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Aquella mañana parecía ser normal en aquella ciudad del South Blue, pues su puerto estaba lleno del bullicio de los pescadores y comerciantes que arribaban a puerto a vender sus mercancías y así poder sobrevivir otro día más. Mientras que, en las calles, la gente hacía sus labores diarias como la compra, ir a su trabajo o algo tan simple como tomar una buena jarra de ron en la taberna mas próxima. ¿Como había acabado allí? Bueno, realmente me gustaba viajar y ver mundo, pues en Dressrosa no había hecho más que ir de la mansión al restaurante y del restaurante a la mansión. También se decía que aquella isla tenía todo lo que una persona pudiera necesitar, pues sus numerosos puertos hacían patente que la isla tenía un comercio fluido, esto quería decir, que no solo marines, mercaderes y civiles hacían sus negocios...sino también otras gentes menos legales. La verdad, es que mi interés aparte de la de hacer turismo era una característica que la isla tenía....la carencia de industria y por lo tanto, si lo pensaba bien, no era un objetivo por el cual las mafias, marina o piratas tuvieran un gran interés en ella. Debido a esto deduje que esta isla podía ser tranquilamente el escondite de aquellos que no querían ser encontrados, puede que algún pirata mediocre o lo que más me interesaba, los revolucionarios.
Estaba seguro que en aquella isla habría una base, o al menos, un arsenal donde pudieran esconder sus armas y suministros sin que la marina rondara e lugar ni levantaran sospechas. Si bien es conocida por todos la reputación de esos maleantes revolucionarios, también eran conocidos por no ser moco de pavo...pues la marina los tiene en el punto de mira, a veces, incluso por encima de los propios piratas.
Seguramente podría encontrar algún alijo que pudiera revender a un buen precio, o al menos intentar hacer negocios con la clase más baja de esos revolucionarios a título personal y sin levantar muchas sospechas, pero para ello, debía obtener información....y como no, la taberna local siempre era la mejor opción. Asi que una vez desembarqué del buque de pasajeros que nos había traído desde otra isla, me dirigí con calma hacia la primera taberna que vi junto al puerto, una llamada "El Merluzo d´Costa". Vaya nombre, pero bueno...era una taberna al fin y al cabo.
Entré en el local, portando mi habitual traje rojo y zapatos negros. Con mis bastón de cabeza de Pegaso bajo el sobaco y con una cara tranquila y seria. La escoria que estaba allí no reparó en mi llegada, y continuó jugando a las cartas, dados, tomando sus cervezas y ron y cantando canciones un tanto borrachos. Yo por mi parte me dirigí a la barra a hablar directamente con el tabernero, aunque, fue él quién inició la conversación.
-Buenos días forastero, ¿que va a querer?- Dijo mientras limpiaba una jarra de grog vacía con un trapo cochambroso, no sin antes escupir en ella para limpiarla. A pesar del asco que me producía, mantuve mi cara seria, pero amable.
-Una copa de vino, de lo mejor que tenga, pero por favor no me lo de aguado- Dije señalando una botella de Chandón de la repisa del fondo de la barra- Quisiera conseguir cierta información buen hombre, y me consta de que sus ojos ven de todo por aquí...así que estoy dispuesto a pagarle bien a cambio de que me solucione unas dudas con total discreción -dije sacando una pequeña bolsa de monedas de mi bolsillo izquierdo del pantalón, que deposité, sobre la mesa entre el tabernero y yo.
El tabernero arqueó una ceja sonriendo maliciosamente y cogió la bolsa sin hacer pregunta alguna. Se llevó el trapo con el que estaba limpiando la jarra al hombro y me preguntó:- ¿Que quiere saber joven?
-Vuestra isla no tiene industria según tengo entendido, así que imagino que recibiréis todo tipo de manufacturas a través del comercio y del gobierno ¿no es así?- El tabernero asintió- Claramente, es ilegal tener armas en esta isla a no ser que seas un marine o un miembro de la administración de la isla..sin embargo -Señalo a un gordinflón del fondo de la taberna, el cual estaba jugando a las cartas, y de cuyo fajín se dejaba ver el mango de una pistola de mecha. Su compañero de juego tenía el mango de un cuchillo asomando en el calcetín ¿descuido? probablemente lo sería sino fuera porque gran parte de la taberna tenía armas en sus vestimentas, parecía que no se molestaban mucho en ocultarlas, así que deduje que el tabernero permitía portarlas.
