¿Quién te mandaría?

El clima estaba calmado. El sol estaba colocado en lo más alto y no se veía ninguna nube en kilómetros a la redonda, y no había ningún indicio de que eso fuera a cambiar. No sé que te había traído a esta allí, quizás fue tu espíritu aventurero o quizás fue el destino, pero a lo ya se podía divisar la cúpula de la isla Mirrorball. A medida que te acercabas, se iba aclarando la forma de la isla. La cúpula en realidad era una montaña donde estaba escrita, en un enorme letrero, la palabra "FUNKY!" y sobre lo más alto de esta montaña, sobresalía una bola de espejos. Al rededor de la gran montaña había una enorme ciudad donde podías repostar alimentos, agua, materiales útiles para el viaje, etc. También se veía una gran cantidad de fiestas y burdeles, al parecer la isla se sustentaba a partir del ocio y la lujuria.

Tu barco, el Tiger Claws, llegó al puerto sin ningún inconveniente. Era normal que la Marina o el Gobierno no le prestara mucha atención a una insignificante isla del East Blue, aunque no se podía descartar la presencia de Marines en aquel lugar. Justo al lado  de donde echaste el ancla, había otro barco gran barco a tu lado. Si leíste el periódico, podías reconocer su Jolly Roger el cual era una única calavera con la boca abierta, como si estuviera gritando, y un agujero de bala entre ceja y ceja. Aquella bandera era del famoso pirata, Dorrian el tuerto.

Nada te impedía entrar en la isla y nada te obligaba a entrar, pero tus víveres no iban a durar para siempre y desconocías la distancia hasta la próxima isla. ¿Qué vas a hacer?

Imágenes importantes:

Era inevitable. Los suministros de alimentos de alimentos se habían acabado y debía conseguir más para continuar con mis viajes en mar abierto. La isla de Mirrorball parecía ser un lugar tranquilo y donde ningún pirata de incognito o reconocido pudiera tener problemas. Eso también debían saberlo los hombres del famoso pirata Dorrian el tuerto. Su barco estaba justo al lado del mío. Descendí rápidamente al muelle, saludando a los pescadores que vendían en sus puestos lo obtenido del día. Tenía que conseguir algunas antes de marcharme y el mercado debería ser el primer lugar al que debería ir. Luego pensaba buscar alguna tienda de música y ver los nuevos modelos de guitarras que salían cada cierto tiempo. Solo espero no tener que meterme en problemas ni con un pirata ni con un marine, pensé mientras salía del puerto y llegaba a la avenida principal.

- Fiu, vaya ciudad más peculiar – dije en voz al ver como algunas personas vestían con ropas muy diferentes a las que había visto hasta ese momento -. Bien, que se supone que tengo que comprar, talvez algo de fruta, unos sacos de granos…

Estaba hablando en voz alta y no había dado cuenta de que una mujer mayor me estaba mirando de manera extraña, quizá creyendo que estaba loco. La salude con un buenos días y caminé hacía otro lado algo apenado.

A medida que avanzabas por la ciudad podías ver a mujeres mayores, a niñas acompañadas por sus padres y a hombres de diferentes edades, pero ni una sola mujer joven. Aquello, para alguien que había visitado tantos lugares, podía resultar algo extremadamente extraño.

Tú seguías avanzando hacia el mercado. En los puestos sólo había hombres atendiendo y, rara vez, encontrabas a una ancianita en algún puesto de ropa o de fruta. Un hombre, que al parecer vendía una gran variedad de alimentos en su humilde establecimiento, te llamó la atención.

-Oye joven, ¿te apetece algo de fruta? Está muy dulce -afirmó esbozando una sonrisa de complicidad para ganarse un cliente más. Pruebe lo que quiera. ¡Mira estas manzanas! -señaló a las manzanas con la palma de la mano hacia arriba.

