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Dexter Black
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- Morir me daba un miedo aterrador al principio -dijo, secamente-. Pero hay muchas cosas de mí que no sabes, y tenía motivos suficientes para querer que todo terminara. En cierto modo ha sido una suerte hacer eso: Me he reconciliado conmigo mismo.
La bofetada le había hecho torcer el rostro, más por la sorpresa que por el dolor, pero había respondido con la misma calma que había tratado lo caracterizase siempre. Murasaki tenía derecho a sentirse como lo hacía, y aunque siempre habían compartimentado todas las facetas de su relación por separado, Dexter estaba convencido de que algunas líneas se desdibujaban en los momentos menos oportunos. Como aquel, por ejemplo.
Escuchó con atención las palabras de Akane, evadiendo por momentos su mirada. Parecía, en cierto modo, saber qué era lo que él ansiaba, pero la idea de pedirlo había muerto mucho tiempo atrás, del mismo modo que la de intentar atar a un gato salvaje; Murasaki nunca había sido fácil de llevar, ni tampoco alguien constante a quien retener. Era, en cierto modo, un espíritu libre que se dejaba llevar por sus pasiones más que por la lógica -lo cual, en cierta medida, había llegado a estar bastante bien-, pero del mismo modo implicaba que cualquier plan trazado sobre ella debía tener en cuenta sus caprichos o eventuales necesidades. Como aquella.
Dexter sabía que ese momento iba a llegar, y había elegido una vía para desarrollar su plan que encajaba con el de la pirata, una rama tan distante y al mismo tiempo tan necesaria que incluso resultaba irónicamente cuadrar perfectamente.
- Eso no cambia nada. -Sonrió, dándole la espalda.
Comenzó a caminar lentamente, dándole una señal para que lo siguiese sin darse la vuelta cuando llevaba un par de pasos. Tenía muchas cosas que contarle, y tantas otras cosas que escuchar: Qué pretendía hacer, adónde iría, cómo pretendía hacerlo, si... No. Aquello era una constante; sus destinos estaban tangencialmente ligados, claro que se encontrarían de nuevo.
Paró de caminar cuando estuvo en el comedor, casi tirándose contra una silla de espaldas para esperar que el desayuno llegase solo. El personal interno había sido informado por su nuevo jefe de que había sobrevivido, aunque todos arquearon una ceja de todos modos al verlo. Seguramente no esperaban que siguiese por ahí con tanta pachorra, o creyesen que pretendía huir de algo. Pero no era así, él no huía. Ya no.
- Está bien, Akane. Cuéntamelo todo.
La bofetada le había hecho torcer el rostro, más por la sorpresa que por el dolor, pero había respondido con la misma calma que había tratado lo caracterizase siempre. Murasaki tenía derecho a sentirse como lo hacía, y aunque siempre habían compartimentado todas las facetas de su relación por separado, Dexter estaba convencido de que algunas líneas se desdibujaban en los momentos menos oportunos. Como aquel, por ejemplo.
Escuchó con atención las palabras de Akane, evadiendo por momentos su mirada. Parecía, en cierto modo, saber qué era lo que él ansiaba, pero la idea de pedirlo había muerto mucho tiempo atrás, del mismo modo que la de intentar atar a un gato salvaje; Murasaki nunca había sido fácil de llevar, ni tampoco alguien constante a quien retener. Era, en cierto modo, un espíritu libre que se dejaba llevar por sus pasiones más que por la lógica -lo cual, en cierta medida, había llegado a estar bastante bien-, pero del mismo modo implicaba que cualquier plan trazado sobre ella debía tener en cuenta sus caprichos o eventuales necesidades. Como aquella.
Dexter sabía que ese momento iba a llegar, y había elegido una vía para desarrollar su plan que encajaba con el de la pirata, una rama tan distante y al mismo tiempo tan necesaria que incluso resultaba irónicamente cuadrar perfectamente.
- Eso no cambia nada. -Sonrió, dándole la espalda.
Comenzó a caminar lentamente, dándole una señal para que lo siguiese sin darse la vuelta cuando llevaba un par de pasos. Tenía muchas cosas que contarle, y tantas otras cosas que escuchar: Qué pretendía hacer, adónde iría, cómo pretendía hacerlo, si... No. Aquello era una constante; sus destinos estaban tangencialmente ligados, claro que se encontrarían de nuevo.
Paró de caminar cuando estuvo en el comedor, casi tirándose contra una silla de espaldas para esperar que el desayuno llegase solo. El personal interno había sido informado por su nuevo jefe de que había sobrevivido, aunque todos arquearon una ceja de todos modos al verlo. Seguramente no esperaban que siguiese por ahí con tanta pachorra, o creyesen que pretendía huir de algo. Pero no era así, él no huía. Ya no.
- Está bien, Akane. Cuéntamelo todo.
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Mura chasqueó la lengua al notar esa sonrisa burlona-a su parecer- segundos antes de que le dieran la espalda. —A veces resultas terriblemente desagradable. —Se quejó, sin embargo, le siguió el juego acompañándole a regañadientes hacia el comedor. Ya se sabía el camino, así que sabía perfectamente a donde pretendía llevarla. O al menos podía imaginarlo.
Y sus suposiciones fueron correctas. Cinco minutos después de su pequeño roce en el pasillo se encontraban de nuevo ahí sentados. Bueno, su ex capitán al menos, quien se había apresurado a dejarse caer sobre la silla con la misma emoción de un niño pequeño. Mura alzó una ceja ante ese comportamiento y en parte agradeció ver en las reacciones de sus súbditos –aunque bueno, ya no eran suyos realmente- que no era la única desconcertada con su comportamiento. De todos modos, tras un instante titubeando y decidiendo donde se sentaría, la pelinaranja tomó asiento en la silla colindante a la suya. Podría haberse puesto en frente como la vez anterior pero no lo vio pertinente. Además…
—Ya que vamos a hablar esperaba un poco más de privacidad. — Musitó mientras su mirada se paseaba por la sala. Los pasmados sirvientes ya habían vuelto a su trabajo y se encontraban yendo de un lado a otro, algunos salieron de la sala en busca de comida que servirles, mientras que otros simplemente se quedaban ahí por si necesitaban de sus servicios. —De todos modos, eso de que quieres que te lo cuente todo es ambiguo. No sé muy bien por donde abordar el tema si me lo pides así, aunque soy yo quien te ha pedido esta “cita” — Su tono era mucho más relajado y despreocupado que antes, casi jocoso, aunque no hubiera comedia en su vida y lo que tenía que contar. Pero era tan lejano que lo que hacía referencia de su historia a si misma daba un poco igual. Mura se recostó en su asiento, estirándose un poco antes de dejar este reclinado y pasar las manos por debajo de la nuca, mirando al techo, en concreto al candelabro lleno de cristales colgando que reflejaban la luz de la mañana en aquel momento, dibujando siluetas en el techo.
—Hmmm… Ya sé. Creo que esta es la forma más fácil de explicarlo. Para empezar, Dexter… ¿Tú recuerdas dónde te criaste? ¿Cuál es la época de tu vida más “antigua” qué recuerdas? — Realmente no esperaba que contestase a sus preguntas, no iba a indagar en su privacidad, aunque siempre estaría dispuesta a escuchar, pero era una buena forma de ir explicando su situación, pues normalmente la gente de su edad aún podía mantener recuerdos de cuando tenía cuatro, cinco años, incluso menos en algunos casos. —Yo por ejemplo… Creo que mi primer recuerdo es de cuando tenía unos nueve años, quizás un poco menos. Tampoco es como si supiera mi edad exacta, al fin y al cabo. — Su mano se movió con esa última frase, como si quisiera quitarle importancia a lo que acababa de decir.
Sus ojos bajaron de la telaraña de cristal y luz para dirigirse otra vez a Dexter, sonriéndole. —Ya que quieres saber todo sobre mi plan y mis motivos, espero que no te importe escuchar estas historias. Luego puedo compasártelo para que no te aburras. Para algo soy la música del barco, ¿no? —
La comida llegó por la puerta justo cuando Mura dijo su última frase, provocando una pausa con la pérdida de atención de la felina para que dirigió su interés a las bandejas con bollería, el té humeante que solía beber desde hacía unos años y la fruta fresca, un conjunto de aromas realmente agradables para la chica que si de algo solía cojear bastante era de su gusto por comer. Tardó muy poco en llenar su plato y su boca-con un cruasán que se aseguró de seguir con un sorbo de té tras soplar un poco, para hacer que el dulce bajara mejor. — Pues bien, es ahí dónde empieza mi historia… y la de otros noventa y nueve niños. —
Y sus suposiciones fueron correctas. Cinco minutos después de su pequeño roce en el pasillo se encontraban de nuevo ahí sentados. Bueno, su ex capitán al menos, quien se había apresurado a dejarse caer sobre la silla con la misma emoción de un niño pequeño. Mura alzó una ceja ante ese comportamiento y en parte agradeció ver en las reacciones de sus súbditos –aunque bueno, ya no eran suyos realmente- que no era la única desconcertada con su comportamiento. De todos modos, tras un instante titubeando y decidiendo donde se sentaría, la pelinaranja tomó asiento en la silla colindante a la suya. Podría haberse puesto en frente como la vez anterior pero no lo vio pertinente. Además…
—Ya que vamos a hablar esperaba un poco más de privacidad. — Musitó mientras su mirada se paseaba por la sala. Los pasmados sirvientes ya habían vuelto a su trabajo y se encontraban yendo de un lado a otro, algunos salieron de la sala en busca de comida que servirles, mientras que otros simplemente se quedaban ahí por si necesitaban de sus servicios. —De todos modos, eso de que quieres que te lo cuente todo es ambiguo. No sé muy bien por donde abordar el tema si me lo pides así, aunque soy yo quien te ha pedido esta “cita” — Su tono era mucho más relajado y despreocupado que antes, casi jocoso, aunque no hubiera comedia en su vida y lo que tenía que contar. Pero era tan lejano que lo que hacía referencia de su historia a si misma daba un poco igual. Mura se recostó en su asiento, estirándose un poco antes de dejar este reclinado y pasar las manos por debajo de la nuca, mirando al techo, en concreto al candelabro lleno de cristales colgando que reflejaban la luz de la mañana en aquel momento, dibujando siluetas en el techo.
—Hmmm… Ya sé. Creo que esta es la forma más fácil de explicarlo. Para empezar, Dexter… ¿Tú recuerdas dónde te criaste? ¿Cuál es la época de tu vida más “antigua” qué recuerdas? — Realmente no esperaba que contestase a sus preguntas, no iba a indagar en su privacidad, aunque siempre estaría dispuesta a escuchar, pero era una buena forma de ir explicando su situación, pues normalmente la gente de su edad aún podía mantener recuerdos de cuando tenía cuatro, cinco años, incluso menos en algunos casos. —Yo por ejemplo… Creo que mi primer recuerdo es de cuando tenía unos nueve años, quizás un poco menos. Tampoco es como si supiera mi edad exacta, al fin y al cabo. — Su mano se movió con esa última frase, como si quisiera quitarle importancia a lo que acababa de decir.
Sus ojos bajaron de la telaraña de cristal y luz para dirigirse otra vez a Dexter, sonriéndole. —Ya que quieres saber todo sobre mi plan y mis motivos, espero que no te importe escuchar estas historias. Luego puedo compasártelo para que no te aburras. Para algo soy la música del barco, ¿no? —
La comida llegó por la puerta justo cuando Mura dijo su última frase, provocando una pausa con la pérdida de atención de la felina para que dirigió su interés a las bandejas con bollería, el té humeante que solía beber desde hacía unos años y la fruta fresca, un conjunto de aromas realmente agradables para la chica que si de algo solía cojear bastante era de su gusto por comer. Tardó muy poco en llenar su plato y su boca-con un cruasán que se aseguró de seguir con un sorbo de té tras soplar un poco, para hacer que el dulce bajara mejor. — Pues bien, es ahí dónde empieza mi historia… y la de otros noventa y nueve niños. —
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- Nadie aquí va a contar nada -repuso él, confiado-. Akagami no ha tenido tiempo aún de consultar cuánto cobra esta gente al mes por no decir nada. Y cuando lo haga dudo que se atreva a bajarles el sueldo.
Se ahorró mencionar aquella dura jornada de negociación en la que a cambio de un sueldo insultantemente alto y unas condiciones laborales impensables en el Gobierno Mundial todos los trabajadores del palacio habían aceptado, en su convenio exclusivo, el inmediato exilio y expatriación si hablaban, incluso entre ellos, de cualquier cosa que viesen u oyesen durante su jornada, fuera de ella. Al principio no había entendido muy bien por qué podía necesitarlo, pero tras darse cuenta de que le resultaba muy complicado hablar con la gente dentro de su dormitorio y de que su despacho no era tan confortable como el comedor lo vio, de pronto, casi razonable. Estaba seguro de que, en realidad, a los ojienses -el gentilicio adoptado en el Ojo tras la fundación de Fiordia- en su mayoría podría simplemente habérselo pedido; era el Bondye, al fin y al cabo, pero muchos trabajadores de otras partes del país e incluso de fuera de él, donde la religión del Ojo no valía nada. Y con razón.
- Lo cierto es que sí, me crie en una isla del...
Se calló al darse cuenta de que era una pregunta retórica. No dijo nada tampoco de que Akane se pusiese a su lado, aunque debió resistir la tentación de acariciarle una pierna. Ella estaba tratando de tomarse las cosas en serio, y no estaría bien que él no adoptase una disposición, como mínimo, igual de interesada que ella.
- Luego puedes compasármelo -repitió él, con un tono tan neutro y una sonrisa tan sardónica que casi resultaba ofensivo, pero volvió a su semblante serio y le dio pie para que continuase, escuchando atentamente.
Murasaki era, al parecer, un experimento. No necesitaba que lo dijese, al fin y al cabo todo iba encajando poco a poco: Ojos antinaturales, cabello de un color fantasía -sin teñir, estaba seguro- y el desconocimiento de su edad exacta. La pista final estaba en los otros noventa y nueve, una muestra relativamente amplia para uno de esos proyectos de súper soldado. Debía asumir pues que Akane había salido bien, o probablemente quien fuera que estuviese llevándolo adelante habría acabado con ella hacía tiempo. O tal vez hubiese escapado, lo que no lograba comprender era por qué eso cobraba relevancia de repente, a no ser... Cerró los ojos, centrándose una vez más en aquella visión que había contemplado ya varias veces.
