Ailish S. Mcnamara
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No pasó mucho tiempo después de la cena para que la mansión de la familia Slavent se sumiese en la penumbra en su mayor parte. Las criadas habían terminado de recoger los cubierto, la vajilla y el mantel que se había extendido como cada día para el señor de la casa y sus dos hijo. Tomando su descanso de media hora para comer en la cocina su parte, antes de ayudar a lavar lo ensuciado por los tres varones que habitaban la casa -así como lo ensuciado por los guardianes de esta- y por la "princesa" que ocupaba el Ala este de la mansión.
La joven se encontraba en aquellos momentos en su enorme habitación, decorada con tonos pastel y dorados que combinaban con el rojo de la colcha de su cama y de su sillón de terciopelo, sobre el cual se encontraba sentada, disfrutando de la tranquilidad de sus aposentos mientras leía un tomo de las aventuras del corazón de rubíes. Una novela de misterio que había comprado Beta para ella tras su último viaje. Esta había sido una petición especial de parte de la chica para su persona de confianza, quien había sido sus ojos y su voz fuera de la mansión desde hacía dos años. La joven pasó la página con suavidad, teniendo cuidado de no arrugar el borde de esta al hacerlo y siguió su lectura a través de las gafas de marco gris, que hacían ver sus ambarinos iris algo más grandes de lo normal. Estos tenían un cálido tono anaranjado en aquel momento, a causa de la luz que emanaba la lumbre de la chimenea. Su cabello, se encontraba recogido en una trenza a un lado que evitaba que se metiera en su campo visual.
Pasaron varias horas más antes de que Ailish decidiera soltar el libro, regresando a la realidad de su cuarto. Con cuidado, marcó la página en la que se había quedado y cerró el libro de tapa dura, dejándolo sobre la mesilla, junto a sus gafas. Se estiró y soltó su cabello, comenzando a separar los mechones de cabello que configuraban la trenza. Al terminar, metió los dedos entre su pelo, masajeando su cuero cabelludo para que volviera a la normalidad. Una vez hubo acabado aquello, se dirigió al aseo. Tenía intención de irse a dormir al volver pues como continuase así terminaría de leer el libro y necesitaría recuperar el sueño por la mañana.
La joven se encontraba en aquellos momentos en su enorme habitación, decorada con tonos pastel y dorados que combinaban con el rojo de la colcha de su cama y de su sillón de terciopelo, sobre el cual se encontraba sentada, disfrutando de la tranquilidad de sus aposentos mientras leía un tomo de las aventuras del corazón de rubíes. Una novela de misterio que había comprado Beta para ella tras su último viaje. Esta había sido una petición especial de parte de la chica para su persona de confianza, quien había sido sus ojos y su voz fuera de la mansión desde hacía dos años. La joven pasó la página con suavidad, teniendo cuidado de no arrugar el borde de esta al hacerlo y siguió su lectura a través de las gafas de marco gris, que hacían ver sus ambarinos iris algo más grandes de lo normal. Estos tenían un cálido tono anaranjado en aquel momento, a causa de la luz que emanaba la lumbre de la chimenea. Su cabello, se encontraba recogido en una trenza a un lado que evitaba que se metiera en su campo visual.
Pasaron varias horas más antes de que Ailish decidiera soltar el libro, regresando a la realidad de su cuarto. Con cuidado, marcó la página en la que se había quedado y cerró el libro de tapa dura, dejándolo sobre la mesilla, junto a sus gafas. Se estiró y soltó su cabello, comenzando a separar los mechones de cabello que configuraban la trenza. Al terminar, metió los dedos entre su pelo, masajeando su cuero cabelludo para que volviera a la normalidad. Una vez hubo acabado aquello, se dirigió al aseo. Tenía intención de irse a dormir al volver pues como continuase así terminaría de leer el libro y necesitaría recuperar el sueño por la mañana.
