Ivan Markov
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Todo el asunto de Gray Rock había acabado siendo un auténtico caos. No había sacado nada de aquello salvo desvelarse ante el Gobierno, acabar con una cifra astronómica por su cabeza, perder un arma y un dial y sufrir una buena paliza. Y para colmo habían ascendido al puto árbol a Almirante, y ahora a saber si no enviaría a media Marina tras su pista.
- ¿Pero y las risas? - se dijo, apoyando las botas en la mesa.
Estaba solo en la habitación del hotel, tirado en el sofá mientras leía en el periódico las novedades tras la refriega. Vanator reposaba apoyada contra el lateral, mientras que su gabardina roja estaba colgada del respaldo de una de las sillas. En aquel momento vestía una camisa blanca y pantalones holgados oscuros. Se había reído a gusto al ver la subida de recompensa del cobarde de Bleyd, convertido al parecer en enemigo número uno tras cabrear a todas las facciones que podía haber cabreado. Y sin embargo seguía sin llegar a la suma que ofrecían por él. "Supernova", lo llamaban, junto a dos miembros de la tripulación de Syxel y la buena de Katha. Iba a tener que hablar con esa chica, seguro que podían hacer algo divertido juntos ahora que ambos eran piratas. Llevarse un barco "prestado", atracar una tienda, o a la inversa, intentarlo sonaba a reto. O romper alguna cama, ahora que ya no tenía pinta de niña.
- Todas las opciones suenan bien. ¿Cómo haré para contactar con ella? - se frotó la barbila - Syx conoce a Zane. A lo mejor puedo pedirle que me eche un cable.
El capitán debía estar hasta las narices de que lo usara de vía de comunicación, pero se la picaba muy fuerte. Le debía una muy gorda tras todo lo que había hecho por él en Long Ring y en Gray Rock, y pensaba exprimir esa deuda hasta límites insospechados. Serían amigos, pero las prioridades son las prioridades, y no iba a dejar a ninguna pelirroja escapar. Y hablando de pelirrojas... esbozó una sonrisa al pensarlo. ¿Estaría llegando ya? De ser otra persona hubiese sabido decirlo, pero siendo Aki se creería que estuviera tras la puerta y no la hubiese ni olido aún.
- ¿Debería llamar al servicio de habitaciones? - algo de comida no vendría mal para animar la velada. Marisco o camarero, tanto daba.
- ¿Pero y las risas? - se dijo, apoyando las botas en la mesa.
Estaba solo en la habitación del hotel, tirado en el sofá mientras leía en el periódico las novedades tras la refriega. Vanator reposaba apoyada contra el lateral, mientras que su gabardina roja estaba colgada del respaldo de una de las sillas. En aquel momento vestía una camisa blanca y pantalones holgados oscuros. Se había reído a gusto al ver la subida de recompensa del cobarde de Bleyd, convertido al parecer en enemigo número uno tras cabrear a todas las facciones que podía haber cabreado. Y sin embargo seguía sin llegar a la suma que ofrecían por él. "Supernova", lo llamaban, junto a dos miembros de la tripulación de Syxel y la buena de Katha. Iba a tener que hablar con esa chica, seguro que podían hacer algo divertido juntos ahora que ambos eran piratas. Llevarse un barco "prestado", atracar una tienda, o a la inversa, intentarlo sonaba a reto. O romper alguna cama, ahora que ya no tenía pinta de niña.
- Todas las opciones suenan bien. ¿Cómo haré para contactar con ella? - se frotó la barbila - Syx conoce a Zane. A lo mejor puedo pedirle que me eche un cable.
El capitán debía estar hasta las narices de que lo usara de vía de comunicación, pero se la picaba muy fuerte. Le debía una muy gorda tras todo lo que había hecho por él en Long Ring y en Gray Rock, y pensaba exprimir esa deuda hasta límites insospechados. Serían amigos, pero las prioridades son las prioridades, y no iba a dejar a ninguna pelirroja escapar. Y hablando de pelirrojas... esbozó una sonrisa al pensarlo. ¿Estaría llegando ya? De ser otra persona hubiese sabido decirlo, pero siendo Aki se creería que estuviera tras la puerta y no la hubiese ni olido aún.
