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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Mar 23 Jul 2019 - 19:28}

Oh fortuna, eterna diosa que unas veces oprime y otras tantas alivia. Te gustaría decir que esa maldita fulana se ha portado bien contigo, pero lo cierto es que desde que abandonaste el North Blue las cosas han ido de mal en peor. Hace ya casi dos semanas desde tu precipitada partida de la aguja y, pese a no tener una idea clara de hacia dónde dirigirte, al cabo de los días descubriste algo tan conmovedor como irrisorio; esa científica de dedos largos y su chusma de medio hombres al parecer tenían exactamente el mismo criterio que tú. Justo cuando creían que se habían librado de tu excelso tutelaje, vais y coincidís en el mismo en el mismo barco de pasajeros ¡Además, tenían todas tus cosas! Hay que ver como son los chicos, siempre tan detallistas. E incluso cuando decidiste que el barco iba demasiado lento y que sería mejor nadar junto a Suchu para ahorrarte así unos días de viaje, esa misma noche los sorprendiste intentando huir en tu zodiac. Da gusto que ambos penséis igual. Hasta aquí todo parece un camino de rosas, sin embargo, vete tú a saber porque, decidisteis que la forma más rápida de llegar al West Blue seria atravesando la Calm Bet y, aunque en un principio todos os mostrasteis de acuerdo, jamás olvidareis el día que tomasteis aquella decisión.

Han pasado ya tres semanas desde que os adentrarais en la Mar en Calma y habéis mirado tanto y tan fuerte a la muerte a los ojos que, sinceramente, no hayas el momento en el que uno de esos reyes marinos acabe finalmente con vosotros. La mayoría teneis un aspecto totalmente desaliñado, con esos pelos y esas barbas descuidadas y descoloridas por el sol. De hecho, no sabes si será fruto de las alucinaciones, pero hasta a veces te parece ver que la ayudante de Oak tiene casi más barba que tú. Pero sin duda lo más relevante es que apenas os dirigís la palabra y, cuando lo hacéis es para echaros las culpas los unos a los otros de lo sucedido. Hasta el pobre Suchu, que era una bestia magnifica antes de adentrarse en el mar, esta famélico. Tiene tanto miedo a sumergirse en el lecho marino para cazar que ha renunciado a la comida. Por no mencionar los delirios de ese extraño hombre-oso, al cual tenéis que detener cada vez que comienza a mirar con ojos golosones el estampado de color salmón de la superficie de la zodiac. La situación es insostenible y, de no hacer algo, seguramente alguien acabe por perder los nervios y cometerá alguna locura.


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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Dom 15 Sep 2019 - 10:13}

Esto es una pesadilla, una de la que no puedo escapar durmiendo. Desde luego ha sido una mala idea aventurarnos en el Calm Belt, pero no podía fiarme del cuarteto de traidores que además de robarme han robado a Suchu de su sustento y descanso. Les odio. Debí haberlos matado hace muchos, muchos, muchos días… ¿pero entonces quién habría disparado a ese bocarrazo entre los ojos? Sin la pistolera y sus venenosos proyectiles habríamos muerto, porque nada habría hecho que un duque marino dejase un bocado tan fácil escaparse. Los bocarrazos siempre tienen hambre, tanta o más como la que tenemos nosotros….

Como la que tiene Suchu. Como la que ha sido aplastada por los monstruos que habrá visto allá abajo en las negras aguas. Les odio. Les odio. Tengo hambre y sueño, pero ellos están secos y enjutos porque sus cuerpos no pueden encontrar sustento del fresco y limpio mar.

Debería matarles.

Debería comérmelos.

Debería pensarlo mejor… Mejor que el habernos metido aquí. Mejor… o al menos igual de bien que tantos otros días en los que pensé lo mismo. Pero estoy cansado. Creo… Creo que no estoy siendo yo. ¿Y de quién es la culpa? Del hambre, el sueño y el miedo.

Me estoy volviendo tan feral como estos híbridos malnacidos que mutaron y retorcieron su origen a cambio de garras, pelo, fuerza y dientes. Vuelvo al pantano, al principio, cuando no había nada que comer, ni donde esconderse, ni donde dormir…

No puedo aguantarme más. No viendo cómo ese imbécil va a morder lo que, obviamente, es tan solo un estampado. Me levanto, emergiendo del montón de cosas robadas que no son suficientes para hacerme un lecho digno. Sus compañeros lo ven, pero él está demasiado ciego como para poder verme. O al bichero.

—¡Kuma! —dice uno de sus hermanos, no sé cuál, como una alerta de voz rasgada y seca.

El mamotreto, que a diferencia de todos aún alberga grasa, recibe el golpe directo. El palazo le ha dado directo en la boca, pero no sobre esta ni los dientes, sino justo a través de la mandíbula, atravesando todo su ancho, al inicio del cierre de la hedionda bisagra. No es solo el dolor lo que lo tira de espaldas, sino también las ganas de vomitar al sentir algo tan innaturalmente dentro que, a su vez, le ha rasgado los secos labios rompiendo la débil comisura. Sus dientes parecen rosa ahora que la sangre, la dulce sangre, los empapa. No sé cuándo mis patas se han cerrado sobre él, intentando impedir que se levante, ni cuando uno de mis tentáculos ha cogido el cuchillo para sacrificar aquel cerdo antes de la matanza.

Click. Lo he oído antes de que la única voz femenina diga algo que no quiero o no puedo entender. ¿Lo he oído entonces?

—¿Qué? —pregunto de corrillo, como un reflejo sonámbulo.

—Es suficiente.

Puedo notar a través del plástico que dos se han levantado y un tercero lo intenta. Y me quedo ahí, mirando como la fina hoja oculta tras mis ventosas sigue moviéndose por costumbre… o por necesidad. Y justo al pensar lo que estoy haciendo se detiene, muerto el instinto a golpe de lógica.  Lentamente vuelvo a mi sitio dejando que aquel imbécil se levante y escupa el delicioso icor sobre la lancha.

Puedo olerlo, casi saborearlo, y Suchu también.

Estoy llorando. Pero llorar no me da ningún consuelo.

Dicen algo, pero sus voces no significan nada. Sus almas, en cambio, lo dicen todo. Apestan.

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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Lun 23 Sep 2019 - 17:40}

Está claro que no estás pasando por una buena racha y, a juzgar por las expresiones corporales de tus forzosos acompañantes, ellos bien podrían decir lo mismo. De hecho, Ellos siempre temieron por sus vidas. Temieron porque, en un momento de debilidad, Suchu renunciase a su condición de mascota y decidiese incorporar nuevamente carne en su dieta. Ahora, atónitos por tu arrebato de locura, observan como el joven cocodrilo es el menor de sus problemas.

En cuanto te abalanzas sobre Rigoberto "Kuma" Panzanchoa, el hombre extremadamente velludo y corpulento, el resto del equipo apenas tiene tiempo de pararte los pies y, para cuando lo logran ya es demasiado tarde. Tu bichero, ese puntiagudo palo estriado coronado por un grafio, más apropiado para la pesca de atunes que para la caza de homínidos, impacta de lleno en su objetivo y un grito ahogado rompe el silencio. La doctora Aurea trata de socorrerlo mientras que Monchito y Tulipán Garrido se te echan encima, apartándote de Rigoberto. La apariencia de los hermanos, canina y felina respectivamente, no se limita tan solo a lo físico. Puedes notar como cada uno tira con más fuerza de ti que el anterior, casi como si estuviesen compitiendo entre ellos por la superioridad de sus genes animales. Pero, los tirones y agarrones no es lo peor de la situación, sino la desesperante discusión propia de dos cuñados en la barra del bar un domingo que mantienen el uno con el otro.

Sea como fuere, Rigoberto parece reponerse poco a poco del susto, pues la herida había sangrado profusamente, salpicándolo todo a su paso. Aun en tu ensoñación, puede que no escuches con exactitud, pero si puedes observar como Suchu, tu mascota, parece ponerse nerviosa ante tal espectáculo. Si no la conocieras, dirías que esta aterrorizada y si algo te ha enseñado tu vida en el mar es que, cuando un depredador teme por su vida… Algo malo está a punto de suceder. Mientras todos están preocupados por sus propias paranoias, te parece ver a lo lejos una pequeña estela que corta el mar y que se dirige hacia vuestra dirección.
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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Mar 24 Sep 2019 - 10:05}

¿Qué es esto? No, no es mi cara mojada lo que me desconcierta, es lo que hacen estos dos. Tiran de mí, uno de cada brazo, zarandeándome toscamente mientras se ladran y bufan. ¿Qué dicen? No puedo, o quizás no quiero, entender sus ruidos. Hay alguien que está haciendo un sonido que me interesa mucho más escuchar.

—¿Qué pasa, bonito? —le pregunto olvidando que pretendía librarle de su sufrimiento—. ¿Qué ocurre?

Levanta su morro y lo zarandea de un lado a otro, al compás de su cola y al ritmo de estos brutos. Algo va mal. Algo que solo un reptil de su clase puede predecir. No es hambre, ni furia, sino miedo. Ha escuchado algo, algo con una frecuencia que no puedo percibir. No fuera del agua, al menos.

¿Pero qué es? ¿Otro glorificado marrajo? Cada tirón y empujón impide que mis hambrientas cuencas puedan enfocar con claridad. Lo único que puedo ver así son frustrantes intentos de la Dra. Juniper por tranquilizar al oso. No le he dado tan fuerte. No, ¿no?

¡Deja de mirarles! ¡Deja de ver tu reflejo en los brillantes coágulos! ¡Deja de salivar! No es hora de comer. No lo ha sido en mucho tiempo. Demasiado… ¿Pero qué es un poco más en una eternidad? También demasiado… aunque tenga que aguantarme.

Pero lo que no tengo que aguantar es que estos imbéciles intenten arrancarme los brazos en su trifulca. Por suerte tengo otros ocho, y por desgracia para ellos los consideran piernas.

Enrosco las puntas de mis tentáculos hasta hacer unos recios puños que coloco en el suelo, entre sus piernas abiertas en las que se apoyan firmemente para jalar. Entonces los subo arriba, muy fuerte y rápido, y golpeo algo muy blando. En el momento en el que pierden el aliento no pueden ni gritar, ni hacer más fuerza con sus garras sobre mis maltrechas extremidades superiores, ese es el momento que aprovecho para avanzar, empujándoles al suelo que tanto añoran. Se retuercen con un dolor que no puedo comprender, pero que desde luego transpira en sus rostros y quejidos. Hace tiempo que no como criadillas.

Me arrastro hasta el borde de la lancha y me apoyo sobre él, subiéndome para tener una mejor perspectiva… pero casi se me ha olvidado qué estoy buscando. ¿Sé lo que estoy buscando? Hace tiempo que vivo como en un sueño, y olvido demasiado rápido qué ocurre… pero sé que estoy buscando algo. Abro mi mente a las cosas que están por suceder, mas mi sentido de las corrientes del mundo aún tiene que mejorar; de lo único que me advierte es del cañón que va a apuntarme. Entonces lo veo.

“Click”

—Ahí está… ¿pero qué es? —digo entrecerrando los ojos sobre la lejana estela que carga contra nosotros.

—¡Ya estoy harta de tus tonterías! ¡Todo esto es culpa tuya!

Su voz no está tan seca como la de los otros. No se aja tanto. ¿Ha estado conservando agua para ella sola? No la culpo. No quiero imaginarme que sería de mí si no pudiera beber del mar.

—No malgastes esa bala, Aurea.

Su intención se esfuma… creo que ha escuchado la preocupación en mi tono.

Voy metiéndome al agua, fresca y sin fondo, para intentar notar sobre mi piel si aquello que viene grita.