-Sin embargo aquí hasta las ratas llevan armas...así que me gustaría saber a donde puedo ir para conseguir una arma de esas, y además, quiero un nombre de contacto caballero- Dije colocando 4 monedas más sobre la mesa.
El tabernero las cogió arrastrando su mano por la barra, y, respondió:
-Hay un almacén, en la parte vieja de la ciudad...son calles abandonadas aparentemente pero podrá encontrar a un proveedor particular en la casa que lleva el número 23 perteneciente a la calle "Del coronel". Díga que va de parte de Mannie -Dijo señalándose con el pulgar a si mismo.
-¿Son piratas?- El tabernero negó con la cabeza- ¿Miembro de la gobernación de la ciudad corruptos?- Volvió a negar- ¿Traficantes?- Negó riéndose- ¿Revolucionarios?- Asintió con una carcajada.
-Tenga cuidado forastero, que contacte con ellos no significa que salga con vida ...son muy peculiares. Le recomendaría que fuera con alguien, pero solo con mi nombre como referencia, no lo tendrá fácil si quiere unirse a nosotros....y si intenta engañarles, le juro que la Marina será el menor de sus problemas. Además preguntaría si es usted marine o algún cabrón que pudiera delatarnos, pero, le conozco...usted es Maximilion Pegasus-Dijo mientras señalaba mi bastón de Pegaso- Usted lo tendrá difícil, pues le considerarán un estirado ricachón.-Dijo mientras se marchaba a atender las mesas.
Me quedé pensativo en lo que aquel tabernero me había contado, pues tenía razón. Tenía una ubicación, un nombre que dar para poder entrar, una posible negociación bajo el pretexto de comprar un arma..pero algo no me cuadraba...¿estarían los revolucionarios buscando nuevos reclutas? Eso explicaría porque solo "cierta gente" de esta isla tenía armas escondidas....pareciera que esta taberna fuera un lugar de reunión de cadetes....no lo sabía con certeza, pero todo apuntaba a ello. Ahora me quedaba mirando mi copa de vino, pensativo, buscando una estrategia para poder infiltrarme en ese almacén en caso de que el diálogo no funcionara, cosa que era muy probable. Pero, si lograba convencerlos y fingir de alguna manera en que les ayudaría con mis recursos a su causa, igual podría hacerme con esas armas.
Estaba seguro que en aquella isla habría una base, o al menos, un arsenal donde pudieran esconder sus armas y suministros sin que la marina rondara e lugar ni levantaran sospechas. Si bien es conocida por todos la reputación de esos maleantes revolucionarios, también eran conocidos por no ser moco de pavo...pues la marina los tiene en el punto de mira, a veces, incluso por encima de los propios piratas.
Seguramente podría encontrar algún alijo que pudiera revender a un buen precio, o al menos intentar hacer negocios con la clase más baja de esos revolucionarios a título personal y sin levantar muchas sospechas, pero para ello, debía obtener información....y como no, la taberna local siempre era la mejor opción. Asi que una vez desembarqué del buque de pasajeros que nos había traído desde otra isla, me dirigí con calma hacia la primera taberna que vi junto al puerto, una llamada "El Merluzo d´Costa". Vaya nombre, pero bueno...era una taberna al fin y al cabo.
Entré en el local, portando mi habitual traje rojo y zapatos negros. Con mis bastón de cabeza de Pegaso bajo el sobaco y con una cara tranquila y seria. La escoria que estaba allí no reparó en mi llegada, y continuó jugando a las cartas, dados, tomando sus cervezas y ron y cantando canciones un tanto borrachos. Yo por mi parte me dirigí a la barra a hablar directamente con el tabernero, aunque, fue él quién inició la conversación.
-Buenos días forastero, ¿que va a querer?- Dijo mientras limpiaba una jarra de grog vacía con un trapo cochambroso, no sin antes escupir en ella para limpiarla. A pesar del asco que me producía, mantuve mi cara seria, pero amable.
-Una copa de vino, de lo mejor que tenga, pero por favor no me lo de aguado- Dije señalando una botella de Chandón de la repisa del fondo de la barra- Quisiera conseguir cierta información buen hombre, y me consta de que sus ojos ven de todo por aquí...así que estoy dispuesto a pagarle bien a cambio de que me solucione unas dudas con total discreción -dije sacando una pequeña bolsa de monedas de mi bolsillo izquierdo del pantalón, que deposité, sobre la mesa entre el tabernero y yo.