- No me lo digas... -comenzó, masajeándose la frente como si le ayudase a la concentración-. Fuiste parte de un proyecto súper soldado que llevó a cabo... -abrió los ojos, fijándolos en ella-. El Gobierno Mundial. ¿Me equivoco?
Mucho tenía que equivocarse dado que, aunque era plenamente consciente de que una suerte de corrupción se había adueñado de ciertas partes de la Armada, no era algo ni mucho menos sistémico: En la Revolución había mentes perversas, sí, pero operaban dentro de ese "margen ético" que tantos problemas había terminado por acarrear, un cajón de mierda alrededor del que existía un acuerdo tácito de no abrir. Pero desde luego, mucho menos desarrollado que la institucionalizada maquinaria del Gobierno.
- ¿Cómo huiste de allí? -preguntó-. ¿Sabes dónde están sus instalaciones? ¿Qué planeas?
Juntó sus manos dedo a dedo sobre su pecho, recostándose mientras la observaba con cierta cautela. "¿Qué ocultas, Akane?".
Se ahorró mencionar aquella dura jornada de negociación en la que a cambio de un sueldo insultantemente alto y unas condiciones laborales impensables en el Gobierno Mundial todos los trabajadores del palacio habían aceptado, en su convenio exclusivo, el inmediato exilio y expatriación si hablaban, incluso entre ellos, de cualquier cosa que viesen u oyesen durante su jornada, fuera de ella. Al principio no había entendido muy bien por qué podía necesitarlo, pero tras darse cuenta de que le resultaba muy complicado hablar con la gente dentro de su dormitorio y de que su despacho no era tan confortable como el comedor lo vio, de pronto, casi razonable. Estaba seguro de que, en realidad, a los ojienses -el gentilicio adoptado en el Ojo tras la fundación de Fiordia- en su mayoría podría simplemente habérselo pedido; era el Bondye, al fin y al cabo, pero muchos trabajadores de otras partes del país e incluso de fuera de él, donde la religión del Ojo no valía nada. Y con razón.
- Lo cierto es que sí, me crie en una isla del...
Se calló al darse cuenta de que era una pregunta retórica. No dijo nada tampoco de que Akane se pusiese a su lado, aunque debió resistir la tentación de acariciarle una pierna. Ella estaba tratando de tomarse las cosas en serio, y no estaría bien que él no adoptase una disposición, como mínimo, igual de interesada que ella.
- Luego puedes compasármelo -repitió él, con un tono tan neutro y una sonrisa tan sardónica que casi resultaba ofensivo, pero volvió a su semblante serio y le dio pie para que continuase, escuchando atentamente.
Murasaki era, al parecer, un experimento. No necesitaba que lo dijese, al fin y al cabo todo iba encajando poco a poco: Ojos antinaturales, cabello de un color fantasía -sin teñir, estaba seguro- y el desconocimiento de su edad exacta. La pista final estaba en los otros noventa y nueve, una muestra relativamente amplia para uno de esos proyectos de súper soldado. Debía asumir pues que Akane había salido bien, o probablemente quien fuera que estuviese llevándolo adelante habría acabado con ella hacía tiempo. O tal vez hubiese escapado, lo que no lograba comprender era por qué eso cobraba relevancia de repente, a no ser... Cerró los ojos, centrándose una vez más en aquella visión que había contemplado ya varias veces.
- No me lo digas... -comenzó, masajeándose la frente como si le ayudase a la concentración-. Fuiste parte de un proyecto súper soldado que llevó a cabo... -abrió los ojos, fijándolos en ella-. El Gobierno Mundial. ¿Me equivoco?
Mucho tenía que equivocarse dado que, aunque era plenamente consciente de que una suerte de corrupción se había adueñado de ciertas partes de la Armada, no era algo ni mucho menos sistémico: En la Revolución había mentes perversas, sí, pero operaban dentro de ese "margen ético" que tantos problemas había terminado por acarrear, un cajón de mierda alrededor del que existía un acuerdo tácito de no abrir. Pero desde luego, mucho menos desarrollado que la institucionalizada maquinaria del Gobierno.
- ¿Cómo huiste de allí? -preguntó-. ¿Sabes dónde están sus instalaciones? ¿Qué planeas?
Juntó sus manos dedo a dedo sobre su pecho, recostándose mientras la observaba con cierta cautela. "¿Qué ocultas, Akane?".
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“Y ahora la bestia alada me mira a mí como quien mira a una aberración”. Bufó para sus adentros, aunque su rostro no se vio perturbado. Iba a quejarse de la misma forma animada que había tomado al empezar a hablar con él. Decirle que era un mal oyente y así no había quien pusiera en práctica sus dotes narrativas. Pero decidió callarse el comentario para cuando no sintiera un aura de recelo hacia su persona que se había formado con aquella sorprendentemente acertada suposición. Simplemente se apartó un poco con su asiento y apartó la mirada, centrándola en un punto en blanco para concentrarse mientras continuaba su historia. No se molestó en contestar a sus preguntas porque la respuesta venía más delante de su historia.
—El primer recuerdo que tengo es frío y oscuro, la verdad. Estaba encerrada en una especie de celda que en vez de barrotes tenían paneles de cristal con orificios, demasiado gruesos para que pudiera romperlos. Recuerdo una puerta abriéndose y llevarme a una mesa de operaciones y un dolor tremendo tanto cuando me resistí como cuando me ataron para hacer lo que quiera que nos hicieron. — Comenzó a explicar, obviando varios detalles que no tenían interés en su opinión, como que ella en aquella época fue algo así como la hermana mayor de esos niños que habían sido probados y calificados según el resultado.
—Los colores de los ojos de los niños variaban según lo “fuertes” o afines que se habían vuelto a lo que fuera que nos inyectaron. Los más “raros” tenían unas capacidades mejores que los demás, pero eran más difíciles de “borrar”. Su idea era algo así como crear soldados colmena. Aunque como puedes ver la cosa no salió del todo bien… Por cierto, yo era la única con este color de ojos, por eso “Murasaki” por lo visto en algún lugar significa morado. —Hizo una mueca. —En cualquier caso... Los que eran más débiles al final acabaron muriendo debido al tratamiento o quizás porque al no sobrellevar bien el experimento su cuerpo se degeneró, algunos apenas duraron semanas. Solo otros dos tipos de ojos se mantuvieron a parte de mí...-y de uno de ellos consiguieron lo que querían-. Así que, con el tiempo, fuimos unos veintiún niños los que al final se revelaron. No queríamos acabar igual que los que ya trabajaban a gusto de esas personas. —
El día de huida lo resumió bastante. No había nada sorprendente en que unos experimentos se revelaran para recuperar su libertad. Niños que siendo instruidos en combate con armas de filo aprovecharon la oportunidad para tratar de zafarse de quienes les tenían cautivos, los que estaban siendo controlados usados como escudo. —Una masacre. Mis recuerdos de aquel día están borrosos. Olor a carne quemada y humo. Aunque entiendo que eso fue mi culpa. Yo ya había ingerido la fruta de Kougar –el nombre que le dio al puma que era capaz de “invocar” y que se encontraba en su fruta- y aunque nunca la desperté por no saber que era o cómo hacerlo, porque simplemente me forzaron a ingerir algo más que nada. Lo más seguro es que se descontrolara por la situación. Lo mismo va para el fuego. —
Mura volvió los ojos a Dexter y sonrió amargamente. —Si sigo viva es por pura suerte en verdad. Caí en una de las muchas balsas de emergencia que ahí tenían y esta me arrastró a tierra firme en otro lugar. Tampoco sé muy bien cómo funcionaban esas cosas. Sobre los marines y científicos no sé si sobrevivieron…—Sus ojos se ensombrecieron en esta parte, delatando que sabía algo. Quizás alguno si sobrevivió. Pero no iba a hablar de su segundo viaje a esa isla, no aún. — Pero estoy casi segura de que esos niños no lo lograron. — Su voz se quebró y sintió que debía apartar la mirada.
Akane se acomodó en la silla mirando hacia su taza de té y la tomó entre sus manos, jugueteando con el borde de esta. Prácticamente sentía que había confesado su mayor pecado a alguien que, si tenía apreció por ella, podía cambiar su forma de pensar al respecto en ese mismo instante. “Es lo que has decidido”. Le dijo la voz en su interior y ella contestó mentalmente mientras daba un sorbo.
“Lo sé, y seguiré adelante con ello”.
El silencio se mantuvo durante unos minutos. Ese día empezaba a tener demasiadas pausas para su gusto, así que Mura volvió a hablar. —“Akane”, ese nombre y alguna canción de cuna que aún repaso para no olvidar, es lo único que tengo de antes de aquel lugar en el que me tuvieron durante unos tres años, hasta que “escapé”. Y debo decir que saber que tenías algo y te fue arrebatado solo hace las cosas peor. Hay muchas preguntas a las que he tenido que abandonar la esperanza de encontrarles respuesta. Pero al menos sé que soy humana. Sobre donde se encuentran las instalaciones, en principio no debería saberlo, pero…Digamos que las encontré en un viaje con Sumire tiempo atrás. No puedo asegurar que haya nada de valor ahí dentro. —Mintió. — Pero si quieres buscarlas ella es la única que podría llevarte, y llevarme. Se podría decir que ese es el primer lugar para ir encontrando pistas. Sobre lo que quiero, creo que es evidente. Llevo sobre mi espalda la vida de esos niños y no tengo forma de devolverles a la vida. Así que solo puedo hacer algo por ellos. Quiero acabar con los experimentos del gobierno y, de ser posible salvar las vidas de los niños que ahí se encontrase. Darles un futuro mejor. —
—El primer recuerdo que tengo es frío y oscuro, la verdad. Estaba encerrada en una especie de celda que en vez de barrotes tenían paneles de cristal con orificios, demasiado gruesos para que pudiera romperlos. Recuerdo una puerta abriéndose y llevarme a una mesa de operaciones y un dolor tremendo tanto cuando me resistí como cuando me ataron para hacer lo que quiera que nos hicieron. — Comenzó a explicar, obviando varios detalles que no tenían interés en su opinión, como que ella en aquella época fue algo así como la hermana mayor de esos niños que habían sido probados y calificados según el resultado.
—Los colores de los ojos de los niños variaban según lo “fuertes” o afines que se habían vuelto a lo que fuera que nos inyectaron. Los más “raros” tenían unas capacidades mejores que los demás, pero eran más difíciles de “borrar”. Su idea era algo así como crear soldados colmena. Aunque como puedes ver la cosa no salió del todo bien… Por cierto, yo era la única con este color de ojos, por eso “Murasaki” por lo visto en algún lugar significa morado. —Hizo una mueca. —En cualquier caso... Los que eran más débiles al final acabaron muriendo debido al tratamiento o quizás porque al no sobrellevar bien el experimento su cuerpo se degeneró, algunos apenas duraron semanas. Solo otros dos tipos de ojos se mantuvieron a parte de mí...-y de uno de ellos consiguieron lo que querían-. Así que, con el tiempo, fuimos unos veintiún niños los que al final se revelaron. No queríamos acabar igual que los que ya trabajaban a gusto de esas personas. —
El día de huida lo resumió bastante. No había nada sorprendente en que unos experimentos se revelaran para recuperar su libertad. Niños que siendo instruidos en combate con armas de filo aprovecharon la oportunidad para tratar de zafarse de quienes les tenían cautivos, los que estaban siendo controlados usados como escudo. —Una masacre. Mis recuerdos de aquel día están borrosos. Olor a carne quemada y humo. Aunque entiendo que eso fue mi culpa. Yo ya había ingerido la fruta de Kougar –el nombre que le dio al puma que era capaz de “invocar” y que se encontraba en su fruta- y aunque nunca la desperté por no saber que era o cómo hacerlo, porque simplemente me forzaron a ingerir algo más que nada. Lo más seguro es que se descontrolara por la situación. Lo mismo va para el fuego. —
Mura volvió los ojos a Dexter y sonrió amargamente. —Si sigo viva es por pura suerte en verdad. Caí en una de las muchas balsas de emergencia que ahí tenían y esta me arrastró a tierra firme en otro lugar. Tampoco sé muy bien cómo funcionaban esas cosas. Sobre los marines y científicos no sé si sobrevivieron…—Sus ojos se ensombrecieron en esta parte, delatando que sabía algo. Quizás alguno si sobrevivió. Pero no iba a hablar de su segundo viaje a esa isla, no aún. — Pero estoy casi segura de que esos niños no lo lograron. — Su voz se quebró y sintió que debía apartar la mirada.
Akane se acomodó en la silla mirando hacia su taza de té y la tomó entre sus manos, jugueteando con el borde de esta. Prácticamente sentía que había confesado su mayor pecado a alguien que, si tenía apreció por ella, podía cambiar su forma de pensar al respecto en ese mismo instante. “Es lo que has decidido”. Le dijo la voz en su interior y ella contestó mentalmente mientras daba un sorbo.
“Lo sé, y seguiré adelante con ello”.
El silencio se mantuvo durante unos minutos. Ese día empezaba a tener demasiadas pausas para su gusto, así que Mura volvió a hablar. —“Akane”, ese nombre y alguna canción de cuna que aún repaso para no olvidar, es lo único que tengo de antes de aquel lugar en el que me tuvieron durante unos tres años, hasta que “escapé”. Y debo decir que saber que tenías algo y te fue arrebatado solo hace las cosas peor. Hay muchas preguntas a las que he tenido que abandonar la esperanza de encontrarles respuesta. Pero al menos sé que soy humana. Sobre donde se encuentran las instalaciones, en principio no debería saberlo, pero…Digamos que las encontré en un viaje con Sumire tiempo atrás. No puedo asegurar que haya nada de valor ahí dentro. —Mintió. — Pero si quieres buscarlas ella es la única que podría llevarte, y llevarme. Se podría decir que ese es el primer lugar para ir encontrando pistas. Sobre lo que quiero, creo que es evidente. Llevo sobre mi espalda la vida de esos niños y no tengo forma de devolverles a la vida. Así que solo puedo hacer algo por ellos. Quiero acabar con los experimentos del gobierno y, de ser posible salvar las vidas de los niños que ahí se encontrase. Darles un futuro mejor. —
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Dexter escuchó atentamente la historia, tratando de cuadrar en su mente fechas por si, de alguna forma, él hubiera estado en algún momento allí. Sin embargo no dio una dirección ni unas vagas indicaciones, tan solo se limitó a contarle las tragedias por las que había pasado y, aunque empatizaba con ella todo lo que podía, eso no respondía a qué pretendía hacer; solo era un manifiesto de intenciones, una forma de demostrar su preocupación por el tema y esa voluntad de evitarlo. Pero algo le escamaba en todo aquello.
