La maga y el gran hermano... ¿ casualidad o coincidencia? (privado tiempo pasado)

¿Había estado una vez en Skyros? Recordaba que sí, hacía ya muchos años, por lo menos unos 5 años. Cuando esa turbia imagen pasó por su cabeza, todo su cuerpo se estremeció. Aquel hombre no era alguien de quien fiarse… Recordaba perfectamente sus penetrantes ojos que intentaban devorarla, recordaba perfectamente como atacó a un marine y le dejó inconsciente sin esfuerzo alguno. Claro, él no era un humano común y corriente… Hasta el día de hoy Katharina dudaba si Ivan Roux era humano. Probablemente no.

Para calmar aquellos agrios recuerdos le dio un largo sorbo a esa sabrosa cerveza de malta y luego se quitó la espuma con la manga de su blusa blanca. Allí no necesitaba demostrar ser señorita, de hecho, no necesitaba demostrar nada. El estado de Skyros no se llevaba muy bien con el Gobierno Mundial, y aquello era algo que ahora le agradaba mucho a Katharina. Le dio otro sorbo y pensó en qué podría robar el día de hoy, ¿alguna cartera, tal vez? ¿O si se esmeraba y robaba algún tesoro importante? Vaya, todo podía pasar en ese día perfectamente despejado y templado.

—¡Cantinero! —Llamó al hombre, un tipo de cincuenta años y ceño siempre fruncido, un espeso y mal cuidado bigote se depositaba sobre sus rotos y pálidos labios, mientras que unos ojos pardos deleitaban el cuerpo de la hermosa pelirroja— Por favor, una cerveza más —le pidió cuando notó que el vaso del que tomaba estaba completamente vacío.

Rápidamente el cantinero se movió y algunos minutos después regresó con un vaso en la mano, además de un plato de sabrosa carne y vegetales.

—Invita la casa —comentó y sonrió, enseñando una sonrisa con algunos agujeros entre los dientes—. Siempre puedes volver.

La pelirroja agradeció mostrando una perfecta sonrisa, compuesta por unos dientes perlados y parejos. Cuando el hombre fue interrumpido por la tosca voz del borracho que estaba sentado varias mesas más allá, frunció el ceño y maldijo en voz alta. Katharina, desde su asiento, escuchaba entretenidamente la discusión entre el borracho y el cantinero. Y las cosas se pusieron mucho más interesantes cuando vio volar una bolsa de dinero frente a sus ojos. Al parecer había llegado alguien mucho más… interesante, con una cartera mucho más voluptuosa.

Al parecer el niño que llegó tenía algo más de fuerza que un… ¿niño? Cuando Katharina pensó aquello soltó una sonrisa burlona, probablemente lo suficientemente fuerte como para que todos la escucharan. El chico ricachón que soltaba monedas porque sí apretó la mesa y la agrietó, un espectáculo bastante impresionante. «Será una presa fácil. Los estúpidos muestran así como así lo que llevan»,  pensó la pelirroja. Aguzó el oído y por lo que entendió, el chico tenía su carácter y mandó al pobre cantinero a servir otra botella.

—Qué malhumorado, niño —le comentó Katharina desde su asiento. Era obvio que la escucharía, pues estaba el cantinero, el borracho, ella y él. Nadie más.

El niño resultó ser bastante parlanchín y, al menos por lo que decía, se preocupaba de los demás. ¡Qué simpático!, pensó Katharina. Esos chicos eran fáciles de manipular y de seguro que podía encontrarle un buen uso, tal vez controlarle la mente para que cometa los crímenes que ella debía cometer. Sin embargo, primero debía observarlo, conocer sus debilidades y explotarlas al máximo; después de todo, hasta el hombre más fuerte tenía debilidades. El humano perfecto no existía. Y jamás lo haría.

Cuando el muchacho se ubicó al lado de la pelirroja, esta se alejó un poco y lo miró con seriedad. ¿En serio creía que podía acercarse así como así? Como había demostrado antes, en esa taberna no necesitaba fingir ser una dama de compañía. Intentó no ser tan pesada y le dedicó una irónica sonrisa.

—Bonito discurso, chico. ¿Siempre te funciona con las demás chicas?

