Buscando un arqueologo. Moderado para Aleksandar. Level six

Te encuentras en el interior de un avión no tripulado, Los asientos son de cuero negro y los cinturones de seguridad que te sujetan es un despilfarro en oro. En frente tuyo tienes equipo básico, preparado para la supervivencia en la jungla que se encuentra bajo tus pies, comida bebida y herramientas diversas en caso de heridas. También tienes contigo un bonito arsenal de armas, machete, lanzallamas, rifle y una pistola gancho. Todo ello con munición suficiente para presentar una buena batalla a las criaturas que puedas encontrarte en la espesura. Sin embargo tal vez lo que mas te aterre puede ser el paracaídas que hay enfrente tuyo.

Las luces del interior del vehículo volador se encienden mientras la trampilla exterior se abre, el viento cálido y húmedo de la selva te golpea en los sentidos, debajo tuyo la inospita selva, un atestado infierno verde, un velo esmeralda que oculta secretos oscuros. Tu zona de caída es un pequeño lago entre los arboles y solo tienes este momento para saltar. Desde las alturas puedes ver las ruinas donde se supone el arqueólogo desapareció, parecen ser construcciones precolombinas o tal vez Toltecas, sin embargo la vegetación apenas te permite ver la cima de la pirámide central de la ciudad ahora abandonada. El avión da una vuelta de reconocimiento a la espera de que saltes, la luz del interior se torna verde y es ahora o nunca. La extracción se realizara cuando mandes una señal con un Gps que te han otorgado, o cuando lances una bengala que tienes en tu equipo, color purpura para huir solo, rojo si has encontrado al arqueólogo.

Durante todo el trayecto se había olvidado de cómo respirar normalmente, en lugar de inspirar, pareciera que estuviese dando dentelladas al aire, tratando de tragarse todo el aire que le rodeaba, jadeando ansioso cada vez que soltaba el más mínimo suspiro de oxígeno de sus pulmones.
El pecho le ardía, parecía que le fuese a estallar en cualquier momento. Las manos le sudaban, su ritmo cardíaco se había disparado -¿Era siquiera posible que un corazón humano latiese así de rápido?-, ya no controlaba sus piernas, que le temblaban sin control, de arriba a abajo, de arriba a abajo, arriba y abajo, arriba y abajo... Como si tamborilease con su pié.

¿En qué demonios pensaba apuntándose a una partida de búsqueda de ese tipo? ¿Por qué se le había pasado siquiera por la cabeza subirse a un avión?

No. La verdadera pregunta era ¿Cómo?
¿Cómo es que estaba ahí?

Nada tenía sentido. Jamás en su vida se habría podido permitir el lujo de viajar en un vehículo de ese tipo, y menos tan lujoso como aquel. Ni tan siquiera tenía licencia ni nada que le identificase como alguien de utilidad para una misión como aquella. Era un simple vagabundo, un don nadie, por no tener, no tenía ni siquiera una muda de ropa de repuesto.

Si muriese nadie se enteraría ni se preocuparía por él... Claro, por eso mismo.

Se había presentado ante la tripulación del avión preguntando los detalles de la partida de búsqueda que había oído. ¿Dinero, aventuras garantizadas y todo lo que se encontrase? Todo sonaba demasiado bonito para ser verdad. Y el caso es que era una misión peligrosa, si iban a perder gente ¿Qué mejor que perder a un triste trotamundos al que nadie conoce?

Pero la pregunta más importante era... ¿Por qué no iba a aceptar viajar? Le usaban como carne de cañón pero ¿Y qué? El objetivo era buscar a un arqueólogo, seguramente buscar por unas ruinas antiguas. El premio un buen montón de berries y todo lo que se encontrase y quisiera llevarse consigo.
Es decir, que podía rescatar a alguien entendido en el oficio de sus sueños, que podría enseñarle algo de aquel mundillo, podía explorar unas ruinas abandonadas y podía ganar el suficiente dinero para no tener que vivir de la calle durante bastante tiempo.

¿Qué tenía que perder realmente?
A parte de la calma, claro está.

Miró de soslayo el equipo que le habían ofrecido para aventurarse. "Menudo montón de trastos" pensó. No dudaba de la efectividad del equipo. Es decir ¿Qué ganaban enviando a una persona, quien fuese, a rescatar a un arqueólogo ofreciéndole un equipo en mal estado? Pero aun así, eran demasiadas cosas, muchas más de las que él estaba acostumbrado a llevar. Tanta carga, tanto peso sería un estorbo.
Se llevó la mano hacia la cadera y se reconfortó al sentir el peso de su katana contra su cuerpo. Aquella espada era la herramienta en la que más podía confiar, aunque no fuese precisamente un experto espadachín, su katana era el único punto de apoyo que realmente necesitaba, la única roca a la que podía agarrarse cuando la fuerza del mar lo arrastraba. Mientras la tuviese se sentiría seguro...

O no del todo.

Le dieron el aviso, la zona de salto estaba cerca, debía empezar a prepararse. Con la poca gracilidad que le ofrecían sus temblorosas y sudadas manos, se colocó el paracaidas a la espalda y rebuscó como pudo la cuerda de la que debía tirar al rato de saltar. Se aseguró una vez más de que lo llevaba todo encima tan bien como podía y abrió los ojos aterrado al ver la luz verde que indicaba que era el momento de lanzarse hacia abajo.

Lo llevaba notando desde hacía un buen rato, pero no se dió cuenta hasta ahora de que el viento soplaba con una fuerza desmesurada dentro del avión. No... Más que soplar era como si le diese latigazos. Soplaba tan fuerte que podía sentir como le empujaba para acto seguido atraerlo hacia la puerta del avión, una y otra vez, como si se encontarse en el ojo de un huracán.

La luz verde le cegaba los ojos.
Era la hora.
No estaba preparado.
Las piernas no le respondían.
Apenas le habían dado unas pocas indicaciones.
¿Recordaba algo de lo que le habían dicho?
No recordaba nada.
¿Por qué no le respondía el cuerpo?
Aún estaba a tiempo de echarse atrás.
No lo estaba.
ya era tarde.
La cabeza le iba a estallar.

-¡Jodeeeeeeeeer!

¿Cómo pudo vencer al miedo? No lo sabía. No le importaba. Habái cruzado el umbral del miedo que le impedía moverse y ahora se encontraba a unos pocos cientos de metros del suelo, cayendo en picado hacia abajo.

Y de pronto, tan deprisa como se había ido, el miedo volvió. Paralizado por el miedo, sintiendo como ganaba velocidad sin parar, casi en estado catatónico. Miraba la tierra a sus pies, si no reaccionaba pronto haría un cráter, o peor, acabaría siendo un manchón rojo en una isla alejada de la mano de los dioses.

Cielo santo ¿Por qué estaba ahí? ¿Qué tenía que hacer ahora? ¿A qué distancia tenía que abrir el paracaídas? Intentaba recordar ¿Qué le habían dicho? Si lo abres demasiado pronto te alejarás del sitio, si lo abresdemasiadotardeteestamparáscontraelsuelointentavisualizarconcéntratelacabezamevaaestallarrespira respira respira ¡MALDITA SEA, RESPIRA!

Se notaba embotado, incapaz de reaccionar, los pensamientos fluían en su cabeza apegotonados, uno detrás de otro, sin descanso. Hasta que una chispa se encendió en su cerebro, una pequeña chispa que le devolvió la conciencia, que le devolvió a la realidad.

Y de pronto, tan deprisa como había vuelto, el miedo se marchó. Se marchó siendo empujado por una sensación extraña, una sensación que no había sentido nunca y que estaba prácticamente moviendo su cuerpo por él.

