Katharina von Steinhell
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Miraba el lento avance de las nubes a través del vasto cielo azul, mientras la brisa matutina mecía las altas yerbas del prado. La bruja descansaba del bullicio de Astelia y de los problemas del mundo, disfrutando las vacaciones que merecía hacía un buen tiempo. Llevaba un buen tiempo luchando por los deseos de otra persona, intereses egoístas y mundanos, y ya no lo haría más; pelearía motivada solo por la venganza, por un mundo mejor y más justo. A diferencia de otros piratas que conocía, no buscaba medir su orgullo con nadie pues sabía muy bien lo que valía. Sin embargo, tampoco era esa clase de persona que podía quedarse haciendo nada por demasiado tiempo y su cuerpo le exigía algo de actividad, por lo que desenvainó la Hoja de Argoria transformada en una espada y la empuñó con ambas manos.
De un salto se incorporó, tomó una gran bocanada y luego estiró los brazos. Hacía un buen clima, el viento era refrescante y las vistas maravillosas. Hallstat era una isla preciosa en todos sus sentidos, tanto que le hacía querer conquistarla y quedársela solo para ella. Astelia era una enorme ciudad amurallada donde la gente vivía su día a día, y también era donde vivía la reina —¿o rey?—. Lo cierto es que el reino había sufrido grandes cambios el último tiempo, exactamente desde la partida de Derian Markov. Se decía que fue un espadachín formidable, dueño de un poder tan oscuro como poderoso.
—Vamos allá —susurró para sí misma.
Acomodó sus dedos en torno a la empuñadura plateada y tensó los músculos de su cuerpo para soltar una onda cortante vertical. «Sí, estoy en forma», pensó para sí misma. Entonces, inhaló profundamente y se concentró. Cortó repetidamente el aire usando al máximo su haki de armadura tan débil como vergonzoso, pero tenía que partir de algo. No tenía pensado explorar la resistencia de este, sino más bien su durabilidad. Debía saber transmitir esta energía espiritual a su espada durante un largo período, pues los combates cada vez eran más exigentes y mortíferos. Por cada espadazo que daba al aire recordaba el encuentro que tuvo con Denis, ese versátil y formidable luchador tan hábil como ningún otro. Luchó a la par con Katharina, pero finalmente terminó cediendo ante la fuerza de la bruja. Si en ese entonces hubiera contado con un haki de armadura más poderoso, las cosas habrían sido muy diferentes.
Luego de poner a prueba su durabilidad durante un buen tiempo, el hambre atacó su estómago en forma de rugido y se dio cuenta de que lo mejor era volver a Astelia. Transmutó su arma en un colgante de obsidiana y sus prendas de pronto se volvieron tan oscuras como la noche, vistiendo una larga túnica con capucha para no atraer miradas curiosas. En cualquier caso, sabía caminar disimuladamente para pasar desapercibida; no obstante, los cazadores estaban muy pendientes de cualquier sospechoso que arribara en la ciudad amurallada. Por supuesto, se encontraba en el North Blue y era improbable que hubiera alguien capaz de hacerle frente. Sin embargo, era sensato actuar con cautela.
Se detuvo en la gran plaza central, un sitio increíblemente concurrido donde cualquier cosa podría pasar. Olfateaba de allá para acá en busca de manjares que disfrutar, preguntándose cuál sería la opción más sabrosa. ¿Un buen trozo de carne de res? ¿Quizás frutos del mar? ¿O un platillo vegetariano libre de crueldad? Bueno, ella en sí era cruel por lo que daba lo mismo. Eran tantas las opciones que tomar una decisión era muy difícil, por lo que simplemente dejó que sus pies le guiaran.
De un salto se incorporó, tomó una gran bocanada y luego estiró los brazos. Hacía un buen clima, el viento era refrescante y las vistas maravillosas. Hallstat era una isla preciosa en todos sus sentidos, tanto que le hacía querer conquistarla y quedársela solo para ella. Astelia era una enorme ciudad amurallada donde la gente vivía su día a día, y también era donde vivía la reina —¿o rey?—. Lo cierto es que el reino había sufrido grandes cambios el último tiempo, exactamente desde la partida de Derian Markov. Se decía que fue un espadachín formidable, dueño de un poder tan oscuro como poderoso.
—Vamos allá —susurró para sí misma.
Acomodó sus dedos en torno a la empuñadura plateada y tensó los músculos de su cuerpo para soltar una onda cortante vertical. «Sí, estoy en forma», pensó para sí misma. Entonces, inhaló profundamente y se concentró. Cortó repetidamente el aire usando al máximo su haki de armadura tan débil como vergonzoso, pero tenía que partir de algo. No tenía pensado explorar la resistencia de este, sino más bien su durabilidad. Debía saber transmitir esta energía espiritual a su espada durante un largo período, pues los combates cada vez eran más exigentes y mortíferos. Por cada espadazo que daba al aire recordaba el encuentro que tuvo con Denis, ese versátil y formidable luchador tan hábil como ningún otro. Luchó a la par con Katharina, pero finalmente terminó cediendo ante la fuerza de la bruja. Si en ese entonces hubiera contado con un haki de armadura más poderoso, las cosas habrían sido muy diferentes.
Luego de poner a prueba su durabilidad durante un buen tiempo, el hambre atacó su estómago en forma de rugido y se dio cuenta de que lo mejor era volver a Astelia. Transmutó su arma en un colgante de obsidiana y sus prendas de pronto se volvieron tan oscuras como la noche, vistiendo una larga túnica con capucha para no atraer miradas curiosas. En cualquier caso, sabía caminar disimuladamente para pasar desapercibida; no obstante, los cazadores estaban muy pendientes de cualquier sospechoso que arribara en la ciudad amurallada. Por supuesto, se encontraba en el North Blue y era improbable que hubiera alguien capaz de hacerle frente. Sin embargo, era sensato actuar con cautela.
Se detuvo en la gran plaza central, un sitio increíblemente concurrido donde cualquier cosa podría pasar. Olfateaba de allá para acá en busca de manjares que disfrutar, preguntándose cuál sería la opción más sabrosa. ¿Un buen trozo de carne de res? ¿Quizás frutos del mar? ¿O un platillo vegetariano libre de crueldad? Bueno, ella en sí era cruel por lo que daba lo mismo. Eran tantas las opciones que tomar una decisión era muy difícil, por lo que simplemente dejó que sus pies le guiaran.
Sayumi Asagiri
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No estaba demasiado a gusto en estas ciudades amuralladas si me pasaba de la raya sería tan fácil como cerrar todo y una gran persecución daría lugar, y tendría que ingeniármelas para sacar de aquí a Kumi por lo menos. La sola idea de aquello me ponía bastante tensa, la verdad es que, si no fuera porque con bastantes monedas la gente no hacia preguntas ya nos hubiéramos marchado, en cualquier caso, ambas sabíamos que esta era una parada temporal, obtener poder era nuestro objetivo principal para que nos dejaran tranquilas porque, aunque de momento estuviéramos bien, el dinero que teníamos simplemente no es infinito. Nos encontrábamos paseando por las calles de la ciudad estando yo agarrada al brazo de Kumi. Me dedicaba a contemplar las calles y a sus gentes, era tan diferente a tantos otros sitios donde había estado, las murallas, las ropas las costumbres la verdad es que después de todo este sitio era bastante bonito, aunque realmente solo habíamos visto una pequeñísima parte de lo que era la capital, por lo que nos habíamos enterado a lo largo de los días.
La verdad a mi lo que me atraía era que había escuchado en que en las montañas del interior podía nevar, y me imaginaba en una cabaña frente a la chimenea abrazada a Kumi mientras la nieve cubría el exterior, aquello simplemente me parecía perfecto, creo que se lo tendría que proponer. Mi vista en ese momento se apartó porque un reflejo imprevisto me deslumbro, lo que me hizo fijarme en que hoy estaba haciendo un buen día, y era por eso que habíamos decidido dejar un poco las habitaciones y simplemente pasear, así llevábamos un rato, la verdad es que empezaba a tener hambre y no sabría si Kumi querría comer por aquí o que quisiera que volviésemos a nuestra habitación.
Mientras paseábamos acabamos en la plaza central, la cual tenia una bonita fuente, los jóvenes la usaban para refrescarse, no era extraño ver a chiquillos jugando con el agua, nosotras nos acercamos a la misma y tomándola de la mano me senté, mientras los dedos de mi mano libre comenzaron a jugar con el agua. Estando mi vista fija en un solo lugar los preciosos ojos color miel de Kumi, para mi es como si estuviéramos solas, nada de lo que había a nuestro alrededor me parecía mínimamente relevante solo ella en estos momentos incluso delante de tanta gente quería besarla y mi rostro lo reflejaba volviéndose rojo y haciéndome bajar la cabeza, pero en ningún momento dejando de mirarla, junté algo de valor y le dije. -¿Qué quieres comer hoy Kumi? Después de aquello saque mi mano del agua y me moje una hebra de mi cabello, jugaba con este para no jugar con el de Kumi, si bien no me importaba lo que pensaran los demás sabía que a veces era mejor no meterse en problemas Kumi me lo había enseñado. Aunque ella en este momento podría leerme como un libro abierto y sabría exactamente en que estaba pensando y que era lo que quería.
La verdad a mi lo que me atraía era que había escuchado en que en las montañas del interior podía nevar, y me imaginaba en una cabaña frente a la chimenea abrazada a Kumi mientras la nieve cubría el exterior, aquello simplemente me parecía perfecto, creo que se lo tendría que proponer. Mi vista en ese momento se apartó porque un reflejo imprevisto me deslumbro, lo que me hizo fijarme en que hoy estaba haciendo un buen día, y era por eso que habíamos decidido dejar un poco las habitaciones y simplemente pasear, así llevábamos un rato, la verdad es que empezaba a tener hambre y no sabría si Kumi querría comer por aquí o que quisiera que volviésemos a nuestra habitación.
Mientras paseábamos acabamos en la plaza central, la cual tenia una bonita fuente, los jóvenes la usaban para refrescarse, no era extraño ver a chiquillos jugando con el agua, nosotras nos acercamos a la misma y tomándola de la mano me senté, mientras los dedos de mi mano libre comenzaron a jugar con el agua. Estando mi vista fija en un solo lugar los preciosos ojos color miel de Kumi, para mi es como si estuviéramos solas, nada de lo que había a nuestro alrededor me parecía mínimamente relevante solo ella en estos momentos incluso delante de tanta gente quería besarla y mi rostro lo reflejaba volviéndose rojo y haciéndome bajar la cabeza, pero en ningún momento dejando de mirarla, junté algo de valor y le dije. -¿Qué quieres comer hoy Kumi? Después de aquello saque mi mano del agua y me moje una hebra de mi cabello, jugaba con este para no jugar con el de Kumi, si bien no me importaba lo que pensaran los demás sabía que a veces era mejor no meterse en problemas Kumi me lo había enseñado. Aunque ella en este momento podría leerme como un libro abierto y sabría exactamente en que estaba pensando y que era lo que quería.
Kumi Asagiri
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Juramento Bajo La Luna
NORTH BLUE | HALLSTAT | Pasado
Como era de costumbre en nosotras, íbamos de isla en isla, saqueando y consiguiendo reunir el suficiente dinero como para pasar una temporada tranquilamente en un lugar. Habíamos recorrido casi todo el North Blue, hasta encontrarnos finalmente aquí. ¿Dónde? Realmente no lo sabía, no soy buena con los mapas, y mucho menos sabiendo los nombres de los lugares, pero extrañamente y de forma bastante irónica, tenía una buena orientación, supongo que es para compensar lo demás, o qué sé yo. Solo sabía que me encontraba en una ciudad amurallada, y eso sabía que a mi hermana le ponía algo nerviosa. Caminábamos por las calles de la ciudad tranquilamente, como de costumbre mi preciosa hermanita me agarraba del brazo, ella era siempre así era una hermana bastante cariñosa y eso me encantaba de ella, no podía evitarlo, la quería mucho.
No tardamos en llegar a una plaza bastante concurrida, había tanta gente que era un poco agobiante. Y si me paraba a pensar, de quererlo podría sacarme mucho dinero en un momento, pero, actualmente no teníamos necesidad de robar más así que simplemente, y ya de manera involuntaria, me iba entreteniendo en ver a posibles víctimas de mis robos y lo gracioso, es que había tantas víctimas potenciales que prácticamente me estaban retando. Pero mis pensamientos fueron interrumpidos por mi mejor compañía, Sayumi me preguntó qué era lo que quería comer hoy. La miré y podía notar lo que ella quería, quizá decirle de regresar a la habitación sería lo que ella quisiera, pero hoy no. Hoy no haría que ella trabajara, era un día para disfrutarlo y quería que ella disfrutara de un buen restaurante. -Hum... que tal si buscamos un buen restaurante... Decía para luego soltarme de ella.
Sayumi siempre quería tener intimidad conmigo, era bastante cariñosa y siempre se preocupaba por mí, así que debía recompensárselo. La abrecé con fuerza a la vez que acariciaba su suave cabello castaño. Había bastante gente, y mucha de ella se nos quedaba mirando al ver mi acto de cariño, más propio de amantes que de hermanas, debido al amor que sentíamos mutuo. Pero sus miradas no me importaban en absoluto, lo único que me importaba era que Sayumi. Me acerqué a su oído izquierdo. -Ten paciencia... Pronuncié en un susurro bastante sugerente, para luego besarle en la mejilla, tras eso me separé dedicándole una gran sonrisa. -¿Y bien? ¿Por qué no eliges un restaurante? Decía dejándola a ella decidir, pues ella sabía bastante más en cualquier ámbito de cocina, ella seguro que sería bastante capaz de encontrar el mejor restaurante, y la verdad, poco o nada me importaba el precio que costara, gustosa pagaría lo que sea.
No tardamos en llegar a una plaza bastante concurrida, había tanta gente que era un poco agobiante. Y si me paraba a pensar, de quererlo podría sacarme mucho dinero en un momento, pero, actualmente no teníamos necesidad de robar más así que simplemente, y ya de manera involuntaria, me iba entreteniendo en ver a posibles víctimas de mis robos y lo gracioso, es que había tantas víctimas potenciales que prácticamente me estaban retando. Pero mis pensamientos fueron interrumpidos por mi mejor compañía, Sayumi me preguntó qué era lo que quería comer hoy. La miré y podía notar lo que ella quería, quizá decirle de regresar a la habitación sería lo que ella quisiera, pero hoy no. Hoy no haría que ella trabajara, era un día para disfrutarlo y quería que ella disfrutara de un buen restaurante. -Hum... que tal si buscamos un buen restaurante... Decía para luego soltarme de ella.
Sayumi siempre quería tener intimidad conmigo, era bastante cariñosa y siempre se preocupaba por mí, así que debía recompensárselo. La abrecé con fuerza a la vez que acariciaba su suave cabello castaño. Había bastante gente, y mucha de ella se nos quedaba mirando al ver mi acto de cariño, más propio de amantes que de hermanas, debido al amor que sentíamos mutuo. Pero sus miradas no me importaban en absoluto, lo único que me importaba era que Sayumi. Me acerqué a su oído izquierdo. -Ten paciencia... Pronuncié en un susurro bastante sugerente, para luego besarle en la mejilla, tras eso me separé dedicándole una gran sonrisa. -¿Y bien? ¿Por qué no eliges un restaurante? Decía dejándola a ella decidir, pues ella sabía bastante más en cualquier ámbito de cocina, ella seguro que sería bastante capaz de encontrar el mejor restaurante, y la verdad, poco o nada me importaba el precio que costara, gustosa pagaría lo que sea.
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Akuma no mi
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Suspiró agobiada por no ser capaz de tomar una decisión respecto a qué comer, había tantas opciones que decidirse era prácticamente imposible. ¿Por qué la vida es tan difícil? El restaurante de fachada lujosa y muy bien cuidada se veía interesante, aunque no le apetecía relacionarse con los estirados de Astelia. También había otro con más pinta de taberna que de otra cosa, aunque bien sabía que no había que juzgar por las apariencias. Incluso los puestos ambulantes le llamaban la atención, donde las hamburguesas y las pizzas se vendían como pan caliente. Fue cuando la iluminación de los Grandes Sabios de la Comida llegó a su mente, inspirando su cuerpo y espíritu. ¿Por qué debía limitarse a escoger un solo restaurante cuando podía visitarlos todos? Primero, compraría diez hamburguesas al hombre de la esquina; luego, iría al restaurante lujosos y, finalmente, pasaría por el otro.
