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Mi vista tardó en acostumbrarse de nuevo a la luz, y el alto consumo de estupefacientes que tenía en sangre tampoco me ayudaban a sentirme mejor. De vez en cuando todo daba alguna que otra vuelta o hacía que tuviera ganas de reírme por cualquier cosa, así que en ese estado solo tenía que esperar a que el factor regenerativo de mi cuerpo eliminara las sustancias tóxicas del mismo de forma más rápida. Y en ese momento fue cuando vino un amigo de Luka.
-Así que este es el famoso Tom -dije en voz a alta, teniendo mi mano para saludarlo-. Un placer, caballero, pero llámeme Zane, que estamos en confianza-. ¿Luka de niño? Dime que tienes fotos de eso, por favor. Necesito verlo -le dije a Tom, mofándome un poco de mi oficial de cubierta. La verdad era que el gyojin era el tipo duro de la banda, ese que te llevarías a cualquier tipo de reunión con otro pirata o en los bajos fondos, solo por el simple hecho de que imponía mucho respeto.
Llegamos a un lugar antiguo, muy antiguo, tras un dojo. Tom nos contó una historia sobre el lugar sagrado de aquel lugar, y era fascinante. A mi siempre me habían encantado las historias de fantasía y esa parecía ser una de ellas. Sin embargo, también opinaba que detrás de un mito o una buena historia siempre había algo de realidad; salvo en las historias de Earthland, que era todo fantasía sin criterio alguno, ¿personas mirando un aparato cuadrado durante horas mientras estaba en la calle? Eso era absurdo, aunque eso no venía al caso.
El interior era oscuro y pestoso, el hedor a cerrado, unido a pescado podrido hacía que tuviera ganas de vomitar, pero me aguanté. Luka insinuó que yo podía iluminar el lugar, aunque Spanner dijo que no era buena idea. Cogiendo lo mejor de cada plan, me quité mi camiseta abierta, lo envolví en un trozo de mi destruida Samauindo y la prendí; era la antorcha perfecta.
-Creo que con esto bastará -dije, sujetando la espada por su mango.
Descendimos durante varios metros por un sendero húmedo, cuya temperatura parecía descender a cada paso que dábamos. El olor a podrido se iba disipando, o quizás me estuviera acostumbrado a la peste del sitio, que era una posibilidad más que probable. El camino se hacía cada vez más angosto y cerrado, como si el túnel estuviera desapareciendo sobre sí mismo. Y de pronto, frente a mis narices, una bifurcación.
-¿Y ahora? -pregunté, cediéndole la antorcha a uno de los dos gyojins.
-Así que este es el famoso Tom -dije en voz a alta, teniendo mi mano para saludarlo-. Un placer, caballero, pero llámeme Zane, que estamos en confianza-. ¿Luka de niño? Dime que tienes fotos de eso, por favor. Necesito verlo -le dije a Tom, mofándome un poco de mi oficial de cubierta. La verdad era que el gyojin era el tipo duro de la banda, ese que te llevarías a cualquier tipo de reunión con otro pirata o en los bajos fondos, solo por el simple hecho de que imponía mucho respeto.
Llegamos a un lugar antiguo, muy antiguo, tras un dojo. Tom nos contó una historia sobre el lugar sagrado de aquel lugar, y era fascinante. A mi siempre me habían encantado las historias de fantasía y esa parecía ser una de ellas. Sin embargo, también opinaba que detrás de un mito o una buena historia siempre había algo de realidad; salvo en las historias de Earthland, que era todo fantasía sin criterio alguno, ¿personas mirando un aparato cuadrado durante horas mientras estaba en la calle? Eso era absurdo, aunque eso no venía al caso.
El interior era oscuro y pestoso, el hedor a cerrado, unido a pescado podrido hacía que tuviera ganas de vomitar, pero me aguanté. Luka insinuó que yo podía iluminar el lugar, aunque Spanner dijo que no era buena idea. Cogiendo lo mejor de cada plan, me quité mi camiseta abierta, lo envolví en un trozo de mi destruida Samauindo y la prendí; era la antorcha perfecta.
-Creo que con esto bastará -dije, sujetando la espada por su mango.
Descendimos durante varios metros por un sendero húmedo, cuya temperatura parecía descender a cada paso que dábamos. El olor a podrido se iba disipando, o quizás me estuviera acostumbrado a la peste del sitio, que era una posibilidad más que probable. El camino se hacía cada vez más angosto y cerrado, como si el túnel estuviera desapareciendo sobre sí mismo. Y de pronto, frente a mis narices, una bifurcación.
-¿Y ahora? -pregunté, cediéndole la antorcha a uno de los dos gyojins.
Katharina von Steinhell
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Entre los gyojins cobardes y el semigigante drogado, no hacían muy buen equipo. El hombre de la armadura parecía ser más sensato, aunque tampoco le confiaría su vida. A ninguno de ellos, la verdad. Soltó un profundo suspiro y dio un paso hacia delante, fijándose en que una raíz brotó del suelo e intentó agarrarle la pierna. No obstante, los movimientos de Katharina fueron lo suficientemente rápidos como para que no sucediera. ¿Qué diablos estaba pasando allí? Todo era demasiado extraño, sin hablar del eco. Las voces parecían rebotar como si el sonido chocara contra unas paredes invisibles. Y no parecía que estuvieran dentro de una caja o algo por el estilo. Como sea, ahora mismo tenía que preocuparse de no ser atrapada por una de esas raíces. Sin ningún gesto, el aire simplemente comenzó a arremolinarse en torno a la bruja y, de pronto, su cuerpo comenzó a levitar estando a varios centímetros de la superficie. Si los brotes se activaban con el contacto, solo debía volar.
—La gente simpática no nos salvará de esta, Marc —le dijo al semigigante, intentando darle una dosis de realidad—. No sabemos lo que nos espera, así que mejor ponte serio y evita morir.
La muerte siempre estaba presente en todos lados, en cada rincón del puto mundo y si alguien intentaba decir lo contrario, simplemente era estúpido. No era demasiado lógico que las personas fuesen atrapadas por un árbol emergido de la nada, así que las posibilidades de que hubiera un excesivo peligro eran altas. Marc necesitaba estar en sus cinco sentidos para sobrevivir a lo que fuese que estuviese allí fuera. La bruja no tenía ninguna intención de ser niñera, ni del semigigante ni de los gyojins que la acompañaban. Con esos pensamientos en la mente, continuó caminando hasta detenerse justo detrás del rubio. ¿Eso de allí era una puerta? Sí, definitivamente lo era… y una muy pequeña. Katharina se volteó a ver al semigigante alegre y movió negativamente la cabeza, dándose cuenta de que él no cabría en ese reducido espacio. Por suerte, la bruja era delgada y pequeña por lo que no tendría ningún problema en avanzar por ese estrecho lugar. Volteó una vez más la cabeza cuando Therax le dirigió la palabra, preguntándole si tenía una forma de iluminar el interior.
Una esfera lumínica comenzó a formarse en la mano de la bruja, quedando suspendida a unos pocos centímetros de la palma. Parecía que la luz se arremolinaba en torno al hechizo de la pelirrosa, ensombreciendo los alrededores. Hacía mucho que no usaba esa técnica, y ciertamente le traía recuerdos de cuando era marine. No duraría demasiado en permanecer encendida, solo esperaba que el interior no fuese excesivamente grande. Creó un par de esferas más y se las tendió a sus compañeros para abarcar un espacio más amplio, pues no sabía si allí dentro se separarían o no. En cualquier caso, si las pegatinas dejaban de iluminar, bastaría con crear una pequeña llama para volver a tener luz. No obstante, esa sería su última opción. No sabía si habría sustancias inflamables o no.
—¿Estamos listos? —preguntó después de haberle ofrecido una esfera a Therax.
—La gente simpática no nos salvará de esta, Marc —le dijo al semigigante, intentando darle una dosis de realidad—. No sabemos lo que nos espera, así que mejor ponte serio y evita morir.
La muerte siempre estaba presente en todos lados, en cada rincón del puto mundo y si alguien intentaba decir lo contrario, simplemente era estúpido. No era demasiado lógico que las personas fuesen atrapadas por un árbol emergido de la nada, así que las posibilidades de que hubiera un excesivo peligro eran altas. Marc necesitaba estar en sus cinco sentidos para sobrevivir a lo que fuese que estuviese allí fuera. La bruja no tenía ninguna intención de ser niñera, ni del semigigante ni de los gyojins que la acompañaban. Con esos pensamientos en la mente, continuó caminando hasta detenerse justo detrás del rubio. ¿Eso de allí era una puerta? Sí, definitivamente lo era… y una muy pequeña. Katharina se volteó a ver al semigigante alegre y movió negativamente la cabeza, dándose cuenta de que él no cabría en ese reducido espacio. Por suerte, la bruja era delgada y pequeña por lo que no tendría ningún problema en avanzar por ese estrecho lugar. Volteó una vez más la cabeza cuando Therax le dirigió la palabra, preguntándole si tenía una forma de iluminar el interior.
Una esfera lumínica comenzó a formarse en la mano de la bruja, quedando suspendida a unos pocos centímetros de la palma. Parecía que la luz se arremolinaba en torno al hechizo de la pelirrosa, ensombreciendo los alrededores. Hacía mucho que no usaba esa técnica, y ciertamente le traía recuerdos de cuando era marine. No duraría demasiado en permanecer encendida, solo esperaba que el interior no fuese excesivamente grande. Creó un par de esferas más y se las tendió a sus compañeros para abarcar un espacio más amplio, pues no sabía si allí dentro se separarían o no. En cualquier caso, si las pegatinas dejaban de iluminar, bastaría con crear una pequeña llama para volver a tener luz. No obstante, esa sería su última opción. No sabía si habría sustancias inflamables o no.
—¿Estamos listos? —preguntó después de haberle ofrecido una esfera a Therax.
- Hechizo:
- Absorber luz: Absorbe la luz de un área específica para crear una especie de pegatina que se adhiere a un material o simplemente queda suspendida en el aire. Esta pegatina iluminará la zona durante dos turnos, pero dejará completamente en sombras el área de donde se absorbió la luz. Ilumina un máximo de cuatro metros cuadrados.
Nailah
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Nailah se llevó la mano a la cabeza, los efectos parecían haberse ido lentamente y no recordaba nada de lo que había hecho anteriormente. De hecho, por las caras que veía a su alrededor sentía que todo lo que había pasado sería muy bien recordado y no permitirían que lo olvidase. Por otro lado, al recuperarse de aquella droga, aun seguía un poco ida de la situación real; sin embargo, no se alejó de sus compañeros y prestó atención a todo lo que ocurría a su alrededor.
Cuando estaban a punto de comenzar la expedición en busca de los demás miembros de la banda desaparecidos, una figura los abordó. Al parecer Luka conocía a aquel hombre llamado Tom. Tras un buen rato de presentaciones, llegó hasta la suya y Nailah no pudo evitar arquear las cejas ante el comentario seductor. Por desgracia, el hombre no era del gusto de la pirata y en aquella isla parecía que lo único interesante eran las sirenas.
Recorrer el camino que llevaba hacia sus compañeros no iba a resultar fácil. Nailah se acercó hasta la zona de la catástrofe, intentando averiguar algo, pero parecía no haber ocurrido absolutamente nada. A lo mejor todo había sido una alucinación de las drogas, pensó Nailah, y quizás ellos estaban escondidos bromeando.
La muchacha se alejó de aquella zona y siguió desde atrás a sus compañeros, los cuales habían emprendido la marcha junto a Tom. Caminaron durante bastante tiempo hasta que llegaron a un lugar extraño. La pirata estaba bastante sorprendida y, cuando Tom habló de que a lo mejor necesitarían a un humano puro, se cruzó de brazos. Las leyendas le gustaban, pero no eran más que eso, historias sin valor que nunca llegarían a cumplirse.
Cuando se adentraron, escuchó con atención las palabras del tritón. ¿Qué tan peligroso era aquello? Y lo peor, ¿qué es lo que podrían encontrarse? Nailah tenía muchas dudas, ¿por qué unas raíces podían hacer que desaparecieran determinadas personas? En ese momento, el comentario de Spanner la sacó de su ensimismamiento mental.
-Yo me encargo de la iluminación - comentando mientras se situaba al lado de Luka y Tom.
Tras eso, desenvainó a la Reina Roja y la alzó un poco, haciendo que brotaran llamas del filo. El fuego iluminaba lo suficiente como para que pudieran ver por donde caminaban.
-Continuemos.
Cuando estaban a punto de comenzar la expedición en busca de los demás miembros de la banda desaparecidos, una figura los abordó. Al parecer Luka conocía a aquel hombre llamado Tom. Tras un buen rato de presentaciones, llegó hasta la suya y Nailah no pudo evitar arquear las cejas ante el comentario seductor. Por desgracia, el hombre no era del gusto de la pirata y en aquella isla parecía que lo único interesante eran las sirenas.
Recorrer el camino que llevaba hacia sus compañeros no iba a resultar fácil. Nailah se acercó hasta la zona de la catástrofe, intentando averiguar algo, pero parecía no haber ocurrido absolutamente nada. A lo mejor todo había sido una alucinación de las drogas, pensó Nailah, y quizás ellos estaban escondidos bromeando.
La muchacha se alejó de aquella zona y siguió desde atrás a sus compañeros, los cuales habían emprendido la marcha junto a Tom. Caminaron durante bastante tiempo hasta que llegaron a un lugar extraño. La pirata estaba bastante sorprendida y, cuando Tom habló de que a lo mejor necesitarían a un humano puro, se cruzó de brazos. Las leyendas le gustaban, pero no eran más que eso, historias sin valor que nunca llegarían a cumplirse.
Cuando se adentraron, escuchó con atención las palabras del tritón. ¿Qué tan peligroso era aquello? Y lo peor, ¿qué es lo que podrían encontrarse? Nailah tenía muchas dudas, ¿por qué unas raíces podían hacer que desaparecieran determinadas personas? En ese momento, el comentario de Spanner la sacó de su ensimismamiento mental.
-Yo me encargo de la iluminación - comentando mientras se situaba al lado de Luka y Tom.
Tras eso, desenvainó a la Reina Roja y la alzó un poco, haciendo que brotaran llamas del filo. El fuego iluminaba lo suficiente como para que pudieran ver por donde caminaban.
-Continuemos.
Marc Kiedis
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Parecía que los compañeros del semigigante no compartían su tranquilidad por mucho que él intentase hacerles ver que no había ningún problema. Las palabras de Therax, que a oídos de Marc sonaron exageradamente lentas y parsimoniosas en comparación a la forma de hablar habitual del rubio, despertaron cierta preocupación en él. A decir verdad, que una planta gigante te llevara bajo tierra era como para mosquearse... o bueno, tal vez no. Quizá la planta solo quisiera jugar y cuando se cansara les soltase. Si, seguramente eso era lo más probable, así que el grandullón seguía sin entender la desconfianza de sus nakamas hacia aquella situación.
Los extraños sonidos empezaban a adquirir unas características muy extrañas. Parecían rebotar en el aire y volver sobre sus pasos, creando unas peculiares reverberaciones que hacían que el cerebro de Marc, aturdido por el queso-droga, se inestabilizara ligeramente. Estaba algo mareado, pero aún así se le ocurrió que aquello podía ser parecido a un sistema de guía por ondas de sonido. No sabía cómo había llegado a aquella conclusión, tal vez incluso fuese a causa de la facilidad para crear teorías conspiranoicas que otorgaba su nueva creación a quien la consumía, pero sonaba bastante creíble, así que se lo comentó a sus amigos. Viendo que estos empezaban a moverse, Marc se levantó y les siguió. Siempre se pasaba mejor en grupo que uno solo, y no pensaba perderse las cosas interesantes que sus compañeros descubrieran.
En ese momento, una raíz brotó bruscamente del suelo justo delante de él. Del susto, el semigigante dio un pequeño salto hacia atrás que acabó haciendo que cayera de culo. Se puso de nuevo en pie, y pudo ver que esa raíz no había sido la única en aparecer. Al parecer toda la playa estaba de nuevo llena de ellas, que aparecían y desaparecían. Así que Marc continuó avanzando con precaución. Probablemente, a ojos de los demás sus movimientos resultaran exageradamente marcados y lentos, como en una película de dibujos animados cuando un personaje intenta ser sigiloso o evitar trampas en el camino. No obstante, en aquella situación a él le parecía la forma más natural de moverse. Tal vez fuese cosa del queso-droga, al que aún debía de encontrar un nombre apropiado, pero no tenía forma de saberlo con seguridad.