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«No te preocupes, si mueres ahí dentro yo cuidaré del barco», fueron las últimas palabras que recibió de Duncan antes de abandonar la Espina Negra. En ocasiones su sentido del humor era un tanto negro, aunque no podía decir que le desagradase: era un comentario que él mismo habría soltado en su posición. Quizá se tomase demasiadas confianzas con él pese a ser su capitán, pero tampoco le daba mucha importancia. Después de todo, llevaban años navegando juntos y si bien no lo consideraba su amigo, sí que se había formado cierta relación de confianza entre ambos. Al menos en cuanto a las maneras de tratarse el uno al otro se refiere. Pensándolo bien, ¿no se las tomaba con todo el mundo?
A Slav Schatch pertenecían los muelles donde habían echado amarras en aquella ocasión. Para la mayor parte de la tripulación, no se trataba de mucho más que una simple parada para adquirir víveres antes de continuar con su trayecto hasta Hauoli, la isla desértica por excelencia del West Blue. Sin embargo, en el caso de tripulantes como el veterano espadachín, así como Allyson y Chase, los intereses del capitán en aquella ciudad iban mucho más allá de aprovisionarse o degustar los distintos licores que las tabernas y bares del lugar pudieran brindarle. No conocían demasiados detalles, salvo que tenía algo que ver con una de las familias acomodadas del lugar, los Slavent. Toda indicación que había dado el castaño era que, de no hacer acto de presencia antes de que el Sol ocupara su punto más alto al día siguiente, podían marcharse de allí sin él -o de lo que quedase de él, más bien, aunque esto último no lo dijo-.
La verdad es que incluso el propio Deian iba a andarse con pies de plomo en aquella ocasión, cosa rara en él. Era, probablemente, el asunto más delicado con el que trataba tras el amotinamiento contra Affleck, así que le convenía no ser un descerebrado aunque fuera por unas pocas horas. Una vez hubo dado las indicaciones pertinentes y tras asegurarse de que los encargados del almacenaje sabían lo que necesitaban cargar, comenzó a alejarse del puerto con paso calmado, adentrándose en las calles de la próspera ciudad.
La población era ni más ni menos que el núcleo comercial y económico de Diamuird. Por lo que tenía entendido, los habitantes subsistían gracias a la exportación de hortalizas y carnes varias, así como frutas extraídas de sus prósperos y frondosos bosques. Así mismo, los dirigentes se aseguraban de mantener como los chorros del oro, organizando atractivas actividades culturales y festivas con la intención de captar el turismo de las aguas del Oeste. No era una mala estrategia económica, aunque por su parte siempre había considerado la investigación y el desarrollo como los puntos más importantes a la hora de asegurar la prosperidad de una población.
Pese a esto, lejos de la imagen pulcra y sana que otorgaba a primera isla la ciudad, lo cierto era que estaba tan podrida como el más mohoso de los naufragios. Si bien con aquellos pilares el futuro de la isla era prometedor, no era sino por los Slavent que su economía afloraba a un ritmo bastante más acelerado. Para cualquiera que no tuviera mucho contacto con los bajos fondos, aquel apellido no simbolizaría mucho más que el hecho de pertenecer a una afamada familia de comerciantes, nada más lejos de la realidad. Bajo aquella fachada de principios y legalidad, se escondía uno de los nombres más temidos en el comercio negro del West Blue. Reluciente por fuera, podrida por dentro; así habría definido el pirata a la familia que se encargaba de proteger la ciudad y lucrarse a su costa. Por suerte, no era otro sino el lado corrupto de sus miembros lo que interesaba a Deian.
La mansión de la familia se encontraba a las afueras de la ciudad, cerca de un acantilado y, si bien no había mucha gente a aquellas horas de la noche para pedir indicaciones, no tuvo que romperse mucho los cuernos para hallar el camino que le dirigiría hasta esta.
─ Es más grande de lo que me esperaba... Quizá lleve algo más de tiempo -comentó el capitán desde fuera del recinto, próximo a los muros que cercaban y protegían de intrusos la mansión, así como de sus verjas.
