Susurros del pasado. [Simo Baker- Raviel Mengele]

-¿Sabes? si te soy sincero, nunca creí que este expediente fuera a ser tomado en serio. Es decir, un revoltoso nos amenaza y debemos movilizar nuestras fichas, ¿estoy entendiendo?- pregunté a uno de los mandos superiores mientras analizaba la misión que, para colmo, me habían dado para deshacerse de mi y mis creaciones macabras por un rato- sin embargo, tengo curiosidad sobre lo que están diciendo por allí.
Mi superior había aprendido a no responder, más que nada para conservar su cordura, por lo que simplemente sonrió y se encogió de hombros.
-Tampoco es que seas un alfil de nuestro tablero, como mucho eres un peón, y si alguien dice que, en una subasta, consiguió adn de un antiguo revolucionario famoso de un traje de baño, debemos saber que se piensa hacer con eso. No lo despreciamos, por eso mandamos al primero que encontramos disponible... y dispensable- me contestó con un tono burlón. Cuantas incisiones no le habría hecho ya de haber caído en mi mesa quirúrgica, sin embargo, era un superior y no debía siquiera insinuar algo en su contra. De cualquier modo, supongo que él ya sabía lo que creía de él.
-Para que no te sientas tan mal, dado que se trata de una zona donde se sabe que algunos revolucionarios se han visto comprando armamento ilegal, ya preparé que un agente del CP te respalde. La misión debería ser simple de buenas a primeras- me comentó mi superior. Alcé una ceja y volví mi mirada al documento de la misión.
-Las complicaciones surgen- le contesté.
-Por eso llamé al CP. Ahora, si dejaste de replicar, ponte en marcha si quieres regresar cuanto antes, que de perder al sospechoso te irá mal.
Sin decir nada más, tomé mis cosas y el documento y me marché. Tras juntar mis cosas del hotel de la marina, un lugar especial donde sólo se podían alojar miembros, tomé el siguiente barco hacia la isla de los barcos hundidos. Aparentemente no había mucho que ver allí, pero había que tener mucho cuidado porque, en realidad, se trataba de un extenso mercado negro. Vaya cosa, buscar adn de una tanga de más de ciento cincuenta años y llevarla conmigo de regreso al cuartel. Obviamente, ninguna misión era tal cual la presentaban los superiores, gente que vive detrás del escritorio y de los méritos ajenos, por lo que debía estar listo para lo que hubiera detrás de esa excéntrica adquisición de la subasta.
Se suponía que encontraría al agente dentro del barco, en algún lugar de la cubierta del lado de la proa, por lo que me acerqué a esperar allí, mientras pensaba en lo que podía suceder.

No me gustaba esa isla. No sabía ni si la podía llamar como tal; su superficie estaba compuesta por una gran cantidad de naufragios que unían las distintas rocas puntiagudas que se abrían paso desde el fondo. “Si no hubiera tantos marineros despistados, quizá los criminales no tendrían un refugio tan bueno”, había pensado lamentándome al verla. Porque sí, eso es lo que era, una base criminal en la que nadie en su sano juicio viviría. Si hubiera podido elegir me habría quedado en la base disfrutando de unas tranquilas vacaciones. Por desgracia, en el Cipher Pol estas no existían, solo había ligeros periodos de descanso entre misiones. Y eso es lo que me había llevado allí, una misión.

Al parecer querían que acompañara a un científico para que consiguiera muestras de A.D.N. de un antiguo mando revolucionario. Había leído detenidamente muchas veces el informe, por lo que sabía de memoria la descripción de la zona, qué posibles criminales nos podían acechar y cómo actuar en torno al marine que iba a escoltar, pero… no tenía ni puta idea de cuál era nuestro objetivo realmente. En el fondo era culpa mía, por tener tan escasos conocimientos científicos, pero no veía la utilidad en recoger residuos del tanga de un revolucionario. Fuera como fuese no me iba a quejar, siendo una zona tan conflictiva iba a ser una misión tan entretenida como cualquier otra.

