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Esta es una misión importante, alguien apuesta por tí, Kroren, no lo defraudes. Aquella persona que secuestraste ha revelado cierta información que podría llevar a inflingir un buen golpe a la armada revolucionaria. Al parecer, se están abasteciendo de algo proveniente de la isla Hallstat, tu misión es encontrar al revolucionario que lleva los negocios en la isla y traerlo, vivo o muerto (aunque mejor vivo). De forma adicional, se esperaría que descubrieras qué provee exactamente y algún nombre o algo que permita seguir la investigación. Se te ha enviado solo para no llamar la atención, pues debido a las costumbres y cultura locales, los extranjeros (y sus ropas) destacan bastante. Es una suerte que las capas y chubasqueros para la lluvia hacen que todos parezcan iguales, por lo que pasarás inadvertido mientras lleves algo así.
Estás en Astelia, capital del reino (aquí más información acerca de la isla), donde esperas encontrar alguna pista sobre el paradero del revolucionario. Está lloviendo a mares, pero eso no parece evitar que la gente inunde las calles, sin lugar a dudas están acostumbrados a esta clase de temporales. Sin embargo, cerca de las murallas parece haber un grupo de personas anormalmente grande armando bullicio. Tú decides si acercarte podría ser conveniente o prefieres buscar información en algún otro sitio.
Son casi las seis de la tarde y algunos mercaderes empiezan a recoger sus puestos, juntos unos al lado de los otros alrededor de una gran plaza de la que la gente se va alejando.
Estás en Astelia, capital del reino (aquí más información acerca de la isla), donde esperas encontrar alguna pista sobre el paradero del revolucionario. Está lloviendo a mares, pero eso no parece evitar que la gente inunde las calles, sin lugar a dudas están acostumbrados a esta clase de temporales. Sin embargo, cerca de las murallas parece haber un grupo de personas anormalmente grande armando bullicio. Tú decides si acercarte podría ser conveniente o prefieres buscar información en algún otro sitio.
Son casi las seis de la tarde y algunos mercaderes empiezan a recoger sus puestos, juntos unos al lado de los otros alrededor de una gran plaza de la que la gente se va alejando.
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Con esta vez, ya era la tercera misión que se me encomendaba gracias a la información sonsacada, no muy amablemente, a mi prisionero, Dicken. No solía alegrarme mucho realizar mi trabajo, pero estaba ganando fama y honores y eso sí me ponía contento.
Esta vez fui enviado a Hallstat. Como siempre, durante el trayecto por el mar, me leí varios libros y anotaciones sobre la isla ya que me gustaba estar bien informado. Por suerte, el rey y varias familias nobles de la isla estaban afiliadas al Gobierno Mundial, lo que hizo más sencilla mi tarea. Me informé sobre las costumbres, la flora y la fauna, esto último me reveló que Jane no sería mal vista.
-¿Aracane nos vuelve a usar como sus recaderos?- dijo Heinrich el cual estaba colocado en mi espalda-. Estaría mejor en una cocina que en un despacho.
Habían varios agentes alrededor por lo que me fue imposible contestarle, aunque no pude disimular una pequeña sonrisilla.
Bajé del barco con el chubasquero ya puesto para no llamar la atención y Jane se pegó a mi pierna para evitar mojarse más de la cuenta. Cada cierto tiempo se sacudía el agua ya que llovía demasiado como para que su plan surtiese efecto.
Cuando llegué a Astelia intenté llamar la atención lo menos posible, cosa sencilla porque entre la gran cantidad de gente y el bullicio cerca de la muralla yo era lo menos alarmante en ese momento. Sin dudarlo, más por querer acabar pronto que por valentía, me acerqué al bullicio para saber de que se trataba. No sabía por donde empezar así que no perdía nada si echaba un pequeño vistazo.
Mientras me acercaba al grupo de gente, Jane se separó de mi para mear al lado de una piedra.
Esta vez fui enviado a Hallstat. Como siempre, durante el trayecto por el mar, me leí varios libros y anotaciones sobre la isla ya que me gustaba estar bien informado. Por suerte, el rey y varias familias nobles de la isla estaban afiliadas al Gobierno Mundial, lo que hizo más sencilla mi tarea. Me informé sobre las costumbres, la flora y la fauna, esto último me reveló que Jane no sería mal vista.
-¿Aracane nos vuelve a usar como sus recaderos?- dijo Heinrich el cual estaba colocado en mi espalda-. Estaría mejor en una cocina que en un despacho.
Habían varios agentes alrededor por lo que me fue imposible contestarle, aunque no pude disimular una pequeña sonrisilla.
Bajé del barco con el chubasquero ya puesto para no llamar la atención y Jane se pegó a mi pierna para evitar mojarse más de la cuenta. Cada cierto tiempo se sacudía el agua ya que llovía demasiado como para que su plan surtiese efecto.
Cuando llegué a Astelia intenté llamar la atención lo menos posible, cosa sencilla porque entre la gran cantidad de gente y el bullicio cerca de la muralla yo era lo menos alarmante en ese momento. Sin dudarlo, más por querer acabar pronto que por valentía, me acerqué al bullicio para saber de que se trataba. No sabía por donde empezar así que no perdía nada si echaba un pequeño vistazo.
Mientras me acercaba al grupo de gente, Jane se separó de mi para mear al lado de una piedra.
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Te vas haciendo hueco entre la muchedumbre para poder echar un ojo a lo que sea que los ha reunido a todos, intentando no llamar la atención. Cuando finalmente consigues ver algo, entiendes las expresiones de asco y terror que las personas tienen. Un joven de poco más de veinte años yace en el suelo con un charco de sangre que rodea su cabeza. Al parecer ha tenido una hemorragia nasal masiva, aunque también parece haber sangrado por la boca, es difícil saberlo sin acercarse más, pero quedarías a la vista de todos.
Unos caballeros con armadura y una espada al cinto intentan alejar a la multitud: -No hay nada que ver aquí, por favor, sigan su camino.
Otro más se acerca al cuerpo, pero sin casco y con unas gafas con una especie de accesorio de aumento. -Otro joven víctima de esos polvos... Chicos, lleváoslo. ¿Alguien ha denunciado alguna desaparición? ¿Sabemos quién es? -preguntaba a los otros dos, que se miraban entre ellos. -Señor Vash, ya hemos perdido la cuenta, pero debe haber más de una docena de denuncias, todas de la Baronía de Spiegel o alrededores.
-...Ya, claro, cómo olvidarlo. Tendremos que traer una por una a las familias para ver si alguien lo reconoce. Gracias, muchachos.
Todos dejan la escena, quedando solo un charco de sangre y tú. Por cierto, Jane no ha vuelto, sino que está siendo acariciada por alguien agachado a su lado cuyo rostro no alcanzas a ver debido a su abrigo. Jane parece estar muy agusto y el extraño parece estar pendiente de ti. Una vez que te has fijado en él, mira con cariño a Jane, se levanta y se va, pero no está corriendo, podrías alcanzarlo, o ir tras el Señor Vash, que camina despacio y pensativo varios metros detrás de los otros dos, aunque nada te asegura que sea adecuado hablar con él, no sábes qué puesto ostenta o si está permitido hablar con los que llevan la armadura con el escudo de la ciudad tanto en el pecho como la espalda.
De todas formas, ya has oído "Baronía de Spiegel", así que podrías intentar buscar el camino por tu cuenta o preguntar a alguien e ir directamente.
Unos caballeros con armadura y una espada al cinto intentan alejar a la multitud: -No hay nada que ver aquí, por favor, sigan su camino.
Otro más se acerca al cuerpo, pero sin casco y con unas gafas con una especie de accesorio de aumento. -Otro joven víctima de esos polvos... Chicos, lleváoslo. ¿Alguien ha denunciado alguna desaparición? ¿Sabemos quién es? -preguntaba a los otros dos, que se miraban entre ellos. -Señor Vash, ya hemos perdido la cuenta, pero debe haber más de una docena de denuncias, todas de la Baronía de Spiegel o alrededores.
-...Ya, claro, cómo olvidarlo. Tendremos que traer una por una a las familias para ver si alguien lo reconoce. Gracias, muchachos.
Todos dejan la escena, quedando solo un charco de sangre y tú. Por cierto, Jane no ha vuelto, sino que está siendo acariciada por alguien agachado a su lado cuyo rostro no alcanzas a ver debido a su abrigo. Jane parece estar muy agusto y el extraño parece estar pendiente de ti. Una vez que te has fijado en él, mira con cariño a Jane, se levanta y se va, pero no está corriendo, podrías alcanzarlo, o ir tras el Señor Vash, que camina despacio y pensativo varios metros detrás de los otros dos, aunque nada te asegura que sea adecuado hablar con él, no sábes qué puesto ostenta o si está permitido hablar con los que llevan la armadura con el escudo de la ciudad tanto en el pecho como la espalda.
De todas formas, ya has oído "Baronía de Spiegel", así que podrías intentar buscar el camino por tu cuenta o preguntar a alguien e ir directamente.
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Por extraño que pudiera parecer, seguía sin entender las caras de asco y mucho menos las de terror. Aquella imagen lo máximo que inspiraba en mí era una cierta alegría mezclada con rabia por no haber sido yo el causante. Es verdad que yo no podía ir por ahí matando a civiles, pero solía dejar a criminales con muchísimas peores pintas que aquel joven.
Acto seguido, me aparté para dejar pasar a los guardias y obedecí sus ordenes, aunque no podía apartar la vista del cadáver y mucho menos la sonrisa de mi boca. Por suerte, el chubasquero la tapaba. Gracias a mi oído, no me fue necesario que permaneciera cerca para escuchar que decían los guardias y el tal Señor Vash. Aquello fue bastante útil para estar lo suficientemente apartado del lugar y así no resultar sospechoso. Aquella misión era alto secreto y era algo que me había quedado suficientemente claro.
-¿Polvo? -dijo Heinrich desde detrás mía-. ¿Se tratará de un arma química? Ten cuidado, desde aquella vez que te metiste en un estercolero en vez de en donde guardábamos las semillas, nos quedó claro que tu nariz no funcionaba muy bien.
"No te pases..." -pensé sin poder hablar en voz alta.
Seguí escuchando para no perder detalle. Al parecer había muchos desaparecidos y casi todos de la Baronía de Spiegel. Por mi cabeza pasó la idea de ir allí inmediatamente si no fuera porque algo me llamó la atención.
-¿Y Jane? -pregunté en voz alta.
Por un segundo temí de llamar la atención, pero nadie me estaba mirando. Sólo aquel hombre que estaba junto a mi mascota. Por culpa de la capucha, me era imposible verle la cara así que su aspecto misterioso me ponía más de los nervios. Mis ojos se abrieron como platos y mis pupilas lograron tener el tamaño del iris haciendo una mirada penetrante y algo tenebrosa. No era mi intención asustar a nadie, pero me ponía de los nervios que un sucio desconocido tocara a mi chica.
-Podemos buscar información en la Baronía de Spiegel. Hablar con el Señor Vash en plena misión secreta no es buena idea. Es decir, no creo que decir "Hola, soy del CP... podrías decirme quienes son los malos" sea una buena idea -murmuraba Heinrich por su cuenta.
