Los señoritos piden té [Moderado] [Nivel 3] [Erik Carter]

No estás en English Garden por ningún asunto oficial. Por casualidades de la vida, te hallas sentado en un cómodo sillón negro de cuero. Te encuentras dentro de uno de los locales más prestigiosos de la ciudad: "The Drunken Clam". Allí, todos van vestidos de etiqueta, pues es un lugar con clase y hay que mantener las apariencias. Ahora te preguntarás... ¿qué haces ahí? Verás, un conocido patrocinador del North Blue ha decidido patrocinar a tu equipo, mas no gratuitamente. Así que has quedado con él en este local tan concurrido.

Te acabas de acomodar en el sillón, pues prácticamente acabas de llegar. Pasan unos minutos hasta que diriges tu mirada a la entrada del lugar. El hombre que presencias viste un elegante y vistoso traje carmesí, que a primera vista llega a cegarte de lo saturado que está. Puedes apreciar cierta edad en el sujeto a medida que se acerca, puesto que se pueden presenciar las primeras arrugas en diferentes partes del rostro, además de que sus párpados empiezan a estar caídos. Tras pasar unos segundos, suficientes para que le examinases de arriba a abajo, el individuo se ajusta su engominado pelo hacia atrás y se coloca correctamente las pequeñas gafas que portaba. Antes de sentarte, te tiende la mano y tu oído puede apreciar una voz seria y con un tono grave, pero a la vez tu vista capta una sonrisa amigable en su rostro.

- Usted debe de ser Carter. Es un placer conocerle. Puede llamarme Kennedy. - se toma su tiempo para sentarse y colocarse de una forma cómoda en el sillón, para luego dejar la maleta que portaba en la mano sobre la pequeña mesa de cristal que separaba ambos asientos. - ¿Vamos al grano directamente, señor Carter? - te pregunta, mientras pone sus codos en sus piernas y junta las manos, en posición pensativa.

No es cómodo. Pica, aprieta y dificulta el movimiento. Y, por encima de todo, pica. Mientras Erik pensaba en qué estúpido motivo podría haber llevado a la clase gobernante del mundo a decidir que los trajes eran algo no deseable, sino muestra de clase y buen gusto, paseaba con impaciencia su mirada por las opulentas parejas y sus opulentos ropajes con cierta desgana, deseando terminar con aquello cuanto antes, no tanto por la incomodidad (aunque sí) sino por lo que significaba.

-El placer es todo mío, señor Kennedy. -Lo primero es ser educado, Kennedy es un inversor muy potente y conocido en el North Blue y su patrocinio significa una cantidad tan exagerada de dinero que serviría para patrocinar una Liga Oceánica más que para pagar los costes del equipo. El sincero suspiro de Erik ante la actitud decidida y directa de Kennedy refleja su impaciencia e incomodidad más que cualquier gesto o mirada. -Encantado de saltarme las formalidades, señor. Cuando contactó conmigo me dijo que su oferta traía ciertas condiciones, así que me gustaría escucharlas antes de nada. -Erik deseaba aceptar más que nada en el mundo, pero sabía que, como capitán, debía velar por los intereses de todo el equipo, no los suyos propios.

Mientras esperaba, recostado en el sillón, se desabrochó inconscientemente el primer botón de la apretada camisa que había comprado para la ocasión, tal vez por no poder soportar más las restricciones que le imponía o por la promesa de amistad en el rostro de Kennedy.

Al oír tu respuesta, el sujeto asiente con los ojos cerrados. Inspira pausadamente por su nariz, para luego soltar el aire contenido por la boca. Presta atención, porque Kennedy se halla a punto de hablar de cosas importantes.

- Verá, Carter... supongo que ya conoce a mi empresa. PlayNation es el lugar de confianza de todo aquel que haga apuestas deportivas. Supongo que también sabrá que una importante relevancia en la mayoría de los mares. Bien, aclarado este punto por si quedaban dudas... primero le diré una de las razones por las que a mi empresa le interesa el patrocinio de su equipo. La verdad es que el deporte que practican ha sufrido un reciente aumento de popularidad... ¿y conoce usted las razones de ello? Una de ellas, Carter, es el equipo del cual eres capitán. Si bien era un deporte un tanto desconocido hace relativamente poco, ustedes le han dado la fama que necesitaba. No obstante, patrocinarles conllevaría un gran beneficio, y una mejora sustancial para el equipo. Pero, ¿sabe? Nuestra empresa es conocida, como ya le he dicho. Por ello, debo negociar unas condiciones directamente contigo, pues ya se ha llegado a un acuerdo con vuestro entrenador... el cual nos dijo que usted tenía la última palabra. - hizo una breve pausa para aclararse la garganta. - Solo hay una condición. Si la mayoría de gente apuesta en su contra... su deber deberá ser el otorgar la victoria al contrincante. Y viceversa. Esto lo hacemos para eliminar completamente a la minoría que vota la otra opción, pues se han visto casos en los que... hemos tenido que dar demasiado dinero. Si acepta, podrá quedarse este maletín, en el cual se hallan unos cuantos millones de berries. Si no... mala suerte.