Aquel hombre no parecía ocultar nada. Era un anciano calvo a un bigote blanco pegado, sin exagerar, aquel mostacho era tan poblado que ocultaba su boca cuando hablaba. Él vestía ropa muy humilde y, aunque hacía todos sus esfuerzos para aparentar ser feliz de cara al público, alguien avispado podría ver que temblaba por alguna razón.

No era por el hecho de que quería suplir rápidamente los suministros de mi barco, si no por el hecho de que algo dentro de mi comenzaba a sospechar sobre una extraña situación en la ciudad. El hombre que estaba frente a mi parecía sonreír demasiado, más de lo que cualquier persona podría soportar durante un buen rato. Era como un cosquilleo en mi mente que primero comenzó al llegar y se fue incrementando en intensidad a medida que caminé por las calles de la ciudad. Cogí una de las manzanas y la acerqué a mí. Su aroma parecía bastante bueno y la textura de la fruta me indicó que parecía estar en un buen estado. Se la extendía al hombre para que la recibiera, pero noté algo muy particular en él que hizo que mis en mis sentidos y quizá en todo mi cuerpo se despertara una señal de alarma. Cuando estiró su mano derecha para recibir la fruta, pude ver un pequeño temblor en su mano y como un hilo de sudor corría por su frente recorría el margen de su rostro. No solté la manzana y por un segundo lo miré fijamente a los ojos. No me gustó lo que lo sentí en ese momento. Tenía la típica mirada de estar ocultando algo.

- Disculpa, pero vas a destrozar la manzana si sigues apretándola tan fuerte – dije sintiendo la presión que ejercía desde su mano para quitarme la manzana de la mano - ¿te ocurre algo? O mejor dicho ¿ocurre algo en esta ciudad?

El anciano no pudo disimular su sorpresa al escuchar tu pregunta.

-Supongo que esa pregunta confirma que eres un forastero. -dijo aún algo nervioso, pero al menos dejó de temblar.

El hombre miró a un lado y a otro de la calle. Su mirada era de completa desconfianza y esperó a que un grupo de tres hombres pasara de largo antes de continuar la conversación.

-Se trata de Dorrian y sus hombres. -el hombre mostró un brillo en sus ojos que era como si se estuviera librando de un gran peso que le estaba atormentaba. Esos bastardos han estado secuestrando a todas las mujeres jóvenes de la ciudad. Hijas, esposas, madres, etc.

El hombre podía ser necio al confiar en ti tan de repente, pero pensaba que aquella era una opción y a situaciones desesperadas, medidas desesperadas. El anciano había visto una gran cantidad de hombres ir y venir por su tienda y aprendió a distinguir a los buenos de los malos, aunque a veces ellos se revelaban solos.

-Mi hija fue secuestrada y ahora tengo que pagar mensualmente por su vida. -su voz empezó a sonar temblorosa al referirse a su hija-. Eso es lo que pasa en esta ciudad. Para colmo, los marines enviados aquí son corruptos y están aceptando sobornos de parte de Dorrian para no intervenir.

El hombre volvió a guardar silencio al ver como otro hombre solitario se acercaba y así dio una pausa para que asimilaras la información que te había proporcionado.

A medida que las cosas cobraban sentido, más era mi desagrado por esos tipos. Estaba claro que todos ellos eran vulgares hombres de mar y que lo único que buscaban en esas pobres mujeres, era satisfacer sus retorcidos deseos carnales. Una sensación de fastidio me embargó. Yo era también un pirata, pero nunca me atrevía a ir en contra de gente que no me había hecho nada. Ni siquiera era conocido en el mar, había mantenido un perfil bajo durante tanto tiempo y lo prefería así. De pronto, sentí una mano en mi hombro derecho. Un hombre desconocido había pasado su brazo sobre mis hombros y me abrazaba como si nos conociéramos de años.

- Todo bien – preguntó el hombre al mercader.

Pude notar que el anciano un mayor nerviosismo al de antes. Ese tipo podía ser uno de los hombres de Dorian o quizá algún marine vestido de civil que estuviera supervisando el aparente orden en la ciudad.

