Zuzu
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Los ojos de Sky estuvieron a punto de sangrar. Ver el culo de un casi desconocido Maki a pocos metros de distancia, deformándose en el cristal daba un poco de asquete pero tragó en seco y, usando mucha fuerza de voluntad para no poner una mueca, consiguió mantener una expresión de indiferencia casi rozando el estado vegetal. Sus ojos siguieron la silueta del superior dar vueltas continuamente tratando de atarse de una manera eficaz. Tras unos minutos de desesperación vio que había conseguido atarse al periscopio. Exhaló en señal de exasperación y miró alrededor. Se escuchaba de fondo que el submarino estaba en marcha, calentando motores pero todavía no había nadie al mando. Aquella máquina tecnológica asombraba al recién llegado a la proa.
Sky se acercó al cristal para tocar un par de veces con el puño cerrado. Consiguió llamar la atención del superior que se coló dentro del submarino con sorprendente agilidad. Lo primero que observó fue el húmedo bigote. No quiso preguntar nada porque seguramente así se ahorraría problemas. Tragó en seco y tensó los músculos de la mandíbula. El oficial tardó mucho tiempo en observarle. De fondo sólo había sonidos metálicos y los pitidos de los sistemas de navegación del submarino. Los ojos de Sky no perdieron ningún instante de vista a los de Maki. Fue un ritual entre hombres, donde el más débil, el sumiso aparta la vista. Ese tipo de batallas era psicológica y en cuanto a ello el espíritu del espadachín estaba labrado en las calles del mundo. No temía a la muerte y consiguió mantener sus ojos clavados hasta el final. El silencio absoluto se rompió como un cristal con la voz del oficial. Le acribilló a preguntas. Fue un contraste ya que hacía unos segundos reinaba el silencio.
Los labios de Sky se tensaron y alargaron formando una sonrisa ante la pregunta de si estaba dispuesto a dar su vida.
—Esas cosas no se preguntan a estas alturas, señor. Estoy aquí para servir y proteger. Mi cuerpo es una herramienta para utilizar el poder que tengo. Cierto es que ahora no es mucho, pero piense en mí como en una inversión de futuro. ¿Quién sabe que podría hacer dentro de un par de años? —dijo con una voz distinta a la del oficial. La voz de Sky era clara y profunda. Hablaba despacio y sus ojos mantenían contacto visual todo el rato.
—No puedo respirar bajo el agua. Por eso estoy aquí dentro y no fuera contigo, atado a una cuerda también. —Esta vez su voz cambió un poco la cadencia, dejando la impresión de una pequeña molestia, pero que había que ser muy hábil para darse cuenta.
—Sólo te diré que cuentes conmigo, señor, y que mi nombre es Sky. ¡Listo para servirle! —su frase acabó con su puño levantado y tenso como una roca.
Unos pasos agitados seguidos del olor de un sudor de varios días sin duchar se había asomado con indiscreción detrás del pelinegro. Giró sobre sus talones para ver a un cadete, un soldado con el valor de estar siquiera cerca del epicentro del peligro que significaba estar en ese mar en ese momento. Sky lo agarró por el hombro al ver que el cadete casi tropieza al extender la mano con una carta. No era para él y no le extrañaba. Apenas tenía conocidos. Era una incorporación reciente a la Revolución, aun así quería hacerse notar. Le agradeció al soldado las prisas y casi no le dio tiempo a despedirse porque el superior empezó a hacerle un sinfín de preguntas. El cadete tenía cara de agobiado y pocas respuestas. A Sky le daba la impresión de que simplemente se trataba de un mensajero.
El joven dejó a Maki ensimismado mientras masticaba aquel trozo de papel y se adelantó unos pasos hasta toparse con una de las sillas delante de las consolas. En un lateral yacía un libro espeso y con imágenes técnicas. Sky se sentó y lo abrió sobre sus piernas. Leyó en silencio durante un rato y afirmaba para sí mismo tratando de asimilar la información que allí había.
—Entonces... si yo pulso este botón deberían de armarse los mis... —no acabó la palabra porque el suelo tembló con brusquedad y se escuchó un ruido metálico arrastrarse lentamente. Un pequeño testigo se encendió en la pantalla con el texto: EXTRAYENDO ANCLA. Sky abrió los ojos y miró de frente, evitando mirar hacia Maki, el superior presente en cubierta. Había toqueteado algo sin permiso y se temía que había activado la secuencia para que el submarino esté listo para el despegue.
De repente, la tensión que se había formado desapareció como si un cristal de hielo se rompiese por el puño de una niña en la piscina trasera de una casa de alquiler cerca de las montañas del este. Maki había pedido a gritos avanzar. Era lo que Sky buscaba. Cerró el libro de golpe y volvió a abrirlo por el índice. Buscó con rapidez arrastrando el dedo hacia abajo por el texto hasta encontrar SECUENCIA DE ARRANQUE. Sonrió tras corroborar que levantar el ancla había sido el primer paso. El combustible tenía el nivel adecuado, el oxígeno también. La temperatura de las turbinas era óptima y lo único que faltaba era pulsar un gran botón rojo a la derecha del muchacho. Resultó ser fino al tacto. Sky lo pulsó sin dudar y el ruido de las turbinas empezó a intensificarse con facilidad. Aquella bestia tendría mucha potencia y era un modo interesante de navegar por el mar, mejor dicho por debajo de él.
Giró el cuello y puso mirada de cachorro inocente hacia Maki.
—Yo sólo... —paró un segundo— sigo sus órdenes, señor.
La gran bestia, el apogeo tecnológico empezó a avanzar lentamente hacia delante. Sky no tenía nada de experiencia como piloto, y seguramente la tripulación que sí lo estaba estarían perdidos por sus camarotes, rezando de que un inútil no haya iniciado la secuencia de avance del submarino.
Sky se acercó al cristal para tocar un par de veces con el puño cerrado. Consiguió llamar la atención del superior que se coló dentro del submarino con sorprendente agilidad. Lo primero que observó fue el húmedo bigote. No quiso preguntar nada porque seguramente así se ahorraría problemas. Tragó en seco y tensó los músculos de la mandíbula. El oficial tardó mucho tiempo en observarle. De fondo sólo había sonidos metálicos y los pitidos de los sistemas de navegación del submarino. Los ojos de Sky no perdieron ningún instante de vista a los de Maki. Fue un ritual entre hombres, donde el más débil, el sumiso aparta la vista. Ese tipo de batallas era psicológica y en cuanto a ello el espíritu del espadachín estaba labrado en las calles del mundo. No temía a la muerte y consiguió mantener sus ojos clavados hasta el final. El silencio absoluto se rompió como un cristal con la voz del oficial. Le acribilló a preguntas. Fue un contraste ya que hacía unos segundos reinaba el silencio.
Los labios de Sky se tensaron y alargaron formando una sonrisa ante la pregunta de si estaba dispuesto a dar su vida.
—Esas cosas no se preguntan a estas alturas, señor. Estoy aquí para servir y proteger. Mi cuerpo es una herramienta para utilizar el poder que tengo. Cierto es que ahora no es mucho, pero piense en mí como en una inversión de futuro. ¿Quién sabe que podría hacer dentro de un par de años? —dijo con una voz distinta a la del oficial. La voz de Sky era clara y profunda. Hablaba despacio y sus ojos mantenían contacto visual todo el rato.
—No puedo respirar bajo el agua. Por eso estoy aquí dentro y no fuera contigo, atado a una cuerda también. —Esta vez su voz cambió un poco la cadencia, dejando la impresión de una pequeña molestia, pero que había que ser muy hábil para darse cuenta.
—Sólo te diré que cuentes conmigo, señor, y que mi nombre es Sky. ¡Listo para servirle! —su frase acabó con su puño levantado y tenso como una roca.
Unos pasos agitados seguidos del olor de un sudor de varios días sin duchar se había asomado con indiscreción detrás del pelinegro. Giró sobre sus talones para ver a un cadete, un soldado con el valor de estar siquiera cerca del epicentro del peligro que significaba estar en ese mar en ese momento. Sky lo agarró por el hombro al ver que el cadete casi tropieza al extender la mano con una carta. No era para él y no le extrañaba. Apenas tenía conocidos. Era una incorporación reciente a la Revolución, aun así quería hacerse notar. Le agradeció al soldado las prisas y casi no le dio tiempo a despedirse porque el superior empezó a hacerle un sinfín de preguntas. El cadete tenía cara de agobiado y pocas respuestas. A Sky le daba la impresión de que simplemente se trataba de un mensajero.
El joven dejó a Maki ensimismado mientras masticaba aquel trozo de papel y se adelantó unos pasos hasta toparse con una de las sillas delante de las consolas. En un lateral yacía un libro espeso y con imágenes técnicas. Sky se sentó y lo abrió sobre sus piernas. Leyó en silencio durante un rato y afirmaba para sí mismo tratando de asimilar la información que allí había.
—Entonces... si yo pulso este botón deberían de armarse los mis... —no acabó la palabra porque el suelo tembló con brusquedad y se escuchó un ruido metálico arrastrarse lentamente. Un pequeño testigo se encendió en la pantalla con el texto: EXTRAYENDO ANCLA. Sky abrió los ojos y miró de frente, evitando mirar hacia Maki, el superior presente en cubierta. Había toqueteado algo sin permiso y se temía que había activado la secuencia para que el submarino esté listo para el despegue.
De repente, la tensión que se había formado desapareció como si un cristal de hielo se rompiese por el puño de una niña en la piscina trasera de una casa de alquiler cerca de las montañas del este. Maki había pedido a gritos avanzar. Era lo que Sky buscaba. Cerró el libro de golpe y volvió a abrirlo por el índice. Buscó con rapidez arrastrando el dedo hacia abajo por el texto hasta encontrar SECUENCIA DE ARRANQUE. Sonrió tras corroborar que levantar el ancla había sido el primer paso. El combustible tenía el nivel adecuado, el oxígeno también. La temperatura de las turbinas era óptima y lo único que faltaba era pulsar un gran botón rojo a la derecha del muchacho. Resultó ser fino al tacto. Sky lo pulsó sin dudar y el ruido de las turbinas empezó a intensificarse con facilidad. Aquella bestia tendría mucha potencia y era un modo interesante de navegar por el mar, mejor dicho por debajo de él.
Giró el cuello y puso mirada de cachorro inocente hacia Maki.
—Yo sólo... —paró un segundo— sigo sus órdenes, señor.
La gran bestia, el apogeo tecnológico empezó a avanzar lentamente hacia delante. Sky no tenía nada de experiencia como piloto, y seguramente la tripulación que sí lo estaba estarían perdidos por sus camarotes, rezando de que un inútil no haya iniciado la secuencia de avance del submarino.
- Resumen:
- Ver a Maki atarse y después verle entrar al submarino.
- Primer contacto con el oficial, siendo interrumpidos por el mensajero que trae la carta.
- Mientras Maki evalúa el contenido de la carta, Sky activa la secuencia de arranque y avance del submarino.
- Ver a Maki atarse y después verle entrar al submarino.
Mist D. Spanner
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
—Zane... Eres tonto -pronunció Spanner ni corto ni perezoso al ver el resultado de la comilona del pirata.
Todo a su alrededor era un caos. Había demasiada gente, una extraña mujer pálida se le había acercado al pelirrojo proponiéndole un estúpido juego de beber, Luka pedía que se diesen prisa, Marc apestó todo el lugar de golpe y Therax se marchaba. Eso sin contar a la incontable cantidad de gente que hablaba y bebía sin parar a su alrededor. El espadachín se llevó la mano a la cara, frotándose los párpados con cansancio.
—¿Ahora vas a ir a por Viktor, Zane? No te cuestiono, pero no deja de ser un hombre con muchísimas influencias.
Daba lo mismo. Era su capitán y tenía la obligación de seguirle allá donde fuese, sea dónde sea, y eso haría. Aunque no le daba muy buena espina todo lo que rodeaba a Viktor, provocándole como un cosquilleo en la nuca. Algo que le decía que debía evitar estar cerca de ese señor. Aunque esa sensación seguramente Zane la interpretase como "acerquémonos más". Se puso de pie, agobiado por todo el gentío de su alrededor. No le gustaban para nada las multitudes y se estaba empezando a cansar. Movía un pie dando golpecitos en el suelo de forma repetida, con mucho nerviosismo. Necesitaba irse de allí ya, no aguantaba más.
Sin embargo, siguió a Zane hasta el reservado en el que se encontraba Viktor. Tenía un nudo en la garganta y aquella incómoda sensación. El agobio y los nervios empezaban a apoderarse de él, tanto que empezaba a sudar. Spanner nunca había sido una persona que perdiese los estribos por cualquier tontería, pero en aquel instante, por algún motivo... su entorno le podía.
Todo a su alrededor era un caos. Había demasiada gente, una extraña mujer pálida se le había acercado al pelirrojo proponiéndole un estúpido juego de beber, Luka pedía que se diesen prisa, Marc apestó todo el lugar de golpe y Therax se marchaba. Eso sin contar a la incontable cantidad de gente que hablaba y bebía sin parar a su alrededor. El espadachín se llevó la mano a la cara, frotándose los párpados con cansancio.
—¿Ahora vas a ir a por Viktor, Zane? No te cuestiono, pero no deja de ser un hombre con muchísimas influencias.
Daba lo mismo. Era su capitán y tenía la obligación de seguirle allá donde fuese, sea dónde sea, y eso haría. Aunque no le daba muy buena espina todo lo que rodeaba a Viktor, provocándole como un cosquilleo en la nuca. Algo que le decía que debía evitar estar cerca de ese señor. Aunque esa sensación seguramente Zane la interpretase como "acerquémonos más". Se puso de pie, agobiado por todo el gentío de su alrededor. No le gustaban para nada las multitudes y se estaba empezando a cansar. Movía un pie dando golpecitos en el suelo de forma repetida, con mucho nerviosismo. Necesitaba irse de allí ya, no aguantaba más.
Sin embargo, siguió a Zane hasta el reservado en el que se encontraba Viktor. Tenía un nudo en la garganta y aquella incómoda sensación. El agobio y los nervios empezaban a apoderarse de él, tanto que empezaba a sudar. Spanner nunca había sido una persona que perdiese los estribos por cualquier tontería, pero en aquel instante, por algún motivo... su entorno le podía.
Hamlet
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Con completa indolencia y desgana, le dije mi nombre al tipo de la lista. ¿Que iban a hacer, donarle mis pertenencias a mis familiares? Era ridículo. Normalmente no solía ser así de protestón ante la burocracia propia de la Marina, pero hoy no me encontraba nada bien. Ahora sentía sudores fríos recorriendo mi espalda y la mente embotada, casi ajeno a mi alrededor.
Una mano me sorprendió apoyándose en mi hombro. Noté su calidez. Resultaba tranquilizadora. Giré mi cabeza en su dirección para encontrar a un rostro familiar. Tobias. Sonreí un poco, a pesar de las circunstancias. Rápidamente busqué con mi mirada a Bizvan, dándome cuenta de que también se hallaba cerca. Tobias me dedicó unas esperanzadoras palabras y me recomendó cautela.
-Igualmente, camarada -le respondí-. Si necesitas retroceder, no lo dudes. Cuida bien de Biz.
Me di la vuelta. Pronto uno de mis nuevos compañeros me cedió un aparato de comunicaciones como el de Tobias. Genial. Ahora estaba verdaderamente comprometido con la causa. Tras esto, el comodoro Kasai se acercó a mí y me preguntó si quería invitar a Tobias y Bizvan a avanzar con nosotros por la torre, para que no fueran solos.
Me sentí francamente agradecido por la proposición del líder de la flota, por lo que musité un "así lo haré, gracias" y volví a darme la vuelta para observar a mis antiguos compañeros de flota. Tan pronto como lo hice, me di cuenta de que Tobias no estaba solo. Para ser más preciso, una mujer de generosas proporciones se había abrazado al brazo del CP, desgañitándose mientras gritaba algo de un dragón, con lo que consiguió que me dolieran un poco los tímpanos. La imagen era cuanto menos obscena, y, francamente, no tenía ánimos para tratar con eso. Tobias ya parecía haber sido escogido. Arqueé las cejas y me giré mientras susurraba un "Vaaaaaaaaale", algo incómodo.
Afortunadamente, encontré a Bizvan algo más cerca y me acerqué a él con premura.
-¡Bizvan! -saludé con cierta efusividad. Por un momento tuve el impulso de rodear con mis brazos al grandullón, pero conseguí reprimir el impulso a tiempo. Aquello no era correcto.- Oye, el comodoro -evité decir "mi nuevo capitán"- me ha propuesto que vengáis con nosotros a adentraros a la torre. No es bueno que vayáis solos. Nos vendrían bien nuestras fuerzas. Aunque parece que Tobias ya tiene otros planes... En cualquier caso, subiremos a ese barco -concluí señalando el navío-. Estáis invitados.