Cuando termina de hablar, ves como un par de hombres encapuchados se acercan a unos marines de la barra. Simplemente, te llaman la atención.

Off-rol:

Off-Rol:

No puede ser, es sencillamente inconcebible. El discurso de Kennedy tiene el efecto de una semana de exposición al sol del desierto sobre Erik. Mientras escucha, con la mandíbula apretada, a su interlocutor, se desabrocha, inconscientemente, otro botón, al tiempo que su rostro comienza a encenderse levemente. Qué calor.

Erik posó su mirada unos segundos en los encapuchados que se acercaban a los marines antes de clavar la vista en los últimos. Marines. Gobierno Mundial. Ley. Orden. Allí estaba, escuchando como un cerdo le ofrecía dinero por amañar partidos a escasos metros del brazo armado de la ley en los mares. Decidido.

Erik se puso en pie, volviendo a mirar a Kennedy y a su maletín, que contenía mucho más dinero del que había visto jamás. Inspiró profundamente y, tras un instante en que el tiempo pareció detenerse, expulsó todo el aire de forma explosiva. Casi tan explosiva como el puñetazo descargado sobre el rostro de Kenney. Mientras el hombre trataba de incorporarse, Erik se giró hacia el par de marines, que ya se habían levantado, alarmados, bajo la sorprendida mirada de los refinados presentes.

-¡Este hombre intenta sobornarme para que mi equipo y yo formemos parte de una trama criminal de apuestas amañadas! ¡Me ha ofrecido una cantidad insultante de dinero para que acepte! ¡Marines, defensores de la ley y la justicia del mundo, detened a este gusano!

Para enfatizar la última frase, un fuerte puntapié al millonario maletín, que vuela un par de metros y se abre al impactar con el suelo. En ese preciso momento, Erik se percata de que las figuras encapuchadas siguen cerca de los marines. Muy cerca.

Kennedy recibe tu puñetazo, echándose para atrás y agarrándose firmemente al sillón. Mientras gritas para llamar la atención de los marines, que casualmente se han levantado a ver qué ocurre, el patrocinador suspira muy fuerte.

- ¿Qué se supone que haces, chico? - dice Kennedy, mostrando una actitud seria y para nada alarmada. - Que sepas que te arrepentirás de esto mucho más de lo que puedes imaginar.

El hombre se levanta y te dedica una mirada fría y sanguinaria, como si te despedazase con ella. El pequeño grupo de marines se acercan a vuestra posición. Uno decide hablar, mientras los otros intentan calmar a los presentes.

- ¿Una trama criminal de apuestas amañadas? Y supongo que el dinero... - señala el maletín y todos los billetes que aún siguen en el aire tras su apertura. - De todas formas... hemos visto claramente violencia por tu parte, chico. Por lo tanto, os venís ambos con nosotros. Quedáis arrestados. Chicos, esposadles.

Los otros dos marines se acercan a vosotros e intentan poneros las esposas. No obstante, algo ocurre. Puedes ver y escuchar como una serie de disparos ejecutan al trío de agentes de la ley. Tres tiros limpios atraviesan sus cabezas. Luego, observas como los dos encapuchados que has visto antes escapan hacia la calle. Nada más escuchar los disparos, la gente huye despavorida de allí. Kennedy suspira, aliviado de no ser detenido, y se dedica a recoger los billetes y volver a introducirlos en el maletín, para luego irse por donde ha venido, indignado. ¿Qué harás? ¿A quién perseguirás? ¿O quizás llamarás a más agentes del orden para que vean lo ocurrido?

Contaba con ello, era evidente que debería acompañarlos tras el aparentemente gratuito ataque al magnate. Pero no contaba con lo que vino después.

