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Yzak
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A lo lejos avistamos una isla, me sentía con energía otra vez porque desde hacía unos cuantos días nuestros pies no tocaban tierra firme. Si bien esta no era la primera vez que salía de mi isla natal, sí que era la primera que lo hacía para no volver, y aquella isla que alcanzaban a ver nuestros ojos era la primera con la que empezaríamos nuestra aventura. Se me formó un nudo de felicidad en el estómago mientras dejábamos el bote en un buen lugar del puerto para poder adentrarnos a explorar la isla. Desde luego, algo era realmente extraño.
Los ropajes de las personas que habitaban el lugar parecían ser antiguos y muy deteriorados, es algo que seguramente te describirían en una historia o un cuento mediaval típico de caballeros. Además de sus raras apariencias, sus comportamientos también lo eran. No parecían querer tnernos allí, eso seguro.
Pregunté a uno de los aldeanos, y aunque parecía no estar muy feliz dándome indicaciones y explicaciones lo hizo. Por sus explicaciones, aquella isla parecía estar sacada o incluso calcada de un cuento de caballeros: aldeanos trabajando en sus tierras, nobles, un reino, una familia real... Además no tenían ningún tipo de tecnología y la economía funcionaba mediante un sistema de impuestos. A pesar de ello, los aldeanos eran felices.
Nos dirigimos a la ciudad, una enorme puerta estaba abierta, y los lados custodiándola había dos soldados.- Disculpe, ¿Podría decirme cual es la mejor taberna de la ciudad? Le dije al hombre, que nada más vernos se malhumoró.- Eso puede esperar. Lo primero de todo, a los forasteros no se les deja pasar sin pagar impuestos, serán unos 10000 berries. Mis ojos explotaron al oír la cantidad, miré hacia Zenox esperando que aquel idiota no hiciese de las suyas y que no fueramos forajidos en la primera isla que pisábamos de nuestra aventura.
Los ropajes de las personas que habitaban el lugar parecían ser antiguos y muy deteriorados, es algo que seguramente te describirían en una historia o un cuento mediaval típico de caballeros. Además de sus raras apariencias, sus comportamientos también lo eran. No parecían querer tnernos allí, eso seguro.
Pregunté a uno de los aldeanos, y aunque parecía no estar muy feliz dándome indicaciones y explicaciones lo hizo. Por sus explicaciones, aquella isla parecía estar sacada o incluso calcada de un cuento de caballeros: aldeanos trabajando en sus tierras, nobles, un reino, una familia real... Además no tenían ningún tipo de tecnología y la economía funcionaba mediante un sistema de impuestos. A pesar de ello, los aldeanos eran felices.
Nos dirigimos a la ciudad, una enorme puerta estaba abierta, y los lados custodiándola había dos soldados.- Disculpe, ¿Podría decirme cual es la mejor taberna de la ciudad? Le dije al hombre, que nada más vernos se malhumoró.- Eso puede esperar. Lo primero de todo, a los forasteros no se les deja pasar sin pagar impuestos, serán unos 10000 berries. Mis ojos explotaron al oír la cantidad, miré hacia Zenox esperando que aquel idiota no hiciese de las suyas y que no fueramos forajidos en la primera isla que pisábamos de nuestra aventura.
- Spoiler:
- Yzak - Zenox - Kath ese es el orden
Zenox
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Saqué a Rhaast lentamente con una floritura sin ningún tipo de sentido pero bastante escénica.
-No sé que problema tenéis con los extranjeros pero nosotros no hemos hecho nada... Aún, no vinimos aquí para molestar a nadie pero tampoco vamos a dejarnos estafar. Creo que deberíais ser buenos chicos y dejarnos pasar (digo mientras pongo la hoja de Rhaast cerca del pecho de uno de los guardias). Sin duda, aunque solo sea un farol Rhaast viene muy bien para estas cosas.
-Bueno, quizás podamos hacer una excepción esta vez, dijo en guardia mientras tenía claros síntomas de nerviosismo.
Las grandes puertas comenzaron a abrirse con un gran chirrido, me recorrió un cosquilleo por la espalda ya que era la primera ciudad verdaderamente grande que veía con mis propios ojos. El núcleo de la ciudad era gigantesco, típico de la ciudades medievales; callejones estrechos y sin salida , animales por las calles... Entramos en la primera taberna que vimos y un efecto instantáneo de miradas asesinas conectó en nosotros nada más entrar en ese sitio. Caminamos lentamente hacia la barra, había tanta tensión en el ambiente que podría cortarse con un cuchillo. Antes de que nos diéramos cuenta estaba un tío delante nuestra, bastante musculoso y de unos 2 metros de altura.
-Quien coño sois vosotros niñatos? Aquí no se trata muy bien a los extranjeros que lo sepáis, eh rubito (dijo mirando hacia Yzak).
-No sé que problema tenéis con los extranjeros pero nosotros no hemos hecho nada... Aún, no vinimos aquí para molestar a nadie pero tampoco vamos a dejarnos estafar. Creo que deberíais ser buenos chicos y dejarnos pasar (digo mientras pongo la hoja de Rhaast cerca del pecho de uno de los guardias). Sin duda, aunque solo sea un farol Rhaast viene muy bien para estas cosas.
-Bueno, quizás podamos hacer una excepción esta vez, dijo en guardia mientras tenía claros síntomas de nerviosismo.
Las grandes puertas comenzaron a abrirse con un gran chirrido, me recorrió un cosquilleo por la espalda ya que era la primera ciudad verdaderamente grande que veía con mis propios ojos. El núcleo de la ciudad era gigantesco, típico de la ciudades medievales; callejones estrechos y sin salida , animales por las calles... Entramos en la primera taberna que vimos y un efecto instantáneo de miradas asesinas conectó en nosotros nada más entrar en ese sitio. Caminamos lentamente hacia la barra, había tanta tensión en el ambiente que podría cortarse con un cuchillo. Antes de que nos diéramos cuenta estaba un tío delante nuestra, bastante musculoso y de unos 2 metros de altura.
-Quien coño sois vosotros niñatos? Aquí no se trata muy bien a los extranjeros que lo sepáis, eh rubito (dijo mirando hacia Yzak).
Katharina von Steinhell
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No era la primera ni la segunda vez que viajaba a Skyros, y algo le hacía pensar que tampoco sería la última. Conocía de sobra cómo eran las cosas ahí y el reacio trato que tenían los ciudadanos con los extranjeros. Se mostraban desconfiados e incluso, en ocasiones, agresivos. Hasta el día de hoy, en su tercer viaje al reino, no había logrado descubrir la razón de ser del actuar de la gente de Skyros. Seguramente había una explicación, una que podía encontrar en los libros de historia de la ciudad. Tenía razones para creer que había una biblioteca, pues los asentamientos de ese estilo normalmente almacenaban todo el conocimiento en un solo lugar, uno al que solo una élite tenía acceso. Saber la historia de un país era importante, pues el conocimiento era poder. Sin embargo, no era la única razón que tenía Katharina para conocerla. En uno de sus viajes anteriores había escuchado un rumor sobre un arma tan poderosa que podía acabar con cualquier guerra, y evidentemente la bruja la quería para ella. Pero antes debía investigar.
Sabía que caminar con una guadaña tan… escalofriante como la Guadaña Mitológica de Nyx sería un problema, por lo que decidió transformarla en un collar dorado con una gema tan negra como la misma noche. Todo eso gracias a la magia. Por otra parte, sí que llevaba su otra arma puesta en la espalda. La enorme Hoja de Argoria relucía como nunca, llamando la atención de algunos armeros que estaban en sus puestos ubicados en el mercado central. Algunos de ellos se acercaron a Katharina, ofreciéndole irrisorias cantidades de dinero por el arma. Si tuviera que vender la guadaña, lo haría por diez mil millones de berries. ¿Qué era esa estupidez de ofrecerle a cambio solo un millón? Se contuvo para no burlarse del mercader, contestándole que simplemente el arma no estaba a la venta. Por otro lado, aprovechó para preguntarle cuál era el mejor camino para llegar a cierta taberna en donde seguramente encontraría información. O eso esperaba hacer.
Katharina atravesó diferentes pasajes estrechos y calles transitadas, observó la infraestructura de diferentes edificios de la zona. Sonrió con algo de nostalgia, pues ella solía vivir en una ciudad como esa. El ruido de las carretas y los mercaderes ofreciendo a viva voz sus productos, las pozas de agua y el olor a hojas secas…, todo le recordaba una época en donde las cosas eran mucho más sencillas. No tenía que huir del Gobierno Mundial, pues básicamente trabajaba para él. No conocía la existencia de los Poneglyphs ni tampoco sabía que podía leerlos. Soltó un suspiro y se dijo a sí misma que esos tiempos jamás volverían, y luego retomó la caminata. Se detuvo frente a un edificio de madera y lo observó rápidamente, encontrándose con ventanas limpias y relucientes, una fachada bien cuidada y algunas flores puestas en maceteros colgantes.
—No hables como si en verdad asustaras a alguien —comentó la bruja justo después de entrar y escuchar que un hombre tan alto como musculoso intentaba parecer rudo frente a dos muchachos—. No intentes llevarme la contra porque lo único que conseguirás es que ensucie el suelo con tu sangre —le advirtió la bruja justo después de, en un movimiento tan rápido como imperceptible, llevar el filo de su guadaña al cuello del hombre. Y ciertamente el hombre no hizo nada, ¿quién lo haría teniendo semejante arma a punto de cortarte la cabeza?
Katharina tomó asiento en la barra y encargó un vaso de agua, lo típico en ella. Sin reparar en la gente que estaba en la taberna, sacó un cuadernillo extrañamente maltrecho y lo colocó sobre el mesón de madera. Levantó la mirada y llamó al cantinero, estando lista para comenzar con su interrogatorio.
—¿Qué sabes de “Dies Irae”? —preguntó sin cuidado.
Sabía que caminar con una guadaña tan… escalofriante como la Guadaña Mitológica de Nyx sería un problema, por lo que decidió transformarla en un collar dorado con una gema tan negra como la misma noche. Todo eso gracias a la magia. Por otra parte, sí que llevaba su otra arma puesta en la espalda. La enorme Hoja de Argoria relucía como nunca, llamando la atención de algunos armeros que estaban en sus puestos ubicados en el mercado central. Algunos de ellos se acercaron a Katharina, ofreciéndole irrisorias cantidades de dinero por el arma. Si tuviera que vender la guadaña, lo haría por diez mil millones de berries. ¿Qué era esa estupidez de ofrecerle a cambio solo un millón? Se contuvo para no burlarse del mercader, contestándole que simplemente el arma no estaba a la venta. Por otro lado, aprovechó para preguntarle cuál era el mejor camino para llegar a cierta taberna en donde seguramente encontraría información. O eso esperaba hacer.
Katharina atravesó diferentes pasajes estrechos y calles transitadas, observó la infraestructura de diferentes edificios de la zona. Sonrió con algo de nostalgia, pues ella solía vivir en una ciudad como esa. El ruido de las carretas y los mercaderes ofreciendo a viva voz sus productos, las pozas de agua y el olor a hojas secas…, todo le recordaba una época en donde las cosas eran mucho más sencillas. No tenía que huir del Gobierno Mundial, pues básicamente trabajaba para él. No conocía la existencia de los Poneglyphs ni tampoco sabía que podía leerlos. Soltó un suspiro y se dijo a sí misma que esos tiempos jamás volverían, y luego retomó la caminata. Se detuvo frente a un edificio de madera y lo observó rápidamente, encontrándose con ventanas limpias y relucientes, una fachada bien cuidada y algunas flores puestas en maceteros colgantes.
—No hables como si en verdad asustaras a alguien —comentó la bruja justo después de entrar y escuchar que un hombre tan alto como musculoso intentaba parecer rudo frente a dos muchachos—. No intentes llevarme la contra porque lo único que conseguirás es que ensucie el suelo con tu sangre —le advirtió la bruja justo después de, en un movimiento tan rápido como imperceptible, llevar el filo de su guadaña al cuello del hombre. Y ciertamente el hombre no hizo nada, ¿quién lo haría teniendo semejante arma a punto de cortarte la cabeza?
Katharina tomó asiento en la barra y encargó un vaso de agua, lo típico en ella. Sin reparar en la gente que estaba en la taberna, sacó un cuadernillo extrañamente maltrecho y lo colocó sobre el mesón de madera. Levantó la mirada y llamó al cantinero, estando lista para comenzar con su interrogatorio.
—¿Qué sabes de “Dies Irae”? —preguntó sin cuidado.
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Ya comenzaban a ponerme nervioso aquellas miradas, aunque no nos quisieran en aquella ciudad parecía que nadie les había enseñado nada sobre educación. La cosa no cambió cuando entramos en la taberna a la que desde un principio nos dirigíamos, podría incluso decir que la tensión había aumentado. Nos sentamos tranquilamente, esperando que aquello fuese disminuyendo y que poco a poco dejásemos de ser el centro de atención; pero aquel razonamiento no duró mucho. Un hombre enorme se levantó de su mesa y lentamente fue hacia la nuestra diciendo que en aquel lugar los forasteros no eran bienvenidos, mientras adoptaba una posición amenazante; además se refirió a mi como rubio. ¿Qué le pasaba?, ¿Acaso era ciego... o simplemente idiota? Mi pelo no podía ser más rojizo de lo que ya era y aquel hombre no podía estar más muerto de lo que ya estaba. Subí mi mano hacia mi hombro lentamente para casi coger el mango de una de mis dos espadas colocadas en forma de cruz en mi espalda, podía ser fuerte y medir mucho, pero seguramente su carne sería tan fácil de cortar como la de cualquier otro.
Pero yo no era así, rápidamente me contuve y detuve el movimiento de mi mano antes de agarrar la espada.- Podría matar a este idiota aquí, pero ¿Qué haría después? Estamos rodeados y nadie de aquí nos apoyaría, todos ellos odian a los extranjeros...¿Deberíamos irnos?, pensé. Matar a aquel hombre supondría tener a todo un reino en nuestra contra nada más llegar eso no nos beneficiaría en ningún sentido; queríamos cuanto antes tener una recompensa por nuestras cabezas por el simple hecho de ser piratas pero nuestras vidas eran más importantes en aquel momento.
Al borde del estrés, una mujer apareció de repente y colocó el filo de su... ¿Guadaña? en el cuello de aquel hombre. Parecía que estas armas estaban a la orden del día, primero Zenox que poseía a Rhaast y ahora aquella mujer tenía una también. El movimiento seguramente había sido impresionantemente rápido, porque no tuve tiempo de observarlo y quién sabe quizás no había podido por la propia velocidad. Fue entonces cuando dejé de fijarme en la acción y observé a aquella mujer con más atención. Era una mujer preciosa.. me quedé atónito frente a ella.- S..Strike! Dije en voz baja para mí mismo como expresión ante aquella belleza que había aparecido ante mi ojo.
La acción acabó, aquel hombre no parecía querer terminar sin cabeza así que se retiró hacia la mesa de la que en un principio se había levantado refunfuñando. El hombre no me importaba realmente por lo que seguí observando a la mujer que se dirigió hacia la barra para sentarse en una silla.- Oye Zenox, creo que iré a pedir algo también, ¿Tú que quieres?. Me levanté sin hacer demasiado alboroto, no quería que todos los ojos volviesen a centrarse en nosotros. Me aproximé a la barra a apenas metro y medio de la chica para fijarme en que estaba bebiendo. ¿Un vaso de agua?.- ¡Camarero póngame un vaso de agua por favor!, ni lo pensé, solo lo pedí. Fue entonces cuando la mujer sacó una especie de cuaderno y le preguntó al camarero que sabía sobre algo.- ¿Dies Irae? ¿Latín?, ¿Que querrá una mujer tan joven de probablemente algo tan viejo escrito en una lengua muerta?, pensé. Había estudiado algunas cosas sobre diferentes lenguas muertas en diversos libros que había encontrado en mi casa pero era un novato en aquello, necesitaba aprender mucho más sobre ellas. Fue entonces cuando decidí enfocarme en lo importante, aquella chica.- Disculpa, ¿No eres de por aquí cierto? ¿Te gustaría que fuésemos tu y yo a pasear por la ciudad tranquilamente? No hace falta que nos cojamos de la mano si no quieres. Dije mientras reía ante aquella última broma, esperando no morir por aquella guadaña que se veía realmente amenazante.
Pero yo no era así, rápidamente me contuve y detuve el movimiento de mi mano antes de agarrar la espada.- Podría matar a este idiota aquí, pero ¿Qué haría después? Estamos rodeados y nadie de aquí nos apoyaría, todos ellos odian a los extranjeros...¿Deberíamos irnos?, pensé. Matar a aquel hombre supondría tener a todo un reino en nuestra contra nada más llegar eso no nos beneficiaría en ningún sentido; queríamos cuanto antes tener una recompensa por nuestras cabezas por el simple hecho de ser piratas pero nuestras vidas eran más importantes en aquel momento.
Al borde del estrés, una mujer apareció de repente y colocó el filo de su... ¿Guadaña? en el cuello de aquel hombre. Parecía que estas armas estaban a la orden del día, primero Zenox que poseía a Rhaast y ahora aquella mujer tenía una también. El movimiento seguramente había sido impresionantemente rápido, porque no tuve tiempo de observarlo y quién sabe quizás no había podido por la propia velocidad. Fue entonces cuando dejé de fijarme en la acción y observé a aquella mujer con más atención. Era una mujer preciosa.. me quedé atónito frente a ella.- S..Strike! Dije en voz baja para mí mismo como expresión ante aquella belleza que había aparecido ante mi ojo.
