Lance Kashan
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Akuma no mi
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Hollstat, Hollstat… ¿O era Hallstat? A día de hoy no me acuerdo ni de cómo se escribecorrectamente y, para qué engañarnos, tampoco es que sienta la necesidad de saberlo. Un nombre poco claro y para nada destacable, bastante indicado para lo que parecía, al menos de costas para fuera, una isla más, igual que las otras tantas decenas que plagaban los Blues. De todas formas, supongo que lo importante aquí es el relato, y ya cada uno será libre de dictaminar cuán interesante le parece esta pequeña masa de tierra en referencia a lo que sucedió.
¿La razón y excusa de que esta vez hubiera terminado en un mar cardinal? Bueno, Yggdrasil me había encargado, de una manera remunerada, el aparecer por algunas islas algo desperdigadas para dar a conocer nuestra causa entre aquellos que sí valiesen la pena entre la mayoría. O, en resumen, buscar gente con talento o poder afín a nuestros ideales y, simplemente no podía hacer otra cosa más que reírme o enfadarme con el que lo había pedido. Es decir, ¿qué demonios esperas encontrar en un lugar como este? Si casi no había gente del nivel que necesitábamos en el paraíso, me parecía bastante poco probable el que alguien de un calibre como aquel estuviese entre civiles y bandidos de poca monta, pero era mi deber el buscar si me habían pagado. Y si, además de todo aquello, tenía un barco volador que me permitía atravesar la Reverse Mountain sin mayores problemas, y un pequeño grupo de gente preparada que me tenía un mínimo respeto, no había razón alguna para negarse.
Ya que mi jefe no estaba conmigo en aquella aventura, simplemente podía ocupar la habitación más grande y cómoda durante el trayecto, que no parecía ser corto. No tocaba, más por pereza que por otra cosa, cualquier decoración que tuviera, pero sí que llenaba los cofres con la ropa que utilizaría y, encima de la mesa, el traje de Kirin. Es el que utilizaría para llevar a cabo los reclutamientos ya que, si me tenía que arriesgar a descubrir mi identidad cada vez que viera potencial en alguien, quizás a la mañana siguiente me encontraba mi cartel en las noticias, y aquella idea no me apasionaba precisamente. Así, una vez llegamos a la segunda isla del trayecto, siendo que la primera había sido más para recoger víveres y darnos una buena ducha que para otra cosa, me cambié de ropa y bajamos al puerto a desembarcar.
Aquel lugar emitía un aura muy parecida a las islas del Paraíso: no sabías lo que podías esperarte dentro. Al fin y al cabo, muy como sucedía en Little Garden, viendo la antigüedad de las casas y la forma de vivir de los habitantes, cualquiera diría que habíamos retrocedido años y años. Era sorprendente, y hasta insultante, que en el mismo mundo pudieran convivir capitales tecnológicas como Dark Dome y ciudades medievales como aquella, pero quizás era aquella otra de las particularidades que tenía la diferencia de mares. De todas formas, no me desagradaba la idea, y hasta me sentía cómodo viendo aquellas murallas que, aunque no me podrían frenar si yo quería, me proporcionaban una especie de sensación de protección. Al igual que las calles rebosaban paz con el gentío, y la gente no se veía entristecida, yo también tendía a sentirme optimista sin ningún sentido.
Con ese optimismo en un puño, decidí probar suerte de la forma más burda y básica posible: entrar a una taberna. Una taberna que, por cierto, cumplía todos y cada uno de los estándares de bar de película, con sus mesas redondas de madera, sus borrachos en las esquinas, o su camarero escupiendo en un va—Iugh. Pedí un refresco ante la atenta mirada de cualquiera en el bar, y tomé la lata que me ofrecía, dejando aquel vaso, que antaño era transparente y ahora gris, de lado. Dando un par de sorbos, miré al señor, vestido con un traje que desentonaba y un pelo repeinado que lo hacía aún más, y negó con la cabeza.
—No. — La mueca de sorpresa en mi cara se debió de notar, si no fuera por la máscara opaca que la cubría.
—¿No…? — Solía intentar hablar lo menos posible en aquellas situaciones, bien para no destacar por mi voz, bien para no dar pistas de mi identidad, pero aquella situación me superaba para solo quedarme callado, mirándole.
—Aquí no vendemos drogas. Ni prostitutas, así que mala suerte. — Los gestos del hombre hacían torcerse el pequeño bigote, del que no me había estado percatando hasta ese momento. — Puedes probar al norte de la ciudad, así que no me des muchos problemas.
—Venía buscando gente capaz. — Intentaba mantener la seriedad en aquella situación, pero realmente estaba lo suficientemente confundido como que las palabras salieran algo atropelladas de mi boca.
—¡Aaah! ¡Deberías haberlo dicho antes! — Su mano se abalanzó sobre mi hombro y me lo apretó de forma cordial, como si fuéramos amigos celebrando la victoria de un equipo. — ¡Chicos, busca gente capaz! — Giré mi cabeza, dejando de mirar al vendedor, y vi que todos los clientes habían subido la cabeza, como si se tratasen de una manada de ciervos ante un depredador. ¿Estaban…, intimidados? Aquellos ojos ebrios no eran transparentes: aquella capa de alcohol y cansancio me hacía incapaz descubrir que pensaban. Así que me sentí sorprendido cuando uno de ellos se arrancó a reír, y el resto lo acompañaron. Miré nuevamente al que había hablado conmigo, y su sonrisa burlona me descubría lo que sucedía: la broma que les parecía tan jocosa era yo.
Levantando las manos, como si dijera ‘’Me habéis pillado’’, miré al resto. Hasta los que se habían desmayado estaban reincorporados, ansiosos de seguir soltando carcajadas. Quería pegarle un par de puñetazos a todos, uno a uno y, para no montar un escándalo, trataba de quedarme con sus caras para repartir luego justicia si los encontraba en la calle, pero algo me robó toda la atención disponible: una sombra cubrió todas las ventanas del local, que bien podían cubrir el metro cada una, y desapareció al instante. Corrí hacia la puerta y, empujándola, pude salir a la calle, viendo que todos y cada uno de los viandantes habían perdido su perpetua sonrisa para dar lugar a una mueca de horror. Una gigantesca masa de pelos y músculos, de color negro y cuádrupeda, se iba paseando por el lugar dando grandes zancadas. Por reflejo, disparé un rayo desde mi dedo, uno pequeño y discreto, hacia el gran blanco, y este se dio la vuelta y comenzó a correr hacia mí, parándose frente de mí. Curiosamente, no parecía enfadado, sino más bien curioso de mi condición o, mejor dicho, de quién había sido el causante de aquel chispazo, y cómo, pero quién sabe, quizás también me quería de cena. Si me atacaba, tenía claro que esquivaría de una forma u otra, bien con agilidad, bien con mi fruta, tratando de destacar lo menos posible con mis descargas, y sin atacar por el momento al animal.
¿La razón y excusa de que esta vez hubiera terminado en un mar cardinal? Bueno, Yggdrasil me había encargado, de una manera remunerada, el aparecer por algunas islas algo desperdigadas para dar a conocer nuestra causa entre aquellos que sí valiesen la pena entre la mayoría. O, en resumen, buscar gente con talento o poder afín a nuestros ideales y, simplemente no podía hacer otra cosa más que reírme o enfadarme con el que lo había pedido. Es decir, ¿qué demonios esperas encontrar en un lugar como este? Si casi no había gente del nivel que necesitábamos en el paraíso, me parecía bastante poco probable el que alguien de un calibre como aquel estuviese entre civiles y bandidos de poca monta, pero era mi deber el buscar si me habían pagado. Y si, además de todo aquello, tenía un barco volador que me permitía atravesar la Reverse Mountain sin mayores problemas, y un pequeño grupo de gente preparada que me tenía un mínimo respeto, no había razón alguna para negarse.
Ya que mi jefe no estaba conmigo en aquella aventura, simplemente podía ocupar la habitación más grande y cómoda durante el trayecto, que no parecía ser corto. No tocaba, más por pereza que por otra cosa, cualquier decoración que tuviera, pero sí que llenaba los cofres con la ropa que utilizaría y, encima de la mesa, el traje de Kirin. Es el que utilizaría para llevar a cabo los reclutamientos ya que, si me tenía que arriesgar a descubrir mi identidad cada vez que viera potencial en alguien, quizás a la mañana siguiente me encontraba mi cartel en las noticias, y aquella idea no me apasionaba precisamente. Así, una vez llegamos a la segunda isla del trayecto, siendo que la primera había sido más para recoger víveres y darnos una buena ducha que para otra cosa, me cambié de ropa y bajamos al puerto a desembarcar.
Aquel lugar emitía un aura muy parecida a las islas del Paraíso: no sabías lo que podías esperarte dentro. Al fin y al cabo, muy como sucedía en Little Garden, viendo la antigüedad de las casas y la forma de vivir de los habitantes, cualquiera diría que habíamos retrocedido años y años. Era sorprendente, y hasta insultante, que en el mismo mundo pudieran convivir capitales tecnológicas como Dark Dome y ciudades medievales como aquella, pero quizás era aquella otra de las particularidades que tenía la diferencia de mares. De todas formas, no me desagradaba la idea, y hasta me sentía cómodo viendo aquellas murallas que, aunque no me podrían frenar si yo quería, me proporcionaban una especie de sensación de protección. Al igual que las calles rebosaban paz con el gentío, y la gente no se veía entristecida, yo también tendía a sentirme optimista sin ningún sentido.
Con ese optimismo en un puño, decidí probar suerte de la forma más burda y básica posible: entrar a una taberna. Una taberna que, por cierto, cumplía todos y cada uno de los estándares de bar de película, con sus mesas redondas de madera, sus borrachos en las esquinas, o su camarero escupiendo en un va—Iugh. Pedí un refresco ante la atenta mirada de cualquiera en el bar, y tomé la lata que me ofrecía, dejando aquel vaso, que antaño era transparente y ahora gris, de lado. Dando un par de sorbos, miré al señor, vestido con un traje que desentonaba y un pelo repeinado que lo hacía aún más, y negó con la cabeza.
—No. — La mueca de sorpresa en mi cara se debió de notar, si no fuera por la máscara opaca que la cubría.
—¿No…? — Solía intentar hablar lo menos posible en aquellas situaciones, bien para no destacar por mi voz, bien para no dar pistas de mi identidad, pero aquella situación me superaba para solo quedarme callado, mirándole.
—Aquí no vendemos drogas. Ni prostitutas, así que mala suerte. — Los gestos del hombre hacían torcerse el pequeño bigote, del que no me había estado percatando hasta ese momento. — Puedes probar al norte de la ciudad, así que no me des muchos problemas.
—Venía buscando gente capaz. — Intentaba mantener la seriedad en aquella situación, pero realmente estaba lo suficientemente confundido como que las palabras salieran algo atropelladas de mi boca.
—¡Aaah! ¡Deberías haberlo dicho antes! — Su mano se abalanzó sobre mi hombro y me lo apretó de forma cordial, como si fuéramos amigos celebrando la victoria de un equipo. — ¡Chicos, busca gente capaz! — Giré mi cabeza, dejando de mirar al vendedor, y vi que todos los clientes habían subido la cabeza, como si se tratasen de una manada de ciervos ante un depredador. ¿Estaban…, intimidados? Aquellos ojos ebrios no eran transparentes: aquella capa de alcohol y cansancio me hacía incapaz descubrir que pensaban. Así que me sentí sorprendido cuando uno de ellos se arrancó a reír, y el resto lo acompañaron. Miré nuevamente al que había hablado conmigo, y su sonrisa burlona me descubría lo que sucedía: la broma que les parecía tan jocosa era yo.
Levantando las manos, como si dijera ‘’Me habéis pillado’’, miré al resto. Hasta los que se habían desmayado estaban reincorporados, ansiosos de seguir soltando carcajadas. Quería pegarle un par de puñetazos a todos, uno a uno y, para no montar un escándalo, trataba de quedarme con sus caras para repartir luego justicia si los encontraba en la calle, pero algo me robó toda la atención disponible: una sombra cubrió todas las ventanas del local, que bien podían cubrir el metro cada una, y desapareció al instante. Corrí hacia la puerta y, empujándola, pude salir a la calle, viendo que todos y cada uno de los viandantes habían perdido su perpetua sonrisa para dar lugar a una mueca de horror. Una gigantesca masa de pelos y músculos, de color negro y cuádrupeda, se iba paseando por el lugar dando grandes zancadas. Por reflejo, disparé un rayo desde mi dedo, uno pequeño y discreto, hacia el gran blanco, y este se dio la vuelta y comenzó a correr hacia mí, parándose frente de mí. Curiosamente, no parecía enfadado, sino más bien curioso de mi condición o, mejor dicho, de quién había sido el causante de aquel chispazo, y cómo, pero quién sabe, quizás también me quería de cena. Si me atacaba, tenía claro que esquivaría de una forma u otra, bien con agilidad, bien con mi fruta, tratando de destacar lo menos posible con mis descargas, y sin atacar por el momento al animal.
- Remembers:
- Encargo:
- Nombre del encargo: Problemas lupinos
Contratante: Jor G Dan
Descripción del encargo: Desde hace varias semanas los lobos que habitan los bosques de la isla han comenzado a comportarse de forma extraña, atacando en manada y actuando de forma organizada. No sabemos por qué ni cómo ha ocurrido esto, pero están diezmando nuestro ganado. Necesitamos ayuda para no perder todos nuestros animales a manos de estos depredadores.
Objetivos Secundarios: No solo pongas solución al problema, además debes averiguar por qué ha ocurrido.
Recompensa: Somos gente humilde que no puede ofrecer dinero, pero sí nuestras habilidades, por lo que cada participante recibirá un NPC artesano especial.
Recompensa por Objetivos Secundarios o Alternativos: Una técnica basada en lógica o deducción de categoría especial.
Clasificación: Común
Lugar: North Blue
Máximo de participantes: 3
Tiempo límite: N/A
- Isla:
- Mar: North Blue
Descripción de la isla:La isla de Hallstat tiene un clima húmedo propio de zonas templadas. Es una zona donde llueve bastante, aunque no hace excesivo frío. No suele nevar, a excepción de las montañas del interior.