Sin demorarme más, llegué a tiempo para escuchar el final del mensaje que Kasai tenía para la flota, interiorizando el mensaje. Que irónico era que, tratándose de una orden tan simple, fuera tan difícil cumplirla.
Sumido en esta clase de pensamientos seguí de forma instintiva al líder de la flota para subir en la embarcación.
Una mano me sorprendió apoyándose en mi hombro. Noté su calidez. Resultaba tranquilizadora. Giré mi cabeza en su dirección para encontrar a un rostro familiar. Tobias. Sonreí un poco, a pesar de las circunstancias. Rápidamente busqué con mi mirada a Bizvan, dándome cuenta de que también se hallaba cerca. Tobias me dedicó unas esperanzadoras palabras y me recomendó cautela.
-Igualmente, camarada -le respondí-. Si necesitas retroceder, no lo dudes. Cuida bien de Biz.
Me di la vuelta. Pronto uno de mis nuevos compañeros me cedió un aparato de comunicaciones como el de Tobias. Genial. Ahora estaba verdaderamente comprometido con la causa. Tras esto, el comodoro Kasai se acercó a mí y me preguntó si quería invitar a Tobias y Bizvan a avanzar con nosotros por la torre, para que no fueran solos.
Me sentí francamente agradecido por la proposición del líder de la flota, por lo que musité un "así lo haré, gracias" y volví a darme la vuelta para observar a mis antiguos compañeros de flota. Tan pronto como lo hice, me di cuenta de que Tobias no estaba solo. Para ser más preciso, una mujer de generosas proporciones se había abrazado al brazo del CP, desgañitándose mientras gritaba algo de un dragón, con lo que consiguió que me dolieran un poco los tímpanos. La imagen era cuanto menos obscena, y, francamente, no tenía ánimos para tratar con eso. Tobias ya parecía haber sido escogido. Arqueé las cejas y me giré mientras susurraba un "Vaaaaaaaaale", algo incómodo.
Afortunadamente, encontré a Bizvan algo más cerca y me acerqué a él con premura.
-¡Bizvan! -saludé con cierta efusividad. Por un momento tuve el impulso de rodear con mis brazos al grandullón, pero conseguí reprimir el impulso a tiempo. Aquello no era correcto.- Oye, el comodoro -evité decir "mi nuevo capitán"- me ha propuesto que vengáis con nosotros a adentraros a la torre. No es bueno que vayáis solos. Nos vendrían bien nuestras fuerzas. Aunque parece que Tobias ya tiene otros planes... En cualquier caso, subiremos a ese barco -concluí señalando el navío-. Estáis invitados.
Sin demorarme más, llegué a tiempo para escuchar el final del mensaje que Kasai tenía para la flota, interiorizando el mensaje. Que irónico era que, tratándose de una orden tan simple, fuera tan difícil cumplirla.
Sumido en esta clase de pensamientos seguí de forma instintiva al líder de la flota para subir en la embarcación.
- Resumen:
- Recibir órdenes y caracolófonos varios. Incomodarse con la situación de Tobias y saludar a Bizvan. Invitarlos a ir con los Justice Riders. Escuchar la orden de Zuko y subir al barco.
Vile Spectre
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
-¿Destruir el mundo? ¡Parece que el que esté detrás de esas agujas se me está adelantando! -contestó, emitiendo una sonora carcajada-. Por hoy me conformo con beber gratis y sacar algo de dinero. ¡Mira que tu amigo el querubín tiene razón con lo de que será incapaz de pagarnos a todos! -dijo, señalando al rubiales, aunque el dedo le tambaleó un poco y acabó señalando a varias personas en ese lado de la mesa-. Sin embargo, ¡estaría más que dispuesto a probar la sinceridad de ese tipo! ¡Diez millones! -gritó, riendo de nuevo.
Suspiró y tomó un largo trago del vino, sentándose junto a la morena.
-En cuanto a ti, ¿qué es lo que te trae por aquí? -prosiguió-. ¿Alguien se ha vuelto a dejar su casa abierta, como en los viejos tiempos?
Tras esta pregunta, vio como la pirata se levantaba para seguir a su ahora orondo capitán. No lo recordaba así cuando llegó a la mesa. Vile se encogió de hombros y, aún con su sonrisa, le siguió, sin preocuparse demasiado porque hubiera respondido de esa forma a la pregunta.
-¡Veo que te has decidido acoplar con un grande! Y créeme, no lo digo por su tamaño -aseguré, gesticulando de forma excesiva para hacerle ver que me refería a su barriga-. ¿Quién lo diría? ¡Mi antigua socia ahora trabajando para un futuro Emperador!
Vio de nuevo como su respuesta no iba dirigida a él, sino a una jovencita que parecía intentar acercarse al enorme pirata, dedicándole unas palabras para nada amables. Vile rio por lo bajo. Podía parecer que se había acoplado a ellos porque no tenía adónde ir -cosa que era del todo cierta-, pero no se lo estaba pasando mal, incluso si formulaba algunas de sus preguntas al aire.
En ese entonces, uno de los compañeros del pelirrojo, un semigigante, generó una esfera pestilente en su mano. No conocía el motivo que tenía para hacer eso, así que simplemente tapé mis conductos respiratorios con el abrigo y rugí:
-¡Joder, tira eso! ¡Es nauseabundo!
No sabía cómo, pero entre tanta distracción había acabado llegando al reservado en el que se había adentrado el anfitrión de aquella noche. Rio con nerviosismo mientras se detenía en el umbral.
-Bueno, si molesto ahí dentro os esperaré por aquí. ¡Estaré esperando!
Suspiró y tomó un largo trago del vino, sentándose junto a la morena.
-En cuanto a ti, ¿qué es lo que te trae por aquí? -prosiguió-. ¿Alguien se ha vuelto a dejar su casa abierta, como en los viejos tiempos?
Tras esta pregunta, vio como la pirata se levantaba para seguir a su ahora orondo capitán. No lo recordaba así cuando llegó a la mesa. Vile se encogió de hombros y, aún con su sonrisa, le siguió, sin preocuparse demasiado porque hubiera respondido de esa forma a la pregunta.
-¡Veo que te has decidido acoplar con un grande! Y créeme, no lo digo por su tamaño -aseguré, gesticulando de forma excesiva para hacerle ver que me refería a su barriga-. ¿Quién lo diría? ¡Mi antigua socia ahora trabajando para un futuro Emperador!
Vio de nuevo como su respuesta no iba dirigida a él, sino a una jovencita que parecía intentar acercarse al enorme pirata, dedicándole unas palabras para nada amables. Vile rio por lo bajo. Podía parecer que se había acoplado a ellos porque no tenía adónde ir -cosa que era del todo cierta-, pero no se lo estaba pasando mal, incluso si formulaba algunas de sus preguntas al aire.
En ese entonces, uno de los compañeros del pelirrojo, un semigigante, generó una esfera pestilente en su mano. No conocía el motivo que tenía para hacer eso, así que simplemente tapé mis conductos respiratorios con el abrigo y rugí:
-¡Joder, tira eso! ¡Es nauseabundo!
No sabía cómo, pero entre tanta distracción había acabado llegando al reservado en el que se había adentrado el anfitrión de aquella noche. Rio con nerviosismo mientras se detenía en el umbral.
-Bueno, si molesto ahí dentro os esperaré por aquí. ¡Estaré esperando!
- Resumen:
- Responder a Nailah, lanzar más preguntas (con potencial de ser ignoradas), quejarse del olor del queso de Marc e instarle amablemente a deshacerse de él y quedarse en el umbral del reservado de Viktor.
Roland von Klauswitz
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
El almirante de flota tan pesimista como siempre. ¿Qué tenían los humanos en contra de un poco de positivismo? ¿Era tan difícil dar por hecho que todo saldría bien? Es decir, la naturaleza siempre recobraba su curso de una forma u otra. Morir y luchar, de mil modos distintos, era el día a día de la vida para todas las especies del planeta. Kodama no llegaba a entender la afición de los humanos por el fatalismo y el drama. Ya había perdido la cuenta de las veces que le habían mirado desde abajo para decirle, con cara seria y voz grave, que todos iban a morir.
"Claro que vamos a morir", había estado tentado de decirles muchas veces. "Así funcionan las cosas por aquí".
El Roble se dirigió hacia los barcos seguido por su asistente y manteniendo buen cuidado en que ninguno de esos irritantes burócratas con carpetitas le diese alcance. Bastante tenía ya con Cass, que también llevaba su propio dossier a rebosar de tareas pendientes para él. Kodama solía escaquearse con asiduidad gracias a su perfeccionada negligencia en el trabajo, y no pensaba enfrentarse a un formulario justo antes de una batalla.
Conocía a muchos de los marines que ese día lucharían. A algunos los había visto abrirse camino desde los puestos inferiores del escalafón, mientras que otros le acompañaron a él mismo durante el trayecto por los distintos niveles de la jerarquía. Vio a esa niña, Tobi, con la que destapó a un corrupto en un cuartel naval. ¿Había crecido? Casi aparentaba los doce años. También estaba por ahí ese chico... ¿cómo se llamaba? Bueno, no tenía ni idea, pero recordaba haber ido con él a una expedición botánica. Y, cómo no, estaba el escupe-fuego. Lo cierto es que Cass tuvo que recordarle que aquel niño -no tendría más de veinte o treinta inviernos- que se dirigía a su propio grupo de marines era Zuko. Había cambiado bastante. Participaron juntos en aquella misión de la isla de los astilleros, en la época en que la Marina buscaba nuevos almirantes, y Kodama lo recordaba con la cara un poco más... al dente.
En cualquier caso era bueno contar con él por allí. Tenía un poder de lo más curioso y útil, aunque preferiría mantener las distancias para no acabar chamuscándose la copa.
El almirante no se dio el lujo de reflexionar sobre quién volvería y quién no. Hacía tiempo que sabía que esa decisión no le correspondía a él, a pesar de que intentase interponerse en el despiadado camino de la naturaleza de vez en cuando. Bien pensado, le resultaba un poco contradictorio. Supuso que, en cierto modo, su lado humano era el que lo volvía así. Había pocas cosas más contradictorias que un ser humano.
-Hoy te quedas aquí, Cass -ordenó a su asistente.
No le dio pie a réplicas y enfiló hacia los barcos. Se elevó en el aire con una burbuja, frágil y majestuosa, y se dejó caer con suavidad sobre la cofa del vigía de uno de los buques de guerra, en lo alto del palo mayor, desde contempló las nubes lejanas que cubrían una sección del cielo. Era un buen lugar desde el que comenzar otra guerra.
"Claro que vamos a morir", había estado tentado de decirles muchas veces. "Así funcionan las cosas por aquí".
El Roble se dirigió hacia los barcos seguido por su asistente y manteniendo buen cuidado en que ninguno de esos irritantes burócratas con carpetitas le diese alcance. Bastante tenía ya con Cass, que también llevaba su propio dossier a rebosar de tareas pendientes para él. Kodama solía escaquearse con asiduidad gracias a su perfeccionada negligencia en el trabajo, y no pensaba enfrentarse a un formulario justo antes de una batalla.
Conocía a muchos de los marines que ese día lucharían. A algunos los había visto abrirse camino desde los puestos inferiores del escalafón, mientras que otros le acompañaron a él mismo durante el trayecto por los distintos niveles de la jerarquía. Vio a esa niña, Tobi, con la que destapó a un corrupto en un cuartel naval. ¿Había crecido? Casi aparentaba los doce años. También estaba por ahí ese chico... ¿cómo se llamaba? Bueno, no tenía ni idea, pero recordaba haber ido con él a una expedición botánica. Y, cómo no, estaba el escupe-fuego. Lo cierto es que Cass tuvo que recordarle que aquel niño -no tendría más de veinte o treinta inviernos- que se dirigía a su propio grupo de marines era Zuko. Había cambiado bastante. Participaron juntos en aquella misión de la isla de los astilleros, en la época en que la Marina buscaba nuevos almirantes, y Kodama lo recordaba con la cara un poco más... al dente.
En cualquier caso era bueno contar con él por allí. Tenía un poder de lo más curioso y útil, aunque preferiría mantener las distancias para no acabar chamuscándose la copa.
El almirante no se dio el lujo de reflexionar sobre quién volvería y quién no. Hacía tiempo que sabía que esa decisión no le correspondía a él, a pesar de que intentase interponerse en el despiadado camino de la naturaleza de vez en cuando. Bien pensado, le resultaba un poco contradictorio. Supuso que, en cierto modo, su lado humano era el que lo volvía así. Había pocas cosas más contradictorias que un ser humano.
-Hoy te quedas aquí, Cass -ordenó a su asistente.
No le dio pie a réplicas y enfiló hacia los barcos. Se elevó en el aire con una burbuja, frágil y majestuosa, y se dejó caer con suavidad sobre la cofa del vigía de uno de los buques de guerra, en lo alto del palo mayor, desde contempló las nubes lejanas que cubrían una sección del cielo. Era un buen lugar desde el que comenzar otra guerra.
- Resumen:
- Irse pa' un barco a ver si empiezan los tiros
Julianna M. Shelley
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Jul parpadeó, bastante confusa. Normalmente la tiraban en el medio y medio del ala de emergencias del hospital, no intentaban apartarla de nada. Hizo un amago de enseñar su kit de médico, pero bajó el brazo a medio intento. Intuía que no le serviría de nada. La mirada del hombre era seria, pero también compasiva. A la pequeña le recorrió un escalofrío; acababa de descubrir que no le gustaba que le tuvieran pena. Abrió la boca, pero volvió a cerrarla. Si le decía que no tenía padres solo empeoraría la situación. En lugar de eso, se encogió de hombros y se apartó del hombre.
Vagabundeó por el lugar unos instantes, pendiente de lo que hacía el señor de la máscara. No parecía tener ganas de apartarse. Sin embargo, se fijó en que ninguno de los submarinos tenía demasiada prisa por zarpar. Haciendo memoria, recordó que había varios barcos luchando en la superficie. Podía oír lo que parecían cañoñazos ahogados a lo lejos. Para bien o para mal, quizá ese fuera su boleto al centro del problema.
Ya sin titubear, buscó por todas partes al hombre que pareciera más imponente, desde su juvenil y total desconocimiento de la situación. Una vez le encontró, le tocó tímidamente en el brazo para llamar su atención.
- Disculpe, ¿podría decirme dónde se encuentran los heridos? - Suponía que los había. Si había gente ya peleando lo más probable era que algunos no salieran de la contienda... y que otros lo hicieran por los pelos. Eso bastaría. - Me han encargado que los vigile y ayude en lo que pueda.- Agregó. Eso no era peligroso, ¿no? No deberían impedirle el paso esa vez.
Si conseguía la información que quería, daría las gracias y se dirigiría rauda hacia allí. Estaba segura de que si conseguía salvarle la vida a alguien nadie le impediría la entrada a los submarinos. Eso era, solo tenía que probar que era útil. En su cabeza repasó lo fundamental de sus conocimientos y sonrió para sus adentros, recordando a su maestro. Se prometió una vez más no hacer ninguna chapuza con el hilo de sutura. Hoy todas sus puntadas serían rectas.
Vagabundeó por el lugar unos instantes, pendiente de lo que hacía el señor de la máscara. No parecía tener ganas de apartarse. Sin embargo, se fijó en que ninguno de los submarinos tenía demasiada prisa por zarpar. Haciendo memoria, recordó que había varios barcos luchando en la superficie. Podía oír lo que parecían cañoñazos ahogados a lo lejos. Para bien o para mal, quizá ese fuera su boleto al centro del problema.
Ya sin titubear, buscó por todas partes al hombre que pareciera más imponente, desde su juvenil y total desconocimiento de la situación. Una vez le encontró, le tocó tímidamente en el brazo para llamar su atención.
- Disculpe, ¿podría decirme dónde se encuentran los heridos? - Suponía que los había. Si había gente ya peleando lo más probable era que algunos no salieran de la contienda... y que otros lo hicieran por los pelos. Eso bastaría. - Me han encargado que los vigile y ayude en lo que pueda.- Agregó. Eso no era peligroso, ¿no? No deberían impedirle el paso esa vez.
Si conseguía la información que quería, daría las gracias y se dirigiría rauda hacia allí. Estaba segura de que si conseguía salvarle la vida a alguien nadie le impediría la entrada a los submarinos. Eso era, solo tenía que probar que era útil. En su cabeza repasó lo fundamental de sus conocimientos y sonrió para sus adentros, recordando a su maestro. Se prometió una vez más no hacer ninguna chapuza con el hilo de sutura. Hoy todas sus puntadas serían rectas.
- Resumen:
- Quedarse confusa y apartarse
- Buscar a alguien grande de aspecto importante
- Preguntar por la enfermería y dirigirse allí dispuesta a toh.