* :


Última edición por Kaito Takumi el Vie 10 Ene 2020 - 21:16, editado 1 vez
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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Miér 9 Oct 2019 - 16:38}

Para sorpresa de Monchito y Tulipán, que definitivamente no parecen ser muy listos, logras hacerles entender que, para una persona que posee literalmente diez extremidades, el verse privado tan solo de dos de estas no supone el mayor riesgo de inmovilización. Gracias a tus malas artes tentaculares, en seguida los dos pseudo-animales reciben su merecido castigo físico, siendo estos arrojados con violencia sobre la superficie de la zodiak y amenazados con devorar sus partes pudendas. Pero lo cierto es que, en cuanto recobran el sentido comienzan a darse de manotazos el uno al otro mientras rezongan, casi como si de una letanía más similar a un zumbido que a otra cosa, quien tiene la culpa de que te hayas liberado. Puede que no seas consciente de ello, pero actualmente das puñetero pánico, por lo que nadie te impide zambullirte en el agua.

Al humedecer tu piel con el líquido elemento, tratas de comprobar si aquello que creíste ver en la lejanía emite algún tipo de sonido y lo cierto es que, a pesar esas capacidades propias de alguien de tu raza, apenas logras escuchar nada más que el lejano murmullo del mar. Sin embargo, ahondando más en ese extraño sexto sentido de las corrientes notas algo. No es un grito, ni una voz. Es algo más antiguo y sofisticado. Puedes sentir la presencia de un depredador, un gigantesca y primitiva entidad serpentiforme que probablemente habite en un hediondo pozo marino a miles de metros de profundidad. Percibes que esta criatura primigenia había estado aletargada durante cientos de años, pero que la agitación de los Jinetes de los Blues la ha hecho despertar. Está enfadada. Cuanto más tratas de profundizar en la voluntad de la criatura, vas obteniendo cada vez más conceptos inconexos: ira, nostalgia, supervivencia, muerte, hambre. Finalmente, tu vínculo con la criatura se rompe y notas como, a pesar de la lejanía, esta posa tu mirada en ti. Únicamente en ti. Parece inteligente. Durante un instante sientes que te falta el aire y que todo a tu alrededor parece haberse detenido, pero apenas dura un segundo. Para cuando tratas de volver a sentir la presencia, esta parece haber desaparecido junto con la pequeña aleta que asomaba por el horizonte.

De repente y sin previo aviso, una enorme masa de agua de cerca de diez metros cuadrados, similar a una colina, comienza a formarse en torno al lugar donde hace apenas unos instantes asomaba una pequeña aleta. La criatura se había sumergido en el fondo oceánico para catapultarse desde el fondo hasta la superficie y, antes de que esta salga al exterior, una enorme ola se está formando. Esto supone una oportunidad única, pues está aún no ha rato y la marea generada por la misma os va atrayendo metro a metro hacia el interior de la ola. Si lográis que la Zodiak permanezca en la cresta de la ola, quizás logréis salir de la Calm Belt, si la bestia marina no os devora primero. Sea como sea, el tiempo apremia y tan solo es cuestión de tiempo que la embarcación comience a zozobrar y se hunda junto al resto de la tripulación.


Última edición por Dretch el Dom 20 Oct 2019 - 22:46, editado 1 vez
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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Sáb 12 Oct 2019 - 12:35}

El mar solo contiene el silencio. No se escuchan la lejana berrea de los reyes del mar, ni el sonido de sus luchas por el derecho de pernada, ni los enormes bancos huyendo asustados de las crías recién nacidas. Nada.

Es entonces cuando, tonto de mí, uso mi sentido de las corrientes. Lo veo. Lo siento. La presencia del emperador del mar que se clava en mis carnes me chilla que está despierto. Está hambriento. Está furioso.

Aquella bestia más antigua que mi raza no tiene nada que ver con el durmiente coloso que marcó mi vida. Puede que sean de la misma especie, pero poco más. Recuerdo bien la presión asfixiante del abismo y cómo esta era benevolente en comparación a la que transmitía el monstruo. Recuerdo demasiado bien que aquel leviatán estaba medio dormido, con el resto de su metabolismo ocupado en digerir la vida que debía ingerir antes de su merecida siesta. Para él solo era un mosquito que le había mordido, un pequeño picor sin zumbido para el que no valía la pena el esfuerzo de levantarse.

Qué benevolente me parece ahora su presencia en comparación a esta.

Ahora soy una presa.

—¡No, no, no, no, no!

Salgo del agua cuando mi cuerpo, por fin, me permite moverme. Me había hundido dos metros, inmóvil, presa de la certeza de la muerte. Creo que me he sobrepuesto a la nada, al abismo que se siente cuando uno es consciente de la inevitabilidad de su fin, pero no estoy para nada seguro. No quiero irme. No quiero desaparecer. No sin luchar… Aunque desde luego añoro dormir.

¿Uno duerme cuando está muerto? Puede, pero no quiero que me coman. No quiero. No.

—¿Qué pasa?

Aurea está alterada, pero no entiendo por qué. Ella solo ha visto un mero reflejo del terror que he presenciado de primera mano. Vivimos una pesadilla, pero yo no estoy soñando.

—¡No, no, no, no!

Suchu yace sobre el pequeño navío sin moverse, ha perdido el conocimiento. Él es capaz de notar las vibraciones que ninguno de nosotros aprecia, y sabía lo que venía. Ha sido demasiado para él.

—¡No, no, no, no!

—¡Que haya enloquecido es tu culpa!

—¡No, la tuya!

Los dos animales siguen dándose de guantazos mientras el tercero aún se aferra a su herida. Envidiaría su tranquilidad, pero solo se puede hacer eso cuando no se vive con miedo. Y en este momento no conozco otra cosa.

Caigo dentro de la barca, ayudándome del bichero que anclo en una de tantas cajas. Me fallan las piernas, y como no tengo rodillas solo me queda arrastrarme.

—¡No, no, no ,no!

Tengo que irme, tengo que huir; nada más importa.

Salvo el dolor. El dolor puede con todo.

Toda mi cabeza grita tras la patada, esa que aún retumba en los laterales de mi cráneo. Me agarro las sienes, apretándolas, como si eso hiciera algo para apaliar aquella sensación que me ha hecho encoger las piernas.

—¡Contrólate! —dice la culpable.

Odio a esa mujer, pero le agradezco el daño. Tiene razón, y eso casi compensa la traición de robarme y huir. Casi. Ya veremos cómo salen las cosas cuando haya tiempo. Tengo claro lo que tengo que hacer... aunque no quiera hacerlo.

—Navega —le digo, levantándome como un hombre que acepta estar muerto.

Me lanzo al agua, y es a mitad del corto vuelo cuando me arrepiento. Sé que está abajo, tras mi reflejo ondulado, pero no queda otra que enfrentarse al monstruo. Hace ya demasiados segundos que entramos en el tsunami. No voy a pararme a analizar cuán desesperada es esa técnica de caza; aunque quiera, mi cabeza no da para tanto.

Me anclo bajo la lancha con mis tentáculos y busco tanteando sobre mi ser la única arma que llevo encima: la umigatana. Esa es mi única defensa ante el monstruo que viene a cazarnos, y, desgraciadamente, ahora tengo que sujetarla en la boca.

Exhalo a través del metal y muevo mis brazos, aflojándolos para acostumbrarlos a la corriente. Puedo percibir el agua alrededor de mi ser, y esta resuena con la de dentro. El principio de toda arte gyojin es compartido, pero solo los que pueden ver a través del dogma pueden explotar conscientemente la naturaleza del líquido elemento.

“Sé agua”, dicen los karatekas que golpean y fluyen sin encontrar resistencia alguna a sus ataques.

“Controla el agua”, rezan los maestros de construcciones acuáticas, obligándola a tomar formas imposibles.

“Explota el agua”, decía mi maestro tras golpear y hacer estallar los órganos enemigos sin penetrar la piel.

“En calma, como un río. Fuerte, como un río”, había escuchado decir a los alumnos del kendo acuático.

“Sé la lluvia en calma, no la ola furiosa”, “Cae como la tormenta”, “Estalla como un géiser”, “Arrolla como la marea”, “Desgasta con cada gota”, “Mantente frío y fresco”… Había demasiados proverbios que intentaban decir lo mismo. Es muy difícil definir la esencia de algo, tanto como definir un sabor sin haberlo probado. Para cada uno es diferente.

¿Para mí?  ¿Cómo es para mí? En este momento no hay tiempo ni para pensarlo; solo para vivirlo.

Kaito dejó que su ser fuese uno con la ola que iba hacia ellos con la cruel intención de arrojarlos al mar. No la negaba, pero tampoco la aceptaba. Luchaba, dejándola hacer para lo que había nacido, pero se aferraba a ella sin intención de dejarse hundir. Para los seres de tierra la forma más sencilla de entenderlo sería como si a alguien le arrollara un toro, y, en lugar de tirarse al suelo, se aferrara a su testa con paciencia y cariño. No intentaba detenerlo, porque sabía que, en algún momento, acabaría cansándose. Así, extendiendo su control del elemento a toda la barca, lanzó sobre la propia mar su embrujo a través de lenguas de mar que empujaban y tiraban sobre la cresta, intentando equilibrar el navío mientras dejaba que, inevitablemente, discurriera con la inmensa ola.

Doblado y aún más arqueado, sintió que sus brazos se partían aún más que las ventosas sobre las que repartía su agarre. Apretaba los ojos, pero no por el dolor, sino porque no quería contemplar a lo que, indudablemente, les perseguía oculto tras la corriente.


Tengo miedo…. Me duele… Pero aún más fuerte son las ganas de querer saber cómo es. Quizás estoy loco por querer mirar, pero si lo estoy no debo preocuparme. Voy a abrir los ojos.

Y lo hizo.

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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Dom 20 Oct 2019 - 23:40}

Todo tiene un principio y un final. Y lo cierto es que, en el mismo momento que percibiste la presencia de esta criatura, tuviste claro que no querías que el fin de tus días fuese en la Calm Belt junto a esa panda de traidores a la que otra hora creíste que eran tus compañeros. Por fortuna para ti, el terror y el miedo no han logrado paralizarte por completo. Estas palido y en la balsa la doctora se ha percatado de que algo no va como debería, aunque aún sigue sospechando que ese algo eres tú. Si bien es cierto que en primera instancia estuviste a punto de perder la poca cordura que te quedaba, e incluso apenas eras capaz de mantenerte en pie sobre la balsa; poco a poco tu cerebro de ningyo se ve abrumado por un aluvión de adrenalina.

Una vez vuelves a zambullirte en el mar, al contacto nuevamente con el agua descubres que tu frecuencia cardiaca esta por las nubes. Incluso tus vías áreas se han dilatado y tus vasos sanguíneos contraído. Por primera vez en días te sientes realmente vivo, apenas posees un ápice de sueño y, aunque sospechas que esta sensación artificial vendrá con una etiqueta con el precio al final del día, estas borracho de desafío suicida. Desenvainas tu umigatana y comienzas proferir toda una retahíla de dogmas y preceptos solo conocidos por algunos elegidos de entre tu raza. Sin embargo, conforme vas vislumbrando la verdadera figura de lo que en tu mente has bautizado como “emperador marino”, vas siendo consciente de la magnitud de la criatura a la que estas tratando de hacer frente. De hecho, estas totalmente seguro de que, si tu umigatana atravesase por completo las escamas de la bestia, desde la punta del filo hasta la empuñadura, apenas serias capaz de atravesar una capa superficial de tejido.

Con todos estos conocimientos en mente y con la criatura a punto de zambullirse sobre la superficie como un peso muerto de incontables toneladas, tomas la que sin duda ha sido la mejor decisión. Un inesperado torrente de agua brota del filo de tu espada en contraposición a la corriente absorbente de la ola generada por el emperador marino. Luchas con todas tus fuerzas para mantener un flujo constante de agua, literalmente. Tus brazos de arden e incluso necesitas ayudarte de algunos de tus tentáculos para mantener a flote tanto tiempo como puedas tu flamante embarcación. Pese a que has gastado algunos segundos en sobrealimentar tu técnica para disponer del tiempo necesario para poder regresar a la embarcación, todo cambia en el mismo instante que emerges hacia la superficie.

