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Annie agitó las alas con fuerza. A lo lejos tan solo quedaban los resquicios de la cruenta batalla que se había librado en la Aguja. No se dignó a mirar atrás en ningún momento, pero sí podía sentir la presión de Osuka sobre sus escamas. La serpiente voló a ras del agua, llegando a tocar con sus alas la marea salvaje y sintiendo como algunas gotas de agua salpicaban su cuerpo y descendían lentamente. Aguzó la mirada y en el horizonte parecía haber numerosos barcos, que por algún motivo portaban una bandera negra con un símbolo extraño. Nunca antes lo había visto, pero tampoco quería tener contacto con desconocidos después de todo lo ocurrido así que ascendió hasta los cielos hasta perderse en las nubes.
La revolucionaria llevaba las horas de vuelo suficientes como para sentirse cansada, nunca había volado tanto ni tan seguido, pero aunque quisiera descansar no podría. A sus lomos estaba su jefe y el tontatta, y si ambos caían al agua, tendrían una muerte segura. En el horizonte ya comenzaba a verse un cielo rosáceo que se diferenciaba del oscuro, en donde aún se veían la luna y las estrellas. Amanecía, y con él un nuevo día en el que habían permitido que la humanidad continuara su rumbo, pero Annie no estaba conforme. Algo iba mal en su interior.
Era su primera guerra seria y se había sentido vapuleada y vilipendiada, no por sus amigos ni por la gente que luchaba a su lado si no por la revolución. Ella había decidido unirse por una buena causa y ahora solo tenía dudas de si había hecho lo correcto. A lo lejos, vio una isla. Si las coordenadas eran correctas debía ser Swallow, puesto que no estaba habitada y era tan solo un punto de interés turístico. Su barco estaba anclado en una cala abandonada, de difícil acceso y confiaba en que Robin y Ayden estuvieran bien dentro de él. Sin embargo, cuando rodeó la isla sus ojos se abrieron como platos. La Estrella del Viento no estaba.
La muchacha aterrizó con cuidado y esperó a que se bajaran Osuka y el pequeño Elliot Mouse. Tras eso, regresó a su forma normal y miró asustada a sus alrededores. No tenía manera de contactar con Robin y tampoco había rastros de que les hubiera pasado algo.
-No lo entiendo... - masculló -. ¡Es imposible que se hayan llevado mi barco! Robin sabe luchar, sabe defenderse y... - resopló pateando al suelo y sentándose mientras abrazaba sus rodillas-. Lo dejé aquí porque estaba deshabitado, además rodear toda la isla es complejo con el oleaje y las rocas, hay que tener muy buena mano para llevar el barco por ahí. Si han venido a por mi barco tenían que saberlo de antes.
La revolucionaria llevaba las horas de vuelo suficientes como para sentirse cansada, nunca había volado tanto ni tan seguido, pero aunque quisiera descansar no podría. A sus lomos estaba su jefe y el tontatta, y si ambos caían al agua, tendrían una muerte segura. En el horizonte ya comenzaba a verse un cielo rosáceo que se diferenciaba del oscuro, en donde aún se veían la luna y las estrellas. Amanecía, y con él un nuevo día en el que habían permitido que la humanidad continuara su rumbo, pero Annie no estaba conforme. Algo iba mal en su interior.
Era su primera guerra seria y se había sentido vapuleada y vilipendiada, no por sus amigos ni por la gente que luchaba a su lado si no por la revolución. Ella había decidido unirse por una buena causa y ahora solo tenía dudas de si había hecho lo correcto. A lo lejos, vio una isla. Si las coordenadas eran correctas debía ser Swallow, puesto que no estaba habitada y era tan solo un punto de interés turístico. Su barco estaba anclado en una cala abandonada, de difícil acceso y confiaba en que Robin y Ayden estuvieran bien dentro de él. Sin embargo, cuando rodeó la isla sus ojos se abrieron como platos. La Estrella del Viento no estaba.
La muchacha aterrizó con cuidado y esperó a que se bajaran Osuka y el pequeño Elliot Mouse. Tras eso, regresó a su forma normal y miró asustada a sus alrededores. No tenía manera de contactar con Robin y tampoco había rastros de que les hubiera pasado algo.
