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Luka Rooney
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Parecía que el Gyojin no podía negarse a atraer problemas. Y si lo hacía, le venían igualmente. Durante unos segundos pensó en qué hacer, pero le debía al tipo cualquier cosa que le pidiese. El arte que había ejercido, y sobre todo la rapidez -aún recordaba cuando le dijo que tardaría algunos días, y lo había hecho en unas cuantas horas-, le atesoraban como un trabajador de los que ya no quedaban.
- Lo haré. Pero nada de reemplazar el valor de los objetos que me has construido. Toma, esta es la suma que prometimos -comentó a la par que le tendía un sobre blanco-. Inviertelo en buen material y sigue haciendo esto, se te da genial.
El tipo hizo una reverencia y aceptó el dinero, metiéndoselo en el bolsillo y cerrando la cremallera de éste. Probablemente lo protegería con valentía y emplearía el dinero en una inversión de materiales para su tienda. O al menos así lo creyó el habitante del mar.
- Ahora dime. ¿Dónde están esos tipos? ¿Cada cuanto tiempo se presentan en tu tienda? ¿Qué te piden? ¿Que te ofrecen? Cualquier información me es útil.
- Se presentan un par de veces al mes. A veces seguidas, otras más separadas… Digamos que no guardan un orden. Cuando vienen se llevan un objeto de poco valor, me entregan un billete pequeño y les tengo que dar “las vueltas”. Su tarifa es de veintemil berris al mes. En dos pagos, les da igual que el primero les de cinco mil y el segundo quincemil, o al revés. Quieren el total en dos pagos.
- Bendita flexibilidad -comenté a expensas de que contestase al resto de preguntas.
- Ya te digo… Controlan la mayoría de tiendas, y en alguna han hecho el paripé. Contratan a alguien que intenta asaltar la tienda, aparecen, se lo llevan y la gente cree que les han salvado, por lo que siguen pagando religiosamente. Pero a mí no me la dan.
- ¿Sabes dónde se encuentran?
- Sé donde se reúnen, pero no sé cada cuanto. En la plaza, cerca del bar Las tres rosas, hay un hostal donde se suelen hacer negocios. He tenido que ir dos veces a pedir una rebaja en los pagos, porque tuve una mala época. Me la concedieron, pero luego tuve que pagar lo que dejé de darles en ese periodo. Vamos, que fue momentánea la rebaja.
- Entiendo. Pues con eso puedo ir tirando. Te volveré a ver cuando todo acabe, te lo prometo.
- Vale, y cuídate. Esa gente es peligrosa y siempre va en grupos grandes.
- Entendido.
El tiburón estrechó la mano del hombre y observó como se marchaba a la par que en su campo de visión entraba el guardaespaldas Ruffo, que salía de la tienda.
- Hey, Ruffo. Han cambiado las cosas, hice un encargo y esa persona necesita ayuda, al igual que tu amigo… ¿Fabián era? Así que voy a ir a escuchar lo que los mafiosos estos tengan que decirme, y si es necesario, a hacerles morder el suelo. ¿Te vienes, o tienes algo mejor que hacer?
- Lo haré. Pero nada de reemplazar el valor de los objetos que me has construido. Toma, esta es la suma que prometimos -comentó a la par que le tendía un sobre blanco-. Inviertelo en buen material y sigue haciendo esto, se te da genial.
El tipo hizo una reverencia y aceptó el dinero, metiéndoselo en el bolsillo y cerrando la cremallera de éste. Probablemente lo protegería con valentía y emplearía el dinero en una inversión de materiales para su tienda. O al menos así lo creyó el habitante del mar.
- Ahora dime. ¿Dónde están esos tipos? ¿Cada cuanto tiempo se presentan en tu tienda? ¿Qué te piden? ¿Que te ofrecen? Cualquier información me es útil.
- Se presentan un par de veces al mes. A veces seguidas, otras más separadas… Digamos que no guardan un orden. Cuando vienen se llevan un objeto de poco valor, me entregan un billete pequeño y les tengo que dar “las vueltas”. Su tarifa es de veintemil berris al mes. En dos pagos, les da igual que el primero les de cinco mil y el segundo quincemil, o al revés. Quieren el total en dos pagos.
- Bendita flexibilidad -comenté a expensas de que contestase al resto de preguntas.
- Ya te digo… Controlan la mayoría de tiendas, y en alguna han hecho el paripé. Contratan a alguien que intenta asaltar la tienda, aparecen, se lo llevan y la gente cree que les han salvado, por lo que siguen pagando religiosamente. Pero a mí no me la dan.
- ¿Sabes dónde se encuentran?
- Sé donde se reúnen, pero no sé cada cuanto. En la plaza, cerca del bar Las tres rosas, hay un hostal donde se suelen hacer negocios. He tenido que ir dos veces a pedir una rebaja en los pagos, porque tuve una mala época. Me la concedieron, pero luego tuve que pagar lo que dejé de darles en ese periodo. Vamos, que fue momentánea la rebaja.
- Entiendo. Pues con eso puedo ir tirando. Te volveré a ver cuando todo acabe, te lo prometo.
- Vale, y cuídate. Esa gente es peligrosa y siempre va en grupos grandes.
- Entendido.
El tiburón estrechó la mano del hombre y observó como se marchaba a la par que en su campo de visión entraba el guardaespaldas Ruffo, que salía de la tienda.
- Hey, Ruffo. Han cambiado las cosas, hice un encargo y esa persona necesita ayuda, al igual que tu amigo… ¿Fabián era? Así que voy a ir a escuchar lo que los mafiosos estos tengan que decirme, y si es necesario, a hacerles morder el suelo. ¿Te vienes, o tienes algo mejor que hacer?
- Nota:
- Este rol es continuación de éste otro.
El gyojin abandonó el local bastante enfadado, pero yo me quedó junto a Fabián para intercambiar con él algunas palabras más. Su rostro transmitía confusión y enfado a partes iguales, por lo que esperé a que abriese la boca antes de dirigirme a él.
-¿Quién se ha creído que es? -preguntó, visiblemente dolido, una vez la puerta del establecimiento se hubo cerrado a espaldas del habitante del mar-. Es muy fácil decir eso cuando mides más de dos metros y podrías atravesar el pecho de cualquiera con tu nariz -añadió, lanzando uno de los libros que había sobre su mesa contra la pared. No obstante, enseguida se arrepintió y corrió a recogerlo para depositarlo de nuevo en su lugar.
-Tú has hecho lo que has creído necesario para defenderte, Fabián, no tienes que darle explicaciones a nadie -comenté con voz calmada. Mi afirmación pareció agradar al fabricante de resinas, que me dirigió una sonrisa antes de volver a colocarse sus gafas para seguir trabajando.
-Vuelve a pasarte por aquí antes de volver a Isla Navideña. Se me ha ocurrido algo, pero antes tengo que hablar con alguien. -No dijo nada más. Simplemente volvió a sumergirse entre su instrumental de química y se evadió por completo de cuanto le rodeaba.
Por mi parte, me até la bolsa al cinturón en una zona que no rompía demasiado la estética "casual" que había escogido para ese día. Me aseguré de que se encontraba en el lugar idóneo en un par de ocasiones antes de dirigirme al exterior. No tenía mucho que hacer, y aún faltaban unos días hasta que saliese el barco que me llevaría de vuelta a la isla de la nieve. ¿Qué podría hacer? ¿Turismo tal vez?
Apenas di un par de pasos antes de distinguir de nuevo la figura del gyojin. Hablaba con un hombre que le entregaba una bolsa. ¿Qué habría allí? Fuera lo que fuese, no era de mi incumbencia. Me dispuse a pasar junto a él para continuar mi camino, pero el habitante del mar me interceptó y me propuso averiguar qué sucedía con los mafiosos que mantenían acobardados a todos los artesanos de la zona.
Mi primera reacción fue despacharle con un sencillo, educado y elegante "no", pero el gesto de impotencia de Fabián se materializó en mi mente y me obligó a reconsiderar mi postura. Sembrada la semilla de la duda, no tardé mucho tiempo en decidir cuál debía ser mi actitud.
-Sí, ¿por qué no? -respondí sin más, tanteando la cadena que adornaba mi pecho.
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El Gyojin miró una y otra vez al guardaespaldas mientras se pensaba una respuesta. Y después se percató de lo realmente nervioso que parecía. Pero aún no diría nada.
-Está bien, vamos a la plaza y te cuento lo poco que sé.
Durante el camino, Luka le contaría todo lo que aquél artesano había confiado en él, e intentaría amenizar aquello con un par de preguntas para conocerle mejor.
-Y dime, ¿Cuál es tu fuerte?-al ver su semblante creyó que no había entendido la pregunta- El mio, por ejemplo, es todo lo que implique fuerza. Sangre caliente. Dar palos, recibir, arremeter contra algo o alguien… Lo típico. A veces también se me ocurren cosas ingeniosas -sonrió ante el comentario. Según Tom era idiota, pero aún así uno de los Gyojins más listos de la isla. Lo cual no dejaba demasiado bien a su raza.
El camino era sencillo, algo que el tiburón agradeció. Cuando llegaron a la plaza de sentaron en el restaurante en el que la visita de Luka en aquella isla con los ex-esclavos empezó. El camarero vino y les atendió.
-Para mi una jarra de sake y un par de botellas de agua. De dos litros.
Tras ello preguntó a Ruffo, y no tardé en terminar de explicar lo que sabía.
-Bien. El sitio del que te hablé es ese, el edificio grande. Habitaciones 250, 251 y 252. O al menos son las que suelen coger. Propongo echar un vistazo y decidir si entramos. Tampoco sabemos muy bien cuántos son. Yo ya he cubierto el cupo de decisiones tomadas. Te dejo elegir a ti.
-Está bien, vamos a la plaza y te cuento lo poco que sé.
Durante el camino, Luka le contaría todo lo que aquél artesano había confiado en él, e intentaría amenizar aquello con un par de preguntas para conocerle mejor.
-Y dime, ¿Cuál es tu fuerte?-al ver su semblante creyó que no había entendido la pregunta- El mio, por ejemplo, es todo lo que implique fuerza. Sangre caliente. Dar palos, recibir, arremeter contra algo o alguien… Lo típico. A veces también se me ocurren cosas ingeniosas -sonrió ante el comentario. Según Tom era idiota, pero aún así uno de los Gyojins más listos de la isla. Lo cual no dejaba demasiado bien a su raza.
El camino era sencillo, algo que el tiburón agradeció. Cuando llegaron a la plaza de sentaron en el restaurante en el que la visita de Luka en aquella isla con los ex-esclavos empezó. El camarero vino y les atendió.
-Para mi una jarra de sake y un par de botellas de agua. De dos litros.
Tras ello preguntó a Ruffo, y no tardé en terminar de explicar lo que sabía.
-Bien. El sitio del que te hablé es ese, el edificio grande. Habitaciones 250, 251 y 252. O al menos son las que suelen coger. Propongo echar un vistazo y decidir si entramos. Tampoco sabemos muy bien cuántos son. Yo ya he cubierto el cupo de decisiones tomadas. Te dejo elegir a ti.
Caminé junto al gyojin hasta una plaza no demasiado alejada, pero lo suficiente como para que me pusiese al día de la información que había obtenido. Traté de memorizarla, aunque no sabía si me sería de mucha ayuda. Además de no ser muy amplia ni detallada, el contexto en el que me encontraba dejaba poca duda acerca de cual sería el desenlace, por lo que todos aquellos datos seguramente no influirían mucho.
-¿Mi fuerte? -repetí, pensando en cuál debía ser mi respuesta. De forma casi inconsciente, empleé las yemas de mis dedos para acariciar las almohadillas que adornaban mis palmas. Lo cierto era que no había peleado mucho después de abandonar mi hogar, y debía admitir que mis circunstancias habían cambiado bastante en lo referente a la forma de combatir-. Pues supongo que algo similar a lo tuyo, aunque prefiero recibir poco y no suelo cargar contra nada.
No pude evitar reír al finalizar mi comentario, ya que tanto matiz difuminaba la veracidad de mis palabras. No obstante, lo cierto era que el obsequio de Fabián en forma de bolas explosivas me había dado alguna idea. Siempre se me había dado bien golpear cosas que se encontraban lejos de mí -las cabezas de mis hermanos podrían dar fe de ello-. Además, las capacidades que me había otorgado aquella extraña fruta me permitirían lanzarlas a gran velocidad -o eso esperaba-. ¿Sería suficiente para hacerlas explotar? No lo sabía, pero tendría que averiguarlo si la situación lo requería.
Al llegar a la plaza nos dirigimos a un restaurante, momento que aprovechó Luka para comprar sake en cantidades que tumbarían a un rinoceronte y agua, sobre todo agua.
-¿Eso es para echártelo por encima? -pregunté, haciendo un gesto con la mano para simular el vaciamiento de las botellas. Hasta donde yo sabía, los seres que habitaban en el mar debían encontrarse hidratados en todo momento. Las escamas que adornaban la piel del gyojin, además de su evidente naturaleza marina, hacían plausible esa hipótesis. ¿Sería aquel un comentario ofensivo? Cuando me planteé la pregunta ya era tarde, así que guardé silencio y esperé la respuesta-. ¿Echar un vistazo? ¿Te refieres al interior del edificio? Sí, podría ser una buena idea.
Sugerencias del tipo de "tal vez deberíamos tratar de obtener un poco más de información" o "meternos ahí sin saber qué nos espera es una locura" se pasaron por mi mente, pero enseguida las deseché. Coloqué la cadena en la posición óptima para, en caso de que quien fuera se nos echara encima sin preguntas siquiera, poder desenrocarla de mi torso.
-¿Mi fuerte? -repetí, pensando en cuál debía ser mi respuesta. De forma casi inconsciente, empleé las yemas de mis dedos para acariciar las almohadillas que adornaban mis palmas. Lo cierto era que no había peleado mucho después de abandonar mi hogar, y debía admitir que mis circunstancias habían cambiado bastante en lo referente a la forma de combatir-. Pues supongo que algo similar a lo tuyo, aunque prefiero recibir poco y no suelo cargar contra nada.
No pude evitar reír al finalizar mi comentario, ya que tanto matiz difuminaba la veracidad de mis palabras. No obstante, lo cierto era que el obsequio de Fabián en forma de bolas explosivas me había dado alguna idea. Siempre se me había dado bien golpear cosas que se encontraban lejos de mí -las cabezas de mis hermanos podrían dar fe de ello-. Además, las capacidades que me había otorgado aquella extraña fruta me permitirían lanzarlas a gran velocidad -o eso esperaba-. ¿Sería suficiente para hacerlas explotar? No lo sabía, pero tendría que averiguarlo si la situación lo requería.
Al llegar a la plaza nos dirigimos a un restaurante, momento que aprovechó Luka para comprar sake en cantidades que tumbarían a un rinoceronte y agua, sobre todo agua.
-¿Eso es para echártelo por encima? -pregunté, haciendo un gesto con la mano para simular el vaciamiento de las botellas. Hasta donde yo sabía, los seres que habitaban en el mar debían encontrarse hidratados en todo momento. Las escamas que adornaban la piel del gyojin, además de su evidente naturaleza marina, hacían plausible esa hipótesis. ¿Sería aquel un comentario ofensivo? Cuando me planteé la pregunta ya era tarde, así que guardé silencio y esperé la respuesta-. ¿Echar un vistazo? ¿Te refieres al interior del edificio? Sí, podría ser una buena idea.
Sugerencias del tipo de "tal vez deberíamos tratar de obtener un poco más de información" o "meternos ahí sin saber qué nos espera es una locura" se pasaron por mi mente, pero enseguida las deseché. Coloqué la cadena en la posición óptima para, en caso de que quien fuera se nos echara encima sin preguntas siquiera, poder desenrocarla de mi torso.
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Luka no pudo evitar sonreír ante el comentario de Ruffo. Entonces se percató que o bien tenía poca experiencia de guardaespaldas, o bien no lo era. Aunque decidió no preguntar, quizá si lo hacía el humano se podía sentir ofendido. Aunque no entendía muy bien por qué, pero solía pasar que si menospreciabas, con pruebas, a alguien, éste terminaba por ofenderse. El tiburón suponía que era el orgullo herido el que le hacía enfadarse, pero no tenía muy claro por qué. Entonces Ruffo volvió a preguntar.
La mirada del Gyojin se clavó sobre el humano. Francamente, por cómo le miraba en la tienda del viejo, sabía que no tenía mucha idea de su raza. Pero su pregunta evidenció aún más los pensamientos del tiburón, que sonrió y se dispuso a contestar con el tono lo más sosegado que pudo. Si algo había aprendido, es que el racismo nacía de la ignorancia. Y siempre había estado dispuesto a responder los ruegos de cualquiera que los requiriese.
- Los Gyojins somos criaturas que vivimos en el mar. Pero también podemos vivir en la tierra. Aunque de vez en cuando necesitamos agua. Pero no la he comprado solo por eso -comentó a la par que metía ambas botellas en la mochila y daba un par de sorbos al sake-. Si no porque para desarrollar todo mi poder, necesito canalizar los líquidos de mi cuerpo. Y como bien sabrás, la mayor parte de éste, tanto en mi raza como en la tuya, es agua -finalizó para terminar la copa de un nuevo sorbo y dejar el dinero para pagar sobre la mesa-. Supongo que si seguimos, lo terminarás viendo.
Y tras ello, ladeó el cuello, dejando sonar sus huesos para adentrarse en aquella especie de hostal junto al humano.
- Reservamos un par de habitaciones -susurró-, y después nos separamos por plantas y ojeamos qué se cuece por ahí. ¿Ves alguna manera mejor de hacerlo?
El tiburón esperaría a obtener una posible respuesta y tras ello actuaría acorde a la situación. Desde fuera había observado que el tipo del mostrador no les había quitado ojo. No sabía si era por él, por su compañero o por ambos. Pero parecía que se podía oler algo. O quizá no, quizá eran paranoias del Gyojin.