Por otro lado, la idea de que ese hombre me había visto y había tocado a Jane, hacía que ignorara lo que decía Heinrich. Acto seguido, fui hacia el hombre misterioso, principalmente para saber de quien se trataba y de ser necesario, sonsacarle información.
-¡Aja! -exclamó de nuevo el arco-. Ir a por la única persona sospechosa y además que te ha visto. Joder, si pareces listo y todo... -añadió entre risillas-. Sabes que hay que hacer si se trata de un civil ¿no?
Jane, tras haberse detenido las caricias, volvió a mi lado como solía hacer.
Acto seguido, me aparté para dejar pasar a los guardias y obedecí sus ordenes, aunque no podía apartar la vista del cadáver y mucho menos la sonrisa de mi boca. Por suerte, el chubasquero la tapaba. Gracias a mi oído, no me fue necesario que permaneciera cerca para escuchar que decían los guardias y el tal Señor Vash. Aquello fue bastante útil para estar lo suficientemente apartado del lugar y así no resultar sospechoso. Aquella misión era alto secreto y era algo que me había quedado suficientemente claro.
-¿Polvo? -dijo Heinrich desde detrás mía-. ¿Se tratará de un arma química? Ten cuidado, desde aquella vez que te metiste en un estercolero en vez de en donde guardábamos las semillas, nos quedó claro que tu nariz no funcionaba muy bien.
"No te pases..." -pensé sin poder hablar en voz alta.
Seguí escuchando para no perder detalle. Al parecer había muchos desaparecidos y casi todos de la Baronía de Spiegel. Por mi cabeza pasó la idea de ir allí inmediatamente si no fuera porque algo me llamó la atención.
-¿Y Jane? -pregunté en voz alta.
Por un segundo temí de llamar la atención, pero nadie me estaba mirando. Sólo aquel hombre que estaba junto a mi mascota. Por culpa de la capucha, me era imposible verle la cara así que su aspecto misterioso me ponía más de los nervios. Mis ojos se abrieron como platos y mis pupilas lograron tener el tamaño del iris haciendo una mirada penetrante y algo tenebrosa. No era mi intención asustar a nadie, pero me ponía de los nervios que un sucio desconocido tocara a mi chica.
-Podemos buscar información en la Baronía de Spiegel. Hablar con el Señor Vash en plena misión secreta no es buena idea. Es decir, no creo que decir "Hola, soy del CP... podrías decirme quienes son los malos" sea una buena idea -murmuraba Heinrich por su cuenta.
Por otro lado, la idea de que ese hombre me había visto y había tocado a Jane, hacía que ignorara lo que decía Heinrich. Acto seguido, fui hacia el hombre misterioso, principalmente para saber de quien se trataba y de ser necesario, sonsacarle información.
-¡Aja! -exclamó de nuevo el arco-. Ir a por la única persona sospechosa y además que te ha visto. Joder, si pareces listo y todo... -añadió entre risillas-. Sabes que hay que hacer si se trata de un civil ¿no?
Jane, tras haberse detenido las caricias, volvió a mi lado como solía hacer.
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El encapuchado caminaba a ritmo constante, pero no corría. Básicamente daba la impresión de querer que lo siguieras, o eso o huía pésimamente. Lo que sí que hacia bien era introducirse entre las multitudes, que aún llenaban las calles aunque cada vez menos. Esta gente parece acostarse (o al menos volver a casa) bastante temprano. Tendrás que esforzarte para no perderlo, y si quisieras podrías alcanzarlo, o tal vez prefieras saber a dónde te lleva.
- Si te acercas para hablar con él:
- Je, tienes agallas. Te habla en muy baja voz, puedes observar un joven de pelo blanco, sonriente y algo enigmático bajo la capucha. —¿Aquí, en medio de la calle? Vaya... Bueno, entonces entiendo que quieres ir directo al grano ¿cierto? Baronía de Spiegel, al este desde aquí, cogiendo el camino que baja y saliendo de la ciudad en la segunda puerta que veas. Cuando llegues, espera a la medianoche y vigila la puerta. —el hombre lanza una pequeña cosa rojiza que no alcanzas a ver bien. La lanza lejos y Jane sale corriendo hacia ella. —¿Estás seguro de quieres dejar que se coma eso? —Jane corre. O gritas bien fuerte para que se detenga o más te vale correr si quieres evitarlo.
Pierdes al hombre misterioso de vista, los caminantes lucen todos iguales con sus abrigos.
- Si decides seguirlo sin interrumpir su marcha:
- Al final, siguiendo callejones hacia abajo cada vez más estrechos y oscuros, lo pierdes en la penumbra de alguna suerte de local. Si los últimos callejones estaban en mal estado, esto ya no tiene nombre.
Una puerta doble, de madera ennegrecida, astillada y sin identificación alguna y abierta de par en par era la encargada de dar la bienvenida adentro.
El local tenía una apariencia precaria, por fuera y por dentro. Si decides entrar, encontrarás tres personas: un hombre de unos cincuenta años, caso calvo y con una cuidada barba, que estaba tras la barra lavando los vasos; un hombre con la cabeza recostada en la barra, lleva una gabardina medio roída y, al tener la cara hacia el otro lado, solo puedes ver que tiene el pelo corto y negro; por último, una mujer de treinta o menos, con gafas, pelo recogido en una fina coleta y vestida muy elegantemente, con un pantalón negro, un chaleco de vestir, también negro, una camisa blanca una corbata roja.
El primero te mira de reojo, pero no abre la boca, parece que espera a que decidas entrar y tomar asiento frente a él. La chica está sentada aparte, ante una solitaria y pequeña mesa cuadrada sobre la que se extiende un tablero con fichas encima. El juego no te es conocido, parece un sucedáneo del ajedrez, pero ni las piezas son las mismas. Ella no parece atenta a nada más que a lo que está sobre la mesa, ni siquiera ha reaccionado a tu presencia, aunque podrías sentarte en frente.
Por cierto, al fondo a la izquierda hay una puerta, y otra detrás de la barra, aunque muy probablemente no sea bien recibido que entres en un sitio y les abras las puertas como si el lugar te perteneciera...
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Podía alcanzar al encapuchado en el momento que quisiera, pero aún transeúntes al rededor. Aunque el número había disminuido, no sabía cual iba a ser la reacción del misterioso hombre y un combate en plena calle sería demasiado alarmante. Además, me encantaba la idea de tener que poner en practica mi técnicas de persecución ya que tanto tiempo en las oficinas me tenían oxidado.
-Ten cuidado, pueden estar planeando tenderte una emboscada -dijo Heinrich.
No le faltaba razón, pero teniendo a Jane no estaba preocupado. Su oído doblaba el mío y su olfato le mantenía alerta. Además, yo estaba más pendiente de no perder de vista al encapuchado que intentaba desaparecer entre la gente, aunque mi aguda visión se lo ponía difícil.
A medida que me adentraba en la ciudad por los callejones más antiguos de esta, el número de personas se redujo. Ahora sólo estábamos él y yo y era la oportunidad perfecta para pararle, pero cuando giré hacia la izquierda, el hombre había desaparecido. Jane, que no era tonta y sabía a quien estábamos siguiendo, continuó andando hacia la puerta de un local ruinoso. Al parecer su olor desaparecía justo en la puerta, quizás por culpa de olores más fuertes. No dudé en abrirme paso hacia el interior de lo que parecía ser una taberna. Desconocía el rechazo que pudiera causar Jane para el dueño del local, pero decidí arriesgarme ya que la idea de dejarla sola en la puerta ni me la planteé.
Observé a la mujer que ignoré al instante. No me interesaba en lo absoluto ni ella ni su juego. De ella sólo pude intuir que era la causa de que Jane perdiera el rastro del hombre. Quizás llevaba una colonia demasiado fuerte para el olfato de mi perra. Por otro lado estaba el tabernero, aquel hombre me miró conforme entraba y era el que más información podía darme ya que el segundo caballero parecía estar dormido.
-Elige bien tus palabras, chico -advirtió el arco antes de que fuera hacia el dueño.
Me quité la capucha dejando mi pálido rostro al descubierto. Mis ojos negros con profundas ojeras se clavaron en el caballero tras la barra. Me acerqué a él y no dije nada hasta que me senté en la silla.
-Lo más fuerte que tengas -dije sin temor a lo que fuera ya que carecía de gusto.
-Ten cuidado, pueden estar planeando tenderte una emboscada -dijo Heinrich.
No le faltaba razón, pero teniendo a Jane no estaba preocupado. Su oído doblaba el mío y su olfato le mantenía alerta. Además, yo estaba más pendiente de no perder de vista al encapuchado que intentaba desaparecer entre la gente, aunque mi aguda visión se lo ponía difícil.
A medida que me adentraba en la ciudad por los callejones más antiguos de esta, el número de personas se redujo. Ahora sólo estábamos él y yo y era la oportunidad perfecta para pararle, pero cuando giré hacia la izquierda, el hombre había desaparecido. Jane, que no era tonta y sabía a quien estábamos siguiendo, continuó andando hacia la puerta de un local ruinoso. Al parecer su olor desaparecía justo en la puerta, quizás por culpa de olores más fuertes. No dudé en abrirme paso hacia el interior de lo que parecía ser una taberna. Desconocía el rechazo que pudiera causar Jane para el dueño del local, pero decidí arriesgarme ya que la idea de dejarla sola en la puerta ni me la planteé.
Observé a la mujer que ignoré al instante. No me interesaba en lo absoluto ni ella ni su juego. De ella sólo pude intuir que era la causa de que Jane perdiera el rastro del hombre. Quizás llevaba una colonia demasiado fuerte para el olfato de mi perra. Por otro lado estaba el tabernero, aquel hombre me miró conforme entraba y era el que más información podía darme ya que el segundo caballero parecía estar dormido.
-Elige bien tus palabras, chico -advirtió el arco antes de que fuera hacia el dueño.
Me quité la capucha dejando mi pálido rostro al descubierto. Mis ojos negros con profundas ojeras se clavaron en el caballero tras la barra. Me acerqué a él y no dije nada hasta que me senté en la silla.
-Lo más fuerte que tengas -dije sin temor a lo que fuera ya que carecía de gusto.
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—...Claro, por supuesto. —el tabernero se giró de inmediato hacia unos estantes y echó en el vaso que acababa de limpiar un poco de una botella, otro poco de otra... —Tu perro espero que se comporte, y que tú tengas suficiente dinero. —tras juntar el contenido de cinco bebidas distintas, te sirve el vaso. El color es dorado, con un fondo algo más marrón, el vaso es grande y tiene una resistente asa.
—Buenas, chaval. ¿Qué te trae por aquí? —el hombre sentado a tu lado levanta un brazo con una vaso casi vacío en la mano, como brindando al aire, pero sin girar su rostro hacia ti. El tabernero le da un golpe en la cabeza, no muy fuerte, a modo de reprimenda. —Aquí no se hacen preguntas, ya lo sabes. Chico, —señaló a una pizarra a la derecha de la entrada, no podías haberla visto al entrar pues pasaba muy desapercibida en la penumbra.— nuestro lema aquí es "Todos tienen secretos", no hacemos preguntas, tú tampoco las haces. El lugar perfecto para que cualquiera disfrute una bebida en calma... o una partida. —con la misma mano, señala al tablero de la chica.