- Sabes que puedo leerte la mente, ¿verdad? -mintió, en cierto modo. En realidad era capaz de vislumbrar pensamientos sueltos si se concentraba, pero podía sentir sus emociones más inmediatas con una nitidez que casi escapaba a la comprensión-. Lo que hayas hecho por sobrevivir hace una década no cambia quién eres hoy, Akane. -Agarró la silla de la muchacha y la empujó hasta su posición original-. Es lo que eliges hacer, y no aquello a lo que te obligan, lo que determina cómo te vemos.
Dejó que el silencio los envolviese de nuevo, pero aquella vez sí dejó su mano sobre la pierna de Mura. Recostado, dejó la vista perdida en el techo mientras movía el pulgar, acariciándola. Esperaba que se relajase un poco, o al menos sus emociones tendiesen más hacia un estado más animado.
- Algún día debería contaros lo que vi para aceptar esto -dijo, acariciándose la cicatriz del pecho. Apenas era una delgada y casi imperceptible línea blanca que no tardaría en camuflarse entre la piel pálida del dragón-. Así podríais entender que todo lo que me guía busca un mañana mejor... Pero eso no quita que todos actuamos mal a veces, y he tenido que permitir cosas terribles para que esto salga bien. No eres tú la que tiene que preocuparse de que la vean como un monstruo, soy yo.
Respiró profundamente, tratando de volver a lo que Akane le había contado.
- Para acabar con los experimentos del Gobierno necesitas poder en el Gobierno -sentenció-. Asumo que parte de tu plan pasa por infiltrarte en la Marina, ¿no? -La Marina era, al fin y al cabo, la encargada en última instancia de la investigación militar del Gobierno, por lo que lo más razonable en alguien que deseaba acabar con esa clase de experimentos pasaba por llegar alto en su rama científica-. Yo no lo veo la mejor opción, porque cuando todo esto acabe esas cosas caerán por su propio peso, pero si es lo que deseas...
- Sabes que puedo leerte la mente, ¿verdad? -mintió, en cierto modo. En realidad era capaz de vislumbrar pensamientos sueltos si se concentraba, pero podía sentir sus emociones más inmediatas con una nitidez que casi escapaba a la comprensión-. Lo que hayas hecho por sobrevivir hace una década no cambia quién eres hoy, Akane. -Agarró la silla de la muchacha y la empujó hasta su posición original-. Es lo que eliges hacer, y no aquello a lo que te obligan, lo que determina cómo te vemos.
Dejó que el silencio los envolviese de nuevo, pero aquella vez sí dejó su mano sobre la pierna de Mura. Recostado, dejó la vista perdida en el techo mientras movía el pulgar, acariciándola. Esperaba que se relajase un poco, o al menos sus emociones tendiesen más hacia un estado más animado.
- Algún día debería contaros lo que vi para aceptar esto -dijo, acariciándose la cicatriz del pecho. Apenas era una delgada y casi imperceptible línea blanca que no tardaría en camuflarse entre la piel pálida del dragón-. Así podríais entender que todo lo que me guía busca un mañana mejor... Pero eso no quita que todos actuamos mal a veces, y he tenido que permitir cosas terribles para que esto salga bien. No eres tú la que tiene que preocuparse de que la vean como un monstruo, soy yo.
Respiró profundamente, tratando de volver a lo que Akane le había contado.
- Para acabar con los experimentos del Gobierno necesitas poder en el Gobierno -sentenció-. Asumo que parte de tu plan pasa por infiltrarte en la Marina, ¿no? -La Marina era, al fin y al cabo, la encargada en última instancia de la investigación militar del Gobierno, por lo que lo más razonable en alguien que deseaba acabar con esa clase de experimentos pasaba por llegar alto en su rama científica-. Yo no lo veo la mejor opción, porque cuando todo esto acabe esas cosas caerán por su propio peso, pero si es lo que deseas...
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—¿Qué puedes hacer qué? No te creo— Mura casi se cayó de la silla al incorporarse sobre esta para apoyar sus manos en el reposabrazos de la silla de Dexter, sorprendida ante aquellas declaraciones. Suerte que el dragón estuvo atento -con otras intenciones a lo mejor- y sujeto el respaldo de la silla por ella, volviendo a dejar esta recta. —Tiene que ser broma, si no me hubiera podido ahorrar toda esta explicación tan deprimente. — Farfulló volviendo a sentarse de forma apropiada de cadera para abajo, aunque ahora se encontraba mirando a Dexter con las mejillas hinchadas y el ceño fruncido, apoyada aún en el reposabrazos. Suspiró, mientras atendía a sus palabras, en parte sintiéndose culpable por aquel pensamiento que debía haber tenido grabado en el rostro. Y a pesar de ello era él quien intentaba reconfortarla.
—Tampoco es algo que me preocupe, lo de ser vista así. Me daría igual si no fuera porque sois gente importante para mí. Aka y Sumire eran los únicos que sabían sobre ello. Y con respecto a lo que hayas hecho y tus planes. Creo que no te puedo juzgar, pero Bakagami debió ponerse furioso. Casi fue peor el aguantarle tanto tiempo de moros. — Intentó bromear, antes de que el silencio les rodeara. Sentía que había metido la pata o lo haría si seguía así, por lo que se calló hasta que Dexter retomó el hilo de la conversación.
—En eso te equivocas. — Respondió antes de llenar un vaso de cristal con zumo de naranja y beber, bastante más tranquila. —La marina no es una buena opción para lo que pretendo hacer. Por un lado, lo que yo quiero es una información más restringida. Los marines que estuvieron en ese laboratorio estoy muy segura de que no tenían todos los datos al respecto. Solo tenían dos funciones. El poder o información que podría obtener ahí sería más militar. O eso creo. Son datos útiles para ganar una guerra, no para salvar vidas antes de que esta estalle. Por el otro lado… Bueno, mi cara es bastante conocida, aunque eso se puede resolver con facilidad… Pero me he cruzado con demasiados marines, por ejemplo, el tipo ese del hielo. Una vez hace años cayó en nuestro barco, antes de que los Demon se disolvieran. También me lo crucé de frente cuando pasó lo de Legim y en la ejecución. — Mura suspiró exasperada. —Solo me falta tener pesadillas con él. Seguro que tiene un radar para cruzarse conmigo o algo. Me veo capaz de cruzármelo de frente nada más ponga un pie en el primer cuartel de turno. — Tomó aire. Solo la idea le causaba escalofríos.
—Así que mi idea es infiltrarme aún más profundo en la boca del lobo, en el gobierno mismo. Debería ser más fácil llegar a lugares con información sobre experimentos y otros trapos sucios del gobierno. No creo haberme cruzado con ningún agente tampoco… Es más seguro, aunque no lo parezca. Pero antes tengo que hacer unas cuantas cosas, no podré simplemente inscribirme buscando trabajo. Aunque tengo una ligera idea de cómo llevar eso a cabo. También, antes de ir tengo que pedirle un favor a Slade y volver a visitar el laboratorio que te comenté antes. No sé si quedó algo intacto, pero por probar…—
—Tampoco es algo que me preocupe, lo de ser vista así. Me daría igual si no fuera porque sois gente importante para mí. Aka y Sumire eran los únicos que sabían sobre ello. Y con respecto a lo que hayas hecho y tus planes. Creo que no te puedo juzgar, pero Bakagami debió ponerse furioso. Casi fue peor el aguantarle tanto tiempo de moros. — Intentó bromear, antes de que el silencio les rodeara. Sentía que había metido la pata o lo haría si seguía así, por lo que se calló hasta que Dexter retomó el hilo de la conversación.
—En eso te equivocas. — Respondió antes de llenar un vaso de cristal con zumo de naranja y beber, bastante más tranquila. —La marina no es una buena opción para lo que pretendo hacer. Por un lado, lo que yo quiero es una información más restringida. Los marines que estuvieron en ese laboratorio estoy muy segura de que no tenían todos los datos al respecto. Solo tenían dos funciones. El poder o información que podría obtener ahí sería más militar. O eso creo. Son datos útiles para ganar una guerra, no para salvar vidas antes de que esta estalle. Por el otro lado… Bueno, mi cara es bastante conocida, aunque eso se puede resolver con facilidad… Pero me he cruzado con demasiados marines, por ejemplo, el tipo ese del hielo. Una vez hace años cayó en nuestro barco, antes de que los Demon se disolvieran. También me lo crucé de frente cuando pasó lo de Legim y en la ejecución. — Mura suspiró exasperada. —Solo me falta tener pesadillas con él. Seguro que tiene un radar para cruzarse conmigo o algo. Me veo capaz de cruzármelo de frente nada más ponga un pie en el primer cuartel de turno. — Tomó aire. Solo la idea le causaba escalofríos.
—Así que mi idea es infiltrarme aún más profundo en la boca del lobo, en el gobierno mismo. Debería ser más fácil llegar a lugares con información sobre experimentos y otros trapos sucios del gobierno. No creo haberme cruzado con ningún agente tampoco… Es más seguro, aunque no lo parezca. Pero antes tengo que hacer unas cuantas cosas, no podré simplemente inscribirme buscando trabajo. Aunque tengo una ligera idea de cómo llevar eso a cabo. También, antes de ir tengo que pedirle un favor a Slade y volver a visitar el laboratorio que te comenté antes. No sé si quedó algo intacto, pero por probar…—
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- Primero: Es de muy mala educación entrar en la cabeza de otra persona. Segundo: Realmente no leo tu mente, pero puedo escuchar tu voz... Bueno, la voz de todas las cosas. Tus emociones, los pensamientos más superficiales de tu cabeza... Imagina que todo eso que pasa por tu cabeza lo dijeses como un susurro constantemente. Algunas cosas, si me concentro, puedo llegar a escucharlas, pero las más evidentes están ahí. Y es una preocupación infundada.
Se quedó lívido cuando entendió que no pretendía asaltar el ejército, sino entrar en los hilos del mismísimo poder fático del Gobierno Mundial: El Cipher Pol. Como agente era cierto que tendría acceso a un nivel superior, así como a detalles que les eran ocultados a los mismísimos marines, fuesen del rango que fuesen. Pero en las agencias había monstruos sin ninguna clase de corazón, como el asesino de Alice, o personas que podían leer la mente. Dexter sabía que, en sus tiempos de Shichibukai, había un agente interrogador que poseía la capacidad de leer la mente a cualquiera; no recordaba su nombre, pero si seguía allí Murasaki no tenía ninguna oportunidad de infiltrarse... Al menos, sin ayuda. De pronto todo el plan que había desenvuelto encajó: Midorima.
- Akane, ¿tú sabes por qué Akagami se unió a mí hace años? -preguntó. No sabía si en algún momento lo habían hablado, pero Dexter ya se había encontrado a los Red Demons disueltos antes de proponerles entrar a los Blue Rose-. Teníamos un objetivo: Cambiar el mundo, darle la vuelta por completo y terminar con todas las atrocidades que el Gobierno Mundial lleva tanto tiempo cometiendo con impunidad. Por eso yo estaba dispuesto a morir, y él también lo habría estado si fuese su papel en todo esto. Y el tuyo sé que es adentrarte en el Gobierno... Pero te tengo que pedir un favor: Cuida de Midorima.
Un silencio incómodo envolvió la mesa por un momento, pero Dexter volvió a romper el silencio:
- Midorima está infiltrado en el Cipher Pol también. Y no sabe que estoy vivo, pero es una pieza clave para que todo salga bien. -Necesitaba que lo comprendiese, por lo que decidió arriesgarse-. Yo sé, porque lo he visto, que sin ti el pelomoco no vivirá lo suficiente como para poder aprovechar la fama y el reconocimiento que tiene a causa de "haberme entregado". -Marcó las comillas con los dedos-. Si te aseguras de que viva, hay muchas más probabilidades de que el plan que tenemos en marcha funcione. Si no... -Miró a uno de los mayordomos, esperando la confirmación deseada y, con el asentimiento de Bautista, sacó un sobre bien cargado de folios, pero cerrado-. Me la estoy jugando aquí. En este sobre están todas las formas en que Midorima podría morir a lo largo de los próximos cinco años. La mayoría son irrelevantes, probabilidades nulas. No puedes abrir esto mientras él viva, pero si muere busca la página exacta, porque están las indicaciones exactas de qué debes hacer si él no puede. Si abres este sobre, si lees una sola muerte de Midorima, podrías hacer que su destino cambiase. Si su destino es morir no podrás salvarlo, tampoco te culpes; pero sí tienes que darlo todo, salvo tu vida, para evitar que muera o lo atrapen. Porque lo que va a hacer es grande. Ya lo creo que sí.
Había invertido demasiado tiempo investigando las posibles formas en que Midorima podía morir, y una vez más estaba manipulando el futuro. No sabía si de pronto lo torcería, pero sí sabía que con Mura siendo su niñera el éxito de aquella locura era mucho más probable. La necesitaban.
Se quedó lívido cuando entendió que no pretendía asaltar el ejército, sino entrar en los hilos del mismísimo poder fático del Gobierno Mundial: El Cipher Pol. Como agente era cierto que tendría acceso a un nivel superior, así como a detalles que les eran ocultados a los mismísimos marines, fuesen del rango que fuesen. Pero en las agencias había monstruos sin ninguna clase de corazón, como el asesino de Alice, o personas que podían leer la mente. Dexter sabía que, en sus tiempos de Shichibukai, había un agente interrogador que poseía la capacidad de leer la mente a cualquiera; no recordaba su nombre, pero si seguía allí Murasaki no tenía ninguna oportunidad de infiltrarse... Al menos, sin ayuda. De pronto todo el plan que había desenvuelto encajó: Midorima.
- Akane, ¿tú sabes por qué Akagami se unió a mí hace años? -preguntó. No sabía si en algún momento lo habían hablado, pero Dexter ya se había encontrado a los Red Demons disueltos antes de proponerles entrar a los Blue Rose-. Teníamos un objetivo: Cambiar el mundo, darle la vuelta por completo y terminar con todas las atrocidades que el Gobierno Mundial lleva tanto tiempo cometiendo con impunidad. Por eso yo estaba dispuesto a morir, y él también lo habría estado si fuese su papel en todo esto. Y el tuyo sé que es adentrarte en el Gobierno... Pero te tengo que pedir un favor: Cuida de Midorima.
