¡¡EMPIEZA KAITO*!!
*Te recuerdo que debes defenderte de las acciones del post de Ellaonora en la anterior ronda.
- Descripción del entorno:
- Si os habéis fijado, que espero que sí, o al menos o lo comentarán más adelante, antes de que empezarais vuestro combate ha habido otro, y la carpa ha desaparecido, y estáis en algo parecido a un gran bote flotante. Estáis a la derecha de la zona VIP de Viktor, casualmente al lado contrario de donde se encuentran agrupados todos los invitados a la fiesta esperando salir en dirección a la aguja.
Desde el reservado, podéis ver a uno de los Viktor sentado y observando con una copa de vino en la mano, como si de un espectáculo se tratara. A la espalda de Kaito hay una mesa redonda, cuyo diámetro es de unos dos metros, con una única pata central de gran grosor, y que está anclada en el suelo de la plataforma. Tiene un mantel de cuadros rojos y blancos muy bonita, ¿o será de cuadros blancos y rojos? No hay tiempo para contarlos. Rodeando la mesa hay tres sillas, estando dos de ellas rotas, quizás por una pelea entre un perro y un gato. Tras Ellanora, no hay nada, solo sus subordinados observando todo con gesto de indiferencia, sin preocupación alguna. Si os fijais a vuestro alrededor, apenas hay nada, algunas manchas de alcohol en el suelo, y poco más; al menos en un radio de cinco metros.
¡Ah! Por si os lo preguntáis, en los exteriores de la carpa, lo que separa el salón donde estaban ubicados todos los maleantes que ha podido convocar Viktor de la zona de atraque, hay un murete de madera de un metro y medio de altura, y tras ella tres metros de suelo de madera.
Kaito Takumi
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- Nota sobre posiciones:
Dado que la vampira iba detrás mía en carrera, he considerado apropiado considerar que la mesa está más bien delante mía más que a mi espalda. No estabamos en un 1vs1 frontal, sino en una especie de cacería, y ruego se tenga en cuenta para este "cambio", que es más bien un inciso, respecto a la moderación.
*Este es el primer Edit realizado para el post, el resto eran sobre un resumen que al final se ha quitado por tema de que las progresiones no eran lineales.
Mirando por encima del hombro para comprobar qué ocurría con el recuerdo que le había dejado tanto a la chica como a White, el chico pulpo no fue capaz de escuchar del todo las palabras de su compañero… pero bien pudo oír la atronadora carrera de un ser construido para ser tan grande como pesado. Aquel tambor retumbaba en su pecho.
Desgraciadamente para el ningyo, no pudo recrearse en estudiar los poderosos movimientos del coloso, ya que una pequeña figura y su peligroso estoque exigían su atención al completo. Maldijo para sus adentros sabiendo que la endiablada velocidad que llevaba la mujer lanzada, cuyas piernas reforzaban aquel apresurado ritmo, le impediría darse la vuelta y reaccionar a tiempo. Así que decidió no darse la vuelta para ello, acelerando y mirando hacia delante mientras su alma se encargaba de revelarle la posición de su adversaria.
Bajo la atenta supervisión de la maquiavélica torre, Kaito no tenía nada más que a sí mismo para defenderse de la estocada. No había nadie a quien poner en medio, y aún con los muebles delante él, poco podía entretenerse en su carrera. Sabía que, si subía a la mesa intentando colocar la única silla intacta de por medio, la cual le costaría alcanzar, la chica podría ser capaz de usarla como escalón hacia el mantel para perpetuar su ataque. Necesitaba algo más para obstaculizarla. Algo diferente. Algo que pudiera usar ya, mientras corría y la distancia que le separaba de la dama se acortaba peligrosamente. No sonrió, pero su corazón lo hizo con malicia.
Con el tentáculo que agarraba su bichero de metal, colocado en el estrecho hueco entre su carne y la tira de su riñonera, terminó de extraerlo y dejó caer a su espalda. La barra de metal siguió el curso de la gravedad bajo su capa, librándole de una carga de diez kilos y dos lenguas, convirtiéndose en una peligrosa zancadilla para la muchacha que venía detrás. Aquel obstáculo oculto puesto a más que mala leche tenía la intención de hacerla tropezar, o al menos de retrasarla lo suficiente como para evitar la afilada punta de la ropera en su salto a través de la mesa. La diferencia de altura de ambos individuos, sin embargo, hacía bastante más probable que aquella barra acabase más bien golpeando el pecho de la última de los Volkihar.
Temiendo que ni su trampa ni la altura de la mesa fuesen suficientes para propiciar su huida, y desconociendo las capacidades de la mujer dispuesta a convertirlo en un pincho de pulpo, Kaito bajó el brazo armado con su gancho en medio de su ágil acrobacia arrastrando consigo lo único que los rufianes no habían robado. Llevándose aquella bandera de cuadros como reclamo, continuó galopando una vez saltado el mueble. Consciente de que aquella mujer había tenido que recurrir al empuje externo del tal Adam para alcanzarle, giró justo al aterrizar y de nuevo varias veces aprovechando la cobertura del ondeo del tapete y de otros posibles obstáculos en su camino con la intención de poner fin a la ventaja cinética de su enemiga cuanto antes.
Muchos dirían que el pulpo era un cobarde, y aunque probablemente tendrían razón, ignoraban que su estilo de combate era un vil acto de supervivencia que solo buscaba ganar. El honor de los caballeros y los samuráis quedaban bien lejos de la esencia del pelirrojo, más orientado a librar guerrillas crueles y tramposas.
