Nailah
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Un árbol gigante les impedía el paso y para colmo de la situación, Luka estropeaba las cosas una vez más. ¿Pero qué hacía? En ese momento Nailah sintió una profunda decepción, también un odio porque se acabarían todas las relaciones con el gobierno mundial. Solo era una orden muy sencilla, no liarla ni atacar a ningún miembro del gobierno, pero al parecer el tritón no había podido aguantarse. Imbécil, pensó la pirata fulminándolo con la mirada.
Tras eso resopló, dando un par de pasos hacia atrás hasta que su hombro chocó con una mujer de cabellos rosados.
-A ver si miras por dónde vas - le comentó bordemente a la mujer, que parecía ser una agente del gobierno por como iba vestida.
La muchacha se quedó mirándola y avanzó torpemente hasta un grupillo variopinto y Nailah negó con la cabeza. Que poco espabilados estaban algunos del gobierno. Solo por eso podrían haberse enzarzado en una pelea, y ya que el pirata había decidido romper la tregua, estaba enfadada y necesitaba insultar a alguien para liberarse. Sin embargo, Zane parecía seguir queriendo la alianza por lo que prefirió hablar. Ella no habló, pero también quería la alianza, y además, Al no le había enseñado a bailar, no podían romperla aún.
La araña, en cambio, no pareció importarle nada el tema alianzas, ya que en cuestión de segundos una especie de tubos se dirigían hacia ella. Antes de que pudiera apartarse se encontraba arrastrándose por el suelo, de espaldas. Notó un poco de ardor en los roces y se irguió.
-¡Brynn! - Exclamó mientras se dibujaba una sonrisa en su rostro, aun con dolor de la caída -. De toda la gente que hay aquí, eres al que menos esperaba encontrar. A ver cuando me toca salvarte a ti.
Nailah se encontraba aún en el suelo al lado de Brynn, a unos metros de distancia de sus compañeros. Se llevó la mano al brazo y bajó la cabeza.
-Puede sonar raro, pero hay que salvar el mundo. Pensarás que me he vuelto loca, con lo que me encanta el caos, pero... sin el mundo no podría disfrutar del caos que tanto adoro - su tono se fue apagando hasta convertirse en algo serio -. Debería volver con Zane.
Tras eso resopló, dando un par de pasos hacia atrás hasta que su hombro chocó con una mujer de cabellos rosados.
-A ver si miras por dónde vas - le comentó bordemente a la mujer, que parecía ser una agente del gobierno por como iba vestida.
La muchacha se quedó mirándola y avanzó torpemente hasta un grupillo variopinto y Nailah negó con la cabeza. Que poco espabilados estaban algunos del gobierno. Solo por eso podrían haberse enzarzado en una pelea, y ya que el pirata había decidido romper la tregua, estaba enfadada y necesitaba insultar a alguien para liberarse. Sin embargo, Zane parecía seguir queriendo la alianza por lo que prefirió hablar. Ella no habló, pero también quería la alianza, y además, Al no le había enseñado a bailar, no podían romperla aún.
La araña, en cambio, no pareció importarle nada el tema alianzas, ya que en cuestión de segundos una especie de tubos se dirigían hacia ella. Antes de que pudiera apartarse se encontraba arrastrándose por el suelo, de espaldas. Notó un poco de ardor en los roces y se irguió.
-¡Brynn! - Exclamó mientras se dibujaba una sonrisa en su rostro, aun con dolor de la caída -. De toda la gente que hay aquí, eres al que menos esperaba encontrar. A ver cuando me toca salvarte a ti.
Nailah se encontraba aún en el suelo al lado de Brynn, a unos metros de distancia de sus compañeros. Se llevó la mano al brazo y bajó la cabeza.
-Puede sonar raro, pero hay que salvar el mundo. Pensarás que me he vuelto loca, con lo que me encanta el caos, pero... sin el mundo no podría disfrutar del caos que tanto adoro - su tono se fue apagando hasta convertirse en algo serio -. Debería volver con Zane.
Midorima Shintaro
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Las palabras de Dexter, en parte, lo calmaron. Le había dado una tapadera que podría evitar cualquier duda en caso de que alguien los hubiera escuchado. Aunque, por un minuto, maldijo su poca inteligencia. ¿Por qué no solo se calló? ¿Por qué no controló mejor sus nervios? La situación era complicada y había actuado impulsivamente… ¿Acaso no había madurado nada? Sabía que el Yonkou iba a estar ahí o lo presentía, su excapitán y ex mejor amigo, nunca se quedaba quieto cuando alguien amenazaba con destruir el mundo. Conocía su historia y solo era un pirata porque estuvo en el momento y lugar equivocados. Aunque lo sabía, esperaba no tener que encontrarse con él, pero… Ya había pasado y si tenía que dar explicaciones, lo haría.
Escuchó la voz de Deathstroke, le había hablado, fuerte y claro. ”Ya sabes lo que dices, hierba mala nunca muere” —pensó en responderle, pero… Ya suficiente tenía con Dexter como para que más gente fijara su atención en él. Así que no dijo nada. ”¿Por qué no hiciste lo mismo con el dragón? ¡Idiota! ¡Tarado! ¡Imbécil! ¡Bueno para nada!” —se reprochó con furia mientras apretaba sus puños. Era tan simple como ignorarlo y no lo hizo, error, no quiso hacerlo. Finalmente, el segundo de a bordo de su excapitán siguió su camino y se quedó al lado del poderoso dragón.
Siguió su camino, ignorando las miradas frívolas, casi asesinas, de Simo y Giotto. De hecho, estaba inmerso en sus pensamientos y en sus dudas. Solo el sonido ambiente de mucha gente reunida lo hizo volver a enfocarse. En el interior, había gente, mucha. Era un grupo bastante variopinto, veía sobre todo, marines en su mayoría, pero también destacaban las presencias de los Arashi, capitaneada por Zane D. Kenshin. ¿Cómo habían llegado a eso? No tenía idea y tampoco le interesaba. ”Una araña en el techo… Menuda bienvenida” —pensó mientras la veía. También observó que Ellie ya estaba allí luciéndose un poco. No iba a hacer nada, había mucha gente ahí metida y sobraba gente para destruir esa cosa, lo que significaba una cosa: Tenían vía libre.
Escuchó las palabras de Dretch y solo asintió. Pensó en desquitarse con la araña, pero con la mala suerte que traía encima, fijo recibía un ataque por estar desprevenido. Suspiró para intentar relajarse y concentrarse, tenía que estarlo. Ya no podía darse el lujo de estar con la guardia baja, menos cuando, al parecer, dos de sus compañeros ya no confiaban en él. Vio a Giotto adelantarse y querer hablar con el líder. ”Ya pensaré en algo, por ahora, debo salir vivo de aquí. Ya sabemos que las guerras y yo no nos llevamos precisamente bien” —pensó mientras se quedaba atrás, pero atento al grupo.
—Maldita sea —murmuró. Ya nada podía salir peor, ¿verdad? Se había colocado, él solo, un gran y rojizo punto de mira. Todo por ser impulsivo y no controlarse. ”Pero ya es tarde para arrepentimientos. Vas a salir de esto, tienes que hacerlo” —se dijo a sí mismo. No iba a decir nada, iba a estar callado y solo interactuaría cuando alguien le dirigiera la palabra… Aunque dudaba que alguien lo hiciera.
Escuchó la voz de Deathstroke, le había hablado, fuerte y claro. ”Ya sabes lo que dices, hierba mala nunca muere” —pensó en responderle, pero… Ya suficiente tenía con Dexter como para que más gente fijara su atención en él. Así que no dijo nada. ”¿Por qué no hiciste lo mismo con el dragón? ¡Idiota! ¡Tarado! ¡Imbécil! ¡Bueno para nada!” —se reprochó con furia mientras apretaba sus puños. Era tan simple como ignorarlo y no lo hizo, error, no quiso hacerlo. Finalmente, el segundo de a bordo de su excapitán siguió su camino y se quedó al lado del poderoso dragón.
Siguió su camino, ignorando las miradas frívolas, casi asesinas, de Simo y Giotto. De hecho, estaba inmerso en sus pensamientos y en sus dudas. Solo el sonido ambiente de mucha gente reunida lo hizo volver a enfocarse. En el interior, había gente, mucha. Era un grupo bastante variopinto, veía sobre todo, marines en su mayoría, pero también destacaban las presencias de los Arashi, capitaneada por Zane D. Kenshin. ¿Cómo habían llegado a eso? No tenía idea y tampoco le interesaba. ”Una araña en el techo… Menuda bienvenida” —pensó mientras la veía. También observó que Ellie ya estaba allí luciéndose un poco. No iba a hacer nada, había mucha gente ahí metida y sobraba gente para destruir esa cosa, lo que significaba una cosa: Tenían vía libre.
Escuchó las palabras de Dretch y solo asintió. Pensó en desquitarse con la araña, pero con la mala suerte que traía encima, fijo recibía un ataque por estar desprevenido. Suspiró para intentar relajarse y concentrarse, tenía que estarlo. Ya no podía darse el lujo de estar con la guardia baja, menos cuando, al parecer, dos de sus compañeros ya no confiaban en él. Vio a Giotto adelantarse y querer hablar con el líder. ”Ya pensaré en algo, por ahora, debo salir vivo de aquí. Ya sabemos que las guerras y yo no nos llevamos precisamente bien” —pensó mientras se quedaba atrás, pero atento al grupo.
—Maldita sea —murmuró. Ya nada podía salir peor, ¿verdad? Se había colocado, él solo, un gran y rojizo punto de mira. Todo por ser impulsivo y no controlarse. ”Pero ya es tarde para arrepentimientos. Vas a salir de esto, tienes que hacerlo” —se dijo a sí mismo. No iba a decir nada, iba a estar callado y solo interactuaría cuando alguien le dirigiera la palabra… Aunque dudaba que alguien lo hiciera.
Bizvan
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Nada, no había reacción al uso de mi haki, parecía ser que aquellos que afirmaban que era posible, solo era fruto de su experiencia y reflejos.
No podía negar que era decepcionante, y ahora creía conocer las respuestas a otras dudas que tenía con respecto al haki. Si lo veía desde un punto de vista positivo, no todo era tan malo, claro que había más pérdidas que ganancias, pero pudo ser peor.
Mientras estaba en mi mundo, varios de los presentes decidieron que lo mejor era acabar con la araña de (aparentemente) titanio. De entre todos los que parecían tener intención de atacar a la araña, llamó mi atención la presencia de mi compañero.
Conocía el poder de Tobías, no debería tener problemas para dañar el cuerpo de esa cosa si es que estaba construida con titanio. Incluso si Tobí no fuese capaz de hacer algo al respecto, había otros preparando su ataque. Aquel sujeto con un arma y claras intenciones de disparar me provocaron un ligero escalofrío, pues no conocía qué tipo de munición estaba utilizando y podía apostar a que su arma escupiría una gran cantidad de balas.
No tenía intención de llevarme un disparo o cualquier otro tipo de ataque fruto del daño colateral, por lo que decidí no cesar con el uso del mantra. Confiaba en mis reflejos para esquivar ataques, sin embargo era mejor contar con una ayuda extra en caso de no ver venir el ataque.
¿Había algo más que hacer en aquella sala? Quizás ir a hablar con alguno de los pintorescos personajes presentes, aunque sólo reconocía al dragón. No tenía idea de que clase de relación tuvo con el capitán, pero este siempre mencionó que el dragón era un buen hombre. Confiaba en Kimura, mucho más de lo que confiaba en mí mismo, no obstante no tenía intención de ir y decir “hola”, sin mencionar que era imposible que aquel hombre supiera quién era yo, solo sería incómodo.
Era más que seguro que la araña estaría acabada o como mínimo sufriría un grave daño, no obstante era mejor no correr riesgos.
- Busquen un lugar donde mantenerse alejados del combate, aún no están listos para esto.
Los esqueletos asintieron y siguieron mi orden. No había necesidad de darles esa indicación, si alguno era destruido, volvería al colgante y tras un tiempo podría llamarlo de nuevo, sin embargo no me gustaba tratarlos como herramientas y quería verlos ser destruidos lo menos posible.
Tomando en cuenta los demás ataques, comencé a acercarme lo más posible a Tobías, era poco probable que algo le ocurriera, pero preferí estar listo para brindarle apoyo en caso de ser necesario. No conocíamos los métodos de ataque del enemigo y aunque improbable, era prudente asumir que la máquina contará con parte de kairoseki o siendo muy drásticos, que su telaraña contara con pequeñas cantidades de la piedra marina.
Si mi compañero no corría peligro me daría el lujo de estar pendiente de alguien más, no por arrogancia, pero no me gustaría dejar a alguien a su suerte y menos si puedo hacer algo para ayudar.
