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Ummak Zor-El
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Re: Dime con quién te juntas y te diré quién eres [Syxel - Nassor & Ummak] {Miér 28 Feb 2018 - 5:40}
El joven shandian golpeó el suelo lleno de impotencia.
- Tus ancestros te observan ¿Es esta la versión que quieres que vean de ti? ¿Eres tú el legítimo heredero del Clan de Lobo? En pie guerrero de Shandora – se dijo así mismo, lleno de rabia. El hecho de que, en la estancia, se escucharan varios truenos y que los reflejos de algunos relámpagos se reflejaran en la lona, no ayudo en absoluto a calmar su sensación de impotencia.
Su piel comenzó a proyectar un aura de color acre de forma tenue, mientras sentía como los espíritus de sus ancestros comenzaban a invadir su cuerpo. Poco a poco el aura se fue arremolinando hasta sus cuatro extremidades y, finalmente, hacia su cabeza y su pelo. Sus ojos se abrieron repentinamente y comenzaron a brillar con cegadora luz cobriza.
Gruñó y se puso en pie de un salto mientras caminaba hacia su Kamihageshii, el cual recogió sin apenas esfuerzo mientras una sonrisa siniestra aparecía en su rostro. Guiado por su sentido del honor y su deseo de revancha, comenzó a alargar y dividir su cabello en ocho mechones con los que comenzó a apartar a los diversos oficiales que lo separan del demonio de cabellos rojizos. Estos, al ser atacados desde la espada, fueron zarandeados por el techo de la sala como si fueran muñecas de trapo mientras trataban de librarse de la presa que los cabellos de Ummak ejercían sobre ellos.
Puede que fuera un salvaje, pero aprendía con relativa facilidad. En el momento el demonio-brujo creó aquellas serpientes negras bajos sus pies. Memorizó los movimientos que estas habían realizado sobre su piel y ahora había tratado de replicarlas con su propio cabello. El cual ahora parecía un nido de víboras que con vida propia.
- ¡Yo ser tu único rival, demonio! – gritó por encima del ruido mientras lo señalaba con su lanza. Se percató entonces de que algunos de sus camaradas ya habían caído en combate. Sin embargo, eso no hizo más que acrecentar sus ganas de luchar. Activando el dial de corindon de su Kamihageshii, alargó el filo de su lanza para que este se dirigiera directo al pecho del pirata.
- Tus ancestros te observan ¿Es esta la versión que quieres que vean de ti? ¿Eres tú el legítimo heredero del Clan de Lobo? En pie guerrero de Shandora – se dijo así mismo, lleno de rabia. El hecho de que, en la estancia, se escucharan varios truenos y que los reflejos de algunos relámpagos se reflejaran en la lona, no ayudo en absoluto a calmar su sensación de impotencia.
Su piel comenzó a proyectar un aura de color acre de forma tenue, mientras sentía como los espíritus de sus ancestros comenzaban a invadir su cuerpo. Poco a poco el aura se fue arremolinando hasta sus cuatro extremidades y, finalmente, hacia su cabeza y su pelo. Sus ojos se abrieron repentinamente y comenzaron a brillar con cegadora luz cobriza.
Gruñó y se puso en pie de un salto mientras caminaba hacia su Kamihageshii, el cual recogió sin apenas esfuerzo mientras una sonrisa siniestra aparecía en su rostro. Guiado por su sentido del honor y su deseo de revancha, comenzó a alargar y dividir su cabello en ocho mechones con los que comenzó a apartar a los diversos oficiales que lo separan del demonio de cabellos rojizos. Estos, al ser atacados desde la espada, fueron zarandeados por el techo de la sala como si fueran muñecas de trapo mientras trataban de librarse de la presa que los cabellos de Ummak ejercían sobre ellos.
Puede que fuera un salvaje, pero aprendía con relativa facilidad. En el momento el demonio-brujo creó aquellas serpientes negras bajos sus pies. Memorizó los movimientos que estas habían realizado sobre su piel y ahora había tratado de replicarlas con su propio cabello. El cual ahora parecía un nido de víboras que con vida propia.
- ¡Yo ser tu único rival, demonio! – gritó por encima del ruido mientras lo señalaba con su lanza. Se percató entonces de que algunos de sus camaradas ya habían caído en combate. Sin embargo, eso no hizo más que acrecentar sus ganas de luchar. Activando el dial de corindon de su Kamihageshii, alargó el filo de su lanza para que este se dirigiera directo al pecho del pirata.