Quería obligarlo a cometer un error. ¿Provocarlo con palabras sería lo suficiente? Pronto lo sabría, tal vez era de los muchachotes explosivos. Katharina sabía cómo manejar a los hombres, después de todo eran criaturas básicas y simples. ¿Cómo se comportaría? ¿Sonreiría e intentaría agradarle a la pelirroja? Era posible. Pasó sus ojos por el chico de cabellos castaños… Era más bajo que ella, probablemente medía entre 1,60-1,65 metros, su cabellera era excesivamente larga y sus ojos eran como dos pepas profundas.

Katharina bebió de su cerveza y nuevamente disfrutó del sabor. ¡Excepcional! Esa cerveza sí que era sabrosa. Mientras bebía el chico nuevamente comenzaba con su discurso, aunque esta vez presentándose. Andy G. War… Katharina jamás había escuchado ese nombre, así que no era ningún criminal o pirata famoso. La pelirroja recordaba casi todos los carteles de Se Busca que había colgados en una de las paredes del cuartel de la Marina. Aunque, en todo caso, muchas cosas pudieron haber cambiado en esos últimos dos años.

—Selene —se presentó ella—. Selín, se pronuncia, ya me han tocado algunos brutos que no saben pronunciar mi nombre —comentó rápidamente para que Andy reprodujera correctamente su nombre—. Si quieres escuchar historias, puedo contarte cómo casi fui devorada por un dragón. O esa vez que un ex capitán de la Marina me corta la cabeza —dijo ella con una sonrisa burlesca. A pesar de que las historias eran reales, pocos las creerían.

¡Y ahí estaba el momento de debilidad que tanto esperaba! El muchacho frunció el ceño y cambió la dirección de su mirada, ¿qué había recordado? ¿Qué pasaba por su mente? De seguro que era algo importante, de lo contrario su actitud no habría cambiado tan… repentinamente. Resultaba maravilloso estudiar el comportamiento de alguien, lamentablemente no conocía técnicas muy efectivas y todo era simple deducción. Cómo le hubiera gustado estar en un curso de psicología.

—¡Claro que en este mundo hay cosas fuera de lugar! —Expresó ella inocentemente— ¿Cómo es que los débiles están en el mando? Y con débiles me refiero a esos odiosos Tenryuubitos. ¿Sabes lo pesados que son?

El hombrecillo continuó hablando, culpando al Gobierno de muchas injusticias hacia su familia. La familia Giant… Katharina tenía conocimientos de historia universal, de seguro que recordaría el nombre de una gran familia, como lo fue la de la ya fallecida Yonkou Big Mom. Pero ¿Giant? No le sonaba en lo absoluto, ¿acaso estaba olvidando algo? De seguro que sí, puesto que el cantinero sí que la conocía.

Katharina volteó para ver la expresión del hombre y su mirada de sorpresa le causó algo de risa, pero después de un par de segundos la bruja notó que no era sólo sorpresa, sino que también había miedo. ¿Miedo de una familia que la ex marine no conocía? Algo andaba mal. Si el muchachito intentaba impresionarla, no lo estaba consiguiendo para nada. En la mente de la bruja surgieron muchas preguntas, las cuales pronto caerían sobre Andy.

—¿Me estoy perdiendo de algo? —Preguntó de repente— Jamás en mi vida he escuchado el nombre de tu familia, pequeño, ni mucho menos el de tu madre.

La pelirroja viajaba constantemente y siempre iba aprendiendo algo más, siempre. En ocasiones aprendía dialectos y, en otras, la geografía del lugar. Incluso se culturizaba sobre la economía de algún país que visitaba. Sin embargo, por más tierras que haya visitado no había escuchado el nombre de una mujer aparentemente peligrosa. Y si Eliza Madness era la madre de Andy, de seguro que él también debía ser peligroso. ¿Sería un pirata con recompensa por su cabeza? Podía ser. No recordaba haber visto su rostro en algún tablón marine, pero ya hacía mucho que había dejado la Marina, de seguro que las cosas se iban renovando constantemente.

El chico se disculpó por la supuesta reputación de su familia, pero ¿de qué reputación hablaba? Tendría que preguntarle a Zane, él si era un pirata conocido. Y de seguro que conocía las grandes familias de los mares. De repente sacó un fajo de billetes y lo colocó sobre la mesa, asegurando que pagaría las cuentas de Katharina. La pelirroja se encogió de hombres y sin agradecer ni nada, llamó al cantinero y pidió una jarra de cerveza y un plato de carne con ensaladas.