Un silencio incómodo envolvió la mesa por un momento, pero Dexter volvió a romper el silencio:
- Midorima está infiltrado en el Cipher Pol también. Y no sabe que estoy vivo, pero es una pieza clave para que todo salga bien. -Necesitaba que lo comprendiese, por lo que decidió arriesgarse-. Yo sé, porque lo he visto, que sin ti el pelomoco no vivirá lo suficiente como para poder aprovechar la fama y el reconocimiento que tiene a causa de "haberme entregado". -Marcó las comillas con los dedos-. Si te aseguras de que viva, hay muchas más probabilidades de que el plan que tenemos en marcha funcione. Si no... -Miró a uno de los mayordomos, esperando la confirmación deseada y, con el asentimiento de Bautista, sacó un sobre bien cargado de folios, pero cerrado-. Me la estoy jugando aquí. En este sobre están todas las formas en que Midorima podría morir a lo largo de los próximos cinco años. La mayoría son irrelevantes, probabilidades nulas. No puedes abrir esto mientras él viva, pero si muere busca la página exacta, porque están las indicaciones exactas de qué debes hacer si él no puede. Si abres este sobre, si lees una sola muerte de Midorima, podrías hacer que su destino cambiase. Si su destino es morir no podrás salvarlo, tampoco te culpes; pero sí tienes que darlo todo, salvo tu vida, para evitar que muera o lo atrapen. Porque lo que va a hacer es grande. Ya lo creo que sí.
Había invertido demasiado tiempo investigando las posibles formas en que Midorima podía morir, y una vez más estaba manipulando el futuro. No sabía si de pronto lo torcería, pero sí sabía que con Mura siendo su niñera el éxito de aquella locura era mucho más probable. La necesitaban.
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La conversación había tomado un giro que no esperaba. Tras ver palidecer a la persona ahí delante ante la idea de que se adentrara dentro del gobierno pareció como si los engranajes de una maquina empezaran a arrancar dentro de Dexter. Se le había ocurrido algo y por como retomó sus palabras Mura sentía que no le iba a gustar. Y efectivamente no le gustó. Aunque el comienzo de la conversación parecía a dar una respuesta totalmente opuesta a la que recibió. Y mucho menos se esperaba que al dragón no se le ocurriera otra cosa más que pedirle que cuidase de la persona que le había entregado a la marina.
Le costó ubicarlo con solo su nombre, porque no era alguien con quién se hubiera cruzado alguna vez y tampoco le habían hablado de él, una palabra sobre un papel que hasta que su capitán pudiera ser “salvado” le importaría nada o menos. Pero según las palabras de Dexter fueron hilándose…
Mura se quedó unos segundos mirando el sobre que se encontraba frente a ella. De color café, estaba claro que dentro había muchas páginas, ¿cincuenta? ¿Cien? Tal vez nunca lo averiguara, porque para empezar no había nada que quisiera rechazar más que el favor que le acababan de pedir. Ella misma podría haber sido incluso una de las razones por las que el peliverde acabara muerto según el destino de Dexter. —Estás de broma. — No era una pregunta. Tras salir de su estupefacción, con un ceño levemente fruncido y la mirada seria se quedó fulminando a Dexter con la mirada unos segundos, cavilando las opciones que tenía. Por un lado, quería ayudarle y tenía objetivos comunes de hecho era el mismo motivo que había llevado a Mura a unirse a los Demons. De todos sus tripulantes, ella era la que mantenía un interés más afín con su capitán, al fin y al cabo. No había forma de que no supiera aquello. Y si era una forma de llegar a su objetivo tampoco le costaba tanto estar de niñera. Por otro lado, si quería pedir favores para infiltrarse debería ofrecer algo a cambio. Se mordió el labio en un deje de frustración. Parecía estar en una encerrona.
—¿Por qué? — Acabó preguntando al fin. —Es decir… ¿Por qué esa persona te entregó? Si me dices que fue por petición tuya podría aceptarlo a regañadientes… Pero necesito saber la verdad. Y también quiero que me cuentes la relación que tienes con él. No voy a cuidar tan fácilmente de alguien que pudo haber provocado tu muerte. Y si acepto será pidiendo algo a cambio. — Añadió mientras alargaba el brazo para agarrar dicho sobre y dejarlo a buen recaudo, por el momento.
Le costó ubicarlo con solo su nombre, porque no era alguien con quién se hubiera cruzado alguna vez y tampoco le habían hablado de él, una palabra sobre un papel que hasta que su capitán pudiera ser “salvado” le importaría nada o menos. Pero según las palabras de Dexter fueron hilándose…
Mura se quedó unos segundos mirando el sobre que se encontraba frente a ella. De color café, estaba claro que dentro había muchas páginas, ¿cincuenta? ¿Cien? Tal vez nunca lo averiguara, porque para empezar no había nada que quisiera rechazar más que el favor que le acababan de pedir. Ella misma podría haber sido incluso una de las razones por las que el peliverde acabara muerto según el destino de Dexter. —Estás de broma. — No era una pregunta. Tras salir de su estupefacción, con un ceño levemente fruncido y la mirada seria se quedó fulminando a Dexter con la mirada unos segundos, cavilando las opciones que tenía. Por un lado, quería ayudarle y tenía objetivos comunes de hecho era el mismo motivo que había llevado a Mura a unirse a los Demons. De todos sus tripulantes, ella era la que mantenía un interés más afín con su capitán, al fin y al cabo. No había forma de que no supiera aquello. Y si era una forma de llegar a su objetivo tampoco le costaba tanto estar de niñera. Por otro lado, si quería pedir favores para infiltrarse debería ofrecer algo a cambio. Se mordió el labio en un deje de frustración. Parecía estar en una encerrona.
—¿Por qué? — Acabó preguntando al fin. —Es decir… ¿Por qué esa persona te entregó? Si me dices que fue por petición tuya podría aceptarlo a regañadientes… Pero necesito saber la verdad. Y también quiero que me cuentes la relación que tienes con él. No voy a cuidar tan fácilmente de alguien que pudo haber provocado tu muerte. Y si acepto será pidiendo algo a cambio. — Añadió mientras alargaba el brazo para agarrar dicho sobre y dejarlo a buen recaudo, por el momento.
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- Verás, esto es algo que prometí debía quedar entre él y yo, pero te lo voy a contar.
Con aquellas palabras dejó que el reloj corriese, tan solo mirándola. Retiró la mano de su muslo y se incorporó, apoyando los codos sobre la mesa antes de dejar caer sus manos también. No sabía ni por dónde empezar, y probablemente tendría que remontarse a más de diez años en el pasado para poder aclarar en profundidad la naturaleza de aquella tormentosa relación: La relación que mantenía con su mejor amigo. Cuánto le jodía llamar así al puto pelomoco era un secreto que iba a ahorrarse mientras viviese.
-Tengo treinta y tres años, y he navegado desde hace más de media vida. De hecho, cuando comencé mis andanzas como cazarrecompensas -aquella palabra le era muy lejana ya- apenas era un crío, pero era en cierta medida poderoso. -Se ahorró mencionar que era usuario desde su infancia, por lo que poseía el poder de una fruta extraordinaria en un mar cardinal, lo que era una injusta ventaja sin duda alguna-. Cuando tenía veinte años acabé siendo pirata, casi accidentalmente, porque un criminal deleznable me salvó la vida. Le debo mucho a Kedra en realidad. -Cerró los ojos, preguntándose qué sería de la Pesadilla en esos momentos-. Midorima, por su parte, fue un chico que conocí en Tequila Wolf antes de conocer a Kedra, y cuando más tarde yo abandoné esa banda él entró. Enfadado, y en ese momento demasiado débil para enfrentar a mi excapitán, me enfrenté a Midorima. Al final él y yo siempre hemos estado a palos...
Se afanó en explicarle la relación que habían tenido desde aquellos momentos, haciendo hincapié en cómo habían fundado juntos a los Blue Rose con el objetivo de detener a Kedra y la lucha que juntos tuvieron en Mary Geoise contra la temible invasión gyojin que amenazaba con destruir el mundo tal como se conocía. También le explicó un poco la naturaleza del peliverde, el amor que sentía por Dark D. Rose y todas las veces que había terminado escabulléndose para ayudar a los Sons of Anarchy cuando ella lo necesitó.
- Tras la guerra de Hallstat, antes de que te unieras a la banda, Midorima desapareció. En realidad lo vi una vez poco después, pero no pude hacerle entrar en razón, y ahora mismo está infiltrado para salvar a su amada. Él cree que la tienen encerrada, aunque yo sospecho que es mentira; al fin y al cabo un hombre enamorado es fácil de manipular. Yo también decidí utilizarlo: Él necesitaba llegar a lo más alto y yo ser ejecutado, así que le convencí de que estaba harto de vivir y me entregué en un "último acto de amistad". -Una vez más marcó las comillas con los dedos-. Él ahora es un agente respetado, y probablemente mi captura le ayude a ascender en la jerarquía. ¿Entiendes a dónde quiero llegar?
Probó una rosquilla en seco, y también se le antojó una enorme palmera que habían dejado ahí para él. Mientras Mura asimilaba él iba comiendo, hasta que finalmente se decidió a terminar de explicarle las pocas piezas que quedaban:
- Si Midorima llega a liderar una división del Cipher Pol, preferiblemente la octava, será un gran éxito y un avance en nuestros planes. Desde dentro podrá convertirla en una maquinaria para aplastar a sus amos. Sin embargo, y como imaginarás por ese sobre... Es propenso a los accidentes. No te dejes engañar por su apariencia, en un año perdió tres extremidades y luego la misma persona que lo extorsiona ahora le reimplantó unos. Eso... ¿Te hace un poco más receptiva? Piensa que no puedo obligarte a nada. Ya no soy tu capitán. -Se preguntó si debería decir lo que estaba pensando, pero al final decidió soltarlo. Con suerte relajaría la tensión del momento-. Al menos no mientras estás vestida.
Le guiñó un ojo manteniendo una sonrisa pícara. Habría dicho "mientras llevamos", pero él ya no llevaba ropa habitualmente. Era incómodo, salvo si tenía que pelear. Entonces el Príncipe era una molestia que no podía tolerar, por lo que como mínimo vestía su tren inferior. En cualquier caso, necesitaba saber hasta dónde estaba Akane dispuesta a llegar, o debería encontrar a otra persona.
Con aquellas palabras dejó que el reloj corriese, tan solo mirándola. Retiró la mano de su muslo y se incorporó, apoyando los codos sobre la mesa antes de dejar caer sus manos también. No sabía ni por dónde empezar, y probablemente tendría que remontarse a más de diez años en el pasado para poder aclarar en profundidad la naturaleza de aquella tormentosa relación: La relación que mantenía con su mejor amigo. Cuánto le jodía llamar así al puto pelomoco era un secreto que iba a ahorrarse mientras viviese.
-Tengo treinta y tres años, y he navegado desde hace más de media vida. De hecho, cuando comencé mis andanzas como cazarrecompensas -aquella palabra le era muy lejana ya- apenas era un crío, pero era en cierta medida poderoso. -Se ahorró mencionar que era usuario desde su infancia, por lo que poseía el poder de una fruta extraordinaria en un mar cardinal, lo que era una injusta ventaja sin duda alguna-. Cuando tenía veinte años acabé siendo pirata, casi accidentalmente, porque un criminal deleznable me salvó la vida. Le debo mucho a Kedra en realidad. -Cerró los ojos, preguntándose qué sería de la Pesadilla en esos momentos-. Midorima, por su parte, fue un chico que conocí en Tequila Wolf antes de conocer a Kedra, y cuando más tarde yo abandoné esa banda él entró. Enfadado, y en ese momento demasiado débil para enfrentar a mi excapitán, me enfrenté a Midorima. Al final él y yo siempre hemos estado a palos...
Se afanó en explicarle la relación que habían tenido desde aquellos momentos, haciendo hincapié en cómo habían fundado juntos a los Blue Rose con el objetivo de detener a Kedra y la lucha que juntos tuvieron en Mary Geoise contra la temible invasión gyojin que amenazaba con destruir el mundo tal como se conocía. También le explicó un poco la naturaleza del peliverde, el amor que sentía por Dark D. Rose y todas las veces que había terminado escabulléndose para ayudar a los Sons of Anarchy cuando ella lo necesitó.
- Tras la guerra de Hallstat, antes de que te unieras a la banda, Midorima desapareció. En realidad lo vi una vez poco después, pero no pude hacerle entrar en razón, y ahora mismo está infiltrado para salvar a su amada. Él cree que la tienen encerrada, aunque yo sospecho que es mentira; al fin y al cabo un hombre enamorado es fácil de manipular. Yo también decidí utilizarlo: Él necesitaba llegar a lo más alto y yo ser ejecutado, así que le convencí de que estaba harto de vivir y me entregué en un "último acto de amistad". -Una vez más marcó las comillas con los dedos-. Él ahora es un agente respetado, y probablemente mi captura le ayude a ascender en la jerarquía. ¿Entiendes a dónde quiero llegar?
Probó una rosquilla en seco, y también se le antojó una enorme palmera que habían dejado ahí para él. Mientras Mura asimilaba él iba comiendo, hasta que finalmente se decidió a terminar de explicarle las pocas piezas que quedaban:
- Si Midorima llega a liderar una división del Cipher Pol, preferiblemente la octava, será un gran éxito y un avance en nuestros planes. Desde dentro podrá convertirla en una maquinaria para aplastar a sus amos. Sin embargo, y como imaginarás por ese sobre... Es propenso a los accidentes. No te dejes engañar por su apariencia, en un año perdió tres extremidades y luego la misma persona que lo extorsiona ahora le reimplantó unos. Eso... ¿Te hace un poco más receptiva? Piensa que no puedo obligarte a nada. Ya no soy tu capitán. -Se preguntó si debería decir lo que estaba pensando, pero al final decidió soltarlo. Con suerte relajaría la tensión del momento-. Al menos no mientras estás vestida.
Le guiñó un ojo manteniendo una sonrisa pícara. Habría dicho "mientras llevamos", pero él ya no llevaba ropa habitualmente. Era incómodo, salvo si tenía que pelear. Entonces el Príncipe era una molestia que no podía tolerar, por lo que como mínimo vestía su tren inferior. En cualquier caso, necesitaba saber hasta dónde estaba Akane dispuesta a llegar, o debería encontrar a otra persona.
