La promesa de un tiempo pasado [Privado Dexter-Yzak]

El frío cubría toda la isla y parecía estar decidido a acabar con toda vida que allí anidase. Nada podía salvarnos de aquel desastre. Destrozaba cosechas, provocaba incurables enfermedades y congelaba el agua que bebíamos; odiaba aquel infierno llamado frío. Lo último que había arrancado habían sido las vidas de mis padres. La agonía y la tristeza envolvió mi mente. ¿De qué sirve vivir si todo lo que recolectas en una vida te es arrebatado con el paso del tiempo? Aquella barata y realista filosofía cruzaba mis pensamientos todos los días. Ya no sabía si debía seguir o morir, ¿habría algún haz de esperanza en lo que parecía que sería un tenebroso futuro? Desde luego que en aquella isla no. Sin esperanza y por alejarme de aquel horrible "hogar", subí a un pequeño bote. Realmente me daba igual mi destino, ni mi propia vida me importaba ahora. El vacío que mis padres habían dejado era tan grande que todo se había apagado de repente, incluso las ganas de vivir.

Me desperté en medio de una playa, dentro del bote. Parecía que, por suerte, o quizás por desgracia, mi bote había llegado perfectamente a un pequeño puerto, a través de un riachuelo que desembocaba en el mar. Miré al cielo y suspiré. Me perseguía. La nieve me perseguía. Estaba en una isla que seguramente no estaba muy lejos de la mía, ya que, el clima era idéntico. Bajé de la barca, allí no pude ver a nadie. Si había un puerto, entonces la isla estaría habitada pero no veía ninguna ciudad o casas por la zona, por lo que, empecé a caminar. Podría desmayarme en cualquier momento, después de todo, ya llevaría un par de días sin comer y; si bien mi estómago estaba entrenado para soportar algo de tiempo sin comida, ya había pasado más del que podía soportar.

Tras caminar un buen rato me adentré en un bosque, éste, al contrario que el de mi isla natal era increíblemente vasto. Admiré por unos segundos las altas copas de los pinos que allí crecían, para después notar como me producían una pequeña sonrisa vacía. Me daba cuenta de que cada minuto que pasaba perdía más la consciencia y el dolor provocado por la desnutrición era más intenso. Volvió a mi mente aquella filosofía: seguir o morir. No sabía por qué pero algo me decía que debía seguir hacia adelante. Quién sabe, quizás ya me había vuelto loco. Di un pequeño paso, y allí me desmayé. Morir allí era mi destino después de todo. En mi mente, la oscuridad parecía tragarse todo, como si de un agujero negro se tratase. ¿Realmente era el final?

-¿Qué hacemos aquí?- se quejó, exhalando chispas entre el vaho gélido que expulsaba con cada respiración-. No hay nada útil aquí. Literalmente, nada.

Aquel día llevaba un abultado abrigo de color negro, aún abierto, y un pequeño gorro que cubría parte de su cabello. Algunos mechones sobresalían rebeldes, pero no se molestó en resguardarlos. Estaba muy molesto con Legim, no sólo por haberlo obligado a unirse a su tripulación sino, sobre todo, por haberlo llevado de vuelta al North Blue. Tenía cosas que hacer, una tarea que cumplir, y estaba seguro de que allí era donde encontraría lo que llevaba años buscando... ¡Y cuando por fin se acercaba el maníaco capitán Legan Legim decidía en un capricho que prefería volver al frío norte.

-Estamos aquí por eso- el capitán señaló una leve cicatriz en el cuello de Dexter. Tras una larga batalla podría decirse que Legim lo había derrotado, pero el brazo roto y las tres costillas aún entablilladas que lucía para él significaban otra cosa-. Quedamos en que si te daba caza te unirías a mí.

-Sólo fue un rasguño- interpuso él-, y tú acabaste bastante peor.

-La única herida que importa en una batalla es la última. Si hubiese decidido cortar, yo estaría con un brazo roto y tú sin cabeza- rio-. No lo olvides. Y ahora haz algo útil y tráeme el tesoro de Karma.

