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El barco del gobierno mundial, que había venido a recogernos de Gelum y llevaba 5 días en alta mar, acababa de atracar en el puerto sur de Cliff Island. De allí desembarcaron varios agentes y varios marines, pero entre todos ellos se encontraban la agente de inteligencia Aracane y yo, un recién ascendido agente auxiliar. Junto a nosotros venía, maniatado, el traficante de armas que habíamos ido a capturar, Yloras. Este había sido interrogado por Aracane, la cual logró sonsacarle información bastante valiosa para el Gobierno Mundial.
-En una hora te quiero en mi despacho -me dijo con semblante serio mientras se llevaba al traficante para encerrarlo en un calabozo.
Yo no dudé ni un instante en ir a por algo de comer, ya que los viajes en barco me dejaban exhausto. Junto a mí iba Jane, mi rottwailer, la cual no se había separado de mi vera gracias a la correa que había conseguido en Gelum. Estaba vestido aún con el uniforme oficial de agente del gobierno, el cual me parecía incómodo, pero Aracane me obligó que me lo pusiera.
-No te entretengas mucho comiendo, Kroren. No queremos que Aracane se cabree con nosotros. Su smokin repleto de caras humanas da mucho mal rollo -dijo una voz que provenía de mi arco y que sólo podía ser escuchada por mí.
-¿Y dónde te dejas los pelos blancos de loca? -afirmé en voz alta, aunque no había nadie para escucharme.
Llegué al comedor común donde muchos agentes y marines se reunían para almorzar. Allí, me senté en una de las pocas mesas vacías y esperé unos minutos para que se despejara la cola que había frente a la barra.
Por otro lado, Aracane había llamado a un par de iniciados para cederles una pequeña misión entre los cuales estabais un tal Hermenegildo y tú. Hermenegildo era un recién llegado con una masa muscular envidiable y una fuerza brutal. No era la persona más inteligente del mundo, es más, sólo decía la palabra "Yo" con distintas entonaciones, pero su poder físico le hacían una persona valiosa para las filas del Gobierno Mundial.
-En una hora te quiero en mi despacho -me dijo con semblante serio mientras se llevaba al traficante para encerrarlo en un calabozo.
Yo no dudé ni un instante en ir a por algo de comer, ya que los viajes en barco me dejaban exhausto. Junto a mí iba Jane, mi rottwailer, la cual no se había separado de mi vera gracias a la correa que había conseguido en Gelum. Estaba vestido aún con el uniforme oficial de agente del gobierno, el cual me parecía incómodo, pero Aracane me obligó que me lo pusiera.
-No te entretengas mucho comiendo, Kroren. No queremos que Aracane se cabree con nosotros. Su smokin repleto de caras humanas da mucho mal rollo -dijo una voz que provenía de mi arco y que sólo podía ser escuchada por mí.
-¿Y dónde te dejas los pelos blancos de loca? -afirmé en voz alta, aunque no había nadie para escucharme.
Llegué al comedor común donde muchos agentes y marines se reunían para almorzar. Allí, me senté en una de las pocas mesas vacías y esperé unos minutos para que se despejara la cola que había frente a la barra.
Por otro lado, Aracane había llamado a un par de iniciados para cederles una pequeña misión entre los cuales estabais un tal Hermenegildo y tú. Hermenegildo era un recién llegado con una masa muscular envidiable y una fuerza brutal. No era la persona más inteligente del mundo, es más, sólo decía la palabra "Yo" con distintas entonaciones, pero su poder físico le hacían una persona valiosa para las filas del Gobierno Mundial.
Simo Baker
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Akuma no mi
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Hacía una semana que había llegado a Cliff Island enviado por el agente de inteligencia Brand Jhonson, mi mentor. Se suponía que simplemente debía estar en el cuartel esperando a que se realizaran los trámites para mi ascenso, pero se ve que esa información no había llegado a la gente de la base. Desde el primer día me habían juntado con el resto de iniciados del lugar, lo cual me había parecido degradante. No era que yo fuese un agente extremadamente experimentado, pero la mayoría de aquellos jóvenes no sabían ni una técnica del Rokushiki. Como era de esperar, yo había intentado explicarles la situación a los superiores, pero sin una documentación que confirmase lo que decía no había nada que hacer.
Hasta aquí todo había sido pasable, era considerado como un iniciado, pero tras un par de días me acostumbré. Nadie me mandaba trabajos ni me molestaba, por lo que tenía tiempo para entrenar y relajarme, cosa que a pesar de la situación era lo que había ido a hacer allí. El problema llegó con la llegada de Hermenegildo, un joven de enorme tamaño con la inteligencia de un ratón. En verdad la culpa fue mía, por intentar ser simpático, aunque no esperaba que todo fuese a salir así.
