Kaori Nanami
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Akuma no mi
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Aquella tormenta de la que escapas por poco, pero que, de todos modos, destroza por completo tu pequeña embarcación te deja en la playa de una isla. Deberías haber pensado mejor que tipo de transporte utilizas cuando viajas por las violentas, cambiantes e impredecibles aguas del Grand Line, pero ya es demasiado tarde para arrepentimientos. Para tu grata sorpresa o quizás no todo está oscuro. Es de noche, pero… ¿No habías viajado de día? Lo primero que ves cuando reaccionas, son los grandes y lujosos edificios. Lo siguiente que notas, es un pequeño dolor en tu brazo derecho. Te clavaste una astilla cerca del codo, por suerte, la puedes sentir y ver, así que no debería ser mucha molestia.
Hay pocas cosas que hacer, quizás lo primero que debas hacer sea… Algo que hacer. Aunque, no tienes demasiadas opciones, solo seguir el camino hacia la gran ciudad.Es eso o quedarte mirando el horizonte hasta que ocurra algo mejor Por el camino, vas notando que los edificios son bastante tecnológicos y no es algo común de ver del lugar de donde vienes, ¿no? En fin, tienes libertad de hacer lo que quieras. Aunque la gente te mira extrañada, quizás por tus ropajes, por tu cara o por todo en general. Aunque también notas miradas de miedo, algunos de curiosidad, como si quisieran examinarte a fondo y averiguar qué carajos eres.
Si sigues avanzando e ignorar las miradas de la gente a las que vas pasando, llegarás a una plaza que esta justo en el centro de varios grandes edificios. Hay bastante ruido de muchos restaurantes, antros y hasta un karaoke. Aquí se divierten a lo grande, ¿eh? En fin, que me enredo, entre todo el ruido, los olores de exquisitas comidas y la diversión, quizás te dan ganas de entrar a alguno de esos lugares o bien podrías buscar la forma de salir de la isla, lo que conllevaría a conseguir, comprar o robar un barco o, también, buscar alguna clase de hostal donde poder pasar la noche.
En fin, pequeño y joven revolucionario, tú aventura en Dark Dome City comienza. Tus decisiones marcaran tu camino.
Nota del moderador: Puedes agregar diálogos de las impresiones de la gente si así lo deseas.
Hay pocas cosas que hacer, quizás lo primero que debas hacer sea… Algo que hacer. Aunque, no tienes demasiadas opciones, solo seguir el camino hacia la gran ciudad.
Si sigues avanzando e ignorar las miradas de la gente a las que vas pasando, llegarás a una plaza que esta justo en el centro de varios grandes edificios. Hay bastante ruido de muchos restaurantes, antros y hasta un karaoke. Aquí se divierten a lo grande, ¿eh? En fin, que me enredo, entre todo el ruido, los olores de exquisitas comidas y la diversión, quizás te dan ganas de entrar a alguno de esos lugares o bien podrías buscar la forma de salir de la isla, lo que conllevaría a conseguir, comprar o robar un barco o, también, buscar alguna clase de hostal donde poder pasar la noche.
En fin, pequeño y joven revolucionario, tú aventura en Dark Dome City comienza. Tus decisiones marcaran tu camino.
Nota del moderador: Puedes agregar diálogos de las impresiones de la gente si así lo deseas.
Ummak Zor-El
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Akuma no mi
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Ummak abrió los ojos conmocionado. Ahí estaba él, por fin en la costa, quieto y asustado. De los tantos recuerdos que le venían de la noche anterior, el primero que recordaba era la amenaza de la tormenta, había estado a punto de morir ahogado. Recordaba como sus hermanos del Clan de la Lágrima habían insistido en que no cambiarían el rumbo por una simple llovizna. Ahora, solo y sin nadie a quien culpar de lo sucedido, tenía ganas de gritar rabioso a los cuatro vientos. Sin embargo, su mirada estaba fija en el Mar Azul.
