Dexter Black
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Abrió los ojos un instante antes de que llamasen a la puerta, pero se mantuvo inmóvil. Podía sentirlo en el ambiente enrarecido: Una desgracia se avecinaba. Se sentía incómodo ante la perspectiva de lo que podría suceder, pero lo que más le perturbaba era no saber qué iba a pasar. Cuando la Senescal de Fiordia entró con sus pasos de gata ladrona, Dexter tan sólo se quedó mirando, sin saber muy bien a qué se debía la interrupción de Mufasa.
-Han llegado los carteles nuevos- espetó, con indignación en la mirada-. ¡¿Ochocientos treinta millones?! ¿De verdad?
-Los planes se torcieron un poco- respondió él, con una cándida sonrisa-, pero hay un lado positiv...
-¿Se torcieron un poco? ¿Un poco?- Dexter creyó ver humo escapando de sus orejas. Intentó contener la risa mientras ella gritaba-. ¡Has robado una nave que mide un kilómetro!
-Técnicamente sólo son novecientos noventa y tres metros.
-Como si son novecientos noventa y tres berries. ¿Te das cuenta de que estábamos a punto de alcanzar una paz duradera? Y tú vas y lo estropeas todo para... ¿Qué diantres piensas hacer con eso?
-Un puerto nuevo. Con un par de modificaciones puede convertirse en la plataforma de expansión perfecta. ¿Tú te das cuenta de lo útil que puede ser ese armatoste como base táctica?
-Sabes que ése no es el problema, Dexter- dijo, algo menos efusiva-. El problema es que ibas a firmar la paz y vuelves... Mira- le tendió los papeles a medida que iba recitando-. Tú ochocientos treinta, Deathstroke trescientos, Mura...
-Mura está muy crecidita, ¿No?
-¡¿Quieres no pensar con el pene?! No es momento de que busques más noches locas. Tienes asuntos que atender.
-Argie, tranquila- susurró él, levantádose perezosamente. De más de dos metros de altura, su cuerpo resultaba imponente ante la modesta estatura de la gobernadora del Ojo-. Mura es sólo una niña, aunque parezca una mujer. No podría planteármelo ni un momento, ¿No has visto lo cándida que es?
-En fin... No tienes remedio. Por cierto, tienes que pasar por el Palacio de Justicia. Hoy es el juicio de Bleyd Master.
Palacio de Justicia era un nombre muy frío, pero al parecer sólo a él le gustaba "Fortaleza Nacional de Venganza". No era un nombre exacto, pero desde luego mucho más llamativo. En cualquier caso, no dijo nada. Se vistió con un traje de lino color crema y una camisa del mismo azul que sus escamas. Para la ocasión iba a estrenar unos mocasines de cáñamo tostados y, como siempre, no llevaba ropa interior. A pesar de que era su derecho como Guardián Mayor de Fiordia portar armas en cualquier momento y lugar, dejó todas menos sus brazaletes y la mano de plata guardadas. No era de buen gusto entrar armado hasta los dientes en un tribunal, y menos si no pretendía dar un golpe de Estado. Se habría puesto reloj, pero le habían regalado uno de bolsillo y prefirió llevarlo. No se puso corbata, y en su lugar se ató el cabello con un lazo azul. Antes de salir, se miró al espejo.
-Muéstrame la cámara siete de la sala 21J del Palacio de Justicia.
Bleyd no había llegado todavía, y tal vez ni siquiera apareciese, pero... Tenía que darle la oportunidad de explicarse, por lo menos. ¿Por qué había atacado por la espalda a Worgulv? ¿Qué podía ganar? Se negaba a creer que hubiera sucedido de forma intencionada, porque habría roto una de las pocas leyes sagradas de Fiordia: Nunca atacar a un ciudadano.
Cuando llegó a la sala apenas habían llegado los miembros del jurado, pero no importaba. Se sentó en la bancada de primera fila y, simplemente, esperó a que todos fuesen llegando.
-Han llegado los carteles nuevos- espetó, con indignación en la mirada-. ¡¿Ochocientos treinta millones?! ¿De verdad?
-Los planes se torcieron un poco- respondió él, con una cándida sonrisa-, pero hay un lado positiv...
