Ragnar Asborn
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Después de varios días viajando por mar sin agua y sin víveres, Ragnar llegó a su destino. Aquello de comerse toda la tortilla y el vino el mismo día que partió no fue muy buena idea, él creía que la travesía iba a durar menos… la verdad es que no era muy bueno calculando el tema de las distancias. En el mismo momento que la madera del barco tocó tierra, lo ojos del peliblanco se abrieron lentamente. Se encontraba tumbado en medio de la pequeña barca que se había agenciado en el puerto anterior, la verdad es que tuvo bastante suerte de que el clima no estuviera muy revoltoso, pues no es que fuera muy buen navegante. Se fue levantando poco a poco, ayudándose apoyando las manos en los extremos de la barquita, cuando estaba completamente de pie, se ajustó la faja que aguantaba las espadas y se colocó en la punta del transporte, miranso alrededor tapando el intenso sol situando su mano derecha sobre sus ojos a modo de visera. Más allá de la playa, todo aquello estaba rodeado de enormes rocas alineadas las cuales no le dejaban ve su objetivo, casi era una cúpula, pero estaba abierta por arriba. Si quería llegar a la ciudad tendría que encontrar un lugar por el que poder entrar sin escalar. Tras revisar el entorno, dio un pequeño saltito para dejarse caer sobre la arena de la playa, aunque debido a su falta de fuerzas, las piernas le flaquearon y al aterrizar, cayó de morros contra el suelo con el culo en pompa. Se quedó unos segundos allí, tumbado, intentando asimilar la situación y deseando con toda su alma que nadie lo hubiera visto por casualidad.
Cuando pasó aproximadamente un minuto, el espadachín soltó un leve quejido y se fue reincorporando con calma, sacudió toda la arena de su ropa y su rostro y con la poca saliva que le quedaba, relamió brevemente sus labios. “Lo mejor será caminar hacía… allí” Pensó mientras con un gesto cansado de brazo señaló una dirección aleatoria. Sus andares eran bastante deplorables de ver, casi iba dando tumbos pero al menos se sostenía en pie. A los quince minutos caminando, logó llegar hasta la primera de las gigantescas piedras, apoyando su mano izquierda en ella. Se detuvo durante un momento, le había parecido escuchar algo, un sonido mecánico, como el de un tractor, aunque viendo en el estado que se encontraba seguramente sería una alucinación, siguió caminando siguiendo linealmente las piedras, apoyándose en una tras otra, hasta que finalmente encontró lo que buscaba: una brecha, al parecer los sonidos procedían de allí. Asomó su cabeza para ver que se encontraba al otro y para su sorpresa… ¿Era un árbol lo que veía? Si lo que estaba viendo era realmente lo que él pensaba, sus problemas de hambruna se habrían terminado. Se adentró en la grieta sin dejar de apoyarse en las paredes y fue avanzando poco a poco, cada vez más seguro de que estaba salvado.
Cuando pasó aproximadamente un minuto, el espadachín soltó un leve quejido y se fue reincorporando con calma, sacudió toda la arena de su ropa y su rostro y con la poca saliva que le quedaba, relamió brevemente sus labios. “Lo mejor será caminar hacía… allí” Pensó mientras con un gesto cansado de brazo señaló una dirección aleatoria. Sus andares eran bastante deplorables de ver, casi iba dando tumbos pero al menos se sostenía en pie. A los quince minutos caminando, logó llegar hasta la primera de las gigantescas piedras, apoyando su mano izquierda en ella. Se detuvo durante un momento, le había parecido escuchar algo, un sonido mecánico, como el de un tractor, aunque viendo en el estado que se encontraba seguramente sería una alucinación, siguió caminando siguiendo linealmente las piedras, apoyándose en una tras otra, hasta que finalmente encontró lo que buscaba: una brecha, al parecer los sonidos procedían de allí. Asomó su cabeza para ver que se encontraba al otro y para su sorpresa… ¿Era un árbol lo que veía? Si lo que estaba viendo era realmente lo que él pensaba, sus problemas de hambruna se habrían terminado. Se adentró en la grieta sin dejar de apoyarse en las paredes y fue avanzando poco a poco, cada vez más seguro de que estaba salvado.