-No lo entiendo... - masculló -. ¡Es imposible que se hayan llevado mi barco! Robin sabe luchar, sabe defenderse y... - resopló pateando al suelo y sentándose mientras abrazaba sus rodillas-. Lo dejé aquí porque estaba deshabitado, además rodear toda la isla es complejo con el oleaje y las rocas, hay que tener muy buena mano para llevar el barco por ahí. Si han venido a por mi barco tenían que saberlo de antes.
Osuka Sumisu
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El Oficial realmente no prestaba atención a las magníficas vistas que le regalaba la altura a la que volaba Annie con su serpenteante forma mística. Le habían ocurrido demasiadas cosas en día; Técnicamente había ayudado a salvar el mundo, el líder que consideraba un padre había vuelto de los muertos para ser controlado por un super villano, que sorpresa, no era nada y menos que el comandante general revolucionario del West Blue. Por no hablar del gorila, del Maki-tango, de las adivinanzas, y más cosas que sinceramente quería dejar para otro día.
Solo quería llegar a la nave de Annie y relajarse con los meneos de las olas del océano chocando contra la madera del navío. Había escuchado que también tenía la capacidad de surcar los cielos, que aunque no sería ni la primera ni última vez que vería un vehículo de ese tipo, siempre estaba dispuesto a aprender hasta el último detalle.
Fue sacado de sus pensamientos al notar un movimiento errático del pelo ceniciento, como si algo la hubiese sorprendido a mala gana. Fue comprensible cuando al aterrizar y ver que el querido barco había desaparecido.
La seguridad que había visto siempre en el rostro de Annie parecía desaparecer, dando a mostrar como si viera una madre que ha perdido a su hijo. Espero a que dejase de patear cosas y se sentara, para que la ira pasase y no arremetiera contra el a la minima.
Se acercó a ella, doblando sus rodillas con el sonido del crujido de estas como acompañamiento. Con ambas manos le sujeto sus mejillas, para forzarla a que le mirara.
- Annie, mírame. Quiero que me mires –en su tono de voz era confuso saber si lo decía de forma autoritaria o como un favor personal-. Todo va a salir bien, ¿vale? Tú también tienes que haber sentido el viento. Hay una tormenta por las proximidades. Solo un loco u un imbécil saldría con un barco que no sabe cómo funciona. Siguen en la isla y te juro que no dejare piedra sin remover hasta que no encuentre tu barco y a Robin.
Solo pensar en que aquel niño al que Annie tenía tanto cariño estaba solo y posiblemente en peligro le causaba lastima por la arquera, pues deseaba que ojala él nunca tuviera que pasar lo mismo con Irie.
Solo quería llegar a la nave de Annie y relajarse con los meneos de las olas del océano chocando contra la madera del navío. Había escuchado que también tenía la capacidad de surcar los cielos, que aunque no sería ni la primera ni última vez que vería un vehículo de ese tipo, siempre estaba dispuesto a aprender hasta el último detalle.
Fue sacado de sus pensamientos al notar un movimiento errático del pelo ceniciento, como si algo la hubiese sorprendido a mala gana. Fue comprensible cuando al aterrizar y ver que el querido barco había desaparecido.
La seguridad que había visto siempre en el rostro de Annie parecía desaparecer, dando a mostrar como si viera una madre que ha perdido a su hijo. Espero a que dejase de patear cosas y se sentara, para que la ira pasase y no arremetiera contra el a la minima.
Se acercó a ella, doblando sus rodillas con el sonido del crujido de estas como acompañamiento. Con ambas manos le sujeto sus mejillas, para forzarla a que le mirara.
- Annie, mírame. Quiero que me mires –en su tono de voz era confuso saber si lo decía de forma autoritaria o como un favor personal-. Todo va a salir bien, ¿vale? Tú también tienes que haber sentido el viento. Hay una tormenta por las proximidades. Solo un loco u un imbécil saldría con un barco que no sabe cómo funciona. Siguen en la isla y te juro que no dejare piedra sin remover hasta que no encuentre tu barco y a Robin.
Solo pensar en que aquel niño al que Annie tenía tanto cariño estaba solo y posiblemente en peligro le causaba lastima por la arquera, pues deseaba que ojala él nunca tuviera que pasar lo mismo con Irie.