La acción acabó, aquel hombre no parecía querer terminar sin cabeza así que se retiró hacia la mesa de la que en un principio se había levantado refunfuñando. El hombre no me importaba realmente por lo que seguí observando a la mujer que se dirigió hacia la barra para sentarse en una silla.- Oye Zenox, creo que iré a pedir algo también, ¿Tú que quieres?. Me levanté sin hacer demasiado alboroto, no quería que todos los ojos volviesen a centrarse en nosotros. Me aproximé a la barra a apenas metro y medio de la chica para fijarme en que estaba bebiendo. ¿Un vaso de agua?.- ¡Camarero póngame un vaso de agua por favor!, ni lo pensé, solo lo pedí. Fue entonces cuando la mujer sacó una especie de cuaderno y le preguntó al camarero que sabía sobre algo.- ¿Dies Irae? ¿Latín?, ¿Que querrá una mujer tan joven de probablemente algo tan viejo escrito en una lengua muerta?, pensé. Había estudiado algunas cosas sobre diferentes lenguas muertas en diversos libros que había encontrado en mi casa pero era un novato en aquello, necesitaba aprender mucho más sobre ellas. Fue entonces cuando decidí enfocarme en lo importante, aquella chica.- Disculpa, ¿No eres de por aquí cierto? ¿Te gustaría que fuésemos tu y yo a pasear por la ciudad tranquilamente? No hace falta que nos cojamos de la mano si no quieres. Dije mientras reía ante aquella última broma, esperando no morir por aquella guadaña que se veía realmente amenazante.
Zenox
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Esta ciudad no me gusta nada, todos nos miran como si fuéramos fugitivos, que pensándolo bien tarde o temprano acabaremos siéndolo ya que somos piratas pero por ahora no, mientras estaba perdido en mis pensamientos la situación actual seguía su curso. Al levantar la mirada vi a Yzak mover la mano lentamente a por su espada, eso tenía ciertos puntos negativos ya que yo era más de amenazar con Rhaast y sacarla a paseo por cualquier tontería pero Yzak... Si Yzak saca la espada va en serio, mientras yo me estaba moviendo lentamente para cogerle la mano en el momento en el que él empuñara la espada pero justo cuando me levanté del asiento hacia él... Ahí estaba, una preciosa chica de aproximadamente metro setenta bastante delgada pero esbelta, con un kimono azulado conjuntando con sus maravillosos ojos del mismo color, además es algo a destacar el maravilloso y pronunciado escote el cual deja ver dos de los atributos femeninos más maravillosos y perfectos que he observado nunca, aparte de eso y dejando de un lado su impoluto físico, esta mujer la cual podía parecer una frágil mujer tenía un aura de poder muy impresionante, cercana a un conocido mío de hace un tiempo pero no tan poderosa y lo más importante de todo, para mi sorpresa ella también era una portadora de guadaña, cosa que aún no había visto nunca aparte de mí y mi madre. Dicha guadaña rodeó con su hoja el cuello de aquel tipo, el cual no habría salido de este lugar con vida si le metía una mano encima a Yzak, con una velocidad bastante impresionante, definitivamente fuera quien fuese esta mujer era fuerte, el hombre como era de esperar se limitó a no decir nada e irse a su mesa de nuevo.
La mujer procedió a ir a la barra de forma totalmente desinteresada en nosotros, en ese momento miré la cara de Yzak, el muy idiota estaba babeando, vale que era una mujer maravillosa pero el siempre fue un poco mujeriego. No irás a hacerlo verdad? Dije mientras me reía, él sin decir ni una palabra fue "disimuladamente" hacía la barra la cual por "casualidad" estaba muy cerca de esta mujer, yo mientras me reía al ver el panorama que estaba formando mi amigo escuché bajo unos cuantos murmuros. Esa no es Katharina? La de los supernova, no dan 105 millones por su cabeza?. En ese momento miré emocionado a Yzak sin que el supiera nada de donde se estaba metiendo y me dirigí a contarle disimuladamente lo que había oído.
La mujer procedió a ir a la barra de forma totalmente desinteresada en nosotros, en ese momento miré la cara de Yzak, el muy idiota estaba babeando, vale que era una mujer maravillosa pero el siempre fue un poco mujeriego. No irás a hacerlo verdad? Dije mientras me reía, él sin decir ni una palabra fue "disimuladamente" hacía la barra la cual por "casualidad" estaba muy cerca de esta mujer, yo mientras me reía al ver el panorama que estaba formando mi amigo escuché bajo unos cuantos murmuros. Esa no es Katharina? La de los supernova, no dan 105 millones por su cabeza?. En ese momento miré emocionado a Yzak sin que el supiera nada de donde se estaba metiendo y me dirigí a contarle disimuladamente lo que había oído.
Katharina von Steinhell
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Cuando el cantinero observó la cara de la pelirrosa, su rostro se transformó lentamente en horror. Unos pocos metros más allá había un tablón de anuncios con algunos carteles de “Se busca”. Habían pasado unos días desde lo que ocurrió en Gray Rock y gracias al barco volador de Yuu, la bruja había podido llegar rápidamente a Skyros. Tenía que descubrir unas cuantas cosas, que consistían básicamente en obtener poder, y luego volvería a reunirse con el resto de su banda. No tuvo tiempo de ponerse al día, por lo que se sorprendió cuando descubrió que el Gobierno Mundial le había puesto el título de “Peor generación”. En cierta parte era un halago que la entidad, con la que alguna vez estuvo afiliada, reconociera que ella era un peligro y debía ser tomada como tal. No obstante, también podía ocasionarle algunos problemas… También había otros dos nombres en el periódico, pero no les prestó demasiada atención. El Gobierno Mundial había aumentado la recompensa por su cabeza a 400 millones de berries, una cantidad jugosa para un cazador de piratas. Por suerte en el día de hoy casi no había cazadores que supusieran problemas para los grandes criminales.
El cantinero dejó con cuidado el vaso con agua frente a la bruja, quien soltó una pregunta que le volvió a aterrar. El hombre miró hacia los lados, como procurando que nadie hubiera escuchado las palabras de la chica. Enseguida llevó su índice a los labios, queriendo decirle que guardara silencio. Expresaba un nerviosismo demasiado extraño, considerando la pregunta. ¿Había ocurrido algo? Katharina era muy intuitiva, rasgo que desarrollaba poco a poco. Y en todo caso no era demasiado difícil saber que el arma de la leyenda perturbaba al hombre. No obstante, no tuvo tiempo para hablar de nuevo pues fue interrumpida por la aparición de un chico de cabellos rojos, soltando palabras extrañamente atrevidas. Por alguna razón le recordaba a… espera, ¿cómo se llamaban esos tontos de Gray Rock? Ah, Edward y Xeyner. Los muy idiotas desaparecieron sin decir nada; esperaba que estuvieran bien, pues aún le debían lealtad. Quizás el chico que tenía en frente quería ser un candidato a ser esclavizado por la bruja, pero lamentablemente para él, ahora estaba demasiado ocupada como para interesarse en algo tan… banal.
—Lo siento, pero no tengo tiempo como para jugar contigo —le respondió sin siquiera mirarle, con los ojos puestos en el cantinero—. Estoy demasiado ocupada, tal vez en otro momento —mintió descaradamente.
Esperó unos pocos segundos y volvió a abrir la boca, aunque esta vez dirigiéndose al hombre tras la barra.
—Te hice una pregunta y no has respondido, es de muy mala educación, ¿sabes? Ni tú ni yo queremos problemas, así que te sugiero que no hagas esto difícil y empieces a hablar —sentenció con el ceño fruncido—. Cuéntame todo lo que sepas sobre el arma de la leyenda.
Antes de que el hombre pudiera responder, un golpe hizo que Katharina se volteara. La puerta fue abierta con violencia y enseguida apareció un grupo de soldados vistiendo armaduras completamente negras, cuyas pecheras tenían un símbolo plateado de un lobo. De sus cascos emergían unas especies de colas de caballo, pero estas eran de color rojo. Uno de ellos atravesó la estancia y desenfundó rápidamente su espada, y sin previo aviso descargó su arma contra la bruja. «Demasiado lento», pensó ella justo después de colocar el mango de su guadaña entre el filo de la espada y su cabeza, frenando fácilmente la ofensiva del soldado. «Creo que jamás me llevaré bien con un guardia…», reconoció. Inmediatamente se hizo una idea de por qué le atacaban, creyendo que todo radicó en su pregunta sobre el “Dies Irae”. Alguien la escuchó y enseguida avisó a la autoridad, o a quien sea que fuesen esos hombres.
—Katharina, debes dejar este lugar —aconsejó Nyx—. No vale la pena luchar contra estos hombres…
—Supongo que tienes razón —respondió la bruja, mientras le daba una fuerte patada en el pecho al soldado—, pero creo que la única salida esta justo en frente de mí.
El cantinero dejó con cuidado el vaso con agua frente a la bruja, quien soltó una pregunta que le volvió a aterrar. El hombre miró hacia los lados, como procurando que nadie hubiera escuchado las palabras de la chica. Enseguida llevó su índice a los labios, queriendo decirle que guardara silencio. Expresaba un nerviosismo demasiado extraño, considerando la pregunta. ¿Había ocurrido algo? Katharina era muy intuitiva, rasgo que desarrollaba poco a poco. Y en todo caso no era demasiado difícil saber que el arma de la leyenda perturbaba al hombre. No obstante, no tuvo tiempo para hablar de nuevo pues fue interrumpida por la aparición de un chico de cabellos rojos, soltando palabras extrañamente atrevidas. Por alguna razón le recordaba a… espera, ¿cómo se llamaban esos tontos de Gray Rock? Ah, Edward y Xeyner. Los muy idiotas desaparecieron sin decir nada; esperaba que estuvieran bien, pues aún le debían lealtad. Quizás el chico que tenía en frente quería ser un candidato a ser esclavizado por la bruja, pero lamentablemente para él, ahora estaba demasiado ocupada como para interesarse en algo tan… banal.
—Lo siento, pero no tengo tiempo como para jugar contigo —le respondió sin siquiera mirarle, con los ojos puestos en el cantinero—. Estoy demasiado ocupada, tal vez en otro momento —mintió descaradamente.
Esperó unos pocos segundos y volvió a abrir la boca, aunque esta vez dirigiéndose al hombre tras la barra.
—Te hice una pregunta y no has respondido, es de muy mala educación, ¿sabes? Ni tú ni yo queremos problemas, así que te sugiero que no hagas esto difícil y empieces a hablar —sentenció con el ceño fruncido—. Cuéntame todo lo que sepas sobre el arma de la leyenda.
Antes de que el hombre pudiera responder, un golpe hizo que Katharina se volteara. La puerta fue abierta con violencia y enseguida apareció un grupo de soldados vistiendo armaduras completamente negras, cuyas pecheras tenían un símbolo plateado de un lobo. De sus cascos emergían unas especies de colas de caballo, pero estas eran de color rojo. Uno de ellos atravesó la estancia y desenfundó rápidamente su espada, y sin previo aviso descargó su arma contra la bruja. «Demasiado lento», pensó ella justo después de colocar el mango de su guadaña entre el filo de la espada y su cabeza, frenando fácilmente la ofensiva del soldado. «Creo que jamás me llevaré bien con un guardia…», reconoció. Inmediatamente se hizo una idea de por qué le atacaban, creyendo que todo radicó en su pregunta sobre el “Dies Irae”. Alguien la escuchó y enseguida avisó a la autoridad, o a quien sea que fuesen esos hombres.
—Katharina, debes dejar este lugar —aconsejó Nyx—. No vale la pena luchar contra estos hombres…
—Supongo que tienes razón —respondió la bruja, mientras le daba una fuerte patada en el pecho al soldado—, pero creo que la única salida esta justo en frente de mí.
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La mujer me había rechazado sin ni siquiera mirarme, pero por costumbre aquello era lo que solían decirme muchas mujeres antes de no volver a verlas ¿Es que acaso los hombres con parche no eran atractivos? ¿O acaso era mi pelo, tan rojo y extraño por aquellos lugares? Suspiré tranquilamente, los rechazos seguían acumulándose en mi vida, durante un segundo pudo verse una pequeña lagrimilla salida del alma. Volví a la realidad tras apenas unos pocos segundos para darme cuenta de que Zenox se había movido de nuestra mesa hasta la barra para contarme algo que había escuchado de la multitud; en cuanto me susurró lo que había oído mis ojos se abrieron como platos. ¡¿Aquella mujer era de los supernovas!? Una gran sorpresa para mí, mi ojo no me había fallado, aquella mujer era poderosa, muy poderosa..
Un fuerte golpé azotó un lado de la taberna, la entrada concretamente, y de la puerta salieron muchos soldados con armaduras negras que atacaron a la mujer, pero por supuesto ella supo responder. Bloqueó el arma del hombre con la suya y lo golpeó en el pecho con una patada mandándolo a volar unos cuantos metros. El problema no nos afectaba por lo que parecía, pero de repente el hombre que nos había amenazado al principio cuando habíamos entrado en la taberna se puso en pie y nos señaló.- ¡Esos están con ella! dijo a vivavoz para que los soldados se enterasen. Uno de los soldados se nos acercó corriendo, saqué las dos espadas que asomaban en mis hombros para rápidamente bloquear la suya que buscaba cortarnos, entonces con un rápido movimiento lo desestabilicé con una patada a su pierna y lo golpeé con la empuñadura de la espada en el cuello para de esta forma dejarlo inconsciente. No sabíamos que estaba ocurriendo ¿Eran los soldados del reino? Eso era lo más seguro, pero ¿Por que iban tras aquella mujer? ¿Por ser pirata u otra razón? No era el momento de hacerse tantas preguntas; ahora debíamos salir de allí y cuanto antes.
Con la ayuda de Zenox, nosotros dos logramos abrirnos paso hacia la salida. La pregunta era donde debíamos ir ahora para escondernos, miré hacia arriba y sonreí.- Rápido Zenox, subamos al tejado. Empecé a escalar el tejado hasta que llegamos a la cima, allí los soldados no podrían cogernos. Corrimos por él, saltando de uno a otro. Cuando ya no parecía que nos siguiesen, me senté y recobre el aliento por unos cuantos segundos. Miré detenidamente a Zenox para ver si habían sufrido algún daño; Zenox tenía un pequeño corte en el brazo, inmediatamente quise cumplir con mis labores como médico, rompí un trozo de mi camiseta y lo apreté atándoselo al brazo para que la herida dejase de sangrar, quizá el tratamiento no era necesario pero mejor evitar todo tipo de enfermades que pudiesen aparecer más tarde.
Miré a Zenox preocupado.- ¿Que deberíamos hacer ahora Zenox? Nada más llegar y ya estamos siendo perseguidos... Tras esa pregunta solo suspiré profundamente mientras cerraba los ojos, en menudo problema nos habíamos metido.
Un fuerte golpé azotó un lado de la taberna, la entrada concretamente, y de la puerta salieron muchos soldados con armaduras negras que atacaron a la mujer, pero por supuesto ella supo responder. Bloqueó el arma del hombre con la suya y lo golpeó en el pecho con una patada mandándolo a volar unos cuantos metros. El problema no nos afectaba por lo que parecía, pero de repente el hombre que nos había amenazado al principio cuando habíamos entrado en la taberna se puso en pie y nos señaló.- ¡Esos están con ella! dijo a vivavoz para que los soldados se enterasen. Uno de los soldados se nos acercó corriendo, saqué las dos espadas que asomaban en mis hombros para rápidamente bloquear la suya que buscaba cortarnos, entonces con un rápido movimiento lo desestabilicé con una patada a su pierna y lo golpeé con la empuñadura de la espada en el cuello para de esta forma dejarlo inconsciente. No sabíamos que estaba ocurriendo ¿Eran los soldados del reino? Eso era lo más seguro, pero ¿Por que iban tras aquella mujer? ¿Por ser pirata u otra razón? No era el momento de hacerse tantas preguntas; ahora debíamos salir de allí y cuanto antes.
Con la ayuda de Zenox, nosotros dos logramos abrirnos paso hacia la salida. La pregunta era donde debíamos ir ahora para escondernos, miré hacia arriba y sonreí.- Rápido Zenox, subamos al tejado. Empecé a escalar el tejado hasta que llegamos a la cima, allí los soldados no podrían cogernos. Corrimos por él, saltando de uno a otro. Cuando ya no parecía que nos siguiesen, me senté y recobre el aliento por unos cuantos segundos. Miré detenidamente a Zenox para ver si habían sufrido algún daño; Zenox tenía un pequeño corte en el brazo, inmediatamente quise cumplir con mis labores como médico, rompí un trozo de mi camiseta y lo apreté atándoselo al brazo para que la herida dejase de sangrar, quizá el tratamiento no era necesario pero mejor evitar todo tipo de enfermades que pudiesen aparecer más tarde.
Miré a Zenox preocupado.- ¿Que deberíamos hacer ahora Zenox? Nada más llegar y ya estamos siendo perseguidos... Tras esa pregunta solo suspiré profundamente mientras cerraba los ojos, en menudo problema nos habíamos metido.
Katharina von Steinhell
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La huida no fue tan fácil como pensó que lo sería, en gran parte porque los soldados hicieron cualquier esfuerzo humano para impedir que la bruja se les escapase. Uno de ellos lanzó un tajo descendente y vertical, buscando cortar a la pelirrosa en dos, pero esta fue lo suficientemente ágil como para echar su torso hacia atrás, flexionar un tanto las rodillas y realizar un corte al mismo tiempo que giraba sobre su propio eje, arrebatándole ambas piernas a su enemigo. Otro de ellos, esquivando sillas y mesas, le atacó con dos espadas cruzadas que formaban una “x”. No obstante, solo valió un gesto de mano para que el hombre saliese disparado por el aire producto de la fuerza telequinésica de la hechicera. Poco a poco los guardias comenzaron a ganar terreno y Katharina cada vez estaba más cerca de la pared, pensando en qué podía hacer. No debía llamar demasiado la atención, así que convocar un tornado en llamas no era una buena opción. Necesitaba ser más… sutil.