—¿En serio? Diatto, no presiones al chiquillo, es la primera vez que viene y... ¿pretendes que juegue contra mí? Por favor. —un golpe sonó a través de la puerta de la izquierda, interrumpiendo a la joven. Tanto ella como el tabernero hicieron como si nada hubiera pasado, aunque el otro se cayó del taburete de la sorpresa, aunque consiguió salvar el vaso. —Estoy bien, estoy bien, no os preocupéis.
Se levanta y por fin le ves la cara, aunque la verdad es que quizás hubiera sido mejor no versela, el pobre está un poco demacrado. Tiene los ojos enrojecidos, grandes ojeras y está mal afeitado. —Oh, no me he presentado. Mi nombre es Shota y, ya que aquí las preguntas no son bien recibidas, —miró despreciando al tabernero, que se hizo el loco.— simplemente esperaré que quieras presentarte por tí mismo. Un placer. —el hombre te ofrece la mano para estrechársela. A Jane no le gusta, pero probablemente sea por el fuerte olor a alcohol.
—Buenas, chaval. ¿Qué te trae por aquí? —el hombre sentado a tu lado levanta un brazo con una vaso casi vacío en la mano, como brindando al aire, pero sin girar su rostro hacia ti. El tabernero le da un golpe en la cabeza, no muy fuerte, a modo de reprimenda. —Aquí no se hacen preguntas, ya lo sabes. Chico, —señaló a una pizarra a la derecha de la entrada, no podías haberla visto al entrar pues pasaba muy desapercibida en la penumbra.— nuestro lema aquí es "Todos tienen secretos", no hacemos preguntas, tú tampoco las haces. El lugar perfecto para que cualquiera disfrute una bebida en calma... o una partida. —con la misma mano, señala al tablero de la chica.
—¿En serio? Diatto, no presiones al chiquillo, es la primera vez que viene y... ¿pretendes que juegue contra mí? Por favor. —un golpe sonó a través de la puerta de la izquierda, interrumpiendo a la joven. Tanto ella como el tabernero hicieron como si nada hubiera pasado, aunque el otro se cayó del taburete de la sorpresa, aunque consiguió salvar el vaso. —Estoy bien, estoy bien, no os preocupéis.
Se levanta y por fin le ves la cara, aunque la verdad es que quizás hubiera sido mejor no versela, el pobre está un poco demacrado. Tiene los ojos enrojecidos, grandes ojeras y está mal afeitado. —Oh, no me he presentado. Mi nombre es Shota y, ya que aquí las preguntas no son bien recibidas, —miró despreciando al tabernero, que se hizo el loco.— simplemente esperaré que quieras presentarte por tí mismo. Un placer. —el hombre te ofrece la mano para estrechársela. A Jane no le gusta, pero probablemente sea por el fuerte olor a alcohol.
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Esperé sin moverme de la barra a que el tabernero me sirviera lo que había pedido. Mis ojos seguían los movimientos de aquel hombre que se dedicó a mezclar contenido de distintas botellas. Desconfiaba del tabernero tanto como del señor que estaba apoyado en la barra.
-Tranquilo, las dos cosas están controladas...-respondí al tabernero conforme miraba el resultado de la mezcla.
No podía percibir el olor, pero casi nunca podía hacerlo. Lo que si pude ver fue el color del brebaje. Rápidamente eché en falta algo de hielo ya que me gustaba menear los vasos y hacer que estos chocaran con el cristal, me hacía parecer interesante.
El hombre apoyado en la barra rompió el silencio y llamó mi atención. Miré como intentaba brindar con su vaso casi vacío e intenté ver si el contenido tenía el mismo color que él mio. No pude fijarme bien porque rápidamente algo golpeó la mesa. El tabernero parecía algo serio al parecer por una regla algo estúpida que había en el local. La miré de reojo para estar precavido de ella. Al parecer no podía preguntar ni sobre el hombre que había entrado aquí ni sobre la Baronía de Spiegel.
-¿Qué dices? -preguntó algo molesto Heinrich-. Todo tienen secretos, pero algo de información podrás sacarles.
El tabernero señaló hacia la chica por si me apetecía jugar contra ella, pero ni conocía el juego ni me hacía gracia la posibilidad de que una mujer me ganase en algo. La chica se mostró algo prepotente con la idea de que jugara contra ella. Mi ego ahí fue un poco dañado, pero era consciente que si me picaba no iba a salir bien parado.
El golpe tras la puerta calló a la mujer e hizo que el hombre de mi izquierda se cayera. De reojo miré a Jane que empezó a gruñir en dirección a la puerta y eso me puso algo nervioso, aunque sólo me levanté de la silla en la que estaba. Acto seguido miré hacia el hombre decía que estaba bien una y otra vez. Me quedé tanto tiempo mirando su demacrado rostro que negarme a establecer una conversación con él sería ofensivo.
-No tengo problemas con presentarme... Me llamo Dicken -dije mientras esperaba alguna mueca en el rostro de los presentes ya que si eran revolucionarios esto llamaría su atención. Quizás era un error, pero con suerte resumiría bastante mi estancia en aquella isla. Además, la opción de dar mi verdadero nombre estaba descartada y carecía de imaginación para inventarme otro de forma que pareciera natural. Sí no veía nada raro en ellos, le extendería la mano al desconocido a sabiendas que Jane estaba ahí si pasaba algo malo.
-Te la estás jugado, chico -resopló el arco.
-Tranquilo, las dos cosas están controladas...-respondí al tabernero conforme miraba el resultado de la mezcla.
No podía percibir el olor, pero casi nunca podía hacerlo. Lo que si pude ver fue el color del brebaje. Rápidamente eché en falta algo de hielo ya que me gustaba menear los vasos y hacer que estos chocaran con el cristal, me hacía parecer interesante.
El hombre apoyado en la barra rompió el silencio y llamó mi atención. Miré como intentaba brindar con su vaso casi vacío e intenté ver si el contenido tenía el mismo color que él mio. No pude fijarme bien porque rápidamente algo golpeó la mesa. El tabernero parecía algo serio al parecer por una regla algo estúpida que había en el local. La miré de reojo para estar precavido de ella. Al parecer no podía preguntar ni sobre el hombre que había entrado aquí ni sobre la Baronía de Spiegel.
-¿Qué dices? -preguntó algo molesto Heinrich-. Todo tienen secretos, pero algo de información podrás sacarles.
El tabernero señaló hacia la chica por si me apetecía jugar contra ella, pero ni conocía el juego ni me hacía gracia la posibilidad de que una mujer me ganase en algo. La chica se mostró algo prepotente con la idea de que jugara contra ella. Mi ego ahí fue un poco dañado, pero era consciente que si me picaba no iba a salir bien parado.
El golpe tras la puerta calló a la mujer e hizo que el hombre de mi izquierda se cayera. De reojo miré a Jane que empezó a gruñir en dirección a la puerta y eso me puso algo nervioso, aunque sólo me levanté de la silla en la que estaba. Acto seguido miré hacia el hombre decía que estaba bien una y otra vez. Me quedé tanto tiempo mirando su demacrado rostro que negarme a establecer una conversación con él sería ofensivo.
-No tengo problemas con presentarme... Me llamo Dicken -dije mientras esperaba alguna mueca en el rostro de los presentes ya que si eran revolucionarios esto llamaría su atención. Quizás era un error, pero con suerte resumiría bastante mi estancia en aquella isla. Además, la opción de dar mi verdadero nombre estaba descartada y carecía de imaginación para inventarme otro de forma que pareciera natural. Sí no veía nada raro en ellos, le extendería la mano al desconocido a sabiendas que Jane estaba ahí si pasaba algo malo.
-Te la estás jugado, chico -resopló el arco.
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El hombre con apariencia de vagabundo te aprieta la mano y cuando se sienta de nuevo se gira extrañado. —¿Dicken? —miró a la chica, que tenía el ceño fruncido. Esta se levantó y se rio por un momento.
—Debes estar de broma. ¿Por qué no has empezado por ahí? —Shota se levanta también, sonriente. —Pues entonces pasa, pasa, seguro que Chet querría mostrártelo en persona, pero no está aquí. —Te pone la mano en la espalda y te va guiando hacia la puerta de la que antes sonó un ruido.
Una vez entras y la puerta se cierra tras de ti, ves a unos hombres cargando unas cajas en una especie de carro grande. Un hombre está cerrando una caja que está en el suelo, seguramente el ruido fue porque se cayó. Si te fijas, te darás cuenta de que no todas las cajas las están cargando, unas pocas las han traído ellos y las dejan en el local. El hombre que dirige el trabajo se os queda mirando. —No se os ha perdido nada aquí, ¿qué hacéis?
—Pues resulta que aquí el chico es amigo de Chet, pensaba dejarle que probara la mercancía, no habría ningún problema ¿no? —el hombre se piensa la respuesta, pero no está contento. —Si empezamos a regalarlo no tendremos beneficios. Si quiere algo de Chet, que se lo pida a él. —sonrió levemente pero trató de ocultarlo tapándose la boca con la mano.
Shota te mira con sus enrojecidos ojos. —Lo he intentado, tendrás que ir a la Baronía de Spiegel para hablar con Chet si quieres un poco de esto. —sacó un pequeño saco del bolsillo, puedes ver un poco del contenido, escaso y con apariencia de sal pulverizada. —Tengo poco y es caro, no te lo puedo dar, pero te aseguro que te hace sentir en la cima del mundo, es brutal, no he probado nada mejor en mi vida. —cierra y guarda el saquito. El hombre de la obra se ríe y se da la espalda tratando de ocultarlo.
Una voz fuerte se oye desde la entrada al local. —¡Banda del Puño de Egil, sabemos que estáis ahí, salid y nadie saldrá herido! —Oyes una silla que se cae en la habitación de la que has venido. —¿Qué demonios? —Shota se muestra confundido e indeciso. Los otros hombres de la sala se ponen muy nerviosos, pero el jefe los manda a callar. —Dejadselo a ellos dos.
—Debes estar de broma. ¿Por qué no has empezado por ahí? —Shota se levanta también, sonriente. —Pues entonces pasa, pasa, seguro que Chet querría mostrártelo en persona, pero no está aquí. —Te pone la mano en la espalda y te va guiando hacia la puerta de la que antes sonó un ruido.
Una vez entras y la puerta se cierra tras de ti, ves a unos hombres cargando unas cajas en una especie de carro grande. Un hombre está cerrando una caja que está en el suelo, seguramente el ruido fue porque se cayó. Si te fijas, te darás cuenta de que no todas las cajas las están cargando, unas pocas las han traído ellos y las dejan en el local. El hombre que dirige el trabajo se os queda mirando. —No se os ha perdido nada aquí, ¿qué hacéis?
—Pues resulta que aquí el chico es amigo de Chet, pensaba dejarle que probara la mercancía, no habría ningún problema ¿no? —el hombre se piensa la respuesta, pero no está contento. —Si empezamos a regalarlo no tendremos beneficios. Si quiere algo de Chet, que se lo pida a él. —sonrió levemente pero trató de ocultarlo tapándose la boca con la mano.
Shota te mira con sus enrojecidos ojos. —Lo he intentado, tendrás que ir a la Baronía de Spiegel para hablar con Chet si quieres un poco de esto. —sacó un pequeño saco del bolsillo, puedes ver un poco del contenido, escaso y con apariencia de sal pulverizada. —Tengo poco y es caro, no te lo puedo dar, pero te aseguro que te hace sentir en la cima del mundo, es brutal, no he probado nada mejor en mi vida. —cierra y guarda el saquito. El hombre de la obra se ríe y se da la espalda tratando de ocultarlo.
