenyun, tras unos segundos de que Yuu abriese la boca, se levantó. La respuesta a la pregunta hecha por el pirata instantes atrás desconcertó a este, dado que no se esperaba por nada del mundo que aquel lobo era la chica que a primera vista pareció inocente al ladrón. Mientras sacaba teorías de cómo se habría convertido aquella niña en un lobo, algo le pilló desprevenido. Vio con sus propios ojos cómo, rápidamente, una bota se acercaba a su rostro, sin darle tiempo siquiera a reaccionar. Una vez ya en el aire, posicionó sus dos codos para detener el impacto contra el suelo, disminuyendo los daños que aquello podría causarle. Cuando volvió a estar mínimamente consciente de lo que ocurría a su alrededor, dedicó una mirada de ira contenida a Shenyun, el cual se hallaba tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse.

– Como no des una buena explicación de a qué cojones ha venido eso… tendremos problemas, Cuervo. – dijo él, mientras aceptaba la ayuda de su compañero, y se ponía de pie. – Aunque creo que también me debes una explicación sobre por qué demonios tu hermana es un puto lobo. – esperó a que los dos acabasen de hablar entre ellos, puesto que Shenyun se hallaba entregándole un instrumento musical a su familiar, causando aún más de desconcierto al ladrón. – Pero bueno… ¿de dónde has sacado esas dos bestias?

El pirata se acercó lentamente para verlas, restándole importancia a lo que acababa de suceder, pues entendió que, al parecer, era una broma pesada de sus compañeros, para su desgracia. Las examinó detenidamente con la mirada, observando el bajo del mayor, el cual era, literalmente, una tumba. En cambio, el instrumento de la chica era más bien caracterizado por el lobo que se hallaba estampado en él, y no por su forma.

– ¿Vosotros dos sois un poco siniestros, no? – soltó una leve carcajada – Aunque… espero que recordéis a qué hemos venido aquí. Nuestro barco está hecho una mierda, y como no extorsionemos o incluso paguemos a alguien para que nos lo arregle… creedme que no iremos muy lejos. Y ahora dime, Cuervo… ¿tienes ya algo en mente? – finalizó el pirata, esperando la respuesta de su compañero.

Me metí entre callejones apretados, robé una de las sábanas que colgaban de uno de los miles de tendederos y me lo puse a modo de manta, intentando parecer una pobre anciana. Pero, de poco me sirvió ya que oí a lo lejos las órdenes del malparido del capitán que insistía en perseguirme. El altercado del barco volador había causado revuelo en una pequeña parte de la isla, así que, tenía que adentrarme y alejarme de la zona. Mi plan, consistía en ir al muelle, si había, y robar un bote, o un barco pequeño con el que poder ir a Thriller Bark de nuevo.
Por desgracia, y como era de esperar, en los callejones, no había mucha gente a las que preguntarles por el muelle, así que intenté encontrar algún punto donde hubiesen tiendas o bares. Conseguí llegar a una plazoleta con una cutre y fea estatua de piedra que representaba un tío que sujetaba un pez que se parecía a una reineta. Encontré un bareto lleno de muermos y escoria humana, sería rápido, entrar, preguntar y salir, ojalá fuese así de fácil siempre.

-Esto.. disculpen caballeros. -Dije acercándome a dos hombres sentados en la barra. -¿Saben dónde podría encontrar un muelle?

-Sí claro. -Contestó uno de los dos de mis perseguidores girándose hacía mí. -Yo lo he visto al lado oest...

-...

-...

-...

-¡¿Pero eres imbécil?! -Gritó el capitán. -¡Cógelo!

