Brynn
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Había sido un viaje bochornoso. Aún no había solicitado permiso para llevar el barco y, la persona a cargo, parecía dejar todo a la diosa de la fortuna.
Me golpeé repetidas veces la frente en señal de negación ante lo que aquél tipo denominaba manejar un barco a la perfección. Y es que, si bien el barco seguía a flote era gracias a la inmensa suerte que parecía tener la dichosa banda en la cual me encontraba temporalmente.
Intenté no hablar con nadie, paseando por la cubierta y apoyándome en las barandillas del barco para ojear la calmada mar, que seguía siendo igual de imprevisible que siempre.
No sabía dónde nos dirigíamos con exactitud, pero sí oí a Syxel hablar algo sobre un casino. Casi todos se habían negado a acompañarle con excusas de parvulario, pero a mí sí que me llamaba la atención.
-Quizá yo si te acompañe -comenté con la mirada aún fija en el mar-, si quieres, claro.
Seguidamente, y no sin un improvisado frenazo, acabamos llegando al puerto de la que según el navegante era ni más ni menos que Casino Island. Con una pasmosa calma, bajamos del barco únicamente Syxel y yo y, tras un par de pasos, no pude evitar preguntar lo obvio. Aunque quizá debía haberlo preguntado antes de aceptar.
-Y bien, ¿Qué vamos a hacer aquí?
Me golpeé repetidas veces la frente en señal de negación ante lo que aquél tipo denominaba manejar un barco a la perfección. Y es que, si bien el barco seguía a flote era gracias a la inmensa suerte que parecía tener la dichosa banda en la cual me encontraba temporalmente.
Intenté no hablar con nadie, paseando por la cubierta y apoyándome en las barandillas del barco para ojear la calmada mar, que seguía siendo igual de imprevisible que siempre.
No sabía dónde nos dirigíamos con exactitud, pero sí oí a Syxel hablar algo sobre un casino. Casi todos se habían negado a acompañarle con excusas de parvulario, pero a mí sí que me llamaba la atención.
-Quizá yo si te acompañe -comenté con la mirada aún fija en el mar-, si quieres, claro.
Seguidamente, y no sin un improvisado frenazo, acabamos llegando al puerto de la que según el navegante era ni más ni menos que Casino Island. Con una pasmosa calma, bajamos del barco únicamente Syxel y yo y, tras un par de pasos, no pude evitar preguntar lo obvio. Aunque quizá debía haberlo preguntado antes de aceptar.
-Y bien, ¿Qué vamos a hacer aquí?
Casino Island, esa ciudad donde irías si eres un ludópata empedernido o alguien asquerosamente rico que no sabe en dónde gastarse el dinero. Entre los casinos más famosos del lugar hay uno que destaca más que nada por estar exactamente en el centro de la ciudad. El Diamond Palace ofrece a todos los jugadores el mayor abanico de juegos de azar de todos los mares. Pero, ¿qué más ofrece? Unas arcas llenas de dinero negro del cual los ladrones se podían jactar. Uno de los subordinados de Yuu le dio la ubicación del lugar, y de todo lo que podría encontrar allí.
Ragnarok se hallaba en lo alto de la isla, sin que nadie pudiese verla. Yuu se encontraba al borde de la compuerta del hangar, dispuesto a lanzarse al vacío en paracaídas. Sin embargo… no estaba solo. Había entablado contacto con un grupo clandestino de ladrones que operaba en Paraíso, mas este era mejor que el que él había regentado años atrás. Se habían ofrecido a ayudarle en el golpe a cambio de un porcentaje bastante justo, del cual el pirata podía sacar tajada igualmente.
– ¿Listos? – preguntó Yuu a los cinco ladrones que le acompañaban.
– Cuando quieras. – dijo una de los integrantes, la cual no llevaba el mismo traje de sus compañeros, pues iría de incógnito entre los clientes.
– Bien, recordad que nuestro objetivo es aterrizar en el tejado del casino. Desde allí dos de vosotros os colaréis por el conducto de ventilación para llegar a la sala de control, donde incapacitaréis a aquellos que hayan allí y tomaréis control de la seguridad del lugar. La única forma de entrar a la cámara que buscamos es entrar por delante, así que… los otros dos os tendréis que posicionar de forma que, cuando os den la señal de que las cámaras dejan de estar operativas, podáis dirigiros a la puerta blindada para abrirla. En ese lapso de tiempo, ella y yo nos colaremos entre los clientes y acabaremos con la oposición que pueda haber para que vosotros podáis entrar. – hizo referencia a la mujer que había hablado antes. – Dicho todo, cualquier cosa activáis el tan estupendo micrófono que vuestro gremio nos ha dado. Vamos al lío.