-¿Se torcieron un poco? ¿Un poco?- Dexter creyó ver humo escapando de sus orejas. Intentó contener la risa mientras ella gritaba-. ¡Has robado una nave que mide un kilómetro!
-Técnicamente sólo son novecientos noventa y tres metros.
-Como si son novecientos noventa y tres berries. ¿Te das cuenta de que estábamos a punto de alcanzar una paz duradera? Y tú vas y lo estropeas todo para... ¿Qué diantres piensas hacer con eso?
-Un puerto nuevo. Con un par de modificaciones puede convertirse en la plataforma de expansión perfecta. ¿Tú te das cuenta de lo útil que puede ser ese armatoste como base táctica?
-Sabes que ése no es el problema, Dexter- dijo, algo menos efusiva-. El problema es que ibas a firmar la paz y vuelves... Mira- le tendió los papeles a medida que iba recitando-. Tú ochocientos treinta, Deathstroke trescientos, Mura...
-Mura está muy crecidita, ¿No?
-¡¿Quieres no pensar con el pene?! No es momento de que busques más noches locas. Tienes asuntos que atender.
-Argie, tranquila- susurró él, levantádose perezosamente. De más de dos metros de altura, su cuerpo resultaba imponente ante la modesta estatura de la gobernadora del Ojo-. Mura es sólo una niña, aunque parezca una mujer. No podría planteármelo ni un momento, ¿No has visto lo cándida que es?
-En fin... No tienes remedio. Por cierto, tienes que pasar por el Palacio de Justicia. Hoy es el juicio de Bleyd Master.
Palacio de Justicia era un nombre muy frío, pero al parecer sólo a él le gustaba "Fortaleza Nacional de Venganza". No era un nombre exacto, pero desde luego mucho más llamativo. En cualquier caso, no dijo nada. Se vistió con un traje de lino color crema y una camisa del mismo azul que sus escamas. Para la ocasión iba a estrenar unos mocasines de cáñamo tostados y, como siempre, no llevaba ropa interior. A pesar de que era su derecho como Guardián Mayor de Fiordia portar armas en cualquier momento y lugar, dejó todas menos sus brazaletes y la mano de plata guardadas. No era de buen gusto entrar armado hasta los dientes en un tribunal, y menos si no pretendía dar un golpe de Estado. Se habría puesto reloj, pero le habían regalado uno de bolsillo y prefirió llevarlo. No se puso corbata, y en su lugar se ató el cabello con un lazo azul. Antes de salir, se miró al espejo.
-Muéstrame la cámara siete de la sala 21J del Palacio de Justicia.
Bleyd no había llegado todavía, y tal vez ni siquiera apareciese, pero... Tenía que darle la oportunidad de explicarse, por lo menos. ¿Por qué había atacado por la espalda a Worgulv? ¿Qué podía ganar? Se negaba a creer que hubiera sucedido de forma intencionada, porque habría roto una de las pocas leyes sagradas de Fiordia: Nunca atacar a un ciudadano.
Cuando llegó a la sala apenas habían llegado los miembros del jurado, pero no importaba. Se sentó en la bancada de primera fila y, simplemente, esperó a que todos fuesen llegando.
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—Despierta, que hoy era el día ese en el que tenías que ir a no sé dónde para no sé qué de alguien atacando por yo qué sé qué razón a no sé quién.
Lo siguiente que se escuchó fue el "qué" más irreconocible que Neo había soltado en su existencia. Y es que entre el sueño y cansancio que tenía por la construcción de su casa y por el entrenamiento -si es que se podía llamar entrenamiento a eso- esa palabra le salió más bien como una mezcla de gruñido y lamento del inframundo.
Un par de horas después, tras que Shiro le hubiera tirado del sofá cama en el que había pasado la noche -y más de mitad de mañana- y le hubiera tirado un cubo de agua helada encima, el pequeño dúo iba directo a la Fortaleza Nacional de Venganza. En su día cuando Slade había comunicado todo el tema del juicio Dexter, como muy sutilmente, había llamado así al lugar donde se celebraría, mas luego todo el mundo hizo un solemne vacío a aquel instante y lo llamó Palacio de la Justicia de ahí en adelante; el pelinegro, sin embargo, se quedó con la primera, le había parecido como más poético, más cercano a la forma de describir un grafiti callejero.
