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El barco proveniente de Dressrossa ha atracado en el gran puerto comercial de Johota. Ante él, está Ciudad Indigo, un pequeño pueblo que vive de la pesca, mayoritariamente. Tú, que estás encima de un barril de cubierta, puedes divisar como el príncipe baja del navío para reunirse con las tropas marine. Seguramente su cometido sea alcanzar la capital para tratar la reunión de paz que tienen entre manos con el reino de Johota. En cualquier caso, tú no deberías inmiscuirte en sus planes. Si decides irte del barco, emprenderá tu aventura. El puerto está lleno de gente, entre mercaderes y pescadores. Además, muchos marines se han quedado en él para vigilar los barcos. ¿Qué harás? ¿Bajarás y explorarás el puerto? ¿O quizás decidirás irte directamente hacia el interior del pueblo? Eso lo decides tú.
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Llevaba sobre ese barril desde que el vigía del buque de la Marina gritó el avistamiento de una isla a proa. El príncipe me dejó bien claro que no podía llamar la atención ni hablar con él durante el viaje ya que si algún marine nos relacionaba, podía ser peligroso para su posición. Acaté esa orden, pero no pude resistirme a la tentación de ver aquel lugar donde empezarían todas mis aventuras. Gracias a mi pequeña estatura, no hubo problemas ya que nadie se percató de mi presencia. Mi larga melena rizada ondeaba al ritmo de la brisa marina y mis ojos marrones estaban clavados en aquel nuevo lugar, guardando en mi mente cada detalle para poder dibujarla.
El barco no tardó mucho en atracar, aunque la espera se me hizo eterna. Miré fijamente como el príncipe bajaba del barco sin dejar de pensar en las ganas que tenía de despedirme de él y también de el día en el que le enseñara todos y cada uno de mis dibujos. Por desgracia la despedida no podía ser así que, intentando no pensar mucho en ello, bajé del barco utilizando la cuerda del ancla.
Iba sin camiseta, como solía ir; con unas bermudas hawaianas y unas chanclas de color verde limón. Llevaba una mochila, proporcional a mi tamaño, en la cual llevaba varias cosas importantes y, mi mano derecha, empuñaba el anzuelo que fabricó el mismísimo príncipe para mí. Una vez en el puerto, decidí que el interior del pueblo me resultaba más interesante que el puerto, así que no tardé mucho en embarcarme hacia el interior de este para explorarlo. Iba bastante emocionado, jamás había visto otro lugar que no fuese Dressrosa o Green Bity, así que aquel sitio me parecía de lo más interesante.
El barco no tardó mucho en atracar, aunque la espera se me hizo eterna. Miré fijamente como el príncipe bajaba del barco sin dejar de pensar en las ganas que tenía de despedirme de él y también de el día en el que le enseñara todos y cada uno de mis dibujos. Por desgracia la despedida no podía ser así que, intentando no pensar mucho en ello, bajé del barco utilizando la cuerda del ancla.
Iba sin camiseta, como solía ir; con unas bermudas hawaianas y unas chanclas de color verde limón. Llevaba una mochila, proporcional a mi tamaño, en la cual llevaba varias cosas importantes y, mi mano derecha, empuñaba el anzuelo que fabricó el mismísimo príncipe para mí. Una vez en el puerto, decidí que el interior del pueblo me resultaba más interesante que el puerto, así que no tardé mucho en embarcarme hacia el interior de este para explorarlo. Iba bastante emocionado, jamás había visto otro lugar que no fuese Dressrosa o Green Bity, así que aquel sitio me parecía de lo más interesante.
Así que decides adentrarte en el interior del pueblo. La gran aglomeración de gente y la cantidad de mercaderes que hay te hacen pensar que te hallas en una de las principales calles de Indigo. A cada dos pasos que des, encontrarás un puesto de un mercader vendiendo su producto. Si quieres atravesar vas a tener que ir con cuidado, puesto que hay mucha gente y podrían pisarte si te descuidas. Puedes avanzar por en medio de esta, o puedes tomar un atajo por uno de los muchos callejones que salían de dicha calle.
Puedes elegir qué hacer, si... pero eso será después de enfrentarte a tu primer... ¿peligro? De pronto, ves como una niña de cabellos rubios, con unos ropajes de color rosa con bordados de flores, intenta cogerte con sus manos de porcelana. Ves poca escapatoria, puesto que cuando llegas a darte cuenta, ya te tiene encerrado en su cárcel de piel. Emocionada, corre hacia una anciana mujer que comprando verduras se halla, y abre las palmas de las manos para mostrarte a tí.
- ¡Abuela! ¡Mira lo que he encontrado! ¡Es un muñeco!
Puedes elegir qué hacer, si... pero eso será después de enfrentarte a tu primer... ¿peligro? De pronto, ves como una niña de cabellos rubios, con unos ropajes de color rosa con bordados de flores, intenta cogerte con sus manos de porcelana. Ves poca escapatoria, puesto que cuando llegas a darte cuenta, ya te tiene encerrado en su cárcel de piel. Emocionada, corre hacia una anciana mujer que comprando verduras se halla, y abre las palmas de las manos para mostrarte a tí.
- ¡Abuela! ¡Mira lo que he encontrado! ¡Es un muñeco!
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Utilicé la velocidad y la agilidad que me cedía mi altura para esquivar los posibles pisotones de los ciudadanos, los cuales ni se percataban de mi presencia. No era la primera vez que me veía en una situación así en mi vida, ya que en Dressrosa también sucedía de vez en cuando, pero nunca recordaba tanta gente en una misma calle. Me centré en avanzar a la vez que esquivaba pisotones por lo que no pude prevenir como unas pequeñas manitas agarraron mi cuerpo aún más pequeño.
-¡Maldición! -grité, aunque nadie pudo oírme por culpa de la cárcel de piel.
Nunca me había pasado algo así. Gracias a mi pequeña estatura, podía pasar desapercibido entre la multitud, pero al parecer los niños pequeños se fijaban más en los detalles que los adultos. Estaba tranquilo y confiado. Sabía perfectamente que podía usar mi fuerza para salir de allí, pero mientras esas manos me llevaran, no corría peligro de ser pisoteado.
Cuando las manos se abrieron, me encontré en una situación algo extraña. Al parecer las manos eran de una niña y esta me estaba presentando a una anciana como si fuera un simple muñeco. No me molesté, ya que era normal que no supiese de mi raza, así que sólo contesté para que la niña saliese de dudas.
-Soy un Enano, no un simple muñeco... -esbocé una pequeña sonrisa y dirigí mi mirada hacia la anciana para ver su reacción.
-¡Maldición! -grité, aunque nadie pudo oírme por culpa de la cárcel de piel.
Nunca me había pasado algo así. Gracias a mi pequeña estatura, podía pasar desapercibido entre la multitud, pero al parecer los niños pequeños se fijaban más en los detalles que los adultos. Estaba tranquilo y confiado. Sabía perfectamente que podía usar mi fuerza para salir de allí, pero mientras esas manos me llevaran, no corría peligro de ser pisoteado.
Cuando las manos se abrieron, me encontré en una situación algo extraña. Al parecer las manos eran de una niña y esta me estaba presentando a una anciana como si fuera un simple muñeco. No me molesté, ya que era normal que no supiese de mi raza, así que sólo contesté para que la niña saliese de dudas.
-Soy un Enano, no un simple muñeco... -esbocé una pequeña sonrisa y dirigí mi mirada hacia la anciana para ver su reacción.
Cuando la mujer se percata de que su nieta le está hablando, decide dejar por un momento la conversación con el verdulero para prestarle atención a esta. Al ver lo que le mostraba, mantiene la tesis de su nieta, pensando que eres un muñeco.
- Cariño, ¿de dónde has sacado eso? A saber dónde ha estado... - dijo la anciana antes de que hablases.
La niña, al oírte hablar, exhibe una muestra de sorpresa en su rostro. La mujer mayor, en cambio, solo alza una ceja, extrañada.
- ¡Mira! ¡El muñeco ha hablado! Oh, esto, esto... ¡Hola! Me... ¡me llamo Élise! - dijo emocionada la niña de cabellos rubios.
- Oh... pero qué grata sorpresa. - comentó la anciana, como si hubiese recordado algo de repente. - Hacía mucho tiempo... mucho, que no veía a nadie como tú.