Al menos contaba con la ventaja de que, sin importar cuán fortificada estuviese la zona, no serían capaces de impedirle entrar en el edificio principal. Siguiendo la suave brisa marina que acariciaba el acantilado, el cuerpo del castaño se deshizo en un humo que se deslizó por entre los barrotes, poniéndose entonces a ras del suelo como si de niebla se tratase, recorriendo los jardines y adentrándose por la diminuta separación que había entre las puertas y el suelo. «Primer paso: colarse en la casa. Hecho». Pocos segundos después, y tras cerciorarse de que ningún sistema de seguridad o guardia alguno pudieran delatarle, volvió a materializarse en mitad del pasillo principal. Aquello tenía pinta de ser enorme.
─ Busquemos a Owen y acabemos rápido con esto -susurró, antes de comenzar a avanzar silenciosamente por la instancia.
A Slav Schatch pertenecían los muelles donde habían echado amarras en aquella ocasión. Para la mayor parte de la tripulación, no se trataba de mucho más que una simple parada para adquirir víveres antes de continuar con su trayecto hasta Hauoli, la isla desértica por excelencia del West Blue. Sin embargo, en el caso de tripulantes como el veterano espadachín, así como Allyson y Chase, los intereses del capitán en aquella ciudad iban mucho más allá de aprovisionarse o degustar los distintos licores que las tabernas y bares del lugar pudieran brindarle. No conocían demasiados detalles, salvo que tenía algo que ver con una de las familias acomodadas del lugar, los Slavent. Toda indicación que había dado el castaño era que, de no hacer acto de presencia antes de que el Sol ocupara su punto más alto al día siguiente, podían marcharse de allí sin él -o de lo que quedase de él, más bien, aunque esto último no lo dijo-.
La verdad es que incluso el propio Deian iba a andarse con pies de plomo en aquella ocasión, cosa rara en él. Era, probablemente, el asunto más delicado con el que trataba tras el amotinamiento contra Affleck, así que le convenía no ser un descerebrado aunque fuera por unas pocas horas. Una vez hubo dado las indicaciones pertinentes y tras asegurarse de que los encargados del almacenaje sabían lo que necesitaban cargar, comenzó a alejarse del puerto con paso calmado, adentrándose en las calles de la próspera ciudad.
La población era ni más ni menos que el núcleo comercial y económico de Diamuird. Por lo que tenía entendido, los habitantes subsistían gracias a la exportación de hortalizas y carnes varias, así como frutas extraídas de sus prósperos y frondosos bosques. Así mismo, los dirigentes se aseguraban de mantener como los chorros del oro, organizando atractivas actividades culturales y festivas con la intención de captar el turismo de las aguas del Oeste. No era una mala estrategia económica, aunque por su parte siempre había considerado la investigación y el desarrollo como los puntos más importantes a la hora de asegurar la prosperidad de una población.
Pese a esto, lejos de la imagen pulcra y sana que otorgaba a primera isla la ciudad, lo cierto era que estaba tan podrida como el más mohoso de los naufragios. Si bien con aquellos pilares el futuro de la isla era prometedor, no era sino por los Slavent que su economía afloraba a un ritmo bastante más acelerado. Para cualquiera que no tuviera mucho contacto con los bajos fondos, aquel apellido no simbolizaría mucho más que el hecho de pertenecer a una afamada familia de comerciantes, nada más lejos de la realidad. Bajo aquella fachada de principios y legalidad, se escondía uno de los nombres más temidos en el comercio negro del West Blue. Reluciente por fuera, podrida por dentro; así habría definido el pirata a la familia que se encargaba de proteger la ciudad y lucrarse a su costa. Por suerte, no era otro sino el lado corrupto de sus miembros lo que interesaba a Deian.