No podía negar que era decepcionante, y ahora creía conocer las respuestas a otras dudas que tenía con respecto al haki. Si lo veía desde un punto de vista positivo, no todo era tan malo, claro que había más pérdidas que ganancias, pero pudo ser peor.
Mientras estaba en mi mundo, varios de los presentes decidieron que lo mejor era acabar con la araña de (aparentemente) titanio. De entre todos los que parecían tener intención de atacar a la araña, llamó mi atención la presencia de mi compañero.
Conocía el poder de Tobías, no debería tener problemas para dañar el cuerpo de esa cosa si es que estaba construida con titanio. Incluso si Tobí no fuese capaz de hacer algo al respecto, había otros preparando su ataque. Aquel sujeto con un arma y claras intenciones de disparar me provocaron un ligero escalofrío, pues no conocía qué tipo de munición estaba utilizando y podía apostar a que su arma escupiría una gran cantidad de balas.
No tenía intención de llevarme un disparo o cualquier otro tipo de ataque fruto del daño colateral, por lo que decidí no cesar con el uso del mantra. Confiaba en mis reflejos para esquivar ataques, sin embargo era mejor contar con una ayuda extra en caso de no ver venir el ataque.
¿Había algo más que hacer en aquella sala? Quizás ir a hablar con alguno de los pintorescos personajes presentes, aunque sólo reconocía al dragón. No tenía idea de que clase de relación tuvo con el capitán, pero este siempre mencionó que el dragón era un buen hombre. Confiaba en Kimura, mucho más de lo que confiaba en mí mismo, no obstante no tenía intención de ir y decir “hola”, sin mencionar que era imposible que aquel hombre supiera quién era yo, solo sería incómodo.
Era más que seguro que la araña estaría acabada o como mínimo sufriría un grave daño, no obstante era mejor no correr riesgos.
- Busquen un lugar donde mantenerse alejados del combate, aún no están listos para esto.
Los esqueletos asintieron y siguieron mi orden. No había necesidad de darles esa indicación, si alguno era destruido, volvería al colgante y tras un tiempo podría llamarlo de nuevo, sin embargo no me gustaba tratarlos como herramientas y quería verlos ser destruidos lo menos posible.
Tomando en cuenta los demás ataques, comencé a acercarme lo más posible a Tobías, era poco probable que algo le ocurriera, pero preferí estar listo para brindarle apoyo en caso de ser necesario. No conocíamos los métodos de ataque del enemigo y aunque improbable, era prudente asumir que la máquina contará con parte de kairoseki o siendo muy drásticos, que su telaraña contara con pequeñas cantidades de la piedra marina.
Si mi compañero no corría peligro me daría el lujo de estar pendiente de alguien más, no por arrogancia, pero no me gustaría dejar a alguien a su suerte y menos si puedo hacer algo para ayudar.
- Resumen :
- Pensar en cosas sin sentido.
Mantener activado mi mantra en caso de encontrarme en el rango de aque de alguien más (segundo turno activado)
Comenzar a acercarme para apoyar a mi nakama en caso de ser necesario, de igual forma estar pendiente por si alguien más necesita ayuda… Pero Tobías es prioridad.
Ellie
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La mink notaba como la lava caía sobre la araña, sin embargo, aquello no duró mucho. De alguna u otra manera, un humano se acercó y drenó el calor del magma, dejando caer un líquido que nada se parecía al original. ¿Cómo diablos haría aquello? La loba, algo estupefacta, se retiró un par de metros, intentando asimilar qué había pasado y quién era ese maldito humano.
La temperatura de la lava era demasiado elevada como para que alguien, empleando alguna técnica medianamente normal, pudiese absorber su calor. Sin embargo… ¿Quién era normal de los allí presentes? La mayoría eran formidables guerreros que, de alguna u otra manera, se habían hecho un renombre en el mundo. Ni siquiera ella, desconocida entre tanto agente, era normal. Para empezar pertenecía a una raza extraña y minoritaria, y para seguir tenía una fruta aún más misteriosa. Pero al menos su dulzura compensaba la rareza de todo lo que le rodeaba.
Giró la cabeza en busca de Giotto, que debía estar cerca, sin embargo no le encontró. Se preguntó si habría ignorado sus palabras, o si por el contrario… Todos habían decidido darle esquinazo. ¿La habrían olvidado? ¿O lo habían hecho a conciencia?
La mink se sintió agobiada, empezó a lamerse la pata y unas cristalinas lágrimas empezaron a descender por sus mofletes, terminando por caer al suelo. Durante una gran parte de su vida, Ellie había sido una loba solitaria, pero quizá debido a ello, cuando sentía compañía le costaba mucho separarse de ella. Y aquél momento la hizo recordar cosas que quizá no quería volver a sentir jamás.
- Si… si yo no he hecho nada malo -susurró, siguiendo con la mirada cada rastro que le pudiera devolver a sus amigos-. No… no me han podido dejar aquí sola. Deben estar… deben estar por ahí. Sí, seguro.
La mink se centró en oler el rastro de Dretch. Era el más sencillo de seguir, ya que su descuido lamiéndole había dejado en su pelo parte de las babas de Ellie. Y era el rastro más sencillo de seguir, puesto que podía comprobarlo por sí misma.
Dejando la araña a un lado, la agente salió corriendo siguiendo su instinto, y no tardó más de unos segundos en dar con sus aliados. Aún con las lágrimas en el rostro, la loba se acercó hasta Taylor, a la cual abrazó con energía, dándole una pequeña descarga al no controlarse.
- Perdón -comentó mientras sonreía, quitándose las lágrimas del rostro-. Pensé que os habíais ido sin mí, casi me da algo. ¿Qué me he perdido?
La temperatura de la lava era demasiado elevada como para que alguien, empleando alguna técnica medianamente normal, pudiese absorber su calor. Sin embargo… ¿Quién era normal de los allí presentes? La mayoría eran formidables guerreros que, de alguna u otra manera, se habían hecho un renombre en el mundo. Ni siquiera ella, desconocida entre tanto agente, era normal. Para empezar pertenecía a una raza extraña y minoritaria, y para seguir tenía una fruta aún más misteriosa. Pero al menos su dulzura compensaba la rareza de todo lo que le rodeaba.
Giró la cabeza en busca de Giotto, que debía estar cerca, sin embargo no le encontró. Se preguntó si habría ignorado sus palabras, o si por el contrario… Todos habían decidido darle esquinazo. ¿La habrían olvidado? ¿O lo habían hecho a conciencia?
La mink se sintió agobiada, empezó a lamerse la pata y unas cristalinas lágrimas empezaron a descender por sus mofletes, terminando por caer al suelo. Durante una gran parte de su vida, Ellie había sido una loba solitaria, pero quizá debido a ello, cuando sentía compañía le costaba mucho separarse de ella. Y aquél momento la hizo recordar cosas que quizá no quería volver a sentir jamás.
- Si… si yo no he hecho nada malo -susurró, siguiendo con la mirada cada rastro que le pudiera devolver a sus amigos-. No… no me han podido dejar aquí sola. Deben estar… deben estar por ahí. Sí, seguro.
La mink se centró en oler el rastro de Dretch. Era el más sencillo de seguir, ya que su descuido lamiéndole había dejado en su pelo parte de las babas de Ellie. Y era el rastro más sencillo de seguir, puesto que podía comprobarlo por sí misma.
Dejando la araña a un lado, la agente salió corriendo siguiendo su instinto, y no tardó más de unos segundos en dar con sus aliados. Aún con las lágrimas en el rostro, la loba se acercó hasta Taylor, a la cual abrazó con energía, dándole una pequeña descarga al no controlarse.
- Perdón -comentó mientras sonreía, quitándose las lágrimas del rostro-. Pensé que os habíais ido sin mí, casi me da algo. ¿Qué me he perdido?
- Resumen:
- Flipar con Arthur y su técnica.
- Recular en busca de Giotto.
- Drama and more drama.
- ¿Dónde están mis amigos?
- Encontrarlos y darle un abrazo con una pequeña descarga a Taylor
- Flipar con Arthur y su técnica.
Sasaki
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Resultó ser que el recluta era mejor piloto de lo que pensaba y con un par de zigzagueos llegamos ilesos hasta donde se encontraban el resto, si debía de sacarle alguna pega a su conducción era que no había frenado, pero eso podía ser un punto a favor si fuésemos a envestir a un enemigo. Sin embargo, la parada se encargó de hacerla el almirante Kodama, lo que le provocó un pequeño desperfecto a la moto.
-Vaya, lo siento almirante – dije dirigiéndome a Kodama - estaba enseñándole a conducir y se me olvidó donde estaba el freno.
Cuando volví a entrar a la situación que había en aquella sala pude ver una araña que no parecía ser natural, quizás fuese un robot como los pacifistas, pero daba igual, el problema era que no nos dejaba avanzar. En ese momento pude ver como comenzó un ataque contra aquella cosa que me traía recuerdos “¿Rudolph? ¿Dónde estaba Rudolph? Hace tiempo que no le veo, cuando regresemos la sacaré a pasear un rato. Supongo que estará por algún lugar oscuro, sucio y húmedo de la base” dije mirando hacia un lado.
En ese entonces, pude ver como Arthur se comenzaba a mover mejor e incluso razonar como una persona normal. No podía ser. Aquello era inaceptable. Por lo que tras su ataque al robot me acerqué a él y saqué el termo con la muesca que me delataba cual era.
-Arthur, te veo mejor, ten un poco de café se te pasará antes.
Como solo yo sabía, aquel era el termo que tenía el café mezclado con ron, quizás no funcionase como lo habían hecho los dos vasos a palo seco, pero al menos podía mantenerlo en aquella situación durante un poco más. Pensándolo bien, el día que podía irse todo a la mierda, por que recordarlo, si al día siguiente no se acordaba de nada eran menos preocupaciones. Solo tendríamos que asegurarnos de que no se diese cuenta de que eran los papeles que firmaba.
-Vaya, lo siento almirante – dije dirigiéndome a Kodama - estaba enseñándole a conducir y se me olvidó donde estaba el freno.
Cuando volví a entrar a la situación que había en aquella sala pude ver una araña que no parecía ser natural, quizás fuese un robot como los pacifistas, pero daba igual, el problema era que no nos dejaba avanzar. En ese momento pude ver como comenzó un ataque contra aquella cosa que me traía recuerdos “¿Rudolph? ¿Dónde estaba Rudolph? Hace tiempo que no le veo, cuando regresemos la sacaré a pasear un rato. Supongo que estará por algún lugar oscuro, sucio y húmedo de la base” dije mirando hacia un lado.
En ese entonces, pude ver como Arthur se comenzaba a mover mejor e incluso razonar como una persona normal. No podía ser. Aquello era inaceptable. Por lo que tras su ataque al robot me acerqué a él y saqué el termo con la muesca que me delataba cual era.
-Arthur, te veo mejor, ten un poco de café se te pasará antes.
Como solo yo sabía, aquel era el termo que tenía el café mezclado con ron, quizás no funcionase como lo habían hecho los dos vasos a palo seco, pero al menos podía mantenerlo en aquella situación durante un poco más. Pensándolo bien, el día que podía irse todo a la mierda, por que recordarlo, si al día siguiente no se acordaba de nada eran menos preocupaciones. Solo tendríamos que asegurarnos de que no se diese cuenta de que eran los papeles que firmaba.
- resumen:
- Llegar a la sala de la araña, ver lo que pasa y darle un poco de café con ron al pequeño Arthur (que se le pasa le pasa el punto de borracho y se nos cabrea)
Steve
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Al empezar la carrera vi como un marine me rebasaba, para lanzar un instrumento hacía el pasillo. Para que la araña, que estaba en el techo, lanzara la tuba con una fuerza insana, contra la pared contraria, y para más inri parecía fijarse en mi. Quizás correr no hubiera sido la mejor idea, pensé mientras me giraba para mirar hacía detrás, esperando una cara amigable que me ayudara. Sin embargo no encontré una, sino varias, que se lanzaron contra el arácnido metálico, en lo que parecía un frenesí violento.
Suspiré de alivio, dado que estaba seguro de que ese bicho me tocara una sola vez moriría al instante, solo por la velocidad que había presentado ante el movimiento de la tuba. Miré al paquete, asegurándome de que estaba íntegro. Eché un vistazo a la gente trataban de desguazar a la araña, y me llamó la atención uno en concreto, que para el poco tamaño que tenía parecía ser muy fuerte, solo por lo que le había hecho a la araña.
Se me pasó por la cabeza el preguntar si alguno era tan amable de dejarme viajar con ellos, pero lo descarté rápidamente, suponiendo que esa gente tendría cosas mejores que hacer antes que impedir que un mensajero sufriera daños, posiblemente en relación con la guerra que se estaba librando contra lo que fuera que había en la construcción de de aspecto amenazantemente fálico. Bueno, alguien tendría problemas de autoestima al construirla, no era yo quien para juzgar.