Ahí estaba, esa sustancia que te mantiene vivo, que te mantiene alerta y alejado de la realidad al mismo tiempo. Esa... Energía de los dioses.

Adrenalina.

De pronto olvidó el pánico que había sentido hacía apenas unos instantes y se fijó en dónde se encontraba. Cayendo, sí. Pero en el cielo, sin tierra donde pisar, sin muros que le tapasen las vistas, sin fronteras que le cortasen el paso. Se sentía libre. Y aún mejor que eso, se sentía vivo.

De pronto volvió a tomar el control. Rió. Rió como nunca lo había hecho. Rió a carcajadas, gritando enloquecido, como queriendo que cada rincón del mundo escuchase su risa. Esa eufória le despertó del embotamiento, le devolvió la vida. Empezó a girar, a dar volteretas. Dios santo se sentía tan libre...

Al poco rato se percató de que quizás ya iba siendo hora de abrir el paracaídas, o acabaría chocando de bruces contra el suelo y adiós Aleksandar. Se llevó la mano al pecho, buscando la cuerda de la mochila del paracaídas. Pero esperó un poco más, un poco más, un poco más... Hasta que llegó el momento en el que supo que ya no podía alargar más la sensación de "volar hacia abajo sin control" y tiró de la cuerda.

Sintió un fuerte latigazo en todo el cuerpo cuando el paracídas atrapó el aire y comenzó a ralentizar la velocidad de su caída. Y al tiempo que esta se ralentizaba, notaba que también lo hacía el tiempo. Como si el mundo se hubiera congelado en aquel instante. Como si hubiese sido el único momento en el que realmente había sentido que estaba vivo y se lo hubiesen arrancado de golpe... Había sido algo tan fugaz, y tan maravilloso... Aquel subidón de adrenalina... No le sorprendería acabar siendo adicto a esa sustancia.

Pero desprendido de la velocidad o no, había algo que tenía que agradecer.
Y era que estaba vivo.

La caída es suave y veloz, tienes tiempo de ver los arboles gigantes de la floresta que extienden sus ramas hacia el cielo en busca de la preciada luz solar. Atraviesas las ramas en dirección a la laguna. Con una sonora salpicadura te sumerges en el agua apenas tiene tres metros de profundidad pero las raíces de los arboles están por doquier y seria peligroso quedarse atrapado entre ellas, el paracaídas es fácilmente retirado y no te estorba para regresar a la superficie, rompes la tensión superficial del agua con la cara y sales a la superficie dando una bocanada de aire. Poco a poco nadas hacia la orilla en donde puedes hacer pie en el fangoso suelo.

-Menuda entrada... Para alguien que no ha sido invitado.- Detrás tuyo hundida en el agua hasta las rodillas se encuentra una mujer viste de verde lleva consigo un cinturón con multitud de bolsillos, su pelo es castaño y tiene pinta de ruda ademas de dos buenas tetas. Su voz es firme y no muestra hostilidad.

En el instante que te has dado la vuelta ella ha sacado una pistola, podrías decir que es una beretta de quince tiros.

-No te... muevas.- La chica te mira fijamente mientras te apunta con el arma. Parece que tiene intenciones de disparar.

La adrenalina restante le mantuvo espabilado el tiempo suficiente para salir del agua, y el contacto con esta le refrescó casi por completo, trayéndolo de vuelta a su estado de plena conciencia… Pero ahora que la euforia se le disipaba, empezó a notar emocionas distintas en su estómago. Aguantó el tipo como pudo hasta llegar a la orilla, el moverse en el agua le mantenía distraído, pero en cuanto hundió sus pies en el fango, su estómago volvió a amenazarle.

Y de amenazas iba la cosa. Por lo visto la isla no estaba tan deshabitada como le habían informado.

A su espalda se encontraba una mujer de pelo castaño, vestida, suponía, para camuflarse con el paisaje. Y no sabía exáctamente dónde fijar la vista, si en las generosas curvas de su figura, en el cañón de la pistola que sujetaba, apuntando a su cabeza, o en…

-… Dis… cul…

En el suelo, en el montón de barro que le hundía los pies. Fijó la vista en el suelo para que su estómago le dejase en evidencia en el peor momento posible. El cúmulo de emociones se le escapó por la tráquea junto a su primera papilla. Aun con todo, intentó mantener las manos levantadas, enseñando las palmas en todo momento, para dejar claro que no venía con malas intenciones. En todo momento a excepción de cuando se limpió las babas de la boca con el dorso de la mano para acto seguido limpiarse esta en el pantalón.

-Joder… -Balbuceó cuando pudo tomar aire- Lo siento, no busco problemas. Solo… mierda… -Parecía que la fatiga no se le terminaba de ir, pero hizo de tripas corazón (nunca mejor dicho) y aguantó de la forma más estoica que pudo la última ráfaga de vómito quietecita dentro de su estómago. -No vengo con malas intenciones, me mandan a… Me cag…

Y se acabó el esfuerzo estoico. Ahí estaba, terminando de vomitar en una isla perdida del mundo, empapado, cubierto de barro y vómito casi hasta las rodillas y con una voluptuosa mujer con una bala que buscaba un sitio donde alojarse.

Sencillamente ridículo. Muy propio de él.

-Busco a alguien -Dijo por fin, dudando sobre si debería haber mantenido o no la boca cerrada con eso último.

Comienzas a intentar explicarte sin conseguirlo a causa del vomito. Pero ninguna de tus palabras parece convencer a la chica que dispara su arma. La detonación llena tus oídos mientras tu mundo se torna negro.

Abres los ojos solo para comprobar que el disparo no estaba destinado a ti. Un enorme cocodrilo de mas de tres metros de longitud se había acercado a ti con la intención de hacerte su aperitivo, el disparo ha conseguido distraerlo lo suficiente como para que no cierre sus fauces sobre ti, aun así la criatura no se amilana y se abalanza sobre ti usando su increíble y pesado cuerpo. Te encuentras en la orilla en un terreno fangoso lleno de raíces, esto reduce tu movimiento dramáticamente sin embargo para el animal es su habitad y esta mas que acostumbrado a pelear aquí.

-¡No tengo linea de tiro! Estás en medio- La mujer intenta ayudarte pero teme que un disparo pueda darte, parece que estas mano a mano con el reptil. - Intenta cerrarle la boca, esos bichos tienen mucha fuerza cerrándola pero no pueden abrirla si se la comprimes.-

Según las indicaciones si pudieras conseguir cerrar la boca de ese bicho sin dejar dentro ningún pedazo tuyo el bicho se daría por vencido. Ahora que comience la lucha.

Se quedó petrificado del miedo al escuchar el sonido del disparo. Apretó los ojos con fuerza, haciéndose a la idea de que ya no volvería a abrirlos… Pero no fué así. El disparo no iba dirigido a él, sino a una bestia escamada enorme que se encontraba a unos pocos metros (demasiado pocos) que tenía intención de desayunarse a un vagabundo en aquella charca.

Lo normal sería que se hubiera quedado quieto, de nuevo de vuelta a estado catatónico, pero los gritos de alerta de la mujer le mantuvieron por encima de la franja de seguridad de la conciencia. Tenía razón, no era el momento para quedarse sin hacer nada, no podía quedarse quieto o moriría. Venga. Él era un experto en no quedarse quieto ¿Qué podía hacer?

¿La mandíbula? Sí, una buena idea, sin duda, pero peligrosa. De hecho, estaba hablando de acercarse precisamente a aquello que tenía que evitar por encima de todo. ¿Sería capaz de hacerlo? Estaba con los pies hundidos en el fango, empapado y con un peso extra que no estaba acostumbrado a llevar. ¿Podría conseguirlo?