Kayn Blackthorn
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
En cuanto el discurso finalizó y terminaron de presentarse los voluntarios, varios oficiales comenzaron a tomar nota de los hombres y mujeres que se habían ofrecido como "sacrifico", por decirlo de alguna forma. ¿Sería una muerte segura? ¿Tendrían la oportunidad de salir una vez se metieran allí? Probablemente ni los altos cargos de la Marina tuvieran la respuesta para aquellas preguntas... o sí, pero las omitían para no desalentar a la tropa. Fuera como fuese, uno a uno se fueron acercando a los encargados de las listas y Kayn, tras demorarse algo más de lo normal a causa de su mudez, acabó inscrito en una de ellas. Quizá no había sido tan buena idea dejar a Cappuccino fuera de aquello, pero la simple idea de que algo pudiera pasarle a su inseparable compañero volador. No, definitivamente no había lugar en aquella masacre para él.
En el momento en que regresó junto al resto de su brigada sintió una mano en su espalda, dándole una palmadita. No tardó demasiado en encontrar al responsable, aunque tuvo que bajar un poco la mirada para localizarle. Su voz era inconfundible, así como aquel tono jocoso. El moreno no pudo evitar que se le escapase una de sus particulares risas, antes de devolverle el gesto apoyando una mano en su hombro. El humor de Kenzo era peculiar, quizá difícil de entender para algunos, pero se expresaba de forma que, incluso en el momento en que se conocieron, no tuvo duda de que siempre iba de buen rollo. Siempre era agradable tenerle cerca. Era un foco de energía y ánimo para la brigada, cosa que les iba a hacer bastante falta aquel día, sobre todo a algunos miembros más escaqueados que otros. De hecho, ¿dónde se había metido Iulio?
La mirada del cabo buscó en la multitud, pero no dio con su superior entre tanto marine. ¿Se había perdido algo? ¿O es que se estaba escaqueando nuevamente? Juraría que había visto cómo se ofrecía voluntario junto a los demás. Suspiró, negando levemente. Fuera como fuese, sabría apañárselas por sí mismo. Era más que capaz pese a ser un vago redomado.
Kayn tuvo que contener la risa cuando su compañero de quemaduras empezó a repartirles los extraños "caracolófonos". No tenía claro si en parte formaba parte de sus bromas o si no se había dado cuenta de que era un tanto irónico darle un comunicador de ese tipo a un mudo. Llamó la atención del grupo y dio unos golpecitos con el dedo a la entrada de voz del aparato, dando a entender que, de ocurrir algo, lo avisaría de ese modo.
En cuanto comenzaron a movilizarse hacia los barcos se dio cuenta de que no se había presentado al miembro más reciente de la brigada hasta ese momento y, dado que aún tenían algo de tiempo antes de verse envueltos en un mar de acero y llamas, decidió aprovechar los preparativos para hacerlo. No tenía a Cappuccino para hacerle de intérprete, así que buscó entre sus pertenencias la pequeña pizarra que últimamente se olvidaba para las misiones, escribiendo algo en ella y acercándose al albino. Tras esto se acercó con precaución y le dio un toque en el hombro para llamar su atención, mostrándole a continuación lo escrito y tendiéndole la mano a modo de saludo:
«Yo soy Kayn, un placer Wyrm. Bienvenido a la brigada»
Cuando el comodoro se dirigiera a ellos ya la habría guardado y, si el peliblanco lo veía correcto, terminado las formalidades. Tan solo quedaba centrar todos sus sentidos en la tarea que pedían por delante y rezar porque pudieran volver a casa sanos y salvos. La orden de Zuko fue sencilla, concisa y, en cierto modo, representaba el tipo de líder en el que se había convertido. El cabo asintió, antes de separarse un poco y echarle un vistazo a la imponente aguja que se alzaba a lo lejos. Entrecerró los ojos y se mentalizó. «Y ahí vamos de nuevo, hacia el ojo de la tormenta».
En el momento en que regresó junto al resto de su brigada sintió una mano en su espalda, dándole una palmadita. No tardó demasiado en encontrar al responsable, aunque tuvo que bajar un poco la mirada para localizarle. Su voz era inconfundible, así como aquel tono jocoso. El moreno no pudo evitar que se le escapase una de sus particulares risas, antes de devolverle el gesto apoyando una mano en su hombro. El humor de Kenzo era peculiar, quizá difícil de entender para algunos, pero se expresaba de forma que, incluso en el momento en que se conocieron, no tuvo duda de que siempre iba de buen rollo. Siempre era agradable tenerle cerca. Era un foco de energía y ánimo para la brigada, cosa que les iba a hacer bastante falta aquel día, sobre todo a algunos miembros más escaqueados que otros. De hecho, ¿dónde se había metido Iulio?
La mirada del cabo buscó en la multitud, pero no dio con su superior entre tanto marine. ¿Se había perdido algo? ¿O es que se estaba escaqueando nuevamente? Juraría que había visto cómo se ofrecía voluntario junto a los demás. Suspiró, negando levemente. Fuera como fuese, sabría apañárselas por sí mismo. Era más que capaz pese a ser un vago redomado.
Kayn tuvo que contener la risa cuando su compañero de quemaduras empezó a repartirles los extraños "caracolófonos". No tenía claro si en parte formaba parte de sus bromas o si no se había dado cuenta de que era un tanto irónico darle un comunicador de ese tipo a un mudo. Llamó la atención del grupo y dio unos golpecitos con el dedo a la entrada de voz del aparato, dando a entender que, de ocurrir algo, lo avisaría de ese modo.
En cuanto comenzaron a movilizarse hacia los barcos se dio cuenta de que no se había presentado al miembro más reciente de la brigada hasta ese momento y, dado que aún tenían algo de tiempo antes de verse envueltos en un mar de acero y llamas, decidió aprovechar los preparativos para hacerlo. No tenía a Cappuccino para hacerle de intérprete, así que buscó entre sus pertenencias la pequeña pizarra que últimamente se olvidaba para las misiones, escribiendo algo en ella y acercándose al albino. Tras esto se acercó con precaución y le dio un toque en el hombro para llamar su atención, mostrándole a continuación lo escrito y tendiéndole la mano a modo de saludo:
«Yo soy Kayn, un placer Wyrm. Bienvenido a la brigada»
Cuando el comodoro se dirigiera a ellos ya la habría guardado y, si el peliblanco lo veía correcto, terminado las formalidades. Tan solo quedaba centrar todos sus sentidos en la tarea que pedían por delante y rezar porque pudieran volver a casa sanos y salvos. La orden de Zuko fue sencilla, concisa y, en cierto modo, representaba el tipo de líder en el que se había convertido. El cabo asintió, antes de separarse un poco y echarle un vistazo a la imponente aguja que se alzaba a lo lejos. Entrecerró los ojos y se mentalizó. «Y ahí vamos de nuevo, hacia el ojo de la tormenta».
- Resumen:
- Kayn sigue el orden para inscribirse en los listados. Tras esto se reúne nuevamente con sus compañeros de brigada y, tras aceptar el DDM de Kenzo, se presenta a Wyrm. Poco después se dirige hacia los barcos junto a los demás, preparándose para lo que se les viene encima.
Bizvan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
(Segundo Post)
Otra voz familiar me llamó por mi nombre.
Otra voz familiar me llamó por mi nombre.
Giré mi cabeza y a quien vi fue al peliblanco que se acercaba para saludar.
- Wyrm, me gustaría decir que es agradable verte aquí, pero considerando la situación en la que estamos, no considero apropiada esa expresión. -solté una pequeña risa mientras palmeaba ligeramente su espalda en señal de alegría por verlo con salud.
El peliblanco comentó que su superior propuso que el agente y yo los acompañaramos durante esta misión. Me sentí agradecido con el capitán de Wyrm, parecía ser un hombre que se preocupaba por sus compañeros de flota, pues era probable que esta oferta se llevara a cabo con el fin de evitar que Wyrm no fuese capaz de rendir al máximo de su potencial a causa tener la mente en otro lado. Claro que era poco probable que algo así ocurriera, pero al menos esa era lo que tenía en mente.
- Ya veo amigo, bueno deja nos encarguemos del “pequeño” asunto y comentaré la oferta con Tobi. -expresé con una sonrisa incómoda a causa de la mujer. No quería ser grosero con ella por tratarse de una compañero marine, pero no podía fingir no sentirme ligeramente incómodo.
Antes de que el peliblanco se marchara, coloqué una de mis manos sobre su hombro y dije:
- Oye, sé que eres fuerte y estoy seguro que ahora tu potencial será explotado al máximo, pero procura tener cuidado cuanto se permita. Sería una lástima perder a un buen marine y principalmente a un amigo como tú… Bueno, creo que me estoy poniendo sentimental, será mejor que tengamos este tipo de charlas con algo de comida y bebida. Cuando acabemos con esto sería bueno ir a algún lugar más apropiado. -dejé escapar una pequeña sonrisa al mismo tiempo que retiraba mi mano del hombro de Wyrm para dejarlo marcharse.
Había muchas otras cosas que me gustaría decir, no obstante era mejor tener la mentalidad de volverlo a ver tras acabar con todo esto.
Después de ver al marine alejarse, me enfoqué en mi compañero. En cuanto notara que el CP podría prestarme algo de atención, le comentaría la invitación por parte del nuevo capitán de Wyrm.
En caso de que la mujer no presentara signos de recuperar la compostura aun después de la posible intervención de Tobías. Me vería obligado a tomar una actitud más acorde a mi rango. No era algo que me guste hacer con frecuencia, pero en caso de ser necesario lo haría para así dar inicio con el tema de la invitación.
Por ahora solo quedaba escuchar la opinión de mi Nakama y sin importar la decisión lo seguiría.
- Wyrm, me gustaría decir que es agradable verte aquí, pero considerando la situación en la que estamos, no considero apropiada esa expresión. -solté una pequeña risa mientras palmeaba ligeramente su espalda en señal de alegría por verlo con salud.
El peliblanco comentó que su superior propuso que el agente y yo los acompañaramos durante esta misión. Me sentí agradecido con el capitán de Wyrm, parecía ser un hombre que se preocupaba por sus compañeros de flota, pues era probable que esta oferta se llevara a cabo con el fin de evitar que Wyrm no fuese capaz de rendir al máximo de su potencial a causa tener la mente en otro lado. Claro que era poco probable que algo así ocurriera, pero al menos esa era lo que tenía en mente.
- Ya veo amigo, bueno deja nos encarguemos del “pequeño” asunto y comentaré la oferta con Tobi. -expresé con una sonrisa incómoda a causa de la mujer. No quería ser grosero con ella por tratarse de una compañero marine, pero no podía fingir no sentirme ligeramente incómodo.
Antes de que el peliblanco se marchara, coloqué una de mis manos sobre su hombro y dije:
- Oye, sé que eres fuerte y estoy seguro que ahora tu potencial será explotado al máximo, pero procura tener cuidado cuanto se permita. Sería una lástima perder a un buen marine y principalmente a un amigo como tú… Bueno, creo que me estoy poniendo sentimental, será mejor que tengamos este tipo de charlas con algo de comida y bebida. Cuando acabemos con esto sería bueno ir a algún lugar más apropiado. -dejé escapar una pequeña sonrisa al mismo tiempo que retiraba mi mano del hombro de Wyrm para dejarlo marcharse.
Había muchas otras cosas que me gustaría decir, no obstante era mejor tener la mentalidad de volverlo a ver tras acabar con todo esto.
Después de ver al marine alejarse, me enfoqué en mi compañero. En cuanto notara que el CP podría prestarme algo de atención, le comentaría la invitación por parte del nuevo capitán de Wyrm.
En caso de que la mujer no presentara signos de recuperar la compostura aun después de la posible intervención de Tobías. Me vería obligado a tomar una actitud más acorde a mi rango. No era algo que me guste hacer con frecuencia, pero en caso de ser necesario lo haría para así dar inicio con el tema de la invitación.
Por ahora solo quedaba escuchar la opinión de mi Nakama y sin importar la decisión lo seguiría.
- Resumen :
- Hablar con Wyrm.
Agradecer su invitación.
Comentar a Tobías sobre el tema.
Tomar una actitud más acorde a mi rango para tranquilizar a la mujer(solo en caso de ser necesario).
Ellanora Volkihar
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
La respuesta del pelirrojo fue negativa. La joven chasqueó la lengua y varias quejas de decepción sonaron entre sus seguidores. Entonces se acercó uno de los amigos del pelirrojo, que tenía la piel de un extraño color y... ¿branquias? Espera... ¿Era ese uno de los famosos hombres pez de los que tanto se hablaba? No solían verse en el South Blue. ¡¿Podía hablar como las personas?! Cuando Ellanora vio a aquel ser bipedo amarillo y peludo teniendo una conversación como un humano cualquiera pensó que lo había visto todo. Pero no. Por lo visto aquel no era el único subhumano que podía razonar. Interesante.
Se llevó ambas manos tras la nuca en una pose desinteresada cuando de golpe se unió a la conversación otra muchacha. Una belleza de piel de ébano y largos cabellos parecía algo enfadada con ella, debido a su comentario hiriente. La vampiresa sonrió, mostrando sus afilados colmillos con cierta picardía y maldad. Bajó los brazos y caminó, poniéndose con cuidado al lado de la morena, y susurró:
—No es precisamente él quien me interesa, cielo. —Y le pasaría con suavidad un dedo por el antebrazo.
Se dio la vuelta con gracia y ordenó a sus seguidores que la siguieran a la otra punta de la carpa, algo alejados de los piratas. Se detuvo cuando se hubo alejado lo suficiente y se puso una mano en la barbilla. Leonardo se acercó a ella, encendiéndose un cigarro.
—¿Qué vamos a hacer ahora, jefa?
—Pediría audiencia con el tal Viktor, pero hay demasiada gente. Soy demasiado importante como para ser una más. De hecho, Leonardo... Hazme ese favor, ¿quieres? Ve a donde Viktor y dile que Ellanora Volkihar quiere hablar con él. Ah, y... dile que el asunto no tiene nada que ver con esas agujas, no. Estará hasta la polla de que le pregunten por eso. Y dile que no me importa como me hable. Por mí como si te da un Denden Mushi para que me lo traigas.
Se llevó ambas manos tras la nuca en una pose desinteresada cuando de golpe se unió a la conversación otra muchacha. Una belleza de piel de ébano y largos cabellos parecía algo enfadada con ella, debido a su comentario hiriente. La vampiresa sonrió, mostrando sus afilados colmillos con cierta picardía y maldad. Bajó los brazos y caminó, poniéndose con cuidado al lado de la morena, y susurró:
—No es precisamente él quien me interesa, cielo. —Y le pasaría con suavidad un dedo por el antebrazo.
Se dio la vuelta con gracia y ordenó a sus seguidores que la siguieran a la otra punta de la carpa, algo alejados de los piratas. Se detuvo cuando se hubo alejado lo suficiente y se puso una mano en la barbilla. Leonardo se acercó a ella, encendiéndose un cigarro.
—¿Qué vamos a hacer ahora, jefa?
—Pediría audiencia con el tal Viktor, pero hay demasiada gente. Soy demasiado importante como para ser una más. De hecho, Leonardo... Hazme ese favor, ¿quieres? Ve a donde Viktor y dile que Ellanora Volkihar quiere hablar con él. Ah, y... dile que el asunto no tiene nada que ver con esas agujas, no. Estará hasta la polla de que le pregunten por eso. Y dile que no me importa como me hable. Por mí como si te da un Denden Mushi para que me lo traigas.
- Resumen:
- Ligoteo random con Nailah y pedirle a uno de mis npcs que vaya a darle un mensaje a Viktor
Aki D. Arlia
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
No tuvo que esperar mucho, por suerte. Acababa de arrebujarse en una cómoda butaca cuando un camarero apareció de la nada. Por un momento no supo qué era más apetecible, si el chico o la bebida. Se planteó llevarse a ambos a uno de los reservados y prepararse para la batalla como era debido, pero... no había reservado nada. Y aunque a ella no le molestase compartir quizá al chico no le gustaba tener mirones.
Entre pensamiento y pensamiento el mozo desapareció, dejando tras de si solo la bebida. Le localizó navegando entre otras mesas y dio un pequeño suspiro antes de tomar un sorbo del extraño cóctel. Long ring... rong ¿long?- Pensó para sí. Que manera tan enrevesada de nombrar las bebidas caras. Aunque evidentemente esta no tendría que pagarla. ¿Quién dijo el señor ojazos que le había invitado? Bueno, si no estaba equivocada era el chico pelinegro de aquella mesa. Ni estaba solo ni era tan guapo como el camarero, pero apostaba a que era mucho más útil.
Se levantó con tranquilidad, aún degustando la bebida a sorbitos. Lo cierto es que estaba deliciosa, era dulce y afrutada, le bailaba en la boca. Dio un par de pasos y cayó en la cuenta de que quizá no iba vestida para la ocasión. Había llegado lista para pelear, pero estaba claro que todavía faltaba un rato para que la batalla estallara. Sin dejar de caminar, movió ligeramente una mano y su atavío de diario dio paso a un elegante vestido de cóctel negro, con abertura lateral y escote discreto. Al fin y al cabo, había aprendido de pequeñita a escoger el mejor disfraz para cada papel. Avanzó entre las mesas con naturalidad, esquivando a los borrachos, los peleones y la gente luchando por su comida hasta llegar a la mesa en la que se encontraba su benefactor.