- ¡Abuela! ¡Abuela! ¿Me... me lo puedo quedar? - dijo Élise, con ojos cristalinos.
- Élise, no es un juguete. - le regañó. - ¿Cómo te llamas? Yo soy Amelie. - se presentó con cortesía.
- Cariño, ¿de dónde has sacado eso? A saber dónde ha estado... - dijo la anciana antes de que hablases.
La niña, al oírte hablar, exhibe una muestra de sorpresa en su rostro. La mujer mayor, en cambio, solo alza una ceja, extrañada.
- ¡Mira! ¡El muñeco ha hablado! Oh, esto, esto... ¡Hola! Me... ¡me llamo Élise! - dijo emocionada la niña de cabellos rubios.
- Oh... pero qué grata sorpresa. - comentó la anciana, como si hubiese recordado algo de repente. - Hacía mucho tiempo... mucho, que no veía a nadie como tú.
- ¡Abuela! ¡Abuela! ¿Me... me lo puedo quedar? - dijo Élise, con ojos cristalinos.
- Élise, no es un juguete. - le regañó. - ¿Cómo te llamas? Yo soy Amelie. - se presentó con cortesía.
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Me quedé quieto y en completo silencio mientras escuchaba a Élise hablar con lo que parecía ser su abuela. La chica me apreció muy tierna y fue imposible disimular que aquella escena me estaba pareciendo de lo más divertida.
En Dressrosa me tenían prohibido llamar la atención de los ciudadanos de la ciudad. El único humano que conocía era al príncipe y me había tratado genial así que mi confianza con esa raza era excesiva.
-Me llamo Orión, Amelie. Un placer conoceros -respondí al escuchar la pregunta de la anciana. Acto seguido me di media vuelta para mirar fijamente a la niña y esbozando una tierna sonrisa le intenté sacar de dudas-. Émile no soy un muñeco, soy un Enano de la tribu Tontatta ¿A qué soy impresionante? -pregunté adoptando una pose chula para impresionar a la pequeña.
El clima era agradable en aquella isla. Émile me parecía tan mona que antes de salir de allí estaba obligado a hacerle un retrato en mi cuaderno. Aquel cuaderno iba a tener dibujos de islas, animales, razas y personas que fuera conociendo, sería como un diario de dibujos que algún día Riku vería. Pero ahora lo importante era conseguir provisiones y un barco para poder viajar y aquellas dos ciudadanas parecían lo suficientemente amables como para prestarme su ayuda.
-¿Sabéis como podría conseguir un bote y provisiones? He llegado a esta isla sin nada y no puedo continuar mi viaje de piratería así.
No fui consciente de lo peligroso que sería afirmar que era un pirata. Aunque no tuviera recompensa ni un aspecto agresivo, la idea de ser un bucanero podría asustar a la niña y sobretodo a la anciana que por su forma de hablar, había visto más mundo. Aún así mi falta de filtro a la hora de hablar me la había jugado, otra vez.
En Dressrosa me tenían prohibido llamar la atención de los ciudadanos de la ciudad. El único humano que conocía era al príncipe y me había tratado genial así que mi confianza con esa raza era excesiva.
-Me llamo Orión, Amelie. Un placer conoceros -respondí al escuchar la pregunta de la anciana. Acto seguido me di media vuelta para mirar fijamente a la niña y esbozando una tierna sonrisa le intenté sacar de dudas-. Émile no soy un muñeco, soy un Enano de la tribu Tontatta ¿A qué soy impresionante? -pregunté adoptando una pose chula para impresionar a la pequeña.
El clima era agradable en aquella isla. Émile me parecía tan mona que antes de salir de allí estaba obligado a hacerle un retrato en mi cuaderno. Aquel cuaderno iba a tener dibujos de islas, animales, razas y personas que fuera conociendo, sería como un diario de dibujos que algún día Riku vería. Pero ahora lo importante era conseguir provisiones y un barco para poder viajar y aquellas dos ciudadanas parecían lo suficientemente amables como para prestarme su ayuda.
-¿Sabéis como podría conseguir un bote y provisiones? He llegado a esta isla sin nada y no puedo continuar mi viaje de piratería así.
No fui consciente de lo peligroso que sería afirmar que era un pirata. Aunque no tuviera recompensa ni un aspecto agresivo, la idea de ser un bucanero podría asustar a la niña y sobretodo a la anciana que por su forma de hablar, había visto más mundo. Aún así mi falta de filtro a la hora de hablar me la había jugado, otra vez.
- Un tontatta... ¿eh? Rodrigo no se lo creería si te viese... - dice en voz baja Amelie.
- ¡Ala! ¿Y os llamáis Tontatta porque sois tontitos o algo así? - deja salir de su boca una pequeña carcajada divertida.
- ¡Émile! - le suelta una leve colleja a su nieta. - Te pido que disculpas a mi nieta. Es una niña y aún no sabe lo que dice.
Cuando mencionas el tema de la piratería, segundos después la pequeña reacciona de una manera que quizás no te esperarías.
- ¡Oh! ¡Como el abuelo! - dice la pequeña.
- Así que un Tontatta pirata... entiendo. - dicho esto, la anciana se gira para pagar rápidamente por su compra. - Si vienes con nosotras a nuestra casa igual te podemos ayudar. No creo tampoco tengas mucho que hacer por aquí, si andabas vagando por las calles. Además, seguro que estás hambriento. Émile, vamos a coger el atajo de siempre, vamos. - dice al mismo tiempo que coge las bolsas de comida y las deposita en una cesta de mimbre.
Ambas mujeres se alejan de la calle, y si sigues en la mano de la niña, tú también lo haces. Os metéis por una serie de callejones vacíos, por los que no transitaba nadie. En vuestro rumbo hacia la casa de Amelie, divisáis a lo que parece ser dos hombres de una pinta sospechosa sentados en una caja, uno al lado del otro. Ninguno de los dos ha advertido de vuestra presencia, aunque no estáis seguros de qué pasaría si lo hiciesen. Estaríais más tranquilos... de no ser porque es el único camino a seguir.
- Oye, abuela... ¿por qué no damos media vuelta? Esos tipos parecen...
- Si, será lo mejor.
Tú decides si enfrentarte a esos dos cara a cara, lo cual puede conllevar a una situación peliaguda... o quizás no. Si no lo haces, simplemente daréis la vuelta y cogeréis otro camino bastante más largo y con más gentío.
- ¡Ala! ¿Y os llamáis Tontatta porque sois tontitos o algo así? - deja salir de su boca una pequeña carcajada divertida.
- ¡Émile! - le suelta una leve colleja a su nieta. - Te pido que disculpas a mi nieta. Es una niña y aún no sabe lo que dice.
Cuando mencionas el tema de la piratería, segundos después la pequeña reacciona de una manera que quizás no te esperarías.
- ¡Oh! ¡Como el abuelo! - dice la pequeña.
- Así que un Tontatta pirata... entiendo. - dicho esto, la anciana se gira para pagar rápidamente por su compra. - Si vienes con nosotras a nuestra casa igual te podemos ayudar. No creo tampoco tengas mucho que hacer por aquí, si andabas vagando por las calles. Además, seguro que estás hambriento. Émile, vamos a coger el atajo de siempre, vamos. - dice al mismo tiempo que coge las bolsas de comida y las deposita en una cesta de mimbre.
Ambas mujeres se alejan de la calle, y si sigues en la mano de la niña, tú también lo haces. Os metéis por una serie de callejones vacíos, por los que no transitaba nadie. En vuestro rumbo hacia la casa de Amelie, divisáis a lo que parece ser dos hombres de una pinta sospechosa sentados en una caja, uno al lado del otro. Ninguno de los dos ha advertido de vuestra presencia, aunque no estáis seguros de qué pasaría si lo hiciesen. Estaríais más tranquilos... de no ser porque es el único camino a seguir.
- Oye, abuela... ¿por qué no damos media vuelta? Esos tipos parecen...
- Si, será lo mejor.
Tú decides si enfrentarte a esos dos cara a cara, lo cual puede conllevar a una situación peliaguda... o quizás no. Si no lo haces, simplemente daréis la vuelta y cogeréis otro camino bastante más largo y con más gentío.
- Off-rol:
- Siento muchísimo la tardanza, de verdad.
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Lo que dijo la niña no me enfadó en absoluto, es más, me hizo sacar una ligera sonrisa. Cuando la abuela le regañó, yo rápidamente le dije:
-No te preocupes,Amelie. Ha sido divertido.