Probablemente nunca un nyngio nadó más rápido, pero lo que tus ojos ven cuando estas a penas a un metro de la superficie te deja sin palabras. A tu derecha, a tan solo unos seis metros, el cuerpo flotante de Tulipán flota inerte hacia un aciago final, si prestas atención aún veras algunas burbujas de aire escapándose de su boca. Al otro lado, a una distancia de diez metros y siendo arrastrado a las profundidades como un peso muerto, ves una figura de reptil que bien podría ser la de tu desvalida mascota. Apenas te quedan algunos segundos para salvarte a ti mismo y sin embargo, al hacerlo sabes que estarás condenando a dos criaturas al más amargo de los finales ¿Vencerá tu miedo o lograrás ver más allá de tus traumas del pasado y arriesgarás tu vida?
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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Lun 21 Oct 2019 - 11:56}

Por fin despierto. No sé si ha sido porque la patada ha removido el contenido de mi cerebro o porque por fin este decide que la colosal silueta realmente vale la pena el esfuerzo. No lo sé, pero la verdad es que eso no importa, sino cuanto tiempo conseguiré seguir siendo yo hasta que el instinto y el cansancio devuelvan mi raciocinio a la oscuridad.

Primero, y como preludio al proceso científico, necesito hacer un resumen de los datos que ya sé por instinto. La criatura que nos acecha y caza es una aberración colosal, un mito de tiempos pasados que aplastaría bajo sus fauces los enormes cuellos de los reyes marinos. Su morfología, serpentiforme y dotada de placas óseas y dérmicas que le confieren una mayor hidrodinámica, está diseñada bajo el peso evolutivo para resistir golpes y cortes mucho más grandes de los que pudiera soñarle hacer. Es un depredador, ya sea de animales grandes o pequeños, porque, aunque pueda decir que su boca esta proporcionada, aún podría sorprendernos careciendo de dientes y usándola solo para sorber y aplastar como las ballenas que beben krill. Las probabilidades de hacerle daño con un simple golpe, muy remotas, solo conllevarían que zozobrara y arrastrara todo a su alrededor a las profundidades marinas.

La pregunta que debo hacerme al respecto de la criatura es: ¿Por qué malgasta sus energías en presas tan pequeñas y aisladas como nosotros?

Este es un mundo que ya no le pertenece, uno que ha cambiado demasiado como para que sea capaz de reconocerlo. ¿Estará realizando técnicas de caza que en su día le proporcionaban un alimento seguro? Quizás… pero eso no importa. Y, por si fuera poco, aparte de ese monstruo debemos enfrentarnos al hambre, el sueño y la sed que se han escondido tras de él.

A pesar de que he conseguido estabilizar la barcaza durante la ola, me veo obligado a descargar el poder de mi arma para contrarrestar la gargantuesca salpicadura que este vanagloriado salmón trae al caer al agua. Lo he hecho a costa de sentir cómo cada fibra de mi ser se rompe, presa del esfuerzo de mantener fija la presión que la umigatana realiza para romper la onda de choque. Pero, aunque nos hemos colado por la estocada que apenas ha dejado un hueco en el mar que ya al otro lado de la embarcación ha vuelto a cerrarse, hemos zozobrado demasiado. Para cuando me asomo para comprobar cómo está la que podríamos llamar “mi tripulación” dos pesos caen al agua. Por un momento creo que son solo mis cosas, pero no tardo nada en comprobar que entre el batiburrillo de cajas y personajes caídos falta una textura cuya aspereza aprecio demasiado.

Me zambullo sin pensar, con el corazón que me palpita en el pecho deseando saltar por la boca encogido del disgusto, el miedo y una inminente tristeza. Me da igual el hombre gato que cae mientras sus pulmones se vacían de aire y llenan de agua: aquí quien importa es Suchu. Si bien el reptil en su estado aletargado e inconsciente es capaz de aguantar dos días bajo el agua por el puro instinto de sus órganos, seguiría hundiéndose en el infinito océano en el cual le perdería. Aquí el acto reflejo que ha desarrollado su especie para esconderse en el fango acabaría llevándolo a una fosa donde la presión sería su muerte. No puedo permitirme perderlo, ni puedo ni quiero, porque ya fue suficiente perder a Tocinito a manos de la Doctora Aurea. Todo esto es su culpa. Su ambición, su avaricia por demostrar quién es y todo lo que puede conseguir la condenaron primero a ojos de Oak y ahora ante los míos.

Lo bueno que puede hacer con su vida ya no me compensa todo lo malo que trae y ha traído consigo. No. No lo hace. Lo sé. Sé que no lo hace… pero no puedo evitar preguntarme si estoy pensando fríamente.

Ahí es cuando me doy cuenta de que sí, pero no para todo.

Me he lanzado al abismo para salvar a Suchu, a mi querido lagarto, al único de sus hermanos que fue tan valiente como para acompañarme a mar abierto… ¿pero qué consigo con eso? Quiero salvarle, quiero cogerle y no soltarle nunca para no volver a perder un verdadero amigo, pero no sé si debo. Mejor dicho, sé que no debo hacerlo.

Nado a su lado, hundiéndome con él, mientras en mi mente vuelan crueles verdades que no quiero aceptar. Me pesan sobre el espíritu, el poco que me queda, y creo que me hacen hundirme aún más rápido.

Solo es la remota idea de que quizás pueda encontrarle después de que todo acabe la que me hace aceptar el único plan de acción que creo remotamente plausible. ¿Cómo lo llaman? ¿Esperanza? Sí… ese vacío al que uno se agarra esperando encontrar un saliente en la oscuridad.

Me duele todo el cuerpo, pero más aún me duele nadar lejos de mi viejo amigo. Continúo hacia la oscuridad, hacia el más remoto abismo por donde se ha marchado el emperador del mar y del que pronto emergerá de nuevo. La única opción que tengo para sobrevivir es matarle. No importa que sea poco más que un simple bicho en comparación; si una cucaracha fuese inteligente y supiera esgrimir un escalpelo, nadie estaría a salvo.

Intento usar mi sentido de las corrientes para intentar encontrar a la criatura, pero temo que, con lo limitado que es, quizás me sea más útil confiar en las verdaderas corrientes que acarician mi piel. Algo tan grande moviéndose bajo el agua debe sentirse… ¿no?

¿Qué otras opciones me ha dejado esta bestia además de acabar con ella? No puedo huir, no hay tierra ni mar donde refugiarse... y debo salvar a Suchu. Mi dedo se desliza sobre la espada, accionando el botón para darle de beber. Aunque aún no tenga ningún objetivo, preparar el artefacto lleva su tiempo. He de engancharme a la bestia cuando llegue, cerca de su rostro, pero a la vez intentar no ser destruido cuando me arrolle. Debo fluir, pero sin dejar arrastrarme... Debo ser agua, y el agua debe ser yo. Intento mantener una actitud calmada, fría, y que esta se refleje en mis muchos miembros que sufren la tensión del daño sufrido y el tamborileo de un corazón desatado. Respiro, forzándo a mis pulmones branquiales a llenarse y vaciarse para que, en el siguiente suspiro, puedan beber un poco más.

Es muy difícil no pensar en la muerte... Ni en ser comido.
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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Mar 5 Nov 2019 - 14:19}

Dicen que la adversidad es quien forja nuestro carácter y, en cierto modo, tu eres un extraordinario ejemplo de ello. Mientras que te ves forzado a elegir entre tu fiel mascota y el inocentón de Tulipán, descubres algo en tu interior. Algo que siempre supiste y que probablemente nunca te arriesgaste a admitir, pero es cierto. Para desgracia del pseudo-felino, tu única lealtad es para con Suchu, ese excepcional reptil tan semejante en apariencia a los suyos y, sin embargo, tan peculiar. Es tu amigo y no quieres volver a perder a ningún amigo. Es quizás por culpa de ello que, borracho una vez más de desafío suicida, y a sabiendas de que el aire de los pulmones de Suchu podría tardar horas en vaciarse, decides hacer frente directamente al emperador marino.

De hecho, ahí estas tú, en mitad de ninguna parte. Ni demasiado arriba en la superficie. Ni demasiado abajo en el lecho oceánico. Con tu umigatana recargada, contra un enemigo al que probablemente no puedas lastimar. Pese a que conseguiste ganar algo de distancia gracias a tu Karata Gyojin, puedes ver como a la distancia una colosal figura difuminada se acerca a ti. Puede que sea por el cansancio o por esa puñetera ansiedad.

Aun bajo el agua, tienes la extraña sensación de que el sudor recorre cada pliegue de tu cuerpo. Puedes sentir cada corriente marina, tanto las generadas con la gran ola, como las de tu técnica acuática, como las de la bestia marina. Eso a lo que tu especie llama Sentido de las Corrientes, hace que te sientas mareado. El emperador está llegando, puedes oír su rumor cercándose a lo lejos. El corazón te galopa al ritmo de la respiración. Cuanto más piensas en mantener la calma, más nervioso te sientes, mas persiste esa extraña sensación de sudoración, más asco, más ganas de salir de allí cuanto antes. Casi parece como si te faltara el aire ¿Qué estupidez verdad?

Conforme pasan los segundos vas siendo consciente de las dimensiones de la grotesca criatura a la que pretendes hacer frente. No sabrías decir con precisión como de largo es el cuerpo del emperador marino, pues, aunque puedes ver su cola oscilante en la lejanía, todo es terriblemente confuso y caótico. Por otro parte, si tienes la certeza de que has visto barcos de la marina con mucho menos grosor que este ser. De hecho, tienes la sensación que podría devorar un destructor de la armada gubernamental con la misma facilidad con la que un humano se comería un pollo asado. En cuanto te fijas en su cráneo, aunque en primera instancia lo que llama tu atención sus enormes filas de afilados dientes, logras vislumbrar un pequeño detalle. Sus ojos, grandes y de pupila felina, son turbios. Literalmente turbios, pues en su totalidad están recubiertos de un blanco lechoso que hace presagiar una posible ceguera. Lo que en un principio debería haber sido un ataque frontal sin ningún tipo de miramiento, acaba por convertirse en un momento de incertidumbre para la propia serpiente.

Tu Sentido de las Corrientes de las advierte de esto. Logras captar varios conceptos aislados de la voluntad de este ser: Incertidumbre, novedad, ira. Pese a tu estando actual, logras comprender lo que está sucediendo aquí. Para una criatura primigenia que fue concebida para cazar presas mucho mayores, el mero hecho de que alguien le plante cara, por insignificante que pueda llegar a ser, es algo nuevo y con lo que no está acostumbrado a lidiar. Es tu día de suerte, mientras la criatura trata de aprender a reaccionar a esta nueva situación dispones de unos valiosos segundos para hacer algo. De hecho, sabes que son segundos, pues sabes que el emperador marino también puede emplear el Sentido de las Corrientes y no tardará en descubrir que, efectivamente, eres una presa.
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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Miér 6 Nov 2019 - 10:08}

Los rojos de mi pelo han muerto metros atrás y sé que pronto le seguirán los naranjas, los amarillos y los verdes. Todo se volverá azul, como el mismo mar, y solo será posible distinguir las cosas por su saturación. La silueta de la bestia se recorta como una montaña en un cielo nublado, lejana pero consciente de su protagonismo en el paisaje. Realmente no hay nada más ante mí que esa horrible sombra que me hace sentirme insignificante.

Tiene gracia que siga mirándola y siguiéndola a pesar de lo que me hace sentir… A pesar todo lo que me hace pensar… La cruda verdad es que prefiero centrarme en ese sentido, porque el tacto me abruma. Es como si nadara en barro.

Sé que es imposible que el agua se vuelva más densa sin que nada ni nadie haga un influjo sobre ella, pero mis carnes han decidido por mí que, lenta pero inexorablemente, el líquido vaya solidificándose poco a poco. Es como si cada vez fuera más lento… Pero no solo yo, sino todo. Y lo peor es que soy plenamente consciente del infierno que mi cerebro recalentado por el esfuerzo y el miedo está creando.