- cósicas usadas:
- Posesión de los Ancestros: Al caer en combate, Ummak no es oficialmente derrotado hasta que su turno se vea negado o hasta que realice una habilidad Cuerpo a Cuerpo que golpee en su objetivo. El usuario estará en estado de Demencia hasta entonces y sólo podrá usar habilidades de cuerpo a cuerpo. El primer golpe ejecutado en este estado no podrá ser evadido mediante Kenbunshoku haki.
Nassor
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Re: Dime con quién te juntas y te diré quién eres [Syxel - Nassor & Ummak] {Miér 28 Feb 2018 - 5:54}
Con la mano aún humeando y chisporroteando, se giró hacia el restante, espirando lentamente y poniéndose en guardia. Era evidente que el otro no se sentía a salvo y ya había comprendido la situación en que se encontraba. Frunciendo el ceño se giró hacia sus compañeros, pero de estos sólo quedaba ya uno luchando contra Taito. Los otros tres estaban fuera de combate, y de Syxel y el general no había ni rastro. En algún momento de la refriega debían haber salido al exterior o a otra de las estancias de la tienda. Ambos guerreros se miraron a los ojos en guardia y comenzaron a caminar en círculos, tanteándose mutuamente. La tensión era evidente, y como en una coreografía ensayada ambos apretaron su puño derecho, comenzando a desdibujarse el del revolucionario y a chispear el del pirata.
- Shikanari Rojo Nassor - se limitó a decir, solemnemente.
- Seishin no Oda.
Nassor entrecerró los ojos y asintió secamente con la cabeza. Recordaría el nombre de aquel noble y fuerte guerrero. No se le había escapado el hecho de que, pese a haberse visto en situación de ello, no se había aprovechado de la herida de su hombro. Y cuando le había intentado utilizar de escudo humano, no había intentado apartarse para darle tiro libre a su aliado ni nada similar. En todo momento había buscado un combate limpio uno contra uno pese a saberse contra un oponente duro, sin aprovechar ninguna de las ventajas que tenía por luchar en grupo. Entonces ambos cargaron su puño, listos para cruzar golpes, cuando de repente una serpiente amarilla extraña mordió a Oda y lo zarandeó, tirándolo a un lado de la tienda. El pelirrojo frunció el ceño, viendo que la sierpe procedía del pelo de un enloquecido Ummak.
- Has interrumpido el combate entre dos guerreros y derribado a un hombre honorable por la espalda. Chico, este es tu último error de hoy.
Centrando su "Percepción" en él sintió esa misma furia asesina que había percibido en el bosque, pero esta vez fue diferente. La sensación de furia lo golpeó totalmente intimidándolo y sin darle ninguna clase de dato. Aturdido, no reaccionó a tiempo y cuando intentó echarse a un lado ya fue tarde. El acero atravesó la coraza y penetró en su piel, rasgando los músculos de su torso. Con un rugido de furia, agarró el asta con la mano izquierda, ignorando el dolor de sus heridas y cargó hacia atrás el brazo derecho, liberándolo hacia Ummak en forma de un poderoso estallido de aire envuelto en electricidad.
- ¡Sabaku no Raimei!
- Shikanari Rojo Nassor - se limitó a decir, solemnemente.
- Seishin no Oda.
Nassor entrecerró los ojos y asintió secamente con la cabeza. Recordaría el nombre de aquel noble y fuerte guerrero. No se le había escapado el hecho de que, pese a haberse visto en situación de ello, no se había aprovechado de la herida de su hombro. Y cuando le había intentado utilizar de escudo humano, no había intentado apartarse para darle tiro libre a su aliado ni nada similar. En todo momento había buscado un combate limpio uno contra uno pese a saberse contra un oponente duro, sin aprovechar ninguna de las ventajas que tenía por luchar en grupo. Entonces ambos cargaron su puño, listos para cruzar golpes, cuando de repente una serpiente amarilla extraña mordió a Oda y lo zarandeó, tirándolo a un lado de la tienda. El pelirrojo frunció el ceño, viendo que la sierpe procedía del pelo de un enloquecido Ummak.
- Has interrumpido el combate entre dos guerreros y derribado a un hombre honorable por la espalda. Chico, este es tu último error de hoy.