Escuché lo de su abuelo y me llamó la atención. ¿Se referirían a ese tal Rodrigo? Lo que si era cierto es que no conseguía nada allí y si decían que podían ayudarme, al menos tenía que intentarlo.
-Sí, tengo algo de hambre. Muchas gracias por vuestra amabilidad.
Empezaron a andar y yo seguía en la mano de Émile para evitar ser pisado. Cuando entramos en los callejones y vimos a esos tipos, escuché la conversación que estaban teniendo Émile con su abuela.
-No, tengo bastante hambre. Vamos a pasar por aquí -dije bajando de la mano de la chica y enfundando mi anzuelo.
Estaba seguro de que no se fijarían en alguien tan pequeño y si se atrevían a hacerles algo a mis nuevas amigas, les pillaría por sorpresa y lo pagarían caro.
-Confiad en mí.
Sabía que tampoco tenían porque fiarse de mí, al fin y al cabo me acababan de conocer. De todas formas si insistían en negarse, no iba a forzarlas.
-No te preocupes,Amelie. Ha sido divertido.
Escuché lo de su abuelo y me llamó la atención. ¿Se referirían a ese tal Rodrigo? Lo que si era cierto es que no conseguía nada allí y si decían que podían ayudarme, al menos tenía que intentarlo.
-Sí, tengo algo de hambre. Muchas gracias por vuestra amabilidad.
Empezaron a andar y yo seguía en la mano de Émile para evitar ser pisado. Cuando entramos en los callejones y vimos a esos tipos, escuché la conversación que estaban teniendo Émile con su abuela.
-No, tengo bastante hambre. Vamos a pasar por aquí -dije bajando de la mano de la chica y enfundando mi anzuelo.
Estaba seguro de que no se fijarían en alguien tan pequeño y si se atrevían a hacerles algo a mis nuevas amigas, les pillaría por sorpresa y lo pagarían caro.
-Confiad en mí.
Sabía que tampoco tenían porque fiarse de mí, al fin y al cabo me acababan de conocer. De todas formas si insistían en negarse, no iba a forzarlas.
- Off-Rol:
- No te preocupes.
Las dos mujeres ceden ante tu valentía y pasáis tranquilamente sin ningún contratiempo. Los sujetos ni siquiera os dedican una mirada, por lo que parece que no tienen intención de haceros nada. Una vez os alejáis, Amelie y Émile respiran aliviadas, como si se hubiesen librado de la muerte.
En unos minutos, en los que ninguna de las dos dicen nada, alcanzáis la casa a la que intentábais llegar. La anciana abre inmediatamente, y la niña le sigue de cerca. Con un gesto, Émile te invita a pasar. Una vez dentro, la pequeña cierra la puerta y tus ojos pueden apreciar el interior de la casa. Por el mobiliario y el estado de las paredes, puedes apreciar la antigüedad de esta. Es entendible, debido a la edad de los inquilinos más mayores.
- ¿Ya habéis vuelto? - dice una voz desconocida para tí.
- Sí. Rodrigo, ayúdame con esto, por favor.
- Oh, ya voy.
Cuando ves salir de la cocina al sujeto que acaba de hablar, descubres a un anciano de una edad parecida a la de su mujer, con grandes signos de calvicie y un prominente bigote negro. El hombre lleva una camisa de cuadros amarilla, la cual le está un poco pequeña y le hace mostrar una parte de su peluda barriga, y unas bermudas de color beige.
- Habéis tardado más de lo esperado, ¿ha pasado algo? - comenta, un tanto preocupado.
- Bueno, no ha pasado nada malo, tranquilo. Hemos traído a un... invitado. - te señala con el dedo la anciana, una vez ha dejado la compra en el suelo.
- ¿Un invitado? Pues no lo ve... - se interrumpe a sí mismo, al darse cuenta de tu tamaño. - No puede ser. - observas como sus ojos se abren por completo, mostrando una expresión total de asombro y emoción. El sujeto se acerca rápidamente a tu posición y, con dificultad, hinca su rodilla y empieza a conversar contigo. - Bienvenido, amigo Tontatta. Es... de verdad, un placer tenerte aquí con nosotros. Me llamo Rodrigo. Igual te resulta un poco rara mi reacción, pero... hace veinte años que no piso Dressrosa, y ver a un Tontatta después de tantos años, y sabiendo lo que hicieron por mi hace tanto tiempo... es simplementa muy reconfortante. ¿Cómo te llamas?
En unos minutos, en los que ninguna de las dos dicen nada, alcanzáis la casa a la que intentábais llegar. La anciana abre inmediatamente, y la niña le sigue de cerca. Con un gesto, Émile te invita a pasar. Una vez dentro, la pequeña cierra la puerta y tus ojos pueden apreciar el interior de la casa. Por el mobiliario y el estado de las paredes, puedes apreciar la antigüedad de esta. Es entendible, debido a la edad de los inquilinos más mayores.
- ¿Ya habéis vuelto? - dice una voz desconocida para tí.
- Sí. Rodrigo, ayúdame con esto, por favor.
- Oh, ya voy.
Cuando ves salir de la cocina al sujeto que acaba de hablar, descubres a un anciano de una edad parecida a la de su mujer, con grandes signos de calvicie y un prominente bigote negro. El hombre lleva una camisa de cuadros amarilla, la cual le está un poco pequeña y le hace mostrar una parte de su peluda barriga, y unas bermudas de color beige.
- Habéis tardado más de lo esperado, ¿ha pasado algo? - comenta, un tanto preocupado.
- Bueno, no ha pasado nada malo, tranquilo. Hemos traído a un... invitado. - te señala con el dedo la anciana, una vez ha dejado la compra en el suelo.
- ¿Un invitado? Pues no lo ve... - se interrumpe a sí mismo, al darse cuenta de tu tamaño. - No puede ser. - observas como sus ojos se abren por completo, mostrando una expresión total de asombro y emoción. El sujeto se acerca rápidamente a tu posición y, con dificultad, hinca su rodilla y empieza a conversar contigo. - Bienvenido, amigo Tontatta. Es... de verdad, un placer tenerte aquí con nosotros. Me llamo Rodrigo. Igual te resulta un poco rara mi reacción, pero... hace veinte años que no piso Dressrosa, y ver a un Tontatta después de tantos años, y sabiendo lo que hicieron por mi hace tanto tiempo... es simplementa muy reconfortante. ¿Cómo te llamas?
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Seguí a Émile y a Amelie de cerca por si los dos desconocidos se atrevían a hacerles algo, estar cerca para evitarlo lo más rápido posible. Por suerte, las dos pudieron pasar tranquilamente por el callejón y no hubo necesidad alguna de que interviniera.
Pasado ese obstáculo, seguimos hasta la casa de mis dos nuevas amigas sin ningún otro contratiempo. Cuando llegamos, esperé a que las dos entraran en primer lugar y después entré yo cabizbajo por la vergüenza.
-Con permiso -susurré.
Escuché la voz de aquel hombre y al escuchar que se trataba de Rodrigo, recordé las palabras de Émile. Al ver que se trataba de un anciano me llevé un chasco. Pensaba que era un pirata y yo tenía en mi cabeza la imagen de poderosos guerreros y aquel hombre era de todo menos poderoso. Evidentemente en ese momento no caí que por él ya habían pasado bastantes años.
Verle tan emocionado al verme me sorprendió, aunque no más que averiguar que estuvo en Dessrosa y que sabía de mi raza.
-Me llamo Orión. ¿De verdad estuviste en Dessrosa?¿También en Green Bit? -pregunté olvidando ya la vergüenza que tenía al principio.
Pasado ese obstáculo, seguimos hasta la casa de mis dos nuevas amigas sin ningún otro contratiempo. Cuando llegamos, esperé a que las dos entraran en primer lugar y después entré yo cabizbajo por la vergüenza.
-Con permiso -susurré.
Escuché la voz de aquel hombre y al escuchar que se trataba de Rodrigo, recordé las palabras de Émile. Al ver que se trataba de un anciano me llevé un chasco. Pensaba que era un pirata y yo tenía en mi cabeza la imagen de poderosos guerreros y aquel hombre era de todo menos poderoso. Evidentemente en ese momento no caí que por él ya habían pasado bastantes años.
