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La isla de Mianna, capital de uno de los tres poderes que gobiernan el North Blue. La isla es esplendorosa, y más aún su capital donde se encuentra el palacio imperial de reciente construcción. Tu llegada a ella no ha sido de casualidad, un anuncio y una buena suma de dinero te han traído hasta aquí, bueno, a ti y otras treinta personas que se pudieron permitir el precio. Para el dueño de unos sitios de moda de Dressrosa no era demasiado, pero ahora, lejos de casa te das cuenta de que no te has traído demasiado efectivo, lo que puede resultar un problema, pero es que en el panfleto ponía todos los gastos pagados ¿no?
Da igual, nada más desembarcar os espera el comité de bienvenida y unos cuantos coches tirados por caballos de exquisita belleza. El hombre que os recibe os insta a dar una vuelta por el puerto antes de subir a los mismos, señala varias tiendas para comprar regales y souvenirs de la visita y un par de lugares que a la gente le suelen resultar de interés. Tienes un rato para hacer lo que te perezca, incluido entrar al carro y esperar a que el resto suban, momento en el que partirá hacía vuestro destino.
Da igual, nada más desembarcar os espera el comité de bienvenida y unos cuantos coches tirados por caballos de exquisita belleza. El hombre que os recibe os insta a dar una vuelta por el puerto antes de subir a los mismos, señala varias tiendas para comprar regales y souvenirs de la visita y un par de lugares que a la gente le suelen resultar de interés. Tienes un rato para hacer lo que te perezca, incluido entrar al carro y esperar a que el resto suban, momento en el que partirá hacía vuestro destino.
- off:
- Como es tu primer moderado, intenta narrar tus sentimientos, aumentar lo ya puesto sin acciones cerradas, por ejemplo, con impresiones, contando que haces en el puerto o más detalles. Tienes para narrar hasta que te subes al carro o si quieres hacer algo especial, o dejar la excursión hasta que lo hagas, yo iré adaptando mi historia base a tus decisiones
Lord Vader
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Parecía que mi momento había llegado, al fin, saldría de mi hogar para ver otros lugares y poder conocer más del mundo y como este funcionaba.
Había recibido pocos días atrás un anuncio que captó mi atención, al cual, se le adjuntaba una gran suma de dinero, lo cual me hizo pensar detenidamente en dos opciones: La primera que pasó por mi cabeza era si valía la pena el salir de Dressrosa por una minucia, pero por otro lado, la curiosidad podía conmigo al denotar que debía salir de mi confortable hogar para comenzar una aventura. Mis ambiciones requerían que dejara mi cómodo sillón y tuviera que aceptar este anuncio, poniéndome en rumbo, junto a otras treinta personas hacia la particular isla de Mianna.
Al ser una salida importante, no dudé en engalanarme lo máximo posible, llevando mi esmoquin rojo abotonado, zapatos de cuero negros, mi lazo al cuello y mi pelo perfectamente peinado.Sin olvidar mi cartera, la cual tenía en mi bolsillo derecho con algunos dineros para los gasto que pudiera tener allí.
Una vez comencé a divisar la isla, y que se anunciara nuestro atraque a la misma, mi mano derecha fue automáticamente a mi cartera, debido, a la preocupación de que la ciudad parecía ser cara, y solo había traído lo que estimaba oportuno. Sin embargo presentía que no llevaba lo suficiente. A pesar de esta pequeña preocupación que me rondaba la cabeza, coloqué mi mano izquierda en el otro bolsillo y bajé tranquilamente al puerto, donde, nos esperaba una comitiva acompañada de una serie de carruajes de gran belleza, cosa que me agradaba la verdad pues denotaba seriedad, que se situaron frente a todos los que estábamos allí.
"Parece que la cosa es seria, espero que no me hagan perder el tiempo "- Pensaba para mis adentros, a pesar de que mi rostro era serio y calmado, no podía evitar hacerme preguntas.
Tras el recibimiento de la comitiva, un caballero nos instó a hacer lo que venía siendo una ruta de turismo, señalándonos principlamente las tiendas del puerto y algunas zonas de interés. Francamente a mi no me interesaban las palabras de aquel hombre, pues no estaba por amor a la compra, sino por el objetivo real de aquel viaje. A pesar de mi poco interés, caminé por el puerto mirando las tiendas, y sobre todo, mirando los precios que en sus estantes tenían, puesto que, los precios de algo tan básico como los de un establecimiento comercial podían darme una idea del poder adquisitivo de los habitantes de la isla, un truco que mi buen padre me había enseñado en Dressrosa.