Eché a correr cuando reaccioné por los gritos del imbécil ese, de verdad que no pensaba que me los iba a encontrar en el tugurio. Volví a las apestosas y apretadas callejuelas, esta vez, siendo perseguido de muy cerca por esos dos. De pronto, en frente de mí, tres figuras de las cuales emanaban una presencia singular, aparecieron en mi campo de visión. Usando la lupa ocular, distinguí a dos hombres de apariencia adulta y otra figura, femenina, más joven. Uno estaba en el suelo, el otro le tendía la mano, y la chica estaba de pie con algo que no conseguía distinguir que le colgaba de la espalda. Aún estaban un poco lejos, podría esquivarlos sin chocarme con ellos y así evitarme más problemas.
Pasé a toda velocidad por el lado de las tres personas, pero el jefazo de los que me capturaron en Thriller Bark se chocó de lleno con el que anteriormente estaba en el suelo, aunque, no se molestó en pedir disculpas y siguió con mi caza.
Llegamos de nuevo a la maldita plaza de la maldita estatua del maldito tío con el maldito pez. No hacía ni dos horas que estaba en esa isla, y ya estaba hasta los cojones de dar vueltas en círculos. Me detuve y di media vuelta para ponerme cara a cara contra mis rivales, no podía evitarlo más, si quería que me dejasen en paz, tenía que hacerles un pequeño corte, el la garganta.

-Je... ¿ya te has cansado? -Dijo el secuaz jadeando. -Por fin vamos a despedazarte y venderte en el maldito mercado negro.

No dije nada, me limité a desenvainar el fino estoque y apuntarles a modo de desafío.

-¡Vas a pagar por todas las bajas que has causado y por lo que le has hecho a nuestro barco! ¡A por él!

El secuaz se acercó a mi riéndose como un descosido. Atacó primero y bloqueé el primer ataque con el estoque, pero el segundo me dio en las costillas y me desgarró la piel.
Me puse la mano donde la herida y seguí la batalla con solo la mano derecha. Seguimos bloqueando los ataques del otro hasta que lo acorralé contra los muros, pudiendo así hacerle un pequeño corte en vertical en su nuez, causándole la muerte, solo quedaba uno.
Este parecía más fuerte, vestía de un traje ostentoso y blandía un sable mayor que el de los demás. Como no, atacó el primero, sus ataques no los podía bloquear con el estoque, la espada era demasiado grande para ello, así que me dediqué a esquivar sus ataques, llevándome algún que otro espadazo provocándome heridas batante grandes pero no profundas. Los dos estabamos cansados tras diez minutos de batalla, aproveché su guardia baja para darle una patada en el abdomen haciendo así que se arrodillase.

-¿Últimas palabras? -Apunté hacía su ojo.

-No me mates por favor... mírame, me has dejado si nada, mi tripulación ha muerto mi barc... -Aquel hombre no pudo acabar la frase porque le inserté el estoque en su ojo izquierdo, lo más hondo que pude y luego lo extraje, quedándose su globo ocular enganchado a la punta de mi fina espada. El cadáver cayó inerte boca abajo provocando un silencio que se extendió por toda la plazoleta.

-Dije palabras, no que me contases tu vida.

Limpié la sangre del estoque, arrancando el ojo que se encontraba en él y tirándolo al suelo y acto seguido, me quedé mirando los dos cadáveres y el estropicio que había montado.

El joven muchacho permanecía de brazos cruzados con la mirada fija en Shenyun, esperando a que le diesen explicaciones de todo lo que acababa de suceder. Aunque el inacabado comentario de la chica no le acabó de gustar, intentó olvidarse de lo que fuese que pensaba decir aquella. Tras las palabras de su socio, Yuu comprendió la relación que sus dos compañeros llevaban. Lo típico de la sobre protección fraternal. Algo que él no acababa de comprender, pero que en el fondo, sabía que aquello era normal. Luego, con el comentario de la fruta, el pirata pareció sorprenderse.

– Así que tu hermana se ha comido uno de esos melones… entiendo. Yo también me zampé una hace unos días… o semanas, ya ni me acuerdo. – comentó él. Shenyun continuó hablando, alegando que sabía de la existencia de un carpintero cerca de allí, tras preguntar en una tienda. – ¿Te encargas tú, entonces? – preguntó para afirmarlo, a la par que alzaba una ceja al escuchar la risa de la chica.

Cuando iba a volver a pronunciarse, alguien le empujó por detrás y echó a un lado. De largo pasó un mozo con una extraña chistera y cuatro hombres se hallaban en esos instantes pasando por en medio de los piratas. Uno de ellos fue inmediatamente asesinado por la chiquilla, y el que le había empujado no se iba a salir con la suya. Creó una pared de piedra delante de él, de su misma altura, y le obligó a golpearse, cayendo al suelo.

– Ni un puto minuto de tranquilidad… – le ensartó la cabeza con la espada que tenía más a mano. – Muere, capullo.