Se acercó a paso seguro al vendedor de hamburguesas y antes de pedir, buscó entre sus prendas la cartera que no encontraba. Ajá, no estaba en ningún lado. ¡¿Dónde mierda había quedado?! Revisó cada uno de los bolsillos de su indumentaria, pero no la encontró. Enfurecida, soltó un gruñido digno de la bestia más peligrosa del mundo entero. El estómago volvió a rugir, exigiéndole comida. Revisó cada una de sus opciones y la verdad es que esta vez la magia no la salvaría. ¿De dónde sacaría metal para transmutarlo en oro? Además, este en algún momento volvería a la normalidad y no quería meterse en problemas con la gente. ¿Por qué los Grandes Sabios de la Comida eran tan crueles? ¡¿Por qué?! «Estos dioses de la misma forma que dan, quitan», pensó con el ceño fruncido y los mofletes inflados cual niña pequeña.
Un hombre forja su carácter cuando enfrenta grandes problemas en la vida, y esa fórmula funcionaba también con Katharina. A la bruja se le ocurrió una muy buena idea, pero ¿sería capaz de llevarla a cabo? El dinero estaba al alcance de su mano, pero primero tendría que llamar la atención de la gente y justamente era lo opuesto a lo que quería. Se encontraba en un dilema: arriesgarse a ser descubierta o mendigar cual vagabunda. Sin embargo, en tiempos de crisis había que tomar decisiones difíciles. Como si fuera la protagonista de una obra de teatro muy dramática, se quitó la capucha, aunque nadie reparó especialmente en ella. Bajo la capa completamente negra vestía un kimono elegante de varios colores suaves, un haori celeste que representaba el cielo y sus nubes, y unas sandalias de madera.
Antes de comenzar el espectáculo, dejó su sombrero de ala ancha y punta retorcida en el suelo y suspiró profundamente. «Puedo hacerlo», se dijo con determinación. La música comenzó a sonar dentro de su cabeza y su cuerpo siguió la melodía imaginada. Sus movimientos eran suaves y fluían como el agua, pareciendo una especie de vals. Pasaron diez largos segundos en los que nadie se percató de ella, segundos que parecieron eternos y mortalmente vergonzosos que le tentaron a detenerse para proteger su orgullo. Sin embargo, ¿qué había de malo en bailar frente al público? Poco a poco la gente comenzó a fijarse en la chica que bailaba sin música, deteniéndose para mirarla y comentar sus pasos propios de una profesional.
Los hombres del comercio de la plaza central se guiñaron el ojo entre ellos y en cuestión de minutos una alegre melodía resonaba por la ciudad amurallada. Decenas de bailarines vestidos y preparados para esa situación, como si fuesen personajes secundarios usados exclusivamente para ese momento, acompañaron el baile de Katharina. Los ciudadanos sonreían alegremente y bailaban de allá para acá, siguiendo la música que los comerciantes habían puesto. Los que no danzaban al son de las flautas, guitarras, tambores y laúdes, aplaudían y dejaban caer sus monedas en el sombrero que estaba en el suelo.
Se acercó a paso seguro al vendedor de hamburguesas y antes de pedir, buscó entre sus prendas la cartera que no encontraba. Ajá, no estaba en ningún lado. ¡¿Dónde mierda había quedado?! Revisó cada uno de los bolsillos de su indumentaria, pero no la encontró. Enfurecida, soltó un gruñido digno de la bestia más peligrosa del mundo entero. El estómago volvió a rugir, exigiéndole comida. Revisó cada una de sus opciones y la verdad es que esta vez la magia no la salvaría. ¿De dónde sacaría metal para transmutarlo en oro? Además, este en algún momento volvería a la normalidad y no quería meterse en problemas con la gente. ¿Por qué los Grandes Sabios de la Comida eran tan crueles? ¡¿Por qué?! «Estos dioses de la misma forma que dan, quitan», pensó con el ceño fruncido y los mofletes inflados cual niña pequeña.
Un hombre forja su carácter cuando enfrenta grandes problemas en la vida, y esa fórmula funcionaba también con Katharina. A la bruja se le ocurrió una muy buena idea, pero ¿sería capaz de llevarla a cabo? El dinero estaba al alcance de su mano, pero primero tendría que llamar la atención de la gente y justamente era lo opuesto a lo que quería. Se encontraba en un dilema: arriesgarse a ser descubierta o mendigar cual vagabunda. Sin embargo, en tiempos de crisis había que tomar decisiones difíciles. Como si fuera la protagonista de una obra de teatro muy dramática, se quitó la capucha, aunque nadie reparó especialmente en ella. Bajo la capa completamente negra vestía un kimono elegante de varios colores suaves, un haori celeste que representaba el cielo y sus nubes, y unas sandalias de madera.
Antes de comenzar el espectáculo, dejó su sombrero de ala ancha y punta retorcida en el suelo y suspiró profundamente. «Puedo hacerlo», se dijo con determinación. La música comenzó a sonar dentro de su cabeza y su cuerpo siguió la melodía imaginada. Sus movimientos eran suaves y fluían como el agua, pareciendo una especie de vals. Pasaron diez largos segundos en los que nadie se percató de ella, segundos que parecieron eternos y mortalmente vergonzosos que le tentaron a detenerse para proteger su orgullo. Sin embargo, ¿qué había de malo en bailar frente al público? Poco a poco la gente comenzó a fijarse en la chica que bailaba sin música, deteniéndose para mirarla y comentar sus pasos propios de una profesional.
Los hombres del comercio de la plaza central se guiñaron el ojo entre ellos y en cuestión de minutos una alegre melodía resonaba por la ciudad amurallada. Decenas de bailarines vestidos y preparados para esa situación, como si fuesen personajes secundarios usados exclusivamente para ese momento, acompañaron el baile de Katharina. Los ciudadanos sonreían alegremente y bailaban de allá para acá, siguiendo la música que los comerciantes habían puesto. Los que no danzaban al son de las flautas, guitarras, tambores y laúdes, aplaudían y dejaban caer sus monedas en el sombrero que estaba en el suelo.
- Bailarina Tier 10:
- Rango 9: Es capaz de adaptar bailes más complejos a su nivel solo con verlos una vez, para poder bailarlos sin dificultades. Sería capaz de, bailando de un lado a otro, poner a una ciudad pequeña a bailar al compás. La gente de los comercios se pondría de acuerdo para que la música se oyera en todas partes solo para seguir bailando.
Sayumi Asagiri
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Juramento Bajo La Luna
NORTH BLUE | HALLSTAT | Pasado
Kumi era demasiado buena conmigo ella sabía que es lo que yo quería y al mismo tiempo ella quería cuidarme y no hacerme cocinar hoy. Ella me abrazo y atuso el pelo de mi cabeza este tipo de actos me volvían loca, apenas podía contenerme en este momento, pero ya podía ver las miradas de la gente juzgando lo que Kumi acababa de hacer, sus miradas no me importaban, pero no quería tener que meterme en algún problema por su culpa, así que aunque lo único que quería hacer en este momento era desnudarla y hacerle el amor dentro de la fuente en medio del pueblo, me contuve y lo hice por la sencilla razón de que ella me pidió paciencia con un sugerente susurro, yo no podía negarme a ella, simplemente no podía, así que refrene mis ganas. Entonces ella me pidió que fuera yo quien encontrara el restaurante, me parecía bastante obvio el por qué me pedía aquello siendo que Kumi era capaz de quemar un bol de cereales, le sonreí y la tome de la mano mientras que empezaba a corretear buscando un buen lugar.
En estos momento era igual que ver a una niña pequeña arrastrando a su madre de un lado a otro, sin saber bien donde parar, me guiaba por mi olfato, pizza, hamburguesas, carnes de buen corte llenaban mi olfato pero, antes de poder decidir un lugar algo llamo mi atención, parecía que un número musical improvisado estaba comenzando una mujer con vestimentas que no encajaban en este lugar estaba bailando de una manera muy profesional, incluso invitaba al baile, con este espectáculo la verdad es que tuve una maravillosa idea, todo el mundo tenia un gran jolgorio incluso algunos bailaban entre ellos, así que por una vez no sería raro hacer cierta cosa que normalmente no podía hacer en público. Tomé a Kumi y comencé a bailar por su puesto no era tan habilidosa como aquella bailarina, pero ni falta que hacía, estaba haciendo esto porque quería hacerlo, mientras mi rostro se posicionaba junto a la oreja de Kumi susurraba. -Te quiero más que nada en este mundo. Después de aquello me deje guiar, bailando sin tener nada más en la cabeza, sin que nada importara sin que aquella mujer que había empezado todo importara, y por su puesto ignorando completamente el hecho de que realmente no tenía ni idea de bailar.
Mientras bailábamos lo único que podía hacer era sonreír y reír a Kumi, no me importaba estar haciendo el ridículo estar con ella, hacer cosas con ella, estos momentos eran lo que me daban felicidad, cuando la música terminara, tal vez le daría las gracias a aquella bailarina, por haber hecho que la música sonara en la plaza y haberme permitido simplemente hacer algo que normalmente no podría haber hecho, en cualquier caso yo ahora disfrutaba al estar en los brazos de mi hermana, viendo como su pelo levemente se movía y su bella cara era iluminada por el sol, estos momentos me hacían olvidarme de todo, y todos, de cualquier cosa que no fuera ella, y esperaba que durara todo lo posible.
En estos momento era igual que ver a una niña pequeña arrastrando a su madre de un lado a otro, sin saber bien donde parar, me guiaba por mi olfato, pizza, hamburguesas, carnes de buen corte llenaban mi olfato pero, antes de poder decidir un lugar algo llamo mi atención, parecía que un número musical improvisado estaba comenzando una mujer con vestimentas que no encajaban en este lugar estaba bailando de una manera muy profesional, incluso invitaba al baile, con este espectáculo la verdad es que tuve una maravillosa idea, todo el mundo tenia un gran jolgorio incluso algunos bailaban entre ellos, así que por una vez no sería raro hacer cierta cosa que normalmente no podía hacer en público. Tomé a Kumi y comencé a bailar por su puesto no era tan habilidosa como aquella bailarina, pero ni falta que hacía, estaba haciendo esto porque quería hacerlo, mientras mi rostro se posicionaba junto a la oreja de Kumi susurraba. -Te quiero más que nada en este mundo. Después de aquello me deje guiar, bailando sin tener nada más en la cabeza, sin que nada importara sin que aquella mujer que había empezado todo importara, y por su puesto ignorando completamente el hecho de que realmente no tenía ni idea de bailar.
Mientras bailábamos lo único que podía hacer era sonreír y reír a Kumi, no me importaba estar haciendo el ridículo estar con ella, hacer cosas con ella, estos momentos eran lo que me daban felicidad, cuando la música terminara, tal vez le daría las gracias a aquella bailarina, por haber hecho que la música sonara en la plaza y haberme permitido simplemente hacer algo que normalmente no podría haber hecho, en cualquier caso yo ahora disfrutaba al estar en los brazos de mi hermana, viendo como su pelo levemente se movía y su bella cara era iluminada por el sol, estos momentos me hacían olvidarme de todo, y todos, de cualquier cosa que no fuera ella, y esperaba que durara todo lo posible.
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NORTH BLUE | HALLSTAT | Pasado
Mi hermana como de costumbre, parecía estar muy contenta al mostrarle cariño, era demasiado cariñosa, y ahora, cualquiera que le viera, sería imposible pensar que ella es la sádica que es. Sayu estaba en modo mimosa, cuando ella se lo proponía podía ser bastante adorable. La mantenía en mis brazos mientras a su vez le acariciaba su cabello, sabía que a ella le encantaba que le abrazara así, y por eso lo hacía. Pero, mis muestras de afecto, hacía que nos llevásemos miradas de los ciudadanos que pasaban por ahí. Después de un momento tan tierno, cuando le dije que fuera ella quien eligiera el restaurante, ella comenzó a buscar de un lado a otro, tirando de mí. Yo la seguía como podía, pues cuando Sayumi se revolucionaba tenía demasiada energía, tanto que solía ser bastante agotadora.
Mientras buscábamos un restaurante, pude escuchar una música, parecía que en aquel lugar estaban en fiesta. Había una muchacha bastante atractiva bailando, su baile parecía ser profesional, y a su vez incitaba a otros a bailar. Los hombres se aglomeraban dende estaba la muchacha, palmadas e instrumentos acompañaban al baile, como algunos que bailaban con ella. Sayu casi obligándome me hacía bailar, yo no solía bailar, pero ella me arrastraba a hacerlo, y simplemente me dejé llevar. Ella estaba bastante feliz, lo podía ver en sus ojos, y esa felicidad era lo que estaba buscando, luchando porque su felicidad no se apagase nunca. En ese momento, me dijo que me amaba, al escucharla me sonrojé a la vez que le dedicaba una cálida sonrisa. -Yo siento lo mismo, mi princesita... Decía susurrando para abrazarla fuertemente, mientras tratábamos de bailar.
Mientras buscábamos un restaurante, pude escuchar una música, parecía que en aquel lugar estaban en fiesta. Había una muchacha bastante atractiva bailando, su baile parecía ser profesional, y a su vez incitaba a otros a bailar. Los hombres se aglomeraban dende estaba la muchacha, palmadas e instrumentos acompañaban al baile, como algunos que bailaban con ella. Sayu casi obligándome me hacía bailar, yo no solía bailar, pero ella me arrastraba a hacerlo, y simplemente me dejé llevar. Ella estaba bastante feliz, lo podía ver en sus ojos, y esa felicidad era lo que estaba buscando, luchando porque su felicidad no se apagase nunca. En ese momento, me dijo que me amaba, al escucharla me sonrojé a la vez que le dedicaba una cálida sonrisa. -Yo siento lo mismo, mi princesita... Decía susurrando para abrazarla fuertemente, mientras tratábamos de bailar.
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El centro de Astelia seguía bailando de allá para acá, dejando que la alegría propia del baile contaminase a cada uno de ellos. A la bruja no le importaba que se sintiesen feliz, solo que dejaran caer sus monedas en el gorro que ya no soportaba más dinero. Su idea resultó ser un éxito, uno que aprovecharía para comer como nunca antes. «Los Grandes Sabios de la Comida estarán conformes con esta ofrenda», pensó con una sonrisa de satisfacción. El corazón aún le latía aceleradamente por los movimientos estrafalarios de la danza, el sudor corría por su pecho y jadeaba de vez en cuando. Cogió el sombrero y entonces decidió que era hora de comenzar el recorrido culinario.
—¡Suficiente! ¡¿Qué es lo que pasa aquí?!
La bruja se volteó hacia los gritos y vio a un hombre alto y fornido, de unos dos metros y medio, que vestía una ostentosa armadura plateada con el símbolo real de Hallstat. Era de tez blanca y una cicatriz cruzaba horizontalmente su nariz, era de rasgos afilados y profundos ojos verdes. Uno de los bailarines intentó contaminarle con su alegría, su sonrisa, pero a cambio recibió un puñetazo en la boca del estómago. El hombre de la armadura iba acompañado de al menos diez soldados más, quienes miraban casi con asco a las personas que se habían puesto a bailar.
—¡De vuelta al trabajo! —rugió el soldado—. ¡Esto es un crimen contra el orden público!
No entendía las razones detrás de esa represión, pero, bueno, ¿acaso necesitaba haberlas? Ese era el truco de la opresión: hacerlo sin justificación. No querían que la gente se divirtiese, no querían que bailase y gastasen su tiempo en otra cosa que no fuese el trabajo, después de todo, si el pueblo no producía no habría impuestos que recaudar. Sin embargo, la gente continuó danzando como si la autoridad ya no significara nada. Los soldados interpretaron esa decisión como un acto de rebeldía, y pronto desenvainaron sus espadas.
Un pequeño puñado de hombres armados se esparció entre los bailarines, amenazándolos con enviarlos a prisión si es que no volvían a la normalidad. Y uno de ellos, un muchacho de casi metro ochenta, facciones duras y cabello marrón, se acercó a una pareja de chicas que bailaba cariñosamente. La expresión del soldado fue de horror, como si hubiese visto al mismísimo demonio en persona.
—¡Esto es…! ¡Esto es amoral! —gritó a los cuatro vientos, horrorizado—. ¡Irán a prisión, herejes!
El muchacho de unos veinte años intentaría coger a ambas chicas de los brazos para llevárselas al líder del escuadrón represivo y, eventualmente, trasladarlas a la prisión de Astelia.
Odiaba que los soldados irrumpiesen en las vidas de los demás, pasando a llevar la libertad individual como si no significase nada, aunque tampoco podía esperar demasiado de una sociedad retrógrada. Todo lo que sucedía en la plaza de Astelia era responsabilidad suya, pero no había obligado a nadie a bailar. Solo quería conseguir algo de dinero para darse un buen festín, nada más. No se metería en problemas con la reina de Hallstat solo para defender a un montón de pueblerinos que no arriesgarían ni una moneda por Katharina. No obstante, todo cambió cuando el soldado que lideraba el escuadrón se acercó a la bruja con cara de pocos amigos.
—¿Te debo dinero o algo? —le preguntó Katharina, mirándole con una expresión severa.