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—Sabes que eso es último es mentira. —Resopló, apartando un mechón de su cabello hacia arriba al soltar el aire. —Yo soy mucho mejor liderando que tú… Pero si quieres luego podemos comprobarlo. — Añadió, esta vez acercándose a su oído, en un susurro. En parte para provocar y por otro lado porque en privado quizás no tuviera tanto pudor, pero ahí seguía sintiéndose observada. Una leve risa acompañó a su tentativa antes de que se echará para atrás, apartando un poco el asiento en el proceso, antes de girarlo, de forma que le quedaba la esa a un lado como reposabrazos, con el sobre aún bajo el brazo y Dexter de frente.
—Y… No me termina de hacer especial ilusión tu petición, pero creo que veo el punto. Aunque no puedo prometerte un milagro. — Dio unas palmaditas al sobre. —Los datos hablan por sí solos. Tampoco es que pueda acercarme a él directamente salvo que tenga un “cruce fortuito” hasta que le conozca y empezaré bajo en la jerarquía. No sé si quiera si coincidiré con él los primeros meses. Tampoco puedo usar mis poderes salvo que sea de máxima necesidad porque me delataría. Pero si le tengo en frente me aseguraré de hacer de niñera…— Hizo una pausa pensándose la afirmación que iba a hacer. Era arriesgado, pero lo tendría que hacer por su propia seguridad en algún futuro también. —Y si puedo de ir eliminando posibles peligros. — Sentenció.
Había más cosas que podría preguntar al respecto, como si estaba seguro de que ese futuro clave era lo que él creía o no podría acabar siendo solo una conexión para llegar a otro “capataz” que sonase… más cualificado. Pero se lo ahorró. Ella solo colocaría la carta que tiraría el castillo de Naipes del gobierno, pero no sería parte de más en ese plan. Debía centrarse en lo suyo, lo que llevaba a la parte dos de su conversación. Bueno, a la cuarta con los añadidos de la disculpa y aquella petición. —Además, soy un felino que sabe devolver el favor a quien le da de comer y también necesito pedir un favor. No voy a poder colarme sin ayuda en el gobierno. Aunque ya venía a hablar contigo con una idea en marcha. (Y no incluía a Midorima) —
Espero a ver si preguntaba, o tenía curiosidad sobre que podía necesitar o pedir. Por un lado, tenía ya maquinado el tema de su identidad secreta, pero quizás debiera haber llevado consigo algunos papeles que tenía guardados en su cuarto, más concretamente la carta que su tutor, Keima Dokuro; que sería la clave para que Mura tuviera una oportunidad de entrar en el gobierno. Lo había sido todo ese tiempo. Al gobierno no entraría “Akane D Murasaki”, sino la hija adoptiva del señor Dokuro, quién antes de fallecer era un comerciante a nivel internacional, el cual poseía varios contratos y acuerdos con el gobierno. Irónicamente aquel hombre era miembro de la revolución y su poder económico e influencia lo utilizaba para hacer favores a esta. “Keima se hubiera horrorizado años atrás con todo el tema del señor de la niebla”. Pensó.
—Lo que necesito del ojo es algo de equipo renovado y unos cuantos cambios físicos. No es mucho en verdad, la mayor parte supongo que la debo hablar con Slade. Tengo que borrar las marcas que me hagan más reconocibles. En este caso serían: mi color de ojos, mi tono de voz, mi pelo… y mis cicatrices. — Sabía que era posible borrarlas pues ya había recibido ese tratamiento tiempo atrás. Solo las mantenía como un estigma, un recordatorio de todo lo que había dejado atrás. Pero para poder seguir debería deshacerse de ellas. Aunque había algunas que siempre quiso borrar. No todo iba a ser malo. —Lo de mi pelo es lo que menos me preocupa, pero el tema de la voz y los ojos podría ser complicado. Para los ojos había pensado en lentillas, pero me gustaría saber si podría haber unas que mantuvieran el color cambiado de forma temporal una vez sean quitadas. No suena a algo realista, pero me pareció una idea interesante. Lo de la voz, un modulador estaría bien, pero tendría que ser algo implantado internamente para poder excusarlo de una forma creíble. ¿Qué opinas? —
—Y… No me termina de hacer especial ilusión tu petición, pero creo que veo el punto. Aunque no puedo prometerte un milagro. — Dio unas palmaditas al sobre. —Los datos hablan por sí solos. Tampoco es que pueda acercarme a él directamente salvo que tenga un “cruce fortuito” hasta que le conozca y empezaré bajo en la jerarquía. No sé si quiera si coincidiré con él los primeros meses. Tampoco puedo usar mis poderes salvo que sea de máxima necesidad porque me delataría. Pero si le tengo en frente me aseguraré de hacer de niñera…— Hizo una pausa pensándose la afirmación que iba a hacer. Era arriesgado, pero lo tendría que hacer por su propia seguridad en algún futuro también. —Y si puedo de ir eliminando posibles peligros. — Sentenció.
Había más cosas que podría preguntar al respecto, como si estaba seguro de que ese futuro clave era lo que él creía o no podría acabar siendo solo una conexión para llegar a otro “capataz” que sonase… más cualificado. Pero se lo ahorró. Ella solo colocaría la carta que tiraría el castillo de Naipes del gobierno, pero no sería parte de más en ese plan. Debía centrarse en lo suyo, lo que llevaba a la parte dos de su conversación. Bueno, a la cuarta con los añadidos de la disculpa y aquella petición. —Además, soy un felino que sabe devolver el favor a quien le da de comer y también necesito pedir un favor. No voy a poder colarme sin ayuda en el gobierno. Aunque ya venía a hablar contigo con una idea en marcha. (Y no incluía a Midorima) —
Espero a ver si preguntaba, o tenía curiosidad sobre que podía necesitar o pedir. Por un lado, tenía ya maquinado el tema de su identidad secreta, pero quizás debiera haber llevado consigo algunos papeles que tenía guardados en su cuarto, más concretamente la carta que su tutor, Keima Dokuro; que sería la clave para que Mura tuviera una oportunidad de entrar en el gobierno. Lo había sido todo ese tiempo. Al gobierno no entraría “Akane D Murasaki”, sino la hija adoptiva del señor Dokuro, quién antes de fallecer era un comerciante a nivel internacional, el cual poseía varios contratos y acuerdos con el gobierno. Irónicamente aquel hombre era miembro de la revolución y su poder económico e influencia lo utilizaba para hacer favores a esta. “Keima se hubiera horrorizado años atrás con todo el tema del señor de la niebla”. Pensó.
—Lo que necesito del ojo es algo de equipo renovado y unos cuantos cambios físicos. No es mucho en verdad, la mayor parte supongo que la debo hablar con Slade. Tengo que borrar las marcas que me hagan más reconocibles. En este caso serían: mi color de ojos, mi tono de voz, mi pelo… y mis cicatrices. — Sabía que era posible borrarlas pues ya había recibido ese tratamiento tiempo atrás. Solo las mantenía como un estigma, un recordatorio de todo lo que había dejado atrás. Pero para poder seguir debería deshacerse de ellas. Aunque había algunas que siempre quiso borrar. No todo iba a ser malo. —Lo de mi pelo es lo que menos me preocupa, pero el tema de la voz y los ojos podría ser complicado. Para los ojos había pensado en lentillas, pero me gustaría saber si podría haber unas que mantuvieran el color cambiado de forma temporal una vez sean quitadas. No suena a algo realista, pero me pareció una idea interesante. Lo de la voz, un modulador estaría bien, pero tendría que ser algo implantado internamente para poder excusarlo de una forma creíble. ¿Qué opinas? —
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Dexter arqueó una ceja, tan congratulado como sorprendido. "Vine buscando cobre", dijo para sí mientras Akane se iba colocando de una forma que no lograba descifrar del todo. ¿Cómo hacía siempre para alcanzar posturas tan extrañas que ponían a prueba su anatomía? Mentalmente se encogió de hombros al darse cuenta del doble sentido que estaba pensando, pero siguió atento a lo que la pelirroja le decía.
Era lógico que deseara teñirse el pelo o utilizar una peluca, incluso que sintiese la necesidad en cierto modo de modular su voz aunque fuese más por paranoia que por la razonable posibilidad de que se encontrase con cualquiera que pudiese demostrar que, teniendo esa voz, solo podía ser ella. Sin embargo hasta él sabía que las operaciones eran, en general, un riesgo para el paciente; más en la garganta, y todavía más cuando no hacía falta. Al fin y al cabo, él entendía a la perfección la teoría sonora: ¡Era físico!
- La voz se compone de tres factores, como cualquier sonido o vibración -enunció, como si fuese un profesor ante el más respetable foro académico-: Tono, que no es más que la inversa de la longitud de onda o, lo que es lo mismo, la frecuencia; Intensidad es lo alto que hablas o gritas, en tu caso... -Se paró en seco antes de continuar. Aquel día no estaba muy avezado con los dobles sentidos-. Y la que nos importa, la que hace única a tu voz: El timbre. Verás, en la naturaleza no existen tonos puros...
La verdad es que no contó el tiempo que pasó hablando de la física inherente a la comunicación humana. De hecho en algún momento terminó hablando de los movimientos ondulatorios, ondas estacionarias, anulación vibratoria y un sinfín de cosas que seguramente a Mura no le interesasen lo más mínimo. Pero él seguía hablando, inmerso en el tema:
- Y es por eso que, con un simple emisor de ruido tu voz puede ser modificada por completo -concluyó-. De hecho, eso y lo de tus lentillas podría hacerlo yo en un par de horas... Siendo muy modestos.
Tenía el instrumental, tenía los materiales y era una de las personas que mejor comprendían la física sobre la faz de la Tierra. Estaban él y ese cretino de Dumenech... Cómo lo odiaba. Una vez se había reído de él, asumiendo que sus estudios sobre física de partículas estaban errados y argumentando por qué era imposible generar un rayo encogedor funcional. Pero él lo había hecho, y había apuntado contra la puerta de su despacho durante cinco minutos mientras el tamaño de esta se reducía poco a poco. A cambio Dumenech le había enviado un sobre con ántrax, pero al estar mal sellado mató al pelícano y sus restos habían aparecido semanas después en la cosa. Disputas de científicos, como otra cualquiera.
- De hecho, ahora que lo pienso, podría hacerlo mientras me sigues comentando. ¿Alguna vez te he hablado del Colmillo?
Se planteó de pronto aquella posibilidad: ¿Y si él, al aparecer siempre para ella, había impedido que supiese dónde vivía? No lo creía, dado que estaba seguro de hablar interminablemente de esa montaña durante muchas comidas hasta el punto de que Akagami quisiera marcharse, pero podía ser que Mura no supiese a qué se refería y pensase que la montaña era por hacer bonito. En cualquier caso se levantó y, en una pose más caballerosa de lo que estaba acostumbrado, le tendió la mano a Akane. ¡Pero no cantó nada! ¡Esto no es una película Disney!
Era lógico que deseara teñirse el pelo o utilizar una peluca, incluso que sintiese la necesidad en cierto modo de modular su voz aunque fuese más por paranoia que por la razonable posibilidad de que se encontrase con cualquiera que pudiese demostrar que, teniendo esa voz, solo podía ser ella. Sin embargo hasta él sabía que las operaciones eran, en general, un riesgo para el paciente; más en la garganta, y todavía más cuando no hacía falta. Al fin y al cabo, él entendía a la perfección la teoría sonora: ¡Era físico!
- La voz se compone de tres factores, como cualquier sonido o vibración -enunció, como si fuese un profesor ante el más respetable foro académico-: Tono, que no es más que la inversa de la longitud de onda o, lo que es lo mismo, la frecuencia; Intensidad es lo alto que hablas o gritas, en tu caso... -Se paró en seco antes de continuar. Aquel día no estaba muy avezado con los dobles sentidos-. Y la que nos importa, la que hace única a tu voz: El timbre. Verás, en la naturaleza no existen tonos puros...
La verdad es que no contó el tiempo que pasó hablando de la física inherente a la comunicación humana. De hecho en algún momento terminó hablando de los movimientos ondulatorios, ondas estacionarias, anulación vibratoria y un sinfín de cosas que seguramente a Mura no le interesasen lo más mínimo. Pero él seguía hablando, inmerso en el tema:
- Y es por eso que, con un simple emisor de ruido tu voz puede ser modificada por completo -concluyó-. De hecho, eso y lo de tus lentillas podría hacerlo yo en un par de horas... Siendo muy modestos.
Tenía el instrumental, tenía los materiales y era una de las personas que mejor comprendían la física sobre la faz de la Tierra. Estaban él y ese cretino de Dumenech... Cómo lo odiaba. Una vez se había reído de él, asumiendo que sus estudios sobre física de partículas estaban errados y argumentando por qué era imposible generar un rayo encogedor funcional. Pero él lo había hecho, y había apuntado contra la puerta de su despacho durante cinco minutos mientras el tamaño de esta se reducía poco a poco. A cambio Dumenech le había enviado un sobre con ántrax, pero al estar mal sellado mató al pelícano y sus restos habían aparecido semanas después en la cosa. Disputas de científicos, como otra cualquiera.
- De hecho, ahora que lo pienso, podría hacerlo mientras me sigues comentando. ¿Alguna vez te he hablado del Colmillo?
Se planteó de pronto aquella posibilidad: ¿Y si él, al aparecer siempre para ella, había impedido que supiese dónde vivía? No lo creía, dado que estaba seguro de hablar interminablemente de esa montaña durante muchas comidas hasta el punto de que Akagami quisiera marcharse, pero podía ser que Mura no supiese a qué se refería y pensase que la montaña era por hacer bonito. En cualquier caso se levantó y, en una pose más caballerosa de lo que estaba acostumbrado, le tendió la mano a Akane. ¡Pero no cantó nada! ¡Esto no es una película Disney!
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Akane se dispuso a protestar cuando Dexter empezó a explicarle los principios más básicos de la voz, pero no fue capaz de cortarle en ningún punto de su casi eterna clase sobre ondas sonoras. Casi parecía estar teorizando alguna nueva ley sobre la propagación del sonido. Sinceramente, había tenido maestros menos difíciles de tratar cuando era pequeña y viajaba con el comerciante. ¡Y ella se quejaba de las clases de protocolo! Al final, su reproche sobre que ya sabía de qué partes se componía la voz y como modularla se quedó en su foro interno. Y la explicación de que lo que quería que le construyera era lo que había propuesto, pero para llevarlo dentro de la garganta de modo que no tuviera que preocuparse cuando se encontrara sin el dispositivo puesto en mantener el mismo tono de voz paso a ser abandonada. “Ya me las apañaré”.