Poco después, el pintoresco grupo llegó a lo que parecía una casa. La curiosidad natural de Marc le llevó a acercarse a ella solo para descubrir que la puertecita por la que se entraba era tan pequeña que le iba a resultar imposible acceder a su interior. Desilusionado ante la perspectiva de perderse los posibles descubrimientos que allí hiciesen sus compañeros, Marc decidió que él también encontraría cosas interesantes. Así que, cuando sus nakamas se disponían a entrar en el edificio, el grandullón les dijo:
- Chicos, no hay forma de que yo consiga entrar ahí, así que mientras estáis dentro me dedicaré a investigar por aquí fuera.
Una vez el resto cruzaron la diminuta puerta, el cocinero decidió que lo mejor para observar el terreno sería mirarlo desde las alturas. Por lo tanto, su siguiente paso sería buscar la forma de subir al tejado de la caseta. Si lo conseguía, observaría con atención (al menos la que fuese capaz de mantener en su estado) los alrededores en busca de cosas que llamasen su atención. De lo contrario, se daría un paseo por los alrededores buscando el sitio donde rebotaban los sonidos.
Lo que sí haría, en cualquiera de los dos casos, es esforzarse en crear un nuevo trozo de queso-droga aún mejor que los anteriores. Cuando lo tuviera en las manos, se lo ofrecería a la planta gigante diciendo:
- Planta que nos has traído hasta esta playa, permíteme agradecerte el viaje con un obsequio. No sé si podrás comerlo o no, pero es mi más nueva creación como cocinero y estoy muy orgulloso de ella, así que quiero ofrecerte un poco.
Los extraños sonidos empezaban a adquirir unas características muy extrañas. Parecían rebotar en el aire y volver sobre sus pasos, creando unas peculiares reverberaciones que hacían que el cerebro de Marc, aturdido por el queso-droga, se inestabilizara ligeramente. Estaba algo mareado, pero aún así se le ocurrió que aquello podía ser parecido a un sistema de guía por ondas de sonido. No sabía cómo había llegado a aquella conclusión, tal vez incluso fuese a causa de la facilidad para crear teorías conspiranoicas que otorgaba su nueva creación a quien la consumía, pero sonaba bastante creíble, así que se lo comentó a sus amigos. Viendo que estos empezaban a moverse, Marc se levantó y les siguió. Siempre se pasaba mejor en grupo que uno solo, y no pensaba perderse las cosas interesantes que sus compañeros descubrieran.
En ese momento, una raíz brotó bruscamente del suelo justo delante de él. Del susto, el semigigante dio un pequeño salto hacia atrás que acabó haciendo que cayera de culo. Se puso de nuevo en pie, y pudo ver que esa raíz no había sido la única en aparecer. Al parecer toda la playa estaba de nuevo llena de ellas, que aparecían y desaparecían. Así que Marc continuó avanzando con precaución. Probablemente, a ojos de los demás sus movimientos resultaran exageradamente marcados y lentos, como en una película de dibujos animados cuando un personaje intenta ser sigiloso o evitar trampas en el camino. No obstante, en aquella situación a él le parecía la forma más natural de moverse. Tal vez fuese cosa del queso-droga, al que aún debía de encontrar un nombre apropiado, pero no tenía forma de saberlo con seguridad.
Poco después, el pintoresco grupo llegó a lo que parecía una casa. La curiosidad natural de Marc le llevó a acercarse a ella solo para descubrir que la puertecita por la que se entraba era tan pequeña que le iba a resultar imposible acceder a su interior. Desilusionado ante la perspectiva de perderse los posibles descubrimientos que allí hiciesen sus compañeros, Marc decidió que él también encontraría cosas interesantes. Así que, cuando sus nakamas se disponían a entrar en el edificio, el grandullón les dijo:
- Chicos, no hay forma de que yo consiga entrar ahí, así que mientras estáis dentro me dedicaré a investigar por aquí fuera.
Una vez el resto cruzaron la diminuta puerta, el cocinero decidió que lo mejor para observar el terreno sería mirarlo desde las alturas. Por lo tanto, su siguiente paso sería buscar la forma de subir al tejado de la caseta. Si lo conseguía, observaría con atención (al menos la que fuese capaz de mantener en su estado) los alrededores en busca de cosas que llamasen su atención. De lo contrario, se daría un paseo por los alrededores buscando el sitio donde rebotaban los sonidos.
Lo que sí haría, en cualquiera de los dos casos, es esforzarse en crear un nuevo trozo de queso-droga aún mejor que los anteriores. Cuando lo tuviera en las manos, se lo ofrecería a la planta gigante diciendo:
- Planta que nos has traído hasta esta playa, permíteme agradecerte el viaje con un obsequio. No sé si podrás comerlo o no, pero es mi más nueva creación como cocinero y estoy muy orgulloso de ella, así que quiero ofrecerte un poco.
Luka Rooney
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Los Arashi continúan su recorrido por la Isla Gyojin entre dudas e inquietudes por todo lo que están viendo y escuchando sobre el pasado de la isla. ¿Quién se imaginaría que un árbol ancestral de la isla apareciese? ¿Y quién de los pocos locos que pudiera imaginarlo sería consciente de la “magia” de su interior? Puede que ninguno.
La verdad es que bajar por aquella especie de túnel empezaba a agobiar al tiburón, que se limitaba a mirar al resto de sus compañeros por si alguno se encontraba en una situación similar. Aunque no fue capaz de identificar el sufrimiento en ninguno de sus rostros. Puede que fingiesen mejor que él, algo que por otro lado no era nada complicado.
-Vaya, no conocía esa extraña habilidad de tu arma, Nailah. ¿Con qué más nos sorprenderás?
El gyojin no sabía mucho de la nueva incorporación a la banda. Había compartido poco tiempo con ella, aunque casi tanto como con Nox o Alviss. Y puede que mucho más del que desearía haber compartido con Katharina. Aquella mujer… le ponía de los nervios.
Continuó descendiendo mientras pensaba en qué diantres les aguardaría en las profundidades de la isla. Nunca había atravesado aquellos pasadizos subterráneos, y tampoco sabía si el hacerlo tendría algún fin. Pero todo fuese por ver a sus compañeros de nuevo.
El habitante del mar escuchó las palabras de Tom, pero no hizo mucho caso a las habladurías del anciano dueño del dojo. En más de una ocasión, el gyojin se había entusiasmado tanto con sus historias de fábula que empezaba a discernir entre el mundo real y sus locas fantasías. Sin embargo, aquella vez parecía tener razón.
Cuando llegaron al primer punto clave, una especie de llama nació de la nada cuando Tom presionó la palanca. Y la llama quería a dos humanos puros. Cuando pidió dos voluntarios, el tiburón observó a sus compañeros.
-Yo creo que Spanner es el más puro en ese sentido. Nailah, ¿te consideras pura?
Solo había tres humanos, y Zane era el primer descarte de Luka. Aunque esta pureza se refería al ámbito interracial, la palabra “pureza" y Zane, no estaban muy ligadas. Y probablemente nunca lo estarían.
Cuando los dos voluntarios dieron un paso, la llama les atravesó y desapareció, cayendo los voluntarios al suelo. El gyojin corrió hacia ellos y se cercioró que ambos tenían aún pulso. Seguían vivos, solo estaban inconscientes.
-Despertarán pronto-comentó el habitante del mar al ver las pupilas de ambos humanos-. Tom, coge a Spanner, yo llevaré a Nailah.
-Preferiría que fuera al revés.
-Ya, pero no. Lo siento pero no quiero que saques al viejo verde que hay en ti de nuevo. No delante de mis amigos.
Y tras ello, el habitante del mar, portando a Nailah sobre su hombro, salió en dirección a lo que fuera que hubiese al otro lado de la puerta.
Jamás pensé que esto fuese tan grande
- Grupo A:
Marc se queda irremediablemente fuera y asciende con cierta dificultad hasta el tejado de la caseta. Los que estéis en su interior escucharéis un intenso crujido que cada vez llama más al peligro. Incluso alguna piedrecita de la base del techo cae al suelo.
Cuando el semi-gigante ofrece queso a la planta, ésta parece no hacer caso. Sin embargo, aparece a los segundos y agarra el queso con fuerza para llevárselo allá donde quiera que esté. Vaya, las plantas comen queso.
Por cierto, ¿ves aquello Marc? Es un hombre a caballo con una armadura de metal. Además, su arma es una especie de lanza gigantesca. ¿Es real, o producto de tu imaginación? En cualquier caso, se acerca hacia tu posición a una velocidad moderada.***
Los que estáis en el interior, podéis ver gracias a la habilidad de Katharina que todo está vacío. Hay una alfombra llena de polvo que conduce hasta una pequeña chimenea, algunos cuadros antiguos con un extraño gusto. No hay ventanas, ni parece haber más puertas. Sin duda parece la cabaña perfecta para echarte la siesta.
De repente, volvéis a oír los ruidos del principio, pero esta vez tenéis claro que no están rebotando. Parecen del interior de la cabaña. Más concretamente del subsuelo. ¿Habrá un pasadizo hacia abajo?
-¡Bajad! ¡Os lo imploro! -se oye casi en un susurro- ¡Por la chimenea, ahí hay una trampilla!
Parece que quien quiera que sea el que os ha avisado, ha entrado por ahí. Si miráis cerca de la chimenea, veréis que la trampilla es lo suficientemente grande para que entre Marc, pero él no puede acceder al interior de la cabaña. Interesante...
- Grupo B:
Zane prende su camisa e ilumina ligeramente la entrada al pasadizo, aunque la luz no parece ser lo suficientemente intensa como para iluminar el recorrido de los Arashi y Tom. Sin embargo, Nailah se saca un as de la manga y hace lo propio con su arma, que sirve de segunda antorcha e ilumina al resto de los afectados.
Buen fichaje, Zane.
Camináis hacia abajo sin ver nada raro. Las paredes se estrechan y ensanchan sin mucho sentido, y el camino es un constante zigzag. Cuando parece que nunca tendrá fin, llegáis hasta un arco y, desde ahí, divisáis que el nivel del suelo ya parece estable. Puede que no tengáis que bajar más aún.
-Ahora viene lo bueno -comenta Tom, que parece conocerse el camino-. Allí delante puede que ocurra algo que jamás pensaríais que sería posible. Sobre todo mantened la calma y no actuéis por impulsos o sin pensar.
Cuando lleguéis hasta donde Tom dice, veréis una palanca y una puerta. El gyojin presionará la palanca, y entonces… Una especie de llama aparecerá cerca de la puerta. Ésta se dividirá en dos y rondará a todos los presentes. Y entonces dirá algo con una voz fantasmal.
-Observo gente fuerte y débil aquí, varones y mujeres, humanos y gyojins. Qué bonita es la diversidad. Pero ésta nunca ha sido muy aceptada… ¿Verdad Tom? ¿Verdad Luka? El racismo ha hecho mucho daño a nuestro mundo, y más concretamente a esta isla. Pero vosotros sois algo diferente. Noto dos presencias puras, y las necesitaréis para entrar. Por favor, aquellos humanos que se sientan puros… que den un paso al frente.
Los que deis un paso hacia la puerta, seréis examinados por la llama. Y ésta se introducirá en vuestro cuerpo, algo que os hará caer inconscientes al suelo. Los cuerpos se empezarán a mover solos durante unos segundos
Después, todo empezará a temblar, algunas piedras de pequeño tamaño caerán al suelo, y la puerta finalmente se abrirá. Parece que la estructura era dura y su grosor bastante profundo.
Los que quedáis conscientes podéis observar una especie de playa en la lejanía. Ya no os harán falta las antorchas, hay bastante luz.
******
La verdad es que bajar por aquella especie de túnel empezaba a agobiar al tiburón, que se limitaba a mirar al resto de sus compañeros por si alguno se encontraba en una situación similar. Aunque no fue capaz de identificar el sufrimiento en ninguno de sus rostros. Puede que fingiesen mejor que él, algo que por otro lado no era nada complicado.
-Vaya, no conocía esa extraña habilidad de tu arma, Nailah. ¿Con qué más nos sorprenderás?
El gyojin no sabía mucho de la nueva incorporación a la banda. Había compartido poco tiempo con ella, aunque casi tanto como con Nox o Alviss. Y puede que mucho más del que desearía haber compartido con Katharina. Aquella mujer… le ponía de los nervios.
Continuó descendiendo mientras pensaba en qué diantres les aguardaría en las profundidades de la isla. Nunca había atravesado aquellos pasadizos subterráneos, y tampoco sabía si el hacerlo tendría algún fin. Pero todo fuese por ver a sus compañeros de nuevo.
El habitante del mar escuchó las palabras de Tom, pero no hizo mucho caso a las habladurías del anciano dueño del dojo. En más de una ocasión, el gyojin se había entusiasmado tanto con sus historias de fábula que empezaba a discernir entre el mundo real y sus locas fantasías. Sin embargo, aquella vez parecía tener razón.
Cuando llegaron al primer punto clave, una especie de llama nació de la nada cuando Tom presionó la palanca. Y la llama quería a dos humanos puros. Cuando pidió dos voluntarios, el tiburón observó a sus compañeros.
-Yo creo que Spanner es el más puro en ese sentido. Nailah, ¿te consideras pura?
Solo había tres humanos, y Zane era el primer descarte de Luka. Aunque esta pureza se refería al ámbito interracial, la palabra “pureza" y Zane, no estaban muy ligadas. Y probablemente nunca lo estarían.
Cuando los dos voluntarios dieron un paso, la llama les atravesó y desapareció, cayendo los voluntarios al suelo. El gyojin corrió hacia ellos y se cercioró que ambos tenían aún pulso. Seguían vivos, solo estaban inconscientes.
-Despertarán pronto-comentó el habitante del mar al ver las pupilas de ambos humanos-. Tom, coge a Spanner, yo llevaré a Nailah.
-Preferiría que fuera al revés.
-Ya, pero no. Lo siento pero no quiero que saques al viejo verde que hay en ti de nuevo. No delante de mis amigos.
Y tras ello, el habitante del mar, portando a Nailah sobre su hombro, salió en dirección a lo que fuera que hubiese al otro lado de la puerta.
Jamás pensé que esto fuese tan grande
-Tengo que salir de aquí -dijo "H" de repente en su interior, provocando que Therax detuviese un instante el avance de su mano. Al parecer, Katharina era capaz de iluminar el interior de la extraña cabaña y le había tendido una de las esferas de luz que había generado.
-¿Se puede saber qué te pasa? -inquirió el rubio, esforzándose por no aislarse por completo del entorno. Marc estaba hablando, y confirmaba que no podría acceder al interior junto al resto del grupo. Proponía mantenerse fuera y explorar los alrededores, opción que Therax vio con buenos ojos. En consecuencia, tomó la bola luminosa de manos de la chica y se introdujo en la choza.
-No lo sé, pero no puedo quedarme aquí -respondió el ave cuando el domador acababa de introducir medio cuerpo en el lugar-. Déjame salir -añadió, empleando un tono que denotaba que el enfado iba en aumento.
-Ahora no es el momento -dijo Therax, percibiendo cómo el espíritu del águila se agitaba aún más. No obstante, guardó silencio.
El interior de la cabaña correspondía a una estancia extremadamente polvorienta. Llamaba la atención una ristra de retratos que colgaban de las paredes. ¿Corresponderían a alguna especie de antiguo linaje? Tal vez, aunque no llegaba a entender qué familia de esas característica viviría en semejante lugar.
Por otro lado, una gran alfombra roja parecía llevar hasta una chimenea, y el sonido que les había llevado hasta allí se sentía más cercano que nunca. Therax miró hacia abajo siguiendo la dirección del mismo y, como si alguien hubiese estado esperando que lo hiciera, una voz nació bajo sus pies.
No sabía si los demás habrían oído lo mismo que él, pero supuso que sí. Allí no había nada que pudiese ahogar la voz de una persona. Se aproximó a la chimenea y, tras tantear el suelo, descubrió que quien fuera que se encontraba bajo ellos decía la verdad. Dedicó una mirada a sus compañeros al tiempo que se alejaba unos pasos de la chimenea.
¿Sería un peligro la persona que se encontraba cautiva bajo ellos? Fuera como fuere, tal vez fuese el único ser capaz de proporcionarles información acerca de dónde se encontraban y por qué habían llegado hasta allí. Por tanto, si nadie se mostraba en desacuerdo trataría de abrir el acceso al nivel inferior.