—Tú también vendrás conmigo —respondió el soldado—. Tú y tu sombrero con el dinero que les robaste a estos hombres. Te aprovechaste del caos y no dudaste en hacerte con sus carteras, ¿verdad?
—Oye, no saques conclusiones apresuradas. Yo no…
—No mientas, mujer, hay testigos —le interrumpió el hombre con el ceño fruncido, acercándose amenazantemente hacia la bruja—. ¿Acaso no reconoces este símbolo? Represento la voluntad de la Reina de Hallstat y cualquier ofensa en mi contra, es una ofensa contra el reino. ¡Vendrás conmigo quieras o no!
—¡Suficiente! ¡¿Qué es lo que pasa aquí?!
La bruja se volteó hacia los gritos y vio a un hombre alto y fornido, de unos dos metros y medio, que vestía una ostentosa armadura plateada con el símbolo real de Hallstat. Era de tez blanca y una cicatriz cruzaba horizontalmente su nariz, era de rasgos afilados y profundos ojos verdes. Uno de los bailarines intentó contaminarle con su alegría, su sonrisa, pero a cambio recibió un puñetazo en la boca del estómago. El hombre de la armadura iba acompañado de al menos diez soldados más, quienes miraban casi con asco a las personas que se habían puesto a bailar.
—¡De vuelta al trabajo! —rugió el soldado—. ¡Esto es un crimen contra el orden público!
No entendía las razones detrás de esa represión, pero, bueno, ¿acaso necesitaba haberlas? Ese era el truco de la opresión: hacerlo sin justificación. No querían que la gente se divirtiese, no querían que bailase y gastasen su tiempo en otra cosa que no fuese el trabajo, después de todo, si el pueblo no producía no habría impuestos que recaudar. Sin embargo, la gente continuó danzando como si la autoridad ya no significara nada. Los soldados interpretaron esa decisión como un acto de rebeldía, y pronto desenvainaron sus espadas.
Un pequeño puñado de hombres armados se esparció entre los bailarines, amenazándolos con enviarlos a prisión si es que no volvían a la normalidad. Y uno de ellos, un muchacho de casi metro ochenta, facciones duras y cabello marrón, se acercó a una pareja de chicas que bailaba cariñosamente. La expresión del soldado fue de horror, como si hubiese visto al mismísimo demonio en persona.
—¡Esto es…! ¡Esto es amoral! —gritó a los cuatro vientos, horrorizado—. ¡Irán a prisión, herejes!
El muchacho de unos veinte años intentaría coger a ambas chicas de los brazos para llevárselas al líder del escuadrón represivo y, eventualmente, trasladarlas a la prisión de Astelia.
Odiaba que los soldados irrumpiesen en las vidas de los demás, pasando a llevar la libertad individual como si no significase nada, aunque tampoco podía esperar demasiado de una sociedad retrógrada. Todo lo que sucedía en la plaza de Astelia era responsabilidad suya, pero no había obligado a nadie a bailar. Solo quería conseguir algo de dinero para darse un buen festín, nada más. No se metería en problemas con la reina de Hallstat solo para defender a un montón de pueblerinos que no arriesgarían ni una moneda por Katharina. No obstante, todo cambió cuando el soldado que lideraba el escuadrón se acercó a la bruja con cara de pocos amigos.
—¿Te debo dinero o algo? —le preguntó Katharina, mirándole con una expresión severa.
—Tú también vendrás conmigo —respondió el soldado—. Tú y tu sombrero con el dinero que les robaste a estos hombres. Te aprovechaste del caos y no dudaste en hacerte con sus carteras, ¿verdad?
—Oye, no saques conclusiones apresuradas. Yo no…
—No mientas, mujer, hay testigos —le interrumpió el hombre con el ceño fruncido, acercándose amenazantemente hacia la bruja—. ¿Acaso no reconoces este símbolo? Represento la voluntad de la Reina de Hallstat y cualquier ofensa en mi contra, es una ofensa contra el reino. ¡Vendrás conmigo quieras o no!
Sayumi Asagiri
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Simple y llanamente me estaba divirtiendo, algo de sudor recorría mi cuerpo, estaba agitada, sudorosa, y otras cosas que no podía mencionar en público, pero ya no tenía hambre ahora tenía ganas de otra cosa, algo que solo Kumi podía darme en privado. Mirarla, escuchar las palabras que la sociedad repudiaba, yo la amaba, pero no como una hermana quiere a otra, yo la amaba como mujer y como amante, y no había nada que estuviera peor visto, que el amor entre mujeres, tal vez el incesto, pero por su puesto el incesto en los plebeyos, porque todos los monarcas eran endogámicos hasta la saciedad, pero yo no los juzgaba por eso, sino por corruptos y avaros ocultados en una falsa bandera de protección y justicia.
Por su puesto la diversión del pueblo era los quebraderos de la nobleza, y rápidamente vinieron a ejercer su represión, una represión que repudiaba, por su puesto me importaba más bien poco, lo que dijeran o intentara, yo no quería problemas, realmente no quería tener que irme de aquí al menos de momento, pero los más de diez soldados tenían otra idea, uno de ellos rápidamente se acercó a nosotras y nos llamó amorales, si aquel imbécil supiera lo que hacía con mi hermana cada noche, una de dos se horrorizaría, o se excitaría, porque esta clase de personas eran las que más odiaba, los que eran represores en público y degenerados en privado. Ahora bien, en el momento que dijo que Kumi terminaría en la cárcel simplemente deje de pensar, no me importaba mucho lo que me pasara a mí, pero a ella no iba a ponerle un solo dedo encima. Así que en el momento en el que extendió sus brazos para tocarnos actué por instinto y rápidamente usando el estilo de pelea que me caracterizaba le pegué justo en la entrepierna una patada con todas mis fuerzas, la verdad es que agradecía que los soldados rasos no llevaran una gran armadura, siendo que solo el que parecía comandar las fuerzas estaba bien protegido, si no claramente me hubiera dejado el pie.
Después de dar aquel golpe, rápidamente saque mis dagas, y después brame. -Quien intente tocar a mi hermana se las verá con mis hojas. Estaba frenética, pero ya nada importaba si venían a detenernos pagarían ese crimen, porque se había terminado el bajo perfil, total para que si iban a detenernos por bailar, para que molestarme en no matar a todos estos bastardos.
Por su puesto la diversión del pueblo era los quebraderos de la nobleza, y rápidamente vinieron a ejercer su represión, una represión que repudiaba, por su puesto me importaba más bien poco, lo que dijeran o intentara, yo no quería problemas, realmente no quería tener que irme de aquí al menos de momento, pero los más de diez soldados tenían otra idea, uno de ellos rápidamente se acercó a nosotras y nos llamó amorales, si aquel imbécil supiera lo que hacía con mi hermana cada noche, una de dos se horrorizaría, o se excitaría, porque esta clase de personas eran las que más odiaba, los que eran represores en público y degenerados en privado. Ahora bien, en el momento que dijo que Kumi terminaría en la cárcel simplemente deje de pensar, no me importaba mucho lo que me pasara a mí, pero a ella no iba a ponerle un solo dedo encima. Así que en el momento en el que extendió sus brazos para tocarnos actué por instinto y rápidamente usando el estilo de pelea que me caracterizaba le pegué justo en la entrepierna una patada con todas mis fuerzas, la verdad es que agradecía que los soldados rasos no llevaran una gran armadura, siendo que solo el que parecía comandar las fuerzas estaba bien protegido, si no claramente me hubiera dejado el pie.
Después de dar aquel golpe, rápidamente saque mis dagas, y después brame. -Quien intente tocar a mi hermana se las verá con mis hojas. Estaba frenética, pero ya nada importaba si venían a detenernos pagarían ese crimen, porque se había terminado el bajo perfil, total para que si iban a detenernos por bailar, para que molestarme en no matar a todos estos bastardos.
Kumi Asagiri
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NORTH BLUE | HALLSTAT | Pasado
El improvisado baile, parecía que a los habitantes les había tocado en sus corazones, y al son de la música, estos iban bailando, cantando y dando palmas. En definitiva, parecía que aquella pobre gente se lo estaba pasando en grande, como si de la fiesta del pueblo se tratase. Pero no eran los únicos que estaban disfrutando este momento, pues yo estaba disfrutando de abrazar a mi princesa. Continuábamos danzando, siguiendo a mi hermana como podía, pues no sabía nada de hacer todo eso, y simplemente prefería que ella fuera quien me ayudase. Lo único que si me permitía era abrazarla con fuerza, pues sentirla tan cerca, poder escuchar su respiración, oler el aroma embriagador que desprende su sedoso cabello.
Ahora, solamente existía, la música, Sayumi y yo. Era un momento mágico, hacía mucho que no disfrutaba de uno como este, y era el momento de disfrutarlo. -Sayu... yo... Decía mientras me acercaba lentamente, mientras me acercaba a sus labios. -Te amo... Susurré a su oído a la vez que le arrebataba un pequeño pero intenso beso en los labios. Nuestro beso no duró más de unos instantes, pero fue lo suficiente como para llamar la atención. Al parecer no solo a los que estaban por esa zona, festejando. La voz ruda de un hombre llamó mi atención y más cuando este nos agarró del brazo.
Como no, opusimos resistencia e intentaba zafarme de su agarre, pero era bastante fuerte aquel hombre, pero debido a que estaba forcejeando conmigo, mi hermana pudo reaccionar. Sin pensárselo, le asestó una fuerte patada en sus partes que haciendo que este por el dolor nos soltase, pero sabía que, ese dolor sería pasajero y arremetería contra nosotras. Sin decir nada, mientras mi hermana le amenazaba, velozmente llevé mi mano derecha a empuñaba una de mis pistolas. La desenfundaba a su vez que soltaba el seguro de esta, y posteriormente, apunté a la pierna del hombre. -¡De rodillas! Ordenaba rotundamente, aquel hombre de forma orgullosa, me desobedeció, sin titubear disparé en la pierna. El hombre rápidamente se arrodillo por el dolor, a la vez que gritaba con intensidad. En ese momento, el caos reinó en la plaza, los aldeanos comenzaron a correr huyendo a la vez que gritaban, haciendo que el resto de soldados les sea difícil alcanzarnos.
El soldado inclinaba su cabeza mirando a su herida, como también podía escuchar sus quejidos, pero yo no quería que mirase al suelo. Con una mano le agarré del cabello estirando su cabeza para que me mirara. -¡Mírame! ¡Hijo de puta! Decía para luego soltarle, a la vez que mientras mantenía mi zurda con la pistola apuntándole la cabeza, di un paso acercándome a Sayumi. -Como Verás... yo no tengo moral... Decía con una sonrisa un tanto agradable, lo cual hacía bastante contraste con lo que estaba haciendo. -Te voy a matar, mataré a todos tus amigos, me escapare... y luego... Tras decir eso, con mi diestra, la mano que tenía libre acariciaba la teta izquierda de Sayumi. -Me comeré las tetas de mi hermana, aun estando ensangrentada con vuestras entrañas. Añadía fríamente mientras este escupía en el suelo. -¡Desviadas! ¡No sois más que un par de zo... Antes de que este acabase de hablar disparé, atravesándole la cabeza con mi bala. -Goodbye Pronuncié fríamente tras apretar el gatillo ejecutando aquel hombre.
Tras eso, el chico se desplomó en el suelo, derramando su preciosa sangre carmesí. Mientras eso sucedía la plaza quedó completamente desértica, todos los civiles se habían refugiado, y solo quedábamos Sayumi, una muchacha y yo, sin contar con los guerreros que nos estaban rodeando, pues ya podían moverse con libertad. Era hora de guardar mi pistola, en su funda, y sacar mis dagas, dejando liberar un poco las cadenas que iban en mis antebrazos preparándome para la batalla que se aproximaba. -Sayu... ¡Es tiempo de jugar! ¡Diviértete! Decía, permitiendo que ella desatara todos sus instintos.
Ahora, solamente existía, la música, Sayumi y yo. Era un momento mágico, hacía mucho que no disfrutaba de uno como este, y era el momento de disfrutarlo. -Sayu... yo... Decía mientras me acercaba lentamente, mientras me acercaba a sus labios. -Te amo... Susurré a su oído a la vez que le arrebataba un pequeño pero intenso beso en los labios. Nuestro beso no duró más de unos instantes, pero fue lo suficiente como para llamar la atención. Al parecer no solo a los que estaban por esa zona, festejando. La voz ruda de un hombre llamó mi atención y más cuando este nos agarró del brazo.
Como no, opusimos resistencia e intentaba zafarme de su agarre, pero era bastante fuerte aquel hombre, pero debido a que estaba forcejeando conmigo, mi hermana pudo reaccionar. Sin pensárselo, le asestó una fuerte patada en sus partes que haciendo que este por el dolor nos soltase, pero sabía que, ese dolor sería pasajero y arremetería contra nosotras. Sin decir nada, mientras mi hermana le amenazaba, velozmente llevé mi mano derecha a empuñaba una de mis pistolas. La desenfundaba a su vez que soltaba el seguro de esta, y posteriormente, apunté a la pierna del hombre. -¡De rodillas! Ordenaba rotundamente, aquel hombre de forma orgullosa, me desobedeció, sin titubear disparé en la pierna. El hombre rápidamente se arrodillo por el dolor, a la vez que gritaba con intensidad. En ese momento, el caos reinó en la plaza, los aldeanos comenzaron a correr huyendo a la vez que gritaban, haciendo que el resto de soldados les sea difícil alcanzarnos.
El soldado inclinaba su cabeza mirando a su herida, como también podía escuchar sus quejidos, pero yo no quería que mirase al suelo. Con una mano le agarré del cabello estirando su cabeza para que me mirara. -¡Mírame! ¡Hijo de puta! Decía para luego soltarle, a la vez que mientras mantenía mi zurda con la pistola apuntándole la cabeza, di un paso acercándome a Sayumi. -Como Verás... yo no tengo moral... Decía con una sonrisa un tanto agradable, lo cual hacía bastante contraste con lo que estaba haciendo. -Te voy a matar, mataré a todos tus amigos, me escapare... y luego... Tras decir eso, con mi diestra, la mano que tenía libre acariciaba la teta izquierda de Sayumi. -Me comeré las tetas de mi hermana, aun estando ensangrentada con vuestras entrañas. Añadía fríamente mientras este escupía en el suelo. -¡Desviadas! ¡No sois más que un par de zo... Antes de que este acabase de hablar disparé, atravesándole la cabeza con mi bala. -Goodbye Pronuncié fríamente tras apretar el gatillo ejecutando aquel hombre.
Tras eso, el chico se desplomó en el suelo, derramando su preciosa sangre carmesí. Mientras eso sucedía la plaza quedó completamente desértica, todos los civiles se habían refugiado, y solo quedábamos Sayumi, una muchacha y yo, sin contar con los guerreros que nos estaban rodeando, pues ya podían moverse con libertad. Era hora de guardar mi pistola, en su funda, y sacar mis dagas, dejando liberar un poco las cadenas que iban en mis antebrazos preparándome para la batalla que se aproximaba. -Sayu... ¡Es tiempo de jugar! ¡Diviértete! Decía, permitiendo que ella desatara todos sus instintos.
Katharina von Steinhell
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—Tus acusaciones podrían costarte la vida, soldado —le respondió la bruja con el ceño fruncido y los brazos cruzados.
—¿Me estás amenazando?
—Una vez un hombre sabio y poderoso dijo algo así: "Las amenazas son cosas que uno dice, que uno promete y que uno no cumple" —citó las palabras de uno de los grandes magnates del bajo mundo—. Tócame, y perderás la cabeza antes de desenvainar la espada.
El rostro del hombre se desfiguró por la cólera y gruñó cual bestia salvaje, dirigió su mano hacia la empuñadura de la espada en un intento de hacer valer la ley; su ley. La bruja bostezó aburrida y se preparó mentalmente para acabar con el soldado, sin embargo, un disparo resonó por toda la plaza llamando la atención de Katharina.
La sangre de uno de los soldados salpicó por todos lados y no tardó en formarse un charco bajo el cadáver. La asesina aún sostenía el arma en sus manos y miraba con determinación a los soldados que poco a poco la rodeaban, bueno, a ella y a su acompañante. Los civiles que anteriormente habían estado bailando como si fuese lo mejor de la vida huyeron despavoridos hacia todos lados al escuchar el disparo. La bruja miró a las chicas con curiosidad, preguntándose cuán imprudentes debían ser para matar a un soldado, a un representante de la ley, en plena plaza central y frente a casi un centenar de testigos. Quizás se zafasen de la decena de hombres que las rodeaban, pero ¿qué pasaría cuando decidiesen enviar a un verdadero pelotón tras sus cabezas? ¿O pensaban que dejarían impune sus crímenes contra el Reino de Hallstat?
—Creo que tienes problemas más grandes que una supuesta ladrona —dijo Katharina con una sonrisa burlesca en el rostro, mirando fijamente al soldado de la armadura plateada.