Mientras el hombre de cabello bicolor terminaba de hablar ella aprovecho para acabar lo que quedaba de desayuno, dando el último sorbo a su segunda taza de té cuando comentó el tema del Colmillo. —¿No es ahí dónde llevas a cabo tus proyectos? —Preguntó. Tenía el recuerdo de haber escuchado a Dexter hablar de sus maravillosas instalaciones y de sus mejoras hechas a la larga cuando comían todos juntos, aunque siempre solía faltar alguien a la mesa… Más últimamente. Incluso sin la marcha de Dexter a su ejecución, el palacio se había vuelto vacío. Akagami vivía en una casa más apartada con Yoko y los niños y ella no terminaba de ubicar las habitaciones del vikingo, el mapache y el niño que se unió a la banda poco antes de que sucediera lo de Legim, Neo. Y con su marcha ese enorme lugar se quedaría aún más vacío. Quizás ella debiera también conseguir una casita más acogedora que su habitación para Sumire y Dawn. Aunque los problemas de uno en uno.
—¿Solo un par de horas, eh? — Mura sonrió observando la elocuencia que había tomado el dragón con ella, antes de aceptar su ayuda para levantarse. —Está bien, podría poner un cronometro para ver si de verdad tardas tan poco. —Bromeó. —Pero antes me gustaría ir a por una cosa a mi habitación. Tiene que ver con mis planes para este… Proyecto, así que estaría bien tenerlo a mano. Y de paso puedes saludar a Dawn mientras recojo eso. —Añadió, pensando que sería más rápido rebuscar entre sus propias cosas si Dexter estaba distraído con algo que no fuera ella, o con curiosear su habitación, pues era la primera vez que le ofrecía entrar en ella desde que se le dio permiso para amueblarla y decorarla a su gusto.
Tampoco sería nada del otro mundo para el dragón seguramente. Su habitación se encontraba algo más apartada que la mayoría. Se había asegurado de escoger la que tuviera tanto vistas al jardín interno del castillo como hacía el exterior. De hecho, solía escaparse por ahí a la ciudad, a entrenar en las zonas boscosas del ojo, o para ir a utilizar alguna de las salas del auditorio. Aunque no tenía falta de espacio, había preferido dejar la mayor parte de este para que Dawn tuviera donde jugar. Una zona llena de juguetes, una casita enorme de color crema, los armarios empotrados y solo una cama que ocupaba más que tres de matrimonio. Las paredes eran de color azul cielo y el hueco que compondría su “despacho” tenía un precioso escritorio de madera con mucha zona para trabajar y varios cajones. También había estanterías llenas de libros que Mura ya había ojeado en más de una ocasión. Su pequeña colección personal y, como toda música, instrumentos. Aunque esos y sus partituras eran un secreto que se guardaba para sí misma. Destacaba un piano de cola negro y la funda de lo que parecía un violín. Aunque su favorita era la flauta metálica que se encontraba sobre la vitrina, con su funda guardad dentro de esta. Los instrumentos de viento siempre habían sido sus favoritos. En la vitrina: una ocarina, una armónica y una Kalimba con el fondo de cristal se encontraban en el primer estante, dejando a entender que eran a los que más uso se les daba. Más abajo había otros que quizás nunca vieran la luz, pero ahí estaban. Sobre el piano había una gran cantidad de partituras revueltas. Y junto a la cama, un arcón en el que guardar sus armas. Algunas estaban por ahí colgadas, más como adorno que como algo que fuera a tener uso de nuevo.
—Bueno, nada de fisgonear. — Advirtió la pelinaranja antes de abrir la puerta, encontrándose a su niña jugando con Sumire y sus muñecas. Dawn soltó las muñecas y salió corriendo hacía Akane para abrazarla. Mura aconteció a agacharse, quedando en cuclillas para corresponder el abrazo con los brazos abiertos. Al estrecharla en brazos, la aupó para poder incorporarse sujetándola.
—¡Bienvenida! — Exclamó la pequeña.
—Ya he vuelto ¿Te has portado bien? — Preguntó Mura, revolviendo el pelo de su hija, ahora mucho más largo que cuando la trajeron, y también más alta.
—¡Sí! Estabamos jugando a las casitas. — Señaló mirando con sus enormes ojos azules a Sumire. Mura dirigió la mirada hacía la dragona y esta la saludo con un gesto de la mano.
—Bien, pues ahora vas a tener a alguien más con quien jugar. Mira a quién he traído. — Akane hizo un gesto de cabeza señalando a Dexter.
—¡Tío Dexter! — Exclamó antes de tratar de tirarse a sus brazos. Mura esperó a ver si el contrario la agarraba a tiempo o si le tocaba a ella mantener a la pequeña quita hasta que entrasen.
—Bienvenido a mi habitación. —
Mientras el hombre de cabello bicolor terminaba de hablar ella aprovecho para acabar lo que quedaba de desayuno, dando el último sorbo a su segunda taza de té cuando comentó el tema del Colmillo. —¿No es ahí dónde llevas a cabo tus proyectos? —Preguntó. Tenía el recuerdo de haber escuchado a Dexter hablar de sus maravillosas instalaciones y de sus mejoras hechas a la larga cuando comían todos juntos, aunque siempre solía faltar alguien a la mesa… Más últimamente. Incluso sin la marcha de Dexter a su ejecución, el palacio se había vuelto vacío. Akagami vivía en una casa más apartada con Yoko y los niños y ella no terminaba de ubicar las habitaciones del vikingo, el mapache y el niño que se unió a la banda poco antes de que sucediera lo de Legim, Neo. Y con su marcha ese enorme lugar se quedaría aún más vacío. Quizás ella debiera también conseguir una casita más acogedora que su habitación para Sumire y Dawn. Aunque los problemas de uno en uno.
—¿Solo un par de horas, eh? — Mura sonrió observando la elocuencia que había tomado el dragón con ella, antes de aceptar su ayuda para levantarse. —Está bien, podría poner un cronometro para ver si de verdad tardas tan poco. —Bromeó. —Pero antes me gustaría ir a por una cosa a mi habitación. Tiene que ver con mis planes para este… Proyecto, así que estaría bien tenerlo a mano. Y de paso puedes saludar a Dawn mientras recojo eso. —Añadió, pensando que sería más rápido rebuscar entre sus propias cosas si Dexter estaba distraído con algo que no fuera ella, o con curiosear su habitación, pues era la primera vez que le ofrecía entrar en ella desde que se le dio permiso para amueblarla y decorarla a su gusto.
Tampoco sería nada del otro mundo para el dragón seguramente. Su habitación se encontraba algo más apartada que la mayoría. Se había asegurado de escoger la que tuviera tanto vistas al jardín interno del castillo como hacía el exterior. De hecho, solía escaparse por ahí a la ciudad, a entrenar en las zonas boscosas del ojo, o para ir a utilizar alguna de las salas del auditorio. Aunque no tenía falta de espacio, había preferido dejar la mayor parte de este para que Dawn tuviera donde jugar. Una zona llena de juguetes, una casita enorme de color crema, los armarios empotrados y solo una cama que ocupaba más que tres de matrimonio. Las paredes eran de color azul cielo y el hueco que compondría su “despacho” tenía un precioso escritorio de madera con mucha zona para trabajar y varios cajones. También había estanterías llenas de libros que Mura ya había ojeado en más de una ocasión. Su pequeña colección personal y, como toda música, instrumentos. Aunque esos y sus partituras eran un secreto que se guardaba para sí misma. Destacaba un piano de cola negro y la funda de lo que parecía un violín. Aunque su favorita era la flauta metálica que se encontraba sobre la vitrina, con su funda guardad dentro de esta. Los instrumentos de viento siempre habían sido sus favoritos. En la vitrina: una ocarina, una armónica y una Kalimba con el fondo de cristal se encontraban en el primer estante, dejando a entender que eran a los que más uso se les daba. Más abajo había otros que quizás nunca vieran la luz, pero ahí estaban. Sobre el piano había una gran cantidad de partituras revueltas. Y junto a la cama, un arcón en el que guardar sus armas. Algunas estaban por ahí colgadas, más como adorno que como algo que fuera a tener uso de nuevo.
—Bueno, nada de fisgonear. — Advirtió la pelinaranja antes de abrir la puerta, encontrándose a su niña jugando con Sumire y sus muñecas. Dawn soltó las muñecas y salió corriendo hacía Akane para abrazarla. Mura aconteció a agacharse, quedando en cuclillas para corresponder el abrazo con los brazos abiertos. Al estrecharla en brazos, la aupó para poder incorporarse sujetándola.
—¡Bienvenida! — Exclamó la pequeña.
—Ya he vuelto ¿Te has portado bien? — Preguntó Mura, revolviendo el pelo de su hija, ahora mucho más largo que cuando la trajeron, y también más alta.
—¡Sí! Estabamos jugando a las casitas. — Señaló mirando con sus enormes ojos azules a Sumire. Mura dirigió la mirada hacía la dragona y esta la saludo con un gesto de la mano.
—Bien, pues ahora vas a tener a alguien más con quien jugar. Mira a quién he traído. — Akane hizo un gesto de cabeza señalando a Dexter.
—¡Tío Dexter! — Exclamó antes de tratar de tirarse a sus brazos. Mura esperó a ver si el contrario la agarraba a tiempo o si le tocaba a ella mantener a la pequeña quita hasta que entrasen.
—Bienvenido a mi habitación. —
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- Bueno, se podría decir que el Colmillo es un centro de investigación y desarrollo en cierto modo, pero la verdad es que vivo ahí. Se trata de una estructura cónica en siete anillos, el último de los cuales es mi apartamento. -Evitó mencionar que su "apartamento" medía casi mil quinientos metros cuadrados de bibliotecas y laboratorios, salas de juego y tres habitaciones principales-. Lo cierto es que supuse que ya lo sabías; llevo años manteniéndome apartado de vosotros. Y antes de que digas nada, hablo de una lejanía figurada; no quería ligarme a vosotros más y traté de alejarme. Sé que fue un error, por cierto.
El camino podría haberse hecho muy largo, pero pronto llegaron hasta el cuarto de Mura y la bestia salió disparada contra él. Dexter se acuclilló para recibir el placaje en forma de abrazo de Dawn, frenándola de lleno. Sin embargo, se dejó caer al suelo fingiendo una cierta molestia por estar cual escarabajo panza arriba, revolviéndose como si necesitase liberarse de la niña pequeña.
- ¡Qué fuerte estás! -exclamó, aferrándola entre los brazos. Seguía pedaleando con las piernas lentamente, lo que parecía hacer gracia a la hija de Akana-. ¿Me liberas?
- Pero solo por ser tú -respondió ella, dándole lo que estaba seguro de que era un fuerte golpe en la nariz que, teóricamente, debería dolerle.
Ni siquiera se fijó en la habitación mientras la pelirroja iba preparando todo lo que tenía que preparar. Mientras tanto él se transformó en una princesa de cuento. Bueno, en realidad se había transformado en Mura con un largo vestido de plumas y oros, con un gran abanico que utilizaba para hacer estúpidos ademanes al tiempo que ponía descabelladas muecas. Dawn se reía como una condenada, aunque no tenía claro que a su madre le hiciese tanta gracia... O igual le atraía la idea de hacerse frente a sí misma, de una manera retorcida. En cualquier caso, cuando ella estuvo lista, Dexter dejó de hacer el canelo y le ofreció la mano otra vez.
En ese momento no había sido caballerosidad, sino que para llegar hasta la entrada del Colmillo había que volar. Se trataba de un espacio al que solo él podía acceder -aunque Akagami se había colado un par de veces para huir de sus responsabilidades, tirándose en una hamaca que él mismo había puesto entre las fauces de los dragones que custodiaban la entrada. Siempre se la recogía, pero Berthil parecía bastante decidido a siempre dejársela de manera que tropezase con ella. Fuera como fuese, abrió la ventana y salió volando.
Trazó una línea recta en el cielo, concentrado en su objetivo, y se plantó allí en unos diez minutos. Podría haber tardado menos, mucho menos, pero no quería hacer a Akane correr riesgos innecesariamente. Una vez en la entrada le indicó que debían bajar hasta el último nivel, para lo cual había tanto escaleras como un ascensor oculto, que le enseñó.
- ¿Y bien? Tú eliges.
El camino podría haberse hecho muy largo, pero pronto llegaron hasta el cuarto de Mura y la bestia salió disparada contra él. Dexter se acuclilló para recibir el placaje en forma de abrazo de Dawn, frenándola de lleno. Sin embargo, se dejó caer al suelo fingiendo una cierta molestia por estar cual escarabajo panza arriba, revolviéndose como si necesitase liberarse de la niña pequeña.
- ¡Qué fuerte estás! -exclamó, aferrándola entre los brazos. Seguía pedaleando con las piernas lentamente, lo que parecía hacer gracia a la hija de Akana-. ¿Me liberas?
- Pero solo por ser tú -respondió ella, dándole lo que estaba seguro de que era un fuerte golpe en la nariz que, teóricamente, debería dolerle.
Ni siquiera se fijó en la habitación mientras la pelirroja iba preparando todo lo que tenía que preparar. Mientras tanto él se transformó en una princesa de cuento. Bueno, en realidad se había transformado en Mura con un largo vestido de plumas y oros, con un gran abanico que utilizaba para hacer estúpidos ademanes al tiempo que ponía descabelladas muecas. Dawn se reía como una condenada, aunque no tenía claro que a su madre le hiciese tanta gracia... O igual le atraía la idea de hacerse frente a sí misma, de una manera retorcida. En cualquier caso, cuando ella estuvo lista, Dexter dejó de hacer el canelo y le ofreció la mano otra vez.
En ese momento no había sido caballerosidad, sino que para llegar hasta la entrada del Colmillo había que volar. Se trataba de un espacio al que solo él podía acceder -aunque Akagami se había colado un par de veces para huir de sus responsabilidades, tirándose en una hamaca que él mismo había puesto entre las fauces de los dragones que custodiaban la entrada. Siempre se la recogía, pero Berthil parecía bastante decidido a siempre dejársela de manera que tropezase con ella. Fuera como fuese, abrió la ventana y salió volando.