La mirada del Gyojin se clavó sobre el humano. Francamente, por cómo le miraba en la tienda del viejo, sabía que no tenía mucha idea de su raza. Pero su pregunta evidenció aún más los pensamientos del tiburón, que sonrió y se dispuso a contestar con el tono lo más sosegado que pudo. Si algo había aprendido, es que el racismo nacía de la ignorancia. Y siempre había estado dispuesto a responder los ruegos de cualquiera que los requiriese.
- Los Gyojins somos criaturas que vivimos en el mar. Pero también podemos vivir en la tierra. Aunque de vez en cuando necesitamos agua. Pero no la he comprado solo por eso -comentó a la par que metía ambas botellas en la mochila y daba un par de sorbos al sake-. Si no porque para desarrollar todo mi poder, necesito canalizar los líquidos de mi cuerpo. Y como bien sabrás, la mayor parte de éste, tanto en mi raza como en la tuya, es agua -finalizó para terminar la copa de un nuevo sorbo y dejar el dinero para pagar sobre la mesa-. Supongo que si seguimos, lo terminarás viendo.
Y tras ello, ladeó el cuello, dejando sonar sus huesos para adentrarse en aquella especie de hostal junto al humano.
- Reservamos un par de habitaciones -susurró-, y después nos separamos por plantas y ojeamos qué se cuece por ahí. ¿Ves alguna manera mejor de hacerlo?
El tiburón esperaría a obtener una posible respuesta y tras ello actuaría acorde a la situación. Desde fuera había observado que el tipo del mostrador no les había quitado ojo. No sabía si era por él, por su compañero o por ambos. Pero parecía que se podía oler algo. O quizá no, quizá eran paranoias del Gyojin.
Afortunadamente para mí, Luka no se tomó a mal mi pregunta. La respondió de forma sosegada, aludiendo a características de su raza que yo había olvidado poco después de aprender. Por un momento maldije al despreocupado Ruffo del pasado, interesado únicamente en los barcos y los puñetazos.
Me aseguré de retener aquella información. ¿Quién sabía si volvería a encontrarme a uno de los suyos por ahí? Si se diese el caso, tenía que asegurarme de no meter la pata. Además, el hecho de conocer a otro miembro de su especia ya me brindaba un tema de conversación que podría estirar cuanto fuese necesario llegado el momento.
Observé cómo daba un largo trago al sake, gesto que fue seguido por una sugerencia de plan de acción. ¿Entrar por la puerta sin más? Arriesgado, de eso no cabía duda, pero también inesperado. Alguien en su sano juicio no se presentaría sin más en la puerta de sus potenciales adversarios, más aún si la diferencia de efectivos y recursos era tan abismal. No obstante, me pareció una alternativa tan buena como cualquier otra. Asentí en dirección al ser azulado y me levanté de mi asiento. Recorrí el espacio que nos separaba del edificio, deteniéndome un segundo al encontrarme frente a él.
-Déjame hablar a mí -susurré antes de abrir la puerta. Curiosamente, el recibidor no se correspondía en absoluto con la estética de la isla -al menos por lo que yo había visto hasta el momento-. Baldosas grisáceas y perfectamente pulidas reflejaban la silueta de quienes las pisábamos. Del mismo modo, las paredes habían sido pintadas de un color blanco tan impersonal como el suelo-. Buenas.. tardes -dije animadamente tras comprobar qué hora era en un reloj situado a espaldas de la recepcionista, una pelirroja que recogía su larga melena en un moño alto-. Mi amigo y yo querríamos una habitación cada uno, a poder ser en el mismo pasillo y que no estén en una planta demasiado alta -hice una pausa, acercándome a la mujer para dedicarle unas palabras en voz baja-. Ahí donde lo ves, con todos sus kilos y centímetros, no soporta las alturas.
La pelirroja sonrió, haciéndome pensar que mi actuación había sido convincente y permitiéndome volver a mi posición inicial. Extrajo un fichero de su escritorio y comenzó a pasar papeles a gran velocidad. Tras realizar un par de anotaciones en uno de ellos, me tendió dos llaves y señaló las escaleras que nos conducirían hasta nuestras habitaciones.
-Muchas gracias -dije, dándome la vuelta y entregándole la suya a Luka-. ¿Te has fijado en que no ha pedido que nos identifiquemos ni nada? -pregunté en voz baja-. No creo que eso sea muy normal. Hasta ahora en todos los lugares en los que he pasado la noche me han pedido al menos algunos datos.
Me aseguré de retener aquella información. ¿Quién sabía si volvería a encontrarme a uno de los suyos por ahí? Si se diese el caso, tenía que asegurarme de no meter la pata. Además, el hecho de conocer a otro miembro de su especia ya me brindaba un tema de conversación que podría estirar cuanto fuese necesario llegado el momento.
Observé cómo daba un largo trago al sake, gesto que fue seguido por una sugerencia de plan de acción. ¿Entrar por la puerta sin más? Arriesgado, de eso no cabía duda, pero también inesperado. Alguien en su sano juicio no se presentaría sin más en la puerta de sus potenciales adversarios, más aún si la diferencia de efectivos y recursos era tan abismal. No obstante, me pareció una alternativa tan buena como cualquier otra. Asentí en dirección al ser azulado y me levanté de mi asiento. Recorrí el espacio que nos separaba del edificio, deteniéndome un segundo al encontrarme frente a él.
-Déjame hablar a mí -susurré antes de abrir la puerta. Curiosamente, el recibidor no se correspondía en absoluto con la estética de la isla -al menos por lo que yo había visto hasta el momento-. Baldosas grisáceas y perfectamente pulidas reflejaban la silueta de quienes las pisábamos. Del mismo modo, las paredes habían sido pintadas de un color blanco tan impersonal como el suelo-. Buenas.. tardes -dije animadamente tras comprobar qué hora era en un reloj situado a espaldas de la recepcionista, una pelirroja que recogía su larga melena en un moño alto-. Mi amigo y yo querríamos una habitación cada uno, a poder ser en el mismo pasillo y que no estén en una planta demasiado alta -hice una pausa, acercándome a la mujer para dedicarle unas palabras en voz baja-. Ahí donde lo ves, con todos sus kilos y centímetros, no soporta las alturas.
La pelirroja sonrió, haciéndome pensar que mi actuación había sido convincente y permitiéndome volver a mi posición inicial. Extrajo un fichero de su escritorio y comenzó a pasar papeles a gran velocidad. Tras realizar un par de anotaciones en uno de ellos, me tendió dos llaves y señaló las escaleras que nos conducirían hasta nuestras habitaciones.
-Muchas gracias -dije, dándome la vuelta y entregándole la suya a Luka-. ¿Te has fijado en que no ha pedido que nos identifiquemos ni nada? -pregunté en voz baja-. No creo que eso sea muy normal. Hasta ahora en todos los lugares en los que he pasado la noche me han pedido al menos algunos datos.
Luka Rooney
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El humano respondió con claridad; Él sería quién hablase. Luka se limitó a asentir a la par que se lo agradecía internamente. Ya se había metido en más problemas en el pasado por hablar de una manera poco cordial y bastante brusca. Básicamente su forma de hablar un día normal.
La humana pelirroja desprendía un aura de belleza, y tenía elegancia, eso estaba claro. Aunque era una pena, ya que todo el mundo sabe que los pelirrojos son marcianos. Al tiburón no le gustaba la idea de los marcianos, así que se limitó a dar paseos por allí, ojeando el lobby, y acercándose a ver las revistas que había. De deportes y cosmética, un clásico. Cuando estuvo apunto de sentarse en uno de los aparentemente cómodos sillones, Ruffo volvió, llevándole en la dirección de las habitaciones que habían contratado.
-¿En serio?-preguntó algo confuso al detalle que el humano estaba contando- Es muy raro. ¿Puede que me hayan reconocido?
Entonces el tiburón se percató de algo, no le había dicho nada sobre su condición actual al humano. Quizá debería haberlo hecho antes, ya que podría haber cambiado la decisión que éste hubiera tomado en su totalidad. Esperó a que Ruffo abriese la puerta de su habitación, entró tras él y observó la curiosa habitación. Colcha verde clara con cojines rojo cálido, visiblemente cómodos, una estantería sin nada encima, una mesa de madera de roble, un sillón de cuero de un color granate, con un cojín redondo sobre el costado y unas cortinas… Antiguas. No había que ser un lince para ver que les iba a salir algo cara la estancia, pero no había problema. Luka se haría cargo, era lo mínimo que podía hacer. Volvió a ojear a Ruffo tras su pequeña pausa para ver todo lo que había y decidió sincerarse.
-Verás, hay algo que no te he dicho. Soy pirata, y tengo una buena suma por mi cabeza. No sé si te parecerá un dato relevante, pero me quedo más tranquilo si lo sabes. Entendería que te marchases ahora mismo, yo pienso seguir con el plan, al fin y al cabo he dado mi palabra.
Observaría el semblante del humano y esperaría su respuesta-si la hubiera-. Tras ello, y de seguir con el plan, optaría por intentar pensar qué hacer una vez dentro y cómo buscar a aquellos tipos sin levantar sospechas.
Esto sería más fácil con algo de alcohol en el cuerpo
Si todo seguía en marcha, propondría algo arriesgado. Aunque era lo único que se le ocurría, pero tenía que buscar un plan B por si las cosas se torcían. Confiaba en que a medida que fuese hablando se le apareciera la virgen.
-Veo dos opciones ahora mismo. La primera pasa porque te metas por ahí -señaló los conductos de ventilación-, e intentes ver qué se cuece, así podremos ir sobre seguro. La segunda… -hizo una pausa, pues no había segunda, pero tenía que proponer algo para que el humano decidiese si realmente se quería meter ahí- La segunda es diferente -continuó ganando tiempo-, algo especial. No sé si lo podremos aplicar aquí -observó las paredes y miró por la ventana-. No, creo que no, pero bueno, yo te la cuento. Has hecho migas con la pelirroja eh. ¿Y si la seduces y obtienes información? Pero cuidado, los pelirrojos no sin trigo limpio. Te lo digo por experiencia.
Entonces el tiburón pensó. ¿Había sirenas pelirrojas? Creía no haber visto ninguna. Durante su niñez vió pelirosas, peliazules y rubias, pero ninguna pelirroja. Por lo tanto, tardó poco en confirmar su teoría sobre la procedencia de los pelirrojos.
La humana pelirroja desprendía un aura de belleza, y tenía elegancia, eso estaba claro. Aunque era una pena, ya que todo el mundo sabe que los pelirrojos son marcianos. Al tiburón no le gustaba la idea de los marcianos, así que se limitó a dar paseos por allí, ojeando el lobby, y acercándose a ver las revistas que había. De deportes y cosmética, un clásico. Cuando estuvo apunto de sentarse en uno de los aparentemente cómodos sillones, Ruffo volvió, llevándole en la dirección de las habitaciones que habían contratado.
-¿En serio?-preguntó algo confuso al detalle que el humano estaba contando- Es muy raro. ¿Puede que me hayan reconocido?
Entonces el tiburón se percató de algo, no le había dicho nada sobre su condición actual al humano. Quizá debería haberlo hecho antes, ya que podría haber cambiado la decisión que éste hubiera tomado en su totalidad. Esperó a que Ruffo abriese la puerta de su habitación, entró tras él y observó la curiosa habitación. Colcha verde clara con cojines rojo cálido, visiblemente cómodos, una estantería sin nada encima, una mesa de madera de roble, un sillón de cuero de un color granate, con un cojín redondo sobre el costado y unas cortinas… Antiguas. No había que ser un lince para ver que les iba a salir algo cara la estancia, pero no había problema. Luka se haría cargo, era lo mínimo que podía hacer. Volvió a ojear a Ruffo tras su pequeña pausa para ver todo lo que había y decidió sincerarse.
-Verás, hay algo que no te he dicho. Soy pirata, y tengo una buena suma por mi cabeza. No sé si te parecerá un dato relevante, pero me quedo más tranquilo si lo sabes. Entendería que te marchases ahora mismo, yo pienso seguir con el plan, al fin y al cabo he dado mi palabra.
Observaría el semblante del humano y esperaría su respuesta-si la hubiera-. Tras ello, y de seguir con el plan, optaría por intentar pensar qué hacer una vez dentro y cómo buscar a aquellos tipos sin levantar sospechas.
Esto sería más fácil con algo de alcohol en el cuerpo
Si todo seguía en marcha, propondría algo arriesgado. Aunque era lo único que se le ocurría, pero tenía que buscar un plan B por si las cosas se torcían. Confiaba en que a medida que fuese hablando se le apareciera la virgen.
-Veo dos opciones ahora mismo. La primera pasa porque te metas por ahí -señaló los conductos de ventilación-, e intentes ver qué se cuece, así podremos ir sobre seguro. La segunda… -hizo una pausa, pues no había segunda, pero tenía que proponer algo para que el humano decidiese si realmente se quería meter ahí- La segunda es diferente -continuó ganando tiempo-, algo especial. No sé si lo podremos aplicar aquí -observó las paredes y miró por la ventana-. No, creo que no, pero bueno, yo te la cuento. Has hecho migas con la pelirroja eh. ¿Y si la seduces y obtienes información? Pero cuidado, los pelirrojos no sin trigo limpio. Te lo digo por experiencia.
Entonces el tiburón pensó. ¿Había sirenas pelirrojas? Creía no haber visto ninguna. Durante su niñez vió pelirosas, peliazules y rubias, pero ninguna pelirroja. Por lo tanto, tardó poco en confirmar su teoría sobre la procedencia de los pelirrojos.
«¿Y por qué te iban a reconocer?», me pregunté tras oír la duda del gyojin. ¿Acaso era algún personaje famoso? Su cara me había resultado familiar en el establecimiento de Fabián, pero mi curiosidad inicial se había ido diluyendo debido al transcurso de los acontecimientos. Sin embargo, la pregunta de Luka la había devuelto a la primera línea de mis pensamientos.
Por fortuna para mí -o por desgracia, según se viese-, el ser azulado hizo desaparecer el mar de suposiciones e hipótesis que se había formado en mi interior. Habíamos entrado en la habitación, la cual recordaba a una casa antigua pero confortable. Sí, apestaba a cara, aunque confiaba en que eso no fuese un problema. Pagaríamos a medias y, en el peor de los casos, yo tenía suficiente dinero para pagar lo que costase -o eso esperaba-. Todo cortesía de Lorenzzo, por supuesto. No pude evitar sonreír al recordar los rostros de quienes habían sido mis compañeros durante unos meses.
Al dejarme caer sobre el sillón, no sin antes refunfuñar por el mal gusto de quien hubiese optado por combinar de ese modo los colores, el gyojin me reveló su identidad. Entonces lo vi claro. Nítido como las escamas azuladas de quien estaba frente a mí, un cartel en un tablón de Isla Navideña se materializó en forma de recuerdo. "Luka Rooney", si mi memoria no me fallaba, aunque era incapaz de identificar la suma de dinero que ofrecían por su cabeza. En cambio, no me cabía la menor duda de que pertenecía a una tripulación mayor, pero ¿dónde estaban ellos?
-¡Así que eras tú! Ya decía yo que me sonabas de algo -comenté-. He visto un cartel por ahí con tu cara, pero decía que pertenecías a una banda pirata. ¿Dónde están los demás? -pregunté, arqueando una ceja en señal de sospecha. De cualquier modo, desde pequeño me habían enseñado que una delgada línea separaba el bien del mal, y que dicha línea se movía según la perspectiva de quien la contemplase. No. Desde que abandonara mi hogar me había asegurado de no hacer juicios apresurados sobre nadie, y así sería con Luka.
Tras su respuesta vino su proposición. Contemplé los conductos de ventilación desde mi sillón. ¿Sería capaz de introducirme ahí? Tal vez, aunque me movería en un espacio extremadamente limitado. Una intensa sensación de agobio se apoderó de mí al imaginarme en el interior de aquello, provocando que un escalofrío recorriese mi espalda al completo. No, me negaba a meterme ahí. En cuanto a la posibilidad de la pelirroja, era una opción, aunque no sabía si sería capaz de hacerlo. Era arriesgarlo todo a una carta que tenía pocas probabilidades de salir, o así se me antojó.
-La pelirroja -dije calmadamente, desechando los pensamientos inútiles que se habían ido sucediendo en mi cabeza.
Sin mediar palabra, bajé a la recepción en busca de la del moño. Cuál fue mi sorpresa al comprobar que allí no había nadie. ¿Adónde habría ido? Esperé unos minutos por si volvía, pero no lo hizo. Tampoco hubo nadie que hiciera el amago de sustituirla, así que opté por regresar a mi habitación con la cara gacha. Había planeado cómo desarrollaría la conversación y todo había sido para nada.
-No hay nadie -dije sin más al entrar por la puerta-. Se ha ido -añadí, sentándome en la cama y esperando por si el gyojin tenía algún plan alternativo-. Y olvídate de que me meta ahí.
Por fortuna para mí -o por desgracia, según se viese-, el ser azulado hizo desaparecer el mar de suposiciones e hipótesis que se había formado en mi interior. Habíamos entrado en la habitación, la cual recordaba a una casa antigua pero confortable. Sí, apestaba a cara, aunque confiaba en que eso no fuese un problema. Pagaríamos a medias y, en el peor de los casos, yo tenía suficiente dinero para pagar lo que costase -o eso esperaba-. Todo cortesía de Lorenzzo, por supuesto. No pude evitar sonreír al recordar los rostros de quienes habían sido mis compañeros durante unos meses.
Al dejarme caer sobre el sillón, no sin antes refunfuñar por el mal gusto de quien hubiese optado por combinar de ese modo los colores, el gyojin me reveló su identidad. Entonces lo vi claro. Nítido como las escamas azuladas de quien estaba frente a mí, un cartel en un tablón de Isla Navideña se materializó en forma de recuerdo. "Luka Rooney", si mi memoria no me fallaba, aunque era incapaz de identificar la suma de dinero que ofrecían por su cabeza. En cambio, no me cabía la menor duda de que pertenecía a una tripulación mayor, pero ¿dónde estaban ellos?