No sabía mucho de etiqueta, y menos aún de la etiqueta que usan los piratas... Aunque bueno, con Dexter como capitán y jefe de estado, ¿qué tipo de extravagantes normas de etiqueta habría? Como no quiso ni pensárselo se llevó puesto su conjunto de siempre, pantalón y camiseta cortas, botas y su querida capa al viento. Cuando ninguno de los guardias del lugar le pararon supo que, aunque quizá no acertada, su vestimenta era lo suficientemente adecuada como para pasar.
Cuando se dirigieron a él por su nombre para comunicarle que Dexter acababa de llegar hacía un par de minutos y para indicarle la ubicación de la sala a la que debía ir tuvo una duda existencial que, probablemente, perduraría en él siglos: ¿cómo coño le conocían ya? Apenas llevaba dos semanas en aquella isla ¿El albino se habría dedicado a repartir wanteds suyos al grito de "este señor es importante, dejadle pasar"? Lo dudababa, pero la idea le dibujó una sonrisa.
—Espera... ¿Entonces soy parte de la banda? Pero si no me ha dicho nada desde que llegué a Fiordia—comentó justo en frente de las puertas de la sala.
—¿Hmm? Oh... —Shiro hizo una pausa, pensando; aunque no lo parecía tenía mejor memoria que Neo— Supongo que lo eres desde que te invitó a unirte a él el día de la chimichanga.
La vista de nuestro pequeño se perdió durante un par de segundos, como si estuviera meditando profundamente las palabras de su compañero.
—Pero... De eso hace como... ¿Tres años? ¿En serio se acuerda?
La pequeña rata, que estaba sujeta al hombro de su compañero, se encogió levemente de hombros a lo "supongo". Neo sonrió y abrió la puerta, dirigiéndose a su interior. No sabía si ya habría sitios asignados, si había alguna jerarquía que seguir o cualquier tontería de esas, así que, tal y como había hecho con la ropa, decidió hacer lo que le saliera de los cojines y se sentó a la vera izquierda de Dexter; si tenía que levantarse y moverse más allá lo haría, pero hasta entonces...
—Oye... Me mola la Fortaleza Nacional de Venganza. Los colores le favorecen.
Le susurraría ladeando un poco el cuerpo -aunque casi le sacara dos o tres cabezas- con los brazos cruzados y una media sonrisa de las suyas. Aunque aquel día no pintaba muy divertido per se él tenía pensado divertirse a su manera.
Lo siguiente que se escuchó fue el "qué" más irreconocible que Neo había soltado en su existencia. Y es que entre el sueño y cansancio que tenía por la construcción de su casa y por el entrenamiento -si es que se podía llamar entrenamiento a eso- esa palabra le salió más bien como una mezcla de gruñido y lamento del inframundo.
Un par de horas después, tras que Shiro le hubiera tirado del sofá cama en el que había pasado la noche -y más de mitad de mañana- y le hubiera tirado un cubo de agua helada encima, el pequeño dúo iba directo a la Fortaleza Nacional de Venganza. En su día cuando Slade había comunicado todo el tema del juicio Dexter, como muy sutilmente, había llamado así al lugar donde se celebraría, mas luego todo el mundo hizo un solemne vacío a aquel instante y lo llamó Palacio de la Justicia de ahí en adelante; el pelinegro, sin embargo, se quedó con la primera, le había parecido como más poético, más cercano a la forma de describir un grafiti callejero.
No sabía mucho de etiqueta, y menos aún de la etiqueta que usan los piratas... Aunque bueno, con Dexter como capitán y jefe de estado, ¿qué tipo de extravagantes normas de etiqueta habría? Como no quiso ni pensárselo se llevó puesto su conjunto de siempre, pantalón y camiseta cortas, botas y su querida capa al viento. Cuando ninguno de los guardias del lugar le pararon supo que, aunque quizá no acertada, su vestimenta era lo suficientemente adecuada como para pasar.