Centrando su "Percepción" en él sintió esa misma furia asesina que había percibido en el bosque, pero esta vez fue diferente. La sensación de furia lo golpeó totalmente intimidándolo y sin darle ninguna clase de dato. Aturdido, no reaccionó a tiempo y cuando intentó echarse a un lado ya fue tarde. El acero atravesó la coraza y penetró en su piel, rasgando los músculos de su torso. Con un rugido de furia, agarró el asta con la mano izquierda, ignorando el dolor de sus heridas y cargó hacia atrás el brazo derecho, liberándolo hacia Ummak en forma de un poderoso estallido de aire envuelto en electricidad.
- ¡Sabaku no Raimei!
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Alcé ligeramente el talón, evitando descansar todo el peso sobre la pierna herida. El corte no parecía especialmente profundo, aunque tampoco podía detenerme a analizarlo, pero el dolor que me provocaba se iba incrementando y la herida comenzaba a arder, como si me hubiese echado sal. Aún así, me forcé a soportar el dolor para que este no se hiciese patente ni en mi rostro ni en mis movimientos. No pensaba darle esa satisfacción a aquel tipo.
Comenzamos a movernos en círculos por el interior del anillo de fuego, sin apartar las miradas el uno del otro y guardando las distancias. Casi habíamos dado una vuelta completa cuando se detuvo y volvió a reír confiado. En ese momento sus brazos, al igual que su espada, se volvieron completamente negros, con esa tonalidad tan característica del endurecimiento del busoshoku no haki. Sus palabras eran algo más que simple fanfarronería, al parecer. Pero una demostración cómo esa no sería suficiente para hacerme dudar, y mucho menos ante alguien como él. Sin mediar palabra, y como respondiendo a su exhibición de habilidad, me concentré en manifestar la fuerza de mi voluntad a través de mis brazos, igualando su estado. Y al ver cómo mis extremidades adoptaban ese mismo color, se expresión se tornó algo más seria de repente.
No pasaron más que unos segundos hasta que decidió retomar la ofensiva, abalanzándose sobre mi al tiempo que lanzaba una estocada frontal. No podía saber con seguridad si el estado de mi herida se debía a alguna característica especial de su sable, pero no pensaba arriesgarme así que no le dejaría herirme de nuevo. Por ello, optando por evadir en lugar de bloquear, dejé caer todo mi peso sobre la pierna derecha y de nuevo me impulsé hacia un lado, evitando el filo de su espada y situándome justo a su lado en cuanto estuvo a mi altura. Sin darle tiempo a reaccionar lancé un puñetazo con la diestra directo a su mandíbula, y el golpe impactó de lleno, desestabilizándole por un instante.
Aún así, lejos de perder el equilibro o retroceder, trató de emular su anterior movimiento girándose hacia mi y descargando de nuevo un tajo horizontal. En respuesta a ese movimiento flexioné ambas piernas y eché el torso hacia atrás, hasta que este casi quedó en paralelo con el suelo. Observé como la hoja del sable me pasaba silbando justo por encima, para a continuación volver a erguirme, impulsándome hacia arriba y propinándole un cabezazo directo al rostro.
- Esto se está alargando demasiado - sentencié, viendo cómo el oficial revolucionario retrocedía varios pasos ligeramente aturdido. Para luego limpiarse la sangre que le brotaba del labio con el dorso de la mano.
Comenzamos a movernos en círculos por el interior del anillo de fuego, sin apartar las miradas el uno del otro y guardando las distancias. Casi habíamos dado una vuelta completa cuando se detuvo y volvió a reír confiado. En ese momento sus brazos, al igual que su espada, se volvieron completamente negros, con esa tonalidad tan característica del endurecimiento del busoshoku no haki. Sus palabras eran algo más que simple fanfarronería, al parecer. Pero una demostración cómo esa no sería suficiente para hacerme dudar, y mucho menos ante alguien como él. Sin mediar palabra, y como respondiendo a su exhibición de habilidad, me concentré en manifestar la fuerza de mi voluntad a través de mis brazos, igualando su estado. Y al ver cómo mis extremidades adoptaban ese mismo color, se expresión se tornó algo más seria de repente.
No pasaron más que unos segundos hasta que decidió retomar la ofensiva, abalanzándose sobre mi al tiempo que lanzaba una estocada frontal. No podía saber con seguridad si el estado de mi herida se debía a alguna característica especial de su sable, pero no pensaba arriesgarme así que no le dejaría herirme de nuevo. Por ello, optando por evadir en lugar de bloquear, dejé caer todo mi peso sobre la pierna derecha y de nuevo me impulsé hacia un lado, evitando el filo de su espada y situándome justo a su lado en cuanto estuvo a mi altura. Sin darle tiempo a reaccionar lancé un puñetazo con la diestra directo a su mandíbula, y el golpe impactó de lleno, desestabilizándole por un instante.
