Erwin Adler
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Un sonido sordo y el cuerpo del guardia se desplomó, quedando su débil quejido tapado por el sonido de las olas contra el casco del barco. El Queen Anne pertenecía a alguien que debía mucho dinero a la Sociedad y que se había creído por encima de las consecuencias. El trabajo de Erwin era simple: recordarle a aquel pobre necio cual era su lugar y quién mandaba realmente en aquel mar. Nadie les daba la espalda sin recibir su justo merecido, o eso decía el Maestro. En opinión del asesino, era más simple: si recurrían a sus servicios y luego decidían no pagar, no les quedaba más remedio que darles un castigo ejemplar, y así nadie volvería a cometer el error de olvidarse de la más pequeña cuota. Claro que la teoría era muy bonita, pero en la práctica la gente era simplemente imbécil. Aquella era la... ¿cuarta vez? en lo que iba de año en que tenía que castigar a algún listillo que se creía por encima de la Sociedad. Todos acababan pagando tras su mensaje, por las buenas o por las malas.
- Y a ti te ha tocado pagar por los errores de tu jefe. Es una lástima Herr, pero matarte es parte de mi trabajo, como pararme del tuyo - la sangre manchó la bota del matón cuando reventó la nariz del hombre - alargarlo en cambio... es una pequeña diversión. Oh, venga, ¿tú no has hecho nada para hacer tus guardias más amenas? Algunos hacen crucigramas, otros practican punto de cruz...
Se encogió de hombros y sacó un pañuelo, limpiando la hoja de Ahndung, su puño americano con cuchilla. Apoyó un pie casi con desinterés sobre la espalda del guardia cuando este trató de arrastrarse hacia su pistola, apoyando el peso sobre esa pierna. Torció ligeramente la comisura de los labios al escuchar el quejido de dolor y se acercó al arma, apartándola de una patada. Su víctima se dio por rendida, dejándose estar en el suelo entre temblores y calambres. Su cuerpo estaba lleno de cortes y ensangrentado, a diferencia de los otros dos que reposaban a unos metros. En el momento de entrar en la estancia estimó más sensato eliminar en silencio a los primeros antes de divertirse. No iba arriesgarse a arruinar el trabajo por querer algo de emociones fuertes, ¿verdad? Con una sonrisa se acercó al centro de la estancia, donde en una vitrina reposaba una hermosa tiara de oro llena de gemas. Casi estaba gritando que la robaran, pero Erwin sabía que el cristal era capaz de resistir balas del calibre 35 y la cerradura era una auténtica obra de cerrajería. Aquella pieza estaba puesta ahí para exponerse, con las correspondientes medidas. Todo eso se lo había contado el mayordomo antes de darle su piadoso final, junto con una pequeña llave dorada.
- Hora del premio, Herr. No te preocupes, en cuanto acabe con esto finalizaré tu agonía. No puedo dejar a un kamerad sufriendo en el suelo como un animal, ¿richtig?
El sonido metálico del resorte fue como el canto de un ángel para los oídos de Erwin. Con aquello, su trabajo allí finalizaba. Extrajo cuidadosamente la tiara con un paño limpio y la envolvió en este antes de meterla en su maleta, intercambiándola por una carta con un sello lacrado: dos serpientes entrelazadas formando una S era la enseña de este. Volvió a cerrar la vitrina y se dispuso a salir, sonriendo al yaciente. El veneno iba haciendo su efecto, parecía a punto de vomitar. Pero no le convenía que hiciera tanto ruido; bastante le había costado mantenerlo callado mientras se divertía con él. Desenfundó a Morgen poniéndole el silenciador y apuntó a la cabeza del guardia.
- Auf Wiedersehen, Herr guardia. O más bien hasta nunca.
- Y a ti te ha tocado pagar por los errores de tu jefe. Es una lástima Herr, pero matarte es parte de mi trabajo, como pararme del tuyo - la sangre manchó la bota del matón cuando reventó la nariz del hombre - alargarlo en cambio... es una pequeña diversión. Oh, venga, ¿tú no has hecho nada para hacer tus guardias más amenas? Algunos hacen crucigramas, otros practican punto de cruz...
Se encogió de hombros y sacó un pañuelo, limpiando la hoja de Ahndung, su puño americano con cuchilla. Apoyó un pie casi con desinterés sobre la espalda del guardia cuando este trató de arrastrarse hacia su pistola, apoyando el peso sobre esa pierna. Torció ligeramente la comisura de los labios al escuchar el quejido de dolor y se acercó al arma, apartándola de una patada. Su víctima se dio por rendida, dejándose estar en el suelo entre temblores y calambres. Su cuerpo estaba lleno de cortes y ensangrentado, a diferencia de los otros dos que reposaban a unos metros. En el momento de entrar en la estancia estimó más sensato eliminar en silencio a los primeros antes de divertirse. No iba arriesgarse a arruinar el trabajo por querer algo de emociones fuertes, ¿verdad? Con una sonrisa se acercó al centro de la estancia, donde en una vitrina reposaba una hermosa tiara de oro llena de gemas. Casi estaba gritando que la robaran, pero Erwin sabía que el cristal era capaz de resistir balas del calibre 35 y la cerradura era una auténtica obra de cerrajería. Aquella pieza estaba puesta ahí para exponerse, con las correspondientes medidas. Todo eso se lo había contado el mayordomo antes de darle su piadoso final, junto con una pequeña llave dorada.