Verle tan emocionado al verme me sorprendió, aunque no más que averiguar que estuvo en Dessrosa y que sabía de mi raza.
-Me llamo Orión. ¿De verdad estuviste en Dessrosa?¿También en Green Bit? -pregunté olvidando ya la vergüenza que tenía al principio.
–Oh... encantado, Orión. –se levanta. Se dirige hacia una estantería donde hay todo tipo de muñecas de trapo y figuritas. De allí, coge una pequeña mecedora de una de las muñecas. Acto seguido, se encamina a la mesa del salón, donde toma asiento en una de las sillas y deja el pequeño asiento enciam de la mesa–. Toma asiento, por favor. Ven, te ayudaré a subir –dice, mientras coloca su mano a la altura del suelo. Una vez subas y te sientes, Rodrigo empieza a hablar–. Sigo sin creerme que alguien como tú esté en Johota... quiero preguntarte mil cosas, Orión. Aún así... tú me has preguntado primero. Si, he estado en Dressrossa y también he vistitado Green Bit. Hará... veinte años de eso, como ya te he dicho. Te lo contaré todo, si quieres. Pero antes... –se voltea para ver a su esposa–. ¡Amelie! ¡Prepáranos algo de té!
–Ya va, ya va. No hace falta que me grites.
–Lo que te iba diciendo... antes de contarte mis viajes, me gustaría saber cuál es tu cometido en Johota. No es algo muy común encontrarse a un Tontatta por estos lares.
–Ya va, ya va. No hace falta que me grites.
–Lo que te iba diciendo... antes de contarte mis viajes, me gustaría saber cuál es tu cometido en Johota. No es algo muy común encontrarse a un Tontatta por estos lares.
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Me sentí agradecido por lo amable que estaba siendo Rodrigo conmigo, me cedió asiento y se preocupó en subirme en la mesa para que no hubiera tanta diferencia de estatura. Menos mal, porque ya me estaban fastidiando las cervicales.
Me pareció increíble que aquel hombre hubiera llegado a Dressrosa y más aún pensando en que estaba el Calm Best por el medio.
Mis buenas expectativas sobre aquel hombre se vinieron un poco abajo al ver como gritó a Amelie la cual, por haberla conocido un poco antes que a él, le tenía un poco más de cariño. Al escuchar como le respondió ella pensé que solo sería una discusión de familia y lo dejé pasar.
-Quiero viajar por todo el mar como lo haría un pirata y ver todas las islas del mundo, esta sólo es la primera. Aquí me gustaría conseguir mi barco para que mi sueño se haga realidad. Fui traído por...-paré de hablar rápidamente antes de meter la pata y mencionar al príncipe Riku-. Por un buen amigo desde Dressrosa, pero él no me pudo conseguir un barco.
Me pareció increíble que aquel hombre hubiera llegado a Dressrosa y más aún pensando en que estaba el Calm Best por el medio.
Mis buenas expectativas sobre aquel hombre se vinieron un poco abajo al ver como gritó a Amelie la cual, por haberla conocido un poco antes que a él, le tenía un poco más de cariño. Al escuchar como le respondió ella pensé que solo sería una discusión de familia y lo dejé pasar.
-Quiero viajar por todo el mar como lo haría un pirata y ver todas las islas del mundo, esta sólo es la primera. Aquí me gustaría conseguir mi barco para que mi sueño se haga realidad. Fui traído por...-paré de hablar rápidamente antes de meter la pata y mencionar al príncipe Riku-. Por un buen amigo desde Dressrosa, pero él no me pudo conseguir un barco.
Rodrigo escucha con atención tus palabras, al mismo tiempo que asiente con una sonrisa tranquila. Cuando dejas de hablar, el silencio reina en la sala durante un breve lapso de tiempo.
—Te sonará a la típica frase que diría un viejo como yo... pero me recuerdas mucho a mí en mi juventud. Eres muy valiente al emprender tal viaje, chico. Conociendo como conozco a los tuyos, sé de buen grado que sois fuertes. De todas formas, es muy extraño que un Tontatta haya decidido por su propia mano salir de Green Bit y aventurarse en los océanos. Pero bueno, no soy yo quién para cuestionar los motivos de nadie—el entusiasmo parece perderse en Rodrigo, mas la razón es que se halla pensando en cómo ayudarte—. Orión, creo que tu viaje comenzará pronto. Ven conmigo —dice finalmente Rodrigo, a la par que abre su mano justo delante de ti.
—Te sonará a la típica frase que diría un viejo como yo... pero me recuerdas mucho a mí en mi juventud. Eres muy valiente al emprender tal viaje, chico. Conociendo como conozco a los tuyos, sé de buen grado que sois fuertes. De todas formas, es muy extraño que un Tontatta haya decidido por su propia mano salir de Green Bit y aventurarse en los océanos. Pero bueno, no soy yo quién para cuestionar los motivos de nadie—el entusiasmo parece perderse en Rodrigo, mas la razón es que se halla pensando en cómo ayudarte—. Orión, creo que tu viaje comenzará pronto. Ven conmigo —dice finalmente Rodrigo, a la par que abre su mano justo delante de ti.
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Escuché las palabras de aquel señor que me hacía sentir más emocionado de lo que ya estaba. La idea de estar hablando con alguien que había realizado el mismo viaje que quería emprender yo, me entusiasmaba aún más. Es más, el bello de mis brazos empezaba a erizarse al imaginarme todas las aventuras que estaban por llegar.
Pronto, el hombre se cuestionó mis motivos y yo no tenía inconveniente en contestar todas sus dudas, pero rápidamente saltó de tema y se dispuso a llevarme a algún lugar. Yo era propenso a confiar en las personas y Rodrigo no iba a ser una excepción así que sin dudarlo mucho, fui hacia su mano dando un pequeño salto.
-¿Dónde vamos? -pregunté porque la curiosidad me reconcomía.
Pronto, el hombre se cuestionó mis motivos y yo no tenía inconveniente en contestar todas sus dudas, pero rápidamente saltó de tema y se dispuso a llevarme a algún lugar. Yo era propenso a confiar en las personas y Rodrigo no iba a ser una excepción así que sin dudarlo mucho, fui hacia su mano dando un pequeño salto.
-¿Dónde vamos? -pregunté porque la curiosidad me reconcomía.
Aterrizas perfectamente en su mano, y Rodrigo te dedica una sincera sonrisa. Este empieza a caminar hacia dentro de la casa, pasando el umbral que lleva a un largo pasillo con las paredes pintadas de rojo y diversos cuadros adornándolas. Mientras el anciano se dirige junto a ti hacia la puerta del fondo, puedes observar cómo está la vida del matrimonio enmarcada en retratos, vivencias pintadas a mano, e incluso fotografías. Hay pocas, pero puedes divisar también fotografías de la nieta, saliendo en todas con una gran sonrisa.
Al final del pasillo, hay una puerta blanca con el pomo dorado, ambos en perfecto estado. Rodrigo abre con suavidad la puerta, la cual lleva a una habitación sumida completamente en la penumbra, sin siquiera un rayo de luz. Con el conocimiento de la ubicación exacta del interruptor, el anciano decide presionarlo. La luz te ciega momentáneamente, pero tras unos instantes se vuelve tan tenue que ni siquiera te molesta. La penumbra es superada por una pequeña bombilla colgando del techo, la cual produce una amarillenta y sucia luz. Sin embargo, es completamente suficiente para ver todo lo que la sala contiene. Si tu mirada realiza un recorrido por esta, encuentras diversos bancos de trabajo con herramientas desordenadas encima, planos desperdigados por el suelo y por las mesas y, lo más llamativo de todo, una lona blanca cubriendo algo relativamente grande en medio de la habitación.
—Bienvenido al lugar donde se realizaban los sueños. Esto… solía ser mi taller —sin preguntarte siquiera, te deja en el banco de trabajo más cercano a la puerta—. Así como está… mi pequeña está inhabilitada para navegar. No obstante… creo que podría arreglarla para ayudarte en tu viaje, Orión. Sé que soy un completo desconocido, y que no lo vas a aceptar. Aún así… tengo mis esperanzas puestas en tí. Veo bravura en tí, veo alguien con aspiraciones y con objetivos. Me veo a mí mismo cuando me enrolé en aquel barco, hace ya tanto tiempo… —mientras habla, se dedica a retirar la lona. Cuando la extrae por completo, tus ojos hallan un barco no muy grande, sin velas y con el casco bastante dañado—. Me encontraron tirado en la playa de esta isla junto con él. Fue… mi última esperanza y mi salvador —a través de su mejilla izquierda empezó a descender una pequeña lágrima de melancolía—. Yo… yo puedo hacer que vuelva a navegar. No obstante… me temo que no tengo lo que necesito. Podría comprarlo, pero… dudo disponer del dinero suficiente. De todas formas… sé de alguien que aún me debe favores desde hace mucho tiempo. Él puede ayudarme con esto. ¿Qué me dices, Orión? Si estás dispuesto a aceptar mi obsequio… ¿podrías ir a hablar con él?