Tras limpiarme un poco del polvo de los pantalones, como si hubiera hecho algo, tratando de ponerme en trayecto, de nuevo, al pasillo de las tuberías yendo más lento esta vez, en parte para estar más atento al camino. Esperaba que el bicho metálico estuviera muerto para cuando me pusiera rumbo a mi objetivo, rezando por no encontrarme algo aún peor, cosa que no tenía pinta de suceder.
Suspiré de alivio, dado que estaba seguro de que ese bicho me tocara una sola vez moriría al instante, solo por la velocidad que había presentado ante el movimiento de la tuba. Miré al paquete, asegurándome de que estaba íntegro. Eché un vistazo a la gente trataban de desguazar a la araña, y me llamó la atención uno en concreto, que para el poco tamaño que tenía parecía ser muy fuerte, solo por lo que le había hecho a la araña.
Se me pasó por la cabeza el preguntar si alguno era tan amable de dejarme viajar con ellos, pero lo descarté rápidamente, suponiendo que esa gente tendría cosas mejores que hacer antes que impedir que un mensajero sufriera daños, posiblemente en relación con la guerra que se estaba librando contra lo que fuera que había en la construcción de de aspecto amenazantemente fálico. Bueno, alguien tendría problemas de autoestima al construirla, no era yo quien para juzgar.
Tras limpiarme un poco del polvo de los pantalones, como si hubiera hecho algo, tratando de ponerme en trayecto, de nuevo, al pasillo de las tuberías yendo más lento esta vez, en parte para estar más atento al camino. Esperaba que el bicho metálico estuviera muerto para cuando me pusiera rumbo a mi objetivo, rezando por no encontrarme algo aún peor, cosa que no tenía pinta de suceder.
Eric Zor-El
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Eric continuaba absorto en sus pensamientos, contemplando la enorme araña que había en el suelo. La bicha tenía algo raro, eso seguro. Él había visto una infinidad de insectos de todos los tipos y tamaños en skypiea, pero ninguna como aquella. No tenía pelo, al menos desde lejos, más bien parecía que estaba recubierta de algún tipo de aleación extraña, parecida a la que usaban los ingenieros de la marina sobre los barcos. Le pareció escuchar la voz de Zuko, pero no estuvo muy atento. Continuó su camino, siguiendo la línea surcada en el suelo, cuando se dio cuenta de que Kenzo estaba con él.
—¡Aiba! —exclamó sobresaltado—. ¿Te vienes conmigo? Perfecto.
Y fue en ese momento cuando alguien llamó la atención, más que alguien algo que colgaba entre las piernas de un gigantesco ser que decidió unirse a ellos. Kenzo le dio la bienvenida, aunque al salvaje no le hacía mucha gracia tener que cuidar de un extraño.
—Yo soy Eric, un placer —le dijo, intentando aprender a pronunciar el nombre de aquel gigantón. Sin embargo, no podía parar de pensar que su pronunciación era parecida, que no idéntica, a como se referían en su tribu a aquellos hombres cuya valía era más para varones que para hembras. La verdad es que la hacía gracia, era como un chiste. «Ojalá hubiera alguien de mi tribu cerca para bromear sobre ello», se dijo, quitándose los pantalones marines, pues bajo ellos tenía sus pantalones azules medio rotos—. Te llamare Brod, y ponte esto hombre —le lanzó los pantalones—. Se romperán un poco, pero te quedarán como un calzón.
Dicho aquello, hizo una señal con la cabeza para indicar que era hora de adentrarse en las entrañas de aquel infierno de metal. Cuando, nuevamente, alguien lo volvió a parar. Esta vez era Iulio, el vago de la brigada.
—¿Pero tú no te habías marchado con el vicealmirante rarito? —le preguntó.
Una vez le respondiera, continuó su empresa.
—¡Aiba! —exclamó sobresaltado—. ¿Te vienes conmigo? Perfecto.
Y fue en ese momento cuando alguien llamó la atención, más que alguien algo que colgaba entre las piernas de un gigantesco ser que decidió unirse a ellos. Kenzo le dio la bienvenida, aunque al salvaje no le hacía mucha gracia tener que cuidar de un extraño.
—Yo soy Eric, un placer —le dijo, intentando aprender a pronunciar el nombre de aquel gigantón. Sin embargo, no podía parar de pensar que su pronunciación era parecida, que no idéntica, a como se referían en su tribu a aquellos hombres cuya valía era más para varones que para hembras. La verdad es que la hacía gracia, era como un chiste. «Ojalá hubiera alguien de mi tribu cerca para bromear sobre ello», se dijo, quitándose los pantalones marines, pues bajo ellos tenía sus pantalones azules medio rotos—. Te llamare Brod, y ponte esto hombre —le lanzó los pantalones—. Se romperán un poco, pero te quedarán como un calzón.
Dicho aquello, hizo una señal con la cabeza para indicar que era hora de adentrarse en las entrañas de aquel infierno de metal. Cuando, nuevamente, alguien lo volvió a parar. Esta vez era Iulio, el vago de la brigada.
—¿Pero tú no te habías marchado con el vicealmirante rarito? —le preguntó.
Una vez le respondiera, continuó su empresa.
- BRAUD, KENZO y HULIO para vosotros:
- Hacer cosas
Jiren
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Al entrar en la inmensa sala me había quedado tan expectante que me había abstraído. El lugar se encontraba repleto de personas muy variopintas y cada una parecía ir pensando en su propio interés o en intereses generales de pequeños grupos formados. Por ejemplo, un joven marine salió corriendo y lanzó una tuba a un pasillo de la sala, acción con la que una gigantesca araña metálica se desquitó con él.
Pero la dicha de la araña duró bien poco cuando la mitad de las personas empezaron a realizar ataques contra ella. Tanto ataques de larga distancia como cuerpo a cuerpo y de muchos tipos distintos empezaron a destrozar a ese arácnido metálico. Daba la impresión de que no iba a aguantar mucho más, y yo estaba alucinando con la cantidad de personas tan poderosas que podían existir. "Aún me queda mucho por mejorar", pensé.
Al ver que no tenía nada que hacer contra la araña y sin querer quedarme quieto parado todo el rato simplemente observando como el resto hacían las cosas que yo quería hacer, me dispuse a adentrarme en una en las entradas, más concretamente el pasillo de las tuberías, en para para intentar ser útil y en parte para encontrar al chico de la tuba dorada y ver si estaba bien.
-¡Jones, Sabela! Yo voy por ese pasillo - dije señalándolo con el dedo -. Si quieren, vengan conmigo, si no, ya nos veremos. Y fui corriendo para adentrarme por las tuberías.
Pero la dicha de la araña duró bien poco cuando la mitad de las personas empezaron a realizar ataques contra ella. Tanto ataques de larga distancia como cuerpo a cuerpo y de muchos tipos distintos empezaron a destrozar a ese arácnido metálico. Daba la impresión de que no iba a aguantar mucho más, y yo estaba alucinando con la cantidad de personas tan poderosas que podían existir. "Aún me queda mucho por mejorar", pensé.
Al ver que no tenía nada que hacer contra la araña y sin querer quedarme quieto parado todo el rato simplemente observando como el resto hacían las cosas que yo quería hacer, me dispuse a adentrarme en una en las entradas, más concretamente el pasillo de las tuberías, en para para intentar ser útil y en parte para encontrar al chico de la tuba dorada y ver si estaba bien.
-¡Jones, Sabela! Yo voy por ese pasillo - dije señalándolo con el dedo -. Si quieren, vengan conmigo, si no, ya nos veremos. Y fui corriendo para adentrarme por las tuberías.
Valar Morghul
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Valeria había desaparecido entre la multitud y no parecía que fuese a ser fácil encontrarla de nuevo. Sinceramente me daba igual perder a una herramienta, pero ella podía haber resultado bastante útil como carnada en el interior. Por otro lado, Max parecía más afectado que yo por su pérdida y parecía querer ir a buscarla, por lo que no me opondría e iría a acompañarle para reunir a nuestro extraño grupo de nuevo. Desgraciadamente, Max parecía tener otros planes y su interés por entrar en la aguja había decaído al extremo, negándose a entrar e instandome a que continuase mi camino.
-Suerte y espero que volvamos a vernos -me despedí con una sonrisa del alto Max, dándole la espalda para avanzar hacia el interior de la infernal aguja junto a mi cofre.
No pensaba que Max fuese de ese tipo de personas, pero aquello me había servido para aprender una gran lección y es que no debía basarme unicamente en la primera impresión que daba una persona.
Varios segundos después, tras avanzar varios metros y ver como otros piratas y demás canallas seguían los cobardes o inteligentes pasos de Max, mi lentilla me aviso de una recompensa que hacia empequeñecer la de todos a su alrededor. Arribor Neus, el cual parecia estar al lado del rubio con el mejor sentido para la moda.
-Buenas- avisé mi llegada con mi musical y alegre voz, mientras una gran sonrisa aparecía en mi rostro al mismo tiempo que me situaba al lado del gran y terrorífico pirata-. ¿Vais a entrar? Mis compañeros se han rajado y no me vendría mal un nuevo equipo- concluí, sonriendo alegremente mientras esperaba la respuesta de aquella extraña pareja.
Quizá fuese un grave error o un gran acierto, pero eso sólo el futuro lo diría.
-Suerte y espero que volvamos a vernos -me despedí con una sonrisa del alto Max, dándole la espalda para avanzar hacia el interior de la infernal aguja junto a mi cofre.
No pensaba que Max fuese de ese tipo de personas, pero aquello me había servido para aprender una gran lección y es que no debía basarme unicamente en la primera impresión que daba una persona.
Varios segundos después, tras avanzar varios metros y ver como otros piratas y demás canallas seguían los cobardes o inteligentes pasos de Max, mi lentilla me aviso de una recompensa que hacia empequeñecer la de todos a su alrededor. Arribor Neus, el cual parecia estar al lado del rubio con el mejor sentido para la moda.
-Buenas- avisé mi llegada con mi musical y alegre voz, mientras una gran sonrisa aparecía en mi rostro al mismo tiempo que me situaba al lado del gran y terrorífico pirata-. ¿Vais a entrar? Mis compañeros se han rajado y no me vendría mal un nuevo equipo- concluí, sonriendo alegremente mientras esperaba la respuesta de aquella extraña pareja.
Quizá fuese un grave error o un gran acierto, pero eso sólo el futuro lo diría.
- Cositas para Arribor y el rubio con mejor sentido para la moda :
- Me despido de max y me emcuentro con la extraña pareja, presentandome y sugiriendo formar un grupito aún más extraño
Rainbow662
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Arribor palpó la pared alrededor de donde había dado el golpe. Buscaba una grieta, un bulto, una señal de rotura o daño que le indicase que ese edificio particularmente duro iba a romperse para él igual que una nuez entre sus dedos. Pero no había nada. Era como si le hubiese atizado a un... a un... No se le ocurría nada que no pudiese echar abajo a golpes. Supuso que por eso todo el mundo estaba entrando dentro de la torre en lugar de demolerla desde fuera. En cierto modo, aquello era una sensación refrescante; hacía mucho que una construcción humana no se le resistía. Por otra parte... bueno, no era muy divertido.
Un segundo puñetazo impactó en la fachada. Sonó igual que un trueno cayendo sobre un bloque de granito, y el viento que produjo le sacudió el pelo y la ropa. Como no consiguió lo que quería, descargó un tercer golpe, y otro y otro y otro y...
-¿Qué has dicho? -susurró amenazadoramente.
Se giró hacia su compañero, convencido de que no había oído lo que creía que había oído. Pero sí. A Zack siempre le gustaba hacerle rabiar, y se le daba irritantemente bien. Arribor hacía un soberbio esfuerzo de autocontrol para no usar su metálica cabeza como ariete para derribar la torre. El rostro se le crispó. Intentaba por todos los medios contener la rabia que le invadía a medida que el tejón seguía hablando. Ese roedor tenía mucha confianza en que no lo partiría en dos. Y no lo haría, todo sea dicho, pero sí que sentía la necesidad de pegarle a alguien.
-¡¿Así que quieres entrar por abajo?! ¡Bien, pues vamos a entrar por abajo! -gritó-. ¡Como si eso fuera un problema!
Sin pensarlo siguiera, se desplazó a toda velocidad hacia el rubio para agarrarlo por el cuello de la camisa y asegurarse de que no se quedaba atrás mientas volaba en picado con la potencia de un misil, impulsado por la ira. Iba tan rápido que notaba como la cara le tiraba hacia atrás y las mejillas le bamboleaban como lazos de tela al viento. Por supuesto, hizo que la plataforma sobre la que estaba Zack descendiese a la misma velocidad. Ese animalejo tendría que agarrarse bien.