-¿Se puede saber qué te pasa? -inquirió el rubio, esforzándose por no aislarse por completo del entorno. Marc estaba hablando, y confirmaba que no podría acceder al interior junto al resto del grupo. Proponía mantenerse fuera y explorar los alrededores, opción que Therax vio con buenos ojos. En consecuencia, tomó la bola luminosa de manos de la chica y se introdujo en la choza.
-No lo sé, pero no puedo quedarme aquí -respondió el ave cuando el domador acababa de introducir medio cuerpo en el lugar-. Déjame salir -añadió, empleando un tono que denotaba que el enfado iba en aumento.
-Ahora no es el momento -dijo Therax, percibiendo cómo el espíritu del águila se agitaba aún más. No obstante, guardó silencio.
El interior de la cabaña correspondía a una estancia extremadamente polvorienta. Llamaba la atención una ristra de retratos que colgaban de las paredes. ¿Corresponderían a alguna especie de antiguo linaje? Tal vez, aunque no llegaba a entender qué familia de esas característica viviría en semejante lugar.
Por otro lado, una gran alfombra roja parecía llevar hasta una chimenea, y el sonido que les había llevado hasta allí se sentía más cercano que nunca. Therax miró hacia abajo siguiendo la dirección del mismo y, como si alguien hubiese estado esperando que lo hiciera, una voz nació bajo sus pies.
No sabía si los demás habrían oído lo mismo que él, pero supuso que sí. Allí no había nada que pudiese ahogar la voz de una persona. Se aproximó a la chimenea y, tras tantear el suelo, descubrió que quien fuera que se encontraba bajo ellos decía la verdad. Dedicó una mirada a sus compañeros al tiempo que se alejaba unos pasos de la chimenea.
¿Sería un peligro la persona que se encontraba cautiva bajo ellos? Fuera como fuere, tal vez fuese el único ser capaz de proporcionarles información acerca de dónde se encontraban y por qué habían llegado hasta allí. Por tanto, si nadie se mostraba en desacuerdo trataría de abrir el acceso al nivel inferior.
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El grupo parecía llegar a una vieja caseta de piedra. Más que pequeña, el enmascarado hubiera usado el humilde adjetivo de “acogedora”. Los murmullos en pena, que iban cambiando continuamente de lugar de procedencia, parecía que los había medio guiado por aquí.
- No me extrañaría que aquí vivieran siete enanos mineros. -comento Nox.
Tras entrar a duras penas el grupo excepto para el semigigante, que era demasiado diminuta incluso para él, pudieron ver como estaba decorado aquel lugar de manera simple. Que el único sitio donde daba lugar al exterior fuera la puerta por la que le habían entrado, le provocaba ciertos escalofríos a Nox, dado a que no le gustaban los lugares cerrados.
“Claro, dejad que el gigante se suba a la casa. ¿Que puede salir mal?” –pensó el enmascarado al ver con su mantra como Marc se había subido al tejado a saber qué y veía como algún escombro sin importancia caía sobre ellos e incluso alguna minuscula piedrecilla hacia un adorable sonido al chocar contra la mascara de Nox.
Cerca de la chimenea de aquella caseta, por fin pudieron encontrar el origen de los lamentos. Como si alguien estuviese bajo el suelo cubierto de la vieja e enmohecida alfombra. Por un momento Nox pensó en tirarse hacia debajo de cabeza. Si algo no soportaba era ver a alguien encerrado en un lugar tan claustrofóbico y oscuro. Giro su cabeza para mirar al rubio, que por algún motivo parecía estar medio en las nubes.
- Therax, tenemos que bajar –su tono era serio, pero sin embargo parecía más una súplica que una proposición de lo que hacer-. Quizá no somos los primeros que hemos sido secuestrados por esas raíces.
En caso de que bajaran, Nox intentaría ir el primero de forma apresurada, intentando encontrar a aquella persona que sufría aquel confinamiento y ayudarla para que acabara su sufrimiento.
- No me extrañaría que aquí vivieran siete enanos mineros. -comento Nox.
Tras entrar a duras penas el grupo excepto para el semigigante, que era demasiado diminuta incluso para él, pudieron ver como estaba decorado aquel lugar de manera simple. Que el único sitio donde daba lugar al exterior fuera la puerta por la que le habían entrado, le provocaba ciertos escalofríos a Nox, dado a que no le gustaban los lugares cerrados.
“Claro, dejad que el gigante se suba a la casa. ¿Que puede salir mal?” –pensó el enmascarado al ver con su mantra como Marc se había subido al tejado a saber qué y veía como algún escombro sin importancia caía sobre ellos e incluso alguna minuscula piedrecilla hacia un adorable sonido al chocar contra la mascara de Nox.
Cerca de la chimenea de aquella caseta, por fin pudieron encontrar el origen de los lamentos. Como si alguien estuviese bajo el suelo cubierto de la vieja e enmohecida alfombra. Por un momento Nox pensó en tirarse hacia debajo de cabeza. Si algo no soportaba era ver a alguien encerrado en un lugar tan claustrofóbico y oscuro. Giro su cabeza para mirar al rubio, que por algún motivo parecía estar medio en las nubes.
- Therax, tenemos que bajar –su tono era serio, pero sin embargo parecía más una súplica que una proposición de lo que hacer-. Quizá no somos los primeros que hemos sido secuestrados por esas raíces.
En caso de que bajaran, Nox intentaría ir el primero de forma apresurada, intentando encontrar a aquella persona que sufría aquel confinamiento y ayudarla para que acabara su sufrimiento.
Los caminos en la isla gyojin eran raros, muy raros. Nos adentramos por un pasaje cuyas paredes parecían estar oscilando continuamente. Primero ancho y después estrecho, luego otra vez se ensanchaban y luego se estrechaban, y así continuamente durante un largo camino que culminó frente a un gran portón de piedra muy antiguo. Cuando me colocaba solía volverme más curioso de lo normal, y me pregunté de que estilo arquitectónico podía ser. Y entonces, como si de magia negra se tratase, una llama que no quemaba recorrió mi cuerpo por completo.
-Hace cosquillitas -comenté, soltando una risotada tonta.
Una voz se escuchó en aquel lugar, resonando por todos los rincones. Cerré los ojos e intenté localizar un punto fijo, pero fue en vano, no fui capaz de encontrar el lugar desde donde procedía.
-¡Eh! -me quejé, al escuchar el comentario de Luka-. No seré puro de cuerpo, pero soy puro en espíritu. “No te lo crees ni tú” -intervino Yiromaru en mi interior. “Cállate” -le repliqué.
Me limité a cruzarme de brazos y ver como Nailah y Spanner caían inconscientes en el suelo. Instintivamente fui a recogerlos, pero Tom me hizo una señal para que parara. La puerta comenzó a abrirse y tras ella una playa. ¿Qué hacía una playa allí? A saber, pero me gustaba.
-¿Alguna vez has estado aquí, Luka? -pregunté, observando absorto aquello.
Una vez los habitantes del mar cogieron los cuerpos inconscientes de Spanner y Nailah, fui tras ellos y me adentré en la playa. Era un lugar amplio y grande, y algo lo iluminaba como si fuera el mismo sol. Estábamos a muchas leguas marinas de la superficie, así que sol natural no era. ¿Qué seria?
Esperamos allí hasta que los bellos durmientes despertaran y de pronto el suelo comenzó a temblar. Fue un seísmo que duró tres segundos exactos, y una figura apareció frente a nosotros.
-¿Qué demonios es eso? -inquirió, poniendo la mano sobre el mango de mi katana.
"Recuerda Zane, no cortes nada que no debas" - me recordó el suzaku, y aparté la mano.
-Hace cosquillitas -comenté, soltando una risotada tonta.
Una voz se escuchó en aquel lugar, resonando por todos los rincones. Cerré los ojos e intenté localizar un punto fijo, pero fue en vano, no fui capaz de encontrar el lugar desde donde procedía.
-¡Eh! -me quejé, al escuchar el comentario de Luka-. No seré puro de cuerpo, pero soy puro en espíritu. “No te lo crees ni tú” -intervino Yiromaru en mi interior. “Cállate” -le repliqué.
Me limité a cruzarme de brazos y ver como Nailah y Spanner caían inconscientes en el suelo. Instintivamente fui a recogerlos, pero Tom me hizo una señal para que parara. La puerta comenzó a abrirse y tras ella una playa. ¿Qué hacía una playa allí? A saber, pero me gustaba.
-¿Alguna vez has estado aquí, Luka? -pregunté, observando absorto aquello.
Una vez los habitantes del mar cogieron los cuerpos inconscientes de Spanner y Nailah, fui tras ellos y me adentré en la playa. Era un lugar amplio y grande, y algo lo iluminaba como si fuera el mismo sol. Estábamos a muchas leguas marinas de la superficie, así que sol natural no era. ¿Qué seria?
Esperamos allí hasta que los bellos durmientes despertaran y de pronto el suelo comenzó a temblar. Fue un seísmo que duró tres segundos exactos, y una figura apareció frente a nosotros.
-¿Qué demonios es eso? -inquirió, poniendo la mano sobre el mango de mi katana.
"Recuerda Zane, no cortes nada que no debas" - me recordó el suzaku, y aparté la mano.
Luka Rooney
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- Grupo A:
Algunos os decidís a bajar por la trampilla. Mientras lo hacéis, escucháis la voz de antes entrecortada y algo más difusa que al principio. Nox, tú decides ir primero, y tras unos metros, pisas algo resbaladizo y caes por las escaleras. Afortunadamente han sido pocos escalones hasta que te reincorporas. Pero… un momento. ¿Qué es lo que ves? Parece una palanca, y es roja. Las palancas siempre se activan, es ley de vida, pero las cosas rojas… dan un poco de respeto, ¿no?
Por tu parte, Therax, si te animas a bajar en lo que Nox se decide si mueve la palanquita, observarás que abajo del todo hay un gran sistema de sonido. Un par de altavoces a los lados con un sistema receptor enmedio. También te das cuenta que hay una cámara en la esquina superior izquierda. Acaso… ¿Estáis siendo vigilados? ¿Sale el sonido que escuchábais a través de los altavoces? Si te quedas un rato quizá salgas de dudas.
- Grupo B:
Tom y Luka cogen a Spanner y Nailah respectivamente tras la caída de éstos. ¿Qué extraño poder les dejó inconscientes? Quién sabe, pero aquello no ha hecho más que empezar.
Los dos dormilones empezáis a recobrar el sentido, poco a poco visualizáis todo lo que está pasando, y no tardáis mucho en ser conscientes de la situación, recordando justo el instante en el que pedisteis el conocimiento.
Zane, por tu parte, ves una especie de monstruo. Tiene la apariencia de un oso de dos cabezas, y se lanza raudo y veloz hacia tí, intentando darte un zarpazo a la altura del pecho. Tras ello intentará morderte el hombro con una de las dos cabezas.
Un grupo de diminutos seres carga contra el resto de los allí presentes. Murmuran a cada golpe que intentan dar, y su velocidad es digna de mención. Podrían ser unos veinte, pero cualquiera los cuenta. Parece una malvada tribu tontatta.
***
El tiburón ladeó el cuello tras coger a Nailah del suelo. Observó cómo Tom le miraba con recelo, y no pudo evitar lanzarle una sonrisa despiadada, una de esas que de por sí solas dicen “jódete, no la vas a tocar”. Y aquello le gustó tanto que disfrutó el momento durante unos segundos. Aquél que fue su severo profesor durante años, estaba siendo torturado mentalmente por su alumno.
Caminó junto al resto de los allí presentes mientras su capitán le formulaba una pregunta, la cual le hizo recordar sus tiempos de niño travieso, donde cada trastada era un logro y cada castigo un premio.
- No, la verdad es que no. Un día nos colamos Eric, uno de mis mejores amigos de la infancia y yo aquí. Pero creo que bajamos hasta el cuarto o quinto escalón. Después salimos corriendo porque escuchamos algo. Qué tiempos…
El habitante del mar sonrió a la par que daba un par de pequeñas bofetadas a Nailah, intentando que despertase. Incluso concentró una pequeña cantidad de agua en la palma de su mano y la hizo caer sobre la cara de su nueva compañera. Quizá con aquello, el gyojin consiguiera que la exhausta mujer despertase de sus sueños.
- Esto es demasiado raro, ¿verdad Tom?
- La verdad es que jamás he visto algo igual. ¿Qué te parece si…?
De repente algo golpeó el rostro del viejo dueño del dojo, y tras ello una bestia corría hacia el capitán de la banda. ¿Qué demonios estaba pasando?
Luka quiso poner a Nailah en el suelo, pero antes de conseguirlo recibió un par de golpes, uno en el rostro y otro cerca de la boca del estómago. Cayó al suelo y su compañera lo hizo con él. Se reincorporó como buenamente pudo y fortaleció su cuerpo gracias al haki, poniéndose rápidamente delante de la ladrona.
- Espero que despiertes pronto… O voy a parecer un puto colador -comentó casi susurrando.
Entonces, en un amago por mantener a su compañera con vida, el tiburón hizo brotar cuatro brazos acuáticos de sus laterales, realizando sendos movimientos con ellos con la firme intención de frenar a quien fuera que les estuviese atacando. Eran como diminutas moscas, pero se movían a una velocidad infinitamente superior. Sin embargo, quizá por azar, fortuna o agilidad, Luka consiguió cazar a una de esas diminutas amenazas. Cuando abrió ligeramente la palma para ver qué era aquello que había cazado, no pudo sino sorprenderse a ver que se trataba de un tontatta. El gyojin había visto al primero en Jaya, durante la reunión de excéntricos piratas que había tenido lugar en aquella tosca de mala muerte, en aquella ocasión, Syxel derrotó a uno de ellos, aunque luego fue compañero de Nailah en la siguiente fase de la reunión.
- ¡Chicos, son tontattas! ¿¿Qué hacemos??
Antes de recibir contestación, centró su mirada en el diminuto ser atrapado. Aún a riesgo de recibir algún golpe más, intentó poner un semblante serio e infundir miedo en el pequeño tontatta.
- Y dime… ¿Qué haces tú por aquí? ¿Para quién trabajas?
A su vez, el tiburón empezó a crear una superficie de agua a su alrededor, intentando así que todo aquél tontatta que pasara por allí, perdiese velocidad en sus movimientos. Aguardaría las palabras del atrapado con suma calma. Y si no decía nada que le interesara… Sería su conejillo de indias e intentaría infundir temor al resto de sus compañeros. Quizá de aquella manera… Obtuviesen algo de información.
Marc Kiedis
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Extrañamente, la gigantesca y peculiar planta pareció aceptar el queso que Marc le ofrecía. Incluso podría decirse que no quería compartirlo con nadie por la velocidad a la que desapareció tras cogerlo. La situación casi podría haberse calificado como cómica, si no fuese porque no tenía la menor idea de dónde podía haberles transportado aquel extraño vegetal que parecía tener pensamiento propio.
La estructura del edificio tembló bajo el peso del semigigante cuando este trepó a duras penas al tejado de este, buscando observar los alrededores desde una mejor perspectiva. No ibstante, parecía perfectamente capaz de soportar su tonelaje, así que el grandullón estaba relativamente tranquilo al respecto. Al tiempo que sus ideas se iban aclarando conforme los efectos de su nuevo queso-droga menguaban, el cocinero daba vueltas en su cabeza a un tema realmente prioritario en aquel momento: cómo iba a llamar a su nueva creación.
Tras devanarse los sesos durante unos minutos, finalmente el semigigante dio con el nombre perfecto. Uno que aunaba sonoridad, gancho, un divertido juego de palabras y, sobre todo, ingenio. Una sonrisa se formó en su rostro mientras bautizaba en voz alta su más reciente creación:
- ¡Se llamará Hacheese!
Encantado con su ocurrencia, el grandullón no podía esperar para contárselo a sus nakamas. En cuanto saliesen de aquel embrollo lo haría, y seguro que el nuevo nombre entusiasmaría a todos. Sin embargo, no era el momento más adecuado para detenerse a pensar en temas como aquel, pues en ese momento alguien apareció a lo lejos.
Acercándose a la posición del semigigante, una figura humana montada a caballo y envuelta en una aparentemente pesada armadura metálica comenzó a divisarse en el horizonte. El jinete iba armado con una enorme lanza que daba la sensación de ser ciertamente peligrosa. ¿Qué intenciones tendría? ¿Estaría también, como ellos, atrapado en aquel extraño lugar? ¿O tal vez sería un espejismo o engaño de alguna clase? Quién sabía qué podía depararles aquella misteriosa playa a la que se habían visto arrastrados.