-¡Así que eras tú! Ya decía yo que me sonabas de algo -comenté-. He visto un cartel por ahí con tu cara, pero decía que pertenecías a una banda pirata. ¿Dónde están los demás? -pregunté, arqueando una ceja en señal de sospecha. De cualquier modo, desde pequeño me habían enseñado que una delgada línea separaba el bien del mal, y que dicha línea se movía según la perspectiva de quien la contemplase. No. Desde que abandonara mi hogar me había asegurado de no hacer juicios apresurados sobre nadie, y así sería con Luka.
Tras su respuesta vino su proposición. Contemplé los conductos de ventilación desde mi sillón. ¿Sería capaz de introducirme ahí? Tal vez, aunque me movería en un espacio extremadamente limitado. Una intensa sensación de agobio se apoderó de mí al imaginarme en el interior de aquello, provocando que un escalofrío recorriese mi espalda al completo. No, me negaba a meterme ahí. En cuanto a la posibilidad de la pelirroja, era una opción, aunque no sabía si sería capaz de hacerlo. Era arriesgarlo todo a una carta que tenía pocas probabilidades de salir, o así se me antojó.
-La pelirroja -dije calmadamente, desechando los pensamientos inútiles que se habían ido sucediendo en mi cabeza.
Sin mediar palabra, bajé a la recepción en busca de la del moño. Cuál fue mi sorpresa al comprobar que allí no había nadie. ¿Adónde habría ido? Esperé unos minutos por si volvía, pero no lo hizo. Tampoco hubo nadie que hiciera el amago de sustituirla, así que opté por regresar a mi habitación con la cara gacha. Había planeado cómo desarrollaría la conversación y todo había sido para nada.
-No hay nadie -dije sin más al entrar por la puerta-. Se ha ido -añadí, sentándome en la cama y esperando por si el gyojin tenía algún plan alternativo-. Y olvídate de que me meta ahí.
Luka Rooney
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En el rostro de Ruffo se podía observar que ya sabía que Luka era pirata. Quizá se le había pasado, puede que lo hubiera recordado en ese preciso momento, pero de cualquiera de las maneras, su expresivo semblante lo confirmaba. Y eso era algo que al propio bucanero le gustó. ¿Ya era lo suficientemente famoso como para que en su isla le recordasen de por vida entre alegres canciones y certeros brindis? Quizá. Pronto lo sabría.
-Efectivamente -confirmó a la pregunta del humano-. Pertenezco a una banda. Los Arashi, seguro que conoces a su capitán; Zane D. Kenshin. Pero ellos ahora no están aquí. Tenía una misión que llevar a cabo liberando esclavos, ya la he terminado y pronto estaré de vuelta con ellos.
Ojalá quedase menos Se resignó a pensar.
Luka había sido sincero hasta el momento, pero no podía desvelar el plan que la banda había tomado. Si querían estar lejos de los primeros planos de los periódicos, no podían, ni mucho menos, ir promulgándolo por ahí. Tenía que mostrar normalidad dentro de lo poco común de aquella situación.
Ruffo asintió, quizá lo dicho por el Gyojin tenía cierta lógica. Y tras ello, el humano acabó decidiéndose, empleando una única palabra; “Pelirroja”.
El tiburón aguardó en la habitación mientras el humano se disponía a realizar aquella extraña misión. ¿Conseguiría algo? Al habitante del mar algo le decía que sí.
Pasaron unos minutos y notó unas pisadas acercándose. Alarmado, decidió meterse en el baño para sorprender a quien fuera que viniese. Sin embargo, era Ruffo. La mujer no se encontraba en su posición, y parecía que no había nadie más allí. Qué raro…
-Estaba contemplando muchas opciones, pero que la pelirroja no estuviese no era una de ellas. Bien… pues quizá podemos poner en marcha… - “el plan b”, le faltó decir, mas el humano negó antes de llevarlo a cabo- Ya, ya. Ya sé que queda descartado ese plan. Descartadisimo. Me refería al otro plan, al de ir allí directamente. ¿Y si están reunidos y la pelirroja está allí? Quizá no es sólo la recepcionista, sino que hace también otras labores.
La verdad es que para ser un plan improvisado en unos segundos, no era del todo malo. Al menos la parte de la ubicación de la peligrosa pelirroja. Del plan en sí, tendría que opinar Ruffo, pues la sonrisa del Gyojin era más que suficiente como para saber que se le hacía la boca agua con la sola idea de entrar dando una contundente patada sobre la puerta.
-Efectivamente -confirmó a la pregunta del humano-. Pertenezco a una banda. Los Arashi, seguro que conoces a su capitán; Zane D. Kenshin. Pero ellos ahora no están aquí. Tenía una misión que llevar a cabo liberando esclavos, ya la he terminado y pronto estaré de vuelta con ellos.
Ojalá quedase menos Se resignó a pensar.
Luka había sido sincero hasta el momento, pero no podía desvelar el plan que la banda había tomado. Si querían estar lejos de los primeros planos de los periódicos, no podían, ni mucho menos, ir promulgándolo por ahí. Tenía que mostrar normalidad dentro de lo poco común de aquella situación.
Ruffo asintió, quizá lo dicho por el Gyojin tenía cierta lógica. Y tras ello, el humano acabó decidiéndose, empleando una única palabra; “Pelirroja”.
El tiburón aguardó en la habitación mientras el humano se disponía a realizar aquella extraña misión. ¿Conseguiría algo? Al habitante del mar algo le decía que sí.
Pasaron unos minutos y notó unas pisadas acercándose. Alarmado, decidió meterse en el baño para sorprender a quien fuera que viniese. Sin embargo, era Ruffo. La mujer no se encontraba en su posición, y parecía que no había nadie más allí. Qué raro…
-Estaba contemplando muchas opciones, pero que la pelirroja no estuviese no era una de ellas. Bien… pues quizá podemos poner en marcha… - “el plan b”, le faltó decir, mas el humano negó antes de llevarlo a cabo- Ya, ya. Ya sé que queda descartado ese plan. Descartadisimo. Me refería al otro plan, al de ir allí directamente. ¿Y si están reunidos y la pelirroja está allí? Quizá no es sólo la recepcionista, sino que hace también otras labores.
La verdad es que para ser un plan improvisado en unos segundos, no era del todo malo. Al menos la parte de la ubicación de la peligrosa pelirroja. Del plan en sí, tendría que opinar Ruffo, pues la sonrisa del Gyojin era más que suficiente como para saber que se le hacía la boca agua con la sola idea de entrar dando una contundente patada sobre la puerta.
-¿Otra labor? Sí, viniendo se me ha ocurrido que tal vez fuese secret... -me vi obligado a detenerme al identificar algo extraño en la mirada de Luka-. ¡Oh, ya veo! -recapacité, dándome cuenta de a qué se refería. ¿Sería aquello posible? No había manera de saberlo por el momento, aunque algo en mi interior suplicaba inexplicablemente que no fuera así.
Escuché en silencio su plan "b", que realmente era el "c" y parecía estar siendo improvisado sobre la marcha. De hecho, cuando finalizó mi percepción era que aquello podía ser cualquier cosa menos un plan. No obstante, era una alternativa directa y que no nos traería muchos dolores de cabeza. Nos zurraban o les zurrábamos, así de simple. Sonreí ante la abrumadora ausencia de elaboración. Sí, me gustaba esa forma de pensar.
Asentí en dirección al gyojin, desenroscando la cadena de alrededor de mi torso y colgándomela como un collar. Así sería mucho más práctica y fácil de usar. Además, en caso de que la cosa se pusiera fea no tendría que tomarme unos segundos para estar en condiciones de luchar. Sí, si los tipos se comportaban con nosotros igual que con los comerciantes locales tal vez pudiese librarme del primer golpe.
Abrí la puerta, dejando que el ser de escamas caminase delante de mí. Lo cierto era que había olvidado en qué planta se hospedaban los sujetos a los que andábamos buscando ¿Me lo había dicho siquiera? ¿Lo sabía él? Era incapaz de recordarlo, pero, dado que su plan consistía en ir directamente a un lugar, deduje que sabría cuál era.
Le seguí por los pasillos y las escaleras que estimó oportuno tomar, deteniéndose frente a unas puertas tras las cuales se oía un gran alboroto. Me detuve un instante a escuchar, tratando de identificar en cuál de las habitaciones habría más gente. Después de tomar mi decisión, sin saber si era acertada o no y sin decirle nada a Luka, di dos pasos hacia atrás y eché la puerta abajo de una patada. ¿Dónde había ido mi congoja inicial al pensar en aquellos tipos? No lo sabía, pero debía aprovechar el momento.
-¡Buenas tardes! -exclamé, entrando en la estancia tras caminar sobre la puerta-. Vengo buscando al encargado de "proteger" los comercios de la zona céntrica, los de la plaza ésa con unas plantas enormes -comenté relajadamente, pronunciando de una forma diferente la palabra "proteger"-. ¿Hay alguien por aquí que me pueda ayudar? Es que la recepcionista ha desaparecido y me parecía feo andar por ahí buscándola. Podría pensar sobre mí cosas que no son realidad y no me gusta ir cerrándome puertas, ya me entienden.
Escuché en silencio su plan "b", que realmente era el "c" y parecía estar siendo improvisado sobre la marcha. De hecho, cuando finalizó mi percepción era que aquello podía ser cualquier cosa menos un plan. No obstante, era una alternativa directa y que no nos traería muchos dolores de cabeza. Nos zurraban o les zurrábamos, así de simple. Sonreí ante la abrumadora ausencia de elaboración. Sí, me gustaba esa forma de pensar.
Asentí en dirección al gyojin, desenroscando la cadena de alrededor de mi torso y colgándomela como un collar. Así sería mucho más práctica y fácil de usar. Además, en caso de que la cosa se pusiera fea no tendría que tomarme unos segundos para estar en condiciones de luchar. Sí, si los tipos se comportaban con nosotros igual que con los comerciantes locales tal vez pudiese librarme del primer golpe.
Abrí la puerta, dejando que el ser de escamas caminase delante de mí. Lo cierto era que había olvidado en qué planta se hospedaban los sujetos a los que andábamos buscando ¿Me lo había dicho siquiera? ¿Lo sabía él? Era incapaz de recordarlo, pero, dado que su plan consistía en ir directamente a un lugar, deduje que sabría cuál era.
Le seguí por los pasillos y las escaleras que estimó oportuno tomar, deteniéndose frente a unas puertas tras las cuales se oía un gran alboroto. Me detuve un instante a escuchar, tratando de identificar en cuál de las habitaciones habría más gente. Después de tomar mi decisión, sin saber si era acertada o no y sin decirle nada a Luka, di dos pasos hacia atrás y eché la puerta abajo de una patada. ¿Dónde había ido mi congoja inicial al pensar en aquellos tipos? No lo sabía, pero debía aprovechar el momento.
-¡Buenas tardes! -exclamé, entrando en la estancia tras caminar sobre la puerta-. Vengo buscando al encargado de "proteger" los comercios de la zona céntrica, los de la plaza ésa con unas plantas enormes -comenté relajadamente, pronunciando de una forma diferente la palabra "proteger"-. ¿Hay alguien por aquí que me pueda ayudar? Es que la recepcionista ha desaparecido y me parecía feo andar por ahí buscándola. Podría pensar sobre mí cosas que no son realidad y no me gusta ir cerrándome puertas, ya me entienden.
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Aquél humano y su mirada evocaban en el Gyojin un recuerdo de alguien, pero aún no sabía de quién se trataba. Esa aparente fragilidad al principio, la timidez y dudas con pequeños detalles, como las veces que se tocaba la cadena que colgaba de su cuello, o esa última decisión que estaba viendo en él, le asemejaban a algún ser que pasó por el pasado del tiburón. Quizá en un tiempo recordase de quién se trataba.
Decidido a seguir el “plan” del habitante del mar, Ruffo abrió la puerta y se posicionó en la espalda del Gyojin, el cual siguió a paso firme el pasillo hasta llegar a las escaleras, allí subió un piso y se comunicó entre diferentes pasillos con el hall. Allí se dio cuenta de que se había perdido, pero no pasaba nada, Ruffo no tenía porqué saberlo.
-Ya queda poco -susurró-. Y dime, ¿Qué harás después de esto?
El tiburón aprovechó el tiempo de espera hasta que el humano respondió en ubicarse. Sabía la planta, pero no encontraba el dichoso pasillo que le llevase hasta la gran sala de reuniones. Desde el hall debería ser más sencillo, pero el habitante del mar dudaba. Y ante la duda… la izquierda.
Continuaron andando unos segundos más. Quizá treinta. Quizá cincuenta. Y llegaron a la habitación en la cual se suponía que estaba toda aquella gente mala malosa. Los mafiosos y sus secuaces, que a su vez eran mafiosos también.
-Deberíamos pensar en cómo hacerlo. Por ejemplo, yo me podría quedar un lateral y tú…
Las palabras del tiburón se perdieron en la nada, pues el humano ahora actuaba de forma impulsiva. ¿De donde había sacado ese valor? De repente la puerta cedió ante una patada y el humano se limitó a dar un discursito. El habitante del mar echó un rápido vistazo y observó a siete y ocho humanos trajeados sentados en la mesa, mientras cuatro estaban de pie con trajes más estándar.
-No entiendo qué me dice, caballero -comentó uno de ellos
-¿Señor? ¿Está usted loco?
Entonces, el Gyojin observó cómo los que estaban de pie de llevaban la mano al bolsillo. ¿Tendrían un arma? No se iba a quedar allí para averiguarlo. Con la mano derecha agarró a Ruffo de la pechera y salió corriendo hasta cubrirse con el muro, cercano a la puerta derribada.
-Cuatro llevan armas. Son ellos, el traje es igual que el hombre que os intentó atacar en la tienda de Sebastián. Supongo que los demás no serán muy guerreros. O igual sí.
El Gyojin cogió una de las botellas de agua y se roció con ella, para después hacer una seña al humano. entramos cuando quieras le quiso decir.
Casi con total seguridad, aquellos guardias les estarían esperando, por lo que tenían que entrar decididos y actuar ágilmente. Además, con el tiempo que les habían dado… ¿Habrían llamado refuerzos?
Decidido a seguir el “plan” del habitante del mar, Ruffo abrió la puerta y se posicionó en la espalda del Gyojin, el cual siguió a paso firme el pasillo hasta llegar a las escaleras, allí subió un piso y se comunicó entre diferentes pasillos con el hall. Allí se dio cuenta de que se había perdido, pero no pasaba nada, Ruffo no tenía porqué saberlo.
-Ya queda poco -susurró-. Y dime, ¿Qué harás después de esto?
El tiburón aprovechó el tiempo de espera hasta que el humano respondió en ubicarse. Sabía la planta, pero no encontraba el dichoso pasillo que le llevase hasta la gran sala de reuniones. Desde el hall debería ser más sencillo, pero el habitante del mar dudaba. Y ante la duda… la izquierda.
Continuaron andando unos segundos más. Quizá treinta. Quizá cincuenta. Y llegaron a la habitación en la cual se suponía que estaba toda aquella gente mala malosa. Los mafiosos y sus secuaces, que a su vez eran mafiosos también.
-Deberíamos pensar en cómo hacerlo. Por ejemplo, yo me podría quedar un lateral y tú…
Las palabras del tiburón se perdieron en la nada, pues el humano ahora actuaba de forma impulsiva. ¿De donde había sacado ese valor? De repente la puerta cedió ante una patada y el humano se limitó a dar un discursito. El habitante del mar echó un rápido vistazo y observó a siete y ocho humanos trajeados sentados en la mesa, mientras cuatro estaban de pie con trajes más estándar.
-No entiendo qué me dice, caballero -comentó uno de ellos
-¿Señor? ¿Está usted loco?
Entonces, el Gyojin observó cómo los que estaban de pie de llevaban la mano al bolsillo. ¿Tendrían un arma? No se iba a quedar allí para averiguarlo. Con la mano derecha agarró a Ruffo de la pechera y salió corriendo hasta cubrirse con el muro, cercano a la puerta derribada.
-Cuatro llevan armas. Son ellos, el traje es igual que el hombre que os intentó atacar en la tienda de Sebastián. Supongo que los demás no serán muy guerreros. O igual sí.
El Gyojin cogió una de las botellas de agua y se roció con ella, para después hacer una seña al humano. entramos cuando quieras le quiso decir.
Casi con total seguridad, aquellos guardias les estarían esperando, por lo que tenían que entrar decididos y actuar ágilmente. Además, con el tiempo que les habían dado… ¿Habrían llamado refuerzos?
-¿Después de aquí? -había dicho tras oír las palabras de Luka, tomándome unos segundos para pensar mi respuesta. En teoría alguien tenía que ponerse en contacto conmigo, pero no sabía del todo cómo sería aquello-. Esperar -concluí sin más, siendo bastante parco en palabras por una vez.
Una vez dentro de la habitación, fruncí el ceño al oír la respuesta de uno de los sujetos que había. ¿Cuántos eran? Tres, cuatro, cinco... ¿Qué importaba? Su respuesta daba a entender que no tenían ni la menor idea de a qué me refería. Me sonrojé, o al menos eso pensé al notar cómo mis mejillas se calentaban. Me disponía a agacharme, recoger la puerta, ponerla torpemente en su lugar y pedir disculpas mientras caminaba de espaldas hacia la salida.
Sin embargo, Luka creyó oportuno agarrarme bruscamente y arrastrarme. Me disponía a quejarme, pero el gyojin tomó la palabra y me obligó a cerrar la boca. Al parecer estaban armados y vestían igual que el tipo que había irrumpido en la tienda de Fabián. ¿Era así realmente? No me había fijado, pero me pareció bastante más sensato fiarme de la palabra del ser de escamas. «Tienes que fijarte en esas cosas»,me reprendí. Él vació una de las botellas que había comprado anteriormente mientras yo asía mi cadena por uno de los extremos.
-Pues vamos allá -dije con una sonrisa, poniéndome de pie y midiendo la distancia hacia la puerta. Los eslabones adquirieron cierto tono anaranjado cuando blandí mi arma. Realicé un barrido horizontal en dirección al marco de la puerta, logrando que el quicio de la misma funcionase como punto fijo para que el extremo libre de la cadena se introdujese en la habitación.