Ciertamente, aquel hombre era un subordinado de Dorian. Todos los tripulantes de su banda portaban un tatuaje de algún animal acuático para reconocerse entre si. Dorian contaba con una flota de 30 naves y de 3000 tripulantes así que aquella marca era la única forma de identificarse unos de otros. El sujeto llevaba tatuada una carpa en el cuello, a simple vista, así que el hombre del puesto pudo saber rápidamente de quien se trataba.

-T-todo bien -dijo tartamudeando y palpando el género que vendía sin atinar a coger nada-. ¿Quiere algo en especial? -logró coger una manzana, pero se le cayó al suelo antes de terminar su discurso-. Mire estas man...

La manzana botó un par de veces antes de ser recogida por el rufián.

-Tranquilo abuelete, no vengo a cobrar -esbozó una sonrisa antes de morder la manzana y dirigir su mirada hacia ti-. ¿Tú de que puta flota eres? No veo tu marca...

Pude sentir el olor a tabaco combinado con ron barato en el aire. Estaba casi seguro de que había estado bebiendo con otros tipos, por lo poco arreglado que estaba su vestimenta. Por lo general, los piratas bebían mucho y no se preocupaban por su aspecto. En mi caso, no me gustaba ser descuidado en ninguna medida, vestía siempre bastante simple, pero por una razón de higiene mantenía mi ropa siempre bien limpia y planchada. Cualquiera diría que no era un pirata normal, pero para ese sujeto debía serlo quizá. Rastros de saliva quedaron manchando la manzana mordida que sostenía en su mano, mientras me hablaba aun masticando la fruta en su boca. Noté que le faltaban algunos dientes y que miraba con alguna extraña sensación burlona dentro de si.

- Perdona, pero yo no soy de ninguna flota – respondí mientras llevaba mi mano detrás de mi espalda justo donde llevaba mi bolso de cuero y sacaba una bolsa de galletas dulces que me gustaba comer para relajarme.

Abrí la bolsa, produciendo un sonido quizá fastidioso para cualquier y sin importarme la presencia de ese sujeto, comencé a masticar con la boca cerrada.

Tu despreocupada reacción no generó mayor sorpresa en el hombre que tenías al frente. Terminó de comer la manzana y se frotó las manos mientras miraba nuevamente al anciano. Se acercó a él y le susurró algo al oído que no llegaste a escuchar. El rostro del anciano empalideció y las lágrimas brotaron de sus ojos. Caminó hacia ti y se detuvo a unos pocos centímetros de tu posición.  

- Tienes muchas agallas para haber hecho eso – dijo con una sonrisa pícara en el rostro -. Deberías unirte a nosotros, tenemos todo lo que podrías desear. Comida, armas, dinero y sobre todo mujeres, nos sobran las mujeres. Incluso podríamos darte dos para que no te sientas tan solo.

Se giró y antes de irse dijo:

- El capitán estará en el gran hotel “Estrella del mar”. Si deseas unírtenos, ve hablar con él.

El pirata desapareció tras doblar una esquina. Antes que pudieras ponerte a pensar en lo que había pasado, un ruido fuerte muy cerca de donde estás llama tu atención. El anciano se ha desplomado sobre su puesto de manzanas y la fruta se halla regada por todo el suelo. El hombre se agarra el pecho con una notoria expresión de dolor en el pecho, solo unos segundos después no vuelve a moverse. La gente que estaba a su alrededor, comienza a rodearte a ti y al cuerpo del viejo. Algunos susurran que tu has tenido que ver en lo que le ha pasado al hombre.

Vaya tío más idiota, pensé mientras lo veía desaparecer. En ese mismo instante, un ruido extraño hizo que girara la cabeza en dirección de donde estaba el anciano que vendía manzanas. Estaba en el suelo, sobre alguna que otra fruta y el resto estaba por todos lados. Corrí en su ayuda, arrodillándome a su lado y moviéndolo para que reaccionara. Noté en su rostro un gesto de dolor, pero luego desapareció. Llevé mi mano a su cuello, pare comprobar si estaba vivo o no y pude notar que su pulso se hacía cada vez más lento. El resto de vendedores, algunos clientes y uno que otro curioso, estaban parados frente a mi sin hacer nada.