Una de las islas de mayor tamaño del North Blue. Es un gigantesco reino medieval controlado por diferentes familias nobles que se distribuyen la isla entre sí, gobernados por un rey. La isla está llena de bosques y colinas que ocultan ruinas antiguas y secretos para los aventureros audaces, así como animales realmente peligrosos. Es llamado "el reino de las colinas lluviosas" por la enorme cantidad de precipitaciones que caen a lo largo del año.
Fauna reseñable: La vegetación está principalmente compuesta por bosques de robles que se extienden durante kilómetros a lo largo del territorio. El paisaje de la isla alterna sucesiones de colinas elevadas y montañas cubiertas de estos gigantescos bosques con valles llenos de cultivos de los lugareños (maíz y trigo principalmente, combinado con hortalizas). También hay zonas de arbustos espinosos (silvas y tojos principalmente).
La fauna del lugar está dividida entre los animales domésticos de los pobladores y los salvajes. Los animales domésticos suelen ser animales de granja como vacas, cerdos, ovejas y gallinas. Entre los salvajes encontramos una enorme cantidad y variedad de lobos, incluidos una especie propia de la isla de lobos especialmente grandes y corpulentos, del tamaño de caballos. Además de eso hay jabalíes, ciervos y caballos salvajes. Sin embargo el mayor desafío que pueden encontrar los viajeros además de los lobos son los osos grises de montaña. Son aun más grandes que los lobos gigantes de la isla, llegando a los tres metros de altura (a cuatro patas), y mucho más incorporados.
Asentamientos importantes: La capital (Astelia), situada en un valle de la mitad occidental, hacia el centro de la isla, es una ciudad bulliciosa y de gran tamaño con muralla y castillo.
Detalles relevantes: La población de la isla está distribuida en poblaciones de pequeño tamaño a lo largo de esta, dividida entre los nobles. Es un reino con una gran tradición feudal, repartido entre una gran variedad de familias aristocráticas. Los rangos feudales en la isla son los siguientes: Rey -> Gran Duque -> Duque -> Conde -> Barón. Los barones, el título más bajo de la nobleza terrateniente, gobiernan un único pueblo o castillo. Son los más numerosos, y hay más de doscientas baronías a lo largo de Hallstat.
Facción: Independiente
"Reza un antiguo dicho que para empezar un viaje muy largo, hay que simplemente dar el primer paso. Porque si quieres convertirte en alguien grande, primero hay que hacer pequeña y humildes hazañas. Si quieres escalar, debes de empezar por lo más bajo. Y quizás sería aquí, en esta ciudad de carácter del más perverso medievo, que comenzaría a andar por esa difícil senda de cual me había grabado a fuego en la mente. De buenas intenciones no conseguiría nada, así que debía de adentrarme en los sitios más peligroso que yo nunca había pisado...
-Naitlyn-
-Naitlyn-
El Lobo vestido de cordero
¿Qué era eso? Parecía un suave susurro al principio, pero después empezó a agravarse. Un tintineo, el crujido de la madera, y seguidamente de un goteo constante que escuchaba de fondo. ¿De fondo? No, ahí mismo. De repente unos ojos se abrieron, en una penumbra, pero no oscuridad absoluta. Miró a un lado, a otro, sentía su trasero sobre una superficie dura, y su espalda en algo más blanda, quizás un saco de ¿grano? Se sentó, echó la mano a la cabeza con el pelo como siempre, revuelto, no portaba la gorra, aunque no tardó en dar con ella justo a su lado. Bostezó tapándose la boca instintivamente con la mano derecha. Las gafas antiventisca estaban colgando sobre su cuello, donde lo movió de un lado a otro lentamente, crujiendo cuando lleva a un extremo y a otro. Estiró los brazos hacia adelante y después arriba, puesto que en el habitáculo oscuro que se encontraba, daba la capacidad de tal maniobra. Bostezó, a su vez que escuchó otra vez ese tintineo, más bien era un goteo constante en multiples superficies. -Llueve- Dijo sin más, ya que al parecer lo que la había despertado era ese fenómeno atmosférico que solía azotar la región, y entonces fue cuando cayó en cuenta ¡Ya había llegado!
Quería recapitular lo que estaba pasando antes de salir por lo que se quedó un poco haciendo memoria cerrando los ojos, aunque ya era oscuro que tampoco le había hecho mucha falta hacerlo para concentrarse.
Hacía no más de unas cuantas horas, había arribado a una de las islas del North Blue, desde el principal reino de Lyneel hasta Hallsat, donde normalmente las enormes capitales eran las que controlaban los puertos, pero esta vez no era así, puesto que al parecer el principal reino, se encontraba prácticamente en mitad de la isla hacia la cuenca de un valle. Claro donde en principio la tierra será más fértil que en la periferia.
Sabía bien que esa isla no era controlada por la marina, sino más bien por las autoridades locales que habían hecho su propia organización, o mejor dicho, facción, entre varias casas nobles. La verdad es que Naitlyn aún debía de aprender más sobre esa clase de politiqueo que seguramente en un futuro la servirá de mucho, pero por el momento estaba en constante crecimiento, intentando asimilar todo lo que la sucedía y conocía. Por lo que la intención de la muchacha, que había pedido poder viajar hasta este punto, era poder empezar entablar algunos puntos clave para tener cuarteles de la marina. Algunos de sus compañeros sabía que sería difícil puesto que el reino parecía haberse estancado en un otrora tiempo, sin evolución, sin progreso. Pero no era excusa para intentarlo, además de que serviría para seguir conociendo puntos importantes del mar que la vio nacer.
Una vez llegado al pueblo portuario en el pequeño barco mercante que venía del reino de "Norland el Mentiroso" no tardó mucho en encontrar alguna caravana que se dirigiese a Astelia, ya que casi todos se dirigían allí cuando se trataba de comercio proveniente del mar y otras islas. Por lo que no fue difícil que la aceptaran en uno de los carromatos, tirados por caballos, donde tras poder acomodarse en uno de ellos en la zona de mercancía, bajo una espesa lona que evitaba que se filtrase luz, y quizás por algo de agotamiento por la travesía, sus ojos comenzaran a fallarle poco a poco. A ella no la gustaba holgazanear, y quería siempre ser de ayuda pero la oscuridad del lugar le hacia tener malas pasadas. Ni si quiera la abrupta forma de hablar de los mercaderes y escoltas que llevaban tal caravana, evitaba que se quedara en vela. Hasta que finalmente los cerró. Y entonces fue que mientras era transportada a la ciudad, descansaba, por lo que nos llega al punto actual que nos habíamos quedado, donde ella estaba sentada dentro del carromato a punto de saberse que iba a hacer a continuación.
El sonido de la lluvia amainó poco a poco, pues se sabía perfectamente que esa región tiende a tener a menudo lluvias constantes debido al clima del lugar, pero no eran muy fuertes y después de hacerlo, pasaba luego un buen rato despejado. Así que era un buen momento de salir de allí.
Andando en cuclillas, se acercó a la parte posterior del vehículo, y retiró la lona hacia un lado, entrecerrando los ojos al sentir algo más de luz cuando algunos rayos se filtraban a través de las nubes grisáceas que solían estar sobre los cielos de Hallstat, una de las razones porque solía ser muy lluvioso. Se frotó el rostro con ambos dorsos de sus manos,, luego echó el flequillo derecho que a veces caía por mitad de la cara hacia un lado y finalmente salió, dando un pequeño salto cuando se colocó al borde del carromato, haciendo que sus botas marrones se hundieran ligeramente en la blanda tierra bañada por el agua. Se había acabado el holgazanear.
Se ajustó la gorra y también se puso las gafas encima de la misma, sobre la visera, mientras se desanudaba la camisa del uniforme que dejaba su trabajado vientre a la vista, y así soltarlo, cayendo ambos pliegues arrugados por la tripa, medio a botonar. Era por el simple hecho de protegerse un poco de la humedad del ambiente sin más.
Quiso darle la gracia a la pareja de mercaderes que la habían traído hasta aquí, un matrimonio ya de avanzada edad que viajaban llevando materias primas de sus granjas de aquí o allá, pero al parecer no los vió por ningún lado, tan solo un par de empleados que descargaban cajas de otro carromato y que al ver a Naitlyn salir, pronto comenzarían con ese. Quizás la estaban dejando descansar, parecía que de vez en cuando había gente con una empatía inusual. Bueno, ya los encontraría y se los agradecería como debía de ser, pero mientras, intentaría orientarse por la ciudad, explorarla que eso la verdad lo encontraba interesante, y así también buscar autoridades locales.
Miró a un lado y a otro, al parecer estaba justo en la parte trasera de un almacén, quizás cerca de un mercado, porque a pesar que la ciudad de por sí era bulliciosa, en ese lado se acentuaba calles más abajo. La arquitectura en genera de las casa, parecían sacas de un cuento de fantasía medieval, como las que solía leer ella en sus ratos libres. El suelo tenia parte de tierra, y otras de baldosas trabajadas medianamente regulares. Las casas, de madera, tejado de paja y barro, caballos soltando sus excrementos por donde pasaban, lo que generaba ese hedor que impregnaba en muchas zonas de la ciudad. -No parece haber un sistema de alcantarillado- Pensó en voz alta mientras asimilaba la información que captaba mediante sus vinotintos iris y a la vez por el olfato, que hiciera que frunciera el ceño un momento, pero igualmente siguió para salir a una calle más central.
El parecido a una ciudad del medievo, se hizo aún más notoria. Algunos viandantes la miraban de reojo pero no decían nada al pasar, otros llevaban cestos de mercancía, imaginó, sobre la cabeza. Había múltiples tabernas y posadas de las cuales se podía escuchar las voces, los gritos y las risas de los comensales beodos que lo pupulaban. Típico. Así que continuó investigando, era la primera vez que iba a ese sitio y verlo como en novelas de aventuras de caballeros, conspiraciones entre nobles y demás relatos de la época feudal, no hacía más que aumentar su interés en el lugar. Sin embargo, poco tardaría en salir de su ensimismamiento explorador cuando un grito, esta vez no de jolgorio o risa, sino de horro, estridente, punzante, desgarró el aire hasta llegar a los oídos de Naitlyn.
La mujer se quedó petrificada unos segundos cuando corrió al buscar el origen del grito. Un ser, una bestia, un monstruo, todo seguía según el guión de la historia medieval que parecía sacada de la nada. Ojos inyectados en sangre, hilera de dientes húmedos, y un pelaje frondoso que estaba mojado y que se volvía a mojar puesto que las nubes no daban mucho respiro y comenzaba a caer una ligera llovizna en el lugar, aunque todos los ciudadanos ya estarían más que acostumbrados.
Un fuerte portazo sobresaltó a ella, miró un segundo a una de las puertas de una taberna cercana, y una figura, capa y capucha, como el típico montaraz que había sido molestado de su pinta de cerveza, ya que rápidamente se encaró cuando el ser de aspecto similar a un lobo pero de tamaño monstruoso, que con sus robustas patas se movía a una agilidad asombrosa, girándose hacia la figura que había entrado en escena justo después que un desconocido destello que silbó por el aire hacia la criatura.
Huelga decir que el caos que se había desatado era general. Los comerciantes y transeúntes comenzaron a correr en direcciones opuestas del grotesco avistamiento, comenzando a dejar la calle despejada, puesto que el ser había centrado su atención en aquella enigmática figura. ¿Lo iba a atacar? -Oh no, Nait tienes que hacer algo- No sólo por su condición de marine que era servir y proteger, sino por el hecho de que una vida estaba al parecer en peligro, ella era incapaz de quedarse mirando, incluso cuando se podría poner ella misma en peligro, pero, no podía estar quieta sin hacer nada. Así que se golpeo ligeramente las mejillas con sus manos como para espabilarse, despertar de la impresión que le había dado el Lobo gigante, y comenzó a dar largas zancadas en dirección a los dos contendientes.
-¿Qué demonios es eso?[ Dijo al colocarse en paralelo al encapuchado, quedando así ambos frente a la bestia, como si pareciese el inicio de una inevitable pelea. -Seguro que pronto vendrán refuerzos de las autoridades locales, si puedes, ponte atrás intentare proteger todo lo que pueda.- Muy loables sus intenciones, pero ¿acaso solo con eso sería suficiente? No, pero lo que si sabía es que ella no empezaría la pelea, sino más bien, intentaría jugar a la defensiva ante posibles acometidas de aquella criatura que asustó a todos los lugareños de esa zona. Haría lo que pudiera para poder aguantar y contener al animal, porque a simple vista rezumaba peligrosidad por todos los pliegues de su denso pelaje, brillante por la llovizna que caía, así como las ropas de Naitlyn también comenzaban a mojarse. Pero eso no hizo que se moviera ni un centímetro, quedando con ambos puños cerrados, uno a la altura del pecho, el izquierdo, y otro a la altura del rostro, el derecho, con ambas rodillas medio flexionadas, e en tensión, para tener la mayor capacidad de tiempo de respuesta a lo que fuese suceder a continuación
Sabía que conocería nuevas cosas y extrañas a la vez cuando saliera de su tierra natal pero ¿Si esto ya se puede ver en islas vecinas, que otras cosas impresionantes podrá encontrar cuando el viaje cada vez sea más y más largo? Bueno, interrogativas vacías, primero tendría que lidiar con este peludo problema que había en frente, salir viva de allí, y ya luego planificar otras cosas. Las prioridades estaban claras.
Quería recapitular lo que estaba pasando antes de salir por lo que se quedó un poco haciendo memoria cerrando los ojos, aunque ya era oscuro que tampoco le había hecho mucha falta hacerlo para concentrarse.
Hacía no más de unas cuantas horas, había arribado a una de las islas del North Blue, desde el principal reino de Lyneel hasta Hallsat, donde normalmente las enormes capitales eran las que controlaban los puertos, pero esta vez no era así, puesto que al parecer el principal reino, se encontraba prácticamente en mitad de la isla hacia la cuenca de un valle. Claro donde en principio la tierra será más fértil que en la periferia.