Hizo desaparecer el muro, y envainó la espada lentamente. Un poco alterado se acercó a Shenyun, el cual comentó su interés por el chico del sombrero raro, alegando que podrían reclutarlo. De primeras, al joven pirata le impactó aquella decisión tan repentina de su compañero. ¿Acaso le había visto luchar siquiera? ¿Sabía de qué sería capaz aquel niño? ¿O fue su intuición? En cualquier caso, no se quedó a preguntar, simplemente suspiró y declaró que estaba conforme subiendo el pulgar hacia arriba. Acto seguido, siguió el camino por el cual había ido el chico que, casualmente, es por donde Yuu había alcanzado a los hermanos hacía apenas unos minutos.

¿Qué se encontró allí el pirata? A un pequeño grumete luchando contra uno de los hombres que se hallaban, supuestamente, persiguiéndole. El chaval no lo hacía mal después de todo, según el ladrón. << Sus movimientos quizás no son de lo más… correctos. Pero puede que Cuervo haya tenido buena intención con el niño. >> pensó. Cuando el mozo acabó con su oponente, Yuu se acercó con las manos en los bolsillos, hasta pararse frente a él.

– Vaya desastre has causado… ¿eh? – bostezó. – No se te da mal esa cosa. Aún así, veo muchos fallos en tus movimientos, pero nada que se no se pueda pulir, vaya. – se sacó una mano del bolsillo para toser. – Escúchame, chico. Creo que estarás de acuerdo conmigo en que deberíamos salir de aquí. Vamos, a no ser que quieras limpiar tú esto. Porque yo no estoy por la labor. Ven, sígueme. No tienes muchas más opciones.

Dicho todo, el joven pirata guió al chico con los hermanos, los cuales alcanzó, pues ya estaban de camino hacia el carpintero.

Un escalofrío recorrió mi espalda. Habían cuatro hombres y yo solo había luchado contra dos, los otros dos no aparecieron en el campo de batalla, era obvio que algo malo les había pasado por el camino. Un hombre con unos diez o once años mayor que yo apareció de repente en la plaza. Me di cuenta en seguida de que se trataba de uno de esas personas que vi en ese callejón mientras era perseguido. El hombre del pelo negro se acercó, la presencia que desprendía hizo que mi cuerpo se paralizara durante unos instantes. Le clavé la mirada para intimidarlo, pero no conseguí nada, este esbozó una sonrisa terrorífica ante mi vergonzoso intento de meterle miedo. Siguió acercándose y reaccioné por instinto empuñando el estoque a la altura de su torso a medida que se acercaba.
El hombre empezó a hablar mientras caminaba hacía mi.

-Escúchame, chico. Creo que estarás de acuerdo conmigo en que deberíamos salir de aquí. Vamos, a no ser que quieras limpiar tú esto. Porque yo no estoy por la labor. Ven, sígueme. No tienes muchas más opciones.

-No tengo obligación de... de...mierda.

Trartamudeaba del temor que infundía aquel hombre, temblaba como un flan y no pude mantener el equilibrio con el estoque, este se resbaló entre mis manos, cayendo al suelo. Apreté los puños con rabia.

-No tengo ninguna obligación de seguirte.

Me quedé pensativo, era obvio que si cabreaba a aquel tipo acabaría en la morgue, así que me callé por no cagarla, recogí y envainé el estoque y con una mirada entre desafío y temor, le indiqué al pelinegro que lo seguiría, pero con desconfianza.

Durante el camino que le llevó hasta sus socios, el pirata no reparó demasiado en el novicio. Veía potencial en él, si… pero mínimo. Su primera reacción no agradó demasiado al ladrón, el cual descubrió que aquel chico contaba con muy poco espíritu. La forma en la que accedió luego de oponerse… fue un tanto extraña. Quizás forzada. En cualquier caso, el chico había hecho lo correcto para sobrevivir, pues si se hubiese quedado allí posiblemente hubiese acabado entre rejas o… incluso asesinado, quién sabe. El pirata tenía algo muy claro, eso sí. Si el chico estaba allí es porque Shenyun había puesto el ojo en él, quién sabe por qué. De haber sido por Yuu, podría haberse quedado donde estaba. Así que, de momento, el pirata veía al pobre desgraciado como un mero niño que podría servirles de alguna forma u otra. ¿Como cebo para los marines? ¿Como saco de boxeo? Estaba por ver. Yuu tenía cosas más importantes a las que atender antes de asignar un lugar al novato.