- ¡Eh! ¡Que no van ayudar! ¡Traigan a un doctor, ahora mismo! – grité mientras giraba al viejo para ponerlo boca arriba.

Nadie pareció reaccionar, pero luego de unos minutos, apareció un hombre con un maletín. Revisó al anciano, mientras yo me apartaba para que hiciera su trabajo.

- ¡Él ha tenido la culpa! – dijo uno de los presentes.

Algunos corearon “Si”, y varios de ellos sacaron mazos de madera. Estaba claro que no parecían muy a gustos con mi presencia. Sentí la necesidad de largarme de ahí, pero me preocupaba el anciano.

- Ha tenido un ataque al corazón, se recuperará. Le he administrado una inyección para que se recupere, pero estará inconsciente un buen rato.

La gente pareció calmarse un poco, pero a pesar de que la vida del viejo parecía estar bien, seguían mirándome de una manera fría y desconfiada. Sin hacerles mucho caso, me ofrecí para llevar al viejo a su casa. El doctor también estuvo dispuesto a acompañarme y otro tipo más también se ofreció, ya que él conocía donde vivía el anciano.

Tú llevas al anciano sobre tu espalda. No parece pesar mucho y no se te hace muy complicado andar con él a cuestas. Los dos hombres que están a tu lado no hablan y ninguno intenta ofrecer su ayuda. Tras un rato de un monótono silencio, el hombre que los estaba guiando decidió romper el silencio. Se presentó a sí mismo como Lucas, un viejo sastre, amigo del frutero. Llevaban veinte años conociéndose y aparte de ser su amigo, era padrino de su hija. Lo miraste y viste a un hombre no muy entrado en años, de cabello castaño corto y un bigote bien cuidado. Vestía bien y eso era obvio, ya que, por el diseño de su traje, evidenció una gran habilidad con las telas y costuras. Luego de terminó de presentarse, el doctor también habló. Él era algo más alto que tú. Vestía con un pantalón verde oscuro, zapatos negros y una camisa a cuadros. Sus lentes le daban una apariencia intelectual y no parecía sobrepasar los 40 años.

- Es aquí – dijo señalando una casa con maseteros con flores por fuera de la fachada.

Una vez dentro, pudiste notar que la casa del viejo no parecía tener muchas cosas. Recostaste al anciano sobre uno de los muebles de la pequeña sala que tenía y lo dejaste descansar mientras tú buscabas un lugar donde recuperar las fuerzas. El doctor se sentó frente a ti, mientras Lucas se iba a la cocina a buscar algo de comer. Intentar conseguir información acerca de la situación de la ciudad sería una buena idea para saber como realmente estaban las cosas.

El pequeño mueble donde estaba sentado era bastante cómodo. Por un segundo apoyé la cabeza sobre el mueble y cerré los ojos para relajarme. Solo unos minutos más tarde, escuché la voz de Lucas. Abrí los ojos y vi que se acercaba con una bandeja y juego de té. Le agradecí el gesto de cordialidad y después de sorber un poco la bebida caliente, miré al doctor. Parecía una persona confiable, al igual que Lucas. Tenía que hacer algunas preguntas para poder saber cómo actuar en los siguientes días u/o horas. Mi plan de estar tranquilo en la isla se había arruinado y tenía que conseguir los suministros para mi barco antes de partir.

- Tengo algunas dudas, mejor dicho, preguntas. El viejo me dijo que los hombres de Dorrian se llevaron a todas las mujeres de la ciudad. Quiero saber que tan cierto es esto y si de verdad tienen que pagar a mensualmente para que estén con vida. Yo soy solo un viajero de los mares y no pretendo quedarme mucho en la ciudad, lo único que necesito son provisiones para mi viaje

Fui lo más sincero posible para que se sintieran en confianza. No quería decir mucho, ya que a pesar de que podían ser buenas personas, no podían soltarles todo lo que era. Al fin y al cabo, eran desconocidos para mí y tenía que tener mucha precaución.