Dexter abandonó el barco refunfuñando. Karma había sido un pirata "amigo" del "gran capitán" Legan Legim, pero no había honor entre ladrones. Apenas un día tras su ejecución, Legim había puesto rumbo al North Blue y ahora era el dragón quien debía encargarse del trabajo sucio. No iba a olvidar la valiosa lección de Legim, pero tampoco estaba de acuerdo con dedicarse al saqueo gratuitamente. Mucho menos, saquear a un amigo mientras su cadáver aún está caliente y sin un mapa con el que ubicarse. Podrían pasar semanas, o incluso meses de batidas constantes sin siquiera acercarse a la localización, pero eso a él no le importaba; él quería darle otra lección: Legim mandaba, y Black obedecía.

Aferró la pequeña mochila de expedición que tenía y comenzó a avanzar por un extenso bosque de pinos, similar a los de Darmer pero cubiertos de tanta nieve que apenas podía olfatear las agujas bajo ella. Un paso y luego otro, caminando sin prisa mientras recitaba una melodía arrítmica en su cabeza. Ni siquiera en su imaginación sabía seguir el ritmo de la música, pero...

-¡¿Qué carajo?!

Su grito hizo caer nieve de tres pinos, despertó a siete búhos y ahuyentó a doce familias de ciervos que arrancaban hierba en los alrededores. En medio de su caminata había subido un montículo de nieve, pero no era de nieve. Era blando, pero crujía levemente, y cuando miró el rastro de sus pisadas reconoció tela. Estaba encima de un cadáver. Qué asco.

Pero... Respiraba. Débilmente y sin saber cómo, porque su cara estaba contra la nieve, pero respiraba. Rápidamente le dio la vuelta y se acercó al árbol más cercano. Si lo hacía bien podía conseguir que ardiese, pero no tenía claro que incendiar un bosque fuese la mejor opción, así que se elevó para recolectar un par de ramas y pasó tensión por ellas hasta que las notó secas. Una vez hecho eso, hizo una pequeña hoguera.

Metió nieve en su taza de aluminio y la calentó hasta derretirla. Luego se la tiró a la cara al cadáver... Debería dejar de llamarlo así si despertaba. O igual no.

En la oscuridad, apareció una luz. Miré hacia delante para darme cuenta de que un enorme dragón azulado, estaba iluminando aquella oscura realidad llamada muerte con su aliento de fuego. Lo miré asustado porque seguramente venía a acabar con mi vida. Lentamente di un paso hacia atrás provocado por el temor y el miedo a dejar de existir. No entendía mi comportamiento, múltiples veces me había dicho a mi mismo que ya no quería seguir viviendo aquella "vida". Entonces, ¿por qué tenía miedo a morir? Volví a darme cuenta de mi miseria y bajé la cabeza en señal de rendición. Fue entones cuando aquel temible ser se fijó en mi por completo y rugió tan ferozmente que hizo que sintiese un terrible terror. Puso sus ojos en mí durante unos segundos que a mí se me hicieron eternos, y con un firme movimiento exhaló su fuego contra mí, lo que me hizo gritar y tambalear mi decisión; entonces desperté.

Me encontraba en aquel lugar helado, seguramente me habia desmayado tanto por la desnutrición como por el frío. Mi rostro mostraba incredulidad, sorpresa y temor. Miré de un lado a otro buscando aquel dragón pero ya no estaba, tampoco aquella habitación de oscuridad, ¿lo había soñado? Al sentarme, cayó un líquido de mi cara, que estaba caliente. ¿Sudor? Lo probé para saberlo. Estaba dulce, era agua, agua caliente. No entendía como era posible. Me fijé esta vez mucho más en el entorno buscando explicaciones. Y ahí estaba, había alguien justo en frente, un hombre de pelo oscuro y largo que probablemente era la razón por la que no estaba congelado.

—Gracias por salvarme... aunque no hacía falta.—Dije mirándole con mi ojo moribundo. Volví a pensar en el sueño que acababa de tener. —Me llamo Yzak, Yzak D. Snower. Por cierto... esto te parecerá un poco extraño pero... ¿has visto algún dragón por aquí?— Ni yo mismo me creía que le hubiera hecho esa pregunta. Quizás estaba demasiado confundido por el desmayo.

Esperando una respuesta, mi estómago rugió, y poniéndome la mano en el abdomen, bajé la mirada, sonrojado. Quizás aquel hombre tenía algo de comida. Y si no, siempre podía comérmelo a él. Al bromear con ese último pensamiento, en mi rostro se dibujó una pequeña sonrisa.