- Hora del premio, Herr. No te preocupes, en cuanto acabe con esto finalizaré tu agonía. No puedo dejar a un kamerad sufriendo en el suelo como un animal, ¿richtig?
El sonido metálico del resorte fue como el canto de un ángel para los oídos de Erwin. Con aquello, su trabajo allí finalizaba. Extrajo cuidadosamente la tiara con un paño limpio y la envolvió en este antes de meterla en su maleta, intercambiándola por una carta con un sello lacrado: dos serpientes entrelazadas formando una S era la enseña de este. Volvió a cerrar la vitrina y se dispuso a salir, sonriendo al yaciente. El veneno iba haciendo su efecto, parecía a punto de vomitar. Pero no le convenía que hiciera tanto ruido; bastante le había costado mantenerlo callado mientras se divertía con él. Desenfundó a Morgen poniéndole el silenciador y apuntó a la cabeza del guardia.
- Auf Wiedersehen, Herr guardia. O más bien hasta nunca.
RAL
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Una voluta de vapor se escapó de entre mis labios al suspirar para perderse en el inmenso horizonte, desapareciendo entre el monótono paisaje. El cielo era de un gris monótono desde que llegamos al North Blue y el mar... bueno, parecía haber decidido acompañarlo conservando un poco del azul. Me encontraba apoyado en la barandilla de una de las cubierta de babor, al abrigo de mi gabardina y una bufanda color rojizo. Disfrutaba de una buena taza de chocolate caliente, a la cual me había tomado la libertad de añadir un barquillo y una gran cantidad de nata.
El viaje estaba siendo la definición de manual de aburrido. Un trayecto al North Blue y volver, como escolta de un barco que transportaba ciertas mercancías que habíamos acordado en llevar y luego recogería en puerto otras tantas que debía llevar a casa. Me lo pintaron como una misión acorde a mis capacidades, si, ser el chico de los recados que envían para que firme un papel y me asegure que la transacción se lleva en orden. Sinceramente estaba agradecido de que no ocurriese nada del otro mundo, no estaba con muchas ganas de acción y el viaje estaba siendo una excusa perfecta para no dar un palo al agua durante un par de semanas. Vacaciones pagadas, sólo necesito un suelo decente y podremos hablar de calidad de vida.
Hacía ya una media hora que estaba en este lado de la cubierta contemplando el mar en busca de cualquier amenaza, supongo que era hora de empezar a moverse y cambiar de lado para que no parezca que me pagan para nada. Aunque para lo que me pagan... Con una mano me ajusté la bufanda mientras con la otra inclinaba la taza y daba un último sorbo. Pasé por la cafetería para dejar la taza y agradecer a los encargados por el detalle y me ajusté la máscara para salir por el otro lado de la cubierta. La brisa amenazó con quitarme la capucha. Era agradable, potente con un toque de humedad algo superior a los otros blues, fría como a mí me gustaba. Ahora que lo pensaba hacía un rato que no veía a esos tipos. Un grupo de fulanos que decían estar guardando noseque cosa de nosequien, un poco maleducados para ir con un mayordomo. Supongo que estarían tomándose un descanso o echando una siesta, ahora que el mar no estaba muy revuelto, la verdad es que apetecía una cabezadita.
Solo para mantener las apariencias decidí moverme un poco más e ir de un lado al otro de estribor como si estuviese haciendo una patrulla, no es que me fuera a encontrar con ningún polizón, pero el capitán tenía el cuestionario de satisfacción en el camarote y me interesaba que estuviera satisfecho con todo si quería cobrar extra.
El viaje estaba siendo la definición de manual de aburrido. Un trayecto al North Blue y volver, como escolta de un barco que transportaba ciertas mercancías que habíamos acordado en llevar y luego recogería en puerto otras tantas que debía llevar a casa. Me lo pintaron como una misión acorde a mis capacidades, si, ser el chico de los recados que envían para que firme un papel y me asegure que la transacción se lleva en orden. Sinceramente estaba agradecido de que no ocurriese nada del otro mundo, no estaba con muchas ganas de acción y el viaje estaba siendo una excusa perfecta para no dar un palo al agua durante un par de semanas. Vacaciones pagadas, sólo necesito un suelo decente y podremos hablar de calidad de vida.
Hacía ya una media hora que estaba en este lado de la cubierta contemplando el mar en busca de cualquier amenaza, supongo que era hora de empezar a moverse y cambiar de lado para que no parezca que me pagan para nada. Aunque para lo que me pagan... Con una mano me ajusté la bufanda mientras con la otra inclinaba la taza y daba un último sorbo. Pasé por la cafetería para dejar la taza y agradecer a los encargados por el detalle y me ajusté la máscara para salir por el otro lado de la cubierta. La brisa amenazó con quitarme la capucha. Era agradable, potente con un toque de humedad algo superior a los otros blues, fría como a mí me gustaba. Ahora que lo pensaba hacía un rato que no veía a esos tipos. Un grupo de fulanos que decían estar guardando noseque cosa de nosequien, un poco maleducados para ir con un mayordomo. Supongo que estarían tomándose un descanso o echando una siesta, ahora que el mar no estaba muy revuelto, la verdad es que apetecía una cabezadita.
Solo para mantener las apariencias decidí moverme un poco más e ir de un lado al otro de estribor como si estuviese haciendo una patrulla, no es que me fuera a encontrar con ningún polizón, pero el capitán tenía el cuestionario de satisfacción en el camarote y me interesaba que estuviera satisfecho con todo si quería cobrar extra.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.