...No era el momento para pensar demasiado. Si no se podía mover no perdería el tiempo intentándolo.

Guiado por un instinto primitivo se agachó del todo mientras trataba de sacar el rifle como podía. Lo sujetó por la culata con una mano mientras que con su mano libre agarró su katana para hundir ambas armas en diagonal en el barro, tanto como pudo. Y entonces, cuando el cocodrilo estaba a apenas un metro de él, se tumbó en el barro, golpeando el suelo con todo el peso de su cuerpo lo más fuerte que pudo para hundirse tanto como el fango se lo permitiera.

Si todo salía como esperaba con su plan improvisado, tanto su katana como el rifle harían resbalar la mandíbula inferior del cocodrilo, pues en principio el animal no busca tragar un kilo de barro, y no hundiría sus fauces en la tierra húmeda. Si eso pasaba tendría unos valiosos segundos para abrazarse a las fauces de la bestia como si se aferrase a los brazos de su madre. Incluso con eso, al agacharse le estaba dando vía libre a la pistolera para vaciar el cargador si hacía falta, de hecho, contaba con ello.

Pero si el cocodrilo alcanzaba a poner sus colmillos sobre él… Se acabó.

El cocodrilo te embiste justo en el instante que te sumerges en el agua y lodo del fondo. Sientes al gigantesco reptil encima tuyo su cabeza te ha sobrepasado y puedes intuir, que no ver a causa del agua y la mugre que flota en ella, que lo que se encuentra encima tuyo es su estomago. Sin embargo la criatura se retira tan rauda como ha venido, una mano te saca del fondo y te pone en pie con suma facilidad.

-Vaya. Creí que tendría que pagar para ver a un idiota luchar con un cocodrilo así de grande.-

El que se dirige a ti es un hombre de color, lleva la cabeza afeitada y porta un fusil de asalto de gran calibre, tiene la munición en ristras sobre el pecho. Viste pantalones verdes y camiseta veige.
Detras suyo aparece de la espesura tres personas mas, uno de ellos te apunta con su fusil pero es detenido por la mujer que viste antes.

-Tranqui, Van. No dispares.

El susodicho Van es un chico joven le das poco mas de veinte primaveras, lleva un casco de color verde y hombreras como protección, el resto de su ropa es de camuflaje.


Con cuidado caminas fuera del agua hacia tierra firme en donde el quinteto te rodea formando un semicírculo y te miran con suspicacia.

Ahora es el momento de relacionarte con estos sin duda alguna mercenarios.

De haber habido algún bardo por ahí cerca podría haber escrito una obra maestra mirando el rostro del vagabundo, pues la cara de tonto que se le había quedado era todo un poema, digna de retratar, enmarcar y colgar en los museo más prestigiosos de los mares. Por fortuna no lo había. Salió del agua con la mente en otra parte mientras aquel grupo de personas se le acercaba.

¿Qué demonios había hecho? Ya no tenía 6 años, no era hora de jugar a ser un aventurero, no estábamos hablando de usar la imaginación para crear un mundo de fantasía con tus amigos de la infancia. No, ni mucho menos. Estábamos hablando de un cocodrilo, de un enorme lagarto de como tres metros de largo, al menos 500 kilos de un depredador cubierto de escamas con la mordida más potente del mundo animal… Y se acababa de tumbar esperando formar una barricada para que la mandíbula de resbalase… ¿Es que había perdido por completo el juicio? Prácticamente se había ofrecido en bandeja de barro al cocodrilo como desayuno.

Cuando por fín fué capaz de bajar un poco de las nubes y recuperarse del sobresalto fijó la mirada al grupo de personas que ahora le rodeaba, sin apartar el rabillo del ojo de su espada, que se había hundido casi del todo en el agua. Supuso que no pasaría nada por dejarla cinco minutos en el agua si luego la secaba debidamente. Abrió la boca para empezar a balbucear dirigiéndose a quien le había sacado del agua.

-Antes de nada… gracias -Todavía jadeaba recordando la estupidez que había hecho.- Te debo una muy grande, debería estar muerto -De hecho, debería.

Dirigió la mirada ahora a la chica de antes.

-Lo siento si he venido a meterme donde no me llaman, pero… -Se lo pensó antes de hablar- Prácticamente vengo de recadero. Me mandan a buscar a alguien. -Miró de soslayo su espada mientras giraba la cabeza de esta a sus rescatadores, esperando que se percatasen y le dieran el visto bueno para darles la espalda un segundo e ir a por ella.

Ves que el negro levanta su arma hacia ti con una sola mano.

-Creo que te confundes. La única misión que hay aquí es la nuestra, una de tipo gubernamental. Estas en mitad de una zona restringida, regida por la ley militar asi que, si lo piensas bien... seras tu quien se vaya de una forma o de otra.

Puedes ver como la chica se acerca a el y le baja el arma con la mano.

-Compórtate Sealy. y, por el amor de dios. Deja de agitar esa cosa. Esta operación es suficientemente complicada, no necesitamos que la empeores.

El hombre replica mirandola seriamente.

-Recuerdame cuando he pedido tu opinión. Hyatt. Hasta donde yo sé, el que estaba al mando de la misión era yo.

-¿Si? Pues tu misión lleva 30 minutos sobre el terreno y ya es un completo desastre. Todo nuestro equipo está en algún sitio en el fondo del pantano. Necesitamos toda la ayuda que podamos conseguir. A menos que este tío lleve ese arsenal por diversión diría que sabe cuidarse.

-Vale, podemos probarlo a tu manera.

Puedes observar que el grupo se relaja.

-Ya que estamos te presentaré al resto. Somos la mano del muerto, fuerzas especiales del gobierno. No necesitas saber para quien trabajamos exactamente. Estos son Page, Gantry, Van derpool, puedes llamarle Van y ya has tenido el placer de conocer al capitán Sealey.

Page es un hombre de unos treinta con gorra verde y gafas de sol con un físico atlético. Gantry es rubio de ojos azules y lleva un crucifijo colgando del pecho su camisa es gris. Van es el soldado con el casco. La chica continua la explicacion.

-Nos han enviado a encontrar... Algo. Pero reconocimiento e inteligencia nos dejaron tirados. Saltamos a ciegas y dimos con el pantano. Todo nuestro equipo... La radio, la mayoría de nuestras armas y munición, víveres... Se hundieron antes de que pudiésemos recogerlos.

Vale, vale. Basta de socializar. Tenemos que cubrir al menos cinco kilómetros a través de esta espesa jungla y nos estamos quedando sin luz.- El capitán empieza a abrir la marcha usando un machete para cortar plantas, lianas y arbustos. Llevan tu misma ruta y seria prudente ir con ellos, pero si no te fías puedes hacer lo que desees.

"¿La mano del muerto?" Pensó para sus adentros. No había escuchado ese nombre ni de casualidad. Tampoco le importaba mientras dejasen las hostilidades, pero si aquello de que iban en misión gubernamental, igual podría estar de una manera u otra implicada en el caso del arqueólogo que le habían mandado a buscar.

-De hecho, creo que puedo echaros una mano. -No hacía falta decir que mientras decía eso se aseguró de apartar la mirada de sus anfitriones, para clavar sus ojos en su espada y el fusil, todavía hundidos en el agua. Ya había tenido malas experiencias tratando de mentir mientras intercambiaba miradas. Cómo odiaba sus malditos ojos... Se adelantó despacio para recuperar las armas. -En realidad he venido a buscar a un… “Compañero” si podemos decirlo así -Se estaba dando asco a sí mismo, no tanto por mentir, sino por tener la poca educación de no mirar a la cara a las personas a las que se dirigía, pero su katana llevaba ya un par de minutos en el agua y temía que se acabase oxidando.

