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Las islas Organ eran un archipiélago perdido de la mano de dios en mitad del East Blue. ¿Qué diablos hacía el jefe enviándole allí? Como miembro del Cipher Pol 7 su zona de acción se suponía que era Paraíso. Sin embargo tenía que localizar a un conocido del jefe que había desaparecido en las islas. Para hacer más rara aquella operación, no le enviaban en un transporte oficial del Gobierno, sino en un barco mercante a cambio de ventajas fiscales para el capitán. Todo aquello olía a gato encerrado, y empezaba a tener la horrible sospecha de que le habían metido en un asunto muy turbio, y no especialmente legal. ¿Por qué sino habían enviado a un agente del CP 7 en lugar de uno de la agencia encargada del East Blue? ¿Y además por vías extraoficiales? No podía quitarse la impresión de que aquello iba a ser su misión más rara hasta la fecha.
El capitán era un estereotipo andante, un marinero curtido fumador con un tatuaje marinero típico (un ancla). Para realzar el aire misterioso de toda aquella operación, el capitán le había pedido específicamente que no fuese a la bodega. Dado que era un invitado en aquel barco, lo lógico hubiera sido hacer caso de la petición, pero no había podido quitársela de la cabeza en todo el viaje. ¿Por qué pedirlo específicamente? ¿Era el capitán una persona recelosa? ¿Tenía miedo de que el agente pudiese romper o robar algo? Si no hubiese sido por todas las condiciones que rodeaban a su misión, hubiese dejado estar el asunto. Pero había decidido que tal y como estaban las cosas no podía dejar cabos sueltos, y tras "agenciarse" un traje marinero y ponerse una capa de marino por encima, salió a cubierta.
Empleando todas sus dotes adquiridas tras años de entrenamiento, atravesó la cubierta fingiendo ser un miembro más de la tripulación y tratando de no llamar la atención. Tras coger cubo y mopa, se puso a fregar una parte de la cubierta donde alguien había echado los restos de su desayuno a medio digerir. Que alguien hubiese sido tan cerdo como para vomitar ahí en vez de por la borda le había venido de perlas. Mientras trabajaba, observó a los miembros de la tripulación y esperó a un momento en que nadie estuviese atento para deslizarse sigilosamente hacia la trampilla de la bodega. Levantándola lo justo para colarse en el interior, la bajó con cuidado de no hacer ruido y descendió por la escalera hacia la bodega, con intención de fisgar entre la mercancía a ver si veía algo fuera de lo normal.
El capitán era un estereotipo andante, un marinero curtido fumador con un tatuaje marinero típico (un ancla). Para realzar el aire misterioso de toda aquella operación, el capitán le había pedido específicamente que no fuese a la bodega. Dado que era un invitado en aquel barco, lo lógico hubiera sido hacer caso de la petición, pero no había podido quitársela de la cabeza en todo el viaje. ¿Por qué pedirlo específicamente? ¿Era el capitán una persona recelosa? ¿Tenía miedo de que el agente pudiese romper o robar algo? Si no hubiese sido por todas las condiciones que rodeaban a su misión, hubiese dejado estar el asunto. Pero había decidido que tal y como estaban las cosas no podía dejar cabos sueltos, y tras "agenciarse" un traje marinero y ponerse una capa de marino por encima, salió a cubierta.
Empleando todas sus dotes adquiridas tras años de entrenamiento, atravesó la cubierta fingiendo ser un miembro más de la tripulación y tratando de no llamar la atención. Tras coger cubo y mopa, se puso a fregar una parte de la cubierta donde alguien había echado los restos de su desayuno a medio digerir. Que alguien hubiese sido tan cerdo como para vomitar ahí en vez de por la borda le había venido de perlas. Mientras trabajaba, observó a los miembros de la tripulación y esperó a un momento en que nadie estuviese atento para deslizarse sigilosamente hacia la trampilla de la bodega. Levantándola lo justo para colarse en el interior, la bajó con cuidado de no hacer ruido y descendió por la escalera hacia la bodega, con intención de fisgar entre la mercancía a ver si veía algo fuera de lo normal.