Trazó una línea recta en el cielo, concentrado en su objetivo, y se plantó allí en unos diez minutos. Podría haber tardado menos, mucho menos, pero no quería hacer a Akane correr riesgos innecesariamente. Una vez en la entrada le indicó que debían bajar hasta el último nivel, para lo cual había tanto escaleras como un ascensor oculto, que le enseñó.
- ¿Y bien? Tú eliges.
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Mura arqueó una ceja ante aquella visión de sí misma vestida como una princesita –una terriblemente hortera, a su parecer—haciendo muecas y tontos movimientos con el abanico. “¿Es en serio?” Su cara claramente reflejaba sus pensamientos. Pero que podía hacer si hasta el puma que dormía en sus adentros se estaba riendo burlonamente. “Por favor, yo tengo mucha más gracia que… eso.” Se quejó para sus adentros, resoplando antes de dirigirse a su escritorio. Lo que buscaba estaba cuidadosamente guardado con otras tantas cosas de su pasado. Papeles, cartas para ella, cartas escritas por ella misma que nunca fueron enviadas, pero no fue capaz de tirar, un dibujo algo desastroso ya con una pequeña dedicatoria y la firma de alguien que no esperaba volver a ver. Recuerdos, vaya. Todo ello oculto en un cajón con doble fondo del mueble. Solo tenía que sacarlo, retirar las cuatro cosas que guardaba dentro y levantar la tapa. La carta de Kemia y sus “indicaciones” se encontraba en primer plano desde hacía unos días. Le había dado muchas vueltas a la idea, incluso si estaría bien aparecer frente a Jeremy tras tantos años. Pero se tendría que guardar esos pensamientos de culpabilidad si deseaba cumplir su objetivo.
La pelirroja cogió la carga y se la guardó en un bolsillo de su pantalón que iba a lo largo de su muslo, por fuera y quedaba oculto gracias a una cremallera invisible. Tras ello, volvió a bajar el fondo y guardo de forma apresurada las cosas en el cajón para volver a cerrarlo. —Bueno, yo ya estoy lista, oh princesa Dexter. — Exclamó con cierto retintín al llamarle “princesa”. —Tienes un gusto terrible, por cierto. —
Volviendo a su forma real, el hombre dijo que, si ya lo tenía listo sería mejor que se fueran poniendo en marcha, ofreciéndole la mano. “Vaya, ahora me van a llevar en volandas”. —¿Puedo ir yo también? — Preguntó Dawn, incorporándose. Akane suspiro.
—Lo siento peque, pero esta vez te toca quedarte. Más tarde prometo devolverte a tu “princesita” para que juegue más contigo, ¿vale? — Dawn asintió tras unos segundos de puchero. Y ambos se fueron volando, literalmente.
Las instalaciones eran enormes, más de lo que ella esperaba. Y eso que aún no estaban dentro, pero… —Por el ascensor mejor. — Lo último que necesitaba tras el desayuno y aquel viajecito era ahora ponerse a bajar escaleras. Minutos después llegaron a lo que suponía, era la zona de trabajo de Dexter, la cual ojeó con cierta curiosidad. —¿Y ahora? —
La pelirroja cogió la carga y se la guardó en un bolsillo de su pantalón que iba a lo largo de su muslo, por fuera y quedaba oculto gracias a una cremallera invisible. Tras ello, volvió a bajar el fondo y guardo de forma apresurada las cosas en el cajón para volver a cerrarlo. —Bueno, yo ya estoy lista, oh princesa Dexter. — Exclamó con cierto retintín al llamarle “princesa”. —Tienes un gusto terrible, por cierto. —
Volviendo a su forma real, el hombre dijo que, si ya lo tenía listo sería mejor que se fueran poniendo en marcha, ofreciéndole la mano. “Vaya, ahora me van a llevar en volandas”. —¿Puedo ir yo también? — Preguntó Dawn, incorporándose. Akane suspiro.
—Lo siento peque, pero esta vez te toca quedarte. Más tarde prometo devolverte a tu “princesita” para que juegue más contigo, ¿vale? — Dawn asintió tras unos segundos de puchero. Y ambos se fueron volando, literalmente.
Las instalaciones eran enormes, más de lo que ella esperaba. Y eso que aún no estaban dentro, pero… —Por el ascensor mejor. — Lo último que necesitaba tras el desayuno y aquel viajecito era ahora ponerse a bajar escaleras. Minutos después llegaron a lo que suponía, era la zona de trabajo de Dexter, la cual ojeó con cierta curiosidad. —¿Y ahora? —
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Bajaron en el ascensor. "Nadie elige nunca las escaleras", dijo para sí mismo ignorando el hecho de que nadie llegaba nunca hasta allí si no era por su invitación expresa. Cuando introdujo la clave, ya en el piso más bajo, la puerta se abrió para que ambos accediesen a su apartamento privado. En concreto a un recibidor específicamente pensado para la zona del ascensor, bastante más pequeño que el recibidor principal al que se accedía por las escaleras pero anexo a la sala del mar, que impregnaba el espacio con un maravilloso olor a sal.
Con ceremoniosa parsimonia mostró a Mura las diversas instalaciones, deteniéndose en la sala de música por un momento: La había instalado para ella, en cierto modo, ya que él no tenía ni idea de cómo tocar ninguno de los setenta y tres instrumentos que decoraban las paredes insonorizadas o pendían de curiosos pedestales flotantes sobre el suelo. Tenía un piano de cola que vestía el centro de la estancia, pero tampoco se molestó mucho en señalarle todo. Al fin y al cabo, ya tendría tiempo de explorarlo de ahora en adelante si cogía la costumbre de visitarlo allí. Hasta ahora siempre tenían encuentros en el palacio, lo cual resultaba en cierta manera frío y desangelado; el Colmillo era mucho más parecido a un hogar, y el calor que desprendía resultaba mucho más reconfortante que la mera unión en cualquier lado.
- Y este es el laboratorio Alfa -señaló, apuntando con el dedo a una puerta de cristal llena de quemaduras y pequeños golpes-. Trabajo con explosivos en él, pero el Beta será perfecto para lo que vamos a hacer.
Atravesó un umbral amplio y se dejó bañar por vapor de agua hirviendo, que duró apenas un instante. Tras eso todo su cuerpo fue rociado de un compuesto de látex similar al que los preservativos llevaban, a excepción de la cara donde un brazo mecánico le colocó una máscara. Con Mura fueron un poco más agresivos, tratando de retirarle cada prenda no interior antes de iniciar el proceso.
- Lo siento, la descontaminación es obligatoria -se disculpó tras la máscara con voz levemente ahogada-. Es un protocolo para asegurar que nada se estropee por cuestiones de higiene.
Una vez pasaron Dexter se abrió de brazos, dando señal para que la luz se hiciese. Ante ambos se encontraba un espacio de trabajo tan atestado de artilugios y robots que muchos pensarían se trataba del futuro, mientras que resultaba un ambiente tan impoluto que hacía parecer a un quirófano poco más que un baño público recién usado. Se trataba de uno de sus mayores orgullos, y con presteza fue dando órdenes a diestro y siniestro según avanzaba hasta una pequeña mesa de trabajo, algo esquinada. Él la llamaba la mesa de las lupas.
- Voy a hacerte una media funda dental para la voz -le explicó al tiempo que un brazo apuntaba a Akane con el kawaiizador, disfrazándola aparentemente de princesa-. Con ayuda de la tecnología de ese aparato, por otra parte, desarrollaremos tus lentillas. -Hizo una pausa, ya centrado en articular un pequeño emisor de frecuencia pseudomodulada de un tamaño tan pequeño que sin un aumento de setenta y una veces no podría contemplar-. Bueno, ellas las desarrollarán. Tengo una máquina de desarrollo óptico; por si Dawn resulta tener algún problema visual en el futuro. Está calibrada para ella, pero tardará menos de veinte minutos en tomarte medidas. Solo sonríe para el pajarito.
Un "robopoyo" la empujó desde detrás y la llevó hasta la máquina, donde con un destello para cada ojo la imagen de muestreo fue tomada y, casi al momento, las máquinas empezaron a trabajar.
- Si lo hace bien, y Secretaria puede hacerlo casi tan bien como yo, hasta que te quites la ropa podría mantenerse la ilusión de ojos de distinto color. Y recalco ilusión, las cámaras verán tus ojos reales, así que ten cuidado.
Secretaria era la inteligencia artificial de la Joya, que poco a poco había extendido su control hasta el puerto -la gigantesca nave robada a aquel desalmado- y a su propio laboratorio. Estaba programada con un módulo similar a la sinapsis humana, de manera que aprendía, pero tenía prohibido grabar cualquier dato verbal que él no introdujese, de manera que era inútil para el espionaje pero muy seguro respecto a ataques informáticos, ya que el código se atopurgaba.
Y, antes de darse cuenta, tenía la media muela hecha.
- Esta será mejor que te la ponga Deathstroke, yo podría romperte un diente en el proceso -reconoció, dándole el objeto-. Pero tanto esto como tus ojos nuevos deberían ser perfectamente funcionales.
Con ceremoniosa parsimonia mostró a Mura las diversas instalaciones, deteniéndose en la sala de música por un momento: La había instalado para ella, en cierto modo, ya que él no tenía ni idea de cómo tocar ninguno de los setenta y tres instrumentos que decoraban las paredes insonorizadas o pendían de curiosos pedestales flotantes sobre el suelo. Tenía un piano de cola que vestía el centro de la estancia, pero tampoco se molestó mucho en señalarle todo. Al fin y al cabo, ya tendría tiempo de explorarlo de ahora en adelante si cogía la costumbre de visitarlo allí. Hasta ahora siempre tenían encuentros en el palacio, lo cual resultaba en cierta manera frío y desangelado; el Colmillo era mucho más parecido a un hogar, y el calor que desprendía resultaba mucho más reconfortante que la mera unión en cualquier lado.
- Y este es el laboratorio Alfa -señaló, apuntando con el dedo a una puerta de cristal llena de quemaduras y pequeños golpes-. Trabajo con explosivos en él, pero el Beta será perfecto para lo que vamos a hacer.
Atravesó un umbral amplio y se dejó bañar por vapor de agua hirviendo, que duró apenas un instante. Tras eso todo su cuerpo fue rociado de un compuesto de látex similar al que los preservativos llevaban, a excepción de la cara donde un brazo mecánico le colocó una máscara. Con Mura fueron un poco más agresivos, tratando de retirarle cada prenda no interior antes de iniciar el proceso.
- Lo siento, la descontaminación es obligatoria -se disculpó tras la máscara con voz levemente ahogada-. Es un protocolo para asegurar que nada se estropee por cuestiones de higiene.
Una vez pasaron Dexter se abrió de brazos, dando señal para que la luz se hiciese. Ante ambos se encontraba un espacio de trabajo tan atestado de artilugios y robots que muchos pensarían se trataba del futuro, mientras que resultaba un ambiente tan impoluto que hacía parecer a un quirófano poco más que un baño público recién usado. Se trataba de uno de sus mayores orgullos, y con presteza fue dando órdenes a diestro y siniestro según avanzaba hasta una pequeña mesa de trabajo, algo esquinada. Él la llamaba la mesa de las lupas.
- Voy a hacerte una media funda dental para la voz -le explicó al tiempo que un brazo apuntaba a Akane con el kawaiizador, disfrazándola aparentemente de princesa-. Con ayuda de la tecnología de ese aparato, por otra parte, desarrollaremos tus lentillas. -Hizo una pausa, ya centrado en articular un pequeño emisor de frecuencia pseudomodulada de un tamaño tan pequeño que sin un aumento de setenta y una veces no podría contemplar-. Bueno, ellas las desarrollarán. Tengo una máquina de desarrollo óptico; por si Dawn resulta tener algún problema visual en el futuro. Está calibrada para ella, pero tardará menos de veinte minutos en tomarte medidas. Solo sonríe para el pajarito.
Un "robopoyo" la empujó desde detrás y la llevó hasta la máquina, donde con un destello para cada ojo la imagen de muestreo fue tomada y, casi al momento, las máquinas empezaron a trabajar.
- Si lo hace bien, y Secretaria puede hacerlo casi tan bien como yo, hasta que te quites la ropa podría mantenerse la ilusión de ojos de distinto color. Y recalco ilusión, las cámaras verán tus ojos reales, así que ten cuidado.
Secretaria era la inteligencia artificial de la Joya, que poco a poco había extendido su control hasta el puerto -la gigantesca nave robada a aquel desalmado- y a su propio laboratorio. Estaba programada con un módulo similar a la sinapsis humana, de manera que aprendía, pero tenía prohibido grabar cualquier dato verbal que él no introdujese, de manera que era inútil para el espionaje pero muy seguro respecto a ataques informáticos, ya que el código se atopurgaba.
Y, antes de darse cuenta, tenía la media muela hecha.
- Esta será mejor que te la ponga Deathstroke, yo podría romperte un diente en el proceso -reconoció, dándole el objeto-. Pero tanto esto como tus ojos nuevos deberían ser perfectamente funcionales.
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El paseo por las instalaciones de Dexter fue bastante breve y escueto para todo lo que el dragón podría haberle enseñado a Mura, salvándose quizás la sala de Música. “Y yo pensaba que mi colección era excesiva”. Pensó, comparando aquella enorme habitación con el espacio que ocupaban los instrumentos en su habitación. Sin duda su parte favorita de la visita. Lo que no le gustó tanto, por otra parte, fue la entrada al laboratorio de Dexter. El “beta” lo había llamado el dragón.
Nada más entrar la humedad y el calor le golpearon la cara haciendo que cerrase los ojos y contuviera la respiración, justo antes de que un par de manos robóticas –o más bien pinzas—trataran de arrebatarle la ropa. La pelirroja forcejeó un rato contra ellas, quejándose y soltando varios improperios en el proceso. Al final, tuvo que quitarse ella misma la ropa para que no se la estropearan, o destrozaran la carta que guardaba consigo, quedando en ropa interior y recibiendo el mismo desagradable proceso que su ex capitán. Una vez dentro, se aseguró de apropiarse una bata de algodón, atando bien el nudo en esta.
—La próxima vez, hazme el condenado favor de avisar antes de incitarme a entrar en un lugar como ese. — Se quejó. —Me acabo de sentir terriblemente atacada. No me sentía así desde… —No terminó la frase, aunque dudaba que Dexter estuviera escuchándola. Parecía demasiado distraído en poner en marcha su trabajo. Ya que era para ella, poco podía quejarse. Por lo que suspiro y se puso “cómoda”. Todo lo cómoda que podía estar con más manitas de máquinas empujándola de un lado a otro y jugando a disfrazarla de princesa. Al menos el vestido ceñido purpura que le encasquetaron era mejor que el dorado con plumas de la broma de antes de Dexter. —¿Qué tal estoy? — Bromeó antes de dejarse hacer.