Cuando se dirigieron a él por su nombre para comunicarle que Dexter acababa de llegar hacía un par de minutos y para indicarle la ubicación de la sala a la que debía ir tuvo una duda existencial que, probablemente, perduraría en él siglos: ¿cómo coño le conocían ya? Apenas llevaba dos semanas en aquella isla ¿El albino se habría dedicado a repartir wanteds suyos al grito de "este señor es importante, dejadle pasar"? Lo dudababa, pero la idea le dibujó una sonrisa.
—Espera... ¿Entonces soy parte de la banda? Pero si no me ha dicho nada desde que llegué a Fiordia—comentó justo en frente de las puertas de la sala.
—¿Hmm? Oh... —Shiro hizo una pausa, pensando; aunque no lo parecía tenía mejor memoria que Neo— Supongo que lo eres desde que te invitó a unirte a él el día de la chimichanga.
La vista de nuestro pequeño se perdió durante un par de segundos, como si estuviera meditando profundamente las palabras de su compañero.
—Pero... De eso hace como... ¿Tres años? ¿En serio se acuerda?
La pequeña rata, que estaba sujeta al hombro de su compañero, se encogió levemente de hombros a lo "supongo". Neo sonrió y abrió la puerta, dirigiéndose a su interior. No sabía si ya habría sitios asignados, si había alguna jerarquía que seguir o cualquier tontería de esas, así que, tal y como había hecho con la ropa, decidió hacer lo que le saliera de los cojines y se sentó a la vera izquierda de Dexter; si tenía que levantarse y moverse más allá lo haría, pero hasta entonces...
—Oye... Me mola la Fortaleza Nacional de Venganza. Los colores le favorecen.
Le susurraría ladeando un poco el cuerpo -aunque casi le sacara dos o tres cabezas- con los brazos cruzados y una media sonrisa de las suyas. Aunque aquel día no pintaba muy divertido per se él tenía pensado divertirse a su manera.
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La luz se coló por la ventana de su habitación en el palacio, acariciando la piel de la chica que se encontraba sentada en el frío suelo de esta, descalza. Vestía únicamente lo que debía ser un pijama de verano. De color lila pálido y con discretos detalles de encaje negro. Dejó escapar un suspiro al notar el calor sobre su espalda, la cual se dejaba entrever por los huecos de su camiseta de tirantes y sus mechones de color de fuego.
No había dormido especialmente bien aquel día. De hecho, los recuerdos del incendio que había tenido lugar días atrás la atormentaban aún en sueños, haciendo que se desvelara durante la noche y acabara saliendo del cuarto, dejando descansar únicamente a Sumire y los demás. Pero ya se le pasaría. Tal vez, si fuera menos cerrada y se lo dijera a Berthil o alguien de la tripulación aquello mejoraría antes, pero no podía permitirse mostrar esa debilidad ahora. Tenía que mantenerse fuerte aún sola si quería poner en marcha aquello que había aplazado tantos años. Estaba decidida a hablar con Dexter una vez terminasen todo aquel juicio sin sentido. En su opinión, Bleyd no se merecía la oportunidad de ser "liberado" al ser un peligro para todo el mundo, incluso para si mismo.
-El capitán sabrá, supongo.- Dijo para si misma mientras se ponía en pie. Esa era otra de las cosas que tenían preocupada a la pelinaranja, aunque era inminente. Tuvieron sus roces y su momento de pasivo-agresividad cuando este había dicho que pediría una aparente alianza con el gobierno mundial. Esperaba poder arreglar eso también. No era como si no hubiese notado la indirecta hacia su persona cuando dijo en Gray Rock que tenían que asistir a la plaza si es que aún le consideraban su capitán.
Mura frunció el ceño al recordar esas palabras mientras se desvestía. Sobre la silla que había frente a un tocado que no recordaba haber usado en su vida para arreglarse, se encontraba un vestido hecho a medida para ese tipo de eventualidades. -No podía ir con ropa formal que no fuese...Como sea...- Tomó la prenda y se la puso. De un tono Burdeo, se ceñía a su cuerpo hasta llegar a la cintura, sin mangas y un escote algo más exagerado de lo que le gustaría. La falda caía luego sobre sus curvas y llegaba hasta la mitad de los muslos. No se molestó en arreglarse mucho más quitando esa prenda. Iría con el pelo suelto y ya estaba aseada de antes. Además, tampoco sabía maquillarse. Y se negaba a ponerse tacones. En su lugar, su calzado serían unas botas bajas.