- ¿Debería llamar al servicio de habitaciones? - algo de comida no vendría mal para animar la velada. Marisco o camarero, tanto daba.
Aki D. Arlia
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Le costó decidirse a ir hasta Dark Dome. Quedaba justo en la dirección opuesta de su camino, pero había hecho una promesa. Y aunque una vocecita en su cabeza le susurraba que pronto darían igual todas las promesas que había hecho, no quería perderse este encuentro. Seguramente fuera el último con esa persona, aunque él no lo supiera. Al fin y al cabo, no perdía nada por ir y disfrutarlo.
Todo lo sucedido en Gray Rock días atrás parecía más sacado de una absurda pesadilla que la realidad. Bosques que brotaban en segundos, no muertos coronando la tierra y tornados de fuego que a punto estuvieron de asarlos a todos. No, definitivamente nadie se creería una historia como esa y sin embargo, había pasado. Ni siquiera estaba segura de en qué punto había decidido negar con la cabeza y largarse de ese manicomio. Podría haber cogido un barco en la dirección contraria y largarse de vuelta al agujero del que había salido, pero no. Le había dejado tirado entre todo aquel caos, lo mínimo que podía hacer era invitarle a una copa.
Sabía el hotel en el que se alojaría. Se lo había confiado poco antes de que se separaran y ahora todo lo que tenía que hacer era preguntar en recepción por el recién nombrado Supernova Ivan Markov. El encargado en el lugar se aclaró la garganta y se recolocó la corbata, mirándola con lo que él creía que era disimulo. Aki esbozó una pequeña y falsa sonrisa de inocencia, haciendo como que no lo había notado. No podía culparle. Llevaba el pelo rojo suelto hasta la cintura, peinado en suaves bucles que adornaban sus curvas casi tanto como las abrazaba el vestido de cóctel negro que se había puesto. Largo hasta los tobillos y abierto en un lado, con escote en V, estaba adornado con pequeños diamantes por toda su superficie, dando la impresión de ser una cascada de estrellas. Todo ello se completaba con dos pendientes plateados que caían hasta acariciarle el cuello y un par de tacones de infarto, también negros. No llevaba maquillaje; no lo necesitaba.
Eran cinco pisos, pero rehusó tomar el ascensor y utilizó el tiempo que gastó subiendo las escaleras para relajarse y distraerse un poco. No tenía mucha idea de lo que le depararía la velada. Pese a que ese hombre le caía bien y en ciertos sentidos se sentía cercana debido a su familia, lo cierto es que no se habían visto mucho. Ignoraba con qué saldría esta vez y en cierto modo estaba expectante por averiguarlo.
Se detuvo un momento en el bar-restaurante de la cuarta planta y cuando llamó suavemente a la puerta de su habitación llevaba en la otra mano un par de copas y una botella de licor de moras. Le había parecido adecuado.
Abrió sin extrañarse de que la puerta estuviera abierta y dejó botella y copas en una cómoda, cerrando tras de si y dirigiendo una pequeña sonrisa al hombre que le esperaba sentado de espaldas. Caminó hasta su lado con gracia y le posó la mano en el hombro con cuidado mientras le saludaba.
- Buenas noches, Ivan. Veo que esta vez has decidido instalarte por todo lo alto.
Todo lo sucedido en Gray Rock días atrás parecía más sacado de una absurda pesadilla que la realidad. Bosques que brotaban en segundos, no muertos coronando la tierra y tornados de fuego que a punto estuvieron de asarlos a todos. No, definitivamente nadie se creería una historia como esa y sin embargo, había pasado. Ni siquiera estaba segura de en qué punto había decidido negar con la cabeza y largarse de ese manicomio. Podría haber cogido un barco en la dirección contraria y largarse de vuelta al agujero del que había salido, pero no. Le había dejado tirado entre todo aquel caos, lo mínimo que podía hacer era invitarle a una copa.
