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No iba al campo de batalla. No, ¿qué diablos? Todavía no era lo suficientemente hábil como para sobrevivir allí. Me constaba que solo mandaban a soldados experimentados a batallar, lo que me excluía automáticamente del conflicto, independientemente de mis capacidades. Además, siendo sincero, el fusil de chispa no es el arma que mejor se me da manejar. Por supuesto, llevar alguno siempre ayudaba, y era un factor muy intimidatorio, pero de nada me serviría en una trinchera.
Claro que no, no estaba allí para eso. Mi misión era algo distinta, y un hombre más en las trincheras no supondría una diferencia notable. Lo mío era la guerra de guerrillas y el espionaje. Mi objetivo era recabar información del bando revolucionario para luego llevarla al cuartel. Sin embargo, las órdenes cambiaron al llegar a los oídos de mis superiores un jugoso rumor. Al parecer, un pirata con recompensa superior a los cien millones de berries se escondía en el lugar. Ahora debía encontrar su refugio y reportar su localización a los oficiales pertinentes.
Hacía bastante calor, y la brisa marina trataba de atraerme a la costa para refrescarme, pero no iba a caer por eso. Por ello, continue escondido entre la maleza, serpenteando entre los arbustos y oteando la zona con mis binoculares cada cierto tiempo. Pronto aparecería alguien a quien pudiese rastrear...
Claro que no, no estaba allí para eso. Mi misión era algo distinta, y un hombre más en las trincheras no supondría una diferencia notable. Lo mío era la guerra de guerrillas y el espionaje. Mi objetivo era recabar información del bando revolucionario para luego llevarla al cuartel. Sin embargo, las órdenes cambiaron al llegar a los oídos de mis superiores un jugoso rumor. Al parecer, un pirata con recompensa superior a los cien millones de berries se escondía en el lugar. Ahora debía encontrar su refugio y reportar su localización a los oficiales pertinentes.
Hacía bastante calor, y la brisa marina trataba de atraerme a la costa para refrescarme, pero no iba a caer por eso. Por ello, continue escondido entre la maleza, serpenteando entre los arbustos y oteando la zona con mis binoculares cada cierto tiempo. Pronto aparecería alguien a quien pudiese rastrear...
Aleksandar Mostovoi
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Cruzar el vasto azul para buscar prados más verdes. Ese era su día a día, jugándose la vida para ir, prácticamente a ciegas, de un lado a otro, sin rumbo fijo, en busca de algo que ni siquiera sabía por dónde empezar a buscar. ¿Tenía algo mejor que hacer?
Con un poco de labia consiguió que le dejaran subir a bordo del último barco que zarpó que pasase por Isla Mailén a cambio del poco dinero dinero que llevaba y que se encargara de limpiar la cubierta del barco todo el viaje, ayudase a cargar las provisiones del viaje y, asegurando, no tocar estas últimas a menos que se lo ofrecieran insistentemente. El típico viaje del joven trotamundos.
Bueno, no tan típico. Esta vez tenía un motivo por el que tomar ese rumbo. El nombre de aquella isla figuraba en su libro, nada importante al parecer, pero figuraba. Tal vez allí descubriría algunas pistas sobre el codiciado tesoro de sus deseos. ¿Otro pequeño empujoncito de la caprichosa diosa de la fortuna?
No, no iba a serlo.
Algo tenía que irle mal, desde luego, y esta vez no se le podía haber cruzado de por medio algo peor. Una guerra, una guerra constante entre la Marina y… A saber quienes eran los otros. Poco quedaba ya de lo que anteriormente habría sido una ciudad preciosa, ahora no era más que un enorme campo de batalla con intervalos. ¿Cómo se supone que iba a investigar con tanto jaleo y posibilidades de morir?
Todo estaba en ruinas...
Sí, igual y si había tenido un poco de suerte, no mucha, pero la suficiente, como si la diosa, en lugar de guiñarle el ojo mientras le lanzaba un beso, le hubiese mirado de soslayo. Unas ruinas son solo escombros para la mayoría de la gente, pero para él… Para él era un puzle que resolver, y eso estaba dispuesto a hacer.
Pues a buscar la primera pieza. Rumbo al centro.
Con un poco de labia consiguió que le dejaran subir a bordo del último barco que zarpó que pasase por Isla Mailén a cambio del poco dinero dinero que llevaba y que se encargara de limpiar la cubierta del barco todo el viaje, ayudase a cargar las provisiones del viaje y, asegurando, no tocar estas últimas a menos que se lo ofrecieran insistentemente. El típico viaje del joven trotamundos.
Bueno, no tan típico. Esta vez tenía un motivo por el que tomar ese rumbo. El nombre de aquella isla figuraba en su libro, nada importante al parecer, pero figuraba. Tal vez allí descubriría algunas pistas sobre el codiciado tesoro de sus deseos. ¿Otro pequeño empujoncito de la caprichosa diosa de la fortuna?
No, no iba a serlo.
Algo tenía que irle mal, desde luego, y esta vez no se le podía haber cruzado de por medio algo peor. Una guerra, una guerra constante entre la Marina y… A saber quienes eran los otros. Poco quedaba ya de lo que anteriormente habría sido una ciudad preciosa, ahora no era más que un enorme campo de batalla con intervalos. ¿Cómo se supone que iba a investigar con tanto jaleo y posibilidades de morir?
Todo estaba en ruinas...
Sí, igual y si había tenido un poco de suerte, no mucha, pero la suficiente, como si la diosa, en lugar de guiñarle el ojo mientras le lanzaba un beso, le hubiese mirado de soslayo. Unas ruinas son solo escombros para la mayoría de la gente, pero para él… Para él era un puzle que resolver, y eso estaba dispuesto a hacer.
Pues a buscar la primera pieza. Rumbo al centro.