El tabernero arqueó una ceja sonriendo maliciosamente y cogió la bolsa sin hacer pregunta alguna. Se llevó el trapo con el que estaba limpiando la jarra al hombro y me preguntó:- ¿Que quiere saber joven?
-Vuestra isla no tiene industria según tengo entendido, así que imagino que recibiréis todo tipo de manufacturas a través del comercio y del gobierno ¿no es así?- El tabernero asintió- Claramente, es ilegal tener armas en esta isla a no ser que seas un marine o un miembro de la administración de la isla..sin embargo -Señalo a un gordinflón del fondo de la taberna, el cual estaba jugando a las cartas, y de cuyo fajín se dejaba ver el mango de una pistola de mecha. Su compañero de juego tenía el mango de un cuchillo asomando en el calcetín ¿descuido? probablemente lo sería sino fuera porque gran parte de la taberna tenía armas en sus vestimentas, parecía que no se molestaban mucho en ocultarlas, así que deduje que el tabernero permitía portarlas.
-Sin embargo aquí hasta las ratas llevan armas...así que me gustaría saber a donde puedo ir para conseguir una arma de esas, y además, quiero un nombre de contacto caballero- Dije colocando 4 monedas más sobre la mesa.
El tabernero las cogió arrastrando su mano por la barra, y, respondió:
-Hay un almacén, en la parte vieja de la ciudad...son calles abandonadas aparentemente pero podrá encontrar a un proveedor particular en la casa que lleva el número 23 perteneciente a la calle "Del coronel". Díga que va de parte de Mannie -Dijo señalándose con el pulgar a si mismo.
-¿Son piratas?- El tabernero negó con la cabeza- ¿Miembro de la gobernación de la ciudad corruptos?- Volvió a negar- ¿Traficantes?- Negó riéndose- ¿Revolucionarios?- Asintió con una carcajada.
-Tenga cuidado forastero, que contacte con ellos no significa que salga con vida ...son muy peculiares. Le recomendaría que fuera con alguien, pero solo con mi nombre como referencia, no lo tendrá fácil si quiere unirse a nosotros....y si intenta engañarles, le juro que la Marina será el menor de sus problemas. Además preguntaría si es usted marine o algún cabrón que pudiera delatarnos, pero, le conozco...usted es Maximilion Pegasus-Dijo mientras señalaba mi bastón de Pegaso- Usted lo tendrá difícil, pues le considerarán un estirado ricachón.-Dijo mientras se marchaba a atender las mesas.
Me quedé pensativo en lo que aquel tabernero me había contado, pues tenía razón. Tenía una ubicación, un nombre que dar para poder entrar, una posible negociación bajo el pretexto de comprar un arma..pero algo no me cuadraba...¿estarían los revolucionarios buscando nuevos reclutas? Eso explicaría porque solo "cierta gente" de esta isla tenía armas escondidas....pareciera que esta taberna fuera un lugar de reunión de cadetes....no lo sabía con certeza, pero todo apuntaba a ello. Ahora me quedaba mirando mi copa de vino, pensativo, buscando una estrategia para poder infiltrarme en ese almacén en caso de que el diálogo no funcionara, cosa que era muy probable. Pero, si lograba convencerlos y fingir de alguna manera en que les ayudaría con mis recursos a su causa, igual podría hacerme con esas armas.
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Llevaba ya un rato siguiendo a mi objetivo cuando entro en una taberna. No era algo raro, pero no podía entrar enseguida tras el o podría sospechar algo. Me quedé esperando enfrente del local, en una especie de puesto comercial de alfarería. La vigilancia era todo un rollazo, pero si la información que me habían dado era buena, allí podría encontrar a un buen grupo de revolucionarios. Durante la espera un tipo extraño, bien vestido con un abrigo rojo y el pelo blanco luna entro en el mismo local. La curiosidad se apoderó de mí y dejé la taza de barro que estaba mirando para dirigirme a la taberna.
