La gran noche [Capítulo]

La cautela era una buena herramienta a usar en toda clase de ocasiones, sin embargo, había veces que lo que estaba detrás del telón no era más que una escena difícil de creer. Y ese había sido el caso. No había imaginado que se encontraría un hombre entonando una canción un tanto trágica. Lo curioso era la botella de vino derramada sobre el suelo y el cadáver a su lado. Sin embargo, paró de hacer lo que estaba haciendo al ver al peculiar grupo y se presentó.

—Buenas, yo soy…

No alcanzó a terminar la frase puesto que, de pronto, una extraña sombra cruzó la habitación a una velocidad impresionante. Katharina creyó que sus intenciones serían previstas por su mantra, pero no fue así. «Los muertos no tienen alma ni voluntad», pensó justo antes de ser elevada sin poder hacer nada para evitarlo. Gracias a la telekinesis evitó sufrir más heridas que el corte superficial en su pierna. Antes de tocar el suelo, la pelirrosa usó la fuerza telequinésica para controlar su propio cuerpo y minimizar el daño de la caída. Al alzar la mirada y dirigirla hacia el escenario vio que el cadáver se elevó casi de la misma forma que lo hizo ella.

Se hubiera mostrado impresionada si ella misma no habría levantado a cientos de cadáveres en el pasado. Incluso en la guerra de Gray Rock condujo un ejército de no muertos para ayudar a sus compañeros. Se limitó a fruncir el ceño y empuñar con firmeza el arma, considerando las opciones que tenía. Si ese cadáver no era especial, podría usarlo para diferentes cosas. Convertirlo en un esclavo para toda la vida era algo que a la bruja le llamaba la atención, sin embargo, usar su carne y alma para crear una Aberración era mucho más interesante. Pero fue el político quien tomó la iniciativa, preguntándole una serie de cosas. Katharina le miró con recelo. El hombre enmascarado tampoco se había mostrado impresionado ni asustado, haciéndole pensar que tenía experiencia con reanimados. Y la forma en que le hablaba, casi como si le diera órdenes…

—Estás lleno de sorpresas, alcalde —le susurró.

Por supuesto, él no era el único que tenía experiencia con muertos. La nigromante tenía diversas formas de comunicarse con estos. Si había algún alma en la habitación, o cualquier cosa proveniente del otro mundo, ella lo sabría. Si había alguna forma de comunicarse con el alma del cadáver, Katharina la usaría para preguntarle sobre la existencia de los planos de la aguja. Ese era su verdadero objetivo, sin embargo, no había conseguido nada. Ni siquiera una pista. Absolutamente nada. ¿Acaso Elliot sabía algo? Luego le preguntaría, cuando estuvieran a solas.

Sin importar si hubiera almas a las que preguntarles sobre los planos de la estructura apocalíptica, la bruja se mantendría atenta. Si su mantra no funcionaba, sus reflejos sí lo harían. Y, en cualquier caso, centró su haki de observación en Tiwah para hacerse una idea de su fuerza.

Resumen:

Cosas usadas:

Tras la guerra de Loguetown, no, desde que tenía uso de razón yo siempre había poseído un don que me permitía oír a las personas, incluso cuando estas no hablaban, muchas veces eran susurros los cuales guardaban por lo general los pensamientos y deseos que uno solía anhelar como lo más profundo de su ser. No fue hasta muchos años después cuando descubrí que aquella maldición no era algo propio de mí, sino de mucha gente más, algo llamado haki.

Por muchas voces que hubiera escuchado antes, por muchas desdichas hubiera padecido, ningún pensamiento me había resultado tan lúgubre, desdichado y honesto como el que sentía aquel sujeto. Ni tan siquiera yo en mis momentos más melancólicos en las ruinas humeantes de Loguetown habían sido capaces de emanar tal melancolía. Trate de dejar de indagar en sus pensamientos por mi bien, sin poder evitar sentirme abatido y compartiendo en cierta manera su dolor, un dolor que por mucho me esforzará no comprendía ¿Tanto podía desesperar un hombre por el amor? Era algo que no entendía ni quería entender puesto que siempre lo había visto como algo que era un obstáculo, algo que se interponía entre yo y mis sueños. Tal vez por eso siempre había tratado de separar lo profesional de lo personal, en especial en todo lo que estaba relacionado con Ann.