Por algún motivo que aún no lograba comprender, observar aquella masa de agua lograba tranquilizarlo. El Mar Azul era cambiante, pasional, arrebatado y caprichoso. Así lo había percibido siempre que se había embarcado en una de sus aventuras. Otras veces, en los mares cardinales, podía llegar a ser cálido, meloso y cautivador. En cierta medida, puede que se viese a él mimo reflejado de forma metafórica en aquel mar. Aquel pensamiento hizo que profiriera un pequeño gruñido y que apartara la vista de la playa.
Trató de levantarse entonces de la arena, pero un agudo dolor le hizo volver a caer sobre el suelo. Tenía algo del tamaño de un alfiler, quizás más pequeño clavado en su codo. Se aproximó la extremidad con curiosidad hacia el rostro y observó con detenimiento como una pequeña astilla de madera sobresalía a medio clavar de su codo. Ni corto ni perezoso, se acercó aún más el codo a rostro y, tras no menos de una veintena de intentos, logró morder la astilla con sus dientes y la escupió con desprecio.
Finalmente, se puso en pie de un salto y comenzó a rebuscar entre los restos del naufragio sus enseres personales: su Burnboard y la lanza de sus ancestros, el Kamihageshii. Caminaba con pasos erráticos, debido a la sobreexposición del agua salada. Se percató entonces de que era un auténtico milagro que alguien como él, un usuario, no hubiese perecido durante el naufragio. Una vez encontradas, comenzó a caminar sin un rumbo fijo. Tan solo tenía dos cosas en mente: debía de agradecerles a los dioses su protección y ponerse en contacto de nuevo con el Clan de la Lágrima.
Estaba sumido en sus propios pensamientos, tanto que incluso sus pasos se convertían en zancadas. Se apresuró tanto en rastrear la zona, que apenas sin darse cuenta, las colinas y los arboles pasaron volando a su espada como una colección de sueños. Ahora se encontraba en mitad de las calles de lo que parecía una ciudad bastante cosmopolita. No podía afirmarlo con seguridad, pero sentía como la mayoría de los habitantes del Maz Azul con los que se cruzaba clavaban sus miradas como dagas afiladas sobre él. Lejos de sentirse amedrentado por la presión, Ummak caminaba aún más orgulloso sabiendo que aquellos hombrecillos le juzgaban. Incluso le enseñó los dientes a un par de niños pequeños cuando tiraron de la manga de su madre para despues señalar al salvaje. Le gustaba aquello, no podía negarlo.
- Es tan sencillo justificar sus miedos… – se burló en shandianii, su lengua materna, a sabiendas de que nadie allí le entendería, aunque hablase en voz alta. Aunque su orgullo duró lo justo, ya que una vez cerró la boca, casi como aquello estuviera pactado, sus tripas rugieron estrepitosamente - … El Clan de la Lágrima y los dioses tendrán que esperar – murmuró esta vez, al ser consciente del hambre que tenía.
Echó un vistazo a ambas aceras de la calle. Decenas de carteles se sucedían a lo largo y ancho de la calzada, sin embargo, por más que lo intentaba no era capaz de interpretar los garabatos que había dibujados sobre ellos. Por lo que se guio por los que si conocía. Durante su estancia con la Armada Revolucionaria había descubierto que aquellos hombrecillos usaban pequeñas armas para complicarse la vida cada vez que tenían que alimentarse. Alzó la vista de nuevo hacia los carteles y trató de encontrar uno que tuviera aquellas armas dibujadas en su fachada.
Por algún motivo que aún no lograba comprender, observar aquella masa de agua lograba tranquilizarlo. El Mar Azul era cambiante, pasional, arrebatado y caprichoso. Así lo había percibido siempre que se había embarcado en una de sus aventuras. Otras veces, en los mares cardinales, podía llegar a ser cálido, meloso y cautivador. En cierta medida, puede que se viese a él mimo reflejado de forma metafórica en aquel mar. Aquel pensamiento hizo que profiriera un pequeño gruñido y que apartara la vista de la playa.