Sujetó con fuerza el colgante que llevaba en el cuello. «Este sería un buen momento para que aparecieras, Nyx…», se dijo a sí misma. Desde hace un tiempo, el arma mitológica de Katharina había disminuido considerablemente su poder y, por alguna razón que no conseguía comprender, apenas y le hacía caso. Se suponía que eran amigas, o algo por el estilo. Y con aquellos pensamientos en la cabeza, una niebla densa y oscura comenzó a brotar de la gema negra. No tardó demasiado en cubrir la taberna y sumergirla en una impenetrable oscuridad, una en la que solo la bruja podía ver. Katharina soltó una sonrisa al notar que Nyx no había perdido sus poderes y que todo andaba bien, o más o menos. Atravesó los refuerzos enemigos sin ningún problema, y pronto se encontró afuera del edificio. No había conseguido respuestas sobre lo que buscaba, pero se sentía aliviada al saber que aún podía contar con su vieja amiga.
—Así que decidiste dejar de ser tímida, ¿eh?
—Cómo me gustaría que me vieras en este momento, Kath —respondió la deidad—. Encuentra el Dies Irae, y todo volverá a ser como antes.
Primero necesitaba saber algo más sobre la legendaria arma, y tal vez aquellos muchachos que huyeron justo antes que ella podían saber algo. Ahora había quedado claro que no podía andar preguntando libremente cualquier información sobre lo que buscaba, pues no era la única que lo hacía. Los soldados de las armaduras negras iban tras lo mismo que ella, y tal vez le llevaban una buena delantera. Tal vez debería recurrir al mundo de los muertos para encontrar respuestas… Dejando a un lado las reflexiones, puesto que escuchó pasos aproximarse hacia ella, retomó la huida. Con un ágil salto se situó sobre el tejado de una casa y se escondió allí, esperando que los soldados desaparecieran.
Sujetó con fuerza el colgante que llevaba en el cuello. «Este sería un buen momento para que aparecieras, Nyx…», se dijo a sí misma. Desde hace un tiempo, el arma mitológica de Katharina había disminuido considerablemente su poder y, por alguna razón que no conseguía comprender, apenas y le hacía caso. Se suponía que eran amigas, o algo por el estilo. Y con aquellos pensamientos en la cabeza, una niebla densa y oscura comenzó a brotar de la gema negra. No tardó demasiado en cubrir la taberna y sumergirla en una impenetrable oscuridad, una en la que solo la bruja podía ver. Katharina soltó una sonrisa al notar que Nyx no había perdido sus poderes y que todo andaba bien, o más o menos. Atravesó los refuerzos enemigos sin ningún problema, y pronto se encontró afuera del edificio. No había conseguido respuestas sobre lo que buscaba, pero se sentía aliviada al saber que aún podía contar con su vieja amiga.
—Así que decidiste dejar de ser tímida, ¿eh?
—Cómo me gustaría que me vieras en este momento, Kath —respondió la deidad—. Encuentra el Dies Irae, y todo volverá a ser como antes.
Primero necesitaba saber algo más sobre la legendaria arma, y tal vez aquellos muchachos que huyeron justo antes que ella podían saber algo. Ahora había quedado claro que no podía andar preguntando libremente cualquier información sobre lo que buscaba, pues no era la única que lo hacía. Los soldados de las armaduras negras iban tras lo mismo que ella, y tal vez le llevaban una buena delantera. Tal vez debería recurrir al mundo de los muertos para encontrar respuestas… Dejando a un lado las reflexiones, puesto que escuchó pasos aproximarse hacia ella, retomó la huida. Con un ágil salto se situó sobre el tejado de una casa y se escondió allí, esperando que los soldados desaparecieran.
Yzak
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Me quedé esperando una respuesta de mi compañero que nunca llegó, quizás porque ninguno de los dos habíamos pensado que algo como esto pudiese suceder apenas comenzar nuestro viaje. Si eran soldados de la ciudad y lográbamos salir de aquella isla tendríamos seguramente una recompensa por nuestras cabezas, esa sería la única parte positiva de todo esto. Decidimos seguir hacia delante, saltando de tejado en tejado como habíamos hecho en un principio, sin destino, solamente buscando que el tiempo pasase rápido o llegase a nosotros una solución ante el problema lo antes posible. Después de todo ser un fugitivo estaba muy bien, pero serlo sin haber hecho nada no merecía la pena. Eschuché a gente hablar.- Shh, ¡Espera! Le dije a Zenox en voz baja para que parase. Me acosté y repté hasta el borde del tejado para ver lo que pasaba en lo que parecía ser una plaza. Aquellos soldados de coraza negra estaban colgando el wanted de aquella mujer.- ¡Rápido! Colgad todos estos cárteles lo más rápido que podáis por la ciudad no podemos dejar que esos tres escapen. ¿Estaban buscandonos con carteles? Toqué mi mentón y sonreí.- Vaya así que aquella mujer escapó. Tras ese pensamiento volví al lado de Zenox y le comuniqué lo que había visto.
A lo lejos, avistamos a la mujer del bar en uno de los tejados, al parecer se había escondido allí, y era normal, aquellos soldados eran realmente pesados, solo viendo lo que había pasado en la plaza hacía unos instantes se lo dejaría claro a cualqueira. Me acerqué tranquilamente, y con cuidado de no asomarme y poder ser visto desde la calle.- Hola, no ha pasado mucho tiempo. ¿Estás herida? Dije mientras la observaba con cuidado y seriamente debido a la combinación de no querer salir volando por una de sus patadas y mi preocupación médica. ¿Por qué te buscaban a ti esos hombres? ¿Es que son los soldados del reino?
Dejé de preguntar, porque me di cuenta de que quizás podría parecer un interrogatorio y pensándolo bien a ningún pirata, o al menos a ninguno de los que había conocido hasta ahora, le gustaban que se le hiciesen demasiadas preguntas. De nuevo escuché voces, esta vez provenían del estrecho callejón que separaban la cima de la casa en la que estabamos y la siguiente. Me acerqué sigilosamente y vi a tres hombres que parecían estar hablando entre ellos de forma malhumorada por alguna razón, que sinceramente me daba igual saber. Lo que llamó mi atención fueron la toga o abrigo que llevaban, holgado y largo con una capucha, nos ayudaría a camuflarnos debido a que no llamaban mucho la atención si caminábamos por la ciudad con ellas, ya que había visto a bastante gente llevarlas por allí. ¿Sería la moda del lugar?
Quizás esta tarea hubiera sido mejor para Zenox; a él se le daba mucho mejor todo lo de esconderse y hacer las cosas en silencio pero quise ayudarle.- Zenox quítemosles ese abrigo que llevan, ayúdame. Bajé lentamente por una tubería y golpeé el mentón del hombre rápidamente tras ponerme delante de él, éste se quedo inconsciente por el impacto en esa zona, un buen puñetazo en cierta zona de la mandíbula hacía que tu cerebro rebotase en el cráneo, lo había aprendido en uno de los libros de medicina. Esperaba que Zenox hubiera acabado con los dos restantes o me ocuparía yo.
No tardamos más de un minuto, volví a subir por la tubería y me acerqué de nuevo adonde se encontraba la mujer.- Toma esto, es probable que no te descubran si la llevas en la ciudad. Dije dándole uno de los tres abrigos y poniéndome ya el mío solo por si acaso.- ¿Cómo te llamabas, supernova y que haces por aquí?
A lo lejos, avistamos a la mujer del bar en uno de los tejados, al parecer se había escondido allí, y era normal, aquellos soldados eran realmente pesados, solo viendo lo que había pasado en la plaza hacía unos instantes se lo dejaría claro a cualqueira. Me acerqué tranquilamente, y con cuidado de no asomarme y poder ser visto desde la calle.- Hola, no ha pasado mucho tiempo. ¿Estás herida? Dije mientras la observaba con cuidado y seriamente debido a la combinación de no querer salir volando por una de sus patadas y mi preocupación médica. ¿Por qué te buscaban a ti esos hombres? ¿Es que son los soldados del reino?
Dejé de preguntar, porque me di cuenta de que quizás podría parecer un interrogatorio y pensándolo bien a ningún pirata, o al menos a ninguno de los que había conocido hasta ahora, le gustaban que se le hiciesen demasiadas preguntas. De nuevo escuché voces, esta vez provenían del estrecho callejón que separaban la cima de la casa en la que estabamos y la siguiente. Me acerqué sigilosamente y vi a tres hombres que parecían estar hablando entre ellos de forma malhumorada por alguna razón, que sinceramente me daba igual saber. Lo que llamó mi atención fueron la toga o abrigo que llevaban, holgado y largo con una capucha, nos ayudaría a camuflarnos debido a que no llamaban mucho la atención si caminábamos por la ciudad con ellas, ya que había visto a bastante gente llevarlas por allí. ¿Sería la moda del lugar?
Quizás esta tarea hubiera sido mejor para Zenox; a él se le daba mucho mejor todo lo de esconderse y hacer las cosas en silencio pero quise ayudarle.- Zenox quítemosles ese abrigo que llevan, ayúdame. Bajé lentamente por una tubería y golpeé el mentón del hombre rápidamente tras ponerme delante de él, éste se quedo inconsciente por el impacto en esa zona, un buen puñetazo en cierta zona de la mandíbula hacía que tu cerebro rebotase en el cráneo, lo había aprendido en uno de los libros de medicina. Esperaba que Zenox hubiera acabado con los dos restantes o me ocuparía yo.
No tardamos más de un minuto, volví a subir por la tubería y me acerqué de nuevo adonde se encontraba la mujer.- Toma esto, es probable que no te descubran si la llevas en la ciudad. Dije dándole uno de los tres abrigos y poniéndome ya el mío solo por si acaso.- ¿Cómo te llamabas, supernova y que haces por aquí?
Zenox
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No me dieron tiempo ni a pensar en la situación cuando de repente una fila de soldados con pesadas armaduras negras irrumpieron en el bar, todos buscaban a la supernova, la pregunta es el porqué? No creo que los soldados del reino la buscasen solo por el hecho de ser piratas, al fin y al cabo no eran marines, era por otra cosa, será por lo que Yzak escuchó antes? Esa palabra en latín? Pero que podía ser? Una ubicación? Un arma? El nombre de una persona en clave?...
Mientras me encontraba absorto en mis pensamientos de repente divisé al hombre con el que habíamos tenido problema anteriormente gritándole a los soldados que estábamos con esa chica, GENIAL! ya nos la había liado de nuevo, acabamos de salir de aventura y ya se pensaban que estábamos por ahí con una supernova... Bueno por lo menos si esto acaba propagándose seguro que conseguiríamos una recompensa más que decente para ser iniciados.
Un soldado corrió hacia nosotros e Yzak rápidamente lo noqueó, teníamos que correr y rápido, fuimos abriéndonos paso entre los soldados como pudimos, odio tener que dejar a esa chica allí dentro con todos esos soldados dentro pero eran demasiados tipos y teníamos que pensar en nosotros, Yzak me miró y sonrió tras haber visto el techo de la taberna, rápidamente le entendí, quería volver a los tejados de los edificios. Buena idea, vamos!
Subimos rápidamente e Yzak comenzó la marcha por los mismos, Yzak rápidamente miró si estaba bien, tenía un pequeño corte en el brazo derecho que me hizo un soldado al combatir con varios de ellos mientras intentábamos escapar y rápidamente me vendó tras eso yo paré un segundo para intentar ver si aquella chica conseguía salir, de repente ví como una niebla espesa cubrió todo el recinto, es cierto, fui idiota, por un momento olvidé que esa chica podría matarnos rápidamente si quisiera, puede defenderse sola, tras eso miré hacia Yzak, ya me había tomado algo de ventaja pero rápidamente le alcancé. Cuando ya llevábamos unos cuantos edificios Yzak frenó en seco y me hizo una señal de que parase, se recostó en el suelo y fue arrastrándose hasta el borde del mismo, unos segundos después me dijo que los soldados de antes estaban colocando carteles de "Se busca" de nosotros 3, Menudo marrón, ahora no podremos caminar por la ciudad, menos mal que ser sigiloso es una de mis cualidades pero aún así será complicado. Proseguimos en nuestro camino, unos cuantos edificios después comencé a divisar a aquella chica, creo que Yzak también se percató porque en ese momento aceleró el paso, cuando llegó junto a ella comenzó a preguntarle si se encontraba bien -Es un instinto de médico, no se lo tengas en cuenta, solo se preocupa. Yzak cesó con las preguntas supongo que porque no quería agobiarla, y comenzó a moverse al borde del edificio donde nos encontrábamos que daba a un callejón estrecho y oscuro, divisé a unos cuantos tipos que parecían ser una especiee de frailes con sotanas negras y capuchas, parecían discutir de algo pero me dio igual, en ese instante Yzak y yo nos miramos y sonreímos, pensamos lo mismo, él bajo por una tubería, yo salté del edificio ya que tampoco era tan alto, caí en medio de dos de ellos con Rhaast ya desenfundada, no iba a matarlos obviamente pero mejor tomar medidas por si acaso, a uno de ellos rápidamente en las costillas con el duro mango de de mi guadaña y a otro un leve pero contundente golpe en la cabeza, suficiente para noquearlos pero para dejarlos con vida a los dos, rápidamente les quitamos los ropajes -Con esto podremos caminar por la suidad Yzak asintió y subimos nuevamente al edificio, fuimos a junto de la misteriosa chica, Ya nos encontrábamos en una situación de bastante riesgo, por lo menos deberíamos saber el porqué Tras ver a Yzak hacerle una serie de preguntas yo le dije firmemente Todos los soldados de esta ciudad quieren matarnos, creo que lo mínimo que nos merecemos es saber por lo que estamos luchando.
Mientras me encontraba absorto en mis pensamientos de repente divisé al hombre con el que habíamos tenido problema anteriormente gritándole a los soldados que estábamos con esa chica, GENIAL! ya nos la había liado de nuevo, acabamos de salir de aventura y ya se pensaban que estábamos por ahí con una supernova... Bueno por lo menos si esto acaba propagándose seguro que conseguiríamos una recompensa más que decente para ser iniciados.
Un soldado corrió hacia nosotros e Yzak rápidamente lo noqueó, teníamos que correr y rápido, fuimos abriéndonos paso entre los soldados como pudimos, odio tener que dejar a esa chica allí dentro con todos esos soldados dentro pero eran demasiados tipos y teníamos que pensar en nosotros, Yzak me miró y sonrió tras haber visto el techo de la taberna, rápidamente le entendí, quería volver a los tejados de los edificios. Buena idea, vamos!
Subimos rápidamente e Yzak comenzó la marcha por los mismos, Yzak rápidamente miró si estaba bien, tenía un pequeño corte en el brazo derecho que me hizo un soldado al combatir con varios de ellos mientras intentábamos escapar y rápidamente me vendó tras eso yo paré un segundo para intentar ver si aquella chica conseguía salir, de repente ví como una niebla espesa cubrió todo el recinto, es cierto, fui idiota, por un momento olvidé que esa chica podría matarnos rápidamente si quisiera, puede defenderse sola, tras eso miré hacia Yzak, ya me había tomado algo de ventaja pero rápidamente le alcancé. Cuando ya llevábamos unos cuantos edificios Yzak frenó en seco y me hizo una señal de que parase, se recostó en el suelo y fue arrastrándose hasta el borde del mismo, unos segundos después me dijo que los soldados de antes estaban colocando carteles de "Se busca" de nosotros 3, Menudo marrón, ahora no podremos caminar por la ciudad, menos mal que ser sigiloso es una de mis cualidades pero aún así será complicado. Proseguimos en nuestro camino, unos cuantos edificios después comencé a divisar a aquella chica, creo que Yzak también se percató porque en ese momento aceleró el paso, cuando llegó junto a ella comenzó a preguntarle si se encontraba bien -Es un instinto de médico, no se lo tengas en cuenta, solo se preocupa. Yzak cesó con las preguntas supongo que porque no quería agobiarla, y comenzó a moverse al borde del edificio donde nos encontrábamos que daba a un callejón estrecho y oscuro, divisé a unos cuantos tipos que parecían ser una especiee de frailes con sotanas negras y capuchas, parecían discutir de algo pero me dio igual, en ese instante Yzak y yo nos miramos y sonreímos, pensamos lo mismo, él bajo por una tubería, yo salté del edificio ya que tampoco era tan alto, caí en medio de dos de ellos con Rhaast ya desenfundada, no iba a matarlos obviamente pero mejor tomar medidas por si acaso, a uno de ellos rápidamente en las costillas con el duro mango de de mi guadaña y a otro un leve pero contundente golpe en la cabeza, suficiente para noquearlos pero para dejarlos con vida a los dos, rápidamente les quitamos los ropajes -Con esto podremos caminar por la suidad Yzak asintió y subimos nuevamente al edificio, fuimos a junto de la misteriosa chica, Ya nos encontrábamos en una situación de bastante riesgo, por lo menos deberíamos saber el porqué Tras ver a Yzak hacerle una serie de preguntas yo le dije firmemente Todos los soldados de esta ciudad quieren matarnos, creo que lo mínimo que nos merecemos es saber por lo que estamos luchando.