- Buenas noches, caballeros.- Dijo con una sonrisa, sentándose junto a ellos sin esperar a ser invitada.- Parece que se avecina tormenta. Mi nombre es Lysbeth, un placer estar aquí. Intuyo que no me has invitado por mera cortesía, aunque ciertamente tienes buen gusto. ¿Cuáles son tus intenciones?
Para con ella o para con el asunto que les traía a ambos hasta allí. Se preguntó cómo respondería su interlocutor mientras daba otro sorbo a la copa, disfrutando el sabor y el juego. Sonrió con inocencia, aguardando una respuesta.
Entre pensamiento y pensamiento el mozo desapareció, dejando tras de si solo la bebida. Le localizó navegando entre otras mesas y dio un pequeño suspiro antes de tomar un sorbo del extraño cóctel. Long ring... rong ¿long?- Pensó para sí. Que manera tan enrevesada de nombrar las bebidas caras. Aunque evidentemente esta no tendría que pagarla. ¿Quién dijo el señor ojazos que le había invitado? Bueno, si no estaba equivocada era el chico pelinegro de aquella mesa. Ni estaba solo ni era tan guapo como el camarero, pero apostaba a que era mucho más útil.
Se levantó con tranquilidad, aún degustando la bebida a sorbitos. Lo cierto es que estaba deliciosa, era dulce y afrutada, le bailaba en la boca. Dio un par de pasos y cayó en la cuenta de que quizá no iba vestida para la ocasión. Había llegado lista para pelear, pero estaba claro que todavía faltaba un rato para que la batalla estallara. Sin dejar de caminar, movió ligeramente una mano y su atavío de diario dio paso a un elegante vestido de cóctel negro, con abertura lateral y escote discreto. Al fin y al cabo, había aprendido de pequeñita a escoger el mejor disfraz para cada papel. Avanzó entre las mesas con naturalidad, esquivando a los borrachos, los peleones y la gente luchando por su comida hasta llegar a la mesa en la que se encontraba su benefactor.
- Buenas noches, caballeros.- Dijo con una sonrisa, sentándose junto a ellos sin esperar a ser invitada.- Parece que se avecina tormenta. Mi nombre es Lysbeth, un placer estar aquí. Intuyo que no me has invitado por mera cortesía, aunque ciertamente tienes buen gusto. ¿Cuáles son tus intenciones?
Para con ella o para con el asunto que les traía a ambos hasta allí. Se preguntó cómo respondería su interlocutor mientras daba otro sorbo a la copa, disfrutando el sabor y el juego. Sonrió con inocencia, aguardando una respuesta.
- Resumen. Kaito, William, Ichi, acabo de llegar pa ahí (?):
- Babear discretamente por el camarero y disfrutar su bebida
- Cambiarse de ropa y acercarse a la mesa de Ichizake (Característica manipulación de la akuma de Súcubo. Es capaz de alterar su apariencia física para resultar más atractiva a sus víctimas. No es más que una ilusión óptica, pero afecta a todos por igual. En este caso se ha colocado un precioso vestido de cóctel)
- Saludar y esas cosas
Alistar Reep
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Alistar no dijo nada ante la respuesta de Sumisu, aunque aquel silencio lo decía todo. Acarició de nuevo a Kodlak y, tal como les había dicho aquel hombre, salió del submarino. Por lo visto sus nervios y el no saber muy bien cómo funcionaba aquel extraño vehículo le hizo entrar apresuradamente. El gigantesco lobo fue detrás de él, casi ocupando más espacio que cualquier persona que allí se encontraba. En cuanto salió vio como un hombre rubio y con alas aterrizaba, levantando tras de sí una enorme cantidad de viento. Frunció ligeramente el ceño hasta que cayó en la cuenta de quien era.
No lo había visto nunca, no se habían conocido. Sin embargo, Annie le había hablado de él. Una y otra vez. Normalmente, cuando lo hacía, Alistar tenía una sonrisa en el rostro. Bueno, más bien... lo que él llamaba una sonrisa interna, que era cuando estaba contento por lo que escuchaba pero en su rostro se mantenía una firme mirada de escrutinio y... algo parecido al mal humor. En aquel momento estaba teniendo una sonrisa interna.
Annie lo presentó como su padre adoptivo. Alistar se acercó al muchacho después de que Annie le hiciese aquella petición y le tendió la mano, sin dejar de mirarlo a los ojos. Kodlak, el lobo huargo blanco del tamaño de un caballo, hizo lo propio y también clavó sus ojos en los del rubio. En el caso de que Therax le diese la mano, apretaría con firmeza, como solo un suegro da la bienvenida a la familia a su yerno.
—Tienes un tesoro, hijo mío -diría para después darle una gentil palmada en el hombro-. Cuidalo bien.
No lo había visto nunca, no se habían conocido. Sin embargo, Annie le había hablado de él. Una y otra vez. Normalmente, cuando lo hacía, Alistar tenía una sonrisa en el rostro. Bueno, más bien... lo que él llamaba una sonrisa interna, que era cuando estaba contento por lo que escuchaba pero en su rostro se mantenía una firme mirada de escrutinio y... algo parecido al mal humor. En aquel momento estaba teniendo una sonrisa interna.
Annie lo presentó como su padre adoptivo. Alistar se acercó al muchacho después de que Annie le hiciese aquella petición y le tendió la mano, sin dejar de mirarlo a los ojos. Kodlak, el lobo huargo blanco del tamaño de un caballo, hizo lo propio y también clavó sus ojos en los del rubio. En el caso de que Therax le diese la mano, apretaría con firmeza, como solo un suegro da la bienvenida a la familia a su yerno.
—Tienes un tesoro, hijo mío -diría para después darle una gentil palmada en el hombro-. Cuidalo bien.
- Resumen:
- Conocer al yerno
Yarmin Prince
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Joder, qué cuadro. La monja que está apuñalando a Arribor Neus con el dedo, su nieto retrasado que la imita, una perra en celo tratando de engatusar a un gato, un gigante creando el queso más apestoso que podía imaginar, un mago momificado, una troupe formada por un ladronzuelo, una especie de noble medieval y un bulto sospechoso, un tipo con gafas mosca color rosa, Zane D. Kenshin empachado, Yuu Z. Blade vestido de plátano, un pez cocainómano, un muñeco para niñas con más pinta de modelo de ropa interior que de pirata -Therax Paladar o algo así se llama- y Zane D. Kenshin "el descamisetado"... Al que debería apodar el zampabollos. Joder cómo ha comido, y en tan solo dos minutos. Sin embargo, su compañía es interesante, ya que junto a él está la bruja a la que la Marina persigue hace algún tiempo por... ¿Deserción? Sería lo más lógico, aunque dado cómo viste no descartaría que la hubiesen cogido ejerciendo la prostitución. Al fin y al cabo, la ley de incompatibilidades es bastante tajante en ese aspecto. Pero me desvío del tema; la cosa es que de todos los criminales que había allí reunidos, bajo una carpa en la que cientos de personas venderían a su madre por un puñado de berries... Intentaban contratarme mí para un asesinato. Vaya, que seguro me pagarían bien y ante el Gobierno yo solo debería argüir que era un criminal perseguido, pero me lo pedían a mí. ¡A un agente del Cipher Pol! Menudo sinsentido. Si en ese momento lo hubiese deseado, podría haber arrestado al instigador. Por suerte para él, me la traía al pairo. No así las conversaciones que, sin cesar, surgían a mi alrededor.
No obstante, lo más llamativo de la noche fue ese momento mágico, ese breve instante en que toda la hospitalidad de Viktor Elrik dio paso a la purga. Mientras los grupos se iban juntando, algunos delincuentuchos sacaban cuchillos de quién sabe dónde para matar -o poner a prueba- a alguno de los más dudosos invitados. En concreto, el más llamativo era un caso particular del pirata Maximilian D. Frinz, un tipo que había saltado a la fama tras unos eventos bastante extraños en Sabaody. Había leído sobre ellos brevemente, y no tenía muy claro lo sucedido, por lo que dejé que las cosas siguiesen su curso, y el sable del pirata buscó la mano de su torpe verdugo... ¡Aburrido! Esta historia ya la conocía, así que dediqué mi atención a un tal White, el ratero ese que iba con un anacronismo andante. No hablaban de nada interesante, pero me permitieron centrar la atención en esa escultural mujer que acababa de entrar... ¿Quién sería?
Las pistas estaban ahí, era una veterana de Gray Rock y ya no se veía así. Por desgracia yo no pude estar en Gray Rock, pero eso no significaba, en absoluto, que fuese a desaprovechar una oportunidad de oro: Pasé de la chica y me acerqué al pintoresco grupo que formaba la bruja putilla con Arribor Neus. ¿La razón? Estar cerca de Neus garantizaba mi supervivencia... Al menos, si le caía bien. Je. ¿Y por qué menciono a la morena? Pues porque puedo.
-Vaya, vaya, vaya -mencioné, alegremente, mientras me acercaba. Bajo la visera mi rostro permanecía ligeramente sombreado, pero totalmente reconocible, y mis manos en los bolsillos de la gabardina ofrecían una perspectiva algo siniestra de mí. Lo que en ese momento, aunque parezca estúpido, necesitaba-, pero si es Katarina -pronuncié marcadamente la "t"- Von Steinhell, la marine más prometedora de todos los tiempos... Convertida en la ramera de Zane D. Kenshin y ahora cobrándose favores que nadie le pidió. -Desconocía las circunstancias a las que aludía la bruja, pero no importaba- Y todo por unos planos que, más que de seguro, no existen más que en la mente de su creador.
Seguramente levantase muchas preguntas, por lo que debía responderlas prontamente antes de que cualquiera desconfiase de mí, aunque era una idea descabellada teniendo en cuenta mis habilidades.
-Si tú creases un dispositivo del Juicio Final, ¿conservarías los planos? Quiero decir, si necesitas activarlos uno a uno, ¿Te arriesgarías a que en el interior de uno de ellos encontrasen la clave para desbaratar tus planes? Antes pensabas más, jovencita. -Era cruel, y tal vez innecesario, plantar la semilla de la duda en ella. Tal vez ni siquiera le sonase su nombre, o reparase en mi existencia nunca, pero con suerte tal vez me confundiese con un viejo superior, un observador o, como mínimo, alguien que sabía un poco de ella- Y, para mejorarlo, ¿entregarías las llaves del infierno al mismísimo demonio? Aun en el caso de que seas lo suficientemente crédula como para pensar que esos planos estarán dentro, debería darte vergüenza estar pensando en vender el mundo por tan poco. -Yo no lo habría vendido sino por, al menos, diez veces esa cifra.
Saqué una mano del bolsillo con una floritura, haciendo salir alguna que otra flor entre llamas azules y algo de confeti. El atrezzo de mago siempre era importante, aunque fuese en un momento tan impropio como ese.
-No estás lista para liderar, pequeña. Y no tienes visión suficiente para llevar a nadie, por muy fuerte que sea. -Dediqué una mirada a Arribor, así como a su compañero-. Buenos días, caballeros.
Tras eso me retiré lentamente, caminando hacia los puestos de venta. Con un poco de suerte habría algo interesante que comprar para sobrevivir ahí dentro, aunque tras ver lo sucedido en el West Blue... Mi hogar... No sabía si eso era realmente posible. Entonces, ¿por qué molestaba a la bruja? Pues, la verdad, por varias razones: Evitar una alianza entre los Arashi y los Sin Corazón era interesante, atraer a Arribor con algo que le era ajeno -cerebro- podría decirse que era también un punto pero, sobre todo, me apetecía. Y uno debe dar rienda suelta a sus instintos a veces.
-¡Por cierto, alguien te quiere muerto! -Grité al tipo de las gafas, sin siquiera acercarme. Quería que todos escucharan- ¡De nada!
Seguí caminando hacia los puntos de venta, a ver si algo interesante me llenaba el ojo.
No obstante, lo más llamativo de la noche fue ese momento mágico, ese breve instante en que toda la hospitalidad de Viktor Elrik dio paso a la purga. Mientras los grupos se iban juntando, algunos delincuentuchos sacaban cuchillos de quién sabe dónde para matar -o poner a prueba- a alguno de los más dudosos invitados. En concreto, el más llamativo era un caso particular del pirata Maximilian D. Frinz, un tipo que había saltado a la fama tras unos eventos bastante extraños en Sabaody. Había leído sobre ellos brevemente, y no tenía muy claro lo sucedido, por lo que dejé que las cosas siguiesen su curso, y el sable del pirata buscó la mano de su torpe verdugo... ¡Aburrido! Esta historia ya la conocía, así que dediqué mi atención a un tal White, el ratero ese que iba con un anacronismo andante. No hablaban de nada interesante, pero me permitieron centrar la atención en esa escultural mujer que acababa de entrar... ¿Quién sería?
Las pistas estaban ahí, era una veterana de Gray Rock y ya no se veía así. Por desgracia yo no pude estar en Gray Rock, pero eso no significaba, en absoluto, que fuese a desaprovechar una oportunidad de oro: Pasé de la chica y me acerqué al pintoresco grupo que formaba la bruja putilla con Arribor Neus. ¿La razón? Estar cerca de Neus garantizaba mi supervivencia... Al menos, si le caía bien. Je. ¿Y por qué menciono a la morena? Pues porque puedo.
-Vaya, vaya, vaya -mencioné, alegremente, mientras me acercaba. Bajo la visera mi rostro permanecía ligeramente sombreado, pero totalmente reconocible, y mis manos en los bolsillos de la gabardina ofrecían una perspectiva algo siniestra de mí. Lo que en ese momento, aunque parezca estúpido, necesitaba-, pero si es Katarina -pronuncié marcadamente la "t"- Von Steinhell, la marine más prometedora de todos los tiempos... Convertida en la ramera de Zane D. Kenshin y ahora cobrándose favores que nadie le pidió. -Desconocía las circunstancias a las que aludía la bruja, pero no importaba- Y todo por unos planos que, más que de seguro, no existen más que en la mente de su creador.
Seguramente levantase muchas preguntas, por lo que debía responderlas prontamente antes de que cualquiera desconfiase de mí, aunque era una idea descabellada teniendo en cuenta mis habilidades.
-Si tú creases un dispositivo del Juicio Final, ¿conservarías los planos? Quiero decir, si necesitas activarlos uno a uno, ¿Te arriesgarías a que en el interior de uno de ellos encontrasen la clave para desbaratar tus planes? Antes pensabas más, jovencita. -Era cruel, y tal vez innecesario, plantar la semilla de la duda en ella. Tal vez ni siquiera le sonase su nombre, o reparase en mi existencia nunca, pero con suerte tal vez me confundiese con un viejo superior, un observador o, como mínimo, alguien que sabía un poco de ella- Y, para mejorarlo, ¿entregarías las llaves del infierno al mismísimo demonio? Aun en el caso de que seas lo suficientemente crédula como para pensar que esos planos estarán dentro, debería darte vergüenza estar pensando en vender el mundo por tan poco. -Yo no lo habría vendido sino por, al menos, diez veces esa cifra.
Saqué una mano del bolsillo con una floritura, haciendo salir alguna que otra flor entre llamas azules y algo de confeti. El atrezzo de mago siempre era importante, aunque fuese en un momento tan impropio como ese.
-No estás lista para liderar, pequeña. Y no tienes visión suficiente para llevar a nadie, por muy fuerte que sea. -Dediqué una mirada a Arribor, así como a su compañero-. Buenos días, caballeros.
Tras eso me retiré lentamente, caminando hacia los puestos de venta. Con un poco de suerte habría algo interesante que comprar para sobrevivir ahí dentro, aunque tras ver lo sucedido en el West Blue... Mi hogar... No sabía si eso era realmente posible. Entonces, ¿por qué molestaba a la bruja? Pues, la verdad, por varias razones: Evitar una alianza entre los Arashi y los Sin Corazón era interesante, atraer a Arribor con algo que le era ajeno -cerebro- podría decirse que era también un punto pero, sobre todo, me apetecía. Y uno debe dar rienda suelta a sus instintos a veces.
-¡Por cierto, alguien te quiere muerto! -Grité al tipo de las gafas, sin siquiera acercarme. Quería que todos escucharan- ¡De nada!
Seguí caminando hacia los puntos de venta, a ver si algo interesante me llenaba el ojo.
- Resumen (Rainbow, Kath, leed):
- Acercarme a Rainbow para trollear a Katharina. Irme de compras y advertir al tipo de las gafas hortera.