—Creo que sí que me estoy perdiendo de algo —le comentó al muchacho mientras esperaba al dueño del lugar a que volviera con su pedido—. En fin, ya me contarás lo que tengas que contarme —añadió al mismo tiempo que jugaba con unos mechones rojizos que caían sobre su rostro.

De repente el den den mushi del sujeto llamó, él contestó y como si se tratase de una urgencia, aclaró que debía marcharse. Dejó unas indicaciones bastante exactas sobre el lugar en el que acamparía, como si conociera la ciudad. Había muchas cosas extrañas en él, las cuales Katharina descubriría poco a poco. No tenía la intención de seguir a un chico desconocido a las afueras de la ciudad, mucho menos para intercambiar historias.

—¡Suena maravilloso! —Mintió ella, disimuladamente— Me lo pensaré. Estoy hasta arriba con algunas preparaciones que llevo haciendo hace un tiempo.

Y claro, con esas preparaciones se refería a un par de hechizos.

Afueras de la ciudad, torre abandonada donde se hospeda Andy G. War

Ni ella sabía la razón de por qué se dirigía hacia la torre abandonada, la que supuestamente quedaba en las afueras de la ciudad. Perfectamente podía tratarse de una trampa, pero algo le decía que no. Ya tendría tiempo suficiente para terminar los conjuros que llevaba un tiempo desarrollando, de momento solo quería conocer un poco más acerca de la familia Giant. El muchacho no tenía apariencia de mentiroso, aunque no podía negar que era raro.

El camino de piedra zigzagueaba por allí y por allá, bordeando pequeñas fuentes de agua, algunas pequeñas colinas y, como no, algunos árboles. El sol comenzó a caer lentamente y cuando Katharina llevaba la mitad del camino recorrido, el cielo presentaba un intenso y anaranjado color. Corría una brisa refrescante, la cual agitaba ligeramente los rojizos cabellos de la bruja, cuyos ojos siempre miraban hacia el frente. De repente se detenía un par de minutos para contemplar insectos y rocas que le parecían interesante, observaba los árboles y acariciaba el viento.

¿Cómo una mujer que veía belleza en dónde los demás no, era tan despiadada? Cierto era que jamás tuvo momentos fáciles en su vida, esta parecía más bien una guerra, siempre estaba la incertidumbre de no saber si seguiría viva para el próximo día. Allí, mirando las flores y los insectos, parecía una niña curiosa llena de inocencia. Sabiendo que tenía que llegar a una reunión, decidió retomar la caminata.

 Después de varios minutos de caminata, llegó hasta la esperada torre abandonada. Ya estaba oscuro y se podía ver claramente que alguien estaba en la azotea del edificio, pues humo salía de ahí. Era bastante obvio que se trataba de una fogata. Sólo un idiota prendería fuego en un lugar tan… visible. Si algo aprendió de John, era que jamás debías mostrarte ante tus enemigos; era necesario ser discreto.

—Tú sí que sabes cuidarte de los peligros, ¿eh? —Comentó cuando estaba arriba. El muchacho estaba sentado leyendo un libro, mientras que un trozo de carne se asaba al fuego vivo. No parecía ser una reunión muy prometedora, pero ya se vería— Con este fuego llamarás la atención de todos los bandidos del sector.

Tomó asiento y acomodó su enorme guadaña mitológica, también sacó un libro de tapa negra con unas letras grabadas: Necronomicón. Tenía la esperanza de dominar todos los hechizos que había allí, aunque no llevaba más de un 15%.

—¿Y bien? ¿Tienes algo que contarme?

Katharina sonrió cuando escuchó lo de haber “destrozado” a los bandidos hacía dos días, pues al parecer no se había encargado de todos. El mantra de la bruja le advertía de algunas presencias hostiles acercándose al campamento, y aunque tuviera su guadaña mitológica, ella no gastaría energías en salvarle la vida a un tipo que recién estaba conociendo. Le advirtió que tuviera cuidado, pero más bien quiso dejar claro que era alguien poderoso.