Erik se llevó la mano a la cara lentamente mientras Kennedy recogía su dinero negro y, con un dedo, quitó de su mejilla un trozo de marine. No sabía si era sangre o algo peor. No quería saberlo. Solo sabía que estaban muertos. Se arrancó la camisa y el traje con violencia y recogió, de su mochila al lado del cómodo sofá donde un segundo antes había estado sentado, su camiseta de deporte. Se la puso y asió firmemente su arma.

Corrió hasta la salida, casi alcanzando a Kennedy en el proceso. Da igual. Kennedy no es más que un corrupto, pero esos dos encapuchados son asesinos. Un rápido vistazo alrededor detecta las esquinas de dos capas que se pierden por un callejón, no lejos de allí. Convencido y decidido, Erik corre en pos de los fríos y sanguinarios asesinos.

Efectivamente, ves como los dos asesinos se introducen en un callejón. Sin embargo, cuando llegas a la callejuela, no consigues ver a nadie. Has perdido su rastro, pues al parecer han demostrado ser muy escurridizos. No te desanimes aún, puedes examinar el terreno para ver hacia qué dirección han ido e intentar alcanzarles. No obstante, igual lo vas a tener complicado. Un grupo de marines se dirige hacia ti, mientras llaman tu atención a gritos.

- ¡Eh, tú! ¡Espera ahí! ¡Tenemos que hablar contigo! - dicen justo antes de pararse frente a ti, en el caso de que no hayas llegado a salir por patas. - ¿Qué demonios ha pasado en el local de ahí detrás? Nos han llamado y nos hemos encontrado con una masacre de marines. Los testigos nos han dicho que dos encapuchados fueron los causantes, y que al parecer iban nuestros compañeros iban a detener a un hombre con el pelo blanco antes de ser atacados. Creo que tú tienes algo que ver con esto, ¿no? - te pregunta uno de ellos. En total son cuatro marines.

Desaparecidos, pero no sin rastro. Un rápido escrutinio del callejón revela algunas cosas fuera de sitio, pero antes de tener tiempo a rebuscar, llega una cuadrilla de Marines.

-En efecto, yo soy uno de los dos causantes del altercado que iban a ser detenidos y llevados al cuartel. Pero eso no importa ahora. He seguido a la carrera a los dos encapuchados que asesinaron a vuestros compañeros y se metieron en este callejón. No me voy a resistir al arresto, pienso colaborar en todo, pero debéis dar prioridad a los asesinos por encima de una trifulca de bar. Puedo ayudaros, así no me perderéis de vista y podréis detenerme en cuanto los hayamos cogido. Os doy mi palabra.

Como gesto de buena voluntad para acompañar sus palabras, Erik deja caer a los pies de los marines su pesada bola de pinchos y la cadena, intentando demostrar que no planea resistirse. Acto seguido, antes de la reacción de los marines, se voltea y comienza a inspeccionar el callejón en busca de alguna pista. No perder tiempo es crucial o el rastro podría perderse.

Los Marines te miran fijamente. Varios de ellos levantan la ceja, ante tu decisión de descubrirte a ti como culpable. De todas formas, parece que no le dan tanta importancia como a la masacre que acaban de presenciar. Con un breve gesto con la cabeza, el que parece ser el más veterano del grupo ordena a sus compañeros entrar al callejón para explorar. Él, por su parte, se queda contigo para dejarte unas cuantas cosas en claro.

- No sé lo que habrás hecho, chico. Lo que sí sé es que ahora no es momento de ponerse con tonterías, pues tenemos una afrenta mucho más grave contra la ley ahora mismo entre manos. De todas maneras, no te voy a quitar el ojo de encima. Camina delante de mí, y no hagas movimientos sospechosos. Si ayudas con la búsqueda de los asesinos, me plantearé escuchar tu versión de la historia y decidir lo que hago contigo.

El hombre te pone una mano en el hombro, y hace un poco de fuerza para indicarte que te metas en el callejón. Allí, ves como el trío de marines intentan averiguar hacia donde han ido. No obstante, su investigación resulta en vano, pues no encuentran nada. Tú, por tu parte, cuando emprendes la búsqueda de pistas que te lleven ante el paradero de los criminales, te das cuenta de que no hay ni rastro. Es inútil, quedarse en esa zona a buscar es completamente una pérdida de tiempo.