Una explosión me indicó que mi técnica había surtido efecto. Habitualmente el extremo brillaba con un tono anaranjado antes de estallar, pero desde donde nos encontrábamos era imposible verlo. ¿Habría sido bonito? Tal vez pudiese preguntarle a alguno de los tipos que había dentro.
Sin decir nada más, recogí la cadena y le di una vuelta en torno a mi cuello antes de introducirme en la habitación tras Luka. Mis puños no se encontraban cerrados del todo en previsión de algún posible ataque. Pensaba lanzar por los aires a cualquiera que se aproximase a mí.
Una vez dentro de la habitación, fruncí el ceño al oír la respuesta de uno de los sujetos que había. ¿Cuántos eran? Tres, cuatro, cinco... ¿Qué importaba? Su respuesta daba a entender que no tenían ni la menor idea de a qué me refería. Me sonrojé, o al menos eso pensé al notar cómo mis mejillas se calentaban. Me disponía a agacharme, recoger la puerta, ponerla torpemente en su lugar y pedir disculpas mientras caminaba de espaldas hacia la salida.
Sin embargo, Luka creyó oportuno agarrarme bruscamente y arrastrarme. Me disponía a quejarme, pero el gyojin tomó la palabra y me obligó a cerrar la boca. Al parecer estaban armados y vestían igual que el tipo que había irrumpido en la tienda de Fabián. ¿Era así realmente? No me había fijado, pero me pareció bastante más sensato fiarme de la palabra del ser de escamas. «Tienes que fijarte en esas cosas»,me reprendí. Él vació una de las botellas que había comprado anteriormente mientras yo asía mi cadena por uno de los extremos.
-Pues vamos allá -dije con una sonrisa, poniéndome de pie y midiendo la distancia hacia la puerta. Los eslabones adquirieron cierto tono anaranjado cuando blandí mi arma. Realicé un barrido horizontal en dirección al marco de la puerta, logrando que el quicio de la misma funcionase como punto fijo para que el extremo libre de la cadena se introdujese en la habitación.
Una explosión me indicó que mi técnica había surtido efecto. Habitualmente el extremo brillaba con un tono anaranjado antes de estallar, pero desde donde nos encontrábamos era imposible verlo. ¿Habría sido bonito? Tal vez pudiese preguntarle a alguno de los tipos que había dentro.
Sin decir nada más, recogí la cadena y le di una vuelta en torno a mi cuello antes de introducirme en la habitación tras Luka. Mis puños no se encontraban cerrados del todo en previsión de algún posible ataque. Pensaba lanzar por los aires a cualquiera que se aproximase a mí.
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El humano actuaba como una mosquita muerta. Como un indefenso insecto antes de ser engullido. Y era por aquello que el tiburón no se esperaba ni de lejos lo que acababa de hacer. Con un amplio y voluminoso giro con la cadena consiguió que algo en ésta explotara, dejándonos el camino en una vía libre.
- Vaya, al final sí que vas a ser útil, eh -comentó dándole una palmadita en la espalda mientras caminaba delante suya-. Despejado -comentó una vez dentro-. Muy buena, has conseguido pillarlos por sorpresa.
El escenario lucía lúgubre. Todos por los suelos, algunos inconscientes, otros tosían sangre, otros intentaban huir gateando. Con uno de ellos se topó el Gyojin, que tras una patada volvió al suelo. Allí puso su pié sobre la cabeza de éste y posteriormente bajó hasta ponerse de rodillas, sujetando su cabeza con la mano derecha.
- Ruffo, acércate a todos los que están en este recinto y quita cada utensilio que creas que se puede emplear como arma. Yo voy a hablar con éste.
Su cara cambió, y se tomó bastantes molestias en que el tipo al que le sujetaba la cabeza se diese cuenta de ello.
- Nos vas a decir quiénes sois, dónde os escondéis y quién os ha financiado.
- No… no puedo
- Sí, sí que puedes -el tiburón apretó con rabia su cabeza y puso su mano contraria sobre la herida del brazo del humano-. O me lo dices, o sufres.
- Sufro.
El tiburón empezó a apretar cada vez más, y el humano emitía un sonido cada vez más intenso, hasta que una de sus manos tocó la de Luka.
- Está bien, para.
- ¿Quiénes sois?
- Nos llaman los escarabajos.
- Porque os gusta la mierda, intuyo.
- Eso… no importa. No importa el significado ya.
- Bueno, no te pongas melancólico. ¿Dónde os escondéis?
- Distrito 6… Cerca del bar de Lokus. Allí hay un callejón y una puerta que siempre está vigilada. No podréis entrar.
- ¿Quién os financia?
- Los tenderos. Les protegemos, somos necesarios, de verdad.
El habitante del mar lanzó el cuerpo del hombre justo al resto y se dirigió a Ruffo.
- Supongo que lo has oído todo -comentó dirigiéndose al teléfono que había sobre la mesa y arrancando el cable para guardárselo-. Salgamos.
Al salir por la puerta, Luka colocó de nuevo la puerta y la fijó. Y tras ello, usó el cable para dejarla atrancada.
Mientras bajaban por las escaleras, el tiburón se dió cuenta de unos fusibles, que no tardó en apagar.
- Bien, tenía miedo de que se comunicasen con el exterior, pero parece que ahora ya no será posible. ¿Qué les has quitado? ¿Qué crees que deberíamos hacer ahora?
- Vaya, al final sí que vas a ser útil, eh -comentó dándole una palmadita en la espalda mientras caminaba delante suya-. Despejado -comentó una vez dentro-. Muy buena, has conseguido pillarlos por sorpresa.
El escenario lucía lúgubre. Todos por los suelos, algunos inconscientes, otros tosían sangre, otros intentaban huir gateando. Con uno de ellos se topó el Gyojin, que tras una patada volvió al suelo. Allí puso su pié sobre la cabeza de éste y posteriormente bajó hasta ponerse de rodillas, sujetando su cabeza con la mano derecha.
- Ruffo, acércate a todos los que están en este recinto y quita cada utensilio que creas que se puede emplear como arma. Yo voy a hablar con éste.
Su cara cambió, y se tomó bastantes molestias en que el tipo al que le sujetaba la cabeza se diese cuenta de ello.
- Nos vas a decir quiénes sois, dónde os escondéis y quién os ha financiado.
- No… no puedo
- Sí, sí que puedes -el tiburón apretó con rabia su cabeza y puso su mano contraria sobre la herida del brazo del humano-. O me lo dices, o sufres.
- Sufro.
El tiburón empezó a apretar cada vez más, y el humano emitía un sonido cada vez más intenso, hasta que una de sus manos tocó la de Luka.
- Está bien, para.
- ¿Quiénes sois?
- Nos llaman los escarabajos.
- Porque os gusta la mierda, intuyo.
- Eso… no importa. No importa el significado ya.
- Bueno, no te pongas melancólico. ¿Dónde os escondéis?
- Distrito 6… Cerca del bar de Lokus. Allí hay un callejón y una puerta que siempre está vigilada. No podréis entrar.
- ¿Quién os financia?
- Los tenderos. Les protegemos, somos necesarios, de verdad.
El habitante del mar lanzó el cuerpo del hombre justo al resto y se dirigió a Ruffo.
- Supongo que lo has oído todo -comentó dirigiéndose al teléfono que había sobre la mesa y arrancando el cable para guardárselo-. Salgamos.
Al salir por la puerta, Luka colocó de nuevo la puerta y la fijó. Y tras ello, usó el cable para dejarla atrancada.
Mientras bajaban por las escaleras, el tiburón se dió cuenta de unos fusibles, que no tardó en apagar.
- Bien, tenía miedo de que se comunicasen con el exterior, pero parece que ahora ya no será posible. ¿Qué les has quitado? ¿Qué crees que deberíamos hacer ahora?
Obedecí. ¿Qué otra cosa podía hacer? No tenía demasiadas ganas de contrariar a Luka. ¿El motivo? Tal vez el tamaño y la forma de sus dientes tuviesen algo que ver, o una nariz que prometía atravesar todo lo que se le pusiera por delante. Quizás una piel -o lo que debería ser una- que se asemejaba más a papel de lija que a tejido cutáneo, o a saber cuántos metros de altura y cuánta fuerza bruta.
No. Definitivamente iba a registrar a los tipos que habían sido alcanzados por la explosión. Lo cierto era que jamás hubiese esperado que fuese tan efectiva. Exceptuando al individuo que el ser de escamas había escogido como interlocutor -de forma no demasiado amigable, por cierto-, los demás no se movían de su posición. Ningún movimiento delataba que lo fuesen a hacer en un tiempo, así que me tomé mi tiempo para registrar sus cuerpos inconscientes en busca de cualquier cosa que pudiera servir. ¿Pero en qué chisme podrían haber ocultado un arma? No lo sabía, pero iba a asegurarme de no tener que comprobarlo.
Me aproximé a un perchero situado en una esquina de la estancia y cogí una gabardina que sin duda debía pertenecer a los sujetos que allí se encontraban. Tras depositarla en el suelo comprobé cuáles eran las pertenencias de todos los hombres. Luka había tenido razón en su suposición, pues lo primero que encontré fueron unas armas de fuego. Pistolas normales y corrientes en apariencia; pequeñas y fácilmente camuflables, pero letales.
No contento con eso, y sin dejar de escuchar el poco elaborado interrogatorio del gyojin, me aseguré de quitarles todo lo que encontraba: un paquete de chicles, varias cajetillas de tabaco, mecheros, un abrecartas -¿por qué demonios llevaría alguien un abrecartas encima?-, algunos cuchillos de diversos tamaños, algún que otro manojo de llaves y una tarjeta de descuento de un lugar llamado "La sepia traviesa" cuya naturaleza preferí no cuestionarme.
Coloqué todos los objetos sobre la gabardina, plegándola a continuación y realizando un tosco nudo con sus mangas. Quedó algo parecido a una bolsa -o eso había intentado-, que coloqué sobre mi hombro mientras aguardaba a que el habitante del mar acabase su conversación.
-No hay gran cosa -dije sin más, encogiéndome de hombros y tendiéndole la gabardina por si quería analizar su contenido-. Me ha gustado el abrecartas -añadí-, creo que me lo voy a quedar. -Hice una pausa, haciendo un esfuerzo por valorar la situación. No obstante, aquello era demasiado pesado y a mis ojos estaba clarísimo lo que debíamos hacer-. Ir al lugar que te han dicho, ¿no? Pero antes quiero pasarme por el bar del tal Lokus. Tengo curiosidad por saber qué clase de persona puede tener ese nombre.
Sin añadir nada más, di media vuelta y me encaminé hacia el distrito seis... o lo intenté. Lo cierto era que no tenía ni la menor idea de dónde se encontraba. Me giré de nuevo hacia Luka, encogiéndome de hombros y esperando a que fuese él quien me indicase el camino a seguir.
No. Definitivamente iba a registrar a los tipos que habían sido alcanzados por la explosión. Lo cierto era que jamás hubiese esperado que fuese tan efectiva. Exceptuando al individuo que el ser de escamas había escogido como interlocutor -de forma no demasiado amigable, por cierto-, los demás no se movían de su posición. Ningún movimiento delataba que lo fuesen a hacer en un tiempo, así que me tomé mi tiempo para registrar sus cuerpos inconscientes en busca de cualquier cosa que pudiera servir. ¿Pero en qué chisme podrían haber ocultado un arma? No lo sabía, pero iba a asegurarme de no tener que comprobarlo.
Me aproximé a un perchero situado en una esquina de la estancia y cogí una gabardina que sin duda debía pertenecer a los sujetos que allí se encontraban. Tras depositarla en el suelo comprobé cuáles eran las pertenencias de todos los hombres. Luka había tenido razón en su suposición, pues lo primero que encontré fueron unas armas de fuego. Pistolas normales y corrientes en apariencia; pequeñas y fácilmente camuflables, pero letales.
No contento con eso, y sin dejar de escuchar el poco elaborado interrogatorio del gyojin, me aseguré de quitarles todo lo que encontraba: un paquete de chicles, varias cajetillas de tabaco, mecheros, un abrecartas -¿por qué demonios llevaría alguien un abrecartas encima?-, algunos cuchillos de diversos tamaños, algún que otro manojo de llaves y una tarjeta de descuento de un lugar llamado "La sepia traviesa" cuya naturaleza preferí no cuestionarme.
Coloqué todos los objetos sobre la gabardina, plegándola a continuación y realizando un tosco nudo con sus mangas. Quedó algo parecido a una bolsa -o eso había intentado-, que coloqué sobre mi hombro mientras aguardaba a que el habitante del mar acabase su conversación.
-No hay gran cosa -dije sin más, encogiéndome de hombros y tendiéndole la gabardina por si quería analizar su contenido-. Me ha gustado el abrecartas -añadí-, creo que me lo voy a quedar. -Hice una pausa, haciendo un esfuerzo por valorar la situación. No obstante, aquello era demasiado pesado y a mis ojos estaba clarísimo lo que debíamos hacer-. Ir al lugar que te han dicho, ¿no? Pero antes quiero pasarme por el bar del tal Lokus. Tengo curiosidad por saber qué clase de persona puede tener ese nombre.
Sin añadir nada más, di media vuelta y me encaminé hacia el distrito seis... o lo intenté. Lo cierto era que no tenía ni la menor idea de dónde se encontraba. Me giré de nuevo hacia Luka, encogiéndome de hombros y esperando a que fuese él quien me indicase el camino a seguir.
Luka Rooney
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El tiburón ojeó la gabardina sin siquiera tocarla. Se fiaba de Ruffo, y eso era lo que creía que denotaba su fija mirada. En ella vió alguna que otra arma, un par de abrelatas y, según el propio humano, un abrecartas, el cual no tardó en reclamar como premio.
-Buen trabajo. No hay ningún problema, te puedes quedar ese chisme -comentó sonriendo-. Creo que no tengo pinta de abrir cartas con abrecartas. Es más, creo que ni siquiera tengo pintas de abrir cartas.
Pero sé leer pensó intentando justificarse.
Lo cierto era que no quedaban muchas más opciones que las que el humano planteaba. Primero ir a la taberna del sector seis, en busca de ese tal Lokus, cuyo nombre inducía a pensar lo peor. La intriga parecía haber llamado en Ruffo también, quien tomó la iniciativa y salió hacia delante en busca de aquella tasca. Y segundo, ir al callejón del que le habían hablado, que estaba próximo al bar del propio Lokus. ¿Coincidencia? Quizá.
El tiburón le siguió, pero pronto se dio cuenta que le “cedía amablemente” la primera posición, dando a entender que no sabía muy bien dónde estaba el sector seis.
Cuando caminaron por unos minutos, llegaron a la plaza central de nuevo, algo que el habitante del mar temía. No era muy bueno situándose en las islas, y había quedado más que demostrado en aquella ocasión. Luka se acercó a un par de señoras e intentó sacar algo de información.
-Disculpen…
-No tenemos nada, lo siento -comentó una de ellas mientras se levantaban de la silla y se marchaban cuchicheando.
El tiburón volvió a la carga con otra señora que portaba dos bolsas de la compra.
-Perdona, ¿Sabe dónde está el sector seis?
-El sector seis… yo ahí no iría, vive la Matilde, es lo peor que te puedes echar en cara. Está detrás de los maridos de todas, es una fulana.
-No se preocupe, no tengo marido -comentó sonrojado el habitante del mar-. Estoy buscando una taberna. El jefe es un tal Lokus.
-No me digas más, su marido. Es increíble. Yo no iría.
Luka estaba al borde de un ataque de nervios, pero entonces pensó algo. ¿Y si aprovechaba esa situación a su favor?
-Verá, señora -comentó fijando la mirada en sus ojos-. Esa mujer no es la única que va por ahí destrozando matrimonios. Ese tal Lokus… Se acostó con mi mujer.
-Uffff, no me digas más. Me lo creo. Tenía pinta de ser un vicioso, pero nunca me habría imaginado que lo fuese tanto. Sexo interracial, uy uy uy. Eso sí que ni me lo esperaba. Verás cuando lo sepa la Carmen, le va a arder la sangre.
-Dígaselo a quien quiera, pero como comprenderá, necesito encontrar a ese tipo.
-Sí, sí, claro. Es ahí, a la derecha -comentó señalando la dirección-. Camina unos tres o cuatro minutos, coge la calle a la izquierda, donde hay una tienda de bebés. Ahí trabaja mi prima, os podéis pasar si queréis. Luego seguís todo recto hasta llegar a un desvío, está indicado en una señal. A la izquierda volvéis a la plaza, recto vais al distrito cinco y a la derecha al seis. Todo recto, no tiene pérdida. El bar destaca porque tiene un gran cartel, no creo que os cueste mucho encontrarlo. Allí podéis ver también a la zorra de Cristie, decidle que mi marido ya es jefe de obra, y que deje de enredar, que es una embustera.
-Vale.. se lo diremos.
Afortunadamente, aquella mujer dió un par de segundos de cortesía que el tiburón aprovechó para escabullirse. Junto con Ruffo, intentaría no perderse y llegar a su destino. ¿Cómo de grande sería el distrito seis? ¿Encontrarían a Lokus? Y lo más importante. ¿Cómo sería su mujer?
-Buen trabajo. No hay ningún problema, te puedes quedar ese chisme -comentó sonriendo-. Creo que no tengo pinta de abrir cartas con abrecartas. Es más, creo que ni siquiera tengo pintas de abrir cartas.
Pero sé leer pensó intentando justificarse.
Lo cierto era que no quedaban muchas más opciones que las que el humano planteaba. Primero ir a la taberna del sector seis, en busca de ese tal Lokus, cuyo nombre inducía a pensar lo peor. La intriga parecía haber llamado en Ruffo también, quien tomó la iniciativa y salió hacia delante en busca de aquella tasca. Y segundo, ir al callejón del que le habían hablado, que estaba próximo al bar del propio Lokus. ¿Coincidencia? Quizá.