El primer día que llegó noté que el resto de gente comenzaba a marginarlo y a apartarse de él, cosa que me pareció excesivamente hiriente. Con la intención de hacer que el iniciado se sintiese algo más a gusto dentro del cuerpo del Cipher Pol me acerqué a él y comencé a hablarle. No tardé mucho en darme cuenta que el pobre tenía ciertos problemas mentales pues solo utilizaba la palabra “yo” para hablar. Era cierto que la emitía en distintos tonos y que las expresiones faciales que ponía ayudaban a entenderlo, pero eso no lo hacía menos raro. Por un instante pensé en dejarlo solo otra vez, al fin y al cabo no era mi trabajo ser cuidador de tontos, que más me daba a mí que se quedara marginado.
-Yoooooo-le escuché decir en tono triste cuando comencé a levantarme.
Cerrando los ojos por un instante suspiré y me volvía a sentar. Sabía demasiado bien lo que era esa sensación de soledad, yo mismo la había sufrido cuando me había quedado viviendo en la calle. Por muy estúpido y raro que fuera no iba a dejar que ese sentimiento llegase a uno de mis compañeros. Tras esto estuve un buen rato conversando con él, si a eso se le podía llamar conversar, y enseñándole algunos de mis trucos con cartas. Para cuando acabó la tarde Hermenegildo se había encariñado conmigo, cosa que no correspondía, pero no me molestaba.
Al día siguiente cuando me desperté Hermenegildo me estaba esperando en la puerta de mi cuarto. Le saludé amablemente y me dirigí a realizar mis entrenamientos matutinos. Fui un iluso al creer que no me seguiría. Para el yo ya era su mejor amigo por lo que venía conmigo a todas partes y hacía todo lo que yo hacía. Llegó a ser extremadamente irritante, tanto que cuando se me hizo llamar al despacho de Aracane, una agente de inteligecia recién llegada a la isla, me alegré mucho. Que me mandasen a una misión sencillita, de esas a las que mandan a los iniciados más verdes era la excusa perfecta para librarme del grandullón sin herir sus sentimientos.
-Tengo que ir al despacho de Aracane, nos vemos luego- le dije a mi sombra.
-Yooo- me respondió animado sin parar de seguirme.
-En serio, no te van a dejar entrar- le advertí acercándome a la puerta.
Tras esto el grandullón solo de rio y me acompañó hasta el interior de la sala. Por mi parte clavé la mirada en el esperando que le regañasen; sin embargo la sorpresa no pudo ser más grande al ver la reacción de la agente.
-Perfecto, ya estáis los dos aquí. Ahora solo falta Kroren- comentó mirando a su reloj. –Esperad en cuanto llegue os explicaré los detalles de la misión.
No me lo podía creer, no sólo había hecho que me fuese a acompañar el retrasado sino que además me iba a encasquetar un inútil más. Fuera cual fuera la misión estaba avocada al fracaso. Pobre de mí que había pensado que sería una buena forma de librarme de la monotonía de la base. En fin, no me quedaba otra que obedecer, no quería cagarla y arriesgarme a que anulasen mi ascenso. A ver si el faltante llegaba pronto y acabábamos cuanto antes con aquel engorro.
Hasta aquí todo había sido pasable, era considerado como un iniciado, pero tras un par de días me acostumbré. Nadie me mandaba trabajos ni me molestaba, por lo que tenía tiempo para entrenar y relajarme, cosa que a pesar de la situación era lo que había ido a hacer allí. El problema llegó con la llegada de Hermenegildo, un joven de enorme tamaño con la inteligencia de un ratón. En verdad la culpa fue mía, por intentar ser simpático, aunque no esperaba que todo fuese a salir así.
El primer día que llegó noté que el resto de gente comenzaba a marginarlo y a apartarse de él, cosa que me pareció excesivamente hiriente. Con la intención de hacer que el iniciado se sintiese algo más a gusto dentro del cuerpo del Cipher Pol me acerqué a él y comencé a hablarle. No tardé mucho en darme cuenta que el pobre tenía ciertos problemas mentales pues solo utilizaba la palabra “yo” para hablar. Era cierto que la emitía en distintos tonos y que las expresiones faciales que ponía ayudaban a entenderlo, pero eso no lo hacía menos raro. Por un instante pensé en dejarlo solo otra vez, al fin y al cabo no era mi trabajo ser cuidador de tontos, que más me daba a mí que se quedara marginado.
-Yoooooo-le escuché decir en tono triste cuando comencé a levantarme.
Cerrando los ojos por un instante suspiré y me volvía a sentar. Sabía demasiado bien lo que era esa sensación de soledad, yo mismo la había sufrido cuando me había quedado viviendo en la calle. Por muy estúpido y raro que fuera no iba a dejar que ese sentimiento llegase a uno de mis compañeros. Tras esto estuve un buen rato conversando con él, si a eso se le podía llamar conversar, y enseñándole algunos de mis trucos con cartas. Para cuando acabó la tarde Hermenegildo se había encariñado conmigo, cosa que no correspondía, pero no me molestaba.
Al día siguiente cuando me desperté Hermenegildo me estaba esperando en la puerta de mi cuarto. Le saludé amablemente y me dirigí a realizar mis entrenamientos matutinos. Fui un iluso al creer que no me seguiría. Para el yo ya era su mejor amigo por lo que venía conmigo a todas partes y hacía todo lo que yo hacía. Llegó a ser extremadamente irritante, tanto que cuando se me hizo llamar al despacho de Aracane, una agente de inteligecia recién llegada a la isla, me alegré mucho. Que me mandasen a una misión sencillita, de esas a las que mandan a los iniciados más verdes era la excusa perfecta para librarme del grandullón sin herir sus sentimientos.