No obstante, si algo tenía claro Marc, era que lo mejor es siempre ser amable con los demás. Así que, mientras el jinete se acercaba, le saludaría con la mano mientras sonreía. Una vez estuviese lo suficientemente cerca, se dirigiría a él (o ella) diciendo:
- Hola, amigo. Soy Marc, cocinero de los Arashi no Kyoudai. ¿Qué haces aquí? ¿También has sido arrastrado por esa extraña planta?
Acto seguido, y como prueba de buena fe, le ofrecería un trozo de su nueva creación, el en el futuro mundialmente famoso Hacheese. Seguro que aquel fantástico queso volvía al jinete más amigable y ayudaba a que se fiase de él. Aunque, ¿quién no se fiaría de un afable semigigante de cinco metros con una sonrisa perenne y que además es capaz de crear queso?
La estructura del edificio tembló bajo el peso del semigigante cuando este trepó a duras penas al tejado de este, buscando observar los alrededores desde una mejor perspectiva. No ibstante, parecía perfectamente capaz de soportar su tonelaje, así que el grandullón estaba relativamente tranquilo al respecto. Al tiempo que sus ideas se iban aclarando conforme los efectos de su nuevo queso-droga menguaban, el cocinero daba vueltas en su cabeza a un tema realmente prioritario en aquel momento: cómo iba a llamar a su nueva creación.
Tras devanarse los sesos durante unos minutos, finalmente el semigigante dio con el nombre perfecto. Uno que aunaba sonoridad, gancho, un divertido juego de palabras y, sobre todo, ingenio. Una sonrisa se formó en su rostro mientras bautizaba en voz alta su más reciente creación:
- ¡Se llamará Hacheese!
Encantado con su ocurrencia, el grandullón no podía esperar para contárselo a sus nakamas. En cuanto saliesen de aquel embrollo lo haría, y seguro que el nuevo nombre entusiasmaría a todos. Sin embargo, no era el momento más adecuado para detenerse a pensar en temas como aquel, pues en ese momento alguien apareció a lo lejos.
Acercándose a la posición del semigigante, una figura humana montada a caballo y envuelta en una aparentemente pesada armadura metálica comenzó a divisarse en el horizonte. El jinete iba armado con una enorme lanza que daba la sensación de ser ciertamente peligrosa. ¿Qué intenciones tendría? ¿Estaría también, como ellos, atrapado en aquel extraño lugar? ¿O tal vez sería un espejismo o engaño de alguna clase? Quién sabía qué podía depararles aquella misteriosa playa a la que se habían visto arrastrados.
No obstante, si algo tenía claro Marc, era que lo mejor es siempre ser amable con los demás. Así que, mientras el jinete se acercaba, le saludaría con la mano mientras sonreía. Una vez estuviese lo suficientemente cerca, se dirigiría a él (o ella) diciendo:
- Hola, amigo. Soy Marc, cocinero de los Arashi no Kyoudai. ¿Qué haces aquí? ¿También has sido arrastrado por esa extraña planta?
Acto seguido, y como prueba de buena fe, le ofrecería un trozo de su nueva creación, el en el futuro mundialmente famoso Hacheese. Seguro que aquel fantástico queso volvía al jinete más amigable y ayudaba a que se fiase de él. Aunque, ¿quién no se fiaría de un afable semigigante de cinco metros con una sonrisa perenne y que además es capaz de crear queso?
La voz de Yiromaru resonaba en mi cabeza con fuerza, diciéndome continuamente que no cortara nada. Pero entonces, de sopetón, aquel ser extraño que había visto en la lejanía se acercaba corriendo sobre cuatro patas, y lo que parecía una malformación eran dos cabezas. Antes de reaccionar, aquel animal le atacó con uñas y dientes, aunque en sentido literal. Esquivé todos y cada uno de los ataques de ese extraño oso bicéfalo, hasta que entonces escuché como el resto de mis compañeros también estaban en apuros.
-Lo siento, Luka… -susurré, posando la mano sobre el mango de mi preciada katana y desenfundaba trazando un corte en diagonal atravesando al oso en dos. Después de eso, hice notar mi presencia sobre los agresores de mis amigos, haciendo que gran parte de ellos cayeran al suelo inconscientes. Era la primera vez que veía un bicho de esos. Parecían insectos, pero tenían forma humanoide, más bien eran humanos pequeñitos y muy monos. Parecían hadas, esos animales mitológicos que tanto le gustaban a las jóvenes.
-¿Estáis bien? -pregunté en voz alta, poniéndome al lado de Luka-. Lo siento tío, tuve que cortar a ese bicho en dos. Espero que no te haya molestado -le dije, haciendo una mueca circunstancial.
En sus manos había uno de aquellos seres, envuelto en una burbuja de agua. Sin embargo, aquel bicho comenzó a crecer exponencialmente hasta convertirse en un humano de metro ochenta, rompiendo la pompa.
-¿Qué hacéis aquí? -preguntó, de forma calmada-. Gracias por haber matado al Grondurl, ¿pero porqué nos habéis atacado?
Y antes de que ninguna de las dos partes pudiera dar explicaciones, todo comenzó a temblar de nuevo.
PD: Perdón por el post tan corto, pero ando haciendo la maleta y tengo un poco de prisa.
-Lo siento, Luka… -susurré, posando la mano sobre el mango de mi preciada katana y desenfundaba trazando un corte en diagonal atravesando al oso en dos. Después de eso, hice notar mi presencia sobre los agresores de mis amigos, haciendo que gran parte de ellos cayeran al suelo inconscientes. Era la primera vez que veía un bicho de esos. Parecían insectos, pero tenían forma humanoide, más bien eran humanos pequeñitos y muy monos. Parecían hadas, esos animales mitológicos que tanto le gustaban a las jóvenes.
-¿Estáis bien? -pregunté en voz alta, poniéndome al lado de Luka-. Lo siento tío, tuve que cortar a ese bicho en dos. Espero que no te haya molestado -le dije, haciendo una mueca circunstancial.
En sus manos había uno de aquellos seres, envuelto en una burbuja de agua. Sin embargo, aquel bicho comenzó a crecer exponencialmente hasta convertirse en un humano de metro ochenta, rompiendo la pompa.
-¿Qué hacéis aquí? -preguntó, de forma calmada-. Gracias por haber matado al Grondurl, ¿pero porqué nos habéis atacado?
Y antes de que ninguna de las dos partes pudiera dar explicaciones, todo comenzó a temblar de nuevo.
PD: Perdón por el post tan corto, pero ando haciendo la maleta y tengo un poco de prisa.
Nailah
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Nailah alzó a la Reina Roja una vez más para iluminar todo su camino hasta que llegaron a cierta zona que no parecía ser el destino que buscaban. Tom ya los había avisado anteriormente mientras descendían y la pirata había atendido a todas las explicaciones. Finalmente, cuando estaban delante de la estructura, una voz omnipotente llamó la atención de todos y ella bajó su cimitarra, asombrada por el eco de ultratumba.
¿Personas puras? La morena no se consideraba pura en ningún sentido, pero algo le incitó a dar un paso junto a Spanner. En un principio había pensado que el ser más puro que se encontraba en el lugar sería Zane, le conocía lo suficiente como para pensar que su corazón era el más noble de todos cuando se trataba de ayudar a los seres queridos, cosa que por parte de Nailah era muy poco probable a no ser que tuvieran un gran vínculo emocional.
-Puede que si - Le respondió al gyojin con una sonrisa traviesa.
Sin embargó dio el paso y no se arrepintió de ello. Una luz blanquecina surgió de la gran compuerta y se elevó por los aires para luego volar hasta el interior del cuerpo de cada ser puro. Nailah la vio venir y no tuvo tiempo de apartarse. Cuando la luz atravesó su pecho, sus ojos se volvieron blancos como la nieve y cayó al suelo, inconsciente.
(...)
Cuando la pirata abrió los ojos, sintió su cara mojada y que iba en los hombros del gyojin. Cuando le iba a llamar la atención para que la bajara, unos golpes azotaron a ambos, haciendo que cayeran hacia el suelo. Sin embargo, se sintió protegida gracias a Luka. Nailah, desde el suelo, acarició la cabeza intentando liberarse del atontamiento de la inconsciencia y se fijó en todo el caos que había a su alrededor.
Enseguida recobró la compostura y alzó su espada, asombrada ante las pequeñas figuras que les habían atacado, pero cuando se dirigía hacia ellos todo comenzó a temblar de nuevo y Nailah casi pierde el equilibrio. ¿Habría sido buena idea bajar a aquel lugar? Ya estaba harta de tantos impedimentos.
¿Personas puras? La morena no se consideraba pura en ningún sentido, pero algo le incitó a dar un paso junto a Spanner. En un principio había pensado que el ser más puro que se encontraba en el lugar sería Zane, le conocía lo suficiente como para pensar que su corazón era el más noble de todos cuando se trataba de ayudar a los seres queridos, cosa que por parte de Nailah era muy poco probable a no ser que tuvieran un gran vínculo emocional.
-Puede que si - Le respondió al gyojin con una sonrisa traviesa.
Sin embargó dio el paso y no se arrepintió de ello. Una luz blanquecina surgió de la gran compuerta y se elevó por los aires para luego volar hasta el interior del cuerpo de cada ser puro. Nailah la vio venir y no tuvo tiempo de apartarse. Cuando la luz atravesó su pecho, sus ojos se volvieron blancos como la nieve y cayó al suelo, inconsciente.
(...)
Cuando la pirata abrió los ojos, sintió su cara mojada y que iba en los hombros del gyojin. Cuando le iba a llamar la atención para que la bajara, unos golpes azotaron a ambos, haciendo que cayeran hacia el suelo. Sin embargo, se sintió protegida gracias a Luka. Nailah, desde el suelo, acarició la cabeza intentando liberarse del atontamiento de la inconsciencia y se fijó en todo el caos que había a su alrededor.
Enseguida recobró la compostura y alzó su espada, asombrada ante las pequeñas figuras que les habían atacado, pero cuando se dirigía hacia ellos todo comenzó a temblar de nuevo y Nailah casi pierde el equilibrio. ¿Habría sido buena idea bajar a aquel lugar? Ya estaba harta de tantos impedimentos.
Katharina von Steinhell
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Siguió en silencio los movimientos del rubio, intentando no perderle de vista. Debían darse prisa, pues las esferas lumínicas no eran infinitas y su energía pronto desaparecería. En ese caso, la bruja tendría que acudir al fuego para iluminar la extraña casucha a la que entraron. Había polvo por todos lados y también algunos cuadros, además de una chimenea. Katharina pasó suavemente sus dedos por el muro de madera, reconociendo zonas hinchadas causa de la humedad, pero fuera de eso no encontró nada especialmente extraño. De pronto volteó violentamente su cabeza hacia la chimenea, pues escuchó una voz que recorrió la estancia como un murmuro. ¿Lo habrá escuchado solo ella? No, sus compañeros también lo oyeron. No tenía ninguna intención de descender y ayudar a lo que sea que estuviera allí abajo, pero Therax y Nox decidieron tomar otro camino.
La bruja buscó asiento y miró a sus compañeros.
—Me quedaré aquí por si algo sale mal —comentó con la vista clavada en el rubio—. Además, alguien debe hacer guardia.
Ciertamente Katharina quería descender y descubrir qué había allí abajo, pero tampoco podía dejarse llevar por su inocente curiosidad en un momento así. Se juntaron demasiados acontecimientos extraños como para no actuar seriamente. No confiaba en los amigos de Luka ni en los otros gyojins que fueron secuestrados por las ramas del misterioso árbol. Tampoco quería ser tomada por sorpresa estando bajo tierra, quizás en un lugar demasiado pequeño como para poder moverse con normalidad. No, lo más sensato era quedarse allí y esperar que sus compañeros fueran lo suficientemente inteligentes como para volver con la información necesaria.
La esfera lumínica quedó suspendida sobre las gastadas hojas del libro de tapas negras, revelando las ennegrecidas letras que estaban escritas en ellas. El Necronomicón no solo guardaba hechizos y misterios sin resolver, sino que también leyendas y algunas historias que pudieron ser ciertas… o no. Era un buen momento para leer y aprovechar el silencio, pues pronto todo se volvería caótico. Se detuvo inmediatamente cuando su vista fue llamada por una tétrica imagen de un hombre con cabeza y patas de carnero sosteniendo la cabeza de una mujer. Bajo la criatura había un pentagrama dibujado, una especie de círculo con una estrella invertida de cinco puntas en su interior. Comenzó a leer lo que estaba escrito en una lengua tan vieja como olvidada por la gran parte de la humanidad, pero no por ella. Y con cada letra que entraba por su vista, Katharina se horrorizaba más y más. Si bien ella no tenía ningún escrúpulo moral, había ciertas cosas que la descolocaban. Cerró de golpe el libro y lo guardó entre sus ropas, luego se levantó y caminó en círculos.
La bruja buscó asiento y miró a sus compañeros.
—Me quedaré aquí por si algo sale mal —comentó con la vista clavada en el rubio—. Además, alguien debe hacer guardia.
Ciertamente Katharina quería descender y descubrir qué había allí abajo, pero tampoco podía dejarse llevar por su inocente curiosidad en un momento así. Se juntaron demasiados acontecimientos extraños como para no actuar seriamente. No confiaba en los amigos de Luka ni en los otros gyojins que fueron secuestrados por las ramas del misterioso árbol. Tampoco quería ser tomada por sorpresa estando bajo tierra, quizás en un lugar demasiado pequeño como para poder moverse con normalidad. No, lo más sensato era quedarse allí y esperar que sus compañeros fueran lo suficientemente inteligentes como para volver con la información necesaria.
La esfera lumínica quedó suspendida sobre las gastadas hojas del libro de tapas negras, revelando las ennegrecidas letras que estaban escritas en ellas. El Necronomicón no solo guardaba hechizos y misterios sin resolver, sino que también leyendas y algunas historias que pudieron ser ciertas… o no. Era un buen momento para leer y aprovechar el silencio, pues pronto todo se volvería caótico. Se detuvo inmediatamente cuando su vista fue llamada por una tétrica imagen de un hombre con cabeza y patas de carnero sosteniendo la cabeza de una mujer. Bajo la criatura había un pentagrama dibujado, una especie de círculo con una estrella invertida de cinco puntas en su interior. Comenzó a leer lo que estaba escrito en una lengua tan vieja como olvidada por la gran parte de la humanidad, pero no por ella. Y con cada letra que entraba por su vista, Katharina se horrorizaba más y más. Si bien ella no tenía ningún escrúpulo moral, había ciertas cosas que la descolocaban. Cerró de golpe el libro y lo guardó entre sus ropas, luego se levantó y caminó en círculos.
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Bajo con determinación, sin titubear en ninguno de sus pasos junto a Therax, mientras Katharina se quedaba a nivel de suelo a vigilar por si algo pasaba. Aunque además de las raíces, la bruja tendría que preocuparse que el techo no se hundiera encima de ella con el gigante de los quesos encima. Lo único raro era como la voz iba volviéndose menos entendible conforme al tiempo. Algo olía mal, y no era precisamente los quesos de Marc
El enmascarado piso algo resbaladizo en el escalón y cayo de culo hasta el final de la escalera, que por suerte eran pocos o aquel tropezón hubiera acabado con un accidente fatal para la actual situación.
- Auch, como si el día ya no nos hubiese dado ya suficientes palos… -dijo quejándose, mientras se masajeaba la “retaguardia” por el golpe de la caída.
El dolor de glúteos paso a un segundo plano cuando su atención fue captada por un dispositivo que tenía cerca. Parecía una palanca y de color roja, parecida a la que se usaban para las emergencias.
“Es una trampa, ¿quien deja esa palanca a vista de todos? Es roja, como los botones de autodestrucción, así que no lo hagas o moriréis todos” – le ordenaba su cerebro.
Nox tiro de la palanca sin vacilación.
“Que te jodan *pasos alejandose y el ruido de un portazo*”
Al activarla pudo localizar un equipo de sonido y en una de las esquina una cámara. El enmascarado empezaba a atar cabos de aquello.
- Que gracioso… -miro directo a la cámara y alzo los brazos, en postura de desafío y de mala leche-. ¿Te crees muy puto gracioso con esto? No sé quién eres pero ya te has ganado una paliza de mi parte, cabronazo!