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Definitivamente había cometido un error. Pero uno gordo, gordo. No perdió ni un momento en volver a subir las escaleras, deseando en sus adentros que aquellos inmundos bichejos acabaran en la sopa de alguien. Tal vez por otro lado aquel pensamiento fuese baladí, porque lo más probable para mucho es que ese fuese su destino. Bueno, sopa, estofado o lo que fuera. El caso es que volvió a salir ipso facto alejándose de la bodega tan rápido como pudo. No le apetecía tener que dar explicaciones, y aunque hubiese sido un acto fruto de la precaución, dudaba que el capitán fuese a verlo de la misma manera. Por suerte para él su entrenamiento le sirvió para lograr rodar fuera de la bodega así como abrió la trampilla y levantarse en un movimiento rápido, todo a los escasos segundos de empezar aquel concierto de graznidos. Si la suerte jugaba a su favor, nadie le habría visto y podría salir indemne.
¿Qué sería lo siguiente? Ya había armado una buena por su desconfianza. ¿Era momento de retirarse y simplemente esperar a que aquello acabara? Se alejó en dirección al castillo de popa soltando algún improperio sobre "aquellos sucios pajarracos cagahuevos" al pasar junto a algún marinero, mientras le daba vueltas al asunto con el corazón a mil. "He cometido un error. Puedo simplemente retirarme antes de que me manche y esperar a que lleguemos a puerto... o puedo aprovechar este infortunio a mi favor." Su padre no había criado a un cobarde, eso desde luego, y una vez recuperado del susto que le había causado encontrarse con toda la banda de música de Bremen allá abajo, su ánimo volvía a él.
- Al cuerno con todo - masculló.
El caos que estaban montando las aves sería la distracción que necesitaba. Había decidido ir directamente al nido del águila; se colaría en el camarote del capitán y revisaría su correspondencia y el cuaderno de bitácora. Tal vez encontrase algo que le ayudaría a arrojar luz sobre aquel asunto... si es que el capitán tenía algo que ver. Era probable, claro, que no hubiese nada que encontrar. Que simplemente fuese un contratado sin ninguna clase de implicación mayor en el asunto. Sin embargo en aquella misión se sentía totalmente ciego y sin puntos de apoyo. Necesitaba un mínimo de información, e iba a tener que rascarla de donde fuese necesario. Así pues trató de comprobar que el capitán no estaba en el camarote echando un vistazo por el ojo de buey, y si estaba vacío, entraría en la habitación aprovechando el jaleo. Una vez ahí empezaría la búsqueda del cuaderno y posibles cartas, diarios o notas.
¿Qué sería lo siguiente? Ya había armado una buena por su desconfianza. ¿Era momento de retirarse y simplemente esperar a que aquello acabara? Se alejó en dirección al castillo de popa soltando algún improperio sobre "aquellos sucios pajarracos cagahuevos" al pasar junto a algún marinero, mientras le daba vueltas al asunto con el corazón a mil. "He cometido un error. Puedo simplemente retirarme antes de que me manche y esperar a que lleguemos a puerto... o puedo aprovechar este infortunio a mi favor." Su padre no había criado a un cobarde, eso desde luego, y una vez recuperado del susto que le había causado encontrarse con toda la banda de música de Bremen allá abajo, su ánimo volvía a él.
- Al cuerno con todo - masculló.
El caos que estaban montando las aves sería la distracción que necesitaba. Había decidido ir directamente al nido del águila; se colaría en el camarote del capitán y revisaría su correspondencia y el cuaderno de bitácora. Tal vez encontrase algo que le ayudaría a arrojar luz sobre aquel asunto... si es que el capitán tenía algo que ver. Era probable, claro, que no hubiese nada que encontrar. Que simplemente fuese un contratado sin ninguna clase de implicación mayor en el asunto. Sin embargo en aquella misión se sentía totalmente ciego y sin puntos de apoyo. Necesitaba un mínimo de información, e iba a tener que rascarla de donde fuese necesario. Así pues trató de comprobar que el capitán no estaba en el camarote echando un vistazo por el ojo de buey, y si estaba vacío, entraría en la habitación aprovechando el jaleo. Una vez ahí empezaría la búsqueda del cuaderno y posibles cartas, diarios o notas.
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En fin, había sido un riesgo necesario, al menos en su opinión. Tras una rápida revisión del camarote, evitando hacer ruidos innecesarios para que un asqueroso pajarraco más despertara y lo delatara de nuevo, acabó llegando a la conclusión de que de haber alguna pista que vinculase al capitán con aquel asunto, no iba a encontrarla ahí. Es más, puede que las circunstancias hubiesen sido desafortunadamente sospechosas, pero tras comprobar que el principal foco de sus sospechas (la bodega) y su camarote estaban limpios, no le quedaban motivos para seguir investigando al capitán. Dejó las cosas en su sitio y abandonó el camarote antes de que pudieran pillarle in fraganti. Tras volver a ponerse su ropa y dejar el traje de marinero en su sitio, salió a cubierta a aguardar a que llegasen a puerto.