Al final del pasillo, hay una puerta blanca con el pomo dorado, ambos en perfecto estado. Rodrigo abre con suavidad la puerta, la cual lleva a una habitación sumida completamente en la penumbra, sin siquiera un rayo de luz. Con el conocimiento de la ubicación exacta del interruptor, el anciano decide presionarlo. La luz te ciega momentáneamente, pero tras unos instantes se vuelve tan tenue que ni siquiera te molesta. La penumbra es superada por una pequeña bombilla colgando del techo, la cual produce una amarillenta y sucia luz. Sin embargo, es completamente suficiente para ver todo lo que la sala contiene. Si tu mirada realiza un recorrido por esta, encuentras diversos bancos de trabajo con herramientas desordenadas encima, planos desperdigados por el suelo y por las mesas y, lo más llamativo de todo, una lona blanca cubriendo algo relativamente grande en medio de la habitación.
—Bienvenido al lugar donde se realizaban los sueños. Esto… solía ser mi taller —sin preguntarte siquiera, te deja en el banco de trabajo más cercano a la puerta—. Así como está… mi pequeña está inhabilitada para navegar. No obstante… creo que podría arreglarla para ayudarte en tu viaje, Orión. Sé que soy un completo desconocido, y que no lo vas a aceptar. Aún así… tengo mis esperanzas puestas en tí. Veo bravura en tí, veo alguien con aspiraciones y con objetivos. Me veo a mí mismo cuando me enrolé en aquel barco, hace ya tanto tiempo… —mientras habla, se dedica a retirar la lona. Cuando la extrae por completo, tus ojos hallan un barco no muy grande, sin velas y con el casco bastante dañado—. Me encontraron tirado en la playa de esta isla junto con él. Fue… mi última esperanza y mi salvador —a través de su mejilla izquierda empezó a descender una pequeña lágrima de melancolía—. Yo… yo puedo hacer que vuelva a navegar. No obstante… me temo que no tengo lo que necesito. Podría comprarlo, pero… dudo disponer del dinero suficiente. De todas formas… sé de alguien que aún me debe favores desde hace mucho tiempo. Él puede ayudarme con esto. ¿Qué me dices, Orión? Si estás dispuesto a aceptar mi obsequio… ¿podrías ir a hablar con él?
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Aún estaba en impresionado al ver aquel barco. Es verdad que no estaba en plenas condiciones y también que no era muy grande, pero para mi era más que suficiente. Es decir, mi altura no le resultaría ningún tipo de problema y otras opciones no tenía. Además, las lagrimas de Rodrigo me dejaron claro que aquella nave no era solo un barco para él y que me la ofreciera era todo un lujo.
¿En serio que me la ofreces? -pregunté saltando del banco en el cual el anciano me había dejado-. Es demasiado... Me encantaría aceptar tu regalo, pero no me parece del todo bien.
Estaba sufriendo una lucha interna conmigo mismo. Mis ganas de tener un barco para surcar el mar eran demasiado grandes como para negarme en rotundo, pero aceptarlo directamente... Aquello me parecía aún peor.
-No puedo negar este regalo, pero tampoco puedo dejarte con las manos vacías... Mi honor me lo exige -añadió.
Sus ojos no se despegaron del barco, aunque estaba en bastante mal estado, le parecía un navío majestuoso. Su sonrisa tampoco desapareció, esta estuvo ahí durante todo el discurso.
¿En serio que me la ofreces? -pregunté saltando del banco en el cual el anciano me había dejado-. Es demasiado... Me encantaría aceptar tu regalo, pero no me parece del todo bien.
Estaba sufriendo una lucha interna conmigo mismo. Mis ganas de tener un barco para surcar el mar eran demasiado grandes como para negarme en rotundo, pero aceptarlo directamente... Aquello me parecía aún peor.
-No puedo negar este regalo, pero tampoco puedo dejarte con las manos vacías... Mi honor me lo exige -añadió.
Sus ojos no se despegaron del barco, aunque estaba en bastante mal estado, le parecía un navío majestuoso. Su sonrisa tampoco desapareció, esta estuvo ahí durante todo el discurso.
El sujeto te mira fijamente, secándose las lágrimas de los ojos. Decide no pronunciarse durante unos segundos, los cuales dedica a deslizar su mano por el casco de la pequeña barcaza. Sin voltearse a mirarte, decide seguir hablando.
— Honor… ¿eh? Pensaba que los piratas de hoy en día ya habían olvidado lo que era eso. No obstante, Orión… para deshacerse del pasado primero hay que separarse de las cosas que te vinculan a él. Este barco… me transporta a una época que pensaba que ya había olvidado por completo. Es… es como una espina clavada que nunca se va, puesto que ya se ha asentado a la perfección en tu interior. Por ello… quiero dártelo por mí y por ti. No me debes nada. Solo quiero deshacerme de esto por mi bienestar, y si puedo entregárselo a un novato para que cumpla su sueño… así sea. Y si tanto insistes en darme algo a cambio, quizás deberías haber respondido a mi pregunta, ¿no crees? —hace una breve pausa para, esta vez, voltearse a ver al pequeño Tontatta— Aunque imagino que lo harás, ya que no has puesto pegas. En fin… Orión, su nombre es Karlos. Te acompañaría a dar con él, pero me temo que mi espalda no me lo permitiría. Tiene su taller allá en el puerto —se dirige hacia una de las estanterías para coger una especie de chapa de bronce, la cual te entrega inmediatamente—. Enséñale esto y sabrá que vas de mi parte… menciónale lo de los favores, y te ayudará. Su taller lo reconocerás por fuera al ver el cartel que pone “Los cachivaches de Karlos”. Un nombre original, ¿eh? —deja soltar una carcajada— En fin, seguramente incluso acceda a venir y transportar el barco hasta su taller. Tú… solo intenta convencerle, no debería de ser muy difícil. Y ahora… vamos, debes de ponerte en marcha si quieres empezar lo más pronto posible tu aventura —emprende su marcha hacia la salida de la casa, no sin antes colocar su mano delante de ti para que te subieses y le acompañases.
— Honor… ¿eh? Pensaba que los piratas de hoy en día ya habían olvidado lo que era eso. No obstante, Orión… para deshacerse del pasado primero hay que separarse de las cosas que te vinculan a él. Este barco… me transporta a una época que pensaba que ya había olvidado por completo. Es… es como una espina clavada que nunca se va, puesto que ya se ha asentado a la perfección en tu interior. Por ello… quiero dártelo por mí y por ti. No me debes nada. Solo quiero deshacerme de esto por mi bienestar, y si puedo entregárselo a un novato para que cumpla su sueño… así sea. Y si tanto insistes en darme algo a cambio, quizás deberías haber respondido a mi pregunta, ¿no crees? —hace una breve pausa para, esta vez, voltearse a ver al pequeño Tontatta— Aunque imagino que lo harás, ya que no has puesto pegas. En fin… Orión, su nombre es Karlos. Te acompañaría a dar con él, pero me temo que mi espalda no me lo permitiría. Tiene su taller allá en el puerto —se dirige hacia una de las estanterías para coger una especie de chapa de bronce, la cual te entrega inmediatamente—. Enséñale esto y sabrá que vas de mi parte… menciónale lo de los favores, y te ayudará. Su taller lo reconocerás por fuera al ver el cartel que pone “Los cachivaches de Karlos”. Un nombre original, ¿eh? —deja soltar una carcajada— En fin, seguramente incluso acceda a venir y transportar el barco hasta su taller. Tú… solo intenta convencerle, no debería de ser muy difícil. Y ahora… vamos, debes de ponerte en marcha si quieres empezar lo más pronto posible tu aventura —emprende su marcha hacia la salida de la casa, no sin antes colocar su mano delante de ti para que te subieses y le acompañases.