Adry-sama
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Aunque me gustaran los descansos y vacaciones, este viaje no se trataba de eso. Esta vez no. Esta era una misión: participar discretamente en la conflictiva guerra de la isla Mailén.
El viaje hasta la isla fue rápido, en un bote pequeño y diseñado para surcas las olas con rapidez. Desembarqué en el oeste de la isla, en un puerto que se habían visto obligados a improvisar los marines para desembarcar tropas, alimentos y armamento, cerca del asentamiento burgués de la isla donde se encontraba la base de la marina que era mi destino.
Nada más pisar tierra puse rumbo a la base marine donde terminaría de recibir toda la información concerniente al trabajo. Cuando entré por la muralla del asentamiento me percaté de la tranquilidad del lugar. Todo cambió cuando estaba próximo a la base. Había muchos marines correteando de un lado a otro. Me pareció demasiado alboroto incluso para la situación de la isla. Me dirigí a un hombre que le estaba dando órdenes a dos jóvenes y le pedí que me indicara dónde encontrar al contra-almirante para que me diera mis órdenes y poder continuar con la misión.
- ¿Quién eres tú? -me preguntó escrutando mi rostro de la misma forma que hacen todos los que nunca han visto un mink -. Tienes pinta de forastero, ¿qué quieres?
- Soy el agente Stark del Cipher Pol 2. Me han ordenado encontrarme con el marine encargado de esta base, es decir, el de más rango del lugar, que según mi informe es un contra-almirante. ¿Podrías indicarme su ubicación? Seguramente esté esperando mi llegada.
- Perdone la confusión, señor Stark. No tenía noticias de su llegada. - afortunadamente había dado con un soldado que respetaba a los agentes -. Mi superior, el contra-almirante Reinor se encuentra en su despacho, tercera planta al fondo. Como comprenderá no tiene mucho tiempo debido a la guerra civil de la isla, pero seguro que le atenderá de buen grado cuando se le informe de su visita - agarró a un soldado raso que estaba pasando al lado en ese mismo instante -. Soldado, acompaña al señor Stark al despacho del contra-almirante e informa de que un agente del gobierno está aquí.
- Sí, señor - el joven marine parecía muy obediente. Me gustaba el ambiente disciplinario del lugar.
Así me acompañó hasta el despacho de Reinor y al informarle de mi llegada me hizo entrar de inmediato y diciéndole al joven soldado que nos dejara a solas. El hombre, un veterano de guerra a juzgar por sus cicatrices, parecía cansado y tenía muchos papeles sobre la mesa, además de un mapa de la isla
- Encantado de verle, señor Stark, esperaba su llegada. Disculpe la brevedad de la reunión, pero tengo mucho trabajo y poco tiempo.
- No hay problema, la verdad es que prefiero hacer esto lo más rápido posible.
- Mejor, mejor - me contestó rápidamente -. Déjeme informarle sobre la situación. En principio había requerido de su presencia para eliminar a ciertos revolucionarios de una forma discreta y eficaz, pero eso ahora no es el principal problema. Hace dos días mis hombres recibieron información sobre un pirata de gran recompensa en la isla. Tenemos la creencia de que puede entorpecernos en la guerra y quiero que lo encuentre y se encargue de él.
- Muy bien, estoy aquí para hacer lo que necesite. Si me puede dar la localización del individuo puedo hacerme cargo.
- Ese es el problema, no sabemos exactamente donde se encuentra, por lo que tengo a un marine acechando la zona en la que se le ha visto para seguirlo hasta su escondite. Me gustaría que acompañaras al joven, que responde por el nombre de Wyrm.
- De acuerdo, así lo haré. Solo necesito que me indiquen el lugar al que debo ir y ya me encargo del resto.
De este modo, el contra-almirante me dio el mapa de su mesa marcando antes el lugar en el que se encontraba el llamado Wyrm. Sin esperar ni un minuto más, fui directo a la ubicación dada para cumplir el trabajo, mientras estudiaba el mapa y me familiarizaba con su orografía y relieve.
El viaje hasta la isla fue rápido, en un bote pequeño y diseñado para surcas las olas con rapidez. Desembarqué en el oeste de la isla, en un puerto que se habían visto obligados a improvisar los marines para desembarcar tropas, alimentos y armamento, cerca del asentamiento burgués de la isla donde se encontraba la base de la marina que era mi destino.
Nada más pisar tierra puse rumbo a la base marine donde terminaría de recibir toda la información concerniente al trabajo. Cuando entré por la muralla del asentamiento me percaté de la tranquilidad del lugar. Todo cambió cuando estaba próximo a la base. Había muchos marines correteando de un lado a otro. Me pareció demasiado alboroto incluso para la situación de la isla. Me dirigí a un hombre que le estaba dando órdenes a dos jóvenes y le pedí que me indicara dónde encontrar al contra-almirante para que me diera mis órdenes y poder continuar con la misión.
- ¿Quién eres tú? -me preguntó escrutando mi rostro de la misma forma que hacen todos los que nunca han visto un mink -. Tienes pinta de forastero, ¿qué quieres?
- Soy el agente Stark del Cipher Pol 2. Me han ordenado encontrarme con el marine encargado de esta base, es decir, el de más rango del lugar, que según mi informe es un contra-almirante. ¿Podrías indicarme su ubicación? Seguramente esté esperando mi llegada.
- Perdone la confusión, señor Stark. No tenía noticias de su llegada. - afortunadamente había dado con un soldado que respetaba a los agentes -. Mi superior, el contra-almirante Reinor se encuentra en su despacho, tercera planta al fondo. Como comprenderá no tiene mucho tiempo debido a la guerra civil de la isla, pero seguro que le atenderá de buen grado cuando se le informe de su visita - agarró a un soldado raso que estaba pasando al lado en ese mismo instante -. Soldado, acompaña al señor Stark al despacho del contra-almirante e informa de que un agente del gobierno está aquí.