—Eso lo decido yo, no tú —respondió el capitán del escuadrón—. Mis hombres se ocuparán de ellas. Tú preocupate de ti, ladrona.
—Qué aburrido...
El soldado desenvainó su arma, pero antes de siquiera poder blandirla una espada de hielo cercenó sus brazos, realizando un corte tan preciso que impidió que la sangre salpicara por todos lados. El hombre soltó un alarido y retrocedió horrorizado, sintiendo el dolor solo segundos después de haber perdido las extremidades.
—¿Acaso no te lo advertí? Y eso que no fui a por tu cabeza —dijo Katharina, encogiéndose de hombros y haciendo desaparecer la espada de hielo—. Parece que están en problemas. Si me invitan a comer les ayudaré —les propuso a las muchachas que se encontraban rodeadas.
—¿Me estás amenazando?
—Una vez un hombre sabio y poderoso dijo algo así: "Las amenazas son cosas que uno dice, que uno promete y que uno no cumple" —citó las palabras de uno de los grandes magnates del bajo mundo—. Tócame, y perderás la cabeza antes de desenvainar la espada.
El rostro del hombre se desfiguró por la cólera y gruñó cual bestia salvaje, dirigió su mano hacia la empuñadura de la espada en un intento de hacer valer la ley; su ley. La bruja bostezó aburrida y se preparó mentalmente para acabar con el soldado, sin embargo, un disparo resonó por toda la plaza llamando la atención de Katharina.
La sangre de uno de los soldados salpicó por todos lados y no tardó en formarse un charco bajo el cadáver. La asesina aún sostenía el arma en sus manos y miraba con determinación a los soldados que poco a poco la rodeaban, bueno, a ella y a su acompañante. Los civiles que anteriormente habían estado bailando como si fuese lo mejor de la vida huyeron despavoridos hacia todos lados al escuchar el disparo. La bruja miró a las chicas con curiosidad, preguntándose cuán imprudentes debían ser para matar a un soldado, a un representante de la ley, en plena plaza central y frente a casi un centenar de testigos. Quizás se zafasen de la decena de hombres que las rodeaban, pero ¿qué pasaría cuando decidiesen enviar a un verdadero pelotón tras sus cabezas? ¿O pensaban que dejarían impune sus crímenes contra el Reino de Hallstat?
—Creo que tienes problemas más grandes que una supuesta ladrona —dijo Katharina con una sonrisa burlesca en el rostro, mirando fijamente al soldado de la armadura plateada.
—Eso lo decido yo, no tú —respondió el capitán del escuadrón—. Mis hombres se ocuparán de ellas. Tú preocupate de ti, ladrona.
—Qué aburrido...
El soldado desenvainó su arma, pero antes de siquiera poder blandirla una espada de hielo cercenó sus brazos, realizando un corte tan preciso que impidió que la sangre salpicara por todos lados. El hombre soltó un alarido y retrocedió horrorizado, sintiendo el dolor solo segundos después de haber perdido las extremidades.
—¿Acaso no te lo advertí? Y eso que no fui a por tu cabeza —dijo Katharina, encogiéndose de hombros y haciendo desaparecer la espada de hielo—. Parece que están en problemas. Si me invitan a comer les ayudaré —les propuso a las muchachas que se encontraban rodeadas.
Sayumi Asagiri
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Juramento Bajo La Luna
NORTH BLUE | HALLSTAT | Pasado
Haber bailado con Kumi, haber sido besada por ella en público, las palabras que me dedico, mi reacción poniéndome roja como un tomate mientras me temblaban las piernas, ese momento feliz fue por desgracia uno fugaz, por que como siempre aquellos malditos hombres siempre estaban en medio, pero por su puesto Kumi no se cortó un solo pelo he hizo una completa declaración de intenciones, incluso me metió mano en ese momento, en el cual no pude evitar soltar un pequeño gemido que acalle mordiéndome ligeramente el labio, pero no solo eso, sus palabras me encendieron de buena manera, y más aún que me dijera que diera rienda suelta a mi lado salvaje.
Antes de que comenzara mi show algo intervino la mujer que había bailado no había salido corriendo, es más parecía que ya había dejado fuera de juego, ella sólita, al capitán de la guardia sin muchos problemas, y no solo eso por algún motivo nos ofrecía ayuda para acabar con estos enemigos, los poco más de diez que quedaban. Sonreí y me acerqué a Kumi tomándola de la cintura para darle un apasionado beso en los labios, uno largo intenso, no me preocupaba que intentaran sorprendernos literalmente tenía ojos en la nuca, puesto que había hecho aparecer un par para ver que todo estuviera en orden mientras besaba a mi hermana. Unos segundos después me separe de ella, y un hilo de saliva se rompió al tomar la suficiente distancia. Después de aquello me di la vuelta y bramé. -A ver panda de nenazas tenéis dos opciones, u os marcháis de aquí en este preciso instante y os olvidáis de que nos habéis visto, o podéis usar mi opción favorita, dar un solo paso al frente y os aplastare aquello que os hace hombres hasta que solo quede una masa sanguinolenta, siendo el broche de oro, que no os matare.
Después miré a aquella bailarina y le dije, con un tono que marcaba que estaba perfectamente confiada. -No te preocupes yo seré quien te eche una mano. Robando las joyas. En ese momento deje que brotara por mi cuerpo el poder de mi Akuma, con una de mis técnicas más sucias, puesto que tenía hasta veinticinco brazos para hacer lo que me iba a proponer, puesto, que lo primero que hicieron esos hombres ante mi amenaza fue reír, y lo segundo acercarse más para cerrar el cerco. Brazos brotaron en las zonas lumbares de todos los enemigos sobre su ropa, para rápidamente agarrar y apretar sus partes nobles, con toda la fuerza que disponía mis brazos supletorios. No todos los hombres tenían la misma resistencia, unos pocos aguantaban bien el dolor, otros simplemente caían de rodillas muy doloridos, pero la mayoría ahora gritaban de auténtica angustia mientras se escuchaba el sonido de machacar carne, y fluidos corporales y entrañas manchaban sus pantalones y llegaban hasta el suelo, aquellos ya no se podían hacer llamar hombres, ante esto, lo más probable es que el resto depusiera las armas, con miedo a que siguiera con aquello, pero había hecho una promesa y seguiría apretando hasta que todos perdieran su virilidad.
Antes de que comenzara mi show algo intervino la mujer que había bailado no había salido corriendo, es más parecía que ya había dejado fuera de juego, ella sólita, al capitán de la guardia sin muchos problemas, y no solo eso por algún motivo nos ofrecía ayuda para acabar con estos enemigos, los poco más de diez que quedaban. Sonreí y me acerqué a Kumi tomándola de la cintura para darle un apasionado beso en los labios, uno largo intenso, no me preocupaba que intentaran sorprendernos literalmente tenía ojos en la nuca, puesto que había hecho aparecer un par para ver que todo estuviera en orden mientras besaba a mi hermana. Unos segundos después me separe de ella, y un hilo de saliva se rompió al tomar la suficiente distancia. Después de aquello me di la vuelta y bramé. -A ver panda de nenazas tenéis dos opciones, u os marcháis de aquí en este preciso instante y os olvidáis de que nos habéis visto, o podéis usar mi opción favorita, dar un solo paso al frente y os aplastare aquello que os hace hombres hasta que solo quede una masa sanguinolenta, siendo el broche de oro, que no os matare.
Después miré a aquella bailarina y le dije, con un tono que marcaba que estaba perfectamente confiada. -No te preocupes yo seré quien te eche una mano. Robando las joyas. En ese momento deje que brotara por mi cuerpo el poder de mi Akuma, con una de mis técnicas más sucias, puesto que tenía hasta veinticinco brazos para hacer lo que me iba a proponer, puesto, que lo primero que hicieron esos hombres ante mi amenaza fue reír, y lo segundo acercarse más para cerrar el cerco. Brazos brotaron en las zonas lumbares de todos los enemigos sobre su ropa, para rápidamente agarrar y apretar sus partes nobles, con toda la fuerza que disponía mis brazos supletorios. No todos los hombres tenían la misma resistencia, unos pocos aguantaban bien el dolor, otros simplemente caían de rodillas muy doloridos, pero la mayoría ahora gritaban de auténtica angustia mientras se escuchaba el sonido de machacar carne, y fluidos corporales y entrañas manchaban sus pantalones y llegaban hasta el suelo, aquellos ya no se podían hacer llamar hombres, ante esto, lo más probable es que el resto depusiera las armas, con miedo a que siguiera con aquello, pero había hecho una promesa y seguiría apretando hasta que todos perdieran su virilidad.
- Datos de batalla:
- Nivel 10: Puede generar hasta 25 extremidades en un radio de 20 metros.
Técnica usada.
Nombre de la técnica: Robando las joyas.
Naturaleza de la técnica: Mejora de Akuma.
Descripción de la técnica: Sayumi hace aparecer un brazo en la zona lumbar de su enemigo o enemigos. Según la cantidad de extremidades disponibles. Pudiendo atacar a tantos adversarios a la vez como extremidades disponibles tenga. Una vez el Brazo a aparecido Sayumi lo utiliza para intentar apretar con gran fuerza los genitales del adversario pudiendo provocar un gran dolor, pudiendo a llegar a ser este insoportable. Esta técnica es ligeramente menos eficaz en mujeres, pero también produce un gran dolor. (El número de extremidades está fijado por el dominio de la Akuma).
Nota Importante: Debido a cómo funcionan los poderes de la Akuma las extremidades de la usuaria sienten el dolor de un posible contra ataque, y o efectos de las Akumas esto puede ser extremadamente peligroso según qué efectos, puesto que si por ejemplo uno de los brazos de la usuaria fueran convertidos en un juguete por el efecto de la Hobi Hobi, ella se convertiría en un juguete. Esto provoca que si siente desasido dolor su agarre se debilite notoriamente. Además, hacer brotar una extremidad sobre la piel de alguien puede sentirse como si te estuvieran tocando. Esto es aplicado a todas las técnicas de la Akuma.
Tiempo de canalización: 1 Segundo.
Tiempo de recarga: Duración 3 Turnos | 2 Turnos de reposo.
Kumi Asagiri
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Los soldados nos rodeaban, furiosos por la sangre derramada de su compañero. Ante eso, simplemente me quedé inmóvil, sin miedo, sonreía con un rostro desencajado, mi mente nuevamente había cruzado la delgada línea de la cordura. Era el momento, hacía tiempo que tanto Sayumi como yo no jugábamos, pues decidimos pasar un tiempo de tranquilidad. Pero, eso estaba haciendo que nuestra sed de sangre se incrementara. -Jeje... Hice una leve carcajada con un tono sádico, lo cual acompañaba a la visión de mi rostro. Ahora mismo, mis brazos temblaban, pero mi ser no albergaba un ápice de temor, tan solo, sentía una gran emoción por herir a mis enemigos, aquellos tipos iban a saber lo que era el verdadero dolor.
En ese instante, mi atención fue perturbada por un grito atroz de un hombre. -¿Hum? Pronuncié mirando a la dirección del sonido estridente, pero, algo más llamativo que los gritos de dolor se nos acercó. Sí, era aquella bailarina, al parecer no era solo una cara bonita... en cualquier caso, nos ofreció ayuda. Era extraño, la verdad, demasiado extraño. Nadie se arriesgaría a defender alguien que ha cometido un asesinato a un guardia, pero al parecer quería ayudarnos y eso era lo único que importaba. Aunque... ¿Realmente la necesitábamos? Parecía una pregunta arrogante, pero, realmente ya habíamos estado en aprietos como esos, podría decir que estábamos acostumbradas o que somos lo suficientemente locas como para atacar a un león, aunque seamos gatas. Personalmente me decantaba por la segunda, el miedo es de sensatos, y por esa razón nosotras no conocemos dicha palabra.
En medio de lo que sería una carnicería, Sayumi me pilló con la guarda baja, y me besó. Me sonrojé en gran medida, pues no me lo esperaba, realmente, nunca lo habría imaginado que me besaría tras darle permiso a dar rienda suelta a su sed de sangre irracional. Pero, tampoco es que hoy pareciera demasiado Sayu, no sabía que le estaba sucediendo, pero parecía que aún se controlaba. -… No dije nada, más que un leve suspiro, mientras escuchaba las amenazas de mi hermana, que claro está se lo tomaron a broma. Ciertamente el rostro, tamaño y sexo de Sayumi, no ayudaban a resultar intimidante, aunque, no contaron con una cosa, las apariencias engañan.
Observaba como los enemigos hacían caso omiso a la advertencia, y prácticamente se mofaron de ella, lo cual era comprensible, en una situación normal estaríamos en clara desventaja. Pero... ¿Desde cuándo nosotras somos normales? Nunca lo hemos sido y desde ya, te digo que hoy no será ese día. Sayumi, lejos de parecer nerviosa, se mostraba confiada e incluso rechazó en principio la ayuda externa de la bailarina. -Hum... Suspiré algo más fuerte, mientras mi hermanita realizaba su técnica, quizá la más rastrera como dolorosa de sus habilidades únicas. Aquellos hombres pasaron en décimas de segundo de las risas a los llantos, y posiblemente su futuro se volvería más negra que mi propia alma. -Si usas tu Akuma, no sería justo contenerme... Decía con algo de tristeza, pues mis dagas no se llenarían de la rica y cálida sangre de mis enemigos, y eso realmente me lamentaba.
Canalicé el poder que me otorgaba mi fruta, aprovechando que aquellos enemigos sentían demasiado dolor como para moverse. En ese instante unas cuantas galletas de gran tamaño aparecieron en el lugar. Sí, sí, has leído bien, la Akuma no mi que consumí fue la Bisu Bisu no mi, la cual me otorga el poder crear y controlar galletas. Se que puede parecer un poder débil e inocente, pero cuidado, como ya dije, las apariencias engañan, ya que estas guardan un poder sobresaliente. Posteriormente a la creación de mis galletas estas se comenzaron a pulverizar para luego de este polvo, formar cinco estacas de gran tamaño, lo suficiente como para atravesar a una persona. Las cinco estacas puntiagudas y más duras que algunos metales apuntaron a cinco de los diez hombres que estaban retorciéndose de dolor, y sin ningún miramiento fueron disparadas a gran potencia contra estos.
Como si de balas se tratasen, aquellos enormes proyectiles impactaron en los enemigos que había apuntado en distintos lugares. A uno de ellos la estaca lo atravesó en el pecho, justo en el centro, matándolo en el acto, antes incluso de que su cuerpo tocase el suelo. Otro mi estaca perforó su vientre, derribándolo violentamente contra el suelo. El tercero, le atravesó el cuello, con el mismo resultado que los otros dos, el cuarto la estaca se enterró en el cráneo, aunque no llegó a atravesar. El quinto enemigo parecía que había fallado impactando contra la pierna derecha, dejándolo bastante dañado pero vivo, aunque no podría decir si lo hice adrede o simplemente error de cálculo. En cualquier caso, como si no hubiera pasado nada, y despreocupada por los otros, pues sabía que de Sayumi no se escaparían. Me di media vuelta, miré a la mujer, para luego mirar los brazos amputados de aquel soldado.
Tras esa leve mirada, una diminuta sonrisa con un toque de sadismo, volví a mirar a la mujer. En cuanto la miré una sonrisa agradable, incluso podría decirse lo más parecido a dulzura se dejaba ver, aunque en el fondo era más oscura de lo que parece a simple vista. -Parece que necesitaremos tu ayuda para escapar, tenemos que robar un barco antes de que traigan más inútiles. Decía con un tono tranquilo a la par que agradable. -¡Sayu, no pierdas demasiado el tiempo, debemos irnos! Alcé un poco la voz para que ella me escuchara, pues cuando juega con sus víctimas, se evadía del mundo.
En ese instante, mi atención fue perturbada por un grito atroz de un hombre. -¿Hum? Pronuncié mirando a la dirección del sonido estridente, pero, algo más llamativo que los gritos de dolor se nos acercó. Sí, era aquella bailarina, al parecer no era solo una cara bonita... en cualquier caso, nos ofreció ayuda. Era extraño, la verdad, demasiado extraño. Nadie se arriesgaría a defender alguien que ha cometido un asesinato a un guardia, pero al parecer quería ayudarnos y eso era lo único que importaba. Aunque... ¿Realmente la necesitábamos? Parecía una pregunta arrogante, pero, realmente ya habíamos estado en aprietos como esos, podría decir que estábamos acostumbradas o que somos lo suficientemente locas como para atacar a un león, aunque seamos gatas. Personalmente me decantaba por la segunda, el miedo es de sensatos, y por esa razón nosotras no conocemos dicha palabra.