Los Northern no estaban lejos, dado que los alcanzaron relativamente pronto. No obstante, los vieron a lo lejos entrar a un local. Asoció el cartel que había encima del umbral de la puerta, donde unas letras talladas en madera de nogal mostraban el nombre de dicha tienda: “Carpintería BBB”. Lo primero que se le pasó por la cabeza al pirata para descifrar esas tres letras era “Buenas berzas bonitas”, con lo que en primera instancia pensó que una buena moza con grandes senos regentaría el lugar. Atontado con la imagen de esa mujer en su mente, caminó a paso rápido hasta llegar a la puerta de allí. La idea de poder ligarse a esa fémina – la cual no existía – le hizo seguir su instinto sexual, con lo que cruzó el umbral de la puerta abriendo esta de una patada. El panorama no era, para nada, el que el joven pelinegro había esperado. Sus compañeros se hallaban hablando con un hombre bajito, calvo, obeso y bastante horrendo. Lo único que pudo llegar a escuchar de la boca de Shenyun fue lo último que este le dedicó al hombrecillo, el cual se hallaba a unos metros de ellos. “Parece que llego en buen momento… la acción ya ha empezado. Aunque… no veo ninguna tía buena por aquí.” pensó Yuu al ver cómo el supuesto carpintero se horrorizaba por las palabras de su socio. El ladrón no iba a quedarse parado sin aportar su granito de arena.

– Hey Cuervo, ya estoy aquí. – colocó su mano en el hombro de su compañero. – ¿Qué? ¿El tipo quería beneficiarse a tu hermana? Bueno, ahora veo que de la forma en la que se le habrán quedado los cojones después de lo que le has dicho… ya no podrá hacerlo. – sonrió. – Ya sé que me dijiste que te encargarías tú, pero… – de repente, alguien sale de detrás del hombre calvo.

Un hombre de al menos dos metros de alto aparece a su lado, preocupado por lo que podría pasarle a su supuesto jefe… o compañero.

– ¡Boro! ¿Por qué tiemblas? – el sujeto nos dirigió una mirada alegre, como si no supiese que estaba pasando. – Oh, clientes. ¡Bienvenidos a carpin– fue cortado.

– Bart… estos señores…

– Estos señores quieren que les reparéis su barco. – se acercó Yuu lentamente, con un mano en la empuñadura de una de sus espadas. Cuando estuvo a punto de estar en frente de ambos, el calvo pareció que estaba a punto de mearse en los pantalones. – Parece que tu compañero ha dicho algo que no le ha gustado al mío. Y… verás, a mí tampoco me gusta mucho.

– ¿Qué ha di – volvió a ser interrumpido.

– Que quería follarse a la inocente hermana de mi socio. No lo ha dicho tal cual, pero básicamente eso. Y bueno… he pensado una cosa. Me han entrado unas ganas tremendas de destrozar este local. Pero podrían irse si nos hacéis un descuento. – amenazó a ambos el pirata.

– Oiga, señor. No doy crédito a las sandeces que está diciendo. Por favor, váyase de nuestra tienda ahora mismo y no vuelva. No queremos gente como usted aquí. – dijo el mulato.

– Veo que no te ha quedado claro. – rápidamente, desenvainó su espada y apuntó con ella a la yugular del sujeto. – Para ser más claros, un descuento del cien por cien. A lo de destrozar la tienda añado lo de rajarte la garganta y, bueno, ya de paso, mataros a todos. ¿Qué? ¿Trato hecho? – les propuso, con una falsa sonrisa en su rostro.

– No queremos problemas, señor. – tragó saliva. Al parecer, su aspecto no correspondía en absoluto a su personalidad. – Haremos lo que nos pida, pero… no nos haga nada. Hemos conseguido reflotar nuestro negocio con el sudor de nuestra frente… y no queremos perderlo todo. Por favor.

– Un paso en falso y… – envainó su espada el pirata, a la par que hacía un gesto con su otra mano como si se rajase la garganta con su dedo. Luego, se dirigió a sus compañeros. – Hecho. Ya tenemos carpinteros.