Quiero huir, de verdad que quiero, pero he tomado una decisión. Una que se ha fijado en mis músculos por muchas que sean las dudas que ronronean en mi cerebro. Sé que no puedo hacerles cambiar de opinión, aunque yo mismo sea su dueño. Es… como caerse de una silla de espaldas. Sabes que vas a caerte, ves como todo gira a tu alrededor sin que puedas hacer nada. Bueno, es peor.

Creo que me estoy mintiendo. De hecho lo sé, pero si lo admitiese del todo cometería el grave error de intentar huir. Incluso habiendo desechado esa opción, eso no quita que sea la más apetecible. Al fin y al cabo, el monstruo tiene demasiados dientes.

Sé que sigo nadando porque mis piernas se mueven más rápido que el agua que me roza, pero es como querer avanzar un kilómetro a milímetros. Me desgasta, no solo físicamente, sino por la impotencia de ver que apenas avanzo. Podría decir que es desmoralizante, pero siempre me he jactado de que no tengo moral. Bueno, sé que la tengo, pero a veces dudo.

Tres metros y tres horas ficticias más adelante puedo fijarme en cómo están dispuestos los dientes en la boca del monstruo. Son prácticos, no solo para desgarrar, sino para atrapar y afianzar las presas que se atacan por el costado. Me hace pensar sobre sus técnicas de caza y lo que he visto, y no tardo en labrar la hipótesis de que derriba a sus presas desde abajo y, si falla, desde arriba. Parece que embiste, como un jabalí, y mella y merma la vida de lo que caza hasta que, finalmente, se la arranca y puede entretenerse en comer y desgajar.

Es cruel. Efectivo y maravillosamente cruel. También es precioso... o lo sería si pudiera verlo en acción… Si tan solo pudiera contrastar la idea… Qué estúpido es pensar eso en este momento, ¿no? ¿Pero en qué más puedo pensar en este eterno soliloquio? Debo escapar de las cosas en las que no quiero pensar.

No pasa mucho hasta que el morro chato y reforzado de la sierpe deja entrever sus ojos. La pupila rasgada refuerza la teoría sobre su etología. Mirando hacia arriba necesita cerrar su iris para enfocar, y seguro que es capaz de agrandarlo cuando baja y proyecta su sombra. ¿Pero qué importa eso? Nada, supongo. No cuando puedo apreciar la bruma que se extiende y le entorpece la vista. En cierta manera la agradezco, si ese ser me hubiera visto, visto de verdad, mi cuerpo habría cambiado de parecer. Estoy seguro de que me habría encogido dispuesto a recibir su golpe, tal y como había hecho cuando mi padre me miraba antes de darme un “justo” castigo.

Pero sigo nadando. Sigo arremetiendo contra el monstruo que intenta entender qué está pasando por la cabeza de esa mota inconsciente e insignificante que se le acerca todo lo rápido que puede.

“Es como si no supiera quién soy”

No sé a quién pertenece ese pensamiento.

De hecho, llega un momento en que la rabia, la sorpresa y la confusión que he bebido del alma del monstruo se mezclan con mis emociones hasta tal punto que ya no sé si el miedo, el deber y la resignación iniciales siguen presentes. ¿Tengo hambre? Sí, y sueño.

Continúo avanzando sin llegar siquiera a desear que mi decisión de llegar al behemot se cumpla. El futuro llegará, tras falsos años de impaciencia y desconsuelo; y cuando lo haga estaré agradecido sea cual sea el resultado.

Solo quiero que todo termine.

¿No tiene gracia que, aun así, sepa que dudaré al intentar dar el golpe? Incluso siendo consciente de que la puñalada con la umigatana al ojo podría destruir su cerebro de manera rápida e indolora, algo en mí teme que su vida desaparezca.

Nunca he perdido esa leve angustia que se siente matar… Nunca. Soy consciente de lo que hago, de lo que arranco y borro, de los pensamientos que aniquilo para convertir un alma simplemente en la carne que hay alrededor… Siempre lo he sido. Siempre me ha importado.

Quizás debería agradecerle a mi padre que me forzase a matar a mi pequeña anguila sin nombre; eso me enseñó que las cosas, simplemente, se hacen… Pero estaría mintiendo si le agradeciera que me obligara a comérmela. O quizás deba agradecerle también eso…

Pero bueno, qué más da, todo… es… solo… carne.

Es por eso que me lanzo alma en mano dispuesto a darme un banquete con lo que hay detrás de su cuenca… Porque he tomado una decisión. Porque quiero que todo termine. Por Suchu. Porque tengo hambre. Porque yo, también, soy solo carne.

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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Lun 11 Nov 2019 - 20:07}

El cenit una vida, todo cuanto has dicho y hecho a lo largo de tu existencia ha acabado en este preciso instante. Si bien es cierto que por un lado estas dispuesto a morir por defender a Suchu, por el otro la idea de hacerlo te aterra. Eres sincero, pero no por ello menos obtuso. Mal que le pese a tus músculos, aprovechas las aparentes dudas de la criatura para arremeter contra esta. Incauto a la par que temerario, guiado únicamente por la voluntad y espíritu de supervivencia, te aproximas hasta uno de los ojos de la bestia. Tu espada hiende las membranas y la carne, liberando durante el envite una serie de icores purulentos y malolientes icores procedentes del interior del globo ocular. Aunque la fuerza de tu envite resulta insuficiente para atravesar por completo la cuenca ocular, sí que logras hacerle daño.

Para una criatura que hasta hace unos segundos, el hecho en sí de que algo o alguien le plantase cara le resultaba inverosímil y difícil de interpretar, el dolor también es una experiencia nueva. Sin embargo, nuestro no tan joven emperador marino no esta tan predispuesto e intrigado como para querer saber más sobre esta nueva y dolorosa sensación. Está furioso, tan furiosos como no lo había estado nunca en sus cientos de años de vida. Gracias a tu Sentido de las Corrientes percibir una vez más la de la bestia y, por lo que logras escuchar, casi sería preferible que no hubieras escuchado nada. Experimentas como unas terroríficas ansias de morder, de rugir, de matar. Algo estremece tu cuerpo hasta el punto de hacerte dudar sobre tus acciones, has despertado el instinto de supervivencia del emperador marino y, probablemente condenado tu propia existencia. Aunque no todo son malas noticias, en la lejanía sientes como un confuso reptil se despierta de su letargo.

Sin nada a lo que asirte, pues tu umigata carece de una hoja física, las sacudidas y zarandeos son tan constantes que sientes que a no mucho tardar acabaras siendo despedido, quedando así a merced de la bestia marina. Has probado la fuerza y esta ha fallado estrepitosamente, quizás haya llegado el momento de usar esa mollera de pulpo que tu diosito pagano te dio.
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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Miér 13 Nov 2019 - 15:40}

Lo he conseguido.

Un estallido de líquido intraocular me baña al perforar la esclera. Es... dulce, ¿pero qué no lo es en comparación con el agua de mar? Los tropezones de proteínas que formaban la enferma placa flotan a mi alrededor mientras la criatura, sin emitir sonido alguno, grita. No he llegado ni mucho menos al cerebro, pero, aun así, lo he conseguido: he rajado su ojo.

Ya no se respira miedo en el ambiente. No hay ni un ápice de él en el malsano nubarrón que se difunde en el océano de pura rabia. He dejado de ser una presa para ser un igual, una amenaza sobre la que no queda duda y a la que tiene que enfrentarse. Sonreiría, pero aunque mi propio miedo queda eclipsado por el resto de emociones, el esfuerzo no me deja. Aún hay mucho por hacer, y el tiempo acelera muy rápidamente.

Aunque lo intento, no tengo tiempo de agarrarme con mis tentáculos, solo de maldecir que el filo de la umigatana haya desaparecido tras hacer su papel. Si el artilugio fuese más espada que pistola, podría haberme anclado a la bestia lo justo como para que mis extremidades hubiesen entrado en juego.

Floto… Pero en fin… Realmente da igual, porque lo he conseguido: he rajado el ojo.

¿Por qué estoy tan seguro de ganar ahora? Quizás es porque me miento a mí mismo, pero es una reconfortante mentira cuyo respaldo está cómodamente apoyado en la pura lógica. De hecho, lo único que temo es que el reciente despertar de Suchu le empuje hasta a mí y se ponga en peligro. El lagarto siempre ha sido lo suficientemente listo y paciente como para no meterse en problemas, pero también fue el único de sus hermanos que demostró el suficiente apego como para querer acompañarme en mis viajes… Sin olvidar que quería proteger mis cosas de esos lerdos indecentes… Es un buen chico.

Ahora sí sonrío. Da igual que parezca estúpido hacerlo, porque no lo es. No importa que mi cuerpo no llegue al monstruo, ni que sea nada en comparación a este.

La bestia se mueve para dar su respuesta, pero no importa cuán fuerte y cuán rápido vaya a azotar su cuello, de verdad que no, porque por mucho que lo haga no voy a permitir que se  zafe de mí. Extiendo mi voluntad al agua, anclándome al monstruo con tentáculos invisibles que no necesitan músculos ni tendones. Es el propio fluido el que me fija a él, y por mucho que sus instintos puedan notar el innatural cambio en el líquido elemento, sé que no podrá hacer nada. La bestia pertenece a otro tiempo, uno en el que la carrera armamentística solo se veía determinada por los genes.

A diferencia suya, no solo soy producto no de la evolución, sino también del progreso. ¿Cuál es la diferencia? La evolución comete errores… la pobre es solo fruto de una selección lenta y azarosa, mientras que el progreso es lógico, calculador y frío; aprende. ¿Qué oportunidad tiene la primal fuerza bruta contra la experiencia de quien se ha enfrentado en carne, mente y espíritu a lo que verdaderamente significa ese concepto? ¿Qué posibilidad tiene el instinto de ganar contra aquel que sabe no solo lo propio, sino también lo que robado de otros? Solo ganaría si no tuviese los medios para llevar a cabo lo que pienso, y tanto la evolución como el esfuerzo me han dotado de estos.

—Solo eres un bruto —pienso con cierta pena.

Todos mis miembros se relajan convirtiéndome en poco más que un maleable muñeco de trapo. Casi me parezco más a una medusa que a un pulpo en este estado, pero esa es la idea. Un cuerpo que no lucha contra la corriente no puede ser dañado, o al menos es dañado mucho menos. Cuando el cabeceo me impacta no puedo ni alegrarme por el hecho de que lo haya hecho con un tejido tan "blando". Siento como mi cuerpo cruje mientras las articulaciones se doblan hacia atrás por el impacto, pero al no encontrar oposición al movimiento pronto descansan sobre la superficie del viscoso ojo. Siento el peso del agua fluyendo contra mi espalda... Siento que me hundo en la carne de la criatura.

Respiro. Solo puedo permitirmelo cuando el ataque llega a su máxima extensión, cuando, por fin, la criatura decide que debe girar su cuello hacia el otro lado. Sé que lo repetirá varias veces, pero, francamente, me da igual. Es este momento el que importa: el ahora. La fuerza de la bestia debe contrarrestar su primer empuje, y es en este breve momento en el que intento aprovecharme de la utilidad del más "inútil" de mis jutsus. "Agarre de lapa” no solo sirve para coger conchas por su filo, sino que permite a los ninjas marinos afianzar su agarre y trepar por superficies tanto o mejor como si tuviesen ventosas. ¿Quién me diría a mí que acabaría usando una técnica que, en un principio, había tachado de inútil para alguien con mis dones? Bueno, mi maestro lo hizo.

—Te vendrá bien porque podrás utilizar tus tentáculos mientras tanto para otra cosa, así que sigue practicando.

Menos mal que le hice caso. Ahí estaba, intentando afianzarme al monstruo usando cada ventosa y miembro, potenciando su agarre con las cientos de almohadillas que había formado a lo largo y ancho en un vano intento de sobrevivir. Me había convertido en un gusano, una planaria que se pegaba y arrastraba en la eclera con un vil propósito: prosperar.