Pasados unos diez segundos una vez su mantra, al que él llamaba “Las corrientes del mundo”, le susurrase que la chica había salido de su radio de detección, se giraría para encararla y comenzar el combate de verdad. Entonces se acuclillaría, o lo que fuera que hicieran aquellos miembros sin huesos, para reducir la altura que los separaba, y mientras terminaba de encorvarse extendería su arma hacia la mujer. Sujetando aquel bichero de madera con ambas manos en una ligera diagonal, con la mano espejo con la que ella utilizaba su ropera a la mitad del mango y la opuesta al final para apoyar sus movimientos, colocó la afilada punta en forma de garfio mirando hacia el oscuro cielo dejando colgar la improvisada red roja y blanca. También enrrolló y replegó los tentáculos anteriores bajo su manto, ocultándolos como dos peligrosos quelíceros que realmente tenían más similitud con las improvisadas pezuñas del resto de sus patas.
En posición para el combate, esperó pacientemente devorando con ansia la información que todos sus sentidos podían proporcionarle. Decidió entonces librarse del mínimo peso del par de zapatos que llevaba en las únicas ventosas que podía usar en aquella forma, y los dejó caer como un par de excrementos de cuero justo bajo su sifón.
—¿No te ha gustado el regalo? —preguntó bien alto sin deje alguno de mofa.
Desconocía porqué venía a atacarle, aunque tampoco le importaba demasiado. Si debía seguir preguntando, lo haría cuando aquella criatura gris no pudiese ni siquiera moverse. ¿Le dejarían sus esbirros hacerlo? Esperaba que sus compañeros lidiasen con aquella desagradable y más que posible intervención. Ocupado en aquellos desagradables pensamientos, notó el frescor de la brisa marina colarse por su parte trasera, y entonces fue consciente del tajo que había recibido su capa.
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Salto de Turno porque no me quiero perder el Evento
Preparado para el combate, el ningyo no pudo evitar extrañarse de que aquella mujer siguiese al lado de la primera mesa que había saltado. Había pasado ya tiempo desde que había comenzado a correr, y solo pudo encontrar varias razones para la posición de su adversaria.
La primera de ellas es que se habría hecho daño y hubiese optado por dejar el combate, ya fuese por tropezar con el bichero, resultando en un tobillo torcido o una pierna rota, o tras un fuerte testarazo contra el borde de la mesa que había hundido sus costillas. La segunda es que tras aquel pequeño tajo dado al final de su capa, su ira, de la cual el pelirrojo aún buscaba el motivo, se hubiese aplacado. La última, y la que menos le parecía posible, es que se hubiera dado cuenta de la imposibilidad que era seguir a alguien tan ágil como él que además le sacaba pares de patas de ventaja.
“Pero no me voy a quedar a preguntarle”, pensó cogiendo de nuevo los zapatos y aprovechando la oscuridad de aquella aciaga noche para desaparecer en silencio dándole vueltas a la razón del ataque.
Kaito trazó unas cuantas teorías para justificar el inicio del entuerto:
Sin darle más importancia al asunto, y a pesar de perder el arma que le había acompañado los últimos años y dos lenguas, el chico-pulpo se marchó de allí para buscar a sus compañeros dentro de la torre. Lo primero era volver con ellos, y luego ya realizaría los experimentos en el par de patucos.
Preparado para el combate, el ningyo no pudo evitar extrañarse de que aquella mujer siguiese al lado de la primera mesa que había saltado. Había pasado ya tiempo desde que había comenzado a correr, y solo pudo encontrar varias razones para la posición de su adversaria.
La primera de ellas es que se habría hecho daño y hubiese optado por dejar el combate, ya fuese por tropezar con el bichero, resultando en un tobillo torcido o una pierna rota, o tras un fuerte testarazo contra el borde de la mesa que había hundido sus costillas. La segunda es que tras aquel pequeño tajo dado al final de su capa, su ira, de la cual el pelirrojo aún buscaba el motivo, se hubiese aplacado. La última, y la que menos le parecía posible, es que se hubiera dado cuenta de la imposibilidad que era seguir a alguien tan ágil como él que además le sacaba pares de patas de ventaja.
“Pero no me voy a quedar a preguntarle”, pensó cogiendo de nuevo los zapatos y aprovechando la oscuridad de aquella aciaga noche para desaparecer en silencio dándole vueltas a la razón del ataque.
Kaito trazó unas cuantas teorías para justificar el inicio del entuerto:
- Teoría del Honor de los muertos: La chica le había atacado por el desprecio y/o asco que le tenía al haber “profanado” los cadáveres de los Victor. Poco probable que el ataque no se diese mientras lo realizaba.
- Teoría del Regalo no deseado: La cabeza había sido vista como una mofa o, lo que era más preocupante, como la verdadera intencionalidad oculta de la bomba en la máscara. Probable si era una mujer lista.
- Teoría del Noble tiquismiquis: La cabeza, la cual podría haber evitado porque el pase era muy lento y abombado, la había manchado de sangre y como persona que iba arreglada se había tomado aquello como un insulto que necesitaba ser vengado. Poco probable… a menos que el traje fuera de diseño o muy caro.
Sin darle más importancia al asunto, y a pesar de perder el arma que le había acompañado los últimos años y dos lenguas, el chico-pulpo se marchó de allí para buscar a sus compañeros dentro de la torre. Lo primero era volver con ellos, y luego ya realizaría los experimentos en el par de patucos.
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