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Annie miró a su compañero fijamente a los ojos, estaba enfadada, tanto que no le hubiera importado soltarse de mala manera y ir por el mar volando en su busca, pero no podía. Osuka era su amigo y no lo abandonaría en una isla de mala muerte solo por un barco. Tampoco podía arriesgarse a marcharse volando, la tormenta que se avecinaba era muy peligrosa para iniciar una travesía y a pesar de que poseía las dotes suficientes de navegación, no se atrevía. Una simple ola tan potente podía hacer que el barco volcara en medio del mar y morir ahogados por culpa de sus frutas del demonio.
La arquera suspiró y bajó la cabeza, pensando en qué hacer sobre lo ocurrido. Se puso de pie y, de su pequeño bolsito comenzó a sacar papeles, entre ellos un mapa. Por el dibujo, era un fiel retrato de la isla que Annie había conseguido comprar a unos aventureros justo antes de tener que acudir a la llamada de la revolución. Swallow poseía unos acantilados imponentes y muchos salientes, lo que proporcionaba un difícil acceso si no era por la vía de entrada principal del puerto.
-No tiene sentido que se hayan escondido en la isla, si quería solo a Robin podían haber dejado el barco en su sitio, ¿pero por qué llevarse a ambos? - La revolucionaria se llevó el dedo índice al labio inferior, golpeándolo suave y seguidamente hasta que miró a su amigo -. A no ser... que nos quieran a ambos, un cebo. ¿Tienes algún enemigo? Es posible que nos hayan seguido la pista y sepan nuestras debilidades en estos momentos. Juraría que a los Claveles les di esquinazo hace meses, pero... no lo sé. Querrán llevarnos hasta su sitio para tener ventaja.
Annie le pasó el mapa a Osu para que lo observase bien, no sabía si tenía nociones sobre la lectura de mapas, pero al menos le explicaría donde se encontraban y como eran las vías de navegación alrededor.
-Cuando vinimos, vimos varios barcos en alta mar con una vela negra, no los aprecié porque estábamos muy arriba, ¿los recuerdas?
La arquera suspiró y bajó la cabeza, pensando en qué hacer sobre lo ocurrido. Se puso de pie y, de su pequeño bolsito comenzó a sacar papeles, entre ellos un mapa. Por el dibujo, era un fiel retrato de la isla que Annie había conseguido comprar a unos aventureros justo antes de tener que acudir a la llamada de la revolución. Swallow poseía unos acantilados imponentes y muchos salientes, lo que proporcionaba un difícil acceso si no era por la vía de entrada principal del puerto.
-No tiene sentido que se hayan escondido en la isla, si quería solo a Robin podían haber dejado el barco en su sitio, ¿pero por qué llevarse a ambos? - La revolucionaria se llevó el dedo índice al labio inferior, golpeándolo suave y seguidamente hasta que miró a su amigo -. A no ser... que nos quieran a ambos, un cebo. ¿Tienes algún enemigo? Es posible que nos hayan seguido la pista y sepan nuestras debilidades en estos momentos. Juraría que a los Claveles les di esquinazo hace meses, pero... no lo sé. Querrán llevarnos hasta su sitio para tener ventaja.
Annie le pasó el mapa a Osu para que lo observase bien, no sabía si tenía nociones sobre la lectura de mapas, pero al menos le explicaría donde se encontraban y como eran las vías de navegación alrededor.
-Cuando vinimos, vimos varios barcos en alta mar con una vela negra, no los aprecié porque estábamos muy arriba, ¿los recuerdas?
Osuka Sumisu
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Medito ante la pregunta de la arquera. ¿Realmente le quedaban enemigos? Es decir, estaban los marines, el gobierno y todas esas parafernalias, pero no había nada personal entre ellos. También estaba aquel dilema, estar con Annie significaba estar en la lista negra de aquellos Claveles. No conocía todos los detalles de aquella organización, pero sabía que no eran trigo limpio. Iban de libertadores, pero confiaban más en la fuerza e u intimidación que en sus principios.
- Créenme Annie. Si algún enemigo mío está en esto, los Claveles serán el menor de sus preocupaciones. -para quien no le conociera pensaría que lo decía de forma ególatra, pero se había enfrentado a individuos que por sí solos eran más peligrosos que aquella panda de rebeldes de poca monta o lo que fuesen-. ¿Tú crees que uno de esos barcos con velas negras era la Estrella del Viento? Voy a avisar a Edward para que los vigile.