Sabía bien que esa isla no era controlada por la marina, sino más bien por las autoridades locales que habían hecho su propia organización, o mejor dicho, facción, entre varias casas nobles. La verdad es que Naitlyn aún debía de aprender más sobre esa clase de politiqueo que seguramente en un futuro la servirá de mucho, pero por el momento estaba en constante crecimiento, intentando asimilar todo lo que la sucedía y conocía. Por lo que la intención de la muchacha, que había pedido poder viajar hasta este punto, era poder empezar entablar algunos puntos clave para tener cuarteles de la marina. Algunos de sus compañeros sabía que sería difícil puesto que el reino parecía haberse estancado en un otrora tiempo, sin evolución, sin progreso. Pero no era excusa para intentarlo, además de que serviría para seguir conociendo puntos importantes del mar que la vio nacer.
Una vez llegado al pueblo portuario en el pequeño barco mercante que venía del reino de "Norland el Mentiroso" no tardó mucho en encontrar alguna caravana que se dirigiese a Astelia, ya que casi todos se dirigían allí cuando se trataba de comercio proveniente del mar y otras islas. Por lo que no fue difícil que la aceptaran en uno de los carromatos, tirados por caballos, donde tras poder acomodarse en uno de ellos en la zona de mercancía, bajo una espesa lona que evitaba que se filtrase luz, y quizás por algo de agotamiento por la travesía, sus ojos comenzaran a fallarle poco a poco. A ella no la gustaba holgazanear, y quería siempre ser de ayuda pero la oscuridad del lugar le hacia tener malas pasadas. Ni si quiera la abrupta forma de hablar de los mercaderes y escoltas que llevaban tal caravana, evitaba que se quedara en vela. Hasta que finalmente los cerró. Y entonces fue que mientras era transportada a la ciudad, descansaba, por lo que nos llega al punto actual que nos habíamos quedado, donde ella estaba sentada dentro del carromato a punto de saberse que iba a hacer a continuación.
El sonido de la lluvia amainó poco a poco, pues se sabía perfectamente que esa región tiende a tener a menudo lluvias constantes debido al clima del lugar, pero no eran muy fuertes y después de hacerlo, pasaba luego un buen rato despejado. Así que era un buen momento de salir de allí.
Andando en cuclillas, se acercó a la parte posterior del vehículo, y retiró la lona hacia un lado, entrecerrando los ojos al sentir algo más de luz cuando algunos rayos se filtraban a través de las nubes grisáceas que solían estar sobre los cielos de Hallstat, una de las razones porque solía ser muy lluvioso. Se frotó el rostro con ambos dorsos de sus manos,, luego echó el flequillo derecho que a veces caía por mitad de la cara hacia un lado y finalmente salió, dando un pequeño salto cuando se colocó al borde del carromato, haciendo que sus botas marrones se hundieran ligeramente en la blanda tierra bañada por el agua. Se había acabado el holgazanear.
Se ajustó la gorra y también se puso las gafas encima de la misma, sobre la visera, mientras se desanudaba la camisa del uniforme que dejaba su trabajado vientre a la vista, y así soltarlo, cayendo ambos pliegues arrugados por la tripa, medio a botonar. Era por el simple hecho de protegerse un poco de la humedad del ambiente sin más.
Quiso darle la gracia a la pareja de mercaderes que la habían traído hasta aquí, un matrimonio ya de avanzada edad que viajaban llevando materias primas de sus granjas de aquí o allá, pero al parecer no los vió por ningún lado, tan solo un par de empleados que descargaban cajas de otro carromato y que al ver a Naitlyn salir, pronto comenzarían con ese. Quizás la estaban dejando descansar, parecía que de vez en cuando había gente con una empatía inusual. Bueno, ya los encontraría y se los agradecería como debía de ser, pero mientras, intentaría orientarse por la ciudad, explorarla que eso la verdad lo encontraba interesante, y así también buscar autoridades locales.
Miró a un lado y a otro, al parecer estaba justo en la parte trasera de un almacén, quizás cerca de un mercado, porque a pesar que la ciudad de por sí era bulliciosa, en ese lado se acentuaba calles más abajo. La arquitectura en genera de las casa, parecían sacas de un cuento de fantasía medieval, como las que solía leer ella en sus ratos libres. El suelo tenia parte de tierra, y otras de baldosas trabajadas medianamente regulares. Las casas, de madera, tejado de paja y barro, caballos soltando sus excrementos por donde pasaban, lo que generaba ese hedor que impregnaba en muchas zonas de la ciudad. -No parece haber un sistema de alcantarillado- Pensó en voz alta mientras asimilaba la información que captaba mediante sus vinotintos iris y a la vez por el olfato, que hiciera que frunciera el ceño un momento, pero igualmente siguió para salir a una calle más central.
El parecido a una ciudad del medievo, se hizo aún más notoria. Algunos viandantes la miraban de reojo pero no decían nada al pasar, otros llevaban cestos de mercancía, imaginó, sobre la cabeza. Había múltiples tabernas y posadas de las cuales se podía escuchar las voces, los gritos y las risas de los comensales beodos que lo pupulaban. Típico. Así que continuó investigando, era la primera vez que iba a ese sitio y verlo como en novelas de aventuras de caballeros, conspiraciones entre nobles y demás relatos de la época feudal, no hacía más que aumentar su interés en el lugar. Sin embargo, poco tardaría en salir de su ensimismamiento explorador cuando un grito, esta vez no de jolgorio o risa, sino de horro, estridente, punzante, desgarró el aire hasta llegar a los oídos de Naitlyn.
La mujer se quedó petrificada unos segundos cuando corrió al buscar el origen del grito. Un ser, una bestia, un monstruo, todo seguía según el guión de la historia medieval que parecía sacada de la nada. Ojos inyectados en sangre, hilera de dientes húmedos, y un pelaje frondoso que estaba mojado y que se volvía a mojar puesto que las nubes no daban mucho respiro y comenzaba a caer una ligera llovizna en el lugar, aunque todos los ciudadanos ya estarían más que acostumbrados.
Un fuerte portazo sobresaltó a ella, miró un segundo a una de las puertas de una taberna cercana, y una figura, capa y capucha, como el típico montaraz que había sido molestado de su pinta de cerveza, ya que rápidamente se encaró cuando el ser de aspecto similar a un lobo pero de tamaño monstruoso, que con sus robustas patas se movía a una agilidad asombrosa, girándose hacia la figura que había entrado en escena justo después que un desconocido destello que silbó por el aire hacia la criatura.
Huelga decir que el caos que se había desatado era general. Los comerciantes y transeúntes comenzaron a correr en direcciones opuestas del grotesco avistamiento, comenzando a dejar la calle despejada, puesto que el ser había centrado su atención en aquella enigmática figura. ¿Lo iba a atacar? -Oh no, Nait tienes que hacer algo- No sólo por su condición de marine que era servir y proteger, sino por el hecho de que una vida estaba al parecer en peligro, ella era incapaz de quedarse mirando, incluso cuando se podría poner ella misma en peligro, pero, no podía estar quieta sin hacer nada. Así que se golpeo ligeramente las mejillas con sus manos como para espabilarse, despertar de la impresión que le había dado el Lobo gigante, y comenzó a dar largas zancadas en dirección a los dos contendientes.
-¿Qué demonios es eso?[ Dijo al colocarse en paralelo al encapuchado, quedando así ambos frente a la bestia, como si pareciese el inicio de una inevitable pelea. -Seguro que pronto vendrán refuerzos de las autoridades locales, si puedes, ponte atrás intentare proteger todo lo que pueda.- Muy loables sus intenciones, pero ¿acaso solo con eso sería suficiente? No, pero lo que si sabía es que ella no empezaría la pelea, sino más bien, intentaría jugar a la defensiva ante posibles acometidas de aquella criatura que asustó a todos los lugareños de esa zona. Haría lo que pudiera para poder aguantar y contener al animal, porque a simple vista rezumaba peligrosidad por todos los pliegues de su denso pelaje, brillante por la llovizna que caía, así como las ropas de Naitlyn también comenzaban a mojarse. Pero eso no hizo que se moviera ni un centímetro, quedando con ambos puños cerrados, uno a la altura del pecho, el izquierdo, y otro a la altura del rostro, el derecho, con ambas rodillas medio flexionadas, e en tensión, para tener la mayor capacidad de tiempo de respuesta a lo que fuese suceder a continuación
Sabía que conocería nuevas cosas y extrañas a la vez cuando saliera de su tierra natal pero ¿Si esto ya se puede ver en islas vecinas, que otras cosas impresionantes podrá encontrar cuando el viaje cada vez sea más y más largo? Bueno, interrogativas vacías, primero tendría que lidiar con este peludo problema que había en frente, salir viva de allí, y ya luego planificar otras cosas. Las prioridades estaban claras.
- Sin la camisa atada:
Lance Kashan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
A juzgar por la megadoncia del animal, se notaba que era un depredador desde lejos. Unos colmillos blancos resaltaban entre el resto de la dentadura, los cuales perfectamente podían ser del tamaño de un gran cuchillo. No parecían ni ir acordes a su cuerpo, sino que eran algo más grandes de lo que debían, aunque la bestia podía igualar la altura de algunas de las casas de allí, aún a cuatro patas. La densidad de su pelaje, que parecía seguir siendo mullido, y los rasgos que portaban su cráneo dejaban poco lugar a dudas: era un lobo. Si no, debía de estar muy emparentado con ellos, ya que cumplía todos y cada uno de los caracteres que hacían a esta especie ser lupus. No me terminaba de sorprender por sus dimensiones, que podían ser increíbles para cualquier habitante común de los mares cardinales, sino por la destreza con la que se movía en una ciudad. Es decir, ya en una ocasión me había enfrentado a unos mininos que podían ser del mismo tamaño, pero no dejaban de ser animales en su propia cueva, y asustados de cualquier visita. No se acercaban para nada a esta visión: un lobo que se movía a sus anchas por una ciudadela, sin prestar atención a los viandantes que lo miraban, gritaban corrían de él. Por muy inmenso que fuera, el instinto de sentirte incómodo y evitar situaciones como esta misma estaba presente en la gran mayoría de mamíferos no razonables y salvajes.
Y aquí estaba, parado en mitad de la calle, observándome fijamente, como un niño que se para a mirar los juguetes de un escaparate, con la mayor inocencia y curiosidad que pueda tener. Sin mostrar los dientes más que para respirar, y sin hacer muecas agresivas, a pesar de haber recibido hacía unos segundos una descarga, aunque tampoco estaba muy confiado en que el ataque le hubiera hecho algo más que una caricia. ¿Quién sabía si no era un animal domesticado, o si en su naturaleza estaba el ser compañero del hombre? No, no, entonces no hubieran salido corriendo todos los que allí estaban, así que debía de ser otra opción. Confiado en mis propias corazonadas carentes de lógica, levante el pie izquierdo para comenzar a caminar en dirección al animal, y, repentinamente, la masa de pelo oscuro cambió su postura a una defensiva, preparada para saltar hacia mí en cualquier momento. Volví a la postura anterior, y posé ambas manos en las Elektro Guns de mi cinto, ya cargadas. Simultáneamente, comenzaba a llover ligeramente, mojando mi capa y volviendo al que parecía ser mi nuevo contrincante en algo más atemorizante, si aquello era posible.
Ambos estábamos ensimismados en lo que parecía ser una lucha de miradas, hasta que unas palabras que me sobresaltaron me obligaron a girar la cabeza hacia su procedencia: una muchacha, obviamente más mayor que yo, se había colocado a mi lado para, suponía, hacerle frente al gran animal. Se mostró sorprendida ante la naturaleza del que iba a ser nuestro adversario y, ciertamente, la pregunta era a todas luces razonable. Era una muchacha de pelo blanco con tonos azules, bastante esbelta y, a juzgar por su aspecto, coqueta. Y no tenía ningún problema en recibir ayuda de otra persona, nada más alejado de la realidad, ya que una de mis prioridades era no desvelar mi otra identidad utilizando más poder del necesario. Pero sí que tenía una pega: el uniforme Marine que llevaba. Estaba algo personalizado, con unas gafas de alta montaña, o una camisa desatada que dejaba entrever una musculatura bien perfilada, pero no dejaba de pertenecer a las tropas de dicha organización. Entonces, haciendo algo muy propio de las fuerzas del orden, trató de calmarme y me instó a retroceder. Y yo todo este tiempo creyendo que el respeto que podía transmitir únicamente lo perdía por mi aspecto infantil.
Ignorando en cierta parte sus comentarios, emprendí la marcha hacia el monstruo. Se volvió a repetir lo mismo de la otra vez, pero esta vez existía una diferencia: yo no pensaba volver al punto de partida. Me intimidaba, era cierto, pero era ilógico pensar que aquel ser iba a hacerme huir, aún menos cuando había venido a buscar nuevos talentos. Mostrar una cara tan negativa y cobarde de mí solo iba a lograr perder el poco orgullo que tenía, y no estaba dispuesto a pasar por eso. Dando un paso, luego otro, y otro más, el animal se agazapaba más y más, preparado para saltar en cualquier momento hacia mí, y yo, desenfundando una de mis armas eléctricas, apunté al entrecejo de aquel que me enfrentaba. Ambas pistolas estaban cargadas por completo, así que la bala que dispararía sería poderosa; sin embargo, me enfrentaba a un retroceso que no podía mitigar utilizando mi fruta si no quería decir ‘’¡Hola, soy yo!’’. Así, vi un poderoso aliado en la mujer que ahora estaba detrás de mí que, por su aspecto y el entrenamiento que debía seguir, supuse que podía ayudarme con mi problema.
—Confío en que me cojas. — Falseé como pude la voz, haciéndola algo más grave, sin saber si lograría sonar convincente. Quizás las instrucciones no eran las más específicas que podría darle, ni siquiera sé si estaban suficientemente claras como para que ella entendiera lo que quería transmitirle, pero tampoco quería hablar más de la cuenta.
Me coloqué delante de ella y, tomando la Elektro Gun con ambas manos, levanté los brazos para adoptar una posición idónea para el disparo. Apuntando así ganaba en puntería y estabilidad, pero el retroceso iba a causarme daño, así que sacrificaba mi integridad a cambio de no tener que hacer más esfuerzos de los estrictamente necesarios. Suspiré para relajar el cuerpo todo lo posible y dejar fluir la energía, y disparé, apuntando a la mitad de sus ojos, esperando penetrar el cerebro si sus reflejos no eran lo suficientemente buenos. Pero lo eran, y logró esquivar un impacto mortal para convertirlo en uno muy dañino: aquella gigantesca bala, de veinte centímetros de diámetro, había impactado en la tripa del animal que había tratado de abalanzarse sobre mí, creando una herida de la que llovió sangre. Aunque quizás no me debía preocupar por aquello, ya que yo había salido volando hacia atrás con gran velocidad, recibiendo en mitad del trayecto un salpicón rojo que manchó gran parte de mi frontal, tiñendo las vendas y el peto del color vino, algo que no me agradaba en lo absoluto.