El tiburón le siguió, pero pronto se dio cuenta que le “cedía amablemente” la primera posición, dando a entender que no sabía muy bien dónde estaba el sector seis.
Cuando caminaron por unos minutos, llegaron a la plaza central de nuevo, algo que el habitante del mar temía. No era muy bueno situándose en las islas, y había quedado más que demostrado en aquella ocasión. Luka se acercó a un par de señoras e intentó sacar algo de información.
-Disculpen…
-No tenemos nada, lo siento -comentó una de ellas mientras se levantaban de la silla y se marchaban cuchicheando.
El tiburón volvió a la carga con otra señora que portaba dos bolsas de la compra.
-Perdona, ¿Sabe dónde está el sector seis?
-El sector seis… yo ahí no iría, vive la Matilde, es lo peor que te puedes echar en cara. Está detrás de los maridos de todas, es una fulana.
-No se preocupe, no tengo marido -comentó sonrojado el habitante del mar-. Estoy buscando una taberna. El jefe es un tal Lokus.
-No me digas más, su marido. Es increíble. Yo no iría.
Luka estaba al borde de un ataque de nervios, pero entonces pensó algo. ¿Y si aprovechaba esa situación a su favor?
-Verá, señora -comentó fijando la mirada en sus ojos-. Esa mujer no es la única que va por ahí destrozando matrimonios. Ese tal Lokus… Se acostó con mi mujer.
-Uffff, no me digas más. Me lo creo. Tenía pinta de ser un vicioso, pero nunca me habría imaginado que lo fuese tanto. Sexo interracial, uy uy uy. Eso sí que ni me lo esperaba. Verás cuando lo sepa la Carmen, le va a arder la sangre.
-Dígaselo a quien quiera, pero como comprenderá, necesito encontrar a ese tipo.
-Sí, sí, claro. Es ahí, a la derecha -comentó señalando la dirección-. Camina unos tres o cuatro minutos, coge la calle a la izquierda, donde hay una tienda de bebés. Ahí trabaja mi prima, os podéis pasar si queréis. Luego seguís todo recto hasta llegar a un desvío, está indicado en una señal. A la izquierda volvéis a la plaza, recto vais al distrito cinco y a la derecha al seis. Todo recto, no tiene pérdida. El bar destaca porque tiene un gran cartel, no creo que os cueste mucho encontrarlo. Allí podéis ver también a la zorra de Cristie, decidle que mi marido ya es jefe de obra, y que deje de enredar, que es una embustera.
-Vale.. se lo diremos.
Afortunadamente, aquella mujer dió un par de segundos de cortesía que el tiburón aprovechó para escabullirse. Junto con Ruffo, intentaría no perderse y llegar a su destino. ¿Cómo de grande sería el distrito seis? ¿Encontrarían a Lokus? Y lo más importante. ¿Cómo sería su mujer?
El ser de escamas no tardó en tomar la iniciativa, como había estado haciendo la mayor parte del tiempo desde que nos encontráramos en la tienda de Fabián. Por un momento noté cierta incomodidad; no era propio de mí dejarme llevar de ese modo. ¿O sí? En determinadas situaciones no era mala idea dejar las riendas de la situación a otra persona, aunque tal vez esos momentos correspondiesen a un clima más íntimo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al darme cuenta de la deriva que estaban tomando mis pensamientos. ¿Qué demonios me pasaba?
Sacudí la cabeza, dejando que el gyojin rebasase mi posición y comenzando a caminar junto a él. En cuanto pusimos un pie fuera de la construcción me detuve y volví a inspeccionar el contenido de mi improvisado saco. No, definitivamente no había nada más que llamase mi atención aparte del abrecartas, el cual no dudé en guardar en un bolsillo. Tras eso lancé la gabardina a unos metros de mí. Cayó con un golpe seco, acompañada del caótico ruido metálico que produjeron los objetos que contenía al chocar entre sí. No obstante, para entonces ya había reanudado la marcha y me encontraba a algunos metros de distancia.
Cuando quise darme cuenta habíamos vuelto a la plaza en la que se encontraba la tienda de resinas. Intenté ver su interior a través de los sucios cristales; quería asegurarme de que aquellos tipos no hubieran decidido tomar represalias contra el artesano. No obstante, la mugre acumulada en las ventanas me impidió ver el local. Por un momento me planteé entrar a comprobar el estado de Fabián, pero finalmente opté por continuar con mi camino y confiar en que estuviera bien. En caso de que hubiera pasado desapercibido mi visita podría resultar contraproducente, y aquello era algo que bajo ningún concepto estaba dispuesto a permitir.
Luka comenzó a preguntar a los transeúntes por la dirección que debíamos tomar para llegar al distrito seis. Me resultaba curioso -y, por qué no, divertido- ver cómo el gyojin se relacionaba con las señoras que pasaban por allí para preguntar el camino. Finalmente encontró a la maruja que tenía la solución a nuestro problema, obsequiándonos con una buena dosis de información sobre el estado de la familia del tal Lokus. Tal vez pudiésemos usar a nuestro favor el hecho de que su mujer fuese un pendón, aunque no podíamos olvidar que la chismosa podía estar exagerando la realidad o mintiendo descaradamente.
El pirata se escapó como pudo en cuanto la informadora le dio un respiro, momento que ambos aprovechamos para tomar el camino que nos había indicado... O intentarlo. Era una ruta enrevesada y difícil de recordar -al menos para mí-. En consecuencia nos vimos obligados a detenernos en varias ocasiones, volver a preguntar el camino y, más veces de las que nos gustaría, desandar nuestros pasos para seguir en la dirección correcta.
Finalmente alcanzamos una tasca de mala muerte que olía a drogas, armas y prostitución a kilómetros de distancia. Arrugué un poco la nariz. Podía intuir lo que nos aguardaba tras las puertas y no me gustaba en absoluto. Sin embargo, no era momento de echarse atrás. Respiré hondo y di un paso hacia delante, abriendo las puertas de par en par con normalidad e introduciéndome en el interior del establecimiento.
Un intenso olor a ron malo fue mi primer contacto real con la taberna de Lokus. Necesité unos segundos para acostumbrarme a él, momento tras el cual pude detenerme a analizar los alrededores. Mi intuición no iba muy desencaminada, aunque tal vez no hubiera prostitución allí dentro. ¿O sí? A saber, pero las caras de quienes se sentaban en las mesas cercanas me aseguraron de que iban bien servidos de alcohol y drogas.
Un tipo exageradamente orondo profería improperios y gritos de todo tipo desde una barra circular, perfectamente iluminada y situada sobre una plataforma de la misma forma situada en el centro del lugar. ¿Sería Lokus? Si lo era, desde luego no se caracterizaba por ser una persona demasiado discreta. ¿Y su mujer? Allí había una infinidad de féminas y el tipo parecía tratarlas a todas por igual, así que era difícil dictaminar cuál era su cónyuge.
Sacudí la cabeza, dejando que el gyojin rebasase mi posición y comenzando a caminar junto a él. En cuanto pusimos un pie fuera de la construcción me detuve y volví a inspeccionar el contenido de mi improvisado saco. No, definitivamente no había nada más que llamase mi atención aparte del abrecartas, el cual no dudé en guardar en un bolsillo. Tras eso lancé la gabardina a unos metros de mí. Cayó con un golpe seco, acompañada del caótico ruido metálico que produjeron los objetos que contenía al chocar entre sí. No obstante, para entonces ya había reanudado la marcha y me encontraba a algunos metros de distancia.
Cuando quise darme cuenta habíamos vuelto a la plaza en la que se encontraba la tienda de resinas. Intenté ver su interior a través de los sucios cristales; quería asegurarme de que aquellos tipos no hubieran decidido tomar represalias contra el artesano. No obstante, la mugre acumulada en las ventanas me impidió ver el local. Por un momento me planteé entrar a comprobar el estado de Fabián, pero finalmente opté por continuar con mi camino y confiar en que estuviera bien. En caso de que hubiera pasado desapercibido mi visita podría resultar contraproducente, y aquello era algo que bajo ningún concepto estaba dispuesto a permitir.
Luka comenzó a preguntar a los transeúntes por la dirección que debíamos tomar para llegar al distrito seis. Me resultaba curioso -y, por qué no, divertido- ver cómo el gyojin se relacionaba con las señoras que pasaban por allí para preguntar el camino. Finalmente encontró a la maruja que tenía la solución a nuestro problema, obsequiándonos con una buena dosis de información sobre el estado de la familia del tal Lokus. Tal vez pudiésemos usar a nuestro favor el hecho de que su mujer fuese un pendón, aunque no podíamos olvidar que la chismosa podía estar exagerando la realidad o mintiendo descaradamente.
El pirata se escapó como pudo en cuanto la informadora le dio un respiro, momento que ambos aprovechamos para tomar el camino que nos había indicado... O intentarlo. Era una ruta enrevesada y difícil de recordar -al menos para mí-. En consecuencia nos vimos obligados a detenernos en varias ocasiones, volver a preguntar el camino y, más veces de las que nos gustaría, desandar nuestros pasos para seguir en la dirección correcta.
Finalmente alcanzamos una tasca de mala muerte que olía a drogas, armas y prostitución a kilómetros de distancia. Arrugué un poco la nariz. Podía intuir lo que nos aguardaba tras las puertas y no me gustaba en absoluto. Sin embargo, no era momento de echarse atrás. Respiré hondo y di un paso hacia delante, abriendo las puertas de par en par con normalidad e introduciéndome en el interior del establecimiento.
Un intenso olor a ron malo fue mi primer contacto real con la taberna de Lokus. Necesité unos segundos para acostumbrarme a él, momento tras el cual pude detenerme a analizar los alrededores. Mi intuición no iba muy desencaminada, aunque tal vez no hubiera prostitución allí dentro. ¿O sí? A saber, pero las caras de quienes se sentaban en las mesas cercanas me aseguraron de que iban bien servidos de alcohol y drogas.
Un tipo exageradamente orondo profería improperios y gritos de todo tipo desde una barra circular, perfectamente iluminada y situada sobre una plataforma de la misma forma situada en el centro del lugar. ¿Sería Lokus? Si lo era, desde luego no se caracterizaba por ser una persona demasiado discreta. ¿Y su mujer? Allí había una infinidad de féminas y el tipo parecía tratarlas a todas por igual, así que era difícil dictaminar cuál era su cónyuge.
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El camino se hizo aburrido y tedioso. El tiburón ojeaba a Ruffo, que parecía tan inmerso en sus pensamientos que apenas logró articular más de cuatro o cinco frases hacia el habitante del mar. Éste iba como pollo sin cabeza hacia el frente, parándose a preguntar cuando creía que iban mal. Ruffo hizo más por no perderse que el gyojin, aunque siendo sinceros, ninguna de las dos orientaciones era medianamente convincente.
-En el mar me muevo mejor -comentó a Ruffo en un intento de justificación una vez se hubieron perdido de nuevo-. Puedo seguir las corrientes marinas y eso, y siempre sé a dónde me dirijo. ¿Cómo lo hacéis en la tierra firme? He leído cosas sobre la posición del sol o las estrellas -comentó inventándose la parte de “he leído”-. No sé, me parece mucho más complejo, la verdad.
Tras un largo viaje, acabaron divisando la taberna a lo lejos. Dios sabe qué habría allí, pero el tiburón tenía claro que no consumiría nada. Si algo era Luka, era un consumidor de droga -que no drogadicto- responsable. De esos que se ponen el despertador para drogarse. De los que se interesan por el origen y las particularidades del producto que va a consumir. Y allí no obtendría más que una mierda barata que le produciría una horrible resaca.
-Dijeron que había un callejón -susurró ojeando el lugar-. Pero yo no veo nada.
Tras esperar una respuesta y si su compañero de misión tampoco veía nada, entrarían a la taberna. Una vez dentro se sorprendió por lo que fue capaz de ver.
En la barra un tipo gritaba al camarero, al compañero que tenía al lado, a un grupo de féminas e incluso lanzó un botellín a uno de los monitores que estaban retransmitiendo un partido de un extraño deporte.
-Ese debe ser Lokus. O quizá un socio suyo.
Entonces en el cerebro del tiburón se iluminó una bombilla. Ocurrió aquello que tan pocas veces ocurría, y era que Luka pensaba que su plan era perfecto. Generalmente no lo era, pocas veces salía como realmente el habitante del mar pensaba. Pero oye, aquella sensación hacía tan feliz al gyojin, que no se la iban a quitar… de momento.
-Tengo un plan perfecto-susurró a Ruffo-, sin fisuras. Quédate bien con las caras de los que hay aquí. Vigila sus movimientos, e intenta deducir quién puede formar parte de… esa asociación- dijo dubitativo, sin querer mencionar el nombre de los escarabajos allí, ya que aunque estaba susurrando, si alguien lo oía sería peor para ellos-. Yo voy a intentar ganarme a ese -señaló en la dirección del loco de la barra.
Sin siquiera esperar una confirmación del humano, se sentó al lado del hombre, repleto de ilusión y confianza por su plan.
-No tienen ni puta idea, cada día son peores -comentó airadamente a la par que daba un sonoro golpe sobre la barra-. Ponme un puto ron, camarero.
Observó el rostro del humano, que había parado sus improperios y le estaba mirando fijamente.
-Tendré que ahogar mis penas aquí.. porque como espere a que estos inútiles me den una alegría, voy listo…
El tipo de la barra dejó escapar una tímida sonrisa.
-El año pasado parecía que querían jugar a algo -espetó con rabia mientras tanteaba el borde de la jarra que tenía enfrente-. Pero este año… esto es el colmo. Nos toman como a idiotas. ¡Ese gran gilipollas de Smong se está cargando al equipo!
Y entonces, con una gran rabia acumulada, el humano volvió a lanzar otra jarra medio llena hacia el televisor, fallando de nuevo.
-En fin… Yo ya intento no cabrearme por estos, pero se hace difícil.
-Ya me dirás cómo lo haces, mi mujer odia que vea los partidos porque sabe cómo me pongo -continuó la conversación tras dirigir un guiño hacia las mujeres.. ¿Lo habría dirigido a su mujer? ¿Lo habría visto Ruffo?-. Pero supongo que no merecen la pena. Mi nombre es Lokus, es difícil encontrar a un fiel seguidor de los Bellies.
-Yo soy Luka -esbozó una amplia sonrisa-. Encantado.
-Y dime, Luka, ¿Qué te trae hasta aquí?
- Estoy pensando en abrir un local por aquí. Pero no sé muy bien a dónde ir para asesorarme.
-Pues has venido al sitio correcto. Verás, yo tengo una asociación que se encarga de la puesta en marcha de un nuevo local y, además lo protege. Si alguien te extorsiona, te roba o te amenaza, sólo tienes que llamarme.
-Vaya, es bastante interesante. ¿Y de cuánto estamos hablando?
-Hay diferentes tarifas. Pero la más barata es sobre medio millón de berries. La más grande, que incluye un par de guardias a su elección durante todas las horas que abra su negocio, es de tres millones de berries. El precio es de manera anual.
-Ya veo.. ¿Tienen muchos negocios por aquí?
-Prácticamente todos los locales de la isla.
-Así que es una isla peligrosa, ¿Verdad?
-No, para nada. Pero supongo que a la gente no le importa pagar por mantener a salvo aquello por lo que trabaja, ¿No cree?
-Correcto. Pues mire, por allí está mi socio, si me da un par de minutos, le comentaré la jugada y decidiremos lo que nos conviene.
-Perfecto. Si nos contratan el día de hoy, tendrán un 20% de descuento.
Cuando el tiburón localizase al humano, le contaría toda la información obtenida. Y sobre todo, haría hincapié en el negocio de Lokus. Así como el gesto que pareció hacer a su mujer. ¿Se estarían equivocando de persona? La verdad era que el habitante del mar estaba más perdido que antes de entrar al local. Esperaba que Ruffo tomase la iniciativa en aquél momento o se vería obligado a actuar en función de lo que el azar dijera. Y el azar era caprichoso. Muy caprichoso.
-En el mar me muevo mejor -comentó a Ruffo en un intento de justificación una vez se hubieron perdido de nuevo-. Puedo seguir las corrientes marinas y eso, y siempre sé a dónde me dirijo. ¿Cómo lo hacéis en la tierra firme? He leído cosas sobre la posición del sol o las estrellas -comentó inventándose la parte de “he leído”-. No sé, me parece mucho más complejo, la verdad.
Tras un largo viaje, acabaron divisando la taberna a lo lejos. Dios sabe qué habría allí, pero el tiburón tenía claro que no consumiría nada. Si algo era Luka, era un consumidor de droga -que no drogadicto- responsable. De esos que se ponen el despertador para drogarse. De los que se interesan por el origen y las particularidades del producto que va a consumir. Y allí no obtendría más que una mierda barata que le produciría una horrible resaca.
-Dijeron que había un callejón -susurró ojeando el lugar-. Pero yo no veo nada.
Tras esperar una respuesta y si su compañero de misión tampoco veía nada, entrarían a la taberna. Una vez dentro se sorprendió por lo que fue capaz de ver.
En la barra un tipo gritaba al camarero, al compañero que tenía al lado, a un grupo de féminas e incluso lanzó un botellín a uno de los monitores que estaban retransmitiendo un partido de un extraño deporte.
-Ese debe ser Lokus. O quizá un socio suyo.
Entonces en el cerebro del tiburón se iluminó una bombilla. Ocurrió aquello que tan pocas veces ocurría, y era que Luka pensaba que su plan era perfecto. Generalmente no lo era, pocas veces salía como realmente el habitante del mar pensaba. Pero oye, aquella sensación hacía tan feliz al gyojin, que no se la iban a quitar… de momento.
-Tengo un plan perfecto-susurró a Ruffo-, sin fisuras. Quédate bien con las caras de los que hay aquí. Vigila sus movimientos, e intenta deducir quién puede formar parte de… esa asociación- dijo dubitativo, sin querer mencionar el nombre de los escarabajos allí, ya que aunque estaba susurrando, si alguien lo oía sería peor para ellos-. Yo voy a intentar ganarme a ese -señaló en la dirección del loco de la barra.