En medio de lo que sería una carnicería, Sayumi me pilló con la guarda baja, y me besó. Me sonrojé en gran medida, pues no me lo esperaba, realmente, nunca lo habría imaginado que me besaría tras darle permiso a dar rienda suelta a su sed de sangre irracional. Pero, tampoco es que hoy pareciera demasiado Sayu, no sabía que le estaba sucediendo, pero parecía que aún se controlaba. -… No dije nada, más que un leve suspiro, mientras escuchaba las amenazas de mi hermana, que claro está se lo tomaron a broma. Ciertamente el rostro, tamaño y sexo de Sayumi, no ayudaban a resultar intimidante, aunque, no contaron con una cosa, las apariencias engañan.
Observaba como los enemigos hacían caso omiso a la advertencia, y prácticamente se mofaron de ella, lo cual era comprensible, en una situación normal estaríamos en clara desventaja. Pero... ¿Desde cuándo nosotras somos normales? Nunca lo hemos sido y desde ya, te digo que hoy no será ese día. Sayumi, lejos de parecer nerviosa, se mostraba confiada e incluso rechazó en principio la ayuda externa de la bailarina. -Hum... Suspiré algo más fuerte, mientras mi hermanita realizaba su técnica, quizá la más rastrera como dolorosa de sus habilidades únicas. Aquellos hombres pasaron en décimas de segundo de las risas a los llantos, y posiblemente su futuro se volvería más negra que mi propia alma. -Si usas tu Akuma, no sería justo contenerme... Decía con algo de tristeza, pues mis dagas no se llenarían de la rica y cálida sangre de mis enemigos, y eso realmente me lamentaba.
Canalicé el poder que me otorgaba mi fruta, aprovechando que aquellos enemigos sentían demasiado dolor como para moverse. En ese instante unas cuantas galletas de gran tamaño aparecieron en el lugar. Sí, sí, has leído bien, la Akuma no mi que consumí fue la Bisu Bisu no mi, la cual me otorga el poder crear y controlar galletas. Se que puede parecer un poder débil e inocente, pero cuidado, como ya dije, las apariencias engañan, ya que estas guardan un poder sobresaliente. Posteriormente a la creación de mis galletas estas se comenzaron a pulverizar para luego de este polvo, formar cinco estacas de gran tamaño, lo suficiente como para atravesar a una persona. Las cinco estacas puntiagudas y más duras que algunos metales apuntaron a cinco de los diez hombres que estaban retorciéndose de dolor, y sin ningún miramiento fueron disparadas a gran potencia contra estos.
Como si de balas se tratasen, aquellos enormes proyectiles impactaron en los enemigos que había apuntado en distintos lugares. A uno de ellos la estaca lo atravesó en el pecho, justo en el centro, matándolo en el acto, antes incluso de que su cuerpo tocase el suelo. Otro mi estaca perforó su vientre, derribándolo violentamente contra el suelo. El tercero, le atravesó el cuello, con el mismo resultado que los otros dos, el cuarto la estaca se enterró en el cráneo, aunque no llegó a atravesar. El quinto enemigo parecía que había fallado impactando contra la pierna derecha, dejándolo bastante dañado pero vivo, aunque no podría decir si lo hice adrede o simplemente error de cálculo. En cualquier caso, como si no hubiera pasado nada, y despreocupada por los otros, pues sabía que de Sayumi no se escaparían. Me di media vuelta, miré a la mujer, para luego mirar los brazos amputados de aquel soldado.
Tras esa leve mirada, una diminuta sonrisa con un toque de sadismo, volví a mirar a la mujer. En cuanto la miré una sonrisa agradable, incluso podría decirse lo más parecido a dulzura se dejaba ver, aunque en el fondo era más oscura de lo que parece a simple vista. -Parece que necesitaremos tu ayuda para escapar, tenemos que robar un barco antes de que traigan más inútiles. Decía con un tono tranquilo a la par que agradable. -¡Sayu, no pierdas demasiado el tiempo, debemos irnos! Alcé un poco la voz para que ella me escuchara, pues cuando juega con sus víctimas, se evadía del mundo.
Katharina von Steinhell
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«Yo seré quien te eche una mano».
La respuesta de la muchacha resonó una y otra vez dentro de su cabeza, dando la impresión de que estaba subestimándola. Había dos posibles respuestas y ninguna de ellas era buena. Bien, la chica podía ser tan idiota como para no saber con quién estaba hablando, o en serio se creía superior al resto solamente por tener una habilidad de mierda que hacía crecer manos en las partes íntimas de las personas. Sí, Katharina debía admitir que era interesante encontrarse con un usuario en el mar del norte, pero tampoco le sorprendía ver un poder como ese. Había estado en el Nuevo Mundo y había visto cosas que de no haber estado allí no las creería posibles. Sin embargo, los verdaderamente estúpidos eran los soldados por no llevar la indumentaria adecuada. ¿Dejar desprotegidas sus partes íntimas…? Se notaba a kilómetros que eran unos novatos y estaban pagando el precio de ello. Igual con el capitán que tenían tampoco les iría bien, después de todo, este solo era mucho ruido y pocas nueces.
Lo que sí le sorprendió fue el beso que una le dio a la otra, no porque fuera una persona homofóbica, sino que no estaba acostumbrada a las demostraciones de cariño en público. Pensaba que eran hermanas, bueno, era una suposición basada en la apariencia de cada una. Que fueran lesbianas no le incomodaba en lo absoluto, pero algo le decía que en realidad escondían un secreto mucho más… morboso.
La otra también había consumido una fruta del diablo, una mucho más interesante y apetitosa. Los ojos de la bruja brillaron como estrellas cuando vieron aparecer unas galletas aparentemente sabrosas. Sin embargo, no esperó que de un momento a otro se transformaran en estacas mortales. Estas atravesaron las armaduras de los soldados como si no fuesen la gran cosa, acabando con media decena de ellos en cuestión de segundos. Bien, debía admitir que las chicas eran algo hábiles, no obstante, aún tenían un largo camino por recorrer. Lo bueno es que tenían potencial, al menos el suficiente para llamar la atención de Katharina y querer inmiscuirse más de lo necesario en el asunto.
—¿Robar un barco…? No me digas que quieres huir porque les tienes miedo a estos inútiles, como los acabas de llamar —respondió la bruja con un dejo de arrogancia—. Es extraño encontrarse con usuarios en algún blue, aunque no imposible. ¿Una paramecia de creación de galletas? Interesante…, muy interesante. Ahora, me ocuparé del resto.
Un aura violácea comenzó a envolver su cuerpo durante unos breves segundos para luego disiparse en forma de onda. Los cuerpos de los muertos empezaron a retorcerse, moverse hacia un punto céntrico como si fueran marionetas controladas por hilos invisibles. Poco a poco los cadáveres comenzaron a formar el cuerpo de la Aberración, un muerto viviente de medidas colosales y una fuerza destructiva increíble. En cuestión de segundos, una gigantesca criatura de piel oscura y putrefacta apareció para arrebatar la vida de los horrorizados soldados. Destrozaba sus frágiles cuerpos como si no fuesen más resistentes que un lápiz para luego machacarlos con sus afilados dientes.
—Qué aburrido —murmuró para sí misma—. Quédate aquí para llamar la atención de los soldados que vendrán, quédate aquí y pelea hasta que, bueno, mueras otra vez.
El pequeño Bobby soltó un gruñido gutural y obedeció las órdenes de la bruja.
—Mi pequeña mascota podría acabar por sí sola con este reino, estoy segura de ello. Antes de robar un barco propongo saquear el castillo real, verán, estoy falta de dinero y me vendría bien contar con unas monedas extras. Prometo que la repartición será justa.
La respuesta de la muchacha resonó una y otra vez dentro de su cabeza, dando la impresión de que estaba subestimándola. Había dos posibles respuestas y ninguna de ellas era buena. Bien, la chica podía ser tan idiota como para no saber con quién estaba hablando, o en serio se creía superior al resto solamente por tener una habilidad de mierda que hacía crecer manos en las partes íntimas de las personas. Sí, Katharina debía admitir que era interesante encontrarse con un usuario en el mar del norte, pero tampoco le sorprendía ver un poder como ese. Había estado en el Nuevo Mundo y había visto cosas que de no haber estado allí no las creería posibles. Sin embargo, los verdaderamente estúpidos eran los soldados por no llevar la indumentaria adecuada. ¿Dejar desprotegidas sus partes íntimas…? Se notaba a kilómetros que eran unos novatos y estaban pagando el precio de ello. Igual con el capitán que tenían tampoco les iría bien, después de todo, este solo era mucho ruido y pocas nueces.
Lo que sí le sorprendió fue el beso que una le dio a la otra, no porque fuera una persona homofóbica, sino que no estaba acostumbrada a las demostraciones de cariño en público. Pensaba que eran hermanas, bueno, era una suposición basada en la apariencia de cada una. Que fueran lesbianas no le incomodaba en lo absoluto, pero algo le decía que en realidad escondían un secreto mucho más… morboso.
La otra también había consumido una fruta del diablo, una mucho más interesante y apetitosa. Los ojos de la bruja brillaron como estrellas cuando vieron aparecer unas galletas aparentemente sabrosas. Sin embargo, no esperó que de un momento a otro se transformaran en estacas mortales. Estas atravesaron las armaduras de los soldados como si no fuesen la gran cosa, acabando con media decena de ellos en cuestión de segundos. Bien, debía admitir que las chicas eran algo hábiles, no obstante, aún tenían un largo camino por recorrer. Lo bueno es que tenían potencial, al menos el suficiente para llamar la atención de Katharina y querer inmiscuirse más de lo necesario en el asunto.
—¿Robar un barco…? No me digas que quieres huir porque les tienes miedo a estos inútiles, como los acabas de llamar —respondió la bruja con un dejo de arrogancia—. Es extraño encontrarse con usuarios en algún blue, aunque no imposible. ¿Una paramecia de creación de galletas? Interesante…, muy interesante. Ahora, me ocuparé del resto.
Un aura violácea comenzó a envolver su cuerpo durante unos breves segundos para luego disiparse en forma de onda. Los cuerpos de los muertos empezaron a retorcerse, moverse hacia un punto céntrico como si fueran marionetas controladas por hilos invisibles. Poco a poco los cadáveres comenzaron a formar el cuerpo de la Aberración, un muerto viviente de medidas colosales y una fuerza destructiva increíble. En cuestión de segundos, una gigantesca criatura de piel oscura y putrefacta apareció para arrebatar la vida de los horrorizados soldados. Destrozaba sus frágiles cuerpos como si no fuesen más resistentes que un lápiz para luego machacarlos con sus afilados dientes.
—Qué aburrido —murmuró para sí misma—. Quédate aquí para llamar la atención de los soldados que vendrán, quédate aquí y pelea hasta que, bueno, mueras otra vez.
El pequeño Bobby soltó un gruñido gutural y obedeció las órdenes de la bruja.
—Mi pequeña mascota podría acabar por sí sola con este reino, estoy segura de ello. Antes de robar un barco propongo saquear el castillo real, verán, estoy falta de dinero y me vendría bien contar con unas monedas extras. Prometo que la repartición será justa.
- Cosas usadas:
- Nombre de la técnica: Aberración
Naturaleza de la técnica: Espiritual
Descripción de la técnica: Se envuelve a sí misma en un aura de color violáceo y luego descarga una onda que junta cadáveres y almas por igual para formar un auténtico monstruo conocido como Aberración. El undead carece de inteligencia, pero es astuto. Posee una altura de 5 metros y sus piernas son verdaderos tentáculos con los que destroza a sus enemigos, mientras que sus manos carecen casi de forma. La criatura posee un 75% del nivel de la conjuradora, además cuenta con las siguientes características: fuerza y resistencia [cada 10 niveles], poder de destrucción y velocidad [cada 15 niveles], velocidad [cada 30 niveles].
Tiempo de canalización: 3 segundos.
Tiempo de recarga: 5 turnos.- Spoiler:
Sayumi Asagiri
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La reacción de Kumi a mi beso la verdad la espere, ella me había dado permiso para dejar correr mi vena sádica, pero al haberme tocado así antes de decirme que acabara con ellos, y las ganas que tenia de antes previamente la verdad no pude el contenerme el besarla, aunque sabía que eso descolocaría un poco a Kumi, pero sabía que me perdonaría por eso, pero más que nada es que ella me volvía loca. Ahora mi siguiente objetivo era cumplir su petición acabar con todos y cada uno de ellos, dejarlos con vida ahora ya era secundario, aunque mi intención era que sufrieran toda su vida las consecuencias de amenazar a Kumi, ella me había pedido algo y así seria, dado que yo seguía viva solo para hacerla feliz y cumplir cualquier petición que me hiciera.
Ya a estas alturas no escuchaba que estaba hablando Kumi con aquella bailarina, es más apenas veía algo más que no fuera todo rojo, puesto que había comenzado a correr, aquellos hombres ahora ya todos se retorcían de dolor esos los que estaban aún enteros, pero, aquello terminaría pronto, puesto que mis dagas buscaban su sangre. Pero antes de que pudiera hacer nada aquella bailarina uso su poder, uno que estaba claro que superaba con creces a algo tan minio como hacer aparecer extremidades donde una quisiera, la verdad es que convertir a los cadáveres en una masa que obedece ordenes para matar al resto en un suspiro la verdad es que quito cualquier diversión a lo que estábamos haciendo, y lo peor de todo yo no me había desquitado con ellos, mas que apretando las partes nobles de los que aun quedaban vivos antes de morir por el golem de la mujer.
Entonces me acerque a Kumi y colocando una rodilla en el suelo y la cabeza baja dije-Ya están todos muertos mi ama. ¿Cuál es el siguiente objetivo? Quería seguir matando, y más aún porque me habían robado las presas quería terminar con todos y cada uno, pero seguía sedienta de sangre, lo más importante para mí era seguir las ordenes de Kumi, no es que fuera incapaz de decidir por mí misma, es que si podía no hacerlo se lo encargaba a ella, para algo yo era como su instrumento para llevar a cabo sus brillantes planes.
No es que estuviera dejando a la bailarina en un segundo plano, es que ella no captaba mi interés, por poderosa que fuera, yo estaba con Kumi, por y para ella, si con las palabras que intercambiaron decidían algún tipo de alianza era decisión y ordenes de Kumi que yo siguiera aquellas indicaciones por lo demás aquello simplemente no iba conmigo.
Ya a estas alturas no escuchaba que estaba hablando Kumi con aquella bailarina, es más apenas veía algo más que no fuera todo rojo, puesto que había comenzado a correr, aquellos hombres ahora ya todos se retorcían de dolor esos los que estaban aún enteros, pero, aquello terminaría pronto, puesto que mis dagas buscaban su sangre. Pero antes de que pudiera hacer nada aquella bailarina uso su poder, uno que estaba claro que superaba con creces a algo tan minio como hacer aparecer extremidades donde una quisiera, la verdad es que convertir a los cadáveres en una masa que obedece ordenes para matar al resto en un suspiro la verdad es que quito cualquier diversión a lo que estábamos haciendo, y lo peor de todo yo no me había desquitado con ellos, mas que apretando las partes nobles de los que aun quedaban vivos antes de morir por el golem de la mujer.
Entonces me acerque a Kumi y colocando una rodilla en el suelo y la cabeza baja dije-Ya están todos muertos mi ama. ¿Cuál es el siguiente objetivo? Quería seguir matando, y más aún porque me habían robado las presas quería terminar con todos y cada uno, pero seguía sedienta de sangre, lo más importante para mí era seguir las ordenes de Kumi, no es que fuera incapaz de decidir por mí misma, es que si podía no hacerlo se lo encargaba a ella, para algo yo era como su instrumento para llevar a cabo sus brillantes planes.
No es que estuviera dejando a la bailarina en un segundo plano, es que ella no captaba mi interés, por poderosa que fuera, yo estaba con Kumi, por y para ella, si con las palabras que intercambiaron decidían algún tipo de alianza era decisión y ordenes de Kumi que yo siguiera aquellas indicaciones por lo demás aquello simplemente no iba conmigo.
- Datos de batalla:
- Nivel 10: Puede generar hasta 25 extremidades en un radio de 20 metros.
Técnica usada.
Nombre de la técnica: Robando las joyas.
Naturaleza de la técnica: Mejora de Akuma.
Descripción de la técnica: Sayumi hace aparecer un brazo en la zona lumbar de su enemigo o enemigos. Según la cantidad de extremidades disponibles. Pudiendo atacar a tantos adversarios a la vez como extremidades disponibles tenga. Una vez el Brazo a aparecido Sayumi lo utiliza para intentar apretar con gran fuerza los genitales del adversario pudiendo provocar un gran dolor, pudiendo a llegar a ser este insoportable. Esta técnica es ligeramente menos eficaz en mujeres, pero también produce un gran dolor. (El número de extremidades está fijado por el dominio de la Akuma).