Trató de levantarse entonces de la arena, pero un agudo dolor le hizo volver a caer sobre el suelo. Tenía algo del tamaño de un alfiler, quizás más pequeño clavado en su codo. Se aproximó la extremidad con curiosidad hacia el rostro y observó con detenimiento como una pequeña astilla de madera sobresalía a medio clavar de su codo. Ni corto ni perezoso, se acercó aún más el codo a rostro y, tras no menos de una veintena de intentos, logró morder la astilla con sus dientes y la escupió con desprecio.
Finalmente, se puso en pie de un salto y comenzó a rebuscar entre los restos del naufragio sus enseres personales: su Burnboard y la lanza de sus ancestros, el Kamihageshii. Caminaba con pasos erráticos, debido a la sobreexposición del agua salada. Se percató entonces de que era un auténtico milagro que alguien como él, un usuario, no hubiese perecido durante el naufragio. Una vez encontradas, comenzó a caminar sin un rumbo fijo. Tan solo tenía dos cosas en mente: debía de agradecerles a los dioses su protección y ponerse en contacto de nuevo con el Clan de la Lágrima.
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Estaba sumido en sus propios pensamientos, tanto que incluso sus pasos se convertían en zancadas. Se apresuró tanto en rastrear la zona, que apenas sin darse cuenta, las colinas y los arboles pasaron volando a su espada como una colección de sueños. Ahora se encontraba en mitad de las calles de lo que parecía una ciudad bastante cosmopolita. No podía afirmarlo con seguridad, pero sentía como la mayoría de los habitantes del Maz Azul con los que se cruzaba clavaban sus miradas como dagas afiladas sobre él. Lejos de sentirse amedrentado por la presión, Ummak caminaba aún más orgulloso sabiendo que aquellos hombrecillos le juzgaban. Incluso le enseñó los dientes a un par de niños pequeños cuando tiraron de la manga de su madre para despues señalar al salvaje. Le gustaba aquello, no podía negarlo.
- Es tan sencillo justificar sus miedos… – se burló en shandianii, su lengua materna, a sabiendas de que nadie allí le entendería, aunque hablase en voz alta. Aunque su orgullo duró lo justo, ya que una vez cerró la boca, casi como aquello estuviera pactado, sus tripas rugieron estrepitosamente - … El Clan de la Lágrima y los dioses tendrán que esperar – murmuró esta vez, al ser consciente del hambre que tenía.
Echó un vistazo a ambas aceras de la calle. Decenas de carteles se sucedían a lo largo y ancho de la calzada, sin embargo, por más que lo intentaba no era capaz de interpretar los garabatos que había dibujados sobre ellos. Por lo que se guio por los que si conocía. Durante su estancia con la Armada Revolucionaria había descubierto que aquellos hombrecillos usaban pequeñas armas para complicarse la vida cada vez que tenían que alimentarse. Alzó la vista de nuevo hacia los carteles y trató de encontrar uno que tuviera aquellas armas dibujadas en su fachada.
Kaori Nanami
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
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Para buena o mala fortuna, ves uno que otro resturant con la marca que buscas. Son, como ya te habrás dado cuenta viendo la ciudad, bastante lujosos. Aunque hay uno que destaca sobre el resto, uno que tiene una fachada menos llamativa que el resto. Quizás sea ese el que buscas, después de todo… ¿Qué banda revolucionaria quisiera llamar la atención? Con lo lujosa que es la ciudad, a ningún habitante le llamaría la atención. Salvo quizás a los tuyos, un excelente lugar de encuentro y planear cosas… Cosas de revolucionarios, libertad del pueblo y abajo el Gobierno Mundial, supongo. Por cierto, también te interesaría tener un poco más de abrigo, está haciendo un poco de frío y sientes como tu cuerpo empieza a temblar.
Ves que alguien sale de ese restaurant llamado “La panza grande” y te hace señas. Al parecer, eres tú al que buscan y por algún motivo. Quieras o no seguirle, dos tipazos bastante grandes se dirigen hacia ti. Uno de ellos es de pelo castaño, ojos rojo sangre y una mirada penetrante. Porta una gran espada en su espalda. El otro, en cambio, es puro músculo, literalmente. No usa una camiseta ni nada por el estilo. Ambos llegan a tu posición en unos pocos instantes. No parecen amenazantes ni tampoco notas intenciones hostiles en ellos.