Katharina von Steinhell
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La bruja esperó pacientemente en ese lugar, pensando algunas cuestiones referentes a su “arma”. La primera vez que la vio fue en la bóveda defendida por un dragón de tamaños colosales. Inocentemente se acercó a la bestia y esta despertó, amenazando con destruir a los intrusos. Sin embargo, en ese momento algo extraño ocurrió y Katharina escuchó una voz. «Fue la primera vez que escuché a Nyx», recordó ella. Frunció el ceño con un dejo de amargura. ¿Por qué ahora las cosas eran tan difíciles? ¿Por qué en ese momento la deidad decidió prestarle su ayuda y ahora no? Había algo que estaba fallando, pero la pelirrosa era incapaz de verlo. Todo eso de la búsqueda del Dies Irae fue para encontrar respuestas respecto a lo que estaba sucediendo entre Nyx y Kath, pues nada sucedía porque sí. Debía haber una explicación y una vez la tuviera, la bruja comenzaría su plan para dominar completamente el poder de la Diosa.
Inmersa en sus pensamientos no se dio cuenta de que el mismo chico que le habló en la taberna se le acercó, preguntándole si estaba bien y Katharina se limitó a negar con la cabeza. Cuestionarse por qué los guardias le perseguían era el primer paso para salir de ese problema. Seguramente tenían alguna relación con el Dies Irae, la legendaria arma capaz de detener cualquier guerra con tan solo blandirla. Pero no podía contarle la verdad a un par de desconocidos, Katharina tenía muchos defectos, pero la estupidez no estaba dentro de ellos. Por otra parte, esos chicos podían serle útil para descubrir dónde estaba el arma que tanto anhelaba.
—Hoy en día muchas personas me buscan, seguramente esos soldados están tentados por el precio que hay por mi cabeza —respondió secamente, obviando por completo la existencia del Dies Irae.
Por un momento el muchacho y su compañero desaparecieron para volver con un abrigo, ofreciéndoselo a la bruja. No era demasiado… elegante, pero Katharina podía arreglar eso. Lo recibió con una falsa sonrisa en el rostro y con tan solo tocarlo este se transformó en una capa tan negra como la misma noche, además de relieves plateados que recordaban las estrellas en el firmamento. Transformar una prenda le era tan sencillo como caminar.
El otro muchacho, bastante más alto que Katharina y con unos profundos ojos azules, habló por primera vez. ¿O lo había hecho antes? Tal vez, pero la bruja no le había prestado demasiada atención. Arrugó el ceño cuando escuchó sus palabras. Básicamente sonaba como a una demanda, como si ella estuviera obligada a contarles lo que sabía. A Katharina no le gustaba que le demandasen nada, ni siquiera su capitán. Era muy fácil ponerla de mal humor y al parecer el chico de la guadaña lo había hecho. Con un gesto tan rápido como imperceptible, la bruja buscaría rodear el cuello del desconocido con la hoja en forma de media luna de su arma, y luego centrar sus fríos e inexpresivos ojos en él.
—Tal vez lo haya entendido mal, pero has sonado como si me estuvieras exigiendo algo —le comentó—. No tengo idea de porqué los soldados de esta mierda de ciudad quieren matarnos, aunque estoy segura que me quieren más a mí que a ustedes —dejó claro y luego retiró el arma, en caso de que el chico no hiciese nada extraño—. Soy Katharina. Katharina von Steinhell, y mis asuntos no son de tu incumbencia —le respondió al pelirrojo.
De pronto, su colgante ennegrecido pareció vibrar, como si quisiese advertirle de algo a la bruja. Nyx estaba actuando extraño, ¿qué diablos quería decirle?
Inmersa en sus pensamientos no se dio cuenta de que el mismo chico que le habló en la taberna se le acercó, preguntándole si estaba bien y Katharina se limitó a negar con la cabeza. Cuestionarse por qué los guardias le perseguían era el primer paso para salir de ese problema. Seguramente tenían alguna relación con el Dies Irae, la legendaria arma capaz de detener cualquier guerra con tan solo blandirla. Pero no podía contarle la verdad a un par de desconocidos, Katharina tenía muchos defectos, pero la estupidez no estaba dentro de ellos. Por otra parte, esos chicos podían serle útil para descubrir dónde estaba el arma que tanto anhelaba.
—Hoy en día muchas personas me buscan, seguramente esos soldados están tentados por el precio que hay por mi cabeza —respondió secamente, obviando por completo la existencia del Dies Irae.
Por un momento el muchacho y su compañero desaparecieron para volver con un abrigo, ofreciéndoselo a la bruja. No era demasiado… elegante, pero Katharina podía arreglar eso. Lo recibió con una falsa sonrisa en el rostro y con tan solo tocarlo este se transformó en una capa tan negra como la misma noche, además de relieves plateados que recordaban las estrellas en el firmamento. Transformar una prenda le era tan sencillo como caminar.
El otro muchacho, bastante más alto que Katharina y con unos profundos ojos azules, habló por primera vez. ¿O lo había hecho antes? Tal vez, pero la bruja no le había prestado demasiada atención. Arrugó el ceño cuando escuchó sus palabras. Básicamente sonaba como a una demanda, como si ella estuviera obligada a contarles lo que sabía. A Katharina no le gustaba que le demandasen nada, ni siquiera su capitán. Era muy fácil ponerla de mal humor y al parecer el chico de la guadaña lo había hecho. Con un gesto tan rápido como imperceptible, la bruja buscaría rodear el cuello del desconocido con la hoja en forma de media luna de su arma, y luego centrar sus fríos e inexpresivos ojos en él.
—Tal vez lo haya entendido mal, pero has sonado como si me estuvieras exigiendo algo —le comentó—. No tengo idea de porqué los soldados de esta mierda de ciudad quieren matarnos, aunque estoy segura que me quieren más a mí que a ustedes —dejó claro y luego retiró el arma, en caso de que el chico no hiciese nada extraño—. Soy Katharina. Katharina von Steinhell, y mis asuntos no son de tu incumbencia —le respondió al pelirrojo.
De pronto, su colgante ennegrecido pareció vibrar, como si quisiese advertirle de algo a la bruja. Nyx estaba actuando extraño, ¿qué diablos quería decirle?
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La mujer estaba bien, o al menos eso había indicado negando mi pregunta con la cabeza. Con respecto a la otra pregunta, respondió que mucha gente estaría buscando su cabeza, después de todo aquella enorme cifra que la marina le había asignado no dejaba dudas acerca de la gran cantidad de cazadores que la perseguirían constantemente. Simplemente tenía sentido así que no seguí preguntando.
Tras conseguir aquellas feas pero probablemente eficaces túnicas volvimos a donde la mujer. La miré atentamente para ver su reacción al dársela, que pensaría una mujer tan bella de algo que ha usado otra persona y que para nada era estético, sentía mucha curiosidad al respecto. Lo primero que hizo fue sonreír por el simple hecho de darle aquel atuendo, cosa que me sorprendió porque en el bar no me había dado la impresión de que fuese una persona demasiado amable con los desconocidos; después de todo cuando me presenté y la invité a pasear por la ciudad ni se lo había pensado para decirme un rotundo no. Tras aquella sonrisa tocó la túnica y cambió su aspecto a algo mucho más estético, ahora era mucho más bonita, algo que sin duda ell podría ponerse y lo mejor era que la túnica no había cambiado su fin, que era el de utilizarla para pasar desapercibidos. Durante el proceso solté un leve ruido de sopresa y admiración, parecía magia y eso era algo que de pequeño me encantaba por lo que me hizo sonreír.
Pasaron unos cuantos segundos y tras que Zenox le dijese que nos contase que es lo que estaba pasando, la mujer cambió su expresión, quizás las palabras y comportamiento de mi nakama no habían sido las mejores para referirse a alguien tan fuerte y famoso. Solo viendo su rostro en aquel momento ya se podía observar lo que se avecinaba. La rubia cogió su arma, apenas pude ver con nitidez el movimiento que había realizado hasta rozar el cuello de mi compañero. La tensión aumentaba de nuevo y gravemente. Lo último que podía hacer era dejar que matasen a mi amigo, pero aquella mujer era realmente poderosa y podía decir con certeza que ahora mismo no tenía ni la más remota posibilidad de derrotarla, y sinceramente tampoco quería, pelear contra una mujer tan hermosa y dañarla lo más mínimo no era mi estilo. Por supuesto en una situación como esta, esa ley interna cambiaba; para mí la vida de mi amigo era mucho más importante que la de aquella mujer. Empezaba a desesperarme y por fin, la mujer le soltó. La tensión bajó y ella nos deleitó con su nombre: Katharina von Steinhell. Por fin pude confirmar algo realmente importante.- Vaya, entonces parece que tu nombre es tan bonito como tus ojos eh... Le dijé riendo. Confirmé también que al parecer ella no sabía porque aquellos soldados estaban tras ella, y por lo tanto tras nosotros también, pero tenía claro que lo descubriría.
—Bien, Zenox creo que debemos investigar que está pasando, puede que finalmente consigamos una buena recompensa por nuestras cabezas si los cabreamos un poco y bueno algunos berries por las molestias que nos han causado tampoco estarían nada mal. Dije enseñando una gran sonrisa pícara. Quizás lo mejor sea adentrarnos en el palacio y preguntar directamente a la familia real, claro que será un nido de soldados por lo que debemos arreglar la situación y conseguir un poco de información para no correr tantos riesgos. Acerquémonos un poco al castillo y veamos como se desenvuelve. Dije para después ponerme mi túnica y bajar hacia las calles rumbo al castillo.
Tras conseguir aquellas feas pero probablemente eficaces túnicas volvimos a donde la mujer. La miré atentamente para ver su reacción al dársela, que pensaría una mujer tan bella de algo que ha usado otra persona y que para nada era estético, sentía mucha curiosidad al respecto. Lo primero que hizo fue sonreír por el simple hecho de darle aquel atuendo, cosa que me sorprendió porque en el bar no me había dado la impresión de que fuese una persona demasiado amable con los desconocidos; después de todo cuando me presenté y la invité a pasear por la ciudad ni se lo había pensado para decirme un rotundo no. Tras aquella sonrisa tocó la túnica y cambió su aspecto a algo mucho más estético, ahora era mucho más bonita, algo que sin duda ell podría ponerse y lo mejor era que la túnica no había cambiado su fin, que era el de utilizarla para pasar desapercibidos. Durante el proceso solté un leve ruido de sopresa y admiración, parecía magia y eso era algo que de pequeño me encantaba por lo que me hizo sonreír.
Pasaron unos cuantos segundos y tras que Zenox le dijese que nos contase que es lo que estaba pasando, la mujer cambió su expresión, quizás las palabras y comportamiento de mi nakama no habían sido las mejores para referirse a alguien tan fuerte y famoso. Solo viendo su rostro en aquel momento ya se podía observar lo que se avecinaba. La rubia cogió su arma, apenas pude ver con nitidez el movimiento que había realizado hasta rozar el cuello de mi compañero. La tensión aumentaba de nuevo y gravemente. Lo último que podía hacer era dejar que matasen a mi amigo, pero aquella mujer era realmente poderosa y podía decir con certeza que ahora mismo no tenía ni la más remota posibilidad de derrotarla, y sinceramente tampoco quería, pelear contra una mujer tan hermosa y dañarla lo más mínimo no era mi estilo. Por supuesto en una situación como esta, esa ley interna cambiaba; para mí la vida de mi amigo era mucho más importante que la de aquella mujer. Empezaba a desesperarme y por fin, la mujer le soltó. La tensión bajó y ella nos deleitó con su nombre: Katharina von Steinhell. Por fin pude confirmar algo realmente importante.- Vaya, entonces parece que tu nombre es tan bonito como tus ojos eh... Le dijé riendo. Confirmé también que al parecer ella no sabía porque aquellos soldados estaban tras ella, y por lo tanto tras nosotros también, pero tenía claro que lo descubriría.
—Bien, Zenox creo que debemos investigar que está pasando, puede que finalmente consigamos una buena recompensa por nuestras cabezas si los cabreamos un poco y bueno algunos berries por las molestias que nos han causado tampoco estarían nada mal. Dije enseñando una gran sonrisa pícara. Quizás lo mejor sea adentrarnos en el palacio y preguntar directamente a la familia real, claro que será un nido de soldados por lo que debemos arreglar la situación y conseguir un poco de información para no correr tantos riesgos. Acerquémonos un poco al castillo y veamos como se desenvuelve. Dije para después ponerme mi túnica y bajar hacia las calles rumbo al castillo.
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Tras darle la túnica ella sonrió y la convirtió en algo mucho más elegante, definitivamente la nueva pegaba más con ella. A mis ojos aquella mujer parecía ser bastante creída y quizás un poco maleducada, pero a mí no me importaba, después de todo yo siempre iba al grano aunque eso hiciese que las personas pensasen exactamente lo mismo de mí. Al haberle dicho o exigido que nos debía una explicación sobre porque aquellos soldados nos perseguían era una de aquellas situaciones en las que iba al grano. La mujer se avalanzó rápidamente, apenas pude coger el mango de rhaast y ya estaba ahí, amenazando mi cuello. Por supuesto, solté la empueñadura de Rhaast inmediatamente porque si siguiese con la intención de defenderme quién sabe lo que haría, decidí optar por lo que hubiera hecho mi compañero y estarme quieto.
Finalmente me soltó y dijo su nombre y que no sabía porque la perseguían, por supuesto, tras amenazarme y ya mi desconfianza desde el principio hacia ella hizo que no me lo creyese, pero lógicamente no podía decirlo no quería que la situación se volviera a tornar peligrosa. Yzak ya tuvo que soltar otro piropo hacia la mujer, ese idiota ya se había olvidado que esa supernova casi había cortado mi cuello hace apenas 15 segundos. Fruncí el ceño y suspiré profundamente, por lo general Yzak era inteligente pero con las mujeres era el mayor idiota del mundo.
Finalmente, Yzak llegó a la conclusión obvia y aportó una idea en la que no había pensado. Objetivo: conseguir una recompensa y aparte unos cuantos berries por las molestias. Ir al palacio de la familia real era la idea más eficiente y también la más peligrosa, pero no quedaban muchas más ideas, después de todo quien controlaba a los soldados que nos perseguían no era otra que la familia que controlaba la isla. Miré a la mujer para saber que haría ella, ¿vendría con nosotros o iría ella sola a algún lugar?, sinceramente me daba bastante igual pero tener a alguien de la peor generación al lado agilizaba un poco las cosas, porque de todas formas por su culpa ya estábamos siendo perseguidos. Yzak y yo finalmente bajamos a las calles.
Caminamos por la ciudad tranquilamente, al parecer las túnicas cumplieron su función perfectamente, algunos soldados pasaban por nuestro alrededor sin mirarnos. Nos plantamos a unos 20 metros del palacio, había unos 10 soldados custodiando la puerta. El castillo estaba hecho de piedra y tenía algunas ventanas y un gran portón que no se bajaría y menos con la fuerza de solo dos hombres, además entrar por la puerta principal sería un suicidio. Mi especialidad entraba en acción, infiltrarme, pero ni a mí se me ocurría como entrar sin ser descubiertos.- Que haremos ahora, lo mejor sería entrar por una de las ventanas pero como podemos llegar hasta allí... dije al aire pero solo siendo capaces de escucharlo aquellos que me acompañaban.
Finalmente me soltó y dijo su nombre y que no sabía porque la perseguían, por supuesto, tras amenazarme y ya mi desconfianza desde el principio hacia ella hizo que no me lo creyese, pero lógicamente no podía decirlo no quería que la situación se volviera a tornar peligrosa. Yzak ya tuvo que soltar otro piropo hacia la mujer, ese idiota ya se había olvidado que esa supernova casi había cortado mi cuello hace apenas 15 segundos. Fruncí el ceño y suspiré profundamente, por lo general Yzak era inteligente pero con las mujeres era el mayor idiota del mundo.
Finalmente, Yzak llegó a la conclusión obvia y aportó una idea en la que no había pensado. Objetivo: conseguir una recompensa y aparte unos cuantos berries por las molestias. Ir al palacio de la familia real era la idea más eficiente y también la más peligrosa, pero no quedaban muchas más ideas, después de todo quien controlaba a los soldados que nos perseguían no era otra que la familia que controlaba la isla. Miré a la mujer para saber que haría ella, ¿vendría con nosotros o iría ella sola a algún lugar?, sinceramente me daba bastante igual pero tener a alguien de la peor generación al lado agilizaba un poco las cosas, porque de todas formas por su culpa ya estábamos siendo perseguidos. Yzak y yo finalmente bajamos a las calles.
Caminamos por la ciudad tranquilamente, al parecer las túnicas cumplieron su función perfectamente, algunos soldados pasaban por nuestro alrededor sin mirarnos. Nos plantamos a unos 20 metros del palacio, había unos 10 soldados custodiando la puerta. El castillo estaba hecho de piedra y tenía algunas ventanas y un gran portón que no se bajaría y menos con la fuerza de solo dos hombres, además entrar por la puerta principal sería un suicidio. Mi especialidad entraba en acción, infiltrarme, pero ni a mí se me ocurría como entrar sin ser descubiertos.- Que haremos ahora, lo mejor sería entrar por una de las ventanas pero como podemos llegar hasta allí... dije al aire pero solo siendo capaces de escucharlo aquellos que me acompañaban.