-Tengo que ir al despacho de Aracane, nos vemos luego- le dije a mi sombra.
-Yooo- me respondió animado sin parar de seguirme.
-En serio, no te van a dejar entrar- le advertí acercándome a la puerta.
Tras esto el grandullón solo de rio y me acompañó hasta el interior de la sala. Por mi parte clavé la mirada en el esperando que le regañasen; sin embargo la sorpresa no pudo ser más grande al ver la reacción de la agente.
-Perfecto, ya estáis los dos aquí. Ahora solo falta Kroren- comentó mirando a su reloj. –Esperad en cuanto llegue os explicaré los detalles de la misión.
No me lo podía creer, no sólo había hecho que me fuese a acompañar el retrasado sino que además me iba a encasquetar un inútil más. Fuera cual fuera la misión estaba avocada al fracaso. Pobre de mí que había pensado que sería una buena forma de librarme de la monotonía de la base. En fin, no me quedaba otra que obedecer, no quería cagarla y arriesgarme a que anulasen mi ascenso. A ver si el faltante llegaba pronto y acabábamos cuanto antes con aquel engorro.
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Esperé sentado unos minutos mientras veía como otros marines y agentes salían de la cola con sus bandejas llenas de comida. En ese tiempo, estuve acariciando a Jane, la cual se había quedado sentada justo al lado mía esperando a que le diera algo de comer.
-Sé que el viaje te ha dado hambre, lo comprendo -afirmó Heinrich mientras yo seguía sentado-. Pero no crees que estas haciendo esperar a Aracane...
-¿Ahora te preocupas por Aracane? -pregunté en voz baja para que nadie más me escuchara.
-Sabes que jamás valoraré bien a una mujer, pero ahora mismo no eres más que un agente auxiliar... Ni pinchas ni cortas.
Con resignación, até la correa de Jane a la pata de la mesa y fui a hacer cola para que me dieran algo de comer. Tarde diez minutos en volver de nuevo a la mesa. Allí, le cedí a mi perra un plato de carne picada, para que ella también retomara fuerzas, mientras que yo empezaba a degustar el plato de melva que había pedido. Esta estaba algo seca, así que puse mi dedo sobre el plato y empecé a generar mayonesa para que fuera más fácil de tragar.
Quince minutos más tarde, terminé de comer y vi como Jane ya llevaba un rato tumbada esperando a que yo acabara. Me agaché a coger el plato de carne picada y lo puse en la bandeja junto al mío y, sin esperar ni un sólo segundo más, desaté a mi perra de la mesa y fui directo al despacho de Aracane. Llevaba aproximadamente 10 minutos de retraso, pero aún así no hice nada por aligerar el paso. Una vez en el despacho, toqué la puerta dos veces y la abrí decidido. Mi vista se clavó rápidamente en el enorme agente que estaba allí. No pude evitar quedarme asombrado por su altura y su musculatura, pero hice un gran esfuerzo para salir de mi asombro y empecé a fijarme en el resto de los allí presentes.
-Buenas, perdón por la tardanza... -dije con cierta educación, con la que Heinrich me enseñó en su día.
Ordené a Jane que se sentara justo al lado de la puerta y esperé a que Aracane empezara a dar sus ordenes.
-Ya estamos todos. Ahora, procederé a daros los datos de la misión -hizo una pequeña pausa para coger tres sobres que tenía debajo de su escritorio-. Gracias al interrogatorio exhaustivo que he realizado a Yloras, el traficante de armas que Kroren capturó en Gelum con cierta ayudita... -afirmó con rintintín- Hemos descubierto que en hay un par de revolucionarios infiltrados en las filas de la Marina. Por desgracia, sólo conocemos el nombre de pila de uno de ellos, Jero Otoner. Además, la Marina niega rotundamente que hayan podido infiltrarse entre sus filas, por lo que no quieren facilitarnos la lista de sus hombres en Cliff Island, por lo que deberéis actuar con cautela y no llamar mucho la atención. Del otro infiltrado no sabemos nada ya que Yloras se desmayó antes de que pudiera darnos más información. Podríamos esperar a que se despertara, pero no podemos permitir que se filtre más información de nuestros movimientos. ¿Alguna duda?
Negué con la cabeza con muchísimas ganas de que terminara esa charla de una maldita vez.
-Sé que el viaje te ha dado hambre, lo comprendo -afirmó Heinrich mientras yo seguía sentado-. Pero no crees que estas haciendo esperar a Aracane...
-¿Ahora te preocupas por Aracane? -pregunté en voz baja para que nadie más me escuchara.
-Sabes que jamás valoraré bien a una mujer, pero ahora mismo no eres más que un agente auxiliar... Ni pinchas ni cortas.