Una voz fuerte se oye desde la entrada al local. —¡Banda del Puño de Egil, sabemos que estáis ahí, salid y nadie saldrá herido! —Oyes una silla que se cae en la habitación de la que has venido. —¿Qué demonios? —Shota se muestra confundido e indeciso. Los otros hombres de la sala se ponen muy nerviosos, pero el jefe los manda a callar. —Dejadselo a ellos dos.
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No esperé que el vagabundo cogiera mi mano tan rápido. Si hubiera visto antes la mirada que le dedicó a la mujer que estaba sentada a mi espalda al escuchar el nombre, quizás hubiera pasado a la ofensiva directamente. Por suerte no lo hice ya que ninguno de los dos sabía como era el físico de Dicken.
-Aunque te están confundiendo con un negro, mira el lado positivo, ya sabemos que se trata de un grupo de revolucionarios -afirmó Heinrich- o alguien estrechamente relacionado con ellos.
Dicken era un conocido tabernero en el reino de Lvneel antes de ser secuestrado por mí. Aunque parecía un ciudadano de lo más honrado, nos habían llegado informes de que simpatizaba con las fuerzas revolucionarias. Tras su captura, descubrimos que era uno de los mensajeros del ejército revolucionario el cual empezaba a dudar de la eficacia de las palomas y de las llamadas en clave por den den mushi. Por suerte para Dicken, su buena imagen entre los marines y los policías del reino hacían muy fácil su trabajo.
-Sabes de sobra que no puedo ir revelando mi nombre por ahí tan a la ligera -contesté a la pregunta de la mujer. De normal, no la habría escuchado, pero desconocía el trato que Dicken le ofrecía a las mujeres.
Dejé que Shota me guiara hasta la puerta de donde provenía el ruido. Jane le gruñó nada más tocar mi cuerpo, pero rápidamente la detuve antes de que intentara atacarle. Tanto Jane como yo entramos junto al vagabundo. La sala resultó ser una especie de gran almacén lleno de cajas que cinco hombres se dedicaban a bajar y a subir de un gran carro. Uno de ellos, el que parecía ser el jefe de los otros, se dirigió a nosotros con tal condescendencia que me mosqueó hasta el punto de considerar la idea de matarlo.
-Son demasiados para ti solo -dijo Heinrich-. Es cierto que en algún momento deberás acabar con su vida por que te han visto la cara y tal, pero ahora deberías aprovechar que te confunden con Dicken y conseguir información.
Las palabras de Heinrich eran sabias y no tuve más remedio que obedecerlas. Dejé que los acontecimientos siguieran su curso e intenté no intervenir durante la conversación entre el hombre y Shota. Gracias a simplemente escuchar, descubrí que Chet era el único que podía averiguar que no era Dicken. Además de la existencia de aquella importante mercancía-. Cuídate de ese tal Chet. Si llegara a aparecer estaríamos en un gran lío -durante la conversación, Shota dijo que para ver a Chet debería ir a la Baronía de Spiegel, lo que me dejó más tranquilo. El vagabundo también me mostró la mercancía y hablaba de ella como si fuera una droga alucinante-. Joder, este Shota es el empleado del mes -volvió a saltar Heinrich, esta vez de forma jocosa-. Solo falta que se entregue con las esposas ya puestas.
-Sería ideal -susurré, aunque gracias al bullicio de fuera no pude ser escuchado.
¿Banda del Puño de Egil? Al parecer resultó ser una banda relacionada con los revolucionarios. Los ruidos de fuera resultó ser una banda rival o algo que puso nervioso a Shota y a los otros hombres. Los únicos que manteníamos la calma eramos el jefe y yo, ya que Jane también se puso a gruñir.
-Es tu oportunidad de saltar a la acción, por fin veremos sangre... -dijo Heinrich.
-No sabemos cuantos son -afirmé-. Dos pueden no ser suficientes -dije sugiriendo que debíamos salir para ayudar a los compañeros que estaban en la puerta. Saqué a Heinrich de mi espalda y una flecha del carcaj que estaba en el cinturón bajo el chubasquero. Sin dudarlo, coloqué la flecha en la cuerda y esperé a ver que decidían.
-Aunque te están confundiendo con un negro, mira el lado positivo, ya sabemos que se trata de un grupo de revolucionarios -afirmó Heinrich- o alguien estrechamente relacionado con ellos.
Dicken era un conocido tabernero en el reino de Lvneel antes de ser secuestrado por mí. Aunque parecía un ciudadano de lo más honrado, nos habían llegado informes de que simpatizaba con las fuerzas revolucionarias. Tras su captura, descubrimos que era uno de los mensajeros del ejército revolucionario el cual empezaba a dudar de la eficacia de las palomas y de las llamadas en clave por den den mushi. Por suerte para Dicken, su buena imagen entre los marines y los policías del reino hacían muy fácil su trabajo.
-Sabes de sobra que no puedo ir revelando mi nombre por ahí tan a la ligera -contesté a la pregunta de la mujer. De normal, no la habría escuchado, pero desconocía el trato que Dicken le ofrecía a las mujeres.
Dejé que Shota me guiara hasta la puerta de donde provenía el ruido. Jane le gruñó nada más tocar mi cuerpo, pero rápidamente la detuve antes de que intentara atacarle. Tanto Jane como yo entramos junto al vagabundo. La sala resultó ser una especie de gran almacén lleno de cajas que cinco hombres se dedicaban a bajar y a subir de un gran carro. Uno de ellos, el que parecía ser el jefe de los otros, se dirigió a nosotros con tal condescendencia que me mosqueó hasta el punto de considerar la idea de matarlo.
-Son demasiados para ti solo -dijo Heinrich-. Es cierto que en algún momento deberás acabar con su vida por que te han visto la cara y tal, pero ahora deberías aprovechar que te confunden con Dicken y conseguir información.
Las palabras de Heinrich eran sabias y no tuve más remedio que obedecerlas. Dejé que los acontecimientos siguieran su curso e intenté no intervenir durante la conversación entre el hombre y Shota. Gracias a simplemente escuchar, descubrí que Chet era el único que podía averiguar que no era Dicken. Además de la existencia de aquella importante mercancía-. Cuídate de ese tal Chet. Si llegara a aparecer estaríamos en un gran lío -durante la conversación, Shota dijo que para ver a Chet debería ir a la Baronía de Spiegel, lo que me dejó más tranquilo. El vagabundo también me mostró la mercancía y hablaba de ella como si fuera una droga alucinante-. Joder, este Shota es el empleado del mes -volvió a saltar Heinrich, esta vez de forma jocosa-. Solo falta que se entregue con las esposas ya puestas.
-Sería ideal -susurré, aunque gracias al bullicio de fuera no pude ser escuchado.
¿Banda del Puño de Egil? Al parecer resultó ser una banda relacionada con los revolucionarios. Los ruidos de fuera resultó ser una banda rival o algo que puso nervioso a Shota y a los otros hombres. Los únicos que manteníamos la calma eramos el jefe y yo, ya que Jane también se puso a gruñir.
-Es tu oportunidad de saltar a la acción, por fin veremos sangre... -dijo Heinrich.
-No sabemos cuantos son -afirmé-. Dos pueden no ser suficientes -dije sugiriendo que debíamos salir para ayudar a los compañeros que estaban en la puerta. Saqué a Heinrich de mi espalda y una flecha del carcaj que estaba en el cinturón bajo el chubasquero. Sin dudarlo, coloqué la flecha en la cuerda y esperé a ver que decidían.
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Pasan algunos segundos y no se oye ningún ruido, al menos por ahora no parece haber habido violencia, ¿se habrán entregado el tabernero y la chica?
Los hombres que cargaban la mercancía miraron a su jefe. —Mierda... Esto es malo, aunque escapáramos hay mucho dinero en esta mercancía... —se decía en voz alta, observando las cajas.
Shota, notablemente molesto, le miró y se dispuso a hablarle. —¿En una situación como ésta te preocupas por el dinero? Son mis compañeros los que están ahí afuera.
—Efectivamente, son tus compañeros. Para mí sois clientes, y lo clientes muertos no me sirven, ni presos, pero peor aún sería perder el negocio por completo. —Shota gruñía, pero no sabía qué responder. —Dicken, guarda tu arma, tenemos que convencer a las autoridades de que estos impresentables no están aquí.
Tras apartarte de la puerta, sale y se hace el sorprendido. La puerta te tapa por completo la visibilidad, no te han visto, pero tú tampoco ves.
—¿¡Qué demonios..!? —gritaba Shota, actuando con bastante habilidad. —¿Qué dicen sobre una banda, por dios? —luego oyes unos pasos alejándose y apenas puedes intuir su voz junto a otras.
Por otra parte, los hombres empiezan a recoger en silencio la mercancía, parece que no quieren dejar nada que los pueda identificar en el lugar. El jefe te mira, serio y algo desafiante. —¿Qué puñetas miras? Deberías ir con esos tíos a ganar tiempo si no quieres que nos descubran, lo cual acabaría con todos los presentes presos, como mínimo, por si no te has dado cuenta. Al estar aquí te has convertido en sospechoso de cómplice con nuestra banda, tú verás lo que haces. —Sonreía, como si estuviera contento de que estuvieras entre la espada y la pared, al menos a sus ojos.
Los hombres que cargaban la mercancía miraron a su jefe. —Mierda... Esto es malo, aunque escapáramos hay mucho dinero en esta mercancía... —se decía en voz alta, observando las cajas.
Shota, notablemente molesto, le miró y se dispuso a hablarle. —¿En una situación como ésta te preocupas por el dinero? Son mis compañeros los que están ahí afuera.
—Efectivamente, son tus compañeros. Para mí sois clientes, y lo clientes muertos no me sirven, ni presos, pero peor aún sería perder el negocio por completo. —Shota gruñía, pero no sabía qué responder. —Dicken, guarda tu arma, tenemos que convencer a las autoridades de que estos impresentables no están aquí.
Tras apartarte de la puerta, sale y se hace el sorprendido. La puerta te tapa por completo la visibilidad, no te han visto, pero tú tampoco ves.
—¿¡Qué demonios..!? —gritaba Shota, actuando con bastante habilidad. —¿Qué dicen sobre una banda, por dios? —luego oyes unos pasos alejándose y apenas puedes intuir su voz junto a otras.
Por otra parte, los hombres empiezan a recoger en silencio la mercancía, parece que no quieren dejar nada que los pueda identificar en el lugar. El jefe te mira, serio y algo desafiante. —¿Qué puñetas miras? Deberías ir con esos tíos a ganar tiempo si no quieres que nos descubran, lo cual acabaría con todos los presentes presos, como mínimo, por si no te has dado cuenta. Al estar aquí te has convertido en sospechoso de cómplice con nuestra banda, tú verás lo que haces. —Sonreía, como si estuviera contento de que estuvieras entre la espada y la pared, al menos a sus ojos.
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Mi predisposición a ayudar a Shota a deshacerse de los intrusos no generó más que un incómodo silencio. Obviamente no iba a ser el primero en salir, pero tampoco vi a ninguno de los presentes con la valentía suficiente para hacerlo, es más, todos menos el jefe y Shota estaban bastante nerviosos.