Habló, habló y habló sobre su madre. Todos en el mundo sabían que el Gobierno Mundial hacía experimentos y, algunos pocos, sabían que experimentaba con humanos. En una ocasión Katharina tuvo la mala suerte de conocer una de las instalaciones del Gobierno, en donde habían secretos realmente aterradores. La bruja no era una mujer fácil de sorprender, aunque no podía negar que conocer el secreto de la inmortalidad biológica no le llamaba la atención. Sin embargo, dudaba que hombrecillo lo supiese.

—¿Eso es todo? —Dijo tras un largo bostezo— El Gobierno hace cosas malas, lo sé, pero ¿y qué?

La pelirroja soltó una carcajada cuando escuchó que el chico había escuchado sobre un super novato en las filas de la Marina, uno que se encargaba de castigar a los malos. ¿En serio el mundo tenía esa visión de ella? Katharina jamás tuvo la intención de castigar a alguien, simplemente hacía lo que se le pedía y ya. El hijo de la familia Giant estaba tocando temas que no le correspondían, y en cualquier momento Katharina perdería la paciencia y decidiría castigarlo.

—Así que conoces el Necronomicón, ¿eh? Es un libro de magia, mera fantasía —comentó, ocultando totalmente lo que el grimorio significaba—. En todo caso jamás he escuchado de un libro que se llame Potionomicón, ¿de qué trata? —le preguntó. Si la respuesta era buena, estaría dispuesta a buscarlo por todo el mundo— Tal vez también me una en su búsqueda.

Las presencias se estaban acercando, de hecho, algunas ya estaban en la planta baja de la torre, por lo que en unos pocos minutos los aventureros tendrían a algunos enemigos frente a ellos. Katharina podía huir, usar la burbuja de oscuridad y regresar a la ciudad, dejando solo al muchacho. Sin embargo, no se iría hasta que supiera algo más sobre el libro hermano del Necronomicón, tal vez ahí había otros secretos.

—No me gusta que me mires así, niño —le comentó seria y friamente—. Y tampoco tengo historias que contarte.

Ya era hora de dejar la pasividad a un lado y comenzar la acción. Katharina se incorporó rápidamente y levantó su enorme guadaña como si de una pluma se tratase. Los invasores estaban a punto de llegar hasta lo más alto de la torre y eso significaba problemas. La bruja notó al menos la presencia de dieciocho hombres, aunque ninguno de ellos tenía un poder demasiado grande, a excepción de uno. ¿Se trataría de su líder? ¿Acaso eran bandidos o se trataba de una trampa?

—Por ahora los cuentos se terminaron, niño —le dijo ella con el semblante inexpresivo—. Te jactas de ser fuerte, espero que así sea. Los enemigos ya están aquí.

De la escalera que conectaba los niveles inferiores con la azotea aparecieron dos hombres, llevaban cimitarras en sus manos y unas sonrisas de pocos amigos. Uno de ellos era casi el doble de alto que Katharina, musculoso y completamente calvo, mientras que el otro era delgado y pelucón. Hacían una buena pareja. Así de primeras parecían meros bandidos, pero había algo preocupante de todo ello... En caso de ser una trampa por parte de Andy luego le haría pagar con su vida, aunque ¿realmente lo era?

—Las cosas son fáciles, onee-chan, nos das todo lo que llevas y no te haremos daño —dijo el de aspecto débil y sonrisa maliciosa.

—Tengo una contraoferta: entrégame todo el dinero que llevas y te dejaré vivir —respondió Katharina con una sonrisa arrogante en el rostro, pero los hombres solo le respondieron con risas burlescas.

La bruja no quiso dilatar más la situación y tomó la iniciativa, cerrando los ojos y pidiéndole ayuda a su guadaña mitológica. Nyx comenzó a desprender una neblina oscura y densa que pronto cubrió toda la torre, privando de libertad a cada uno de los bandidos. Solo aquella persona que tuviera en posesión la guadaña sería capaz de ver a través de esa impenetrable oscuridad, así que en principio Andy tampoco debería poder ver. Producto del sorpresivo movimiento de Katharina, los bandidos comenzaron a maldecir y gritar, preguntarse entre sí qué era lo que había pasado, pero ya era demasiado tarde para ellos.

Katharina se deslizó como una sombra por la terrorífica oscuridad y con el filo de su arma, en un solo movimiento, rajó las gargantas de sus enemigos, quienes cayeron pesadamente al suelo. En la eterna noche los ojos de la bruja emitían un brillo distinto... como si fuese un verdadero demonio. Por otra parte, se dio cuenta de que algunos bandidos no poseían mantra, por lo que no significaban un verdadero reto... a menos que tuvieran habilidades que les permitiesen ver a través de la oscuridad.