Lucas y el doctor se miraron al mismo tiempo. Luego ambos te miraron a ti. Por la expresión en sus rostros al momento de mencionar lo del asunto de Dorrian podías confirmar que el anciano estaba en lo cierto. Lucas se puso de pie y bajó la cabeza. Caminó a la ventana y se mantuvo ahí en silencio.

- Perdónalo, le ha afectado mucho que se lleven a la hija de su amigo. Todo lo que te han dicho es verdad. Los hombres de Dorrian llegaron hace ya algunos días y con la ayuda de los marines, hicieron lo que quisieron con nosotros. El oficial a cargo de los marines es un teniente con mucho ego, su nombre es Daniels. Nosotros no podemos hacer nada.

Hubo algunas palabras más. Pudiste llegar a enterarte que, la flota total de Dorrian estaba anclada del otro lado de la isla. Contaba con un enorme número de barco que superan las tres decenas y algunos millares de hombres bajo su mando. El tiempo pasaba y llegó el medio día. Antes de que tuvieras intenciones de marcharte, Lucas se acercó a ti y te dijo en voz baja:

- Sé que no eres un aventurero cualquiera. Lo noto en la forma en como miras al resto. Solo te pido una cosa, si está en tus manos el poder ayudarnos, no dudes en hacerlo. Por más que no quieras meterte en asuntos ajenos a ti, pasar de largo teniendo la posibilidad de hacer algo por nosotros sería actuar igual que los hombres de Dorrian.

Las palabras de Lucas parecían querer despertar en mí un sentido de responsabilidad moral para con la gente de la ciudad. Pude notar la desesperación del hombre en cada palabra que pronunciaba. Cuando terminó, coloqué mi mano en su hombro derecho y traté de darle consolarlo con algunas palabras de aliento. Era un suicidio el solo hecho de pensar en enfrentarse a una banda de piratas tan numerosos, pero no quería terminar con las pocas esperanzas que ese hombre parecía haber depositado en mí.

Era hora de marcharme, mis compañeros debían estar preocupados y para evitarles un mal rato buscándome en la ciudad, debía regresar. Salí del lugar, despidiéndome amablemente del doctor y de Lucas. Cuando los perdí de vista, doblando por una esquina, entre en una profunda meditación para pensar en que debía hacer. De pronto, algo detuvo mi andar. Levanté la mirada y vi que a solo unos metros de donde estaba, se encontraba un mendigo sentado a un lado de la calle. Tenía un aspecto muy descuidado agitando un pequeño cuenco de madera. Me acerqué a él para poder hablarle.

- Hola, ¿quieres comer algo bueno? – pregunté con ánimos de invitarle a comer a alguna taberna donde sirviera una buena comida.

Me miró con su rostro sucio y con su cabello brillante, muy posiblemente porque la grasa se había acumulado allí, y siguió agitando su cuenco dirección. Estaba algo confundió, ya que me sentía ignorado por él. Quería hacer una buena acción para despejar mi mente, pero estaba siendo rechazado por el mendigo. De pronto, señalo sus oídos y su boca con sus dedos y agitó la cabeza en una señal de negación. Fue en ese momento que me di cuenta. Era sordo y mudo al mismo tiempo.

- Ya entiendo – le dije sonriendo -. Te daré algunas monedas para que comas más tarde.

Saqué algunas monedas del bolso donde llevaba el dinero y lo dejé en su cuenco. El hombre me miró y una lagrimas brotaron de sus ojos. Agachó la cabeza y la levantó una y otra vez, en señal de agradecimiento. Le sonreí y agité mi mano para despedirme.