Con resignación, até la correa de Jane a la pata de la mesa y fui a hacer cola para que me dieran algo de comer. Tarde diez minutos en volver de nuevo a la mesa. Allí, le cedí a mi perra un plato de carne picada, para que ella también retomara fuerzas, mientras que yo empezaba a degustar el plato de melva que había pedido. Esta estaba algo seca, así que puse mi dedo sobre el plato y empecé a generar mayonesa para que fuera más fácil de tragar.
Quince minutos más tarde, terminé de comer y vi como Jane ya llevaba un rato tumbada esperando a que yo acabara. Me agaché a coger el plato de carne picada y lo puse en la bandeja junto al mío y, sin esperar ni un sólo segundo más, desaté a mi perra de la mesa y fui directo al despacho de Aracane. Llevaba aproximadamente 10 minutos de retraso, pero aún así no hice nada por aligerar el paso. Una vez en el despacho, toqué la puerta dos veces y la abrí decidido. Mi vista se clavó rápidamente en el enorme agente que estaba allí. No pude evitar quedarme asombrado por su altura y su musculatura, pero hice un gran esfuerzo para salir de mi asombro y empecé a fijarme en el resto de los allí presentes.
-Buenas, perdón por la tardanza... -dije con cierta educación, con la que Heinrich me enseñó en su día.
Ordené a Jane que se sentara justo al lado de la puerta y esperé a que Aracane empezara a dar sus ordenes.
-Ya estamos todos. Ahora, procederé a daros los datos de la misión -hizo una pequeña pausa para coger tres sobres que tenía debajo de su escritorio-. Gracias al interrogatorio exhaustivo que he realizado a Yloras, el traficante de armas que Kroren capturó en Gelum con cierta ayudita... -afirmó con rintintín- Hemos descubierto que en hay un par de revolucionarios infiltrados en las filas de la Marina. Por desgracia, sólo conocemos el nombre de pila de uno de ellos, Jero Otoner. Además, la Marina niega rotundamente que hayan podido infiltrarse entre sus filas, por lo que no quieren facilitarnos la lista de sus hombres en Cliff Island, por lo que deberéis actuar con cautela y no llamar mucho la atención. Del otro infiltrado no sabemos nada ya que Yloras se desmayó antes de que pudiera darnos más información. Podríamos esperar a que se despertara, pero no podemos permitir que se filtre más información de nuestros movimientos. ¿Alguna duda?
Negué con la cabeza con muchísimas ganas de que terminara esa charla de una maldita vez.
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La espera duró diez minutos, pero seguramente fueron los más incómodos de mi vida. La agente de inteligencia estaba callada, rellenando unos informes mientras que nosotros estábamos sentados sin nada que hacer. Casi instintivamente comencé a examinar el despacho; tenía un aspecto clásico, con muebles de madera y estanterías llenas de libros, lo que contrastaba con el resto de la base, la cual era bastante simple. Se podría haber dicho que era una estancia cálida comparada con las de tonos grises y metálicos que la rodeaban, pero el tenso silencio, roto solo por el sonido del bolígrafo al recorrer las hojas, la convertía en un lugar poco acogedor. No sabía quién era ese tal Kroren al que estábamos esperando, pero ya había comenzado a caerme mal.
-Yo…- dijo el grandullón intentando romper el silencio amistosamente.
Al instante tanto Arakane como yo clavamos una mirada seria en él. No habíamos estado en silencio porque sí. Aunque al grandullón se le escapara por la escasa inteligencia que poseía, era más que obvio que nuestra superior no quería que la molestásemos mientras trabajaba. Por suerte Hermenegildo lo captó al instante y ya no volvió hablar hasta que el agente faltante se presentó.
-Yooooo- dijo con tono molesto por el hecho de que le hubiera hecho esperar antes de que el recién llegado tuviera tiempo de disculparse.
Yo por mi parte tan solo le examiné con una mirada crítica. No es que hubiera esperado más de un novato, pero al igual que al grandullón no me agradaba esperar por alguien como él.
Una vez se hubo sentado, finalmente nuestra jefa finalmente dejó el bolígrafo a un lado y comenzó a explicarnos nuestro cometido. Fue un discurso largo con muchos nombres que me resultaban desconocidos hasta entonces, pero por suerte nos otorgó un sobre a cada uno con los detalles relevantes de la misión.
-Todo claro señora- respondí respetuoso mientras me levantaba-. Vamos grandullón, tendremos que ir al almacén para coger unos uniformes que nos valgan para infiltrarnos en las filas marines- le dije a Hermenegildo para que me siguiera.
-Yo- me contestó en tono afirmativo.
No me había dirigido al recién llegado directamente porque a pesar de que pidiera disculpas seguía algo molesto con él, sin embargo había hablado lo suficientemente fuerte como para que me escuchara y nos siguiera.
Un perro, al salir del despacho me encontré con un perro. Desagradable, ¿quién le habría dejado entrar en la base? No me gustaban los animales, pero decidí no darle más importancia. Al fin y al cabo yo me iba ya y bastante tenía con el tonto y el del retraso como para preocuparme de que dejasen que cualquier alimaña se colase en las instalaciones.