Una vez lista, se puso camino al Palacio de justicia, cruzándose de camino con Berthil. Este había conseguido salvar a Anna y ahora parecía de mejor humor que la última vez que le había visto. Sin embargo, notaba cierta tensión al estar con él. Tenía sus motivos, pero cuando la capacidad de sensibilidad de algunos era la de una piedra, tampoco importaba mucho, el lagarto ni lo notó. Tampoco debió notar que la pelirroja vestía de forma diferente porque no hizo ningún comentario al respecto.
Una vez en el edificio, el primero en entrar fue Aka, ella se quedó atrás para recordar a los guardias que debían cercionarse de que quien entrara debía ser chequeado a no ser que tuviera permisos especiales y dejar todas sus armas fuera, todas. Además de que los animales no estaban permitidos dentro tampoco y que serían castigados de no cumplir su trabajo como guardias. Si ella no podía dejar a sus compañeros dentro, mucho menos otras personas. Tras aclarar aquello. se ajustó su única arma, una daga de buena calidad a la pierna, sujetada por una correa negra. Era solo por precaución, obviamente.
-Si hubiera algún problema solo debéis contactar con nosotros.- Les recordó, antes de adentrarse en el edificio.
Se guió por el olor de sus compañeros para encontrarles, ya que era la primera vez que entraba al lugar. "Así que esto era antes ID... Es enorme". Admiró, mirando a todos lados mientras avanzaba como una niña pequeña. Al llegar, saludó a sus compañeros. Vio que Dexter a había llegado, Berthil estaba riñendo al nuevo por sentarse en su sitio y ella... Bueno, se dejó caer en su asiento también. Solo esperaba que no fuera una perdida de tiempo.
No había dormido especialmente bien aquel día. De hecho, los recuerdos del incendio que había tenido lugar días atrás la atormentaban aún en sueños, haciendo que se desvelara durante la noche y acabara saliendo del cuarto, dejando descansar únicamente a Sumire y los demás. Pero ya se le pasaría. Tal vez, si fuera menos cerrada y se lo dijera a Berthil o alguien de la tripulación aquello mejoraría antes, pero no podía permitirse mostrar esa debilidad ahora. Tenía que mantenerse fuerte aún sola si quería poner en marcha aquello que había aplazado tantos años. Estaba decidida a hablar con Dexter una vez terminasen todo aquel juicio sin sentido. En su opinión, Bleyd no se merecía la oportunidad de ser "liberado" al ser un peligro para todo el mundo, incluso para si mismo.
-El capitán sabrá, supongo.- Dijo para si misma mientras se ponía en pie. Esa era otra de las cosas que tenían preocupada a la pelinaranja, aunque era inminente. Tuvieron sus roces y su momento de pasivo-agresividad cuando este había dicho que pediría una aparente alianza con el gobierno mundial. Esperaba poder arreglar eso también. No era como si no hubiese notado la indirecta hacia su persona cuando dijo en Gray Rock que tenían que asistir a la plaza si es que aún le consideraban su capitán.
Mura frunció el ceño al recordar esas palabras mientras se desvestía. Sobre la silla que había frente a un tocado que no recordaba haber usado en su vida para arreglarse, se encontraba un vestido hecho a medida para ese tipo de eventualidades. -No podía ir con ropa formal que no fuese...Como sea...- Tomó la prenda y se la puso. De un tono Burdeo, se ceñía a su cuerpo hasta llegar a la cintura, sin mangas y un escote algo más exagerado de lo que le gustaría. La falda caía luego sobre sus curvas y llegaba hasta la mitad de los muslos. No se molestó en arreglarse mucho más quitando esa prenda. Iría con el pelo suelto y ya estaba aseada de antes. Además, tampoco sabía maquillarse. Y se negaba a ponerse tacones. En su lugar, su calzado serían unas botas bajas.