Cuando llegó a la altura de las armas removió un poco el cañón del fusil en el agua para quitarle los restos de fango y lo sacudió para escurrir un poco del agua antes de colgarlo a su espalda. Con el puño cerrado alrededor de la empuñadura de su espada cerró los ojos y respiró profundamente. La sacó del agua y la desenvainó muy lentamente… Ni una sola gota de agua en el interior de la vaina. “Bien, no se ha filtrado.” Volvió a dirigir la mirada

-Entendería que no os lo quisiérais creer por lo de hace un momento, pero entendedme, estaba en shock, me pilló desprevenido. -Comenzó a acercarse a la mano del muerto con cautela- Os puedo asegurar que sé defenderme bien ¿Por qué si no iban a tirar a un solo hombre desde un avión?

Una vez a pocos metros del grupo fijó sus ojos en el capitán Sealey. Ya no iba a soltar más mentiras y podía volver a ser educado.

-Podeis contar conmigo, ayudaré a lo que haga falta. Igual de camino puedo entregar el recado.

Camináis por la jungla en silencio atentos a cualquier sonido que pueda suponer una amenaza inminente, como un depredador. Se ha puesto el sol y continuáis a 35 grados, la marcha ha durado desde hace horas y el avance ha sido duro y lento, tan solo el camino abierto por el machete del capitán os permite moveros en fila india con un poco de soltura.

-Page, ven aquí. Dispara una bengala. Dame algo de luz.- El capitán parece haber encontrado un claro en la espesura. Page se adelanta y dispara una bengala de color rojo al cielo nocturno.

-Ahora mismo. Aquí tienes, capi.-

Ante vosotros se encuentra una montaña y a sus pies oculta entre las paredes de roca y el bosque una construcción de hace cientos tal vez miles de años, los arboles han crecido por su superficie y apenas es reconocible la antigua pirámide olmeca que fue. Sin embargo lo mas perturbador es la gigantesca nave que yace en tierra. La nave es enorme y parte de ella queda oculta tras la piramide.

-Parece que hemos encontrado lo que buscábamos.- El capitán esta visiblemente satisfecho y se dispone a entrar en la nave por un boquete en el casco.

-Vale chicos y chicas. Echemos un vistazo y veamos si hay alguien en casa. Page conmigo. Van y Gantry por la derecha. Hyatt, tu novio y tu por arriba. Si alguien encuentra algo, que grite. Nos reuniremos aquí en 15 minutos. Si veis algo que no os guste disparadle.

Todos se mueven siguiendo las ordenes, a ti te han dejado con la niña bonita. ¿Ahora que harás?

Empapado en agua, una temperatura sofocante y una caminata exhaustiva en una isla con una humedad agobiante. Por no hablar del peso de un equipo que no estaba en absoluto acostumbrado a cargar. Le estaba costando aparentar serenidad bañado en sudor y con toda la ropa sin terminar de secar, pero no podía permitirse mostrar cansancio si quería que le siguieran el juego. En pocas palabras, fueron unas horas insufribles. Pero todo valió la pena, todo por ver ante sus ojos uno de esos lugares en los que siempre había soñado entrar…

Unas ruinas antiguas. Estaba bastante oculta en la isla, seguramente quienes la construyeron eligieron cautelosamente el emplazamiento para que no fuese nada fácil llegar por el bosque… Pero seguro que no contaban con que les visitasen por el aire. ¿Qué demonios era eso? No se parecía en nada al avión en el que había llegado, pero saltaba a la vista que aquel trasto enorme, fuera lo que fuese, volaba, si no ahora, al menos antes.

Miró con los ojos como platos hacia las ruinas, le costaba creer que por fín le había llegado la ocasión que la que soñaba desde pequeño, solo que esta vez iba a ser en serio. Se acabó jugar a los arqueólogos, era hora de explorar de verdad.

Las instrucciones del capitán le sacaron de su ensimismamiento. Había repartido a la expedición en grupos de dos, y apenas le dió tiempo a procesar cómo se habían referido a él.

-Es Aleksandar… -Dijo, tarde, al comprender el por qué de que no le hubiesen llamado por su nombre. En todo este tiempo ni siquiera se había presentado.- … Mi nombre es Aleksandar -Acabó por repetirle a Hyatt, quien al parecer, era la única que le había escuchado. -Siento no haberme presentado antes. En fin.

Procuró no demorar demasiado en moverse, estaba impaciente, se le notaba. Fuese a morir o no, estaba a punto de vivir, por fín, una aventura real.
Se adelantó antes de esperar por más indicaciones de Hyatt pese a que, sin duda, ella sabía caminar mejor que él por ese tipo de sendas.

-¿Empezamos a andar? -Dijo después de comenzar la caminata.

El interior de los pasillos esta plagado de material tirado en el suelo, hay polvo que deja vuestro rastro marcado conforme avanzáis. Encima de vuestras cabezas podéis ver un hueco en el techo es circular y parece que el metal ha sido corroído por alguna sustancia que no llegas a comprender. El camino se hace en silencio atentos a cualquier ruido que pueda perturbar la tranquilidad de los pasillos.

El sonido de un disparo seguido por un grito retumba en toda la nave. Os lanzáis a la carrera en dirección al grito para encontraros con Van.

Llegáis después de unos minutos para presenciar una escena dantesca. Colgado de la pared mediante una sustancia que cubre su cuerpo y lo pega a esta, se encuentra un mink tiene un tiro en la frente y el pecho reventado hacia afuera, delante de el en el suelo a unos veinte centímetros del cuerpo se encuentra un recipiente parecido a una flor abierta, medirá medio metro de alto.

La escena tal vez necesite una investigación mas a fondo.

En el interior todo estaba desordenado, habían trastos tirados por todas partes sin ton ni son, desde hacía años como poco, al menos es lo que parecía debido a la cantidad de polvo en el suelo. Aquello no le gustaba nada, si su nuevo patio de recreo como él lo veía, resultaba no estar deshabitado desde el principio, las huellas que dejaban en el suelo les sería la mar de útiles a los posibles anfitriones, para bien o para mal… Esperaba que para bien.

Le llamó bastante la atención una parte del techo de metal que parecía como… ¿Derretida? No, el metal no se derrite tan fácilmente, seguramente fuese debido al derramamiento de algún ácido o algo así. Sería mejor tomar nota del asunto, si quedaban restos de aquello que hubiese derretido el metal sería conveniente ir con pies de plomo, más de lo que ya iban, evidentemente.

Caminó sin ninguna novedad durante un rato que le pareció una eternidad. Un silencio bastante profundo inundaba el recinto, en primer lugar por no decir ni una palabra durante todo ese rato; segundo por la amortiguación de los pasos en el polvo, que hacía mucho más fácil andar en sigilo, si no se tenía en cuenta las huellas que dejaban tras de sí, claro está.

Y para rematar el silencio estaba…

-Qué dem…

… Estaba el silencio envolvente de la tensión que recorría el aire como electricidad. Sí, costaba notar esa parte del silencio hasta que el estruendoso e inconfundible sonido de un disparo rebotó por las paredes hasta alcanzar sus oídos.

Ignoraron por completo el método de sigilo que estaba utilizando, un disparo no suele indicar nada bueno, y era urgente que fueran a investigar, más aún cuando un grito llegó arrastrado tras el eco del disparo.

Tras cruzar unos cuantos pasillos que le parecieron kilómetros encontraron a Van presenciando una escena grotesca.