Era una reacción exagerada para él, pero que le engañaran con el sufrimiento de alguien no era un tema que se tomara a risa.
El enmascarado piso algo resbaladizo en el escalón y cayo de culo hasta el final de la escalera, que por suerte eran pocos o aquel tropezón hubiera acabado con un accidente fatal para la actual situación.
- Auch, como si el día ya no nos hubiese dado ya suficientes palos… -dijo quejándose, mientras se masajeaba la “retaguardia” por el golpe de la caída.
El dolor de glúteos paso a un segundo plano cuando su atención fue captada por un dispositivo que tenía cerca. Parecía una palanca y de color roja, parecida a la que se usaban para las emergencias.
“Es una trampa, ¿quien deja esa palanca a vista de todos? Es roja, como los botones de autodestrucción, así que no lo hagas o moriréis todos” – le ordenaba su cerebro.
Nox tiro de la palanca sin vacilación.
“Que te jodan *pasos alejandose y el ruido de un portazo*”
Al activarla pudo localizar un equipo de sonido y en una de las esquina una cámara. El enmascarado empezaba a atar cabos de aquello.
- Que gracioso… -miro directo a la cámara y alzo los brazos, en postura de desafío y de mala leche-. ¿Te crees muy puto gracioso con esto? No sé quién eres pero ya te has ganado una paliza de mi parte, cabronazo!
Era una reacción exagerada para él, pero que le engañaran con el sufrimiento de alguien no era un tema que se tomara a risa.
Luka Rooney
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- Grupo A:
Marc, el jinete se te acerca y observa tu rostro. En principio sólo ves una armadura andante. Su casco está más adornado que el resto de su armadura, sin embargo parece ir a juego. Cuando le ofreces el queso, el jinete parece olfatear -si es que puede con el casco- y lo coge. Parte un pequeño trozo y se lo ofrece a su caballo.
El caballo, por su parte, parece bastante más receptivo, y no duda en tomarse el queso. Pasan unos segundos y el jinete se quita el casco y pega un mordisco con ganas. Es un humano de adentrada edad -sobre sus cincuenta- cuya melena blanca te deja un poco anodado. Tiene una espada en la cintura y parece fuerte. ¿Aquí todos tienen pelaso?
- Mi nombre es Claud, aunque muchos me conocen como el jinete de la noche. Mi tarea es custodiar este trozo de isla y protegerlo de cualquier posible problema. Y dime, Marc ¿qué haces aquí? ¿Tienes algún problema?
Por otra parte, dentro del edificio Nox decide apretar la trampilla. Ésta hace que el suelo que hay donde está Therax desaparezca, y unas lanzas del techo caigan a gran velocidad. Además, parece haber un terremoto justo en el momento en el que la palanca toca el otro extremo. Vaya, qué casualidad, ¿no?
Nox, tú oyes de nuevo los ruidos de la gente sollozando, sin embargo… No vienen de la maquinaria, si no de donde se encuentra Kath.
Por su parte, Katharina oye en primera persona los ruidos, detectando la dirección de estos, y al activar la palanca, Nox ha abierto la puerta, pero no al completo. La apertura es de unos treinta centímetros. Si intentáis mover la puerta veréis que es imposible, está atascada con algo. El mecanismo ha debido a fallar en mitad del proceso. Tendréis que sudar un poco para pasar.
Si lo conseguís, veréis un camino de baldosas a cuyos lados hay un par de lagos. Parece una odisea, y justo al fondo hay una enorme olla de oro. Arriba hay un cartel que quizá algún historiador pueda descifrar. Es una lengua antigua, y viene a decir algo así como… “Sangre de humano y sangre de Gyojin has de depositar si tan solo quieres pasar.
Si deseas salir, la única salida es morir”.
- Grupo B:
Zane desenvaina su katana y realiza un par de cortes mortales sobre el monstruo, que cae derramando una gran cantidad de sangre. Si lo examináis, no dejaréis de sorprenderos. Parece una manguera sin fin. Además, la sangre parece mucho menos densa que de costumbre. ¿Qué especie de ser sería aquél tipo?
El resto de seres diminutos empiezan a volverse seres humanos. Parecen muy confusos, y son algo reticentes a hablar. Algunos os miran con recelo, otros con temor, pero hay un par que se acercan a vosotros. El primero mide entorno a dos metros, y su coplexión es fuerte. Lleva un pantalón vaquero y una chaqueta roja. Su pelo es rubio, y aunque no es un certamen de belleza, está al nivel del de Therax. El segundo, por el contrario, es un tipo más bajo, en torno a un metro ochenta, y su complexión es más débil. Delgado, casi rozando los huesos, y con multitud de cicatrices por el cuerpo. Éste lleva pantalones cortos raídos y no lleva camisa. Su pelo es negruzco y tiene pinta de no haberse aseado durante días.
- ¿Por qué nos habéis atacado? -pregunta el primero con malos gestos.
- ¡Nos han salvado, Quom! -dice el segundo, dirigiéndose al primero.
- ¿Qué nos van a haber salvado, Piorn? Yo lo ví, nos atacaron.
- ¡Que no! El de las espadas venció a Gronduln con mucha facilidad. ¿Somos ahora libres?
- No lo sé… No recuerdo mucho.
El resto de humanos se acercan a vosotros, conscientes de la aparente calma que os rodea tras el incidente.
- ¿Os atacamos nosotros primero? -dicen algunos de ellos, dudando en si deben preguntar o no- No recordamos mucho… Aunque poco a poco parece que nos viene todo a la mente.
Los humanos empiezan a hablar sobre las historias que recuerdan. Por lo visto son viajeros que alguna vez pararon en la Isla Gyojin y fueron atrapados por el árbol. Os llevan a donde creen que estaban antes. Por el camino veis arena y más arena, y al fondo una torre alta rodeada de una muralla.
En ese momento uno de los humanos recuerda algo más. Os dice que hay una especie de laboratorio, y que les hicieron multitud de experimentos, pero no recuerda quién o qué. También os dicen que suelen ver a la planta de vez en cuando. ¿Será fruto de otro de esos experimentos?
Cuando estáis a unos cincuenta metros, Nailah y Spanner sentís algo en vuestro interior. Una fuerza espiritual intensa, algo raro. De repente, empezáis a flotar. Podéis controlar vuestros movimientos a la perfección, como si fuera una habilidad innata en vosotros. Os sentís poderosos, llenos de vitalidad. Incluso si os esforzais, podréis alcanzar una velocidad de vértigo.
Y entonces, un terremoto sacude la zona.
El panorama cada vez pintaba peor. Los diminutos seres tenían una fuerza y velocidad increíbles, y la concentración del tiburón no daba para más. El agua frenaba algunos ataques, pero los seres se movían tan rápido, que daba igual cuantos fueran, parecían miles.
Entonces, el momento llegó. El habitante del mar observó cómo Zane desenvainaba su katana. Durante un instante pensó que era mala idea, pero viendo la situación, se dedicó a observar de qué era capaz su capitán. Con un par de finos y ligeros movimientos evadió los golpes de su rival, y lanzó un par de cortes que atravesaron a su rival y le mandaron al suelo. El animal empezó a dejar todo el suelo lleno de sangre, y entonces algo extraño pasó.
Todos los diminutos seres, empezaron a transformarse en humanos. Uno se transformó en pleno movimiento ofensivo y golpeó con fuerza el rostro del Gyojin, logrando crearle una gran contusión interior que le hizo escupir bastante sangre.
Poco a poco los humanos dejaron de golpear y se juntaron. Parecían desorientados y con miedo. Se les veía bastante confusos. Dos de ellos empezaron a discutir entre sí. Uno pedía explicaciones a los Arashis, mientras que el otro les agradecía haberles librado de aquella bestia.
De repente, empezaron a contar todo lo que sabían del lugar. Habían sido viajeros que pararon alguna vez en la isla. Al tiburón le resultaba extraño que recordasen partes de su pasado tan lejano y no las cercanas. Pero como médico, conocía de los extraños casos de amnesia y la complejidad de entenderla. Era completamente posible recordar fragmentos del pasado de hacía diez años y no de hacía dos. Lo raro era que fuese el comportamiento normal en todos o casi todos los humanos. Aquello sí que era verdaderamente extraño.
Caminaron conociendo más detalles del tema. Luka se acercó a Tom y entabló una pequeña conversación con él. Intentaron indagar sobre el asunto, pero ninguno de los dos entendía muy bien ni era capaz de encontrarle algo de lógica a todo lo que estaba pasando. Quizá, con algo más de tiempo…
Parecía ser, que un laboratorio era el causante de tantas preguntas. Al oír la palabra laboratorio, Luka observó a Tom, y éste observó al primero. Los dos debieron pensar lo mismo. “Korn”. Era el único ser al que conocían capaz de algo así.
Korn era un Gyojin apasionado por las tecnologías. Era investigador de profesión, y siempre había buscado la unión entre la medicina y la tecnología. Había trabajado con los mejores médicos del mundo, y sus conocimientos tecnológicos habían sido precisados por multitud de ciudades en busca de la excelencia. Tenía muchas patentes, y una gran cantidad de inventos pendientes. Pero un día desapareció. Luka tendría diecisiete o dieciocho años.
Su desaparición sonó en el mundo entero, pero pronto fue eclipsada por otras noticias. Los Gyojins le buscaron durante mucho tiempo, pero acabaron por sucumbir ante la incertidumbre. Luka miró a Tom de nuevo y le hizo una mueca. Se apartaron un poco del grupo y le preguntó de manera directa.
- ¿Crees que…?
- Quién si no. Quizá le atrapó la planta esta y está intentando salir. O puede que… Se haya vuelto loco.
- Quién sabe… Pero eso explicaría muchas cosas.
De repente, el tiburón se paró al ver cómo Spanner y Nailah parecían estar volando. Su poder parecía haberse incrementado a unos límites difíciles de determinar. Durante unos segundos no supo qué hacer. Y entonces un nuevo terremoto irrumpió en la escena y le sacó de su ensimismamiento. De la arena empezaron a brotar un montón de golems de tierra. Aparentemente medían tres metros y su envergadura era de cinco.
Luka se vió sorprendido por los más cercanos, y pronto le aprisionaron. Pese a que intentó golpearles, éstos se recomponían todo el rato. Parecía no tener fin. Entonces Tom gritó desde la lejanía.
- ¡Es el momento de los dos chicos puros, solo ellos podrán acabar con los golems!
¿Y si tenía razón? ¿Por qué sólo ellos podrían dañar a aquellos golems? A veces la vida tiene misterios que conviene no resolver.
Siempre quería haber dicho esa frase.
Nailah
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Nailah bajó la Reina Roja sorprendida ante la actuación de aquellos seres que habían intentado atacarlos. Al principio parecían hostiles, pero poco después se transformaron en humanos y, algunos de ellos, incluso sobrepasaron la altura de la propia pirata. Estaban muy desorientados y no paraban de hacer preguntas sobre los ataques, ya fueran los suyos o los de los piratas.
Por algún extraño casual, resultaron ser viajeros que se adentraron en este lugar. ¿Correrían el mismo destino los Arashi? Esperaba que no, pero tenía curiosidad por saber qué cientos de secretos más escondían aquellas catacumbas y, sobre todo, encontrar a sus tres compañeros de la banda.
A medida que habían decidido emprender de nuevo su camino, la pirata escuchó con atención las anécdotas de aquellos extravagantes humanos y no entendía muchas cosas. Sobre todo, que hubiera sido posible tener un laboratorio en un lugar cuyas condiciones parecían muy complicadas para albergar un trabajo peligroso.
-¿Quién sería capaz de hacer algo así? - Inquirió con curiosidad.
La espadachina miró a los dos gyojines hablar como si entendieran del asunto y estuvo a punto de interrumpirlos de no ser porque a lo lejos se alzaba una gran torre rodeada por una muralla. Enseguida llegaron cerca de ella y cuando ella estuvo a punto de señalar el punto más alto del lugar, sus pies empezaron a levantarse del suelo.
No era la única que había empezado a volar, Spanner también. Nailah observó las caras de los Arashi al ver que se mantenía flotando e incluso dio una voltereta en el cielo, con una sonrisa de felicidad en su rostro. Nunca había podido volar por sí misma y en el fondo le agradaba aquella sensación, se sentía fuerte y con mucha energía, pero... ¿a qué se debía eso? ¿Acaso a la luz blanca que había decidido introducirse en su cuerpo cuando fue considerada un ser puro?
Cientos de preguntas surgieron en su mente, pero al ver como el sonido de un terremoto hacía que el suelo temblara, se fijó en la cantidad de engendros de piedras que surgían de la arena. Nailah frunció el ceño al ver que varios de ellos intentaban rodear a Luka. Se echó hacia atrás, y extendió la palma de su mano.
-No vais a tocar a ningún Arashi - Su voz sonaba tétrica, con mucho eco, como si no fuera ella misma quien hablara.
De la palma de su mano brotó una bola de luz blanca que hacía daño a la vista a quién mirara, pero esta voló hasta introducirse en el corazón de los gólems que rodeaban al gyojin, dejando detrás de ella una estela de energía espiritual. La luz espiritual se podía ver a través de las grietas que poseían los engendros de piedra, haciéndose cada vez más intensa hasta el punto de parecer que iban a explotar desde dentro.
-¡Luka! - Resonó de nuevo con el semblante serio.
Si el gyojin no se apartaba sufriría las consecuencias de la explosión así que en un acto reflejo, Nailah voló rozando el suelo a una velocidad increíble, hasta agarrar al tritón por debajo de los brazos y posarlo en la arena, alejado de los golems que iban a dejar de recomponerse.
Por algún extraño casual, resultaron ser viajeros que se adentraron en este lugar. ¿Correrían el mismo destino los Arashi? Esperaba que no, pero tenía curiosidad por saber qué cientos de secretos más escondían aquellas catacumbas y, sobre todo, encontrar a sus tres compañeros de la banda.
A medida que habían decidido emprender de nuevo su camino, la pirata escuchó con atención las anécdotas de aquellos extravagantes humanos y no entendía muchas cosas. Sobre todo, que hubiera sido posible tener un laboratorio en un lugar cuyas condiciones parecían muy complicadas para albergar un trabajo peligroso.
-¿Quién sería capaz de hacer algo así? - Inquirió con curiosidad.
La espadachina miró a los dos gyojines hablar como si entendieran del asunto y estuvo a punto de interrumpirlos de no ser porque a lo lejos se alzaba una gran torre rodeada por una muralla. Enseguida llegaron cerca de ella y cuando ella estuvo a punto de señalar el punto más alto del lugar, sus pies empezaron a levantarse del suelo.
No era la única que había empezado a volar, Spanner también. Nailah observó las caras de los Arashi al ver que se mantenía flotando e incluso dio una voltereta en el cielo, con una sonrisa de felicidad en su rostro. Nunca había podido volar por sí misma y en el fondo le agradaba aquella sensación, se sentía fuerte y con mucha energía, pero... ¿a qué se debía eso? ¿Acaso a la luz blanca que había decidido introducirse en su cuerpo cuando fue considerada un ser puro?
Cientos de preguntas surgieron en su mente, pero al ver como el sonido de un terremoto hacía que el suelo temblara, se fijó en la cantidad de engendros de piedras que surgían de la arena. Nailah frunció el ceño al ver que varios de ellos intentaban rodear a Luka. Se echó hacia atrás, y extendió la palma de su mano.
-No vais a tocar a ningún Arashi - Su voz sonaba tétrica, con mucho eco, como si no fuera ella misma quien hablara.
De la palma de su mano brotó una bola de luz blanca que hacía daño a la vista a quién mirara, pero esta voló hasta introducirse en el corazón de los gólems que rodeaban al gyojin, dejando detrás de ella una estela de energía espiritual. La luz espiritual se podía ver a través de las grietas que poseían los engendros de piedra, haciéndose cada vez más intensa hasta el punto de parecer que iban a explotar desde dentro.
-¡Luka! - Resonó de nuevo con el semblante serio.
Si el gyojin no se apartaba sufriría las consecuencias de la explosión así que en un acto reflejo, Nailah voló rozando el suelo a una velocidad increíble, hasta agarrar al tritón por debajo de los brazos y posarlo en la arena, alejado de los golems que iban a dejar de recomponerse.