Sin siquiera esperar una confirmación del humano, se sentó al lado del hombre, repleto de ilusión y confianza por su plan.
-No tienen ni puta idea, cada día son peores -comentó airadamente a la par que daba un sonoro golpe sobre la barra-. Ponme un puto ron, camarero.
Observó el rostro del humano, que había parado sus improperios y le estaba mirando fijamente.
-Tendré que ahogar mis penas aquí.. porque como espere a que estos inútiles me den una alegría, voy listo…
El tipo de la barra dejó escapar una tímida sonrisa.
-El año pasado parecía que querían jugar a algo -espetó con rabia mientras tanteaba el borde de la jarra que tenía enfrente-. Pero este año… esto es el colmo. Nos toman como a idiotas. ¡Ese gran gilipollas de Smong se está cargando al equipo!
Y entonces, con una gran rabia acumulada, el humano volvió a lanzar otra jarra medio llena hacia el televisor, fallando de nuevo.
-En fin… Yo ya intento no cabrearme por estos, pero se hace difícil.
-Ya me dirás cómo lo haces, mi mujer odia que vea los partidos porque sabe cómo me pongo -continuó la conversación tras dirigir un guiño hacia las mujeres.. ¿Lo habría dirigido a su mujer? ¿Lo habría visto Ruffo?-. Pero supongo que no merecen la pena. Mi nombre es Lokus, es difícil encontrar a un fiel seguidor de los Bellies.
-Yo soy Luka -esbozó una amplia sonrisa-. Encantado.
-Y dime, Luka, ¿Qué te trae hasta aquí?
- Estoy pensando en abrir un local por aquí. Pero no sé muy bien a dónde ir para asesorarme.
-Pues has venido al sitio correcto. Verás, yo tengo una asociación que se encarga de la puesta en marcha de un nuevo local y, además lo protege. Si alguien te extorsiona, te roba o te amenaza, sólo tienes que llamarme.
-Vaya, es bastante interesante. ¿Y de cuánto estamos hablando?
-Hay diferentes tarifas. Pero la más barata es sobre medio millón de berries. La más grande, que incluye un par de guardias a su elección durante todas las horas que abra su negocio, es de tres millones de berries. El precio es de manera anual.
-Ya veo.. ¿Tienen muchos negocios por aquí?
-Prácticamente todos los locales de la isla.
-Así que es una isla peligrosa, ¿Verdad?
-No, para nada. Pero supongo que a la gente no le importa pagar por mantener a salvo aquello por lo que trabaja, ¿No cree?
-Correcto. Pues mire, por allí está mi socio, si me da un par de minutos, le comentaré la jugada y decidiremos lo que nos conviene.
-Perfecto. Si nos contratan el día de hoy, tendrán un 20% de descuento.
Cuando el tiburón localizase al humano, le contaría toda la información obtenida. Y sobre todo, haría hincapié en el negocio de Lokus. Así como el gesto que pareció hacer a su mujer. ¿Se estarían equivocando de persona? La verdad era que el habitante del mar estaba más perdido que antes de entrar al local. Esperaba que Ruffo tomase la iniciativa en aquél momento o se vería obligado a actuar en función de lo que el azar dijera. Y el azar era caprichoso. Muy caprichoso.
-Yo me dedico a preguntar cuando no sé el camino. Si no hay nadie que pueda indicármelo tengo un problema serio -bromeé, rascándome la nuca en señal de vergüenza. Lo cierto era que me perdía más a menudo de lo que me gustaba admitir, y que no tenía los conocimientos necesarios para orientarme mediante las estrellas, la posición del sol o el liquen de los árboles. Había oído que había personas capaces de hacerlo, pero nunca me había tomado la molestia de aprender. Tal vez no fuese del todo mala idea.
No pude evitar reparar en el comentario que hacía Luka sobre su percepción de las corrientes marinas. Era un dato cuanto menos curioso, que procuré grabar a fuego en mi memoria por si algún día me resultaba de utilidad. Era cierto que no sabía si volvería a cruzarme con un ser como aquél ni si serviría la información que me había dado, pero la posibilidad existía.
No tardamos en alcanzar la taberna y, antes de introducirnos en ella, el pirata hizo referencia a algo que yo había olvidado. ¿O acaso ni siquiera lo había escuchado? Fuera como fuere, se suponía que por allí debía haber un callejón de vital importancia para el asunto que teníamos entre manos. No obstante, allí no había nada. Me limité a encogerme de hombros ante la apreciación de mi compañero y no tardamos en acceder al local.
Asentí ante la estrategia del ser de escamas, confiando en que diese resultado. Se mostraba muy seguro de sí mismo, así que supuse que habría estado en situaciones similares -o incluso más comprometidas- con anterioridad y sabría cómo actuar. Mientras él se dirigía a la barra a hablar con el hipotético Lokus, reparé en las personas que abarrotaban las mesas. No era difícil averiguar quién pertenecía a "la casa" y quién estaba por allí de paso.
Media docena de hombres... Un momento. No, no eran hombres, al menos no en su totalidad. Empleaban una indumentaria similar a la del tipo que había irrumpido en la tienda de resinas, pero había cuatro mujeres y dos hombres. Una de ellas dio un sonoro tortazo en las nalgas de una camarera cuando, con todo el cuidado que pudo reunir, ésta recogió varios vasos vacíos. El resto lanzaba improperios a quien arbitraba la retransmisión del día, así como al equipo que en teoría parecía que apoyaban.
El resto de la clientela aparentaba repartirse según su afinidad al caudillo local. Alrededor de la mesa ocupada por los subalternos de Lokus, varios grupos charlaban animadamente y compartían comentarios con los del curioso uniforme. ¿Adeptos que no estaban integrados en la organización? Tal vez. Por último, las mesas más periféricas eran ocupadas por personas que poco o nada tenían que ver con la fauna que poblaba el centro del establecimiento.
Vestían y se comportaban de un modo similar, pero era fácil deducir que no tenían nada que ver con el dueño de aquel tugurio. Hablaban entre sí, pero sus contactos con quienes llevaban la taberna se limitaban a pedir consumiciones y pagar su precio.
-¿Mujer? ¿Qué mujer? -pregunté, atónito. No había podido apreciar ningún gesto por parte de Lokus, aunque no podía negar que la atención que le había prestado había sido poco menos que nula. Había estado demasiado ocupado intentando averiguar cómo se relacionaban los allí presentes. De un modo u otro, lo que contaba nuestro anfitrión no se correspondía con la información que nos había llegado hasta el momento. Tal vez la mejor manera de arrojar un poco de luz sobre el asunto fuese forzar una reacción por parte del tabernero y sus hombres. Le guiñé un ojo a Luka antes de lanzar al aire mi farol-. Pues sí, una joyería. Pude abrir hace un par de días, menos mal. Me han dicho que los comercios locales suelen contratar seguridad, aunque no sé bien en qué consiste. La verdad es que tampoco me interesa mucho. Tengo entendido que la criminalidad aquí es casi inexistente, así que no tengo pensado hacerme con los servicios de nadie.
Ya estaba. Lo había soltado. Sólo quedaba aguardar la reacción de los allí presentes y decidir qué hacer una vez la conociéramos. Sonreí en dirección a mi compañero, esperando que hubiese entendido qué ideas rondaban mi mente.
No pude evitar reparar en el comentario que hacía Luka sobre su percepción de las corrientes marinas. Era un dato cuanto menos curioso, que procuré grabar a fuego en mi memoria por si algún día me resultaba de utilidad. Era cierto que no sabía si volvería a cruzarme con un ser como aquél ni si serviría la información que me había dado, pero la posibilidad existía.
No tardamos en alcanzar la taberna y, antes de introducirnos en ella, el pirata hizo referencia a algo que yo había olvidado. ¿O acaso ni siquiera lo había escuchado? Fuera como fuere, se suponía que por allí debía haber un callejón de vital importancia para el asunto que teníamos entre manos. No obstante, allí no había nada. Me limité a encogerme de hombros ante la apreciación de mi compañero y no tardamos en acceder al local.
Asentí ante la estrategia del ser de escamas, confiando en que diese resultado. Se mostraba muy seguro de sí mismo, así que supuse que habría estado en situaciones similares -o incluso más comprometidas- con anterioridad y sabría cómo actuar. Mientras él se dirigía a la barra a hablar con el hipotético Lokus, reparé en las personas que abarrotaban las mesas. No era difícil averiguar quién pertenecía a "la casa" y quién estaba por allí de paso.
Media docena de hombres... Un momento. No, no eran hombres, al menos no en su totalidad. Empleaban una indumentaria similar a la del tipo que había irrumpido en la tienda de resinas, pero había cuatro mujeres y dos hombres. Una de ellas dio un sonoro tortazo en las nalgas de una camarera cuando, con todo el cuidado que pudo reunir, ésta recogió varios vasos vacíos. El resto lanzaba improperios a quien arbitraba la retransmisión del día, así como al equipo que en teoría parecía que apoyaban.
El resto de la clientela aparentaba repartirse según su afinidad al caudillo local. Alrededor de la mesa ocupada por los subalternos de Lokus, varios grupos charlaban animadamente y compartían comentarios con los del curioso uniforme. ¿Adeptos que no estaban integrados en la organización? Tal vez. Por último, las mesas más periféricas eran ocupadas por personas que poco o nada tenían que ver con la fauna que poblaba el centro del establecimiento.
Vestían y se comportaban de un modo similar, pero era fácil deducir que no tenían nada que ver con el dueño de aquel tugurio. Hablaban entre sí, pero sus contactos con quienes llevaban la taberna se limitaban a pedir consumiciones y pagar su precio.
-¿Mujer? ¿Qué mujer? -pregunté, atónito. No había podido apreciar ningún gesto por parte de Lokus, aunque no podía negar que la atención que le había prestado había sido poco menos que nula. Había estado demasiado ocupado intentando averiguar cómo se relacionaban los allí presentes. De un modo u otro, lo que contaba nuestro anfitrión no se correspondía con la información que nos había llegado hasta el momento. Tal vez la mejor manera de arrojar un poco de luz sobre el asunto fuese forzar una reacción por parte del tabernero y sus hombres. Le guiñé un ojo a Luka antes de lanzar al aire mi farol-. Pues sí, una joyería. Pude abrir hace un par de días, menos mal. Me han dicho que los comercios locales suelen contratar seguridad, aunque no sé bien en qué consiste. La verdad es que tampoco me interesa mucho. Tengo entendido que la criminalidad aquí es casi inexistente, así que no tengo pensado hacerme con los servicios de nadie.
Ya estaba. Lo había soltado. Sólo quedaba aguardar la reacción de los allí presentes y decidir qué hacer una vez la conociéramos. Sonreí en dirección a mi compañero, esperando que hubiese entendido qué ideas rondaban mi mente.
Luka Rooney
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Akuma no mi
Varios
El tiburón suspiró ante el plan que el humano estaba ejecutando. Primero porque lo había ideado por su cuenta, y segundo porque interfería con lo que él le había comentado a Lokus en su conversación anterior.
Pese a un par de movimientos poco expresivos del habitante del mar, Ruffo prosiguió su plan, hablando exageradamente alto para lo que sería una conversación con únicamente dos interventores, aunque propia de un bar como aquél. No tardó mucho en volver Lokus a entrar en escena, ante la atenta mirada del resto de gente del bar.
- Tomad, dos frías cervezas por cuenta de la casa. Así que este es tu socio, ¿no? -comentó a la par que ojeó de arriba abajo al humano- Encantado, tu amigo me ha contado algo de vuestros planes. Y bien, ¿habéis pensado algo?
- No, aún no. Justo se lo estaba contando.
- Os haré un treinta porciento de descuento, y no un veinte como te dije. Me habéis caído bien.
- Vaya, gracias. Pero aún tenemos que hacer números, ¿sabes? Es lo peor de abrir negocios -comentó el tiburón con una falsa sonrisa en el rostro-. ¿Te importa venir después?
- No creo que haga falta esperar.
Y entonces, el tipo realizó un pequeño movimiento con el brazo y un grupo de humanos se levantaron de sus mesas, sin aún moverse.
- Os presento a mis trabajadores. Bueno, matizo, a algunos de mis trabajadores. Son buena gente, cuidarán de vosotros siempre que paguéis pero… Si no lo hacéis…
- Ni siquiera hemos dicho que vayamos a contratar vuestros servicios…
- No es necesario, ya lo habéis hecho. A partir de ahora seréis nuestros clientes, y más os vale pagar en el plazo estipulado. Del día 1 al 3.
- Creo que las cosas no funcionan así… -comentó el tiburón a la par que se levantaba lentamente- Y creo que vamos a tener algo más que palabras.
El gyojin le hizo una seña a su amigo humano, pero no tenía muy claro que éste la entendiese. Igualmente, esperaba que se levantase a ayudarle, aunque actuaría de cualquiera de las maneras.
El habitante del mar reunió una gran cantidad de agua alrededor de la palma de su mano y, cuando lo consiguió, realizó un ágil movimiento que terminó despidiendo el agua en dirección a los tipos del rincón. Aunque el agua salió despedida, no consiguió imprimirle la velocidad que deseó, sino que más bien simplemente los mojó.
- ¿Así pretendes ganarnos? ¿Derramándonos agua?
Y tras el inútil movimiento por parte de Luka, todos los allí presentes empezaron a caminar hacia ellos.
- Creo que debería haber entrenado esto antes -comentó a su compañero a la par que adoptaba una pose defensiva-. No te alejes mucho de mí, y si te encuentras en peligro, avísame.
La cosa se ponía fea, aunque algo le decía al tiburón que los tipos no eran demasiado fuertes. Pero a veces su intuición fallaba, como aquella vez que tras una fiesta acabó con una bella sirena que al final acabó siendo un fornido tritón. Pero aquella historia quedaría en el interior más profundo de su ser y nunca vería la luz. O eso creía el pobre gyojin. Puede que en su isla natal fuese ya un icono del movimiento GAI; Gyojins Amantes Interraciales.
Pese a un par de movimientos poco expresivos del habitante del mar, Ruffo prosiguió su plan, hablando exageradamente alto para lo que sería una conversación con únicamente dos interventores, aunque propia de un bar como aquél. No tardó mucho en volver Lokus a entrar en escena, ante la atenta mirada del resto de gente del bar.
- Tomad, dos frías cervezas por cuenta de la casa. Así que este es tu socio, ¿no? -comentó a la par que ojeó de arriba abajo al humano- Encantado, tu amigo me ha contado algo de vuestros planes. Y bien, ¿habéis pensado algo?
- No, aún no. Justo se lo estaba contando.
- Os haré un treinta porciento de descuento, y no un veinte como te dije. Me habéis caído bien.
- Vaya, gracias. Pero aún tenemos que hacer números, ¿sabes? Es lo peor de abrir negocios -comentó el tiburón con una falsa sonrisa en el rostro-. ¿Te importa venir después?
- No creo que haga falta esperar.
Y entonces, el tipo realizó un pequeño movimiento con el brazo y un grupo de humanos se levantaron de sus mesas, sin aún moverse.
- Os presento a mis trabajadores. Bueno, matizo, a algunos de mis trabajadores. Son buena gente, cuidarán de vosotros siempre que paguéis pero… Si no lo hacéis…
- Ni siquiera hemos dicho que vayamos a contratar vuestros servicios…
- No es necesario, ya lo habéis hecho. A partir de ahora seréis nuestros clientes, y más os vale pagar en el plazo estipulado. Del día 1 al 3.
- Creo que las cosas no funcionan así… -comentó el tiburón a la par que se levantaba lentamente- Y creo que vamos a tener algo más que palabras.
El gyojin le hizo una seña a su amigo humano, pero no tenía muy claro que éste la entendiese. Igualmente, esperaba que se levantase a ayudarle, aunque actuaría de cualquiera de las maneras.
El habitante del mar reunió una gran cantidad de agua alrededor de la palma de su mano y, cuando lo consiguió, realizó un ágil movimiento que terminó despidiendo el agua en dirección a los tipos del rincón. Aunque el agua salió despedida, no consiguió imprimirle la velocidad que deseó, sino que más bien simplemente los mojó.
- ¿Así pretendes ganarnos? ¿Derramándonos agua?
Y tras el inútil movimiento por parte de Luka, todos los allí presentes empezaron a caminar hacia ellos.
- Creo que debería haber entrenado esto antes -comentó a su compañero a la par que adoptaba una pose defensiva-. No te alejes mucho de mí, y si te encuentras en peligro, avísame.
La cosa se ponía fea, aunque algo le decía al tiburón que los tipos no eran demasiado fuertes. Pero a veces su intuición fallaba, como aquella vez que tras una fiesta acabó con una bella sirena que al final acabó siendo un fornido tritón. Pero aquella historia quedaría en el interior más profundo de su ser y nunca vería la luz. O eso creía el pobre gyojin. Puede que en su isla natal fuese ya un icono del movimiento GAI; Gyojins Amantes Interraciales.
Jamás tuve demasiado claro cómo habíamos llegado a ese punto, pero el hecho era que la cosa se había puesto bastante fea, demasiado. De forma instintiva me rasqué la palma de la mano; ¿por qué me picaban tanto las almohadillas ese día? Aquello no era habitual, pero no sabía a qué podía atribuirlo.
El tono amenazante que empleaba el tipo no me gustaba en absoluto. Pero si a mí no me agradaba, a Luka le enfadaba. El habitante del mar no tardó en levantarse y dejar claro que no se dejaría amedrentar. Sonreí, completamente de acuerdo con su actitud, aunque mi semblante cambió un poco al ver la corte de matones que respaldaba a Lokus. Tal vez el término "corte" le quedase un poco grande, pero era evidente que estábamos en clara desventaja numérica.
Y entonces, de la forma más surrealista posible, el ser de escamas dio comienzo a la peor pelea de bar en la que había tenido el lujo de participar. ¿Cómo lo hizo? Fácil y sencillo; decidió mojar la cara del capo local. Contemplé a mi improvisado compañero, buscando un vaso de agua o algo que hubiese podido usar para hacer aquello, pero no lo encontré. Me sentí tentado de preguntarle, pero no me dejaron.