-Yo…- dijo el grandullón intentando romper el silencio amistosamente.
Al instante tanto Arakane como yo clavamos una mirada seria en él. No habíamos estado en silencio porque sí. Aunque al grandullón se le escapara por la escasa inteligencia que poseía, era más que obvio que nuestra superior no quería que la molestásemos mientras trabajaba. Por suerte Hermenegildo lo captó al instante y ya no volvió hablar hasta que el agente faltante se presentó.
-Yooooo- dijo con tono molesto por el hecho de que le hubiera hecho esperar antes de que el recién llegado tuviera tiempo de disculparse.
Yo por mi parte tan solo le examiné con una mirada crítica. No es que hubiera esperado más de un novato, pero al igual que al grandullón no me agradaba esperar por alguien como él.
Una vez se hubo sentado, finalmente nuestra jefa finalmente dejó el bolígrafo a un lado y comenzó a explicarnos nuestro cometido. Fue un discurso largo con muchos nombres que me resultaban desconocidos hasta entonces, pero por suerte nos otorgó un sobre a cada uno con los detalles relevantes de la misión.
-Todo claro señora- respondí respetuoso mientras me levantaba-. Vamos grandullón, tendremos que ir al almacén para coger unos uniformes que nos valgan para infiltrarnos en las filas marines- le dije a Hermenegildo para que me siguiera.
-Yo- me contestó en tono afirmativo.
No me había dirigido al recién llegado directamente porque a pesar de que pidiera disculpas seguía algo molesto con él, sin embargo había hablado lo suficientemente fuerte como para que me escuchara y nos siguiera.
Un perro, al salir del despacho me encontré con un perro. Desagradable, ¿quién le habría dejado entrar en la base? No me gustaban los animales, pero decidí no darle más importancia. Al fin y al cabo yo me iba ya y bastante tenía con el tonto y el del retraso como para preocuparme de que dejasen que cualquier alimaña se colase en las instalaciones.
Kroren
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Salí del despacho de Aracane justo después de mis dos nuevos compañeros. En el informe decía que ambos eran iniciados y, en efecto, el grandullón tenía toda la pinta de serlo pero el otro era otra historia. Actuaba y hablaba como si ya tuviese experiencia, incluso como si tuviera más experiencia que yo. Quería preguntar para salir de dudas, pero era consciente que si notaba superioridad en su tono de voz no actuaría con cordura.
-Esta mierda de ir con compañeros debe ser un castigo por como la cagaste en Gelum... -resonó en mi cabeza la voz de Heinrich-. O le demuestras a Aracane de lo que estás hecho, o no te respetarán jamás.
Heinrich tenía razón, debía actuar con cabeza y demostrar de lo que estaba hecho en esa misión o jamás me tomarían en serio. Cuando pasé por al lado de Jane, me dí un pequeño golpecito en la pierna para que me siguiera y no se quedara allí sola.
Seguí a mis compañeros hasta el almacén sin prestar mucha atención a lo que hacían o decían. Mi mirada estaba perdida en el final del largo pasillo que estábamos recorriendo, mientras que no paraba de pensar en la manera de superar a ese nuevo "compañero" que me habían puesto. Sin él saberlo, se había convertido en mi rival a superar, ya que el grandullón no parecía que fuera a ofrecer mucha competencia.
Llegamos al almacén y cogí rápidamente dos uniformes de la Marina, una S y una M ya que la idea de volver a por otra talla me agotaba. Fui el primero en entrar en el probador mientras que Jane esperaba fuera protegiendo la entrada.
Jane no ladró en todo el recorrido que hicimos hasta el almacén. Lo que si hizo fue no quitarle la vista de encima a Hermenegildo ya que su enorme tamaño le hacía desconfiar de él.
-Esta mierda de ir con compañeros debe ser un castigo por como la cagaste en Gelum... -resonó en mi cabeza la voz de Heinrich-. O le demuestras a Aracane de lo que estás hecho, o no te respetarán jamás.
Heinrich tenía razón, debía actuar con cabeza y demostrar de lo que estaba hecho en esa misión o jamás me tomarían en serio. Cuando pasé por al lado de Jane, me dí un pequeño golpecito en la pierna para que me siguiera y no se quedara allí sola.
Seguí a mis compañeros hasta el almacén sin prestar mucha atención a lo que hacían o decían. Mi mirada estaba perdida en el final del largo pasillo que estábamos recorriendo, mientras que no paraba de pensar en la manera de superar a ese nuevo "compañero" que me habían puesto. Sin él saberlo, se había convertido en mi rival a superar, ya que el grandullón no parecía que fuera a ofrecer mucha competencia.
Llegamos al almacén y cogí rápidamente dos uniformes de la Marina, una S y una M ya que la idea de volver a por otra talla me agotaba. Fui el primero en entrar en el probador mientras que Jane esperaba fuera protegiendo la entrada.
Jane no ladró en todo el recorrido que hicimos hasta el almacén. Lo que si hizo fue no quitarle la vista de encima a Hermenegildo ya que su enorme tamaño le hacía desconfiar de él.