Mi sensación de abatimiento fue extrapolando en cierto temor, si tal era la fuerza del poder de la mujer, como de abatido podía llegar a dejarme a mí. Acso mi experiencia no era nada comparado con la de aquellos monstruos, cuanto debía de mejorar para dejar de temer por la mera presencia de Zane. Y finalmente ese temor se transformo en una ira, exasperando un largo suspiro subió a la plataforma.
-Olvídate de él, no nos molestará, ha sido honesto- diría a Elliot, mientras miraba hacia la puerta abierta con una mirada muerta.
Una vez que subimos todos a bordo nos encontramos con lo que parecía ser una sala dispuesta para cumpleaños infantiles. Fijo que se trataba de algún tipo de absurda prueba por lo que se limitó a transmitir una orden.

-Procurad no tocar nada, no queremos que si no queremos repitan espectáculos ¿Verdad? - diría terminando en posarse la mirada en el pulpo -De hecho, ve a ver que pasa en la otra puerta- pidió al gyojin.

Entra tanto se dirigió a la otra puerta, con dos caminos simplemente escucharían los enigmas que quisieran plantearlos, después de todo divide y vencerás decían ¿No?

Resumo por yo que se:

La loba observó cómo Giotto avanzaba mientras escuchaba a la anciana. Por lo visto su nieto la había llevado hasta allí, y la habían contratado para un concierto, pero en las condiciones en las que se encontraba, la mink dudaba bastante que pudiese darlo.

Se sintió culpable, y pensó en cómo podía ayudarla. Entonces, se le ocurrió que probablemente habría venido con su banda, a parte de su nieto, así que le preguntaría, y si por el camino se los encontraba, no dudaría en ayudarles.

- Dígame señora, ¿cómo se llama su nieto? ¿Y el resto de su banda? ¿Sabe dónde están? Le ayudaría… Pero me necesitan, y ya me he retrasado demasiado…

Lo cierto era que a Ellie le estaba costando dejar allí a la mujer, pero respondiera lo que respondiese, se marcharía con Giotto. Al fin y al cabo, su misión -y el mundo entero- corría peligro.

Corriendo se acercaría al ascensor y miraría a Giotto.

- Pobre señora… Dice que es cantante. ¿A dónde vamos?

Resumen:

El marine se comportaba de un modo extremadamente formal para estar dirigiéndose a un cadete, tal vez por el encontronazo de antes. En cualquier caso, eso no importaba ahora.

-Debo rehusarme, señor, el comodoro es un oficial superior y me ha ordenado quedarme con usted y asistirle como mejor pueda, así que si desea inspeccionar esas salas, deberemos hacerlo juntos una por una... Y no tiene que tratarme de usted, ahora mismo es el hombre al mando.

Quiso la casualidad que su decisión fuese la correcta, pues la sala que el marine había elegido estaba plagada de obras de arte impresionantes. Erik reparó en que no había ningún cuadro enfrentado a otro y en cuanto llegaron al final de la sala, se detuvo un segundo a admirar aquellos cinco mastodontes, no solo por su belleza, sino por si su algo más entrenado ojo descubría algo entre las pinceladas de los mismos.

Resumen:

"Debes estar de broma..."

La sala era extensa. El techo parecía estar hecho de placas con una que resaltaba en su centro con forma circular. La sala tenía unas gradas circulares, por suerte vacías, que miraban todas hacia un centro llamativo en el cual descansaba un toro. Una criatura falsa, negra y de ojos rojos, con extensos cuernos. El dragón apretó los puños, enfadado. En ese instante tenía ganas de destruir el toro y bajar las escaleras él mismo. Seguro que con su fuerza de dragón podría conseguirlo, y en el caso de que no fuese suficiente, su fuerza combinada con la de Dexter bastarían para cumplir dicha hazaña. Era obvio que esa basura de pruebas estaban allí solo para ralentizarles en su camino a lo más alto, hacia el líder y responsable de esa monstruosidad.