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La suave brisa marina acariciaba mis bigotes. Navegaba sin rumbo alguno en un pequeño velero que había robado en la última ciudad que visité. No me agradó mucho hacerlo pero no quedaba más remedio. Viajaba simplemente con un camping gas, una cantimplora y grandes cantidades de carne. No necesitaba más. Mientras, cocinaba un trozo de carne, básicamente un filete de cerdonero, la carne de un animal mitad cerdo mitad carnero. El humo que echaba al cocinar se expandía hacia una isla que se encontraba a escasos metros de mi posición. Un territorio desconocido el cual explorar a fondo. Cuando llegué a la playa, pude divisar un bote a escasos metros al lado mío. ¿Acaso había venido alguien más a la isla? Debía estar alerta.
Tras atracar, metí todos mis enseres en mi gran mochila incluida la carne ya cocinada. bajé de mi pequeño barco velero y me acerqué al bote que estaba al lado. No había nada, ni rastro de quien quiera que fuese el dueño de esta barquita. tras darme la vuelta pude observar como la isla esta rodeada de rocas alineadas. Eran bastante altas pero ami eso me daba igual. Había escalado el cuerpo de Zunisha millones de veces y unas roquitas no me iban a detener.
Comencé a andar hacia aquellas empinadas rocas. Me gustaba la escalada y no es que fuera un experto, pero se me daba de cine. Al estar a la altura de estas, comencé a escalar para ver que era lo que había arriba y si podía ver algo de civilización o al dueño o dueña de esa barca.
Tardé como media hora en escalar las rocas pues estaban a una altura considerable. Tras llegar a la cima y coger un poco de aire, eché un vistazo al mar. Aquellas vistas eran inimaginables. El mar en todo su esplendor, con el sol pegando fuerte ahí arriba el cual me cegó por unos escasos segundos.
- Bueno ya tendremos tiempo de venir a ver esto de nuevo. Ahora comencemos a explorar la isla. Me dije a mi mismo en voz alta. Tras dar un gran suspiro, comencé a andar, sin rumbo fijo esperando poder ver civilización.
Tras atracar, metí todos mis enseres en mi gran mochila incluida la carne ya cocinada. bajé de mi pequeño barco velero y me acerqué al bote que estaba al lado. No había nada, ni rastro de quien quiera que fuese el dueño de esta barquita. tras darme la vuelta pude observar como la isla esta rodeada de rocas alineadas. Eran bastante altas pero ami eso me daba igual. Había escalado el cuerpo de Zunisha millones de veces y unas roquitas no me iban a detener.
Comencé a andar hacia aquellas empinadas rocas. Me gustaba la escalada y no es que fuera un experto, pero se me daba de cine. Al estar a la altura de estas, comencé a escalar para ver que era lo que había arriba y si podía ver algo de civilización o al dueño o dueña de esa barca.
Tardé como media hora en escalar las rocas pues estaban a una altura considerable. Tras llegar a la cima y coger un poco de aire, eché un vistazo al mar. Aquellas vistas eran inimaginables. El mar en todo su esplendor, con el sol pegando fuerte ahí arriba el cual me cegó por unos escasos segundos.
- Bueno ya tendremos tiempo de venir a ver esto de nuevo. Ahora comencemos a explorar la isla. Me dije a mi mismo en voz alta. Tras dar un gran suspiro, comencé a andar, sin rumbo fijo esperando poder ver civilización.
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“No cabe duda, es un árbol” pensó Ragnar con gesto cansado mientras llegaba al final de la cada vez más estrecha grieta, en el tramo final tuvo que ladear su cuerpo para lograr deslizarse hacia el exterior, produciendo un sonido parecido al de los cascabeles debido al chocar de sus tres espadas. Una vez fuera, se dio cuenta de que lo que había visto instantes antes era más que un simple trozo de madera con hojas : ¡Allí había todo un bosque! A pesar de estar tanto hambriento como sediento, algo en su interior cambió, una gran alegría impregnó todo su cuerpo, tal vez no estaba tan cerca de la ciudad como pensaba, pero cualquier bosque era una casa para él. De forma más acelerada que sus anteriores pasos, el espadachín se quitó la parte superior de sus ropajes y fue recolectando vayas, frutas y flores de diferentes tipos de matorrales, plantas y arboles, introduciéndolos dentro de la tela. Cuando tuvo suficientes según su criterio (aproximadamente un kilo de aquel variado surtido) se sentó en el suelo de un pequeño claro rodeado por altos setos y comenzó a comer con unas ansias impresionantes, no tardó mucho más de diez minutos en arrasar con todo. “Sí que es verdad que la