– Boro… vayamos nosotros dos. No quiero involucrar a Bonnie en esto. – dijo el grandullón.

– ¿He oído Bonnie? Eso es nombre de mujer. ¿Tenéis una compañera fémina? ¿Dónde está? – inquirió el ladrón, imaginándose el aspecto de la susodicha.

– Por favor, dejadla en paz. Ahora mismo no se encuentra aquí… por favor. – volvió a insistir.

Por un momento, en la imaginación de Yuu aparecieron dos diablillos con el mismo aspecto del pirata a los dos lados de su cabeza. Mientras uno le decía “Si te follas a la hermana, podrías perder la oportunidad de que te arreglen el barco.”, el otro “Ensártalos a todos y deja un carpintero. Si tienes que matar al negro siempre puedes fornicar con su compañera y utilizarla como trabajadora a ella. Todo ventajas.” Sin duda, se presentaban ante él dos opciones, cada cual con unas consecuencias muy graves para el joven. “Follar o no follar, esa es la cuestión.” pensó para sus adentros. Decidió esperar a ver qué decían sus compañeros acerca de todo esto.

Seguí al tipo de cerca pues, no parecía tener muchas luces y si me metía en problemas por los cadáveres, podría echarle las culpas a él y huir. Al principio, aquel hombre me daba muy mala espina, cuando se me acercó, pude notar a la perfección, la tensión en el ambiente, como si de repente, con un paso en falso, fuese a cortarme en dos y su presencia me incomodaba, ya que notaba algo en el que me daba bastante, no miedo, sino respeto. Clavé la mirada en la parte trasera de su cabeza mientras me preguntaba a mi mismo, por qué decidió, después de haber asesinado a dos hombres delante de él, acercarse a mi. "Además, ¿quién se cree? ¿De verdad piensa que puede decirle a todo el mundo que lo siga porque sí? Aunque, tenía razón, o me iba con él, o tendría que cargar con las culpas de aquella pel..."
El pelinegro se detuvo en seco delante de una especie de comercio y me sacó de mis pensamientos. Había un cartel en el umbral de la puerta que ponía "Carpintería BBB" o sea, "Carpintería Balneario Belleza Barato", se me dibujó al instante una leve sonrisa de atontado en la cara, ya que, adoro los baños. Pero mis sueños se vieron rotos a los cinco minutos, cuando el pelinegro tuvo la brillantísima idea de abrir la puerta de una maldita patada, con esa forma tan carismática y serena de abrir una puerta, supe que poco balneario iba a ver.

De pronto vi a las dos otras personas que acompañaban al tipo cuando casi me choco contra ellos en aquel callejón. -Hey Cuervo, ya estoy aquí. -Dijo el hombre al mayor de los dos extraños. Miré extrañado a aquel desconocido. ¿Cuervo? ¿En serio hay alguien que se llama así?
Aunque estaba presente, lo cierto es que no estaba prestando mucha atención a lo que parecía una discusión entre los tres mosqueteros y dos señores más que parecían ser los que regentaban el balneario. Solo hubo un momento en el que escuché el sonido de una espada al ser desenvainada, pero poco más.
Al parecer, estos señores, aparte de regentar un balneario, también con carpinteros, y están discutiendo sobre alguien que quería follarse a no sé quien. Quizá pueda sacarle partido a esto...
Me metí en la trastienda aprovechando el barullo que se había montado, donde registré cada rincón para saquear algunos berries, por si acaso tuviese que buscarme la vida. Abriendo cajones, encontré una caja fuerte que estaba abierta, dentro, habían 2.000.000 o más de berries.

-Ah... alabados sean los balnearios y tooooooodo lo que cobran. -Dije suspirando.

El problema es que encima de la caja fuerte, se encontraba un lámpara de aceite, la cual, al sacar el dinero, se cayó al suelo derramándose así todo el aceite y prendiendo fuego en la pequeña trastienda, en la que se encontraba todo tipo de madera.
Sin decir ni una sola palabra sobre el incendio que había creado accidentalmente, salí de aquel lugar con disimulo y me coloqué detrás de aquellas tres personas, como si el tema que estaban tratando no fuese conmigo.