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Claro que iré a ver a ese tal Karlos por ti. Lo siento por no contestar antes, todo esto me ha puesto muy nervioso -me excusaba mientras me frotaba la cabeza avergonzado.
Escuché todo lo que dijo el anciano con la poca atención que los nervios me dejaban proporcionarle. Cogí la chapa y me reí un poco tras conocer el nombre del local de Karlos.
-La verdad es que estoy muerto de ganas de empezar mi viaje. Muchas gracias por todo -vi como me tendió la mano y subí a ella sin dudarlo para acompañarlo hacia donde fuese-. Sé que no tienes por que fiarte de mi palabra. Soy un pirata y el honor no nos suele caracterizar, pero te juro que te devolveré este favor por triplicado.
No sabía como iba a cumplir mi palabra, pero estaba tan decidido a ello que en mi cabeza no existía ni un ápice de duda.
Y ese Karlos, ¿Cómo es? -pregunté cambiando de tema-. ¿Es 'majete'?
Escuché todo lo que dijo el anciano con la poca atención que los nervios me dejaban proporcionarle. Cogí la chapa y me reí un poco tras conocer el nombre del local de Karlos.
-La verdad es que estoy muerto de ganas de empezar mi viaje. Muchas gracias por todo -vi como me tendió la mano y subí a ella sin dudarlo para acompañarlo hacia donde fuese-. Sé que no tienes por que fiarte de mi palabra. Soy un pirata y el honor no nos suele caracterizar, pero te juro que te devolveré este favor por triplicado.
No sabía como iba a cumplir mi palabra, pero estaba tan decidido a ello que en mi cabeza no existía ni un ápice de duda.
Y ese Karlos, ¿Cómo es? -pregunté cambiando de tema-. ¿Es 'majete'?
—Es un solete —dice Rodrigo mientras recorréis el camino hacia la puerta—, pero es un poco huraño al principio. Ya verás cómo te cae bien cuando le conozcas un poco.
Cuando llegáis a la sala en la que te han recibido, Amelie aparece con una tetera y unos gruesos guantes en las manos. Hay varias tazas colocadas sobre una pequeña mesa accesoria. Una de ellas tiene las dimensiones perfectas para ti; una lástima que te tengas que ir, ¿verdad?
—¿Para eso me dices que haga té? ¡Siempre igual! —protesta, lanzando una mirada asesina hacia su marido.
—No te pongas así, mujer. Yo me beberé la parte de nuestro amigo.
Por otro lado, la niña te mira con pena en los ojos. Se encuentra frente a una casa de muñecas y, según parece, te estaba haciendo la cama para que tuvieras donde dormir. Sería capaz de partirle el corazón al más fiero te los piratas, o eso te parece al contemplar sus ojos vidriosos.
Rodrigo abre la puerta y se agacha lentamente para dejarte en el suelo. Cosas de la edad, supongo. La cuestión es que te dice que no olvides pasarte por allí antes de irte. Élise te mira desde detrás de su abuelo, aferrando sus piernas y asomando la mitad de su rostro. No sé si tendrías pensado decirle algo, pero tu anfitrión cierra la puerta al tiempo que te hace un gesto de despedida con la mano.
Ante ti se encuentra Johota y tienes que ir en busca de Karlos. Te han dicho que su tienda se encontraba en el puerto, ¿no? Pues vienes de allí... ¡Vaya vuelta más absurda te van a hacer dar! De cualquier modo, puedes desandar tus pasos o confiar en tu sentido de la orientación para encontrar un camino alternativo.
Cuando llegáis a la sala en la que te han recibido, Amelie aparece con una tetera y unos gruesos guantes en las manos. Hay varias tazas colocadas sobre una pequeña mesa accesoria. Una de ellas tiene las dimensiones perfectas para ti; una lástima que te tengas que ir, ¿verdad?
—¿Para eso me dices que haga té? ¡Siempre igual! —protesta, lanzando una mirada asesina hacia su marido.
—No te pongas así, mujer. Yo me beberé la parte de nuestro amigo.
Por otro lado, la niña te mira con pena en los ojos. Se encuentra frente a una casa de muñecas y, según parece, te estaba haciendo la cama para que tuvieras donde dormir. Sería capaz de partirle el corazón al más fiero te los piratas, o eso te parece al contemplar sus ojos vidriosos.
Rodrigo abre la puerta y se agacha lentamente para dejarte en el suelo. Cosas de la edad, supongo. La cuestión es que te dice que no olvides pasarte por allí antes de irte. Élise te mira desde detrás de su abuelo, aferrando sus piernas y asomando la mitad de su rostro. No sé si tendrías pensado decirle algo, pero tu anfitrión cierra la puerta al tiempo que te hace un gesto de despedida con la mano.
Ante ti se encuentra Johota y tienes que ir en busca de Karlos. Te han dicho que su tienda se encontraba en el puerto, ¿no? Pues vienes de allí... ¡Vaya vuelta más absurda te van a hacer dar! De cualquier modo, puedes desandar tus pasos o confiar en tu sentido de la orientación para encontrar un camino alternativo.
- Si decides hacer el camino inverso:
- Tus pasos te llevarán de nuevo al callejón donde viviste unos minutos de tensión hace un rato. Los dos tipos siguen allí, aunque se encuentran uno frente al otro y cuchichean algo incomprensible para ti. Tú decides si intentas pasar por ahí o no.
- Si buscas un camino alternativo:
- En cuanto tuerzas un par de esquinas volverás a toparte de frente con una muchedumbre. Una vez más, comenzarás —literalmente— un baile con la muerte, yendo de un lado a otro para evitar ser pisado por los pies de quienes pasean ajenos a ti. Llegará un momento en que alcances una amplia plaza llena de comercios bastante pijos —al menos eso te parecerá a ti—. En el centro de la misa, algunas vallas delimitan un cuadrilátero de unos cuatro metros cuadrados. Un tipo pega voces a través de un megáfono, desafiando a los allí presentes a retar a su campeón. Hay un par de tipos en camilla, y un tercero alza los brazos en señal de victoria.
—¡Luchen por el mejor premio que puedan soñar! ¡Échenle valor! —exclama el vendehumo.
- Off-Rol:
- Alguna cosilla:
- Intentaré moderar de una a dos veces por semana.
- Intento que toda la información relevante esté en los posts. No obstante, si ves que se me ha pasado algo que es de vital importancia para tu post, no dudes en preguntar. Siéntete libre de manipular tu entorno, NPCs irrelevantes y toda la pesca siempre y cuando no interfieran en la moderación o el resultado de la misma, y siempre y cuando no te den una ventaja —ya sea información o lo que sea— que yo no te he dado. Todo sea por hacer el rol más rico y entretenido. ;)
- No tengo problema en facilitarte información "extra" antes de que hagas algo —como en este post— siempre y cuando seas honesto y sigas la personalidad de tu personaje. Lo iré comprobando de vez en cuando, así que sé honrado y yo lo seré contigo.
Creo que nada más, sólo que procures divertirte. - Intentaré moderar de una a dos veces por semana.
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Dejé que todo sucediera sin moverme mucho de la mano de Rodrigo y sin interrumpir las conversaciones que la familia estaba teniendo. La verdad es que estaba ilusionado por como se estaban dando los acontecimientos, ya que tras las advertencias de Riku, no esperaba encontrarme con buena gente tan rápidamente.
Evidentemente, la mirada de Élise me estaba conmoviendo, pero cada vez que podía le dedicaba una pequeña sonrisa para que no se preocupara. No estaba en mis planes irme de esta isla sin despedirme de esta extraordinaria familia y menos aún sin dedicarles un dibujo de los míos.
Rodrigo me soltó fuera de la casa y se despidió demasiado rápido como para que yo pudiera decir nada más. Lo ultimo que pudieron ver, antes de que cerraran la puerta, es como me despedía con la mano. Aquello ni me molestó ni me extrañó, si algún día llegaba a ser un pirata conocido y alguien me recordara con esta familia podría ser un desastre para ellos.
Decidí pues iniciar el camino hacia la casa de Karlos. Mi intención principal fue hacer el camino inverso, pero mi memoria es mala y mi orientación en ciudades deja mucho que desear. La verdad es que guiarme por estrellas y con mapas me va bien, pero recordar calles lo llevaba mal. Así que inicié el camino intentando recordar lo que podía, pero sólo conseguí perderme y toparme con una muchedumbre que me dificultaría la tarea de avanzar.