– Tranquilo, estás con amigos. Por suerte, tenemos todos los rostros de nuestros camaradas dispersos por el mundo. La comida es gratis, come hasta saciarte – te dice con un tono bastante calmado. Puedes inferir que es él el que está a cargo en esta ciudad. Te ofrece un papel donde ves la cara de alguien. No logras comprender su nombre, pero no creo que te importe, ¿no? – Te pondré al día mientras me dices lo que quieres comer y vamos rumbo a nuestro restaurant – el tipo que es puro músculo solo esta pendiente de que ningún curioso escuche más de lo que deba escuchar. – El tipo del cartel es un traidor. Nuestra información nos dice que está en esta isla, pero no lo logramos ubicar – su tono pasa a ser bastante serio. – Si quieres saber más, ven con nosotros. Ya verás tú si quieres o no ayudarnos, pero, al menos, come. Creo que tu cuerpo te lo agradecerá.
¿Qué harás? Suena interesante el saber más, pero lo mejor, la comida es gratis. Quizás no puedas negarte o si no te toman como traidor, a saber cómo piensan algunos de ellos. De todos modos, tú tienes la decisión. ¿Confiarás en ellos? Puedes solo comer, coger la foto y largarte, es una opción y dejar a esos tipos atrás. Ya sabes… Trabajar solo a veces resultar ser la mejor opción. Y, me pregunto, ¿quieres compartir a tu, quizás, futura presa? Decide joven skypiano, decide. Puede llegar a ser divertido eso de jugar a ser cazador un rato. O… ¿Tienes algo más importante qué hacer?
Ves que alguien sale de ese restaurant llamado “La panza grande” y te hace señas. Al parecer, eres tú al que buscan y por algún motivo. Quieras o no seguirle, dos tipazos bastante grandes se dirigen hacia ti. Uno de ellos es de pelo castaño, ojos rojo sangre y una mirada penetrante. Porta una gran espada en su espalda. El otro, en cambio, es puro músculo, literalmente. No usa una camiseta ni nada por el estilo. Ambos llegan a tu posición en unos pocos instantes. No parecen amenazantes ni tampoco notas intenciones hostiles en ellos.
– Tranquilo, estás con amigos. Por suerte, tenemos todos los rostros de nuestros camaradas dispersos por el mundo. La comida es gratis, come hasta saciarte – te dice con un tono bastante calmado. Puedes inferir que es él el que está a cargo en esta ciudad. Te ofrece un papel donde ves la cara de alguien. No logras comprender su nombre, pero no creo que te importe, ¿no? – Te pondré al día mientras me dices lo que quieres comer y vamos rumbo a nuestro restaurant – el tipo que es puro músculo solo esta pendiente de que ningún curioso escuche más de lo que deba escuchar. – El tipo del cartel es un traidor. Nuestra información nos dice que está en esta isla, pero no lo logramos ubicar – su tono pasa a ser bastante serio. – Si quieres saber más, ven con nosotros. Ya verás tú si quieres o no ayudarnos, pero, al menos, come. Creo que tu cuerpo te lo agradecerá.
¿Qué harás? Suena interesante el saber más, pero lo mejor, la comida es gratis. Quizás no puedas negarte o si no te toman como traidor, a saber cómo piensan algunos de ellos. De todos modos, tú tienes la decisión. ¿Confiarás en ellos? Puedes solo comer, coger la foto y largarte, es una opción y dejar a esos tipos atrás. Ya sabes… Trabajar solo a veces resultar ser la mejor opción. Y, me pregunto, ¿quieres compartir a tu, quizás, futura presa? Decide joven skypiano, decide. Puede llegar a ser divertido eso de jugar a ser cazador un rato. O… ¿Tienes algo más importante qué hacer?
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