- Sí, señor - el joven marine parecía muy obediente. Me gustaba el ambiente disciplinario del lugar.
Así me acompañó hasta el despacho de Reinor y al informarle de mi llegada me hizo entrar de inmediato y diciéndole al joven soldado que nos dejara a solas. El hombre, un veterano de guerra a juzgar por sus cicatrices, parecía cansado y tenía muchos papeles sobre la mesa, además de un mapa de la isla
- Encantado de verle, señor Stark, esperaba su llegada. Disculpe la brevedad de la reunión, pero tengo mucho trabajo y poco tiempo.
- No hay problema, la verdad es que prefiero hacer esto lo más rápido posible.
- Mejor, mejor - me contestó rápidamente -. Déjeme informarle sobre la situación. En principio había requerido de su presencia para eliminar a ciertos revolucionarios de una forma discreta y eficaz, pero eso ahora no es el principal problema. Hace dos días mis hombres recibieron información sobre un pirata de gran recompensa en la isla. Tenemos la creencia de que puede entorpecernos en la guerra y quiero que lo encuentre y se encargue de él.
- Muy bien, estoy aquí para hacer lo que necesite. Si me puede dar la localización del individuo puedo hacerme cargo.
- Ese es el problema, no sabemos exactamente donde se encuentra, por lo que tengo a un marine acechando la zona en la que se le ha visto para seguirlo hasta su escondite. Me gustaría que acompañaras al joven, que responde por el nombre de Wyrm.
- De acuerdo, así lo haré. Solo necesito que me indiquen el lugar al que debo ir y ya me encargo del resto.
De este modo, el contra-almirante me dio el mapa de su mesa marcando antes el lugar en el que se encontraba el llamado Wyrm. Sin esperar ni un minuto más, fui directo a la ubicación dada para cumplir el trabajo, mientras estudiaba el mapa y me familiarizaba con su orografía y relieve.
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Aún esperaba entre los arbustos una señal para pasar al seguimiento. Pero, ¿a quién seguía? No le habían descrito al pirata en cuestión. Podría tratarse del bucanero arquetípico, o de una ancianita con un gran poder oculto. Ni siquiera sabía si realmente ese era el lugar en el que debía esperar al criminal.
"Agh." me limité a expresar, enfurruñado.
Como aquella posición, a pesar de ser razonable para un escondite, no me brindaba pista alguna, me levanté con un gruñido. Ni siquiera podía usar los binoculares con precisión. Esto era exasperante. Tras sacudir la camisa de mi uniforme de recluta, comencé a explorar la foresta isleña, casi desesperanzado.
Hileras e hileras de árboles se extendían a mis lados. Buscaba alguna huella, algún rastro, el más mínimo despiste que pudiese resultar en la evidencia necesaria para el éxito de la misión.
Tan ensimismado estaba en esta tarea que no noté como la tierra se acababa frente a mis pies. Así pues, ya había puesto un pie en el vacío cuando me percaté de aquel desnivel. No fue una gran caída, pero aterricé sobre aquel pie, torciéndome el tobillo y creando un evidente sonido que podría haber alertado al pirata. Podría levantarme en unos minutos como si nada, pero, por el momento, el dolor era atroz. Mis oídos palpitaban mientras me mordía el labio, tratando de recolocar el pie.
No siendo ningún médico, me resigné a esperar a que me pusiese mejor. Mi percepción de los alrededores se nublaba lentamente. Solo podía escuchar un nombre repitiéndose en la distancia como si de un mantra se tratase:
"Viper Wyvernson..."
Aquel mensaje, que no alcanzaba a descifrar, fue rápidamente interrumpido por el crujido de la hojarasca siendo pisada.
"Agh." me limité a expresar, enfurruñado.
Como aquella posición, a pesar de ser razonable para un escondite, no me brindaba pista alguna, me levanté con un gruñido. Ni siquiera podía usar los binoculares con precisión. Esto era exasperante. Tras sacudir la camisa de mi uniforme de recluta, comencé a explorar la foresta isleña, casi desesperanzado.
Hileras e hileras de árboles se extendían a mis lados. Buscaba alguna huella, algún rastro, el más mínimo despiste que pudiese resultar en la evidencia necesaria para el éxito de la misión.
Tan ensimismado estaba en esta tarea que no noté como la tierra se acababa frente a mis pies. Así pues, ya había puesto un pie en el vacío cuando me percaté de aquel desnivel. No fue una gran caída, pero aterricé sobre aquel pie, torciéndome el tobillo y creando un evidente sonido que podría haber alertado al pirata. Podría levantarme en unos minutos como si nada, pero, por el momento, el dolor era atroz. Mis oídos palpitaban mientras me mordía el labio, tratando de recolocar el pie.
No siendo ningún médico, me resigné a esperar a que me pusiese mejor. Mi percepción de los alrededores se nublaba lentamente. Solo podía escuchar un nombre repitiéndose en la distancia como si de un mantra se tratase:
"Viper Wyvernson..."
Aquel mensaje, que no alcanzaba a descifrar, fue rápidamente interrumpido por el crujido de la hojarasca siendo pisada.
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Ya hacía bastante rato desde que decidió por cuarta vez que se había perdido por el puñetero bosque.
Decidió que sería un lugar más seguro por el que empezar a merodear en comparación al centro de la isla, donde no sería extraño que le explotase una granada de fragmentación en la cara, que pisase una mina, que una bala perdida le atravesara el cráneo… Era un temerario de la vida, desde luego, pero no era tan estúpido como para meterse en una zona de fuego cruzado. De modo que, mientras pensaba en una alternativa a algo que hacer en un campo de batalla al que no le habían invitado (y daba las gracias por ello), se le fué la cabeza a las nubes. Y luego a las copas de los árboles. Y luego al interior del bosque.
