Volken von Goldschläger
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Tenía los codos apoyados sobre la baranda del puente, observando serenamente el río que fluía bajo sus pies. Todo estaba oscuro, así que tampoco podía ver mucho. Pero sí podía escuchar, podía oír el movimiento del agua y el suave choque con las rocas de la orilla. Allí solo existía el reflejo de la luna y las luces provenientes de diferentes edificios, pues en esa ciudad el sol jamás aparecía. El cazador nunca antes había estado en un lugar como ese, sorprendiéndose no solo por la extraña situación de la permanente oscuridad, sino que también por la altura de sus construcciones y el mar de luces de diferentes colores. De donde venía, las cosas eran más silenciosas y mucho más sencillas. La mayoría de las casas eran de piedra y madera, en cambio allí todo estaba construido con… metal. Dark Dome era la ciudad que nunca era acariciada por los tenues rayos de sol del amanecer.
Había razones de sobra para visitar un estrafalario lugar como ese, no solo con fines laborales, sino que también recreacionales. Se decía que había un sinfín de casinos, aunque estos eran dirigidos por mafiosos. También se decía que la mayoría de habitantes de la ciudad estaba conformada por mujeres. Entonces, ¿qué mejor? No solo tenía la diversión al alcance de su mano, sino también a una infinita lista de mujeres guapas. Quitó los codos de la baranda y bostezó profundamente, estiró los brazos y comenzó a caminar en dirección a un altísimo edificio de luces verdes y doradas. “Monte Olimpo” era un hotel que superaba en creces las expectativas de las personas, no solo por su amplia carta de entretenciones, sino que también por la implementación de avances tecnológicos realmente sorprendentes. No solo las camas se ordenaban solas, sino que también el cuarto entero. “Dormitorio inteligente”, le llamaban. Tenía un montón de funciones demasiado complicadas para que Yan pudiera entender, pero básicamente se limitaba a volver incluso más cómodas las vidas de los ciudadanos de Dark Dome.
Años atrás, el cazador jamás habría tenido la posibilidad de hospedarse en un lugar tan lujoso y caro como el Monte Olimpo. Por suerte contaba con dinero del último trabajo, así que podía permitirse algo así, al menos por el momento. Yan se detuvo frente a una imponente puerta de cristal que contaba con sensores de movimiento, permitiendo que esta se abriese automáticamente. El vestíbulo era un lugar gigantesco, iluminado por luces blancas y también había un montón de sillones blancos y cuadrados. El cazador le sonrió a la recepcionista y caminó derechito al bar. Cada cliente del hotel tenía acceso a barra libre, además de un restaurant buffet. Tomó asiento en la barra y le pidió al cantinero una cerveza helada y espumosa, de color negro.
—Así debiera ser la vida en todos lados —comentó para sí mismo.
Había razones de sobra para visitar un estrafalario lugar como ese, no solo con fines laborales, sino que también recreacionales. Se decía que había un sinfín de casinos, aunque estos eran dirigidos por mafiosos. También se decía que la mayoría de habitantes de la ciudad estaba conformada por mujeres. Entonces, ¿qué mejor? No solo tenía la diversión al alcance de su mano, sino también a una infinita lista de mujeres guapas. Quitó los codos de la baranda y bostezó profundamente, estiró los brazos y comenzó a caminar en dirección a un altísimo edificio de luces verdes y doradas. “Monte Olimpo” era un hotel que superaba en creces las expectativas de las personas, no solo por su amplia carta de entretenciones, sino que también por la implementación de avances tecnológicos realmente sorprendentes. No solo las camas se ordenaban solas, sino que también el cuarto entero. “Dormitorio inteligente”, le llamaban. Tenía un montón de funciones demasiado complicadas para que Yan pudiera entender, pero básicamente se limitaba a volver incluso más cómodas las vidas de los ciudadanos de Dark Dome.
Años atrás, el cazador jamás habría tenido la posibilidad de hospedarse en un lugar tan lujoso y caro como el Monte Olimpo. Por suerte contaba con dinero del último trabajo, así que podía permitirse algo así, al menos por el momento. Yan se detuvo frente a una imponente puerta de cristal que contaba con sensores de movimiento, permitiendo que esta se abriese automáticamente. El vestíbulo era un lugar gigantesco, iluminado por luces blancas y también había un montón de sillones blancos y cuadrados. El cazador le sonrió a la recepcionista y caminó derechito al bar. Cada cliente del hotel tenía acceso a barra libre, además de un restaurant buffet. Tomó asiento en la barra y le pidió al cantinero una cerveza helada y espumosa, de color negro.
—Así debiera ser la vida en todos lados —comentó para sí mismo.
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-Este lugar me repugna.- Las palabras silbaron cortantes en la noche al salir de los labios de Akane, quien miraba con recelo hacia las luces de la ciudad con sus felinos ojos. Sabía que no tenía más remedio que hacer esa parada antes de continuar de regreso a casa. Necesitaban reponer alimentos para el viaje, además de estirar las piernas. Pero no esperaba que su destino sería una isla formada por científicos. ¿Podía haber lugar más horrendo en el mundo?