Tenebrex
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Edward se rascaba nervioso la cabeza... —¿Será posible...? Han pasado de mí. Vale que no sé qué es lo que había dicho Alistar, pero ese silencio me hace pensar que nadie me ha echado la más mínima cuenta... Jo. —Por si fuera poco, todos parecían tener cosas que hacer, mientras que él ya se había encargado de dejar las cosas bien atadas antes de subir a bordo. —Pues nada, qué se le va a hacer. Señor, ¿necesita que le ayude con algo? Osu es mecánico, ¿por qué soy yo el que se ofrece amablemente a ayudarlo en vez de él? Ay... Tal vez ya tiene suficiente con la carga del liderazgo. Perdone mis modales, no me he presentado. Mi nombre es Edward, mucho gusto. Veo que sabe lo que hace, se le ve muy confiado, ¿supongo que lleva mucho tiempo en esto? Yo tengo un pequeño submarino, diminuto en comparación con este. Si salimos de esta, ¿cree que podría echarle un vistazo? ¿Tal vez mejorarlo o ampliarlo? Naturalmente, le pagaría, por supuesto, un profesional vive de su trabajo y no pienso pedírselo de balde.
Al rato, se presentó Annie con un chico rubio que Edward añadió a su ya nada despreciable base de datos de la lentilla Shikibetsu. —Oh, encantado. —Una pena que no dijera su nombre, quedaría registrado como un desconocido que mantiene una relación amorosa con Annie, lo cual era obvio por la proxémica, la expresión y el lenguaje tanto verbal como no verbal de Annie, el hecho de que vinieran juntos de la mano, que se fueran para hablar en privado...
Por un instante, el joven usó su Haki de Observación, solo para ver cuántas presencias sentía, pero aunque sabía que iban a ser muchísimas, aun así de sintió abrumado. —Es como sintonizar todas las cadenas de una radio simultáneamente... —Murmuró. Había demasiada gente, demasiadas vidas en juego. ¿Por qué? ¿Por qué tenían que ser así las cosas? ¿Había verdaderamente algo que pudiera hacer él?
El chico suspiró. Pensar en esas cosas no iba a solucionar nada, ni le iba a ayudar en la guerra por venir (por venir no, ya había empezado, aunque él no hubiera participado aún). —¡Concéntrate! —se dijo en voz alta mientras se daba una palmada en el rostro, tras lo cual se sentó mirando los planos e intentando trazar un plan que exponerle a sus compañeros cuando llegaran.
Al rato, se presentó Annie con un chico rubio que Edward añadió a su ya nada despreciable base de datos de la lentilla Shikibetsu. —Oh, encantado. —Una pena que no dijera su nombre, quedaría registrado como un desconocido que mantiene una relación amorosa con Annie, lo cual era obvio por la proxémica, la expresión y el lenguaje tanto verbal como no verbal de Annie, el hecho de que vinieran juntos de la mano, que se fueran para hablar en privado...
Por un instante, el joven usó su Haki de Observación, solo para ver cuántas presencias sentía, pero aunque sabía que iban a ser muchísimas, aun así de sintió abrumado. —Es como sintonizar todas las cadenas de una radio simultáneamente... —Murmuró. Había demasiada gente, demasiadas vidas en juego. ¿Por qué? ¿Por qué tenían que ser así las cosas? ¿Había verdaderamente algo que pudiera hacer él?
El chico suspiró. Pensar en esas cosas no iba a solucionar nada, ni le iba a ayudar en la guerra por venir (por venir no, ya había empezado, aunque él no hubiera participado aún). —¡Concéntrate! —se dijo en voz alta mientras se daba una palmada en el rostro, tras lo cual se sentó mirando los planos e intentando trazar un plan que exponerle a sus compañeros cuando llegaran.
Scarlett F. Jones
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Varios miembros del gobierno se ofrecieron para formar parte del equipo de infiltración. La gente me miraba entre una mezcla de aprobación pero también pensaban que estaba loca por prestarme voluntaria para realizar un acto que podría acabar conmigo. El miembro del eslabón más alto de la Marina, el Almirante de Flota, asiente ante mi gesto de valentía lo cual me llenaba de orgullo al pensar en lo contento que estaría mi padre observándome entre la multitud. Pero de mi momento de gloria otro de mis compañeros rompió el silencio del ambiente con un vozarrón molesto. Pero no me importaba aguantar tales comportamientos, al fin y al cabo, éramos compañeros y teníamos que cuidarnos las espaldas en la gran guerra que se avecinaba. Me presenté amablemente, ofreciéndole la mano en señal de amistad.
-Un gusto en conocerte, mi nombre es Scarlett. Espero que la justicia esté de nuestro lado y ambos demos todo en el campo de batalla- Independientemente de que aceptara mi apretón de manos o no, luego me apresuré a que me registraran en el equipo de infiltración de la temible aguja además de ver pasar a un gran dragón.
Poco después, me encontraba ya en la embarcación rumbo al epicentro de todo donde el ruido de los cañones y el olor a pólvora resultaban dignas de una pintura bélica. Por el bravo mar, mi navío iba escoltado supuestamente por varios buques más que nos ayudarían a llegar donde, algunos agentes, habían asegurado de que había un hueco en la defensa del artefacto demoníaco. Pronto nos recibió la armada revolucionaria dispuesta a hacernos frente, a nosotros, aquellos que defendían la justicia y la libertad. No habría piedad para aquellos que desafiaran al Gobierno y, en cuestión de segundos, el sonido de la artillería era lo único que sonaba. Uno de mis compañeros, el de la voz molesta, estaba dando apoyo con los cañones.
Sin dudarlo en un instante, decidí ayudarle con su labor y fui rauda a cargar el arma de fuego para después apuntar a uno de los buques enemigos y abrir fuego. No me molesté en ver si había acertado o no, me limité a recargar la pesada bala y volver a realizar la acción anterior. Estaba aguardando a que nos acercáramos lo suficiente al enemigo para dar apoyo con mi fusil.
-Te seguiré dando apoyo hasta que me den instrucciones nuevas - Le dije al hombre del Cipher Pol.
-Un gusto en conocerte, mi nombre es Scarlett. Espero que la justicia esté de nuestro lado y ambos demos todo en el campo de batalla- Independientemente de que aceptara mi apretón de manos o no, luego me apresuré a que me registraran en el equipo de infiltración de la temible aguja además de ver pasar a un gran dragón.
Poco después, me encontraba ya en la embarcación rumbo al epicentro de todo donde el ruido de los cañones y el olor a pólvora resultaban dignas de una pintura bélica. Por el bravo mar, mi navío iba escoltado supuestamente por varios buques más que nos ayudarían a llegar donde, algunos agentes, habían asegurado de que había un hueco en la defensa del artefacto demoníaco. Pronto nos recibió la armada revolucionaria dispuesta a hacernos frente, a nosotros, aquellos que defendían la justicia y la libertad. No habría piedad para aquellos que desafiaran al Gobierno y, en cuestión de segundos, el sonido de la artillería era lo único que sonaba. Uno de mis compañeros, el de la voz molesta, estaba dando apoyo con los cañones.
Sin dudarlo en un instante, decidí ayudarle con su labor y fui rauda a cargar el arma de fuego para después apuntar a uno de los buques enemigos y abrir fuego. No me molesté en ver si había acertado o no, me limité a recargar la pesada bala y volver a realizar la acción anterior. Estaba aguardando a que nos acercáramos lo suficiente al enemigo para dar apoyo con mi fusil.
-Te seguiré dando apoyo hasta que me den instrucciones nuevas - Le dije al hombre del Cipher Pol.
Deathstroke
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Parecía no extrañar demasiado nuestra presencia en aquel barco, la reacción de los tripulantes parecía nula, como si nos estuviesen esperando. La respuesta del capitán a lo que le pregunté fue sencilla y reveladora. Tan solo con la palabra Síderos lo comprendí, parecía ser que estaba recordando un error del pasado. No respondí a aquello, pues imaginaba que podría empeorar las cosas más que relajarlas, por lo que solté un suspiro y me llevé la mano a uno de los bolsillos para sacar un libro.
En el momento en el que abría el libro un tipo entregó un sobre al capitán, un tipo bastante maleducado, la verdad, ni se presentó ni dijo nada, solo la entregó y se marchó. Ignorando sus acciones me centré en el libro. Apenas escuché lo que dijo el capitán, pero había dicho el nombre de alguien y que esa persona quería verle, supuse que sería alguien importante, y además, que sí se esperaba la llegada del capitán.
Me mantuve en mi posición y seguí leyendo, en cuanto el capitán diese la orden me movería, lo que no tardó en suceder cuando le dijo a alguien que nos guiase hasta David Brownie. Luego el capitán comenzó a caminar mientras nos informó de que nos enfrentaríamos a un enemigo peligroso. Y por mi parte, estaba seguro que más de lo que creíamos, dado que había sido capaz de movilizar al mundo entero por una amenaza que había sido capaz de demostrar.
En el momento en el que abría el libro un tipo entregó un sobre al capitán, un tipo bastante maleducado, la verdad, ni se presentó ni dijo nada, solo la entregó y se marchó. Ignorando sus acciones me centré en el libro. Apenas escuché lo que dijo el capitán, pero había dicho el nombre de alguien y que esa persona quería verle, supuse que sería alguien importante, y además, que sí se esperaba la llegada del capitán.
Me mantuve en mi posición y seguí leyendo, en cuanto el capitán diese la orden me movería, lo que no tardó en suceder cuando le dijo a alguien que nos guiase hasta David Brownie. Luego el capitán comenzó a caminar mientras nos informó de que nos enfrentaríamos a un enemigo peligroso. Y por mi parte, estaba seguro que más de lo que creíamos, dado que había sido capaz de movilizar al mundo entero por una amenaza que había sido capaz de demostrar.
- resumen:
- Comienzo a leer unos de los libros de canción de hielo y fuego, luego seguir a Dexter.
Sasaki
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
-¿Lo fuimos? Creo que siempre nos hemos conseguido escaquear de una u otra forma cuando creíamos que no éramos necesarios o hicimos lo que quisimos a pesar de después conseguir buenos resultados – le respondí al capitán de la brigada cuando me preguntó. – Aunque también te diré que creo que no llegué a encontrarme en una situación de amenaza mundial cuando me inicié.
Desde ahí nos fuimos al puesto que nos habían montado a la brigada, y para cuando llegamos a este el almirante me preguntó por los dos integrantes que nos faltaban, el recto camino del enfado y la burocracia, Arthur, y el aprendiz del mismo, Leiren. Estos no me dieron tiempo a responder con un simple no a Al dado que aparecieron casi de la nada entre voces y enfado.
-Si somos el último bastión de esperanza es porque no están viéndonos, la ignorancia es algo fascinante. – Comenté viendo la escena.
Una vez reunidos toda la brigada, entramos en el puesto, pero los gritos no cedieron, alguien pedía el alto, “¿Quién puede ser tan estúpido como para no hacer caso a alguien de la marina cuando está dentro de una base de esta? Los criminales cada vez me sorprenden más” pensé mientras sacaba una botella de ron de entre los pliegues de la capa para dar un trago. De pronto entró un tipo de extraños atuendos y peinado aun más raro y comenzó a darnos un sermón que al principio me dejó helado por la sorpresa, pero tras la primera frase volví en mí y me senté en una silla mientras aquel ser terminaba su retahíla.
-Nurufufu, Nurufufu. – me reí cuando terminó de hablar.
Cree un caso de azúcar y lo llené hasta la mitad con el ron, luego cree otro y de mi interior saqué una botella de vodka y llené el segundo vaso hasta arriba. Entonces empezó el gran momento. Arthur explotó como solo él sabía hacer. Comenzó a dar unas explicaciones super detalladas de lo que acababa de decir el otro hombre para derrumbar su argumento, para luego seguir mencionando artículos para destruir a su objetivo psicológicamente, por lo menos hasta que Al lo paró.
-Ten Arthur, un poco de agua para refrescar la garganta. Y para ti un poco de tónico para los nervios. – les dije al recién llegado a y a mi camarada. Mientras el capitán hablaba. - ¡Eh! – le dije al almirante algo indignado – no solo tengo ron, tengo otras bebidas también. Y además, así como tu y Arthur le enseñas vuestras cosas a Leiren yo también lo hago, le enseño a ignorar las normas y ordenes siempre que se puede. – le contesté en un tono orgulloso. – Ah, Arthur, quizás sea por eso que en tu campo no progresa.
Desde ahí nos fuimos al puesto que nos habían montado a la brigada, y para cuando llegamos a este el almirante me preguntó por los dos integrantes que nos faltaban, el recto camino del enfado y la burocracia, Arthur, y el aprendiz del mismo, Leiren. Estos no me dieron tiempo a responder con un simple no a Al dado que aparecieron casi de la nada entre voces y enfado.
-Si somos el último bastión de esperanza es porque no están viéndonos, la ignorancia es algo fascinante. – Comenté viendo la escena.
Una vez reunidos toda la brigada, entramos en el puesto, pero los gritos no cedieron, alguien pedía el alto, “¿Quién puede ser tan estúpido como para no hacer caso a alguien de la marina cuando está dentro de una base de esta? Los criminales cada vez me sorprenden más” pensé mientras sacaba una botella de ron de entre los pliegues de la capa para dar un trago. De pronto entró un tipo de extraños atuendos y peinado aun más raro y comenzó a darnos un sermón que al principio me dejó helado por la sorpresa, pero tras la primera frase volví en mí y me senté en una silla mientras aquel ser terminaba su retahíla.
-Nurufufu, Nurufufu. – me reí cuando terminó de hablar.
Cree un caso de azúcar y lo llené hasta la mitad con el ron, luego cree otro y de mi interior saqué una botella de vodka y llené el segundo vaso hasta arriba. Entonces empezó el gran momento. Arthur explotó como solo él sabía hacer. Comenzó a dar unas explicaciones super detalladas de lo que acababa de decir el otro hombre para derrumbar su argumento, para luego seguir mencionando artículos para destruir a su objetivo psicológicamente, por lo menos hasta que Al lo paró.
-Ten Arthur, un poco de agua para refrescar la garganta. Y para ti un poco de tónico para los nervios. – les dije al recién llegado a y a mi camarada. Mientras el capitán hablaba. - ¡Eh! – le dije al almirante algo indignado – no solo tengo ron, tengo otras bebidas también. Y además, así como tu y Arthur le enseñas vuestras cosas a Leiren yo también lo hago, le enseño a ignorar las normas y ordenes siempre que se puede. – le contesté en un tono orgulloso. – Ah, Arthur, quizás sea por eso que en tu campo no progresa.
- Resumen:
- ver como llegan Leiren y Arthur, escuchar pasivamente al tipo extraño que entra en la tienda, ofrecerle un vaso de "agua" a Arthur y uno de "tónico" al tipo raro, luego informar a Al de lo que le enseño a Leiren
Instantes después de que las palabras saliesen de la boca del mercenario, unos cuantos murmullos se escucharon en la sala. El ambiente estaba un poco caldeado después de la intervención del criminal; sin embargo, Yuu permanecía firme con el pie encima de la mesa y esperando la respuesta de Elrik. El primero que alzó la voz fue, nada más ni nada menos, que uno de los tripulantes de los Arashi, un rubio al cual parecía que no le gustaba en demasía los planes que tenía el cabecilla de todo este asunto.
—Que le hagamos el trabajo sucio, eso quiere. Y cuando lo hayamos hecho, intentará hacernos saltar por los aires como en Long Ring Long Land.
—Eso ya estaba claro… —dijo Yuu en voz baja.
Viktor iba a tardar en contestarle, o quizás no. En cualquier caso, algo interrumpió la concentración que el muchacho tenía centralizada en el famoso criminal. O mejor dicho, alguien. Sintió a alguien tocar su brazo para llamarle la atención, alguien que se hallaba justo a sus espaldas. Volteó la cabeza y vio a un tipo de menor estatura que él, vestido de ropas negras y con una máscara que ocultaba completamente su rostro. Le analizó cuidadosamente y le dedicó una mirada amenazante.
— ¿Cuando… empieza?
— Ya ha empezado, chico. Llegas tarde. Siéntate, anda. Ah, y oye... tengo la sensación de que te conozco, así que… luego quiero hablar contigo.
Volvió a girar su cabeza hacia Elrik, el cual se hallaba en preparación para abrir la boca y empezar a soltar otro discurso. Por supuesto, ya tenía toda la atención del mercenario a su disposición. Finalmente, el discurso empezó.
—Pero, mi buen señor, ¿acaso le he dado motivos para dudar de mí? Está en un improvisado salón que yo proveo, comiendo delicias que yo le ofrezco y cuestionando un plan solo porque aún no se lo he dicho —mostró una afilada sonrisa—. ¿De verdad cree que no hay una forma segura y eficiente de entrar? ¿Piensa que mi presencia aquí es casual? Y, más aún, ¿Cree que invertiría mi tiempo y esfuerzo, que tanto valen, si no supiera lo que hago? Tiene dos opciones, caballero: puede retirarse ahora, y creer que vivo de la improvisación, o podemos hacer negocios juntos para encontrar una sinergia ventajosa. Y créame, podría ser muy, muy ventajosa.