El disparo no pudo venir sino del arma de Van, no había visto a nadie (ni a nada) moverse por los pasillos que hubiese podido escapar de ahí. Fijó sus ojos en la pared, donde algo -no sabría decir el qué, pero evidentemente no estaba vivo- estaba pegado, cubierto de una sustancia aparentemente viscosa y un agujero enorme en el pecho… Van no pudo haber hecho eso, no, además, el agujero estaba abierto hacia afuera, para que eso hubiera sido posible tendría que haber disparado con una escopeta a bocajarro desde la espalda. El disparo de Van había ido a parar a la cabeza del cadáver -que él pudiera ver-. Pero entonces… ¿Cómo es que tenía semejante hueco en el pecho?

Había algo en el suelo. Algo con forma de… ¿De flor? No era exáctamente eso, pero en aquel momento no se le ocurría otra cosa con la que compararlo. Ni siquiera se hacía una idea de qué demonios era.

… ¿Es que acaso….?

-Van -comenzó a preguntar inspeccionando el terreno sin acercarse demasiado a lo del suelo- ¿Qué ha pasado aquí? -Empezó a moverse un poco por la sala, buscando alguna pista. -¿Has visto lo que le ha pasado a… a esa cosa? …. Mink, a ese mink.

Había tardado en darse cuenta por culpa del estado del cadáver, pero estaba casi seguro de que se trataba de un mink.

-No quiero hablar antes de tiempo pero… No voy a descartar la posibilidad de que esa cosa le haya salido de dentro. -Terminó de explicar señalando aquella cosa del suelo.

Van comienza las explicaciones mientras Gantry reza un salmo.

-...Aunque camine por cañadas oscuras, no temere a ningun mal, pues estas conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan, me prepararas una mesa frente a los enemigos...

-Bueno, Gantry y yo hemos doblado la esquina y lo hemos visto. Esa cosa colgada en la oscuridad, me ha puesto nervioso. Así que, hum, le he disparado a la cabeza.

En ese momento llega el resto del grupo con el capitan Sealey en cabeza.

-¿Por que diablos gritabas. Van? ¡Esto parecía un dormitorio de chicas una noche de redada de braguitas! ¿Y que es esa cosa con un agujero en el pecho?

-No es cosa mía. Eso ya lo tenia cuando llegamos.

Mientras las discusiones suceden tu te fijas en el zarrio del suelo. Es orgánico de eso estas seguro pero el tamaño no coincide con el agujero del pecho es muy improbable que eso fuera lo que causara la muerte. Por otro lado al lado del "huevo" puedes ver el cuerpo de una curiosa criatura, parece un arácnido con larga cola y un abultado cuerpo. Examinas el agujero que tiene el cadáver en el pecho y llegas a la conclusión de que eso tampoco fue lo que le causo la muerte, sin embargo encuentras muchas similitudes con el huevo que tienes a tu lado, tal vez la criatura se gestaba allí y el mink no tuvo mas idea que abrirlo acabando con la cría. Posiblemente la madre enfurecida acabo con el.

Tus compañeros de viaje estas discutiendo sin prestar demasiada atención a la escena. Después de unos momentos el capitán habla.

-No estoy seguro que ha matado al chiquitin. tendremos que registrar el resto de la nave y buscar pruebas. Mismas parejas que antes y tened cuidado. Nos reuniremos en la brecha del casco dentro de treinta minutos mas o menos, en marcha.

Los mercenarios se ponen en camino siguiendo las ordenes.

-Van, recuerda no disparar a nada que no este vivo. Buena suerte.

Te has quedado solo con la chica y los cuerpos puedes investigar la nave, huir, o ir al punto de reunion e incluso sorprenderme con algo mas inesperado.

Se detuvo a examinar con más detenimiento el cuerpo de aquella especie de araña… Quizás araña no fuera la descripción más apropiada, no recordaba ninguna araña con cola o aguijón. ¿Qué demonios era? ¿Qué demonios había causado el agujero en el pecho del mink? ¿Y qué clase de criatura puede gestar…?

-Un huevo… -Se llevó la mano a la cintura, buscando la empuñadura de su katana, ignorando el resto de armas que traía consigo- Por vuestro bien procuraría no impregnarme del olor de esa cosa -Dijo señalando el “huevo”- Por lo general las madres no se alejan mucho de los nidos, es como con los pájaros. Y por supuesto no dejeis vuestro olor en ellos.

Escuchó una vez más las indicaciones del capitán antes de que el equipo volviera a separarse.

-¿Tus amigos tienen serrín en la cabeza? -Preguntó a Hyatt- ¿Cabe la posibilidad de que nos hayamos metido en el nido de la madre de esa cosa -Señaló al arácnido- y ese cabeza hueca sugiere que nos dividamos? ¡Es una estupidez!

Suspiró cerrando los ojos al escuchar cómo levantó la voz

-Lo siento, pero empiezo a cansarme de hacer el idiota. Yo no sé tú, pero prefiero alcanzarlos ahora e ir en grupo todos juntos, por eso de estar más seguros. Si tenemos suerte puede que encontremos a mi compañero dentro de este sitio, y con un poco más de suerte todavía estará vivo.

Se había decidido. Ya había perdido demasiado tiempo siguiendo a un grupo de desconocidos para no sacar nada en claro. Necesitaba terminar con esa expedición cuanto antes y dedicarse a encontrar al supuesto arqueólogo. Pero a saber dónde estaba, ni tan siquiera sabía que aspecto tenía, podía ser cualquiera.

… Podía ser cualquiera…

-Hyatt… ¿Puedo preguntar qué buscáis aquí dentro exáctamente?

La chica te mira con cara de poker.

-Créeme saben lo que hacen. Por otro lado eso es información clasificada si te lo dijera tendría que matarte. Ahora vamos nos han dado una orden y tenemos que seguirla.

El tiempo pasa mientras exploras a regañadientes la nave.

El tiempo transcurre y no encontráis nada de provecho, finalmente os reunis en el boquete de la nave para formar un campamento en el cual pasar la noche.

El fuego arde en la noche mientras los monos aulladores chillan sin cesar, poneis en comun la informacion y esto es lo que sabes.

Se han encontrado 5 cuerpos en la nave dos con el pecho reventado. Estas acampado cerca de unas ruinas y de una nave estrellada y el sonido de los monos pone nervioso a Page el cual dispara a las copas de los arboles sin conseguir atinar a los bichos.

La chica se pone a entablar una conversacion contigo. Resulta que es una mujer ambiciosa, según cuenta es la primera mujer en un equipo de operaciones secretas, lo hace por que son la clase de cosas que hacen que se fijen en uno. Desea poder y hará lo que haga falta para conseguirlo.

La noche es desgarrada por los aullidos de los monos nuevamente, seguidos por los tiros del arma de Page que se ha alejado en su intento de erradicación, sin embargo un grito humano sigue los disparos, es un grito de dolor y pánico. Rápidamente todo el equipo se pone en marcha armas en ristre, atravesáis la selva siguiendo las huellas hasta la entrada de las ruinas en donde encontráis el arma de Page entre unos arbustos y un reguero de sangre reciente que se adentra en la oscuridad del subterráneo. Los mercenarios se miran un momento y comienzan a adentrarse en la oscuridad alumbrados por linternas, ¿Que haras?

Era de las pocas veces que Aleksandar “Carafeliz” Mostovoi no mostraba gestos de felicidad ni por asomo. No estaba de humor para sonreir, y prefería eso a hacerlo falsamente. “Si te lo dijera tendría que matarte”. Qué graciosa. Vamos a marear a alguien a quien nosotros mismos hemos aceptado que se nos una a buscar algo sin decirle el qué buscamos, sin decirle que estamos haciendo aquí y a ignorar por completo todo lo que nos diga. ¿Es que le estaban tomando el pelo?