Cuando me quise dar cuenta, un tipo situado a mis espaldas dejaba caer con violencia un palo sobre mi cabeza. Abrí la palma de la mano para recibir el golpe y, justo antes de hacerlo, el arma salió despedida hacia el techo del local. Sin embargo, una sensación extraña se apoderó de mí, como si mis almohadillas atesorasen una energía desmesurada que podía transmitir de un modo diferente al habitual. «Tal vez», pensé, armando una rápida hipótesis que me vería obligado a comprobar a una velocidad aún mayor.
Me levanté rápidamente de la silla y se la lancé a otro de los sicarios de Lokus. Si querían fiesta, la tendrían. Además, probablemente necesitase varios conejillos de indias con los que llevar a cabo mis experimentos. Volví a acariciarme las palmas de las manos con los dedos, nervioso y excitado, antes de que se lanzasen de nuevo a por mí. Era otra vez el mismo tipo, que se dirigía hacia mí con la intención de propinarme un puñetazo.
Volví a notar aquella extraña sensación y, haciéndome a un lado, posé mi mano en su pecho. Apenas hubo un destello anaranjado, cuya forma recordaba vagamente a los campos de repulsión que podía generar, pero nada más. Chasqueé la lengua. «Hubiera sido demasiado fácil, supongo», me quejé en mi fuero interno para, acto seguido, cerrar la otra mano y golpear al tipo en la mandíbula. Retrocedió, pero enseguida recuperó la compostura. Salir vivo de allí sería difícil, y la posibilidad de escapar indemne casi había desaparecido por completo de mi mente.
El tono amenazante que empleaba el tipo no me gustaba en absoluto. Pero si a mí no me agradaba, a Luka le enfadaba. El habitante del mar no tardó en levantarse y dejar claro que no se dejaría amedrentar. Sonreí, completamente de acuerdo con su actitud, aunque mi semblante cambió un poco al ver la corte de matones que respaldaba a Lokus. Tal vez el término "corte" le quedase un poco grande, pero era evidente que estábamos en clara desventaja numérica.
Y entonces, de la forma más surrealista posible, el ser de escamas dio comienzo a la peor pelea de bar en la que había tenido el lujo de participar. ¿Cómo lo hizo? Fácil y sencillo; decidió mojar la cara del capo local. Contemplé a mi improvisado compañero, buscando un vaso de agua o algo que hubiese podido usar para hacer aquello, pero no lo encontré. Me sentí tentado de preguntarle, pero no me dejaron.
Cuando me quise dar cuenta, un tipo situado a mis espaldas dejaba caer con violencia un palo sobre mi cabeza. Abrí la palma de la mano para recibir el golpe y, justo antes de hacerlo, el arma salió despedida hacia el techo del local. Sin embargo, una sensación extraña se apoderó de mí, como si mis almohadillas atesorasen una energía desmesurada que podía transmitir de un modo diferente al habitual. «Tal vez», pensé, armando una rápida hipótesis que me vería obligado a comprobar a una velocidad aún mayor.
Me levanté rápidamente de la silla y se la lancé a otro de los sicarios de Lokus. Si querían fiesta, la tendrían. Además, probablemente necesitase varios conejillos de indias con los que llevar a cabo mis experimentos. Volví a acariciarme las palmas de las manos con los dedos, nervioso y excitado, antes de que se lanzasen de nuevo a por mí. Era otra vez el mismo tipo, que se dirigía hacia mí con la intención de propinarme un puñetazo.
Volví a notar aquella extraña sensación y, haciéndome a un lado, posé mi mano en su pecho. Apenas hubo un destello anaranjado, cuya forma recordaba vagamente a los campos de repulsión que podía generar, pero nada más. Chasqueé la lengua. «Hubiera sido demasiado fácil, supongo», me quejé en mi fuero interno para, acto seguido, cerrar la otra mano y golpear al tipo en la mandíbula. Retrocedió, pero enseguida recuperó la compostura. Salir vivo de allí sería difícil, y la posibilidad de escapar indemne casi había desaparecido por completo de mi mente.
Luka Rooney
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Tras el tremendo error, el tiburón ojeó a su compañero, que parecía casi tan confuso como él mismo. Se levantó y la disputa parecía estar pronta a iniciarse. El gyojin se crujió los nudillos y volvió a la carga. Mientras que sus rivales escogían pareja de baile, él cubrió de agua sus palmas y realizó un movimiento horizontal, intentando impregnar en mayor velocidad la salida de agua hacia sus rivales. Y así pareció ser, ya que aunque no adquirieron una gran velocidad, el movimiento fue muchísimo mejor que el primero.
El agua salió despedida hacia sus rivales, los cuales se vieron sorprendidos y fueron golpeados por una cantidad de agua que, pese a no hacerles demasiado daño, le obligó a dar un par de pasos hacia atrás. Aquello hizo que el gyojin ganase algo de tiempo, probablemente fuese suficiente para hacer todo lo que tenía en mente.
De cada costado brotaron dos brazos acuáticos, cuya resistencia era bastante superior al agua en sí. Tras ello, el tiburón salió corriendo hacia el grupo de rivales, centrándose en dos de ellos. El primero lanzó un tajo con una daga a su costado derecho, pero afortunadamente, antes de que pudiese impactar en él, agarró su muñeca con uno de los brazos acuáticos. Cogió al segundo humano con su brazo izquierdo real cuando éste se disponía a golpearle en el aire, y tras ello chocó la cabeza de ambos con fuerza. Uno de los humanos restantes chocó una silla sobre su espalda, lo cual provocó un crujido en su espalda y que el tiburón cayese de frente al suelo.
- Por detrás… -masculló mientras se levantaba lo más rápido que podía
Una vez incorporado, observó cómo los grupos parecían haberse hecho ya. Llevó la mirada hasta su compañero, Ruffo, y le vió algo preocupado. Quizá no era muy bueno luchando, aunque siempre podía contar con aquél regalo del viejo de la librería. Probablemente fuese muy peligroso usarlo, pero antes que morir…
- ¡Ruffo! -gritó antes de lanzarse al ataque- ¡Intenta aguantar, pronto te ayudaré si lo necesitas!
Y tras ello, el habitante del mar enseñó su dentadura en una pose ofensiva que buscaba, sin duda, amedrentar a su rival. Y que se cagase, también.
Salió corriendo hacia sus enemigos con la firme intención de derribarlos con un placaje.
Aquél estilo de lucha del tiburón no entendía de armas, golpes o movimientos ágiles. Todo consistía en golpear y derribar. Si un rival caía al suelo, se daría por vencido. Y si se daba por vencido… El gyojin era feliz.
El agua salió despedida hacia sus rivales, los cuales se vieron sorprendidos y fueron golpeados por una cantidad de agua que, pese a no hacerles demasiado daño, le obligó a dar un par de pasos hacia atrás. Aquello hizo que el gyojin ganase algo de tiempo, probablemente fuese suficiente para hacer todo lo que tenía en mente.
De cada costado brotaron dos brazos acuáticos, cuya resistencia era bastante superior al agua en sí. Tras ello, el tiburón salió corriendo hacia el grupo de rivales, centrándose en dos de ellos. El primero lanzó un tajo con una daga a su costado derecho, pero afortunadamente, antes de que pudiese impactar en él, agarró su muñeca con uno de los brazos acuáticos. Cogió al segundo humano con su brazo izquierdo real cuando éste se disponía a golpearle en el aire, y tras ello chocó la cabeza de ambos con fuerza. Uno de los humanos restantes chocó una silla sobre su espalda, lo cual provocó un crujido en su espalda y que el tiburón cayese de frente al suelo.
- Por detrás… -masculló mientras se levantaba lo más rápido que podía
Una vez incorporado, observó cómo los grupos parecían haberse hecho ya. Llevó la mirada hasta su compañero, Ruffo, y le vió algo preocupado. Quizá no era muy bueno luchando, aunque siempre podía contar con aquél regalo del viejo de la librería. Probablemente fuese muy peligroso usarlo, pero antes que morir…
- ¡Ruffo! -gritó antes de lanzarse al ataque- ¡Intenta aguantar, pronto te ayudaré si lo necesitas!
Y tras ello, el habitante del mar enseñó su dentadura en una pose ofensiva que buscaba, sin duda, amedrentar a su rival. Y que se cagase, también.
Salió corriendo hacia sus enemigos con la firme intención de derribarlos con un placaje.
Aquél estilo de lucha del tiburón no entendía de armas, golpes o movimientos ágiles. Todo consistía en golpear y derribar. Si un rival caía al suelo, se daría por vencido. Y si se daba por vencido… El gyojin era feliz.
- cosas:
- Gegenees: Luka utiliza su be water, my friend, para crear cuatro brazos que salen del costado, quedando de manera paralela a los suyos y con unas dimensiones similares. Puede controlarlos a voluntad y, al igual que en la técnica previamente mencionada, cualquier usuario con una fuerza igual o superior a Luka podrá romperlos sin problemas.
- Watashi wa kiraidesu: Cuando Luka pelea contra un humano, su odio hace que genere más adrenalina, ganando una serie de bonificadores extras.
- Tabla de nivel:
- Nivel 10: x1.5 Fuerza - x1.5 Resistencia.
- Nivel 20: x1.75 Fuerza - x1.75 Resistencia.
- Nivel 30: x2 Fuerza - x2 Resistencia.
- Nivel 40: x2.25 Fuerza - x2.25 Resistencia.
- Nivel 50: x2.5 Fuerza - x2.5 Resistencia.
- Nivel 60: x2.75 Fuerza - x2.75 Resistencia.
- Nivel 70: x3 Fuerza - x3 Resistencia.
- Nivel 80: x3.25 Fuerza - x3.25 Resistencia.
- Nivel 90: x3.5 Fuerza - x3.5 Resistencia.
- Nivel 100: x3.75 Fuerza - x3.75 Resistencia.
- Nivel 10: x1.5 Fuerza - x1.5 Resistencia.
- Hakis:
- Haki de observación: Opuesto. Tier 3. (Empatía 3)
- Haki de armadura: Predilecto. Tier 5.- Caracteristicas haki observación:
- Nivel 2 -> Haki Competente: Se alcanza el nivel competente en el Haki de observación cuando se desarrolla un segundo Tier de este Haki. Éste puede ser el segundo nivel de una aptitud elegida anteriormente o el Tier 1 de la no elegida.
- Tier 2 en Empatía: Es capaz, centrándose en una persona, de conocer sus sentimientos más superficiales (miedo, vergüenza, ira). Mientras realiza esta acción no puede prever sus acciones, pero tampoco pierde la concentración ni le impide actuar con normalidad.
- Sensibilidad: Los usuarios con sintonía en empatía tienen mayor capacidad para hacer amigos y un gran carisma, pudiendo entender fácilmente los problemas de quienes le rodean.
- Nivel 2 -> Haki Competente: Se alcanza el nivel competente en el Haki de observación cuando se desarrolla un segundo Tier de este Haki. Éste puede ser el segundo nivel de una aptitud elegida anteriormente o el Tier 1 de la no elegida.
- Caracteristicas haki armadura:
- Nivel 5 -> Haki Incrementado: Se alcanza el nivel extendido en el Haki de armadura cuando se desarrolla un quinto Tier de Haki. Debe desarrollar obligatoriamente la aptitud con la que tiene sintonía, alcanzando el tercer Tier, el cuarto o incluso el quinto, si no ha entrenado la otra aptitud. Su sintonía mejora:
Bastión: Los usuarios con sintonía en armadura se caracterizan por su gran envergadura física y su poderío. Mientras permanecen imbuidos en Haki de armadura, sus impactos son el triple de potentes.
Tizona: Los usuarios con sintonía en armamento poseen una habilidad innata para liberar su Haki. Son capaces de utilizarlo de forma casi inconsciente, pudiendo usarlo un tercio de su capacidad (redondeando hacia abajo) sin agotarse en absoluto. - Armadura tier 5: Es capaz de mantener el Haki de manera continuada hasta veinte asaltos. Durante ellos, puede generar una armadura transparente con brillo metálico alrededor de su cuerpo, que resiste los golpes siempre y cuando el atacante no posea el triple de fuerza que el usuario resistencia o lo iguale en Haki.
- Armamento tier 5: Aprende a utilizar el endurecimiento en sus armas. Esta habilidad hace que su Haki se desgaste al doble de velocidad, pero duplica el efecto de su Haki. Puede imbuir hasta tres armas a la vez sin desgastarse más rápido de lo normal, cansándose al doble de velocidad cuando usa cuatro (al triple cuando usa seis, cuádruple si usa ocho...).
- Nivel 5 -> Haki Incrementado: Se alcanza el nivel extendido en el Haki de armadura cuando se desarrolla un quinto Tier de Haki. Debe desarrollar obligatoriamente la aptitud con la que tiene sintonía, alcanzando el tercer Tier, el cuarto o incluso el quinto, si no ha entrenado la otra aptitud. Su sintonía mejora:
- Gegenees: Luka utiliza su be water, my friend, para crear cuatro brazos que salen del costado, quedando de manera paralela a los suyos y con unas dimensiones similares. Puede controlarlos a voluntad y, al igual que en la técnica previamente mencionada, cualquier usuario con una fuerza igual o superior a Luka podrá romperlos sin problemas.
-¡Puedo apañarme! -exclamé sin mirar a Luka. Y era cierto, o al menos eso creía en aquellos instantes, pero eso no implicaba que pudiera permitirme el lujo de perder de vista a mis oponentes. No me apetecía que uno de los tipos rompiese una silla en mi espalda, intención que era más que evidente.
Volví a acariciar las palmas de mis manos con suavidad, en un gesto tan involuntario como rápido, y pasé a la acción. Traté de hacerme a un lado para evitar el golpe, pero el sujeto logró cambiar la trayectoria en el último momento y una de las patas alcanzó su objetivo. Me vi obligado a liberar un grito de dolor e inclinar mi cuerpo para, inconscientemente, amortiguar en gran medida el golpe. La rabia no tardó en imponerse y, tras apretar los dientes como no recordaba haber hecho nunca, agarré a mi adversario de la pechera para poner la mano libre su torso.
Aquella extraña sensación que llevaba un buen tiempo acompañándome no desaparecía, y pese a lo agitado del momento quería averiguar de qué se trataba. La marca de una zarpa refulgente se dibujó allí donde la había colocado, emitiendo un resplandor naranja antes de desvanecerse sin más. Chasqueé la lengua, pero no me permití ni un segundo de descanso. Dejando a un lado el cosquilleo que recorría mis almohadillas, cerré una vez más el puño y golpeé con ira la nariz del de la silla. Un crujido tras mis nudillos y la humedad, ambos unidos al líquido rojo que se extendió por el dorso de mi mano, me indicaron que se había roto.
Sonreí de pura satisfacción y me volteé hacia otro de los sicarios de Lokus, el cual era bastante más grande que yo y no prometía venir hacia mí para acariciarme. Abrí mis manos de nuevo, esperando el momento oportuno para tratar de descubrir qué demonios era lo que no cesaba de recorrerme las palmas.
Volví a acariciar las palmas de mis manos con suavidad, en un gesto tan involuntario como rápido, y pasé a la acción. Traté de hacerme a un lado para evitar el golpe, pero el sujeto logró cambiar la trayectoria en el último momento y una de las patas alcanzó su objetivo. Me vi obligado a liberar un grito de dolor e inclinar mi cuerpo para, inconscientemente, amortiguar en gran medida el golpe. La rabia no tardó en imponerse y, tras apretar los dientes como no recordaba haber hecho nunca, agarré a mi adversario de la pechera para poner la mano libre su torso.
Aquella extraña sensación que llevaba un buen tiempo acompañándome no desaparecía, y pese a lo agitado del momento quería averiguar de qué se trataba. La marca de una zarpa refulgente se dibujó allí donde la había colocado, emitiendo un resplandor naranja antes de desvanecerse sin más. Chasqueé la lengua, pero no me permití ni un segundo de descanso. Dejando a un lado el cosquilleo que recorría mis almohadillas, cerré una vez más el puño y golpeé con ira la nariz del de la silla. Un crujido tras mis nudillos y la humedad, ambos unidos al líquido rojo que se extendió por el dorso de mi mano, me indicaron que se había roto.
Sonreí de pura satisfacción y me volteé hacia otro de los sicarios de Lokus, el cual era bastante más grande que yo y no prometía venir hacia mí para acariciarme. Abrí mis manos de nuevo, esperando el momento oportuno para tratar de descubrir qué demonios era lo que no cesaba de recorrerme las palmas.
Luka Rooney
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
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Energía
Saberes
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El tiburón placó a dos de sus enemigos y los miró con desprecio. El resto corrieron hasta un rincón de la taberna y se recompusieron. Y entonces algo vino a su mente. Una historia no muy reciente, pero que por siempre perduraría en el recuerdo del gyojin.
Báñate en la historia
Deja que el agua controle tu cuerpo, que fluya por él. Mantén esa fé ciega en el líquido transparente. Manipula, controla y adora su uso. Deja que te posea, y serás más fuerte. No dejes que te controle, o serás una bestia.
Tom solía repetir aquello cuando Luka empezaba sus lecciones en el Gyojin Kárate, algo que hizo que por activa y por pasiva, acabase aprendiéndose la maldita frase. Y terminó por encontrarle el significado que parecía tener.
Para controlar el agua era necesario entrenar una serie de habilidades que el tiburón ya había llevado hasta límites increíbles. Pero no solo aquello podría dar a cualquiera la llave con el GK. Hacía falta mucho más que eso. Decisión, entrega, valentía y coraje. Con todas esas características, se podría iniciar las andaduras en las oscuras artes del Gyojin Kárate.
Y el habitante del mar era consciente de aquello. Sabía que no valía con tener un nivel medio-alto en aquél arte como para desarrollar una técnica nueva, como la que pretendía desde hacía unos minutos. Era consciente de la complejidad de explorar el tan vasto mundo de la manipulación del agua. Y aquello le dio fuerzas para continuar su travesía en el entrenamiento, ante la atenta mirada de los matones que rodeaban a Ruffo, su nuevo compañero, y a él mismo.