Decepcionado, Yuu bajó la pierna de la mesa, viendo al mismo tiempo como el anfitrión se marchaba a otro lugar dejándole con muchas preguntas. No había dicho nada relevante en todo lo que había comentado en su anterior discurso ni en este, y eso no le causaba para nada buena sensación. Si quería negociar, necesitaba saber primero la información acerca de la misión encomendada. Rabioso, el joven apretó los dientes y se contuvo todo lo que pudo para no volcar la mesa de una patada.
—Pero será hijo de puta… —murmuró, antes de ser su atención llamada por un hombre que se hallaba tomando asiento en la misma mesa que él.
—Una apuesta arriesgada la de nuestro anfitrión ¿no? Soy Grimm, perdonad la intromisión, pero creo que si vamos a entrar sería mejor hacer grupos para estar más seguros. Espero que no os moleste que me una a vosotros. —se presentó un hombre vendado casi por completo, con un sombrero de punta prolongada y una chaqueta de cuero colgada sobre sus hombros. Su tono no es para nada agresivo, sino más bien calmado.
—No suelo trabajar así porque sí con desconocidos, pero… creo que para este curro vamos a necesitar toda la ayuda que podamos. Y aunque me joda… trabajar juntos va a ser lo mejor. Vale, Grimm. Puedes unirte a nosotros. No sé qué coño planea Elrik, pero… creo que voy a pasar de su cara y voy a traerle tantas cabezas de marine que no va a saber dónde guardarlas. Soy Yuu, por cierto —sin duda, le costaba mucho ser cordial, pero allí tenía que hacerlo. No quería perder los estribos entre tanta gente, y lo del anfitrión le ponía de los nervios. Poco a poco, fue calmándose todo lo que pudo.
Justo cuando iba a hablar con el enmascarado, un tipo indeseado se colocó en frente del mercenario. Si le había dicho su nombre, no se acordaba. Sin embargo… si que recordaba lo que pasó con aquel tiburón. Se podía decir que ninguno de los dos mostraba ni un ápice de simpatía por el otro. No obstante… en aquel sitio las peleas eran algo que se debían evitar a toda costa.
—Yuu… ¿Así te llamabas, no? Como me la vuelvas a jugar aquí… Te reviento la puta cabeza. Pero ambos sabemos que no lo harás, ¿verdad? Va, dame la mano y vente con nosotros, ahora la bruja también está de nuestro lado… Igual quieres verla.
—Relaja los humos, grandullón. Aquí nadie le va a partir la puta cabeza a nadie, ¿entendido, tío? Al menos yo no tengo interés en partirsela a ningún pirata, de momento—sonrió—. Lo sé, os he visto cuando he llegado.
El parchado aceptó su invitación para acercarse a la mesa de la banda, mas no su mano. Una vez llegaron a la mesa de al lado, el tiburón presentó al muchacho a su grupo, bastante variopinto a opinión de Yuu. No se fijó mucho en ellos, pues dirigió su mirada a Kath, a una exótica y bella mujer de la cual desconocía el nombre y a un hombre hinchado que, tras escuchar las siguientes conversaciones entre ellos, descubrió que se trataba del capitán. Ahora que le ponía cara, reservaría el momento de hablar con él para otra situación, más tarde. No tenía tiempo para hablar de otros negocios que no fuesen el que tenía entre manos. Antes de que pudiese siquiera dirigirle la palabra a su asociada, esta ya se hallaba frente a él. Con un gesto, la acercó a su mesa para escuchar lo que tenía que decir.
—No es necesario que me busques, aquí estoy —comentó antes de ser llevada hacia la otra mesa—. Y a ti no esperaba verte. Sería un desperdicio que murieras ahora, así que no lo hagas —le dijo al enmascarado, como si le conociese de algo—. Chicos, tengo un plan —anunció finalmente cuando llegaron—, pero necesito su ayuda para que funcione. Viktor quiere los planos, y yo digo que hay que robarlos. Con sus habilidades no habrá puerta que no podamos abrir. Sin embargo, deben tener en cuenta que no somos los únicos que iremos tras ellos. Si les interesa saber más, contáctenme dentro de unos minutos. Y recuerden, si hacemos esto bien, nuestros nombres serán conocidos en todo el mundo —les mencionó a ambos dándoles el número de su DDM, un caracol con un sombrero de bruja.
—Vale, perfecto. Aunque no seamos los únicos, esos planos van a ser nuestros. Luego te pego un toque y hablamos en más profundidad —cogió el número del Den Den Mushi de la joven y se guardó el papel dentro de la chaqueta. Acto seguido, la bruja se alejó de allí, dándole la oportunidad para tener un momento tanto con Grimm como con el otro tipo, al cual quería desenmascarar en pocos segundos. Si no estaba sentado, con un gesto le diría que tomase asiento. Si lo estaba, Yuu simplemente se sentaría sin más. Posó los dos brazos en la mesa y acercó su silla a la suya, posando su mirada en los dos ojos carmesíes que le miraban con indiferencia—. Bien… veamos. Tengo varias preguntas para ti. Y me dirás, ¿por qué a mí si te acabo de conocer, no? Vale, voy a solucionar esto antes de salir de esta carpa. Creo que nunca he escuchado tu voz, pero sí tu tono. El olor que desprendes… me recuerdas a un tipo que intenté matar. A un niño de tu misma estatura si no llevases esas botas. Te voy a proponer algo, seas o no quien pienso que eres. Quítate la máscara y tienes mi palabra de que, independientemente de lo que haya debajo de ella, no voy a matarte. Es más, si eres ese chico… creo que tengo trabajo para ti. Tú decides lo que hacer —se volteó hacia el sujeto vendado—. Y… Grimm, escúchame. ¿Tienes algo con lo que navegar? ¿Vas solo?
—Que le hagamos el trabajo sucio, eso quiere. Y cuando lo hayamos hecho, intentará hacernos saltar por los aires como en Long Ring Long Land.
—Eso ya estaba claro… —dijo Yuu en voz baja.
Viktor iba a tardar en contestarle, o quizás no. En cualquier caso, algo interrumpió la concentración que el muchacho tenía centralizada en el famoso criminal. O mejor dicho, alguien. Sintió a alguien tocar su brazo para llamarle la atención, alguien que se hallaba justo a sus espaldas. Volteó la cabeza y vio a un tipo de menor estatura que él, vestido de ropas negras y con una máscara que ocultaba completamente su rostro. Le analizó cuidadosamente y le dedicó una mirada amenazante.
— ¿Cuando… empieza?
— Ya ha empezado, chico. Llegas tarde. Siéntate, anda. Ah, y oye... tengo la sensación de que te conozco, así que… luego quiero hablar contigo.
Volvió a girar su cabeza hacia Elrik, el cual se hallaba en preparación para abrir la boca y empezar a soltar otro discurso. Por supuesto, ya tenía toda la atención del mercenario a su disposición. Finalmente, el discurso empezó.
—Pero, mi buen señor, ¿acaso le he dado motivos para dudar de mí? Está en un improvisado salón que yo proveo, comiendo delicias que yo le ofrezco y cuestionando un plan solo porque aún no se lo he dicho —mostró una afilada sonrisa—. ¿De verdad cree que no hay una forma segura y eficiente de entrar? ¿Piensa que mi presencia aquí es casual? Y, más aún, ¿Cree que invertiría mi tiempo y esfuerzo, que tanto valen, si no supiera lo que hago? Tiene dos opciones, caballero: puede retirarse ahora, y creer que vivo de la improvisación, o podemos hacer negocios juntos para encontrar una sinergia ventajosa. Y créame, podría ser muy, muy ventajosa.
Decepcionado, Yuu bajó la pierna de la mesa, viendo al mismo tiempo como el anfitrión se marchaba a otro lugar dejándole con muchas preguntas. No había dicho nada relevante en todo lo que había comentado en su anterior discurso ni en este, y eso no le causaba para nada buena sensación. Si quería negociar, necesitaba saber primero la información acerca de la misión encomendada. Rabioso, el joven apretó los dientes y se contuvo todo lo que pudo para no volcar la mesa de una patada.
—Pero será hijo de puta… —murmuró, antes de ser su atención llamada por un hombre que se hallaba tomando asiento en la misma mesa que él.
—Una apuesta arriesgada la de nuestro anfitrión ¿no? Soy Grimm, perdonad la intromisión, pero creo que si vamos a entrar sería mejor hacer grupos para estar más seguros. Espero que no os moleste que me una a vosotros. —se presentó un hombre vendado casi por completo, con un sombrero de punta prolongada y una chaqueta de cuero colgada sobre sus hombros. Su tono no es para nada agresivo, sino más bien calmado.
—No suelo trabajar así porque sí con desconocidos, pero… creo que para este curro vamos a necesitar toda la ayuda que podamos. Y aunque me joda… trabajar juntos va a ser lo mejor. Vale, Grimm. Puedes unirte a nosotros. No sé qué coño planea Elrik, pero… creo que voy a pasar de su cara y voy a traerle tantas cabezas de marine que no va a saber dónde guardarlas. Soy Yuu, por cierto —sin duda, le costaba mucho ser cordial, pero allí tenía que hacerlo. No quería perder los estribos entre tanta gente, y lo del anfitrión le ponía de los nervios. Poco a poco, fue calmándose todo lo que pudo.
Justo cuando iba a hablar con el enmascarado, un tipo indeseado se colocó en frente del mercenario. Si le había dicho su nombre, no se acordaba. Sin embargo… si que recordaba lo que pasó con aquel tiburón. Se podía decir que ninguno de los dos mostraba ni un ápice de simpatía por el otro. No obstante… en aquel sitio las peleas eran algo que se debían evitar a toda costa.
—Yuu… ¿Así te llamabas, no? Como me la vuelvas a jugar aquí… Te reviento la puta cabeza. Pero ambos sabemos que no lo harás, ¿verdad? Va, dame la mano y vente con nosotros, ahora la bruja también está de nuestro lado… Igual quieres verla.
—Relaja los humos, grandullón. Aquí nadie le va a partir la puta cabeza a nadie, ¿entendido, tío? Al menos yo no tengo interés en partirsela a ningún pirata, de momento—sonrió—. Lo sé, os he visto cuando he llegado.
El parchado aceptó su invitación para acercarse a la mesa de la banda, mas no su mano. Una vez llegaron a la mesa de al lado, el tiburón presentó al muchacho a su grupo, bastante variopinto a opinión de Yuu. No se fijó mucho en ellos, pues dirigió su mirada a Kath, a una exótica y bella mujer de la cual desconocía el nombre y a un hombre hinchado que, tras escuchar las siguientes conversaciones entre ellos, descubrió que se trataba del capitán. Ahora que le ponía cara, reservaría el momento de hablar con él para otra situación, más tarde. No tenía tiempo para hablar de otros negocios que no fuesen el que tenía entre manos. Antes de que pudiese siquiera dirigirle la palabra a su asociada, esta ya se hallaba frente a él. Con un gesto, la acercó a su mesa para escuchar lo que tenía que decir.
—No es necesario que me busques, aquí estoy —comentó antes de ser llevada hacia la otra mesa—. Y a ti no esperaba verte. Sería un desperdicio que murieras ahora, así que no lo hagas —le dijo al enmascarado, como si le conociese de algo—. Chicos, tengo un plan —anunció finalmente cuando llegaron—, pero necesito su ayuda para que funcione. Viktor quiere los planos, y yo digo que hay que robarlos. Con sus habilidades no habrá puerta que no podamos abrir. Sin embargo, deben tener en cuenta que no somos los únicos que iremos tras ellos. Si les interesa saber más, contáctenme dentro de unos minutos. Y recuerden, si hacemos esto bien, nuestros nombres serán conocidos en todo el mundo —les mencionó a ambos dándoles el número de su DDM, un caracol con un sombrero de bruja.
—Vale, perfecto. Aunque no seamos los únicos, esos planos van a ser nuestros. Luego te pego un toque y hablamos en más profundidad —cogió el número del Den Den Mushi de la joven y se guardó el papel dentro de la chaqueta. Acto seguido, la bruja se alejó de allí, dándole la oportunidad para tener un momento tanto con Grimm como con el otro tipo, al cual quería desenmascarar en pocos segundos. Si no estaba sentado, con un gesto le diría que tomase asiento. Si lo estaba, Yuu simplemente se sentaría sin más. Posó los dos brazos en la mesa y acercó su silla a la suya, posando su mirada en los dos ojos carmesíes que le miraban con indiferencia—. Bien… veamos. Tengo varias preguntas para ti. Y me dirás, ¿por qué a mí si te acabo de conocer, no? Vale, voy a solucionar esto antes de salir de esta carpa. Creo que nunca he escuchado tu voz, pero sí tu tono. El olor que desprendes… me recuerdas a un tipo que intenté matar. A un niño de tu misma estatura si no llevases esas botas. Te voy a proponer algo, seas o no quien pienso que eres. Quítate la máscara y tienes mi palabra de que, independientemente de lo que haya debajo de ella, no voy a matarte. Es más, si eres ese chico… creo que tengo trabajo para ti. Tú decides lo que hacer —se volteó hacia el sujeto vendado—. Y… Grimm, escúchame. ¿Tienes algo con lo que navegar? ¿Vas solo?
- Resumen (Ver Lance, Kath, Luka):
- —Cabrearme por escuchar las palabras de Elrik.
—Contestarle a Lance y pedirle que se siente. Sospechar de él gracias a mis habilidades de espía.
—Saludar a Grimm y aceptar su ofrecimiento.
—Hablar con Luka y saludar a los Arashi.
—Escuchar la propuesta de Kath y aceptarla.
—Hablar con Lance e incitarle a quitarle la máscara a cambio de ofrecerle un trato.
Tobías Thorn
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Los presentes no tardaron en dispersarse una vez se dieron las instrucciones pertinentes, dirigiéndose cada uno hacia donde era asignado u hacua donde les diese la gana, ya que tras mis cortas palabras iniciales con mis nakamas fui sobresaltado por una estridente voz que gritaba a pleno pulmón la palabra "Dragón". No sabía si es que mi peores pensamientos se materializaban como un mal presagio o si simplemente era una broma cósmica, pero fuese como fuese no tuve tiempo para pensar casi en ello, ya que contra todo pronóstico fue a refugiarse bajo mi amparo.
La joven cumplía con todos los clichés pertinentes que tantas veces había leído en los libros de aventuras durante mis ratos muertos. Toda una preciosidad, con el uniforme exageradamente apretado en puntos estratégicos y aterrada por un peligro descabellado. Si no fuese porque nos encontrábamos en mitad de una guerra me hubiese permitido sonreír, pero como la situación era crítica me limité a dejar que Bizvan encabezase la conversación mientras me intentaba zafar sutilmente de la presa que me había hecho. No me gustaba que no respetasen mi espacio vital y sabía que si no me la quitaba de encima me podría agobiar. Además de que no me fiaba de las jovencitas de grandes pechos tras mi traumático encontronazo con la infame pirata Aki D. Arlia. Solo en pensar en aquella situación en Sideros me hizo que la cercanía de la joven me molestase más, por lo que si las palabras de Bizvan no la habían tranquilizado lo suficiente para que se me despegase lo intentaría conseguir yo por otros medios.
-Señorita, respire hondo y hágale caso al Teniente Comandante Orensen - comencé a decir poniéndo un claro énfasis en el rango de mi compañero al mismo tiempo que intentaba conseguir una distancia mínima. Lo que la joven llevaba era un uniforme de recluta si la memoria no me fallaba, por lo que esperaba que recuperase la compostura al encontrarse ante un superior. No pude evitar pensar que fácil sería esto si estuviese Gusi aquí... Ya que sería él quien se hubiese lanzado sobre ella quitándome el problema. -Cuéntanos que te ha pasado y dinos si se encuentra herida - proseguí mientras buscaba a Bizvan con la mirada en busca de ayuda, pero este se encontraba hablando con Wyrm en ese momento. -Cualquier información puede ser importante en un momento como este y todos debemos guardar la compostura.
No sabría que hubiese seguido diciéndole a la joven si el marine no hubiese vuelto a la conversación con la invitación de Wyrm y su nueva banda. La verdad es que me había cruzado una vez con el tipo con el estaba Wyrm y el encuentro no fue del todo amigable, pero dado que me preocupaba la seguridad de todos mis compañeros no me pareció mala idea que nos uniésemos a ellos, puesto que si estábamos juntos y trabajábamos como un equipo sería más difícil que acabásemos muertos. No me podría perdonar que el peliblanco muriese por falta de ayuda o que lo hiciese Bizvan por mi falta de dones sociales, por lo que tras pensarlo rápidamente me volví hacia el marine para contestarle.