El oficial cogió su comunicador y llamo a su segundo al mando y empezó a detallarle las coordenadas por donde habían visto los barcos. Pese a la torpeza que normalmente solía tener Osu, describía las coordenadas con una exactitud escalofriante, era uno de sus pocos talentos según él. Al terminar aquello se sentó de rodillas en el suelo y cerró los ojos, entrando en un estado zen, conectándose de cierta manera con la isla. Alrededor del revolucionario las piedras empezaron a bailar a sus alrededor con pequeños espasmos, como si hubiese un terremoto de un metro cuadrado y Osu fuese el epicentro. Pasaron los minutos, quizá incluso demasiados para Annie, pues sabía que era de las que no les gusta esperar, pero tenía que aguantarse aunque no le gustara al oficial.
Inhalo lentamente por la nariz para finalmente abrir los ojos.
- Creo que tengo algo. Una cueva con salida al mar… Natural… No. Medio artificial, pero muy desgastada. Quizá un lugar abandonado a medio construir… A una hora y poco –Era impreciso e normalmente había un margen de error, pero usar su fruta de aquella manera era curiosa pese al tiempo que tardaba en obtener resultados-. Está en una zona muy verde, por lo que volar no servirá de nada. Habrá que ir a pie.
Sin decir mucho más le señalo a la arquera la dirección y se puso delante para guiarla. Fueron avanzando por el espesor de la flora e la incómoda mirada de la fauna, poca habituada a ver aquellos seres bípedos cruzar su hogar o territorio. Cada ciertos minutos, Osuka no podía evitar de reojo a la ansiosa pelocenicienta. Solo conocía una estratagema para distraer a gente como ella; conversar.
- Entonces… ¿Que paso entre los Claveles y tu?
- Créenme Annie. Si algún enemigo mío está en esto, los Claveles serán el menor de sus preocupaciones. -para quien no le conociera pensaría que lo decía de forma ególatra, pero se había enfrentado a individuos que por sí solos eran más peligrosos que aquella panda de rebeldes de poca monta o lo que fuesen-. ¿Tú crees que uno de esos barcos con velas negras era la Estrella del Viento? Voy a avisar a Edward para que los vigile.
El oficial cogió su comunicador y llamo a su segundo al mando y empezó a detallarle las coordenadas por donde habían visto los barcos. Pese a la torpeza que normalmente solía tener Osu, describía las coordenadas con una exactitud escalofriante, era uno de sus pocos talentos según él. Al terminar aquello se sentó de rodillas en el suelo y cerró los ojos, entrando en un estado zen, conectándose de cierta manera con la isla. Alrededor del revolucionario las piedras empezaron a bailar a sus alrededor con pequeños espasmos, como si hubiese un terremoto de un metro cuadrado y Osu fuese el epicentro. Pasaron los minutos, quizá incluso demasiados para Annie, pues sabía que era de las que no les gusta esperar, pero tenía que aguantarse aunque no le gustara al oficial.
Inhalo lentamente por la nariz para finalmente abrir los ojos.
- Creo que tengo algo. Una cueva con salida al mar… Natural… No. Medio artificial, pero muy desgastada. Quizá un lugar abandonado a medio construir… A una hora y poco –Era impreciso e normalmente había un margen de error, pero usar su fruta de aquella manera era curiosa pese al tiempo que tardaba en obtener resultados-. Está en una zona muy verde, por lo que volar no servirá de nada. Habrá que ir a pie.
Sin decir mucho más le señalo a la arquera la dirección y se puso delante para guiarla. Fueron avanzando por el espesor de la flora e la incómoda mirada de la fauna, poca habituada a ver aquellos seres bípedos cruzar su hogar o territorio. Cada ciertos minutos, Osuka no podía evitar de reojo a la ansiosa pelocenicienta. Solo conocía una estratagema para distraer a gente como ella; conversar.
- Entonces… ¿Que paso entre los Claveles y tu?
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Annie chasqueó la lengua al escuchar al revolucionario. Si él tampoco tenía enemigos, ¿cuál era el sentido de ir a buscarla? Conocía a la Orden, nunca querían alterar sus planes con forasteros por si estos se torcían y, mucho menos, a sabiendas de quiénes eran. La arquera se llevó el dedo índice al labio inferior pensando, y justo cuando se le ocurría echar a volar hacia los barcos que había visto se detuvo al ver a su compañero.