Nota Importante: Debido a cómo funcionan los poderes de la Akuma las extremidades de la usuaria sienten el dolor de un posible contra ataque, y o efectos de las Akumas esto puede ser extremadamente peligroso según qué efectos, puesto que si por ejemplo uno de los brazos de la usuaria fueran convertidos en un juguete por el efecto de la Hobi Hobi, ella se convertiría en un juguete. Esto provoca que si siente desasido dolor su agarre se debilite notoriamente. Además, hacer brotar una extremidad sobre la piel de alguien puede sentirse como si te estuvieran tocando. Esto es aplicado a todas las técnicas de la Akuma.
Tiempo de canalización: 1 Segundo.
Tiempo de recarga: Duración 3 Turnos | 2 Turnos de reposo.
Turnos actuales de uso: 2 Y la técnica quedo anulada.
Kumi Asagiri
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Mi sonrisa amable fingida lentamente se iba disipando de mi rostro, cuando escuchaba las palabras de aquella bailarina. Realmente me molestaba que me cuestionaran, y más aún que me tachara de cobarde con aquel tono, pese a mi molestia mi rostro impasible no mostraba ninguna emoción. -¿Crees que he sentido miedo? Cuestionaba las palabras de la mujer. La mirada lentamente se comenzaba a tornar fría, gélida como un iceberg, a su vez un aura oscura como la noche envolvía toda mi alma. Tras decirle eso, la mujer parecía estar bastante interesada en mi poder, lo que no podía evitar sentir cierta desconfianza. Ella decía que mi Bisu Bisu era bastante interesante, pero que ella se ocuparía del resto. -Oh... no creo que sea necesario, ella puede ocuparse del resto. Decía sin tan siquiera mirar a mi hermana, pues sabía que no requería de mi ayuda. Mi atención estaba completamente en la mujer que tenía al frente.
Pero, esta hizo caso omiso, un aura envolvió su cuerpo, eso hizo saltar todas mis alarmas, todo mi ser me indicaba que un inminente peligro se cernía sobre nosotros. De pronto aquella aura se disipó, cualquier persona normal se relajaría, pero yo sentía el inminente peligro, instintivamente me giré rápido. -¡Sayumi! ¡Aléjate! Ordené bastante inquieta. “¿Qué es esto?” Me preguntaba, mientras una gota de sudor frío, caía por mi rostro. Pocas veces había sentido una sensación semejante, esa hostilidad y sed de sangre que sentía era bastante aterradora. “¿Qué es lo que estoy sintiendo?” Me preguntaba pues no lo había experimentado más que unas pocas veces, esta tensión que recorría mi ser no era normal en mí.
En ese instante, lo que temía se hizo realidad, una masa horripilante se levanta con los cadáveres de los enemigos abatidos. Mis no me engañaban, eso era un completo monstruo, pero a pesar de haber sentido su aura amenazadora y aterradora, ni Sayumi ni yo éramos sus objetivos. Esta aberración de la naturaleza que desprendía muerte y destrucción arremetía contra los hombres que aún quedaban con vida. La terrible fuerza de aquel monstruo el cual era nuestro aliado hacía temblar la tierra. Rápidamente acabó con todos los soldados que quedaban con vida. Después de la tormenta venía la calma, y eso era precisamente en este momento, lo que estaba sucediendo tras haber masacrado a los primeros enemigos, pero eso no quedaría ahí, todo el ruido que habíamos hecho no solo los soldados, quizá ya estaría la marine en camino.
Volviendo a mi calma habitual, aquella mujer, me dijo que su criatura podría destrozar la isla si se lo proponía, y no solo eso, me proponía dar un buen golpe en el castillo. Estaba segura que en el castillo aguardarían grandes botines, pero también grandes peligros, y no solo eso, habíamos hecho mucho ruido, lo que nos perjudicaría ya que los enemigos ahora están alerta. Pero, mi hermana se acercó a mí inclinándose, posando una rodilla en el suelo. Esta, me preguntó cuál sería el siguiente movimiento. Miré a Sayu al rostro, podía sentir aún sus ansias de ejecutar, y sobre todo después de que le arrebatasen sus presas no ayudaban a saciar su sed. Suspiré levemente, la opción más sensata sería escapar de una, ahora que podíamos, pero, mi hermanita debía saciarse con más cadáveres no podía negarle eso después de haberle desatado sus cadenas. -Está bien. Respondía fríamente a la mujer mientras acariciaba con una mano el pelo de mi hermanita. -Lo haremos, pero ahora no será tan fácil. Decía mientras podía escuchar los gritos y el ruido de los soldados que se aproximaban. Me metí la mano en un bolsillo de mi sudadera, para de ella sacar una mascarilla la cual cubría mi cara hasta la nariz, dejando al descubierto, mis ojos y mi frente. -Bien, te seguimos. Decía con un tono de voz algo distorsionado por la mascarilla.
Pero, esta hizo caso omiso, un aura envolvió su cuerpo, eso hizo saltar todas mis alarmas, todo mi ser me indicaba que un inminente peligro se cernía sobre nosotros. De pronto aquella aura se disipó, cualquier persona normal se relajaría, pero yo sentía el inminente peligro, instintivamente me giré rápido. -¡Sayumi! ¡Aléjate! Ordené bastante inquieta. “¿Qué es esto?” Me preguntaba, mientras una gota de sudor frío, caía por mi rostro. Pocas veces había sentido una sensación semejante, esa hostilidad y sed de sangre que sentía era bastante aterradora. “¿Qué es lo que estoy sintiendo?” Me preguntaba pues no lo había experimentado más que unas pocas veces, esta tensión que recorría mi ser no era normal en mí.
En ese instante, lo que temía se hizo realidad, una masa horripilante se levanta con los cadáveres de los enemigos abatidos. Mis no me engañaban, eso era un completo monstruo, pero a pesar de haber sentido su aura amenazadora y aterradora, ni Sayumi ni yo éramos sus objetivos. Esta aberración de la naturaleza que desprendía muerte y destrucción arremetía contra los hombres que aún quedaban con vida. La terrible fuerza de aquel monstruo el cual era nuestro aliado hacía temblar la tierra. Rápidamente acabó con todos los soldados que quedaban con vida. Después de la tormenta venía la calma, y eso era precisamente en este momento, lo que estaba sucediendo tras haber masacrado a los primeros enemigos, pero eso no quedaría ahí, todo el ruido que habíamos hecho no solo los soldados, quizá ya estaría la marine en camino.
Volviendo a mi calma habitual, aquella mujer, me dijo que su criatura podría destrozar la isla si se lo proponía, y no solo eso, me proponía dar un buen golpe en el castillo. Estaba segura que en el castillo aguardarían grandes botines, pero también grandes peligros, y no solo eso, habíamos hecho mucho ruido, lo que nos perjudicaría ya que los enemigos ahora están alerta. Pero, mi hermana se acercó a mí inclinándose, posando una rodilla en el suelo. Esta, me preguntó cuál sería el siguiente movimiento. Miré a Sayu al rostro, podía sentir aún sus ansias de ejecutar, y sobre todo después de que le arrebatasen sus presas no ayudaban a saciar su sed. Suspiré levemente, la opción más sensata sería escapar de una, ahora que podíamos, pero, mi hermanita debía saciarse con más cadáveres no podía negarle eso después de haberle desatado sus cadenas. -Está bien. Respondía fríamente a la mujer mientras acariciaba con una mano el pelo de mi hermanita. -Lo haremos, pero ahora no será tan fácil. Decía mientras podía escuchar los gritos y el ruido de los soldados que se aproximaban. Me metí la mano en un bolsillo de mi sudadera, para de ella sacar una mascarilla la cual cubría mi cara hasta la nariz, dejando al descubierto, mis ojos y mi frente. -Bien, te seguimos. Decía con un tono de voz algo distorsionado por la mascarilla.
- Datos de batalla:
- Habilidad:
- Kenbunshoku Haki Despertado: Permite escuchar la voz de los seres vivos de forma muy limitada. Concentrándose en un objetivo, el usuario podría prever sus acciones hostiles con un cuarto de segundo de antelación, y puede mantener esta concentración por un máximo de cinco asaltos. Alcanzar este nivel no requiere un entrenamiento, tan sólo llegar a una situación en la que pueda ser despertado.
- Arma:
- Nombre del objeto: Dark’s mask
Descripción: Se trata de un cubrebocas-respirador que consta de una parte de acero de damasco que cubre la parte frontal de la cara, alcanzando hasta la nariz, y que está acolchada por la parte interior para no ser incómoda. Además, varios tubos la recorren desde la parte más baja hasta la más alta, también hechos de metal. En el centro de la máscara hay una cremallera que solo ocupa parte del centro que, al bajarla, deja entrever un espacio libre.
Cualidades del material: Tenacidad, Dureza y Atermia especiales.
Cualidades excepcionales: Obviando su capacidad defensiva, el cubrebocas tiene, entre la parte exterior y la interior, un dial de llamas trucado para ser recargable y algo más potente, que se deja ver al bajar la cremalleras, activable con un simple movimiento de lengua. Así, al encenderlo, una llama nacerá, de siete metros de longitud, que se apagará al final del turno, y necesitará 4 turnos para enfriarse. Su temperatura puede causar quemaduras de segundo grado si se aplica de lleno.
Katharina von Steinhell
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Si bien había propuesto asaltar el castillo como si no fuese la gran cosa, no tenía muy claro cómo lo haría. Katharina creía que solo un robo a esa escala sería considerado un desafío para alguien como ella. Necesitaría tiempo para estudiar el lugar y reunir algo de información, además tampoco sabía dónde la reina guardaba su gran tesoro. La idea principal era minimizar el riesgo, había que hacer las cosas con cabeza y detenerse a pensar para no terminar en la horca. Esperaba que sus nuevas acompañantes vieran el panorama como lo veía ella misma, aunque dudaba un poco de la que parecía haber perdido la razón hacía mucho. La veía algo… acelerada, aunque estaría siendo muy humilde en su descripción.
—Lo mejor será ocultarnos un tiempo, ¿verdad? —les comentó mientras caminaba hacia el noreste—. Cuando hablé de saquear el castillo me refería a hacerlo bien, y eso toma algo de tiempo. —Se detuvo en la esquina del callejón para comprobar que no hubiera soldados y luego continuó la caminata—. Habrá que conseguir un mapa del castillo y averiguar dónde guarda el tesoro la reina. Oh, me olvido de algo, soy Katharina.
Entró a un edificio de piedra y madera que tenía un letrero colgado afuera con un nombre grabado: Bonna Vit. Si bien la taberna no era extremadamente lujosa, era un lugar decente que cumplía con estándares básicos de calidad. Estaba bien ambientado, haciendo un buen uso de la madera e incluso tenía un escenario donde un conjunto compuesto por tres músicos armonizaba la tarde. La bruja atravesó la estancia y se acercó a la barra para hablar con el tabernero, un hombre delgado y de ojos rasgados. Pasaba a Katharina por la menos dos cabezas y llevaba una camisa blanca impecable.
—Quiero dos habitaciones, una para mí y otra para ellas —le pidió al hombre.
—E-Espere un momento, señorita, ¿acaso…? Esas chicas…, esas chicas son iguales a las que los soldados están buscando.
«A pesar de haber acabado con todos los testigos igual… No, espera, los guardias no fueron los únicos que estuvieron ahí. ¿La gente del mercado…? Sí, ellos vieron a estas chicas», pensó mientras miraba de reojo a la extraña pareja.
En cualquier caso, un simple tabernero no sería obstáculo para la bruja.
—Es horrible lo que pasó en el mercado y me ofende que confunda a mis primas con los monstruos que hicieron algo así —respondió Katharina, haciéndose la dolida por la acusación del tabernero—. Puede que sean un dolor de cabeza todo el tiempo, pero ¿masacrar a esos hombres…? Olvídelo, buscaré otro sitio donde hospedarme.
—¡No, señorita, lo siento! Tiene razón, ni siquiera hay un retrato de esas asesinas. Tengo lo que necesita; serán 1200 berries la noche por habitación.
La bruja cogió las llaves y le dedicó una mirada pesada al tabernero, quien sonreía nervioso por haber confundido a esas dos adorables criaturas en asesinas sangrientas y despiadadas. Katharina no esperaba que la noticia viajase tan rápido, habiendo llegado a oídos y bocas de los soldados en cuestión de minutos. Estaba segura de que a ella no la habían visto, pero tampoco es como si le importase demasiado; un crimen más en su larga lista de crímenes le daría igual.
La habitación estaba compuesta por una ventana que daba hacia la calle, un escritorio y una pequeña cama bien armada. En caso de que las muchachas siguiesen ahí, les diría:
—Espero que les gusten los desafíos porque ahora mismo tenemos uno. Infiltrarse en el castillo es complicado; ¿hacerlo con toda la guardia buscándolas? Imposible. Bueno, lo sería de no ser porque estoy yo. —Se quedaría mirando la ventana y haría una pequeña pausa—. Decidí proponerles este trabajo no porque vaya por la vida aliándome con desconocidos, sino porque veo dos diamantes en bruto.
—Lo mejor será ocultarnos un tiempo, ¿verdad? —les comentó mientras caminaba hacia el noreste—. Cuando hablé de saquear el castillo me refería a hacerlo bien, y eso toma algo de tiempo. —Se detuvo en la esquina del callejón para comprobar que no hubiera soldados y luego continuó la caminata—. Habrá que conseguir un mapa del castillo y averiguar dónde guarda el tesoro la reina. Oh, me olvido de algo, soy Katharina.
Entró a un edificio de piedra y madera que tenía un letrero colgado afuera con un nombre grabado: Bonna Vit. Si bien la taberna no era extremadamente lujosa, era un lugar decente que cumplía con estándares básicos de calidad. Estaba bien ambientado, haciendo un buen uso de la madera e incluso tenía un escenario donde un conjunto compuesto por tres músicos armonizaba la tarde. La bruja atravesó la estancia y se acercó a la barra para hablar con el tabernero, un hombre delgado y de ojos rasgados. Pasaba a Katharina por la menos dos cabezas y llevaba una camisa blanca impecable.
—Quiero dos habitaciones, una para mí y otra para ellas —le pidió al hombre.
—E-Espere un momento, señorita, ¿acaso…? Esas chicas…, esas chicas son iguales a las que los soldados están buscando.
«A pesar de haber acabado con todos los testigos igual… No, espera, los guardias no fueron los únicos que estuvieron ahí. ¿La gente del mercado…? Sí, ellos vieron a estas chicas», pensó mientras miraba de reojo a la extraña pareja.
En cualquier caso, un simple tabernero no sería obstáculo para la bruja.
—Es horrible lo que pasó en el mercado y me ofende que confunda a mis primas con los monstruos que hicieron algo así —respondió Katharina, haciéndose la dolida por la acusación del tabernero—. Puede que sean un dolor de cabeza todo el tiempo, pero ¿masacrar a esos hombres…? Olvídelo, buscaré otro sitio donde hospedarme.
—¡No, señorita, lo siento! Tiene razón, ni siquiera hay un retrato de esas asesinas. Tengo lo que necesita; serán 1200 berries la noche por habitación.
La bruja cogió las llaves y le dedicó una mirada pesada al tabernero, quien sonreía nervioso por haber confundido a esas dos adorables criaturas en asesinas sangrientas y despiadadas. Katharina no esperaba que la noticia viajase tan rápido, habiendo llegado a oídos y bocas de los soldados en cuestión de minutos. Estaba segura de que a ella no la habían visto, pero tampoco es como si le importase demasiado; un crimen más en su larga lista de crímenes le daría igual.
La habitación estaba compuesta por una ventana que daba hacia la calle, un escritorio y una pequeña cama bien armada. En caso de que las muchachas siguiesen ahí, les diría:
—Espero que les gusten los desafíos porque ahora mismo tenemos uno. Infiltrarse en el castillo es complicado; ¿hacerlo con toda la guardia buscándolas? Imposible. Bueno, lo sería de no ser porque estoy yo. —Se quedaría mirando la ventana y haría una pequeña pausa—. Decidí proponerles este trabajo no porque vaya por la vida aliándome con desconocidos, sino porque veo dos diamantes en bruto.
Sayumi Asagiri
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Juramento Bajo La Luna
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Antes de que la mujer se encargara de todo aquello invocando a aquel monstruo deforme, Kumi me advirtió de algún peligro. Aquello me sorprendió, no sabía del todo bien como había logrado aquello, después ella intento calmarme ante mi falta de víctimas, su mano en mi cabeza si bien conseguía detenerme poco podía hacer por parar mis ansias de sangre, ella intentaba relajarme de esta manera. Su tacto era lo único que tenía este efecto en mí, podía notar como mi pulso bajaba, pero aun con todo quería seguir matando, aunque sabía que aquello se detendría, al menos por ahora, en el momento en el que Kumi accedió a unirnos con aquella mujer. Asumía que era de forma temporal, pero parecía ser que le había dado una buena razón, un buen botín detrás de un gran robo. Cuando decidimos irnos, para pasar más desapercibida y sobre todo para refrenarme y no mirar a los ojos a nadie, lo que me ayudaba a el hecho de querer matarlo, hice algo tan simple como ponerme la capucha.