- Creo que nos vendría bien no estar solos en esta guerra compañero, por lo que acompañaremos a Wyrm y a su nueva flota durante esta empresa - luego cambié el curso de la conversación y me volví hacia la recluta - y señorita, como puede comprobar estamos siendo reclamados, por lo que agradezco su colaboración, - si es que nos había contado algo - así que si no necesita más nuestra ayuda podemos dejarla con algún superior al mando durante el trayecto.
No era el típico que se andaba perdiendo el tiempo con pormenores cuando había problemas tan serios en marcha, por lo que si la joven no tenía nada que aportar no iba a dudar en dejársela al primer uniformado con el que nos encontrásemos mientras me dirigía al mismo barco al que había ido Wyrm y sus compañeros.
Si no había percances que nos impidiese seguir al grupo de marines escucharía el discurso de Zuko, el cual fue igual de intenso que el del Almirante pero más breve. Una vez este hubiese acabado de hablar me acercaría a él para presentarme.
- Un placer conoceros formalmente, soy el agente Tobías Thorn. Todos podéis contar conmigo y con mi compañero como si fuéramos uno más del grupo. Al fin y al cabo sois los que estáis cuidando a Wyrm a por nosotros ahora. - dije con tono amable mientras alzaba mi mano en forma de saludo. -Así que no dudéis de que haremos lo posible por acabar con esa aberración que atraviesa el mar e intentaremos que todos salgamos con vida de esta locura.
La joven cumplía con todos los clichés pertinentes que tantas veces había leído en los libros de aventuras durante mis ratos muertos. Toda una preciosidad, con el uniforme exageradamente apretado en puntos estratégicos y aterrada por un peligro descabellado. Si no fuese porque nos encontrábamos en mitad de una guerra me hubiese permitido sonreír, pero como la situación era crítica me limité a dejar que Bizvan encabezase la conversación mientras me intentaba zafar sutilmente de la presa que me había hecho. No me gustaba que no respetasen mi espacio vital y sabía que si no me la quitaba de encima me podría agobiar. Además de que no me fiaba de las jovencitas de grandes pechos tras mi traumático encontronazo con la infame pirata Aki D. Arlia. Solo en pensar en aquella situación en Sideros me hizo que la cercanía de la joven me molestase más, por lo que si las palabras de Bizvan no la habían tranquilizado lo suficiente para que se me despegase lo intentaría conseguir yo por otros medios.
-Señorita, respire hondo y hágale caso al Teniente Comandante Orensen - comencé a decir poniéndo un claro énfasis en el rango de mi compañero al mismo tiempo que intentaba conseguir una distancia mínima. Lo que la joven llevaba era un uniforme de recluta si la memoria no me fallaba, por lo que esperaba que recuperase la compostura al encontrarse ante un superior. No pude evitar pensar que fácil sería esto si estuviese Gusi aquí... Ya que sería él quien se hubiese lanzado sobre ella quitándome el problema. -Cuéntanos que te ha pasado y dinos si se encuentra herida - proseguí mientras buscaba a Bizvan con la mirada en busca de ayuda, pero este se encontraba hablando con Wyrm en ese momento. -Cualquier información puede ser importante en un momento como este y todos debemos guardar la compostura.
No sabría que hubiese seguido diciéndole a la joven si el marine no hubiese vuelto a la conversación con la invitación de Wyrm y su nueva banda. La verdad es que me había cruzado una vez con el tipo con el estaba Wyrm y el encuentro no fue del todo amigable, pero dado que me preocupaba la seguridad de todos mis compañeros no me pareció mala idea que nos uniésemos a ellos, puesto que si estábamos juntos y trabajábamos como un equipo sería más difícil que acabásemos muertos. No me podría perdonar que el peliblanco muriese por falta de ayuda o que lo hiciese Bizvan por mi falta de dones sociales, por lo que tras pensarlo rápidamente me volví hacia el marine para contestarle.
- Creo que nos vendría bien no estar solos en esta guerra compañero, por lo que acompañaremos a Wyrm y a su nueva flota durante esta empresa - luego cambié el curso de la conversación y me volví hacia la recluta - y señorita, como puede comprobar estamos siendo reclamados, por lo que agradezco su colaboración, - si es que nos había contado algo - así que si no necesita más nuestra ayuda podemos dejarla con algún superior al mando durante el trayecto.
No era el típico que se andaba perdiendo el tiempo con pormenores cuando había problemas tan serios en marcha, por lo que si la joven no tenía nada que aportar no iba a dudar en dejársela al primer uniformado con el que nos encontrásemos mientras me dirigía al mismo barco al que había ido Wyrm y sus compañeros.
Si no había percances que nos impidiese seguir al grupo de marines escucharía el discurso de Zuko, el cual fue igual de intenso que el del Almirante pero más breve. Una vez este hubiese acabado de hablar me acercaría a él para presentarme.
- Un placer conoceros formalmente, soy el agente Tobías Thorn. Todos podéis contar conmigo y con mi compañero como si fuéramos uno más del grupo. Al fin y al cabo sois los que estáis cuidando a Wyrm a por nosotros ahora. - dije con tono amable mientras alzaba mi mano en forma de saludo. -Así que no dudéis de que haremos lo posible por acabar con esa aberración que atraviesa el mar e intentaremos que todos salgamos con vida de esta locura.
- Resumen:
- Intentar calmar a la joven junto a Bizvan e intentar que nos cuente que nos pasa. Escuchar la invitación del grupo de Wyrm and Company y aceptarla si es posible y nada nos retiene. Si es así, presentarme ante Zuko y sus compañeros.
Me arrastraban por la cubierta del barco. Un grito de júbilo había precedido a la presión de dos manos en mi espalda y, antes de darme cuenta, me encontraba abandonando la concentración de empleados del Gobierno Mundial. Me pareció distinguir la figura de varios de mis compañeros de la brigada. ¿Por qué no me salvaba el comodoro Zuko? Maldije una y mil veces para mis adentros; algunas a mi mala suerte, otras a él.
A menos que... A menos que aquello escapase al poder que le confería su rango. Alcancé a volver la vista hacia atrás durante un instante, lo suficiente para distinguir las facciones de mi captor. ¡Era el vicealmirante Hyrule! Tenía que ser una broma. Había escuchado numerosos rumores sobre él, algunos buenos y otros no demasiado. Por lo pronto, el que hablaba de su inestabilidad emocional quedaba confirmado. ¿Acaso no estaba de baja hasta hacía poco tiempo? Sólo me quedaba esperar que los que auguraban un mal futuro a sus hombres estuviesen equivocados.
Mi respuesta al comodoro había sido un `de acuerdo´ casi automático, aunque no las tenía todas conmigo. Desde luego, salir de allí con los pies por delante no entraba entre mis planes. Claro que las cosas no siempre salían según lo previsto. ¡Qué demonios, ese tipo de asuntos siempre se torcían!
Fui arrojado a la cubierta de un barco y, de repente, mi destino inmediato pesó sobre mí como la mayor carga. La devastadora aguja se erguía ante mis ojos, orgullosa, desafiando al mísmisimo cielo tormentoso por ver quién era el soberano de las alturas. Ya estaba hecho -aunque yo hubiese intervenido poco o nada en la decisión-, así que sólo podía prepararme para lo que estaba por venir y rezar por que mi secuestrador no fuese un suicida -algo que, por otro lado, era más común de lo que cabría esperar entre quienes tenían bajo su responsabilidad la vida de cientos, no, miles de hombres-.
Observé mis alrededores, intentando reconocer la cara de alguno de los allí presentes -si es que había alguien- o, al menos, el rango que ostentaban.
A menos que... A menos que aquello escapase al poder que le confería su rango. Alcancé a volver la vista hacia atrás durante un instante, lo suficiente para distinguir las facciones de mi captor. ¡Era el vicealmirante Hyrule! Tenía que ser una broma. Había escuchado numerosos rumores sobre él, algunos buenos y otros no demasiado. Por lo pronto, el que hablaba de su inestabilidad emocional quedaba confirmado. ¿Acaso no estaba de baja hasta hacía poco tiempo? Sólo me quedaba esperar que los que auguraban un mal futuro a sus hombres estuviesen equivocados.
Mi respuesta al comodoro había sido un `de acuerdo´ casi automático, aunque no las tenía todas conmigo. Desde luego, salir de allí con los pies por delante no entraba entre mis planes. Claro que las cosas no siempre salían según lo previsto. ¡Qué demonios, ese tipo de asuntos siempre se torcían!
Fui arrojado a la cubierta de un barco y, de repente, mi destino inmediato pesó sobre mí como la mayor carga. La devastadora aguja se erguía ante mis ojos, orgullosa, desafiando al mísmisimo cielo tormentoso por ver quién era el soberano de las alturas. Ya estaba hecho -aunque yo hubiese intervenido poco o nada en la decisión-, así que sólo podía prepararme para lo que estaba por venir y rezar por que mi secuestrador no fuese un suicida -algo que, por otro lado, era más común de lo que cabría esperar entre quienes tenían bajo su responsabilidad la vida de cientos, no, miles de hombres-.
Observé mis alrededores, intentando reconocer la cara de alguno de los allí presentes -si es que había alguien- o, al menos, el rango que ostentaban.
- Resumen:
- Ser arrastrado por el vicealmirante hasta el barco y, una vez allí, intentar reconocer a alguien y/o comprobar si soy o no el último mono.
Rainbow662
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Arribor buscó el silencio en el fondo de su copa. Ahí abajo, en ese translúcido claro en medio de un océano ámbar de cebada, encontró un remanso de calma y tranquilidad lejos de la panda de irritantes bichos raros que le rodeaban por motivos absurdos. Al final de su jarra, entre la espuma y el amargor de una buena rubia, no se oían los chillidos de Rachel, ni las acusaciones de la monja y su amante joven o lo que fuese, ni las exigencias de esa tipa voladora que iba con aquel rarito que una vez le dejó aparcar su barco en una nave voladora. El fondo de la jarra era como el fondo del mar: tranquilo y sereno, silencioso y... mojado.
Por desgracia, se acabó la cerveza y volvió a la realidad.
Los chillidos, los golpecitos, las acusaciones, las propuestas, las peleas, el olor a queso fuerte... Todo volvió a acosarle con fuerzas renovadas, y la tentación de gritar y pegarle a alguien burbujeó en su interior como la roca hirviendo en el centro de la Tierra. Ya podía imaginarse haciéndolos callar a todos con una poderosa onda de ambición que los dejase noqueados un buen rato. Lo habría hecho, en realidad, pero una voz reclamaba su atención con una suavidad y una rotundidad que no admitía exigencias.
"Genial, otro rarito", pensó Arribor cuando vio al rubio charlatán. Alto, delgado y paliducho, de buen porte y aspecto pijo, pero también tenía algo que impedía que el tuerto apartase su único ojo de él. Era como un vibrador de porcelana: frágil, lujoso, atrayente y prohibido al mismo tiempo; no quería mirarlo, pero algo dentro de su ser le llevaba a hacerlo aunque fuera con disimulo.
Tal como vino, se fue, dejando tras de sí una ristra de insultos y cabezas vueltas hacia él. Arribor estaba seguro de que había dicho algo con sentido, pero las quejas de la monja en su oreja apenas le habían dejado prestarle atención. Eso, y que tampoco quería prestarle atención. Le habría preguntado algo -por ejemplo, quién cuernos era-, pero entonces la maldita vieja cometió el error de darle con el dedo a la concha que guardaba en el bolsillo interior de su abrigo.
La morsa emergió como un castigo divino en forma de bulto gris y grasiento. Reventó la mesa como si fuese un castillo de naipes e hizo que Rachel se apartase de él con el espanto dibujado en su rostro de arpía avariciosa. ¿Cómo no había pensado en eso antes? Tenía consigo el arma de repulsión de mujeres más grande jamás creada y no la había aprovechado. Y encima tal vez hubiese encontrado por fin un uso para Franklin. Se puso en pie tirando la silla hacia atrás, enarboló la morsa y la agitó hacia los lados para espantar a todos sus molestos acreedores, igual que espantaría a unos monos en la selva con un palo prendido en llamas.
-¡Atrás, maldita sea! -exclamó. Era hora de poner un poco de orden-. ¡Tú! -señaló a Rachel-. No voy a pagarte. Vete de una vez o haré que la morsa te de un beso. ¡Vosotros! -señaló a la vieja y su marido florero-. Hay una pareja de lesbianas adolescentes judías pro-abortistas al otro lado de la carpa. Id a tocarles las narices a ellas. ¡Y tú! -señaló a la chica voladora-. Yo no devuelvo los favores, soy un maldito pirata. Y además, si he venido aquí es para cargarme esa puta cosa, no para que alguien construya otra en otra parte. Si quieres te haré el favor de dejar que vengáis conmigo, pero pienso hacer trizas los planos y la torre hasta no dejar piedra sobre piedra. ¡Y tú! -señaló a Zack-. ¿Qué puñetas está pasando y por qué está aquí toda esta gente?
Se había quedado bastante a gusto, pero algo le seguía molestando. Era un picorcillo insistente, una mosca cojonera junto a su oído. "Mierda", se lamentó. Tenía que ir a hablar con aquel rubiazo y no sabía por qué. Así que se echó la morsa al hombro y fue tras él, esperando... ¿qué? Maldito y sensual guaperas.
Por desgracia, se acabó la cerveza y volvió a la realidad.
Los chillidos, los golpecitos, las acusaciones, las propuestas, las peleas, el olor a queso fuerte... Todo volvió a acosarle con fuerzas renovadas, y la tentación de gritar y pegarle a alguien burbujeó en su interior como la roca hirviendo en el centro de la Tierra. Ya podía imaginarse haciéndolos callar a todos con una poderosa onda de ambición que los dejase noqueados un buen rato. Lo habría hecho, en realidad, pero una voz reclamaba su atención con una suavidad y una rotundidad que no admitía exigencias.
"Genial, otro rarito", pensó Arribor cuando vio al rubio charlatán. Alto, delgado y paliducho, de buen porte y aspecto pijo, pero también tenía algo que impedía que el tuerto apartase su único ojo de él. Era como un vibrador de porcelana: frágil, lujoso, atrayente y prohibido al mismo tiempo; no quería mirarlo, pero algo dentro de su ser le llevaba a hacerlo aunque fuera con disimulo.
Tal como vino, se fue, dejando tras de sí una ristra de insultos y cabezas vueltas hacia él. Arribor estaba seguro de que había dicho algo con sentido, pero las quejas de la monja en su oreja apenas le habían dejado prestarle atención. Eso, y que tampoco quería prestarle atención. Le habría preguntado algo -por ejemplo, quién cuernos era-, pero entonces la maldita vieja cometió el error de darle con el dedo a la concha que guardaba en el bolsillo interior de su abrigo.
La morsa emergió como un castigo divino en forma de bulto gris y grasiento. Reventó la mesa como si fuese un castillo de naipes e hizo que Rachel se apartase de él con el espanto dibujado en su rostro de arpía avariciosa. ¿Cómo no había pensado en eso antes? Tenía consigo el arma de repulsión de mujeres más grande jamás creada y no la había aprovechado. Y encima tal vez hubiese encontrado por fin un uso para Franklin. Se puso en pie tirando la silla hacia atrás, enarboló la morsa y la agitó hacia los lados para espantar a todos sus molestos acreedores, igual que espantaría a unos monos en la selva con un palo prendido en llamas.
-¡Atrás, maldita sea! -exclamó. Era hora de poner un poco de orden-. ¡Tú! -señaló a Rachel-. No voy a pagarte. Vete de una vez o haré que la morsa te de un beso. ¡Vosotros! -señaló a la vieja y su marido florero-. Hay una pareja de lesbianas adolescentes judías pro-abortistas al otro lado de la carpa. Id a tocarles las narices a ellas. ¡Y tú! -señaló a la chica voladora-. Yo no devuelvo los favores, soy un maldito pirata. Y además, si he venido aquí es para cargarme esa puta cosa, no para que alguien construya otra en otra parte. Si quieres te haré el favor de dejar que vengáis conmigo, pero pienso hacer trizas los planos y la torre hasta no dejar piedra sobre piedra. ¡Y tú! -señaló a Zack-. ¿Qué puñetas está pasando y por qué está aquí toda esta gente?
Se había quedado bastante a gusto, pero algo le seguía molestando. Era un picorcillo insistente, una mosca cojonera junto a su oído. "Mierda", se lamentó. Tenía que ir a hablar con aquel rubiazo y no sabía por qué. Así que se echó la morsa al hombro y fue tras él, esperando... ¿qué? Maldito y sensual guaperas.
- Resumen:
- Gritarle a todo el mundo y tratar de librarse de la monja - Proponer a Kat y sus chumachos acompañarle, pero los planos como que no - Dejarse engatusar por los molestos poderes de Yarmin y seguirle sin saber muy bien por qué
Noximilien
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Las palabras de Zane le pusieron en alerta. ¿Aquel líder revolucionario se trataba de Osu? Quiza, puede que quizá, fuese el momento de aparecer ante él, pero aún no. La sola idea le hizo cuestionarse aquella decisión, pues ya perdió a su amor y casi a sus hijos por sus crímenes. Ahora mismo, Noximilien el revolucionario estaba muerto, solo estaba Nox, el viejo de una banda de piratas, el cual solo estaba para mantener el barco de una pieza y entretener a sus compañeros con sus piques por la edad.