Un loro. Un pequeño loro de color azul cielo cruzó volando cerca de donde estaba y se sumergió en la espesura del bosque. Su amor por la ornitología hizo acto de presencia y todo rastro de razón humana desapareció para centrarse en hacer otra de sus estupideces: Perseguir a un pájaro en una isla en la que nunca había estado en la que de vez en cuando se escuchaban disparos. Una idea maravillosa.
Le llevó un rato volver a encontrar al ave. La vió acicalándose las plumas de las alas en una rama medianamente alta de un árbol enorme. Y entonces recordó un tierno momento de su infancia. Él trepando al árbol más alto de la aldea poniéndose como reto acariciar a un ave que descansaba tan tranquilo en su nido, cuidando de sus huevos. El picotazo, la caída, la ropa desgarrada, su madre castigándolo con la zapatilla… Buenos recuerdos.
¿Iba a resistirse ahora a ver de cerca un pájaro bonito sin su madre rondando para tirarle una zapatilla a la cabeza? Pues claro que no.
Esta vez, acariciar a la criatura le traía sin cuidado, solo quería sentarse en la misma rama si se lo permitía, y de momento, el lorito no mostró señales de salir volando. Resbaló a mitad de camino al escuchar un golpe seco contra la tierra y algo que identificó como un quejido, con lo que hizo que el ave se sobresaltara y se marchase volando. Qué rabia, con lo cerca que… ¿Qué demonios había sido eso?
-¿Hola?
Merodeó un poco por la zona en la dirección de la que le pareció haber identificado el ruido. Necesitaba encontrar al responsable de que se le hubiera escapado de la mano un ejemplar tan bonito de pájaro. Pero… ¿Qué iba a decirle?
Se imaginaba diciendo “Oye, espantapájaros” y sonaba ridículo. Tal vez una amenaza… Pero ¿Qué culpa tenía realmente? Tal vez podía decirle…
-Eh… Hey ¿Te encuentras bien?
Sí, esa fué una buena pregunta. El susodicho se encontraba sentado en el suelo, sujetándose el tobillo, y la gente no suele agarrarse el tobillo por gusto (Bueno, puede que sí) pero por lo general, cuando te agarras una parte del cuerpo suele ser por que te duele. Y es curioso que se fijase antes en que parecía haberse lesionado que en inconfundible uniforme blanco que llevaba…
“Un marine…”
Adelante, Fortuna, gira tu rueda. ¿Qué sorpresas tienes guardadas?
Decidió que sería un lugar más seguro por el que empezar a merodear en comparación al centro de la isla, donde no sería extraño que le explotase una granada de fragmentación en la cara, que pisase una mina, que una bala perdida le atravesara el cráneo… Era un temerario de la vida, desde luego, pero no era tan estúpido como para meterse en una zona de fuego cruzado. De modo que, mientras pensaba en una alternativa a algo que hacer en un campo de batalla al que no le habían invitado (y daba las gracias por ello), se le fué la cabeza a las nubes. Y luego a las copas de los árboles. Y luego al interior del bosque.
Un loro. Un pequeño loro de color azul cielo cruzó volando cerca de donde estaba y se sumergió en la espesura del bosque. Su amor por la ornitología hizo acto de presencia y todo rastro de razón humana desapareció para centrarse en hacer otra de sus estupideces: Perseguir a un pájaro en una isla en la que nunca había estado en la que de vez en cuando se escuchaban disparos. Una idea maravillosa.
Le llevó un rato volver a encontrar al ave. La vió acicalándose las plumas de las alas en una rama medianamente alta de un árbol enorme. Y entonces recordó un tierno momento de su infancia. Él trepando al árbol más alto de la aldea poniéndose como reto acariciar a un ave que descansaba tan tranquilo en su nido, cuidando de sus huevos. El picotazo, la caída, la ropa desgarrada, su madre castigándolo con la zapatilla… Buenos recuerdos.
¿Iba a resistirse ahora a ver de cerca un pájaro bonito sin su madre rondando para tirarle una zapatilla a la cabeza? Pues claro que no.
Esta vez, acariciar a la criatura le traía sin cuidado, solo quería sentarse en la misma rama si se lo permitía, y de momento, el lorito no mostró señales de salir volando. Resbaló a mitad de camino al escuchar un golpe seco contra la tierra y algo que identificó como un quejido, con lo que hizo que el ave se sobresaltara y se marchase volando. Qué rabia, con lo cerca que… ¿Qué demonios había sido eso?
-¿Hola?
Merodeó un poco por la zona en la dirección de la que le pareció haber identificado el ruido. Necesitaba encontrar al responsable de que se le hubiera escapado de la mano un ejemplar tan bonito de pájaro. Pero… ¿Qué iba a decirle?
Se imaginaba diciendo “Oye, espantapájaros” y sonaba ridículo. Tal vez una amenaza… Pero ¿Qué culpa tenía realmente? Tal vez podía decirle…
-Eh… Hey ¿Te encuentras bien?
Sí, esa fué una buena pregunta. El susodicho se encontraba sentado en el suelo, sujetándose el tobillo, y la gente no suele agarrarse el tobillo por gusto (Bueno, puede que sí) pero por lo general, cuando te agarras una parte del cuerpo suele ser por que te duele. Y es curioso que se fijase antes en que parecía haberse lesionado que en inconfundible uniforme blanco que llevaba…
“Un marine…”
Adelante, Fortuna, gira tu rueda. ¿Qué sorpresas tienes guardadas?