¿Pero qué maldad existe en la supervivencia? ¿Qué crueldad puede adjudicársele a estas incomprendidas criaturas? Ninguna, y por ello tampoco puede culpárseme por el acto tan horripilante que intentaría hacer si y mientras me enganchase. Que algo quiera reptar a tu interior es angustioso, por pequeño que sea, pero creo que es mucho peor si ese algo desea hacerlo por tu ojo.

Me pregunto si para entonces se dará cuenta... Me pregunto cuándo empezaré a encontrar trazas de esa dulce y maravillosa emoción que es la desesperación.

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Última edición por Kaito Takumi el Vie 22 Nov 2019 - 19:27, editado 1 vez
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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Vie 22 Nov 2019 - 18:32}

¡Pardiez! Cuan osado nyngio, hubiese exclamado probablemente cualquier ser de tu particular especie. Sin embargo, teniendo tan solo como testigo a un atolondrado cocodrilo y a un ser primigenio de dudosa diplomacia, nunca nadie sabrá de tu proeza. Es más, llegados a este punto, ni tan siquiera tienes la certeza de que tú mismo seas capaz de narrar tu propia hazaña. Cuan injusta puede llegar a ser la vida a veces ¿Verdad?

Sea como fuere, debes estar definitivamente como una cabra, pues lejos de estar aterrorizado, una sonrisa estúpida recorre tu rostro. Pese a todo y contra todo pronostico, logras aferrarte a la cuenca ocular de la bestia con la misma naturalidad y vehemencia con la que un mejillón se aferra a una batea, es mas, descubres que te mueves sobre su cráneo como pulga en un sabueso callejero, casi como si de un molesto parasito te tratases. Sin embargo, no te creas que tienes que dispones del tiempo y la comodidad necesarios para ponerte a amueblar el que ya casi consideras tu nuevo hogar. La bestia, incapaz de sacarte de ahí por ninguno de sus métodos convencionales, empieza a nadar. A nadar como nunca creerías que podría una criatura de semejante tamaño.

De hecho, la velocidad y el vaivén incesante del movimiento serpenteante de la bestia te pone en apuros, lo suficiente como para saber que, si te arriesgas a deshacer tu jutsu acuático, probablemente acabes a la deriva de corriente marina generada con el violento movimiento de la criatura. Todo carece de sentido hasta que en el horizonte vislumbras un promontorio de tierra que se eleva desde las profundidades marinas hasta la superficie, probablemente se trate de una isla, o de la propia Red Mountain, quien sabe. Lo único cierto es que, la formación rocosa no cederá y probablemente el cráneo del emperador marino tampoco por lo que deduces que está tratando de usar su cuerpo como ariete para acabar contigo.
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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Sáb 23 Nov 2019 - 9:47}

Aunque no sobre los restos de la rajada esclera, consigo agarrarme al duro limítrofe óseo de la cuenca con firmeza. La criatura deja de cabecear tras darse cuenta que no hay manera de quitarse aquella malvada legaña que conspira en su contra, y yo le agradezco su rendición con una sonrisa. En ese momento supe que todo iba a acabar pronto, pero, por supuesto, el emperador no iba a ponérmelo fácil.

—Mierda, carajo —pienso en el momento en el que intento avanzar hacia la herida.

La criatura había puesto en marcha un plan que iba tan rápido como ella, uno cuya velocidad casi me arranca de su superficie al intentar desplazarme. Cada vez acelerando más y más con potentes golpes de su largo cuerpo, la sierpe nadó a la desesperada intentando limpiarme de su superficie.  Aguanto gracias a la forma de su cráneo, refugiándome en el pequeño hueco que de su “ceño”, e incluso a pesar de los dolores y la presión que ejerce el agua en mi contra sé que más tarde o temprano acabaré matándole...

¿Lo lograré a tiempo? La duda me duele más que el pecho y me pesa casi tanto como el sueño.

Entonces aquel monstruo me demostró que me había equivocado una segunda vez. No nadaba sin rumbo, y lo hubiera sabido antes si le hubiera prestado algo de atención al olor de su alma. La criatura cargaba contra un muro gris, un enorme nubarrón que cada vez iba haciéndose más y más nítido bajo la superficie del mar y que, por su tamaño, solo podía ser un accidente geográfico labrado en pura piedra. Desconozco cuánto nos habíamos alejado desde la posición inicial, pero lo que sé es que no tengo oportunidad ninguna de aguantar el impacto. Debo soltarme…

Esa verdad era tan cruel como la vida misma, porque, obviamente, no estaba exenta de riesgos. Solo llego a producir una idea viable en el corto intervalo de tiempo que me separa del choque. No es mala, pero tampoco me asegura que la corriente no me estampe contra algo que acabe por quebrarme del todo. Respiro mientras me cubro la cabeza con mis brazos y extiendo nuevos tentáculos de agua a la corriente. Me suelto y salgo despedido convirtiéndome en una vulgar imitación de una sámara.

El Dr. Elm estaría muy halagado de que hubiera usado su árbol como inspiración, pero tal y como están las cosas no sé si volveré a verle. Realizar el jutsu “Lenguas de mar” siempre me ha resultado más fácil desde mis rejos, pero eso hubiera convertido mi cabeza en la punta de un peligroso péndulo que, con mi mala suerte, tendría todas las papeletas de encontrar un escollo contra el que partirse. Usando el jutsu modificado para hacer una gran aleta plana y girada, mi intención era desviar la fuerza que me llevaba hasta la roca en un impulso rotatorio que acabase frenándome, o al menos minimizando la crudeza del impacto. Estirado al completo y con el cráneo protegido tanto por la técnica como mis brazos que agarraban el mango de la umigatana con firmeza, intenté no pensar en nada para concentrarme en el flujo del mar a mi alrededor. Para entonces me había convertido en una semilla tirada al viento, pero a uno tan huracanado que no aseguraba en absoluto que encontrase un lugar apropiado donde germinar. Vomitaría si tuviera algo en el estómago, pero para bien o para mal ahí dentro solo queda hambre.

Creo que he perdido la consciencia durante unos segundos, pero es difícil asegurarlo cuando lo único que hace el mundo es dar vueltas dentro de un mar donde se ha levantado el polvo. ¿Ha impactado ya la criatura? ¿He muerto? No, pero no dejo de girar… ¿Dónde estoy? ¿Dónde está la criatura? ¿Qué es arriba y qué es abajo? Estoy perdido en una tormenta de arena que de seguro esconde peligros para alguien que gira sin control, sin rumbo y prácticamente sin fuerzas. Tengo sueño.

Noto el frío mango en mis manos y acciono el botón sin saber para qué demonios voy a usar la umigatana la próxima vez. Necesita recargarse, y siempre es bueno tener un arma lista... ¿no?

Me sabe la boca a sangre... no, ¿me sabe la nariz a sangre? ¿Cómo de rápido he girado? ¿Cómo de rápido sigo girando? Esas preguntas son importantes, pero también lo son otras que no me atañen a mí... ¿Ha sobrevivido al golpe? ¿Sobrevivirá algo con su peso a estar varado?

Siempre me ha parecido macabramente divertido que las ballenas mueran en las playas no porque se sequen o ahoguen, sino porque sus órganos rebientan y se desplazan al no estar sostenidos por el amable empuje del agua. La gravedad es una ramera despiadada que solo tiene compasión de aquello lo suficientemente pequeño como para ignorar la mayor parte de su influjo.

"Si tiras un ratón desde cien metros rebotará y seguro que no le pasa nada, si haces lo mismo con un perro se estampará contra el suelo y morirá, pero un caballo simple y llanamente explotará". Nunca se me olvidará esa cita del gastado libro de física que dormía en el tercer estante del cuarto de mi hermano.

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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Vie 6 Dic 2019 - 17:44}

No hace falta ser un genio para descubrir que, efectivamente, si permaneces sobre el cráneo del emperador marino y finalmente chocas contra la pared rocosa, acabaras convertido en fosfatina de pulpo. Así pues, en un nuevo alarde de temeridad, decides, valiéndote una vez más de tu karate gyojin, convertirte en un particular proyetil-ningyo. Te sueltas de la cuenca ocular de la criatura y te dejas, aparentemente, arrastrar por la corriente marina que este ha ido generando con su propio movimiento. Aunque permaneces atrapado en la corriente y tu impacto contra la formación rocosa parece prácticamente asegurado, comienzas a girar sobre ti mismo para tratar de desviar tu mortífera trayectoria. Este giro helicoidal, convenientemente viciado a hacia tu izquierda hace que progresivamente comiences a desviarte.

A sabiendas de que tu vida está en juego, pones aún más empeño en forzar la intensidad del giro, pero, mientras lo haces, notas como tu consciencia comienza a difuminarse como si de un mal sueño se tratase. A veces ves, a veces no. A veces sientes dolor, a veces no. A veces sientes el sabor metálico de la sangre, a veces no. Hasta que, con el estruendo marino más horrible que jamás has escuchado en tu vida, tus ojos se cierran y comienzas a flotar a la deriva, mecido por los grotescos rugidos de una criatura tan antigua como iracunda.



*****


Intentas abrir los ojos, pero apenas tienes la fuerza o la confianza para hacerlo, pues temes lo que encontrarás al hacerlo. Sabes que has dormido, aunque quizás no de la forma más ortodoxa, pues, aunque no hayas tenido tiempo para mirarte a un espejo, sabes que te encuentras como si literalmente te hubieran pasado por una procesadora de alimentos, devorado con mucha sal y posteriormente regurgitado. Y es que, si hay algo que sientas por encima de cualquier otra cosa es la sal y la sequedad. Si no fuera porque sería una locura, dirías que llevas varios días secándote al sol. Te encuentras tan deshidratado que ni tan siquiera eres capaz de generar saliva y, la poca que generas resulta terriblemente espesa y difícil de tragar.

Pero llegados a este punto, si no estás muerto ¿Dónde demonios estas y que ha sido de ti? Pensar te cuesta demasiado, sientes como si toda la sangre se te hubiese subido a la cabeza y apenas eres capaz de ordenar tus ideas. Oyes molestas voces y el ruido de pisadas apresuradas y del fango siendo arrastrado por múltiples botas. A veces incluso por pies descalzos. Eso significa que a tu alrededor hay vida civilizada ¿No es eso una buena noticia? Estas a salvo, tan solo tienes que hacerte oír y la ayuda enseguida llegara hasta ti para socorrerte. Sin embargo, por más que lo piensas, parece fácil. Demasiado fácil. Si tan solo pudieras librarte de ese molesto dolor de cabeza y razonar con un minino de sensatez. Inconscientemente te zarandeas y compruebas que tu cuerpo se mueve de forma pendular, efectivamente, bocabajo ¿Qué demonios está sucediendo aquí?

Aun a ciegas, tratas de descolgarte del lugar sobre el que te encuentras enganchado, pero muy a tu pesar descubres que no hay ninguna atadura que te impida mover tus tentáculos. Sin embargo, al hacerlo, un intenso dolor recorre diversas partes de ellos. Los recuerdos comienzan a aflorar en tu mente y recuerdas como, de igual manera que lograste esquivar la pared rocosa una buena parte de tus tentáculos acabaron por rozar de forma muy parcial la pared rocosa. No deberían ser más que arañazos que, si bien profundos, nada que un poco de reposo no logre curar. Sin embargo, mientras que tratas de comprobar la sensibilidad del último de ellos, lo notas más ligero que de costumbre. No te duele y pese a que tratas de moverlo con naturalidad, este no responde.