- Aunque no me parece mal que quieras hablar con ese Viktor… –miro a Spanner, pues al paso que iba, al final iba a necesitar un antiácido por la preocupación que llevaba encima-. Me gustaría, y creo que Spanner piensa lo mismo, que no hagas lo que siempre hagas con esta gente. Lo de la gente intentando empalar nuestras cabezas en picas y las trampillas bajo nuestros pies por sorpresa fueron divertidas las dos primeras veces. Mi pobre corazón no aguantaría una tercera.
El señor del bajo mundo no había llegado a ese título por saber robar, matar o secuestrar bien, lo que le hacía peligroso era su mente criminal. Como si un general comandando a sus legiones, él había estado muchos pasos sobre aquellos que también quisieron postular al título. No sabía cómo Viktor trabajaba, pero conocía a los de su calaña demasiado bien.
Por otra parte, pudo dislumbrar algo poco habitual; Nailah se disponía a despachar a una muchacha que quería acercarse a Zane. Como punto número uno, ya era raro habitual que fuese la chica la que se viniese a por el gañan y no al reves. Punto número dos, de forma imprevista fue la chica quien le tiro los tejos a Nailah primero y no como la morena hacia habitualmente con rapidez.
Nox visualizo todo esto mientras una pajita conectada a un gran batido, que un camarero le habia ofrecido hacia menos de un minuto, surcaba tras su máscara y hacia divertidos sonidos al sorber.
- Y yo pensando que el dragón de antes iba a ser lo más curioso que vería hoy *sorbo*.
- Aunque no me parece mal que quieras hablar con ese Viktor… –miro a Spanner, pues al paso que iba, al final iba a necesitar un antiácido por la preocupación que llevaba encima-. Me gustaría, y creo que Spanner piensa lo mismo, que no hagas lo que siempre hagas con esta gente. Lo de la gente intentando empalar nuestras cabezas en picas y las trampillas bajo nuestros pies por sorpresa fueron divertidas las dos primeras veces. Mi pobre corazón no aguantaría una tercera.
El señor del bajo mundo no había llegado a ese título por saber robar, matar o secuestrar bien, lo que le hacía peligroso era su mente criminal. Como si un general comandando a sus legiones, él había estado muchos pasos sobre aquellos que también quisieron postular al título. No sabía cómo Viktor trabajaba, pero conocía a los de su calaña demasiado bien.
Por otra parte, pudo dislumbrar algo poco habitual; Nailah se disponía a despachar a una muchacha que quería acercarse a Zane. Como punto número uno, ya era raro habitual que fuese la chica la que se viniese a por el gañan y no al reves. Punto número dos, de forma imprevista fue la chica quien le tiro los tejos a Nailah primero y no como la morena hacia habitualmente con rapidez.
Nox visualizo todo esto mientras una pajita conectada a un gran batido, que un camarero le habia ofrecido hacia menos de un minuto, surcaba tras su máscara y hacia divertidos sonidos al sorber.
- Y yo pensando que el dragón de antes iba a ser lo más curioso que vería hoy *sorbo*.
Steve
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Oí unas palabras sobre lo buen paquete que tenía entre manos, y no era mentira, para el tiempo que llevaba en el almacén seguía siendo un increíble paquete. La sensación que daba al verlo era de una increíble presencia, casi como si el material inerte tuviera vida y se pusiera a hablar. Sería algo maravilloso de ver, un increíble compañero con el cual discutir sobre el apasionante oficio de la mensajería. Pero eso solo era la percepción que daba, y que, por suerte para todos los allí presentes no estaba muy alejado de la realidad.
El paquete era un cubo de cartón de triple capa, cuyo contenido desconocía, pero eso solo le añadía misterio al increíble poliedro. Para que este fuera seguro iba envuelto en una capa de papel blanco, justo por debajo de otra, un poco más grueso y de color marrón, para mantener el paquete seguro. Las ventajas de ser un paquete tan pequeño con un material como ese, es que era bastante cómodo para transportar sin ninguna necesidad de elementos externos, a excepción obviamente del mensajero, pero era lo suficientemente robusto como para caer de un primero sin grandes problemas. A parte de esto, las pegatinas con la dirección, las cuales intenté leer para no discernir mucho más de lo que ya sabía. Estas estaban perfectamente posicionadas, en las zonas donde exigía la norma, y una extra exigiendo el entrego express, añadiendo un pago extra si se entregaba a la semana.
Recapacité las palabras del marine, no era un buen paquete, era un gran paquete. Sonreí durante unas milésimas de segundo, hasta que algo a mi derecha me llamo la atención. Un individuo había robado una bolsa de papas a otro. ¿No me encontraba en medio de una reunión de miembros de los cuerpos de la orden y la ley? ¿Por qué sentía la necesidad de ese hurto, cuando posiblemente el Gobierno Mundial les entregaría raciones necesarias? Sin duda la cara que puse ante esta situación era de absoluta y completa sorpresa, sobre todo cuando empezó a escalar aún más cuando otro individuo había quemado la bolsa, probablemente para aliviar la situación y el primero, el cretino del robo, le ofrecía la ultima. No era yo un experto en la marina, pero en cualquier trabajo eso sería el equivalente a un parte disciplinario, si no te partía la columna de una patada giratoria tu jefe antes.
Sin cambiar la expresión que tenía, me aleje lentamente para no ser asociado con ese individuo, intentando buscar al marine que me había piropeado al paquete, o en su defecto a un alto cargo, para ver si ellos podían distinguir lo que había en la pegatina de entrega. Llegaría con mucho tiempo de retraso, y posiblemente, moriría en el intento de entregarlo pero aunque tuviera que ir hasta las entrañas del mismo infierno o al fondo de esa aguja, iba a entregar ese maravilloso paquete, pues en eso consistía tu trabajo y eso es lo que iba a hacer.
- Oye disculpa, ¿puedes entender lo que pone aquí? - le dije al individuo de voz afeminada, tras acercarme mientras señalaba el nombre borrado -
El paquete era un cubo de cartón de triple capa, cuyo contenido desconocía, pero eso solo le añadía misterio al increíble poliedro. Para que este fuera seguro iba envuelto en una capa de papel blanco, justo por debajo de otra, un poco más grueso y de color marrón, para mantener el paquete seguro. Las ventajas de ser un paquete tan pequeño con un material como ese, es que era bastante cómodo para transportar sin ninguna necesidad de elementos externos, a excepción obviamente del mensajero, pero era lo suficientemente robusto como para caer de un primero sin grandes problemas. A parte de esto, las pegatinas con la dirección, las cuales intenté leer para no discernir mucho más de lo que ya sabía. Estas estaban perfectamente posicionadas, en las zonas donde exigía la norma, y una extra exigiendo el entrego express, añadiendo un pago extra si se entregaba a la semana.
Recapacité las palabras del marine, no era un buen paquete, era un gran paquete. Sonreí durante unas milésimas de segundo, hasta que algo a mi derecha me llamo la atención. Un individuo había robado una bolsa de papas a otro. ¿No me encontraba en medio de una reunión de miembros de los cuerpos de la orden y la ley? ¿Por qué sentía la necesidad de ese hurto, cuando posiblemente el Gobierno Mundial les entregaría raciones necesarias? Sin duda la cara que puse ante esta situación era de absoluta y completa sorpresa, sobre todo cuando empezó a escalar aún más cuando otro individuo había quemado la bolsa, probablemente para aliviar la situación y el primero, el cretino del robo, le ofrecía la ultima. No era yo un experto en la marina, pero en cualquier trabajo eso sería el equivalente a un parte disciplinario, si no te partía la columna de una patada giratoria tu jefe antes.
Sin cambiar la expresión que tenía, me aleje lentamente para no ser asociado con ese individuo, intentando buscar al marine que me había piropeado al paquete, o en su defecto a un alto cargo, para ver si ellos podían distinguir lo que había en la pegatina de entrega. Llegaría con mucho tiempo de retraso, y posiblemente, moriría en el intento de entregarlo pero aunque tuviera que ir hasta las entrañas del mismo infierno o al fondo de esa aguja, iba a entregar ese maravilloso paquete, pues en eso consistía tu trabajo y eso es lo que iba a hacer.
- Oye disculpa, ¿puedes entender lo que pone aquí? - le dije al individuo de voz afeminada, tras acercarme mientras señalaba el nombre borrado -
Ichizake
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Gerald se dio cuenta de que aquella reunión degeneraba rápidamente. El concentrado olor de un queso extrafuerte se mezclaba con los gritos exasperantes de una ramera amarrada al brazo de un pendenciero tuerto, logrando competir en ridiculo incluso con las peleas por comida que empezaban a darse entre los asistentes más afectados por el alcohol barato. "Piratas", pensó con repugnancia. Una sola palabra que bastaba para describir a uno de los peores subgéneros de la raza humana, pues al mencionarla uno pensaba automáticamente en ron, saqueos y miembros cercenados en condiciones antihigiénicas y sustituidos por prótesis de madera astillada. Y seguramente hueca, para que quepa más ron dentro.
Pero todo cambió cuando apareció ella.
Unas facciones felinas, suaves y salvajes al mismo tiempo en una piel de plata batida, melena negra como el pecado al que incitaban sus curvas, dos gotas de sol brillando en unos ojos que parecían expresar dominio sobre el mundo entero. Cada paso que la acercaba a la mesa, Gerald notaba como los cimientos de su plan se resquebrajaban bajo el poderoso oleaje de lujuría que exudaba cada poro de su piel. De repente ya no estaba tan seguro de poder manipularla. Ya no estaba seguro de querer hacerlo.
No obstante, se mantuvo firme. Había visto mujeres bellas antes y ninguna había interferido en sus propósitos. Ni seductoras doncellas ni amigas de la infancia le habían cautivado hasta el punto de hacerle olvidar sus ambiciones, y no tenía intención alguna de echar a perder esa buena racha. Dio un buen trago a su propia copa, servida no mucho antes por el mismo camarero manipulado, y se lamentó por no beber alcohol. Le habría venido bien la distracción del amargo calor bajando por su garganta. En su lugar, paladeó las palabras de Lysbeth.
-Todo lo que hago es con escrupulosa cortesía, milady. Mi nombre es G... -Por un fugaz momento a punto estuvo de desvelar su verdadero nombre. Por suerte contuvo a tiempo su lengua y fingió una leve tos para ocultar su desliz-. Mi nombre es Elliot, y no deseo más que vuestra compañía en esta... aventura. Rodeado de tan ruda y peligrosa combinación de delincuentes, ¿quién no querría contar con vuestra presencia?
Mentía, por supuesto, y estaba seguro de que ella lo sabía. Pero, qué diablos, había jugado a ese juego toda su vida. Los engaños, las amenazas veladas y los sutiles gestos eran parte primordial del juego, y no pensaba prescindir de él. Y la terriblemente falsa candidez con la que, en vano, intentaba cubrir su rostro le decía que aquella misteriosa desconocida conocía las reglas.
-Señores, el señor Elrik desea verles -interrumpió una voz.
Gerald fulminó con la mirada al hombre del traje. Había muchos motivos por el que esas palabras le resultaban del todo inoportunas. Su intención en aquella especie de cumbre criminal no era otra más que hacer sitio en el trono de la escoria, liberando al infame Viktor Elrik del peso de su corona, de sus recuerdos y de su cabeza. Sin embargo, difícilmente podría hacer eso y a la vez mantener su tapadera como casi inofensivo miembro de Nameless si tenía a White y su compinche observando sus movimientos. Y menos aún sin haber preparado el terreno con Lysbeth. Hacer que matase a Elrik sería más complicado sin haber podido interferir en su mente con un poco de antelación. Realmente era un engorro.
Quiso pensar que por ese motivo estaba enfadado, y no porque aquel mayordomo simiesco hubiese interrumpido su conversación con la dama.
Gerald se puso en pie, consciente de que si rechazaba la invitación resultaría sumamente sospechoso. Apuro su vaso de agua y se alisó las arrugas que la silla había dejado en su capa mientras trazaba un esbozo de un plan de huida. Solo por si acaso. A pesar de no ser lo ideal, tendría que jugar con las cartas que le habían tocado. Si White o Black acertaban a vislumbrar el poder que ocultaba... en fin, una cabeza o tres, poco importaba.
-Dile al señor Elrik que acudiremos encantados -dijo, cortante. Casi no se notó lo mucho que le molestaba que le mandasen llamar, y menos delante de otras personas. Luego, haciendo esperar intencionadamente al trajeado, se giró hacia Lysbeth y le tendió tanto la mano como una discreta sugerencia mental para disponerla a su favor-. ¿Me haréis el honor? Quisiera ver cómo reacciona el Rey de los Bajos Fondos cuando esté deslumbrado por vos.
Pero todo cambió cuando apareció ella.
Unas facciones felinas, suaves y salvajes al mismo tiempo en una piel de plata batida, melena negra como el pecado al que incitaban sus curvas, dos gotas de sol brillando en unos ojos que parecían expresar dominio sobre el mundo entero. Cada paso que la acercaba a la mesa, Gerald notaba como los cimientos de su plan se resquebrajaban bajo el poderoso oleaje de lujuría que exudaba cada poro de su piel. De repente ya no estaba tan seguro de poder manipularla. Ya no estaba seguro de querer hacerlo.
No obstante, se mantuvo firme. Había visto mujeres bellas antes y ninguna había interferido en sus propósitos. Ni seductoras doncellas ni amigas de la infancia le habían cautivado hasta el punto de hacerle olvidar sus ambiciones, y no tenía intención alguna de echar a perder esa buena racha. Dio un buen trago a su propia copa, servida no mucho antes por el mismo camarero manipulado, y se lamentó por no beber alcohol. Le habría venido bien la distracción del amargo calor bajando por su garganta. En su lugar, paladeó las palabras de Lysbeth.
-Todo lo que hago es con escrupulosa cortesía, milady. Mi nombre es G... -Por un fugaz momento a punto estuvo de desvelar su verdadero nombre. Por suerte contuvo a tiempo su lengua y fingió una leve tos para ocultar su desliz-. Mi nombre es Elliot, y no deseo más que vuestra compañía en esta... aventura. Rodeado de tan ruda y peligrosa combinación de delincuentes, ¿quién no querría contar con vuestra presencia?
Mentía, por supuesto, y estaba seguro de que ella lo sabía. Pero, qué diablos, había jugado a ese juego toda su vida. Los engaños, las amenazas veladas y los sutiles gestos eran parte primordial del juego, y no pensaba prescindir de él. Y la terriblemente falsa candidez con la que, en vano, intentaba cubrir su rostro le decía que aquella misteriosa desconocida conocía las reglas.
-Señores, el señor Elrik desea verles -interrumpió una voz.
Gerald fulminó con la mirada al hombre del traje. Había muchos motivos por el que esas palabras le resultaban del todo inoportunas. Su intención en aquella especie de cumbre criminal no era otra más que hacer sitio en el trono de la escoria, liberando al infame Viktor Elrik del peso de su corona, de sus recuerdos y de su cabeza. Sin embargo, difícilmente podría hacer eso y a la vez mantener su tapadera como casi inofensivo miembro de Nameless si tenía a White y su compinche observando sus movimientos. Y menos aún sin haber preparado el terreno con Lysbeth. Hacer que matase a Elrik sería más complicado sin haber podido interferir en su mente con un poco de antelación. Realmente era un engorro.
Quiso pensar que por ese motivo estaba enfadado, y no porque aquel mayordomo simiesco hubiese interrumpido su conversación con la dama.
Gerald se puso en pie, consciente de que si rechazaba la invitación resultaría sumamente sospechoso. Apuro su vaso de agua y se alisó las arrugas que la silla había dejado en su capa mientras trazaba un esbozo de un plan de huida. Solo por si acaso. A pesar de no ser lo ideal, tendría que jugar con las cartas que le habían tocado. Si White o Black acertaban a vislumbrar el poder que ocultaba... en fin, una cabeza o tres, poco importaba.
-Dile al señor Elrik que acudiremos encantados -dijo, cortante. Casi no se notó lo mucho que le molestaba que le mandasen llamar, y menos delante de otras personas. Luego, haciendo esperar intencionadamente al trajeado, se giró hacia Lysbeth y le tendió tanto la mano como una discreta sugerencia mental para disponerla a su favor-. ¿Me haréis el honor? Quisiera ver cómo reacciona el Rey de los Bajos Fondos cuando esté deslumbrado por vos.
- Resumen:
- Cháchara con Lysbeth - Proponer que les acompañe a ver al jefazo
Contenido patrocinado
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.