Una vez dentro muchas miradas se giraron hacía mí, era el efecto que causaba al entrar en sitios así con mi apariencia. Me senté en una silla cerca de la barra, a poca distancia del hombre bien vestido, esperando que viniera alguien a atenderme. Aunque la conversación del recién llegado con el tabernero era de lo más interesante. No cabía duda de que no era revolucionario, pero si que buscaba algo de material ilegal. Si conseguía desmantelar esa red de tráfico, además de encontrar a los revolucionarios haría de aquel sitio un lugar mucho más seguro.
El chico al que había estado siguiendo se sentaba al fondo con otro algo más rellenito. No parecían prestar atención a nada de lo que allí pasaba, por lo que de momento los ignoraría. Tenía suficiente con peliblanco y toda la información que había sacado al tabernero. Si era miembro del gobierno había optado por una tapadera muy ostentosa, demasiado llamativa; si era de alguna mafia, seguramente tuviera guardaespaldas cerca, tendría que estar muy atenta para no delatarme si era ese el caso. De cualquier forma, parecía que no era de las peores armadas en aquel garito, veía muchas espadas y armas de fuego, aunque que cabía esperar en una isla como aquella y en sitio como ese.
-¿Nadie atiende aquí a las chicas que entran? Tendré que ir a la taberna de la parte alta, a ver si allí al menos sirven con rapidez hidromiel a los clientes. – Podía meter en apuros al chico y al tabernero, pero me lo guardaría para más adelante. Usarlo ahora era arriesgado sin saber nada de ninguno de los dos. Podía ser incluso un mando revolucionario y los dos del fondo sus guardaespaldas. No, era mejor esperar solo por la reacción del tabernero
Una vez dentro muchas miradas se giraron hacía mí, era el efecto que causaba al entrar en sitios así con mi apariencia. Me senté en una silla cerca de la barra, a poca distancia del hombre bien vestido, esperando que viniera alguien a atenderme. Aunque la conversación del recién llegado con el tabernero era de lo más interesante. No cabía duda de que no era revolucionario, pero si que buscaba algo de material ilegal. Si conseguía desmantelar esa red de tráfico, además de encontrar a los revolucionarios haría de aquel sitio un lugar mucho más seguro.
El chico al que había estado siguiendo se sentaba al fondo con otro algo más rellenito. No parecían prestar atención a nada de lo que allí pasaba, por lo que de momento los ignoraría. Tenía suficiente con peliblanco y toda la información que había sacado al tabernero. Si era miembro del gobierno había optado por una tapadera muy ostentosa, demasiado llamativa; si era de alguna mafia, seguramente tuviera guardaespaldas cerca, tendría que estar muy atenta para no delatarme si era ese el caso. De cualquier forma, parecía que no era de las peores armadas en aquel garito, veía muchas espadas y armas de fuego, aunque que cabía esperar en una isla como aquella y en sitio como ese.
-¿Nadie atiende aquí a las chicas que entran? Tendré que ir a la taberna de la parte alta, a ver si allí al menos sirven con rapidez hidromiel a los clientes. – Podía meter en apuros al chico y al tabernero, pero me lo guardaría para más adelante. Usarlo ahora era arriesgado sin saber nada de ninguno de los dos. Podía ser incluso un mando revolucionario y los dos del fondo sus guardaespaldas. No, era mejor esperar solo por la reacción del tabernero
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Aquella conversación había dado sus frutos, la menos parcialmente. Sin lugar a duda quedaba mucho por hacer y no quería demorarme demasiado en aquella tasca de mala muerte, pero por el contrario, tampoco deseaba tener que ver a esa basura del almacén solo. Me quedé pensativo en la barra, sacando de mi bolsillo derecho el camafeo de mi esposa, Helena. Su foto siempre me orientaba en las decisiones difíciles.
"Espero que entiendas porque hago esto" Pensé mientras observaba el camafeo. Mi esposa me odiaría si seguía por el camino que estaba llevando mi vida estos últimos meses. Si bien es cierto que había conseguido poder, influencia y algunos contactos no me sentía a gusto conmigo ni con el legado Pegasus ....¿Será esto lo que llaman conciencia? Me daba que si, pero tampoco pude pensar mucho debido a que entró en la tasca una muchacha de buen ver, de cabello rojizo como el fuego y una vestimenta que yo consideraría inapropiada en un ámbito de caballeros, pero viendo el antro donde estábamos, hasta lo veía normal.