-Interesante, es dice mucho de esta apestosa panda de cobardes -afirmó Heinrich.
Además de la falta de coraje, que me ignoraran hizo que me sintiera más ofendido aún. Su preocupación se centró en la mercancía en vez de valorar mi idea. Shota, por otra parte, si me atendió y como yo se ofendió con la banda, pero por otro motivo distinto. Ignoré la discusión que estaban teniendo, aquel tema no iba conmigo, hasta que escuché el nombre de Dicken y empecé a prestar atención aunque tardé un par de segundos al no estar acostumbrado a ese nombre.
Recibí la orden de Shota, la cual me parecía la más sensata. Guardé el arco mientras este salía del almacén y estaba dispuesto a salir mirando de reojo la mercancía que los hombres estaban recogiendo.
-Tranquilo, nuestro “amigo” Shota tiene una bolsita... -me recordó Heinrich-. Siempre podremos quitársela cuando todo esto pase.
El jefe se dirigió a mí con tanta superioridad que me entraron ganas de volver a coger el arco y disparar una de mis flechas hacia su entrecejo. Por desgracia, de acertar el cuerpo caería causando un gran alboroto y de fallar los cinco me atacarían al unisono. De ambas formas estaría jodido después de lanzar la flecha así que cogí aire e intenté hacer odios sordos a lo que me dijo, pero sin olvidarme de sus rostros para cobrar venganza.
Salí hacia donde estaba Shota y los otros. Intenté no cerrar la puerta muy ligero para no llamar la atención en demasía. Una vez cerrada completamente, me dirigí hacia uno de los bancos que estaban frente a la barra sin decir nada, de esa forma misteriosa haría que los que habían entrado al bar se preocuparan más por el cadáver que parecía que había resucitado que lo que se encontraba detrás de la puerta. Es verdad que aquella salida fue así de silenciosa por el echo de que no solía gustarme hablar con las personas que no estuvieran maniatadas que por tener un plan bajo la manga.
-Interesante, es dice mucho de esta apestosa panda de cobardes -afirmó Heinrich.
Además de la falta de coraje, que me ignoraran hizo que me sintiera más ofendido aún. Su preocupación se centró en la mercancía en vez de valorar mi idea. Shota, por otra parte, si me atendió y como yo se ofendió con la banda, pero por otro motivo distinto. Ignoré la discusión que estaban teniendo, aquel tema no iba conmigo, hasta que escuché el nombre de Dicken y empecé a prestar atención aunque tardé un par de segundos al no estar acostumbrado a ese nombre.
Recibí la orden de Shota, la cual me parecía la más sensata. Guardé el arco mientras este salía del almacén y estaba dispuesto a salir mirando de reojo la mercancía que los hombres estaban recogiendo.
-Tranquilo, nuestro “amigo” Shota tiene una bolsita... -me recordó Heinrich-. Siempre podremos quitársela cuando todo esto pase.
El jefe se dirigió a mí con tanta superioridad que me entraron ganas de volver a coger el arco y disparar una de mis flechas hacia su entrecejo. Por desgracia, de acertar el cuerpo caería causando un gran alboroto y de fallar los cinco me atacarían al unisono. De ambas formas estaría jodido después de lanzar la flecha así que cogí aire e intenté hacer odios sordos a lo que me dijo, pero sin olvidarme de sus rostros para cobrar venganza.
Salí hacia donde estaba Shota y los otros. Intenté no cerrar la puerta muy ligero para no llamar la atención en demasía. Una vez cerrada completamente, me dirigí hacia uno de los bancos que estaban frente a la barra sin decir nada, de esa forma misteriosa haría que los que habían entrado al bar se preocuparan más por el cadáver que parecía que había resucitado que lo que se encontraba detrás de la puerta. Es verdad que aquella salida fue así de silenciosa por el echo de que no solía gustarme hablar con las personas que no estuvieran maniatadas que por tener un plan bajo la manga.
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Nada más salir, ves a un grupo de personas con armadura completa. Tres de ellos con espadas desenvainadas, el otro, a la delantera, con una especie de escopeta obviamente muy atrasada en comparación a las armas de fuego de otras islas (y del mundo, en general). Sus armaduras son idénticas a las que ya viste antes, son sin duda parte del cuerpo de seguridad de la isla, o alguna especie de autoridad.
El líder, sin bajar el arma, parecía estar hablando con la chica y el tabernero. Al salir tú, el hombre armado mueve la cabeza. No puedes verle los ojos tras el yelmo, pero te está mirando a ti, cosa que confirman sus palabras.
—¡Tú! ¡Ven aquí! ¿Cuánta más gente hay en esa sala? —La pregunta iba dirigida a Diatto, que supo mantener la compostura, aunque tardó algo más de la cuenta en responder. —El chico no tiene nada que ver, para un cliente que viene esto es lo que menos necesito.
—... ¿Cliente? ¿Y es normal que los clientes entren ahí? Creo que va siendo hora de que registremos el local, no os resistáis. —Con un gesto de la mano, dos de los hombres bajo su mando rompieron la formación y se dirigieron a la puerta. La mujer inspiró profundamente y se decidió a actuar. Con una rápida patada, el arma de fuego salió volando, y el tabernero aprovechó para agarrar al otro ayudante y lanzarselo al jefe, cayendo ambos al suelo. Los dos que tenían que registrar se dieron la vuelta al oír el ruido, y con sus espadas trataron de alcanzar a Shota, que con cierta facilidad y con las manos en los bolsillos, lograba esquivar sus ataques.
El jefe del cuerpo de seguridad se levantaba, quitándose a su compañero de encima de un movimiento brusco. Su fuerza debía de ser extraordinaria para levantar a alguien con armadura con tan poco esfuerzo.
Con todos enzarzados en la batalla, es tu oportunidad para actuar. Puedes ponerte del lado de los del local, aunque te buscas no pocos enemigos. También puedes tratar de neutralizarlos y ponerte del lado de "la justicia", aunque quizás eso ponga en peligro tu misión o al menos tus actuales fuentes de información... O también puedes tratar de escapar en medio del caos, al fin y al cabo ya has oído hablar un par de veces de cierta Baronía.
El líder, sin bajar el arma, parecía estar hablando con la chica y el tabernero. Al salir tú, el hombre armado mueve la cabeza. No puedes verle los ojos tras el yelmo, pero te está mirando a ti, cosa que confirman sus palabras.
—¡Tú! ¡Ven aquí! ¿Cuánta más gente hay en esa sala? —La pregunta iba dirigida a Diatto, que supo mantener la compostura, aunque tardó algo más de la cuenta en responder. —El chico no tiene nada que ver, para un cliente que viene esto es lo que menos necesito.
—... ¿Cliente? ¿Y es normal que los clientes entren ahí? Creo que va siendo hora de que registremos el local, no os resistáis. —Con un gesto de la mano, dos de los hombres bajo su mando rompieron la formación y se dirigieron a la puerta. La mujer inspiró profundamente y se decidió a actuar. Con una rápida patada, el arma de fuego salió volando, y el tabernero aprovechó para agarrar al otro ayudante y lanzarselo al jefe, cayendo ambos al suelo. Los dos que tenían que registrar se dieron la vuelta al oír el ruido, y con sus espadas trataron de alcanzar a Shota, que con cierta facilidad y con las manos en los bolsillos, lograba esquivar sus ataques.
El jefe del cuerpo de seguridad se levantaba, quitándose a su compañero de encima de un movimiento brusco. Su fuerza debía de ser extraordinaria para levantar a alguien con armadura con tan poco esfuerzo.
Con todos enzarzados en la batalla, es tu oportunidad para actuar. Puedes ponerte del lado de los del local, aunque te buscas no pocos enemigos. También puedes tratar de neutralizarlos y ponerte del lado de "la justicia", aunque quizás eso ponga en peligro tu misión o al menos tus actuales fuentes de información... O también puedes tratar de escapar en medio del caos, al fin y al cabo ya has oído hablar un par de veces de cierta Baronía.
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Al parecer, salir del almacén había empeorado las cosas más que mejorarlas. Aunque mi primera intención era sentarme, la situación me lo impidió. Dos guardias se dirigían hacia mí, con la firme intención de atravesar la puerta. Es verdad que el tabernero me había presentado como cliente, pero si los soldados veían lo que había detrás de la puerta pasaría a ser un criminal.
-Vamos a ayudar a Shota -dijo Heinrich-. Pase lo que pase vas a ser culpado como cómplice, es decir, vamos a perder un día por lo menos en aclarar las cosas con los soldados. Si quieres terminar rápido lo más sensato es ayudar a estos desgraciados y sonsacar más información o al menos hacerte con un poco de esa sustancia.
Las palabras de Heinrich habían logrado convencerme, como solía suceder. De todas formas no tenía más remedio. Por culpa de tanto ajetreo en la sala, Jane se había puesto nerviosa y estaba ladrando y mostrando sus fauces. Era cuestión de tiempo que se lanzara hacia alguno de los presentes. Por suerte para mis intenciones, los que hacían movimientos más violentos eran los soldados, así que ese iba a ser su más que posible objetivo. Yo no me iba a quedar atrás, además que odiaba huir y hacía tiempo que quería verter algo de sangre, agarré el arco y puse una flecha sobre la cuerda. Tiré de ella y quedé apuntando a la zona de Shota y los dos soldados cuando de repente Jane se lanzó al ataque. Esperé a que uno de los dos soldados cambiara su atención a Jane y se alejara de Shota para tener un tiro más limpio, aunque tampoco me preocupaba mucho equivocarme.
-¡Dispara! -dijo Heinrich algo agitado, como si estuviera deseando ver la sangre.
Sonreí mientras esperaba que mi objetivo hiciera lo que quería para poder soltar la flecha. En el momento que lo hiciera la flecha saldría y la poca distancia no dejaba mucho margen de error.
-Vamos a ayudar a Shota -dijo Heinrich-. Pase lo que pase vas a ser culpado como cómplice, es decir, vamos a perder un día por lo menos en aclarar las cosas con los soldados. Si quieres terminar rápido lo más sensato es ayudar a estos desgraciados y sonsacar más información o al menos hacerte con un poco de esa sustancia.
Las palabras de Heinrich habían logrado convencerme, como solía suceder. De todas formas no tenía más remedio. Por culpa de tanto ajetreo en la sala, Jane se había puesto nerviosa y estaba ladrando y mostrando sus fauces. Era cuestión de tiempo que se lanzara hacia alguno de los presentes. Por suerte para mis intenciones, los que hacían movimientos más violentos eran los soldados, así que ese iba a ser su más que posible objetivo. Yo no me iba a quedar atrás, además que odiaba huir y hacía tiempo que quería verter algo de sangre, agarré el arco y puse una flecha sobre la cuerda. Tiré de ella y quedé apuntando a la zona de Shota y los dos soldados cuando de repente Jane se lanzó al ataque. Esperé a que uno de los dos soldados cambiara su atención a Jane y se alejara de Shota para tener un tiro más limpio, aunque tampoco me preocupaba mucho equivocarme.
-¡Dispara! -dijo Heinrich algo agitado, como si estuviera deseando ver la sangre.