Aún así, lejos de perder el equilibro o retroceder, trató de emular su anterior movimiento girándose hacia mi y descargando de nuevo un tajo horizontal. En respuesta a ese movimiento flexioné ambas piernas y eché el torso hacia atrás, hasta que este casi quedó en paralelo con el suelo. Observé como la hoja del sable me pasaba silbando justo por encima, para a continuación volver a erguirme, impulsándome hacia arriba y propinándole un cabezazo directo al rostro.
- Esto se está alargando demasiado - sentencié, viendo cómo el oficial revolucionario retrocedía varios pasos ligeramente aturdido. Para luego limpiarse la sangre que le brotaba del labio con el dorso de la mano.
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Ummak sonrió cruelmente cuando el filo al rojo vivo de su lanza perforó la coraza de metal del demonio pelirrojo, casi como si se tratase de vulgar mantequilla. El corazón le latía a mil por hora y todo su cuerpo temblaba con nerviosismo y excitación; si los líderes del Clan de la Lagrima descubrían su insubordinación, el castigo podría ser muy caro para él, sin embargo, se trataban de sus ideales y de su forma de vida. No podía echarse atrás. No lo haría.
Su mejor baza, la mejor baza para el Clan de la Lagrima, era mantener a raya al sujeto que tenía en frente. Al menos durante el tiempo suficiente para que el demonio de ropas cambiantes derrotara a Imgashhau frente al resto de la brigada. Si por el contrario Imgashhau resultaba ganador... Ummak sintió como se le revolvía el estómago al pensar en las consecuencias que tendría la imagen de un triunfal Imgashhau alzándose victorioso frente a todos sus subordinados.
“Todos los clanes que conozco que han lidiado con la libertad, han tenido que exterminar a sus tiranos” – reflexionó, mientras trataba de decidir cuál sería su próximo paso si su nuevo plan fracasaba.
Con un movimiento hábil, su rival generó una potente ráfaga de aire que proyectó hacia el orgulloso salvaje. Ummak, confiado, ignoró por completo aquel movimiento. A fin de cuentas, tan solo era algo de viento ¿Acaso el demonio quería despeinarle? No tenía ningún motivo para temer de sus ataques o eso era lo que él creía. Sin embargo, no podía estar más equivocado. El aire traía consigo una serie de chasquidos y chisporroteos impropios de una simple proyección como la que el pirata acaba de realizar. No fue hasta que sintió como los pelos de su nuca erizaban, cuando realmente se dio cuenta que estaba en un apuro. En un acto desesperado, maniobró con todas las serpientes que ahora componían su cabello y trató de bloquear aquel ataque con los oficiales que, hacia apenas unos minutos, habían sido sus camaradas.
Un desagradable aire cargado a olor de piel quemada inundo sus fosas nasales. Aquel ataque había desmantelado su técnica capilar y, por mucho que intentó volver a hacerlo crecer, este parecía haberse vuelto totalmente inanimado. Antes de que aquel demonio se diera cuenta de su vulnerabilidad, aprovecharía la confusión del momento para subirse a su Burn Board y, aumentando la velocidad de los diales al máximo, embestiría a Nassor hasta el exterior de la tienda.
Nassor
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El muy cobarde se cubría con sus compañeros caídos. ¿Qué diablos le pasaba? ¿No había hablado en el bosque de honor y ser un guerrero? Había acusado de demonio y brujería a su capitán por usar los poderes de su akuma no mi, y ahora él hacía lo mismo... ¡para cubrirse con sus aliados! El habitualmente impasible guerrero mostraba ahora una mueca de ira terrible, y comenzó a gruñir cada vez con más intensidad. Mientras lo hacía, su cuerpo comenzó a aumentar de tamaño y pelaje rojizo cubrió su piel. Una poderosa cornamenta astada creció en su cabeza, y sus facciones se alargaron ligeramente al tiempo que su nariz se achataba. Había entrado en su forma híbrida, convertido en un terrible hombre ciervo de dos metros y medio de altura. Su cuerpo emitía chispas constantemente y entre sus dos cuernos había descargas casi constantes.
- No eres más que un cobarde. ¡No te mereces llamarte guerrero! - rugió, con una voz bestial.