- Tyler y Rasko, id por el callejón de la derecha. Yviel, tú conmigo. -ordena a sus subordinados-. Vamos a separarnos para buscar a estos tipos... porque si no no los encontraremos nunca. No voy a dar esta batalla por perdida. Vengaremos a nuestros compañeros caídos llevando a estos desgraciados ante la verdadera justicia. ¡Vamos! -da la orden de avanzar a los dos subordinados que ha asignado al callejón derecho-. Tú vendrás con nosotros, peliblanco. Ya te he dicho que no te voy a quitar el ojo de encima. Por cierto, dime tu nombre para dirigirme hacia ti, anda. -te ordena, pues tampoco estás en condiciones de elegir-.

Se lo digas o no se lo digas, partís hacia la pequeña callejuela que se halla justo en línea recta. Una vez salís de allí, accedeis a una zona muy poco transitada. La calle no es del todo amplia, y está muy poco iluminada. Los locales están todos cerrados, y muchos de ellos abandonados. Si te fijas bien en los dos lados de la calle, podrás divisar un transeúne a la derecha, y dos a la izquierda, calentándose junto a un barril en llamas.

- Esta ciudad es un laberinto... va a ser muy difícil encontrar a estos tipos por aquí, señor. -dice el subordinado que ha ido con vosotros, de nombre Yviel. Es un chico bastante joven, pues no alcanza siquiera la veintena. No obstante, tiene una constitución muy atlética y mide cerca de los dos metros, a diferencia de su superior, que no supera el metro setenta.

- Los encontraremos. Son escurridizos, pero... los encontraremos. De momento creo que la mejor idea sería investigar esta calle por separado. Yviel, ve por la derecha. Peliblanco, ve por la izquierda. Yo echaré un vistazo a estos edificios de aquí... por si acaso.

Ya sabes, no tienes muchas opciones. Deberás acatar las órdenes del marine si no quieres acabar arrestado más pronto que tarde. Si te pones a investigar tu lado de la calle, tendrás la oportunidad de entablar conversación con los transeúntes. Si tu vista es lo suficientemente avispada, verás una tenue luz proveniente de uno de los locales abandonados, la puerta del cual se halla tapiada con tablones. Por otro lado... hay otro callejón cerca de los transeúntes. Quizás si te introduces en él podrías descubrir algo interesante.

Contaba con una charla como aquella, era obvia y esperable, así que no supuso ninguna molestia.

-Puede llamarme Erik, señor. No hay problema, no haré nada raro y le avisaré de inmediato de todo cuanto averigüe. Le doy mi palabra.- Las sonrisas sinceras siempre ayudan a que la gente se relaje.

Yviel parece decidido y tiene una forma física notable y el líder parece muy experimentado, pero ¿Separarse? Buena forma de vigilar al posible delincuente.

Tras apartar esos pensamientos sin propósito de su cabeza, Erik, acatando las órdenes del marine, se encamina hacia el lado izquierdo. Muchas cosas llaman la atención. No hace tanto frío como para necesitar calentarse así, aunque la gente suele hacer cosas por comodidad más que por necesidad. Por otro lado, ¿Luces en un local tapiado? Apesta. Y callejones. Más callejones. Todas las opciones se presentaban factibles y poco apetecibles, pero Erik nunca se desanimaba.

Optó por lo más sensato, ir por orden. El local tapiado con luz era lo más cercano, así que se acercó lo más rápido que pudo sin hacer ruido y espió por entre las tablas un instante. Si había tras las maderas alguna pista de los asesinos, actuaría. De lo contrario, simplemente iría directo a hablar con los dos hombres que se calentaban en el barril. No podía permitirse derrochar tiempo, pues era un factor clave en la persecución.

Cuando te asomas a ver qué es lo que hay dentro del local compruebas que, efectivamente, no hay nada interesante dentro... salvo un par de transeúntes calentándose en otro barril en llamas. ¿Acaso esos barriles no son el mejor invento de la humanidad? En cualquier caso, decides ir a entablar conversación con los que se hallan en mitad de la calle.

—Hola, chico... ¿qué te trae por aquí? —te dice el viejo que está a la derecha, el cual se halla sentado en un taburete casi destrozado. Salta a la vista su condición social por sus harapos, además de por su frondosa barba blanca y su cabello deshecho color ceniza. Si superas el metro setenta notas que, aunque esté sentado, es alguien bastante pequeño.