Cuando estaba a medio metro del suelo, se detuvo, y lo hizo tan de golpe que el estómago se le revolvió como una peonza.
-¿Dónde está esa estúpida puerta? -gruñó.
En vez de puerta, el destino le recompensó con un rarito de pelo blanco que sonreía demasiado para su gusto. ¿Qué cuernos quería ése? Arribor estaba tan cabreado que no le prestó atención. Tampoco se dio cuenta de que la plataforma de sangre donde debía ir Zack estaba a punto de aplastar al pobre diablo. Por suerte para él, echó a volar de nuevo para adentrarse por el primer boquete que vio en la torre y no llegó a chafarlo. Parecía que el barco con la carpa se había chocado con el edificio. ¿Esa birria de navío podía hacer un agujero así y él no? Eso no le sentó nada bien.
Se hizo seguir por la base de sangre a toda velocidad, pasando entre las innecesarias columnas de fuego y sobrevolando a la morralla que empezaba a entrar en la torre: piratas y criminales sin importancia, un calvo, un par de pijos acompañando a una chica demasiado guapa para ellos... Vio una pared al frente, y decidió probar suerte de nuevo. Creó un denso y afilado punzón de sangre que emergió desde su hombro derecho, como una armadura o un ariete, y se preparó para embestir y atravesar la pared, cabezota como él solo. Tal vez tuviera que jugar según las reglas y empezar desde abajo, pero nada le obligaba a ir andando con todos esos perdedores. Comenzaba la carrera, y pensaba ganarla.
Un segundo puñetazo impactó en la fachada. Sonó igual que un trueno cayendo sobre un bloque de granito, y el viento que produjo le sacudió el pelo y la ropa. Como no consiguió lo que quería, descargó un tercer golpe, y otro y otro y otro y...
-¿Qué has dicho? -susurró amenazadoramente.
Se giró hacia su compañero, convencido de que no había oído lo que creía que había oído. Pero sí. A Zack siempre le gustaba hacerle rabiar, y se le daba irritantemente bien. Arribor hacía un soberbio esfuerzo de autocontrol para no usar su metálica cabeza como ariete para derribar la torre. El rostro se le crispó. Intentaba por todos los medios contener la rabia que le invadía a medida que el tejón seguía hablando. Ese roedor tenía mucha confianza en que no lo partiría en dos. Y no lo haría, todo sea dicho, pero sí que sentía la necesidad de pegarle a alguien.
-¡¿Así que quieres entrar por abajo?! ¡Bien, pues vamos a entrar por abajo! -gritó-. ¡Como si eso fuera un problema!
Sin pensarlo siguiera, se desplazó a toda velocidad hacia el rubio para agarrarlo por el cuello de la camisa y asegurarse de que no se quedaba atrás mientas volaba en picado con la potencia de un misil, impulsado por la ira. Iba tan rápido que notaba como la cara le tiraba hacia atrás y las mejillas le bamboleaban como lazos de tela al viento. Por supuesto, hizo que la plataforma sobre la que estaba Zack descendiese a la misma velocidad. Ese animalejo tendría que agarrarse bien.
Cuando estaba a medio metro del suelo, se detuvo, y lo hizo tan de golpe que el estómago se le revolvió como una peonza.
-¿Dónde está esa estúpida puerta? -gruñó.
En vez de puerta, el destino le recompensó con un rarito de pelo blanco que sonreía demasiado para su gusto. ¿Qué cuernos quería ése? Arribor estaba tan cabreado que no le prestó atención. Tampoco se dio cuenta de que la plataforma de sangre donde debía ir Zack estaba a punto de aplastar al pobre diablo. Por suerte para él, echó a volar de nuevo para adentrarse por el primer boquete que vio en la torre y no llegó a chafarlo. Parecía que el barco con la carpa se había chocado con el edificio. ¿Esa birria de navío podía hacer un agujero así y él no? Eso no le sentó nada bien.
Se hizo seguir por la base de sangre a toda velocidad, pasando entre las innecesarias columnas de fuego y sobrevolando a la morralla que empezaba a entrar en la torre: piratas y criminales sin importancia, un calvo, un par de pijos acompañando a una chica demasiado guapa para ellos... Vio una pared al frente, y decidió probar suerte de nuevo. Creó un denso y afilado punzón de sangre que emergió desde su hombro derecho, como una armadura o un ariete, y se preparó para embestir y atravesar la pared, cabezota como él solo. Tal vez tuviera que jugar según las reglas y empezar desde abajo, pero nada le obligaba a ir andando con todos esos perdedores. Comenzaba la carrera, y pensaba ganarla.
- Valar y gente de la puerta de Elrik, tal vez os interese:
- Cabrearse - relleno - Intentar agarrar a Yarmin y arrastrar a Zack - Volar como un jet a reacción hasta la base de la torre - Mirar mal a Valar y estar a punto de chafarlo con su base de sangre - Entrar por el boquete por donde entran los criminales, piratas y AEGs de la vida y volar por encima de ellos para adelantarlos - Crear un punzón de sangre sobresaliendo de su hombro para embestir la pared del fondo en vez de girar a la izquierda (la idea es llegar al pasillo que sale de la sala 23, si no me he confundido)
Scarlett F. Jones
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Siempre tenía que haber alguien que molestara, así fue como un marine activó a la araña y esta casi mata a algunas personas con nada más que dando un golpe a una tuba que tiró el soldado. La que creí que era una chica resultó ser bastante fuerte y no parecía necesitar ayuda ya que en , poco tiempo, muchos de los personajes que había en aquella sala empezaron a desquitarse con aquel arácnido. Yo no podía hacer nada más que observar ya que no contaba con munición especial para poder hacerle algún rasguño. Tenía algo guardado para un momento de emergencia y no podía usarlo cuando yo quería.
Un gyojin insultó al Almirante Kodama meándose en sus ramas, aquel hombre no sabía lo que había hecho. Eso era una muerte segura o a lo mejor el árbol le cortaba su miembro viril. Parecía que habían muchos bandos, algunos no parecían querer cooperar y habían muchos choques de ideas. Eso era mortal a la hora de adentrarse en territorio hostil. Por mi parte no me interesaba nada de eso, yo solo cumplía órdenes y ya está. También me fijé que habían usuarios de frutas del diablo, ¿podría conseguir alguna algún día? ¿O solo me centraría en despertar y entrenar el haki? No conocía la respuesta a eso y no era el momento para plantearse esas cosas.
En aquel momento una voz llamó mi atención. Era aquel hombre con el cual había luchado codo a codo en el barco cuyo nombre era Jiren. Parecía querer avanzar a la siguiente sala por un pasillo de tuberías. Igual era buena idea hacerlo, pues nada podía hacer aquí. Ya pues, comencé a correr siguiendo a mi compañero esperando no quedarme atrás.
-¡Aguarda, voy contigo!- Grité dándome más y más prisa haciéndome hueco entre la muchedumbre que intentaba tumbar a aquel ser infernal pero teniendo cuidado de que la araña no viniera en esta dirección.
Un gyojin insultó al Almirante Kodama meándose en sus ramas, aquel hombre no sabía lo que había hecho. Eso era una muerte segura o a lo mejor el árbol le cortaba su miembro viril. Parecía que habían muchos bandos, algunos no parecían querer cooperar y habían muchos choques de ideas. Eso era mortal a la hora de adentrarse en territorio hostil. Por mi parte no me interesaba nada de eso, yo solo cumplía órdenes y ya está. También me fijé que habían usuarios de frutas del diablo, ¿podría conseguir alguna algún día? ¿O solo me centraría en despertar y entrenar el haki? No conocía la respuesta a eso y no era el momento para plantearse esas cosas.
En aquel momento una voz llamó mi atención. Era aquel hombre con el cual había luchado codo a codo en el barco cuyo nombre era Jiren. Parecía querer avanzar a la siguiente sala por un pasillo de tuberías. Igual era buena idea hacerlo, pues nada podía hacer aquí. Ya pues, comencé a correr siguiendo a mi compañero esperando no quedarme atrás.
-¡Aguarda, voy contigo!- Grité dándome más y más prisa haciéndome hueco entre la muchedumbre que intentaba tumbar a aquel ser infernal pero teniendo cuidado de que la araña no viniera en esta dirección.
Ichizake
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"¿Está congelado?". Gerald tardó más de lo que le habría gustado en darse cuenta de que el negro alquitrán que cubría parte del pasillo desde la improvisada entrada estaba endurecido y recubierto de una blanquecina capa de escarcha. ¿Quién habría hecho eso? Era, casi sin duda, obra de alguna habilidad. Una que querría tener vigilada por si se volvía en su contra en algún momento. Las otras posibles explicaciones escapaban a su comprensión, así que era absurdo tratar de considerarlas. Tal vez fuera momento de estudiar a sus potenciales obstáculos.
La mayoría de gente que atravesaba la entrada practicada por el barco de Elrik era insignificante, poco más que el fango que se quitaría de las botas tras un largo día de caminata. Más allá de Lysbeth y él, estaba seguro de que habría gente poderosa allí, pero a simple vista se encontraba incapaz de diferenciarla, mas sí de descartar a unos cuantos. Ese tipo que había oído hablar de un paraíso o algo así, por ejemplo; dudaba que alguien así fuese fuerte en absoluto. Decidió que sería buena idea sondear los alrededores con su mantra, por si acaso.
-No hay muchos de mis amigos capaces de obtener información de algo como esto. Y ninguno de ellos lo ha conseguido, que yo sepa. Ya has visto lo que cuesta entrar, de todos modos -señaló Gerald. Si White creía que poseía algún dato sobre la torre, iba a llevarse un chasco. Para cuando se enteró de que existía siquiera, ya era tarde como para recabar inteligencia como era debido. Lo había intentado, claro, pero el secretismo de tal proyecto había sido demasiado para sus redes-. Y ya que hablamos de amigos, ¿de dónde sacaste a esa... -"Cosa", pensaba decir, pero se contuvo- a tu nuevo compañero? Es ciertamente peculiar.
No era la palabra que él usaría para describir a Black, ni mucho menos, pero no iría mal algo de diplomacia con su socio. Ese ser, cuyo primer instinto nada más caer la copia de Elrik fue mutilar su cabeza cercenada, le resultaba de lo más repulsivo. Esperaba que cumpliese alguna función en la organización de White, o de lo contrario se ocuparía de eliminarlo aunque solo fuese para no tener que presenciar sus barbáricos actos otra vez. No es que estuviese en contra de la sangre, pero solo la derramaba con su espada, no como un vulgar carnicero. En cualquier caso, era probable que su enemiga hubiese dado ya cuenta de él.
Una ráfaga de viento estuvo a punto de derribarle por lo repentino de su aparición. Logró mantener el equilibrio y ver como un hombre volador se alejaba casi rozando el techo a gran velocidad. ¿Quién era aquel salvaje? Si no se trataba de un defensor de la torre, solo cabía pensar que era otro de los ilustres invitados de Elrik. Otra piedra más en el camino, solo que ésta parecía un tanto más peligrosa que muchas de las demás. Lo tendría en cuenta más adelante.
Mientras torcía a la izquierda en dirección a la fuente del incómodo sonido, dedicó una escéptica mirada a las excesivas cautelas de White. Con Lysbeth allí no tenían nada que temer. Y si había algún problema inesperado, él podría solucionarlo. Claro que, White eso no lo sabía. A pesar de todo, sí que tomó ciertas precauciones. Con dos trozos de tela arrancados de un pañuelo de seda improvisó tapones para los oídos. Sabía cuán peligroso podía ser el sonido si se utilizaba como arma y, hasta que se demostrase lo contrario, tomaría todo en esa torre como un arma. Sabía que algo así no sería especialmente eficaz, pero algo tenía que hacer. También le preocupaba cuánta gente pudiese seguirles y complicarles el trayecto, pero estaba seguro de que el lugar de donde surgiese el sonido le daría una buena oportunidad para librarse de unos cuantos fácilmente.
La mayoría de gente que atravesaba la entrada practicada por el barco de Elrik era insignificante, poco más que el fango que se quitaría de las botas tras un largo día de caminata. Más allá de Lysbeth y él, estaba seguro de que habría gente poderosa allí, pero a simple vista se encontraba incapaz de diferenciarla, mas sí de descartar a unos cuantos. Ese tipo que había oído hablar de un paraíso o algo así, por ejemplo; dudaba que alguien así fuese fuerte en absoluto. Decidió que sería buena idea sondear los alrededores con su mantra, por si acaso.