Una vez lista, se puso camino al Palacio de justicia, cruzándose de camino con Berthil. Este había conseguido salvar a Anna y ahora parecía de mejor humor que la última vez que le había visto. Sin embargo, notaba cierta tensión al estar con él. Tenía sus motivos, pero cuando la capacidad de sensibilidad de algunos era la de una piedra, tampoco importaba mucho, el lagarto ni lo notó. Tampoco debió notar que la pelirroja vestía de forma diferente porque no hizo ningún comentario al respecto.
Una vez en el edificio, el primero en entrar fue Aka, ella se quedó atrás para recordar a los guardias que debían cercionarse de que quien entrara debía ser chequeado a no ser que tuviera permisos especiales y dejar todas sus armas fuera, todas. Además de que los animales no estaban permitidos dentro tampoco y que serían castigados de no cumplir su trabajo como guardias. Si ella no podía dejar a sus compañeros dentro, mucho menos otras personas. Tras aclarar aquello. se ajustó su única arma, una daga de buena calidad a la pierna, sujetada por una correa negra. Era solo por precaución, obviamente.
-Si hubiera algún problema solo debéis contactar con nosotros.- Les recordó, antes de adentrarse en el edificio.
Se guió por el olor de sus compañeros para encontrarles, ya que era la primera vez que entraba al lugar. "Así que esto era antes ID... Es enorme". Admiró, mirando a todos lados mientras avanzaba como una niña pequeña. Al llegar, saludó a sus compañeros. Vio que Dexter a había llegado, Berthil estaba riñendo al nuevo por sentarse en su sitio y ella... Bueno, se dejó caer en su asiento también. Solo esperaba que no fuera una perdida de tiempo.
- Bleyd:
- Veamos, esto va de parte de todos, no solo mía, pero... Ya que has abierto el rol para que se resuelva por las buenas el tema del juicio al que te llamó Deathstroke y viendo que apenas han pasado un par de días del capítulo, el rol debería ser en presente en vez de pasado. Así mismo, antes de saltar a alguien tendrías que haber preguntado. En las normas pone que no puedes hacer dicho salto a no ser que hubieran pasado más de 36 horas, de no haber un acuerdo. Faltaba gente por postear al tema. De hecho, las personas más interesadas por ser los implicados: Deathstroke, Worgulv y yo misma. Así que esperamos que no vuelvas a hacerlo.webmaster escribió:Saltos de Turno: A no ser que se pacte lo contrario, el salto de turno en cualquier tipo de rol es de 36 horas.
De la guía de como crecer, para que veas que no lo digo por decir.
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Había llegado el día, el día que se comprobaría para mí si a Bleyd le quedaba algo de honor en su persona. Después de la guerra debía de venir a la isla para que se le juzgase, aunque no me hiciese gracia. Aquella noche había dormido bastante bien, tenía claro lo que podría pasar durante el día siguiente y estaba preparado para la peor de las situaciones. Me levanté con tiempo y me fui a asear y a desayunar, Un poco de jamón y unos huevos fritos, junto a un par de tostadas con aceite, un desayuno completo, mientras desayunaba cogí un periódico que alguien había dejado en la mesa y lo ojeé.
Era más grueso que de continuo, y de portada aún hablaban de la guerra de hacía dos días, en él se podían leer opiniones distintas sobre lo que había pasado. Criticas y halagos al gobierno por su actuación y la forma de concluir la guerra. A mitad del periódico un buen taco de carteles de recompensa. Parecía que casi todos los de la banda habíamos aumentado. Se me escapó una risa cuando vi la del capitán.
-Hoy no estará de humor después de ver esto – dije retóricamente mientras veía su astronómica cifra.
Su recompensa estaba seguida del capitán Arribor y luego por la mía, la cual era casi igual a la de la nueva promesa, el capitán Kenshin- El capitán tenía buen ojo para saber quien sería alguien en la vida, quizás por eso se enfrentó a él. Mientras revisaba las recompensas pude leer en la de Worgulv que era un nuevo fichaje por la banda, esto me hizo más gracia aún que la recompensa del capitán, parecía que la marina no se había dado cuenta que había estado ahí desde el principio. Y por último, se encontraba la de Bleyd, más baja que la del vikingo, pero le había reconocido como enemigo, lo que le convertía en un hombre buscado por muchos, quizás fuese el más buscado a pesar de su pequeña recompensa. No me sorprendió verla, se lo había advertido cuando nos encontramos en la guerra.