Para colmo de males no había ni un alma -viva al menos- en toda la nave, las probabilidades de dar con su arqueólogo iban disminuyendo por momentos. Al caer la noche le surgió la tentadora idea de recoger sus cosas, abandonar el campamento, activar el localizador y salir por patas -o volando, mejor dicho- de aquella maldita isla. Le traía sin cuidado no recibir ni un mísero berry por no dar con el objetivo, solo quería salir de ahí y disfrutar de su “preciosa” soledad de nuevo.
Pero no iba a hacerlo, no era tan estúpido de adentrarse solo por la noche en el bosque de una isla que desconocía sabiendo que podía haber algo peligroso rondando por ahí, algo que, si sus suposiciones eran correctas, tenía tendencia a atravesar el pecho de sus víctimas. Y no, no le apetecía para nada morir de esa manera.

A diferencia de Page, el que “tan bien sabe lo que hace” como dijo Hyatt, no parecía caer en la cuenta de que sus malditos disparos podían llamar la atención de cualquier criatura de los alrededores. Ni eso ni que de que el estruendo del cañón le estaba resonando en su cabeza, como un jodido trueno en sus tímpanos.

Por lo que escuchó de la conversación con Hyatt -y juzgando el espectáculo de Page, al que solo le faltaba levantar un cartel de luces de neón que dijera “estamos aquí, venid a daros un festín”-, la chica parecía ser el único miembro con cerebro de todo el equipo -exceptuando a él, por supuesto, no iba a llamarse estúpido a sí mismo-. Sin embargo, el retumbar de las explosiones del arma de Page le estaba taladrando la cabeza y no prestó la atención debida a lo que Hyatt trataba de contarle. Algo de que se dedicaba a aquello porque nadie se lo esperaba o algo así.

“Definitivamente este es imbécil” Pensó al ver como Page demostraba a cada segundo que podía ser más idiota de lo que el rubio podía llegar a imaginarse. A diferencia del vagabundo, el mercenario sí era lo suficientemente estúpido para internarse solo en un bosque por la noche a sabiendas de que podía toparse con algo peligroso.

“Creo que tienes en demasiada estima la inteligencia de tus amigos, Hyatt” quiso decir, pero optó por morderse la lengua. Como decía su madre “si no tienes nada amable que decir, no digas nada.”

Sus sospechas se confirmaron.

En una de las intermitencias de ruidos entre el arma de Page y los chillidos de los monos se coló un nuevo sonido. Un grito, humano, sin duda, y se estaba temiendo lo peor…

-Mierda...

Todo el equipo de mercenarios, incluído él, se levantaron al unísono, agarrando sus armas. Alek no quería llevar más peso del necesario, decidió llevar su katana sujeta con su mano izquierda y optó por llevar el rifle apoyado a su hombro derecho. Le daba un poco igual no portar una linterna él mismo -que no el ir sin ninguna, la suya estaba bien guardada en su bolsillo- pero de momento se conformaba con que alguien alumbrase mientras él se permitía el lujo de sentir que podía defenderse con ambas manos.
Es más, las linternas no podían abarcar demasiado, menos aún con los árboles de por medio, el sentido de la vista no les iba a servir de nada mientras no supiesen dónde podía estar la amenaza.

Una vez más, sus sospechas fueron confirmadas. El arma de Page, un rastro de sangre… No hacía falta ser un genio, y sin embargo iban a adentrarse en la boca del lobo.

Cerró los ojos un momento, trató de concentrarse únicamente en su sentido del oído, o de lo que fuera para terminar de confirmar que era una mala idea continuar. Intento notar algo. Pisadas, gruñidos, respiraciones… Hasta quiso hacer uso de una especie de sexto sentido para notar una presencia a parte de ellos. Como si solo por quererlo fueras a ser capaz de sentir cosas porque sí, pero siempre había vivido en los mundos de fantasía de su cabeza, y por intentarlo no pasaba nada ¿No?

Os adentráis en las ruinas y tu concentración es disipada por una horda de monstruos, una ingente cantidad de criaturas surgen de la oscuridad chillando, sus afilados dientes destellean en la oscuridad, sus garras surcan los aires mientras os traspasan a todos, la bandada de murciélagos os esquiva mientras chillan huyendo de las ruinas.

Camináis por los interminables túneles, la oscuridad se mezcla con las raices de las plantas que han conseguido germinar en la oscuridad, el grupo esta cada vez mas nervioso.

-¿Como de profundo es este sitio? llevamos aquí abajo demasiado tiempo. Ya tendríamos que haber encontrado a Page-

-Cálmate Van- Comenta la princesa del grupo

-Esto no mola, no me aliste para rondar por ruinas a oscuras podríamos estar yendo en la dirección equivocada.

Un olor comienza a llenar tus fosas nasales, es el olor de la putrefacción y la muerte. Doblais una esquina armas en ristre y os encontráis un cuerpo pegado en la pared, su pecho reventado como los mink de la nave. Page sorprendido comenta.

-Ese no es Page

-No. Pero ¿Quien diablos es?- Pregunta el capitán del equipo

-Fijaos en el pecho Dios santo.- Puntualiza Hyatt

Tu conoces bien quien es: Es el arqueólogo que tenias que localizar, Abel Barret. Ahora yace muerto e inmóvil en un avanzado grado de descomposición, frente a el un huevo como el que viste en el cadáver del mink y a sus pies otro cuerpo idéntico al que encontraste con forma de araña. Las pruebas son claras, probablemente lo que hubiera en la nave vino a las ruinas y no es una compañía agradable. Ahora has completado tu misión, tan solo has de llevar alguna prueba de que ha ocurrido sin embargo ¿abandonaras aquí a los mercenarios y correrás a la salida tu solo? ¿Te quedaras con ellos y buscareis al desaparecido?

Podía oír algo. Era intenso, incesante, demasiado agudo para que, fuera lo que fuese lo de ahí dentro, fuera mínimamente grande… Pero no contó con el número. Una horda de murciélagos sobrevolaron sus cabezas con un estruendoso batir de alas acompañado de unos chillidos estridentes. Aleksandar no pudo evitar retorcerse un poco y sacudirse la cabeza con las manos por puro instinto, por si se le había quedado alguno enganchado al pelo.

-Qué asco de bichos…

Vale, puede que su concentración no hubiese dado el resultado esperado, pero por un momento habría jurado que… No, seguro que eran imaginaciones suyas. Aunque juraría haber notado por un momento, un instante fugaz, que algo estaba moviéndose hacia fuera antes de que los murciélagos les rodeasen, algo a parte del ruído se lo había avisado. Esa cabeza fantasiosa suya…

El equipo prosiguió la marcha adentrándose en la oscuridad de los túneles. Oscuros, húmedos, aparentemente interminables, angustiosos, con un olor a aire rancio y viciado… En pocas palabras, insufribles para cualquiera. Y sin embargo, se sentía como pez en el agua en aquellas galerías subterráneas. Había algo dentro de su pecho que estallaba de la emoción de adentrarse en el interior de unas auténticas ruinas, en una misión de verdad. Por fin empezaba a vivir como un auténtico explorador, vivía su sueño.

Sonreía mientras escuchaba al resto del grupo quejarse por aquel “asco” de sitio mientras él se lo pasaba en grande. No entendía por qué, pero una especie de instinto le decía que, a diferencia de lo que Van pensaba, estaba tomando justamente el camino correcto. No daban vueltas en círculos, estaban avanzando hacia el interior, estaba seguro. No sabía cómo, pero estaba seguro. Tan metido en su ensimismamiento estaba que casi resbala con una de las mohosas plantas del suelo, y juraría que fué por aplastar ese “algo” que le llegó un olor nauseabundo a su olfato.

Se miró como pudo la planta del pié, y no, no había pisado ningún excremento. Pero entonces ¿De dónde venía aquel olor putrefacto?