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Tu predicción se cumple al dedillo, Jane se acerca ladrando rabiosa a uno de los dos que atacan a Shota y tu flecha sale volando en el momento en el que este da un paso lateral para esquivar el mordisco que iba dirigido a su pierna. El proyectil se clava por encima del abdomen y por debajo de la placa que cubre su pecho, y el hombre cae al suelo, quizás por la fuerza del impacto a tan poca distancia, por el dolor o una mezcla de ambos.
Shota vio el momento oportuno para atacar al compañero del herido, que se había distraído por los quejidos de este, y, sin sacar las manos de los bolsillos, levantó la pierna casi hasta su cabeza y de un golpe con el talón, incrustó la cabeza de su oponente en el suelo. –... ¿Estás seguro? Ya no hay vuelta atrás. –te dice mientras observa a los otros contendientes.
El hombre con armadura da amplios golpes que, si bien son esquivados por Diatto y su compañera, golpean el suelo o partes del edificio produciendo destrozos considerables. Su fuerza es innegable.
–No puedes quedarte aquí... No podemos quedarnos aquí. Ayúdame a deshacernos de los cuerpos, ellos se encargan de la pelea, no te preocupes. –dice mientras saca un cuchillo que parece de caza con la intención de rajarles el cuello a los dos derrotados.
Shota parece muy confiado en las habilidades de los otros dos, pero quizás tú quieras que el conflicto acabe cuanto antes, pues están haciendo mucho ruido y tú menos que nadie quieres llamar la atención. Por otra parte, salir con un par de cuerpos al hombro no parece una forma muy normal de salir si no quieres que todas las miradas se centren en ti.
Shota vio el momento oportuno para atacar al compañero del herido, que se había distraído por los quejidos de este, y, sin sacar las manos de los bolsillos, levantó la pierna casi hasta su cabeza y de un golpe con el talón, incrustó la cabeza de su oponente en el suelo. –... ¿Estás seguro? Ya no hay vuelta atrás. –te dice mientras observa a los otros contendientes.
El hombre con armadura da amplios golpes que, si bien son esquivados por Diatto y su compañera, golpean el suelo o partes del edificio produciendo destrozos considerables. Su fuerza es innegable.
–No puedes quedarte aquí... No podemos quedarnos aquí. Ayúdame a deshacernos de los cuerpos, ellos se encargan de la pelea, no te preocupes. –dice mientras saca un cuchillo que parece de caza con la intención de rajarles el cuello a los dos derrotados.
Shota parece muy confiado en las habilidades de los otros dos, pero quizás tú quieras que el conflicto acabe cuanto antes, pues están haciendo mucho ruido y tú menos que nadie quieres llamar la atención. Por otra parte, salir con un par de cuerpos al hombro no parece una forma muy normal de salir si no quieres que todas las miradas se centren en ti.
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Cuando el soldado cayó al suelo, la perra no tardó nada en abalanzarse hacia su cara. Jane empezó a devorar el rostro del soldado y un gran charco de sangre empezó a formarse alrededor suya. Me acerqué tímidamente a mi mascota sin ninguna intención de detenerla, es más, la idea de asegurar así la muerte de aquel soldado me parecía perfecta. Mis intenciones eran más sádicas, quería ver de cerca lo que Jane estaba haciéndole a la cara del guardia. Desde el sitio en el que me encontraba, podía ver como Jane había arrancado más del sesenta por ciento de la cara del soldado, de hecho, en ese momento le estaba arrancando la parte de abajo de la mandíbula, dejando unas imágenes terriblemente grotescas.
- No tenía otra -contesté a Shota mientras miraba dejaba de mirar hacia mi perra.
Ahora mis ojos se clavaron en los daños que el soldado jefe estaba causando a la taberna. Aunque le costaba impactar contra sus objetivos, la peor parte se la estaba llevando aquel garito cochombroso que no tenía pinta de que fuera a aguantar muchos más golpes como esos.
-Si esto se cae y ese grandullón sale de aquí con vida, tu careto estará en todas las paredes de la ciudad y nos tocará aguantar a la maldita jefa -me recordó Heinrich que no tuvo que decir nada más para convencerme de que ignorara a Shota y fuera directamente a ayudar a Diatto y a la chica.
Cogí la flecha que el soldado tenía clavada en el pecho y la volví a colocar sobre la cuerda. Perdí varios segundos en verificar el estado de esta, pero no vi nada que pudiera estar mal así que volví a centrarme en mi objetivo. No puedo negar que mi primera intención era acabar con el jefe, pero rápidamente recordé que cerca de la entrada había un soldado que había sido lanzado por los aires y que nadie se había asegurado de que jamás se fuera a levantar, así que rápidamente lo busqué con la mirada y tensé la cuerda para que nada más dar con él, hacerla volar y atravesar su garganta. Como desventaja, tanto Diatto como los otros dos, la mujer y el soldado, estaban en medio de donde se suponía que estaba aquel soldado, así que tuve que apuntar bien para no fallar. Aunque tampoco me importaba si dañaba un poco a un tercero.
- No tenía otra -contesté a Shota mientras miraba dejaba de mirar hacia mi perra.
Ahora mis ojos se clavaron en los daños que el soldado jefe estaba causando a la taberna. Aunque le costaba impactar contra sus objetivos, la peor parte se la estaba llevando aquel garito cochombroso que no tenía pinta de que fuera a aguantar muchos más golpes como esos.
-Si esto se cae y ese grandullón sale de aquí con vida, tu careto estará en todas las paredes de la ciudad y nos tocará aguantar a la maldita jefa -me recordó Heinrich que no tuvo que decir nada más para convencerme de que ignorara a Shota y fuera directamente a ayudar a Diatto y a la chica.
Cogí la flecha que el soldado tenía clavada en el pecho y la volví a colocar sobre la cuerda. Perdí varios segundos en verificar el estado de esta, pero no vi nada que pudiera estar mal así que volví a centrarme en mi objetivo. No puedo negar que mi primera intención era acabar con el jefe, pero rápidamente recordé que cerca de la entrada había un soldado que había sido lanzado por los aires y que nadie se había asegurado de que jamás se fuera a levantar, así que rápidamente lo busqué con la mirada y tensé la cuerda para que nada más dar con él, hacerla volar y atravesar su garganta. Como desventaja, tanto Diatto como los otros dos, la mujer y el soldado, estaban en medio de donde se suponía que estaba aquel soldado, así que tuve que apuntar bien para no fallar. Aunque tampoco me importaba si dañaba un poco a un tercero.
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No hay una gran distancia entre tú y tu objetivo, es un disparo difícil de errar, más teniendo en cuenta que estaba quieto. O casi. Justo comienza a levantarse con la intención de incorporarse, pero tu flecha le impacta en el trapecio (músculo de la espalda entre el hombro y el cuello). Grita y sufre de una grave hemorragia. A la vez, Diatto hace una llave que desarma al líder del grupo y le tuerce un brazo, pero este mueve el otro a gran velocidad y lo golpea directo en el pecho. El tabernero se resiste, es desplazado casi un metro, pero no pierde la compostura. La chica aprovecha para dirigir un puntapié a la rodilla de su oponente. Suena un fuerte sonido metálico, como si la punta del zapato fuera de ese material y casi taladrara la rodillera de la armadura.
Shota, asqueado por la escenita que estaba montando Jane, se determinó a ayudar a los otros dos. Dando un potente salto hacia delante, golpeó con la palma de la mano el yelmo del "agente", que retrocedió algunos pasos y, volviendo en sí de su rabia y orgullo, vio la situación general. Dos bajas, inferioridad numérica, múltiples desconocidos y sin haber descubierto nada de lo que pudiera esconderse tras la puerta del fondo.
—¡Más os vale saber esconderos! ¡La próxima vez no tendréis ni una oportunidad! —gritó, tras lo cual salió corriendo y se metió por un callejón.
Oyes algunos gruñidos, al parecer el último al que alcanzaste con tu flecha no está muerto aún, aunque no sabes si vivirá lo suficiente como para serte de alguna utilidad.
Los tres lugareños se giran hacia ti. Diatto es el que se decide a hablar. —... Esto es un marrón de los gordos. Los del Puño de Egil nos iban a traer problemas, ya lo dije yo. Vale que el riesgo siempre había estado ahí, pero que hayamos tenido un altercado así con los guardias de la ciudad es culpa suya, nosotros siempre hemos sido muy discretos... Dicken, ¿crees que Chet podría ayudarnos? Tal vez sepa dónde podemos escondernos hasta que consigamos nuevas identidades o qué sé yo... Por cierto, creo que ni nos hemos presentado en condiciones ni nos has dicho aún el motivo de tu visita. Yo soy Diatto y regento este lugar, al menos hasta ahora, que supongo que tendremos que dejarlo. Ella es Kaiffy, nuestra informadora. Y Shota es... Bueno, él es el comercial, por decirlo así. ¿Tenías algo que discutir con Chet o te envía él? Al principio pensé que venías a ver esos polvos que llevan un tiempo vendiendo, pero no parecías muy interesado en ellos.
Shota, asqueado por la escenita que estaba montando Jane, se determinó a ayudar a los otros dos. Dando un potente salto hacia delante, golpeó con la palma de la mano el yelmo del "agente", que retrocedió algunos pasos y, volviendo en sí de su rabia y orgullo, vio la situación general. Dos bajas, inferioridad numérica, múltiples desconocidos y sin haber descubierto nada de lo que pudiera esconderse tras la puerta del fondo.
—¡Más os vale saber esconderos! ¡La próxima vez no tendréis ni una oportunidad! —gritó, tras lo cual salió corriendo y se metió por un callejón.
Oyes algunos gruñidos, al parecer el último al que alcanzaste con tu flecha no está muerto aún, aunque no sabes si vivirá lo suficiente como para serte de alguna utilidad.
Los tres lugareños se giran hacia ti. Diatto es el que se decide a hablar. —... Esto es un marrón de los gordos. Los del Puño de Egil nos iban a traer problemas, ya lo dije yo. Vale que el riesgo siempre había estado ahí, pero que hayamos tenido un altercado así con los guardias de la ciudad es culpa suya, nosotros siempre hemos sido muy discretos... Dicken, ¿crees que Chet podría ayudarnos? Tal vez sepa dónde podemos escondernos hasta que consigamos nuevas identidades o qué sé yo... Por cierto, creo que ni nos hemos presentado en condiciones ni nos has dicho aún el motivo de tu visita. Yo soy Diatto y regento este lugar, al menos hasta ahora, que supongo que tendremos que dejarlo. Ella es Kaiffy, nuestra informadora. Y Shota es... Bueno, él es el comercial, por decirlo así. ¿Tenías algo que discutir con Chet o te envía él? Al principio pensé que venías a ver esos polvos que llevan un tiempo vendiendo, pero no parecías muy interesado en ellos.
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Di unos pasos en dirección a la puerta tras ver que aquel guardia huía. El tipo era rápido para lo corpulento que parecía y mi falta de conocimiento de la ciudad me empujaba a no ir tras él, aunque una persecución me hubiera encantado. Además, Jane seguía distraída con el soldado y era imposible que dejara aquello para prestarme atención.
-Visto como han ido surgiendo los acontecimientos no nos queda otra que quedarnos con estos para conseguir un poco más de información e ir atando cabos. Recuerda que nuestra misión se basa en reunir información y llevarnos al que provee a estos estúpidos...