Katharina von Steinhell
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Únicamente estuvo de acuerdo con averiguar lo que estaba sucediendo, pues todas las demás ideas le parecieron increíblemente malas. ¿Infiltrarse en el palacio de la familia real? ¿Es que estaban locos? Ese lugar debía estar vigilado por todos lados, sobre todo considerando la repulsión que sentían los ciudadanos de Skyros hacia los extranjeros. Por otra parte, los soldados que aparecieron en la taberna no parecían ser precisamente guerreros del Rey. Había estado antes en aquella isla y no recordaba que el símbolo del ejército real fuese el que vio en las armaduras. Algo andaba mal. En todo caso, no pudo evitar soltar una sonrisa burlesca cuando escuchó al pelirrojo decir que su plan era preguntarle directamente a la familia real por qué los perseguían. Eran inocentes, seguramente recién estaban iniciando su viaje. No tenía motivos para detenerles, pues eran libres de hacer lo que quisiesen, aunque si de algo servía advertirles que se adentraban en las fauces de la muerte, lo haría.
—Lo siento, chicos, pero es tiempo de separarnos. Solo les advertiré algo: las respuestas que buscan no están en el palacio —les dijo—. Además, ¿en serio creen que podrán engañar a toda la escolta real y, encima, acercarse al Rey? No me parece algo demasiado… sensato. En fin, pueden seguir su camino y yo el mío.
No obstante, antes de que los muchachos desapareciesen de su vista, a Katharina se le ocurrió algo. Si alguien sabía algo de la existencia y ubicación del Dies Irae, seguramente se encontraría en el palacio real. O más bien “algo”. Tenía conocimiento de sobra como para pensar que allí había una biblioteca, siempre las había en los castillos imperiales. Podía usar a los recién conocidos como carnada y así adentrarse en las profundidades del palacio. Su principal objetivo era averiguar más cosas sobre el arma que buscaba. Tras tomar la importante decisión de acompañarles, se volteó hacia ellos.
—Pensándolo bien, tal vez sí tenga sentido preguntarle al Rey lo que sea que quieran preguntarle —comentó de repente—. Permítanme ayudarles en su odisea.
Caminó en silencio e inmersa en sus pensamientos, ignorando la presencia de los soldados. Ninguno de ellos sería capaz de atraparle si decidía desaparecer. Katharina podía convertirse en una anciana indefensa, así como en un pequeño gorrión. El extravagante grupo se detuvo frente al castillo, a unos veinte metros. Este era gigantesco y estaba bien vigilado, constantemente había guardias paseándose en las afueras de este, encargándose de que ningún tonto se infiltrase. Observó detenidamente la estructura para así encontrar alguna forma de entrar. Como de costumbre, exploró con la mirada el lugar donde se encontraba para así idear un sinfín de rutas de escape por si algo salía mal. Si se estaba adentrando en las fauces de la muerte, al menos lo haría inteligentemente. Dudaba de que los chicos tuvieran un buen plan, pues más bien parecían ser del tipo que actuaban y no pensaban.
—Entrar por la puerta principal es una idea demasiado estúpida como para considerarla, y las ventanas están demasiado alto para que puedan llegar de un salto. No sería la primera vez que me infiltro en un palacio, así que tengo algo de experiencia en esto —comentó—. Seguramente debe haber alguna rejilla que conecte al alcantarillado de la ciudad, y esa zona debe ser la más descuidada. Deberíamos encontrar esa abertura y usar la red de alcantarilla para meternos dentro.
—Lo siento, chicos, pero es tiempo de separarnos. Solo les advertiré algo: las respuestas que buscan no están en el palacio —les dijo—. Además, ¿en serio creen que podrán engañar a toda la escolta real y, encima, acercarse al Rey? No me parece algo demasiado… sensato. En fin, pueden seguir su camino y yo el mío.
No obstante, antes de que los muchachos desapareciesen de su vista, a Katharina se le ocurrió algo. Si alguien sabía algo de la existencia y ubicación del Dies Irae, seguramente se encontraría en el palacio real. O más bien “algo”. Tenía conocimiento de sobra como para pensar que allí había una biblioteca, siempre las había en los castillos imperiales. Podía usar a los recién conocidos como carnada y así adentrarse en las profundidades del palacio. Su principal objetivo era averiguar más cosas sobre el arma que buscaba. Tras tomar la importante decisión de acompañarles, se volteó hacia ellos.
—Pensándolo bien, tal vez sí tenga sentido preguntarle al Rey lo que sea que quieran preguntarle —comentó de repente—. Permítanme ayudarles en su odisea.
Caminó en silencio e inmersa en sus pensamientos, ignorando la presencia de los soldados. Ninguno de ellos sería capaz de atraparle si decidía desaparecer. Katharina podía convertirse en una anciana indefensa, así como en un pequeño gorrión. El extravagante grupo se detuvo frente al castillo, a unos veinte metros. Este era gigantesco y estaba bien vigilado, constantemente había guardias paseándose en las afueras de este, encargándose de que ningún tonto se infiltrase. Observó detenidamente la estructura para así encontrar alguna forma de entrar. Como de costumbre, exploró con la mirada el lugar donde se encontraba para así idear un sinfín de rutas de escape por si algo salía mal. Si se estaba adentrando en las fauces de la muerte, al menos lo haría inteligentemente. Dudaba de que los chicos tuvieran un buen plan, pues más bien parecían ser del tipo que actuaban y no pensaban.
—Entrar por la puerta principal es una idea demasiado estúpida como para considerarla, y las ventanas están demasiado alto para que puedan llegar de un salto. No sería la primera vez que me infiltro en un palacio, así que tengo algo de experiencia en esto —comentó—. Seguramente debe haber alguna rejilla que conecte al alcantarillado de la ciudad, y esa zona debe ser la más descuidada. Deberíamos encontrar esa abertura y usar la red de alcantarilla para meternos dentro.
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Habíamos llegado por fin los tres al lugar, nos encontrábamos allí, justo enfrente del castillo que además de ser enorme parecía realmente inexpugnable. Apenas se podían ver unas cuantas ventanas a lo lejos en las partes más altas del rocoso palacio y no tenía ni idea de como llegar a ellas, el plan empezaba a desmoronarse y no me gustaba la idea de echarme hacia atrás ahora porque aquella oportunidad podría ser fácilmente la gallina de los huevos de oro o un resultado irrevocable, la propia muerte de Zenox y la mía; ni siquiera quería pensar en aquello.
Miré a Zenox, él era el más indicado para encontrar una solución a esto, después de todo él era la mejor persona que conocía en el hecho de infiltrarse y utilizar el sigilo. Pero nada, sus ojos azules y su rostro no mostraban resultado alguno, parecía ser un enigma para él también el como infiltrarse en el castillo. Fue entonces cuando la mujer, que en un principio había decidido no venir, aportó una gran idea. Si teníamos suerte podría funcionar. Consistía en entrar por la red de alcantarillado, la idea no era precisamente elegante ni tampoco muy higiénica pero que le íbamos a hacer, era lo mejor que podíamos hacer para entrar sin ser vistos.
No fue muy difícil de encontrar, las rejillas estaban por toda la ciudad, solo nos metimos en la más cercana al castillo. Bajé las escaleras para notar como el olor empezaba a ser realmente desagradable, me tapé la nariz con la bufanda y empecé a caminar por una senda de piedra que colindaba con una ría de aguas fecales. Recordaba bien la dirección del palacio, simplemente todo recto y llegaríamos a nuestro destino. Cuando creí que habíamos caminado los metros coherentes hasta estar bajo el castillo, observé unas escaleras que subían. Me agarré y empecé a subirlas.- Seguramente estemos bajo el palacio, vamos a comprobarlo, estad preparados por lo que pueda pasar, quizá sea un nido de soldados. Empujé la rejilla hacia arriba sin hacer ruido y la coloqué en el suelo para acto seguido entrar en la estancia.
El lugar estaba lleno de cajas de madera, y no había nadie, lo más probable era que fuese el almacén o uno de los almacenes del castillo. De pronto escuché un ruido cercano, cogí la empuñadura de mi espada y observé atentamente. Me acerqué a aquel sonido hasta que antes de verlo logré adivinar lo que lo producía. Eran los ronquidos producidos por un soldado durmiendo, y por lo que parecía no se detendrían por mucho tiempo ya que en el suelo había una botella de ron casi vacía. Además de durmiendo, está borracho, que joya de vigilante, tenía aquella habitación. A apenas 6 metros estaba la salida, una puerta de madera que a saber a donde nos conduciría, y ¿Que contenían aquellas cajas, sería algo valioso?
Miré a Zenox, él era el más indicado para encontrar una solución a esto, después de todo él era la mejor persona que conocía en el hecho de infiltrarse y utilizar el sigilo. Pero nada, sus ojos azules y su rostro no mostraban resultado alguno, parecía ser un enigma para él también el como infiltrarse en el castillo. Fue entonces cuando la mujer, que en un principio había decidido no venir, aportó una gran idea. Si teníamos suerte podría funcionar. Consistía en entrar por la red de alcantarillado, la idea no era precisamente elegante ni tampoco muy higiénica pero que le íbamos a hacer, era lo mejor que podíamos hacer para entrar sin ser vistos.
No fue muy difícil de encontrar, las rejillas estaban por toda la ciudad, solo nos metimos en la más cercana al castillo. Bajé las escaleras para notar como el olor empezaba a ser realmente desagradable, me tapé la nariz con la bufanda y empecé a caminar por una senda de piedra que colindaba con una ría de aguas fecales. Recordaba bien la dirección del palacio, simplemente todo recto y llegaríamos a nuestro destino. Cuando creí que habíamos caminado los metros coherentes hasta estar bajo el castillo, observé unas escaleras que subían. Me agarré y empecé a subirlas.- Seguramente estemos bajo el palacio, vamos a comprobarlo, estad preparados por lo que pueda pasar, quizá sea un nido de soldados. Empujé la rejilla hacia arriba sin hacer ruido y la coloqué en el suelo para acto seguido entrar en la estancia.
El lugar estaba lleno de cajas de madera, y no había nadie, lo más probable era que fuese el almacén o uno de los almacenes del castillo. De pronto escuché un ruido cercano, cogí la empuñadura de mi espada y observé atentamente. Me acerqué a aquel sonido hasta que antes de verlo logré adivinar lo que lo producía. Eran los ronquidos producidos por un soldado durmiendo, y por lo que parecía no se detendrían por mucho tiempo ya que en el suelo había una botella de ron casi vacía. Además de durmiendo, está borracho, que joya de vigilante, tenía aquella habitación. A apenas 6 metros estaba la salida, una puerta de madera que a saber a donde nos conduciría, y ¿Que contenían aquellas cajas, sería algo valioso?
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Una vez cerca del castillo las ideas se acabaron, sucumbimos ante cualquier opción de entrar. De hecho, Yzak me estuvo observando por apenas unos segundos, pero yo me di cuenta perfectamente y también del porqué lo hacía. Pero no, en este momento no tenía nada en mente. Ambos sabíamos que yo era muy bueno en esto del espionaje pero aquello era infranqueable, de ninguna manera podríamos estar ni dos minutos en el castillo sin que nos cogiesen sus soldados, y las ventanas eran imposibles de alcanzar así que lo único que nos quedaba hacer era abandonar toda idea de acceder al lugar. O quizás no, aquella mujer sí que usaba la cabeza. La red de alcantarillado de la ciudad tenía que ser utilizada por el palacio también, así que podríamos colarnos por ahí, al menos las probabilidades de conseguirlo eran muy altas y realmente no había ninguna otra idea que pareciese más eficaz.
Una vez encontrada la rejilla el primero en descender las escaleras que llevaban a los túneles y a las aguas fecales de las alcantarillas fue Yzak. Nada más bajar, el olor se metió por nuestra nariz logrando que probablemente fuese el peor hedor que había sentido en mi vida. Tapándome la nariz con el pulgar e índice de mi mano derecha avanzamos por el estrecho caminito de piedra. Tras unos cuántos minutos, Yzak, se paró y escogió las escaleras en función del tiempo que habíamos estado caminando. Yo también hubiera escogido aquellas escaleras pero el pelirrojo se me había adelantado. Ascendió por las escaleras y quitó la rejilla, no sin antes decir que nos preparásemos; ¿Prepararme yo, ja... yo era mucho mejor que él en estas cosas? A pesar del nerviosismo y la duda sobre que nos encontraríamos estaba ansioso por seguir y adelante. Finalmente, subimos las escaleras.
El lugar era bastante oscuro. Desde que entramos en aquel lugar que parecía ser alguna habitación del castillo había estado escuchando un ruido. Yzak y yo caminamos hacia él para darnos cuenta de lo que era sin poder contener una pequeña y silenciosa carcajada de risa. Era un soldado que se encontraba tanto borracho como dormido.- No me puedo creer que este tipo sea un soldado de la realeza, jajajaja. Dije sin poder contenerme de nuevo.
Dejamos aquella situación aparcada a un lado para darme cuenta de que la estancia contenía algunas cajas pequeñas de madera. Rápidamente agarré a Rhaast y cogí una de las cajas, la sorpresa fue increíble. Aquellas cajas estaban llenas de pequeñas joyas y berries. Entre todas las cajas había una grandiosa cantidad, nada más y nada menos que unos 4 millones de berries. Sin embargo, era raro porque desde luego aquella cifra era increíble para nosotros, pero no para un palacio como en el que estábamos. Sin pensar más en ello, decidimos meter todo en una bolsa que había en el lugar también y dejarla allí. Lo hicimos así porque el peso de la bolsa era de unos 40 kilos y correr con ella sería bastante difícil, solo entorpecería nuestra huída e infiltración.
Finalmente, nos fijamos en la puerta que había para salir de la habitación en la que nos encontrábamos. Nos acercamos a ella para abrirla. ¿Que habría tras aquella puerta, el gran salón, una biblioteca, las habitaciones de los miembros de la realeza? Quería descubrirlo ya.
Una vez encontrada la rejilla el primero en descender las escaleras que llevaban a los túneles y a las aguas fecales de las alcantarillas fue Yzak. Nada más bajar, el olor se metió por nuestra nariz logrando que probablemente fuese el peor hedor que había sentido en mi vida. Tapándome la nariz con el pulgar e índice de mi mano derecha avanzamos por el estrecho caminito de piedra. Tras unos cuántos minutos, Yzak, se paró y escogió las escaleras en función del tiempo que habíamos estado caminando. Yo también hubiera escogido aquellas escaleras pero el pelirrojo se me había adelantado. Ascendió por las escaleras y quitó la rejilla, no sin antes decir que nos preparásemos; ¿Prepararme yo, ja... yo era mucho mejor que él en estas cosas? A pesar del nerviosismo y la duda sobre que nos encontraríamos estaba ansioso por seguir y adelante. Finalmente, subimos las escaleras.
El lugar era bastante oscuro. Desde que entramos en aquel lugar que parecía ser alguna habitación del castillo había estado escuchando un ruido. Yzak y yo caminamos hacia él para darnos cuenta de lo que era sin poder contener una pequeña y silenciosa carcajada de risa. Era un soldado que se encontraba tanto borracho como dormido.- No me puedo creer que este tipo sea un soldado de la realeza, jajajaja. Dije sin poder contenerme de nuevo.
Dejamos aquella situación aparcada a un lado para darme cuenta de que la estancia contenía algunas cajas pequeñas de madera. Rápidamente agarré a Rhaast y cogí una de las cajas, la sorpresa fue increíble. Aquellas cajas estaban llenas de pequeñas joyas y berries. Entre todas las cajas había una grandiosa cantidad, nada más y nada menos que unos 4 millones de berries. Sin embargo, era raro porque desde luego aquella cifra era increíble para nosotros, pero no para un palacio como en el que estábamos. Sin pensar más en ello, decidimos meter todo en una bolsa que había en el lugar también y dejarla allí. Lo hicimos así porque el peso de la bolsa era de unos 40 kilos y correr con ella sería bastante difícil, solo entorpecería nuestra huída e infiltración.
Finalmente, nos fijamos en la puerta que había para salir de la habitación en la que nos encontrábamos. Nos acercamos a ella para abrirla. ¿Que habría tras aquella puerta, el gran salón, una biblioteca, las habitaciones de los miembros de la realeza? Quería descubrirlo ya.
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Los chicos, quienes aún no se habían presentado, decidieron seguir la idea de Katharina sin siquiera dudarlo. Dejó que sus nuevos sirvientes buscaran una entrada al alcantarillado, mientras ella trazaba unos cuantos planes en su cabeza. Al parecer ellos aún no lo habían notado, pero los hombres que custodiaban la entrada al palacio no vestían los mismos uniformes que los que les atacaron en el bar. En vez de armaduras negras con lobos plateados como emblemas, estos llevaban armaduras rojas y doradas; típico de la realeza. Cabía la posibilidad de que fueran distintas órdenes, pero Katharina había estado antes en esa ciudad y jamás había visto esos trajes. Tal vez debía decirles a sus nuevos compañeros lo que pensaba, pero necesitaba que entrasen al castillo y sirvieran de distracción mientras ella buscaba la biblioteca. Quizás allí también encontraría las respuestas de quiénes eran esos soldados. Ahora mismo solo sabía que también iban tras el Dies Irae.
Allí abajo todo estaba oscuro, por lo que no dudó en hacer un elegante movimiento con su mano y crear una llama. La cálida luz del fuego reveló una acera sucia y llena de todo tipo de residuos, además de aguas contaminadas, turbias y de un repugnante color verde musgo. «Esto es un nido de infecciones», se dijo a sí misma. El olor nauseabundo le hizo querer dejar cuanto antes ese lugar, pero era la única forma de infiltrarse al palacio. Al menos la única que conocía para que los piratas pudieran confiar en ella. Nada le impedía transformarse en una pequeña ave y entrar por alguna ventana, pero no lograría el efecto que quería. Dejando las reflexiones a un lado, continuó caminando en silencio hasta detenerse a unos pocos metros del pelirrojo, quien encontró la escalera que debía dar a un lugar del palacio. La bruja tenía un espléndido sentido de orientación en espacios cerrados gracias a pasar tanto tiempo en ruinas y templos abandonados. Por esa misma razón le sorprendió que él pudiera orientarse tan bien. «Tal vez los estoy subestimando un poco».
