Prefieres un felino frío o congelado [Rol moderado - Nivel 3] [Zay]

Tras algunos días viajando en tu balandro, las provisiones con las que iniciaste tu viaje en alta mar fueron acabándose poco a poco. La carne de ciervo curada se había terminado y solo te quedaban algunos trozos de pan frío en la bolsa de cuero que llevabas para cargar alguna que otra cosa. Tu estómago comenzaba a resonar y miraba en el mar en busca de quizá algún pez que fuera lo suficientemente despistado para caer en tus garras. De pronto, el aire comenzó a descender su temperatura y una sensación de escalofríos recorrió tu cuerpo. Te preguntaste si era algún fenómeno meteorológico que ocurría en alta mar y te preparaste para algún suceso inesperado. Pocos minutos después de haber sentido ese repentino cambio en la temperatura del ambiente, viste a una poca distancia como unas paredes de azul cristalino se alzaban frente a ti. Tomaste los remos de tu navío y empezaste el duro trabajo para comprobar si lo que observabas no era una ilusión.

Pocos minutos después llegaste a una playa cubierta por la nieve. Saltaste a la orilla y tiraste de tu bote para que la marea no se lo llevara y te quedaras sin algún medio de como escapar si era necesario. En tu mente habían preguntas y las que más te preocupaban era si había alguien en ese lugar que te pudiera brindar un plato de comida o de otra forma tendrías que buscarte todo por tu propia cuenta. Cuestiones que quizá sumadas al hecho de que la gente podría tomarte a mal al ver tu pelaje y la forma de tu cuerpo, podrían ponerte en algún riesgo.

Llevaba días a la deriva en mi pequeño velero navegando por la aguas del South Blue. La verdad es que era un mar bastante aburrido. Las provisiones se me habían acabado y me moría de hambre y de sed. Necesitaba comer algo ya si no, iba a desfallecer. Noté como al temperatura cambió radical, ahora el ambiente era mucho más frío pero, por suerte, mi pelaje me proporcionaba el calor que necesitaba para así mitigar el frío.

Al llegar a la isla, el barco tocó la arena la cual era completamente blanca, era nieve. Había llegado a la isla invernal del South Blue, Murynos. Una isla que siempre tuve curiosidad por explorar.

Por suerte, yo era cocinero y si había algún animal no me lo pensaría dos veces en cazarlo para comérmelo o trocearlo para abastecerme de provisiones para cuando me fuera.
Ahora lo primero sería encontrar la ciudad e ir a alguna taberna a comer y beber algo. Así que empecé a andar, básicamente sin rumbo ya que no sabía por donde se encontraba la ciudad, aunque estaba convencido de que la encontraría.

De pronto encuentras un sendero entre los árboles cubiertos por nieve y decides seguir el camino que aún no sabes a donde te llevara. A lo lejos ves la silueta de la gran ciudad de Murynos y sin pensarlo dos veces apresuras el paso por los pensamientos en una buena comida, algo caliente que reconforte tu estómago y te haga recuperar las energías. Ni bien entrar en la ciudad, golpeas aun hombre provocando que de sus manos se caigan todo tipo de cosas, entre ellas fotografías, algunos pergaminos arrugados y sobres sellados. El sujeto algo nervioso te aparta bruscamente sin detenerse a mirar tu intensión de ayudarlo y se coloca delante de ti, metiendo todas las cosas dentro de la caja de madera en la que había estado llevando las cosas. Tratas de disculparte pero el hombre solo te mira con cierto desprecio y se marcha.

¿Qué demonios le pasa?, te preguntas por instante mientras continuas tu camino para encontrar un buen lugar donde comer algo que te llene las tripas. Tan solo unos minutos pasaron para que un dulce aroma capte tus sentidos y busques de donde se originaba. Encuentras rápidamente una taberna con el nombre de “ El frijol saltarín” escrito en un letrero sobre el marco de la puerta. Abres la puerta y sin esperar mucho, tomas asiento en una mesa, sin repara más en el suculento aroma que se generaba desde alguna parte de ese lugar. Hay personas hablando de manera discreta del otro lado de donde estás sentado, un gordinflón borracho sentado en una silla con la cabeza hacia atrás y los brazos extendidos hacia el suelo, con una notable cara de haber bebido hasta quedarse dormido y tres hombres que juegan a las cartas más allá.

- Buenas, ¿Qué desea servirse? – pregunta una dulce mujer de cabello rubio y con dos trenzas que se extendían una a cada lado de la cabeza.

La mujer dio un chillido al darse cuenta de la forma de tu cara y de tu peculiar pelaje, talvez sería bueno no andar tan descubierto en ese lugar, podrían creerte un monstruo y empezar a cazarte. La mujer trata de respirar hondo y espera a que le digas que te vas a servir con una notable intranquilidad y nerviosismo.