No es por alardear, pero mi raza era experta en moverse entre los pies de las personas grandes y yo, aunque no el mejor, no era una excepción. Iba pegado a la pared, intentando escabullirme por detrás de las papeleras, farolas y cualquier cosa que pudiera ocultarme ya que no me hacía gracia toparme con una persona que no fuera tan amable como Élise.
Tras muchas dificultades, pero pocos problemas, llegué a una plaza donde se estaba celebrando una especie de torneo. Yo no entendía bien que estaba sucediendo, así que la curiosidad me hizo detenerme. No era de mi agrado llamar la atención, pero el ego me obligaba a saltar hacia esa especie de ring.
La verdad es que no lo dudé mucho más. Pasé entre las piernas de varias personas, esta vez fue más sencillo al estar quietas y mirando hacia el cuadrilátero. Tras estar cerca grité lo más fuerte que pude.
-¡Yo quiero ese premio! -entré al cuadrilátero sin una pizca de miedo de lo que podría suceder después.
Evidentemente, la mirada de Élise me estaba conmoviendo, pero cada vez que podía le dedicaba una pequeña sonrisa para que no se preocupara. No estaba en mis planes irme de esta isla sin despedirme de esta extraordinaria familia y menos aún sin dedicarles un dibujo de los míos.
Rodrigo me soltó fuera de la casa y se despidió demasiado rápido como para que yo pudiera decir nada más. Lo ultimo que pudieron ver, antes de que cerraran la puerta, es como me despedía con la mano. Aquello ni me molestó ni me extrañó, si algún día llegaba a ser un pirata conocido y alguien me recordara con esta familia podría ser un desastre para ellos.
Decidí pues iniciar el camino hacia la casa de Karlos. Mi intención principal fue hacer el camino inverso, pero mi memoria es mala y mi orientación en ciudades deja mucho que desear. La verdad es que guiarme por estrellas y con mapas me va bien, pero recordar calles lo llevaba mal. Así que inicié el camino intentando recordar lo que podía, pero sólo conseguí perderme y toparme con una muchedumbre que me dificultaría la tarea de avanzar.
No es por alardear, pero mi raza era experta en moverse entre los pies de las personas grandes y yo, aunque no el mejor, no era una excepción. Iba pegado a la pared, intentando escabullirme por detrás de las papeleras, farolas y cualquier cosa que pudiera ocultarme ya que no me hacía gracia toparme con una persona que no fuera tan amable como Élise.
Tras muchas dificultades, pero pocos problemas, llegué a una plaza donde se estaba celebrando una especie de torneo. Yo no entendía bien que estaba sucediendo, así que la curiosidad me hizo detenerme. No era de mi agrado llamar la atención, pero el ego me obligaba a saltar hacia esa especie de ring.
La verdad es que no lo dudé mucho más. Pasé entre las piernas de varias personas, esta vez fue más sencillo al estar quietas y mirando hacia el cuadrilátero. Tras estar cerca grité lo más fuerte que pude.
-¡Yo quiero ese premio! -entré al cuadrilátero sin una pizca de miedo de lo que podría suceder después.
El silencio se hace en el lugar. La gente que se agolpa alrededor del improvisado ring abre un claro justo donde te encuentras. Al principio no saben quién ha hablado, pero alguien repara en tu presencia, te señala y, súbitamente, te conviertes en el centro de todas las miradas. El tipo del megáfono te mira con una sonrisa torcida. Tiene el cuello largo, muy largo, muy muy largo, tanto que no te explicas cómo no se le cae la cabeza.
-¡Parece que tenemos un valiente! -exclama, dándote la espalda y hablándole a su público. Hace un gesto con las manos, arrancando vítores de los allí presentes. Cuando se vuelve hacia ti, un destello de codicia se refleja en sus ojos-. Ven aquí, mi querido amigo.
El comentario va acompañado de una palmada en el hombro de su luchador, que también se gira hacia ti. Entonces puedes comprobar que algo raro le pasa: babea. Literalmente, ríos de saliva se desbordan a través de la comisura de sus labios y van a morir al suelo. Tiene los ojos muy abiertos, demasiado. ¿Acaso siente mucha curiosidad y hambre, todo al mismo tiempo? Quién sabe, todo es plausible.
La cuestión es que un rápido anuncio te indica que todo ha comenzado. El que al parecer va a hacer las veces de comentarista y árbitro -si es que hay alguna regla- toca una diminuta campana y el desquiciado se lanza a por ti. Lanza un puñetazo hacia abajo, hincando la rodilla para tratar de acercarse a ti lo máximo posible. Lleva suficiente fuerza como para agrietar el adoquín sobre el que te encuentras, así como los que le rodean.
-¡Parece que tenemos un valiente! -exclama, dándote la espalda y hablándole a su público. Hace un gesto con las manos, arrancando vítores de los allí presentes. Cuando se vuelve hacia ti, un destello de codicia se refleja en sus ojos-. Ven aquí, mi querido amigo.
El comentario va acompañado de una palmada en el hombro de su luchador, que también se gira hacia ti. Entonces puedes comprobar que algo raro le pasa: babea. Literalmente, ríos de saliva se desbordan a través de la comisura de sus labios y van a morir al suelo. Tiene los ojos muy abiertos, demasiado. ¿Acaso siente mucha curiosidad y hambre, todo al mismo tiempo? Quién sabe, todo es plausible.
La cuestión es que un rápido anuncio te indica que todo ha comenzado. El que al parecer va a hacer las veces de comentarista y árbitro -si es que hay alguna regla- toca una diminuta campana y el desquiciado se lanza a por ti. Lanza un puñetazo hacia abajo, hincando la rodilla para tratar de acercarse a ti lo máximo posible. Lleva suficiente fuerza como para agrietar el adoquín sobre el que te encuentras, así como los que le rodean.
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La verdad es que a medida que sucedían los acontecimientos me daba cuenta que aquello fue una mala idea. Lo primero que sucedió fue que cientos de miradas que se clavaron en mí casi al unísono. Fui avisado por el príncipe que no me dejara ver, que había personas a las que les gustaba cazar razas exóticas, pero mi ímpetud y mis pocas luces lo olvidaron momentáneamente. Por suerte ese miedo se pasó un poco al ver que el del megáfono es un ser más extraño que yo. Su cuello me impresionó, jamás vi alguien así en Dressrosa y no creía que ese ser pudiera existir. Intenté fijarme en sus detalles para dibujarlo en un futuro, pero se dio la vuelta y rápidamente me fijé en su campeón.
Aquello fue lo segundo que me dejó claro que me había metido en un buen lío yo solo. Aquel hombre parecía más tonto que yo, pero la expresión de su rostro me dejaba claro que más que un hombre era una bestia. Nada más dar comienzo el combate y sonar aquella diminuta campana, la bestia se lanza a por mí con todas sus ganas. Por mi parte la idea de huir estaba descartada de antemano y como vi que el hombre no usaba armas, la idea de usar mi anzuelo también. Así que sin pensarlo ni un solo instante devolví el golpe a mi rival, haciendo chocar nuestros puños. Sabía que era la opción más peligrosa, de hecho, era tan mala idea como la de participar en el combate, pero si quería demostrar mi fuerza este era el primer paso. Aunque era diminuto, mi fuerza superaba la de un humano corriente y, aunque aquel hombre no fuese corriente, yo era de los Tontattas menos corrientes de Dressrosa.
Aquello fue lo segundo que me dejó claro que me había metido en un buen lío yo solo. Aquel hombre parecía más tonto que yo, pero la expresión de su rostro me dejaba claro que más que un hombre era una bestia. Nada más dar comienzo el combate y sonar aquella diminuta campana, la bestia se lanza a por mí con todas sus ganas. Por mi parte la idea de huir estaba descartada de antemano y como vi que el hombre no usaba armas, la idea de usar mi anzuelo también. Así que sin pensarlo ni un solo instante devolví el golpe a mi rival, haciendo chocar nuestros puños. Sabía que era la opción más peligrosa, de hecho, era tan mala idea como la de participar en el combate, pero si quería demostrar mi fuerza este era el primer paso. Aunque era diminuto, mi fuerza superaba la de un humano corriente y, aunque aquel hombre no fuese corriente, yo era de los Tontattas menos corrientes de Dressrosa.