Al salir a la superficie, el colgante de Katharina vibró intensamente.
—¿Uhm?
—Ten cuidado, Katharina. Percibo una poderosa fuente de energía.
Últimamente Nyx había estado más activa que nunca, conectándose profundamente con la bruja. Toda esa búsqueda en realidad no era más que para recuperar la confianza de la deidad y volver a usar sus poderes como antes. No le importaba tener que atravesar a la guardia real o incluso asesinar al mismísimo rey para conseguirlo. Ahora mismo era el objetivo más importante que tenía y si alguien osaba interponerse en su camino, lo pagaría con su vida.
Los piratas solo vieron a un soldado durmiendo y claramente borracho, descuidando sus labores. Sin embargo, la bruja vio una auténtica oportunidad para tener a alguien dentro. Transformando la Hoja de Argoria en una pequeña daga, se acercó sigilosamente hacia el guardia y le tapó fuertemente la boca para luego apuñalarle el corazón. El hombre soltó un grito ahogado que se perdió en las manos de la bruja y luego pereció. Mientras sus “compañeros” se dedicaban a robar joyas y oro, ella creaba una marioneta capaz de escoltarle en ese lugar. Rápidamente comenzó a reunir energía mágica, concentrándose en las artes más oscuras de la magia y generando un remolino violeta en torno a ella. Una esfera casi intangible se formó en su mano y luego la incrustó en el cuerpo del soldado recién asesinado, devolviéndolo a la vida como un muerto viviente.
—¿Qué diablos…?
—Acabas de morir, soldado. ¿Cómo te llamas? —Pese a que el hombre no quiso responder, las fuerzas sobrenaturales le obligaron a hacerlo. Phillip era su nombre—. Muy bien, escúchame. Tu misión será escoltarme a la biblioteca y si alguien te pregunta algo, solo responderás que soy una noble que se encuentra visitando el palacio. Haz todo lo que te ordeno y volverás a ver a tu familia, si es que tienes.
Allí abajo todo estaba oscuro, por lo que no dudó en hacer un elegante movimiento con su mano y crear una llama. La cálida luz del fuego reveló una acera sucia y llena de todo tipo de residuos, además de aguas contaminadas, turbias y de un repugnante color verde musgo. «Esto es un nido de infecciones», se dijo a sí misma. El olor nauseabundo le hizo querer dejar cuanto antes ese lugar, pero era la única forma de infiltrarse al palacio. Al menos la única que conocía para que los piratas pudieran confiar en ella. Nada le impedía transformarse en una pequeña ave y entrar por alguna ventana, pero no lograría el efecto que quería. Dejando las reflexiones a un lado, continuó caminando en silencio hasta detenerse a unos pocos metros del pelirrojo, quien encontró la escalera que debía dar a un lugar del palacio. La bruja tenía un espléndido sentido de orientación en espacios cerrados gracias a pasar tanto tiempo en ruinas y templos abandonados. Por esa misma razón le sorprendió que él pudiera orientarse tan bien. «Tal vez los estoy subestimando un poco».
Al salir a la superficie, el colgante de Katharina vibró intensamente.
—¿Uhm?
—Ten cuidado, Katharina. Percibo una poderosa fuente de energía.
Últimamente Nyx había estado más activa que nunca, conectándose profundamente con la bruja. Toda esa búsqueda en realidad no era más que para recuperar la confianza de la deidad y volver a usar sus poderes como antes. No le importaba tener que atravesar a la guardia real o incluso asesinar al mismísimo rey para conseguirlo. Ahora mismo era el objetivo más importante que tenía y si alguien osaba interponerse en su camino, lo pagaría con su vida.
Los piratas solo vieron a un soldado durmiendo y claramente borracho, descuidando sus labores. Sin embargo, la bruja vio una auténtica oportunidad para tener a alguien dentro. Transformando la Hoja de Argoria en una pequeña daga, se acercó sigilosamente hacia el guardia y le tapó fuertemente la boca para luego apuñalarle el corazón. El hombre soltó un grito ahogado que se perdió en las manos de la bruja y luego pereció. Mientras sus “compañeros” se dedicaban a robar joyas y oro, ella creaba una marioneta capaz de escoltarle en ese lugar. Rápidamente comenzó a reunir energía mágica, concentrándose en las artes más oscuras de la magia y generando un remolino violeta en torno a ella. Una esfera casi intangible se formó en su mano y luego la incrustó en el cuerpo del soldado recién asesinado, devolviéndolo a la vida como un muerto viviente.
—¿Qué diablos…?
—Acabas de morir, soldado. ¿Cómo te llamas? —Pese a que el hombre no quiso responder, las fuerzas sobrenaturales le obligaron a hacerlo. Phillip era su nombre—. Muy bien, escúchame. Tu misión será escoltarme a la biblioteca y si alguien te pregunta algo, solo responderás que soy una noble que se encuentra visitando el palacio. Haz todo lo que te ordeno y volverás a ver a tu familia, si es que tienes.
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Aquellas cajas que finalmente había abierto Zenox estaban llenas de oro, joyas y cierta cantidad de berries. No podía creerlo, si bien no era tanto como para confirmar que era el lugar donde la familia real guardaba sus tesoros, cuatro millones de berries era una cantidad enorme; yo desde luego nunca había visto con mis propios ojos tal suma de dinero. Entre Zenox y yo lo movimos todo a una enorme bolsa que curiosamente tenía el símbolo del berrie, era gracioso cuanto menos a mi parecer. Decidimos dejarlo allí, porque como era lógico no podríamos cargarlo y nos estorbaría si teníamos que huir o luchar en las estancias siguientes del castillo. De todas formas, tenía claro que volvería a por aquel tesoro que fortuitamente nos habíamos encontrado.
Entre todo esto, observé como la mujer se avalanzaba sobre aquel soldado que se encontraba tanto dormido como borracho. El hombre por supuesto se despertó, para segundos después morir por una impactante puñalada directa al corazón. ¿Qué narices? Se lo había cargado. Recordé el cómo le habíamos hablado con anterioridad, más bien Zenox que yo, pero ya era irrelevante, si quería matarnos ya lo hubiera hecho hace mucho. Quién sabe, lo más probable es que fuéramos moscas para ella o puede que tuviese un plan para nosotros; en cualquier caso, poco importaba porque aquella mujer era fuerte, mucho más que nosotros.
En un principio, todo el mundo hubiera pensado que aquella mujer era simplemente una asesina, pero ella tenía un propósito. De nuevo, mediante un extraño poder, apareció una especie remolino violeta y más tarde una especie de bola o ciucunferencia colocada en su mano. Con un movimiento, colocó aquella esfera dentro del cuerpo del soldado que previamente había matado. ¿Qué estaba haciendo? Creía que tras ver las cosas que había hecho, como cambiar la apariencia de aquella túnica o encender una llama en su mano para iluminar las cloacas, ya no había nada que me sorprendiera, pero una vez más me equivoqué. El soldado se levantó por sí mismo.- Genial, así que ahora también puede revivir a los muertos, ¿cómo puede alguien hacer esas cosas? Comenté con incredulidad en voz baja, sin que nadie pudiese escucharme. Lo único que se me ocurría era que había comido una akuma no mi, pero no había escuchado nunca que diese tantas habilidades diferentes, fuese lo que fuese aquella mujer era demasiado versátil. El hombre que se había revivido se llamaba Phillip. Tras aquello no escuché más, y me centré en Zenox.
Se dirigió hacia la puerta y la abrió, ya era hora de avanzar. Lo siguiente era una estrecho camino de piedra que había que seguir, pues no había otra dirección. Por apenas unos tres minutos estuvimos caminando, entonces el camino se abría en dos. El de la derecha con una habitación que parecía estar llena de libros, seguramente fuera la biblioteca, había poca gente, apenas un par de nobles que además nos ignoraban porque íbamos con un soldado que a sus ojos debía estar custodiándonos o algo por el estilo. El de la izquierda seguía hacia arriba por unas escaleras, si queríamos seguir para hablar con la familia real debíamos ir por el de izquierda. Pero era médico, y quién sabe quizá encontrase nueva información sobre enfermedades y demás cosas en el lugar, esperaba que en este caso Zenox me ayudase a escoger una decisión.
Entre todo esto, observé como la mujer se avalanzaba sobre aquel soldado que se encontraba tanto dormido como borracho. El hombre por supuesto se despertó, para segundos después morir por una impactante puñalada directa al corazón. ¿Qué narices? Se lo había cargado. Recordé el cómo le habíamos hablado con anterioridad, más bien Zenox que yo, pero ya era irrelevante, si quería matarnos ya lo hubiera hecho hace mucho. Quién sabe, lo más probable es que fuéramos moscas para ella o puede que tuviese un plan para nosotros; en cualquier caso, poco importaba porque aquella mujer era fuerte, mucho más que nosotros.
En un principio, todo el mundo hubiera pensado que aquella mujer era simplemente una asesina, pero ella tenía un propósito. De nuevo, mediante un extraño poder, apareció una especie remolino violeta y más tarde una especie de bola o ciucunferencia colocada en su mano. Con un movimiento, colocó aquella esfera dentro del cuerpo del soldado que previamente había matado. ¿Qué estaba haciendo? Creía que tras ver las cosas que había hecho, como cambiar la apariencia de aquella túnica o encender una llama en su mano para iluminar las cloacas, ya no había nada que me sorprendiera, pero una vez más me equivoqué. El soldado se levantó por sí mismo.- Genial, así que ahora también puede revivir a los muertos, ¿cómo puede alguien hacer esas cosas? Comenté con incredulidad en voz baja, sin que nadie pudiese escucharme. Lo único que se me ocurría era que había comido una akuma no mi, pero no había escuchado nunca que diese tantas habilidades diferentes, fuese lo que fuese aquella mujer era demasiado versátil. El hombre que se había revivido se llamaba Phillip. Tras aquello no escuché más, y me centré en Zenox.
Se dirigió hacia la puerta y la abrió, ya era hora de avanzar. Lo siguiente era una estrecho camino de piedra que había que seguir, pues no había otra dirección. Por apenas unos tres minutos estuvimos caminando, entonces el camino se abría en dos. El de la derecha con una habitación que parecía estar llena de libros, seguramente fuera la biblioteca, había poca gente, apenas un par de nobles que además nos ignoraban porque íbamos con un soldado que a sus ojos debía estar custodiándonos o algo por el estilo. El de la izquierda seguía hacia arriba por unas escaleras, si queríamos seguir para hablar con la familia real debíamos ir por el de izquierda. Pero era médico, y quién sabe quizá encontrase nueva información sobre enfermedades y demás cosas en el lugar, esperaba que en este caso Zenox me ayudase a escoger una decisión.
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Dejando allí nuestra nueva fortuna, salimos por la nueva puerta. Nos acompañaba aquel soldado, pero no entendía por que. Algo había pasado en aquel almacén que yo no había captado porque en un principio aquel hombre se encontraba en un estado de inconsciencia por el alchohol que había ingerido. Miré a Yzak buscando una explicación, porque era muy raro que ni siquiera nos atacase. Yo creo que cuando lo miré él pudo saber perfectamente porqué lo hacía, ya que, con su ojo verde hizo un movimiento hacia la mujer. De acuerdo, entonces aquel soldado estaba siendo controlado seguramente por la mujer algo así, supuse finalmente. Seguramente nos serviría para pasar desapercibidos, nadie sospecharía nada si nos veía con un guardia del castillo o eso pensaba al menos.
Tras la puerta había un camino y siguiéndolo, éste se abría en dos. Por suerte se podía ver el final del de la derecha, donde solo había una habitación y a la izquierda unas escaleras. Caminé apenas unos 5 metros siguiendo el pequeño camino de la derecha para abrir la puerta y darme cuenta de que era una biblioteca. A mí no me interesaban absolutamente nada estas cosas, sobretodo en casos que no fuesen estrictamente necesarios como recabar información o algo por el estilo. Sin embargo, al tonto de mi capitán le encantaba investigar y leer sus libros de medicina. Cualquier libro de medicina no duraba nada en sus manos era bastante pesado aquel tema a decir verdad, porque yo tenía que esperar a que lo leyese normalmente y encima después me hablaba sobre ello; pero si eso servía para curarnos en el futuro, entonces que lo hiciese.
—Venga... ¿De verdad quieres entrar ahí? Sabes que eso no es a lo que hemos venido, le dije a mi amigo. Pero tras mirarlo de nuevo no había cambiado su expresión, él quería entrar en la maldita biblioteca.- Serás idiota... como puedo tenerte de capitán, maldita sea. En fin, recuerda que tenemos cosas que hacer.
Finalmente y sin demasiadas ganas, entré en el lugar, esperaba que fuese cosa de unos cuántos minutos o lo sacaría de allí para irnos a lo que realmente nos importaba. Era bastante grande tenía dos pisos conectados por una escalera de caracol y estaba completamente repleto de estanterías con libros. En aquel momento la estaban usando pocas personas que además parecían ser nobles y el típico bibliotecario sentado tras una mesa de madera a la altura de sus hombros. Me senté en mesa y apoyé la cabeza contra sobre los brazos para intentar que pasase el tiempo cuánto antes.
Tras la puerta había un camino y siguiéndolo, éste se abría en dos. Por suerte se podía ver el final del de la derecha, donde solo había una habitación y a la izquierda unas escaleras. Caminé apenas unos 5 metros siguiendo el pequeño camino de la derecha para abrir la puerta y darme cuenta de que era una biblioteca. A mí no me interesaban absolutamente nada estas cosas, sobretodo en casos que no fuesen estrictamente necesarios como recabar información o algo por el estilo. Sin embargo, al tonto de mi capitán le encantaba investigar y leer sus libros de medicina. Cualquier libro de medicina no duraba nada en sus manos era bastante pesado aquel tema a decir verdad, porque yo tenía que esperar a que lo leyese normalmente y encima después me hablaba sobre ello; pero si eso servía para curarnos en el futuro, entonces que lo hiciese.
—Venga... ¿De verdad quieres entrar ahí? Sabes que eso no es a lo que hemos venido, le dije a mi amigo. Pero tras mirarlo de nuevo no había cambiado su expresión, él quería entrar en la maldita biblioteca.- Serás idiota... como puedo tenerte de capitán, maldita sea. En fin, recuerda que tenemos cosas que hacer.
Finalmente y sin demasiadas ganas, entré en el lugar, esperaba que fuese cosa de unos cuántos minutos o lo sacaría de allí para irnos a lo que realmente nos importaba. Era bastante grande tenía dos pisos conectados por una escalera de caracol y estaba completamente repleto de estanterías con libros. En aquel momento la estaban usando pocas personas que además parecían ser nobles y el típico bibliotecario sentado tras una mesa de madera a la altura de sus hombros. Me senté en mesa y apoyé la cabeza contra sobre los brazos para intentar que pasase el tiempo cuánto antes.
Katharina von Steinhell
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No era ni sería el primer hombre en sorprenderse por las siniestras habilidades de Katharina, aunque le hubiera gustado ver una expresión más de… asombro. A la bruja le encantaba que las personas se mostrasen impresionadas cuando veían a un muerto levantarse.
—Ajá, también puedo revivir a los muertos. Cuando mueras tal vez te convierta en mi sirviente, ¿te apetece la idea? —preguntó la pelirrosa, mirando fijamente al pirata con una mirada profunda y siniestra, pero enseguida relajó el semblante—. Era broma. O puede que no, ¿quién sabe? Ahora si me disculpas, tengo algunas órdenes que darle a mi nuevo juguete.
Katharina se volteó para enfrentar al soldado. Era complicado romper la voluntad de las personas, sobre todo si estas tenían convicciones férreas. No obstante, todo se volvía bastante sencillo cuando se tenía el control absoluto de alguien.
—No sé lo que pretendes hacer aquí, bruja, pero te aseguro que no lo conseguirás. ¿En serio crees que no te delataré apenas tenga la más mínima oportunidad?
—No lo harás. Únicamente te limitarás a hacer lo que yo te diga, nada más —le respondió con una tranquilidad pasmosa—. Puede que me haya excedido un poco en matarte, pero…
—¡¿Excederte “un poco”?! Mira, niña, ninguna persona va por la vida apuñalando a los demás y luego convertirlos en… en lo que sea que me hayas convertido. Qué remedio… No tengo opciones, ¿verdad?
Katharina negó con la cabeza.
—Antes de que partamos, ¿tienes alguna petición?
—Dijiste que, si hacía todo lo que me ordenaras, volvería a ver a mi familia. ¿Cómo puedo confiar en ti? ¿Cómo puedo asegurarme de que cumplirás lo que prometes?
—No puedes —dijo ella, encogiéndose de hombros—, aunque tampoco tengo razones para no dejarte volver con tu esposa. Venga, apresurémonos.
La Supernova caminó en silencio, aunque primero transformó sus ropajes en algo mucho más elegante. La capa que vestía se convirtió en un fino y esmeralda vestido que revelaba un pronunciado escote, el cual caía libremente hasta los tobillos de la bruja. El colgante ennegrecido se volvió uno dorado y con una enorme esmeralda en su centro, además también llevaba unos aretes del mismo color que el collar. Por otra parte, dejó caer su cabello completamente liso, dejando que dos flecos ocultasen sus orejas. Sin lugar a duda llamaría la atención de los hombres y las mujeres del palacio, pero estaba dentro de sus planes. Llevándose la atención de los habitantes del castillo, sus nuevos compañeros tendrían más posibilidades de cumplir con sus objetivos. No obstante…
—¿Qué hacen esos dos en la biblioteca del Rey? No parecen nobles, más bien solo unos novatos.