Acabamos llegando a una posada, no era ni remotamente tan buen sitio como el que estaba descansando con Kumi, pero por esta noche debería valer, además hemos estado en sitios peores. Kath se encargó de todo incluso ella corría con los gastos, yo simplemente me estaba dejando llevar, intentando mantenerme bajo control, lo hacía por Kumi, pero estaba en mi limite. No podía más, una vez llegamos a la habitación, cerré la puerta con llave, y fui rápidamente al baño, debía de sujetarme, debía de frenarme, así que me quite la ropa, y entre a la ducha, en ese momento hice aparecer no menos de diez brazos para sujetarme, porque sabía que, si salía de este lugar, mataría sin ningún tipo de miramiento a cada persona que se encontraba en el edificio salvo a Kumi. no es que me importara, pero si lo hacía estaría desobedeciendo lo que mi hermanita me había pedido. En este momento solo deseaba que Kumi no entrara a aquí a buscarme para no verme en este estado, puesto que solo había otra cosa que podría calmarme, y Kumi lo sabría si es que me viera así. De mi boca no salía un solo sonido porque lo primero que hice, fue taparla con la primera mano que hice aparecer, aun así, ella podría entrar en cualquier momento y verme, así amordazada y desnuda y ella sabía el por qué. Yo solo cumpliría su voluntad, aunque tuviera que romperme como una muñeca, aunque quedara andrajosa y llena de moratones, yo vivía por y para servirla y sobre todo amarla.
Acabamos llegando a una posada, no era ni remotamente tan buen sitio como el que estaba descansando con Kumi, pero por esta noche debería valer, además hemos estado en sitios peores. Kath se encargó de todo incluso ella corría con los gastos, yo simplemente me estaba dejando llevar, intentando mantenerme bajo control, lo hacía por Kumi, pero estaba en mi limite. No podía más, una vez llegamos a la habitación, cerré la puerta con llave, y fui rápidamente al baño, debía de sujetarme, debía de frenarme, así que me quite la ropa, y entre a la ducha, en ese momento hice aparecer no menos de diez brazos para sujetarme, porque sabía que, si salía de este lugar, mataría sin ningún tipo de miramiento a cada persona que se encontraba en el edificio salvo a Kumi. no es que me importara, pero si lo hacía estaría desobedeciendo lo que mi hermanita me había pedido. En este momento solo deseaba que Kumi no entrara a aquí a buscarme para no verme en este estado, puesto que solo había otra cosa que podría calmarme, y Kumi lo sabría si es que me viera así. De mi boca no salía un solo sonido porque lo primero que hice, fue taparla con la primera mano que hice aparecer, aun así, ella podría entrar en cualquier momento y verme, así amordazada y desnuda y ella sabía el por qué. Yo solo cumpliría su voluntad, aunque tuviera que romperme como una muñeca, aunque quedara andrajosa y llena de moratones, yo vivía por y para servirla y sobre todo amarla.
Kumi Asagiri
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Juramento Bajo La Luna
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La fiesta parecía haber llegado a su fin, todos los guardias habían perecido en el intento de atraparnos. Sayumi parecía haberse calmado un poco, aunque podía notar su frustración. La mujer que nos había ayudado, nos ofreció dar un golpe en el castillo de la Reina, pero segundos después, dijo que debíamos ocultarnos. Eso me descolocó un poco, pues pensaba que íbamos a ir directamente, pero al parecer, quería planificar bien las cosas. Por un lado, me parecía bien, no obstante, no me agradaba la idea de esperar, pues estábamos siendo buscadas por el reino. Pero la mujer que se presentó como Katharina, alegaba que necesitaba un mapa del interior del castillo como también saber con exactitud donde guardaba sus tesoros. Asentí con la cabeza pese no estar del todo de acuerdo, pero era claro que necesitábamos un plan. Mi rostro se tornó inexpresivo, como lo solía ser normal, mientras caminaba siguiendo a la mujer.
-Yo me llamo Kumi, y la chica que está a mi lado, es mi hermana menor Sayumi. - Respondía con un tono cordial a la vez que señalaba con el dedo a la muchacha que presentaba. - Está bien, nosotras buscáremos la manera de conseguir un plano del castillo. Pero no será una tarea fácil, así que necesitaremos un plan de huida y un transporte, si puedes hacerte con eso podremos actuar. - No es que tuviera miedo, más bien era instinto de supervivencia, no podría nada más atacar sin tener un par de planes, necesitaba asegurar la vida de mi hermana en caso de que todo se tuerza.
Finalmente, llegamos a una especie de posada, no era tan lujosa como nos hospedamos Sayu y yo, pero, para refugiarse valía así que, por mí, todo bien. La bailarina entró y yo la seguí, ella directamente se dirigió al dueño para pedirle dos habitaciones. No pude imaginar lo que pasaría a continuación, pues parecía que aquel hombre nos había reconocido. Al escucharlo decir eso, mis manos con bastante disimulo se acercaban a mis armas, parecía ser que debíamos encargarnos del dueño y del resto de personas que estaban pululando por la recepción. Suspiré fuertemente, cuando de pronto una magnífica actuación de Katharina, hizo cambiar de opinión al hombre que no paraba de disculparse por su error.
Una leve sonrisa se dibujaba en mi rostro, a su vez, me relajaba por completo. Ella tomaría las dos llaves, yo simplemente me limité a seguirla, al llegar a la habitación, sin decir nada Sayumi tomó una de las llaves y sin más entro al cual sería nuestro cuarto. Mientras, yo me quedaba con la rubia, ella comentaba que sería un reto imposible de no estar con ella, eso, me hizo fruncir el ceño con cierto grado de molestia. - No nos subestimes, no hemos fallado en ningún golpe que hemos dado. - Decía con cierto grado de arrogancia. Ella añadía que ofreció aliarse con nosotras porque nos veía potencial, asentí a sus palabras, aunque ella no me estaba mirando. - No te arrepentirás de trabajar con nosotras, en cualquier caso, mañana daremos comienzo a los preparativos, asegúrate de tener lo que he pedido, en cambio yo recopilaré la máxima información que pueda. - Tras decir eso, me volteé para salir de su cuarto y dirigirme al mío.
Al llegar a la puerta, pude ver que esta la dejó abierta, parecía que tenía mucha prisa, tanto que no se dio cuenta de cerrarla. Suspiré profundamente, pues sabía cómo estaba mi pequeña. - Sayu... - Susurraba mientras entraba despacio por la puerta. Sigilosamente la cerré y me acercaba al cuarto de baño, pues se escuchaban ruidos en el interior. Sin preguntar entré en el, al entrar, pude ver como ella se encontraba amarrada lo más que podía con la habilidad que le otorgaba su fruta del diablo. Verla así me hacía sentir mal, pues sabía que sufría. Rápidamente me acerqué y la abracé con todas mis fuerzas a la vez que la besaba en la frente. - Ya esta... tranquila... estoy aquí... - Decía con una voz suave y tranquila esperando a que ella pudiera calmarse. Acariciaba su cabello con la esperanza de que ella misma dejase de sujetarse, pues eso me indicaría que está más calmada.
-Yo me llamo Kumi, y la chica que está a mi lado, es mi hermana menor Sayumi. - Respondía con un tono cordial a la vez que señalaba con el dedo a la muchacha que presentaba. - Está bien, nosotras buscáremos la manera de conseguir un plano del castillo. Pero no será una tarea fácil, así que necesitaremos un plan de huida y un transporte, si puedes hacerte con eso podremos actuar. - No es que tuviera miedo, más bien era instinto de supervivencia, no podría nada más atacar sin tener un par de planes, necesitaba asegurar la vida de mi hermana en caso de que todo se tuerza.
Finalmente, llegamos a una especie de posada, no era tan lujosa como nos hospedamos Sayu y yo, pero, para refugiarse valía así que, por mí, todo bien. La bailarina entró y yo la seguí, ella directamente se dirigió al dueño para pedirle dos habitaciones. No pude imaginar lo que pasaría a continuación, pues parecía que aquel hombre nos había reconocido. Al escucharlo decir eso, mis manos con bastante disimulo se acercaban a mis armas, parecía ser que debíamos encargarnos del dueño y del resto de personas que estaban pululando por la recepción. Suspiré fuertemente, cuando de pronto una magnífica actuación de Katharina, hizo cambiar de opinión al hombre que no paraba de disculparse por su error.
Una leve sonrisa se dibujaba en mi rostro, a su vez, me relajaba por completo. Ella tomaría las dos llaves, yo simplemente me limité a seguirla, al llegar a la habitación, sin decir nada Sayumi tomó una de las llaves y sin más entro al cual sería nuestro cuarto. Mientras, yo me quedaba con la rubia, ella comentaba que sería un reto imposible de no estar con ella, eso, me hizo fruncir el ceño con cierto grado de molestia. - No nos subestimes, no hemos fallado en ningún golpe que hemos dado. - Decía con cierto grado de arrogancia. Ella añadía que ofreció aliarse con nosotras porque nos veía potencial, asentí a sus palabras, aunque ella no me estaba mirando. - No te arrepentirás de trabajar con nosotras, en cualquier caso, mañana daremos comienzo a los preparativos, asegúrate de tener lo que he pedido, en cambio yo recopilaré la máxima información que pueda. - Tras decir eso, me volteé para salir de su cuarto y dirigirme al mío.
Al llegar a la puerta, pude ver que esta la dejó abierta, parecía que tenía mucha prisa, tanto que no se dio cuenta de cerrarla. Suspiré profundamente, pues sabía cómo estaba mi pequeña. - Sayu... - Susurraba mientras entraba despacio por la puerta. Sigilosamente la cerré y me acercaba al cuarto de baño, pues se escuchaban ruidos en el interior. Sin preguntar entré en el, al entrar, pude ver como ella se encontraba amarrada lo más que podía con la habilidad que le otorgaba su fruta del diablo. Verla así me hacía sentir mal, pues sabía que sufría. Rápidamente me acerqué y la abracé con todas mis fuerzas a la vez que la besaba en la frente. - Ya esta... tranquila... estoy aquí... - Decía con una voz suave y tranquila esperando a que ella pudiera calmarse. Acariciaba su cabello con la esperanza de que ella misma dejase de sujetarse, pues eso me indicaría que está más calmada.
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Así que el parecido no era una mera coincidencia, de verdad eran hermanas. Sí, hermanas. Los besos y las miradas pervertidas no se las había imaginado; le daba igual que fuesen lesbianas, la bruja jamás había condenado la orientación sexual de nadie. ¿Pero hermanas? Por un instante se imaginó a ella misma tocándole las partes a Freya y sintió asco, mucho asco. Lo mejor sería no involucrarse demasiado en la extraña relación que tenían Kumi y Sayumi, es decir, ¿cómo…? No, no, daba igual. Lo que importaba ahora era planificar el asalto al castillo que, pensándolo fríamente, casi parecía una estupidez. A ver, incluso con las habilidades sobrenaturales de la bruja colarse en tremenda fortaleza no sería fácil. Además, no tenían información alguna sobre los peligros que les esperaba y por dicha razón Katharina les había ordenado —sí, fue una orden— a las hermanas que se encargasen de ello.
Prefería asaltar el castillo en vez de perjudicar a las personas de a pie, no porque tuviera un espíritu particularmente heroico o se preocupase de los más débiles. Sacando cálculos rentaba mucho más robarle al pez gordo del barrio que hacer trabajillos mierdas y llevarse unos pocos berries. Katharina tenía planes, y para ponerlos en marcha necesitaba dinero. Y mucho. Tenía pensado usar a las hermanas para sus propios propósitos y les había dado la parte más difícil del trabajo: infiltrarse en el castillo y recopilar información. Perfectamente podía hacerlo la propia bruja, después de todo, sus habilidades como espía eran más que decentes y superaban en creces al promedio. Sin embargo, quería ver cuán capaces eran esos dos diamantes en bruto. Si no las atrapaban en el proceso y sobrevivían al asalto, quizás se las llevase con ella. Bueno, ahí iría viendo cómo se daban las cosas; la vida siempre tenía preparada un par de sorpresas.
Organizar una ruta de escape era sencillo y más que un transporte, en realidad bastaba con comprar un par de boletos a la isla más cercana y listo. Se ocuparía de conseguir unos buenos disfraces, unas máscaras interesantes y poco más. ¿O acaso pretendían robar un barco también? Algo le decía a Katharina que esas chicas tenían aires de ser fantasiosas. De alguna u otra manera, le recordaban a como era ella hace cuatro años cuando aún no conocía el mundo real y creía hacerlo. Si hacían un buen trabajo probablemente les enseñaría un par de cosas muy útiles.
Soltó una carcajada petulante al oír las quejas de Kumi.
—Te subestimaré todo lo que quiera…, a menos que tus actos digan más que tus palabras —le respondió con una sonrisa divertida, mirando a la chica con sus fríos ojos azules—. Llegado el momento tal vez me coma mis palabras; tal vez no. Y no te preocupes, tendré todo lo que necesitamos.
Estaba resultando ser un día muy… extraño. Había perdido la cartera e improvisó un baile que desencadenó en problemas, serios problemas. Terminó aliándose con dos desconocidas que parecían tener severos traumas. ¿Confiaba en ellas? Por supuesto que no, y no dudaría en traicionarlas si las cosas se tornaban en su contra. Suponía que ellas harían lo mismo. Así funcionaba el mundo criminal, ¿verdad? En cualquier caso, organizó mentalmente el día de mañana y luego se acostó. No tenía sueño ni estaba cansada, solo quería recostarse un momento.
Prefería asaltar el castillo en vez de perjudicar a las personas de a pie, no porque tuviera un espíritu particularmente heroico o se preocupase de los más débiles. Sacando cálculos rentaba mucho más robarle al pez gordo del barrio que hacer trabajillos mierdas y llevarse unos pocos berries. Katharina tenía planes, y para ponerlos en marcha necesitaba dinero. Y mucho. Tenía pensado usar a las hermanas para sus propios propósitos y les había dado la parte más difícil del trabajo: infiltrarse en el castillo y recopilar información. Perfectamente podía hacerlo la propia bruja, después de todo, sus habilidades como espía eran más que decentes y superaban en creces al promedio. Sin embargo, quería ver cuán capaces eran esos dos diamantes en bruto. Si no las atrapaban en el proceso y sobrevivían al asalto, quizás se las llevase con ella. Bueno, ahí iría viendo cómo se daban las cosas; la vida siempre tenía preparada un par de sorpresas.
Organizar una ruta de escape era sencillo y más que un transporte, en realidad bastaba con comprar un par de boletos a la isla más cercana y listo. Se ocuparía de conseguir unos buenos disfraces, unas máscaras interesantes y poco más. ¿O acaso pretendían robar un barco también? Algo le decía a Katharina que esas chicas tenían aires de ser fantasiosas. De alguna u otra manera, le recordaban a como era ella hace cuatro años cuando aún no conocía el mundo real y creía hacerlo. Si hacían un buen trabajo probablemente les enseñaría un par de cosas muy útiles.
Soltó una carcajada petulante al oír las quejas de Kumi.
—Te subestimaré todo lo que quiera…, a menos que tus actos digan más que tus palabras —le respondió con una sonrisa divertida, mirando a la chica con sus fríos ojos azules—. Llegado el momento tal vez me coma mis palabras; tal vez no. Y no te preocupes, tendré todo lo que necesitamos.
Estaba resultando ser un día muy… extraño. Había perdido la cartera e improvisó un baile que desencadenó en problemas, serios problemas. Terminó aliándose con dos desconocidas que parecían tener severos traumas. ¿Confiaba en ellas? Por supuesto que no, y no dudaría en traicionarlas si las cosas se tornaban en su contra. Suponía que ellas harían lo mismo. Así funcionaba el mundo criminal, ¿verdad? En cualquier caso, organizó mentalmente el día de mañana y luego se acostó. No tenía sueño ni estaba cansada, solo quería recostarse un momento.
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Mis temores se hicieron patentes cuando ella entro en el baño pues casi parecía que había ido directamente a donde me encontraba, realmente ella podía ser tan atenta cuando se lo proponía, a veces me paraba a pensar en lo que hacía, si estaba bien como me comportaba, si era correcto amar así a Kumi, no es que dudara de mí misma, o si me importaba lo que pensasen los demás de lo que hacía con mi hermana, la persona que más amaba en el mundo, mi amor era puro y sincero, podía verse como algo inmoral, o asqueroso desde fuera, pero nada de eso me importaba, era un amor real, uno sincero, y desde luego puro y no iba a dejar de amarla jamás. Ella entonces me abrazo, y me beso en la frente para después acariciarme el pelo, ella me relajaba, pero solo con esto no sería suficiente para calmarme, ella lo sabía, eso serviría para que dejara de sujetarme de forma violenta, pero mis deseos ahora se moverían a otra dirección y ella lo sabía, y aun así entro y me calmo ella era demasiado buena.
