Francesco contra el pueblo. [Privado] [Pasado] [Abigail & John]

- ¿Has leido la noticia? Dicen que van a expulsar de la isla a todos los que no sean humanos.

- ¿Qué haremos nosotros ahora?

- Deberemos volver a Zou... No somos militares, ni tenemos armas... No podemos luchar contra el gobernador.

John escuchaba la conversación entre dos minks. Hacía horas que habían llegado a aquella isla para vender mercancía. Al parecer, la isla estaba gobernada por un déspota desde hacía meses, quien había aumentado las aduanas y había impuesto una subida de impuestos que estaban dejando a la pequeña isla de Loras en crisis. En aquella isla, habitaban ciudadanos de gran variedad de razas, desde humanos hasta minks y gyojins, y según parecía, ahora el soberano quería expulsar de la isla a todo aquel no fuera humano.

- ¿Quién es el gobernador del que hablais? - Preguntó John con cierta curiosidad.

Ambos minks se giraron rápidamente hacia el pescador. - Se nota que eres extranjero... Hace un par de meses Francesco dio un golpe de estado y asesinó a los anteriores gobernantes. Nosotros hemos vivido aquí desde que eramos niños y jamás hemos tenido un problema, hasta ahora. - Dijo un mink que parecía un zorro.

-Desde que el tirano este llegó, todo ha ido de mal en peor. Cortó las relaciones comerciales con el Gobierno Mundial, aumentó los impuestos y redujo puestos de trabajo. Ultimamente no tenemos ni para comer. Hay quien dice que está buscando un ejercito de mercenarios para atacar a las islas vecinas. - Continuó el otro mink, este con apariencia de conejo.

John escuchaba atento las palabras de los ''animales''. La situación parecía estar bastante tensa, pero él no podía hacer nada, a pesar de que le afectaba de forma indirecta a él, pues aumentaba las tasas que los pescadores debían pagar para poder comerciar dentro de Loras. En el fondo le perjudicaba. John amaba el dinero, pero sabía que no era conveniente entrar en disputas contra ese gobernador, ni aunque lo intentase, no podría vencer.

Después de todo, el pescador se despidió de los minks y puso rumbo al puerto nuevamente. Caminaba por una calle ancha donde multitud de personas iban y venían también. No tardarían mucho en zapar otra vez, en cuanto todos los tripulantes estuviesen listos para seguir currando. Sabía que Wilkins y varios más habían salido a buscar provisiones, pero no sabía si quiera si habrían vuelto ya.

De repente, un estruendo se escuchó, como si de una bomba se tratase. Se creó una gran nube de humo, procendente de una calle cercana. Una muchedumbre comenzó a correr en sentido opuesto al del carnicero, por lo que se vio obligado a hacer lo propio hasta que consiguió apartarse de la multitud.

John jadeaba del cansancio. Tras unos segundos descansando, intentó proseguir su marcha hacia el puerto, pero unos tipos uniformados de negro cerraron el paso a todo aquel que se dirigía hacia el puerto. Vestían una boina negra y llevaban su rostro cubierto con un pañuelo del mismo color. Como era de esperar, toda su ropa era oscura, con un pequeño logo en forma de ''A'' roja.

- Nadie abandonará la isla hasta que Don Francesco quiera. Ha llegado la hora del juicio final. - Dijo uno de los uniformados.

John apretó los dientes. Si bien no se encontraba a favor de Franceso, no era su intención tener que pelear ni quedarse allí por más tiempo. Tan solo quería abandonar la isla, volver a la faena, pero al parecer, se había visto involucrado en una batalla entre el pueblo y un tirano, donde nadie sabía como podía acabar aquello...

La rubia se encontraba tranquilamente en el tejado de un edificio, otra noche que se había pasado con la bebida y ahora se hallaba con un terrible dolor de cabeza. Se había encontrando con un viejo amigo, el doctor Jenkins, y esa situación fue digna de celebrar. Abigail recordaba con cariño a aquel hombre, pues fue uno de los que se ocupó de ella al quedarse sin su madre. De hecho fue él mismo quien le enseñó algunas nociones básicas de medicina. Pero ahora era hora de levantarse y empezar un nuevo día. Se hallaba en una isla llamada Loras donde la gente se estaba quejando de un dictador local que era bastante racista con los no humanos. Aquello molestaba a la mujer pues no toleraba ese tipo de ideas que llevaban al odio.

- Ese maldito... ojala alguno le diera su merecido algún día - Dije de mal humor levantándome y bajando con cuidado de una tubería - Si sigue así no sería raro que en cualquier momento estallara una revolución y chao chao racista -

De su refunfuño la sacó un ruido de una muchedumbre próxima a ella. Abigail sintió un mal palpito. Algo estaba mal. Así que fue corriendo hasta el lugar basándose en las voces que resonaban. Llegó a una calle próxima al puerto y varias personas se encontraban frente a unos hombres que parecían ser de la guardia del dictador. Parecían estar amenazando al pueblo así que, una vez más, su idiotez se apoderó de su razón y no se quedo calladita como debía estar.