Mientras te marchas, vuelves a dar una mirada al mendigo. Piensas que debió haber tenido mala suerte para terminar así o quizá el acoso pirata le llevó a esos extremos. Te sientes bien, reconfortado por haber ayudado a alguien, avanzas con nuevos ánimos por la calle porque sabes que esas monedas que le has dado servirán para que coma algo en los siguientes días. Estás apunto de doblar la esquina para salir de la calle donde el mendigo estaba pidiendo limosnas, pero te percatas de algo. Unos tres hombres rodean al mendigo y parecen estar fastidiándolo. Hay dos posibilidades que se generan en tu mente y ninguna de ellas son buenas. Pueden ser ladrones que te vieron dándole dinero al hombre y que ahora que estás apunto de marcharte aprovecharan para quitarle las monedas que lleva consigo o son hombres de Dorrian que solo molestan al hombre por no poder defenderse. Te vas acercando un poco, sin que ningún de ellos note tu presencia. Logras escuchar cómo se burlan del hombre y uno de ellos lo toma del cuello y lo obliga pararse.

- ¡Haber pedazo de mierda! ¡Seguro tienes algo para nosotros! – dice mientras lo sujeta para que sus otros dos compañeros lo registren por todos lados.

Notas que las monedas están escondidas en sus manos. Los hombres pronto descubrirán que las tiene ocultas y podrían enfadarse más. No entiendes muy bien porque están haciendo eso, pero pronto tu paciencia se acabará y tendrás que decidir si actuar o dejar que muelan a golpes al pobre hombre.

- ¡Vamos, vamos, tú también debes pagar tu cuota al capitán Dorrian! – menciona uno mientras sigue buscando entre las sucias ropas del mendigo algo de valor.

Eran los piratas que asolaban la ciudad. La situación definitivamente requiere de tu intervención rápida, ya que los hombres se percatan de la astucia del desvalido para ocultar el dinero. Lo lanzan al suelo y se preparan para darle una paliza.

Ya no había salida. El enfrentamiento con esa manada de desalmados era inevitable. Y eso era obvió ya que, a pesar de pertenecer a la misma forma de vivir, la piratería, no teníamos la misma forma de hacer las cosas. Usando toda mi velocidad, interpongo entre los tres agresores y su víctima.

- Haber trío de niños, dejen de molestar a la gente de aquí, antes de que algo malo pase.

Me acomodó la ropa y ayudó al mendigo a levantarse. Me aseguro de que está bien y notó en su rostro una expresión de temor y asombro al verme. Luego le indicó que se quede detrás de mí y que no se mueva.

- Creo que aprovecharse de un pobre hombre que no oye ni puede hablar es una mala manera de conseguir amigos – digo mientras sonrió.

Mis sentidos se preparaban para lo que pudiera venir. A simple vista sabía que estos hombres atacarían a cualquiera que se les interpusiera en su camino.

Tu rápida reacción sorprendió a los piratas. No avanzaron más hasta que comenzaste a hablar. Se miraron y rieron jocosamente al verte. Parecía que eran como pensabas o quizá peor. Uno de ellos escupió a un lado y los tres sacaron sus armas para intimidarte. El primero era un hombre con una pañoleta en la cabeza, una camisa negra y pantalones marrones. Tenía un enorme lunar en la nariz y una cicatriz que le cruzaba la cara desde la mejilla derecha hasta la oreja izquierda. Este pirata sostenía en sus manos dos puñales listos para clavarse en cualquier parte de tu cuerpo y asegurarse de que tuvieras una muerte rápida.  El de en medio era más alto, con la cara llena de cicatrices y con cuerpo fornido. Guantes de cuero, el tórax descubierto con un montón de tatuajes y con un bate de béisbol al cual le había agregado un letal alambre de púas. El ultimo, era el más pequeño de los tres. Tenía la cara ovalada y los ojos pequeños, la nariz abombada y vestía una camiseta amarilla con pantalones azules y bota de cuero sucias. Este hombre sostenía con sus dos manos un hacha de hoja reluciente lista para partirte a la mitad.

- Largo de aquí, bastardo – dijo el más grande de ellos -. Este no es tu asunto o quieres que te hagamos picadillo.