fruta tiene mucha agua, pero… aún tengo sed” pensó antes de que se le parara el corazón durante una milésima de segundo. “Agua” pensó, aquel lugar era demasiado verde para no haber encontrado nada de agua hasta el momento, no se escuchaba ningún rio, cascada o formación líquida, además las piedras tapaban gran parte del cielo, por lo que la lluvia no podía llegar hasta el suelo… y ahora que se paraba a escuchar faltaba otro sonido: pájaros. ¿ Cómo no se había dado cuenta hasta entonces? La vergüenza se apoderó de su cuerpo durante unos instantes, pero enseguida otra sensación eclipsó a la anteriormente nombrada: el instinto de supervivencia. Definitivamente algo andaba mal en ese bosque…
Al albino se le ocurrió la ultima idea de poner la oreja en el suelo para ver si el causante de la abundante flora se trataba de aguas subterráneas, tras unos instantes escuchando logró captar un ruido muy parecido al de la vibración del agua, se alivió. Pero justo cuando iba a despegar su cabeza del suelo, ese sonido se fue volviendo más y más fuerte, como si se estuviera aproximando hacia él… un momento… ¡Aquel era el mismo sonido mecánico que había escuchado antes de entrar allí! Y no venía del suelo…¡Sino de varios metros delante suyo! Enseguida se puso de pie y en guardia, con su mano derecha preparada para desenvainar a Bagami, mirando fijamente los gigantescos matorrales que cada vez temblaban más. De golpe, apareció el causante de aquel estruendo: una enorme maquina de tono marrón oscuro, esta estaba ligeramente oxidada y debía de tener unos unos cinco metros de altura, tres de ancho y siete de largo. Tenía las ruedas como las de un tanque y en la parte superior del vehículo habían varias mangueras a cada lado soltando agua en grandes cantidades. En la parte delantera se podía ver una gran cabina de cristal, parecida a la de los tractores de campo pero abierta por donde se supone que irian las ventanillas, dentro había un… ¿Hombre mayor sentado? Debía de tener unos ochenta años, con una barba de pocos días y una rama de trigo en la boca, también llevaba un gorro de paja en su cabeza, cubriendo ligeramente sus ojos. Ragnar se quedó de pie, esperando que el conductor de dicho vehículo se percatara de su presencia.
Al albino se le ocurrió la ultima idea de poner la oreja en el suelo para ver si el causante de la abundante flora se trataba de aguas subterráneas, tras unos instantes escuchando logró captar un ruido muy parecido al de la vibración del agua, se alivió. Pero justo cuando iba a despegar su cabeza del suelo, ese sonido se fue volviendo más y más fuerte, como si se estuviera aproximando hacia él… un momento… ¡Aquel era el mismo sonido mecánico que había escuchado antes de entrar allí! Y no venía del suelo…¡Sino de varios metros delante suyo! Enseguida se puso de pie y en guardia, con su mano derecha preparada para desenvainar a Bagami, mirando fijamente los gigantescos matorrales que cada vez temblaban más. De golpe, apareció el causante de aquel estruendo: una enorme maquina de tono marrón oscuro, esta estaba ligeramente oxidada y debía de tener unos unos cinco metros de altura, tres de ancho y siete de largo. Tenía las ruedas como las de un tanque y en la parte superior del vehículo habían varias mangueras a cada lado soltando agua en grandes cantidades. En la parte delantera se podía ver una gran cabina de cristal, parecida a la de los tractores de campo pero abierta por donde se supone que irian las ventanillas, dentro había un… ¿Hombre mayor sentado? Debía de tener unos ochenta años, con una barba de pocos días y una rama de trigo en la boca, también llevaba un gorro de paja en su cabeza, cubriendo ligeramente sus ojos. Ragnar se quedó de pie, esperando que el conductor de dicho vehículo se percatara de su presencia.
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- ¿Pero que cojones...? -Una inmensa cantidad de árboles se alzaba frente a mi, una puta jungla en esta isla. ¿Cómo iba a encontrar civilización en un sitio así?
- Joder una puta selva y, ¿ahora que coño hago? Debería bajar al suelo e ir desde allí a mirar si veo a alguien o no se.
Me agarré a un árbol y fui bajando poco a poco de él. De rama en rama, con mucho cuidado de no caerme. Cuando estaba casi a bajo, me faltaba la mitad del árbol una rama crujió y se partió ocasionando que yo me empezara a caer desde esa altura, que no era mucha pero la suficiente para hacerse daño si no reaccionaba a tiempo. Por suerte, los felinos teníamos la ventaja de caer de cuando nos caíamos de algún sitio.