Escuché a Heinrich atentamente y rápidamente supe como actuar en consecuencia. Empezaba la hora de actuar y tenía que hacerlo con cautela y evitar en la medida de lo posible mi encuentro con Chet. Ese era posiblemente el mayor peligro para esta tapadera.
La verdad Diatto, no te voy a mentir. Me han enviado para ver como estáis sobrellevando los negocios por aquí. No sé si puedo deciros quien me envía, sólo os puedo decir que quiere un informe detallado. Chet desconoce que ando por la zona, pero de momento no es prioritario que lo sepa. Es decir, lo más importante ahora es saber que información tiene la guardia real...¿no creéis? -me acerqué al soldado que seguía malherido por mi flecha.- Tú y yo tenemos que hablar...
Jane ya había terminado con el soldado y se acercó a mí con la boca llena de sangre. No parecía tener más ganas de comer, pero seguía enseñando los dientes para intimidar un poco más a aquel hombre. Que el soldado grandullón hubiera escapado sólo había generado más odio que ahora iba a sufrir su subordinado.
-Diatto, ¿puedes ayudarme a ponerlo en una silla y amarrarlo? Voy a tratar su herida lo suficiente como para que aguante el interrogatorio.
-Visto como han ido surgiendo los acontecimientos no nos queda otra que quedarnos con estos para conseguir un poco más de información e ir atando cabos. Recuerda que nuestra misión se basa en reunir información y llevarnos al que provee a estos estúpidos...
Escuché a Heinrich atentamente y rápidamente supe como actuar en consecuencia. Empezaba la hora de actuar y tenía que hacerlo con cautela y evitar en la medida de lo posible mi encuentro con Chet. Ese era posiblemente el mayor peligro para esta tapadera.
La verdad Diatto, no te voy a mentir. Me han enviado para ver como estáis sobrellevando los negocios por aquí. No sé si puedo deciros quien me envía, sólo os puedo decir que quiere un informe detallado. Chet desconoce que ando por la zona, pero de momento no es prioritario que lo sepa. Es decir, lo más importante ahora es saber que información tiene la guardia real...¿no creéis? -me acerqué al soldado que seguía malherido por mi flecha.- Tú y yo tenemos que hablar...
Jane ya había terminado con el soldado y se acercó a mí con la boca llena de sangre. No parecía tener más ganas de comer, pero seguía enseñando los dientes para intimidar un poco más a aquel hombre. Que el soldado grandullón hubiera escapado sólo había generado más odio que ahora iba a sufrir su subordinado.
-Diatto, ¿puedes ayudarme a ponerlo en una silla y amarrarlo? Voy a tratar su herida lo suficiente como para que aguante el interrogatorio.
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Diatto mira a los otros dos. Desde luego no esperaba que fueras... Bueno, así de frío. Shota está notablemente nervioso y no sabe si interrogar al guardia sea la mejor opción, mientras que Kaiffy se puso bien las gafas y asintió. —Sí, es probable que saber la información de la que disponen sea interesante... —le dijo a Diatto, tras lo cual le señaló una cuerda que ataba un par de barriles en la esquina.
—S-sí, ya... Es solo que no sé si me gusta eso de que la revolución nos quiera tener controlados... Una cosa es hacer negocios con Chet y otra cosa es que ni sabemos quién manda a este joven.
—¿Y qué sugieres? ¿Quieres matar al mensajero? —soltó entre risas, esperemos que no sea más que una broma.
Shota se sienta y echa la cabeza hacia atrás, parece que le duele la cabeza, tal vez por el estrés de que la justicia vaya tras ellos. Diatto te da la cuerda y Kaiffy sujeta al hombre para que puedas atarlo. El individuo ni siquiera ha abierto la boca, sino que os ha estado observando temeroso, aunque es cierto que tenía cierto atisbo de valentía en su mirada. Tal vez no hable sin más, quién sabe.
—S-sí, ya... Es solo que no sé si me gusta eso de que la revolución nos quiera tener controlados... Una cosa es hacer negocios con Chet y otra cosa es que ni sabemos quién manda a este joven.
—¿Y qué sugieres? ¿Quieres matar al mensajero? —soltó entre risas, esperemos que no sea más que una broma.
Shota se sienta y echa la cabeza hacia atrás, parece que le duele la cabeza, tal vez por el estrés de que la justicia vaya tras ellos. Diatto te da la cuerda y Kaiffy sujeta al hombre para que puedas atarlo. El individuo ni siquiera ha abierto la boca, sino que os ha estado observando temeroso, aunque es cierto que tenía cierto atisbo de valentía en su mirada. Tal vez no hable sin más, quién sabe.
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Mientras ellos conversan, rodeo al soldado para poder apreciar la gravedad de la herida en su espalda. Con los pocos conocimientos de biología que tenía, sabía que aquel soldado podría sobrevivir a aquel flechazo. La flecha no se había introducido lo suficiente en su espalda como para llegar a sus órganos vitales, es más, el omóplato fue lo que detuvo la flecha y lo que salvó su vida.
Agarré la cuerda y até sus manos en su espalda. No era la primera vez que ataba a una persona y pudo verse en el nudo mariposa perfectamente elaborado. De aquel amarre sólo podía escaparse si sabía de donde tirar, y uno mismo era imposible, o si se rompía la cuerda. No tardé mucho en atarlo y después con otra cuerda que llevaba lo até a la silla para estar más seguro.
Después de ver que la herida no era de gravedad, retiré la flecha con rabia y me di cuenta que el soldado no lanzó ningún quejido al hacerlo.
-Este tío va a ser duro... -afirmó Heinrich-. Por cierto estoy empezando a dudar que estos sean revolucionarios. Hay que llevarse al que hace los negocios y por lo que ha dicho el grandullón Chet es el que se ha llevado el premio gordo.
Volví a ponerme frente al soldado y, sin quitarle la vista de encima, me dirigí a mis nuevos amigos.
-Lo mejor será que os vayáis antes de que vengan los refuerzos de esta gente. Porque vendrán.
Saqué el punzón de mi manga y sin mirar si me habían hecho caso aquellos tres, fui a por una silla para sentarme frente al soldado. Obviamente había atendido en la conversación y vi la pequeña amenaza de la muchacha lo cual sólo la puso más arriba en mi lista.
Agarré la cuerda y até sus manos en su espalda. No era la primera vez que ataba a una persona y pudo verse en el nudo mariposa perfectamente elaborado. De aquel amarre sólo podía escaparse si sabía de donde tirar, y uno mismo era imposible, o si se rompía la cuerda. No tardé mucho en atarlo y después con otra cuerda que llevaba lo até a la silla para estar más seguro.
Después de ver que la herida no era de gravedad, retiré la flecha con rabia y me di cuenta que el soldado no lanzó ningún quejido al hacerlo.
-Este tío va a ser duro... -afirmó Heinrich-. Por cierto estoy empezando a dudar que estos sean revolucionarios. Hay que llevarse al que hace los negocios y por lo que ha dicho el grandullón Chet es el que se ha llevado el premio gordo.
Volví a ponerme frente al soldado y, sin quitarle la vista de encima, me dirigí a mis nuevos amigos.
-Lo mejor será que os vayáis antes de que vengan los refuerzos de esta gente. Porque vendrán.
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—Bueno, creo que no nos haría ningún mal recoger lo que tenemos aquí y que no encuentren nada cuando volvamos, ayúdame Shota. —dice Diatto, mientras se acerca a Shota, que reposa en la silla.
Kaiffy se queda mirándote, parece que es un poco cínica y quiere admirar la tortura. —¿Sabes? Te encuentro... enigmático. ¿Cuánto llevas en la revolución? —Te mira mientras se recoloca las gafas.
—¡Eh! ¡¡Shota!! —grita Diatto. Shota yace inconsciente sobre la silla y puedes observar si te fijas que le sangra un poco la nariz. —¡¡Qué demonios...!! ¡Dicken, ¿lo han golpeado mientra luchaba?!
Kaiffy se levanta, muy extrañada, y se acerca a su compañero. —Esta hemorragia es como las que tenía aquel joven que murió el otro día, ¿recuerdas que te lo comenté? En las calles se cuentan cosas, pero el de hace dos días es el único que vi con mis propios ojos y es muy similar a esto... ¿Crees que Chet podría ayudarnos?
Diatto, nervioso y con un rostro bastante sombrío, asiente. —Yo estaba en lo cierto... ¡Esos polvos...! Llama a Chet, voy a recoger lo más importante y llevamos a Shota para que le eche un vistazo, a ver si puede salvarlo... Tú, Dicken, deberías hacer lo que tenías pensado hacer más rápido, no tenemos tiempo que perder.
¿Lo que tenías pensado hacer? Se refiere al interrogatorio, por supuesto, pero a ti también se te pasa por la cabeza que ahora sería el mejor momento de hacer otra cosa que estabas pensando:... matarlos. Sin embargo, tal vez no sea la mejor opción, parece que Diatto, por lo menos, sabe cosas útiles, y acerca de los rumores que Kaiffy dice haber oído... tal vez haya algo interesante entre tanto humo. Durante todo este tiempo, tu cautivo ha estado callado, casi mordiéndose el labio y observando con atención la escena, pero si has estado pendiente, verás que desde que Shota a empezado a sangrar, ha estado muy pensativo y confuso.
Kaiffy se queda mirándote, parece que es un poco cínica y quiere admirar la tortura. —¿Sabes? Te encuentro... enigmático. ¿Cuánto llevas en la revolución? —Te mira mientras se recoloca las gafas.
—¡Eh! ¡¡Shota!! —grita Diatto. Shota yace inconsciente sobre la silla y puedes observar si te fijas que le sangra un poco la nariz. —¡¡Qué demonios...!! ¡Dicken, ¿lo han golpeado mientra luchaba?!
Kaiffy se levanta, muy extrañada, y se acerca a su compañero. —Esta hemorragia es como las que tenía aquel joven que murió el otro día, ¿recuerdas que te lo comenté? En las calles se cuentan cosas, pero el de hace dos días es el único que vi con mis propios ojos y es muy similar a esto... ¿Crees que Chet podría ayudarnos?
Diatto, nervioso y con un rostro bastante sombrío, asiente. —Yo estaba en lo cierto... ¡Esos polvos...! Llama a Chet, voy a recoger lo más importante y llevamos a Shota para que le eche un vistazo, a ver si puede salvarlo... Tú, Dicken, deberías hacer lo que tenías pensado hacer más rápido, no tenemos tiempo que perder.
¿Lo que tenías pensado hacer? Se refiere al interrogatorio, por supuesto, pero a ti también se te pasa por la cabeza que ahora sería el mejor momento de hacer otra cosa que estabas pensando:... matarlos. Sin embargo, tal vez no sea la mejor opción, parece que Diatto, por lo menos, sabe cosas útiles, y acerca de los rumores que Kaiffy dice haber oído... tal vez haya algo interesante entre tanto humo. Durante todo este tiempo, tu cautivo ha estado callado, casi mordiéndose el labio y observando con atención la escena, pero si has estado pendiente, verás que desde que Shota a empezado a sangrar, ha estado muy pensativo y confuso.