Volvió a concentrar unas partículas de agua en la palma de su mano a la par que elegía una presa. Aunque esta vez fueron varias, las del rincón concretamente. Se concentró y calculó la distancia que había entre él y sus rivales -en torno a siete u ocho metros-, y entonces, realizó un movimiento rápido y seco con la palma de la mano, girando el brazo en la dirección en la que las partículas de agua debían ir. Intentó impregnar la mayor velocidad posible a las partículas, aunque quedó algo defraudado con el resultado. Sin embargo, éstas, pese a salir algo desviadas, acabaron acertando a uno de los objetivos y realizaron alguna perforación en la madera del local. Sin duda, el tiburón ya estaba cerca de controlar su habilidad al cien por cien.
Una vez hizo eso, y sin perder más el tiempo, corrió hacia los humanos del rincón y empezó a golpearles con sus seis brazos. Entre puños, patadas y codazos, los tres hombres restantes acabaron por caer al suelo, no sin dar algún que otro golpe al habitante del mar. Y entonces Luka pensó que ya había tenido suficiente. Cogió a los cuatro hombres del suelo -los tres que habían caído en ese instante y el que recibió los impactos de su técnica experimental- y los interpuso entre su ante-codo y su pecho. Tras ello buscó a Lokus con la mirada.
- Tú, puto loco. ¿Tenemos que acabar con toda tu banda o ya estás abierto a negociaciones?
La mirada del gyojin lucía siniestra, y así lo hizo ver cuando se pasó la lengua por los labios, secándose el hilillo de sangre que tenía, probablemente producto de uno de los golpes recibidos en el último enfrentamiento.
Tras ello intentaría localizar con la mirada a Ruffo. Quizá hubiese sido más inteligente ver en qué posición estaba su compañero antes de amenazar a nadie.
Báñate en la historia
Deja que el agua controle tu cuerpo, que fluya por él. Mantén esa fé ciega en el líquido transparente. Manipula, controla y adora su uso. Deja que te posea, y serás más fuerte. No dejes que te controle, o serás una bestia.
Tom solía repetir aquello cuando Luka empezaba sus lecciones en el Gyojin Kárate, algo que hizo que por activa y por pasiva, acabase aprendiéndose la maldita frase. Y terminó por encontrarle el significado que parecía tener.
Para controlar el agua era necesario entrenar una serie de habilidades que el tiburón ya había llevado hasta límites increíbles. Pero no solo aquello podría dar a cualquiera la llave con el GK. Hacía falta mucho más que eso. Decisión, entrega, valentía y coraje. Con todas esas características, se podría iniciar las andaduras en las oscuras artes del Gyojin Kárate.
Y el habitante del mar era consciente de aquello. Sabía que no valía con tener un nivel medio-alto en aquél arte como para desarrollar una técnica nueva, como la que pretendía desde hacía unos minutos. Era consciente de la complejidad de explorar el tan vasto mundo de la manipulación del agua. Y aquello le dio fuerzas para continuar su travesía en el entrenamiento, ante la atenta mirada de los matones que rodeaban a Ruffo, su nuevo compañero, y a él mismo.
Volvió a concentrar unas partículas de agua en la palma de su mano a la par que elegía una presa. Aunque esta vez fueron varias, las del rincón concretamente. Se concentró y calculó la distancia que había entre él y sus rivales -en torno a siete u ocho metros-, y entonces, realizó un movimiento rápido y seco con la palma de la mano, girando el brazo en la dirección en la que las partículas de agua debían ir. Intentó impregnar la mayor velocidad posible a las partículas, aunque quedó algo defraudado con el resultado. Sin embargo, éstas, pese a salir algo desviadas, acabaron acertando a uno de los objetivos y realizaron alguna perforación en la madera del local. Sin duda, el tiburón ya estaba cerca de controlar su habilidad al cien por cien.
Una vez hizo eso, y sin perder más el tiempo, corrió hacia los humanos del rincón y empezó a golpearles con sus seis brazos. Entre puños, patadas y codazos, los tres hombres restantes acabaron por caer al suelo, no sin dar algún que otro golpe al habitante del mar. Y entonces Luka pensó que ya había tenido suficiente. Cogió a los cuatro hombres del suelo -los tres que habían caído en ese instante y el que recibió los impactos de su técnica experimental- y los interpuso entre su ante-codo y su pecho. Tras ello buscó a Lokus con la mirada.
- Tú, puto loco. ¿Tenemos que acabar con toda tu banda o ya estás abierto a negociaciones?
La mirada del gyojin lucía siniestra, y así lo hizo ver cuando se pasó la lengua por los labios, secándose el hilillo de sangre que tenía, probablemente producto de uno de los golpes recibidos en el último enfrentamiento.
Tras ello intentaría localizar con la mirada a Ruffo. Quizá hubiese sido más inteligente ver en qué posición estaba su compañero antes de amenazar a nadie.
- cosas:
- Gegenees: Luka utiliza su be water, my friend, para crear cuatro brazos que salen del costado, quedando de manera paralela a los suyos y con unas dimensiones similares. Puede controlarlos a voluntad y, al igual que en la técnica previamente mencionada, cualquier usuario con una fuerza igual o superior a Luka podrá romperlos sin problemas.
- Watashi wa kiraidesu: Cuando Luka pelea contra un humano, su odio hace que genere más adrenalina, ganando una serie de bonificadores extras.
- Tabla de nivel:
- Nivel 10: x1.5 Fuerza - x1.5 Resistencia.
- Nivel 20: x1.75 Fuerza - x1.75 Resistencia.
- Nivel 30: x2 Fuerza - x2 Resistencia.
- Nivel 40: x2.25 Fuerza - x2.25 Resistencia.
- Nivel 50: x2.5 Fuerza - x2.5 Resistencia.
- Nivel 60: x2.75 Fuerza - x2.75 Resistencia.
- Nivel 70: x3 Fuerza - x3 Resistencia.
- Nivel 80: x3.25 Fuerza - x3.25 Resistencia.
- Nivel 90: x3.5 Fuerza - x3.5 Resistencia.
- Nivel 100: x3.75 Fuerza - x3.75 Resistencia.
Post 2 de 2.- Nivel 10: x1.5 Fuerza - x1.5 Resistencia.
- Hakis:
- Haki de observación: Opuesto. Tier 3. (Empatía 3)
- Haki de armadura: Predilecto. Tier 5.- Caracteristicas haki observación:
- Nivel 2 -> Haki Competente: Se alcanza el nivel competente en el Haki de observación cuando se desarrolla un segundo Tier de este Haki. Éste puede ser el segundo nivel de una aptitud elegida anteriormente o el Tier 1 de la no elegida.
- Tier 2 en Empatía: Es capaz, centrándose en una persona, de conocer sus sentimientos más superficiales (miedo, vergüenza, ira). Mientras realiza esta acción no puede prever sus acciones, pero tampoco pierde la concentración ni le impide actuar con normalidad.
- Sensibilidad: Los usuarios con sintonía en empatía tienen mayor capacidad para hacer amigos y un gran carisma, pudiendo entender fácilmente los problemas de quienes le rodean.
- Nivel 2 -> Haki Competente: Se alcanza el nivel competente en el Haki de observación cuando se desarrolla un segundo Tier de este Haki. Éste puede ser el segundo nivel de una aptitud elegida anteriormente o el Tier 1 de la no elegida.
- Caracteristicas haki armadura:
- Nivel 5 -> Haki Incrementado: Se alcanza el nivel extendido en el Haki de armadura cuando se desarrolla un quinto Tier de Haki. Debe desarrollar obligatoriamente la aptitud con la que tiene sintonía, alcanzando el tercer Tier, el cuarto o incluso el quinto, si no ha entrenado la otra aptitud. Su sintonía mejora:
Bastión: Los usuarios con sintonía en armadura se caracterizan por su gran envergadura física y su poderío. Mientras permanecen imbuidos en Haki de armadura, sus impactos son el triple de potentes.
Tizona: Los usuarios con sintonía en armamento poseen una habilidad innata para liberar su Haki. Son capaces de utilizarlo de forma casi inconsciente, pudiendo usarlo un tercio de su capacidad (redondeando hacia abajo) sin agotarse en absoluto. - Armadura tier 5: Es capaz de mantener el Haki de manera continuada hasta veinte asaltos. Durante ellos, puede generar una armadura transparente con brillo metálico alrededor de su cuerpo, que resiste los golpes siempre y cuando el atacante no posea el triple de fuerza que el usuario resistencia o lo iguale en Haki.
- Armamento tier 5: Aprende a utilizar el endurecimiento en sus armas. Esta habilidad hace que su Haki se desgaste al doble de velocidad, pero duplica el efecto de su Haki. Puede imbuir hasta tres armas a la vez sin desgastarse más rápido de lo normal, cansándose al doble de velocidad cuando usa cuatro (al triple cuando usa seis, cuádruple si usa ocho...).
- Nivel 5 -> Haki Incrementado: Se alcanza el nivel extendido en el Haki de armadura cuando se desarrolla un quinto Tier de Haki. Debe desarrollar obligatoriamente la aptitud con la que tiene sintonía, alcanzando el tercer Tier, el cuarto o incluso el quinto, si no ha entrenado la otra aptitud. Su sintonía mejora:
- Gegenees: Luka utiliza su be water, my friend, para crear cuatro brazos que salen del costado, quedando de manera paralela a los suyos y con unas dimensiones similares. Puede controlarlos a voluntad y, al igual que en la técnica previamente mencionada, cualquier usuario con una fuerza igual o superior a Luka podrá romperlos sin problemas.
Podía oír cómo todos gritaban a mi alrededor, aunque mi cerebro dejaba cualquier estímulo de lado para enfocarse por completo en el subalterno de Lokus. Me miraba con una sonrisa siniestra, agitando una gruesa maza con la facilidad que un niño agita un caramelo. La tensión crecía por momentos, pues el tipo no se movía ni un milímetro de su posición. ¿Acaso debía ser yo quien diese el primer paso? Tomar la iniciativa en un terreno tan hostil no me gustaba en absoluto, pero parecía que eso era lo que se esperaba de mí.
Por si no fuese suficiente, las almohadillas picaban con una intensidad cada vez mayor, tanto que las yemas de mis dedos eran ya incapaces de aplacar esa sensación tan molesta. Sin dejar de mirar a mi contrincante, junté ambas manos y froté una palma contra la otra. El alivio era mayor, aunque todavía insuficiente. «¿Se puede saber qué demonios me pasa?», me quejé, molesto, era como si tuviese algo dentro de las manos. Algo que debía salir pero no lo conseguía.
-Hay que ser muy torpe para venir a amenazar a Lokus y pretender salir vivo. Más aún cuando no estás prestando atención -dijo de repente el tipo que se encontraba frente a mí.
Como si ésa fuese la señal que estaban aguardando, varios tipos más salieron de las diferentes habitaciones adyacentes al salón principal del local. Uno de ellos, cuya procedencia fui incapaz de identificar, me propinó un contundente golpe en la parte posterior de la cabeza, aturdiéndome y consiguiendo que cayese de rodillas.
Antes de que me diese cuenta, media docena de sombras me cercaban, golpeándome allí donde creían que podían hacer más daño. Lo más curioso era que, aun en esa situación, lo más incómodo y molesto era el hormigueo que atenazaba mis manos, tornándose poco a poco en un ardor que penetraba hasta los huesos.
Junté las manos en un vano intento por aplacar el picor. Tal vez de ese modo pudiese recuperar la serenidad, aunque el constante bamboleo de cada centímetro de mi cuerpo a causa de los golpes no ayudaba. Y entonces sucedió, al entrelazar con fuerza y decisión ambas manos una película anaranjada las rodeó y, sin emitir sonido alguno, se expandió a gran velocidad. Una cúpula se materializó a mi alrededor tras lanzar por los aires a mis agresores, permitiendo al fin que me levantase y recuperase la compostura.
Me dolía todo, tanto que era incapaz de decir dónde había sufrido más daños. Aun así, me erguí y contemplé a Luka a través de mi improvisada celda de protección.
Por si no fuese suficiente, las almohadillas picaban con una intensidad cada vez mayor, tanto que las yemas de mis dedos eran ya incapaces de aplacar esa sensación tan molesta. Sin dejar de mirar a mi contrincante, junté ambas manos y froté una palma contra la otra. El alivio era mayor, aunque todavía insuficiente. «¿Se puede saber qué demonios me pasa?», me quejé, molesto, era como si tuviese algo dentro de las manos. Algo que debía salir pero no lo conseguía.
-Hay que ser muy torpe para venir a amenazar a Lokus y pretender salir vivo. Más aún cuando no estás prestando atención -dijo de repente el tipo que se encontraba frente a mí.
Como si ésa fuese la señal que estaban aguardando, varios tipos más salieron de las diferentes habitaciones adyacentes al salón principal del local. Uno de ellos, cuya procedencia fui incapaz de identificar, me propinó un contundente golpe en la parte posterior de la cabeza, aturdiéndome y consiguiendo que cayese de rodillas.
Antes de que me diese cuenta, media docena de sombras me cercaban, golpeándome allí donde creían que podían hacer más daño. Lo más curioso era que, aun en esa situación, lo más incómodo y molesto era el hormigueo que atenazaba mis manos, tornándose poco a poco en un ardor que penetraba hasta los huesos.
Junté las manos en un vano intento por aplacar el picor. Tal vez de ese modo pudiese recuperar la serenidad, aunque el constante bamboleo de cada centímetro de mi cuerpo a causa de los golpes no ayudaba. Y entonces sucedió, al entrelazar con fuerza y decisión ambas manos una película anaranjada las rodeó y, sin emitir sonido alguno, se expandió a gran velocidad. Una cúpula se materializó a mi alrededor tras lanzar por los aires a mis agresores, permitiendo al fin que me levantase y recuperase la compostura.
Me dolía todo, tanto que era incapaz de decir dónde había sufrido más daños. Aun así, me erguí y contemplé a Luka a través de mi improvisada celda de protección.
Luka Rooney
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Realmente no había sido muy inteligente amenazar a nadie sin ubicar primero a Ruffo. Y así lo vió el tiburón cuando su compañero se encontró en una peliaguda situación. Lo más rápido que pudo, el gyojin corrió a ayudarle, sin embargo, la fila de secuaces de Lokus se interpuso entre él y su compañero de viaje. El pirata oía constantemente golpes impactando, pero no podía divisar si eran contra Ruffo o era él mismo el que los propinaba.
Rápidamente, el habitante del mar desplazó las partículas de agua de su interior hacia la palma de la mano, imitando el movimiento que previamente había hecho en aquella misma sala. Con una acción firme y ágil, despidió el agua hacia sus rivales. Su intención era controlar cada partícula de agua que allí hubiese. Aunque no consiguió los resultados que quería, quedó bastante satisfecho.
El agua salió a una velociad endiablada hacia sus rivales, e impactó en algunos de ellos, creando heridas superficiales y causando que más de uno sangrase. Aquél había sido el movimiento que el tiburón necesitaba para ganar tiempo y llegar hasta su compañero, que aún se encontraba en aprietos.
Luka salió corriendo, evadió un par de golpes y casi tropieza al recibir una zancadilla, pero finalmente acabó llegando hasta la posición de Ruffo. Sin embargo, se quedó a dos metros metros de él cuando vió algo demasiado raro. El humano hizo salir de la nada una extraña… ¿pompa? Que envolvió a sus enemigos y le aisló de ellos. Aquél movimiento hizo que Luka pensara si era usuario. No creía haberle visto usar nada similar ni haber hecho uso de algún poder que pudiera relacionar con una akuma no mi.
Y lo más importante, ¿acaso podría oírle a través de esa especie de esfera? ¿Podría entrar el gyojin a ella?
- ¿Ruffo? ¿Estás bien? Ya hablaremos de lo que quiera que sea esa mierda que acabas de hacer. Te han dado una buena… Creo que va siendo hora de decidir si realmente queremos negociar con esta gente… ¿Qué me dices?
La verdad es que tras el último movimiento de Ruffo ya quedaban pocos enemigos cerca. Y los pocos que quedaban, no supondrían ningún problema. Al menos a juzgar por lo visto.
Rápidamente, el habitante del mar desplazó las partículas de agua de su interior hacia la palma de la mano, imitando el movimiento que previamente había hecho en aquella misma sala. Con una acción firme y ágil, despidió el agua hacia sus rivales. Su intención era controlar cada partícula de agua que allí hubiese. Aunque no consiguió los resultados que quería, quedó bastante satisfecho.
El agua salió a una velociad endiablada hacia sus rivales, e impactó en algunos de ellos, creando heridas superficiales y causando que más de uno sangrase. Aquél había sido el movimiento que el tiburón necesitaba para ganar tiempo y llegar hasta su compañero, que aún se encontraba en aprietos.
Luka salió corriendo, evadió un par de golpes y casi tropieza al recibir una zancadilla, pero finalmente acabó llegando hasta la posición de Ruffo. Sin embargo, se quedó a dos metros metros de él cuando vió algo demasiado raro. El humano hizo salir de la nada una extraña… ¿pompa? Que envolvió a sus enemigos y le aisló de ellos. Aquél movimiento hizo que Luka pensara si era usuario. No creía haberle visto usar nada similar ni haber hecho uso de algún poder que pudiera relacionar con una akuma no mi.
Y lo más importante, ¿acaso podría oírle a través de esa especie de esfera? ¿Podría entrar el gyojin a ella?
- ¿Ruffo? ¿Estás bien? Ya hablaremos de lo que quiera que sea esa mierda que acabas de hacer. Te han dado una buena… Creo que va siendo hora de decidir si realmente queremos negociar con esta gente… ¿Qué me dices?
La verdad es que tras el último movimiento de Ruffo ya quedaban pocos enemigos cerca. Y los pocos que quedaban, no supondrían ningún problema. Al menos a juzgar por lo visto.
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