Cuando terminé de desayunar volví a la habitación y me cambié, me vestí con un traje, no demasiado elegante, pero lo suficiente como para ir bien arreglado. Una vez listo me puse rumbo al Palacio de la Justicia donde debía presentarse Bleyd. Aunque antes de salir del palacio, activé el casco de la armadura, cubriéndome la cabeza por completo. Solo unos poco habían visto mi rostro y así seguiría siendo. Según salí del palacio di un pequeño salto y usé mi habilidad para ir volando hasta el Palacio de la Justicia, ya que me había puesto el traje, no quería sudarlo antes de llegar al juicio.
En apenas unos minutos llegué al lugar, aterrizando al principio de las escaleras que daban acceso al interior del edificio. Allí pude ver a Mura hablando con los guardias de la entrada, dándoles unas ordenes de última hora, luego entró, saludé a los guardias con un gesto don la mano robótica y entré al edificio. Me dirigí a la sala donde se realizaría el acto y busqué mi asiento, donde me senté a esperar con el resto de los que había llegado.
Era más grueso que de continuo, y de portada aún hablaban de la guerra de hacía dos días, en él se podían leer opiniones distintas sobre lo que había pasado. Criticas y halagos al gobierno por su actuación y la forma de concluir la guerra. A mitad del periódico un buen taco de carteles de recompensa. Parecía que casi todos los de la banda habíamos aumentado. Se me escapó una risa cuando vi la del capitán.
-Hoy no estará de humor después de ver esto – dije retóricamente mientras veía su astronómica cifra.
Su recompensa estaba seguida del capitán Arribor y luego por la mía, la cual era casi igual a la de la nueva promesa, el capitán Kenshin- El capitán tenía buen ojo para saber quien sería alguien en la vida, quizás por eso se enfrentó a él. Mientras revisaba las recompensas pude leer en la de Worgulv que era un nuevo fichaje por la banda, esto me hizo más gracia aún que la recompensa del capitán, parecía que la marina no se había dado cuenta que había estado ahí desde el principio. Y por último, se encontraba la de Bleyd, más baja que la del vikingo, pero le había reconocido como enemigo, lo que le convertía en un hombre buscado por muchos, quizás fuese el más buscado a pesar de su pequeña recompensa. No me sorprendió verla, se lo había advertido cuando nos encontramos en la guerra.
Cuando terminé de desayunar volví a la habitación y me cambié, me vestí con un traje, no demasiado elegante, pero lo suficiente como para ir bien arreglado. Una vez listo me puse rumbo al Palacio de la Justicia donde debía presentarse Bleyd. Aunque antes de salir del palacio, activé el casco de la armadura, cubriéndome la cabeza por completo. Solo unos poco habían visto mi rostro y así seguiría siendo. Según salí del palacio di un pequeño salto y usé mi habilidad para ir volando hasta el Palacio de la Justicia, ya que me había puesto el traje, no quería sudarlo antes de llegar al juicio.
En apenas unos minutos llegué al lugar, aterrizando al principio de las escaleras que daban acceso al interior del edificio. Allí pude ver a Mura hablando con los guardias de la entrada, dándoles unas ordenes de última hora, luego entró, saludé a los guardias con un gesto don la mano robótica y entré al edificio. Me dirigí a la sala donde se realizaría el acto y busqué mi asiento, donde me senté a esperar con el resto de los que había llegado.
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El hombre había sido reconocido por el gobierno, su retrato impreso en un papel poniendo precio a su cabeza, no le molestaba que fuese el ``nuevo fichaje´´, era tan ridículo que hasta le hacia gracia, pero no, lo que realmente le molestaba era que, aun evitando la ejecución, no había logrado salvar a su camarada. La ira ardía en su interior como los fuegos de muspelheim, los siguientes días después de la frustrada ejecución se los había pasado en la taberna, intentando mitigar su furia, sin ningún resultado satisfactorio.