Los piratas parecen preparados para luchar. A simple vista no parecen rivales muy peligrosos y quizá solo sean hombre que no tengan habilidades muy pulidas en combate como las tuyas. Sin embargo, siguen siendo hombres Dorrian. Si atacas primero, quizá acabes más rápido el combate o por provocarlos para ellos se lancen al ataque antes que tú.

Los piratas parecían haber reaccionado de la manera como me lo esperaba. Sacaron sus armas. La que más me sorprendió fue que los tres parecían hombres muy duros y con bastante seguridad de que podían destrozarme en un instante. Desenvainé a Shuryo tomando su empuñadura con mi brazo izquierdo. La agité en el aire para que los músculos de mi brazo volvieran a activar su movilidad después de tanto tiempo sin luchar. Solo espero recordar cómo se usa una espada, pensé graciosamente mientras recordaba a mi maestro gritándome los primeros días de entrenamiento en el dojo.

- Y bien, comenzaremos o esperan a que los invite yo

Tenía que relajarme. De esa forma lucharía con más movilidad. Era mejor que me apresurara en terminar el combate, ya que el mendigo podía recibir algún golpe y terminar lesionado. Al ver que los piratas no parecían decidirse por atacar, cargué contra ellos mi ataque. Moví mi espada de izquierda a derecha y de forma horizontal justo en el momento cuando los tuve a mi alcance.

Los piratas no se esperaban que te movieras primero. Tu potente ataque fue contundentemente devastador, destrozando no solo sus armas sino produciéndoles serios cortes en el pecho y los brazos. Heridos en el cuerpo y en su orgullo, decidieron huir antes de continuar acosándote a ti o al mendigo ―Te juro que el capitán sabrá de esto ― dijo el hombre más alto y sin un cabello en la cabeza. Te miraba con sus ojos inyectados de odio y una clara expresión de disgusto en su rostro. Se llevó la mano izquierda al brazo derecho, cubriéndose la herida que la había producido tu espada. Los tres se giraron y echaron a correr. El mendigo que estaba detrás de ti daba saltitos de alegría al ver lo fuerte que eras y lo aliviado que se sentía por la situación por la que lo habías salvado. El hombre al que habías salvado te sonrió y te da un beso en las manos como gesto de agradecimiento. Claramente, es la mejor forma para él de expresar su alegría después de que le has salvado la vida.

Ahora, se genera en ti otra incógnita que debes resolver. Sabes exactamente donde esta Dorrian y podrías ir y enfrentarte a él directamente o quizá te decidas por buscar ayuda. Los hombres de la ciudad tal vez se animen a luchar a tu lado si les animas.

El mendigo se marchó luego de unos segundos después de haberse terminado el enfrentamiento en la calle. Quizá los hombres de Dorrian regresarían en mayor cantidad y enfrentarme a ellos en desventaja numérica quizá no sería lo más conveniente. Por otro lado, para mí era mejor no inmiscuir a nadie más, ya que, si pedía ayuda, me arriesgaba a tener que limitar mis acciones a la posibilidad de seguir un plan. Fue entonces cuando decidí ir y averiguar cómo estaban las cosas por los alrededores antes de atreverme a enfrentarme a esos piratas.

Avancé por las calles con mucha cautela, ocultándome entre las sombras de los edificios de la ciudad. Debía tener mucho cuidado, porque si me descubrían, la ventaja de estudiar a mis adversarios y evaluar sus debilidades se esfumaría.

Tu sigilo parece ser lo suficientemente bueno para ocultarte entre las sombras de los edificios de la ciudad. Llegas a una avenida que reconoces como el camino principal que te llevará a la plaza. Los hombres que transitan por ahí caminan con expresiones sombrías en sus rostros y algunos ni siquiera se atreven a levantar la mirada. Sientes algo muy parecido a lastima por ellos, pero por tu carácter desistes de verlo así y continuas tu camino, ocultándote entre la gente para evitar levantar sospechas.