-Oh no…

La respuesta apareció de la manera más grotesca posible delante de sus ojos.

Un cadáver, lo suficientemente descompuesto para que el olor a muerte les asfixiase y les hiciera lagrimear. No era el cadáver de Page, como todos esperaban que fuera, de hecho no era de nadie que hubiese visto antes, pero no le hizo falta verle la cara para darse cuenta de quién era. La propia vestimenta delataba al difunto arqueólogo.

Contemplar el inerte cuerpo de alguien con un agujero en el pecho no es algo bonito precisamente, pero para Alek suponía la pérdida de mucho. Para empezar, con el objetivo muerto tenía sus dudas sobre si iban a pagarle algo, incluso temió la idea de que le dejasen tirado en aquella isla solo por no volver con el arqueólogo.
Pero lo que le terminó de derrumbar no fué el que quizás se quedase sin dinero, a eso ya estaba acostumbrado. Fué el hecho de que había perdido la oportunidad de su vida de introducirse al oficio de la arqueología profesional. Aquel que pensaba que podía ser su maestro en el mundillo yacía muerto ahí mismo, en el interior de unas oscuras y húmedas ruínas.

“Al menos ha muerto haciendo lo que le gustaba”. Pensó.

Reuniendo el valor suficiente -y tragando todo el aire que pudo- se agachó al lado del cadáver del arqueólogo para quitarle la chaqueta. Tenía pensado hacer dos cosas, la primera era buscar algo que le sirviese como prueba de que dió con él. Un cuaderno, un reloj con su nombre, un pasaporte… algo. La propia chaqueta no iba a servirle, pues una vez terminara de buscar, la colocaría sobre el rostro del arqueólogo para usarla como mortaja, no sin antes cerrarle los ojos y cruzarle los brazos.

-Descanse en paz…

Una vez terminado con la debida despedida al que pudo haber sido su maestro, se puso en pie.

-Supongo que vais a ir a buscar a Page ¿Me equivoco? -Inquirió señalando el cadáver del arácnido- Puedo ir con vosotros si os parece bien, pero necesito llevarme eso conmigo. Vendrán a buscarme más tarde y tengo que explicarles qué ha pasado. -Se comenzó a quitar su chaqueta, iba a usarla para llevar aquel bicho muerto- Se que es una locura, el olor puede atraer a la madre, pero necesito llevarlo conmigo. Mi… -Titubeó un poco y apartó la vista, no fuera a ser que sus ojos le delatasen- Mi equipo sabrá qué hacer con él.

Tu investigación no revela nada esclarecedor, apenas encuentras su documentación en el bolsillo de la chaqueta, también te haces con los restos de la criatura que yace a sus pies, los mercenarios te miran entre asqueados y curiosos pero ninguno dice nada, tan solo asienten entre si y continúan adentrándose en el complejo laberinto de túneles.

El ambiente es tenso, los rezos se mezclan con el sonido de las pisadas. Finalmente estalla la disputa.

-¡Me cago en todo, Gantry, para ya! ¡A menos que tu dios lleve un rifle de asalto y nos saque de aquí no veo que nos sea de mucha ayuda!

Gantry agacha la cabeza y continua rezando en voz baja. por fortuna para vosotros acabais encontrando a Page, esta colgado del techo, pegado a este por una sustancia de color negruzco. Esta bastante blanco pero se comunica en susuroos, puedes ver el terror plasmado en su rostro.

-...Han venido a por mí...cosas.. no os imaginais... Todo dientes y... dientes y dientes y dientes.

En el suelo cerca suyo se encuentra otro huevo ya eclosionado. Hora de plantearte si lidias con el problema o dejas que lo solucionen ellos mismos.

La tensión era tan densa que podía mascarse. Si no era suficiente con andar en penumbra por las galerías de túneles en busca de alguien que seguramente estuviese muerto, las discusiones hicieron acto de presencia para amenizar el asunto… Qué alegría.

-Por favor, chicos, gritad más fuerte, me parece que en la isla de al lado todavía no os han escuchado.

Necesitaba recurrir al sarcasmo, el asco le estaba quemando por dentro como un veneno y ya le hacía falta soltarlo. Ya no era solo por las discusiones, se le estaba acumulando todo: el disgusto por el arqueólogo muerto, lo harto que estaba de aquella isla y el hecho de que se estaba poniendo de los nervios cada vez que el hatillo que había improvisado con su chaqueta y su espada chocaba con espalda. Se retorcía del asco al recordar el cadáver del arácnido envuelto en mezclilla que cargaba como si fuese su mochila personal. Además apestaba, y temía que ellos no fuesen los únicos que notasen el olor a muerte de la criatura.

Tras un rato caminando dieron con el amasijo de carne pálida por el miedo en el que había quedado Page. Estaba colgado del techo, sujeto por una sustancia que le recordó a… ¿Petróleo? Era evidente que no era eso, pero fue lo primero que pensó. Page empezó a intentar explicar, farfullando, lo que había pasado. Sin embargo se había quedado atascado en la misma palabra. “Dientes y dientes y dientes y…”

-Déjame adivinar ¿Más dientes? -Inquirió sarcásticamente, muerto del asco por no poder evitar hablar de mala manera- Igual es que te han visto cara de hada con esa piel tan blanquita.

Sí, estaba notando que sus bromas empezaban a ser innecesarias, pero por alguna razón era incapaz de contenerse.
Echó un vistazo rápido alrededor para tratar de encontrar alguna manera de subir hasta Page e intentar ayudarle a bajar… Pero nada. Tal vez si le tirasen una cuerda y Page  consiguiese agarrarla y aferrarse a ella podrían tirar y dejar que la fuerza de la gravedad le despegase de aquel chicle negro. ¿Alguien del equipo tenía una cuerda?

Decidió dejarle aquella tarea al equipo de mercenarios… para algo eran sus amigos. Por su parte decidió separarse un poco, apenas unos pocos metros, dándoles la espada. Su instinto le decía que no se encontraban precisamente en el rincón más seguro de aquel sitio.
Probó a cerrar los ojos de nuevo, quería intentar lo mismo de antes. La parte lógica de su cerebro intentaba hacerle entrar en razón y advertirle de que solo fueron imaginaciones suyas… Pero su parte fantasiosa le susurraba tan dulcemente en su cabeza “Hazlo, antes fuiste capaz de sentir algo. Concéntrate. Busca más allá.”

Y así lo hizo.

Lo hizo por seguridad, por ser capaz de adelantarse a cualquier peligro inminente, pero sobre todo lo hizo por no defraudar a su niño interior, aquel que le decía que intentase vivir sus fantasías.

Y extendió su mente. Cerró los ojos, se concentró en el sonido, se concentró en sentir algo más, en despertar aquel sexto sentido que se negaba a creer que no podía pasar. Pudo notar las voces de los mercenarios, el castañeteo de los dientes de Page… Vamos… Tenía que haber algo más.

Un chispazo de luz en la oscuridad, una perturbación en la fuerza. Puedes sentir las pequeñas llamas cerca tuyo, por otro lado unas pequeñas llamas se acercan velozmente hacia tu posicion.