—Frank, Frank... ¿qué haces? Te tengo dicho que no asustes a la gente que pasa por aquí... —dice en voz baja el otro sujeto, el cual parece unos diez años más joven. Aún siendo de mediana edad, notas como su estadía en la calle le ha pasado mucha factura a su apariencia.

—Nada, Milo. Se ha acercado él, igual quiere algo de nosotros —siguen hablando como si no estuvieras.

Tú decides lo que preguntarles a los vagabundos. Piensa con cuidado y con sabiduría.

Parecen gente sencilla y amistosa, eso es bueno. En caso de que no sean los asesinos, claro. Lo primero es medir su altura aproximada y su complexión. No parecen encajar, uno es realmente bajito y los dos asesinos eran de estatura normal, casi como los marines. Tampoco tiene sentido por sus ropas y sus pintas, llevaría demasiado tiempo ponerse un disfraz así, mal olor incluido. No, no parecen ellos.

-No pasa nada, Milo.- El tono cordial, desenfadado y relajado de la gente a la que no le gustan las formalidades es universal y reconocible en todo el mundo.- Soy un chico rudo, hace falta más para asustarme. Quería preguntaros si habéis visto a alguien pasar por aquí. Concretamente dos figuras encapuchadas. Ya sabéis a que me refiero, pinta chunga.

Erik no consideró prudente revelar un motivo para la búsqueda, en parte para no meter la pata y en parte por la actitud de los hombres. La gente sencilla no es tan intrigante como la alta sociedad y si un tío majo te pide señas, se las das. Siempre y cuando no seas amigo de dos asesinos de Marines, claro.

Mientras espera la respuesta, mira de reojo por encima de su hombro al otro lado de la calle, no vaya a ser que su "custodio" haya encontrado algo por el otro lado. Y el chaval, el Quicker en potencia, aunque es posible que esté fuera de la vista.

Es evidente que los vagabundos no saben nada y, aunque la actitud de uno es bastante descortés, el otro se da perfecta cuenta de la gravedad de la situación y no trata de aprovecharse de ella. Eso le honra.

Erik saca lo que le queda de comida, una pequeña bolsa con dos empanadillas que compró antes de quedar con aquel perro de traje, y se la tiende al vagabundo agradable mientras mira al marine. El grito de la mujer llega a sus oídos muy levemente, pero es claro. El marine es duro, podrá aguantar unos instantes sin mi.

-Esto es todo lo que tengo, lo siento. Y muchas gracias por la ayuda.- Tras casi arrojarle la bolsa a los mendigos, Erik salió disparado hacia el callejón donde escuchó el grito, asegurándose de no entrar para que el marine no lo pierda de vista. De este modo podría ver lo que sucedía sin enfadar "demasiado" a su custodio. De no encontrar nada, saldría corriendo hacia el marine a disculparse y explicar lo que había pasado.

Cuando extraes los víveres de tu bolsa… si te fijas, puedes comprobar como los ojos de los dos sujetos brillan de felicidad. Pese a que quiere rechazar tu ofrecimiento, el más joven decide comerse su orgullo y aceptar tu humilde obsequio. En el fondo, también tiene hambre. Justo cuando decides irte, los dos hombres empiezan a comer como posesos hambrientos. Con la boca llena, ambos te dan las gracias.

Sales corriendo hacia la ubicación donde parece proceder el grito. En el callejón en cuestión… no ves nada en especial. No hay ninguna mujer, ni nadie en particular. Es un simple callejón estrecho con varias ratas acechando por él. El silencio tan solo es perpetrado por el goteo que cae de las tuberías de los edificios, impactando en el suelo y formando unos pequeños charcos. ¿Quién ha gritado, entonces? No sabes qué está pasando, pero tu deber es llegar al fondo de todo esto.

Desde la posición de tu superior escuchas un estruendo de madera rompiéndose. Corres hacia su ubicación y, al parecer, las cosas en tu cabeza parecen encajar mínimamente. Tu superior no está, y la madera que cubría el local donde se alojaban los vagabundos y en el cual no parecía haber nada… está en el suelo. Dentro, las cosas parecen estar bien. Es un lugar bastante espacioso, dado que está completamente vacío salvo un barril y dos taburetes. Al final del lugar puedes divisar una escalera ascendente. Si recuerdas a los dos transeúntes que se hallaban alojados allí, podrás comprobar que han desaparecido. No hay signos de batalla en la sala, ni siquiera en la escalera. Si eres lo suficientemente inteligente, notarás que todo aquello encaja cada vez más.