Vuestros puños chocan. Durante unos segundos, pugnáis por ver cuál de los dos tiene más fuerza, buscando romper la postura del otro y demostrar quién produce más testosterona de los dos. Puedes notar una ligera molestia en el hombro del brazo que has usado para contrarrestar el puñetazo, mientras que la cara de tu oponente no refleja nada. Si te paras a pensar, esto puede tener dos interpretaciones: que sea algo más fuerte que tú —aunque no mucho por lo que parece— o que no exprese las sensaciones que percibe. Sea cual sea la opción correcta, tal vez sería inteligente no confiar en ganarle a base de fuerza bruta.
Cuando quieres darte cuenta, el tipo ha alzado la otra mano y amenaza con repetir el gesto, pero algo distrae su atención. A uno de los espectadores se le ha caído un artilugio metálico que no puedes distinguir bien. El sonido ha llamado la atención de tu rival, que se dirige rápidamente a por el objeto ante la temerosa mirada de los allí presentes.
Súbitamente, algo parece detenerle. Unos instantes después se tira la suelo y comienza a retorcerse al tiempo que se lleva las manos al pecho. Todo un paronama, ¿verdad? Has ido a dar con los tipos más raros de toda la isla.
—¡El enano! —exclama el que hace las veces de moderador.
El animal reacciona a la orden, pareciendo que lo que sea que le ha hecho retorcerse de dolor ha desaparecido. Te mira y junta sus manos al tiempo que salta hacia ti. Intenta aterrizar a apenas unos centímetros de donde te encuentras, e intentará golpearte con ambas manos como si de un mazo se tratase.
Cuando quieres darte cuenta, el tipo ha alzado la otra mano y amenaza con repetir el gesto, pero algo distrae su atención. A uno de los espectadores se le ha caído un artilugio metálico que no puedes distinguir bien. El sonido ha llamado la atención de tu rival, que se dirige rápidamente a por el objeto ante la temerosa mirada de los allí presentes.
Súbitamente, algo parece detenerle. Unos instantes después se tira la suelo y comienza a retorcerse al tiempo que se lleva las manos al pecho. Todo un paronama, ¿verdad? Has ido a dar con los tipos más raros de toda la isla.
—¡El enano! —exclama el que hace las veces de moderador.
El animal reacciona a la orden, pareciendo que lo que sea que le ha hecho retorcerse de dolor ha desaparecido. Te mira y junta sus manos al tiempo que salta hacia ti. Intenta aterrizar a apenas unos centímetros de donde te encuentras, e intentará golpearte con ambas manos como si de un mazo se tratase.
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Noto que si aquella colisión de puños continuaba podía causarme graves daños en el hombro. Eso me molestó bastante. Confiaba mucho en mi fuerza física, pero eso me dejó claro que en esta aventura iban a ponerme a prueba en todo los sentidos. El desquiciado parece haberse distraído con algo, aunque no le presto atención ya que me preocupa más la situación de mi hombro. Pongo la mano encima y muevo un poco el brazo viendo que tengo una ligera molestia pero nada preocupante.
Escucho el grito del tipo del micrófono y vuelvo al combate. El luchador vuelve a centrar su atención en mí y no duda ni un segundo en lanzarse por segunda vez. Esta vez el ataque lo hace en caída, juntando sus manos y utilizándolas como un mazo. En esta ocasión no dudo en utilizar mi velocidad y agilidad, que no pueden ser sobre valoradas, y doy un amplio salto hacia el lado izquierdo para esquivar el temible golpe. Este genera una gran destrucción en el suelo en el que impacta, levantando una gran cantidad de polvo.
-Me toca.
Doy un segundo salto, esta vez hacia el luchador con la intención de golpear con mi brazo izquierdo su mentón, el cual quedó algo descuidado tras aquel ataque tan precipitado. Me serví del polvo que el hombre había levantado para poder pillarle por sorpresa y así aumentar las probabilidades de que que mi golpe diera en el objetivo.
Escucho el grito del tipo del micrófono y vuelvo al combate. El luchador vuelve a centrar su atención en mí y no duda ni un segundo en lanzarse por segunda vez. Esta vez el ataque lo hace en caída, juntando sus manos y utilizándolas como un mazo. En esta ocasión no dudo en utilizar mi velocidad y agilidad, que no pueden ser sobre valoradas, y doy un amplio salto hacia el lado izquierdo para esquivar el temible golpe. Este genera una gran destrucción en el suelo en el que impacta, levantando una gran cantidad de polvo.
-Me toca.
Doy un segundo salto, esta vez hacia el luchador con la intención de golpear con mi brazo izquierdo su mentón, el cual quedó algo descuidado tras aquel ataque tan precipitado. Me serví del polvo que el hombre había levantado para poder pillarle por sorpresa y así aumentar las probabilidades de que que mi golpe diera en el objetivo.
Golpeas el mentón del tipo, que no hace el menor gesto por defenderse o esquivarlo. Ni siquiera te mira, aunque es imposible discernir si es por ausencia de reflejos, por incapacidad para verte o por simple y sencilla indiferencia.
Sea como sea, cae de lado y rueda un par de veces antes de volver a levantarse con torpeza. Varios hilos de saliva se deslizan entre sus labios e impactan sonoramente contra el suelo justo antes de que, sin previo aviso, caiga fulminado. Es como si se hubiese cortocircuitado, pero no tienes demasiado tiempo para conjeturar acerca de lo que acaba de suceder.
La muchedumbre grita a tu alrededor. Algunos, los más gañanes, te vitorean sin descanso y te piden que sigas zurrándole. Otros, también gañanes pero algo más centrados, lanzan al aire acusaciones entre las que "estafador" destaca por ser la más leve.
Si miras para comprobar dónde está el tipo del megáfono en busca de tu premio, comprobarás que se ha esfumado. Seguramente él sea el increpado, ¿no te parece? De un modo u otro, el gentío no tarda en comenzar a disolverse; se ve que no eres tan interesante sin alguien que reciba tus golpes. Si optas por acercarte al babeante animal con el que te has estado pegando, comprobarás que está definitivamente muerto.
Puedes continuar tu camino hacia el puerto o darle sepultura, lo que prefieras. Hagas lo que hagas, si vas preguntando terminarás por encontrar el taller de Karlos. Es un edificio de una única planta y bastante modesto, flanqueado por otros dos mucho mayores que hacen parecer insignificante al primero.
Sea como sea, cae de lado y rueda un par de veces antes de volver a levantarse con torpeza. Varios hilos de saliva se deslizan entre sus labios e impactan sonoramente contra el suelo justo antes de que, sin previo aviso, caiga fulminado. Es como si se hubiese cortocircuitado, pero no tienes demasiado tiempo para conjeturar acerca de lo que acaba de suceder.
La muchedumbre grita a tu alrededor. Algunos, los más gañanes, te vitorean sin descanso y te piden que sigas zurrándole. Otros, también gañanes pero algo más centrados, lanzan al aire acusaciones entre las que "estafador" destaca por ser la más leve.
Si miras para comprobar dónde está el tipo del megáfono en busca de tu premio, comprobarás que se ha esfumado. Seguramente él sea el increpado, ¿no te parece? De un modo u otro, el gentío no tarda en comenzar a disolverse; se ve que no eres tan interesante sin alguien que reciba tus golpes. Si optas por acercarte al babeante animal con el que te has estado pegando, comprobarás que está definitivamente muerto.
Puedes continuar tu camino hacia el puerto o darle sepultura, lo que prefieras. Hagas lo que hagas, si vas preguntando terminarás por encontrar el taller de Karlos. Es un edificio de una única planta y bastante modesto, flanqueado por otros dos mucho mayores que hacen parecer insignificante al primero.
- Nota:
- Puedes describir el camino y los edificios a tu gusto, así como a Karlos. Si no quieres hacerlo yo lo haré en el próximo post, pero no puedes añadir nada del pasado de Karlos, sobre lo que te va a pedir, ni nada por el estilo.
- Nota 2:
- Actualmente tienes nivel 1 y, por tanto, el NPC con el que has luchado está pensado de acuerdo a eso. Su tier de fuerza no le da ni de lejos para romper el suelo ni levantar nubes de polvo modo tormenta de arena. Si esto camba en algún momento con algún NPC, te lo haré saber en el mismo post.
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