Deje de usar mis poderes para sujetarme, habían marcas del fuerte agarre por mi cuerpo, ella no era la primera vez que me veía hacer algo así controlar mis ansias de sangre me hacía mucho daño, no podía simplemente no hacerlo, solo había algo que me pudiera calmar del todo en este momento, así que me acerque a ella mientras la desnudaba lentamente, para pasar a la cama, ella entendía por qué hacía esto, ella me comprendía demasiado bien y que necesitaba esto si quería terminar de frenarme del todo, en cualquier caso habíamos terminado por hoy, y mañana ella podría explicarme nuestra parte en todo este asunto sin más problemas, pero hoy, y ahora, esta noche ella seria mía. Una vez ya en la cama deje correr todas nuestras pasiones, jadeos y gemidos resonaron en la habitación durante horas, hasta que por fin estaba ya saciada y podía conciliar el sueño abrazada a mi amante. Sabía que Katharina probablemente nos había escuchado, pero sinceramente en estos momentos no podría importarme menos, lo único que me importaba era hacer feliz a Kumi cuidarla y protegerla, aunque a veces por ello mismo tuviera que ser un poco egoísta como en el día de hoy.
Deje de usar mis poderes para sujetarme, habían marcas del fuerte agarre por mi cuerpo, ella no era la primera vez que me veía hacer algo así controlar mis ansias de sangre me hacía mucho daño, no podía simplemente no hacerlo, solo había algo que me pudiera calmar del todo en este momento, así que me acerque a ella mientras la desnudaba lentamente, para pasar a la cama, ella entendía por qué hacía esto, ella me comprendía demasiado bien y que necesitaba esto si quería terminar de frenarme del todo, en cualquier caso habíamos terminado por hoy, y mañana ella podría explicarme nuestra parte en todo este asunto sin más problemas, pero hoy, y ahora, esta noche ella seria mía. Una vez ya en la cama deje correr todas nuestras pasiones, jadeos y gemidos resonaron en la habitación durante horas, hasta que por fin estaba ya saciada y podía conciliar el sueño abrazada a mi amante. Sabía que Katharina probablemente nos había escuchado, pero sinceramente en estos momentos no podría importarme menos, lo único que me importaba era hacer feliz a Kumi cuidarla y protegerla, aunque a veces por ello mismo tuviera que ser un poco egoísta como en el día de hoy.
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No me importaba lo más mínimo ver la expresión al enterarse el parentesco que me unía con Sayumi, la verdad es que solo me importaba una única persona en este mundo, y no era nadie más que mi hermanita. También ignoraba las palabras provocativas y arrogantes de aquella mujer llamada Katharina, parecía que era otra de esas personas que nos subestimaba por el mero hecho de la apariencia física, un gran error que bajo nuestra experiencia ya habíamos visto, pues quien pecaba de soberbia solía acabar por lo general bastante mal. Pero eso ya es otro caso, no me importaba ella lo más mínimo, simplemente es una herramienta para conseguir lo que ansío. No me importaría seguirle el juego por un tiempo si con ello lograse mis objetivos. No confiaba en ella, como tampoco esperaba que ella lo hiciera conmigo, lo único que espero de esta mujer simplemente es cumplir con el trabajo. Claro está, esta mujer nos estaba usando, pues además era bastante descarado, ya que nos dejaba el trabajo más complejo. Pero por otra parte era un uso mutuo, pues sabía que sin ella ese golpe sería mucho más complejo. - Eso espero. - Respondí únicamente a su comentario, ignorando sus faltas de respeto producidas por un enorme ego. De cualquier forma, simplemente me di la vuelta y me marché de su cuarto para entrar en el mío.
Al llegar al cuarto, tuve todos los indicios de que algo andaba mal. La puerta entreabierta, al entrar la ropa de ella toda tirada por el suelo, dejando un rastro de ropa que me llevaba al cuarto de baño. Sin pensarlo, decidí entrar, pues sabía que cuando se ponía así se podría llegar a autolesionar. Entré de golpe y rápidamente la abracé acariciándole el cabello y besándole en la frente. Ese acto de cariño, sabía que sería suficiente para refrenar esos impulsos destructivos, que ella tenía. Lentamente sus manos generadas por su poder fueron desapareciendo, y, lo sabía. Podía ver unas grandes marcas en su cuerpo desnudo, ella se había sujetado tan fuerte que aquellas zonas estaban bastante marcadas, pero al menos, en esta ocasión no se había hecho heridas. Suspiré de alivio al ver que no era tan grabe. Sin embargo, frenarla de esa manera, implicaba despertar otro de sus instintos.
Comenzó a desnudarme, con poca delicadeza, generalmente no me gustaba que fuera tan brusca, pero Sayu no podía reprimir el frenesí que ahora estaba sintiendo y sabía que ella estaba sufriendo, así que yo sería su contenedor. No me importaba que me usase de esa manera si así ella dejase de sufrir. Sayumi no se contuvo lo más mínimo, y me llevó a la cama. Ya había practicado sexo con ella y en ocasiones de forma muy apasionada, pero esta vez fue muy salvaje. La gran parte de la noche la pasamos de esa manera, gritos, gemidos, golpes entre otras cosas. De no ser por estar acostumbrada a ella me habría destrozado. A la mañana siguiente, desperté y todo había vuelto a la normalidad, pero estaba Sayu tan cansada que parecía estar dormida profundamente, la sacudí un poco. - Sayu... despierta... tenemos trabajo... - Susurré al oído, mientras escuchaba pequeños ruiditos que ella hacía, tras eso, le di un besito en la frente.
Al llegar al cuarto, tuve todos los indicios de que algo andaba mal. La puerta entreabierta, al entrar la ropa de ella toda tirada por el suelo, dejando un rastro de ropa que me llevaba al cuarto de baño. Sin pensarlo, decidí entrar, pues sabía que cuando se ponía así se podría llegar a autolesionar. Entré de golpe y rápidamente la abracé acariciándole el cabello y besándole en la frente. Ese acto de cariño, sabía que sería suficiente para refrenar esos impulsos destructivos, que ella tenía. Lentamente sus manos generadas por su poder fueron desapareciendo, y, lo sabía. Podía ver unas grandes marcas en su cuerpo desnudo, ella se había sujetado tan fuerte que aquellas zonas estaban bastante marcadas, pero al menos, en esta ocasión no se había hecho heridas. Suspiré de alivio al ver que no era tan grabe. Sin embargo, frenarla de esa manera, implicaba despertar otro de sus instintos.
Comenzó a desnudarme, con poca delicadeza, generalmente no me gustaba que fuera tan brusca, pero Sayu no podía reprimir el frenesí que ahora estaba sintiendo y sabía que ella estaba sufriendo, así que yo sería su contenedor. No me importaba que me usase de esa manera si así ella dejase de sufrir. Sayumi no se contuvo lo más mínimo, y me llevó a la cama. Ya había practicado sexo con ella y en ocasiones de forma muy apasionada, pero esta vez fue muy salvaje. La gran parte de la noche la pasamos de esa manera, gritos, gemidos, golpes entre otras cosas. De no ser por estar acostumbrada a ella me habría destrozado. A la mañana siguiente, desperté y todo había vuelto a la normalidad, pero estaba Sayu tan cansada que parecía estar dormida profundamente, la sacudí un poco. - Sayu... despierta... tenemos trabajo... - Susurré al oído, mientras escuchaba pequeños ruiditos que ella hacía, tras eso, le di un besito en la frente.
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Despertó cuando los primeros rayos de sol se filtraron por la ventana, golpeándole con suavidad el rostro. Estiró los brazos y bostezó profundamente; quería seguir durmiendo. Por culpa de unas hermanas sin nada de vergüenza le costó conciliar el sueño, puesto que la mitad de la noche se la pasó escuchando gemidos y golpes. ¿Acaso así debían sonar los orgasmos…? Tenía grandes planes para esas dos… si es que cumplían sus expectativas, por supuesto. Si le demostraban que podían ser útiles y conseguir la información que necesitaba, les propondría algo que difícilmente un par de novatas rechazaría. Aún le faltaba un largo camino por recorrer para compararse a cualquiera de los Emperadores del Nuevo Mundo, pero poseía una fuerza excepcional. Proponer protección a cambio de lealtad le parecía un trueque muy interesante. Curiosamente, en Hallstat había encontrado verdaderas promesas que podía moldear a su conveniencia.
Se puso el kimono que solía llevar en casi todas las ocasiones, compuesto por un pronunciado escote y unas largas y anchas mangas. Unos pliegues de seda rojos colgaban de la pieza original, y un obi del mismo color, con un engorroso diseño de estrellas y flores, cubría su estómago. Se había sujetado el cabello con una fina cinta negra, dejando que un largo mechón pelirrosa cayera sobre su rostro. Se miró al espejo de la habitación y sonrió: era preciosa. Quizás algunos pensasen que esa belleza se debía a los poderes de su fruta del diablo, pero nada más alejado de la realidad.
Golpeó con suavidad la puerta de la habitación adyacente, donde estaban las hermanas. En caso de que cualquiera de las dos saliera a atenderle, les dejaría su número de DDM; necesitaba que estuvieran comunicadas. Una vez hecho eso —y tras zamparse un desayuno de una hora—, salió a la avenida principal en busca de una biblioteca o algo así. Esperaba encontrar un documento o cualquier cosa que le pudiera ser de utilidad para diseñar una ruta de huida. No conocía la inmensidad de Astelia, pero estaba segura de que encontraría el camino más directo hasta el puerto. También se dio cuenta de la cantidad de soldados que vigilaban las calles. ¿Debía sorprenderle? Solo había pasado un día desde la masacre y, si pasaba cerca de la plaza, podría oler la sangre. Le hacía pensar que las hermanas lo tendrían mucho más difícil.
Se puso el kimono que solía llevar en casi todas las ocasiones, compuesto por un pronunciado escote y unas largas y anchas mangas. Unos pliegues de seda rojos colgaban de la pieza original, y un obi del mismo color, con un engorroso diseño de estrellas y flores, cubría su estómago. Se había sujetado el cabello con una fina cinta negra, dejando que un largo mechón pelirrosa cayera sobre su rostro. Se miró al espejo de la habitación y sonrió: era preciosa. Quizás algunos pensasen que esa belleza se debía a los poderes de su fruta del diablo, pero nada más alejado de la realidad.
Golpeó con suavidad la puerta de la habitación adyacente, donde estaban las hermanas. En caso de que cualquiera de las dos saliera a atenderle, les dejaría su número de DDM; necesitaba que estuvieran comunicadas. Una vez hecho eso —y tras zamparse un desayuno de una hora—, salió a la avenida principal en busca de una biblioteca o algo así. Esperaba encontrar un documento o cualquier cosa que le pudiera ser de utilidad para diseñar una ruta de huida. No conocía la inmensidad de Astelia, pero estaba segura de que encontraría el camino más directo hasta el puerto. También se dio cuenta de la cantidad de soldados que vigilaban las calles. ¿Debía sorprenderle? Solo había pasado un día desde la masacre y, si pasaba cerca de la plaza, podría oler la sangre. Le hacía pensar que las hermanas lo tendrían mucho más difícil.
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Me desperté tranquila, relajada, Kumi me estaba despertando suavemente para comenzar a trabajar. La noche pasada ella consiguió calmarme, tan solo tal vez había sido demasiado brusca, pero todo había sido culpa de esa mujer, todo lo que ocurrió esta noche y las marcas que ahora estaban en mis brazos, estaba un poco molesta, pero no tenia de otra, robaríamos ese castillo y luego ya veríamos que pasaría. Antes de que pudiera reaccionar el sonido de la puerta me hizo ponerme en guardia rápidamente me incorpore y tome una de mis armas, pero al abrir vi que era Katharia ella me dio su número de Den Den Mushi.
Cerré la puerta y me di cuenta de que había ido a abrirla completamente desnuda, bueno espero que hubiera disfrutado de la vista, porque el pudor no estaba entre mis virtudes. En ese momento me acerqué a la cama, mejor dicho, a Kumi y le di un beso en la mejilla. -Bueno como dices tenemos un trabajo pendiente, me encargare de obtener material hermanita. Imagine mi papel en todo esperaba que aquello le gustase a Kumi. Probablemente ella querría investigar el terreno y yo no era buena en eso, así que supongo que mi papel sería la de obtener materiales necesarios, algo de armamento y el elemento sorpresa, es decir pasar de nuevo por nuestro hotel y recoger nuestro equipo y eso solo para empezar. Ya vería donde conseguir chucherías para llevar acabo el golpe, estaba ya pensado en algo enorme y estrafalario a otro nivel, una sorpresa inconmensurable, y debía serlo un castillo no es fácil de asaltar, necesitábamos algo muy pesado y fuerte, aunque ya habia oído los rumores de algo así, tal vez podría conseguirlo sin demasiado esfuerzo.
Cerré la puerta y me di cuenta de que había ido a abrirla completamente desnuda, bueno espero que hubiera disfrutado de la vista, porque el pudor no estaba entre mis virtudes. En ese momento me acerqué a la cama, mejor dicho, a Kumi y le di un beso en la mejilla. -Bueno como dices tenemos un trabajo pendiente, me encargare de obtener material hermanita. Imagine mi papel en todo esperaba que aquello le gustase a Kumi. Probablemente ella querría investigar el terreno y yo no era buena en eso, así que supongo que mi papel sería la de obtener materiales necesarios, algo de armamento y el elemento sorpresa, es decir pasar de nuevo por nuestro hotel y recoger nuestro equipo y eso solo para empezar. Ya vería donde conseguir chucherías para llevar acabo el golpe, estaba ya pensado en algo enorme y estrafalario a otro nivel, una sorpresa inconmensurable, y debía serlo un castillo no es fácil de asaltar, necesitábamos algo muy pesado y fuerte, aunque ya habia oído los rumores de algo así, tal vez podría conseguirlo sin demasiado esfuerzo.
Kumi Asagiri
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Akuma no mi
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Juramento Bajo La Luna
NORTH BLUE | HALLSTAT | Pasado
Poco después de lograr despertar a la dormilona de Sayumi, se escuchó el sonido de la puerta. Sayu, como de costumbre muy despreocupada, abrió la puerta estando completamente desnuda. Miraba a mi hermana, una pequeña risa se me escapaba, pues, podría imaginarme la cara de la mujer. Ella le entregó un papel y sin más cerró la puerta. El plan parecía dar comienzo, mi pequeña caminaba hasta mi posición, aun estando en la cama. Le di un pequeño beso cuando me dijo que ella se ocuparía de traer todo el material, dejándome claro está la tarea más compleja sin lugar a dudas. Suspiré levemente con una sonrisa. - Está bien, cielo. - Decía acariciando su mejilla.
Tras eso, me levantaba de la cama, para vestirme con mis ropas, posteriormente equiparme con mis armas, pues tenía una peligrosa misión. Al terminar de armarme, le di un gran abrazo a mi pequeñita, pues si me pillaban podría ser que tardaría en verla o posiblemente nunca más. En cualquier caso, ahora debía centrarme en mi deber. Una vez hechas las despedidas, salí por la ventana y de forma bastante ágil, trepé por la pared hasta alcanzar el tejado. Una vez ahí de forma sigilosa comenzaba a moverme, saltando a otro tejado que estaba próximo al edificio de la posada. Una vez en ese edificio, con cuidado de no caerme, iba descendiendo, hasta que finalmente alcancé el suelo. Una vez en el suelo, me puse la capucha y me mezclé con los ciudadanos de la zona, ocultando así el rastro, pues nadie me habría visto abandonar la posada. Así que ahora ya estaría lista para comenzar a recopilar información, con cuidado de no ser descubierta.
Tras eso, me levantaba de la cama, para vestirme con mis ropas, posteriormente equiparme con mis armas, pues tenía una peligrosa misión. Al terminar de armarme, le di un gran abrazo a mi pequeñita, pues si me pillaban podría ser que tardaría en verla o posiblemente nunca más. En cualquier caso, ahora debía centrarme en mi deber. Una vez hechas las despedidas, salí por la ventana y de forma bastante ágil, trepé por la pared hasta alcanzar el tejado. Una vez ahí de forma sigilosa comenzaba a moverme, saltando a otro tejado que estaba próximo al edificio de la posada. Una vez en ese edificio, con cuidado de no caerme, iba descendiendo, hasta que finalmente alcancé el suelo. Una vez en el suelo, me puse la capucha y me mezclé con los ciudadanos de la zona, ocultando así el rastro, pues nadie me habría visto abandonar la posada. Así que ahora ya estaría lista para comenzar a recopilar información, con cuidado de no ser descubierta.
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