¿Qué estaba haciendo? Nunca le había visto comportarse así con el entorno, ni mucho menos conectarse de esa manera con la tierra. Conocía su poder, pero ¿acaso había mejorado tanto? Como fuera, Annie se sentía orgullosa de que hubiese alcanzo cierto nivel de poder. Siempre había confiado en el poder de Osuka y ahora, se lo estaba demostrando con creces.
Se cruzó de brazos durante todo el rato que duró la conexión terrenal. No tenía mucha paciencia, pero no tenía más remedio que esperar. Cuando toda la tierra comenzó a temblar levemente, mantuvo el equilibrio como pudo y aun así, en el último minuto decidió agacharse junto a Osuka. Apoyó los puños sobre la verde hierba y le observó de reojo, verle tan concentrado le asombraba.
Cuando finalmente los abrió, Annie se levantó rápidamente. Al parecer había una ubicación en la isla que no parecía natural, como si estuvieran operando desde allí. Cuando vio las indicaciones de Osu se pusieron de camino hacia el norte. Hubiera preferido volar y llegar antes, pero al parecer era imposible debido a la frondosidad y espesura de los bosques. Por suerte, para ella poseía una buena orientación y quizás si aligeraban el paso llegasen en menos de una hora.
El camino fue rápido y, de vez en cuando, lanzaba ondas de viento para comprobar si había actividad humana, pero simplemente eran animales asustadizos a través del bosque. A medida que avanzaban la espesura se agrandaba, llegando hasta un punto en que apenas se veía el cielo. Parecía una trampa mortal para aquellos despistados. Ante la pregunta de su compañero, giró ligeramente e hizo una mueca de asco. Tarde o temprano debía saber la implicación que tuvo con esa orden.
-Fui una inconsciente y espero que no lo tengas en cuenta. Hace un par de años regresé a mi hogar natal en el South Blue. Me metí en una serie de problemas y me dieron una paliza que casi me mata, me tuvieron en un santuario varias semanas para que me recuperase y bueno, allí conocí a una amiga del orfanato, Leah - Bajó la cabeza mientras apartaba algunas hojas -. El santuario era de los Claveles y desde el principio era gente... extraña, no inspiraban confianza. Hice trabajos para esa Orden de los que no me siento orgullosa, pero... me pagaban a pesar de mi condición y, a pesar de que ignoraban el poder que poseía, seguían confiando en mí - Tomó una pausa -. Leah estaba infiltrada en el santuario ya que pertenecía a la orden de los Gorriones y, en la última misión decidió traicionarme. Tuve que matar a una mujer inocente que pertenecía a los Claveles y dejar a mi amiga allí atrapada para que la culparan a ella. No me siento orgullosa de lo que hice y a día de hoy sigo arrepintiéndome, pero no podía hacer nada, eran ellas o yo y siempre fui muy egoísta. Y aun así, ya ves para lo que me ha servido, no puedo entrar a mi isla porque me buscan a muerte las dos órdenes, solo que una solo actúa en la isla y es más una organización criminal que otra cosa.
Se encogió de hombros y apartó más hojas, todavía no sentía ningún rastro humano. Quería confiar en el poder de Osu, pero después de tanto tiempo le costaba. ¿Y si acababa pasándole algo a Robin? Otra vida más a su espalda y no podría perdonárselo.
-Son arañas, Osu, arañas que se colaron en mi vida hasta saberlo todo para que no pudiera traicionarlos. Lo saben todo sobre mí, mis pasos, la gente a la que he conocido y sé que tarde o temprano actuarán con alguien de vosotros. Buscan purgar el mundo de las frutas del diablo, purificarlo todo y aun así, me quieren a mi y a mi poder, como si fuese un arma para ellos a la que pueden manipular. Tampoco puedo ir en contra suya porque están involucrados con el Gobierno Mundial y es muy probable que también estuvieran presentes en la Aguja, pero eso nunca lo descubriré.
¿Qué estaba haciendo? Nunca le había visto comportarse así con el entorno, ni mucho menos conectarse de esa manera con la tierra. Conocía su poder, pero ¿acaso había mejorado tanto? Como fuera, Annie se sentía orgullosa de que hubiese alcanzo cierto nivel de poder. Siempre había confiado en el poder de Osuka y ahora, se lo estaba demostrando con creces.