- Ey, imbéciles. ¿Por qué no os metéis con alguien de vuestro tamaño? - Alzó la voz lanzándoles a uno de los uniformados una bola de tierra. Eso fue suficiente para que un par de ellos la persiguieran por las calles en una carrera contrarreloj. Dobló esquinas y se metió por callejones pero no consiguió despistar a aquellos bravucones. Hasta que una puerta se abrió en un callejón y una mano agarró haciéndola entrar cerrando la puerta tras de sí.

- Parece que por una vez alguien ha tenido los huevos suficientes como para plantarle cara a ese cabrón de Francesco - Dijo un brazos largos vestido con un elegante traje negro.

- Gracias... gracias por ayudarme, viejo - A Abigail le faltaba el aire pero se sentía completamente agradecida con aquel hombre por salvarla de una paliza o peor - Me llamo Abigail, ¿y usted? -

- Mi nombre es Lian Wu, anterior alcalde de esta isla antes de la llegada al poder del actual dictador -

El muchacho observaba desde una callejuela a aquella multitud, apelotonada. Los empujones y los codazos estaban a la orden del día y los insultos hacia los uniformados no cesaban. John observaba la situación, sin perder la calma en absoluto, pues si algo derrochaba John era tranquilidad. Se colocó el pañuelo de tal forma que le cubriese gran parte del rostro y se cubrió la cabeza con una capucha. El pescador sabía que en aquellos momentos, no sería buena idea llamar demasiado la atención.

Un par de minutos más tarde, pudo ver como varios de los soldados se acercaban hacia la calle en la que se encontraba él. De una forma audaz e inteligente, John decidió esconderse dentro de un contenedor que se encontraba justo allí.

- ¿¡Cómo qué la habeis perdido!? - Gritó uno de los uniformados. - Sois unos inútiles. - Continuó.

John levantó lentamente y sin hacer ruido la tapa de aquel contenedor. Eran dos personas y hablaban por un Den Den Mushi. Por lo que el carnicero podía escuchar, habían tenido alguna especie de contratiempo, y quizás, podía aprovechar la situación para obtener algo, quién sabía.  

- Estamos llegando ya... Esperemos que no se entere Francesco... - Dijo el mismo tipo antes de que ambos comenzaran a correr hacia el otro extremo de la callejuela. Tras esto, John salió con sigilo de su escondite y comenzó a seguir los pasos de aquellos tipos, intentando mantener un perfil bajo para evitar ser reconocido con facilidad. Además, portaba aquellos ropajes que le cubrían el rostro casi en su totalidad.

El pescador los siguió con bastante sigilo, pero su suerte no duró demasiado. Ambos tipos se giraron y, a pesar de todas las mediadas que había tomado, aquellos tipos no eran tontos, supieron rápidamente que John no era ningún aliado para ellos. Entonces, ambos desenfundaron una espada.

- Eres una ratilla. ¿Qué cojones crees que haces siguiéndonos por aquí? - Dijo uno de ellos. - Te voy a enseñar a que no tienes que meterte donde no te llaman.

Con aquellas palabras, el tipo que acababa de hablar comenzó a correr con la espada en alto hacia el pescador. John tenía toda su atención en el combate, y con rapidez, desenfundó su Megalodon Tusk y lo empuñó con la mano izquierda. Flexionó levemente las rodillas, adelantando la derecha un paso hacia delante. Su rival, entonces a una distancia bastante más pequeña, intentó dañar a John mediante un tajo vertical.

John, en cambio, consiguió esquivar aquel ataque de una manera casi intuitiva. Quizás, aquello fuera el haki del que le había hablado Wilkins. Aquella sensación la había tenido otras veces también. Debido a aquella ''reflexión'', John perdió la concentración y su rival le asestó un golpe con el puño que no portaba el arma, justo en la cara, que el joven fue incapaz de esquivar. John sacudió un poco la cabeza, aquello le había pillado de imprevisto.

Con rapidez, John dio un par de pasos atrás, para ganar cierta distancia entre su rival y él. Seguidamente, embuyó su daga en agua, y es que, esta presentaba un mecanismo capaz de recoger humedad del entorno, y eso había hecho durante el tiempo que John había estado deambulando por Loras. Fue entonces cuando lanzó una onda acuática, que impactó de lleno en su rival directo, que clavando las rodillas, cayó al suelo. El otro tipo, entonces, intentó huir aterrado, pero sorprendentemente, una flecha le impactó en la espalda, haciendo que cayese también.