Saltó. La rabia hizo que pusiera en su salto más esfuerzo del necesario y creara grietas en el suelo al empujarse hacia arriba. Aterrizó delante del toro, creando de nuevo grietas en su punto de caída. Cogió uno de los cuernos con la mano y después miró al supuesto borracho, cuya presencia le ponía nervioso. Pasó a forma híbrida, aumentando su altura de nuevo hasta los tres metros. Entonces, soltó el cuerno e intentó hacer una demostración no solo de su fuerza, sino de su impaciencia y enfado. Clavaría las garras de dragón de ambas manos en la falsa carne del toro y tiraría de él con fuerza para arrancarlo de su mecanismo. De conseguirlo, lo arrojaría al suelo y se pondría de pie encima de él para después mirar al hombre con sus ojos ambarinos de reptil.

—Baja las escaleras. Ahora —diría con una voz alta y clara.

Fuerza:

La situación sobresalía de lo surrealista que era, incluso podía ser la cabecera de un chiste malo contado por el más sin gracia de los borrachos: «una anciana desnuda, una loba y un rubio están en la puerta de un ascensor y…», se dijo el agente hacia sus adentros, mientras veía como la mink se acercaba hacia él. La joven loba parecía preocupada, al menos sus orejas gachas así lo demostraban, y no era capaz de quitar la mirada de la anciana. Viéndola no pudo pensar que Ellie era un ser de luz, uno de esos especímenes tan buenos e inocentes que, seguramente, no tardaría mucho en tornarse al lado oscuro y perder esa inocencia; al menos si continuaba trabajando con el gobierno.

—Aquí estoy, observando el panel —le dijo, señalando los botones. No sabía cuál pulsar, seguramente al que le indicara que ascendería al siguiente piso, aunque con lo bizarro que estaba siendo el fin del mundo, seguramente acabarían en alguna sala extravagante con un sujeto más raro todavía. Miró a Iulio, que continuaba absorto en sus pensamientos—. Señor Iulio, ¿le queda mucho? —le preguntó—. Le recuerdo que estamos aquí para impedir el final del mundo conocido.

Esperó un poco más, y una vez el marine se montó en el ascensor presionó el botón que creía que les iba a llevar al siguiente piso.

—A ver que nos encontramos —comentó.

La verdad es que el poco interés que tenía en el señor Poses lo perdí rápidamente, divagando entre pensamientos sobre lo que me había pasado la semana pasada. No era nada fuera de lo común, entregas bastante rutinarias y cualquier cosa que haría otro día de la semana. En defensa del maniqui humano, la verdad es que no solía prestar atención en general a lo que la gente hacía, a no ser que se estuviera dirigiendo a mi directamente o estuvieran bailando sobre una bomba vestido solo con un taparrabos, lo cual siempre atraía mi atención. La culpa se la echaba a las series que mis padres me dejaron ver de pequeño, que siempre hablaban a su publico implicándolos en el show.

Me di cuenta de que me sudaban ligeramente las manos, que sostenían el paquete. La verdad es que llevábamos un poco de subida y el sitio no era precisamente pequeño, y aun no habíamos avanzado casi nada, puesto que solo habíamos subido un piso. La verdad es que es todo mucho más sencillo cuando la puerta esta cerrada y solo tienes que tocar el timbre, así sabes que si esta intentando dominar el mundo solo es excéntrico, o millonario, y no suelen involucrarte. En general suelen echarte, en unos cuantos casos suele ser a los perros, pero en la mayoría solo es echarte de malas maneras. Así que en parte era agradable poder disfrutar de una velada en casa de un cliente sin que te trate cual esclavo del Gobierno Mundial.

Tras estar un rato así, atontado en el paquete con la mirada ausente, oí las palabras “no he impedido que subáis” volví a tomar consciencia en mi mismo y retomé el paso, haciendo un gesto una mano mientras pasaba al lado del artista.

Muchas gracias señora. - le dije al susodicho, ignorando por completo todo lo que había pasado en la habitación y subiendo por las escaleras -

Subí a trote las escaleras, llegando a la sala que parecía ser un estudio de una serie. Podría no conocer de muchas cosas, pero en mi isla natal estas cosas abundaban, así que en alguna ocasión había repartido un paquete en uno de esos. Cuando subí, algo captó mi atención rápidamente, a lo que me abalancé de inmediato, agarrando uno. En mi mano poseía un micrófono y como todo hijo de vecino, debía hacer el tonto con él.