Alarmado, abres los ojos y compruebas que tus sentidos no te fallaban. Mientras tus parpados luchan contra un brillante y abrasador sol. Descubres que permaneces colgado de lo que parece ser un cadalso, donde otra hora colgarían allí a los criminales. Puedes comprobar cómo, el tentáculo que no respondía a tus ordenes ha quedado destrozado. Casi un tercio de este a desaparecido y si bien puedes manejar con naturalidad el resto de tu extremidad, no hay ni rastro del trozo faltante. Sin embargo, el shock no se queda ahí, cuando bajas tu vista al suelo descubres que bajo tu cráneo hay destartalado puestecillo callejero con lampreas, anguilas, cangrejos de rio, medusas y alguna que otra alga marina. Aunque por el hedor que llega hasta tu pituitria, deduces que no solo el establecimiento no reúne las condiciones sanitarias adecuadas para la venta si no que, evidentemente, esos alimentos llevan siendo no aptos para el consumo desde hace semanas. En seguida unes cabos y te percatas que tú también formas parte de esos productos.

Cuando miras a tu alrededor, descubres que estas en un lugar privilegiado, el que en un futuro lejano fuese un lugar central de un humilde pueblecito rural. Apenas compuesto por tres o cuatro calles rectas, puedes ver cantinas, caballerizas, lo que algún día fue un banco y decenas de pequeñas casas anegadas de lodo, agua estancada y fango. Al parecer todo un desastre climatológico ha arrasado con el poblado y, si me apuras, con toda la isla. Quizás en otra circunstancia te apiadarías de ellos, pero ahora eres tú el que necesita ayuda y no toda esa panda de harapientos. A tu vera, logras ver a un tipo bajito y rechoncho al que varios pliegues de su piel le descuelgan desmesuradamente, como si el hambre y las miserias hubiesen hecho mella en su gruesa constitución. Se trata de un hombre de unos cuarenta y tantos años, bajito y con un largo y desaliñado bigote canoso que le llega hasta la mandíbula, sobre su cabeza, descansa un sombrero de ala ancha manchado de fango y vaya usted a saber que más. Presupones dos cosas: que ese tipo es el presunto tendero de tu puesto y que, definitivamente, te encuentras en el West Blue.
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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Vie 6 Dic 2019 - 20:38}

Nota de cambio de "Narración":


“Clack”. Lo último que escuchó Kaito fue un desagradable crujido. No llegó ni a pensar qué podría haber sido, simplemente lo escuchó. Podríamos decir que había muerto aquel instante, y quizás no estuviésemos muy alejados de la realidad. La verdad es que fuese lo que fuese lo que se había despertado colgado como un vulgar bacalao a la salazón no era, ni de lejos, él.

O quizás lo era más que todo.

¿Qué es la lógica? Claramente el diccionario nos dirá que es “Lo estudio de lo lógico” o alguna referencia a la ética, el conocimiento y demás, pero siendo sinceros los estudiosos se creen mejor de lo que son. La lógica es simplemente una justificación para hacer lo que queremos o lo que nos han empujado a querer. La lógica es meramente una excusa. Y ahora, cuando el cerebro se ve empujado a un segundo plano por la poderosa amígdala, es tan solo un arma. Toda la lógica que la mente del sireno puede raspar con su cuerpo mermado se centra en un único objetivo: sobrevivir. Y para hacerlo lo primero que necesita es hidratarse.

El pelirrojo no pierde el tiempo en pensar “Joder, esto tardará unos meses” al ver su miembro seccionado, simplemente asiente y sabe que deberá contar con un miembro menos hasta que este vuelva a crecerle. Ya le había pasado antes, y las ventajas de perder su virilidad hacen que su cuerpo dirija instintivamente sus esfuerzos a algo más útil que el recuperar el órgano de apareamiento. Todo, o más bien lo poco que queda, tiene muy claro qué tiene que hacer, a dónde tiene que ir y cómo debe actuar. El cortisol empapa su sangre espesa mandándole a consumir lo que ya está roto. No hay estrés que lo respalde, ese momento hace ya mucho tiempo que ha pasado. Abre la boca y respira, todo mientras sus neuronas vibran para recordar algo que necesita hacer sin pensar.

Una bocanada y luego otra, así pasa el tiempo en un perpetuo silencio mientras su jutsu va tomando del ambiente la humedad que tan desesperadamente necesita. Cada gota es atesorada en el fondo de la boca, agarrada con una lengua que lo único que quiere hacer es empujarla hacia la garganta. Desea tragar y beber, pero no lo hace… No… Guarda cada pequeño resquicio entre sus dientes sin poder contentarse, todo con un deseo futuro: beber más.

A medida que el barro que empapa y pudre los tablones se reseca siendo absorbido por la técnica del ningyo, los ojos del mismo no se separan de su presa. El hombrecillo está a unos dos metros, atendiendo su puesto, demasiado lejos para el limitado alcance de sus miembros colgados. Por ello guarda y aguarda al momento apropiado. Es un cazador paciente, hasta ahora cuando el hambre y la sed le corroen cada músculo y centímetro de su piel. Solo cuando debe cerrar sus labios para sostener el trago sabe que su paciencia será gratamente recompensada.

Cierra los ojos. El depredador disfruta del aire que el West Blue manda para aliviar el tórrido calor que le asa. No puede hacer otra cosa más que agradecer el olor que le llega porque, a pesar del golpe de lo podrido, aquel aroma oculto le anticipa el sabor. Se le hace la boca agua a pesar de que la tiene llena. Lo quiere… lo desea… y por supuesto lo necesita. Todo su cuerpo tiembla en un breve espasmo, un último estertor que hace vibrar la cuerda que le ahoga el muñón. Sabe que le ha oído… pero es lo que quiere. Todo pescador necesita un buen cebo, y el suyo es un suculento trozo de curiosidad.

Sus sentidos están tan afilados como sus hambrientos colmillos y su haki los respalda. Concentrado en el alma del pequeño hombre de michelones vacíos, se centra en determinar cuánto mide cada paso… y cuanto queda para que se le acerque lo suficiente. Sabe que solo tendrá una oportunidad para lanzar su ataque, un único momento que le exige empujar a un lado su deseo de contentarse con el dulce trago que le pesa en la boca. Aguanta… y luego aguantará un poco más hasta notar cómo la emoción que siempre había sido su propia y justa condena se disipa en la mente de aquel desgraciado.

Entonces abrirá los ojos para ver su objetivo. Y mostrando aquellos orbes anaranjados de pupila aplastada lanzará su lengua alargada con la humedad a la oreja de un hombre que se gira para volver a sus asuntos. Está ansioso por darle muerte con su jutsu, porque aplastar su cerebro hidráulicamente a través de su oído significa que podrá tirar del cadáver. Y una vez tire del vil sedal podrá agarrarlo con sus propios brazos, con todos ellos, para pegarlo a él arañando y mordiendo toda la carne que le separa de la dulce y pegajosa sangre en la que quiere bañarse. Así lo demanda su piel, seca y agrietada, que subyugó desde un primer momento a la desesperada garganta que tendrá de contentarse con mera agua manchada de líquido cefalorraquídeo.


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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Dom 15 Dic 2019 - 20:15}

Efectivamente, entras esa especie de estado primitivo. Esa extraña forma que te recuerda que, de alguna u otra forma, sigues formando parte de la cadena alimentaria y, me atrevería a decir que en un puesto de bastante relevancia. Sin embargo, por más que salives y te muevas de forma compulsiva, es decir, guiándote tan solo por tus instintos animales. Un terrible palazo en las costillas de devuelve a una realidad que quizás no quieres asimilar.

- Etaeh kietoh bixo ¡Ma! Er Purpo se mueveh – grita el hombre gordinflón a una persona de entre la multitud.

Confuso, miras que de entre toda la multitud, emerge una mujer nonagenaria de no menos de doscientos kilos con tantos tatuajes, como dientes le faltan. Si te fijas bien notaras que tiene una mecedora incrustada en su trasero.

- Mijo, peo no veh ke ezo no es más k una zarigüeya con tentaculoh – vocifera como si quiera que hasta el último ser vivo de ese pueblo quisiera que se enterase de que venden ningyos vivos en su tenderete – Zeparalo de eze bicho y véndelo mah caro ¡Bah! ¡Kita ke ya lo ago yo!

Conforme la rolliza mujer se acerca, comienzas a percibir un insufrible olor a alcohol que te ayuda a despejar tus sentidos. Quizás sería una buena idea demostrar que eres un ser inteligente capaz de amar.
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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Lun 16 Dic 2019 - 10:17}

El golpe le desconcentra. Débil y carcomido por el hambre y la sed, el depredador no puede lanzar su ataque. Para cuando abre los ojos llenos de rabia y odio solo encuentra al hombre de espaldas, demasiado lejos y protegido por el ala de su sombrero como para tener un objetivo claro. Sabe que no puede permitirse fallar, por lo que ni dispara.

Más claro queda esto cuando ve todas las criaturas que se han juntado para beber de su miseria. El abrevadero está repleto de esqueletos tristes y harapientos que se mueven en manada para protegerse de los tres o cuatro monstruos que han sobrevivido a la hecatombe. Una vieja y gorda elefanta parece ser la madre del desgraciado que le ha golpeado, y todo apunta a que eso de querer dañarle se lleva en la sangre. El depredador comprende entonces que su papel puede rápidamente convertirse en el de presa. La hiperagresividad pasa entonces a un segundo plano mientras reacondiciona su nicho a su pésima situación.


Traga. El agua sube por la garganta con dificultad, pero las ganas de vomitar le vendrán bien si quiere volver a sacarla para defenderse... Mientras tanto su esófago disfruta de la humedad que puede ir robando de la que iba a ser su arma. Sonríe, pero no es por el gusto que acaba de darse, sino por la imperiosa necesidad de mostrarle al ganado que no es una amenaza. Moviendo sus manos en un lento pero alegre saludo repite lo mismo con alguno de sus reos. En su mente no tiene cabida que ese gesto pueda ser también una despedida.

—Aah...—Por mucho que haya tragado, su voz es apenas un hilo carrasposo y reseco. Solo puede susurrar, pero eso le permite hablar a pesar del peso del público—. Agua...

Sus ojos buscan en el rostro de la mujer algún rastro de humanidad y, luego, pasan a buscarla en los del resto. Aún atrapado y sin posibilidad de liberarse por sí mismo, al hijo del mar no le queda otra que convertirse en un parásito de una sociedad al borde de la extinción. De ser socorrido debería dar gracias a que la presión evolutiva premie a los que se ayudan, pero es seguro que no lo hará. Por su cabeza no pueden pasar ideas tan complejas como la gratitud a largo plazo, no cuando necesita tan encarecidamente explotar todo cuanto puede para lograr una supervivencia inmediata. Aún es pronto para decir si, una vez consiga recuperarse y prosperar, mostrará algún tipo de amabilidad con los que, quizás, le ayuden ahora. Lo único que es cierto es que esa caridad es simplemente una pesada herramienta que los animales sociales cargan a sus espaldas.

—Ah...

¿Cuál es la palabra? ¿Cuál es el sonido? Esas son las preguntas que pasan por su agotado cerebro en la búsqueda del concepto detrás de su sed. Agua no es. La quiere, la necesita, pero no es esa la palabra. Casi que sí, pero su definición trasciende al líquido. Es bajarle de allí, darle sus cosas, darle agua, cuidarle... Sí, esa es.

—Ayuda... —dice con los labios secos y rotos que se constriñen en una sonrisa perpetua que no muestra los dientes.
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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Sáb 4 Ene 2020 - 0:26}

Te revuelves como gato panza arriba bajo el cadalso, aunque tan solo mentalmente, pues enseguida comprendes que estas en una situación complicada. Aunque tienes al no tan joven hijo de la pescadera a tu alcance, pese a tu rabia contenida, decides no hacer ninguna jugada arriesgada.

- Niño – le dice la señora horonda a su hijo – Eze purpo estah zonriehdo ¿dehde cuando loh purpos zonrrien? ¿De onde traihte eza cosa?

La señora parece no dar crédito a lo que está viendo. Probablemente sea la primera vez que ve a un ser de tu especie y parece nerviosa a la par que intrigada. De hecho, comienza a caminar lentamente hacia ti, mirando de reojo a su hijo, el cual lleva su palo de apalear pulpos aun encima, por si la cosa se pusiera fea. Conforme la señora avanza hacia ti, tus fosas nasales se van impregnando del pestilente olor a alcohol que la mujer desprende.