Otra vez aquella tabla... ¿acaso iba a huir? Sin embargo su intención real lo pilló totalmente por sorpresa, y preparado como estaba para intentar embestirle y derribarlo, cuando se encontró con que su enemigo no buscaba rehuirle fue demasiado tarde para reaccionar en consecuencia. Se vio atravesando a toda velocidad la tienda. Luego vio un destello que le cegó y notó un fuerte dolor en el brazo izquierdo al aterrizar sobre este, aumentando el tormento que le causaba la herida del hombro. Rodó por suelo hasta chocar contra unas cajas de frutas, derribando todo el contenido. Se levantó con un quejido, tambaleándose y furioso.
- Maldita rata rubia... te aplastaré todos los huesos.
Sin embargo, lo que vio captó totalmente su atención: los revolucionarios habían dejado de trabajar y estaban reunidos en torno a una enorme hoguera. Frunció el ceño, desactivando su Denken, y comenzó a acercarse hacia el lugar percatándose de que había dos figuras entre las llamas, y que estas formaban un anillo de fuego y no una fogata. ¡Era su capitán! No parecía en su mejor estado... el pelirrojo frunció el ceño, preocupado. No se atrevía a intervenir y arriesgarse a herir el orgullo de Syxel, pero si estaba en aquel estado es que su enemigo no era moco de pavo. Pero todo cuanto podía hacer era mirar, al menos por el momento. Bordeó el anillo de llamas y entró corriendo de nuevo en la tienda a buscar a Taito y recoger su mochila. Este estaba terminado de noquear al último de los suyos en el momento en que entró.
- ¿Has acabado? - le preguntó el rubio, recolocándose un dedo dislocado.
- Casi. No sé dónde se ha metido esa rata, pero en todo caso el capitán parece a punto de acabar. Las cosas podrían ponerse feas con el resto del campamento cuando gane, así que deberíamos andar cerca por si acaso.
El antiguo revolucionario asintió y echó a caminar junto a él hacia el exterior. Ahora todo dependía de Syxel... y del nivel de aprecio de los soldados hacia su general.
- No eres más que un cobarde. ¡No te mereces llamarte guerrero! - rugió, con una voz bestial.
Otra vez aquella tabla... ¿acaso iba a huir? Sin embargo su intención real lo pilló totalmente por sorpresa, y preparado como estaba para intentar embestirle y derribarlo, cuando se encontró con que su enemigo no buscaba rehuirle fue demasiado tarde para reaccionar en consecuencia. Se vio atravesando a toda velocidad la tienda. Luego vio un destello que le cegó y notó un fuerte dolor en el brazo izquierdo al aterrizar sobre este, aumentando el tormento que le causaba la herida del hombro. Rodó por suelo hasta chocar contra unas cajas de frutas, derribando todo el contenido. Se levantó con un quejido, tambaleándose y furioso.
- Maldita rata rubia... te aplastaré todos los huesos.
Sin embargo, lo que vio captó totalmente su atención: los revolucionarios habían dejado de trabajar y estaban reunidos en torno a una enorme hoguera. Frunció el ceño, desactivando su Denken, y comenzó a acercarse hacia el lugar percatándose de que había dos figuras entre las llamas, y que estas formaban un anillo de fuego y no una fogata. ¡Era su capitán! No parecía en su mejor estado... el pelirrojo frunció el ceño, preocupado. No se atrevía a intervenir y arriesgarse a herir el orgullo de Syxel, pero si estaba en aquel estado es que su enemigo no era moco de pavo. Pero todo cuanto podía hacer era mirar, al menos por el momento. Bordeó el anillo de llamas y entró corriendo de nuevo en la tienda a buscar a Taito y recoger su mochila. Este estaba terminado de noquear al último de los suyos en el momento en que entró.
- ¿Has acabado? - le preguntó el rubio, recolocándose un dedo dislocado.
- Casi. No sé dónde se ha metido esa rata, pero en todo caso el capitán parece a punto de acabar. Las cosas podrían ponerse feas con el resto del campamento cuando gane, así que deberíamos andar cerca por si acaso.
El antiguo revolucionario asintió y echó a caminar junto a él hacia el exterior. Ahora todo dependía de Syxel... y del nivel de aprecio de los soldados hacia su general.
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Sin apartar la vista de mi oponente mientras este retrocedía, noté como se me nublaba momentáneamente y sentí que las piernas me iban a fallar. Pero que me sintiese así no tenía ninguna lógica, apenas había perdido sangre por la herida y las había tenido peores sin llegar a encontrarme así, ¿qué se me escapaba?