Sin mediar más palabras, todos saltaron al vacío con los miembros extendidos. Pronto cruzaron las nubes, y pudieron ver la inmensidad de la isla. La cantidad de luz que esta desprendía en la noche era, sin duda, abismal. Todo estaba edificado, no había ni una sola superficie natural. Alrededor del centro de la isla habían árboles, mas era poco probable que fuesen de verdad. Por suerte indicaban el centro, algo que facilitó la labor de los ladrones para divisar el casino, el cual ya tenían avistado desde hacía unos instantes. Poco tardarían en llegar, abriendo sus paracaídas estando ya a una altura considerable. Todos hicieron un aterrizaje perfecto en el tejado, como estaba planeado. Cada uno se posicionó respecto a las órdenes.
– Recordad, no dudéis en matar si las cosas se ponen feas. Yo lo haré de todas formas, no me va el rollo de dejar inconsciente a nadie. – les dijo, antes de entrar por la puerta de la azotea y ponerse su extravagante casco, el cual se había atado al hombro mediante una cuerda para no perderlo durante el descenso.
Cruzó el umbral junto a la dama que le acompañaba, y ambos bajaron las escaleras lentamente, dialogando sobre temas banales como si hubiesen subido a pasar el rato. Los guardias que custodiaban la parte de arriba no eran muchos. Era un lugar lleno de tragaperras a las que no se podía defraudar, con lo cual no hacía falta mucha vigilancia. Lo importante estaba abajo. Mediante unas escaleras de caracol, el dúo descendió a la planta baja, donde se hallaba un bullicio inmenso. Apenas podían hablar, con lo que decidieron hacer contacto visual y gestos para comunicarse. De todas formas, tenían que separarse. Yuu tenía que hacer su papel de oriental millonario. Por supuesto, cabe decir que dejó sus espadas en lo alto del cielo, llevando solo una daga dentro del bolsillo interior de su chaqueta.
Ragnarok se hallaba en lo alto de la isla, sin que nadie pudiese verla. Yuu se encontraba al borde de la compuerta del hangar, dispuesto a lanzarse al vacío en paracaídas. Sin embargo… no estaba solo. Había entablado contacto con un grupo clandestino de ladrones que operaba en Paraíso, mas este era mejor que el que él había regentado años atrás. Se habían ofrecido a ayudarle en el golpe a cambio de un porcentaje bastante justo, del cual el pirata podía sacar tajada igualmente.
– ¿Listos? – preguntó Yuu a los cinco ladrones que le acompañaban.
– Cuando quieras. – dijo una de los integrantes, la cual no llevaba el mismo traje de sus compañeros, pues iría de incógnito entre los clientes.
– Bien, recordad que nuestro objetivo es aterrizar en el tejado del casino. Desde allí dos de vosotros os colaréis por el conducto de ventilación para llegar a la sala de control, donde incapacitaréis a aquellos que hayan allí y tomaréis control de la seguridad del lugar. La única forma de entrar a la cámara que buscamos es entrar por delante, así que… los otros dos os tendréis que posicionar de forma que, cuando os den la señal de que las cámaras dejan de estar operativas, podáis dirigiros a la puerta blindada para abrirla. En ese lapso de tiempo, ella y yo nos colaremos entre los clientes y acabaremos con la oposición que pueda haber para que vosotros podáis entrar. – hizo referencia a la mujer que había hablado antes. – Dicho todo, cualquier cosa activáis el tan estupendo micrófono que vuestro gremio nos ha dado. Vamos al lío.
Sin mediar más palabras, todos saltaron al vacío con los miembros extendidos. Pronto cruzaron las nubes, y pudieron ver la inmensidad de la isla. La cantidad de luz que esta desprendía en la noche era, sin duda, abismal. Todo estaba edificado, no había ni una sola superficie natural. Alrededor del centro de la isla habían árboles, mas era poco probable que fuesen de verdad. Por suerte indicaban el centro, algo que facilitó la labor de los ladrones para divisar el casino, el cual ya tenían avistado desde hacía unos instantes. Poco tardarían en llegar, abriendo sus paracaídas estando ya a una altura considerable. Todos hicieron un aterrizaje perfecto en el tejado, como estaba planeado. Cada uno se posicionó respecto a las órdenes.
– Recordad, no dudéis en matar si las cosas se ponen feas. Yo lo haré de todas formas, no me va el rollo de dejar inconsciente a nadie. – les dijo, antes de entrar por la puerta de la azotea y ponerse su extravagante casco, el cual se había atado al hombro mediante una cuerda para no perderlo durante el descenso.
Cruzó el umbral junto a la dama que le acompañaba, y ambos bajaron las escaleras lentamente, dialogando sobre temas banales como si hubiesen subido a pasar el rato. Los guardias que custodiaban la parte de arriba no eran muchos. Era un lugar lleno de tragaperras a las que no se podía defraudar, con lo cual no hacía falta mucha vigilancia. Lo importante estaba abajo. Mediante unas escaleras de caracol, el dúo descendió a la planta baja, donde se hallaba un bullicio inmenso. Apenas podían hablar, con lo que decidieron hacer contacto visual y gestos para comunicarse. De todas formas, tenían que separarse. Yuu tenía que hacer su papel de oriental millonario. Por supuesto, cabe decir que dejó sus espadas en lo alto del cielo, llevando solo una daga dentro del bolsillo interior de su chaqueta.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.