Dretch
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fuerza
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Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El eco de unas pisadas apresuradas resonaba sobre las resplandecientes baldosas del hall principal del palacio de justicia. Tres agentes, dos hombres y una mujer, caminaban arrebujados bajo un manto de misterio. Echando una serena mirada al entorno, se encaminaron hacia la puerta exterior del palacio caminando por una de las galerías laterales de la estancia. Sus rostros reflejaban la tranquilidad y convicción de quien se sabe a cubierto de miradas indiscretas. Sin embargo, nada más lejos de la verdad. Mientras caminaban mantenían esporádicos comentarios susurrados sobre una discusión que distaba bastante de finalizar en seguida.
La mujer, una joven de cabello de color avellana rizado hasta la barbilla y que apenas superaba el metro sesenta de estatura, miraba divertida como uno de sus acompañantes farfullaba tras cada una de sus explicaciones.
- ¿Tengo que recordarte de quien es el mérito de que estés aquí, Buerganor? No te pido que me apoyes en mis decisiones, entre otras cosas porque soy tu superior. Tu misión es obedecer, puede que con algo de tiempo y suerte algún día puedas mandar sobre alguien – le explicó sosegadamente, mientras contemplaba divertida como la mandíbula del agente temblaba por la frustración contenida.
Dretch bufó con mal disimulado desdén.
- Mi misión es salvar gente, Ann. No hacer de verdugo – espetó molesto.
- Estos iniciados podrían serles más útiles al Gobierno Mundial que diez fragatas, veinte capitanes o incluso que yo. Al final un iniciado puede marcar la diferencia entre la paz y una guerra suicida – atajó Annette de Vouloir – Agente Vega, muéstrele al agente Buerganor los perfiles de nuestros candidatos.
Jakzer Vega no era precisamente el hombre más hablador del lugar. Con sus dos metros veinte de estatura y sus cerca de ciento veinte kilos de peso, parecía cualquier cosa menos un agente gubernamental. De tez morena, cabeza completamente rapada al cero, corpulento y de hombros anchos, barba de chivo perfectamente perfilada y con los ojos ocultos tras unas lujosas gafas de sol… Casi daba más la impresión de ser un campeón de los pesos pesados que la de ser un agente gubernamental. El agente se llevó la mano hacia el interior de su gabardina y extrajo de ella un par de dosieres que le entregó a Dretch sin mediar palabra.
En cuanto el joven búho pudo comprobar el peso de ambos dosieres en seguida volvió a bufar disconforme. O bien estaban escritos en papel de fumar o su experiencia previa era inexistente.
- Se les llama iniciados por algo ¿no? – se aventuró a decir Jakzer.
Dretch ojeó rápidamente y muy superficialmente el historial de servicio de ambos candidatos. Huérfanos, abandonados, parias… siempre era más de lo mismo ¿Cuándo llegaría en el día en el que se ciñeran exclusivamente a la información esencial? El primero que ojeo fue el de la iniciada Fitzgerald, lo preocupante de aquel expediente no era que fuera escaso, sino que la mayoría de campos eran conjeturas o, en el peor de los casos, estaban descaradamente falsificadas. El expediente del iniciado Vogel era aún más alarmante, había trabajado previamente con Leblanc y tenía buenas referencias por su parte. Aquello era aceptable, sin embargo, sus aptitudes no lo eran tanto. Durante su adiestramiento y experiencia de campo había demostrado tener unos ideales rectos, demasiados rectos para la Karasu. Dretch abrió la boca para rechistar, pero Ann se anticipó a sus intenciones
- Cada día la Revolución inventa nuevas estrategias terroristas para hundir a la civilización en el fango. Caminamos por el filo de una navaja señor Buerganor y los rebeldes amenazan con destruirnos. Además, no hace no tanto usted mismo entrenó a un par de iniciados ¿Cuáles fueron sus palabras entones? Oh, ya lo recuerdo «Lo más fascinante es que cuando crees que los has preparado para cualquier imprevisto, cualquier contingencia, cualquier cambio de planes… Los iniciados siempre acaban sorprendiéndote».
- Aquello fue un entrenamiento rutinario, no un suicidio y, por lo que yo recuerdo, tú no estabas allí. Esto es una temeridad…
- Disiento, el Señor Zyanchy quiere poner a prueba a mas iniciados y yo también.