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Como yo ya esperaba el joven miembro del Cipher Pol que formaba parte de nuestro equipo nos siguió sin objeción alguna. De haberse quejado alguien tendría que haber sido yo que no me gustaban los animales, o incluso Hermenigildo, al cual el perro de la puerta, que había resultado ser la mascota de Kroren, no paraba de mirar mal.
El camino hacia el almacén se me hizo bastante largo por la tensión que se había generado en nuestro grupo. El gran tontorrón aún soltaba uno de sus “yo” de vez en cuando, pero nuestro otro compañero no emitía palabra alguna. Ese muchacho era un auténtico rarito, aunque lo llevaba detrás podía notar como me miraba de forma rara. La desconfianza iba aumentando en mí con cada paso, aunque la verdad es que en el fondo esperaba que fueran solo imaginaciones mías y el chico estuviera nervioso por la misión. Fuera como fuese tenía a Hermenegildo para cubrirme las espaldas, por tonto que fuera era un agente del CP y seguro que sabía actuar de ser necesario.
Para cuando llegamos al almacén el rarito del grupo se adelantó y cogió dos uniformes. No entendía bien que pretendía conseguir poniéndose ambos a la vez, pero ya estaba dentro del vestidor, era tarde para preguntarle. Hermenegildo por otro lado estaba buscando su disfraz, aunque no le había quedado claro la parte de que era de recluta marine. En su lugar este había estado rebuscando en un baúl lleno de vestidos de bailarina. Menudo grupo más cómico me había tocado en esta misión.
-Toma grandullón. Es eso lo que te tienes que poner- indiqué a mi compañero mientras le lanzaba la talla más grande que había encontrado.
-Yo- respondió pillándolo al vuelo.
Tras esto era mi turno de encontrar mi uniforme. No me costó prácticamente nada, mi talla era la de la mayoría de los marines por lo que era la más fácil de encontrar. Viendo que el chico todavía no salía del probador y que no había nadie más en el lugar decidí vestirme allí directamente.
-Yoooo- dijo Hermenegildo algo vergonzoso al ver mis abdominales.
Una mirada mía bastó para que se diese cuenta que no era para tanto. En la base había duchas comunes, por lo que ya me había visto más que los abdominales anteriormente. Aún le costó un poco quitarse el pudor, sobre todo porque el perro seguía manteniendo su mirada clavada en él; sin embargo acabó haciendo como yo y se cambió allí mismo. Por unos instantes, al ver como se marcaban las venas en sus enormes músculos me olvidé de lo tonto que era y comencé a pensar que podría ser un buen compañero, pero entonces volvió a abrir la boca y toda la ilusión desapareció.
-Yoo- dijo acercándose al vestidor sin perder de vista al animal para instar a nuestro compañero a darse prisa.
El camino hacia el almacén se me hizo bastante largo por la tensión que se había generado en nuestro grupo. El gran tontorrón aún soltaba uno de sus “yo” de vez en cuando, pero nuestro otro compañero no emitía palabra alguna. Ese muchacho era un auténtico rarito, aunque lo llevaba detrás podía notar como me miraba de forma rara. La desconfianza iba aumentando en mí con cada paso, aunque la verdad es que en el fondo esperaba que fueran solo imaginaciones mías y el chico estuviera nervioso por la misión. Fuera como fuese tenía a Hermenegildo para cubrirme las espaldas, por tonto que fuera era un agente del CP y seguro que sabía actuar de ser necesario.
Para cuando llegamos al almacén el rarito del grupo se adelantó y cogió dos uniformes. No entendía bien que pretendía conseguir poniéndose ambos a la vez, pero ya estaba dentro del vestidor, era tarde para preguntarle. Hermenegildo por otro lado estaba buscando su disfraz, aunque no le había quedado claro la parte de que era de recluta marine. En su lugar este había estado rebuscando en un baúl lleno de vestidos de bailarina. Menudo grupo más cómico me había tocado en esta misión.
-Toma grandullón. Es eso lo que te tienes que poner- indiqué a mi compañero mientras le lanzaba la talla más grande que había encontrado.
-Yo- respondió pillándolo al vuelo.
Tras esto era mi turno de encontrar mi uniforme. No me costó prácticamente nada, mi talla era la de la mayoría de los marines por lo que era la más fácil de encontrar. Viendo que el chico todavía no salía del probador y que no había nadie más en el lugar decidí vestirme allí directamente.
-Yoooo- dijo Hermenegildo algo vergonzoso al ver mis abdominales.
Una mirada mía bastó para que se diese cuenta que no era para tanto. En la base había duchas comunes, por lo que ya me había visto más que los abdominales anteriormente. Aún le costó un poco quitarse el pudor, sobre todo porque el perro seguía manteniendo su mirada clavada en él; sin embargo acabó haciendo como yo y se cambió allí mismo. Por unos instantes, al ver como se marcaban las venas en sus enormes músculos me olvidé de lo tonto que era y comencé a pensar que podría ser un buen compañero, pero entonces volvió a abrir la boca y toda la ilusión desapareció.
-Yoo- dijo acercándose al vestidor sin perder de vista al animal para instar a nuestro compañero a darse prisa.