Los acontecimientos superaron a la velocidad de pensamiento del joven pirata. Mientras el pelinegro “negociaba” con los carpinteros, el novicio pareció adentrarse en el interior de la tienda, en busca de algo. La pequeña incursión del muchacho no fue detectada por el mozo del parche hasta que su olfato detectase el olor a quemado en el ambiente… y el humo proveniente de una de las salas, de donde emergería el novato con unas bolsas en las manos. “Y parecía tonto, el chaval.” pensó para sus adentros acerca de las habilidades ocultas del chico. “Bueno… realmente hay que ser tonto para quemar todo el lugar.” se dijo luego.

– Hay que ser imbécil. – comentó en voz alta respecto a la actitud del chico, para que este le escuchase. – Tú, capullo. Circula hacia la salida. Tienes un barco que arreglar. – se dirigió esta vez al fornido hombre de color que se hallaba frente a él, muy asustado. – De verdad, vaya desgracia de hombre. – Esperó a que se moviese por él solo. Al ver que lo hacía muy lento, decidió actuar. Se colocó detrás de él y le propinó una fuerte patada en la espalda, haciendo que este cayese al suelo. – Muévete, coño. – No era suficiente, tenía que intimidarle más. – ¡Venga, cojones! – pareció hacer efecto.

– Por favor no me hagas daño… ¡ya voy! – empezó a correr siguiendo a los socios de Yuu.

Al parecer él era el último hombre en aquel lugar. Todos habían salido ya, y el fuego se acercaba cada vez más al pirata. Sin alarmarse, se acercó a la puerta y la abrió de nuevo con una patada. Una vez fuera, intentó buscar con la mirada a sus compañeros, los cuales no tardó en encontrar. Cuando los alcanzó, no medió siquiera una palabra, ni a sus socios. Algo reconcomía al joven desde hacía un buen rato… la actitud de aquellos dos no le resultaba para nada agradable. El asco que pudo sentir hacia el chico al golpearle no se podía comparar con otra cosa. Sabía que no era su subordinado, que era su co-capitán. Aún así… no podía tolerar la falta tan grave que había cometido hacia su persona. Tal afrenta le saldría cara, y el pelinegro no tardaría en hacerle saber sus pensamientos acerca de todo aquello.  Una cosa estaba clara en su cabeza, la capitanía no es lugar para dos. Él mismo se haría cargo de que supiesen su lugar… sobre todo Shenyun. Mas el pirata no abriría la boca hasta llegar al barco, una vez los extorsionados carpinteros se pusieran a revisar las fallas del barco y a empezar su mantenimiento.

– Os conozco de hace muy poco tiempo, chicos… y pensaba que las cosas saldrían mejor. – intentó captar su atención colocándose detrás de ellos. – Espero que seas consciente, Cuervo, de lo que has hecho antes. Y de que lo he dejado pasar por razones que obviamente me beneficiaban. Tu patada. Tu hermana atacándome. No tengo dieciséis años. Esas gilipolleces no las llamo tonterías ni bromas. Las llamo traición… sobre todo tu golpe. Y… ¿sabéis qué hago yo con los traidores? – desenvainó su espada rápidamente y la colocó en el cuello de Shenhua, solo para que su hermano lo viese. – Primero… les hago sufrir. ¿Y luego? Los mato. Tu querida hermana, a la que parece que estás tan unido que incluso creo que hacéis cosas guarras cuando yo no miro… no correrá la misma suerte. – esperando una respuesta muy agresiva y rápida de parte de Shenyun, el pirata rajó la yugular de la pequeña tan rápido como pudo, y la lanzo de una patada contra su ex-socio.  – Ven, fiera. Te toca. – El muchacho era más fuerte que aquellos dos mozos, y se hacía de notar. El pálido y frío pirata se abalanzó contra Yuu con unas ansias bárbaras de acabar con él. Podía ver perfectamente como un cólera instantáneo se había formado en su corazón, en su mente, en sus ojos… en todo su ser. La espada que fuera de la vaina se hallaba ensartó su hígado y su estómago, y salió por la parte baja de su espalda. La segunda espada iría directa desde abajo, justo entrando por su barbilla y atravesando su cráneo hasta llegar arriba. – Nos vemos en el infierno, Cuervo. – dijo, para finalizar con una decapitación con dos espadas.

Limpió con su dedo sus espadas y, lentamente, las envainó.