Y aquí estaba, parado en mitad de la calle, observándome fijamente, como un niño que se para a mirar los juguetes de un escaparate, con la mayor inocencia y curiosidad que pueda tener. Sin mostrar los dientes más que para respirar, y sin hacer muecas agresivas, a pesar de haber recibido hacía unos segundos una descarga, aunque tampoco estaba muy confiado en que el ataque le hubiera hecho algo más que una caricia. ¿Quién sabía si no era un animal domesticado, o si en su naturaleza estaba el ser compañero del hombre? No, no, entonces no hubieran salido corriendo todos los que allí estaban, así que debía de ser otra opción. Confiado en mis propias corazonadas carentes de lógica, levante el pie izquierdo para comenzar a caminar en dirección al animal, y, repentinamente, la masa de pelo oscuro cambió su postura a una defensiva, preparada para saltar hacia mí en cualquier momento. Volví a la postura anterior, y posé ambas manos en las Elektro Guns de mi cinto, ya cargadas. Simultáneamente, comenzaba a llover ligeramente, mojando mi capa y volviendo al que parecía ser mi nuevo contrincante en algo más atemorizante, si aquello era posible.
Ambos estábamos ensimismados en lo que parecía ser una lucha de miradas, hasta que unas palabras que me sobresaltaron me obligaron a girar la cabeza hacia su procedencia: una muchacha, obviamente más mayor que yo, se había colocado a mi lado para, suponía, hacerle frente al gran animal. Se mostró sorprendida ante la naturaleza del que iba a ser nuestro adversario y, ciertamente, la pregunta era a todas luces razonable. Era una muchacha de pelo blanco con tonos azules, bastante esbelta y, a juzgar por su aspecto, coqueta. Y no tenía ningún problema en recibir ayuda de otra persona, nada más alejado de la realidad, ya que una de mis prioridades era no desvelar mi otra identidad utilizando más poder del necesario. Pero sí que tenía una pega: el uniforme Marine que llevaba. Estaba algo personalizado, con unas gafas de alta montaña, o una camisa desatada que dejaba entrever una musculatura bien perfilada, pero no dejaba de pertenecer a las tropas de dicha organización. Entonces, haciendo algo muy propio de las fuerzas del orden, trató de calmarme y me instó a retroceder. Y yo todo este tiempo creyendo que el respeto que podía transmitir únicamente lo perdía por mi aspecto infantil.
Ignorando en cierta parte sus comentarios, emprendí la marcha hacia el monstruo. Se volvió a repetir lo mismo de la otra vez, pero esta vez existía una diferencia: yo no pensaba volver al punto de partida. Me intimidaba, era cierto, pero era ilógico pensar que aquel ser iba a hacerme huir, aún menos cuando había venido a buscar nuevos talentos. Mostrar una cara tan negativa y cobarde de mí solo iba a lograr perder el poco orgullo que tenía, y no estaba dispuesto a pasar por eso. Dando un paso, luego otro, y otro más, el animal se agazapaba más y más, preparado para saltar en cualquier momento hacia mí, y yo, desenfundando una de mis armas eléctricas, apunté al entrecejo de aquel que me enfrentaba. Ambas pistolas estaban cargadas por completo, así que la bala que dispararía sería poderosa; sin embargo, me enfrentaba a un retroceso que no podía mitigar utilizando mi fruta si no quería decir ‘’¡Hola, soy yo!’’. Así, vi un poderoso aliado en la mujer que ahora estaba detrás de mí que, por su aspecto y el entrenamiento que debía seguir, supuse que podía ayudarme con mi problema.
—Confío en que me cojas. — Falseé como pude la voz, haciéndola algo más grave, sin saber si lograría sonar convincente. Quizás las instrucciones no eran las más específicas que podría darle, ni siquiera sé si estaban suficientemente claras como para que ella entendiera lo que quería transmitirle, pero tampoco quería hablar más de la cuenta.
Me coloqué delante de ella y, tomando la Elektro Gun con ambas manos, levanté los brazos para adoptar una posición idónea para el disparo. Apuntando así ganaba en puntería y estabilidad, pero el retroceso iba a causarme daño, así que sacrificaba mi integridad a cambio de no tener que hacer más esfuerzos de los estrictamente necesarios. Suspiré para relajar el cuerpo todo lo posible y dejar fluir la energía, y disparé, apuntando a la mitad de sus ojos, esperando penetrar el cerebro si sus reflejos no eran lo suficientemente buenos. Pero lo eran, y logró esquivar un impacto mortal para convertirlo en uno muy dañino: aquella gigantesca bala, de veinte centímetros de diámetro, había impactado en la tripa del animal que había tratado de abalanzarse sobre mí, creando una herida de la que llovió sangre. Aunque quizás no me debía preocupar por aquello, ya que yo había salido volando hacia atrás con gran velocidad, recibiendo en mitad del trayecto un salpicón rojo que manchó gran parte de mi frontal, tiñendo las vendas y el peto del color vino, algo que no me agradaba en lo absoluto.
No dijo nada, tampoco podía encontrar alguna mueca o gesto en su rostro porque pareció ver una máscara bajo la capucha. No estaba segura, ya que con todo ese movimiento, fijarse en ese tipo de detalles cuando tienes una criatura sacada de un libro de terror justo en frente, era cuanto menos, difícil. Sin embargo pudo darse cuenta en la baja estatura de aquella persona encapuchada. Si bien Naitlyn entraba en la estatura media con su metro setenta y siente, fácilmente podría sacarle una o dos cabeza. Aunque toda esta información la estaba tomando realmente de reojo, ya que aún seguía con su vista en frente, en el peligro que ahora mismo se representaba de forma cuadrúpeda. Entonces lo pudo examinar con mejor detenimiento, ya que en un principio antes de que pareciese abalanzarse hacia alguno de los, se quedó dubitativo, quizás valorando a ambos con sus ojos. Lo que no sabía, es que ella estaba haciendo lo mismo.
Poderosas garras se hundían en el suelo mojado de tierra, creando así un pequeño surco allá donde pisara. También había que destacar su enorme tamaño ¿Un caballo? Quizá, pero claro con una hilera y afilados dientes que goteaban cuando sacó la lengua cual perro refrescándose. Las orejas altas igual como la robusta y frondosa arqueada hacia arriba, que si ella fuese una experta en fauna, sabría que significa que el animal estaba en alerta a pesar de estar estudiándolos con la mirada, unos ojos inyectados en sangre por supuesto, como su instinto depredador salvaje, y si era salvaje ¿cómo habría llegado hasta ahí? Ya lo descubriría luego, porque al comenzar a andar la enigmática figura, fue cuando empezó a gruñir, ahora sí, mostrando al completo sus enormes dientes y las rojias encías.
Naitlyn parpadeó varias veces cuando se fijó que se colocaba delante de ella, aunque al ser más bajo, no perdía la visión de Lobo Monstruoso, escuchando quizás una advertencia. Cuando oyó su voz, no fue capaz de distinguir el acento, y eso que era buena en eso al menos más de la media normal, pero no le dio importancia, lo que realmente le interesaba era el significado de aquellas palabras ¿Qué le coja? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿En qué sentido? Quedó durante un segundo algo confundida la marine, sin embargo volvió en sí. -Soy una marine, si un solo ciudadano no puede depositar las confianzas en mí, entonces yo no serviré de nada.- Respondió sin apartar la mirada del animal cuando el o la desconocido, hizo un movimiento como sacando algo debajo que la capa no la dejaba ver con claridad, pero de la forma que lo hacía, cualquiera diría que estaba portando un arma con ambas manos, pero si bien solo eran suposiciones porque lo tenía de espaldas a ella. Aunque pronto su curiosidad se vería recompensada, puesto que se empezaba a crear un resplandor luminoso en lo que sea lo que tuviera entre esas manos, donde ella parpadeaba varias veces la verdad sorprendida, hasta que...
Un fuerte haz salió propulsado del cuerpo de aquella persona, cuando a su vez, usando los instintos animales del lobo, que bien sabía la hostilidad del movimiento, quiso abalanzarse con las fauces abiertas, soltando un rugido a su vez, queriendo arrancar la vida como le arranca la carne a su presa recién cazada, de un solo mordisco. Pero todo aquel suceso fue tan rápido que ni incluso para una bestia dopada como aquella, le fue imposible evitar. Un fuerte haz de luz chocó contra este último, abortando el ataque del bocado y centrándose más bien en su defensa para poder esquivarlo, con grandes reflejos lupinos, pero no fue lo suficiente como para que el ataque no lo alcanzara. El chirrido de dolor dio a entender que le había golpeado en alguna zona de su cuerpo, pero desde luego que Naitlyn no estaba para fijarse en eso, porque un cuerpo, no mucho más de metro sesenta, iba en violenta dirección hacia ella, por lo que ya era más entendible las palabras previas al suceso, por lo que flexionó las rodillas, abrió las manos y las colocó a ambos lados del cuerpo como si estuviese una portería de fútbol, con sus plantas de los pies, bien afianzados al suelo esperando el proyectil humano, que de un segundo a otro chocó contra el cuerpo de la marine.
Un fuerte impacto sintió en ella mientras sus músculos se tensaban por todas sus extremidades, cuando la espalda de aquel chocó de lleno, incluso oprimiendo su turgente busto. Ella apretó los dientes haciendo el mayor esfuerzo para amortiguar todo el posible daño de ambos pudiera ocasionar con la colisión. Sin embargo se dio cuenta que bajo ella, se formaban surcos en el húmedo suelo bañado por la llovizna, que hizo que fuese más difícil mantenerse, ya que al sentir que la inercia, hacía que ambos cuerpos fueran hacia atrás, su pies formaron surcos aún más profundos, pero cuando la velocidad empezó a remitir, no pudo evitar el ligero desequilibrio, y cayó hacia atrás, ella en el suelo y el pistolero encima suya ¿Qué clase de arma genera tal retorceso? Era increíble la cantidad de cosas nuevas que veía cada día. Pero no era momento de emocionarse, antes debía de cerciorarse de algo. -¡Eh, eh! ¿Estás bien? Respóndeme- Se preocupó por la integridad física de aquel, más que de la suya propia, cuando intentó re-incorparlo ayudándole tras saber en que estado se podría encontrar. -La bestia está herida y eso es posible que la haga mucho más peligrosa, prepárate. Dijo, esperando a que pudiera responder, para poder así acto seguido, ponerse nuevamente en guardia, buscando con la mirada al lobo y así fijarse si atacaba o no, para encontrar una posible defensa mientras se recuperaba el enigmático pistolero
Poderosas garras se hundían en el suelo mojado de tierra, creando así un pequeño surco allá donde pisara. También había que destacar su enorme tamaño ¿Un caballo? Quizá, pero claro con una hilera y afilados dientes que goteaban cuando sacó la lengua cual perro refrescándose. Las orejas altas igual como la robusta y frondosa arqueada hacia arriba, que si ella fuese una experta en fauna, sabría que significa que el animal estaba en alerta a pesar de estar estudiándolos con la mirada, unos ojos inyectados en sangre por supuesto, como su instinto depredador salvaje, y si era salvaje ¿cómo habría llegado hasta ahí? Ya lo descubriría luego, porque al comenzar a andar la enigmática figura, fue cuando empezó a gruñir, ahora sí, mostrando al completo sus enormes dientes y las rojias encías.
Naitlyn parpadeó varias veces cuando se fijó que se colocaba delante de ella, aunque al ser más bajo, no perdía la visión de Lobo Monstruoso, escuchando quizás una advertencia. Cuando oyó su voz, no fue capaz de distinguir el acento, y eso que era buena en eso al menos más de la media normal, pero no le dio importancia, lo que realmente le interesaba era el significado de aquellas palabras ¿Qué le coja? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿En qué sentido? Quedó durante un segundo algo confundida la marine, sin embargo volvió en sí. -Soy una marine, si un solo ciudadano no puede depositar las confianzas en mí, entonces yo no serviré de nada.- Respondió sin apartar la mirada del animal cuando el o la desconocido, hizo un movimiento como sacando algo debajo que la capa no la dejaba ver con claridad, pero de la forma que lo hacía, cualquiera diría que estaba portando un arma con ambas manos, pero si bien solo eran suposiciones porque lo tenía de espaldas a ella. Aunque pronto su curiosidad se vería recompensada, puesto que se empezaba a crear un resplandor luminoso en lo que sea lo que tuviera entre esas manos, donde ella parpadeaba varias veces la verdad sorprendida, hasta que...
Un fuerte haz salió propulsado del cuerpo de aquella persona, cuando a su vez, usando los instintos animales del lobo, que bien sabía la hostilidad del movimiento, quiso abalanzarse con las fauces abiertas, soltando un rugido a su vez, queriendo arrancar la vida como le arranca la carne a su presa recién cazada, de un solo mordisco. Pero todo aquel suceso fue tan rápido que ni incluso para una bestia dopada como aquella, le fue imposible evitar. Un fuerte haz de luz chocó contra este último, abortando el ataque del bocado y centrándose más bien en su defensa para poder esquivarlo, con grandes reflejos lupinos, pero no fue lo suficiente como para que el ataque no lo alcanzara. El chirrido de dolor dio a entender que le había golpeado en alguna zona de su cuerpo, pero desde luego que Naitlyn no estaba para fijarse en eso, porque un cuerpo, no mucho más de metro sesenta, iba en violenta dirección hacia ella, por lo que ya era más entendible las palabras previas al suceso, por lo que flexionó las rodillas, abrió las manos y las colocó a ambos lados del cuerpo como si estuviese una portería de fútbol, con sus plantas de los pies, bien afianzados al suelo esperando el proyectil humano, que de un segundo a otro chocó contra el cuerpo de la marine.