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Iba a paso ligero hacia la posición del joven marine. Mis pies dejaban huellas por el camino y levantaba polvo con cada paso. Llegué al final del camino y me interné en el espeso bosque. Me paré un momento para observar el mapa. Si no me equivocaba, la situación del recluta no estaba muy lejos, a unos dos kilómetros más al este. Habiendo resultado mi llegada en un cambio de planes, no estaba seguro de si el marine estaba al tanto de mi llegada. Y de ser así, ¿estaría al tanto de mi procedencia? No todo el mundo veía con buenos ojos a los agentes del gobierno mundial, y eso me daba igual, pero a lo mejor Wyrm se sentía incómodo por colaborar con un mink. Normalmente no me preocuparía por ello, pero si quería realizar un trabajo óptimo debía dejar claro que no supondría ningún problema.
Una vez dentro del bosque podía moverme con más libertad. De un salto subí a la rama de un árbol. Flexioné las piernas y me dispuse saltar de rama en rama y de árbol en árbol. Ahora que podía desplazarme de manera más efiicaz no tardaría en llegar a mi destino. Era de agradecer el hecho de que los trajes de los agentes del Cipher Pol son flexibles y cómodos, además de elegantes. Mientras saltaba me entraron en la boca unas pocas hojas provenientes de unas ramas bajas y las iba escupiendo a medida que avanzaba por el bosque.
En el transcurso del trayecto estuve pensando sobre la situación del pirata. ¿Qué hacía en esa isla? ¿Qué beneficios sacaba? ¿Qué planes tendría? Había muchas incógnitas que resolver.
Tardé menos de diez minutos en alcanzar el punto de encuentro. Pensaba que se encontraba solo, y también pensaba que estaría cumpliendo con su trabajo. Me equivocaba en ambas cosas. Al llegar habían dos personas. Una estaba tumbada en el suelo y parecía herida mientras la otra se acercaba al caído. Era el marine el que se encontraba tirado en el suelo y se agarraba la pierna, seguramente debido a una torcedura de tobillo o algo parecido. El suelo tenía algunos desniveles, así que no era de extrañar, pero si un marine encargado de rastreo era así de torpe, no prometía mucho. La otra persona era un desconocido rubio, alto y armado con una espada.
Al llegar y no ser consciente de la situación, decidí actuar con precaución, evitando conflictos innecesarios. Me acercaba lentamente hacia el marine a la vez que desenfundaba mi espada y apuntaba con ella al desconocido.
- No sé quién eres ni qué quieres, pero ahora te vas a quedar quieto en tu posición y no vas a moverte. Si intentas atacarme lo lamentarás. Si intentas huir te perseguiré y también lo lamentarás. si has entendido, deja tu espada en el suelo, aléjala con una patada, ponte de rodillas y con las manos en la cabeza.
Una vez dicho me situé al lado del marine habiendo clavado mi espada en el suelo, justo a mi lado, para poder reaccionar a cualquier movimiento del extraño. Cuando el marine me miró le dije:
- Eres Wyrm, ¿verdad? Soy el agente Rexair Stark del CP2. Me han enviado a dar contigo para cumplir la misión de capturar al pirata - hablaba en voz baja para que no me escuchara el rubio. Quizás fuera el pirata que buscábamos y no lo supiéramos, pero al encontrarnos en una isla habitada era arriesgado hacer esa clase de suposiciones -. Antes que nada, déjame mirar tu pie. Aunque no lo parezca, soy médico.
Estudié la lesión del joven. Cómo había supuesto se trataba de una torcedura, nada grave. Desabroché mi chaqueta y me la quité. Agarré el bajo de la camisa que llevaba puesta y rasgué con mis uñas un pedazo de tela. Empecé a envolver el tobillo de Wyrm con ella.
- No tengo vendas a mano, pero esto servirá. Te he hecho un vendaje funcional para el tobillo. Podrás caminar sin problemas, pero intenta no forzar demasiado la pierna, por lo menos hasta que hayan pasado unas cuantas horas.
Cuando acabé con el marine, le ayudé a incorporarse y me dispuse a interrogar al extraño, si es que no había huido mientras efectuaba el vendaje. En caso de que siguiera mis órdenes al pie de las letras le interrogaría sobre su nombre, su procedencia, sus motivos para estar en la isla, su alineamiento y sus intenciones. Si las respuestas no eran amenazantes pensaría en qué hacer con el muchacho, en caso de ser negativas o insuficientes, lo dejaría inconsciente y lo llevaría al cuartel marine. En cambio, si había huido, le perseguiría y, si le atrapaba, le daría una paliza antes de interrogarlo. En el caso de que escapase me pondría con Wyrm a planear nuestro siguiente movimiento.
Una vez dentro del bosque podía moverme con más libertad. De un salto subí a la rama de un árbol. Flexioné las piernas y me dispuse saltar de rama en rama y de árbol en árbol. Ahora que podía desplazarme de manera más efiicaz no tardaría en llegar a mi destino. Era de agradecer el hecho de que los trajes de los agentes del Cipher Pol son flexibles y cómodos, además de elegantes. Mientras saltaba me entraron en la boca unas pocas hojas provenientes de unas ramas bajas y las iba escupiendo a medida que avanzaba por el bosque.
En el transcurso del trayecto estuve pensando sobre la situación del pirata. ¿Qué hacía en esa isla? ¿Qué beneficios sacaba? ¿Qué planes tendría? Había muchas incógnitas que resolver.
Tardé menos de diez minutos en alcanzar el punto de encuentro. Pensaba que se encontraba solo, y también pensaba que estaría cumpliendo con su trabajo. Me equivocaba en ambas cosas. Al llegar habían dos personas. Una estaba tumbada en el suelo y parecía herida mientras la otra se acercaba al caído. Era el marine el que se encontraba tirado en el suelo y se agarraba la pierna, seguramente debido a una torcedura de tobillo o algo parecido. El suelo tenía algunos desniveles, así que no era de extrañar, pero si un marine encargado de rastreo era así de torpe, no prometía mucho. La otra persona era un desconocido rubio, alto y armado con una espada.