—Lo sé… Como sea, ayúdame a encontrar cualquier libro que tenga información sobre armas legendarias.
—Ajá, también puedo revivir a los muertos. Cuando mueras tal vez te convierta en mi sirviente, ¿te apetece la idea? —preguntó la pelirrosa, mirando fijamente al pirata con una mirada profunda y siniestra, pero enseguida relajó el semblante—. Era broma. O puede que no, ¿quién sabe? Ahora si me disculpas, tengo algunas órdenes que darle a mi nuevo juguete.
Katharina se volteó para enfrentar al soldado. Era complicado romper la voluntad de las personas, sobre todo si estas tenían convicciones férreas. No obstante, todo se volvía bastante sencillo cuando se tenía el control absoluto de alguien.
—No sé lo que pretendes hacer aquí, bruja, pero te aseguro que no lo conseguirás. ¿En serio crees que no te delataré apenas tenga la más mínima oportunidad?
—No lo harás. Únicamente te limitarás a hacer lo que yo te diga, nada más —le respondió con una tranquilidad pasmosa—. Puede que me haya excedido un poco en matarte, pero…
—¡¿Excederte “un poco”?! Mira, niña, ninguna persona va por la vida apuñalando a los demás y luego convertirlos en… en lo que sea que me hayas convertido. Qué remedio… No tengo opciones, ¿verdad?
Katharina negó con la cabeza.
—Antes de que partamos, ¿tienes alguna petición?
—Dijiste que, si hacía todo lo que me ordenaras, volvería a ver a mi familia. ¿Cómo puedo confiar en ti? ¿Cómo puedo asegurarme de que cumplirás lo que prometes?
—No puedes —dijo ella, encogiéndose de hombros—, aunque tampoco tengo razones para no dejarte volver con tu esposa. Venga, apresurémonos.
La Supernova caminó en silencio, aunque primero transformó sus ropajes en algo mucho más elegante. La capa que vestía se convirtió en un fino y esmeralda vestido que revelaba un pronunciado escote, el cual caía libremente hasta los tobillos de la bruja. El colgante ennegrecido se volvió uno dorado y con una enorme esmeralda en su centro, además también llevaba unos aretes del mismo color que el collar. Por otra parte, dejó caer su cabello completamente liso, dejando que dos flecos ocultasen sus orejas. Sin lugar a duda llamaría la atención de los hombres y las mujeres del palacio, pero estaba dentro de sus planes. Llevándose la atención de los habitantes del castillo, sus nuevos compañeros tendrían más posibilidades de cumplir con sus objetivos. No obstante…
—¿Qué hacen esos dos en la biblioteca del Rey? No parecen nobles, más bien solo unos novatos.
—Lo sé… Como sea, ayúdame a encontrar cualquier libro que tenga información sobre armas legendarias.
Yzak
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Katharina cambió de nuevo su apariencia, quizás no su aspecto pero sí sus atuendos. Ahora llevaba puesto un largo y verde vestido que enseñaba un gran escote. En cuánto la vi con aquella prenda, mis ojos cambiaron a ser corazones y comencé a babear por todos lados, aún con la personalidad que había parecido tener aquella mujer, su belleza era inexplicable. Tanto lo era, que cada persona que nos cruzábamos por el castillo caía al menos unos segundos presa de su atención. Instantes más tarde volví en mí tras recordar lo que Katharina me había dicho en aquel almacén hacía apenas unos minutos y lo que yo había contestado.- Ser un esclavo al morir eh... supongo que tras cumplir nuestros sueños y vivir una buena vida no me importaría, pero quién sabe señorita, quizás sea yo el que alcance más años de vida que usted porque no pienso morir tan fácilmente. Después de todo, empiezo a tener varias cosas que debo proteger. Dije pensando en el idiota de Zenox y en los de mi isla natal. Aquellas palabras como respuesta hacia la mujer me mantenían más despierto que de costumbre, pues yo mismo me había dado cuenta un poco que morir a partir de ahora ya no sería algo tan fácil, y tendría que esforzarme más para seguir con vida porque comenzaba a darme cuenta de que era muy débil.
Ante la pequeña permisiva de mi amigo, entre en la biblioteca. Observé como de grande era y tras eso me acerqué a una de las estanterías y me fijé en uno que en letras realmente grandes ponía: "Remedios y Medicina de Skyros". Parecía ser el más completo, y desde luego con su tamaño se podía comprobar que seguramente sí lo era. Me senté al lado de Zenox y mientras el parecía intentar dormirse apoyando la cabeza en sus brazos y colocándose sobre la mesa, yo empecé a leer asombrándome sobre cada cosa que nueva que conocía. Y así el tiempo pasó...
Casi una hora después, ya había leído casi la mitad de aquel gigantesco libro, y quité la atención de él para observar a mi amigo porque me sorprendía que no se quejase y me obligase a irme de allí. Se había quedado dormido. Lo más probable es que cuando se despertase se cabreara conmigo por haber pasado allí tanto tiempo, ante aquel pensamiento decidí dejar de leer para irnos a intentar hablar con el rey. Cuando estaba apunto de despertar a Zenox, la puerta de la biblioteca salió volando tras un gran golpe que agrieto un poco los trozos de piedra que se encontraban alrededor. Me eché unos pasos hacia atrás debido al gran susto y ruido que aquello había producido. Por el espacio en el que estaba la puerta entró un hombre de aproximadamente dos metros y algunos centímetros, terriblemente musculado y con una dorada armadura; además parecía realmente enfadado.
—¡¡¡Phillip!!! ¡Dónde estás idiota! ¿No te dije que trajeras las malditas cajas del almacén?, no podía moverme, aquel enorme hombre imponía un gran respeto, y no podía llamar demasiado la atención.- ¿Phillip? ¿No era aquel el nombre del soldado? Así que, estaba en aquel almacén para algo y decidió emborracharse eh.. Será mejor que lo encuentre. Con mi ojo busqué a Katharina, pero ya no estaba, ¿dónde narices se había metido? Dejé de pensar en ello cuando sus imponentes ojos rojos se fijaron en nosotros.
—Oye muchachos, no habréis visto por aquí a un soldado vagueando, ¿verdad? Oh, perdón, me presentaré. Yo soy calígula, capitán de la guardia. Todo este castillo está bajo mi protección y mando al servicio de la familia real. Y vosotros.. no me sonais ¿A qué familia de nobles perteneceis jovenes?
Aquel hombre era un monstruo, ¿qué podíamos hacer? , si se enteraba de que nos habíamos colado nos mataría o dios sabe qué, teníamos que hacer algo.
Ante la pequeña permisiva de mi amigo, entre en la biblioteca. Observé como de grande era y tras eso me acerqué a una de las estanterías y me fijé en uno que en letras realmente grandes ponía: "Remedios y Medicina de Skyros". Parecía ser el más completo, y desde luego con su tamaño se podía comprobar que seguramente sí lo era. Me senté al lado de Zenox y mientras el parecía intentar dormirse apoyando la cabeza en sus brazos y colocándose sobre la mesa, yo empecé a leer asombrándome sobre cada cosa que nueva que conocía. Y así el tiempo pasó...
Casi una hora después, ya había leído casi la mitad de aquel gigantesco libro, y quité la atención de él para observar a mi amigo porque me sorprendía que no se quejase y me obligase a irme de allí. Se había quedado dormido. Lo más probable es que cuando se despertase se cabreara conmigo por haber pasado allí tanto tiempo, ante aquel pensamiento decidí dejar de leer para irnos a intentar hablar con el rey. Cuando estaba apunto de despertar a Zenox, la puerta de la biblioteca salió volando tras un gran golpe que agrieto un poco los trozos de piedra que se encontraban alrededor. Me eché unos pasos hacia atrás debido al gran susto y ruido que aquello había producido. Por el espacio en el que estaba la puerta entró un hombre de aproximadamente dos metros y algunos centímetros, terriblemente musculado y con una dorada armadura; además parecía realmente enfadado.
—¡¡¡Phillip!!! ¡Dónde estás idiota! ¿No te dije que trajeras las malditas cajas del almacén?, no podía moverme, aquel enorme hombre imponía un gran respeto, y no podía llamar demasiado la atención.- ¿Phillip? ¿No era aquel el nombre del soldado? Así que, estaba en aquel almacén para algo y decidió emborracharse eh.. Será mejor que lo encuentre. Con mi ojo busqué a Katharina, pero ya no estaba, ¿dónde narices se había metido? Dejé de pensar en ello cuando sus imponentes ojos rojos se fijaron en nosotros.
—Oye muchachos, no habréis visto por aquí a un soldado vagueando, ¿verdad? Oh, perdón, me presentaré. Yo soy calígula, capitán de la guardia. Todo este castillo está bajo mi protección y mando al servicio de la familia real. Y vosotros.. no me sonais ¿A qué familia de nobles perteneceis jovenes?
Aquel hombre era un monstruo, ¿qué podíamos hacer? , si se enteraba de que nos habíamos colado nos mataría o dios sabe qué, teníamos que hacer algo.
- Calígula:
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Akuma no mi
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Me encontraba navegando entre grandes olas, sobrepasándolas justo al lado de mis compañeros, Yzak y el resto. Todo parecía realmente mágico y reconfortante, hasta que de pronto las nubes negras ocuparon el cielo por completo y la tempestad frenó nuestra bonita marcha. Además, del fondo del mar se alzó un enorme rey marino que solo con ver su terrible aspecto infundía miedo. Éste tenía cabeza de hamster y cuerpo de pez, sinceramente parecía sacado de uno de esos libros de cuentos de hadas que los niños de hoy en día compran para entretenerse. ¿Donde narices estábamos? Decidí saltar sobre aquel monstruo y subir hasta lo más alto de su cabeza para, desde allí, observar que podía verse Raftel y el gran tesoro One Piece. Al abordar, me di cuenta de que allí nos encontrábamos todos, Yzak abriendo él cofre principal y coronándose como Rey de los Piratas, los demás riendo y llorando y yo molestándoles con mis bromas, y pensando en todo el camino que habíamos hecho para llegar hasta allí, desde luego había sido una gran aventura. De nuevo, volvía a ir todo bien pero al ver como Yzak abría el cofre, se escuchó un gran estruendo. Del cofre salió una enorme araña, peluda y asquerosa. Entonces me desperté... Me encontraba sorprendido sin saber si lo que había soñado había sido un buen o un mal sueño.
Lo que me había despertado había sido aquel estruendo, pero no una araña enorme; algo peor. Me fijé en que ya no había puerta de la biblioteca, había salido volando y un hombre o quizás un monstruo de una gran estatura y musculatura con ojos rojos entró por el hueco de la puerta. Estaba búscando a uno de sus soldados. En ese momento fue cuando me di cuenta de la situación actual. A saber cuando tiempo habíamos pasado allí. Puse mis ojos en Yzak, lo miraba con odio y frustración. Por otro lado también era culpa mía, me había quedado dormido en medio de aquella infiltración.
Volviendo la mirada al hombre, éste se acercó y se prensentó. Su nombre era Calígula, y era el maldito capitán de la guardia del castillo y nosotros lo teníamos enfrente, cuando miré a los alrededores no pude ver a Kath ni al soldado que la acompañaba por lo que me preocupé aún más.- No señor, no hemos visto al soldado. El problema se complicó cuando el musculado nos preguntó a familia de nobles pertenecíamos. ¿Es qué acaso eramos sospechosos o se lo preguntaba a todo el mundo? Maldita sea, sería difícil escapar de la situación. Si había volado de un golpe la puerta no era un hombre ordinario y de hecho no lo parecía. Apenas pude pensar antes de contestar.- Somos... de la familia del noble Gerik, sus sobrinos. Estábamos curioseando un poco sus libros, espero que no le importe. Había sido de gran ayuda el abrir los oídos y escuchar las voces en la calle para recabar información. De los pocos nombres que había escuchado, Gerik era el de un famoso noble de Skyros.
—Ah entiendo, sus sobrinos. Que bien, encantado de conoceros ¿cual es vuestro nombre jovenes?, dijo extendiendo su mano como saludo.
—Soy Zenox y éste es Yzak, solté tranquilamente mientras acercaba mi mano para responder a su saludo y así acabar de una vez con aquel problemático tema.
Cuando parecía que así era, el hombre cogió mi mano para tirar de ella y agarrar mi brazo. Después, me elevó agarrándome con su otra mano y me tiró al suelo de un gran golpe que hizo unas pequeñas grietas en el suelo. El enorme golpe me había dejado sin posibilidad de levantarme rápidamente, estaba demasiado dolorido.
—Malditos idiotas, el conde Gerik no tiene familia, ¡Impostores! Vendreis conmigo a ver al rey y que dicte vuestro destino, dijo mirando a Yzak que se encontraba alerta.
Me había pillado por sorpresa. Yo había sido muy ingenuo, debería a ver pensado que quizás no tenía familia pero la sorpresa me había afectado a la hora de pensar. Por una parte que nos llevase a ver al rey era buena idea, pero no custodiados por aquel terrible monstruo. Aquello se ponía tenso, ¿Que haría Yzak? y... ¿Dónde se encontraba aquella mujer llamada Katharina?
Lo que me había despertado había sido aquel estruendo, pero no una araña enorme; algo peor. Me fijé en que ya no había puerta de la biblioteca, había salido volando y un hombre o quizás un monstruo de una gran estatura y musculatura con ojos rojos entró por el hueco de la puerta. Estaba búscando a uno de sus soldados. En ese momento fue cuando me di cuenta de la situación actual. A saber cuando tiempo habíamos pasado allí. Puse mis ojos en Yzak, lo miraba con odio y frustración. Por otro lado también era culpa mía, me había quedado dormido en medio de aquella infiltración.
Volviendo la mirada al hombre, éste se acercó y se prensentó. Su nombre era Calígula, y era el maldito capitán de la guardia del castillo y nosotros lo teníamos enfrente, cuando miré a los alrededores no pude ver a Kath ni al soldado que la acompañaba por lo que me preocupé aún más.- No señor, no hemos visto al soldado. El problema se complicó cuando el musculado nos preguntó a familia de nobles pertenecíamos. ¿Es qué acaso eramos sospechosos o se lo preguntaba a todo el mundo? Maldita sea, sería difícil escapar de la situación. Si había volado de un golpe la puerta no era un hombre ordinario y de hecho no lo parecía. Apenas pude pensar antes de contestar.- Somos... de la familia del noble Gerik, sus sobrinos. Estábamos curioseando un poco sus libros, espero que no le importe. Había sido de gran ayuda el abrir los oídos y escuchar las voces en la calle para recabar información. De los pocos nombres que había escuchado, Gerik era el de un famoso noble de Skyros.
—Ah entiendo, sus sobrinos. Que bien, encantado de conoceros ¿cual es vuestro nombre jovenes?, dijo extendiendo su mano como saludo.
—Soy Zenox y éste es Yzak, solté tranquilamente mientras acercaba mi mano para responder a su saludo y así acabar de una vez con aquel problemático tema.
Cuando parecía que así era, el hombre cogió mi mano para tirar de ella y agarrar mi brazo. Después, me elevó agarrándome con su otra mano y me tiró al suelo de un gran golpe que hizo unas pequeñas grietas en el suelo. El enorme golpe me había dejado sin posibilidad de levantarme rápidamente, estaba demasiado dolorido.
—Malditos idiotas, el conde Gerik no tiene familia, ¡Impostores! Vendreis conmigo a ver al rey y que dicte vuestro destino, dijo mirando a Yzak que se encontraba alerta.
Me había pillado por sorpresa. Yo había sido muy ingenuo, debería a ver pensado que quizás no tenía familia pero la sorpresa me había afectado a la hora de pensar. Por una parte que nos llevase a ver al rey era buena idea, pero no custodiados por aquel terrible monstruo. Aquello se ponía tenso, ¿Que haría Yzak? y... ¿Dónde se encontraba aquella mujer llamada Katharina?
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Ya había terminado de leer dos libros, sorprendiendo a Phillip por su rapidísima lectura. No era nada extraño, pues Katharina pasaba horas y horas encerrada, inmersa en diferentes mundos. Ahora mismo estaba en su terreno, su hábitat natural. Sostuvo un libro de tapa negra con una estrella plateada invertida y bajo ella había una inscripción prácticamente ilegible, causa del deterioro. Al abrirlo, sintió una extraña sensación… como si estuviera a punto de descubrir algo importante. Entonces, comenzó a leer. Absorbía poco a poco todo el conocimiento que alguien inmortalizó en esas hojas. Le era muy fácil y lo hacía con completa naturalidad. Al mismo tiempo que leía, en otra hoja plasmaba lo que más interesante le parecía. Bosquejos, imágenes, palabras desconocidas: todo lo guardaría en su mente. Tal vez no fuese la más pertinente a la hora de luchar, pero se convertía en un auténtico genio cuando se trataba de estudiar y recopilar información.
De pronto, un estallido interrumpió su concentración, volteándose hacia el origen del ruido. ¿Qué diablos había pasado? Se levantó inmediatamente y fue a echar un vistazo, encontrándose con la pareja que se había infiltrado al castillo. Frente a ellos yacía un imponente hombre de cabellos azules y una musculatura sobrehumana. «¿Eh? ¿La puerta está en el suelo…?», se preguntó cuando sus ojos se posaron en el trozo de madera ornamentado que había en el piso. Podía parecer muy rudo y serio, pero eso no evitó que Katharina soltase una carcajada ahogada cuando escuchó su nombre. «¿Qué tan poco le quisieron sus padres para llamarle Calígula?». No obstante, la burla desapareció inmediatamente cuando recordó haber leído sobre un hombre llamado así.