Estuvo entretenida durante un rato viendo como sus lentillas se iban haciendo y eligiendo el color que reflejarían-verde esmeralda- mientras preguntaba cómo funcionaban de forma más detallada. —¿Si las dejo puestas las cámaras no serán un problema, pues? Vale… ¿Y sobre su cuidado? — Después le tocó decidir qué tipo de timbre tendría su nueva voz. —Y una vez me lo ponga… ¿Mi voz sonará siempre así o podré encenderlo y apagarlo? — Preguntó mientras jugueteaba con la funda, observándola con curiosidad antes de dejarla de nuevo en la cajita donde quedaría guardada hasta que hablará con el médico de la banda. También tenía que hablar con él para el tema de borrar sus cicatrices, pero eso lo dejaría para otro día. Por ahora, solo le faltaba una cosa por tratar.
—Verás…— Mura tomó con delicadez la carta que llevaba consigo. El sobre estaba roto por un lado, el lugar donde fue abierto por ella la primera vez. En este, había una carta de disculpa de Keima por hacerle pasar por aquel entrenamiento e incitarla a asesinarle, también su “libertad”. Pues la ayuda que le había brindado previamente el hombre fue para usar su fuerza en la revolución cuando creciera. Akane seguía sin saber el motivo para que el hombre tuviera ese cambio de corazón. A parte de eso, había una segunda carta con instrucciones, en caso de que ella misma decidiera retomar el trabajo que su maestro dejó a medio hacer. Una identidad a medio construir bajo el nombre de Elizabeth Dokuro. Este plan era conocido también por su mayordomo y confidente Jeremy y otros pocos miembros del servicio de la familia Dokuro. Además de eso había apuntados un número de DDM y una dirección, en Water Seven. —Así que básicamente mi visado para entrar a las filas del gobierno se encuentra en contactar con esta persona, demostrarle que soy yo en caso de que no me recuerde y prepararme para tomar mi papel como la cabeza de la familia Dokuro, la única hija viva de Keima. No es algo que me apasione pero es mi mejor baza. — Terminó de explicar mientras le cedía el sobre, por si deseaba revisarlo.
—Obviamente para no llamar la atención tengo que ir sola, así que Sumire y Dawn se quedarán en Fiordia. He pensado en buscarles otra casa, algo más reconfortante que una habitación enorme en un castillo vacío. Además, me gustaría tomarme mi tiempo y realizar el viaje como una “turista”. Es decir, tomando distintos transbordos para no llamar mucho la atención… Y creo que eso es todo. —
Nada más entrar la humedad y el calor le golpearon la cara haciendo que cerrase los ojos y contuviera la respiración, justo antes de que un par de manos robóticas –o más bien pinzas—trataran de arrebatarle la ropa. La pelirroja forcejeó un rato contra ellas, quejándose y soltando varios improperios en el proceso. Al final, tuvo que quitarse ella misma la ropa para que no se la estropearan, o destrozaran la carta que guardaba consigo, quedando en ropa interior y recibiendo el mismo desagradable proceso que su ex capitán. Una vez dentro, se aseguró de apropiarse una bata de algodón, atando bien el nudo en esta.
—La próxima vez, hazme el condenado favor de avisar antes de incitarme a entrar en un lugar como ese. — Se quejó. —Me acabo de sentir terriblemente atacada. No me sentía así desde… —No terminó la frase, aunque dudaba que Dexter estuviera escuchándola. Parecía demasiado distraído en poner en marcha su trabajo. Ya que era para ella, poco podía quejarse. Por lo que suspiro y se puso “cómoda”. Todo lo cómoda que podía estar con más manitas de máquinas empujándola de un lado a otro y jugando a disfrazarla de princesa. Al menos el vestido ceñido purpura que le encasquetaron era mejor que el dorado con plumas de la broma de antes de Dexter. —¿Qué tal estoy? — Bromeó antes de dejarse hacer.
Estuvo entretenida durante un rato viendo como sus lentillas se iban haciendo y eligiendo el color que reflejarían-verde esmeralda- mientras preguntaba cómo funcionaban de forma más detallada. —¿Si las dejo puestas las cámaras no serán un problema, pues? Vale… ¿Y sobre su cuidado? — Después le tocó decidir qué tipo de timbre tendría su nueva voz. —Y una vez me lo ponga… ¿Mi voz sonará siempre así o podré encenderlo y apagarlo? — Preguntó mientras jugueteaba con la funda, observándola con curiosidad antes de dejarla de nuevo en la cajita donde quedaría guardada hasta que hablará con el médico de la banda. También tenía que hablar con él para el tema de borrar sus cicatrices, pero eso lo dejaría para otro día. Por ahora, solo le faltaba una cosa por tratar.
—Verás…— Mura tomó con delicadez la carta que llevaba consigo. El sobre estaba roto por un lado, el lugar donde fue abierto por ella la primera vez. En este, había una carta de disculpa de Keima por hacerle pasar por aquel entrenamiento e incitarla a asesinarle, también su “libertad”. Pues la ayuda que le había brindado previamente el hombre fue para usar su fuerza en la revolución cuando creciera. Akane seguía sin saber el motivo para que el hombre tuviera ese cambio de corazón. A parte de eso, había una segunda carta con instrucciones, en caso de que ella misma decidiera retomar el trabajo que su maestro dejó a medio hacer. Una identidad a medio construir bajo el nombre de Elizabeth Dokuro. Este plan era conocido también por su mayordomo y confidente Jeremy y otros pocos miembros del servicio de la familia Dokuro. Además de eso había apuntados un número de DDM y una dirección, en Water Seven. —Así que básicamente mi visado para entrar a las filas del gobierno se encuentra en contactar con esta persona, demostrarle que soy yo en caso de que no me recuerde y prepararme para tomar mi papel como la cabeza de la familia Dokuro, la única hija viva de Keima. No es algo que me apasione pero es mi mejor baza. — Terminó de explicar mientras le cedía el sobre, por si deseaba revisarlo.
—Obviamente para no llamar la atención tengo que ir sola, así que Sumire y Dawn se quedarán en Fiordia. He pensado en buscarles otra casa, algo más reconfortante que una habitación enorme en un castillo vacío. Además, me gustaría tomarme mi tiempo y realizar el viaje como una “turista”. Es decir, tomando distintos transbordos para no llamar mucho la atención… Y creo que eso es todo. —
Dexter Black
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
- Dejarlas en suero, no llevarlas más de doce horas... Todas esas recomendaciones que te hará Slade cuando le preguntes -respondió, sin dejar de atender a los cachivaches que manejaba-. Si quieres saber más sobre cómo cuidar tu salud ocular hay muy buenos médicos en los sanatorios, yo solo he transcrito sus estudios a código y hecho un par de cacharros.
Fingió cierta modestia, aunque la verdad era que se sentía tremendamente orgulloso de los avances que había conseguido la sanidad fiordiana a través de un cuidado personal sanitario lleno de investigadores y los avances que habían logrado desde los departamentos de ingeniería para dar soporte a sus necesidades. Uno de los campos de estudio más prolíficos había sido el de evitar el deterioro muscular, si bien ahí Dexter lo único que había hecho era servir como conejillo de indias: Su cuerpo estaba desarrollado hasta unos límites absolutamente inhumanos, por lo que habían tratado de vincular las diferencias genéticas entre él y el resto de la población. El dragón no entendía demasiado a fondo los procesos de biomedicina, pero entendía que si su cuerpo respondiese a una hipermusculación natural o a una tendencia metabólica concreta sería un interesante avance del que todo el mundo se beneficiaría. Y de pronto, en medio de aquellas divagaciones, Mura siguió hablando.
- Oh, espera entonces. -Le quitó de entre las manos la funda, devolviéndola a la mesa. Allí conectó un pequeño sensor receptor y ajustó la señal de radiofrecuencia a una en la que que estaba seguro no emitía el Gobierno Mundial: La suya. Ajustó la frecuencia a la de trabajo de los I-den den mushi, de manera que pudiese activarlo y desactivarlo a través de él-. Tendré que trabajar en customizar tu den den para que no llame mucho la atención, pero con esto debería valer. Lo cierto es que ahora mucha gente lleva tabletas con conexión a la red den den, por lo que no tienes de qué preocuparte.
Se alejó de la mesa, escuchando cómo Akane le explicaba su plan y atendiendo a él tanto como le permitía la búsqueda de materiales que estaba llevando a cabo. Tenía otra cosa en mente, aunque seguramente le llevase más tiempo dejarla lista y puede que incluso tuviese que acercarse a la forja; al fin y al cabo no tenía hornos de fundición ahí dentro. En cualquier caso cuando lo tuvo todo entre manos se acercó de vuelta a la mesita de trabajo y, cogiendo el sobre, lo revisó mientras caminaba con ella de vuelta a la vivienda. En sí no era un plan complicado, pero podía encontrar en su sencillez que era sólido, y si bien le encontraba algunas fallas estaba seguro de que podían hablarlas largo y tendido antes de que la cantante marchase hasta quién sabe cuándo.
- Tenemos que comentar todo esto -dijo, atravesando el umbral bacteriostático de salida-, pero no tienes nada de qué preocuparte respecto a tus niñas: sé perfectamente dónde podrán vivir sin ningún problema.
Cuando por fin abandonaron las tres etapas del proceso de descontaminación estaban de vuelta en el pasillo de laboratorios. Los robots de limpieza se habían encargado de dejar la ropa de Akane limpia e incluso un robopoyo la tenía, planchada, sobre su asiento. Estaba esperando a que la recogiesen, y Dexter le hizo un gesto al tiempo que pellizcaba la mezcla polisintética que llevaba encima.
En cuanto se pinchó y el aire entró pudo separar esa segunda piel como si se tratase apenas de una camiseta ceñida, y la dejó tirada en el suelo donde un B4U7-1574 la recogió con su brazo mecánico, destino el tanque de fundido y limpieza. Desnudo en el pasillo guio a Mura de vuelta a la vivienda donde nunca había estado, el "pequeño" espacio del último piso del complejo donde se encontraba su residencia. Una vez allí trató de deshacer el nudo al batín de Akane, quitándoselo si se dejaba. Tras eso le retiraría el "traje" de polímero, dejándola en ropa interior de nuevo.
- Antes dijiste una cosa que me llamó mucho la atención -comentó, sin darle demasiada importancia-. Pero aquí... El capitán sigo siendo yo.
Se adelantó y, con la delicadeza que tomaba siempre, la besó.
Fingió cierta modestia, aunque la verdad era que se sentía tremendamente orgulloso de los avances que había conseguido la sanidad fiordiana a través de un cuidado personal sanitario lleno de investigadores y los avances que habían logrado desde los departamentos de ingeniería para dar soporte a sus necesidades. Uno de los campos de estudio más prolíficos había sido el de evitar el deterioro muscular, si bien ahí Dexter lo único que había hecho era servir como conejillo de indias: Su cuerpo estaba desarrollado hasta unos límites absolutamente inhumanos, por lo que habían tratado de vincular las diferencias genéticas entre él y el resto de la población. El dragón no entendía demasiado a fondo los procesos de biomedicina, pero entendía que si su cuerpo respondiese a una hipermusculación natural o a una tendencia metabólica concreta sería un interesante avance del que todo el mundo se beneficiaría. Y de pronto, en medio de aquellas divagaciones, Mura siguió hablando.
- Oh, espera entonces. -Le quitó de entre las manos la funda, devolviéndola a la mesa. Allí conectó un pequeño sensor receptor y ajustó la señal de radiofrecuencia a una en la que que estaba seguro no emitía el Gobierno Mundial: La suya. Ajustó la frecuencia a la de trabajo de los I-den den mushi, de manera que pudiese activarlo y desactivarlo a través de él-. Tendré que trabajar en customizar tu den den para que no llame mucho la atención, pero con esto debería valer. Lo cierto es que ahora mucha gente lleva tabletas con conexión a la red den den, por lo que no tienes de qué preocuparte.
Se alejó de la mesa, escuchando cómo Akane le explicaba su plan y atendiendo a él tanto como le permitía la búsqueda de materiales que estaba llevando a cabo. Tenía otra cosa en mente, aunque seguramente le llevase más tiempo dejarla lista y puede que incluso tuviese que acercarse a la forja; al fin y al cabo no tenía hornos de fundición ahí dentro. En cualquier caso cuando lo tuvo todo entre manos se acercó de vuelta a la mesita de trabajo y, cogiendo el sobre, lo revisó mientras caminaba con ella de vuelta a la vivienda. En sí no era un plan complicado, pero podía encontrar en su sencillez que era sólido, y si bien le encontraba algunas fallas estaba seguro de que podían hablarlas largo y tendido antes de que la cantante marchase hasta quién sabe cuándo.
- Tenemos que comentar todo esto -dijo, atravesando el umbral bacteriostático de salida-, pero no tienes nada de qué preocuparte respecto a tus niñas: sé perfectamente dónde podrán vivir sin ningún problema.
Cuando por fin abandonaron las tres etapas del proceso de descontaminación estaban de vuelta en el pasillo de laboratorios. Los robots de limpieza se habían encargado de dejar la ropa de Akane limpia e incluso un robopoyo la tenía, planchada, sobre su asiento. Estaba esperando a que la recogiesen, y Dexter le hizo un gesto al tiempo que pellizcaba la mezcla polisintética que llevaba encima.
En cuanto se pinchó y el aire entró pudo separar esa segunda piel como si se tratase apenas de una camiseta ceñida, y la dejó tirada en el suelo donde un B4U7-1574 la recogió con su brazo mecánico, destino el tanque de fundido y limpieza. Desnudo en el pasillo guio a Mura de vuelta a la vivienda donde nunca había estado, el "pequeño" espacio del último piso del complejo donde se encontraba su residencia. Una vez allí trató de deshacer el nudo al batín de Akane, quitándoselo si se dejaba. Tras eso le retiraría el "traje" de polímero, dejándola en ropa interior de nuevo.
- Antes dijiste una cosa que me llamó mucho la atención -comentó, sin darle demasiada importancia-. Pero aquí... El capitán sigo siendo yo.
Se adelantó y, con la delicadeza que tomaba siempre, la besó.
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