En el piso de arriba, se escucha como algo cae al suelo. Por el sonido, se puede intuir que no es algo frágil, sino algo pesado. Tras eso, si agudizas el oído puedes escuchar una ahogada voz que pide auxilio encima de tí, quizás producto del eco formado en el edificio por la ausencia de muebles. Lo más sensato sería subir. Si lo haces, hallas un pasillo de la misma longitud que la sala donde acabas de estar. Todas las puertas se hallan cerradas, aunque no en perfecto estado. En total hay cuatro habitaciones, mas no has oído ninguna puerta cerrarse. Si decides no subir, está en tu mano encontrar una alternativa para averiguar qué está pasando.

El grito no ha sido imaginario, pero no hay nadie en su lugar de procedencia, no tiene sentido. Pero no hay tiempo para pensar.

La madera ha estallado hacia el interior y hay ruido en el piso de arriba, es evidente que el marine ha subido tras ver algo. Erik analiza sus posibilidades rápidamente y, tras medio segundo de duda, toma una decisión.

Dos pasos de carrerilla, patada a la pared y brazos al saliente bajo la ventana. Un segundo para coger aire, impulso hacia arriba y ventana rota.

No había forma de saber lo que aguardaba al otro lado, pero Erik entró con confianza, como siempre. Se incorporó dando una voltereta y se puso en guardia. No había tiempo para tonterías. Si la habitación estaba vacía, reventaría puerta tras puerta hasta encontrar algo, con el oído atento por si escuchaba pasos en la escalera.

Justo la primera habitación que pateas resulta ser la correcta. Allí, tras hacer la voltereta, observas una escena un tanto… sangrienta. El cuerpo de tu superior yace sin vida al final de la sala, rodeado de un gran baño de sangre. Tu visión no capta a ningún sujeto más, al menos hasta el momento en que oyes el sonido de una tela siendo ondeada con el viento. En unos instantes, a un metro de ti se encuentra uno de los encapuchados. No obstante… no hace nada. Te observa fijamente. Difícilmente puedes verle el rostro ni sus ropajes.

—Tu sentido de la justicia ha perjudicado la vida de otra persona… ¿cómo te sientes? —una voz femenina habla detrás de la capucha—. Y además… va a perjudicar la tuya. Tu ineptitud te ha hecho creer que de verdad otra persona ajena al Gobierno iba a morir por nuestras manos. Dudo que siquiera sepas qué queremos conseguir, pero… me siento dolida porque la gente piense eso de nosotros. No somos asesinos, chico… buscamos algo que esta gente nos arrebata: la libertad. Te diré algo, y quiero que me escuches y guardes tu rabia ahí dentro. No nos importas, y por eso no te mataremos. Si te metes en nuestro camino, te mataremos —tras esto, escuchas una breve carcajada proveniente de la misma mujer—. ¿Recuerdas a los sabuesos del Gobierno que asesinamos en aquel bar? ¿Sabes a dónde se dirigían luego? Iban a transportar a un montón de esclavos a Sabaody. ¿Para qué? Ni siquiera te puedes imaginar, chico… no te haces ni una mínima idea de para qué. ¡Adivínalo! ¡Adivinalo y entonces te darás cuenta de la clase de personas que hay en este mundo! —exclama finalmente la mujer.

De ti depende el próximo movimiento. Debido al sonido provocado tanto por ti como por otros factores, los compañeros del fallecido no deberían tardar demasiado en acudir a la escena. Aún así, deberías ganar tiempo de una manera u otra.

Suena pasional e intenso. La voz de la mujer cambia de tono de forma vibrante y encantadora mientras Erik escucha, atento y en guardia, su arrobadora voz. Y, de pronto, risa. Una risa fría, gélida como la última de las capas del infierno, que rompe por completo la magia del discurso y aleja la mente de Erik del recuerdo de la joven revolucionaria con la que tuvo el breve placer de viajar.