Si, si, probando, probando. ¡Que alegría, que alboroto, otro perrito piloto! ¡Siempre toca, siempre toca, si no es un pito, es una pelota! - grite a pleno pulmón, subido sobre el sofá negro -

Tras un segundo de silencio por mi parte, después de hacer el idiota simplemente deje el micro donde debería estar, en la caja de la pizza, con su agujero de sujeción y me acerqué al pasillo oscuro, cerrando los ojos para poder ver que había por ahí, no fuera a caerme por culpa de que no hubieran luces.

Desgraciadamente para el parásito marino, SUPAIDAMAN huyó tras parar sin esfuerzo el ataque de Elliot. “Pues menos mal”, pensó el pelirrojo para sí siendo testigo de la terrible fuerza y destreza del hombre arácnido. “Aunque es una pena que no tuviera rostro de araña, ya empezaba a sospechar que era otro monstruo”, lamentó esperando a que las cosas siguieran el lento curso que habían tenido hasta el momento. Hubiera preferido que sus compañeros se hubieran enfrentado al tipejo en mallas, aunque solo porque quería tener más oportunidades de aprender observando.

Al llegar a la planta superior, Kaito inspeccionó con prudencia la fiesta abandonada que alguien había dejado atrás y con prisa. Las probabilidades de que hubiera dos salas con comida envenenada eran muy bajas, y el hambre de un estómago vacío y una garganta aún áspera de vómito le empujaron a intentar coger uno de los sándwiches. Las palabras de White, por suerte, detuvieron aquel movimiento urdiendo en el error pasado. Fracasar una vez había sido suficiente.

—No es mala idea—dijo alejándose de las pertenencias abandonadas rumbo a una de las puertas—. Zack, ¿vienes? —le invitó.

Era el único que le caía más o menos bien.  

Así pues, el chico pulpo se dirigió a una de las puertas sin saber que era la del norte para ver qué clase de acertijo les separaba esta vez de la siguiente sala.

Resumen:

Cantar en publico no era la mayor de las aficiones de Galhard, aunque disfrutase de cantar en las noches solitarias del mar, así que se quedó escuchando la melodía que Al producía mientras Arthur cantaba lo que parecía ser una canción motivadora y disciplinaria. La verdad es que tenía una voz con la misma potencia que sus golpes habían mostrado.

-¿Usted no canta señor Jack? De seguro conoce alguna canción de marinero que gustosamente podría ser acompañada de un dulce trago de ron con miel-

Las salas comenzaban a desdibujarse y confundirse unas con otras. ¿Cuánto tiempo llevaban dentro de la maldita torre? Esperaba que llegaran pronto al final y pudieran acabar con el tema de una vez por todas; tenía demasiadas cuentas pendientes como para perder el tiempo ahí.

Oyó el clic de una puerta a su espalda y escuchó la confesión de Supaidaman en silencio. Al parecer había sido buena idea hacer que se fijara en ella, mejor de lo que había imaginado. Estaba claro que sabía más de lo que les había contado y con un poco de suerte podrían sonsacarle más cosas y prepararse para lo que había en los pisos de arriba. Sin embargo, antes de que pudiera hacer nada, sus improvisados compañeros de viaje actuaron.

Supaidaman agarró el brazo de Elliot antes de que Lys hubiera procesado lo que acababa de ver. Le indignaba un poco que hubiera querido matarlo. ¿Acaso no acababa de confirmar que le tenían completamente bajo control? ¿Acaso no se fiaba de su influencia sobre él? Pero no dijo nada, porque los reflejos de Supaidaman hablaban de un nivel de poder que no había previsto y subestimar a un desconocido siempre era peligroso. Para terminar de rematarlo, pronto desapareció y ellos se quedaron en incómodo silencio. Meneando la cabeza, algo molesta, atravesó el lugar y se subió en el montacargas.

Cuando llegaron al cuarto piso, su primer pensamiento fue que habían llegado tarde. Por toda la sala había desparramados los obvios restos de una fiesta. Un banquete a medio comer, sillas desplazadas y globos por el suelo. Genial, ahora encima iban tras los pasos de unos desconocidos. Ojalá las puertas que tenían enfrente estuvieran abiertas, pero suponía que eso sería demasiada suerte. Suspiró y le pegó una patada a un globo, cansada. Estaba empezando a amargarse. Avanzó por el lugar y siguió a William hacia la puerta del sur. Con suerte el puzle no sería demasiado complicado; ya estaban cerca del quinto piso y su meta estaba próxima.