Mist D. Spanner
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¿Drogas? No, estaba seguro de que no había ingerido nada que no viniese de una fuente fiable las últimas veinticuatro horas. ¿Gas alucinógeno al entrar en aquel lugar? Imposible, los demás no parecían afectados. Además, ¿de dónde venía aquella habilidad para levitar? ¿Y esa eufórica sensación? No, todo debía tener una explicación lógica. Nailah también parecía afectada, lo cual hacía mucho más probable que tuviese que ver con aquel cuento de “aquellos dos con el corazón más puro”. Maldijo para sus adentros, mientras decidía que más tarde descubriría que diablos estaba ocurriendo. Podría hacerle un analisis de sangre a Nailah, o un test psicológico. Estaba seguro de que Haru se dejó en el barco unas tarjetas de rorschach y…
Un rugido llenó el aire. Del suelo empezaron a salir criaturas que parecían estar hechas de tierra. Ahora si que no podía seguir preocupándose en lo que ocurría. Fijó un objetivo y flexionó las piernas en el aire, imitando a cuantos marines había visto haciendo aquella técnica llamada Geppou. Llevó la mano a su katana helada, sin desenfundarla, y se propulsó. Su cuerpo se movió hacia delante a toda velocidad. Una que el espadachín nunca había alcanzado, una que superaba incluso al rival más temible al que el pirata se había enfadado, el cazador Shi Long-Lang. Su cuerpo entró de cabeza en el pecho de una de las bestias, atravesándolo con su intangibilidad, quedando suspendido en el aire al otro lado. La espada estaba ligeramente desenfundada y Spanner la enfundó. Al hacerlo, la bestia fue cortada por siete sitios diferentes, a la par que se llenaba de cristalinos trozos de hielo.
—Normalmente… -dijo para sí- puedo hacer solo un corte con este movimiento. Soy mucho más rápido. ¿Qué demonios es esta cosa? ¡¡Luka!! ¡Después tengo muchas preguntas que hacerte!
Aquello último fue dicho con un tono de voz ligeramente jocoso. Si bien una persona que no conocía al espadachín pensaría que hablaba con furia y seriedad, alguien de su tripulación sería capaz de notar el ligero cambio en su voz que denotaba broma e incluso compañerismo. Sentimientos que el espadachín casi nunca parecía tener.
Un rugido llenó el aire. Del suelo empezaron a salir criaturas que parecían estar hechas de tierra. Ahora si que no podía seguir preocupándose en lo que ocurría. Fijó un objetivo y flexionó las piernas en el aire, imitando a cuantos marines había visto haciendo aquella técnica llamada Geppou. Llevó la mano a su katana helada, sin desenfundarla, y se propulsó. Su cuerpo se movió hacia delante a toda velocidad. Una que el espadachín nunca había alcanzado, una que superaba incluso al rival más temible al que el pirata se había enfadado, el cazador Shi Long-Lang. Su cuerpo entró de cabeza en el pecho de una de las bestias, atravesándolo con su intangibilidad, quedando suspendido en el aire al otro lado. La espada estaba ligeramente desenfundada y Spanner la enfundó. Al hacerlo, la bestia fue cortada por siete sitios diferentes, a la par que se llenaba de cristalinos trozos de hielo.
—Normalmente… -dijo para sí- puedo hacer solo un corte con este movimiento. Soy mucho más rápido. ¿Qué demonios es esta cosa? ¡¡Luka!! ¡Después tengo muchas preguntas que hacerte!
Aquello último fue dicho con un tono de voz ligeramente jocoso. Si bien una persona que no conocía al espadachín pensaría que hablaba con furia y seriedad, alguien de su tripulación sería capaz de notar el ligero cambio en su voz que denotaba broma e incluso compañerismo. Sentimientos que el espadachín casi nunca parecía tener.
Marc Kiedis
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El caballero aceptó el trozo de queso que Marc le ofrecía, no sin antes dar a probar, receloso, a su caballo. Una vez hubo comprobado que el animal lo ingería confiado, se quitó el casco y comenzó a degustar el nuevo invento del enorme chef. Al hacerlo, liberó una larguísima y perfectamente cuidada melena blanca. El semigigante no pudo evitar quedarse mirando los níveos destellos que los sedosos cabellos del misterioso caballero emitían durante unos segundos.
En ese momento, una vez terminó de comer, el hombre se presentó. Al parecer su nombre era Claud, el jinete de la noche, y era el encargado de salvaguardar aquel lugar de cualquier posible peligro. Ante su pregunta sobre los motivos del grandullón para estar allí, éste contestó con una sincera sonrisa:
- Pues si te digo la verdad, no sé cómo he acabado en esta playa. Mis nakamas y yo acabábamos de llegar a la isla, el hogar de varios de mis compañeros, y estábamos celebrándolo en el local de un amigo de uno de ellos cuando una planta gigante comenzó a brotar de la tierra. Antes de que nos diésemos cuenta, la mitad de los miembros de nuestra tripulación nos encontrábamos en este extraño lugar. No sabemos dónde nos encontramos, ni cómo podemos volver a reunirnos con nuestros nakamas. El resto han entrado a la casa para investigar, por si acaso la salida se encontraba allí, pero como yo no entro por la puerta decidí observar los alrededores desde el tejado para tener una mejor perspectiva.
Marc no tenía claro si aquel hombre resultaría ser un amigo o un enemigo, pero a decir verdad le producía buenas sensaciones. Aunque no solo se trataba de eso, sino que el grandullón siempre tendía a pensar bien de la gente y a confiar en los demás. Tal vez incluso demasiado. Esperaba no equivocarse en esa ocasión.
En ese momento, una vez terminó de comer, el hombre se presentó. Al parecer su nombre era Claud, el jinete de la noche, y era el encargado de salvaguardar aquel lugar de cualquier posible peligro. Ante su pregunta sobre los motivos del grandullón para estar allí, éste contestó con una sincera sonrisa:
- Pues si te digo la verdad, no sé cómo he acabado en esta playa. Mis nakamas y yo acabábamos de llegar a la isla, el hogar de varios de mis compañeros, y estábamos celebrándolo en el local de un amigo de uno de ellos cuando una planta gigante comenzó a brotar de la tierra. Antes de que nos diésemos cuenta, la mitad de los miembros de nuestra tripulación nos encontrábamos en este extraño lugar. No sabemos dónde nos encontramos, ni cómo podemos volver a reunirnos con nuestros nakamas. El resto han entrado a la casa para investigar, por si acaso la salida se encontraba allí, pero como yo no entro por la puerta decidí observar los alrededores desde el tejado para tener una mejor perspectiva.
Marc no tenía claro si aquel hombre resultaría ser un amigo o un enemigo, pero a decir verdad le producía buenas sensaciones. Aunque no solo se trataba de eso, sino que el grandullón siempre tendía a pensar bien de la gente y a confiar en los demás. Tal vez incluso demasiado. Esperaba no equivocarse en esa ocasión.
Katharina von Steinhell
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Necesitaba espacio y tiempo para poder continuar con sus estudios, pues en esa casucha y con tantos ojos curiosos no podía practicar tranquilamente. Normalmente, sus prácticas eran riesgosas tanto para ella como para los demás. Por otra parte, y recordando el conjuro leído en el Necronomicón, no recurriría a métodos tan deshumanos para volverse más fuerte. El solo hecho de recordar aquellas palabras estremecía su cuerpo, era como si un demonio le capturase con la mirada. Sin embargo, tenía otra idea en mente. Sacó una libreta de entre sus ropas y enseguida comenzó a escribir a una velocidad endemoniada, como si estuviese poseída por el dios de la escritura. Con aquellas modificaciones y dándole un toque más personal, terminaría consiguiendo un hechizo menos horroroso, pero igual de poderoso. Solo necesitaba una víctima con la que experimentar, y algo le decía que pronto llegaría.
De pronto, el suelo se sacudió y los sollozos volvieron a sonar en la habitación. ¿De dónde diablos venían? Katharina volteó la mirada, encontrándose con una puerta secreta a medio abrir. «¿Qué sucedió allí abajo?», se preguntó a sí misma. Ahora no tenía tiempo para preocuparse de sus compañeros; seguramente estaban bien. Intentó mover la puerta usando algo de fuerza, pero no lo consiguió. Estaba atascada y forzarla no parecía ser una opción. «Puedo escabullirme por ese pequeño espacio, pero si algo o alguien me espera del otro lado, estaré en problemas», reflexionó, «necesitaré quitar lo que sea que traba la puerta». Por suerte, era lo suficientemente pequeña y delgada como para atravesar sin ningún problema, a excepción de su desconsiderado busto. Al intentar pasar de lado, tuvo que sufrir un poco debido a la presión que la pared ejercía sobre sus pechos. «¿En qué momento crecieron tanto? Y pensar que antes era más plana que una tabla», pensó.
—¿Qué diablos es esto…?
Sin lugar a duda, el paisaje era hermoso. Frente a ella apareció un pasaje de baldosas bordeado por la belleza de no uno, sino dos lagos. Al final del camino, una gigantesca olla dorada la esperaba. Quiso correr hacia ella y descubrir los secretos que tenía, pero detuvo de golpe esa emoción. «No soy tan idiota como para lanzarme sin verificar que no hay trampas», se dijo a sí misma. Había estado en incontables ruinas, por lo que sabía que había una alta probabilidad de ser interceptada por alguna trampa. Antes de acercarse a la olla, intentaría destrabar la puerta, luego exploraría y comprobaría que no hubiese ningún mecanismo extraño, usando sus conocimientos como amante de las mazmorras. Una vez estuviese todo en orden, avanzaría.
Llegó al final del camino y reparó en el cartel que había sobre la olla. «¿Uh? ¿Qué idioma es este?», se preguntó justo después de colocar una pose reflexiva —ceño fruncido y la mano sosteniendo la barbilla—. Imaginó combinaciones de letras, relacionó los símbolos con algunos elementos clave de la escritura y recordó todo lo que leyó en antiguos libros. Poco a poco comenzó a ver la luz entre la oscuridad, quitando el velo y enfrentando la verdad. Cuando llegó a una frase más o menos coherente, se decepcionó. No esperaba que fuese algo tan aburrido como eso. Suspiró y luego se volteó, esperando ver a los gyojins que acompañaban al grupo. «Supongo que no es necesario matar a uno, solo una pizca de sangre». Por un momento, se imaginó a sí misma cortando a Luka en cuadraditos, picándolo como si fuese pescado para sushi y extrayendo su sangre.
—Necesitaré la ayuda de estos peces parlantes —comentó, esperando no ser escuchada.
De pronto, el suelo se sacudió y los sollozos volvieron a sonar en la habitación. ¿De dónde diablos venían? Katharina volteó la mirada, encontrándose con una puerta secreta a medio abrir. «¿Qué sucedió allí abajo?», se preguntó a sí misma. Ahora no tenía tiempo para preocuparse de sus compañeros; seguramente estaban bien. Intentó mover la puerta usando algo de fuerza, pero no lo consiguió. Estaba atascada y forzarla no parecía ser una opción. «Puedo escabullirme por ese pequeño espacio, pero si algo o alguien me espera del otro lado, estaré en problemas», reflexionó, «necesitaré quitar lo que sea que traba la puerta». Por suerte, era lo suficientemente pequeña y delgada como para atravesar sin ningún problema, a excepción de su desconsiderado busto. Al intentar pasar de lado, tuvo que sufrir un poco debido a la presión que la pared ejercía sobre sus pechos. «¿En qué momento crecieron tanto? Y pensar que antes era más plana que una tabla», pensó.
—¿Qué diablos es esto…?
Sin lugar a duda, el paisaje era hermoso. Frente a ella apareció un pasaje de baldosas bordeado por la belleza de no uno, sino dos lagos. Al final del camino, una gigantesca olla dorada la esperaba. Quiso correr hacia ella y descubrir los secretos que tenía, pero detuvo de golpe esa emoción. «No soy tan idiota como para lanzarme sin verificar que no hay trampas», se dijo a sí misma. Había estado en incontables ruinas, por lo que sabía que había una alta probabilidad de ser interceptada por alguna trampa. Antes de acercarse a la olla, intentaría destrabar la puerta, luego exploraría y comprobaría que no hubiese ningún mecanismo extraño, usando sus conocimientos como amante de las mazmorras. Una vez estuviese todo en orden, avanzaría.
Llegó al final del camino y reparó en el cartel que había sobre la olla. «¿Uh? ¿Qué idioma es este?», se preguntó justo después de colocar una pose reflexiva —ceño fruncido y la mano sosteniendo la barbilla—. Imaginó combinaciones de letras, relacionó los símbolos con algunos elementos clave de la escritura y recordó todo lo que leyó en antiguos libros. Poco a poco comenzó a ver la luz entre la oscuridad, quitando el velo y enfrentando la verdad. Cuando llegó a una frase más o menos coherente, se decepcionó. No esperaba que fuese algo tan aburrido como eso. Suspiró y luego se volteó, esperando ver a los gyojins que acompañaban al grupo. «Supongo que no es necesario matar a uno, solo una pizca de sangre». Por un momento, se imaginó a sí misma cortando a Luka en cuadraditos, picándolo como si fuese pescado para sushi y extrayendo su sangre.
—Necesitaré la ayuda de estos peces parlantes —comentó, esperando no ser escuchada.
El rubio se introdujo en la trampilla, no sin albergar serias dudas acerca de si era lo apropiado o no. Bien era cierto que no parecían tener más opciones, pero adentrarse en lo oscuro y lo desconocido solía tener consecuencias. Y no agradables, precisamente.
Sus pensamientos fueron radicalmente interrumpidos por un sonido seco junto a él. Therax llevó la mano derecha a Byakko por puro reflejo, pero se relajó en cuanto vio lo que había sucedido. Nox, que había descendido junto a él, se había caído y había resbalado varios metros. Miró hacia atrás, comprobando con Katharina había optado por mantenerse en la retaguardia. Agradeció el gesto, pues se sentía más seguro sabiendo que alguien capaz cubría su espalda y la de los suyos.
Aunque ¿era la pelirroja alguien en quien se pudiera confiar? Lo cierto era que les había dado un nombre falso, pero tampoco podía olvidar que se había sincerado con respecto a su identidad, o eso suponía. Fuera como fuere, el asunto requería ser tratado con calma, y eso era lo que menos tenía en aquellos momentos.
Sus pasos le llevaron hacia una sala de pequeñas dimensiones. Llamaba la atención una cámara situada en una esquina, así como un extraño dispositivo cuya naturaleza desconocía por completo. ¿Un reproductor? Tal vez; todo apuntaba en esa dirección. ¿Pero dónde demonios estaba Nox? Entrecerró los ojos para tratar de distinguirle, pues la intensidad de luz que manaba de la esfera iba decayendo.
Al fin pudo identificar su posición. Se encontraba junto a una palanca de un vivo color rojo, la cual parecía gritar "no me acciones o te mato". No obstante, la mente del más veterano de los Arashi no se mostraba capaz de ver el mensaje, de modo que la mano del carpintero se extendía sin clemencia hacia ella.
-¡N...! -intentó frenarle, mas no pudo hacerlo a tiempo.
Antes de que se diese cuenta, el suelo bajo sus pies había desaparecido y se precipitaba hacia el vacío. Enseguida adoptó su forma híbrida con intención de deshacer el camino que le habían obligado a recorrer. Sin embargo, lo que vieron sus ojos causó que cambiara de opinión al instante. Varios filos con no muy buenas intenciones se dirigían hacia él a gran velocidad, cerrando cualquier vía de escape. En consecuencia, dio la vuelta y se precipitó hacia el vacío, colocando la esfera de luz frente a él y agudizando su vista. Tal vez así pudiese distinguir el fin del túnel o cualquier camino que le permitiese hacerse a un lado.
Sus pensamientos fueron radicalmente interrumpidos por un sonido seco junto a él. Therax llevó la mano derecha a Byakko por puro reflejo, pero se relajó en cuanto vio lo que había sucedido. Nox, que había descendido junto a él, se había caído y había resbalado varios metros. Miró hacia atrás, comprobando con Katharina había optado por mantenerse en la retaguardia. Agradeció el gesto, pues se sentía más seguro sabiendo que alguien capaz cubría su espalda y la de los suyos.
Aunque ¿era la pelirroja alguien en quien se pudiera confiar? Lo cierto era que les había dado un nombre falso, pero tampoco podía olvidar que se había sincerado con respecto a su identidad, o eso suponía. Fuera como fuere, el asunto requería ser tratado con calma, y eso era lo que menos tenía en aquellos momentos.