- Veneno... - murmuré en cuanto caí en la cuenta. E inmediatamente el pantalón que llevaba comenzó a cambiar de forma, dejando al descubierto la herida. Un corte no demasiado grave, pero del cual se extendía un gran número de venas ennegrecidas. Aquel cabrón habría impregnado la hoja del sable en alguna sustancia.
- Parece que no te queda mucho tiempo - se permitió fardar tras reincorporarse.
Aunque con lo que él no contaba era con que ningún veneno común podría acabar conmigo, y en cuestión de horas la toxina habría desaparecido de mi cuerpo. Aún así, ya me había hartado de él y de toda aquella farsa, por lo que no iba a seguir perdiendo el tiempo. Sin responderle siquiera, eché a andar en su dirección con tranquilidad. Mientras avanzaba mis brazos comenzaron a cambiar, incrementándose notablemente su musculatura y manteniendo el característico color negro que habían adquirido. Imgashhau me observó con reticencia al verme avanzar con tanta tranquilidad, pero enseguida se dibujó en su rostro una sonrisa de superioridad. Probablemente creería que me había vuelto loco por el veneno, aunque eso era lo que menos me importaba en aquel momento.
En cuanto estuve a su alcance, y sin tan siquiera tratar de disimular su satisfacción, lanzó una estocada de su sable contra mi pecho. Pero la hoja se detuvo a apenas unos centímetros, sujeta por mi mano completamente desnuda. La expresión del oficial volvió a cambiar por completo y trató de retirar el arma, pero la sujeté con fuerza y esta no se movió lo más mínimo. Alcé entonces la mano que me quedaba libre y esta se cerró alrededor de su muñeca. Comencé a apretar y enseguida pude oír el sonido de sus huesos al quebrarse bajo la presión que ejercía, seguido de el alarido de dolor que el pobre desgraciado no pudo contener.
- Esto se ha terminado - sentencié, al tiempo que su sable caía al suelo y las llamas a nuestro alrededor se disipaban por completo sin dejar el más mínimo rastro, cómo si nunca hubiesen existido. Ante la expectante mirada de todos los allí presentes, recogí el arma de mi oponente y caminé a su alrededor, hasta quedar justo a su espalda. Al mismo tiempo, las sombras bajo nuestros pies volvieron a tomar la forma de un gran número de serpientes, que de nuevo treparon por su cuerpo y tiraron de este hasta dejarlo de rodillas. Observé la espada en mi mano, aún manchada de sangre, y luego centré la vista en mi oponente. Sin variar mi semblante impasible, alcé el brazo para a continuación descargar el golpe de gracia. Un único corte rápido y limpio que sesgó carne y huesos por igual.
Mientras el cuerpo sin vida y la cabeza cercenada de Imgashhau caían sobre la tierra bajo nuestros pues, un incontable número de murmullos se desencadenó entre todas las voces que se habían reunido para contemplar aquel encuentro. Paseé la mirada entre todos y cada uno de ellos, observando sus rostros y esperando cualquier tipo de reacción. Luego intercambié una mirada con mis camaradas, que también se hallaban allí, y por último detuve la vista sobre el niño perdido.
- Veneno... - murmuré en cuanto caí en la cuenta. E inmediatamente el pantalón que llevaba comenzó a cambiar de forma, dejando al descubierto la herida. Un corte no demasiado grave, pero del cual se extendía un gran número de venas ennegrecidas. Aquel cabrón habría impregnado la hoja del sable en alguna sustancia.
- Parece que no te queda mucho tiempo - se permitió fardar tras reincorporarse.
Aunque con lo que él no contaba era con que ningún veneno común podría acabar conmigo, y en cuestión de horas la toxina habría desaparecido de mi cuerpo. Aún así, ya me había hartado de él y de toda aquella farsa, por lo que no iba a seguir perdiendo el tiempo. Sin responderle siquiera, eché a andar en su dirección con tranquilidad. Mientras avanzaba mis brazos comenzaron a cambiar, incrementándose notablemente su musculatura y manteniendo el característico color negro que habían adquirido. Imgashhau me observó con reticencia al verme avanzar con tanta tranquilidad, pero enseguida se dibujó en su rostro una sonrisa de superioridad. Probablemente creería que me había vuelto loco por el veneno, aunque eso era lo que menos me importaba en aquel momento.