—Raviel Menguele, ¿correcto?— dije apareciendo con el soru a la espalda del marine que debía acompañar. Con la descripción habría sido imposible confundirme, era el único mink presente—. Soy el agente encargado de la escolta. Actúa con normalidad y sigue con tu misión, nadie te va a causar problemas mientras yo te vigile. Si necesitas ayuda para algo en específico haz un gesto y apareceré al momento—, le indiqué antes de volver a desaparecer con mi soru sin que nadie llegara a reparar en el acercamiento. Seguramente había sido algo incómodo para él, pero no convenía que nos vieran juntos. De esta forma yo podría actuar con sigilo sin que nadie sospechase al verme por la zona. Además estos movimientos rápidos me ayudaban a practicar mi soru, cuya velocidad llevaba ya tiempo utilizando al límite en busca de mejorarlo.

Vaya, había sido muy extraño aquel encuentro. Aún cuando el agente se perdió en las sombras, sabía que tenía cierto apoyo detrás mío, por lo que haciendo uso de mi sigilo, me puse mi capucha y decidí avanzar sin ser visto. Los cuernos sobresalían sobre la capucha negra que emergía de mi bata de laboratorio blanca, sin embargo, en ese medio no era lo más notorio. Criminales de todo tipo se pavoneaban por allí con atuendos presuntuosos. Algunos con ropajes llamativos, otros no tanto, pero casi todos con rostros que te obligaban a mirar a otro lado.

Me introduje en el laberinto de naufragios, buscando alguna taberna en dónde buscar pistas, cuando sentí que alguien me observaba. Al principio pensé que se trataría del agente, pero alguien más andaba entre las sombras. Decidí escabullirme entre la multitud de ebrios, la cual se volvía más densa a medida que me acercaba a la zona de bares, y aunque no logré ver nada directamente, podría asegurar ver sombras moviéndose entre los rincones. Quizás era por mi raza y mi aspecto, o quizás sabían que pertenecía a la marina, sin embargo, decidí acercarme a la barra y hablar con el cantinero.

-Una cuba con bastante hielo. Por cierto, ¿si quiero conseguir "cosas" para mi laboratorio, con quien debería hablar?- le pregunté al cantinero sin levantar la vista. El cantinero, un hombre rudo y de escasa educación, cortantemente levantó el dedo y señaló un hombre con casaca pirata y enormes lentes de pasta.

-Habla con "ese"- dijo y luego arrojó la cuba a mi lugar. Tras pagar, me acerqué a ese pirata.

-Si quiero material para "cosas" de, digamos, biología ¿cuanto me va a costar?

Sin embargo, aquel sujeto rió.

-Amigo, ¿no ves que te van siguiendo? Y no son pocos. Ven a mi "oficina" y hablaremos- dijo el pirata, levantándose para dirigirse a una entrada que daba hacia la cocina del bar. Tras seguirlo, cerró la puerta detrás suyo.
Un par de hombres fuertes palparon mi bata, haciéndome cosquillas, buscando micrófonos. Cuando confirmaron que estaba limpio, el pirata se me acercó.

-No muchos vienen por aquí buscando esas cosas, sin embargo, los hay. Puedo conseguirte muestras de gyojin, de gigante, tontatta, sirena... lo que quieras- dijo el pirata.

-Tengo un socio en Water Seven y buscamos algo para, digamos, "clonar" cierta muestra rescatada de cierta tela. No interesa el sujeto en cuestión, sino lo que hay "en su sangre".

El pirata se rascó la barbilla y caminó un poco de aquí para allá.

-Hace pocos días vino un sujeto buscando algo similar. No conmigo, pero con alguien que conozco. Sígueme para que hables con él. Sólo espero que tengas con qué pagar- dijo el pirata, haciéndome una seña para que le siguiera y un chasquido para que sus guardaespaldas nos acompañaran. Ahora si estaba verdaderamente en las entrañas de los naufragios, entre pasillos estrechos y recovecos. Sólo faltaba ver hacia dónde conducía todo esto y, además de salir bien librado, cómo podía beneficiarme.