La mansión de la familia se encontraba a las afueras de la ciudad, cerca de un acantilado y, si bien no había mucha gente a aquellas horas de la noche para pedir indicaciones, no tuvo que romperse mucho los cuernos para hallar el camino que le dirigiría hasta esta.
─ Es más grande de lo que me esperaba... Quizá lleve algo más de tiempo -comentó el capitán desde fuera del recinto, próximo a los muros que cercaban y protegían de intrusos la mansión, así como de sus verjas.
Al menos contaba con la ventaja de que, sin importar cuán fortificada estuviese la zona, no serían capaces de impedirle entrar en el edificio principal. Siguiendo la suave brisa marina que acariciaba el acantilado, el cuerpo del castaño se deshizo en un humo que se deslizó por entre los barrotes, poniéndose entonces a ras del suelo como si de niebla se tratase, recorriendo los jardines y adentrándose por la diminuta separación que había entre las puertas y el suelo. «Primer paso: colarse en la casa. Hecho». Pocos segundos después, y tras cerciorarse de que ningún sistema de seguridad o guardia alguno pudieran delatarle, volvió a materializarse en mitad del pasillo principal. Aquello tenía pinta de ser enorme.
─ Busquemos a Owen y acabemos rápido con esto -susurró, antes de comenzar a avanzar silenciosamente por la instancia.
Ailish S. Mcnamara
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
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El agua caía en cascada desde el cabezal de la ducha mientras Ailish se afanaba en su trabajo de lavar su larga cabellera, llevándose consigo la espuma que cubría este y el resto de su piel. Mientras, un suave tararear se podía escuchar, acompañando el sonido del agua de fondo, que repicaba contra la superficie de azulejos rosas de la pared y el cristal de la mampara. Todo ello mientras la joven se mantenía ausente, ignorando cualquier peligro que pudiese acechar en la oscuridad.
Mientras tanto, en la habitación contigua a la suya, una joven algo más pequeña que ella -de unos dieciseis años- se encontraba dando vueltas en la cama, aburrida. "Siempre que vuelvo Ailish se encuentra ocupada... Es un rollo". se quejaba en su mente mientras forzaba a sus ojos a mantenerse abiertos. No quería dormirse aún. Tenía ganas de divertirse. Su último viaje había sido entretenido, pero había terminado antes de lo que quería. ¿Trabajo? Sí. Al fin y al cabo, aquella niña era la mano derecha de la "princesa". Beta. De ojos aguamarina y cabello celeste que se ondulaba cayendo hasta la mitad de su espalda, la niña no llegaba ni al metro sesenta, siendo confundida a veces con alguien aún menor. Pero todo eran ventajas tanto para el trabajo como a la hora de conseguir que su jefa le prestase atención... Y hablando de atención.
algo llamó la atención a la peliazul haciendo que detuviese su berrinche casi de inmediato, incorporándose y quedando varios segundos en una especie de trance, mientras analizaba algo. No estaba mirando a ningún punto en concreto ni tomando nada entre sus manos. tampoco había una sombra misteriosa en la ventana. Cualquiera que viese su trance, de hecho, no podría evitar pensar que la niña tenía algún problema, reafirmandose en esa teoría al ver como su rostro inexpresivo cambiaba, mostrando una sonrisa. "Parece que tenemos visita". Se dijo a sí misma. La joven antes de saltar de la cama, tomando varias cosas consigo. tras hacer esto, salió con sigilo del cuarto. Dudaba que la pelirosa pudiese escucharla y su "invitado" se encontraba muy lejos, a la entrada de la casa, por lo que aquella medidas eran estúpidas... Sin embargo... "No pienso dejar que me agüen la fiesta". Se dijo convencida antes de ir a la caza del ratón.