Cuando se entero que el responsable de que sus camaradas y el mismo no pudieran concentrarse en su tarea llegase a la isla para ser juzgado, le produjo sentimientos contradictorios, en primer lugar, quería machacarlo a hachazos hasta que fuese una pulpa de carne y vísceras irreconocible, pero solo era su furia pensando por él, venia a ser juzgado, una ejecución era impropia de sus tradiciones, el hombre se retiró a sus aposentos para pensar y serenarse.
Un juicio por combate, mano a mano, sin armas ni artilugios, podría ser una manera justa de obtener venganza y dejar que los dioses intervinieran, pero de esa manera negaría la venganza de sus camaradas, los cuales estarían igual de frustrados, esta vez optaría por la diplomacia, pero no negaría el combate si se diese la opción.
Sus pieles y correas no eran adecuadas para un acto diplomático de esta clase, el hombre las aparto a un lado y abrió ese trozo de madera que nunca había utilizado, en el colgaba una vestimenta ajustada de un color chillón que tenia pinta de ceñirse a todo su cuerpo, Worgulv recordaba haberla tirado por la borda en cuanto se lo regalaron, con una mirada de desconfianza sentencio ese mono ceñido al mismo destino otra vez, pero a su lado se encontraba un obsequio que nunca había usado, no le desagradaba, era muy diferente a todo lo que su cultura y estilo representaban, pero que diablos, tenia pinta de sentirse bien.
El hombre se enfundo una camisa rojo burdeos, con una corbata negra, para rematar con una americana negra de tres botones y unos zapatos de cuero negro, el hombre se sentía bastante extraño, pero el traje estaba a medida y era bastante cómodo. El hombre se recogió el pelo en una coleta y la barba en una trenza, pero esta vez sin abalorios.
De esta guisa el hombre partió al juzgado andando, ya que no podría usar sus alas sin reventar su ropa, le estaba empezando a gustar ese traje.
El palacio de la justicia tampoco estaba excesivamente lejos, cuando llego le dejaron pasar, en su interior se encontraba su camarada Mura, y menos mal, no tenia ni idea de por donde tenia que ir, levantando una mano y con una sonrisa saludo enérgicamente.
Cuando se entero que el responsable de que sus camaradas y el mismo no pudieran concentrarse en su tarea llegase a la isla para ser juzgado, le produjo sentimientos contradictorios, en primer lugar, quería machacarlo a hachazos hasta que fuese una pulpa de carne y vísceras irreconocible, pero solo era su furia pensando por él, venia a ser juzgado, una ejecución era impropia de sus tradiciones, el hombre se retiró a sus aposentos para pensar y serenarse.
Un juicio por combate, mano a mano, sin armas ni artilugios, podría ser una manera justa de obtener venganza y dejar que los dioses intervinieran, pero de esa manera negaría la venganza de sus camaradas, los cuales estarían igual de frustrados, esta vez optaría por la diplomacia, pero no negaría el combate si se diese la opción.
Sus pieles y correas no eran adecuadas para un acto diplomático de esta clase, el hombre las aparto a un lado y abrió ese trozo de madera que nunca había utilizado, en el colgaba una vestimenta ajustada de un color chillón que tenia pinta de ceñirse a todo su cuerpo, Worgulv recordaba haberla tirado por la borda en cuanto se lo regalaron, con una mirada de desconfianza sentencio ese mono ceñido al mismo destino otra vez, pero a su lado se encontraba un obsequio que nunca había usado, no le desagradaba, era muy diferente a todo lo que su cultura y estilo representaban, pero que diablos, tenia pinta de sentirse bien.
El hombre se enfundo una camisa rojo burdeos, con una corbata negra, para rematar con una americana negra de tres botones y unos zapatos de cuero negro, el hombre se sentía bastante extraño, pero el traje estaba a medida y era bastante cómodo. El hombre se recogió el pelo en una coleta y la barba en una trenza, pero esta vez sin abalorios.
De esta guisa el hombre partió al juzgado andando, ya que no podría usar sus alas sin reventar su ropa, le estaba empezando a gustar ese traje.
El palacio de la justicia tampoco estaba excesivamente lejos, cuando llego le dejaron pasar, en su interior se encontraba su camarada Mura, y menos mal, no tenia ni idea de por donde tenia que ir, levantando una mano y con una sonrisa saludo enérgicamente.
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