En cuanto estuve a su alcance, y sin tan siquiera tratar de disimular su satisfacción, lanzó una estocada de su sable contra mi pecho. Pero la hoja se detuvo a apenas unos centímetros, sujeta por mi mano completamente desnuda. La expresión del oficial volvió a cambiar por completo y trató de retirar el arma, pero la sujeté con fuerza y esta no se movió lo más mínimo. Alcé entonces la mano que me quedaba libre y esta se cerró alrededor de su muñeca. Comencé a apretar y enseguida pude oír el sonido de sus huesos al quebrarse bajo la presión que ejercía, seguido de el alarido de dolor que el pobre desgraciado no pudo contener.
- Esto se ha terminado - sentencié, al tiempo que su sable caía al suelo y las llamas a nuestro alrededor se disipaban por completo sin dejar el más mínimo rastro, cómo si nunca hubiesen existido. Ante la expectante mirada de todos los allí presentes, recogí el arma de mi oponente y caminé a su alrededor, hasta quedar justo a su espalda. Al mismo tiempo, las sombras bajo nuestros pies volvieron a tomar la forma de un gran número de serpientes, que de nuevo treparon por su cuerpo y tiraron de este hasta dejarlo de rodillas. Observé la espada en mi mano, aún manchada de sangre, y luego centré la vista en mi oponente. Sin variar mi semblante impasible, alcé el brazo para a continuación descargar el golpe de gracia. Un único corte rápido y limpio que sesgó carne y huesos por igual.
Mientras el cuerpo sin vida y la cabeza cercenada de Imgashhau caían sobre la tierra bajo nuestros pues, un incontable número de murmullos se desencadenó entre todas las voces que se habían reunido para contemplar aquel encuentro. Paseé la mirada entre todos y cada uno de ellos, observando sus rostros y esperando cualquier tipo de reacción. Luego intercambié una mirada con mis camaradas, que también se hallaban allí, y por último detuve la vista sobre el niño perdido.
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Una vez en el exterior, Ummak buscó rápidamente con la mirada a su excomandante ignorando completamente al demonio pelirrojo y al camarada Taito. Identificó a Imgashhau y al demonio de ropas cambiantes junto a un mar de llamas negras. Además de Ummak, el resto de reclutas y soldados de la brigada situados en torno al capitán pirata también observaron la contienda.
- ¿Qué está pasando? ¿Quién es ese hombre? –preguntó uno de los soldados a Imagashhau cuando las llamas desparecieron.
Repentinamente, se escuchó un extraño ruido procedente desde el lugar de la lucha, como si algo se cayera al suelo.
- Comandante ¿Cuál es el problema con este pirata? – quiso saber otro de los soldados.
Varios de los extenuados patrulleros, aprovechando que las llamas negras habían cesado, trataron de acercarse con precaución hacia el lugar de la batalla. En espera de que su superior les explicará que diantres ocurría con aquellos dos sujetos. Sin embargo, Imagashhau fue incapaz de responderles ya que su cabeza había sido separada de su cuello. Al ver aquella extraña escena, los patrulleros y el resto de soldados del campamento se asustaron. No comprendían lo que acaba de suceder. Solo pudieron mirar boquiabiertos el tejido muscular que se contraía lentamente en el cuello amputado del comandante.
- ¡Tú, monstruo! si tienes agallas, ven y lucha contra nosotros cara a cara – gritó uno de los sargentos con una voz ligeramente temblorosa, la cual revelaba el miedo en su corazón.
Como un virus que se propagaba por el aire, cada vez más y más soldados comenzaron a arremolinarse en torno al asesino. Sin embargo, este hecho no amedrentó al capitán pirata, el cual ahora portaba el sable de Imagashhau en su diestra como trofeo. Alzando el arma hasta la altura de los ojos del sargento que le había provocado, realizó un amplió barrido con el arma señalando a todos y cada uno de los soldados que trataban de hacerle frente. Y entonces habló:
- Yo que vosotros no lo haría. Uno puede estar dispuesto a morir por una idea equivocada, pero no por una mentira – aseveró con voz y gesto rabioso – Lo que este hombre era, lo que representaba… Es todo aquello que jurasteis erradicar. El pecado de hacerse el ciego es tan grave como el pecado de la corrupción descarada ¿Acaso no sentís vergüenza de vosotros mismos? Mirad a vuestro alrededor, la corrupción infecta este campamento y si por mi fuera ahora estaría consumido por las llamas. Por suerte, no todo merece ser consumido por la llamas - añadió en shandianii mientras una sonrisa misteriosa aparecía en su boca, los soldados no pudieron evitar mirarle confundidos.