Un fuerte impacto sintió en ella mientras sus músculos se tensaban por todas sus extremidades, cuando la espalda de aquel chocó de lleno, incluso oprimiendo su turgente busto. Ella apretó los dientes haciendo el mayor esfuerzo para amortiguar todo el posible daño de ambos pudiera ocasionar con la colisión. Sin embargo se dio cuenta que bajo ella, se formaban surcos en el húmedo suelo bañado por la llovizna, que hizo que fuese más difícil mantenerse, ya que al sentir que la inercia, hacía que ambos cuerpos fueran hacia atrás, su pies formaron surcos aún más profundos, pero cuando la velocidad empezó a remitir, no pudo evitar el ligero desequilibrio, y cayó hacia atrás, ella en el suelo y el pistolero encima suya ¿Qué clase de arma genera tal retorceso? Era increíble la cantidad de cosas nuevas que veía cada día. Pero no era momento de emocionarse, antes debía de cerciorarse de algo. -¡Eh, eh! ¿Estás bien? Respóndeme- Se preocupó por la integridad física de aquel, más que de la suya propia, cuando intentó re-incorparlo ayudándole tras saber en que estado se podría encontrar. -La bestia está herida y eso es posible que la haga mucho más peligrosa, prepárate. Dijo, esperando a que pudiera responder, para poder así acto seguido, ponerse nuevamente en guardia, buscando con la mirada al lobo y así fijarse si atacaba o no, para encontrar una posible defensa mientras se recuperaba el enigmático pistolero
Lance Kashan
Fama
Recompensa
Características
fuerza
Fortaleza
Velocidad
Agilidad
Destreza
Precisión
Intelecto
Agudeza
Instinto
Energía
Saberes
Akuma no mi
Varios
Al parecer, la muchacha albina se estaba tomando muy en serio su trabajo: le había pedido únicamente que me cogiese, pero ella parecía ya dispuesta a dar su vida por el hecho de que yo no me hiciese el más mínimo rasguño. No me dio tiempo a girar la cabeza para observar si aquella mujer en la que estaba, inexplicablemente, confiado mi seguridad y mi integridad física estaba ahí. Es decir, a lo mejor simplemente había optado por salir huyendo como el resto o, sin esperarse aquel desenlace, no estaba en la posición prevista, en cuyo caso podía salir bastante malparado de no utilizar mis poderes para frenarme. Con esta semilla de duda que crecía por segundos hasta dar un grueso tronco retrocedía más y más, hasta el momento en el que mi cuerpo comprobó que chocaba con algo. ¿Era la pared o ella? No, la pared no estaba así de abultada, además de que estábamos en mitad de una calle… Por más lógico que fuese aquel desenlace, no pude hacer más que sentir alivio al notar que me frenaba poco a poco contra la suavidad de aquel cuerpo. La velocidad fue disminuyendo rápidamente, hasta el punto en el que podía ser consciente de mis alrededores con total claridad, pero la calle estaba girando por comple--¿girando?
A pesar de haberme recogido de aquella manera, la marine no pudo evitar que el impacto causase la caída de ambos. Quizás por la fuerza con la que había salido disparado, superior a lo que ella podía frenar, o a lo mejor el suelo, mojado y hecho de barro, había tenido algo que ver. Sin embargo, estaba claro que, a estas alturas, el caerse al suelo no era el mayor de mis problemas, sobre todo si teníamos en cuenta que ella también serviría de almohada. Una vez caímos y estuvimos quietos, la chica me zarandeó, preguntándome por mi salud. Aunque no quería hablar nuevamente, debía responder por educación y modales, así que falseé la voz nuevamente:
—Estoy bien. — Ciertamente, la persona por la que debía preocuparse en esta situación era ella, ya que, aunque mis brazos me dolían, era su cuerpo el que había sufrido el mayor castigo en todo este duelo. — Gracias.
Traté de reincorporarme primeramente para dejar que ella lo hiciera luego, apoyándome en el suelo para lograr despegarme. Al fin y al cabo, la diferencia de tamaños no me dejaba apoyarme en el suelo y, si me quería levantar, tendría que hacerlo en aquella misma posición. Intenté hacerlo, pero mi mano se resbaló por el agua de la lluvia, y volví a caer sobre ella, chocando mi cabeza entre sus pechos.
—Lo siento… — Se me estaba escapando la voz cada vez más, y aquella situación en la que descubría mi verdadera voz no me gustaba para nada.
Con más prisas, traté de repetir el proceso anterior, pero un par de manos me sujetaron por la cadera y, como si fuera mi propio cuerpo el que se moviese de una forma casi mágica, me levanté, ayudado por ella. Una vez localicé al lobo, que se encontraba frente a nosotros nuevamente, pude darme el lujo de chequear mi ropa con total tranquilidad. Estaba irreconocible. Las vendas estaban manchadas de sangre por completo y, a cada gota de lluvia que caía sobre mis brazos, tintaba más y más el suelo de un color marrón. El torso era más de lo mismo: el cuero había absorbido la sangre y el hedor a sangre me llegaba a asquear por momentos. Así que tenía que finalizar todo esto pronto, antes de que mis fosas nasales se ahogasen en aquella miasma y terminase potando en una esquina.
Con más seguridad que la primera vez, enfundé la pistola que ya había usado y tomé la otra, repitiendo la postura que ya había adoptado hacía escasos segundos. Entonces, la bestia captó la situación en la que se encontraba y, atemorizado, comenzó a correr por las calles, en dirección contraria y saltando por encima de algunas casas. En cuestión de medio minuto, la sombra que representaba al animal había desaparecido por completo, escabulléndose en la colosal ciudad y, a lo mejor, huyendo al bosque del que podía haber salido inicialmente. En ocasiones, el miedo podía volver a un animal en el ser más temerario que existe, pero en otras tantas, se volvía un total cobarde, exactamente como me sucedía a mí. Así, mientras veía al lobo huir, mis ánimos de combate fueron sustituyéndose paulatinamente por un sentimiento de asco y urgencia. Me giré hacia la muchacha con prisa, me acerqué y, antes de que pudiera mediar palabra, me despedí:
—Espero que siga haciendo su trabajo así de bien. — Le tendí la mano y, aún si me la daba o no, me fui cerca de cinco segundos después hacia el interior de la taberna a gran velocidad.
Allí, solté unos billetes en la barra mientras corría hacia las escaleras, esperando llegar al piso de arriba y encontrarme una habitación libre. No sabía si había soltado dos billetes, cinco o treinta, pero mi urgencia ahora mismo era entrar a un cuarto que me pareciese libre y soltar toda la ropa que tantas náuseas me estaban provocando. Y así lo hice. Irrumpí en un cuarto que, por el momento, parecía estar libre y, por poco rasgando las telas, me deshice del traje, las vendas y las botas, dejándolos tirados por el suelo. A la vuelta, en el barco, ya lo lavaría, pero en aquel momento no iba a aguantar más. Luego, por si aquella mujer trataba de entrar a la taberna buscando a mi otro yo, volví a las escaleras, desde las que salté a un asiento cualquiera cercano a la barra y, estampando un billete en el mostrador, pedí una bebida de cualquier cosa mientras me aseguraba de esconder las pistolas debajo de la camisa.
Así vestido, dudaba que cualquiera me pudiera reconocer. Al fin y al cabo, con Kirin llevaba la armadura, pero como Lance simplemente portaba una camisa morada, unos pantalones comunes y unos relucientes zapatos. Además, mientras me servían la copa, trataría de hacerme una coleta con todo el pelo que estaría despeinado por haber llevado la máscara y la capucha, sin mucho éxito.
A pesar de haberme recogido de aquella manera, la marine no pudo evitar que el impacto causase la caída de ambos. Quizás por la fuerza con la que había salido disparado, superior a lo que ella podía frenar, o a lo mejor el suelo, mojado y hecho de barro, había tenido algo que ver. Sin embargo, estaba claro que, a estas alturas, el caerse al suelo no era el mayor de mis problemas, sobre todo si teníamos en cuenta que ella también serviría de almohada. Una vez caímos y estuvimos quietos, la chica me zarandeó, preguntándome por mi salud. Aunque no quería hablar nuevamente, debía responder por educación y modales, así que falseé la voz nuevamente:
—Estoy bien. — Ciertamente, la persona por la que debía preocuparse en esta situación era ella, ya que, aunque mis brazos me dolían, era su cuerpo el que había sufrido el mayor castigo en todo este duelo. — Gracias.
Traté de reincorporarme primeramente para dejar que ella lo hiciera luego, apoyándome en el suelo para lograr despegarme. Al fin y al cabo, la diferencia de tamaños no me dejaba apoyarme en el suelo y, si me quería levantar, tendría que hacerlo en aquella misma posición. Intenté hacerlo, pero mi mano se resbaló por el agua de la lluvia, y volví a caer sobre ella, chocando mi cabeza entre sus pechos.
—Lo siento… — Se me estaba escapando la voz cada vez más, y aquella situación en la que descubría mi verdadera voz no me gustaba para nada.
Con más prisas, traté de repetir el proceso anterior, pero un par de manos me sujetaron por la cadera y, como si fuera mi propio cuerpo el que se moviese de una forma casi mágica, me levanté, ayudado por ella. Una vez localicé al lobo, que se encontraba frente a nosotros nuevamente, pude darme el lujo de chequear mi ropa con total tranquilidad. Estaba irreconocible. Las vendas estaban manchadas de sangre por completo y, a cada gota de lluvia que caía sobre mis brazos, tintaba más y más el suelo de un color marrón. El torso era más de lo mismo: el cuero había absorbido la sangre y el hedor a sangre me llegaba a asquear por momentos. Así que tenía que finalizar todo esto pronto, antes de que mis fosas nasales se ahogasen en aquella miasma y terminase potando en una esquina.
Con más seguridad que la primera vez, enfundé la pistola que ya había usado y tomé la otra, repitiendo la postura que ya había adoptado hacía escasos segundos. Entonces, la bestia captó la situación en la que se encontraba y, atemorizado, comenzó a correr por las calles, en dirección contraria y saltando por encima de algunas casas. En cuestión de medio minuto, la sombra que representaba al animal había desaparecido por completo, escabulléndose en la colosal ciudad y, a lo mejor, huyendo al bosque del que podía haber salido inicialmente. En ocasiones, el miedo podía volver a un animal en el ser más temerario que existe, pero en otras tantas, se volvía un total cobarde, exactamente como me sucedía a mí. Así, mientras veía al lobo huir, mis ánimos de combate fueron sustituyéndose paulatinamente por un sentimiento de asco y urgencia. Me giré hacia la muchacha con prisa, me acerqué y, antes de que pudiera mediar palabra, me despedí:
—Espero que siga haciendo su trabajo así de bien. — Le tendí la mano y, aún si me la daba o no, me fui cerca de cinco segundos después hacia el interior de la taberna a gran velocidad.
Allí, solté unos billetes en la barra mientras corría hacia las escaleras, esperando llegar al piso de arriba y encontrarme una habitación libre. No sabía si había soltado dos billetes, cinco o treinta, pero mi urgencia ahora mismo era entrar a un cuarto que me pareciese libre y soltar toda la ropa que tantas náuseas me estaban provocando. Y así lo hice. Irrumpí en un cuarto que, por el momento, parecía estar libre y, por poco rasgando las telas, me deshice del traje, las vendas y las botas, dejándolos tirados por el suelo. A la vuelta, en el barco, ya lo lavaría, pero en aquel momento no iba a aguantar más. Luego, por si aquella mujer trataba de entrar a la taberna buscando a mi otro yo, volví a las escaleras, desde las que salté a un asiento cualquiera cercano a la barra y, estampando un billete en el mostrador, pedí una bebida de cualquier cosa mientras me aseguraba de esconder las pistolas debajo de la camisa.
Así vestido, dudaba que cualquiera me pudiera reconocer. Al fin y al cabo, con Kirin llevaba la armadura, pero como Lance simplemente portaba una camisa morada, unos pantalones comunes y unos relucientes zapatos. Además, mientras me servían la copa, trataría de hacerme una coleta con todo el pelo que estaría despeinado por haber llevado la máscara y la capucha, sin mucho éxito.
- Lansu:
Todo iba como se preveeía. El encapuchado pistolero en cuestión, salió disparado cual bala humana hacia atrás para impactar de lleno contra Naitlyn, eso estaba claro lo que iba a suceder. Y también estaba previsto que la mujer pudiera amortiguar el pequeño cuerpo contra el de ella misma, habiéndose arqueado hacia adelante, escondiendo la tripa, cual jugador de beisbol esperando recibir la pelota a máxima velocidad. Y como se podía esperar, acabaron ambos el suelo, en la tierra bañada por la llovizna casi perpetua del lugar.
Como bien se indicó antes, la marine se interesó por el estado de aquella persona ante la fuerte sacudida. El peso de aquel era desde luego inferior al suyo propio, y eso que ella era delgada, pero quizás por la diferencia de tamaño era el causante principal, lo que ayudó a que la mujer pudiera frenarlo sin mayores dificultades ya detalladas. En esa posición, estaban bastante desprotegidos frente al animal que parecía haber recibido el disparo de esa especie de energía, pero tenía que asegurarse.
Sentía la espalda bastante mojada ahora, así como grumos de tierra molestos, mientras miró hacia abajo, viendo la parte superior de la cabeza o más bien de la capucha del enigmático aventurero, para que, seguidamente, este respondiera sobre su estado.
Soltó un ligero suspiro, porque ante tan fuerza parecía que aún se mantenía de una pieza. -Nada, ¿Puedes ponerte de pie? Dijo tras cuando éste agradeció la ayuda defensiva, esperando así que pudiera reincorporarse.
Cuando se dispuso a ergurise, sintió con la palma de las manos de él, se apoyaban en parte del propio cuerpo de la mujer, y con su superficie húmeda y resbaladiza al levantarse, su palma se deslizó por el trabajado vientre de la muchacha, cayendo nuevamente sobre el cuerpo de ella. No fue fuerte por el simple hecho que apenas no había ni recorrido la mitad cuando culpa de la inclemencia del tiempo, hiciera pasarle estragos, dándose de bruces al menos la cabeza sobre el esponjoso busto de la marine.
Si hubiera habido algún tipo de sonido para definir aquella cómica caída en la escena, seguramente un fuerte "boing!" hubiera sido el más indicado, puesto que su nuca prácticamente quedó hundida entre ambas, con eufenismo, almohadas, haciendo que al menos la cabeza se le suavizara a la caída. Disculpándose acto seguido.