A pesar de la artesanía y objetos varios que allí se mostraban, mi atención se dirigió ahora a la gente de a pie, a los propios habitantes que hacían su día a día en la isla, analizándolos a simple vista por si podía sacar algún dato. Mientras observaba a las gentes del lugar, seguía pensativo en el problema monetario. Se que había traído dinero pero no el suficiente para una estancia prolongada a pesar de que todo era a "gastos pagados".
Observé como los otros treinta acompañantes estaban por decirlo de alguna forma, a su bola, mirando tiendas y charlando. Yo por mi parte me acerqué a una tienda, bastante bien decorada lo cual llamó mi atención, sobre todo porque ponía "Guias y Mapas" en su letrero. Entré en dicha tienda, y me dirigí al tendero.
-Buenas tardes caballero, disculpe que le moleste, pues soy extranjero y quería preguntarle quién dirige esta isla. Parece ser que esta ciudad es una de las grandes maravillas en cuanto a decoro y belleza se refiere. ¿Me daría alguna recomendación rápida sobre algún sitio interesante que no sean los típicos lugares para turistas? , ah y por cierto, si tiene un mapa de la ciudad, me gustaría adquirir uno, si es tan amable.-Dije con tono afable y esbozando una leve sonrisa, intentando crear alguna empatía.
No se que me respondería aquel hombre, pero fuera lo que fuera, le daría las gracias de todos modos y me dirigiría hacia el carro que nos llevaría a nuestro siguiente destino, esperando poder esclarecer mis dudas sobre este viaje.
Había recibido pocos días atrás un anuncio que captó mi atención, al cual, se le adjuntaba una gran suma de dinero, lo cual me hizo pensar detenidamente en dos opciones: La primera que pasó por mi cabeza era si valía la pena el salir de Dressrosa por una minucia, pero por otro lado, la curiosidad podía conmigo al denotar que debía salir de mi confortable hogar para comenzar una aventura. Mis ambiciones requerían que dejara mi cómodo sillón y tuviera que aceptar este anuncio, poniéndome en rumbo, junto a otras treinta personas hacia la particular isla de Mianna.
Al ser una salida importante, no dudé en engalanarme lo máximo posible, llevando mi esmoquin rojo abotonado, zapatos de cuero negros, mi lazo al cuello y mi pelo perfectamente peinado.Sin olvidar mi cartera, la cual tenía en mi bolsillo derecho con algunos dineros para los gasto que pudiera tener allí.
Una vez comencé a divisar la isla, y que se anunciara nuestro atraque a la misma, mi mano derecha fue automáticamente a mi cartera, debido, a la preocupación de que la ciudad parecía ser cara, y solo había traído lo que estimaba oportuno. Sin embargo presentía que no llevaba lo suficiente. A pesar de esta pequeña preocupación que me rondaba la cabeza, coloqué mi mano izquierda en el otro bolsillo y bajé tranquilamente al puerto, donde, nos esperaba una comitiva acompañada de una serie de carruajes de gran belleza, cosa que me agradaba la verdad pues denotaba seriedad, que se situaron frente a todos los que estábamos allí.
"Parece que la cosa es seria, espero que no me hagan perder el tiempo "- Pensaba para mis adentros, a pesar de que mi rostro era serio y calmado, no podía evitar hacerme preguntas.
Tras el recibimiento de la comitiva, un caballero nos instó a hacer lo que venía siendo una ruta de turismo, señalándonos principlamente las tiendas del puerto y algunas zonas de interés. Francamente a mi no me interesaban las palabras de aquel hombre, pues no estaba por amor a la compra, sino por el objetivo real de aquel viaje. A pesar de mi poco interés, caminé por el puerto mirando las tiendas, y sobre todo, mirando los precios que en sus estantes tenían, puesto que, los precios de algo tan básico como los de un establecimiento comercial podían darme una idea del poder adquisitivo de los habitantes de la isla, un truco que mi buen padre me había enseñado en Dressrosa.
A pesar de la artesanía y objetos varios que allí se mostraban, mi atención se dirigió ahora a la gente de a pie, a los propios habitantes que hacían su día a día en la isla, analizándolos a simple vista por si podía sacar algún dato. Mientras observaba a las gentes del lugar, seguía pensativo en el problema monetario. Se que había traído dinero pero no el suficiente para una estancia prolongada a pesar de que todo era a "gastos pagados".