- Veamos qué locura nos toca hacer ahora.

La estratagema de Kenshin no había funcionado. Vile apretó los dientes. Realmente se mostraba muy deseoso de acabar con aquellas niñatas, de hecho, ¿qué impedía que les rociase a tiros? El joven de Arabasta, no obstante, notaba una fuerza extraña que le impedía tomar esa clase de acciones y actuar como se le pedía, como si algún tipo de divina providencia estuviera determinando las acciones que debía tomar desde lo alto.

Al haber fracasado su intento de pasar con las tarjetas VIP que les habían ofrecido los octogenarios después de haberles mandado de vuelta al geriátrico -a base de fuerza bruta y rock and roll-, el pelirrojo tomó un caracolófono y se dispuso a discutir las respuestas tranquilamente con alguno de sus tripulantes, independientemente de que aquellas niñas ninja tuvieran sus miradas clavadas en el aspirante a emperador.

Al poco tiempo, hizo un gesto con la mano a Vile, poniéndole a debatir la respuesta de la tercera pregunta con su segundo al mando, un tal Spanner. Bastante amable, por cierto. La adivinanza en sí no era demasiado compleja, aunque notaba la cultura general del segundo de abordo de los Arashi no Kyoudai algo incompleta, por lo que tuvo que complementar las teorías de este último con sus amplios conocimientos musicales. Al final, logró corroborar su teoría gracias a una pequeña explicación de lo que eran los "pascales".

Una vez Kenshin le pasó el relevo para contestar a la niña, respondió, sonriente:

-Verás, Raphaella -comenzó, aparentando haber confundido el nombre de la niña tortuga-. Creo que sé la respuesta. Nace de un logaritmo... ¿Podríamos decir que se trata de un "ritmo", como el de los riffs de bajo de ese tal... Juan Decano? Dejando eso de lado de momento, me acaban de comentar por el pinganillo que un pascal es una unidad de presión atmosférica. ¡Joder, que presión! ¡No me miréis así! -soltó con un exagerado dramatismo-. El caso es que estos pascales presionan en mis oídos. Ah... Bajo presión, presionándome, presionándote, ¡nadie ha pedido eso! La cosa es que se está bajo presión, eso queda claro. Y en cuanto a los amigos en las líneas exponenciales... ¿Estamos hablando de amigos en las partituras, que se han conocido a la hora de hacer el arte de la música? ¿Hablamos quizás de David Brownie y su amigo Federico? Ese que hemos oído antes, digo.

Comenzaría a caminar, llevándose las manos a la espalda y sin perder la sonrisa, como si estuviera rumiando la respuesta, aunque ya la supiera. Al poco, volvería a observar a las tortugas y culminaría, abriendo mucho los ojos y fingiendo sorpresa:

-¡La respuesta es Under Pressure, de David Brownie y Federico Mercurio!

Se llevaría la mano a la barbilla y levantaría las cejas con expresión triunfal. La otra mano iba directa a su pistola. Más les valía no decir que su respuesta era incorrecta.

Resumen:

El borracho nos indicó que con simplemente girar el picaporte de la puerta bastaría para abrirla, y no toda la fuerza que el impaciente marine quería demostrar. Le entendía, aquello era un retraso para nuestro camino hacia la detención de todo aquello. Pero ya habíamos visto que aun por mucha fuerza que usásemos podíamos simplemente quedar impotentes ante tales hazañas que fallarían, lo que hacía que el que nos dijesen lo que debíamos de hacer aceleraba las cosas bastante aunque no lo pareciese.

En este caso, el borracho nos dijo que debíamos de subirnos a un toro mecánico y aguantar en él sin caernos. La verdad era que no parecía muy complicado, dejaría que el marine y el capitán lo intentasen primero, mientras yo me tomaría un chupito de aquella bebida que nos ofreció el hombre.

-Bueno, que empiecen ellos, mientras tomaré un trago con usted – dije mientras me sentaba.

Sin embargo, la tranquilidad no duró demasiado y el marine haciendo alarde nuevamente de su gran fuerza se acercó de un salto al toro y luego intentó arrancarlo para romperlo contra el suelo. En mi opinión se había excedido bastante, pero el capitán estaba ahí para evitarlo y luego subirse a él para empezar la prueba.