En ese momento de posición un tanto llamativa, creyó escuchar un timbre diferente en su voz, pero tan ligero como para simplemente pensar, que sería por el shock de ese instante. -No te preocupes lo importante es que no te hayas hecho daño Casi susurró para que esta vez sí, lo volviera a intentar pero ahora ambas manos de Naitlyn lo tomaría por la cabeza ayudándolo lo mejor que podía para ponerse de pie. -(Es delgado)- Pensó, percatándsose cuando lo pudo agarrar. Muy fino y bajo para una persona adulta, ¿Un niño o una niña? No sabía a ciencia cierta lo que podría haber debajo de esa vestimenta de incógnito, lo que si se podía adivinar, es que no querá que le vieran, o eso pensó la muchacha.
Una vez ambos dos estuvieron de pie, no hubo mucho tiempo para poder fijarse en cada detalle, pues aquel al parecer quería iniciar una nueva acometida, como si tuviese prisa o algo así. La mujer se quiso poner en guardia rápidamente porque era probable esperarse otro impacto ante el ataque de el arma cualquiera que fuese eso. Pero, eso no llegó a suceder.
Justo antes de que todo el proceso se repitiera, un aullido agudo de dolor, un quejido mezclado con unos gruñidos. Si bien el disparo no había sido letal, al menos de forma instantánea, si le había provocado suficientes daños como para saber cuando hay que evitar una pelea así contra una posible presa que supiera dar batalla. Eso sucedió con el monstruoso lobo, que lejos de querer seguir lanzando dentelladas, se giró sobre su propio y peludo cuerpo negro, para salir corriendo a grandes zancadas, gracias a sus poderosas y musculosas patas. Perdiéndose entre las calles, junto a sus alaridos que se apagaban con la lejanía. A su vez se podía distinguir un rastro de sangre sobre el suelo y algunas paredes salpicadas. El depredador estaba herido.
Lejos de salir tras él para que no ocasionara más destrozos materiales o aún peor, personales, el encapuchado se giró hacia Naitlyn y le dio la mano, casi ella de forma insconsciente que la había alargado también, tomándola para que acto seguido se fuera corriendo a una gran velocidad. La marine quedó un momento en blanco por la rapidez de los sucesos. Entonces fue cuando se fijó que en sus guantes había rastros de sangre, y lo único que había hecho era agarrarle dos veces ¿Era de él o de Lobo? No estaba segura, pero tenía que asegurarse de eso antes de hacer nada más. --Eh... ¡Espera! Gritó echando la mano hacia adelante. Pero ya era tarde, se había metido a la posada cercana de todo el suceso, donde apareció por primera vez, nuestro pequeño héroe.
Así que sin pensárselo dos veces, la mujer echó a correr tras él, también decir que el bullicio de quizás la guardia de la ciudad comenzaba a llegar al punto de la pelea, pero eso no le importó a Naitlyn, primero quería saber el estado de aquella persona. Y entonces entró a la taberna cerrándose tras de sí la puerta de madera ya envejecida que chirriaba con cualquier movimiento.
Los grandes ojos vino tinto de la marine, recorrió el lugar de un lado a otro. Algunos parroquianos con el vaso de cerveza regada, miraba a través de los cristales, casi translúcidos por la suciedad, con cara de sorpresa de los que pudieron ser testigos de aquella fugaz batalla entre los dos valientes y la bestia. Algunos de ellos, salieron de su ensimismamiento para fijarse en Naitlyn, varios entrecerrando los ojos cuando su por ejemplo gorra, mostraba a que rama militar pertenecía. Aparte de eso, su camisa empapada que hacía que al ser blanca, empezara a transparentar la interior prácticamente, con algunos manchones de sangre que a la luz de las lámparas se hacia más visible, le daba un aspecto mediocre. Su espalda y sobre todo su trasero estaba lleno de barro, y aquella arena mojada se le metía entre los pliegues del tanga negro que somaba por encima del pantalón, siendo algo realmente incómodo. Por lo que se sacudió la parte trasera de ella justo antes de haber pasado el umbral de la puerta, empezando a caminar entre las mesas para llegar al barman, un hombre curtido, con algunas cicatrices en la cara que parecía ya haber perdido el interés en lo que había sucedido fuera de su posada. -¿Qué tomará la señorita Marine- Preguntó con una tranquilidad como si ya nada hubiera pasado. Fijándose que ella con cada paso que daba, miraba con detenimiento cada esquina, pared, y zona del negocio.
Parpadeo varias veces colocando la mano derecha sobre la barra, de madera vieja y manchada en múltiples sitios. -Disculpad buen hombre, estoy buscando a una persona que acaba de entrar aquí corriendo. ¿Ha visto dónde se ha metido? También me pregunto donde puedo conseguir ropa limpia.- Preguntó sin dejar de examinar todo su alrededor, para finalmente centrar la mirada en el camarero -Ha entrado varias personas corriendo, buscando refugio por el animal que a saber a quién se la escapado- Respondió, encogiéndose de hombros ante la segunda pregunta, puesto que estaban en una taberna, no una sastrería.
No pudo decir mucho más cuando por el rabillo del ojos vio que alguien tomaba asiento, para que al girar el rostro se pudiera fijar en que una persona bastante más baja que ella, bien arreglado, cabello largo negro y espeso, esperaban a que le sirviera después de haber pagado. Ella se quedó mirándole, con atención, intentando captar cada detalle, la verdad que no parecía como los otros parroquianos de forma más vulgares que el nuevo que acaban de hacer acto de presencia. Así que con curiosidad hostigándola la mente, se acercó hacia él despidéndose sin no antes del tosco hombre tras la barra. -Perdona, busco a una persona, un poco más alta que tú, encapuchada, puede que herida ¿Has visto alguien así? Preguntar al barman no me deja nada en claro. Y se quedó ahí de pie, con su uniforme mojado y casi translúcido, el culo embarrado, y el tanga lleno de tierra. Menudo día se había tornado para élla.
Mientras esperaba la respuesta de aquel... de aquel.. de aqu… un momento, pequeño, rostro suavizado, iris ambarinos, piel tersa. ¿Qué hacía un niño aquí en una taberna de borrachos fracasados? Desentonaba un poco. Así que de forma prácticamente automática hincó la rodilla izquierda en el suelo, quedando mejor a la altura de él. ¿Te has perdido? ¿Dónde están tus padres? Hay una bestia suelta en la calle, ten cuidado. Dijo de forma preocupada hacia él, queriendo saber que pintaba una persona así, en un sitio como este.
Como bien se indicó antes, la marine se interesó por el estado de aquella persona ante la fuerte sacudida. El peso de aquel era desde luego inferior al suyo propio, y eso que ella era delgada, pero quizás por la diferencia de tamaño era el causante principal, lo que ayudó a que la mujer pudiera frenarlo sin mayores dificultades ya detalladas. En esa posición, estaban bastante desprotegidos frente al animal que parecía haber recibido el disparo de esa especie de energía, pero tenía que asegurarse.
Sentía la espalda bastante mojada ahora, así como grumos de tierra molestos, mientras miró hacia abajo, viendo la parte superior de la cabeza o más bien de la capucha del enigmático aventurero, para que, seguidamente, este respondiera sobre su estado.
Soltó un ligero suspiro, porque ante tan fuerza parecía que aún se mantenía de una pieza. -Nada, ¿Puedes ponerte de pie? Dijo tras cuando éste agradeció la ayuda defensiva, esperando así que pudiera reincorporarse.
Cuando se dispuso a ergurise, sintió con la palma de las manos de él, se apoyaban en parte del propio cuerpo de la mujer, y con su superficie húmeda y resbaladiza al levantarse, su palma se deslizó por el trabajado vientre de la muchacha, cayendo nuevamente sobre el cuerpo de ella. No fue fuerte por el simple hecho que apenas no había ni recorrido la mitad cuando culpa de la inclemencia del tiempo, hiciera pasarle estragos, dándose de bruces al menos la cabeza sobre el esponjoso busto de la marine.
Si hubiera habido algún tipo de sonido para definir aquella cómica caída en la escena, seguramente un fuerte "boing!" hubiera sido el más indicado, puesto que su nuca prácticamente quedó hundida entre ambas, con eufenismo, almohadas, haciendo que al menos la cabeza se le suavizara a la caída. Disculpándose acto seguido.
En ese momento de posición un tanto llamativa, creyó escuchar un timbre diferente en su voz, pero tan ligero como para simplemente pensar, que sería por el shock de ese instante. -No te preocupes lo importante es que no te hayas hecho daño Casi susurró para que esta vez sí, lo volviera a intentar pero ahora ambas manos de Naitlyn lo tomaría por la cabeza ayudándolo lo mejor que podía para ponerse de pie. -(Es delgado)- Pensó, percatándsose cuando lo pudo agarrar. Muy fino y bajo para una persona adulta, ¿Un niño o una niña? No sabía a ciencia cierta lo que podría haber debajo de esa vestimenta de incógnito, lo que si se podía adivinar, es que no querá que le vieran, o eso pensó la muchacha.
Una vez ambos dos estuvieron de pie, no hubo mucho tiempo para poder fijarse en cada detalle, pues aquel al parecer quería iniciar una nueva acometida, como si tuviese prisa o algo así. La mujer se quiso poner en guardia rápidamente porque era probable esperarse otro impacto ante el ataque de el arma cualquiera que fuese eso. Pero, eso no llegó a suceder.
Justo antes de que todo el proceso se repitiera, un aullido agudo de dolor, un quejido mezclado con unos gruñidos. Si bien el disparo no había sido letal, al menos de forma instantánea, si le había provocado suficientes daños como para saber cuando hay que evitar una pelea así contra una posible presa que supiera dar batalla. Eso sucedió con el monstruoso lobo, que lejos de querer seguir lanzando dentelladas, se giró sobre su propio y peludo cuerpo negro, para salir corriendo a grandes zancadas, gracias a sus poderosas y musculosas patas. Perdiéndose entre las calles, junto a sus alaridos que se apagaban con la lejanía. A su vez se podía distinguir un rastro de sangre sobre el suelo y algunas paredes salpicadas. El depredador estaba herido.
Lejos de salir tras él para que no ocasionara más destrozos materiales o aún peor, personales, el encapuchado se giró hacia Naitlyn y le dio la mano, casi ella de forma insconsciente que la había alargado también, tomándola para que acto seguido se fuera corriendo a una gran velocidad. La marine quedó un momento en blanco por la rapidez de los sucesos. Entonces fue cuando se fijó que en sus guantes había rastros de sangre, y lo único que había hecho era agarrarle dos veces ¿Era de él o de Lobo? No estaba segura, pero tenía que asegurarse de eso antes de hacer nada más. --Eh... ¡Espera! Gritó echando la mano hacia adelante. Pero ya era tarde, se había metido a la posada cercana de todo el suceso, donde apareció por primera vez, nuestro pequeño héroe.
Así que sin pensárselo dos veces, la mujer echó a correr tras él, también decir que el bullicio de quizás la guardia de la ciudad comenzaba a llegar al punto de la pelea, pero eso no le importó a Naitlyn, primero quería saber el estado de aquella persona. Y entonces entró a la taberna cerrándose tras de sí la puerta de madera ya envejecida que chirriaba con cualquier movimiento.
Los grandes ojos vino tinto de la marine, recorrió el lugar de un lado a otro. Algunos parroquianos con el vaso de cerveza regada, miraba a través de los cristales, casi translúcidos por la suciedad, con cara de sorpresa de los que pudieron ser testigos de aquella fugaz batalla entre los dos valientes y la bestia. Algunos de ellos, salieron de su ensimismamiento para fijarse en Naitlyn, varios entrecerrando los ojos cuando su por ejemplo gorra, mostraba a que rama militar pertenecía. Aparte de eso, su camisa empapada que hacía que al ser blanca, empezara a transparentar la interior prácticamente, con algunos manchones de sangre que a la luz de las lámparas se hacia más visible, le daba un aspecto mediocre. Su espalda y sobre todo su trasero estaba lleno de barro, y aquella arena mojada se le metía entre los pliegues del tanga negro que somaba por encima del pantalón, siendo algo realmente incómodo. Por lo que se sacudió la parte trasera de ella justo antes de haber pasado el umbral de la puerta, empezando a caminar entre las mesas para llegar al barman, un hombre curtido, con algunas cicatrices en la cara que parecía ya haber perdido el interés en lo que había sucedido fuera de su posada. -¿Qué tomará la señorita Marine- Preguntó con una tranquilidad como si ya nada hubiera pasado. Fijándose que ella con cada paso que daba, miraba con detenimiento cada esquina, pared, y zona del negocio.
Parpadeo varias veces colocando la mano derecha sobre la barra, de madera vieja y manchada en múltiples sitios. -Disculpad buen hombre, estoy buscando a una persona que acaba de entrar aquí corriendo. ¿Ha visto dónde se ha metido? También me pregunto donde puedo conseguir ropa limpia.- Preguntó sin dejar de examinar todo su alrededor, para finalmente centrar la mirada en el camarero -Ha entrado varias personas corriendo, buscando refugio por el animal que a saber a quién se la escapado- Respondió, encogiéndose de hombros ante la segunda pregunta, puesto que estaban en una taberna, no una sastrería.
No pudo decir mucho más cuando por el rabillo del ojos vio que alguien tomaba asiento, para que al girar el rostro se pudiera fijar en que una persona bastante más baja que ella, bien arreglado, cabello largo negro y espeso, esperaban a que le sirviera después de haber pagado. Ella se quedó mirándole, con atención, intentando captar cada detalle, la verdad que no parecía como los otros parroquianos de forma más vulgares que el nuevo que acaban de hacer acto de presencia. Así que con curiosidad hostigándola la mente, se acercó hacia él despidéndose sin no antes del tosco hombre tras la barra. -Perdona, busco a una persona, un poco más alta que tú, encapuchada, puede que herida ¿Has visto alguien así? Preguntar al barman no me deja nada en claro. Y se quedó ahí de pie, con su uniforme mojado y casi translúcido, el culo embarrado, y el tanga lleno de tierra. Menudo día se había tornado para élla.