Sus pasos le llevaron hacia una sala de pequeñas dimensiones. Llamaba la atención una cámara situada en una esquina, así como un extraño dispositivo cuya naturaleza desconocía por completo. ¿Un reproductor? Tal vez; todo apuntaba en esa dirección. ¿Pero dónde demonios estaba Nox? Entrecerró los ojos para tratar de distinguirle, pues la intensidad de luz que manaba de la esfera iba decayendo.
Al fin pudo identificar su posición. Se encontraba junto a una palanca de un vivo color rojo, la cual parecía gritar "no me acciones o te mato". No obstante, la mente del más veterano de los Arashi no se mostraba capaz de ver el mensaje, de modo que la mano del carpintero se extendía sin clemencia hacia ella.
-¡N...! -intentó frenarle, mas no pudo hacerlo a tiempo.
Antes de que se diese cuenta, el suelo bajo sus pies había desaparecido y se precipitaba hacia el vacío. Enseguida adoptó su forma híbrida con intención de deshacer el camino que le habían obligado a recorrer. Sin embargo, lo que vieron sus ojos causó que cambiara de opinión al instante. Varios filos con no muy buenas intenciones se dirigían hacia él a gran velocidad, cerrando cualquier vía de escape. En consecuencia, dio la vuelta y se precipitó hacia el vacío, colocando la esfera de luz frente a él y agudizando su vista. Tal vez así pudiese distinguir el fin del túnel o cualquier camino que le permitiese hacerse a un lado.
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- Grupo A:
El jinete te mira atentamente, Marc, como si te estuviese leyendo la mente. Por momentos es incluso incómodo.
- ¿Qué diablos me has dado? Me noto un poco raro -comenta mientras se toca el estómago-. Y algo más débil, creo. O diferente, no sé. ¿Quién eres?
El hombre se baja del caballo -el cual, si te fijas, observarás que está durmiendo, quizá desde hace un rato-. Y te tiende la mano. Te la señala con la mirada, como si esperase que se la apretases.
Si decides apretarla, quizá no notes su tacto muy humano. O puede que ni siquiera notes su tacto. Entonces el tipo mira al horizonte y observa que hay gente peleando con lo que parecen ser unos golems raros.
- Enemigos… Prepara tu arma, gigante, hay que masacrarlos a todos -el tipo relincha como si fuese un caballo, incluso parece intentar azotar al propio caballo, aunque no está montado en ninguno-. ¡A por ellos!
Y sin más dilación, sale corriendo hacia quienes quieran que sean los aventureros que se están pegando contra los golems. Pero se ha dejado el arma en el suelo. Va completamente desarmado -más allá de su armadura- hacia una aventura que parece no pintar muy bien para él. Y quizá tampoco para ti. Justo en ese momento ves como Bak sube hasta tu posición. Quizá sea buena idea que te informe de todo lo que ha estado pasando.
Por otra parte, en el interior de la casa todo transcurre con mayor “normalidad”. Dentro de lo poco normal que es la situación.
Nox acciona la palanca y la lía un poco en el exterior. Termina juntándose con el escuadrón marino y Katharina. El pirata será el que menos problema tenga en entrar, mientras que de los gyojin, el único que no es capaz de entrar es Bak, que decide subirse hasta la ubicación de Marc.
Cuando Katharina comenta lo que pone en el caldero, los gyojin te miran bastante mal. Sar D Ynilla, que es la más racista, empieza a insultarte sin parar. Por su parte, Rod A Baio y Kal Amar Do se acercan a tí y chocan sus hombros contra los tuyos, quizá en un acto que denota cierta agresividad.
Cuando llegan hasta el caldero y leen lo que hay escrito, se vuelven algo confusos.
- Aún no somos muy buenos historiadores. Sabemos lo suficiente como para poder hacernos a una idea de lo que pone. En el escrito está la palabra gyojin, sangre y pasar. Es posible que la mujer diga la verdad.
Acto seguido, ambos se acercan al caldero y se producen un corte en el brazo, dejando que la sangre caiga sobre el reluciente oro.
De repente, las paredes empiezan a estrecharse, y el suelo empieza a abrirse desde el centro. En unos quince o veinte segundos caeréis en picado si no lo remediais. No hay salidas visibles, y la pared que viene hacia vosotros es diamante puro.
Si conseguís bajar sin morir, veréis la más avanzada tecnología en la zona. Caeréis sobre una sala con cámaras en cada esquina y un montón de monitores. Todas las puertas están abiertas, y con cada movimiento, las cámaras se mueven. Qué miedo.
Therax, te dejas caer para que las lanzas no te den, sin embargo, éstas van a mayor velocidad que tú, por lo que solo estás alargando lo inevitable. Algunas pasan cerca de tí, una incluso te roza el muslo, creando un fino hilillo de sangre. Debes pensar en algo para evitar que te den de lleno.
Ah, por cierto. Empiezas a notar presencias extrañas. No parecen suponer ningún problema, pero cuanto más bajas, más presencias notas. ¿Es un ejército? De momento, a ojo, puedes notar unas cien. Por la distancia a las que las notas, crees que tocarás suelo en cuatro o cinco segundos.
Si no te estampas, no conseguirás ver nada, aunque si lo haces tampoco verás nada, aunque eso será de por vida. A lo que íbamos, si consigues bajar sin estamparte, verás que todo está oscuro, pero en el momento en el que toques el suelo, notarás solo dos presencias acercándose hacia tí. La primera parece ser bastante débil (nivel 20), mientras que la segunda estar bastante pareja con tu fuerza. Sin conseguir verlos, te hacen una pregunta.
- ¿Qué raza eres, intruso?
- Grupo B:
Tanto Nailah como Spanner descubren el poder que tienen en su interior. Incluso parece que no sois conscientes de todo lo que podéis hacer. Simplemente con tocar a los golems éstos se deshacen en millones de granos de arena. Quedan unos treinta acercánse hacia vosotros.
Sois la clave para que nadie muera, por lo que quizá sea buena idea despejar la zona lo más rápido posible. ¿He hablado de muerte?
Veis a lo lejos a un extraño hombre con una rocambolesca armadura acercándose hacia vosotros. Grita, pero no entendéis muy bien qué dice. Quizá está algo desorientado. En la lejanía parece haber un gigante sobre una casa.
Zane, notas como te perforan la piel, pero no ves nada. Primero en el brazo derecho, después en el izquierdo, y un tercer impacto en el pecho. Los tres impactos tan simultáneos que probablemente solo notes uno o dos. Parecen hilos, pero no te da tiempo a tocarlos. En un segundo desapareces. Notarás un fuerte tirón y aparecerás en la nada, delante de diez enanos como los que os atacaron minutos atrás. Y hay alguien de mayor tamaño. Luce un pelaje rojo -más intenso que el tuyo-, y desenvaina una katana negra como el azabache.
- Zane D. Kenshin, ¿Qué hace alguien como tú aquí?
Tras ello hace una seña y los enanos saltan hacia ti, después lo hace él, intentando realizar un corte ascendente a la altura de tu estómago. Su velocidad es inhumana.
***
En un momento, el tiburón se vio rodeado de enemigos, hasta tal punto, que se temió lo peor. Por más que les golpeaba, se volvían a recomponer. Ni siquiera el haki sirvió. Sin embargo, escuchó una tétrica voz y vio cómo una esfera de luz se aproximaba hacia él. ¿Katharina? Seguro que era ella y había venido para vengarse, pero era el peor momento posible… ¿En serio le atacaría en un momento así?
En medio de tantas conjeturas, sintió que alguien le cogía y lo movía justo antes de que la esfera implosionase contra los golems. Ese alguien era Nailah, y algo le decía que el ataque había sido suyo también.
- Gracias, Nailah -comentó a la par que se incorporaba-. Creo que solo vosotros podéis dañarlos, ni con haki caen.
Tras ello, observó cómo Spanner realizaba un movimiento casi imperceptible para el ojo humano. Además, comentó lo extraño del movimiento, pidiendo explicaciones a Luka. Lo cierto era que el gyojin no sabía por qué eran tan poderosos. Lo que creía una leyenda parecía ser cierto, y quizá incluso se quedaba corta.
- Todo lo que estamos viviendo aquí… Son historias que jamás han sido creídas. Mis antepasados sabían canciones de este lugar, he leído libros…
- No has leído un libro en tu puta vida -comentó Tom, mandando a la mierda el emotivo momento.
- Bueno -comentó el tiburón mandando un asesina mirada al maestro del dojo-, me han contado que hay libros sobre el tema, y no creo que cuenten ni la mitad de lo que estamos viviendo.
El tiburón observó en aqueĺ momento a un hombre acercándose, y al detener la mirada en él, le pareció ver a un gigante en un tejado detrás. Un poco extraño, pero dada la lejanía, no podía verlo con claridad. Quizá, si se movía… acabase por confirmar su teoría.
De cualquiera de las maneras, un nuevo terremoto sacudió la zona, y entonces, una voz se escuchó en toda la zona.
- Luka, Tom, qué bien veros por aquí. Llegados a este punto, supongo que sabréis quién soy. Kron, aquél gyojin que un día desapareció del mundo… Se vino a los inframundos de la isla a llevar su tecnología a un nivel superior. Hermanos, el mundo no está preparado aún para ver ciertos avances… Ni siquiera vosotros lo estáis. ¡Salid de aquí ya antes de que revele todo mi potencial!
Y del suelo empezaron a salir todo tipo de criaturas uniformes. Algunas se asemejaban a animales, otras no parecían ni seres vivos. Pero todas se mostraban bastante hostiles hacia los Arashi. Además, multitud de criaturas voladoras acechaban a los piratas también. Todo pintaba mal. Muy mal.
Entonces, Tom empezó a generar agua en la palma de su mano, y el tiburón hizo lo propio. No sabía qué trataría de hacer el viejo, pero seguro que se le había ocurrido algo.
- ¡Luka! Tus amigos son semi-dioses, seguro que pueden lanzar algo similar a un rayo. Concentra una gran bola de agua, conecta al mayor número de bichos, y que ellos hagan el resto.
Sin duda era un plan digno del viejo. Así que el habitante del mar empezó a expulsar agua de sus palmas comunicándola entre sí y ayudándose de su espíritu de poseidón para generar una mayor cantidad, creando así una esfera de un tamaño considerable -casi tres metros cúbicos de agua, algo más que la mitad del máximo que el gyojin podía generar-. Tras ello, lo lanzó a sus rivales y atrapó a una multitud de ellos. Tom hizo lo propio con el agua generada. Ya solo faltaba que tanto Nailah como Spanner descubriesen hasta qué punto podían llegar. ¿Sería suficiente?
Katharina von Steinhell
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Cerró los ojos y dejó que la gyojin disparase su ráfaga de insultos. «No debes permitir que nadie te trate así», se comentó a sí misma en sus pensamientos. No obstante, antes de que pudiera abrir la boca y hacer algo, el resto de los hombres-pez chocó intencionalmente a Katharina en un intento de demostrar su repudio. Evidentemente, la bruja no tenía una personalidad demasiado dócil ni permitiría que hiciesen lo que quisiesen con ella. No ensuciaría sus armas con la sangre de esas criaturas torpes y con complejos de inferioridad, claro que no. Además, aún había muchos de la banda que desconfiaban de ella y no podía cagarla. ¿Pelear contra uno de esos gyojins? Sí, seguramente sería sencillo. Incluso podía luchar contra todos al mismo tiempo y aun así tener altas posibilidades de ganar. Pero era la confianza hablando y, aunque pudiera derrotarles, nada le aseguraba que podía salir de allí sin ellos.
Una vez la gyojin terminó de insultarle, la bruja cerró el puño y le propinó un fuerte puñetazo. «Mierda, jamás pensé que dolería tanto», pensó. Katharina jamás en su vida había tenido que usar sus propias manos desnudas para golpear a alguien, siempre había recurrido a todo tipo de armas y técnicas que desafiaban toda lógica.
—Pobrecita, soy una gyojin y el mundo me odia. Los humanos me detestan; todos están en contra mía —se burló acercándose poco a poco al humanoide—. No es mi culpa que tú seas inferior y tampoco me interesan tus problemas —luego se volteó hacia los dos gyojins y sonrió maliciosamente—. ¿Y ustedes quiénes son? Jamás me había percatado de su presencia. ¿Cómo decirlo…? Ah, sí: son completamente insignificantes ante mí. Les daré un primer y único consejo: no se metan conmigo.
Si intentaban hacer algo contra la bruja, rápidamente les pondría en su lugar liberando su Haki del Rey. Quería molestarles un poco por lo que habían hecho, pero no quitarles la vida. Eran miembros de la banda, después de todo; amigos de su capitán y del rubio. Luka le importaba una puta mierda y los demás… ¿Cuáles eran sus nombres? Tampoco podía recordarlo muy bien, a excepción del hombre de la máscara: Nox. Como sea, los gyojins tenían la culpa. Y a la bruja no le interesaba en lo más mínimo lo que el mundo tenía que decir de las criaturas del mar.
Luego, los gyojins se acercaron a la olla y le dieron la razón a la pelirrosa.
—¡Qué sorpresa! ¿Quién imaginaría que alguien tan inferior sería capaz de entender estas palabras? —preguntó con una alta dosis de veneno, intentando irritarles aún más. Sin embargo, enseguida guardó silencio y dejó las tonterías a un lado al ver que el gyojin vertió sangre en el recipiente dorado. Por un momento todo fue silencio, pero luego un chirriante sonido alertó a Katharina.
Acompañado del inquietante sonido, las paredes comenzaron a moverse hacia ellos en un intento de encerrarles y el suelo se abrió en una grieta. Tuvo suficiente tiempo para pensar qué hacer y actuar rápidamente. Sus ojos emitieron un brillo azulado y frío y enseguida el viento comenzó a arremolinarse en torno a ella. No importaba qué tan profunda fuese la caída, mientras permaneciese suspendida en el aire no tendría ningún problema. Sin embargo, se percató de que los peces eran incapaces de volar. «Maldición, si permito que estos mueran, Zane y los demás me culparán», reflexionó de inmediato. Primero se concentró en reunir suficiente energía para crear una especie de almohadilla en torno a uno de ellos, permitiéndole volar, aunque no libremente. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para moldear el viento de tal forma en torno al otro gyojin para que este dejase de caer. No obstante, el problema lo tuvo con la mujer. Se encontraba demasiado lejos y no alcanzaría a llegar a tiempo para detener la caída. «Piensa, piensa, piensa», se dijo en cuestión de centésimas de segundo. Entonces, y motivada por un deseo que trascendía el propio yo, lanzó una ráfaga de viento hacia ella e intentó mantenerlo estable. El sentimiento era tan doloroso como si sus músculos estuviesen siendo constantemente estirados, pero antes de tocar el suelo, consiguió disminuir considerablemente el impacto.
Tomó asiento y se apoyó en la pared, intentando no pensar en la situación en la que se encontraban. Necesitaba recuperar energías. Podía moverse y estaba preparada para cualquier batalla, pero la caída le supuso un esfuerzo que no había considerado. Tardaría unos minutos, mientras tanto se limitaría a evaluar el panorama e intentaría encontrar una solución.
Una vez la gyojin terminó de insultarle, la bruja cerró el puño y le propinó un fuerte puñetazo. «Mierda, jamás pensé que dolería tanto», pensó. Katharina jamás en su vida había tenido que usar sus propias manos desnudas para golpear a alguien, siempre había recurrido a todo tipo de armas y técnicas que desafiaban toda lógica.
—Pobrecita, soy una gyojin y el mundo me odia. Los humanos me detestan; todos están en contra mía —se burló acercándose poco a poco al humanoide—. No es mi culpa que tú seas inferior y tampoco me interesan tus problemas —luego se volteó hacia los dos gyojins y sonrió maliciosamente—. ¿Y ustedes quiénes son? Jamás me había percatado de su presencia. ¿Cómo decirlo…? Ah, sí: son completamente insignificantes ante mí. Les daré un primer y único consejo: no se metan conmigo.
Si intentaban hacer algo contra la bruja, rápidamente les pondría en su lugar liberando su Haki del Rey. Quería molestarles un poco por lo que habían hecho, pero no quitarles la vida. Eran miembros de la banda, después de todo; amigos de su capitán y del rubio. Luka le importaba una puta mierda y los demás… ¿Cuáles eran sus nombres? Tampoco podía recordarlo muy bien, a excepción del hombre de la máscara: Nox. Como sea, los gyojins tenían la culpa. Y a la bruja no le interesaba en lo más mínimo lo que el mundo tenía que decir de las criaturas del mar.