Observé como los otros treinta acompañantes estaban por decirlo de alguna forma, a su bola, mirando tiendas y charlando. Yo por mi parte me acerqué a una tienda, bastante bien decorada lo cual llamó mi atención, sobre todo porque ponía "Guias y Mapas" en su letrero. Entré en dicha tienda, y me dirigí al tendero.
-Buenas tardes caballero, disculpe que le moleste, pues soy extranjero y quería preguntarle quién dirige esta isla. Parece ser que esta ciudad es una de las grandes maravillas en cuanto a decoro y belleza se refiere. ¿Me daría alguna recomendación rápida sobre algún sitio interesante que no sean los típicos lugares para turistas? , ah y por cierto, si tiene un mapa de la ciudad, me gustaría adquirir uno, si es tan amable.-Dije con tono afable y esbozando una leve sonrisa, intentando crear alguna empatía.
No se que me respondería aquel hombre, pero fuera lo que fuera, le daría las gracias de todos modos y me dirigiría hacia el carro que nos llevaría a nuestro siguiente destino, esperando poder esclarecer mis dudas sobre este viaje.
- off:
- ¿Más o menos así?
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Parece que la gente del puerto viste muy bien, las mujeres llevan vestidos encorsetados con faldas largas y anchas y los hombres lago parecidos a esmóquines. No se ve a mucha gente que lleve pantalones y camisa, salvo unos pocos repartidores, pescadores y estibadores. El hombre de la tienda en la que entras te mira extrañado en un principio, pero luego una sonrisa va apareciendo en su cara. Parece que antes de responderte quieres que cojas el mapa que te está ofreciendo.
-La isla la dirige el gran Emperador del norte, Gelvin I de Mianna Aquí tiene sus mapas señor, son diez mil berries por favor. – A sabiendas de que es un precio exorbitado y de que nadie en su sano juicio lo pagaría eso por unos pocos mapas de una isla, te dice en un tono más confidencial. – Mire la página sesenta, tiene la “otra información”.
Con eso parece que la transacción queda sellada si le das el dinero, si no, también puedes declinar la oferta y coger un mapa normal antes de irte. Otra cosa es el tempo para leer la nota, quizás lo mejor sea en el carro si tienes la suficiente intimidad, o quizás en tu destino ya. Leerlo de camino al carruaje puede que no sea del todo buena idea, pero tú eliges el momento.
-La isla la dirige el gran Emperador del norte, Gelvin I de Mianna Aquí tiene sus mapas señor, son diez mil berries por favor. – A sabiendas de que es un precio exorbitado y de que nadie en su sano juicio lo pagaría eso por unos pocos mapas de una isla, te dice en un tono más confidencial. – Mire la página sesenta, tiene la “otra información”.
Con eso parece que la transacción queda sellada si le das el dinero, si no, también puedes declinar la oferta y coger un mapa normal antes de irte. Otra cosa es el tempo para leer la nota, quizás lo mejor sea en el carro si tienes la suficiente intimidad, o quizás en tu destino ya. Leerlo de camino al carruaje puede que no sea del todo buena idea, pero tú eliges el momento.
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Volví mi cabeza hacia el puerto. La isla seguía pareciéndome de los más pintoresca, pues sus gentes vestían con elegantes trajes y vestidos. Parecía ser que los que habíamos llegado a esa isla no éramos los únicos que podemos decir que el dinero es nuestro amigo. Es más la única distintiva social que podía observar por aquel lugar era que los trabajadores más básicos, como los estibadores, vestían con ropas propias de trabajos indignos. Es ley de vida al fin y al cabo, ya que, el pudiente asciende y el pobre no. Al menos esto era mi filosofía de "la sociedad".
Volvi a torcer la cabeza hacia el amable tendero, y este, mostraba una pequeña sonrisa, que casi podía decir que su amabilidad rozaba la malicia o la ingenuidad por mi parte. Me ofreció otro mapa, no sin antes responder a mis dudas. Parecía ser que aquel lugar estaba regido por un tal Gelvin I,aunque mis oídos dejaron de escuchar en el momento que me había pedido aquel amable tendero diez mil berries por un trozo de papel.
La verdad es que pensaba recriminarle en su cara por exigirme ese precio tan exagerado, sin embargo, no me convenía alzar la voz demasiado y quedar en evidencia como un auténtico verdulero. Así que muy a mi pesar acepté la oferta de aquel hombre.