Mientras esperaba la respuesta de aquel... de aquel.. de aqu… un momento, pequeño, rostro suavizado, iris ambarinos, piel tersa. ¿Qué hacía un niño aquí en una taberna de borrachos fracasados? Desentonaba un poco. Así que de forma prácticamente automática hincó la rodilla izquierda en el suelo, quedando mejor a la altura de él. ¿Te has perdido? ¿Dónde están tus padres? Hay una bestia suelta en la calle, ten cuidado. Dijo de forma preocupada hacia él, queriendo saber que pintaba una persona así, en un sitio como este.
- Ineptitudes:
- ¡Shotaconers!: Bien, esto es algo embarazoso. Quizá por la empatía que tiene ante los civiles más frágiles y desprotegidos, o bien por un simple instinto maternal que desconozca la mujer, se refiere a los niños. ¿Quién no puede perder los papeles ante un hermoso shota y querer abrazarlo como un osito de peluche entre sus pechos? Ofreciéndole ese calor maternal que muchos se merecen pero que por alguna u otra razón, no han podido tenerlo. Aunque Naitlyn lo haga con la mejor buena fé del mundo, quizás viéndose desde otra perspectiva, podría parecer una simple pervertida asaltacunas. Aunque no es esa su intención, claro está. Es simplemente una muestra de cariño.
Lance Kashan
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Akuma no mi
Varios
Como era de esperar, la muchacha no tardó en seguirme hacia el interior de la taberna, con unos ojos de preocupación que la hacían brillar entre toda la basura que se acumulaba en los muebles, y sentada sobre las sillas. Al fin y al cabo, aquello era un sitio de mala muerte que gente como ella no debían pisar. La inocencia o, en cualquier caso, la bondad y solidaridad estaban peleadas con cualquiera de los que estaba allí bebiendo. Es decir, ¿qué buena persona tira su vida por la borda entregándose al alcohol, además en un lugar como aquel donde la cirrosis y algunas enfermedades venéreas parecían estar peleándose por ver quién se encargaba de cada uno de ellos? Por ello, como si la marine se tratase de un enorme y gigantesco faro, las asquerosas polillas simplemente perdieron el rumbo y comenzaron a fijarse en ella, la mayoría devorándola con los ojos. Me repugnaba.
Obviando lo lógico y lo típico, ya que además la mujer parecía cumplir todos y cada uno de los cánones que aquellos pervertidos buscaban en la ‘’mujer perfecta’’, todo sucedía tal cual lo esperaba. Ella entraría, comenzaría a preguntar por mi otro yo, y el encargado del bar no soltaría ni la más mínima palabra. Y no la soltaba por, supongo, deformación profesional. A lo largo de la vida de un camarero, que trabajaba en un garito como aquel, debía de haber visto tantas cosas, y callado tantas otras, que lo más normal para él era comportarse como un robot que simplemente respondía lo mismo una y otra vez. Por otra parte, también preguntaba de algún lugar donde encontrar ropa limpia y es que, aunque tratase de no mirarla en lo absoluto para no llamar su atención, no podía evitar fijarme en que la pelea había dejado toda su ropa muy maltrecha. Me habría pasado lo mismo de no llevar la vestimenta de Kirin por encima y, sinceramente, tenía un ligero sentimiento de culpa por las gotas de sangre que habían aparecido, fruto de mi disparo. Además, también estaba llena de tierra y agua. O sea, era en todos los casos un desastre, aunque ahora que el color blanco de la camiseta se había desvanecido me empezaba a gustar incluso más.
De todas formas, mi copa estaba tardando. Mi pensamiento podía ser todo lo rápido que quisiera, pero juraría que si hubiera tenido un reloj en la muñeca, hubieran pasado mínimo dos minutos hasta que el señor se dignó a hacer el amago de prepararme algo para beber. Y, una vez llegó ese momento, me encontré a la mujer mirándome fijamente, como si el resto del universo a su alrededor se hubiera desvanecido, y pareció decidirse a acercarse. No me gustaba la situación, ya que podían salir muchas cosas mal, pero debía confiar en que mi interpretación minutos atrás me había valido para que ella fuese incapaz de reconocerme por cualquiera de mis características aquí adentro. Pero era difícil confiar cuando se acercaba más y más, ofuscada en mí, como si estuviera completamente resuelta en algo que me incumbía a mí. Y quizás el haber descubierto mi identidad secreta era ese ‘’algo’’.
Paso tras paso, las distancias se acortaron, hasta que aquella voz que ya había escuchado en la calle comenzó a resonar de nuevo, esta vez también al lado mía. Y pude suspirar de tranquilidad, aunque evité hacerlo, la que se encargó de dejar claro que no tenía ni idea de quién era, ni parecía sospecharlo por su tono. ¿Alguien que me supera por poco en altura y encapuchado? Claro que no me sonaba, y así lo aclaré con la cabeza, negando sin llegar a mirar por completo a la marine que, viendo lo poco que había conocido de Kirin, quizás simplemente estaba preocupada de su bienestar. Al fin y al cabo, ella simplemente había visto como un desconocido de enfrentaba a un gigantesco lobo que aterrorizaba la ciudad, ganando la contienda y defendiendo a los vecinos. Para ella, Kirin era un justiciero, ayudante del orden. No tenía razones para sospechar de él, ni tampoco podía relacionarlo con ningún criminal, así que aquella idea descargaba un gran peso de mis hombros y cabeza, y decidí girarme levemente para poder mirarla a la cara, en un descuido.
Cuando la pude mirar más fijamente en el poco tiempo que tuve, noté que realmente la había dejado hecha una ruina. Las manchas carmesíes eran mi culpa y, por supuesto, todo el barro que ocupaba su espalda y su trasero era gracias a mí. Y viendo el poco, o nulo, equipaje que llevaba, algo me hacía pensar que no iba a tener ningún cambio de ropas allí mismo. Y, mientras me centraba en ella, la vi perder altura, pues se había arrodillado ante mí, y escuché una de las frases que más me habían repetido a lo largo de mis últimos años y que, poco a poco, había comenzado a perder importancia y factor negativo para mí. Era extraño el día que algún marine, o listillo en general, no me preguntaba acerca de mis padres o del paradero de mi casa, jugando a ser el buen samaritano donde nadie le había llamado. Pero el no verse afectado por aquel tipo de comentarios me parecía la opción más inteligente, solo después de haberlo escuchado diez veces. Es más, a estas alturas me parecía incluso más divertido jugar con ellos, al menos así tendría algo que recordar y de lo que reírme en un futuro, y este no era un caso distinto:
—¿Mis…, padres? — Traté de asemejar mis ojos a los de un niño perdido, para complementar mi respuesta. — N-No tengo… — Aunque mis dotes teatrales no eran las mejores, el haber pasado tanto tiempo en la calle había afilado esta capacidad. Finalmente, para tratar de alejarme todo lo posible de Kirin, mentí un poco. — Y sí… Ya he visto a la bestia pasar… Cubrió todos los cristales, por completo...
Me sirvieron una copa que, al no haber visto como me la servían, desconocía por completo su contenido, pero aun así, la había pagado y estaba dispuesto a bebérmela. Imitando un escalofrío y luego un ligero temblor de manos, traté de alcanzar el cristal.
Obviando lo lógico y lo típico, ya que además la mujer parecía cumplir todos y cada uno de los cánones que aquellos pervertidos buscaban en la ‘’mujer perfecta’’, todo sucedía tal cual lo esperaba. Ella entraría, comenzaría a preguntar por mi otro yo, y el encargado del bar no soltaría ni la más mínima palabra. Y no la soltaba por, supongo, deformación profesional. A lo largo de la vida de un camarero, que trabajaba en un garito como aquel, debía de haber visto tantas cosas, y callado tantas otras, que lo más normal para él era comportarse como un robot que simplemente respondía lo mismo una y otra vez. Por otra parte, también preguntaba de algún lugar donde encontrar ropa limpia y es que, aunque tratase de no mirarla en lo absoluto para no llamar su atención, no podía evitar fijarme en que la pelea había dejado toda su ropa muy maltrecha. Me habría pasado lo mismo de no llevar la vestimenta de Kirin por encima y, sinceramente, tenía un ligero sentimiento de culpa por las gotas de sangre que habían aparecido, fruto de mi disparo. Además, también estaba llena de tierra y agua. O sea, era en todos los casos un desastre, aunque ahora que el color blanco de la camiseta se había desvanecido me empezaba a gustar incluso más.
De todas formas, mi copa estaba tardando. Mi pensamiento podía ser todo lo rápido que quisiera, pero juraría que si hubiera tenido un reloj en la muñeca, hubieran pasado mínimo dos minutos hasta que el señor se dignó a hacer el amago de prepararme algo para beber. Y, una vez llegó ese momento, me encontré a la mujer mirándome fijamente, como si el resto del universo a su alrededor se hubiera desvanecido, y pareció decidirse a acercarse. No me gustaba la situación, ya que podían salir muchas cosas mal, pero debía confiar en que mi interpretación minutos atrás me había valido para que ella fuese incapaz de reconocerme por cualquiera de mis características aquí adentro. Pero era difícil confiar cuando se acercaba más y más, ofuscada en mí, como si estuviera completamente resuelta en algo que me incumbía a mí. Y quizás el haber descubierto mi identidad secreta era ese ‘’algo’’.
Paso tras paso, las distancias se acortaron, hasta que aquella voz que ya había escuchado en la calle comenzó a resonar de nuevo, esta vez también al lado mía. Y pude suspirar de tranquilidad, aunque evité hacerlo, la que se encargó de dejar claro que no tenía ni idea de quién era, ni parecía sospecharlo por su tono. ¿Alguien que me supera por poco en altura y encapuchado? Claro que no me sonaba, y así lo aclaré con la cabeza, negando sin llegar a mirar por completo a la marine que, viendo lo poco que había conocido de Kirin, quizás simplemente estaba preocupada de su bienestar. Al fin y al cabo, ella simplemente había visto como un desconocido de enfrentaba a un gigantesco lobo que aterrorizaba la ciudad, ganando la contienda y defendiendo a los vecinos. Para ella, Kirin era un justiciero, ayudante del orden. No tenía razones para sospechar de él, ni tampoco podía relacionarlo con ningún criminal, así que aquella idea descargaba un gran peso de mis hombros y cabeza, y decidí girarme levemente para poder mirarla a la cara, en un descuido.
Cuando la pude mirar más fijamente en el poco tiempo que tuve, noté que realmente la había dejado hecha una ruina. Las manchas carmesíes eran mi culpa y, por supuesto, todo el barro que ocupaba su espalda y su trasero era gracias a mí. Y viendo el poco, o nulo, equipaje que llevaba, algo me hacía pensar que no iba a tener ningún cambio de ropas allí mismo. Y, mientras me centraba en ella, la vi perder altura, pues se había arrodillado ante mí, y escuché una de las frases que más me habían repetido a lo largo de mis últimos años y que, poco a poco, había comenzado a perder importancia y factor negativo para mí. Era extraño el día que algún marine, o listillo en general, no me preguntaba acerca de mis padres o del paradero de mi casa, jugando a ser el buen samaritano donde nadie le había llamado. Pero el no verse afectado por aquel tipo de comentarios me parecía la opción más inteligente, solo después de haberlo escuchado diez veces. Es más, a estas alturas me parecía incluso más divertido jugar con ellos, al menos así tendría algo que recordar y de lo que reírme en un futuro, y este no era un caso distinto:
—¿Mis…, padres? — Traté de asemejar mis ojos a los de un niño perdido, para complementar mi respuesta. — N-No tengo… — Aunque mis dotes teatrales no eran las mejores, el haber pasado tanto tiempo en la calle había afilado esta capacidad. Finalmente, para tratar de alejarme todo lo posible de Kirin, mentí un poco. — Y sí… Ya he visto a la bestia pasar… Cubrió todos los cristales, por completo...
Me sirvieron una copa que, al no haber visto como me la servían, desconocía por completo su contenido, pero aun así, la había pagado y estaba dispuesto a bebérmela. Imitando un escalofrío y luego un ligero temblor de manos, traté de alcanzar el cristal.
Parpadeó varias veces cuando el muchacho en cuestión, respondió de forma prácticamente interrogante justo después de negar primero el conocimiento del pistolero justiciero. Parecía dudar un momento, para Naitlyn era como si le pillara algo ¿de sorpresa? No sabría bien como interpretarlo, aú así el muchacho prosiguió con su respuesta afirmando que no poseía padres ninguno. Ella abrió los ojos como platos ¿Acaso era un niño de la calle? ¿Cómo es posible? Pero sin embargo sus ropajes no parecían venir de la mendicidad. Lo acababa de ver y ya desprendía enigma por los poros. Entonces ella se volvió a levantar, sacudiéndose por inercia el brazo derecho, soltando un poco de tierra al suelo ya de por sí sucio de varios días seguramente.
-Así es, aunque la hemos ahuyentado, por el momento la zona debería de estar segura.- Respondió cuando en ese entonces su mirada volvió a desviarse de un lado, pareciendo que, y en efecto, buscando a alguien pero sin mucho éxito. -¿Eres de por aquí? Tus ropajes no son muy de estos lugareños la verdad. Mirando fijamente ahora a las mudas que llevaba. ¿Qué hacía un muchacho así en una taberna de malamuerte? Quitando esta incógnita, aún quería saber el paradero de aquel encapuchado, al menos para darle las gracias, ya que parecía que tenía demasiada prisa. aún así no dejaría ese empeño de lado.
-¿Sabes algo de si estos ataques o que lobos monstruosos merodeen por la ciudad como si nada? No me creo que las autoridades locales no vayan a hacer nada.- Se ajustó los guantes ciñiéndoselos bien a las manos. -Bueno si no has visto a alguien con esas características seguiré buscando e indagaré más sobre las bestias. No puedo irme de aquí a sabiendas que pueden peligras vidas de civiles.- Luego se miró así misma y fue cuando empezó a caer más en cuenta su estado actual, no habiéndose fíjate al principio debido a la adrenalina de la accion, estaba más sucia que una cerda recién parida retorciéndose en el barro. Fue en ese entonces cuando le señaló con el enguantado dedo índice de la mano derecha. -¿Sabes donde puedo conseguir ropa limpia? Preguntarle al barman es como preguntar a una pared. Dijo cuando dejó de señalar y se señaló con ambas manos a media altura, dando a entender en las pésimas condiciones pulcras que se encontraba.