Se cruzó de brazos durante todo el rato que duró la conexión terrenal. No tenía mucha paciencia, pero no tenía más remedio que esperar. Cuando toda la tierra comenzó a temblar levemente, mantuvo el equilibrio como pudo y aun así, en el último minuto decidió agacharse junto a Osuka. Apoyó los puños sobre la verde hierba y le observó de reojo, verle tan concentrado le asombraba.
Cuando finalmente los abrió, Annie se levantó rápidamente. Al parecer había una ubicación en la isla que no parecía natural, como si estuvieran operando desde allí. Cuando vio las indicaciones de Osu se pusieron de camino hacia el norte. Hubiera preferido volar y llegar antes, pero al parecer era imposible debido a la frondosidad y espesura de los bosques. Por suerte, para ella poseía una buena orientación y quizás si aligeraban el paso llegasen en menos de una hora.
El camino fue rápido y, de vez en cuando, lanzaba ondas de viento para comprobar si había actividad humana, pero simplemente eran animales asustadizos a través del bosque. A medida que avanzaban la espesura se agrandaba, llegando hasta un punto en que apenas se veía el cielo. Parecía una trampa mortal para aquellos despistados. Ante la pregunta de su compañero, giró ligeramente e hizo una mueca de asco. Tarde o temprano debía saber la implicación que tuvo con esa orden.
-Fui una inconsciente y espero que no lo tengas en cuenta. Hace un par de años regresé a mi hogar natal en el South Blue. Me metí en una serie de problemas y me dieron una paliza que casi me mata, me tuvieron en un santuario varias semanas para que me recuperase y bueno, allí conocí a una amiga del orfanato, Leah - Bajó la cabeza mientras apartaba algunas hojas -. El santuario era de los Claveles y desde el principio era gente... extraña, no inspiraban confianza. Hice trabajos para esa Orden de los que no me siento orgullosa, pero... me pagaban a pesar de mi condición y, a pesar de que ignoraban el poder que poseía, seguían confiando en mí - Tomó una pausa -. Leah estaba infiltrada en el santuario ya que pertenecía a la orden de los Gorriones y, en la última misión decidió traicionarme. Tuve que matar a una mujer inocente que pertenecía a los Claveles y dejar a mi amiga allí atrapada para que la culparan a ella. No me siento orgullosa de lo que hice y a día de hoy sigo arrepintiéndome, pero no podía hacer nada, eran ellas o yo y siempre fui muy egoísta. Y aun así, ya ves para lo que me ha servido, no puedo entrar a mi isla porque me buscan a muerte las dos órdenes, solo que una solo actúa en la isla y es más una organización criminal que otra cosa.
Se encogió de hombros y apartó más hojas, todavía no sentía ningún rastro humano. Quería confiar en el poder de Osu, pero después de tanto tiempo le costaba. ¿Y si acababa pasándole algo a Robin? Otra vida más a su espalda y no podría perdonárselo.
-Son arañas, Osu, arañas que se colaron en mi vida hasta saberlo todo para que no pudiera traicionarlos. Lo saben todo sobre mí, mis pasos, la gente a la que he conocido y sé que tarde o temprano actuarán con alguien de vosotros. Buscan purgar el mundo de las frutas del diablo, purificarlo todo y aun así, me quieren a mi y a mi poder, como si fuese un arma para ellos a la que pueden manipular. Tampoco puedo ir en contra suya porque están involucrados con el Gobierno Mundial y es muy probable que también estuvieran presentes en la Aguja, pero eso nunca lo descubriré.
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- Wow –solo pudo mencionar el oficial en primer momento-. Es decir, mira que yo he tenido mis cosas, pero lo tuyo es bastante duro.
En aquel momento le entraron ganas de darse una bofetada. Por fin Annie se abría sentimentalmente hacia alguien y él solo había respondido de aquella manera. A veces pensaba que no podía ser más imbécil. Por otra parte, la sangre le hervía un poco debido a que al parecer Annie casi no sobrevivió a una paliza, y lo peor de todo que no pudo estar con ella para ayudarla. Se sentía mal, incluso sabiendo que la arquera le diría que no dijese tonterías y que él no tenía la culpa.