—Ve con cuidado, niño, no pretenderás dar un paso falso y caer de la torre, ¿verdad? —le dijo antes de pisar el primer escalón de la escalera.

Cosillas usadas:

Escuchó la petición del joven luchador y pensó durante dos segundos si aceptarla o rechazarla. Cualquier persona medianamente hábil, con conocimiento del mantra, podía luchar perfectamente a pesar de estar cegado, lo que indicaba que Andy no era precisamente un luchador experimentado. La pelirroja podía acabar fácilmente con sus oponentes, pues ellos no mostraban tener un poder desmesurado. Sin embargo, parecía que el chico era quien tenía problemas con los bandidos, así que dejaría que él se encargase. Suspiró suavemente y retiró el velo de oscuridad.

—Espero que sepas lo que haces —le dijo seriamente—. Si crees poder, deshazte de quien te grita y yo me encargaré de los demás.

La bruja levitó sobre el aire para descender lentamente y pisar tierra, preparada para enfrentarse a sus enemigos. Uno de ellos, una mujer delgada y medio baja, atacó sin previo aviso mostrando su habilidad con la espada. En unos pocos segundos lanzó cuatro estocadas, las cuales fueron rechazadas por el filo de la guadaña de Katharina. La bruja contraatacó, realizando un tajo arqueado y a la altura del pecho. Su oponente lo resistió decentemente, colocando su espada verticalmente para que detuviera el ataque de la pelirroja, aunque este iba con suficiente potencia para que la mujer de cabellos azules saliera despedida unos cuantos metros.

El encuentro entre la espadachín y Katharina se vio interrumpido por la aparición de un hombre de más de dos metros de altura, fuertes brazos y una enorme bola de plomo que estaba sujeta a una gruesa cadena. El fortachón hizo girar en forma de péndulo su arma para agarrar impulso y potencia, luego la lanzó hacia el frente. La pelirroja sabía que ese golpe sería demasiado duro para bloquearlo, asi que realizó un ágil y rápido movimiento hacia la izquierda, esquivándolo por los pelos. La pesada esfera dejó un mini cráter en el suelo, demostrando la fuerza con la que iba disparada. De pronto, sintió un pinchazo en su espalda, como si una pequeña estaca se le hubiese clavado. Un agudo dolor recorrió su cuerpo y Katharina se volteó para ver quién había sido el miserable que le había dañado.

—Maldito...

Un enano —sí, de esas personas que sufren enanismo— sonreía pícaramente mientras retiraba la daga de la espalda de Katharina. Ahora se estaba enfrentando contra tres enemigos con estilos de lucha muy diferentes... Primero estaba la mujer hábil con la espada, usando un estilo similar a la esgrima: rápidas y elegantes estocadas, un combate indigno para una bandida; también estaba el gordo de la esfera de plomo, quien la lanzaba usando su fuerza bruta; y finalmente se encontraba el enano, quien cumplía la función de asesino. Tenía que priorizar... ¿A quién atacaría primero? Seguramente el enorme hombre era lento y sus ataques podían ser esquivados con facilidad; la peliazul era rápida con las estocadas, pero se defendía medio mal... Únicamente quedaba el enano, el único que había conseguido dañarle.

La esclerótica de la bruja se volvió completamente negra, resaltando el brillo dorado de su iris. De repente una neblina poco densa y violácea comenzó a desprenderse del cuerpo de la pelirroja, avanzando lentamente hasta abarcar una zona de algunos cuantos metros. Al mirar al enano, vio que este estaba entumecido de miedo y era incapaz de moverse mientras sostenía con su temblorosa mano una pequeña daga. Katharina usó su arma para deshacerse de la cabeza de la pequeña criatura, quien, paralizado del miedo, ni siquiera pudo reaccionar. Ahora debía encargarse del matón... Parecía sentir el miedo y la desesperación causados por el hechizo de la bruja, pero era capaz de moverse. En un torpe movimiento, lanzó su esfera de plomo hacia donde estaba la pelirroja, pero falló.

—Tendrás que hacer mucho más que eso para derrotarme —le dijo siniestramente.