Cuando tus labios se abren y articulas una palabra en la lengua de aquellos catetos, la mujer chilla repentinamente como una histeria y cae patas arriba al suelo. Por desgracia o por fortuna, no sabrías decir si ha sido por el susto o por la borrachera que lleva encima. Sea como sea, con la señorona fuera de juego y su hijo ausente, pues está más preocupado de no cargarse encima que de lo que realmente estés dispuesto a hacer, lo cierto es que cerca de una veintena de pueblerinos supersticiosos te miran. Te miran con ojos que denotan miedo y respeto a partes iguales. Tienes al público entregado, es hora de que te los metas en el bolsillo o que les hagas cagarse de miedo. Probablemente tengas muchas preguntas o mucha frustración contenida. Solo tu sabes lo que pasará a continuación.
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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Sáb 4 Ene 2020 - 21:54}

Por un momento parece que la sonrisa y el saludo pasan desapercibidos en la multitud, como si aquel sutil cambio fuese producto de una alucinación masiva. Sus cerebros no terminan de aceptar qué están viendo y por ende lo ignoran. Pero la realidad está ahí, arañando la puerta de sus subconscientes mientras esperan a que otros más valientes tomen las decisiones oportunas. Los pasos de la gorda retumban por el cadalso haciendo gritar de dolor a los pobres tablones que tienen que aguantar el empuje de sus pantobillos. Resisten, pero ¿por cuánto?

Kaito, o lo que quiera que esté ahí colgado, no comprende la pregunta que se lanzan los familiares, pero entiende perfectamente el tono. El pellejudo ha hecho algo mal, algo que todavía no se puede catalogar como peor. Aquello no le hace cambiar de decisión, pero después el chillido de la mujer le recorre la columna. La vibración de aquella voz persiste en él con más fuerza que el temblor que poco después agita el cadalso. Algo se ha roto, algo además de la butaca.



Ya no son una amenaza.


Si la más grande de las bestias que le rodeaba había caído tan sumamente fácil, ¿qué iba a costarle deshacerse del resto? Incluso con la ventaja de su número eran débiles, tanto como para permitirse no pedir ayuda. Porque ¿por qué estaba el ningyo pidiendo ayuda? Porque no podía bajar solo, no cuando podía exponerse a que le atacaran. Pero ahora sabía que esto no iba a suceder. Todos olían a miedo.

Ya no le era necesario mantener el gesto. Y a medida que la expresión alegre de su rostro se desvanecía a una escalofriante y analítica apatía, forzó a sus ventosas a soltarse de su instintivo agarre. Cayó en seco, sin protegerse siquiera con los brazos, solo aflojando su musculatura hasta el punto de poder catalogarle como un invertebrado. Y se quedó ahí, sin respirar, esperando que el dolor del impacto se diluyese todo lo que podían aguantar sus pulmones vacíos.

¿Estaba muerto? Desde luego estaba ahí tirado, como una cosa muerta. Como una medusa arrastrada en la playa.


****


—¿Vegetariano?

La pregunta fue lanzada como si fuera una cruel gracieta; al médico no le hizo ninguna gracia. No era la primera vez que Yeng, pediatra de Amphibia, atendía al pequeño Kaito, pero sí era la primera vez que veía a su padre. Normalmente lo traía su tía, y aunque la mujer era dura al menos le escuchaba. Ahora podía entender perfectamente por qué el cuerpo y la mente del joven tenían claras señales de abuso.

—Los ningyos, señor Takumi, son vegetarianos —señaló con la convicción del estudio—. Pueden obtener su aporte proteico consumiendo algo de marisco, pero el grueso de su dieta debe ser de origen vegetal —dijo el semigyojin con todo el descontento que podía apreciarse a través de su profesionalidad.

—¿Vegetales? Algas comemos, pero lo que usted me está diciendo es una chorrada. No es la manera de los verdaderos hijos del mar.

Si había algo que el joven Yeng detestara eran los padres que se creían que simplemente por serlo lo sabían todo. Aquellos gitanos que se llamaban “Verdaderos Hijos del Mar” eran los peores, gentuza racista de mar abierto que se empeñaban llevar vidas duras y estúpidas lejos de la civilización. ¿Pero qué podía hacer él? Solo le quedaba frustrarse, apretar los puños y ver cómo año tras año aquellos tipejos que le llamaban “Embarrado” por ser un mestizo seguían haciendo lo que querían. ¡Estúpidos paletos!

—Señor Takumi, por favor, si desea que su hijo pueda llevar una vida normal, cambie su dieta —sugirió con autoridad—. Por otro lado, me gustaría comentarle que no debe exigirle al muchacho que sea tan fuerte como sus hermanos; los ningyo no tienen el don de la fuerza.

Él sólo quería ayudar al muchacho, pero su padre también quería lo mismo… Cada uno a su manera.

—¿¡Cómo se atreve?! Usted lo que quiere es que Kaito sea débil como ustedes, y no le quede otra que volver a las ciudades de coral a llevar una vida falsa y miserable —espetó henchido de orgullo.

—Señor Takumi, baje la voz.

—¿Y si tiene que comer verduras por qué no hay verduras en el mar abierto, eh? ¿Cómo vivieron los ningyo antiguamente? ¡Pues comiendo carne!

Ya había oído todos aquellos cuñadismos otras veces, y no estaba dispuesto a que uno de aquellos brutos volviera a romperle la nariz. Yeng no podía hacer más por él, no cuando eran una pequeña clínica pública y gratuita que tenía mucha más gente que atender antes de que cayera el sol.

—Como quiera, señor Takumi…

Qué triste, ¿verdad? Ese pequeño episodio de la vida de Kaito que siquiera presenció pero que, sin duda, le marcó tanto… Tantísimo… ¿Por qué quién iba a decir que el señor Takumi llevaba razón? Aunque Yeng también la llevaba sin saberlo… Porque realmente existía una muy buena razón para que los sirenos se criasen como vegetarianos.

Una razón que muy pocos sabían y menos se atrevían a hablar. Una razón de poder. ¿Acaso nunca os habéis preguntado por qué la mayoría de familias reales de los hijos del mar están formadas y promueven los matrimonios ningyo? Es una historia antigua… tan antigua como olvidada.

Una historia que aún resuena en el corazón del propio mar.


****


Todo empezó con una larga y angustiosa bocanada.

El ser torció su cuello para poder ver mejor a sus presas. En su rostro no había más que dos ojos abiertos, brillantes, rojos de la sangre rota tras el golpe. No había expresión en su boca, ni en su nariz, ni en la curvatura de las cejas ni el leve asomar de sus dientes. No había nada más que un vacío que miraba a todos de vuelta.

Una mano, luego la otra; las dos garras sirviendo como pequeños pilares para levantarle lo justo del suelo como para poder arrastrarse. Lo peor de él no eran aquellas extremidades huesudas, ni la punta blanca de sus dedos arañando la madera, sino la vil marea que las seguían discurriendo por el suelo. No tenía por qué estar erguido. No tenía por qué parecer humano, ni ningyo, ni pulpo… Solo tenía que moverse.  

Intentar describir el horror de aquel andar sería tan imposible como definir el sabor de cualquier plato. Sin probarlo, sin estar allí presente, no podría ser uno completamente fiel a la experiencia… Pero, aun así, podemos intentar acercarnos a aquella cruda y ruin realidad.

El pelo suelto, caído sobre una cabeza que oscila de un lado al otro como el de los grandes lagartos; la boca entreabierta, hambrienta; los ojos inquietos, pasando de presa en presa como un sapo que escoge la mosca. Los brazos tensos, magros, arañando y anclando como las iguanas y tortugas que se aferran a las rocas. Las piernas, todas ellas, arrastrándose como un enjambre de sedientas sanguijuelas. Y lo peor de todo es que el monstruo se mueve sin hacer el más mínimo ruido.

No le importa el sonido de su alrededor, ni la posible estampida de sus presas que, con razón, huyan despavoridas. Solo le importa cuál de ellas será su siguiente bocado. Avanza incansablemente, jadeando una bruma de extenuación, sed y hambre. No tarda un instante en llegar al cuerpo de la gorda y trepar sobre él. Agarra, clava, sujeta y extiende. Los tentáculos apresan cada miembro mientras sus brazos tensan la cabeza a un lado en la búsqueda de la palpitante yugular bajo la grasa. Puede sentir el agua en su interior… y la quiere. Pero algo salva a aquella inconsciente morsa varada; algo que a lo largo acabará matándola. La peste a alcohol es suficiente para detener el mordisco. Es suficiente para que la voz del instinto y la razón consensen un “No”.

Al fin y al cabo, el alcohol seca.

Abandona a la vieja, y tras pasar por encima de ella centra su atención un momento sobre lo que hay en el cadalso. ¿Es comida? ¿Vale la pena? ¿Qué puedo obtener? ¿Qué puede hacerme daño? Las respuestas simples y complejas se intercalan para llegar a una verdad que, finalmente, le hace asomarse fuera de la plataforma. Odia el sol. Odia a aquella bola de fuego que le arrebata la poca humedad que le queda. Y, desde luego, le encanta el barro que ensucia la plaza.

Se inclina hacia el vacío y contorsionando su parte humana busca un hueco bajo la estructura de madera para encontrar lo que el agradable olor le promete. Se intenta arrastrar allí debajo; refugiado del sol, el barro está más fresco. Entregándose a él se revolcará, intentando enfriarse y recuperar la humedad que tan vilmente le han robado. Lo hará todo lo más alejado que pueda de las tablas que se doblan presas del peso que aguantan arriba. Y luego, una vez vaya recuperando la humedad, sacará furtiva y velozmente uno de sus miembros más largos para tratar de robar todo el pescado del puesto.

¿Podrido? Indudablemente. Pero hasta lo más horrible es comestible con la cantidad de hambre adecuada. Pero el monstruo no es idiota, su instinto sabe que la carne está infecta y podría matarle, pero, aun así, sabe que es capaz de encontrar trozos limpios. “¿Dónde?” os preguntaréis. En las larvas de los gusanos que crecen comiendo lo que él no podría. Y así pasará su tiempo, refugiado en la oscuridad mascando las pequeñas vidas que no pueden hacer otra cosa salvo entregarse a él en cuerpo... y alma.

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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Jue 9 Ene 2020 - 16:13}

Para los desconfiados y temerosos Diamuirdianos, el hecho en sí de ver a un monstruo marino, hace que se les encoja en corazón y que rezumen ese extraño y particular olor que en tu forma más animal puedes percibir. El miedo. El terror al contemplar tus actos es tal que la gente de la avenida comienza a huir despavorida en todas direcciones. Como si de una compañía de payasos desorganizados se tratasen, los humanos tropiezan, se empujan y pisan unos a otros y enseguida cunde al pánico. Lo cierto es que podían aceptar la idea de ver a un monstruo, pero ¿Ver uno comportándose como tal? Todos sus miedos salen a la superficie como una especie de nata tan aterradora como real. Y es que, aunque la madre del pescadero no haya resultado herida, no es eso lo que la gente cree haber visto y oído. Hasta el propio pescadero ha huido del lugar cojeando, debido a una evidente gota.

En apenas unos instantes descubres que te has quedado solo, no hay más rastro de vida en el pequeño pueblo que tú y algunos de los gusanos que han escapado de tus dulces atenciones. El viento arrecia y un par de arbustos secos a la par que embarrados, cruzan de la avenida de lado a lado, mientras el viento silva tenuemente en tus oídos. Entre la humedad del lugar y tu nuevo aperitivo, sientes como poco a poco tus fuerzas se van renovando y, aunque aún puedes sentir los achaques de los días de inactividad, poco a poco vas espabilando de tu ensoñación animal.