Al llegar y no ser consciente de la situación, decidí actuar con precaución, evitando conflictos innecesarios. Me acercaba lentamente hacia el marine a la vez que desenfundaba mi espada y apuntaba con ella al desconocido.
- No sé quién eres ni qué quieres, pero ahora te vas a quedar quieto en tu posición y no vas a moverte. Si intentas atacarme lo lamentarás. Si intentas huir te perseguiré y también lo lamentarás. si has entendido, deja tu espada en el suelo, aléjala con una patada, ponte de rodillas y con las manos en la cabeza.
Una vez dicho me situé al lado del marine habiendo clavado mi espada en el suelo, justo a mi lado, para poder reaccionar a cualquier movimiento del extraño. Cuando el marine me miró le dije:
- Eres Wyrm, ¿verdad? Soy el agente Rexair Stark del CP2. Me han enviado a dar contigo para cumplir la misión de capturar al pirata - hablaba en voz baja para que no me escuchara el rubio. Quizás fuera el pirata que buscábamos y no lo supiéramos, pero al encontrarnos en una isla habitada era arriesgado hacer esa clase de suposiciones -. Antes que nada, déjame mirar tu pie. Aunque no lo parezca, soy médico.
Estudié la lesión del joven. Cómo había supuesto se trataba de una torcedura, nada grave. Desabroché mi chaqueta y me la quité. Agarré el bajo de la camisa que llevaba puesta y rasgué con mis uñas un pedazo de tela. Empecé a envolver el tobillo de Wyrm con ella.
- No tengo vendas a mano, pero esto servirá. Te he hecho un vendaje funcional para el tobillo. Podrás caminar sin problemas, pero intenta no forzar demasiado la pierna, por lo menos hasta que hayan pasado unas cuantas horas.
Cuando acabé con el marine, le ayudé a incorporarse y me dispuse a interrogar al extraño, si es que no había huido mientras efectuaba el vendaje. En caso de que siguiera mis órdenes al pie de las letras le interrogaría sobre su nombre, su procedencia, sus motivos para estar en la isla, su alineamiento y sus intenciones. Si las respuestas no eran amenazantes pensaría en qué hacer con el muchacho, en caso de ser negativas o insuficientes, lo dejaría inconsciente y lo llevaría al cuartel marine. En cambio, si había huido, le perseguiría y, si le atrapaba, le daría una paliza antes de interrogarlo. En el caso de que escapase me pondría con Wyrm a planear nuestro siguiente movimiento.
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- Spoiler:
- Salto del orden por petición de Wyrm
No habrían pasado ni diez minutos desde que encontró a aquel hombre… ni tan siquiera cinco… Se atrevería a decir que no fueron minutos, sino segundos los que pasaron desde entonces, cuando entró alguien más en escena. Le costó darse cuenta, pero era un mink, los rasgos de su rostro lo delataban.
Apenas nadas más llegar mostró signos de agresividad, o amenaza más bien ¿Qué diferencia había? No es que le sorprendiera que alguien le hablase de mala gana, como si tratase de espantar a un perro pulgoso, pero era la primera vez que, sin haber hecho absolutamente nada, le amenazaban a punta de espada. No se iba a quedar de brazos cruzados, desde luego, apenas notó las intenciones de amenaza del recién llegado se llevó las manos a la katana, preparado para soltarla del amarre y defenderse de ser necesario… Pero las palabras del mink le persuadieron de ello.
No venía con buenas intenciones hacia él, desde luego, pero por lo visto sí hacia el marine herido. Se dirigió hacia el rubio con un par de advertencias… ¿Amenazas? Dejando claro sus intenciones… Pero no, ni loco iba a tirar su espada al suelo porque un desconocido se lo hubiera dicho -y de mala gana, había que decir-. ¿Pegarle una patada a su espada? Ni de coña ¿Arrodillarse y poner las manos en la cabeza? Tenía que estar de broma…
-Eh, eh, relájate. -Dijo, soltando las manos de la katana y alzándolas, mostrando las palmas a la altura de su pecho para indicar que iba a ser tranquilo- Lo pillo, es amigo tuyo ¿No? -Señaló al marine- Pues no te preocupes, hombre, que yo no he tenido nada que ver, ya estaba así cuando llegué.
Sonrió ante esa frase, llevaba demasiado tiempo buscando un momento para decirla, y no pudo evitar mostrar su sonrisa burlona cuando la ocasión le llegó.
Se cruzó de brazos un segundo mientras se fijaba en el distintivo símbolo del uniforme del marine, y su sonrisa se borró de momento. Frunció el ceño fijándose en el pájaro azul bordado sobre el blanco… Le recordaba a algo… No, no podía ser…
Se llevó la mano al interior de su chaqueta para sacar un momento su libro y empezó a mirar el grabado de color zafiro de la gaviota dibujada en al portada de su libro para compararlo con el símbolo del marine. Desvió la mirada hacia un dibujo y otro asegurándose de que no se parecían, y así era. Ni el color ni la forma se parecían nada en absoluto, de eso estaba seguro, había visto la gaviota zafiro de su libro cientos de miles de veces y la conocía de memoria, pero la curiosidad le pudo.
No es que el bordado de los marines se pareciese mucho a un pájaro, pero era verdad que el dibujo podía recordar vagamente a un par de alas abiertas. Aun así, su rostro reflejó la tranquilidad que le recorrió el cuerpo al asegurarse de que no se parecían en nada.
Guardó de nuevo el libro en el interior de su chaqueta, todavía haciendo caso omiso de las amenazas del mink -Y más que iba a pasar de ellas-.
-Bueno, no me meteré donde no me llaman. Ya estás en buenas manos ¿No? -Se llevó las manos a los bolsillos y se dió la vuelta despacio- Pues ya nos vemos. Buenas tardes -Terminó por decir levantando un momento su mano derecha antes de volver a guardarla en el bolsillo mientras comenzó a caminar despacio.