Sabía el hotel en el que se alojaría. Se lo había confiado poco antes de que se separaran y ahora todo lo que tenía que hacer era preguntar en recepción por el recién nombrado Supernova Ivan Markov. El encargado en el lugar se aclaró la garganta y se recolocó la corbata, mirándola con lo que él creía que era disimulo. Aki esbozó una pequeña y falsa sonrisa de inocencia, haciendo como que no lo había notado. No podía culparle. Llevaba el pelo rojo suelto hasta la cintura, peinado en suaves bucles que adornaban sus curvas casi tanto como las abrazaba el vestido de cóctel negro que se había puesto. Largo hasta los tobillos y abierto en un lado, con escote en V, estaba adornado con pequeños diamantes por toda su superficie, dando la impresión de ser una cascada de estrellas. Todo ello se completaba con dos pendientes plateados que caían hasta acariciarle el cuello y un par de tacones de infarto, también negros. No llevaba maquillaje; no lo necesitaba.
Eran cinco pisos, pero rehusó tomar el ascensor y utilizó el tiempo que gastó subiendo las escaleras para relajarse y distraerse un poco. No tenía mucha idea de lo que le depararía la velada. Pese a que ese hombre le caía bien y en ciertos sentidos se sentía cercana debido a su familia, lo cierto es que no se habían visto mucho. Ignoraba con qué saldría esta vez y en cierto modo estaba expectante por averiguarlo.
Se detuvo un momento en el bar-restaurante de la cuarta planta y cuando llamó suavemente a la puerta de su habitación llevaba en la otra mano un par de copas y una botella de licor de moras. Le había parecido adecuado.
Abrió sin extrañarse de que la puerta estuviera abierta y dejó botella y copas en una cómoda, cerrando tras de si y dirigiendo una pequeña sonrisa al hombre que le esperaba sentado de espaldas. Caminó hasta su lado con gracia y le posó la mano en el hombro con cuidado mientras le saludaba.
- Buenas noches, Ivan. Veo que esta vez has decidido instalarte por todo lo alto.
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A pesar de que ella no intentaba ocultar su presencia, su caminar era casi imperceptible. Si no fuese por sus agudos sentidos y su adiestramiento ni la hubiese notado llegar, y de hecho si ella no lo hubiese querido no lo habría hecho hasta tenerla encima salvo tal vez por el suave aroma de su piel. Esbozó una sonrisa al escuchar la puerta cerrarse, olfateando levemente el aire. El olor a licor fue el más evidente, junto con el del pasillo a productos de limpieza, pero había otro más sutil y complejo. Una suave fragancia que evocaba la frescura del rocío matutino, la delicadeza de la brisa acariciando la piel y la pasión desenfrenada de una noche de verano. Un olor peligroso, que si no hubiese sabido a quién pertenecía habría amenazado con apoderarse de sus acciones y cegar sus objetivos. Se preguntó si ya habría olido así antes de consumir su akuma y aquel encanto era natural. Evidentemente sus poderes tenían algo que ver aunque supiera que no los estuviese usando sobre él (no en vano ya los había experimentado en sus propias carnes), pero no le hubiese extrañado comprobar que siempre había sido así. Se obligó a desperezarse y salir de sus pensamientos estirándose, y cuando notó la mano de ella sobre su hombro amplió su sonrisa.
- ¿Acaso no lo hago siempre? ¿O es que mi castillo en Lvneel no es suficiente para ti?
Echó el periódico a un lado y se levantó con calma del sofá, rodeándolo sin dejar de mirar a los ojos de la pirata. ¿Qué esperaba encontrar en ellos? Tal vez comprobar que lo que había visto en la batalla no había sido una ilusión, una quimera de su mente. La gran pregunta era qué le motivaba a hacerlo. Se estaba preocupando por una persona que era apenas una conocida, a quien había visto en contadas ocasiones. ¿Era para otras personas siempre así, tan irracional? Desde que había viajado con Syxel no dejaba de sorprenderse a sí mismo. Sin embargo no dejó traslucir sus pensamientos, y con una media sonrisa ligeramente burlesca le tendió la mano para depositarle un suave beso en la suya.
- Milady...