Sin un solo rayo de luz y sin esperanza. Esa era la visión que se mostraba para la felina que se encontraba a las afueras de Dark Dome. Se había negado a atravesar el puente de hierro que separaba la poca naturaleza viva que quedaba en la isla con la ciudad, aun a sabiendas de que tarde o temprano tendría que ir. -No puedes juzgar todo por su apariencia, ¿sabes?- Le reprochó en tono suave Kouga, pero la joven no contestó. -¿Tanto te aterra?- Mura asintió y al instante una fantasmal figura anaranjada apareció a su lado, alumbrando parte del sendero que estaban siguiendo, antes de frotar su cabeza contra el muslo de la chica, intentando confortarla un poco.
-Quizás para otros sea algo maravilloso, impresionante. Keima decía que la tecnología era útil y fascinante. Y sin ella la media luna no sería capaz de navegar siendo llevada por mí.- Comentó con una amarga sonrisa. -Pero esa evolución que busca esta gente es mala. Las personas no deberían mejorarse de esa forma, ni mejorar su vida así. ¿Qué sentido tiene que otro corra por ti? Me parece desagradable.- Dijo Mura, acariciando por detrás de las orejas a su compañero.
- No todas las personas opinan igual, chica. Esta es la prueba y tu no puedes cambiarlo.- Comentó el animal, con tono cansado. Por un momento sonó como si de verdad fuera un anciano y ella una niña.
-Aún así quiero intentar cambiarlo, aunque sean solo algunas cosas. No podré morir en paz si no lo intento por ellos también.-
-Bueno, hasta que mueras solo puedo acompañarte, así que...- Mura sonrió amargamente entre la penumbra. -¿Hacemos los recados y nos marchamos?- La pelinaranja asintió y con eso el felino se desvaneció mientras se encaminaban a la ciudad.
Sin un solo rayo de luz y sin esperanza. Esa era la visión que se mostraba para la felina que se encontraba a las afueras de Dark Dome. Se había negado a atravesar el puente de hierro que separaba la poca naturaleza viva que quedaba en la isla con la ciudad, aun a sabiendas de que tarde o temprano tendría que ir. -No puedes juzgar todo por su apariencia, ¿sabes?- Le reprochó en tono suave Kouga, pero la joven no contestó. -¿Tanto te aterra?- Mura asintió y al instante una fantasmal figura anaranjada apareció a su lado, alumbrando parte del sendero que estaban siguiendo, antes de frotar su cabeza contra el muslo de la chica, intentando confortarla un poco.
-Quizás para otros sea algo maravilloso, impresionante. Keima decía que la tecnología era útil y fascinante. Y sin ella la media luna no sería capaz de navegar siendo llevada por mí.- Comentó con una amarga sonrisa. -Pero esa evolución que busca esta gente es mala. Las personas no deberían mejorarse de esa forma, ni mejorar su vida así. ¿Qué sentido tiene que otro corra por ti? Me parece desagradable.- Dijo Mura, acariciando por detrás de las orejas a su compañero.
- No todas las personas opinan igual, chica. Esta es la prueba y tu no puedes cambiarlo.- Comentó el animal, con tono cansado. Por un momento sonó como si de verdad fuera un anciano y ella una niña.
-Aún así quiero intentar cambiarlo, aunque sean solo algunas cosas. No podré morir en paz si no lo intento por ellos también.-
-Bueno, hasta que mueras solo puedo acompañarte, así que...- Mura sonrió amargamente entre la penumbra. -¿Hacemos los recados y nos marchamos?- La pelinaranja asintió y con eso el felino se desvaneció mientras se encaminaban a la ciudad.
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Jugaba infantilmente con la jarra de cerveza que tenía frente a sus ojos, estando inmerso en sus pensamientos, algo que no era demasiado común en él. Era esa clase de persona que se centraba más en las acciones que en los pensamientos, aunque de vez en cuando no hacía mal detenerse a reflexionar un poco acerca de las cosas que le rodeaban. Le dio un profundo sorbo a la cerveza y reconoció que tenía un amargo… diferente al que solía estar acostumbrado. Sonrió, pues tenía un buen sabor. La gente de la ciudad que jamás veía el sol era cómoda y no valoraba el tiempo, cada vez que surgía un problema lo solucionaban mediante el dinero. Las personas de Silversun eran distintas… usaban sus propias manos para construir lo que necesitaban, usaban sus propias habilidades y capacidades para enfrentar un problema. Por un lado era bueno, pero por otro no. La sociedad estaba creando personas débiles y malacostumbradas, cómodas e impacientes. Pero parecía que todos estaban conformes con eso.