Ummak sintió como nuevamente aquellas serpientes de sombras reptaban por sus piernas. Molesto, trató de deshacerse de aquella brujería, aunque fue incapaz. Sin embargo, al prestar atención, observó como una de las serpientes llevaba en sus fauces un pequeño fragmento de papel cuidadosamente doblado. Ceñudo, lo cogió y en apenas unos segundos, las serpientes desaparecieron de nuevo.
Se percató entonces de que su rabia había desaparecido. Se sentía inexpresablemente enfermo y débil, como después de una prolongada inanición. Con un penoso esfuerzo alargó su brazo izquierdo hacia uno de sus bolsillos, donde guardó aquel extraño papel. Como una profunda nota musical penetró en su mente la idea de que aquella suelo húmedo y terroso debía ser el lugar del más dulce para descansar. El pensamiento vino poco a poco y sigiloso, de modo que pasó un tiempo antes de poder apreciarlo plenamente. Todas sus sensaciones fueron tragadas por la somnolencia, a su alrededor ya tan solo había silencio y oscuridad.
- ¿Qué está pasando? ¿Quién es ese hombre? –preguntó uno de los soldados a Imagashhau cuando las llamas desparecieron.
Repentinamente, se escuchó un extraño ruido procedente desde el lugar de la lucha, como si algo se cayera al suelo.
- Comandante ¿Cuál es el problema con este pirata? – quiso saber otro de los soldados.
Varios de los extenuados patrulleros, aprovechando que las llamas negras habían cesado, trataron de acercarse con precaución hacia el lugar de la batalla. En espera de que su superior les explicará que diantres ocurría con aquellos dos sujetos. Sin embargo, Imagashhau fue incapaz de responderles ya que su cabeza había sido separada de su cuello. Al ver aquella extraña escena, los patrulleros y el resto de soldados del campamento se asustaron. No comprendían lo que acaba de suceder. Solo pudieron mirar boquiabiertos el tejido muscular que se contraía lentamente en el cuello amputado del comandante.
- ¡Tú, monstruo! si tienes agallas, ven y lucha contra nosotros cara a cara – gritó uno de los sargentos con una voz ligeramente temblorosa, la cual revelaba el miedo en su corazón.
Como un virus que se propagaba por el aire, cada vez más y más soldados comenzaron a arremolinarse en torno al asesino. Sin embargo, este hecho no amedrentó al capitán pirata, el cual ahora portaba el sable de Imagashhau en su diestra como trofeo. Alzando el arma hasta la altura de los ojos del sargento que le había provocado, realizó un amplió barrido con el arma señalando a todos y cada uno de los soldados que trataban de hacerle frente. Y entonces habló:
- Yo que vosotros no lo haría. Uno puede estar dispuesto a morir por una idea equivocada, pero no por una mentira – aseveró con voz y gesto rabioso – Lo que este hombre era, lo que representaba… Es todo aquello que jurasteis erradicar. El pecado de hacerse el ciego es tan grave como el pecado de la corrupción descarada ¿Acaso no sentís vergüenza de vosotros mismos? Mirad a vuestro alrededor, la corrupción infecta este campamento y si por mi fuera ahora estaría consumido por las llamas. Por suerte, no todo merece ser consumido por la llamas - añadió en shandianii mientras una sonrisa misteriosa aparecía en su boca, los soldados no pudieron evitar mirarle confundidos.
Ummak sintió como nuevamente aquellas serpientes de sombras reptaban por sus piernas. Molesto, trató de deshacerse de aquella brujería, aunque fue incapaz. Sin embargo, al prestar atención, observó como una de las serpientes llevaba en sus fauces un pequeño fragmento de papel cuidadosamente doblado. Ceñudo, lo cogió y en apenas unos segundos, las serpientes desaparecieron de nuevo.
Se percató entonces de que su rabia había desaparecido. Se sentía inexpresablemente enfermo y débil, como después de una prolongada inanición. Con un penoso esfuerzo alargó su brazo izquierdo hacia uno de sus bolsillos, donde guardó aquel extraño papel. Como una profunda nota musical penetró en su mente la idea de que aquella suelo húmedo y terroso debía ser el lugar del más dulce para descansar. El pensamiento vino poco a poco y sigiloso, de modo que pasó un tiempo antes de poder apreciarlo plenamente. Todas sus sensaciones fueron tragadas por la somnolencia, a su alrededor ya tan solo había silencio y oscuridad.
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