Un estruendo resuena en el complejo de túneles cuando una bala es disparada. La luz desaparece en un instante perdiéndose en la oscuridad, un débil rescoldo permanece allí donde la luz se encontraba como un vestigio de lo que una vez fue pero no mas. Las lejana luces se aproximan a una velocidad endiabla, abres los ojos y ves como de entre las sombras surgen tres criaturas de pesadilla, su cuerpo es negro como la noche no puedes calcular su altura pero parecen medir mas de dos metros,sus cabezas son gigantes con el cráneo crecido hacia atrás, fuerzes extremidades y garras letales eso junto a una cola serrada acabada en un afilado garfio.

alien:

Las criaturas se abalanzan sobre vosotros en apenas unos segundos, Sealey es derribado por una de ellas, puedes ver como la criatura abre la boca y saca su lengua o eso crees, pero nunca has visto una lengua como esa, mas parece un conducto lleno de dientes. El Comando saca su arma y la introduce dentro de esta segunda boca destrozandola de un disparo, la sangre de la criatura es de color verde y salpica la cara de Sealey que grita de dolor, los vapores acidos sugen de su rostro mientras este es devorado.

Hyatt se intenta hacer cargo de la situacion en la refriega mientras dispara su arma contra las criaturas.

- ¡Espalda con espalda! ¡Calmaos, nada de fuego cruzado!
-¡No puedo verlos!¡Se mueven demasiado deprisa! ¿Cuantos hay?

Hyatt no puede responder por que una de las criaturas le agarra por la espalda, cierra sus garras sobre la coleta de la chica que grita por el tirón. ¿Ahora que harás?

Quizás fue porque esperaba encontrar algo peor, quizás fuese porque había leído tantos libros de fantasía que narraban sobre criaturas nacidas de las entrañas del infierno, o quizás fuera porque ya se había hecho una idea de lo que podía encontrar allí viendo los cadáveres de las arañas, pero fuera lo que fuese no le sorprendió que lo que vio no fuese nada bonito. Es más, era como si lo hubiese visto venir, como si ya tuviera muy claro que esas cosas fuesen a aparecer delante de sus narices y como si su aspecto no fuese en absoluto extraño -que lo era-.

Se sintió… Extraño. Un hormigueo recorrió sus entrañas abriendo la válvula de su inhibidor de adrenalina, calentando los motores para lo que se avecinaba. Y sin embargo se sentía tan relajado, tan seguro de sí mismo… ¿Qué demonios le pasaba? Aunque ¿Realmente importaba? No quería saber qué le ocurría, no le interesaba saber por qué se sentía tan natural, lo único que necesitaba era dejarse llevar por lo que su cuerpo le pedía.

Pudo contarlos, no eran más de tres, de eso estaba seguro, al menos en la misma habitación que ellos, que hubiesen más o no fuera de ahí escapaba de su entendimiento.  No los contó porque el resto gritase que no pudieran contarlos, lo hizo simplemente por instinto, por saber cómo tenía que reaccionar.

Y su instinto le mandó agacharse tras verlos aparecer, agacharse y rodar.
¿Para qué? No lo tenía claro, pero le pareció lo más lógico.
¿Quizás para tener un momento de libertad para pensar? Quizás.
Maldita sea, con un arma en cada mano era complicado.
Se puso en pie, escupió, sus ojos empezaron a dar coordinadas vueltas en sus cuencas analizando la escena.

No podía permitirse disparar desde muy lejos, no estaba acostumbrado a usar armas de fuego, debería hacerlo desde una distancia más segura para evitar llenar de plomo a sus… compañeros. Contempló el espectáculo del capitán, el cual descubrió a las malas que la sangre de aquellas cosas igual tenía un ph ligeramente más ácido de lo normal, a juzgar por los vapores que emanaban de la viscosa sangre en contacto con su cara.

No podía atacar desde demasiado cerca tampoco, eso le complicaba las cosas. ¿Espalda con espalda? No parecía estar funcionando, una de esas cosas sujetó a Hyatt antes de que pudieran organizarse.

No podía atacar desde lejos porque podría fallar los disparos, no podía atacar en cuerpo a cuerpo porque corría el riesgo de perder un brazo al abrir una herida, y sobretodo no podía quedarse quieto espalda contra espalda, imposible, su cuerpo no le permitía estarse quieto. Entonces… ¿Qué solución le quedaba?

… Corre.

Si en algo era bueno, sin duda era corriendo, tal vez podría aprovechar aquella ventaja, moverse como un ratón por la sala distrayendo a aquellas cosas, pegando algún disparo casual y cortando cuando estuviese a una distancia apropiada, tal vez si no dejaba de moverse tendría la suerte de no verse salpicado por el ácido de la sangre.

… ¿Qué haces pensando? He dicho que corras.

Sujetó su katana por la empuñadura, dejando que el peso del hatillo dejase caer su vaina. No le gustaba desenvainar si la situación no lo precisaba pero… ¿Si no era en ese momento, cuando entonces? Dejó el filo de la espada detrás de su brazo, no perdería la costumbre de ocultar el filo.

… ¡Corre!

Y corrió. Corrió lo más deprisa que sus piernas le permitieron. Empezó a correr en círculos por la sala en el sentido contrario a las agujas del reloj, desafiando al propio tiempo a ir más deprisa que él. Llegó a la altura de Hyatt y de la criatura que la había atrapado. Levantó el brazo.
1, 2, 3. Llegó a contar tres disparos antes de intercambiar la posición de los brazos y lanzar un tajo lo más fuerte que pudo al alargado cráneo de aquella cosa. No dejaría de correr, de pasar lo que esperaba que pasase, esa cosa iba a vomitar sangre desde la parte de atrás de su cabeza, y eso no sería bonito para nadie. Hyatt estaría bien, desde su posición no acabaría bañada en ácido, y seguramente el dolor distraería a esa cosa el tiempo suficiente para que la chica reaccionase.

Si todo salía como esperaba podría colocarse en una posición lo bastante buena para poder apretar el gatillo apuntando a esos bichos sin miedo a agujerear a alguno de los mercenarios. Si encontraba un ángulo bueno, por supuesto.

Corres ruedas, te haces un lio con los pies. Pero eso no te detiene, cargas disparando a bocajarro al monstruoso ser. Los disparos cogen desprevenida a la criatura que no esperaba resistencia, la sangre de color verde intenso sale por detrás de la cabeza de la criatura sin embargo el exoesqueleto de esta criatura a aguantado y su cabeza no ha reventado por los impactos, sin embargo tu espada no consigue perforar a la criatura que sixea y suelta a la chica para enfrentarte. La aberración usa su cola afilada como una sierra para envolverte la cintura y acercarte a ella, no eres capaz siquiera de ver como pone sus aterradoras manos en tu rostro. Ves como se toma su tiempo abriendo las fauces afiladas y llenas de saliva, dentro de su cavidad bucal una nueva boca aparece llena de dientes, pataleas e intentas liberarte pero su agarre es como una prensa neumática. Todo acaba con un ruido sordo.

Observas como la cabeza de la criatura revienta de izquierda a derecha, su agarre se afloja mientras cae al suelo, su cabeza esta desparramando lo que sea que tiene por cerebro, a tu lado con una recortada se encuentra Van, el muchacho tiene cara de pocos amigos y su arma brilla con un intenso color negro.  Sin embargo no es tiempo de relajarse el capi no ha tenido tanta suerte y tiene a los dos bichos restantes encima suyo. Gantry yace en el suelo en un charco de su propia sangre su rostro ha desaparecido sustituido por un agujero sanguinoliento.

-Asi que todos contra mi. Venid aquí cabrones, os veré a todos en el infierno.

El capitan en un ataque suicida detona una granada de mano, la explosión sacude el complejo y se genera un derrumbe, acabas enterrado bajo arena tierra y escombros a partes iguales.
Te abres paso y puedes ver que el derrumbe corta la ruta de huida a la superficie. Por otro lado Sealey y grant están muertos, y las criaturas están familiarizadas con estos túneles es solo cuestión de tiempo que os encuentren si os quedáis allí.

Puedes intentar cavar por el derrumbamiento o caminar a las profundidades de los túneles en busca de otra salida o no se, sorprenderme.