-No necesitas explicarme de qué es capaz el Gobierno Mundial, mujer, me crié en Lvneel bajo el yugo de la familia Markov mientras el Gobierno miraba a otro lado y permitía a esos tiranos hacer lo que les viniera en gana, sin mostrar el menor interés por nosotros. No vas a convencerme de su maldad, es algo que conozco desde que tengo uso de razón. Pero tampoco vas a convencerme para que no te califique de asesina. Has matado a jóvenes indefensos que bien podían no tener ni idea de lo que estaban haciendo. Podían ser simples reclutas, cumpliendo órdenes, con la ilusa creencia de ayudar al mundo al cumplir los designios del Gobierno. No voy a protestar porque hayas salvado a unos esclavos de su funesto destino, pero no puedo tolerar que asesines de forma desapasionada y despiadada a gente que podría ser inocente, siempre es preferible dejar vivir a mil culpables que arrebatar la vida a un solo inocente. Si realmente buscas la libertad que predicas, piensa en la que le acabas de arrebatar a toda esta gente sin siquiera darles una oportunidad, sin tratar de abrirles los ojos a la verdad del mundo. El Gobierno Mundial está podrido, pero asesinar a unos pocos marines no cambiará nada, debe cambiar desde dentro. Sin asesinatos, sin derramamiento de sangre, con verdadera justicia y buscando la libertad. Esta es mi determinación, mujer.- Erik realizó una pequeña pausa en su discurso para armarse de valor y aire, además de escuchar hacia la calle. Pasos apurados. Seguramente marines. Era todo o nada, debía mantener allí a aquella mujer, un asesino no podía salir impune así como así.- Lo lamento mucho, pero no puedo dejarte ir.

Tras decir esto, sin pausa entre medias, lanzó una onda de choque con la mano de la espada ligeramente hacia la izquierda de la mujer mientras cargaba con el escudo en alto, dispuesto a golpearla con el mismo si, como era de esperar, se movía hacia su derecha para esquivar el ataque.

Tus palabras solo inducen a la muchacha a volver a reírse. Sin embargo, pese a que te observa en posición de guardia e intuye que le vas a atacar, no mueve un pelo.

—Ingenuo. Los niños ingenuos como tú no llegan a nada. ¿Que eran inocentes? ¿Que solo siguen órdenes? Chico, si los sabuesos acatan se convierten en cómplices. Si ellos deciden llevar ese barco a su destino, esos esclavos acabarán sirviendo de reposapiés para los Dragones Celestiales. Pero bueno, veo que no vas a entrar en razón —acto seguido, hace una seña con la mano hacia arriba—. Parece que habrá que derramar más sangre.

—Eso parece —dice una voz masculina, justo detrás de ti.

Como bien predices, la mujer se mueve hacia la derecha para esquivar tu onda de choque con facilidad. No obstante, cuando le golpeas con el escudo esta se halla con los brazos en forma de cruz. De sus muñecas salen dos cuchillas que sirven de amortiguador. La muchacha es empujada varios metros hacia atrás, pero no parece inmutarse demasiado.

Si no te has dignado a ocuparte de tu retaguardia, la voz masculina que has oído hace unos instantes inicia su ofensiva dirige su pierna hacia tu espalda con el fin de realizar un golpe seco en ella y desestabilizarte. La muchacha, en cambio, corre hacia ti con las dos cuchillas a la vista. Tras esto, decide deslizarse por el suelo para intentar herirte las dos piernas con dos cortes limpios. Los pasos de los Marines parecen estar más cerca, pero al parecer aún tardarán en llegar.

Un segundo asesino, por supuesto. Eran dos figuras, idiota.

El golpe no llegó por sorpresa, aunque no pudo hacer nada para evitarlo. El impactó en la espalda lo desestabilizó hacia el frente, al tiempo que la mujer se abalanzaba contra él, con la evidente intención de dañas sus piernas, pero el miedo era algo desconocido para Erik. Su mente no estaba entre dos asesinos, sino en un partido. Empujado por el corredor enemigo desde la espalda y con un arma directa a tus piernas, solo hay una solución. Dejarse llevar.

El joven, en lugar de intentar recuperar el equilibrio, se impulsó aún más hacia el frente y saltó, iniciando una voltereta en el aire de modo que su escudo quedó apuntado hacia abajo, pasando por encima de la mujer y evitando que alzase sus cuchillas para pillarlo al vuelo. Pero no todo en su plan fue perfecto pues, al no haber cogido carrerilla suficiente y haber iniciado el salto de forma tan precipitada, no completó la voltereta y, aunque sus pies tocaron el suelo, el peso de su cuerpo lo echaba hacia atrás. Sin dudar un instante, lanzó hacia atrás una onda sónica, no con la intención de golpear a sus enemigos, aunque no estaría mal, sino para poder impulsarse lo necesario para recuperar el equilibrio y volver a adoptar postura de guardia con el escudo, aunque, dada la distancia que había recorrido con su maniobra, ahora se encontraba arrinconado contra la pared.