-Más le vale que la página sesenta esté hecha de oro caballero....-Dije con un tono más enfadado cogiendo rápidamente el mapa y pagándole al contado.
Me di media vuelta y me dirigí hacia la salida del establecimiento, con el mapa doblado y guardado en el bolsilo interno-derecho de la pechera de mi esmoquin. Antes de cruzar el umbral de la salida, me giré y me dirigí a aquel tendero.
-Caballero un placer haber acudido a su establecimiento, espero que lo que me ha proporcionado me sea útil, sino, me veré en la obligación de volver, y esa vez, le aseguro que no seré tan amable, ni idiota- Dije sonriendo de una forma cínica.
Salí finalmente de la tienda para volver al puerto donde las gentes seguían haciendo su día a día entre compras, labores y visitas. Mientras caminaba volvía a mi mente el nombre del dirigente de la isla, ese tal Gelvin I ¿Sería nuestro anfitrión?, no tenía ni idea, pero su isla mostraba ser pudiente, eso ya era un punto a su favor.
Sentía por otro lado curiosidad por la página que aquel tendero me dijo que mirara, así que pensé en leerla en mitad de la calle en mi camino hacia mi carruaje, pero, si algo aprendí en Dressrosa, es que las calles tienen ojos, oídos y muy malas intenciones. Así que caminé hacia el carruaje, pues mis tareas en el puerto habían finalizado. Subí y me acomodé en mi asiento, esperando que las comitivas nos llevaran a nuestro siguiente destino. Corrí la cortina del carruaje, quedando a oscuras pero con la suficiente luz para sacar aquel mapa e intentar leer, en intimidad, aquella nota. ¿Que sería?. No tenía ni idea, pero al menos haría tiempo leyendo el mapa,
estudiándolo antes de que pitaran a zafarrancho para ir a nuestro siguiente destino.
Volvi a torcer la cabeza hacia el amable tendero, y este, mostraba una pequeña sonrisa, que casi podía decir que su amabilidad rozaba la malicia o la ingenuidad por mi parte. Me ofreció otro mapa, no sin antes responder a mis dudas. Parecía ser que aquel lugar estaba regido por un tal Gelvin I,aunque mis oídos dejaron de escuchar en el momento que me había pedido aquel amable tendero diez mil berries por un trozo de papel.
La verdad es que pensaba recriminarle en su cara por exigirme ese precio tan exagerado, sin embargo, no me convenía alzar la voz demasiado y quedar en evidencia como un auténtico verdulero. Así que muy a mi pesar acepté la oferta de aquel hombre.
-Más le vale que la página sesenta esté hecha de oro caballero....-Dije con un tono más enfadado cogiendo rápidamente el mapa y pagándole al contado.
Me di media vuelta y me dirigí hacia la salida del establecimiento, con el mapa doblado y guardado en el bolsilo interno-derecho de la pechera de mi esmoquin. Antes de cruzar el umbral de la salida, me giré y me dirigí a aquel tendero.
-Caballero un placer haber acudido a su establecimiento, espero que lo que me ha proporcionado me sea útil, sino, me veré en la obligación de volver, y esa vez, le aseguro que no seré tan amable, ni idiota- Dije sonriendo de una forma cínica.
Salí finalmente de la tienda para volver al puerto donde las gentes seguían haciendo su día a día entre compras, labores y visitas. Mientras caminaba volvía a mi mente el nombre del dirigente de la isla, ese tal Gelvin I ¿Sería nuestro anfitrión?, no tenía ni idea, pero su isla mostraba ser pudiente, eso ya era un punto a su favor.
Sentía por otro lado curiosidad por la página que aquel tendero me dijo que mirara, así que pensé en leerla en mitad de la calle en mi camino hacia mi carruaje, pero, si algo aprendí en Dressrosa, es que las calles tienen ojos, oídos y muy malas intenciones. Así que caminé hacia el carruaje, pues mis tareas en el puerto habían finalizado. Subí y me acomodé en mi asiento, esperando que las comitivas nos llevaran a nuestro siguiente destino. Corrí la cortina del carruaje, quedando a oscuras pero con la suficiente luz para sacar aquel mapa e intentar leer, en intimidad, aquella nota. ¿Que sería?. No tenía ni idea, pero al menos haría tiempo leyendo el mapa,
estudiándolo antes de que pitaran a zafarrancho para ir a nuestro siguiente destino.
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