-No hay muchos de mis amigos capaces de obtener información de algo como esto. Y ninguno de ellos lo ha conseguido, que yo sepa. Ya has visto lo que cuesta entrar, de todos modos -señaló Gerald. Si White creía que poseía algún dato sobre la torre, iba a llevarse un chasco. Para cuando se enteró de que existía siquiera, ya era tarde como para recabar inteligencia como era debido. Lo había intentado, claro, pero el secretismo de tal proyecto había sido demasiado para sus redes-. Y ya que hablamos de amigos, ¿de dónde sacaste a esa... -"Cosa", pensaba decir, pero se contuvo- a tu nuevo compañero? Es ciertamente peculiar.
No era la palabra que él usaría para describir a Black, ni mucho menos, pero no iría mal algo de diplomacia con su socio. Ese ser, cuyo primer instinto nada más caer la copia de Elrik fue mutilar su cabeza cercenada, le resultaba de lo más repulsivo. Esperaba que cumpliese alguna función en la organización de White, o de lo contrario se ocuparía de eliminarlo aunque solo fuese para no tener que presenciar sus barbáricos actos otra vez. No es que estuviese en contra de la sangre, pero solo la derramaba con su espada, no como un vulgar carnicero. En cualquier caso, era probable que su enemiga hubiese dado ya cuenta de él.
Una ráfaga de viento estuvo a punto de derribarle por lo repentino de su aparición. Logró mantener el equilibrio y ver como un hombre volador se alejaba casi rozando el techo a gran velocidad. ¿Quién era aquel salvaje? Si no se trataba de un defensor de la torre, solo cabía pensar que era otro de los ilustres invitados de Elrik. Otra piedra más en el camino, solo que ésta parecía un tanto más peligrosa que muchas de las demás. Lo tendría en cuenta más adelante.
Mientras torcía a la izquierda en dirección a la fuente del incómodo sonido, dedicó una escéptica mirada a las excesivas cautelas de White. Con Lysbeth allí no tenían nada que temer. Y si había algún problema inesperado, él podría solucionarlo. Claro que, White eso no lo sabía. A pesar de todo, sí que tomó ciertas precauciones. Con dos trozos de tela arrancados de un pañuelo de seda improvisó tapones para los oídos. Sabía cuán peligroso podía ser el sonido si se utilizaba como arma y, hasta que se demostrase lo contrario, tomaría todo en esa torre como un arma. Sabía que algo así no sería especialmente eficaz, pero algo tenía que hacer. También le preocupaba cuánta gente pudiese seguirles y complicarles el trayecto, pero estaba seguro de que el lugar de donde surgiese el sonido le daría una buena oportunidad para librarse de unos cuantos fácilmente.
Erik Carter
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Todo se fue de madre en un segundo. Dexter, el Al-mirante, un puñado de piratas, motos, meadas, lava. La situación había escalado más rápido de lo que Erik podía seguir y, aunque su cuerpo le pedía reventarle el culo a patadas al tío que acababa de, literalmente, mearse sobre un almirante y cagarse en toda la marina, comprendió las palabras de aquel otro pirata algo más razonable, era momento de cooperar y salvar el mundo, así que simplemente retrocedió lo justo para apartarse de la trayectoria de, bueno, de todo lo que iba contra la araña. Tras eso, se quitó la mochila y extrajo de ella la bola de pinchos con cadena. No la llevaba ya en la mano porque no le gustaba usarla contra gente, esa cosa mataba. Pero esa araña no era gente.
Tras volver a ponerse la mochila, comenzó a girar la cadena por encima de su cabeza, asegurándose de no golpear a nadie. Si la araña sobrevivía a la tormenta de muerte, lanzaría su ataque contra la articulación de una de las patas con toda su fuerza para intentar derribarla. Si no sobrevivía... Bueno, mala suerte.
Tras volver a ponerse la mochila, comenzó a girar la cadena por encima de su cabeza, asegurándose de no golpear a nadie. Si la araña sobrevivía a la tormenta de muerte, lanzaría su ataque contra la articulación de una de las patas con toda su fuerza para intentar derribarla. Si no sobrevivía... Bueno, mala suerte.
- Resumen:
- Flipar con lo que pasa a su alrededor. Alejarse de la linea de tiro y preparar un golpe a una pierna si el bicho sobrevive.
- Cosas Usadas:
- En caso de tener que lanzar el golpe, uso la activa.
-Kung Fury(Ámbito Inicial Humano):
-Pasivo: Las armas emiten un ligero zumbido, audible solo desde unos pocos centímetros.
-Activo: Dispara una onda sónica que funciona como una onda de choque (equivalente al primer nivel de la maestría de ondas).
-Macarena(Mejora de Kung Fury):
-Pasivo: Las armas emiten un zumbido claramente audible que resulta molesto a los enemigos muy cercanos.
-Activo: Propaga las vibraciones sónicas desde las armas, lo que causa daños internos proporcionales al impacto realizado.
Los escudos y armaduras no pueden detener este tipo de golpes, pues se propagan a través de ellos, pero reducen su eficacia.
-Trap(Mejora de Kung Fury de nivel 15 por Maestría)
-Pasivo: El zumbido es lo bastante molesto como para desconcentrar a cualquier enemigo en un radio de 5 metros.
-Activo: Aumenta la intensidad de la vibración en el momento de golpear, causando más daño cuanto mayor sea el peso del arma utilizada. Los escudos y armaduras apenas reducen la eficacia de las mismas.
Marc Kiedis
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Los acontecimientos se sucedieron imparables. El almirante arbóreo creció repentinamente y les cortó el paso, hablándoles de malas maneras. Mientras Zane, sorprendentemente calmado para sus estándares habituales, trataba de replicar dando argumentos válidos y hablando de la tregua firmada con su compañero Almirante, Luka explotó. El gyojin siempre había tenido un carácter tremendamente fuerte e impulsivo, y además odiaba al Gobierno Mundial con mucha intensidad. Por lo tanto ya debía llevar un rato luchando por contenerse y no acabar con aquella improvisada alianza temporal, y la aparición del árbol fue la gota que colmó el vaso. Hecho una furia, comenzó a gritar y a blasfemar, atacando verbalmente a la Marina, al Gobierno Mundial y a todos sus miembros, enfocándose muy especialmente en los dos Almirantes que se hallaban junto a ellos.
Marc, nervioso ante la posibilidad de que el pacto alcanzado por su capitán saltase por los aires, no pudo sino llevarse las manos a la cabeza cuando el tiburón se bajó los pantalones y se agarró sus dos penes para instantes después ponerse a orinar sobre el Almirante. Era imposible que aquello saliera bien. Se encontraban en una torre que amenazaba con destruir un mar entero, con una araña metálica gigante ante ellos y rodeados de hombres del Gobierno Mundial. El acto de Luka era poco menos que un suicidio... Pero no importaba. Era su nakama y, más aún, su amigo, y por mucho que estuviese cometiendo una locura afrontarían juntos las consecuencias. Y Marc sabía perfectamente que no iba a ser el único en pensar eso ni mucho menos. Si algo caracterizaba a los Arashi, además de una patológica necesidad de liarla donde quiera que fuesen, era una lealtad extrema entre sus miembros. Ningún miembro de la banda, con la posible excepción de Katharina, dejaría tirado a otro en una situación comprometida. Y por supuesto, el semigigante ni se planteaba hacerlo. Así que se quedó expectante, aguardando la reacción del árbol espadón en mano y listo para luchar en caso necesario.
Marc, nervioso ante la posibilidad de que el pacto alcanzado por su capitán saltase por los aires, no pudo sino llevarse las manos a la cabeza cuando el tiburón se bajó los pantalones y se agarró sus dos penes para instantes después ponerse a orinar sobre el Almirante. Era imposible que aquello saliera bien. Se encontraban en una torre que amenazaba con destruir un mar entero, con una araña metálica gigante ante ellos y rodeados de hombres del Gobierno Mundial. El acto de Luka era poco menos que un suicidio... Pero no importaba. Era su nakama y, más aún, su amigo, y por mucho que estuviese cometiendo una locura afrontarían juntos las consecuencias. Y Marc sabía perfectamente que no iba a ser el único en pensar eso ni mucho menos. Si algo caracterizaba a los Arashi, además de una patológica necesidad de liarla donde quiera que fuesen, era una lealtad extrema entre sus miembros. Ningún miembro de la banda, con la posible excepción de Katharina, dejaría tirado a otro en una situación comprometida. Y por supuesto, el semigigante ni se planteaba hacerlo. Así que se quedó expectante, aguardando la reacción del árbol espadón en mano y listo para luchar en caso necesario.
- Resumen:
- - Flipar con lo que va ocurriendo.
- Reconocer que la "meadinha" es casi un suicidio, pero estar dispuesto a luchar junto a Luka y el resto de su banda hasta el final en caso necesario.
Roland von Klauswitz
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Akuma no mi
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Aquel hombre debía de estar loco si creía que iba a tragarse algo así. Era muy fácil decir que se tenía una alianza con la Marina para salvar el mundo. Aquella habría sido justo la respuesta que a Kodama le habría gustado escuchar, pero no había prueba alguna que la respaldase. Y, aunque en circunstancias normales no habría tenido ningún problema con creérselo, sabía que los humanos eran unos grandes mentirosos y era plenamente consciente de lo mal que se le daba a él diferenciar cuándo le decían o no la verdad. Decidió que había una forma muy sencilla de aclarar todo aquello.
-Dime, Al, ¿es cierto que...?
Y el pez la fastidió. Según dedujo Kodama entre improperios de lo más escatológicos, el gyojin llamado Luka Rooney tenía ciertos problemas de control de la ira. Habría intentado razonar con él de haber tenido oportunidad de interrumpirle en su vehemente discurso y de no haber tenido a un pequeño marine cotorreando en su oreja como un molesto pájaro carpintero. Y eso sin contar con los accidentes automovilísticos contra su cuerpo. ”¿Medirnos qué?”, intentó preguntarle a uno; "Tobi se encargará de la araña", quiso decirle al otro. ¿Por qué tenían que hablarle a la vez? Era de lo más...
Kodama abandonó su forma de roble en cuanto adivinó las intenciones del pirata. Su espada ya estaba desenvainada cuando oyó el sonido de la cremallera, y el acero, plagado de finísimas raíces que se iban extendiendo por él, surcaba el aire cuando aquel atrevido jovenzuelo empezó a orinar. “No se lo permito a las ardillas y no te lo permitiré a ti”, pensó. Él no era un árbol de descampado, acostumbrado a que todo el mundo lo usase como le viniera en gana. Él era un roble de bosque, y como tal tenía su orgullo.
Un gesto de muñeca y el arma cruzó ambos chorros de orina una y otra vez, mientras él retrocedía un paso en lo que aquel desvergonzado vaciaba la o las vejigas, lo fuera que tuviese. Las raíces hicieron su trabajo y absorbieron tan escasa cantidad de líquido en un parpadeo. Entonces la espada buscó la cabeza del gyojin. De haber estado unos centímetros más adelantado podría haber sido una estocada mortal, pero los instintos asesinos tan propio de humanos y similares no se despertaban en alguien como él. Kodama respetaba la vida siempre que podía, pero había aprendido de aquellos mamíferos a emplear el sutil castigo de la humillación. Así que, para castigar la osadía del joven hombre-pez, expulsó su propia orina a través de las raíces que cubrían el arma y la disparó justo hacia su cara.
-Bueno, muchachos, espero que no hagáis más tonterías como esa -dijo, bastante enfadado. Dejó que una amenaza no muy sutil se entreviera en sus palabras-. Y ahora, Al, haz el favor de decirme si lo que dicen estos chicos es cierto y de verdad van contigo. Tenemos mucho que hacer.
-Dime, Al, ¿es cierto que...?
Y el pez la fastidió. Según dedujo Kodama entre improperios de lo más escatológicos, el gyojin llamado Luka Rooney tenía ciertos problemas de control de la ira. Habría intentado razonar con él de haber tenido oportunidad de interrumpirle en su vehemente discurso y de no haber tenido a un pequeño marine cotorreando en su oreja como un molesto pájaro carpintero. Y eso sin contar con los accidentes automovilísticos contra su cuerpo. ”¿Medirnos qué?”, intentó preguntarle a uno; "Tobi se encargará de la araña", quiso decirle al otro. ¿Por qué tenían que hablarle a la vez? Era de lo más...
Kodama abandonó su forma de roble en cuanto adivinó las intenciones del pirata. Su espada ya estaba desenvainada cuando oyó el sonido de la cremallera, y el acero, plagado de finísimas raíces que se iban extendiendo por él, surcaba el aire cuando aquel atrevido jovenzuelo empezó a orinar. “No se lo permito a las ardillas y no te lo permitiré a ti”, pensó. Él no era un árbol de descampado, acostumbrado a que todo el mundo lo usase como le viniera en gana. Él era un roble de bosque, y como tal tenía su orgullo.