Las cosas se iban a poner serias. Al ver que los había esquivado, seguramente se lo tomarían un poco más en serio para el siguiente intento, por lo que, con la esperanza de molestarlos, hizo vibrar a máxima potencia su espada.

Aclaración de la Vibración:

La habitación no es tan grande, en dos zancadas estaría a su lado. Solo hay dos salidas, la ventana, situada a la espalda de la tiradora, y la puerta por la que acaba de salir el otro asesino, a la diestra del deportista. Dos zancadas de atleta entre ambos, 4 pasos atrás hasta la ventana, 6 de lado hasta la puerta. Podía ser, podía hacerlo. Pero en dos zancadas pueden llegar muchos disparos. Tenía que pensar rápido y moverse más rápido aun.

Una sonrisa asoma en el rostro del joven. No es que no entienda la situación, la entiende, pero le da igual. No es valor, el valor requiere tener miedo, pero el chico no se encuentra frente a un asesino con un arma, se encuentra en el punto crítico de la eliminatoria, y todo depende de él. Y disfruta.

Alza las manos y suelta su "espada", que desaparece al tocar el suelo. El escudo está enganchado con una cincha a su brazo, como puede observar la asesina. -No he venido a esta isla a morir por nada y ya no puedo salvar a ninguno de esos marines. -Mientras habla, sin forma de que la mujer se percate, a nivel del suelo, en el piso de abajo, aparecen unas lineas rectas y regulares que cubren un área algo más amplia que el edificio que ocupan. Es oficial, es un partido.

No hay margen para la duda ni para el miedo. En cuanto las líneas aparecen por completo, empieza a moverse. ¿Situación delicada? ¿Desventaja? ¿Acorralado? Conoce su significado, pero se niega a reconocerse en esa situación. Los demás ven a un niño con un escudo de madera contra una asesina, él ve un sinfín de detalles que le otorgan la pequeña ventana que necesita. Ve un escudo tan duro como el hierro, aunque no lo aparente, ve un zumbido que interrumpe la concentración de su rival, tal vez hasta un pequeño problema de equilibrio si su ataque previo impactó (los daños al oído son muy traicioneros) y, lo más importante, ve a un jugador infringiendo las normas del deporte en su campo. Así, cargado de una confianza que roza la ceguera feliz y la ataraxia, baja el escudo para cubrirse mientras da las dos zancadas más rápidas que jamás ha dado y embiste con todo lo que tiene, con intención de golpear a la mujer con el escudo (o placarla si se revuelve) y arrojarse ambos por la ventana.

Los "pequeños detalles":

La estrategia funciona a la perfección, pero es la primera vez que Erik recibe el impacto de una bala, aunque sea tras un escudo, y el segundo disparo, aunque más elevado por el retroceso, también impacta en el escudo. El tercero roza el borde apenas y el cuarto pasa por encima del chaval, pero los dos terribles impactos y su inesperada potencia tuercen el escudo de Erik, cuya muñeca adopta una postura algo extraña mientras caen.

La caída, si se le puede llamar así, deja a ambos sin aliento y algo aturdidos. Pero el joven no tenía cristales en la espalda. Sin perder un segundo, sus armas desaparecen y apoya su antebrazo bueno contra el cuello de la mujer, apretando lo justo para que resulte molesto pero no lo suficiente como para ahogarla, mientras pisa, de nuevo con la fuerza necesaria, pues no deseaba herirla más de lo estrictamente necesario, la mano en la que había sujetado la pistola y sujetaba con su dolorida mano la otra muñeca de la joven, al tiempo que, sin alzar la vista, liberaba todo el contenido de sus pulmones en un grito.

-¡Tengo a uno de los asesinos! ¡Rápido! ¡Esconde cuchillas en las mangas!

Los marines están al caer y, aunque sabe que el otro asesino, claramente el superior de la mujer, ha escapado, el dolor del brazo es muy intenso y, pasado el subidón de adrenalina, el deportista sintió por primera vez el miedo a la muerte en sus carnes. Acababan de dispararle. Había sobrevivido, sí, pero le habían disparado con intención asesina. Por muy decidido que el joven fuera, necesitaba tiempo para asimilarlo todo y reponerse, así que, con el corazón encogido, todo lo que hizo fue esperar, inmóvil, a que el joven y atlético marine que los había acompañado llegase y esposase a la criminal.