- Purgar las akumas… Desde luego, esos Claveles tenían aspiraciones ambiciosas. –le vino un recuerdo de su estancia en Yousai, como un escalofrió desagradable-. Una vez conocí a un sociópata que buscaba todo lo contrario. En vez de dejar al mundo sin akumas, buscaba que todos los seres humanos tuvieran ese poder divino. Quería purgar a todo aquel que no hubiese sido bendecido con una fruta del diablo. En fin, una locura.
Gelt, era un psicópata. Un genio también, pero también un psicópata. Se alegraba de haberlo detenido. O al menos creer que lo había hecho. Solo cuando encontrase su cadáver se aliviaría del todo. Se salió de sus pensamientos para mirar de nuevo a Annie y ver como su cara estaba amargada por haber abierto el cajón de mierda.
- Si algo he aprendido en la Revolución, es que todos huimos de un pasado. –Osu suspiro, pues Annie ya había confesado lo suyo y él quería pagárselo de la misma manera-. Yo antes de unirme a la revolución, aunque no lo creeas, no era trigo limpio. Me metía en peleas ilegales, chantajeaba, robaba, intimidaba… –iba añadir “palizas”, pero no le pareció correcto delante de ella-. Un día ocurrió algo que hizo que me diera cuenta de que podía aspirar a más. Aun así, el pasado es el mejor de los maestros, pues si no aprendemos de este, estamos condenados a repetirlo.
Por fin llegaron un claro alrededor a la entrada de la cueva. Sin nadie en la entrada al parecer, pero que en su interior, las presencias eran más fuertes que antes. Entrando con sigilo, recorrieron la gruta, hasta llegar a una salida, que daba lugar a un puerto secreto, donde media docena de barcos descansaban.
- ¿Son Claveles? –se limitó a preguntar en voz baja, al vislumbrar a las primeras personas desde lejos-.
Por una parte, quería que no tuviera que revivir más traumas con esa gente hoy, pero por otra, era su oportunidad de vengarse por lo que le habían hecho a su compañera.
En aquel momento le entraron ganas de darse una bofetada. Por fin Annie se abría sentimentalmente hacia alguien y él solo había respondido de aquella manera. A veces pensaba que no podía ser más imbécil. Por otra parte, la sangre le hervía un poco debido a que al parecer Annie casi no sobrevivió a una paliza, y lo peor de todo que no pudo estar con ella para ayudarla. Se sentía mal, incluso sabiendo que la arquera le diría que no dijese tonterías y que él no tenía la culpa.
- Purgar las akumas… Desde luego, esos Claveles tenían aspiraciones ambiciosas. –le vino un recuerdo de su estancia en Yousai, como un escalofrió desagradable-. Una vez conocí a un sociópata que buscaba todo lo contrario. En vez de dejar al mundo sin akumas, buscaba que todos los seres humanos tuvieran ese poder divino. Quería purgar a todo aquel que no hubiese sido bendecido con una fruta del diablo. En fin, una locura.
Gelt, era un psicópata. Un genio también, pero también un psicópata. Se alegraba de haberlo detenido. O al menos creer que lo había hecho. Solo cuando encontrase su cadáver se aliviaría del todo. Se salió de sus pensamientos para mirar de nuevo a Annie y ver como su cara estaba amargada por haber abierto el cajón de mierda.
- Si algo he aprendido en la Revolución, es que todos huimos de un pasado. –Osu suspiro, pues Annie ya había confesado lo suyo y él quería pagárselo de la misma manera-. Yo antes de unirme a la revolución, aunque no lo creeas, no era trigo limpio. Me metía en peleas ilegales, chantajeaba, robaba, intimidaba… –iba añadir “palizas”, pero no le pareció correcto delante de ella-. Un día ocurrió algo que hizo que me diera cuenta de que podía aspirar a más. Aun así, el pasado es el mejor de los maestros, pues si no aprendemos de este, estamos condenados a repetirlo.
Por fin llegaron un claro alrededor a la entrada de la cueva. Sin nadie en la entrada al parecer, pero que en su interior, las presencias eran más fuertes que antes. Entrando con sigilo, recorrieron la gruta, hasta llegar a una salida, que daba lugar a un puerto secreto, donde media docena de barcos descansaban.
- ¿Son Claveles? –se limitó a preguntar en voz baja, al vislumbrar a las primeras personas desde lejos-.
Por una parte, quería que no tuviera que revivir más traumas con esa gente hoy, pero por otra, era su oportunidad de vengarse por lo que le habían hecho a su compañera.
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