Al ir en dirección a la ciudad me choqué con un hombre que me miro con cara de pocos amigos aunque eso no fue nada. Al los pocos instantes de aquel choque, un olor recorrió todas mis fosas nasales. El olor a comida salía e una taberna llamada "El frijol saltarín".

- Mierda, ¿solo dan frijoles? Yo quiero carne. -Pensé.

Seguí el olor hasta aquella taberna de la cual abrí la puerta y me senté en una mesa esperando a que me atendieran. Al poco rato, vino una muchacha rubia, con trenzas que le llegaba a cada lado de la cabeza.

- Buenas, ¿Qué desea servirse? -me preguntó no sin dar un chillido al darse cuenta de mi silueta.

- ¿Tenéis carne? Si es así tráeme cantidades ingentes. Y no te sobresaltes muchacha, no soy ningún monstruo ni nada por el estilo. Soy de la valerosa raza guerrera Mink. No tienes por que asustarte.
He atracado mi pequeño velero en la playa de esta isla, vendo desde Domica y se me han acabado las provisiones tanto de comida como de agua y necesito llenar el buche. Llevo varios días sin comer y dos días sin beber ni un trago de agua y si sigo así voy a desfallecer. Le pido amablemente que si tiene carne me traiga cantidades ingentes de ella y si no tiene, pues tráigame lo que sea. Muchas gracias muchacha.

Tras eso me callé y esperé a que la muchacha cogiera mi pedido y me trajera lo que fuera que tuvieran en esta taberna. De momento quería relajarme y comer bien, ya habría tiempo de entrenar.

A pesar de que no te importa mucho tu aspecto, puedes notar que la gente que te rodea comienza a mirarte constantemente. La mujer te toma el pedido y se marcha, no sin antes intercambiar una palabras con el hombre que estaba limpiando vasos de vidrio detrás la barra, quizá para que te vigile mientras estás en el lugar. Solo unos minutos después, la mujer regresa con una bandeja donde hay una montaña de filetes de carne cocidas con un jugo encima que desborda un olor muy agradable. Tu boca comienza a salivar como acto reflejo ante tan suculento estimulo y tu mente comienza a imaginarse lo delicioso que debe estar aquel platillo. Te meneas un poco para acomodarte en la silla y coger los cubiertos para comenzar a devorar cada trozo de carne. La mujer deja el plato con la montaña de carne y se marcha no sin antes decir que la llames si deseas algo más.

Mientras devoras cada trozo de carne guisada y te deleitas con el sabroso y bien condimentado jugo de especias, un hombre se te acerca. No parece superar los 40 años y viste con un sombrero de cuero, una chaqueta marrón que hace juego con su camisa y pantalón negro. Sus botas son bastante peculiares, ya que tienen una especie de adorno metálico en la parte de los tobillos que producen un sonido bastante hipnotizante para tus sentidos.

- ¿Te puedo acompañar amigo? – pregunta el desconocido mientras saca un cigarrillo desde dentro de su chaqueta y lo enciende para fumar -. Quisiera saber que buscas en esta ciudad tan aburrida.

La muchacha me trajo un plato hasta arriba de filetes de carne y me lo deja en la mesa para después irse detrás de la barra. Miro fijamente a los filetes y comienzo a devorarlo como si no hubiera un mañana. Los como a bocados, lo más rápido que podía. Estaba siendo un gran festín, me estaba poniendo las botas comiendo esa exquisitez.

Mientras devoraba por segundos la carne bocado a bocado, un hombre con sombrero de cuero, chaqueta marrón y botas con hebillas metálicas se me acercó a la mesa. Yo le miraba fijamente mientras devoraba aquellos trozos de carne gigantes.

Le miré de arriba a abajo y le dije con la boca llena:

-¿Qué eres un vaquero? ¿O eres un sheriff de esos de las películas? No creo que seas un sheriff, no veo tu placa. Por cierto, *ñam ñam* me llamo Zay, encantado *ñam ñam* de conocerte, aunque mi madre me ha dicho que no hable con desconocidos ni que coja caramelos *ñam ñam*

En realidad estaba fingiendo ser alguien que no soy. Prefería que me vieran como un ser inocentón, charlatán y algo bobo a que me vieran como realmente soy.

Al hombre le pareció un poco desagradable la manera en la que ibas introduciendo cada trozo de carne a tu boca y luego intentabas hablar. Algunos trocitos de comida mezclados con saliva salía disparados cada vez que pronunciabas alguna palabra y ya se habían estrellado en parte de la ropa de tu acompañante. Hizo un gesto de asco, pero a pesar de ello no se apartó de tu lado. A tu alrededor ya no había mucha gente, solo quedaban dos tipos jugando a las cartas que parecían estar concentrados en sus naipes. El hombre que te acompañaba sonrió forzadamente y llevó su mano al bolsillo derecho de su pantalón, de donde sacó un trozo de papel. En el estaba fotografiada tu figura y se escribía debajo “Vivo o muerto”. El preció de 30.000.000 era una suma jugosa para cualquiera que estuviera en apuros y quisiera salir rápidamente de una situación precaria.