-Marine, ¿Alguna vez has escuchado el dicho vísteme despacio que tengo prisa? Porque es algo que en esta situación viene de perlas. – le dije acercándome – Esto seguro que nos lleva un momento, si lo rompes seguro que nos hará perder más tiempo, y no quieres eso ¿O sí? – le dije a Zuko mirándole directamente a la cara para luego girarme hacia Dexter – Capitán, luego quiero yo así que no se rompa.

lo que faltaba, no solo estaba rodeado de marines borrachuzos, ademas tenían un pésimo gusto musical.... aunque bueno tampoco iba a quejarme. si conseguían hacer que el maldito cuadro potteriano se abriera para nosotros....

-Fluffle.... Fluffle noo, déjame. no vamos a ponernos en ridículo... oh diablos esta bien vamos ha hacer un numerito para que te quedes tranquilo.

Accedí a las suplicas de Fluffle que estaba literalmente subiendo encima mio, tirando de mi capa e intentando moverme del sitio para no perderse el poder participar en el maravilloso concurso de talentos que se estaba produciendo.

Consenti a Fluffle para que hiciera de ayudante mientras usaba a mi pobre paciente como conejillo de indias. Caballeros y cuadro, ante ustedes esta el Gran Fluffle Pittof y Magin el mago, ante ustedes hoy con este magnifico concierto de fondo, haremos desaparecer a este hombre, observen con atención.

Coloque al pobre paciente en la espalda de Fluffle para que estuviera cómodo mientras ejecutaba unos pases de magia.

- ¡Trasus! ¡Gusus and Fusus! haced que este desdichado sea enviado a la dimensión oscura.

En ese instante deje que mi capa nos cubriera a los tres, quedamos cubiertos totalmente por la tela, pudiendo ver solo nuestros contornos, sin embargo cuando la tela se retiro un segundo después el hombre había desaparecido por arte de magia.

-Aquí tienen caballeros y críticos, nuestro voluntario ha desaparecido pero no se preocupen podemos recuperarlo.... o eso espero.

Veamos ¿donde puede estar? ¿tal vez este aquí?- comente mientras buscaba debajo de la chaqueta del marine galhard.

- ¡Oh! no esta aquí..... ummm ¿ tal vez lo tenga Mi compañero Pittof?

Me puse a sacar cosas de dentro del pelaje de Fluffle pero no estaba allí.

-Ya se llamare al señor del multiverso para que nos lo devuelva. Oh Gran Chtulhu morador de las profundidades, escucha mi ruego y devuélvenos lo que se ha perdido en tu reino.

Ante los sorprendidos ojos de todos el paciente voluntario, cayo en mis brazos salido de ninguna parte.

-¡Aqui tienen señores! ¡Un fuerte aplauso para nuestro voluntario!

-Biz al rescate - dije en tono alegre tras coger la barrita energética que me había ofrecido. -Esthah un poco shosa, pero grafcias - proseguí con la boca llena mientras llegábamos a la estancia donde habían transcurrido los espectáculos.

Habíamos llegado justo en el momento en el que la punky comenzaba su show, el cual pareció maravillar a mi nakama con su truco del dedo, pero que a mí me pareció aburrido y soso.

-Pst, - chisté en bajito al marine para que me hiciese caso antes de que la pelirrosa acabara - eso está chupado - dije en bajito mientras emulaba el truco de la joven con la ayuda de mis poderes.

Si la joven pasaba con esa pequeñez, yo podría conseguirlo también. Quizás podía convencer a Bizvan para que cantase conmigo un dueto u algo, pero entonces el muy maldito tras el número de la agente se adelantó en solitario.

- Será chupa cámaras... - dije en un susurro cargado con un evidente tono de reproche. Ahora por su egoísmo debía de buscarme un nuevo compañero se show... Y las opciones que me quedaban eran pocas y bastante desalentadoras.

Quizás si le quitaba a nuestro amigo la camisa que lo mantenía maniatado podría interpretar la canción conmigo. Lo había escuchado tatarear antes en los baños y no tenía mala voz... Pero tras fijarme en su mirada perdida descarté la idea. Seguro que no se sabía letra y me la terminaba liando, así que tenía que seguir buscando entre los presentes y los que quedaban no sabía si ni siquiera podían articular palabra. Dudaba que los malditos esqueletos del marine tuviesen lengua, por lo que no tardé en descartarlos a todos cuantos eran.