Hamlet
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Ignoré el dolor que se había asentado en mi tobillo cuando escuché las hojas crujir al ser pisadas. Se acercaba un desconocido, y la precaución fue suficiente como para disipar los pensamientos que nublaban mi consciencia. No podía levantarme, aunque, por fortuna, el montículo de tierra por el que había caído cubría mis espaldas. Empuñé el mango de mi machete. Podía ser un transeúnte más o el pirata al que había estado persiguiendo. Debía ser cauto, pero diplomático.
De la arboleda surgió una figura alta y escuálida, que se acercaba lentamente, con aire desconfiado. En cuanto llegó a mis proximidades, pude vislumbrar con mayor claridad sus facciones. Era un varón rubio de ojos verdes que me observaba con curiosidad. Su ropa, o lo que quedaba de ella, dejaba ver su extrema delgadez. A pesar de su apariencia pobre y desnutrida, aquel hombre portaba una espada consigo, consiguiendo evocar en mi mente historias de guerreros errantes que vivían de su destreza con las armas.
Sin lugar a dudas, era un tipo curioso y aparentemente amigable. No había abierto la boca y, aun así, pude notar que solo había acudido a ayudar. Resultaba difícil de creer que él fuera el pirata, teniendo en cuenta su apariencia decadente y poco opulenta. Esas sabandijas buscan, ante todo, su propia supervivencia. Además, el hecho de que hubiese actuado tal y como lo hizo dejaba claro que no pretendía atacarme.
O podía estar jugando comigo. ¿De verdad creíais que había dejado de lado esa enfermiza paranoia que me caracteriza?
No solté el machete. En ese instante, escuché como me preguntaba por mi estado. Era reconfortante escuchar como alguien se preocupaba por mi salud. Pocos lo hacían últimamente.
Antes de que pudiera responder, una figura emergió de entre las sombras y amenazó al rubio desenvainando su espada. Su silueta era algo distinta a la de este. Entre sus facciones, vislumbré numerosas características de los felinos. ¿Era un mink? No había visto a ninguno en su vida. Este ordenó al vagabundo tirar su espada y alejarse; sin embargo, él solo obedeció a la última parte del mensaje. Algo lógico, desde el punto de vista de un espadachín como él. Incluso a mí me había parecido indignante la orden que le había dado, pese a que nos ahorraría peligros.
¿Quién era aquel mink? Aquel tipo se presentó como un tal Rexair Stark, del CP2, y había acudido a ofrecerme apoyo con la misión que me incumbía. Aquí nadie era de fiar, y menos alguien tan amenazador como él, pero era muy probable que el pirata o los suyos desconociesen el hecho de que eran objetivos de una misión de busca y captura, por lo que decidí dar al mink un voto de confianza. Al fin y al cabo, era un agente del orden como yo, por lo que merecía todos mis respetos.
-Saludos, agente Stark. Así es, soy el soldado Wyrm, de la Marina. Si le han mandado conmigo, sabrá cuál es nuestra misión, ¿no? Agradezco que le hayan mandado. Dos pares de ojos ven más que uno.
No solté mi arma. No terminaba de fiarme de él, sin embargo, le permití acercarse. Sin demorarse mucho, elaboró un vendaje improvisado para mi tobillo torcido. Supongo que eso podría ayudarme a volver a andar, no sin ciertas dificultades.
Por encima del hombro de aquel mink observé como el vagabundo, que seguía allí, hojeaba un libro que llevaba consigo antes de guardarlo. Tras hacerlo, emitió una concisa despedida y empezó a poner tierra de por medio.
Aquel tipo podía saber algo relacionado con nuestros objetivos, o incluso podría ayudarnos. A modo de disculpa por las duras palabras de mi compañero, traté de captar su mirada con una sonora exclamación.
-Oye, tú. ¿Quién eres? ¿Qué buscas? ¿Podemos ayudarte?
En el fondo, esperaba que fuera él quien nos ayudase a nosotros. No creía que nuestro felino amigo realmente tuviese una idea del rumbo que debíamos tomar.
De la arboleda surgió una figura alta y escuálida, que se acercaba lentamente, con aire desconfiado. En cuanto llegó a mis proximidades, pude vislumbrar con mayor claridad sus facciones. Era un varón rubio de ojos verdes que me observaba con curiosidad. Su ropa, o lo que quedaba de ella, dejaba ver su extrema delgadez. A pesar de su apariencia pobre y desnutrida, aquel hombre portaba una espada consigo, consiguiendo evocar en mi mente historias de guerreros errantes que vivían de su destreza con las armas.
Sin lugar a dudas, era un tipo curioso y aparentemente amigable. No había abierto la boca y, aun así, pude notar que solo había acudido a ayudar. Resultaba difícil de creer que él fuera el pirata, teniendo en cuenta su apariencia decadente y poco opulenta. Esas sabandijas buscan, ante todo, su propia supervivencia. Además, el hecho de que hubiese actuado tal y como lo hizo dejaba claro que no pretendía atacarme.
O podía estar jugando comigo. ¿De verdad creíais que había dejado de lado esa enfermiza paranoia que me caracteriza?
No solté el machete. En ese instante, escuché como me preguntaba por mi estado. Era reconfortante escuchar como alguien se preocupaba por mi salud. Pocos lo hacían últimamente.
Antes de que pudiera responder, una figura emergió de entre las sombras y amenazó al rubio desenvainando su espada. Su silueta era algo distinta a la de este. Entre sus facciones, vislumbré numerosas características de los felinos. ¿Era un mink? No había visto a ninguno en su vida. Este ordenó al vagabundo tirar su espada y alejarse; sin embargo, él solo obedeció a la última parte del mensaje. Algo lógico, desde el punto de vista de un espadachín como él. Incluso a mí me había parecido indignante la orden que le había dado, pese a que nos ahorraría peligros.