Luego después entrecerró los ojos con un aire duditativo. -Si no tienes padres tan joven entonces ¿Qué haces? ¿Acaso te acogieron en algún lugar? No pareces desde luego alguien que vive en la calle.- Preguntó finalmente, esperando pacientemente a que respondieran, centrando la atención en él, ignorando o haciéndose la que no se enteraba ante las otras miradas no tan inocentes que provenían de algunos parroquianos que llenaban la taberna.
-Así es, aunque la hemos ahuyentado, por el momento la zona debería de estar segura.- Respondió cuando en ese entonces su mirada volvió a desviarse de un lado, pareciendo que, y en efecto, buscando a alguien pero sin mucho éxito. -¿Eres de por aquí? Tus ropajes no son muy de estos lugareños la verdad. Mirando fijamente ahora a las mudas que llevaba. ¿Qué hacía un muchacho así en una taberna de malamuerte? Quitando esta incógnita, aún quería saber el paradero de aquel encapuchado, al menos para darle las gracias, ya que parecía que tenía demasiada prisa. aún así no dejaría ese empeño de lado.
-¿Sabes algo de si estos ataques o que lobos monstruosos merodeen por la ciudad como si nada? No me creo que las autoridades locales no vayan a hacer nada.- Se ajustó los guantes ciñiéndoselos bien a las manos. -Bueno si no has visto a alguien con esas características seguiré buscando e indagaré más sobre las bestias. No puedo irme de aquí a sabiendas que pueden peligras vidas de civiles.- Luego se miró así misma y fue cuando empezó a caer más en cuenta su estado actual, no habiéndose fíjate al principio debido a la adrenalina de la accion, estaba más sucia que una cerda recién parida retorciéndose en el barro. Fue en ese entonces cuando le señaló con el enguantado dedo índice de la mano derecha. -¿Sabes donde puedo conseguir ropa limpia? Preguntarle al barman es como preguntar a una pared. Dijo cuando dejó de señalar y se señaló con ambas manos a media altura, dando a entender en las pésimas condiciones pulcras que se encontraba.
Luego después entrecerró los ojos con un aire duditativo. -Si no tienes padres tan joven entonces ¿Qué haces? ¿Acaso te acogieron en algún lugar? No pareces desde luego alguien que vive en la calle.- Preguntó finalmente, esperando pacientemente a que respondieran, centrando la atención en él, ignorando o haciéndose la que no se enteraba ante las otras miradas no tan inocentes que provenían de algunos parroquianos que llenaban la taberna.
Lance Kashan
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Akuma no mi
Varios
Por ahora estaba total y completamente seguro de que aquella persona no me estaba relacionando en lo más mínimo con Kirin, pero sí que podía tener nociones de cómo detectar una mentira. O simplemente podían ser gajes del oficio. ¿Por qué? Bueno, a pesar de todo esto, estaba claro que no había recibido clases de cómo disimula y poner cara de póker, ya que en su expresividad podías deducir más o menos su línea de pensamiento en aquel instante, y los gestos de duda o sorpresa no me dejaban indiferente. No tenía miedo, porque no era como si estuviera en peligro de que me descubrieran, pero tampoco tenía ganas de malentendidos o preguntas incómodas, menos viniendo de una portavoz del orden como era aquella marine.
Antes de que tuviera realmente la necesidad, me despejó la duda, tratando de hacer ella lo mismo con lo que parecía extrañarle de mí. En ese momento, antes de responder, traté de darle el primer sorbo a la copa, y noté el más puro olor a alcohol en mis fosas nasales. Aunque quizás era solo una primera impresión, así que, confiado, la acerqué a mis labios y di un trago, notando como el interior de mi boca y mi garganta comenzaban a escocer y a sentir el sabor del más puro desinfectante que pudiera haber en un mercado o una farmacia. Sin siquiera pensarlo, se me escapó una mueca de desagrado, como quien chupaba un limón y no podía disimular el mal sabor de boca. ¿¡Me había servido colonia o qué coño pasaba!? Tratando de demostrar el máximo grado de calma que mis pupilas me permitían, solté nuevamente la copa en la barra y me desentendí de ella, aun habiendo pagado la cifra que hubiera soltado hacía menos de un minuto, la cual desconocía por completo. Así, para dejar de lado lo que acababa de suceder, me planteé responder:
—No, no soy de aquí, estoy de paso. — Aquella respuesta no podía ser más verdadera, aunque quizás pecaba de solo contar cierta parte de la historia. Pero el decirle que tenía trapicheos criminales entre manos a una mujer que quizás me podía detener, o al menos intentarlo, no parecía la forma más lógica de proceder. Pero ni a ella, ni a nadie de confianza. — Y diría que lo mismo podría decir de ti, ¿no? — El tono no podía ser más amistoso, ya que simplemente quería darle una buena sensación.
Tras eso, no paró un segundo y me siguió preguntando, quizás haciendo más su labor como justiciera que otra cosa, y no me detuve a pensar mucho la respuesta:
—Bueno, he llegado hoy mismo, y podría decir que eres la primera persona con la que hablo más de dos frases desde que llegué. Así que ya es mala suerte que justo haya pasado esto hoy, y no me creo que suceda a menudo… — De nuevo, otra verdad. A juzgar por las respuestas instintivas de los viandantes, y el comportamiento del lobo hacia ellos, no parecían haberse visto en sus vidas. O sea, es normal correr si ves a un depredador diez veces más grande que tú en mitad de la calle, pero no de aquella forma, despavoridos y gritando como si le estuviera mordiendo mientras se alejaba. Entonces, afirmó que ella no era de aquí, y supuse que habría venido fuera de servicio o por otro trabajo muy distinto al que se le estaba planteando en estos precisos instantes.
En cuanto aparentemente terminó de hablar, desvió la mirada de mí para fijarse en ella misma, fijándose en cada grano de barro y gota de sangre que pintaban el lienzo que era su uniforme. Parecía una mala obra de surrealismo, y el pintor se encontraba justo delante de ella, aunque no reclamaría la autoría de dicho cuadro. Sí el sentimiento y el orgullo, negativos en este caso, pues no podía hacer otra cosa sino sentir que, siendo ella alguien que se mostraba seria con su causa y que no había dudado en ayudarme hacia tan solo un momento, era responsable y debía recompensarla a cambio. Y si no aceptaba eso, al menos dejarla como al comienzo, y aquello era una tarea fácil de cumplir, o lo parecía como mínimo. Entonces, me preguntó dónde la conseguiría, y me dejó las puertas abiertas por completo para que ofreciese mi ayuda. Siguió hablando y haciéndome preguntas, pero esta vez no tenía la espera como para pararme a responderlas. Simplemente me levanté de mi asiento y, dejando el vaso donde estaba, abandoné mi copa para enfilar hacia la puerta, retrasando el brazo izquierdo para tomarla a ella de la mano e instarla a que saliera conmigo. Si se dejaba, eso era, si no iría solo hasta la salida, pero antes de atravesarla me pararía a mirar a todos los presentes, y enfrentarlos:
—Espero que el camarero tenga trapos de sobra para limpiar las babas que habéis dejado en la mesa, asquerosos. — Sin esperar a descubrir la reacción general, correría a través de la puerta y la cerraría, alejándome a paso rápido de aquella taberna, en dirección hacia el centro de la ciudadela. Y, si se había dejado hacer, estaría simplemente guiando de la mano a aquella albina.
Una vez nos hubiéramos alejado de los borrachos, soltaría la mano de la mujer de tenerla cogida, y le haría el repentino ofrecimiento:
—Pues no tengo ni idea de dónde buscar ropa, pero la ciudad no parece ser tan vacía como para que no encontremos nada que te valga y te guste. Ah, y quizás nos podemos pasar por algún sitio para que te laven y sequen el uniforme. — Me di la vuelta y sonreí de forma amable, dejando entrever la pequeña faceta de niño que a veces despertaba en mí. Me gustaba comprar ropa, eso estaba claro con solo verme desfilar. — Ah, y no te preocupes, yo pago. — Antes de que pudiera responder, continué. — Y no me vayas a saltar con tonterías de que no debo o cosas así. Proteges a los ciudadanos como yo, ¿no? Pues lo mínimo que puedo hacer por ti es esto, creo.
Si todo iba como esperaba, simplemente trataría de recorrer las calles, ojeando las tiendas a mi alrededor en busca de una que vendiese ropa de mujer decente. No me pararía a comprar nada que fuera feo, eso lo tenía claro, por mucho que ella se pudiera oponer a que me dejara más dinero del necesario, o a que siquiera pusiera dinero de mi bolsillo. Traía billetes de sobra, y me divertía hacer aquello, hecho que quizás se notaba en la sonrisa casi permanente que ocupaba mi cara, algo infantil.
Antes de que tuviera realmente la necesidad, me despejó la duda, tratando de hacer ella lo mismo con lo que parecía extrañarle de mí. En ese momento, antes de responder, traté de darle el primer sorbo a la copa, y noté el más puro olor a alcohol en mis fosas nasales. Aunque quizás era solo una primera impresión, así que, confiado, la acerqué a mis labios y di un trago, notando como el interior de mi boca y mi garganta comenzaban a escocer y a sentir el sabor del más puro desinfectante que pudiera haber en un mercado o una farmacia. Sin siquiera pensarlo, se me escapó una mueca de desagrado, como quien chupaba un limón y no podía disimular el mal sabor de boca. ¿¡Me había servido colonia o qué coño pasaba!? Tratando de demostrar el máximo grado de calma que mis pupilas me permitían, solté nuevamente la copa en la barra y me desentendí de ella, aun habiendo pagado la cifra que hubiera soltado hacía menos de un minuto, la cual desconocía por completo. Así, para dejar de lado lo que acababa de suceder, me planteé responder:
—No, no soy de aquí, estoy de paso. — Aquella respuesta no podía ser más verdadera, aunque quizás pecaba de solo contar cierta parte de la historia. Pero el decirle que tenía trapicheos criminales entre manos a una mujer que quizás me podía detener, o al menos intentarlo, no parecía la forma más lógica de proceder. Pero ni a ella, ni a nadie de confianza. — Y diría que lo mismo podría decir de ti, ¿no? — El tono no podía ser más amistoso, ya que simplemente quería darle una buena sensación.
Tras eso, no paró un segundo y me siguió preguntando, quizás haciendo más su labor como justiciera que otra cosa, y no me detuve a pensar mucho la respuesta:
—Bueno, he llegado hoy mismo, y podría decir que eres la primera persona con la que hablo más de dos frases desde que llegué. Así que ya es mala suerte que justo haya pasado esto hoy, y no me creo que suceda a menudo… — De nuevo, otra verdad. A juzgar por las respuestas instintivas de los viandantes, y el comportamiento del lobo hacia ellos, no parecían haberse visto en sus vidas. O sea, es normal correr si ves a un depredador diez veces más grande que tú en mitad de la calle, pero no de aquella forma, despavoridos y gritando como si le estuviera mordiendo mientras se alejaba. Entonces, afirmó que ella no era de aquí, y supuse que habría venido fuera de servicio o por otro trabajo muy distinto al que se le estaba planteando en estos precisos instantes.
En cuanto aparentemente terminó de hablar, desvió la mirada de mí para fijarse en ella misma, fijándose en cada grano de barro y gota de sangre que pintaban el lienzo que era su uniforme. Parecía una mala obra de surrealismo, y el pintor se encontraba justo delante de ella, aunque no reclamaría la autoría de dicho cuadro. Sí el sentimiento y el orgullo, negativos en este caso, pues no podía hacer otra cosa sino sentir que, siendo ella alguien que se mostraba seria con su causa y que no había dudado en ayudarme hacia tan solo un momento, era responsable y debía recompensarla a cambio. Y si no aceptaba eso, al menos dejarla como al comienzo, y aquello era una tarea fácil de cumplir, o lo parecía como mínimo. Entonces, me preguntó dónde la conseguiría, y me dejó las puertas abiertas por completo para que ofreciese mi ayuda. Siguió hablando y haciéndome preguntas, pero esta vez no tenía la espera como para pararme a responderlas. Simplemente me levanté de mi asiento y, dejando el vaso donde estaba, abandoné mi copa para enfilar hacia la puerta, retrasando el brazo izquierdo para tomarla a ella de la mano e instarla a que saliera conmigo. Si se dejaba, eso era, si no iría solo hasta la salida, pero antes de atravesarla me pararía a mirar a todos los presentes, y enfrentarlos:
—Espero que el camarero tenga trapos de sobra para limpiar las babas que habéis dejado en la mesa, asquerosos. — Sin esperar a descubrir la reacción general, correría a través de la puerta y la cerraría, alejándome a paso rápido de aquella taberna, en dirección hacia el centro de la ciudadela. Y, si se había dejado hacer, estaría simplemente guiando de la mano a aquella albina.
Una vez nos hubiéramos alejado de los borrachos, soltaría la mano de la mujer de tenerla cogida, y le haría el repentino ofrecimiento:
—Pues no tengo ni idea de dónde buscar ropa, pero la ciudad no parece ser tan vacía como para que no encontremos nada que te valga y te guste. Ah, y quizás nos podemos pasar por algún sitio para que te laven y sequen el uniforme. — Me di la vuelta y sonreí de forma amable, dejando entrever la pequeña faceta de niño que a veces despertaba en mí. Me gustaba comprar ropa, eso estaba claro con solo verme desfilar. — Ah, y no te preocupes, yo pago. — Antes de que pudiera responder, continué. — Y no me vayas a saltar con tonterías de que no debo o cosas así. Proteges a los ciudadanos como yo, ¿no? Pues lo mínimo que puedo hacer por ti es esto, creo.
Si todo iba como esperaba, simplemente trataría de recorrer las calles, ojeando las tiendas a mi alrededor en busca de una que vendiese ropa de mujer decente. No me pararía a comprar nada que fuera feo, eso lo tenía claro, por mucho que ella se pudiera oponer a que me dejara más dinero del necesario, o a que siquiera pusiera dinero de mi bolsillo. Traía billetes de sobra, y me divertía hacer aquello, hecho que quizás se notaba en la sonrisa casi permanente que ocupaba mi cara, algo infantil.
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