Conseguí reaccionar y caer sobre las cuatro patas en el suelo, me había librado de una buena hostia por los pelos. Al caer sonó un estruendo como si hubiera caído un rayo allí mismo. Era lo suficientemente alto para que alguien lo oyera y viniera hacia donde estoy.
- Uff, por los pelos de mi bigote, me he librado de una buena. Espero que alguien haya oído ese estruendo que he hecho al caer.
Esperé allí, por si alguien aparecía. Pero siempre alerta, por si venía en busca de pelea. Así estaría preparado para la batalla.
- Joder una puta selva y, ¿ahora que coño hago? Debería bajar al suelo e ir desde allí a mirar si veo a alguien o no se.
Me agarré a un árbol y fui bajando poco a poco de él. De rama en rama, con mucho cuidado de no caerme. Cuando estaba casi a bajo, me faltaba la mitad del árbol una rama crujió y se partió ocasionando que yo me empezara a caer desde esa altura, que no era mucha pero la suficiente para hacerse daño si no reaccionaba a tiempo. Por suerte, los felinos teníamos la ventaja de caer de cuando nos caíamos de algún sitio.
Conseguí reaccionar y caer sobre las cuatro patas en el suelo, me había librado de una buena hostia por los pelos. Al caer sonó un estruendo como si hubiera caído un rayo allí mismo. Era lo suficientemente alto para que alguien lo oyera y viniera hacia donde estoy.
- Uff, por los pelos de mi bigote, me he librado de una buena. Espero que alguien haya oído ese estruendo que he hecho al caer.
Esperé allí, por si alguien aparecía. Pero siempre alerta, por si venía en busca de pelea. Así estaría preparado para la batalla.
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Al principio el anciano no se dio cuenta de que Ragnar se encontraba en medio de la trayectoria de su gran vehículo, no obstante seguía parado allí. Puesto que aquel gran trozo de metal no debía de moverse a más velocidad que cinco kilómetros por hora el espadachín podría esquivarlo perfectamente cuando se encontrara a pocos centímetros de tocarlo. Estando ya más cerca de él pudo separar del molesto e incesante sonido del motor una alegre melodía que envolvía la cabina de control, era música country y posiblemente ese era el motivo por el que el rural hombre aún no le había podido identificar. Tras aquello se fijó mejor en la persona y vio que tenía los ojos entrecerrados, no paraba de ladear la cabeza al ritmo de los instrumentos y parecía que daba pataditas a la parte baja del cristal que lo envolvía casi por competo entre excelentemente acompasados “Yiyaaaaaah” los cuales podían escucharse más que la canción misma. Entre uno de esos bruscos giros de cabeza por fin se dio cuenta de que un cuerpo se estaba interponiendo entre él y el futuro espacio que iba a ocupar su máquina, rápidamente frenó y casi al mismo tiempo el motor se apagó, quedándose no obstante la música country a un volumen considerablemente alto y asomando este su cabeza por la apertura derecha que había en aquella gran vitrina, gritando así a pleno pulmón con cierta expresión y tono de enfado mientras fijaba su extraña mirada sobre el albino.
-¡EH, TÚ, ZAGAAL! ¿¡Que es que lo que estáh haciendo en mis pastos!? - Dijo con un acento entre sureño y cateto. Curiosamente, tras apagar el motor y a pesar de decir aquello con la voz alzada, algunos pajarillos comenzaron a silbar de forma tímida. -Ya le he dicho a esos bishos de Hiperdrola que no quiero ni ga ni agua, que yo puedo solico pegándome una pechá a curra, las abujetas son menintales, esas mariconas no tienen ni idea de que eh sudar bajo la calo del sol. – Se quitó la rama de la boca, eructó, seguidamente escupió un líquido amarillento al suelo y se la volvió a poner para proseguir hablando. – Si no te vas ahora me abajo del cacharro y te pego una guantá que no volverás a tener frio.