—¡Ese es…! ¡Ese es el Capitán! —gruñó el soldado, intentando mantenerse oculto detrás de los estantes repletos de libros—. Debemos marcharnos.
Katharina ignoró la sugerencia de su escolta y se quedó observando a Calígula. En uno de sus viajes a Skyros había escuchado de un hombre capaz de derrotar a un centenar de soldados… usando únicamente sus manos desnudas. Si era el mismo Calígula del que había escuchado, los piratas estaban en serios problemas. Parecía un hombre despiadado e increíblemente fuerte, alguien con que los chicos no tendrían oportunidad de ganar. Y en menos de un segundo, uno de ellos yacía en el suelo completamente inmóvil.
—Mierda, les ha descubierto —susurró Phillip—. Venga, vámonos. Es imposible que derrotemos a ese hombre… Tus amigos están perdidos.
—¿Lo es? —preguntó la bruja sin ninguna expresión en su rostro, contemplando la escena como si fuese una mera desconocida—. Como sea, da igual. Ellos sabían lo que arriesgaban cuando decidieron infiltrarse en el palacio. Aún queda mucho trabajo por hacer, vámonos.
Lo viese por donde lo viese, no ganaba nada intentando salvar a esos idiotas. ¿Qué culpa tenía ella de que no supiesen ejecutar una misión de infiltración y se comportasen como verdaderos niños? Ahora estaban en el mundo real, y sus vidas solo dependerían del estado de ánimo del Rey. Sin dudarlo un segundo, Katharina les dio la espalda y volvió al puesto en el que estaba antes. A diferencia de ellos, la pelirrosa sí perseguía un objetivo concreto y no podía darse el lujo de arriesgarse en un intento de salvar a esos dos desconocidos, pues eran eso: solo desconocidos.
De pronto, un estallido interrumpió su concentración, volteándose hacia el origen del ruido. ¿Qué diablos había pasado? Se levantó inmediatamente y fue a echar un vistazo, encontrándose con la pareja que se había infiltrado al castillo. Frente a ellos yacía un imponente hombre de cabellos azules y una musculatura sobrehumana. «¿Eh? ¿La puerta está en el suelo…?», se preguntó cuando sus ojos se posaron en el trozo de madera ornamentado que había en el piso. Podía parecer muy rudo y serio, pero eso no evitó que Katharina soltase una carcajada ahogada cuando escuchó su nombre. «¿Qué tan poco le quisieron sus padres para llamarle Calígula?». No obstante, la burla desapareció inmediatamente cuando recordó haber leído sobre un hombre llamado así.
—¡Ese es…! ¡Ese es el Capitán! —gruñó el soldado, intentando mantenerse oculto detrás de los estantes repletos de libros—. Debemos marcharnos.
Katharina ignoró la sugerencia de su escolta y se quedó observando a Calígula. En uno de sus viajes a Skyros había escuchado de un hombre capaz de derrotar a un centenar de soldados… usando únicamente sus manos desnudas. Si era el mismo Calígula del que había escuchado, los piratas estaban en serios problemas. Parecía un hombre despiadado e increíblemente fuerte, alguien con que los chicos no tendrían oportunidad de ganar. Y en menos de un segundo, uno de ellos yacía en el suelo completamente inmóvil.
—Mierda, les ha descubierto —susurró Phillip—. Venga, vámonos. Es imposible que derrotemos a ese hombre… Tus amigos están perdidos.
—¿Lo es? —preguntó la bruja sin ninguna expresión en su rostro, contemplando la escena como si fuese una mera desconocida—. Como sea, da igual. Ellos sabían lo que arriesgaban cuando decidieron infiltrarse en el palacio. Aún queda mucho trabajo por hacer, vámonos.
Lo viese por donde lo viese, no ganaba nada intentando salvar a esos idiotas. ¿Qué culpa tenía ella de que no supiesen ejecutar una misión de infiltración y se comportasen como verdaderos niños? Ahora estaban en el mundo real, y sus vidas solo dependerían del estado de ánimo del Rey. Sin dudarlo un segundo, Katharina les dio la espalda y volvió al puesto en el que estaba antes. A diferencia de ellos, la pelirrosa sí perseguía un objetivo concreto y no podía darse el lujo de arriesgarse en un intento de salvar a esos dos desconocidos, pues eran eso: solo desconocidos.
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Aquel hombre nos tenía acorralados. Sinceramente parecía más bestia que hombre, y que hubiese podido destrozar la puerta de aquella forma denotaba que su fuerza estaba a otro nivel. Quería ser optimista y pensar que la fuerza era todo lo que poseía pero en realidad, como se demostraría en apenas unos segundos, no era así. Zenox, que había decidido tomar la delantera y contestar por ambos, supo responder la pregunta que yo no podía. Ser sobrinos de un noble podría ser una gran excusa. Me imaginaba que aquel nombre lo había sacado escuchando algunas de las conversaciones de los aldeanos cuando caminábamos por la ciudad. En este tipo de cosas, Zenox era realmente útil e inteligente. Si bien a mí se me daba muy bien improvisar y responder a los problemas rápidamente, Zenox era increíblemente previsor.
Al parecer aquella excusa había servido perfectamente. Se podía confirmar porque el hombre no estaba alarmado, de hecho, más bien parecía conforme y que no sospechaba absolutamente nada. Cuando Zenox iba a darle la mano para completar el saludo, éste agarró su brazo y lo lanzó contra el suelo. La fuerza con la que lo había tumbado era tan impresionante que hasta se había agrietado el suelo. Mi cuerpo se movió hacia atrás por puro instinto y lo miré desafiante, en ese momento estaba listo para matarlo. En circunstancias normales habría escapado, porque en este caso no tenía oportunidad de ganar, pero la razón por la que normalmente lo hacía y por la que ahora no podía, era mi compañero. Debía protegerlo, y a estas alturas lo único que podía hacer era luchar con ingenio.
Me quité la túnica para estar más ligero, y después desenvainé ambas espadas que sobresalían desde mis hombros. Con técnicas normales no podría hacer absolutamente nada, decidí utilizar eso. Concentré la fuerza en los músculos de mis brazos hasta que se hicieron realmente más grandes, para así, lograr una mayor capacidad y fuerza de corte.- Suéltalo, o no me quedará otra que cortarte, grandullón; le dije decidido. Lo primero era hacer que se apartase de él o no podría pelear con libertad. Con su mirada me dio a entender que no haría caso a mis advertencias, por lo que, empecé a correr hacia él. Hacía unos días, había pensado en cómo hacerme más fuerte y para ello pensé en algunos movimientos, sin embargo, para saber si realmente funcionaban debía probarlo con alguien y que mejor momento que aquel para hacerlo.
Una vez estaba cerca de él, busqué hacer un tajo vertical hacia abajo con la espada de mi brazo derecho empezando desde su hombro. Con la espada de mi brazo izquierdo hice, sin embargo, un corte horizontal hacia su costado. El primer movimiento fue detenido para mi sorpresa con una sola mano, parándolo y sujetándolo sin llegar a tocar el filo, por otro lado, el corte hacia su costado lo bloqueó con el brazalete dorado que tenía en su muñeca derecha. Era impresionante, demasiada fuerza para ser humano; pero me había subestimado. Al concentrar toda aquella fuerza en los músculos de mis brazos, empujé con una enorme energía hacia abajo hasta que la mano con la que detenía la espada cedió y pude cortarle uno o dos tendones. Seguramente por el dolor, cerró un ojo y con dos volteretas hacia atrás, retrocedió. Se miró la mano, aún tenía todas las falanges, pero a partir de ahora ya no podría cerrar o abrir el puño con tal libertad.
-Vaya, joven del parche, no eres tan débil como pareces, sonrió satisfecho.- Pero no tienes ninguna oportunidad contra mí.
-De acuerdo, ven a mí, ¡terminemos con esto!
Ya había logrado separarle de Zenox, que era mi principal objetivo. Pero Calígula no se estaría quieto. Preparé alguna de las técnicas que había pensado para probarla justo en el momento en que viniese hacia a mí. Cuando empezó a correr, éste parecía destrozarlo todo. Rompía parte del suelo y provocaba un pequeño temblor, era temible sin duda alguna. Cuando apenas le quedaban unos 4 metros para alcanzarme, cerré los ojos y me concentré visualizando en mi mente el aire.- ¡Double burst! Dije en voz bajo y haciendo dos fuertes tajos en el aire, aparecieron dos ráfagas de viento que se dirigieron a Calígula. Aquellas ráfagas no cortaban, pero sí que eran fuertes. Las ráfagas golpearon en la armadura del hombre que fue arrastrado unos 2 metros hacia atrás por el impacto. Tras hallarnos ambos sorprendidos, él por la fuerza de la ráfaga y yo porque lo había logrado, prosiguió su carrera y sin darme tiempo a reaccionar, golpeó en pleno salto mi pecho mandándome a volar; y dejándome sin la posibilidad de seguir luchando. Si bien aquella técnica había funcionado tan bien como para parar la embestida de aquel elefante, no era lo suficientemente eficaz para knockearle.
Al parecer aquella excusa había servido perfectamente. Se podía confirmar porque el hombre no estaba alarmado, de hecho, más bien parecía conforme y que no sospechaba absolutamente nada. Cuando Zenox iba a darle la mano para completar el saludo, éste agarró su brazo y lo lanzó contra el suelo. La fuerza con la que lo había tumbado era tan impresionante que hasta se había agrietado el suelo. Mi cuerpo se movió hacia atrás por puro instinto y lo miré desafiante, en ese momento estaba listo para matarlo. En circunstancias normales habría escapado, porque en este caso no tenía oportunidad de ganar, pero la razón por la que normalmente lo hacía y por la que ahora no podía, era mi compañero. Debía protegerlo, y a estas alturas lo único que podía hacer era luchar con ingenio.
Me quité la túnica para estar más ligero, y después desenvainé ambas espadas que sobresalían desde mis hombros. Con técnicas normales no podría hacer absolutamente nada, decidí utilizar eso. Concentré la fuerza en los músculos de mis brazos hasta que se hicieron realmente más grandes, para así, lograr una mayor capacidad y fuerza de corte.- Suéltalo, o no me quedará otra que cortarte, grandullón; le dije decidido. Lo primero era hacer que se apartase de él o no podría pelear con libertad. Con su mirada me dio a entender que no haría caso a mis advertencias, por lo que, empecé a correr hacia él. Hacía unos días, había pensado en cómo hacerme más fuerte y para ello pensé en algunos movimientos, sin embargo, para saber si realmente funcionaban debía probarlo con alguien y que mejor momento que aquel para hacerlo.
Una vez estaba cerca de él, busqué hacer un tajo vertical hacia abajo con la espada de mi brazo derecho empezando desde su hombro. Con la espada de mi brazo izquierdo hice, sin embargo, un corte horizontal hacia su costado. El primer movimiento fue detenido para mi sorpresa con una sola mano, parándolo y sujetándolo sin llegar a tocar el filo, por otro lado, el corte hacia su costado lo bloqueó con el brazalete dorado que tenía en su muñeca derecha. Era impresionante, demasiada fuerza para ser humano; pero me había subestimado. Al concentrar toda aquella fuerza en los músculos de mis brazos, empujé con una enorme energía hacia abajo hasta que la mano con la que detenía la espada cedió y pude cortarle uno o dos tendones. Seguramente por el dolor, cerró un ojo y con dos volteretas hacia atrás, retrocedió. Se miró la mano, aún tenía todas las falanges, pero a partir de ahora ya no podría cerrar o abrir el puño con tal libertad.
-Vaya, joven del parche, no eres tan débil como pareces, sonrió satisfecho.- Pero no tienes ninguna oportunidad contra mí.
-De acuerdo, ven a mí, ¡terminemos con esto!
Ya había logrado separarle de Zenox, que era mi principal objetivo. Pero Calígula no se estaría quieto. Preparé alguna de las técnicas que había pensado para probarla justo en el momento en que viniese hacia a mí. Cuando empezó a correr, éste parecía destrozarlo todo. Rompía parte del suelo y provocaba un pequeño temblor, era temible sin duda alguna. Cuando apenas le quedaban unos 4 metros para alcanzarme, cerré los ojos y me concentré visualizando en mi mente el aire.- ¡Double burst! Dije en voz bajo y haciendo dos fuertes tajos en el aire, aparecieron dos ráfagas de viento que se dirigieron a Calígula. Aquellas ráfagas no cortaban, pero sí que eran fuertes. Las ráfagas golpearon en la armadura del hombre que fue arrastrado unos 2 metros hacia atrás por el impacto. Tras hallarnos ambos sorprendidos, él por la fuerza de la ráfaga y yo porque lo había logrado, prosiguió su carrera y sin darme tiempo a reaccionar, golpeó en pleno salto mi pecho mandándome a volar; y dejándome sin la posibilidad de seguir luchando. Si bien aquella técnica había funcionado tan bien como para parar la embestida de aquel elefante, no era lo suficientemente eficaz para knockearle.
Zenox
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Me encontraba totalmente inmovilizado. El golpe me había afectado mucho más de lo que parecía, me dolía la cabeza y por unos pocos minutos no sería capaz de levantarme. Estábamos en un gran problema porque aquel hombre tenía demasiada experiencia en combate por lo que parecía, y nosotros si bien éramos fuertes nos faltaba algo de práctica en una pelea real. Yo ya no podía pelear y solo quedaba en pie mi compañero. Confiaba en la inteligencia y fuerza de mi capitán y amigo, pero en esta ocasión no estaba claro si lograría vencer.
Al ver la cara de Yzak pude leer por su expresión que él también lo sabía, no era rival para nuestro enemigo. Sin embargo, también observé como se lo iba a tomar en serio, su mirada y su cuerpo cambiaron a ser ofensivos y buscó abalanzarse sobre Calígula, quién bloqueó sus espadas perfectamente. Yzak concentró su fuerza hacia abajo y consiguió por lo que parecía cortar a nuestro enemigo; por un momento sonreí. Fue entonces cuando aquel rinoceronte tomó la iniciativa y cargó contra mi compañero. Éste para defenderse utilizó una técnica que jamás se la había visto. Golpeando sus espadas contra el aire lanzó dos ráfagas que golpearon a Calígula y pararon sus embestida además de hacerlo retroceder un par de metros, había sido bastante increíble. Rápidamente el capitán de la guardia se recompuso y empezó a correr de nuevo hacia Yzak, quien ya no pudo reaccionar y fue golpeado duramente.
Nuestros destinos estaban fijados. Ya no teníamos opción. Aquel hombre nos cogió y nos llevó ante la presencia del rey. Tras subir aquellas escaleras que en un principio habíamos visto antes de decidir entrar a la biblioteca, siguió un largo y ancho pasillo y más adelante entró por una enorme puerta que eclipsaba todo lo demás. Estábamos en la presencia del rey. Era una enorme habitación llena de bancos y al subir tres o cuatro escaleras se encontraba el majestuoso trono ocupado en aquel mismo momento por el propio rey. Su aspecto era el de alguien mayor, corroído por los años. Pelo y barba blancos, algunas cicatrices y lunares por la vejez y cara alargada. En su cabeza estaba colocada una corona de oro llena de joyas incrustadas como rubíes o esmeraldas.
–¿Qué es todo este alboroto, Calígula?
Aquí empezaba el resultado de nuestros destinos, que iba a pasar con nosotros. Teníamos que pensar en algo pars salir de allí.
Al ver la cara de Yzak pude leer por su expresión que él también lo sabía, no era rival para nuestro enemigo. Sin embargo, también observé como se lo iba a tomar en serio, su mirada y su cuerpo cambiaron a ser ofensivos y buscó abalanzarse sobre Calígula, quién bloqueó sus espadas perfectamente. Yzak concentró su fuerza hacia abajo y consiguió por lo que parecía cortar a nuestro enemigo; por un momento sonreí. Fue entonces cuando aquel rinoceronte tomó la iniciativa y cargó contra mi compañero. Éste para defenderse utilizó una técnica que jamás se la había visto. Golpeando sus espadas contra el aire lanzó dos ráfagas que golpearon a Calígula y pararon sus embestida además de hacerlo retroceder un par de metros, había sido bastante increíble. Rápidamente el capitán de la guardia se recompuso y empezó a correr de nuevo hacia Yzak, quien ya no pudo reaccionar y fue golpeado duramente.
Nuestros destinos estaban fijados. Ya no teníamos opción. Aquel hombre nos cogió y nos llevó ante la presencia del rey. Tras subir aquellas escaleras que en un principio habíamos visto antes de decidir entrar a la biblioteca, siguió un largo y ancho pasillo y más adelante entró por una enorme puerta que eclipsaba todo lo demás. Estábamos en la presencia del rey. Era una enorme habitación llena de bancos y al subir tres o cuatro escaleras se encontraba el majestuoso trono ocupado en aquel mismo momento por el propio rey. Su aspecto era el de alguien mayor, corroído por los años. Pelo y barba blancos, algunas cicatrices y lunares por la vejez y cara alargada. En su cabeza estaba colocada una corona de oro llena de joyas incrustadas como rubíes o esmeraldas.
–¿Qué es todo este alboroto, Calígula?
Aquí empezaba el resultado de nuestros destinos, que iba a pasar con nosotros. Teníamos que pensar en algo pars salir de allí.
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