Un Último Cigarro. [Ban Midou - Ai Nanasaki] [Privado]

La tormenta estaba siendo bastante intensa. Eran las ocho y media de la tarde y ya casi había anochecido. Ban miraba por la ventana de un edificio mediano que se hallaba en mitad del pueblo. Observaba el agua caer con fuerza. Su mirada era bastante seria. Llevaba puestas sus típicas gafas de Sol moradas redondas, su cabello estaba hacia abajo en lugar de pinchudo, pues se había dado una ducha. Vestía con su camisa blanca larga y unos pantalones marrones. En sus pies había unos zapatos y llevaba consigo sus armas. En su boca podía verse un cigarro encendido. El mafioso estaba bastante mosqueado. Tras acabar los tratos con Maximillian había vuelto a la isla donde empezó todo, el combate contra Ai y Eichi. Apretó su puño derecho y después de unos momentos caminó hacia otro lado.

Ban entró en el vestíbulo, el cual era una enorme sala llena de columnas. Había un trono de piedra al final, pegando a la pared y en el posabrazos derecho tenía una copa de vino tinto. El espadachín se sentó en él y tomó el envase. Le dio un enorme trago y después lo puso donde estaba. A su espalda podía verse un enorme emblema, una serpiente morada. Había alquilado aquel sitio para poder tenerlo como base por el momento, pues pretendía conquistar Banaro. Se rascó un poco la cabeza y después de unos momentos entró una persona por la puerta. Era un tipo de cabellos naranjas rizados, pañuelo azul en la cabeza, gafas de sol y traje blanco. Caminó hasta el príncipe serpiente con una sonrisa y después le hizo una leve reverencia.

Spoiler:

- Ban-san ¿Tiene algo planeado para esta noche? Los chicos están algo nerviosos desde que han visto su nuevo cartel. 370.000.000 Berries no es una suma pequeña.

- Supongo que es lo que toca tras haber eliminado a ese sucio indeseable. Igualmente, creo que voy a montar una pequeña fiesta para que se relajen. Tan solo somos diez y sería bueno que estuviesen cómodos, tito. – Dijo soltando un suspiro y mirando de repente hacia la puerta.

Los ojos del mafioso se abrieron más de la cuenta y enseguida tragó saliva. Esa aura la conocía de algo… ¿Ai? Era posible que fuese ella la persona que estaba a menos de cincuenta metros. El hombre de cabellos naranjas sacó una pistola plateada y apuntó hacia la puerta al ver la mirada del espadachín. Ban entonces indicó con su mano que bajase el arma. La puerta estaba abierta, por lo que podría entrar si lo deseaba. Aunque ella no podía saber que estaban allí, a no ser que… ¿La vivre? Se mantuvo alerta notando una sensación en el pecho que le hizo apretar ambos puños.

- Oye, pase lo que pase no digas nada sobre mi nuevo precio ahora. No quiero preocupar a nuestra invitado ¿Ha quedado claro?

- Más claro que el agua, mi querido sobrino. – Dijo aquel tipo enfundando su arma.

Una sonrisa algo nostálgica se formó en el rostro del mafioso. Cuando la chica entró por la puerta. Soltó un leve suspiro y se colocó en pie de inmediato. Lo primero que vio fue el cartel que ella tenía en la mano y una gota de sudor frío recorrió su mejilla. Esperaba por todos los dioses que no fuera suyo y fuese de algún pirata que quería matar o algo. Trató de calmarse y entonces alzó la mano como si de un gesto militar fuese. Los hombres y Paul (El pelinaranja) salieron de la sala y fueron todos al salón, cerrando la puerta al salir. La mirada del mafioso continuaba en la chica de forma seria. Sentía ganas de ir a abrazarla, pero también tenía miedo de llevarse el mayor de los guantazos por lo del cartel. Había sido justo al fin y al cabo, por lo que no veía motivo de enfado, pero eso ella no lo sabía.