En aquel momento, un tipo encapuchado apareció. Usaba ropas azules y llevaba un carcaj en la espalda y como era de esperar, un arco.

- ¿Quién cojones eres tú? - Cuestionó John sin enfundar la daga.

- No hay tiempo para explicar nada. La vida de Lian Wu depende de mí. Ya he malgastado demasiado tiempo ayudándote, sígueme y calla.

Con aquellas palabras, el arquero comenzó a correr en la dirección que lo hacían los tipos trajeados en un primer momento. John, malhumorado con la contestación del encapuchado, se vio obligado a aceptar. No sabía quién narices era, pero en cierta parte le había salvado, pues si el otro tipo llegaba a escapar, nadie sabe qué podría haber ocurrido. Debido a esto, el pescador comenzó a seguir al arquero de mala gana, decía que debían salvar a Lian Wu, aunque el joven no tenía ni idea de quién era.

Aquella revelación hizo mella en mí, ¿quién se iba a imaginar que me salvaría el pescuezo el anterior mandatario de la isla? Aunque ahora vivía escondido entre 4 paredes. Por el interior del lugar este parecía ser un viejo bar. Habían varias mesas y sillas que amontonaban una cantidad inmensa de polvo y alguna que otra telaraña. La barra más de lo mismo. Había visto días mejores ya que la madera comenzaba a pudrirse y ahora era hogar de los arácnidos. Según explicó el viejo alcalde, aquel lugar antes era muy famoso en la ciudad pero con la ley seca que impuso Francesco, acabó arruinándose. Sin embargo, el propietario acogió a Lian Wu ya que eran viejos amigos que hacía años habían luchado juntos en la Marina.

-Guau, ¿pero que pasó para que ahora todo el mundo esté siendo controlado por este tirano? ¿Cómo lo permitieron? - Pregunté ansiosa por conocer lo que había ocurrido para que aquella isla fuese gobernada con puño de hierro.

- Pues verás, jovencita - Dijo apoyándose en una mesa cercana - Ese necio vino un día a la isla acompañado de tres naves en las que llevaba a sus lacayos. Son esos hombres de negro que te perseguían, se les conoce como los "camisas negras". Al parecer son ex militantes de algún país cercano que posaron sus ojos en esta tierra. Llegó y masacró a todo aquel que se le enfrentó, yo conseguí sobrevivir gracias al dueño de este sitio. Que por cierto, debería estar al caer. Cuando llegue, te propondré algo que puedes hacer por esta isla -

-Déjeme adivinar, ¿está reclutando gente para su causa y echar al dictador? Puedo ayudarle si me deja cobrar algo del dinero robado por ese hombre - Sonreí pensando en el dinero.

Justo entonces, se pudo oír una puerta cerrarse desde la parte de atrás del garito.

-Parece que ya está aquí. ¿Que tal están las cosas fueras? -

John consiguió ponerse a la altura del arquero. El tipo corría sin cesar, hasta que, de pronto, paró en seco, haciendo una señal con el brazo para dejar de correr. El arquero se escondió tras un contenedor, en cambio, John se ocultó tras una pila de cajas. El pescador miraba a su compañero con atención, y este, ponía gran atención en una conversación más allá de sus coberturas. El encapuchado miró a John, llevándose el dedo a la boca, pidiendo silencio. El carnicero asintió con la cabeza.

Se podían distinguir dos voces al otro lado, una era más grave. La otra, respondía de una forma escueta a lo que el otro individuo añadía.

- Puto inútil, hemos perdido a esos tipos. Si no te mato ahora es porque no estamos en medio de la contienda... - Dijo el tipo de voz grave, enfadado.

- Perdón, señor... - Respondió el otro individuo.

John y el encapuchado se asomaron de reojo para poder ver con mayor claridad la situación. El de la voz grave era un tipo grande, vestía el uniforme que todos los afiliados a Francesco portaban, además de un gorro de lana negro, junto a dos fundas de pistola en el cinturón. En cambio, el otro individuo era un tipo más pequeño, mucho más delgado. Por la forma de hablar de ambos, parecía que el primer tipo era un superior del otro recluta.

- Psst... Nuestro objetivo está justo ahí. - Susurró el arquero a John, a la vez que señalaba con los ojos una puerta muy estropeada, unos metros por delante de ambos adversarios. - Tan solo debemos hacer que se vayan de aquí esos dos.

John entendió la intención del encapuchado. Acabarían con los dos reclutas y entrarían por la destartalada puerta. Pero, si luchaban con ellos de forma directa, más enemigos acudirían, debían hacerlo de una forma sigilosa, sin llamar la atención de nadie más. Entonces, John cogió de su cinturón uno de sus puñales de hueso. Lo arrojaría contra uno de los reclutas.

- Yo iré a por el de la derecha. - Le susurró John, mostrándole el puñal. - Tú al de la izquierda.