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Fortaleza
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Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
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Instinto
Energía
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Akuma no mi
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Una vez dentro del probador, dejé el arco y el carcaj apoyados en la pared derecha y sin vacilar, empecé a desabrocharme la chaqueta del uniforme del CP. Aunque estuviera allí dentro, mis oídos seguían pendientes de lo que sucedía afuera con mis dos compañeros. Tras colgar la chaqueta en una percha, me deshice de la corbata y de la camisa negra, las cuales también colgué. Me dispuse a quitarme los zapatos cuando escuché el monosílabo tan característico de uno de mis nuevos compañeros.
-¿A ti no te pone de los nervios el gordinflón ese? Me marea con tanto "yo", "yo", "yo" -dijo la voz del arco.
Mientras afirmaba con la cabeza me quité los zapatos y los pantalones, dejando al descubierto mi escuálido y paliducho cuerpo. Rápidamente, me probé el uniforme de talla S. Este me quedaba bastante bien de ancho, pero las mangas se quedaban a mitad del antebrazo y los pantalones, aunque me estuvieran bien de cintura, dejaban el tobillo al aire.
Me quité el uniforme de talla S y probé suerte con el de talla M. Este si me estaba mejor de las mangas y de los bajos del pantalón. Ahora bien, tenía que ponerme correa porque si no se me irían cayendo todo el rato y de la parte de arriba sobraban un par de dedos, pero nada grave.
-Tienes que comer un poco más.
Miré de reojo al arco. Estaba algo cabreado porque si comía y él lo sabía, pero me costaba mucho coger peso. Sin que ninguno de los dos dijésemos nada más, aunque yo no hablé en ningún momento por que sabía que sólo yo escuchaba a Heinrich, recogí el uniforme marine de talla S para devolverlo y utilicé la percha del uniforme de talla M para guardar el mio de agente del CP. Salí del probador con ambos trajes en la mano dispuesto a dejarlos allí guardados.
-¿A ti no te pone de los nervios el gordinflón ese? Me marea con tanto "yo", "yo", "yo" -dijo la voz del arco.
Mientras afirmaba con la cabeza me quité los zapatos y los pantalones, dejando al descubierto mi escuálido y paliducho cuerpo. Rápidamente, me probé el uniforme de talla S. Este me quedaba bastante bien de ancho, pero las mangas se quedaban a mitad del antebrazo y los pantalones, aunque me estuvieran bien de cintura, dejaban el tobillo al aire.
Me quité el uniforme de talla S y probé suerte con el de talla M. Este si me estaba mejor de las mangas y de los bajos del pantalón. Ahora bien, tenía que ponerme correa porque si no se me irían cayendo todo el rato y de la parte de arriba sobraban un par de dedos, pero nada grave.
-Tienes que comer un poco más.
Miré de reojo al arco. Estaba algo cabreado porque si comía y él lo sabía, pero me costaba mucho coger peso. Sin que ninguno de los dos dijésemos nada más, aunque yo no hablé en ningún momento por que sabía que sólo yo escuchaba a Heinrich, recogí el uniforme marine de talla S para devolverlo y utilicé la percha del uniforme de talla M para guardar el mio de agente del CP. Salí del probador con ambos trajes en la mano dispuesto a dejarlos allí guardados.
Simo Baker
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-Tranquilo grandullón, ya nos vamos- dije a Hermenegildo una vez nuestro compañero salió del probador.
Era increíble la calma con la que ese muchacho se lo tomaba todo. Esperaba que esa actitud no eternizase esta misión, pero lo más que podía hacer para evitarlo era ir avanzando para forzarle a apresurarse para que no lo dejásemos atrás. “Si ya me hubieran dado el ascenso…”, pensé. No me gustaba mandar ni era algo que se me diera excesivamente bien; sin embargo llevar la voz cantante podía ser algo muy agradable en algunas misiones.
-Necesitamos un transporte- indiqué a mis compañeros marcando el siguiente objetivo. -También necesitaremos una tapadera para infiltrarnos, no creo que cuele que entremos diciendo que somos reclutas y ya. Los marines son tontos pero no tanto- añadí. -¿Qué os parece si decimos que nos han destinado desde otra base? Para cuando quieran comprobar que es mentira, si es que lo hacen, ya deberíamos haber completado la misión- propuse de camino a las cocheras.
-Yo- contestó el gran tontorrón de forma que no se sabía bien lo que quería decir.
La verdad es que la respuesta de este no importaba, su inteligencia no era suficiente como para tomar su opinión en cuenta. Las palabras que quería escuchar eran las del otro agente, Kroren. A pesar de no haber empezado con muy buen pie iba a tener que comenzar a hacerle partícipe de mis ideas o acabaríamos tirando la misión al traste.
-Kroren, te toca conducir. Elige lo que más te guste- dije al flacucho de piel blanquecina.
No le había dejado la tarea porque confiase en sus habilidades, pero sabía que no podía ser peor que yo o Hermenegildo con los vehículos. Además con esto abría otra vez la conversación, permitiéndome así un acercamiento menos agresivo entre los dos.