Usó su técnica Pasos Veloces, la cual le permitía avanzar instantáneamente una gran cantidad de metros. Por un momento desapareció y volvió a aparecer justo frente a la bola de músculos, realizando un tajo ascendente. Le cortó la barriga con tal brutalidad que las tripas salieron desparramadas por todos lados mientras un chorro de sangre baño su cuerpo. Únicamente quedaba deshacerse de la mujer de cabellos azules, quien sostenía su espada con fuerza, aunque no podía evitar sentir miedo: sus temblorosas rodillas la delataban. Katharina avanzó lentamente hacia donde estaba ella, cuando de repente una estocada fue en busca de su corazón. No le costó trabajo bloquearla, solo tuvo que usar el filo de la guadaña para resistir el ataque enemigo.

—Vaya, estoy impresionada. No cualquiera puede atacarme cuando esta presa del miedo —comentó con tranquilidad—. Déjame preguntarte algo, ¿cómo es que alguien que usa un estilo de combate tan elegante es una bandida?

La mujer frunció el ceño y miró furiosamente a la pelirroja.

—Tú... ¡Tú no lo comprenderías! Yo... Yo jamás quise convertirme en esto, pero ¿qué otra opción tenía?

—Siempre tenemos opciones, bandida —la bruja alzó su arma, preparada para cortarle la cabeza a la chica de cabello azul, pero detuvo su filo a unos pocos centímetros de su cuello—. No es necesario que mueras hoy... Tu mirada es distinta a las de los demás criminales. ¿Cómo te llamas?

La bandida estaba sudando y respirando agitadamente, siendo incapaz de creer que había tenido un encuentro tan cercano con la muerte.

—K... Khana —respondió ella.

—Soy Selene —dijo la pelirroja y retiró la guadaña del cuello de la chica—. Eres libre de hacer lo que quieras, aunque no te recomiendo que sigas a alguien tan débil como él —le comentó señalando al líder de los bandidos—. Puedes forjar tu propio camino, o... puedes seguirme.

Alguien con una mirada tan viva como ella... Pocas veces tenía la oportunidad de encontrarse con alguien así. Si bien no era tan fuerte, podía convertirse en alguien temible. Y Katharina deseaba tener a alguien así a su lado. Estaba a punto de comenzar su verdadero viaje, una aventura en el Nuevo Mundo, por lo que necesitaría de fuertes compañeros con los que contar, ¿y qué mejor un diamante en bruto? Lo único que necesitaba era la respuesta de Khana.

Khana relajó los músculos y cayó de rodillas, teniendo que enfrentarse al destino y tomar una decisión. ¿Era buena idea acompañar a la mujer que le derrotó sin ningún problema? ¿Aquella criatura que se deshizo de sus compañeros como si fueran basura? Le había perdonado la vida, así que también podía largarse de allí y comenzar una nueva vida en otro lugar, pero tanto ella como Katharina sabían que eso no sucedería. Lo que la bruja vio en los ojos de la mujer de cabellos azules le aseguraba que deseaba aventuras, quería sentirse viva y no esperar a que la muerte tocase la puerta de su casa. Lo único que necesitaba la pelirroja era una respuesta, y todo indicaba que Khana terminaría aceptando la propuesta de la pirata.

La chica del estoque tomó una decisión, una que arraigaría incontables historias. Sabía que Katharina era fuerte, y por eso decidió seguirle. Vio lo que ningún otro hombre pudo ver en ella y sentía que, si le seguía, comprendería muchas cosas del mundo.

—Yo... ¡Yo te seguiré! —Dijo ella y luego se incorporó— Todo este tiempo he pasado de banda en banda, intentando encontrar mi destino, pero ya veo que no está en esta isla.

Katharina soltó una sonrisa de satisfacción al escuchar la respuesta de su nueva compañera de viajes. Entrenaría junto a ella y la volvería muy fuerte. Por otro lado, el muchacho con el que se reunió aún estaba terminando sus... asuntos. Sabía moverse, pero algo le faltaba para que la bruja le tomase en serio. Al cabo de un rato terminó ensartándole un duro puñetazo con el que acabó con la vida del bandido, para después decirle a la bruja que esperaba ser su amigo.

—No tengo muchos amigos, niño, y no puedo asegurarte que lo seamos —le respondió—. Cogeré lo que dejaste, pero no des por hecho que volverás a saber de mí.