– Tú. Encárgate de este estropicio, que nadie lo vea. – cruzó miradas con el chico del sombrero. Sabiendo de buen grado el miedo que le provocaba el pirata al chico, aceptaría sin dudarlo dos veces las órdenes del pelinegro.

Con parsimonia, cruzó el puente para llegar a la cubierta del barco, donde se reunió con los carpinteros, que lo habían visto todo.

– ¿Algún avance? – no comentó nada al respecto de lo ocurrido. – Necesito la puesta a punto pronto.

– Esto… el barco está muy dañado. No sé si podremos hacer mucho… y si se puede hacer algo tardaríamos semanas como mínimo. – dijo el hombre obeso.

– No. Lo quiero para hoy. – insistió, el joven parcheado.

– Me temo que aunque me amenaces no vamos a poder cambiar la realidad...

– Mierda… – se mordió la lengua el pirata, intentando pensar en qué podrían hacer. – Vale, entonces no me servís de nada. – Acto seguido, cogió al hombre con sobrepeso de los pocos pelos que le quedaban en la cabeza y lo arrastró hasta el borde. Allí, lo lanzó con todas sus fuerzas al océano, no sin antes hacer aparecer una daga encima de su cabeza, que se clavaría en ella casi inmediatamente. Miró al otro hombre, al alto. – Siempre he querido hacer esto. – Creó una lanza de más o menos un metro y medio, la cual cogería con las dos manos. Tras realizar unos pasos hacia atrás, comenzó a correr hacia el sujeto, ensartándole de pleno y lanzándole al agua luego.

Tras esto, volvió donde estaban los cuerpos de los otros dos, para hacer algo que debería haber hecho. Saqueó todas sus armas y se las llevó dentro del barco. Allí dentro, se dirigió a su bolsa, donde guardaba un poco de fruta de hace tiempo. Como pensaba, una de ellas parecía algo cambiada. Al parecer la muerte de Shenhua le había afectado. Ahora que ya lo tenía todo, debía pensar un plan.

El pelinegro salió de la carpintería de una patada y hincó la mirada hacía nosotros. La tensión se notaba en el ambiente, algo había cabreado a Blade, algo que había pasado antes de que yo apareciese, pero que, por su mirada, le había tocado bastante los cojones. Llegamos al puerto para que nuestros carpinteros cagados de miedo arreglasen un barco. Dirigí una mirada perdida hacia la ciudad en la que estábamos. Desde nuestra posición, se podía ver el barco de los mercenarios con el que había llegado hasta aquí, encallado y rodeado por una multitud de escombros de piedra y ladrillo, y una columna enorme de humo, seguramente proveniente del negocio que, sin querer, prendí fuego.

Blade estaba hablando con sus compañeros, pero no estaba atento a la conversación, no hasta que gotas de sangre salpicaron mis zapatos. Rápidamente, clavé los ojos en la joven que nos acompañaba, mientras su cuello gorgoteaba sangre a bastante velocidad mientras el acero del pelinegro se deslizaba por su piel. No sentí pena alguna al ver su cuerpo caer como si fuese plomo, era más, indiferencia. Yo ya sabía que en este mundo, o eres fuerte, o acabas muerto y la perdida de alguien, que había conocido hoy, no hizo mella en mí.

El destino del mayor, fue el mismo, con una muerte más dolorosa y cruel que la anterior. El asesino me ordenó que limpiase la escena, a lo que accedí sin pensarlo. Algo había cambiado en mí al ver dicho acto atroz. Me di cuenta que, al ver esos dos morir de esa forma, no solo no sentí pena, sino que más bien sentí placer, un placer sádico que incluso hizo que se marcase en la comisura derecha de mis labios, una leve sonrisa burlona y pícara. Cogí primero el cadáver de la chica, su cabeza se movía de aquí para allá ya que no se había separado totalmente de su cuello. Lancé su cuerpo al mar, no antes de que se me pasase por la cabeza desnudarla y contemplar su cuerpo, algo que no hice. Por otra parte, el cuerpo del mayor quise llevarlo adentro del barco para diseccionarlo, ya que tenía que progresar como médico quirúrgico. Cargué el cuerpo a mis espaldas, dejando atrás las partes que el otro ya se había encargado de separar.