Un gesto de muñeca y el arma cruzó ambos chorros de orina una y otra vez, mientras él retrocedía un paso en lo que aquel desvergonzado vaciaba la o las vejigas, lo fuera que tuviese. Las raíces hicieron su trabajo y absorbieron tan escasa cantidad de líquido en un parpadeo. Entonces la espada buscó la cabeza del gyojin. De haber estado unos centímetros más adelantado podría haber sido una estocada mortal, pero los instintos asesinos tan propio de humanos y similares no se despertaban en alguien como él. Kodama respetaba la vida siempre que podía, pero había aprendido de aquellos mamíferos a emplear el sutil castigo de la humillación. Así que, para castigar la osadía del joven hombre-pez, expulsó su propia orina a través de las raíces que cubrían el arma y la disparó justo hacia su cara.
-Bueno, muchachos, espero que no hagáis más tonterías como esa -dijo, bastante enfadado. Dejó que una amenaza no muy sutil se entreviera en sus palabras-. Y ahora, Al, haz el favor de decirme si lo que dicen estos chicos es cierto y de verdad van contigo. Tenemos mucho que hacer.
- Usado:
- Ámbito --> Agua +: Su capacidad para absorber agua a través de las raíces se incrementa aun más. De forma activa, Kodama extiende varias raíces finísimas por el filo de sus espadas, de forma que puede absorber hasta cien litros de agua con un solo corte y luego liberarlos a través de sus armas. Puede además controlar la cantidad y la presión a la que lanza el agua.
Kenzo Nakajima
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Kenzo agradeció enormemente el hecho de que el salvaje entregase unos pantalones al desnudo semigigante, aunque estaba convencido de que no iban a durarle demasiado. Parecían excesivamente pequeños para el descomunal tamaño del cazarrecompensas, pero si conseguían que durante unos minutos no tuviesen que ver sus atributos colgando prácticamente a la altura de sus rostros sería una bendición.
Finalmente, cuando los cuatro miembros del improvisado equipo estuvieron juntos, continuaron su marcha por el pasillo que se extendía tras el boquete, siguiendo el rastro de destrucción. Eso sí, no sin que antes el brazos largos ejerciese el papel que como marines debían representar pese a ser el que menor rango ostentaba de los tres, y se dirigiese a Braud:
- Lo único que debes saber es que, si vas a luchar junto a nosotros y en el nombre del Gobierno Mundial debes respetar nuestra autoridad como miembros de la Marina y obedecernos. No te mandaremos gilipolleces ni te diremos qué hacer en situaciones normales, pero cuando las cosas se pongan jodidas tendrás que hacernos caso, ¿de acuerdo?
Se le hacía extraño hablar de manera tan formal, pues sus meses en la Marina no habían cambiado el habla coloquial y llena de palabras malsonantes del espadachín, forjada a lo largo de toda una vida como miembro de un circo ambulante. Eso sí, sabía que cuando se dirigía a civiles debía guardar las formas que correspondían a un miembro de la Marina, y se esforzaba por conseguirlo. Los resultados, sin embargo, saltaba a la vista que no eran excesivamente buenos.
Finalmente, cuando los cuatro miembros del improvisado equipo estuvieron juntos, continuaron su marcha por el pasillo que se extendía tras el boquete, siguiendo el rastro de destrucción. Eso sí, no sin que antes el brazos largos ejerciese el papel que como marines debían representar pese a ser el que menor rango ostentaba de los tres, y se dirigiese a Braud:
- Lo único que debes saber es que, si vas a luchar junto a nosotros y en el nombre del Gobierno Mundial debes respetar nuestra autoridad como miembros de la Marina y obedecernos. No te mandaremos gilipolleces ni te diremos qué hacer en situaciones normales, pero cuando las cosas se pongan jodidas tendrás que hacernos caso, ¿de acuerdo?
Se le hacía extraño hablar de manera tan formal, pues sus meses en la Marina no habían cambiado el habla coloquial y llena de palabras malsonantes del espadachín, forjada a lo largo de toda una vida como miembro de un circo ambulante. Eso sí, sabía que cuando se dirigía a civiles debía guardar las formas que correspondían a un miembro de la Marina, y se esforzaba por conseguirlo. Los resultados, sin embargo, saltaba a la vista que no eran excesivamente buenos.
- Resumen :
- - Decir a Braud que en situaciones comprometidas deberá hacer caso a los marines.
- Paja.
Y de repente, bluf. ¿De dónde demonios había salido ese árbol? Por supuesto que había oído hablar del roble de la Marina, no todos los días ―ni todas las generaciones― un árbol adquiría la capacidad de moverse; mucho menos se alistaba a la cara visible del Gobierno Mundial y llegaba a lo más alto de su jerarquía. Era sólo que no se lo esperaba, pero no se movió. Simplemente alzó la vista hacia sus hojas, pareciéndole extraño que la gran araña no reaccionase a algo tan brusco.
Como si pudiese leer su mente, ésta comenzó a moverse y lanzó una gran tuba en dirección a sus compañeros. Dudaba que la planta hubiese sido la responsable de aquello, pues el insecto metálico ni siquiera se acercó a la misma. Alguien debía haberla despertado por casualidad, pero era llamativo que todo hubiese sucedido justo en aquel momento.
El pelirrojo no tardó en tomar la palabra, dando un paso al frente y alzando la voz para que el vegetal le escuchase. Las palabras que salían de su boca eran, por una vez, razonables. Incluso parecía que se trataba de una persona civilizada, lo que causó que el espadachín se relajase momentáneamente y clavase sus ojos en la estructura metálica en movimiento. Quería cortarla --o al menos intentarlo--.
Cuando la sonrisa de Zane se dirigió hacia él, su mano derecha ya había aferrado el mango de Wirapuru. Esperaba con ansias la orden, así que no tardó en comenzar a moverse. Varios de los allí presentes ya habían comenzado a moverse, incluido el borracho que le había arrebatado la espada al Descamisetado anteriormente. Al parecer, lo que fuese que éste tenía en mente debía desarrollarse sobre la espalda del arácnido. «Mejor, el frente para mí», se dijo, exhibiendo una sonrisa y reprimiendo un grito de júbilo.
Si Luka se movía en primer lugar y golpeaba al condenado bicho, tal vez pudiese abland... ¿Qué demonios estaba haciendo? La carrera del rubio ya había comenzado, pero el gyojin no le acompañaba. Cuando comprendió lo que su compañero estaba haciendo, ya era demasiado tarde.
―¿¡Pero se puede saber qué haces!? ―exclamó en pleno salto―. ¡Guárdate esas sardinas y ven aquí!
No obstante, su reclamo quedó eclipsado por la transformación del árbol. Las ramas y raíces que le obstruían el paso desaparecieron, lo que casi le llevó a detenerse para ver qué sucedía con el Almirante. No, eran perfectamente capaces de defenderse por sí mismos. Él tenía una orden que cumplir, algo que cortar, un cacharro infernal que destruir.
Desenfundó a Wirapuru cuando no quedaba demasiado para alcanzar la posición del insecto. Su otra mano se encontraba posicionada sobre Yuki-onna, calmada y decidida por si era necesario defenderse de algún ataque lanzado a traición ―ya fuese por parte del arácnido o de cualquiera de los allí presentes―. Dado el contexto, cualquier cosa era posible. Su intención era cortar su cabeza, hundiendo la espada donde fuera posible y extendiendo el corte hasta donde le permitiese la criatura metálica.
Como si pudiese leer su mente, ésta comenzó a moverse y lanzó una gran tuba en dirección a sus compañeros. Dudaba que la planta hubiese sido la responsable de aquello, pues el insecto metálico ni siquiera se acercó a la misma. Alguien debía haberla despertado por casualidad, pero era llamativo que todo hubiese sucedido justo en aquel momento.
El pelirrojo no tardó en tomar la palabra, dando un paso al frente y alzando la voz para que el vegetal le escuchase. Las palabras que salían de su boca eran, por una vez, razonables. Incluso parecía que se trataba de una persona civilizada, lo que causó que el espadachín se relajase momentáneamente y clavase sus ojos en la estructura metálica en movimiento. Quería cortarla --o al menos intentarlo--.
Cuando la sonrisa de Zane se dirigió hacia él, su mano derecha ya había aferrado el mango de Wirapuru. Esperaba con ansias la orden, así que no tardó en comenzar a moverse. Varios de los allí presentes ya habían comenzado a moverse, incluido el borracho que le había arrebatado la espada al Descamisetado anteriormente. Al parecer, lo que fuese que éste tenía en mente debía desarrollarse sobre la espalda del arácnido. «Mejor, el frente para mí», se dijo, exhibiendo una sonrisa y reprimiendo un grito de júbilo.
Si Luka se movía en primer lugar y golpeaba al condenado bicho, tal vez pudiese abland... ¿Qué demonios estaba haciendo? La carrera del rubio ya había comenzado, pero el gyojin no le acompañaba. Cuando comprendió lo que su compañero estaba haciendo, ya era demasiado tarde.
―¿¡Pero se puede saber qué haces!? ―exclamó en pleno salto―. ¡Guárdate esas sardinas y ven aquí!
No obstante, su reclamo quedó eclipsado por la transformación del árbol. Las ramas y raíces que le obstruían el paso desaparecieron, lo que casi le llevó a detenerse para ver qué sucedía con el Almirante. No, eran perfectamente capaces de defenderse por sí mismos. Él tenía una orden que cumplir, algo que cortar, un cacharro infernal que destruir.
Desenfundó a Wirapuru cuando no quedaba demasiado para alcanzar la posición del insecto. Su otra mano se encontraba posicionada sobre Yuki-onna, calmada y decidida por si era necesario defenderse de algún ataque lanzado a traición ―ya fuese por parte del arácnido o de cualquiera de los allí presentes―. Dado el contexto, cualquier cosa era posible. Su intención era cortar su cabeza, hundiendo la espada donde fuera posible y extendiendo el corte hasta donde le permitiese la criatura metálica.
- Resumen:
- Ver todo lo que sucede e intentar pegarle un buen tajo a la araña. La dirección que lleva el corte es desde la cabeza hacia el tórax.
- Cosas:
- Poder de destrucción - Tier 9: en sus manos, su arma es cien veces más resistente. Puede alargar su corte varios metros. En cuanto a capacidad de corte: puede cortar esmeralda sin dificultad, y es tan preciso que podría ganarse la vida de peluquero con su arma cortante. Podría romper columnas de hormigón de un golpe con su arma contundente.
Bonificadores pasivos que aplican: Poder de destrucción (x4).
Carga de Wirapuru: 1º turno.
Todo sucedió demasiado deprisa: Un enorme engendro mecánico descendía por el techo tras una tuba, un civil en medio de la marabunta, Kodama amenazando a Zane D. Kenshin... Bueno, eso era lógico, pero en aquellas circunstancias lo cierto era que no estaban como para rechazar la ayuda de nadie. Pero, en cualquier caso, lo que acaparó totalmente su atención fue cómo llegó un tipo de lo más extraño y casi lo tiró para abalanzarse sobre la muchacha. ¿Cómo osaba? Habría desenvainado la espada de no ser porque estaba demasiado ocupado flipando con todo lo demás. Particularmente, con Kodama meando encima del gyojin. "Así se hace". Y es que Kodama no era un burdo árbol de jardín, era un roble de bosque, y como tal tenía su orgullo. Aunque lo cierto era que en realidad no sabía nada de Kodama más allá de que era un roble, que apenas sí distinguía entre hombres y mujeres -si es que lo hacía- y que sus bellotas no sabían nada bien. Ahora que lo pensaba, ¿Kodama tendría genitales humanos? Debía ser muy raro vivir en una erección perpetua... Y muy frustrante.
Jack llegó y se disculpó con Kodama, no sin antes haber permitido que el novato abollase su moto. ¿No se daba cuenta de que era tecnología punta de elevadísimo precio e incalculable valor estratégico? Estaba a punto de enrojecer cuando la pregunta de Kodama lo sacó de su ensimismamiento, y aún sin percibir demasiado más allá de la fiesta de la espuma que se estaba celebrando frente a la araña -y en la que Arthur empezaba a hacer algo útil por fin- asintió, para luego decir unas palabras:
-Salvo el que te ha meado encima. Ese no tengo claro de dónde ha salido. Aunque se llama Luka, y se parece a un peligroso Gyojin llamado Luka Rooney que casualmente forma parte de la banda de Zane D. Kenshin. -Hizo una pausa, mirando de nuevo hacia Nailah- Pero no te preocupes, están bajo mi atenta mirada. Y no pienso perderlos de vista en ningún momento.
Tal vez esas últimas palabras habían sonado demasiado libidinosas, pero se estaba distrayendo con la figura de Nailah por el suelo. Habría creído que no la vería hasta después de haber salvado el mundo. Probablemente desde atrás, seguramente con menos ropa y casi con total certeza con una expresión mucho más cálida... Ardiente. "Vale, Al, deja de pensar con la polla por cinco minutos. Solo cinco minutos".