Sus palabras le hicieron caminar, hacia ella, pero cuando escuchó las que hacían referencia al precio de su cabeza se frenó en seco. Pese a la sonrisa de ella, podía ver un tigre mosqueado en su interior, esperando a que se acercase para partirle la boca. Dio un paso hacia atrás, no se creía la sonrisa dulce, tenía miedo. “Me va a pegar…” Entonces escuchó su pregunta y el chico de lava mostró una sonrisa confiable. Siguió avanzando hacia ella a paso rápido esta vez y una vez estuvo en frente la vio agachar la cabeza. Centró su haki de observación en ella por si las moscas y después de unos momentos colocó sus dedos en su barbilla. La levantó despacio y la hizo mirarle a los ojos. El mafioso sonreía como había hecho siempre con ella y no tardó mucho en besar sus labios. Estuvo así unos quince segundos, si es que ella no se separaba. Después de eso la miró a los ojos de nuevo.

- Ni siquiera la muerte podría hacerlo. No vas a alejarte de mí nunca más. Ai. – Una vez le dijo aquello pasó su mano muy despacio por la mejilla de ella.

Recordó aquel maravilloso tacto y aquellos ojos que le hacían sonreír tanto y que no dejaba de mirar nunca, los que eran iguales a los suyos. Después de unos momentos se quitó las gafas, clavó una rodilla en el suelo y agachó la cabeza mientras se colocaba ambas manos en la cabeza. Sus ojos se cerraron con fuerza y después empezó a temblar ligeramente mientras una sonrisa se mostraba en su rostro, aunque parecía un flan.

- Termina con mi sufrimiento de una vez, que no duela mucho…

Su tono lastimero no era fingido y empezó a temblar mucho más fuerte esperando la paliza que se iba a llevar por llegar casi a cuatrocientos millones de recompensa. Su precio era una locura para ir a su bola sin banda como los piratas, aunque ahora tenía hombres a su servicio y a los dos únicos supervivientes de los Taketo, Paun y Rokudo.

El sudor caía por la frente del mafioso, el cual permanecía con ambos ojos cerrados y esperando a recibir la colleja de su vida por el precio que tenía. Los segundos se habían detenido claramente y eso no era todo, sentía un escalofrío recorrer su cabeza con bastante potencia. Era como si ya le estuviese golpeando, aunque no era así. Era irónico que un hombre de lava estuviese sintiendo un poco de frío. En su rostro se mostró una pequeña sonrisa y después de eso notó que ya había llegado la hora de besar el suelo. El coscorrón de Ai iba a ser supremo seguramente y eso no le hacía gracia, pero se lo merecía. Dedicó un último rezo a su familia y después esperó su delicioso y doloroso destino. Aunque ¿Esos adjetivos no pegaban juntos no? Para Ban y estando ella, sí.

El toque en su frente le hizo abrir los ojos de repente y encontrarse enseguida con los de ella. Escuchó sus palabras y no pudo evitar colocarse en pie y observarla. Una leve aura morada se formó a su alrededor y una pequeña risa salió entonces de su boca. No se había esperado aquello, pero tenía que admitir que estuvo algo contento. Pasó su mano por los cabellos de ella y la acarició despacio en la zona de detrás de las orejas como si fuera un pequeño gatito. El mafioso entonces la abrazó sin pensárselo ni un solo momento y después la olió un poco. No había duda de que era su pequeña y verdadera Ai. La apretó un poco contra su cuerpo y después de unos segundos volvió a mirarla a aquellos preciosos ojos que su pequeña se marcaba.

- Antes de la enorme cena en el honor de mi princesa, me gustaría saber todo lo que has pasado en este tiempo. Prometo no enfadarme demasiado. – Puntualizó entonces al mismo tiempo que la cogía en brazos.

El chico se sentó en el trono de piedra con ella sobre sus rodillas. Pasó su mano por la espalda de la tigresa y la miró a los ojos de una forma bastante amable. Se notaba que con ella era todo un caballero y una persona feliz. Su aura interna oscura empezó a apagarse lentamente de nuevo, haciéndole sentirse mucho más relajado con aquella situación. Le dio un leve mordisco en la nariz y continuó esperándola mientras sus manos rascaban tras sus orejitas.