- No soy un Sheriff ni nada de eso, amigo Mink. Soy un comerciante. Un hombre de negocios. Particularmente soy alguien que busca favores a cambio de un servicio determinado.

Tu cuerpo se tensó al ver el cartel y estabas a punto de echarte a correr pero lo que dijo el hombre te calmó un poco.

- Afortunadamente para ti, puedo evitar que esta gente se entere de quién eres y lo que vale tu cabeza. Mis hombres pueden quitar todos los carteles de se busca de cada lugar solo si me haces un servicio. Veras…

El hombre fue explicándote de a pocos el trabajo que harías, ya que parecía convencido de que no te negarías. El comerciante parecía tener un problema con un grupo de revoltosos de la ciudad, quienes habían estado interfiriendo con la venta clandestina de armas para un grupo de rebeldes que intentaban derrocar a las autoridades de Murynos. También mencionó que antes de que llegara, le habían informado que unos de las casas de donde cargaban las armas, había sido saqueada y se habían llevado los planos de las rutas por donde llegaban las armas a la ciudad.

Sí aceptas:

Sí no aceptas :

El mink le miró raro, ¿estaba intentando chantajearlo? Este sonrió cuando ya había acabado de comer toda la carne. Los chantajes con él no funcionaban pero quizás le interesaba ganar una buena suma de dinero y estirar un poco las articulaciones, igual le servía para entrenar.

- Verás amigo, soy un pirata buscado. ¿No crees que con todos esos carteles de "Se busca" colgados por ahí, ya me habrían localizado? No le tengo miedo a la Marina, si quieren venir aquí les espero. Y lo que piense esta escoria de gente me importa una mierda, al igual que lo que les pase.
Ahora que sepas que no acepto por que esto sea un chantaje, si no porque me vendrá bien como entrenamiento ya que llevo un tiempo oxidado y necesito estirar las articulaciones. Diles a tus hombres que me lleven a donde están esos revoltosos. Acabemos con esto por la vía rápida.

Antes de acabar de hablarle al tipo del sombrero, el Mink quiso una prueba de que no sería traicionado.

- ¿Cómo se que no me traicionarás o me venderás a la Marina? -preguntó el Mink, esperando una respuesta coherente y que le sirviera.

El hombre te sonríe y pide al camarero que le traiga una botella de Whisky. El joven que te había atendido antes aparece unos minutos después con un bandeja, una botella con un contenido de color caramelo y uno vasos con cubitos de hielo. Deja todo en la mesa y se marcha. El hombre que está a tu lado le quita la tapa a la botella y vierte su contenido en uno de los vasos.

— Mi nombre es Billy Williams — hizo una pausa y cogió el vaso con su mano derecha. Lo movió lentamente por su nariz, dejando que el añejo olor que desprendía aquel licor lo reconfortara — dices que te importa poco lo que te ocurra … ¡Tu entrenamiento me vale un carajo!

Habías logrado molestar al tipo, pero no lo suficiente para que ordenara que te mataran. Billy se cruzó de piernas y dio un largo sorbo al vaso con Whisky.

— Desde donde yo lo veo, no tienes otra opción— dijo bastante más calmado —. Verás mis hombres podrían entrar aquí, matarte en un instante y acabar nuestro problema, pero es un problema estar buscando a alguien que no tenga nada que ver con nosotros.

Al final de su frase, dio un último trago a su vaso con Whisky e introdujo su mano al interior de su chaqueta. Sacó un sobre y lo colocó en tu mesa.

— No seas imbécil, quieres. Tendrás tu pago al finalizar el trabajo. El nuevo cargamento de armas llegaran en una semana. Tienes todo ese tiempo para averiguar dónde están esos idiotas.

Aceptar definitivamente el encargo:

Si no aceptas aún y continuas con tus dudas:

Sí cambias de opinión definitivamente :

- Si no queda más remedio... Yo había venido a relajarme y a entrenar, pero si puedo sacar algo de dinero mejor. Realmente lo necesito. Dime, que sabes acerca de esos alborotadores de los que hay que deshacerse. ¿Por donde empiezo? -Dijo el Mink levantándose de la mesa y esperando la respuesta de su acompañante.

La verdad es que si lo que le pedía ese tipo le servía para entrenar y empezar a repartir no le disgustaba en absoluto. Aunque el Mink no se fiaba del todo de él

Tras levantarse le volvió a hablar:

- Si tras este encargo, te relacionan conmigo, yo no quiero saber nada. Yo lo haré en la más absoluta cautela, pero si al final te relacionan conmigo yo no tengo la culpa, ¿de acuerdo?