Mientras continuaban discutiendo, sus pasos les llevaban de forma lenta pero inalterable hacia su destino. La Estación del Día, la última parada del Umi Ressha. El tren no tardaría en llegar con sus dos candidatos, o eso era al menos lo que ellos esperaban.
La mujer, una joven de cabello de color avellana rizado hasta la barbilla y que apenas superaba el metro sesenta de estatura, miraba divertida como uno de sus acompañantes farfullaba tras cada una de sus explicaciones.
- ¿Tengo que recordarte de quien es el mérito de que estés aquí, Buerganor? No te pido que me apoyes en mis decisiones, entre otras cosas porque soy tu superior. Tu misión es obedecer, puede que con algo de tiempo y suerte algún día puedas mandar sobre alguien – le explicó sosegadamente, mientras contemplaba divertida como la mandíbula del agente temblaba por la frustración contenida.
Dretch bufó con mal disimulado desdén.
- Mi misión es salvar gente, Ann. No hacer de verdugo – espetó molesto.
- Estos iniciados podrían serles más útiles al Gobierno Mundial que diez fragatas, veinte capitanes o incluso que yo. Al final un iniciado puede marcar la diferencia entre la paz y una guerra suicida – atajó Annette de Vouloir – Agente Vega, muéstrele al agente Buerganor los perfiles de nuestros candidatos.
Jakzer Vega no era precisamente el hombre más hablador del lugar. Con sus dos metros veinte de estatura y sus cerca de ciento veinte kilos de peso, parecía cualquier cosa menos un agente gubernamental. De tez morena, cabeza completamente rapada al cero, corpulento y de hombros anchos, barba de chivo perfectamente perfilada y con los ojos ocultos tras unas lujosas gafas de sol… Casi daba más la impresión de ser un campeón de los pesos pesados que la de ser un agente gubernamental. El agente se llevó la mano hacia el interior de su gabardina y extrajo de ella un par de dosieres que le entregó a Dretch sin mediar palabra.
En cuanto el joven búho pudo comprobar el peso de ambos dosieres en seguida volvió a bufar disconforme. O bien estaban escritos en papel de fumar o su experiencia previa era inexistente.
- Se les llama iniciados por algo ¿no? – se aventuró a decir Jakzer.
Dretch ojeó rápidamente y muy superficialmente el historial de servicio de ambos candidatos. Huérfanos, abandonados, parias… siempre era más de lo mismo ¿Cuándo llegaría en el día en el que se ciñeran exclusivamente a la información esencial? El primero que ojeo fue el de la iniciada Fitzgerald, lo preocupante de aquel expediente no era que fuera escaso, sino que la mayoría de campos eran conjeturas o, en el peor de los casos, estaban descaradamente falsificadas. El expediente del iniciado Vogel era aún más alarmante, había trabajado previamente con Leblanc y tenía buenas referencias por su parte. Aquello era aceptable, sin embargo, sus aptitudes no lo eran tanto. Durante su adiestramiento y experiencia de campo había demostrado tener unos ideales rectos, demasiados rectos para la Karasu. Dretch abrió la boca para rechistar, pero Ann se anticipó a sus intenciones
- Cada día la Revolución inventa nuevas estrategias terroristas para hundir a la civilización en el fango. Caminamos por el filo de una navaja señor Buerganor y los rebeldes amenazan con destruirnos. Además, no hace no tanto usted mismo entrenó a un par de iniciados ¿Cuáles fueron sus palabras entones? Oh, ya lo recuerdo «Lo más fascinante es que cuando crees que los has preparado para cualquier imprevisto, cualquier contingencia, cualquier cambio de planes… Los iniciados siempre acaban sorprendiéndote».
- Aquello fue un entrenamiento rutinario, no un suicidio y, por lo que yo recuerdo, tú no estabas allí. Esto es una temeridad…
- Disiento, el Señor Zyanchy quiere poner a prueba a mas iniciados y yo también.
Mientras continuaban discutiendo, sus pasos les llevaban de forma lenta pero inalterable hacia su destino. La Estación del Día, la última parada del Umi Ressha. El tren no tardaría en llegar con sus dos candidatos, o eso era al menos lo que ellos esperaban.
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