Ragnar no supo que pensar y mucho menos como reaccionar ante aquellas palabras, así que simplemente se limitó a decir la verdad con una media sonrisa en su cara. – No trabajo para nadie, solo estoy buscando la ciudad. – Se hizo un segundo de silencio y tensión acompañado de dos miradas cruzándose con intensidad – ¡Haberlo comentao antes mozo! – Dijo cambiando totalmente su expresión facial por una con una con una gran sonrisa la cual sorprendentemente emanaba una gran hospitalidad – Ya me dice siempre el papa que los Alpinos sois de no hablar musho. - ¿El papa? Pensó extrañado el peliblanco haciendo referencia a la avanzada edad que aparentaba aquel hombre. Antes de poder responder a sus confusas palabras se escuchó un fuerte golpe retumbar por todo el bosque, a su lado la música no emitía ruido alguno. – ¿Eso es otra máquina? – Preguntó cambiando de tema bruscamente. - ¿Otra qué? – Tras unos segundos asimilando la pregunta respondió con cierta satisfacción por entender lo que le intentaba decir. – Ahhh, otro trasto, no. Solo tengo a Jeremías.- Aclaró dándole un par de palmadas al cristal del aquella gran regadera. – Entonces iré a ver, no ha sonado como un animal o un tronco cayendo. – El anciano asintió de forma seria para seguidamente decir: “Te sigo” y arrancar de nuevo aquél monstruo volviendo a salir así agua de nuevo por las mangueras y un fuerte sonido por el motor, haciendo que los pájaros dejaran de cantar de nuevo. A los pocos minutos caminando de una forma ligeramente más apresurada a la normal, llegaron al lugar donde aparentemente se había originado aquel estruendo, Ragnar enseguida se percató de una tercera presencia humana, o no era humana… podía ver algo de espaldas a cuatro patas, pero era demasiado grande como para ser un animal teniendo en cuenta sus características, al menos uno que él conociera. Llevó la mano derecha a su espada Bagami y avanzando con cuidado entre los arbustos dijo: -¿Hola? – Esperando algún tipo de respuesta por parte de aquel extravagante ente.
- La canción:
-¡EH, TÚ, ZAGAAL! ¿¡Que es que lo que estáh haciendo en mis pastos!? - Dijo con un acento entre sureño y cateto. Curiosamente, tras apagar el motor y a pesar de decir aquello con la voz alzada, algunos pajarillos comenzaron a silbar de forma tímida. -Ya le he dicho a esos bishos de Hiperdrola que no quiero ni ga ni agua, que yo puedo solico pegándome una pechá a curra, las abujetas son menintales, esas mariconas no tienen ni idea de que eh sudar bajo la calo del sol. – Se quitó la rama de la boca, eructó, seguidamente escupió un líquido amarillento al suelo y se la volvió a poner para proseguir hablando. – Si no te vas ahora me abajo del cacharro y te pego una guantá que no volverás a tener frio.
Ragnar no supo que pensar y mucho menos como reaccionar ante aquellas palabras, así que simplemente se limitó a decir la verdad con una media sonrisa en su cara. – No trabajo para nadie, solo estoy buscando la ciudad. – Se hizo un segundo de silencio y tensión acompañado de dos miradas cruzándose con intensidad – ¡Haberlo comentao antes mozo! – Dijo cambiando totalmente su expresión facial por una con una con una gran sonrisa la cual sorprendentemente emanaba una gran hospitalidad – Ya me dice siempre el papa que los Alpinos sois de no hablar musho. - ¿El papa? Pensó extrañado el peliblanco haciendo referencia a la avanzada edad que aparentaba aquel hombre. Antes de poder responder a sus confusas palabras se escuchó un fuerte golpe retumbar por todo el bosque, a su lado la música no emitía ruido alguno. – ¿Eso es otra máquina? – Preguntó cambiando de tema bruscamente. - ¿Otra qué? – Tras unos segundos asimilando la pregunta respondió con cierta satisfacción por entender lo que le intentaba decir. – Ahhh, otro trasto, no. Solo tengo a Jeremías.- Aclaró dándole un par de palmadas al cristal del aquella gran regadera. – Entonces iré a ver, no ha sonado como un animal o un tronco cayendo. – El anciano asintió de forma seria para seguidamente decir: “Te sigo” y arrancar de nuevo aquél monstruo volviendo a salir así agua de nuevo por las mangueras y un fuerte sonido por el motor, haciendo que los pájaros dejaran de cantar de nuevo. A los pocos minutos caminando de una forma ligeramente más apresurada a la normal, llegaron al lugar donde aparentemente se había originado aquel estruendo, Ragnar enseguida se percató de una tercera presencia humana, o no era humana… podía ver algo de espaldas a cuatro patas, pero era demasiado grande como para ser un animal teniendo en cuenta sus características, al menos uno que él conociera. Llevó la mano derecha a su espada Bagami y avanzando con cuidado entre los arbustos dijo: -¿Hola? – Esperando algún tipo de respuesta por parte de aquel extravagante ente.