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Mi mirada estaba clavada en el soldado. Por mi cabeza no paraban de pasar ideas a cada cual más divertida que la anterior. Alguna de ella provocó una pequeña sonrisa en mi rostro. Entre que estaba muy centrado en imaginarme lo que iba a hacerle al guardia y que lo que saliera de la boca de una mujer me importaba bien poco, ignoré la pregunta de esta. No obstante, el grito que dio Diatto si que llamó mi atención. Me di media vuelta, al igual que la mujer.
-¡Mátalos, mátalos ahora! -gritó Heinrich en mi cabeza-. Quiero verles sangrar...
Cuando Diatto se dio media vuelta para dirigirse hacia mí, yo ya tenía el arco cargado y la cuerda tensada. Diatto ya me estaba mirando, pero la chica estaba más pendiente de su compañero enfermo que de las dudas que ha tenido sobre mí. La flecha no tardó en salir volando hacia la chica. Mi intención era darle en una pierna para dejarla inmóvil o, en el peor de los casos, sólo reducir su velocidad.
-¡Mátalos, mátalos ahora! -gritó Heinrich en mi cabeza-. Quiero verles sangrar...
Cuando Diatto se dio media vuelta para dirigirse hacia mí, yo ya tenía el arco cargado y la cuerda tensada. Diatto ya me estaba mirando, pero la chica estaba más pendiente de su compañero enfermo que de las dudas que ha tenido sobre mí. La flecha no tardó en salir volando hacia la chica. Mi intención era darle en una pierna para dejarla inmóvil o, en el peor de los casos, sólo reducir su velocidad.
- La flecha impacta:
- La chica seguía mirando a su compañero cuando notó que algo atravesaba su pierna. Evidentemente no había escusa posible para lo que había iniciado, así que rápidamente empecé a emanar una sustancia roja y viscosa por diversas partes de mi cuero a la vez que dos grandes alas mecánicas se desplegaban en mi espalda. Con estas adopté una posición defensiva ya que por lo que había visto en la batalla anterior, Diatto era un luchador cuerpo a cuerpo bastante peligroso. Extendí mi mano a la mujer y el líquido rojo se dirigió hacia ella. La idea era rodear su cuerpo y su cabeza para así impedir que pudiera respirar si Diatto no respondía a mis preguntas. Las alas eran duras y podían usarse para detener ataques frontales.
- La flecha no impacta:
- La flecha no da en el objetivo. Rápidamente cargo otra flecha en el arco, extiendo mis alas mecánicas y empiezo a emanar el líquido rojo a modo de sangre por los ojos y la nariz.
-¿Qué me está ocurriendo? -dije con cara de preocupación.
Estaba en desventaja numérica y no se podía decir que aquel lugar fuera muy grande para mantener las distancias, así que a situaciones desesperadas medidas desesperadas. Aquel plan tenía trabas ya que si eran revolucionarios y no eran muy novatos sabrían que esas alas le pertenecían a un revolucionario del Reino de Lvneel llamado Kali.
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La flecha golpea en la pierna de la chica, aunque la herida no es tan profunda como podrías pensar que iba a ser. Ella lucha con sus piernas, las ha fortalecido bastante, pero aún así el proyectil cumple su función y su movimiento y velocidad estarán limitados. —¡Tú...! ¡¿A qué juegas?! —gritó, aunque se quedó sin palabras al ver tu "transformación".
Pegó un salto impulsándose con la pierna sana para esquivar tu ataque. En el aire propinó una patada a la sustancia, sin esperar que se comportara como lo hizo, por lo que algo de ketchup salió disparado contra la pared pero aún así consigues agarrar su pierna, la sana, mientras aterriza con la que está herida y cae al suelo.
Diatto se lanza a por ti, lanzando un potente golpe que bloqueas con una de las alas y hace temblar todo el armatoste, ¿podrá aguantar un par de ellos más? —¡¡¿Qué estás haciendo?!! —Está muy furioso.
Las vibraciones hacen que Shota se tambalee y caiga de la silla, lo cual distrae a Diatto, que se gira, preocupado por su amigo. Eso te da apenas un segundo de margen para hacer algo.
Por cierto, el hombre maniatado está asustado y está tratando de tirar la silla hacia atrás desde el momento en el que ha visto tus alas. Con la fuerza del golpe de Diatto, lo consigue, cae hacia atrás y la silla casi se rompe. Si no haces nada, se escapará de un momento a otro, aunque quién sabe qué versión de los hechos va a dar, tal vez puedas usar eso a tu favor.
Pegó un salto impulsándose con la pierna sana para esquivar tu ataque. En el aire propinó una patada a la sustancia, sin esperar que se comportara como lo hizo, por lo que algo de ketchup salió disparado contra la pared pero aún así consigues agarrar su pierna, la sana, mientras aterriza con la que está herida y cae al suelo.
Diatto se lanza a por ti, lanzando un potente golpe que bloqueas con una de las alas y hace temblar todo el armatoste, ¿podrá aguantar un par de ellos más? —¡¡¿Qué estás haciendo?!! —Está muy furioso.
Las vibraciones hacen que Shota se tambalee y caiga de la silla, lo cual distrae a Diatto, que se gira, preocupado por su amigo. Eso te da apenas un segundo de margen para hacer algo.
Por cierto, el hombre maniatado está asustado y está tratando de tirar la silla hacia atrás desde el momento en el que ha visto tus alas. Con la fuerza del golpe de Diatto, lo consigue, cae hacia atrás y la silla casi se rompe. Si no haces nada, se escapará de un momento a otro, aunque quién sabe qué versión de los hechos va a dar, tal vez puedas usar eso a tu favor.
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Seguí con el brazo extendido hacia la mujer que estaba tendida en el suelo para que la sustancia siguiera cubriendo su cuerpo. Aunque sabía que inmovilizarla era prioritario, no podía pasar por alto el duro golpe que mi defensa había recibido.
¡Mátalos de una maldita vez! -dijo Heinrich.
-Todavía no... -susurré para contestar a mi arco. Aunque de normal no le contestaría, la presión de la batalla me distrajo y lo hizo actuar sin pensar.
La sustancia roja seguía cuando Shota se cayó de la silla. En ese instante Diatto se distrae y yo no dudo un instante en aprovecharlo. Con la otra ala, la que no me estaba defendiendo, lanzo un golpe a la boca del estómago del tabernero con la intención de que retrocediera y así poder usar el ala que me estaba defendiendo. Mi intención era trazar un arco con ella y que varias plumas metálicas salieran disparadas hacia Diatto. Con esto no quería acabar con él, sino básicamente dejarle herido y que no pudiera golpearme otra vez como lo hizo.
Yo estaba demasiado atento a la pelea. Temía que si me distrajera con algo Diatto o la mujer pudieran llegar a mí y eso sería peligroso. Por suerte, Jane si escuchó el ruido que estaba haciendo el soldado que se encontraba atado. Ella se acercó lentamente gruñendo y mostrando sus fauces para que este dejara de moverse. La perra aun tenía la boca llena de sangre tras haberse comido gran parte de la cara de su compañero y si se fijaba en sus dientes, también podía ver trozos de carne.
¡Mátalos de una maldita vez! -dijo Heinrich.
-Todavía no... -susurré para contestar a mi arco. Aunque de normal no le contestaría, la presión de la batalla me distrajo y lo hizo actuar sin pensar.
La sustancia roja seguía cuando Shota se cayó de la silla. En ese instante Diatto se distrae y yo no dudo un instante en aprovecharlo. Con la otra ala, la que no me estaba defendiendo, lanzo un golpe a la boca del estómago del tabernero con la intención de que retrocediera y así poder usar el ala que me estaba defendiendo. Mi intención era trazar un arco con ella y que varias plumas metálicas salieran disparadas hacia Diatto. Con esto no quería acabar con él, sino básicamente dejarle herido y que no pudiera golpearme otra vez como lo hizo.
Yo estaba demasiado atento a la pelea. Temía que si me distrajera con algo Diatto o la mujer pudieran llegar a mí y eso sería peligroso. Por suerte, Jane si escuchó el ruido que estaba haciendo el soldado que se encontraba atado. Ella se acercó lentamente gruñendo y mostrando sus fauces para que este dejara de moverse. La perra aun tenía la boca llena de sangre tras haberse comido gran parte de la cara de su compañero y si se fijaba en sus dientes, también podía ver trozos de carne.
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La sustancia sigue cubriendo a Kaiffy, que observa horrorizada su lenta inmovilización sin poder hacer gran cosa, aunque no parece haber perdido los papeles, tiene nervios de acero y parecer estar pensando algo, pues mira a sus alrededores como buscando algo.
Por otra parte, no consigues golpear a Diatto, que es capaz de evitar por muy poco el golpe, pegando un pequeño salto hacia atrás, pero quedando vulnerable a las "plumas" que le lanzas. Algo desesperado, trata de cubrirse con ambos brazos en cruz. Tres proyectiles le impactan, alineados en una diagonal que lo cruza. Uno en el lado derecho del abdomen, otro en el antebrazo izquierdo y el último en el hombro del mismo lado. Tras recibirlos, casi cae hacia atrás, pero es capaz de mover rápidamente su pierna derecha para evitarlo, aunque esto hace que se resienta de la herida del abdomen y casi se arrodille con esa pierna. -¡Malnacido!
El rehén se queda inmóvil del miedo al ver a Jane, cuya boca deja un reguero de sangre... y cuanto más mira, más miedo siente, hasta el punto de que cae incosciente. Los trozos de carne humana entre sus fauces deben haber tenido algo que ver.
Kaiffy, tras mucho mirar y pensar, suspira y parece que se rinde. -Diatto, no quiere matarnos... aún. Algo quiere de nosotros, tal vez si le dejamos hablar entenderemos qué está pasando...
El hombre dirige una iracunda mirada a su compañera. -¡Pero Shota necesita ayuda...!
-Muertos no se la podremos dar. Chico, dinos qué quieres de nosotros. -te dice, fría y como si todo el miedo (o cualquier rastro de otra emoción) hubieran desaparecido por completo.
Por otra parte, no consigues golpear a Diatto, que es capaz de evitar por muy poco el golpe, pegando un pequeño salto hacia atrás, pero quedando vulnerable a las "plumas" que le lanzas. Algo desesperado, trata de cubrirse con ambos brazos en cruz. Tres proyectiles le impactan, alineados en una diagonal que lo cruza. Uno en el lado derecho del abdomen, otro en el antebrazo izquierdo y el último en el hombro del mismo lado. Tras recibirlos, casi cae hacia atrás, pero es capaz de mover rápidamente su pierna derecha para evitarlo, aunque esto hace que se resienta de la herida del abdomen y casi se arrodille con esa pierna. -¡Malnacido!
El rehén se queda inmóvil del miedo al ver a Jane, cuya boca deja un reguero de sangre... y cuanto más mira, más miedo siente, hasta el punto de que cae incosciente. Los trozos de carne humana entre sus fauces deben haber tenido algo que ver.
Kaiffy, tras mucho mirar y pensar, suspira y parece que se rinde. -Diatto, no quiere matarnos... aún. Algo quiere de nosotros, tal vez si le dejamos hablar entenderemos qué está pasando...
El hombre dirige una iracunda mirada a su compañera. -¡Pero Shota necesita ayuda...!
-Muertos no se la podremos dar. Chico, dinos qué quieres de nosotros. -te dice, fría y como si todo el miedo (o cualquier rastro de otra emoción) hubieran desaparecido por completo.
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