Luego, los gyojins se acercaron a la olla y le dieron la razón a la pelirrosa.
—¡Qué sorpresa! ¿Quién imaginaría que alguien tan inferior sería capaz de entender estas palabras? —preguntó con una alta dosis de veneno, intentando irritarles aún más. Sin embargo, enseguida guardó silencio y dejó las tonterías a un lado al ver que el gyojin vertió sangre en el recipiente dorado. Por un momento todo fue silencio, pero luego un chirriante sonido alertó a Katharina.
Acompañado del inquietante sonido, las paredes comenzaron a moverse hacia ellos en un intento de encerrarles y el suelo se abrió en una grieta. Tuvo suficiente tiempo para pensar qué hacer y actuar rápidamente. Sus ojos emitieron un brillo azulado y frío y enseguida el viento comenzó a arremolinarse en torno a ella. No importaba qué tan profunda fuese la caída, mientras permaneciese suspendida en el aire no tendría ningún problema. Sin embargo, se percató de que los peces eran incapaces de volar. «Maldición, si permito que estos mueran, Zane y los demás me culparán», reflexionó de inmediato. Primero se concentró en reunir suficiente energía para crear una especie de almohadilla en torno a uno de ellos, permitiéndole volar, aunque no libremente. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para moldear el viento de tal forma en torno al otro gyojin para que este dejase de caer. No obstante, el problema lo tuvo con la mujer. Se encontraba demasiado lejos y no alcanzaría a llegar a tiempo para detener la caída. «Piensa, piensa, piensa», se dijo en cuestión de centésimas de segundo. Entonces, y motivada por un deseo que trascendía el propio yo, lanzó una ráfaga de viento hacia ella e intentó mantenerlo estable. El sentimiento era tan doloroso como si sus músculos estuviesen siendo constantemente estirados, pero antes de tocar el suelo, consiguió disminuir considerablemente el impacto.
Tomó asiento y se apoyó en la pared, intentando no pensar en la situación en la que se encontraban. Necesitaba recuperar energías. Podía moverse y estaba preparada para cualquier batalla, pero la caída le supuso un esfuerzo que no había considerado. Tardaría unos minutos, mientras tanto se limitaría a evaluar el panorama e intentaría encontrar una solución.
Marc Kiedis
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La reacción del caballero tras comerse el queso hizo titubear ligeramente a Marc. Tal vez darle a probar el Hacheese no había sido muy buena idea, aunque por lo menos aquello demostraba inequívocamente que su nuevo invento funcionaba a la perfección. Ante la pregunta sobre su identidad, el semigigante sonrió y contestó con alegría:
- Mi nombre es Marc, y soy el cocinero de los Arashi no Kyoudai, la célebre tripulación del "Descamisetado" Zane D Kenshin.
En ese momento, el hombre se bajó tranquilamente de su caballo, que parecía dormir plácidamente pese a continuar de pie. El grandullón no pudo evitar preguntarse cómo lo haría para mantener el equilibrio en aquella posición. Casi parecía irreal. Tras acercarse a paso lento, el caballero ofreció a Marc su mano. Este la estrechó amablemente, pero pronto en su cara se dibujó una expresión de sorpresa que no fue capaz de reprimir. El tacto de aquel hombre no era normal, incluso podría decirse que casi carecía de él, cosa que inquietó bastante al cocinero. ¿Serían reales aquel extraño tipo y su caballo? Los últimos acontecimientos le hacían empezar a dudarlo.
De repente, el jinete pareció ver algo en la lejanía, pues volvió bruscamente la vista hacia un lado. Marc hizo lo propio, y logró divisar a varias siluetas de apariencia humana, o al menos similar, que al parecer se hallaban combatiendo contra unas enormes criaturas que parecían hechas de roca. ¿Qué ocurría allí? Cada segundo que pasaba todo se volvía cada vez más raro, sin importar lo que el semigigante hiciese.
Sin dar tiempo a nada más, el hombre se lanzó a la carrera hacia el combate, azotando a un imaginario caballo mientras el suyo continuaba en los brazos de Morfeo. Eso sí que era raro. Marc dudaba cada vez más de que el tipo fuese real, aunque cabía la posibilidad de que lo fuera y se hubiera lanzado tan temerariamente a la batalla por culpa de los efectos del Hacheese. Y si era así, era responsabilidad del cocinero ayudarle a luchar, pues era él quien le había puesto en aquella situación.
No obstante, antes de que pudiese decidir qué hacer, Bak llegó hasta su posición. Parecía ser el único de sus compañeros que había salido de la casa, así que el semigigante decidió preguntarle por ellos en cuanto le vio:
- ¡Hola Bak! ¿Habéis encontrado algo dentro de la casa? ¿Dónde están los demás?
Si el tiburón le contaba algo interesante y en lo que el grandullón pudiese ayudar éste iría con él. De lo contrario, le contaría lo ocurrido e intentaría convencerle para ir a ayudar al jinete sin caballo y al resto de personas a luchar contra aquellos monstruos pétreos. En este caso, decidiese Bak acompañarle o no, se lanzaría espadón en mano al combate.
- Mi nombre es Marc, y soy el cocinero de los Arashi no Kyoudai, la célebre tripulación del "Descamisetado" Zane D Kenshin.
En ese momento, el hombre se bajó tranquilamente de su caballo, que parecía dormir plácidamente pese a continuar de pie. El grandullón no pudo evitar preguntarse cómo lo haría para mantener el equilibrio en aquella posición. Casi parecía irreal. Tras acercarse a paso lento, el caballero ofreció a Marc su mano. Este la estrechó amablemente, pero pronto en su cara se dibujó una expresión de sorpresa que no fue capaz de reprimir. El tacto de aquel hombre no era normal, incluso podría decirse que casi carecía de él, cosa que inquietó bastante al cocinero. ¿Serían reales aquel extraño tipo y su caballo? Los últimos acontecimientos le hacían empezar a dudarlo.
De repente, el jinete pareció ver algo en la lejanía, pues volvió bruscamente la vista hacia un lado. Marc hizo lo propio, y logró divisar a varias siluetas de apariencia humana, o al menos similar, que al parecer se hallaban combatiendo contra unas enormes criaturas que parecían hechas de roca. ¿Qué ocurría allí? Cada segundo que pasaba todo se volvía cada vez más raro, sin importar lo que el semigigante hiciese.
Sin dar tiempo a nada más, el hombre se lanzó a la carrera hacia el combate, azotando a un imaginario caballo mientras el suyo continuaba en los brazos de Morfeo. Eso sí que era raro. Marc dudaba cada vez más de que el tipo fuese real, aunque cabía la posibilidad de que lo fuera y se hubiera lanzado tan temerariamente a la batalla por culpa de los efectos del Hacheese. Y si era así, era responsabilidad del cocinero ayudarle a luchar, pues era él quien le había puesto en aquella situación.
No obstante, antes de que pudiese decidir qué hacer, Bak llegó hasta su posición. Parecía ser el único de sus compañeros que había salido de la casa, así que el semigigante decidió preguntarle por ellos en cuanto le vio:
- ¡Hola Bak! ¿Habéis encontrado algo dentro de la casa? ¿Dónde están los demás?
Si el tiburón le contaba algo interesante y en lo que el grandullón pudiese ayudar éste iría con él. De lo contrario, le contaría lo ocurrido e intentaría convencerle para ir a ayudar al jinete sin caballo y al resto de personas a luchar contra aquellos monstruos pétreos. En este caso, decidiese Bak acompañarle o no, se lanzaría espadón en mano al combate.
El suelo temblaba, y parecía que el mundo fuera a colapsar en un instante. Lentamente, mis sentidos iban recobrando el cien por cien de sus capacidades, podía notar como las sustancias psicotrópicas que llevaban horas circulando por mi cuerpo estaban reduciéndose, haciendo que todo fuera más claro. Y de pronto, cuando quise darme cuenta, estábamos rodeado de enemigos. ¿Qué había pasado? Era lo único que podía discurrir en ese instante, pero cuando quise moverme algo me atravesó en mis extremidades superiores.
“¿Qué demonios…?” —pensé, intentando moverme sin éxito.
Lo que me había atravesado era algo fino y casi imperceptible, que no atisbaba presencia alguna, por lo que intuí que no estaba imbuido en haki de armadura. Inmediatamente después, algo me golpeó en el pecho, se trataba de una sensación parecida a un pinchazo, como si me estuvieran clavando una aguja para sacarme sangre. Haciendo gala de mi característica tozudez, empecé a caminar pese a notar un leve dolor en mis brazos. Recorrí algo menos de dos metros, y algo tiró de mi hasta llevar a un vacío que recorrió todo mi ser y apareció en un lugar extraño, que no había visto nunca. Miré al cielo y seguía en la isla gyojin, no había duda. A mi alrededor una decena de personitas que no levantaban un palmo del suelo y su cabecilla, un pelirrojo que portaba una katana.
—Lo típico —le contesté, aferrándome con fuerza al mango de mi preciada katana—. Beber y ojear sirenas.
Y sin esperar a que continuara una grandilocuente historia digna de ser narrada durante varias eras, aquellos diminutos seres me atacaron desde distintos puntos. No era la primera que no esperaban a que contara una de mis batallitas, ¿sería mal orador? ¿Acaso no sabía hacer un buen exordio para llamar la atención? A saber, pero, como de costumbre, me envolví en un mar de candentes llamas, deshaciéndome de aquello que tenía clavado en distintas partes del cuerpo, y comencé a girar. De mi brotaba una gran cantidad de fuego que cobraba forma de tornado, al mismo tiempo que lanzaba una onda cortante tras otra dirigida a mis enemigos, algunas golpeaban de lleno, mientras que otras eran esquivadas. Sin embargo, el enano pelirrojo parecía estar a otro nivel diferente, estando completamente atento a mis movimientos y actuando acorde a ellos.
“Es bueno” —me dije, impulsándome sobre mi pie derecho contra él y bloqueando su ataque, creando una pequeña onda expansiva.
—Eres fuerte, ¿cómo te llamas? —le pregunté, saltando hacia atrás después del encontronazo.
“¿Qué demonios…?” —pensé, intentando moverme sin éxito.
Lo que me había atravesado era algo fino y casi imperceptible, que no atisbaba presencia alguna, por lo que intuí que no estaba imbuido en haki de armadura. Inmediatamente después, algo me golpeó en el pecho, se trataba de una sensación parecida a un pinchazo, como si me estuvieran clavando una aguja para sacarme sangre. Haciendo gala de mi característica tozudez, empecé a caminar pese a notar un leve dolor en mis brazos. Recorrí algo menos de dos metros, y algo tiró de mi hasta llevar a un vacío que recorrió todo mi ser y apareció en un lugar extraño, que no había visto nunca. Miré al cielo y seguía en la isla gyojin, no había duda. A mi alrededor una decena de personitas que no levantaban un palmo del suelo y su cabecilla, un pelirrojo que portaba una katana.
—Lo típico —le contesté, aferrándome con fuerza al mango de mi preciada katana—. Beber y ojear sirenas.
Y sin esperar a que continuara una grandilocuente historia digna de ser narrada durante varias eras, aquellos diminutos seres me atacaron desde distintos puntos. No era la primera que no esperaban a que contara una de mis batallitas, ¿sería mal orador? ¿Acaso no sabía hacer un buen exordio para llamar la atención? A saber, pero, como de costumbre, me envolví en un mar de candentes llamas, deshaciéndome de aquello que tenía clavado en distintas partes del cuerpo, y comencé a girar. De mi brotaba una gran cantidad de fuego que cobraba forma de tornado, al mismo tiempo que lanzaba una onda cortante tras otra dirigida a mis enemigos, algunas golpeaban de lleno, mientras que otras eran esquivadas. Sin embargo, el enano pelirrojo parecía estar a otro nivel diferente, estando completamente atento a mis movimientos y actuando acorde a ellos.
“Es bueno” —me dije, impulsándome sobre mi pie derecho contra él y bloqueando su ataque, creando una pequeña onda expansiva.
—Eres fuerte, ¿cómo te llamas? —le pregunté, saltando hacia atrás después del encontronazo.
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Al accionarse la palanca una pequeña obertura se abrió, dando acceso a una nueva sala. Al ser menos de medio metro de anchura, el corpulento Bak tuvo que quedarse a la entrada, ya que si intentaba entrar lo más seguro es que taponara la entrada.
La sala parecía vacía a excepción de un caldero que descartaba, como si aquella habitación hubiese sido creada solo para ella. Katharina lo consiguió traducir, pero su manera de ordenar a los gyojin provoco a Sar. Podría de decirse que fue una pequeña pelea de gatas, bueno, peces gato.
Por un momento pensó en detenerlas, pero el cómo mucho podía contra los hombres pez. Kath era harina de otro costal o al menos eso le decía su mantra. Quizá el único que podía reducir a la pelirroja era Zane en caso de que hubiese disputas gordas, pero por ahora al menos Therax también para ayudar al enmascarado a aliviar las tensiones. Por cierto, no le había visto desde que había encontrado la palanca roja.
Los gyojins depositaron la sangre en el caldero, que activo un mecanismo que estrecho la sala y que con el hundimiento del suelo hizo que cayeran al vacío, otra vez. Como si un ser omnipotente tuviera la maldad de ver a aquellos individuos caer a sitios de negrura oscuridad.
- Creo que cuando dice “Sangre de humano y sangre de Gyojin”, quiere decir que tendríamos que haber echado de la primera y no solo de la segunda. Vamos, es una suposición…–sus piernas y brazos y piernas estaban cruzadas, como si no le importase mucho la caída -. Ains, siempre odio cuando me ocurre esto…
Cuando Nox se estrelló contra el frio y duro suelo de cabeza simplemente se dispersó en miles de granos de sal. A los pocos segundo se recompuso mientras se manoseaba el hombro, como si aquello le hubiese dolido lo suyo si no hubiese tenido sus poderes de logia. Al alzar la vista visualizo la nueva habitación. Estaba cubierta de pantallas y las cámaras invadían cada esquina.
- Genial, estamos en un reality-show –desenfundo su mandoble y sin mirarlas directamente apunto a Kath y a Sar -. Por favor chicas, intentaos llevar bien un rato. No quiero que el “anfrition” se entretenga viendo como os tiráis de los pelos.
La sala parecía vacía a excepción de un caldero que descartaba, como si aquella habitación hubiese sido creada solo para ella. Katharina lo consiguió traducir, pero su manera de ordenar a los gyojin provoco a Sar. Podría de decirse que fue una pequeña pelea de gatas, bueno, peces gato.
Por un momento pensó en detenerlas, pero el cómo mucho podía contra los hombres pez. Kath era harina de otro costal o al menos eso le decía su mantra. Quizá el único que podía reducir a la pelirroja era Zane en caso de que hubiese disputas gordas, pero por ahora al menos Therax también para ayudar al enmascarado a aliviar las tensiones. Por cierto, no le había visto desde que había encontrado la palanca roja.
Los gyojins depositaron la sangre en el caldero, que activo un mecanismo que estrecho la sala y que con el hundimiento del suelo hizo que cayeran al vacío, otra vez. Como si un ser omnipotente tuviera la maldad de ver a aquellos individuos caer a sitios de negrura oscuridad.
- Creo que cuando dice “Sangre de humano y sangre de Gyojin”, quiere decir que tendríamos que haber echado de la primera y no solo de la segunda. Vamos, es una suposición…–sus piernas y brazos y piernas estaban cruzadas, como si no le importase mucho la caída -. Ains, siempre odio cuando me ocurre esto…
Cuando Nox se estrelló contra el frio y duro suelo de cabeza simplemente se dispersó en miles de granos de sal. A los pocos segundo se recompuso mientras se manoseaba el hombro, como si aquello le hubiese dolido lo suyo si no hubiese tenido sus poderes de logia. Al alzar la vista visualizo la nueva habitación. Estaba cubierta de pantallas y las cámaras invadían cada esquina.
- Genial, estamos en un reality-show –desenfundo su mandoble y sin mirarlas directamente apunto a Kath y a Sar -. Por favor chicas, intentaos llevar bien un rato. No quiero que el “anfrition” se entretenga viendo como os tiráis de los pelos.
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- [Privado -Arashi no Kyoudai] Nuevos miembros, mafiosos y mucha locura. El reencuentro de los Arashi no Kyoudai.
- [Privado-Arashi No Kyoudai] Fui a por cobre y encontré oro.
- [Privado - Arashi no Kyoudai] Pequeños favores.
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