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Ya estaba en el suelo a cuatro patas después de mi caída atronadora. Detrás mía de entre los arbustos, escuché un "¿Hola?". Mi cuerpo todavía emanaba chispas debido a la caída, giré mi cabeza hacia los arbustos que se encontraban a mi espalda. Por lo que pude oír, era una voz masculina, desconocida para mi. Aun así no giré mi cuerpo, seguí dándole la espalda a quien quiera que fuese mientras me recomponía y me volvía a poner de manera bípeda, mi posición original. Mis garras empezaron a emitir electricidad y mi cuerpo emana un aura chisporroteante, si quien quiera que se acercase era una amenaza, estaría listo para combatirla sino, dejaría de emitir electricidad y me calmaría.
- ¿Quien eres y que vendes? No compro nada. Por el contrario, si vienes a cazarme, no te conviene hacerlo.
En esa misma dirección oí el motor de alguna especie de máquina, no sabía el que exactamente. ¿Vendría en alguna especie de máquina, o por el contrario, venían mas de uno?
- ¿Quien eres y que vendes? No compro nada. Por el contrario, si vienes a cazarme, no te conviene hacerlo.
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De una forma algo extraña aquel amarillento animal se puso de pie. El peliblanco solo podía verle de espaldas, por lo que no era capaz de acabar de apreciar del todo bien sus rasgos físicos. A medida que avanzaba se fijó en que sus garras emitían luz, o mejor dicho una especie de electricidad, además con cada paso que daba de más podía sentir un leve campo electromagnético el cual erizaba cada blanco pelo de su cuerpo. Aunque avanzara hacía su posición no quería dar la cara. En el mismo momento que el chico creía haber descubierto una nueva especie de animal, una voz totalmente nueva para él proveniente justamente de donde aquel presunto felino se encontraba parado respondió a su anterior pregunta de una forma un tanto confusa.
Al final sí que iba a ser una…¿Persona? Fuera como fuera, los de allí tenían una obsesión con los vendedores ambulantes, al parecer esa tal Hiperdrola los tenía atosigados, debían de ser unos auténticos malvados. Viendo que aquel lo que fuera podía razonar, volvió a guardar su espada y con un rápido movimiento se colocó delante de él, contemplando así su rostro y cuerpo por completo. En cuanto vio lo que realmente era no pudo evitar que le brillaran los ojos y una gran sonrisa de asombro se dibujara en su rostro. Nunca antes había visto a un mink y para él era algo totalmente nuevo y lo cual solamente existía en los libros de fantasía.
Casi al mismo tiempo que Ragnar saltó delante del antropomorfo, la máquina con el extraño hombre de campo apareció de entre los arbustos, parándose en cuanto tuvo contacto visual con ambos individuos y apagando el motor, dejando así sonar de nuevo aquella singular y animada música. Ignorando por completo este hecho, el chico empezó a inspeccionar a la criatura nueva para él, intentando sacar algún punto en común con alguna especie que ya conociera al mismo tiempo que le preguntaba entusiasmado: - ¿Qué eres? - Mientras tanto, el hombre del “tractor” se asomó por la amplia ventanilla y miró a la tercera presencia extrañado durante unos segundos, para luego añadir: -Ese bisho no tiene mu buen color.
Al final sí que iba a ser una…¿Persona? Fuera como fuera, los de allí tenían una obsesión con los vendedores ambulantes, al parecer esa tal Hiperdrola los tenía atosigados, debían de ser unos auténticos malvados. Viendo que aquel lo que fuera podía razonar, volvió a guardar su espada y con un rápido movimiento se colocó delante de él, contemplando así su rostro y cuerpo por completo. En cuanto vio lo que realmente era no pudo evitar que le brillaran los ojos y una gran sonrisa de asombro se dibujara en su rostro. Nunca antes había visto a un mink y para él era algo totalmente nuevo y lo cual solamente existía en los libros de fantasía.
Casi al mismo tiempo que Ragnar saltó delante del antropomorfo, la máquina con el extraño hombre de campo apareció de entre los arbustos, parándose en cuanto tuvo contacto visual con ambos individuos y apagando el motor, dejando así sonar de nuevo aquella singular y animada música. Ignorando por completo este hecho, el chico empezó a inspeccionar a la criatura nueva para él, intentando sacar algún punto en común con alguna especie que ya conociera al mismo tiempo que le preguntaba entusiasmado: - ¿Qué eres? - Mientras tanto, el hombre del “tractor” se asomó por la amplia ventanilla y miró a la tercera presencia extrañado durante unos segundos, para luego añadir: -Ese bisho no tiene mu buen color.
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