Se sorprendió inicialmente al encontrarse el recibimiento. Es decir, se había esperado alguna clase de informante que arrojase algo de luz a aquel asunto, o habría sido como buscar una aguja en un pajar. Sin embargo toparse con lo que parecía alguna clase de mayordomo o sirviente con un vehículo moderno y escandalosamente caro no entraba en sus previsiones. Superando su sorpresa inicial, saludó al hombre con la cabeza. Era bastante alto. Cualquiera hubiese esperado que a su edad hubiera perdido altura, pero o bien no había sido el caso o de joven había sido un titán.
- Por supuesto.
Se subió al vehículo en la parte trasera, mirando por la ventana con aspecto distraído. Nada más lejos de la realidad; estaba atento a todo lo que pasaba. Quién sabía si ese hombre realmente era un sirviente de su contacto. Por ahora seguirle el juego era cuanto podía hacer. Mientras el anciano se subía, preguntó:
- ¿Y quién es tu patrón, buen hombre?
Se sorprendió inicialmente al encontrarse el recibimiento. Es decir, se había esperado alguna clase de informante que arrojase algo de luz a aquel asunto, o habría sido como buscar una aguja en un pajar. Sin embargo toparse con lo que parecía alguna clase de mayordomo o sirviente con un vehículo moderno y escandalosamente caro no entraba en sus previsiones. Superando su sorpresa inicial, saludó al hombre con la cabeza. Era bastante alto. Cualquiera hubiese esperado que a su edad hubiera perdido altura, pero o bien no había sido el caso o de joven había sido un titán.
- Por supuesto.
Se subió al vehículo en la parte trasera, mirando por la ventana con aspecto distraído. Nada más lejos de la realidad; estaba atento a todo lo que pasaba. Quién sabía si ese hombre realmente era un sirviente de su contacto. Por ahora seguirle el juego era cuanto podía hacer. Mientras el anciano se subía, preguntó:
- ¿Y quién es tu patrón, buen hombre?
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Mientras esperaba a que llegasen, descubrió un armarito y un minibar llenos de cosas. Sin nada mejor que hacer, y dejando su vena golosa libre, cogió una lata de soda y un bizcocho y se puso a zampar para llenar un poco el estómago. Mientras lo hacía miró por la ventana. Era una ciudad pequeña, prácticamente un pueblo grande. Se le hacía raro y extravagante que alguien tuviera un vehículo como aquel en un sitio así, así que supuso que el contratante era un ricachón.
Sus sospechas quedaron confirmadas cuando vio que se dirigía a un bloque de pisos que si bien no era muy alto comparado con las grandes ciudades de Grand Line, se alzaba por encima del resto de edificaciones de la zona. El mayordomo le guió al último piso, donde le esperaba un hombre tan bajito y gordo que parecía una pelota. Mientras Ming-a-Chung-a empezaba a explicar el caso, su sirviente le entregó una tarjeta. Al parecer no era que Tang S. Alao, la persona a la que buscaba, hubiese desaparecido sin más. Estaba más que muerto y requemado. El último sitio en el que se le había visto con vida era un local de la zona.
- Descuide, señor Ming-a-Chung-a, encontraré al asesino de su amigo y me encargaré de que sea apropiadamente... puesto en su lugar.
Tras eso el empresario se despidió de él sin muchas ceremonias. Le entregaron un den den mushi para comunicarse con ellos y lo mandaron a investigar. Tras preguntar dónde encontrar el local al ayudante, se dirigió directamente al sitio. Su primer objetivo sería echar un vistazo al lugar, ver qué clase de bar o taberna era, dar un par de vueltas para tener localizadas entradas y salidas y luego entraría para verlo dentro y ver qué clase de clientela tenía. Y quiénes estaban en el lugar.
Sus sospechas quedaron confirmadas cuando vio que se dirigía a un bloque de pisos que si bien no era muy alto comparado con las grandes ciudades de Grand Line, se alzaba por encima del resto de edificaciones de la zona. El mayordomo le guió al último piso, donde le esperaba un hombre tan bajito y gordo que parecía una pelota. Mientras Ming-a-Chung-a empezaba a explicar el caso, su sirviente le entregó una tarjeta. Al parecer no era que Tang S. Alao, la persona a la que buscaba, hubiese desaparecido sin más. Estaba más que muerto y requemado. El último sitio en el que se le había visto con vida era un local de la zona.