-Malditos bichos inútiles... Ni me traen de comer, ni sirven para nada... - pensé malhumorado mientras su invocador comenzaba con su espectáculo de luces. -Encima el mamón se luce el solo. Ahí con sus figuritas de fuego... Luciendo su magnífico uniforme de marinerito y pertrechado con su enorme espadón a la espalda... - proseguí rumiando hasta que el último pensamiento hizo que una idea descabellada cruzase mi narcotizada mente.

Esperé hasta que Bizvan hubiese acabado con su juegecito con el fuego, ya que no quería interrumpirlo y echar a perder su función a pesar de que estaba enojado, y con un rápido movimiento desenfundé el arma que llevaba enfundada a la espalda.

-Ahora te la devuelvo - dije mientras me alejaba de él por si intentaba recuperarla antes de tiempo. -Madre, ¿estás ahí? - pregunté al arma. Cualquiera que me viese desde fuera pensaría que estaba loco, incluso me pareció ver que uno de los esqueletos me señalaba mientras se acercaba a uno de sus semejantes, pero me daba igual. Yo necesitaba un compañero. -Por fa, sal fuera - proseguí mientas endulzaba mi tono de voz. - Uno de tus cachorros te necesita...

Y entonces, como por arte de magia, el arma comenzó a mutar mientras una voz chillona me contestaba.

-¿Qué le pasa a uno de mis pequeñines? - terminó la voz justo en el momento en el que terminaba de adoptar el aspecto de loba antropomórfica y anciana.

-Madre, necesito tu ayuda para continuar. ¿Te sabes la letra de... Bsh, bsh, bsh? - pregunté al oído a la loba.

-Lobezno, ¿con quién crees que estás hablando? Yo ya moceaba con ella antes de que te destetasen - contestó mientras lucía una sonrisa llena de colmillos.

-Entonces toma esto - dije tras generar un micrófono de sirope que le tendí con premura. No funcionaría para amplificar la voz, pero el atrezzo siempre era importante, por lo que tras darle el suyo generé otro para mí junto a un bombín que no tardé en calarme en la cabeza. -Y uno, y dos, y un dos, tres... - comencé mientras nos juntábamos en el lugar que había que hacer la función y comenzábamos a canta.



Sabía que a capela y con nuestras voces no tenía que haber quedado bien, pero como el estado de ataraxia seguía patente en mi cuerpo me daba completamente igual. Seguramente sino hubiese pasado por ese baño nunca se me hubiese ocurrido realizar un espectáculo así, pero dada la situación había que seguir avanzando... Además de que no era justo que Bizvan acaparase todo la atención.

-Chúpate esa - pensé contento tras la actuación.

Si la cosa salía como esperaba proseguiría junto a mi nakama hasta que algún otro impedimento se nos cruzase por el camino.

Resumen:

Bueno, habíamos conseguido pasar a la siguiente sala, y con ello a la siguiente prueba que teníamos que hacer para poder seguir avanzando, quizás otro combate, o probar saber tocar un instrumento, pintar algo, algo que sin duda se me daba realmente mal, solo superaba a algunos niños de tres años, pero es lo que hay.

En la nueva sala pudimos encontrarnos con marines y agentes, no cualquier marine, marines de los Crimson Wolves, además de algunos esqueletos. Entonces, cuando volví a ver que había en la sala se escuchó una voz que pedía que le mostrásemos lo que teníamos. Al se puso a tocar su violín, mientras Arthur comenzó a cantar una canción, me pareció que era la que les cantaba a los reclutas a los que entrenaba. Aquello era gracioso. Galhard por su parte no pareció muy dispuesto a cantar.

-Oh, tengo una que puede valer, pero antes quiero probar un par de ellas antes, si no funcionan la usaré, tu mientras piensa en una.