Era increíble la calma con la que ese muchacho se lo tomaba todo. Esperaba que esa actitud no eternizase esta misión, pero lo más que podía hacer para evitarlo era ir avanzando para forzarle a apresurarse para que no lo dejásemos atrás. “Si ya me hubieran dado el ascenso…”, pensé. No me gustaba mandar ni era algo que se me diera excesivamente bien; sin embargo llevar la voz cantante podía ser algo muy agradable en algunas misiones.
-Necesitamos un transporte- indiqué a mis compañeros marcando el siguiente objetivo. -También necesitaremos una tapadera para infiltrarnos, no creo que cuele que entremos diciendo que somos reclutas y ya. Los marines son tontos pero no tanto- añadí. -¿Qué os parece si decimos que nos han destinado desde otra base? Para cuando quieran comprobar que es mentira, si es que lo hacen, ya deberíamos haber completado la misión- propuse de camino a las cocheras.
-Yo- contestó el gran tontorrón de forma que no se sabía bien lo que quería decir.
La verdad es que la respuesta de este no importaba, su inteligencia no era suficiente como para tomar su opinión en cuenta. Las palabras que quería escuchar eran las del otro agente, Kroren. A pesar de no haber empezado con muy buen pie iba a tener que comenzar a hacerle partícipe de mis ideas o acabaríamos tirando la misión al traste.
-Kroren, te toca conducir. Elige lo que más te guste- dije al flacucho de piel blanquecina.
No le había dejado la tarea porque confiase en sus habilidades, pero sabía que no podía ser peor que yo o Hermenegildo con los vehículos. Además con esto abría otra vez la conversación, permitiéndome así un acercamiento menos agresivo entre los dos.
Kroren
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¿Transporte? No me negué al plan de Simo, no porque me pareciera buena, sino porque no sabía a que se refería con transporte. Lo único que había usado de transporte en mi vida fueron carruajes y barcos, pero en el lugar donde fui llevado sólo habían máquinas con el aspecto de un carro pero sin riendas donde atar el animal. Además, esas máquinas parecían demasiado pesadas para que un animal pudiera tirar de ellas. Kroren intentó mantenerse en silencio para que no tuviera la desgracia de ser el encargado de llevar eso.
La otra parte del plan si me convencía por completo. No sería lógico que tres personas, amigas entre ellas, se alistaran en la Marina el mismo día. Nos tomarían como un grupo de amigos inexpertos que han perdido una apuesta o algo así. Dicho esto, no solía congeniar con nadie, pero Simo actuaba como si tuviera más experiencia que un simple iniciado, además osaba darme ordenes ¿Quizás era algún superior que estaba poniéndome a prueba? No creo, si fuera un superior haciendo eso sabría disimularlo mejor.
Obviamente, no iba a tener suerte. Simo tardó poquísimo en darme la tarea de dirigir esa máquina hasta la base de la Marina en Cliff. La base no estaba muy lejos, pero eran 2 o 3 horas andando y eso era tiempo que no podíamos desperdiciar.
-No estarás pensando en intentarlo ¿No? -preguntó el arco-. Tú y tu estúpido ego.
El comportamiento de superioridad que estaba teniendo Simo hizo despertar en mí las ganas de sobrepasarle en algo. Con lo de conducir esa máquina vi la oportunidad perfecta.
-Por mucho que lo intentes no sabes como funciona, vas a quedar peor.
Apreté los dientes por la rabia que me causaba no poder destacar y, molesto, respondí.
-Me encantaría, pero no se como se utiliza ninguno de estos cacharros. Dame un carro de caballos y te llevaré donde quieras -afirmé intentando salvar la situación.
La otra parte del plan si me convencía por completo. No sería lógico que tres personas, amigas entre ellas, se alistaran en la Marina el mismo día. Nos tomarían como un grupo de amigos inexpertos que han perdido una apuesta o algo así. Dicho esto, no solía congeniar con nadie, pero Simo actuaba como si tuviera más experiencia que un simple iniciado, además osaba darme ordenes ¿Quizás era algún superior que estaba poniéndome a prueba? No creo, si fuera un superior haciendo eso sabría disimularlo mejor.
Obviamente, no iba a tener suerte. Simo tardó poquísimo en darme la tarea de dirigir esa máquina hasta la base de la Marina en Cliff. La base no estaba muy lejos, pero eran 2 o 3 horas andando y eso era tiempo que no podíamos desperdiciar.
-No estarás pensando en intentarlo ¿No? -preguntó el arco-. Tú y tu estúpido ego.
El comportamiento de superioridad que estaba teniendo Simo hizo despertar en mí las ganas de sobrepasarle en algo. Con lo de conducir esa máquina vi la oportunidad perfecta.
-Por mucho que lo intentes no sabes como funciona, vas a quedar peor.
Apreté los dientes por la rabia que me causaba no poder destacar y, molesto, respondí.
-Me encantaría, pero no se como se utiliza ninguno de estos cacharros. Dame un carro de caballos y te llevaré donde quieras -afirmé intentando salvar la situación.
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