Con una suave risa, apenas un bufido, se acercó a la botella que ella había dejado en la cómoda. Licor de moras, ¿eh? No era lo que él hubiera escogido, pero para comenzar la noche podía estar bien. Abrió la botella olfateando en busca de algún aroma que no debiera estar ahí por pura costumbre. Realmente era una precaución inconsciente, pues sabía que de querer acabar con él Aki tenía métodos bastante más expeditivos y no tenía que rebajarse a trucos, más aún sabiendo cuál era su fruta. Con elegancia sirvió una generosa cantidad en ambas copas, tendiéndole una a la pelirroja.
- Una bonita manera de comenzar la noche. Veo que te gusta cuidar a tus amigos - volvió a reír - Podría dejar que tu imaginación vuele un buen rato y dar rodeos con temas irrelevantes, pero supongo que quieres saber por qué te he pedido que vengas. Son tres los motivos: una conversación, una proposición y una oferta.
Paseó por la estancia, observando el paisaje sempiternamente nocturno de la isla. Las luces de la ciudad rompían con la negrura que la envolvía como un manto. Aquella ciudad tenía un encanto inherente, un contraste que parecía la convivencia en armonía de dos conceptos opuestos. Aún le tentaba la idea de hacer de ella su morada, pero con el Gobierno tan cerca era más seguro para él viajar al Nuevo Mundo. Aquel era un tema que aún tendría que decidir con calma... llegado el momento.
- Hace tiempo tuve la deliciosa oportunidad de conocerte, pero desde entonces han cambiado cosas para ambos - se giró hacia ella - ¿Qué ha sido de ti? ¿Qué ha apagado tu luz, Aki D. Arlia?
- ¿Acaso no lo hago siempre? ¿O es que mi castillo en Lvneel no es suficiente para ti?
Echó el periódico a un lado y se levantó con calma del sofá, rodeándolo sin dejar de mirar a los ojos de la pirata. ¿Qué esperaba encontrar en ellos? Tal vez comprobar que lo que había visto en la batalla no había sido una ilusión, una quimera de su mente. La gran pregunta era qué le motivaba a hacerlo. Se estaba preocupando por una persona que era apenas una conocida, a quien había visto en contadas ocasiones. ¿Era para otras personas siempre así, tan irracional? Desde que había viajado con Syxel no dejaba de sorprenderse a sí mismo. Sin embargo no dejó traslucir sus pensamientos, y con una media sonrisa ligeramente burlesca le tendió la mano para depositarle un suave beso en la suya.
- Milady...
Con una suave risa, apenas un bufido, se acercó a la botella que ella había dejado en la cómoda. Licor de moras, ¿eh? No era lo que él hubiera escogido, pero para comenzar la noche podía estar bien. Abrió la botella olfateando en busca de algún aroma que no debiera estar ahí por pura costumbre. Realmente era una precaución inconsciente, pues sabía que de querer acabar con él Aki tenía métodos bastante más expeditivos y no tenía que rebajarse a trucos, más aún sabiendo cuál era su fruta. Con elegancia sirvió una generosa cantidad en ambas copas, tendiéndole una a la pelirroja.
- Una bonita manera de comenzar la noche. Veo que te gusta cuidar a tus amigos - volvió a reír - Podría dejar que tu imaginación vuele un buen rato y dar rodeos con temas irrelevantes, pero supongo que quieres saber por qué te he pedido que vengas. Son tres los motivos: una conversación, una proposición y una oferta.
Paseó por la estancia, observando el paisaje sempiternamente nocturno de la isla. Las luces de la ciudad rompían con la negrura que la envolvía como un manto. Aquella ciudad tenía un encanto inherente, un contraste que parecía la convivencia en armonía de dos conceptos opuestos. Aún le tentaba la idea de hacer de ella su morada, pero con el Gobierno tan cerca era más seguro para él viajar al Nuevo Mundo. Aquel era un tema que aún tendría que decidir con calma... llegado el momento.
- Hace tiempo tuve la deliciosa oportunidad de conocerte, pero desde entonces han cambiado cosas para ambos - se giró hacia ella - ¿Qué ha sido de ti? ¿Qué ha apagado tu luz, Aki D. Arlia?
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