Una pantalla se encendió como por obra de magia, enseñando los acontecimientos novedosos de Dark Dome. Ninguno llamó la atención del cazador, salvo la noticia de que había aparecido una banda criminal en las calles de la ciudad. Su líder se hacía llamar Ronald “El Castigador”, y los periodistas afirmaban que era un hombre extremadamente cruel y sanguinario. Hasta el momento nadie sabía sus verdaderos objetivos, pero algunos creían que lo único que deseaba era sembrar caos. Y su último atentando lo demostraba. Ronald y su séquito de matones plantaron una bomba en una de las principales plazas de la ciudad, arrebatando la vida de tres personas y enviando al hospital a más de ciento cincuenta. El cazador apretó fuertemente el puño y frunció el ceño al escuchar lo acontecido, soltando unas palabrotas. No le hacía ninguna gracia que los criminales involucraran gente inocente en sus planes. Ahora tenía algo que hacer, un objetivo por el que luchar y una razón para levantarse de su cómodo asiento y salir a la calle.
Una tenue brisa veraniega le golpeó el rostro y sacudió suavemente sus cabellos negros como la noche, sintió el aire fresco e infló el pecho. No tenía idea de dónde conseguir información para acabar con esa pandilla de brutos. ¿Sería buena idea visitar los callejones de la ciudad? Podía serlo, pero tampoco sabía dónde estaban. Caminó con las manos puestas en los bolsillos de su pantalón y la mirada puesta en el suelo. Intentaba pensar, buscar una respuesta para llegar cuanto antes a Ronald “El Castigador”. Sin darse cuenta chocó contra un hombre de mediana edad, quien empapeló de insultos al cazador. Yan ni siquiera le escuchó, pues sus ojos se atraparon en una mujer. Por un momento todo se detuvo… el tiempo, el ruido y los insultos del hombre. Nada de eso importaba. Su corazón pareció dejar de latir por un segundo, y su estómago se retorció en un acto placentero. No importaba cuán intensas fueran las luces de la ciudad, en comparación a la chica de cabellos anaranjados no brillaban en lo absoluto. Parecía que todo se hubiese vuelto oscuro… parecía que, en ese momento, la desconocida era un destello en la oscuridad.
—Lo siento… —le dijo el cazador al hombre con el que chocó, cogiéndolo del hombro y empujándolo suavemente. Quería hablarle a esa chica, pero entre la multitud de personas desapareció. Por un segundo estuvo tan cerca… Jamás había visto a alguien así, nunca antes nadie le había ocasionado tantas sensaciones al mismo tiempo con tan solo existir. Quería hablarle, saber quién diablos era ella.
Una pantalla se encendió como por obra de magia, enseñando los acontecimientos novedosos de Dark Dome. Ninguno llamó la atención del cazador, salvo la noticia de que había aparecido una banda criminal en las calles de la ciudad. Su líder se hacía llamar Ronald “El Castigador”, y los periodistas afirmaban que era un hombre extremadamente cruel y sanguinario. Hasta el momento nadie sabía sus verdaderos objetivos, pero algunos creían que lo único que deseaba era sembrar caos. Y su último atentando lo demostraba. Ronald y su séquito de matones plantaron una bomba en una de las principales plazas de la ciudad, arrebatando la vida de tres personas y enviando al hospital a más de ciento cincuenta. El cazador apretó fuertemente el puño y frunció el ceño al escuchar lo acontecido, soltando unas palabrotas. No le hacía ninguna gracia que los criminales involucraran gente inocente en sus planes. Ahora tenía algo que hacer, un objetivo por el que luchar y una razón para levantarse de su cómodo asiento y salir a la calle.
Una tenue brisa veraniega le golpeó el rostro y sacudió suavemente sus cabellos negros como la noche, sintió el aire fresco e infló el pecho. No tenía idea de dónde conseguir información para acabar con esa pandilla de brutos. ¿Sería buena idea visitar los callejones de la ciudad? Podía serlo, pero tampoco sabía dónde estaban. Caminó con las manos puestas en los bolsillos de su pantalón y la mirada puesta en el suelo. Intentaba pensar, buscar una respuesta para llegar cuanto antes a Ronald “El Castigador”. Sin darse cuenta chocó contra un hombre de mediana edad, quien empapeló de insultos al cazador. Yan ni siquiera le escuchó, pues sus ojos se atraparon en una mujer. Por un momento todo se detuvo… el tiempo, el ruido y los insultos del hombre. Nada de eso importaba. Su corazón pareció dejar de latir por un segundo, y su estómago se retorció en un acto placentero. No importaba cuán intensas fueran las luces de la ciudad, en comparación a la chica de cabellos anaranjados no brillaban en lo absoluto. Parecía que todo se hubiese vuelto oscuro… parecía que, en ese momento, la desconocida era un destello en la oscuridad.
—Lo siento… —le dijo el cazador al hombre con el que chocó, cogiéndolo del hombro y empujándolo suavemente. Quería hablarle a esa chica, pero entre la multitud de personas desapareció. Por un segundo estuvo tan cerca… Jamás había visto a alguien así, nunca antes nadie le había ocasionado tantas sensaciones al mismo tiempo con tan solo existir. Quería hablarle, saber quién diablos era ella.
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