― ¡Alto! ―

Un fuerte grito se deja escuchar desde detrás de tu posición. Giras la mirada instintivamente mientras la gente se aparta de tu lado y dejan ver a una docena de marines apuntándote con sus rifles. Levantas las manos en señal de rendición y tratas de pensar en alguna razón por la que estaba ocurriendo eso.

―Estás arrestado por alterar el orden público y se te acusa de asesinar a un pobre mendigo para robarle el dinero ― dice un hombre de bigotes pequeños y lentes de oscuros de color gris que da unos pasos para ponerse al frente de todo el escuadrón de marines. Su típica capa te da a entender que es un oficial.

Son claramente, los marines de la ciudad, pero puedes recordar lo que dijo el anciano al que le robaron su hija cuando lo conociste. Los marines eran corruptos. Comenzaste a pensar en que ellos talvez hubieran sido enviados por Dorrian.

― ¿Qué asesiné a quién? ― pregunté algo sorprendido por las acusaciones que me hacía ese oficial.

Los marines me obligaron a arrodillarme y yo obedecía sin poner resistencia. Luego de unos minutos, aparecieron cuatro marines más. Sostenían entre ellos una especie de camilla y sobre ella había algo cubierto con una sábana blanca. Dejaron la camilla en el suelo y el oficial descubrió la sabana, mostrando la cara pálida de una persona que conocía. Era el mendigo que antes había salvado, solo que ahora estaba muerto. Un sentimiento de indagación llenó todo mi ser. Esos marines o quizá los hombres de Dorrian habían asesinado al pobre hombre solo para que legamente tuvieran una excusa para ir contra mí. No me contuve ni un momento más y cargué contra ellos, con mi instinto asesino a flor de piel. Pude sentir la vibración de mi espada en el aire. Vi la sangre brotar de las heridas que producía al cortar a cada soldado vestido de blanco y azul que se me ponía en frente. Cuando terminé, pude ver la escena en la que me hallaba inmerso. Algunos marines estaban inconscientes y otros lanzaban quejidos al aire por las grandes heridas que tenían en el cuerpo. De pronto, sentí una mano cogiendo mi bota derecha. El oficial que había hablado antes. De su frente brotaba un hilo de sangre que recorría su nariz y se bifurcaba en dos hilos más delgados que terminaban goteando en el suelo.

― Maldito…― dijo mientras observaba la ira en sus ojos.

―Este hombre no tenía la culpa de lo que está pasando en la ciudad, lo asesinaron por mi culpa.

El oficial dejó caer su cabeza al suelo, vencido por el cansancio y la potencia de mi ataque. Ahora tenía muchas más razones para ir contra Dorrian, ese hombre pagaría lo que hizo.

Los hombres a tu alrededor te miran con temor, parece ser que se han dado cuenta de lo temible que es tu fuerza al haber derrotado a un escuadrón completo de los marines en un abrir y cerrar de ojos. Se aleja más de ti, al ver tus ojos determinados a iniciar una guerra contra Dorrian. Tu cuerpo necesita esto, sientes que hace mucho que no estás en una situación que te demande esfuerzo y este es el momento preciso para ver si tus habilidades como espadachín están bastante bien pulidas. Tu cuerpo se mueve por inercia, buscando venganza, por primera vez en mucho tiempo, deseas no pensar en controlarte y solo actúas. Tus ojos tienen un brillo diferente, como si de una fiera se tratara luego de haber perdido a sus cachorros a manos de un asesino en lo salvaje. Avanzas hacia la plaza, pero en el camino puedes ver como algunos grupos de piratas están reunidos a puertas de algunas casas. Algunos beben, otros fuman y otros solo esperan las ordenes de su amo para volver a las fechorías.

―Miren que tenemos aquí ― dijo uno de cabello gris que le había crecido hasta el cuello y que tenía una cicatriz en medio de la cara ― ¡Tenemos visita!

Cada grupo fue dejando su rutina diaria y te prestaron atención, solo para poner en sus manos las pistolas, mazas, sables y puñales. Son al menos 20, ¿te enfrentarás a ellos o huirás?