- Descuide, señor Ming-a-Chung-a, encontraré al asesino de su amigo y me encargaré de que sea apropiadamente... puesto en su lugar.
Tras eso el empresario se despidió de él sin muchas ceremonias. Le entregaron un den den mushi para comunicarse con ellos y lo mandaron a investigar. Tras preguntar dónde encontrar el local al ayudante, se dirigió directamente al sitio. Su primer objetivo sería echar un vistazo al lugar, ver qué clase de bar o taberna era, dar un par de vueltas para tener localizadas entradas y salidas y luego entraría para verlo dentro y ver qué clase de clientela tenía. Y quiénes estaban en el lugar.
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Vaya mala pata. Si se hubiera traído ganzúas podría haber intentado colarse antes de la hora de apertura y enterarse de qué iba el percal y ver si podía encontrar algo interesante. Ya que no tenía ninguna a mano, se anotó mentalmente agenciarse un kit de ganzúas para su próxima operación. A falta de material especializado, decidió aprovechar el tiempo hasta que el local abriera haciendo compras. Se agenció una navaja, cerillas y adhesivo potente en una ferretería, telas, cuero, aguja e hilo en un sastre, aguardiente en una taberna, cuerdas finas en el puerto y por último se pasó por una tienda de armas a comprar pólvora. Una vez tuvo todo, alquiló una habitación en una posada y subió a ponerse a trabajar. Primero dejó a remojo las cuerdas para que se empaparan bien de aguardiente y fuesen combustibles. Mientras tanto se puso a colocar pólvora sobre cinco cachos de cuero. Una vez las cuerdas estuvieron listas, las sacó del aguardiente y las secó un poco con una tela (superficialmente, lo justo para que no mojaran).
Tras eso, combinó la tela, el hilo de coser, el cuero con pólvora y las mechas improvisadas para hacer cinco pelotitas del tamaño de un puño. Tras asegurarse de que estaban bien montadas y no se les escapaba pólvora ni las mechas goteaban alcohol, las envolvió en más tela que les quitaría antes de usar para disimular la mecha y dibujó algunos símbolos religiosos de Arabasta. Si le cacheaban y se las encontraba, fingiría ser religioso y diría que eran amuletos protectores. Tras eso se las escondió dentro de la chaqueta en diferentes bolsillos e incluso dos dentro del forro, y salió de la posada. Tras su trabajo ya debía estar abierto el local, así que era hora de ir a investigar. Su plan de actuación era simple, de momento: revisaría la clientela y se enteraría de cómo era el local. Luego intentaría enterarse de quién era el jefe y le haría una visita.
Pero lo primero es lo primero, se intentaría mezclar con la clientela e iría a la barra a pedir algún combinado suave. Al fin y al cabo tenía que disimular. No le hacía mucha gracia todo el rollo de tener que andar investigando a hurtadillas y haciendo preguntas, era más de colarse en sitios y enterarse a través de documentos... pero en ese momento parecía que el método a seguir debía ser ese. Como agente también debía dominarlo.
Tras eso, combinó la tela, el hilo de coser, el cuero con pólvora y las mechas improvisadas para hacer cinco pelotitas del tamaño de un puño. Tras asegurarse de que estaban bien montadas y no se les escapaba pólvora ni las mechas goteaban alcohol, las envolvió en más tela que les quitaría antes de usar para disimular la mecha y dibujó algunos símbolos religiosos de Arabasta. Si le cacheaban y se las encontraba, fingiría ser religioso y diría que eran amuletos protectores. Tras eso se las escondió dentro de la chaqueta en diferentes bolsillos e incluso dos dentro del forro, y salió de la posada. Tras su trabajo ya debía estar abierto el local, así que era hora de ir a investigar. Su plan de actuación era simple, de momento: revisaría la clientela y se enteraría de cómo era el local. Luego intentaría enterarse de quién era el jefe y le haría una visita.
Pero lo primero es lo primero, se intentaría mezclar con la clientela e iría a la barra a pedir algún combinado suave. Al fin y al cabo tenía que disimular. No le hacía mucha gracia todo el rollo de tener que andar investigando a hurtadillas y haciendo preguntas, era más de colarse en sitios y enterarse a través de documentos... pero en ese momento parecía que el método a seguir debía ser ese. Como agente también debía dominarlo.
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