Es más, mientras decides cual será tu próximo movimiento ahora que tienes todo un pueblo a tu merced, comienzas a escuchar por el oeste todo un recital de pisadas animales y, aunque estas acostumbrado a convivir entre animales, jurarías que nunca antes habías escuchado una pisada similar. Se trata de un galope lento y torpón, aunque jurarías que, sea lo que sea, se mueve como pez en el agua por el fango.

En apenas unos minutos, toda una piara de cerdos irrumpe por una de las calles laterales posicionándose a unos quince metros entre el cadalso y la avenida. Sobre los siete gorrinos, puedes ver que van montados siete hombres con un aspecto similar a los que viste hace unos minutos. Sin embargo, estos tienen un algo que sobrias especificar, quizás un aire de fanfarronería propio de aquel que se considera inmune a la ley y el castigo

- Vamoh a veh ¿Quién eh er mardito hijo de puta que ehta jodiendo en ra isra de loh hermanoh Phigmusher? – Inquirió el que parecía el cabecilla de ellos.

Tus ojos recorren de arriba abajo su aspecto físico y pertrechos y descubre que van armados con todo tipo de maderos repletos de clavos, así como de varios revólveres algo oxidados. Pero, sin embargo, lo que más llama tu atención es lo que hay detrás del ultimo cerdo. Atado al extremo de una soga, puedes a un maniatado Tulipán, el hombre-gato que creíste dejar morir hace ya algunos días. Parece estar también amordazado y no tiene pinta de haber pasado por una mejor situación que tú.
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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Jue 9 Ene 2020 - 17:47}

El terror mana de las almas de cada uno de los humanos para luego materializarse en sus bocas y tirar de sus pies. Huyen, presas del pánico, porque ser presa de él es mejor que serlo del monstruo. En pocos segundos hasta los más pisoteados han salido de aquel reducto de pesadilla en el que solo quedan dos personas. O una, según como se mire.

A medida que los dientes machacan las larvas hurgadas de la carne muerta y su piel absorbe la humedad del barro, Kaito comienza a recuperarse. Aunque aún presentes, sus instintos primitivos pasan a un segundo plano detrás de unos endebles barrotes de contento, y, por ello, este narrador se despide. Ha sido un placer acompañarles, pero espero no volver a ser necesario…. Por el bien de los pobres diamurdianos.

Mejor… pero no del todo. Necesito beber agua limpia, lavarme, comer y saber dónde demonios estoy.  También me gustaría dormir un poco más, pero tengo que contentarme con el descanso que tengo.

Miro a mi alrededor buscando los recursos que, como los gusanos, puedan haber pasado desapercibidos. Las casas de madera y el barro me ofrecen un buen refugio, pero el pozo con el borde manchado me indica claramente que el agua de allí probablemente no sea del todo potable. Tampoco puedo permitirme extraer la humedad del ambiente, porque las sales, las preciadas sales que tanto necesito se quedan en la tierra con las bacterias y el barro. Aunque… ¿realmente necesito esas sales? Los gusanos tenían de sobra, pero tampoco es que pueda confiar plenamente en un bocado tan escaso.

Entonces dejo de pensar, como si temiendo que las palabras de mi cerebro puedan ser escuchadas por lo que viene. Un extraño chapoteo se acerca en estampida para revelar siete preciosos cerdos con otros siete cerdos encima. Los jinetes tienen una pinta horrible y feroz, pero no el mismo feroz que sus monturas. Un feroz ruin, como la ruin connotación de ser cerdos sin ser… cerdos.

Aún estoy demasiado espeso como para pensar en sinónimos… necesito agua. Y desde luego no necesito… ¿un gato? Le reconozco, pero paso de esforzarme en recordar su nombre. También paso de contestar la pregunta de ese tipejo. Simplemente me hundo en el barro manteniendo mi herida fuera de la suciedad que, seguramente, se acabe cobrando la bondad que inicialmente me había dado.

Lentamente, muy lentamente, intento escurrirme por el barro procurando no romper su tensión superficial para evitar hacer el más mínimo ruido. Procuro colocarme cerca de la peste a alcohol que rezuma de la mujer de arriba porque, aunque ya estoy oculto de la vista y el oído, tengo que preocuparme de los morros de esos gorrinos domesticados. ¡Gorrinos, ese es un sinónimo!

Entonces esperaré, y lo haré deseando de corazón pasar del todo desapercibido. Lo que puedan contarme esos indeseables sé que lo puedo sacar sin mantener una conversación que me exponga a sus sucias bocas y a sus sucias armas. ¿Qué sinónimos tiene sucio?
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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Vie 10 Ene 2020 - 18:47}

¡Bien hecho! Los rufianes acudieron al lugar guiados por el desorden público en busca de un monstruo marino, pero al sumergirte en el barro cual invertebrado, en seguida quedas fuera de la vista de tan dispares malandrines. Preocupados y tensos, ves cómo estos se miran a los otros con caras de desconcierto. No es que tengan miedo, ni mucho menos. Pero parecen tan obtusos como supersticiosos.

En cuanto comprueban que no hay nadie la vista, el líder de estos vocifera varias directrices en un dialecto tan cerrado que ni tan siquiera eres capaz de entender lo que ha dicho. Casi parece como si hablara todo el rato con una patata en la boca. Sea como sea, la patrulla porcina se dispersa a lo largo y de la avenida y, valiéndose del olfato de sus nobles corceles, comienzan a peinar la zona. Aunque sabes que difícilmente un puerco podría identificar el olor corporal de un hijo del mar, también sabes que esos seres son el demonio y que nunca se ven hartos de comer. Si por lo que sea, interpretan que formas parte del menú, estarás en serios apuros. Posees el factor sorpresa a tu favor, pero en tiempo corre en tu contra joven ningyo…
Kaito Takumi
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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Vie 10 Ene 2020 - 22:16}

Por el momento mi presencia pasa desapercibida. Por el momento. ¿Pero cuánto tiempo seguirá siendo así? ¿Cuánto? ¿Y qué más puedo hacer? ¿Qué más? No mucho. Huir o luchar. No. ¿No? No...

La curiosidad detiene al monstruo.



Obviamente no puedo enfrentarme a ellos cuando me superan catorce a uno. Incluso si estuviera en mis plenas facultades físicas y mentales y tuviera todas mis armas, esta sería una opción que rechazaría al alejarse de los preceptos de mi manera de luchar. El ninjutsu gyojin es un estilo de combate de guerrillas, y estando en tan desfavorecido entorno y estado no sería sabio enzarzarme en una trifulca que sé que ni ganaré ni de la que saldré habiendo desgastando a mi enemigo. Bueno, podría dejar ciego a alguno, herir a otros cuantos y quizás matar algún cerdo... pero luego no podría huir. Y casi que tampoco podría huir de primeras. Las bestias que montan husmean y babean con un hambre que, sin duda alguna, ha quedado fija a su código genético por pura endogamia. Son monstruos obscenos, glotones domesticados que han perdido gran parte de lo que eran sus antepasados... todo lo que sus amos no hubiesen considerado útil. Pero he ahí la trampa. Nadie quiere un cerdo listillo... aunque, realmente, los cerdos puedan ser criados para ser más inteligentes que muchas personas. Aunque con la pinta de los maestros que tienen encima... poco habrán podido enseñarles.

Eso es lo que intentaré aprovechar. Usaré el trabajo de los hombres en su contra, y la condena que han entrelazado en los genes de los gorrinos se convertirá en mi salvación. El único problema es que me veo obligado a elegir entre dos opciones para aprovechar esto...

Por un lado, aprovechando que se han dispersado, podría salir corriendo hacia una de las calles para hacerles pensar que quiero escaparme por allí, y luego, en un requiebro, saltar y trepar por los tejados para huir. Mas los cerdos son mucho más rápidos que yo, y los hombres tienen pistolas de cuyas balas tampoco podría zafarme. Primero me mordería el hierro y luego me masticaría la piara. No quiero ser comido... Por lo que solo me queda la otra opcion.

Lenta y sigilosamente voy dejando los restos de peces muertos nuevamente en su hogar, cerca del puesto anexo al cadalso, próximo al límite de este, para así tentar a aquellas bestias a acercarse y cebarse con la inmundicia que desde luego estarán dispuestas a engullir. Hago lo mismo con el barro sucio de mis manos y miembros, limpiándome de todo rastro que haya podido quedar de mi almuerzo, y luego me retiro hasta mi posición inicial para bañarme en fango limpio. En el centro del bajo de aquella estructura con la peste a alcohol de la vieja gorda y una fácil comida servida como cebo, volvería a esperar a que las cosas se resolviesen por sí solas.

Los amos, especialmente los brutos y crueles, solían reprochar los malos hábitos de sus mascotas con cansancio e ira. ¿Qué harían esos infelices si veían que sus cerdos intentaban darse un banquete en horas de trabajo? Los alejarían de allí a patadas y tirones, y no tardarían mucho en pensar que la cosa de la que habían huído todos habría tomado uno de los caminos que marcaba el rastro de la estampida. A fin de cuentas ¿quién en su sano juicio iba a quedarse allí? Incluso si me olían, los gorrinos deberían limitarse a seguir el tenue rastro de la inmundicia, y su buen olfato sería malinterpretado por sus dueños que, probablemente, creerían que sus monturas solo quieren darse un atracón con los restos de la horrible pescadería.

Una vez hiciera aquello intentaría mantener la calma pese al poderío de mi instinto. Debía estar por encima de él, porque aunque ser un animal era útil en muchas ocasiones, era fatal en muchas más. Eso sí, renegar de él sería un error, y ya me estaba preparando para huir, girándome hacia el punto opuesto al horrible banquete, eligiendo los huecos entre los pilares y travesaños que sostenían el lugar de ejecuciones; moviendo mis ventosas para limpiarlas entre sí, vaciándolas lentamente de suciedad para el necesario agarre tras la carrera; y enrollando la punta de mis rejos, colocándolos como pezuñas planas y anchas, girándolos y colocándolos para compensar el peso del miembro faltante. Pero esperaría. Esperaría al momento justo en el que el mundo me indicase cuál era la mejor manera de adaptarme a él.
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Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] Empty Re: Usureros, lerdos e indecentes. La silenciosa y gran mordaza del Oeste [Moderado Nivel 4 - Kaito] {Lun 13 Ene 2020 - 17:46}

Parece que tu mente es todo un torbellino de ideas y que, en momentos de peligro, se mueve como pez en el agua filtrando las buenas ideas de las malas. Dejas todo un rastro de pescados en descomposición de forma discreta a lo largo y ancho del cadalso y te las ingenias para escabullirte bajo la base de este.

La tensión se palpa en el ambiente cuando observas como uno de los porcinos comienza a caminar con ojos golosones y hocico babeante hasta el lugar en el que te encuentras. Durante unos instantes husmea a la pescadera, para poco después dar buena cuenta de los pestilentes trozos de pescado diseminados. Todo parece haber salido a la perfección y pese a todo logras relajarte unos segundos. Es en este preciso momento, con la guardia baja como el cerdete golpea con sus patas delanteras los tablones de madera que se encuentran sobre ti. La madera cruje y el animal gruñe famélico, casi como si hubiese encontrar el mayor manjar de su vida. Tal es su desesperación que una de las tablas se parte levemente, dejando a la vista unos ojos tan interrogadores como impacientes. Durante un instante, mantenéis las miradas fijas el uno en el otro. Todo parece perdido.

Sin embargo, un tirón de las riendas seguido de toda una sarta de improperios propia de la gente sin educación y principios, hace que el animal se aleje del cadalso y poco a poco se aproxime hacia el resto de sus congéneres. Te has librado por los pelos. Debido a la distancia que os separa, apenas eres capaz de escuchar lo que dicen, pero sí que logras captar algunas palabras sueltas: Reprimenda, producción, Tierras Secas y fiesta. Antes de que te quieras dar cuenta. Los rufianes han abandonado el pueblo con el mismo estruendo con el que se adentraron y vuelves a encontrarte solo en el lugar. Puede que no tengas las respuestas que buscabas, pero al menos eres libre y estas a salvo. No ha sido un mal desayuno después de todo ¿Verdad?
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