-Bien, tenemos mucho en juego y todos queremos lo mismo: Salvar el mundo y fiesta, -tal vez eso último solo lo quería él, pero estaba con Zane D. Kenshin y era casi imposible que él no quisiera- así que vamos hacia el pasillo loco de las arañas y las tubas. Ah, y Kodama. Veo que te has hecho amigo del pez. ¿Te lo quedas de mascota? Parece que le has gustado.
Tras aquello echaría a andar hacia delante, haciendo un pequeño desvío para aupar a Nailah. Si lo conseguía la elevaría hasta su altura por un momento y la dejaría en el suelo, sin detenerse en su avance. Solo era cuestión de tenerla cerca por un momento, el suficiente para rozarle el cuello con la nariz.
Jack llegó y se disculpó con Kodama, no sin antes haber permitido que el novato abollase su moto. ¿No se daba cuenta de que era tecnología punta de elevadísimo precio e incalculable valor estratégico? Estaba a punto de enrojecer cuando la pregunta de Kodama lo sacó de su ensimismamiento, y aún sin percibir demasiado más allá de la fiesta de la espuma que se estaba celebrando frente a la araña -y en la que Arthur empezaba a hacer algo útil por fin- asintió, para luego decir unas palabras:
-Salvo el que te ha meado encima. Ese no tengo claro de dónde ha salido. Aunque se llama Luka, y se parece a un peligroso Gyojin llamado Luka Rooney que casualmente forma parte de la banda de Zane D. Kenshin. -Hizo una pausa, mirando de nuevo hacia Nailah- Pero no te preocupes, están bajo mi atenta mirada. Y no pienso perderlos de vista en ningún momento.
Tal vez esas últimas palabras habían sonado demasiado libidinosas, pero se estaba distrayendo con la figura de Nailah por el suelo. Habría creído que no la vería hasta después de haber salvado el mundo. Probablemente desde atrás, seguramente con menos ropa y casi con total certeza con una expresión mucho más cálida... Ardiente. "Vale, Al, deja de pensar con la polla por cinco minutos. Solo cinco minutos".
-Bien, tenemos mucho en juego y todos queremos lo mismo: Salvar el mundo y fiesta, -tal vez eso último solo lo quería él, pero estaba con Zane D. Kenshin y era casi imposible que él no quisiera- así que vamos hacia el pasillo loco de las arañas y las tubas. Ah, y Kodama. Veo que te has hecho amigo del pez. ¿Te lo quedas de mascota? Parece que le has gustado.
Tras aquello echaría a andar hacia delante, haciendo un pequeño desvío para aupar a Nailah. Si lo conseguía la elevaría hasta su altura por un momento y la dejaría en el suelo, sin detenerse en su avance. Solo era cuestión de tenerla cerca por un momento, el suficiente para rozarle el cuello con la nariz.
- Resumen:
- Acosar sexualmente a Nailah. Flipar. Avanzar hacia la araña. Tal vez no en ese orden.
Liv L Astrid
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El trayecto en el submarino se me hizo más corto de lo que pensaba y no tan extraño como imaginé. Todos los submarinos se dirigieron a una entrada oculta que tan solo conocía la revolución.
Al final no había encontrado a los tipos que me habían dicho que buscara y supuse que daría igual, pues cuando las máquinas se pararon nos ordenaron salir a una sala bastante grande, abarrotada de gente que acababa de salir de los submarinos, en aquella sala había un par de puertas una de ellas estaba abierta, la otra permaneció cerrada poco tiempo, parecía que alguien la había abierto.
La gente comenzó a dividirse para avanzar hacia la siguiente sala, era hora de que comenzase la diversión. Por mi parte, me decante por ir hacia la puerta que había estado abierta desde el principio, aprovechando, mientras avanzaba, a buscar los tipos que me habían mencionado antes por si por un casual seguían Loja misma tira que yo.
Al final no había encontrado a los tipos que me habían dicho que buscara y supuse que daría igual, pues cuando las máquinas se pararon nos ordenaron salir a una sala bastante grande, abarrotada de gente que acababa de salir de los submarinos, en aquella sala había un par de puertas una de ellas estaba abierta, la otra permaneció cerrada poco tiempo, parecía que alguien la había abierto.
La gente comenzó a dividirse para avanzar hacia la siguiente sala, era hora de que comenzase la diversión. Por mi parte, me decante por ir hacia la puerta que había estado abierta desde el principio, aprovechando, mientras avanzaba, a buscar los tipos que me habían mencionado antes por si por un casual seguían Loja misma tira que yo.
Mi mirada había abandonado ya la figura desnuda del grandullón, aunque seguía incomodándome. De ahí que lo agradeciese tanto cuando Eric le lanzó sus pantalones, aunque no dije nada y me quedé mirando para ver si se los colocaba. Debía ser una verdadera odisea manejar semejante envergadura, aunque, bien pensado, llevaba toda su vida haciéndolo.
―Decidió que me iba con él y me arrastró ―respondí a mis compañeros, que habían preguntado por el vicealmirante medio desequilibrado. Omití los detalles de la travesía hacia la Aguja, incluyendo el barco que había hundido casi por completo y las particulares habilidades del oficial. Era curioso cómo me molestaba que aquel condenado tipo hubiese decidido disparar hacia nuestro barco, pues, de no ser así, podría haberme adjudicado todo el mérito del naufragio de los criminales―. Cuando llegamos aquí resultó que él no iba a entrar. Se ha desinflado como un globo y se ha quedado en la entrada, protegiendo la retaguardia. No me lo esperaba, la verdad, ese entusiasmo me parecía más propio de alguien que pone su vida en juego sin pensárselo. Ya sabes, un cabeza loca como vosotros ―bromeé, centrando al fin mi atención en mis compañeros.
El aspecto de 'er zarvahe' era más primitivo cuando usaba su propia ropa y, sorprendentemente, llevaba sus pantalones debajo de los del uniforme. Arqueé una ceja, preguntándome si sería yo el único que sólo tenía la ropa interior debajo del blanco de mis pantalones. Aun así, yo tampoco era el más indicado para hablar. La peculiar túnica que usaba encima del resto del atuendo tampoco era algo que se acostumbrase a ver por los cuarteles.
Kenzo estaba mandando de nuevo, pero agradecí que el inmenso tipo se encontrara allí. Tal vez de ese modo me pudiese librar del molesto pitido en el que se transformaba su voz tras la vigésimo sexta orden. Esa manía por... hacer cosas, trabajar y comprometerse incluso en el quehacer más mundano, mecánico y simple me agotaba hasta límites insospechables. Contento por el radical cambio en mi situación, me puse en marcha hacia el lugar al que se pretendían dirigir mis compañeros.
―Decidió que me iba con él y me arrastró ―respondí a mis compañeros, que habían preguntado por el vicealmirante medio desequilibrado. Omití los detalles de la travesía hacia la Aguja, incluyendo el barco que había hundido casi por completo y las particulares habilidades del oficial. Era curioso cómo me molestaba que aquel condenado tipo hubiese decidido disparar hacia nuestro barco, pues, de no ser así, podría haberme adjudicado todo el mérito del naufragio de los criminales―. Cuando llegamos aquí resultó que él no iba a entrar. Se ha desinflado como un globo y se ha quedado en la entrada, protegiendo la retaguardia. No me lo esperaba, la verdad, ese entusiasmo me parecía más propio de alguien que pone su vida en juego sin pensárselo. Ya sabes, un cabeza loca como vosotros ―bromeé, centrando al fin mi atención en mis compañeros.
El aspecto de 'er zarvahe' era más primitivo cuando usaba su propia ropa y, sorprendentemente, llevaba sus pantalones debajo de los del uniforme. Arqueé una ceja, preguntándome si sería yo el único que sólo tenía la ropa interior debajo del blanco de mis pantalones. Aun así, yo tampoco era el más indicado para hablar. La peculiar túnica que usaba encima del resto del atuendo tampoco era algo que se acostumbrase a ver por los cuarteles.
Kenzo estaba mandando de nuevo, pero agradecí que el inmenso tipo se encontrara allí. Tal vez de ese modo me pudiese librar del molesto pitido en el que se transformaba su voz tras la vigésimo sexta orden. Esa manía por... hacer cosas, trabajar y comprometerse incluso en el quehacer más mundano, mecánico y simple me agotaba hasta límites insospechables. Contento por el radical cambio en mi situación, me puse en marcha hacia el lugar al que se pretendían dirigir mis compañeros.
- Resumen - Eric y Kenzo:
- Responder a Kenzo y Eric, un poco de paja y caminar con los demás.
Lance Kashan
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Quizás la idea de ‘’ir con velocidad y prisa’’ y la presencia de los sectarios en nuestro grupo eran bastante contradictorias entre sí, ya que estos nos retrasaban, pareciendo incluso que lo hacían a propósito. Sin ir más, lejos, raros eran los cinco minutos en los que no teníamos que tirar de ellos, ya que se habían quedado embobados con alguna pared, mirando al techo u observando el suelo. Aún así, la agilidad del grupo era aceptable, y, principalmente, Dakuhebi era quien se encargaba de marcar el paso en todo momento.
Cuando llevábamos un buen rato avanzando, terminé por darme cuenta de un ruido que pasó de estar en un segundo plano a uno central y primero, que, si bien nos permitía seguir con nuestro camino, hacía mucho más incómodo todo, si eso era posible vistas las condiciones en las que nos encontrábamos. Al fin y al cabo, el infierno sería un buen símil de las vistas que nos aportaba aquel lugar, junto a la temperatura, el fuego y la sensación de violencia inherente al lugar. A pesar de ello, la intensidad del chirrido, si así se podía definir ya que mis oídos dolían y siquiera era capaz de pararme a intentar reconocerlo sin emitir una mueca de dolor y tratarme de taponar los oídos, fue incrementando exponencialmente, hasta el punto de parar nuestro paso. En ese momento, incluso teniendo las manos en las orejas, escuchamos la voz del líder de la expedición, que nos instaba a seguir así, ya que él no sufría como nosotros y pondría sus sentidos al servicio de todos. Además, la telepatía nos daba una alternativa muy valiosa y fácil para comunicarnos, así que nos ahorrábamos tener que dar la vuelta y, con casi toda seguridad, estaríamos transitando un camino que el resto de personas habría evitado por completo.
Confiando en él y mirando a Grimm, presioné aún más mis oídos para dejar de escuchar cualquier tipo de ruido, y me centré en avanzar, confiando en todo momento en mi vista para avisarme de cualquier peligro que nos pudiera acechar.
Cuando llevábamos un buen rato avanzando, terminé por darme cuenta de un ruido que pasó de estar en un segundo plano a uno central y primero, que, si bien nos permitía seguir con nuestro camino, hacía mucho más incómodo todo, si eso era posible vistas las condiciones en las que nos encontrábamos. Al fin y al cabo, el infierno sería un buen símil de las vistas que nos aportaba aquel lugar, junto a la temperatura, el fuego y la sensación de violencia inherente al lugar. A pesar de ello, la intensidad del chirrido, si así se podía definir ya que mis oídos dolían y siquiera era capaz de pararme a intentar reconocerlo sin emitir una mueca de dolor y tratarme de taponar los oídos, fue incrementando exponencialmente, hasta el punto de parar nuestro paso. En ese momento, incluso teniendo las manos en las orejas, escuchamos la voz del líder de la expedición, que nos instaba a seguir así, ya que él no sufría como nosotros y pondría sus sentidos al servicio de todos. Además, la telepatía nos daba una alternativa muy valiosa y fácil para comunicarnos, así que nos ahorrábamos tener que dar la vuelta y, con casi toda seguridad, estaríamos transitando un camino que el resto de personas habría evitado por completo.
Confiando en él y mirando a Grimm, presioné aún más mis oídos para dejar de escuchar cualquier tipo de ruido, y me centré en avanzar, confiando en todo momento en mi vista para avisarme de cualquier peligro que nos pudiera acechar.