A pesar de que me daba igual aquella muchacha, no pude evitar tener modales. Me dirigí hacia a ella y le dije al tabernero desde la lejanía. -Cuando pueda esta dama está invitada por mi a lo que desee gustar- Dije colocando mi bastón de Pegaso sobre la barra, y acomodándome a su lado.
-¿Puedo acompañarla señorita? Este lugar no es del todo recomendable, y más con tanta gentuza en el, por supuesto está invitada- Dije cogiendo mi copa de vino mientras le daba un sorbo.
A pesar de esta cordial "presentación", no podía dejar de pensar que hacía una mujer en un lugar tan poco recomendable, y más, cuando conoce las tascas de la zona alta y aún así decidió venir aquí. ¿Una civil?No creo, sería muy tonto venir siendo un ciudadano raso...¿Un marine? No llevaba la vestimenta típica..además de que la molerían a palos si entrara aquí...¿Una revolucionaria? umm...tal vez. Yo por mi parte me presenté nuevamente dando mi nombre esta vez.
-Mi nombre es Maximilion Pegasus, ¿como se llama? si me permite el atrevimiento.-Dije posando la copa de vino nuevamente sobre la barra, esta vez vacía - Es la única dama por estos lares, y si me lo permite nuevamente, este lugar es algo hostil...las neuronas andan escasas y los instintos primitivos de estos seres ante una mujer son impredecibles.
Mi afirmación quedó corroborada en el momento en que los clientes de la tasca no quitaban ojo a la dama, hasta que eché un ojo hacia toda aquella fábrica de testosterona y agacharon sus miradas con vergüenza...aunque otros ni se cortaron y siguieron acosando visualmente.
-Si gusta, podría invitarla a un café en un lugar más apropiado.
Me podía esperar cualquier reacción por parte de aquella dama, pues no me conocía y no tenía porque aceptar nada que yo el ofreciera, pero si algo se, o al menos eso aprendí en Dressrosa, es que los modales abren puertas."Espero que entiendas porque hago esto" Pensé mientras observaba el camafeo. Mi esposa me odiaría si seguía por el camino que estaba llevando mi vida estos últimos meses. Si bien es cierto que había conseguido poder, influencia y algunos contactos no me sentía a gusto conmigo ni con el legado Pegasus ....¿Será esto lo que llaman conciencia? Me daba que si, pero tampoco pude pensar mucho debido a que entró en la tasca una muchacha de buen ver, de cabello rojizo como el fuego y una vestimenta que yo consideraría inapropiada en un ámbito de caballeros, pero viendo el antro donde estábamos, hasta lo veía normal.
A pesar de que me daba igual aquella muchacha, no pude evitar tener modales. Me dirigí hacia a ella y le dije al tabernero desde la lejanía. -Cuando pueda esta dama está invitada por mi a lo que desee gustar- Dije colocando mi bastón de Pegaso sobre la barra, y acomodándome a su lado.
-¿Puedo acompañarla señorita? Este lugar no es del todo recomendable, y más con tanta gentuza en el, por supuesto está invitada- Dije cogiendo mi copa de vino mientras le daba un sorbo.
A pesar de esta cordial "presentación", no podía dejar de pensar que hacía una mujer en un lugar tan poco recomendable, y más, cuando conoce las tascas de la zona alta y aún así decidió venir aquí. ¿Una civil?No creo, sería muy tonto venir siendo un ciudadano raso...¿Un marine? No llevaba la vestimenta típica..además de que la molerían a palos si entrara aquí...¿Una revolucionaria? umm...tal vez. Yo por mi parte me presenté nuevamente dando mi nombre esta vez.
-Mi nombre es Maximilion Pegasus, ¿como se llama? si me permite el atrevimiento.-Dije posando la copa de vino nuevamente sobre la barra, esta vez vacía - Es la única dama por estos lares, y si me lo permite nuevamente, este lugar es algo hostil...las neuronas andan escasas y los instintos primitivos de estos seres ante una mujer son impredecibles.
Mi afirmación quedó corroborada en el momento en que los clientes de la tasca no quitaban ojo a la dama, hasta que eché un ojo hacia toda aquella fábrica de testosterona y agacharon sus miradas con vergüenza...aunque otros ni se cortaron y siguieron acosando visualmente.
-Si gusta, podría invitarla a un café en un lugar más apropiado.
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