¿Quién era aquel mink? Aquel tipo se presentó como un tal Rexair Stark, del CP2, y había acudido a ofrecerme apoyo con la misión que me incumbía. Aquí nadie era de fiar, y menos alguien tan amenazador como él, pero era muy probable que el pirata o los suyos desconociesen el hecho de que eran objetivos de una misión de busca y captura, por lo que decidí dar al mink un voto de confianza. Al fin y al cabo, era un agente del orden como yo, por lo que merecía todos mis respetos.
-Saludos, agente Stark. Así es, soy el soldado Wyrm, de la Marina. Si le han mandado conmigo, sabrá cuál es nuestra misión, ¿no? Agradezco que le hayan mandado. Dos pares de ojos ven más que uno.
No solté mi arma. No terminaba de fiarme de él, sin embargo, le permití acercarse. Sin demorarse mucho, elaboró un vendaje improvisado para mi tobillo torcido. Supongo que eso podría ayudarme a volver a andar, no sin ciertas dificultades.
Por encima del hombro de aquel mink observé como el vagabundo, que seguía allí, hojeaba un libro que llevaba consigo antes de guardarlo. Tras hacerlo, emitió una concisa despedida y empezó a poner tierra de por medio.
Aquel tipo podía saber algo relacionado con nuestros objetivos, o incluso podría ayudarnos. A modo de disculpa por las duras palabras de mi compañero, traté de captar su mirada con una sonora exclamación.
-Oye, tú. ¿Quién eres? ¿Qué buscas? ¿Podemos ayudarte?
En el fondo, esperaba que fuera él quien nos ayudase a nosotros. No creía que nuestro felino amigo realmente tuviese una idea del rumbo que debíamos tomar.
Adry-sama
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Ya me había supuesto que la lesión del soldado nada tenía que ver con el extravagante rubio, por lo que pude deducir sinceridad en su persona cuando comentó que se encontró al joven marine herido antes de aparecer yo. ¿A lo mejor me había equivocado con él y había sido demasiado duro? Quizás, pero un agente del gobierno le había dado una orden y él la había ignorado. Si se piensa fríamente, mucha gente habría hecho caso omiso a tantas indicaciones, sobretodo las referentes a la espada si se trata de un espadachín, pero en una isla que se encuentra en guerra y con una peligrosa misión por delante no era el momento de andarse con chiquitas, y mucho menos ser permisivo con los sospechosos.
Una vez que había envuelto el tobillo de Wyrm le ofrecí mi cuerpo para incorporarse, cosa que aceptó. Cuando lo hizo y comprobé que podía caminar solo, recogí mi espada que se encontraba clavada en el suelo, dispuesto a dejarle unas cosas claras al rubito. Mi compañero, al ver mis intenciones, le preguntó de una forma más calmada pero sonora sobre su identidad y sus objetivos, a la vez vez que le ofrecía nuestra ayuda. Simple y directo. Me gustaba el chico, y por saber actuar bien le perdonaría que me desautorizase delante del extraño, pero más adelante tendría una charla explicándole que no volviera a hacer cosas similares.
Aproveché el momento para fijarme mejor en el chico. Llevaba un libro, que si bien no me equivocaba, trataba de...¿pájaros? Demasiado cursi para ser de un vil y frívolo pirata de más de cien millones. Pero resultaba extraño. Por sus pintas parecía más bien un campesino antes que una persona con recursos suficientes para tener un libro de esa clase, pero su aspecto físico era diferente al de los demás habitantes de la isla, lo que descartaba que fuera un campesino. Si era de fuera, no podía descartar la posibilidad de que fuera el pirata que buscábamos, pero por le momento le daría un voto de confianza.
- Chico, ya lo has oído, respóndele a él, a no ser que prefieras responderme a mí - esto último lo pronuncié con un tono un tanto amenazador. Quería intentar hacer un "poli bueno, poli malo" para que soltara por esa boquita todo lo que supiera, que bien podía ser nada. Si se negaba a hablar, siempre tendría la opción de la violencia, pero si podía evitarlo, no quería llegar a esos extremos.
Una vez que había envuelto el tobillo de Wyrm le ofrecí mi cuerpo para incorporarse, cosa que aceptó. Cuando lo hizo y comprobé que podía caminar solo, recogí mi espada que se encontraba clavada en el suelo, dispuesto a dejarle unas cosas claras al rubito. Mi compañero, al ver mis intenciones, le preguntó de una forma más calmada pero sonora sobre su identidad y sus objetivos, a la vez vez que le ofrecía nuestra ayuda. Simple y directo. Me gustaba el chico, y por saber actuar bien le perdonaría que me desautorizase delante del extraño, pero más adelante tendría una charla explicándole que no volviera a hacer cosas similares.
Aproveché el momento para fijarme mejor en el chico. Llevaba un libro, que si bien no me equivocaba, trataba de...¿pájaros? Demasiado cursi para ser de un vil y frívolo pirata de más de cien millones. Pero resultaba extraño. Por sus pintas parecía más bien un campesino antes que una persona con recursos suficientes para tener un libro de esa clase, pero su aspecto físico era diferente al de los demás habitantes de la isla, lo que descartaba que fuera un campesino. Si era de fuera, no podía descartar la posibilidad de que fuera el pirata que buscábamos, pero por le momento le daría un voto de confianza.
- Chico, ya lo has oído, respóndele a él, a no ser que prefieras responderme a mí - esto último lo pronuncié con un tono un tanto amenazador. Quería intentar hacer un "poli bueno, poli malo" para que soltara por esa boquita todo lo que supiera, que bien podía ser nada. Si se negaba a hablar, siempre tendría la opción de la violencia, pero si podía evitarlo, no quería llegar a esos extremos.
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