No tardó demasiado en localizar a la persona que había entrado a la casa. Un hombre, o eso supuso, bastante más alto que ella y con un peinado muy curioso. ¿O esa era la forma de su cabeza? No lo sabía. La penumbra le impedía ver si tenía algo puesto o cosas por el estilo. Y tampoco podía hacer mucho hasta que no avanzase, adentrándose en su campo de acción. Para beta, el campo de acción era el area en que podía ella trabajar para realizar una emboscada a su objetivo. Estaban en un cruce, así que si no seguía hacia delante o viraba a uno de los dos lados. Si se daba la vuelta le costaría más cogerle porque tendría que moverse más y podría ser vista. Todas esas probabilidades se pasaban por la mente de la joven quien tenía como objetivo -Por diversión.- Dejar aturdido al intruso y llevarle de visita a Ailish. Eso último no entendía muy bien porque. Eran solo las ordenes que le había dado su jefa desde que se uniese a la casa Slavent, así que eso haría. Con suerte, haciendo esto se ganaría alguna recompensa. "¿Qué podría pedir por mi buen trabajo? Hmmm. Bueno, ya lo pensaré".
Mientras tanto, en la habitación contigua a la suya, una joven algo más pequeña que ella -de unos dieciseis años- se encontraba dando vueltas en la cama, aburrida. "Siempre que vuelvo Ailish se encuentra ocupada... Es un rollo". se quejaba en su mente mientras forzaba a sus ojos a mantenerse abiertos. No quería dormirse aún. Tenía ganas de divertirse. Su último viaje había sido entretenido, pero había terminado antes de lo que quería. ¿Trabajo? Sí. Al fin y al cabo, aquella niña era la mano derecha de la "princesa". Beta. De ojos aguamarina y cabello celeste que se ondulaba cayendo hasta la mitad de su espalda, la niña no llegaba ni al metro sesenta, siendo confundida a veces con alguien aún menor. Pero todo eran ventajas tanto para el trabajo como a la hora de conseguir que su jefa le prestase atención... Y hablando de atención.
algo llamó la atención a la peliazul haciendo que detuviese su berrinche casi de inmediato, incorporándose y quedando varios segundos en una especie de trance, mientras analizaba algo. No estaba mirando a ningún punto en concreto ni tomando nada entre sus manos. tampoco había una sombra misteriosa en la ventana. Cualquiera que viese su trance, de hecho, no podría evitar pensar que la niña tenía algún problema, reafirmandose en esa teoría al ver como su rostro inexpresivo cambiaba, mostrando una sonrisa. "Parece que tenemos visita". Se dijo a sí misma. La joven antes de saltar de la cama, tomando varias cosas consigo. tras hacer esto, salió con sigilo del cuarto. Dudaba que la pelirosa pudiese escucharla y su "invitado" se encontraba muy lejos, a la entrada de la casa, por lo que aquella medidas eran estúpidas... Sin embargo... "No pienso dejar que me agüen la fiesta". Se dijo convencida antes de ir a la caza del ratón.
No tardó demasiado en localizar a la persona que había entrado a la casa. Un hombre, o eso supuso, bastante más alto que ella y con un peinado muy curioso. ¿O esa era la forma de su cabeza? No lo sabía. La penumbra le impedía ver si tenía algo puesto o cosas por el estilo. Y tampoco podía hacer mucho hasta que no avanzase, adentrándose en su campo de acción. Para beta, el campo de acción era el area en que podía ella trabajar para realizar una emboscada a su objetivo. Estaban en un cruce, así que si no seguía hacia delante o viraba a uno de los dos lados. Si se daba la vuelta le costaría más cogerle porque tendría que moverse más y podría ser vista. Todas esas probabilidades se pasaban por la mente de la joven quien tenía como objetivo -Por diversión.- Dejar aturdido al intruso y llevarle de visita a Ailish. Eso último no entendía muy bien porque. Eran solo las ordenes que le había dado su jefa desde que se uniese a la casa Slavent, así que eso haría. Con suerte, haciendo esto se ganaría alguna recompensa. "¿Qué podría pedir por mi buen trabajo? Hmmm. Bueno, ya lo pensaré".
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