El otro tipo asintió, no podían joderla ahora. John se elevó un poco, mirando por encima de las cajas que le cubrían. Por encima de ellas, lanzaría el puñal como si de un kunai se tratase. El arquero, se posicionó también por encima del contenedor, cargando una flecha con el arco. Entonces, empuñando la daga con la mano izquierda, John comenzó a realizar una cuenta regresiva con los dedos de su mano derecha. 3,2,1... ¡Bingo!

El puñal impactó justo en la nuca del soldado delgado, mientras que la flecha de su compañero atinó de lleno en la cabeza. Ambos cuerpos cayeron al suelo de forma súbita. John suspiró de tranquilidad, había tenido suerte de acertar aquel lanzamiento. - Muy buena esa. - Felicitó a John.

- Debemos esconder los cuerpos, no podemos dejarlos ahí. - Añadió el pescador. - De lo contrario, podríamos encontrarnos en serios problemas.

- Ya lo estamos, chico. - Respondió, aunque con un tono sosegado. - Debemos andarnos con cuidado, aquí estamos más o menos seguros, pero la mayor parte de la ciudad tiene ojos y oidos...

Ambos se acercaron a los cuerpos. Del escuálido, John recogió su daga, la limpió y la volvió a colocar en su cinturón. Del otro, en cambio, el pescador cogió una bolsita con algo de dinero, mientras que su compañero recogió ambas pistolas. Tras esto, entre ambos, los transportaron hasta el contenedor de basura, arrojándolos dentro.

Justo después, los dos se dirigieron hacia la estropeada puerta, donde, dando un par de golpes en esta, realizando una especie de código, la abrió con la ayuda de una pequeña llave, entrando ambos dentro del local. Aquello parecía una cocina, varios fogones polvorientos, sartenes y cubiertos tirados por los suelos... Sin duda, no estaba nada cuidado.

-Parece que ya está aquí. ¿Que tal están las cosas fueras? - Dijo una voz, desde otra habitación.

El tipo comenzó a dirigirse hacia ella, seguido por John, a la vez que contaba lo sucedido con los dos tipos hacia unos minutos a las afueras del bar.

Miré hacia la puerta por la que pasaron dos hombres. Uno llevaba una capucha y estaba armado con un arco, el otro parecía ser de etnia negra además de poseer alguna que otra cicatriz. ¿Era el del arco el dueño del garito? Pronto lo descubriría. Por ahora, me limité a saludar a los dos varones y me quedé atenta a lo que tenía que decir el tal Lian Wu. Le sonrió al arquero, como buenos amigos que han compartido muchas aventuras. Ahora entendía el porqué se tenían tanto aprecio.

- Llegas tarde, compañero. Precisamente ahora estaba por contarle a esta muchacha lo que tenemos planeado para mañana por la noche. Ahora dime, ¿quien es el muchacho que te acompaña? ¿Es otro aliado para el movimiento en contra de Francisco? - Preguntó Lian Wu, mirando con sospecha al hombre del pañuelo en la boca. A decir verdad, hasta a mí no me parecía trigo limpio con aquellas pintas. Pero bueno, no puedes juzgar a un libro por su cubierta. Es mejor leerlo y ya luego puedes tener una opinión mejor.

- Perdona la tardanza. Me entretuve ayudando a este joven, las cosas andan revueltas fuera. La gente cada vez está más cansada de la tiranía. Puede ser que mañana sea el día de acabar con todo esto de una vez por todas - Se queda mirándome fijamente - ¿Y quien es ella? -

- Ella es una chica que estaba huyendo de unos camisas negras por hacerles frente. Se ha ganado mi confianza solo por eso. ¿No te parece? Se llama Abigail y está dispuesta a echarnos una mano a cambio de una parte del tesoro de Francisco - Luego miró tanto a mí como al chico de las cicatrices - Mañana por la noche habrá una fiesta impuesta por Francisco en la que todo el mundo debe ir a rendirle pleitesía. Pero estamos organizando un plan para colarnos en su palacio a través de una antigua red de túneles que hay por debajo de este pueblo. Será nuestra oportunidad para sabotear el sistema de seguridad así como tener el frente asegurado. Otro grupo de rebeldes atacará la fiesta cuando sea el momento y luego nos reuniremos con ellos para acorralarlos y poner un alto a tanta corrupción y muerte. ¿Nos ayudareis? Prometo que tendréis el agradecimiento de este anciano y el de todas las personas de bien de esta isla además de dinero - Comentó finalmente el ex alcalde.

- Por mi parte estoy dentro, ¿como puedo decir que no a algo tan divertido y con dinero de por medio? - Sonreí estirando los brazos - ¿Y en cuanto a ti, ¿que harás, amigo? - Dije esperando la respuesta del tío de las cicatrices.