Blishard
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El albino se dispuso a observar la gran multitud que se apelotonaba en las puertas. Algunas caras le sonaban de algo, aunque no estaba muy seguro de qué. Había una cantidad exagerada de Marines, aunque sorprendentemente, estaban ignorando a aquellos que no pertenecían a su facción. Parecía que ni siquiera el tamaño del gigante podría ser un impedimento a la hora de pasar por allí, pues era muy probable que nadie se fijase en él. Y de todas maneras, no era un Revolucionario precisamente famoso, así que los Marines posiblemente le ignorarían. Con este pensamiento, se acercó y bajó de la Hidrocicleta con todo el sigilo del que fue capaz... El cual no era demasiado, dada su envergadura. Fue con todo el cuidado que pudo, intentando no aplastar a nadie. Al llegar al centro de la estancia, se irguió un poco, para buscar puertas o salidas. Tenía el mapa a mano, pero no estaba muy seguro de en que sala se encontraba, así que miró a su alrededor a ver si encontraba alguna pista. Al mismo tiempo, fue mirando de reojo a todos los seres que por allí había, tratando de ver cuales podrían llegar a ser un peligro. La respuesta era... Prácticamente todos. El tamaño, había aprendido, era una ventaja, pero también una desventaja. Además de que no lo era todo. Con la preparación adecuada, y era innegable que la mayoría de esos seres la tenían, bien podían hacerle frente a un gigante. Y eran decenas de personas. Así que mejor intentar pasar desapercibido. Al mismo tiempo, miraría a ver si reconocía a algún revolucionario cerca, para ir a su lado.
Vile Spectre
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El surgimiento repentino de enormes ramas detuvo el avance de la formación. Tras estas se hallaba un misterioso hombre ataviado con la característica capa de los oficiales de la Marina, quien parecía haber sido el autor de aquel movimiento. Solo había leído sobre un hombre con cabeza de árbol en los periódicos, y manejando tal poder, consideró que aquel debía de ser el héroe de Gray Rock, el almirante Mitoko.
A decir verdad, para tratarse de alguien de su posición había creado una barrera que rozaba lo patético. Vile podría saltarla sin problemas; no obstante, el tipo ya les había advertido, y prefería no ser empalado por una rama antes de tiempo y de una forma tan patética. O ser acribillado por los marines que esperaban al otro lado. Esa era otra opción.
Kenshin y el gyojin se pararon junto al obstáculo que había interpuesto el cabeza de brócoli, e intentaron dialogar con aquella planta antropomorfa a la que le había dado demasiado el sol, ajena a que estaba en una alianza con ellos. Cojones, otro almirante les estaba acompañando. Observó como el pelirrojo trató de dialogar con 'cara-de-corteza' apelando a la alianza recién formada; sin embargo, su compañero gyojin no hizo más que proferir insultos hacia todo lo que podía ver, claramente irritado. Por un momento pensó en acercarse y sugerir que el árbol que había creado el Almirante se trataba de un congénere suyo, mas desistió, conociendo las inconveniencias que aquello podría acarrear. Tocaría esperar. "De muerte", pensó.
Al parecer, la aguja no les dejaría hacer tal cosa, pues una bestia horrible se descolgó del techo y amenazó con avanzar hasta su posición. Kenshin mandó a dos de sus lugartenientes a atacarla, mas solo uno obedeció. El rubiales imberbe se lanzó a asestarle un poderoso tajo que amenazaba con destruirla, mas no parecía haber hecho la mella suficiente en su coraza. Entretanto, el gyojin había mandado al semigigante a apoyar al querubín, que, por su parte, solo desenvainó su arma y se quedó en el sitio.
-De muerte -masculló Vile.
Esta era su oportunidad. Era una auténtica idiotez, pero si mostraba preocupación por el espadachín con cara de bebé podría ganarse la confianza de los tripulantes de Kenshin. Es más, podía intentar generar una distracción desde lejos, aunque sus cortes fueran, posiblemente, mucho más débiles que los de aquel guerrero. No obstante, llamar la atención del mal bicho podía resultar en recibir algo más que heridas. Decidió que era un riesgo que quería tomar. Comenzó a correr hacia el flanco de la araña que se encontraría más desprotegido, es decir, el que no estaba ocupado por el espadachín.
-¡Gigantón! -acudió al semigigante-. ¡Yo le distraigo! ¡Pártele las piernas!
Echó a correr tan rápido como pudo, colocándose en la posición que había escogido. A mitad de camino, se detuvo y gritó, preparando su filo para dar un tajo:
-¡Toma esto, so puta!
A continuación, arrojó una poderosa onda cortante al insecto metálico, con la que simplemente intentaría llamar su atención. Aun así, no se quedaría allí para ver si lo había logrado, y trataría de colarse entre sus patas, esquivando los letales pisotones que podría recibir. Esperaba que su vientre estuviera algo desprotegido.
A decir verdad, para tratarse de alguien de su posición había creado una barrera que rozaba lo patético. Vile podría saltarla sin problemas; no obstante, el tipo ya les había advertido, y prefería no ser empalado por una rama antes de tiempo y de una forma tan patética. O ser acribillado por los marines que esperaban al otro lado. Esa era otra opción.
Kenshin y el gyojin se pararon junto al obstáculo que había interpuesto el cabeza de brócoli, e intentaron dialogar con aquella planta antropomorfa a la que le había dado demasiado el sol, ajena a que estaba en una alianza con ellos. Cojones, otro almirante les estaba acompañando. Observó como el pelirrojo trató de dialogar con 'cara-de-corteza' apelando a la alianza recién formada; sin embargo, su compañero gyojin no hizo más que proferir insultos hacia todo lo que podía ver, claramente irritado. Por un momento pensó en acercarse y sugerir que el árbol que había creado el Almirante se trataba de un congénere suyo, mas desistió, conociendo las inconveniencias que aquello podría acarrear. Tocaría esperar. "De muerte", pensó.
Al parecer, la aguja no les dejaría hacer tal cosa, pues una bestia horrible se descolgó del techo y amenazó con avanzar hasta su posición. Kenshin mandó a dos de sus lugartenientes a atacarla, mas solo uno obedeció. El rubiales imberbe se lanzó a asestarle un poderoso tajo que amenazaba con destruirla, mas no parecía haber hecho la mella suficiente en su coraza. Entretanto, el gyojin había mandado al semigigante a apoyar al querubín, que, por su parte, solo desenvainó su arma y se quedó en el sitio.
-De muerte -masculló Vile.
Esta era su oportunidad. Era una auténtica idiotez, pero si mostraba preocupación por el espadachín con cara de bebé podría ganarse la confianza de los tripulantes de Kenshin. Es más, podía intentar generar una distracción desde lejos, aunque sus cortes fueran, posiblemente, mucho más débiles que los de aquel guerrero. No obstante, llamar la atención del mal bicho podía resultar en recibir algo más que heridas. Decidió que era un riesgo que quería tomar. Comenzó a correr hacia el flanco de la araña que se encontraría más desprotegido, es decir, el que no estaba ocupado por el espadachín.
-¡Gigantón! -acudió al semigigante-. ¡Yo le distraigo! ¡Pártele las piernas!
Echó a correr tan rápido como pudo, colocándose en la posición que había escogido. A mitad de camino, se detuvo y gritó, preparando su filo para dar un tajo:
-¡Toma esto, so puta!
A continuación, arrojó una poderosa onda cortante al insecto metálico, con la que simplemente intentaría llamar su atención. Aun así, no se quedaría allí para ver si lo había logrado, y trataría de colarse entre sus patas, esquivando los letales pisotones que podría recibir. Esperaba que su vientre estuviera algo desprotegido.
- Resumen (Arashi):
- Ragear de Kodama para sus adentros, darse cuenta de la araña y gritarle a Marc que va a distraerla. Lanzar un tajo al bicho y tratar de colarse entre sus patas.
- Cosas usadas:
- Ghastly homicide:
- Pasivamente, Vile sabe lanzar ondas cortantes desde su dao, con un alcance de 10 metros y una velocidad de 15 m/s. Activamente, es capaz de aumentar su poder de destrucción en un 100% durante 2 turnos, con una recarga de uso de otros 2.
Galhard
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De no haber sido por la rama que puso en el camino el almirante Kodama, el golpe hubiese sido de campeonato, el joven marine, que momentos antes estaba pilotando la moto se encontraba en el suelo, pues había caído de culo. Miró con estupor al arbóreo almirante y giró su mirada a Jack, pues a juzgar por los hechos y la facilidad con la que su superior vestido de pirata había sobrellevado el choque le hacía pensar que, o bien tenía bajas expectativas en él, o bien buscaba que algo similar ocurriese. Galhard se levantó, sacudiendo el polvo de la parte trasera de su chaqueta y miró la bolladura de la moto, aunque era notoria no era para tanto, esos vehículos si que eran recios pensó, mientras ignoraba el hecho de que golpe podría suponer la reparación a su sueldo.
-¡Ah! Parece que están todos aquí reunidos. ¿A que vienen esas caras tan largas? Alegría gente, alegría, que el mundo no se salva sin una sonrisa. ¡Oficial caramelo! -Refiriéndose a Jack, iba a pedirle que le dijese como frenar la moto para la próxima ocasión, pero la grotesca escena del gyojin orinando encima de Kodama le cortó la reclamación-¡Pero oye maldito! ¿Eres un hombre pez o un hombre perro? ¡No marques tu territorio encima del almirante! ¡Eso no se habló con lo de la alianza!- Galhard acabó de flipar cuando vio que el árbol le orinó encima al pez como venganza, eso hizo que el joven marine a penas pudiese contener la risa, aun por desagradable que encontrase esa escena de intercambio de fluidos. Pese a que veía justa la jugada... ¿No se supone que la armada ha de dar ejemplo?
Dejando de banda la escena, la situación en la sala era tensa, Kodama recriminó sobre la alianza con los piratas a Al, quien aparentaba tener la sangre concentrada en un punto y la cabeza ocupada en otros asuntos más triviales. ¿Fiesta? Eso sonaba interesante, pero a juzgar por el modo de actuar del almirante Galhard y él debían tener un concepto de fiesta muy distinto. El chico miró al frente, encontrando una enorme araña metálica, siempre le habían fascinado esos bichos. Ya sabéis, patas largas, colores vivos, las cabronas podían subir por las paredes ¡Y cagaban seda! Lástima que no fuesen muy sociables y que los ejemplares más grandes estuviesen cubiertos de pelos, esas si que daban asco. Pero esa era metálica y por ende y más importante, hipoalergénica. Los demás marines y agentes del gobierno estaban a la greña con el pobre bicho metálico. Como fuese y vistas las pintorescas habilidades de los agentes ahí presentes no había manera de lucirse.
-Agh, así no hay quien se divierta... Debe haber algo que pueda hacer para ayudar, es mi mar y todos están haciendo más que yo...Quizás me las pueda arreglar para darle el golpe de gracia a la pobre arañita, si, eso estaría bien.- Con algo de parsimonia y sin quitar la mirada de la araña avanzó hacia donde el marine pelirrojo y Jack estaban reunidos.-¿Es café eso que huelo por ahí?.- De ser así, pensó que necesitaría un trago para aclararse las ideas. Debía ser astuto si no quería quedarse atrás. Quizás después de gorronear café tendría alguna idea.
-¡Ah! Parece que están todos aquí reunidos. ¿A que vienen esas caras tan largas? Alegría gente, alegría, que el mundo no se salva sin una sonrisa. ¡Oficial caramelo! -Refiriéndose a Jack, iba a pedirle que le dijese como frenar la moto para la próxima ocasión, pero la grotesca escena del gyojin orinando encima de Kodama le cortó la reclamación-¡Pero oye maldito! ¿Eres un hombre pez o un hombre perro? ¡No marques tu territorio encima del almirante! ¡Eso no se habló con lo de la alianza!- Galhard acabó de flipar cuando vio que el árbol le orinó encima al pez como venganza, eso hizo que el joven marine a penas pudiese contener la risa, aun por desagradable que encontrase esa escena de intercambio de fluidos. Pese a que veía justa la jugada... ¿No se supone que la armada ha de dar ejemplo?
Dejando de banda la escena, la situación en la sala era tensa, Kodama recriminó sobre la alianza con los piratas a Al, quien aparentaba tener la sangre concentrada en un punto y la cabeza ocupada en otros asuntos más triviales. ¿Fiesta? Eso sonaba interesante, pero a juzgar por el modo de actuar del almirante Galhard y él debían tener un concepto de fiesta muy distinto. El chico miró al frente, encontrando una enorme araña metálica, siempre le habían fascinado esos bichos. Ya sabéis, patas largas, colores vivos, las cabronas podían subir por las paredes ¡Y cagaban seda! Lástima que no fuesen muy sociables y que los ejemplares más grandes estuviesen cubiertos de pelos, esas si que daban asco. Pero esa era metálica y por ende y más importante, hipoalergénica. Los demás marines y agentes del gobierno estaban a la greña con el pobre bicho metálico. Como fuese y vistas las pintorescas habilidades de los agentes ahí presentes no había manera de lucirse.
-Agh, así no hay quien se divierta... Debe haber algo que pueda hacer para ayudar, es mi mar y todos están haciendo más que yo...
- Resumen:
- Incorporarse después del choque, acabar de flipar con la pelea de meadas, sentir algo pena por la araña, que está recibiendo más ostias que usopp pero aún así maquinar en hacer kill steal con la araña. También tratar de gorronear café
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