No las tenía todas conmigo, y quizás aquella voz tomase mi pequeña canción como un insulto o tomadura de pelo, pero en parte era una canción, o el extracto de una inacabada y no por ello debía de ser descartada de primeras. Cogí aire y comencé a cantar en un tono alto y claro con ritmo. En caso de que aquella canción no funcionase, la continuaría con otra de elaboración propia que apenas tenía tenía unas pocas palabras, pero que esperaba que fuese divertida.

canción 1:

canción 2:

¿Todavía seguían allí…? Como si de un cangrejo ermitaño me tratase, aunque sin la preciosa posibilidad de meterme dentro de mi hogar de forma corporal y presencial, mi mente se había desplazado dentro de su propia ‘’casa’’. Desde la primera frase de aquel señor, señora, o lo que fuese. No sé lo que era: su tono, su gestualidad o simplemente su forma de ser y carácter, pero algo me desagradaba profundamente de él, y, al ver que iba para largo y Elliot estaba ocupado con sus propios trabajos, había decidido que aislarme en ese caso era la mejor opción. A efectos visuales, simplemente estaba apoyado en una pared, de brazos cruzados y pose algo amenazadora, pero de gesto relajado y sin hacer más ruido que el propio de respirar, aunque tras la máscara los ojos estuviesen más pendientes de objetos poco importantes. No había dejado de estar atento a la situación que me rodeaba, tampoco me autodenominaba un suicida para actuar de una forma tan imprudente. Olvidar que estaba en un edificio como este, rodeado con una gente como la que había visto era el equivalente a entrar a unos suburbios al grito de ‘’¡Soy rico y quiero morir!’’, y la idea, como apuntaba el sentido común, no me agradaba.

Cuando el suelo tembló un poco, aunque tampoco de una forma que pudiese considerar violenta, mi consciencia volvió de nuevo a aquella conversación. Bueno, mejor dicho, a lo poco que quedaba de ella, ya que la charla había concluido y la persona que en cuestión estaba ejerciendo como ‘’portavoz’’ del otro grupo había desaparecido. Quizás por el tremendo agujero que ocupaba parte de la sala y que, a todas luces, había aparecido justo ahora. Con un suspiro ciertamente sonoro y un pensamiento de ‘’¿Por fin acabamos de tanta charlatanería?’’ vi a mis dos compañeros, o mejor dicho tres incluyendo a Elliot, comenzar a avanzar hacia una puerta, por la cual suponía que podían pasar, así que no dudé en seguirlos con todas las ganas que podía juntar en ese momento. Guardando los calzoncillos, que todavía tenía en la mano y desconocía por qué, atravesé aquel marco y vi unas increíbles escaleras mecánicas. Increíbles no por su avance tecnológico ni diseño, sino más bien por la longitud.

Con ciertas ganas de convertirme en electricidad e integrarme en el mecanismo de nuestro transporte actual para avanzar de forma más veloz, opté por continuar de pie sobre ellas como una persona normal, ya que quizás podía haber algún tipo de trampa o sistema de protección en su mecanismo. No era necesario en ningún caso y era un malgasto de recursos y tiempo, pero en este tipo de casos nunca se sabe. Tampoco es que la gente que habíamos conocido hasta este punto rebosara sentido común, la verdad. Mientras alcanzábamos el final de las susodichas, una canción comenzó a resonar, haciéndose cada vez más presente, dando a entender que surgía de nuestro destino. No era buena. Pero tampoco la despreciaba por ello. Mi oído tenía una relación muy extraña con ella ya que, a pesar de que realmente no era algo que me agradase, seguía prestando atención y escuchando, como si me interesase, y mucho. No era compleja, pero sí lo suficientemente pegadiza como para dar ganas de moverse y, quién sabe, bailar, aunque nunca me hubiera parado a hacerlo antes.

La nueva habitación era de un tamaño normal, cercano a grande, aunque quizás mi sentido común se había deteriorado después del viaje que estaba llevando a cabo en, oh, la ‘’Gran Aguja’’. En las paredes de esta, una serie de discos de distintos colores, que brillaban todos por igual, decoraban y conformaban unos de los pocos objetos que ocupaban el lugar. Tampoco es que fueran bonitos, al menos a mi gusto, aunque también me entraban ganas de sacar mi mano a pasear y llevarme un par. Visto lo visto, el material podía ser caro. Y, mientras prestaba atención a este tipo de minucias, Katharina y mi ‘’jefe’’ habían avanzado lo suficiente como para tratar de desvelar lo que sea que hubiera tras el telón que ocupaba gran parte de la sala, el cual tapaba un escenario de ese mismo tamaño. Tampoco es que fuera a impedirlo, sinceramente también tenía curiosidad por ver lo que ocultaba. Y era nuestro deber para avanzar.